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PARTICIPACIÓN DE LA MUJER PERUANA Y CAJAMARQUINA EN LA INDEPENDENCIA DEL

PERÚ

Hablar del 197 aniversario de nuestra independencia no es ocioso ni mera retórica. Supone
un significado muy profundo. El recuerdo del hecho mismo de la emancipación encierra
valores fundamentales que nos explica la historia del Perú. ¿Qué significa la independencia
para la vida peruana? ¿Por qué la recordamos? ¿Qué representó en su momento y qué nos
puede decir hoy día?

En el proceso de la independencia debemos considerar dos factores centrales. Uno es el de


la ruptura del vínculo con la monarquía española; el otro, el de la creación de una autoridad
propia. En ese contexto, la independencia significó una profunda crisis, una suerte de guerra
civil entre los habitantes del Virreinato.

El mundo que vio Pizarro en Cajamarca en 1532 era muy distinto de la sociedad que existía en
1824, año de la batalla de Ayacucho. Entre Cajamarca y Ayacucho había nacido una identidad
llamada Perú y que tenía derecho a la vida independiente. Allí está la razón profunda de la
emancipación. Lo dijo Bolívar en su famoso texto en Angostura: “No somos europeos, no
somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles”. En palabras de
nuestro tiempo, podríamos decir que somos mestizos, con todas las variantes propias de las
diversas regiones del Perú.

Por lo que mientras el ejército de Don José de San Martín ganaba posiciones en el norte de
Lima (Huaura), para proclamar la independencia el 28 de julio de 1821, la Ciudad de Cajamarca
juraba su independencia el 6 de enero de 1821, plegándose al movimiento libertario impulsado
en Trujillo por el Intendente Torre Tagle, y eligiéndose a Antonio Rodríguez de Mendoza como
su primera autoridad política.

Seguidamente consiguiendo su independencia:

San Pablo, el 07 de enero de 1821.

Hualgayoc, el 08 de enero de 1821.

Chota, el 09 de enero de 1821.

Jaén, el 04 de junio de 1821.

Situación la cual sirvió como referente a la causa emancipadora del norte, para que, en
diciembre de 1823, Bolívar recogiera de las provincias de Cajamarca, Cajabamba y San Marcos
la plata de los templos, ganado vacuno, ropa, herraduras, mulas y dinero; y un contingente de
soldados que participó en la batalla de Ayacucho. Logrando de esta manera nuestra tan
anhelada independencia que no que quedó ahí.
Además, es difícil pensar en las luchas de la Independencia del Perú sin contar con la
participación de la mujer. Este proceso contó con muchas mujeres como protagonistas,
heroínas olvidadas que no han sido tomadas en cuenta a la hora de coser las historias del
Perú.

Somos una sociedad que olvidó y desestimó la acción que le cupo a la mujer en importantes
episodios vividos en nuestro país. Contamos con una historia que muestra el desarrollo de
los sucesos históricos, pensados en exclusividad por protagonistas varones, convertidos en
figuras centrales del acontecer histórico.

Entonces, no se trata del discurso que relata las glorias de los héroes del pasado, es el
discurso que se ha quedado en silencio, de los que quizá tuvieron la gloria, pero perdieron la
palabra y su voz.

¿Pero, qué ocurrió con las mujeres peruanas que participaron en la Independencia del Perú y
quiénes fueron estas heroínas silenciadas?

La historia recuerda a Micaela Bastidas, María Parado de Bellido, Francisca de Zubiaga, pero
la mayoría de mujeres que fueron partícipes del complejo proceso independentista, han sido
silenciadas.

Son muchas las alusiones al rol de la mujer en los tiempos convulsos de la independencia,
manifestado en la participación en la actividad y compromiso político de múltiples y diversas
formas: bien mediante la colaboración en actividades conspirativas, organizando en sus
residencias reuniones y tertulias donde circulaba información proveniente de Europa y de las
recién emancipadas colonias de América del Norte y se discutían las nuevas ideas políticas y
se planeaban las acciones emancipadoras, bien a través de la actuación como espías
valiéndose de su supuesta “debilidad” y “apatía política” (en un principio las mujeres eran
vistas como criaturas inofensivas con total desinterés por los asuntos públicos por lo que los
realistas no ocultaban sus planes en presencia de las mismas), como organizadoras de redes
de información, en las que actuaban como correos proporcionando informes muy valiosos a
los ejércitos patriotas que en muchas ocasiones salvaron sus vidas o determinaron sus
victorias en los enfrentamientos bélicos, mediante la organización de protestas, la
propagación de las ideas patriotas y la persuasión entre los ejércitos realistas (algunas fueron
acusadas y hasta fusiladas por seducir a las tropas realistas para que se incorporasen al
bando independentista), por la redacción de idearios y manifiestos, contribuyendo con la
donación de dinero y joyas para la causa independentista, brindando refugio a los
insurgentes, realizando el transporte de alimentos, ropas y material bélico, dedicándose a la
reparación de armas, asumiendo el sustento familiar ante la ausencia de los hombres
integrantes de las tropas insurgentes, con la presencia en los campamentos (troperas,
rabonas, guareñas, soldaderas), ocupándose de la logística, acompañando a las tropas,
preparando los avituallamientos, cocinando, atendiendo a los heridos, enterrando a los
muertos, portando las armas, luchando como miembros de las guerrillas patriotas o como
soldados en los campos de batalla, algunas vestidas de hombre para ser aceptadas en el
combate, otras ejerciendo su condición de mujeres guerreras, desempeñando rangos
militares e interviniendo como estrategas.
Las protagonistas de estas acciones pertenecían a todos los niveles sociales, desde las del
pueblo, indígenas, negras y mestizas en su mayoría, hasta las criollas de las élites sociales.
Todas contribuyeron en la medida de sus posibilidades y todas padecieron las
consecuencias.

Muchas de ellas sufrieron las situaciones más adversas. En muchos casos fueron despojadas
de todas sus posesiones, mediante la confiscación de sus bienes, propiedades y objetos
personales, quedando sumidas en la pobreza. Algunas fueron condenadas al destierro, otras
fueron perseguidas, sometidas a la denostación verbal en la prensa o al escarnio público; en
muchas ocasiones recluidas en hogares, en conventos o en las prisiones, sufriendo torturas
y vejaciones, y en otras, condenadas a muerte, bien fusiladas, ahorcadas o asesinadas de la
manera más cruel.

Así podemos mencionar a muchas de ellas como Brígada Ochoa de Silva en Lima (luego sería
condecorada por San Martín), Juana Noin en el Cuzco, Magdalena Centeno en Arequipa y
Juana Toribia Ara en Tacna. Ya en tiempos de la independencia María Parado de Bellido fue
fusilada en Ayacucho por no querer denunciar a los patriotas que conocía. Por las mismas
razones encontraron la muerte Emeteria Ríos de Palomo en Canta, Paula Huamán en Tarma y
Eufrasia Ramos en Jauja. En Concepción (Junín) la humilde Bonifacia Pando fue condenada
a sufrir 200 azotes junto al ajusticiado cadáver de su esposo, el patriota Paulino Monje.”
muchas de estas mujeres fueron personas de escasos recursos que colaboraron con lo poco
que tenían (mayormente con su esfuerzo) para asistir al ejército patriota. Será, entonces, el
deber de la historia dar nuevas luces sobre estas brillantes damas que arrojaron su vida por
esta “promesa de la vida peruana”.

Es tiempo ya, después de más de 200 años del inicio de aquel proceso, de rescatarlas de la
ingratitud con la que fueron y son tratadas, de la invisibilidad y la consideración a la que
fueron y son relegadas. Grouxo Marx. "Detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Detrás
de ella está su esposa."

¡Viva la independencia del Perú!

¡Viva la independencia de Cajamarca!

¡Viva la mujer peruana!

¡Viva la mujer cajamarquina!

¡Viva la mujer juanista!


Gracias.

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