Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
DIRECCIÓN DE PERSONAS
Poder y autoridad tienen en común que ambos son modos de influir en los demás, y
se diferencian por los motivos a los que apelan al influir.
El poder coactivo es el poder que para influir en los demás apela a los motivos
extrínsecos, premios o castigos, palos o zanahorias. La raíz del poder coactivo
descansa en el sistema formal, en lo que se ha definido en los sistemas de dirección
y la estructura formal.
El poder persuasivo es el poder que para influir en los demás apela a los motivos
intrínsecos, al incremento en el aprendizaje operativo que puede adquirir la persona
fruto de realizar la orden que se le ha pedido ejecutar. El poder persuasivo descansa
en el estilo de dirección que tiene el jefe, en cómo da participación en la toma de
decisiones, cómo comunica y cómo delega.
Siempre que dos personas o más se reúnen con un propósito, hay una oportunidad
de liderazgo. Partiendo de que liderazgo es el arte de influir sobre la gente para que
trabaje con entusiasmo en la consecución de objetivos en pro del bien común,
podemos definir entonces, que se puede dividir en dos tipos.
También podemos ver la diferencia entre autoridad y poder porque el poder se puede
comprar y vender, se puede dar y quitar; se puede tener poder por el solo hecho de
ser amigo, cuñado, etc., del director o tener muchos años trabajando; esto no vale
para la autoridad, ya que tiene que ver con lo que usted es como persona, con su
carácter y con la influencia que ha ido forjando sobre sus compañeros de trabajo, etc.
Las cualidades de una persona que tiene autoridad son aprendidas. No nacemos con
ellas, sino que las vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida, y en mayor o menor
medida, todos disponemos de ellas para ejercer el liderazgo: honestidad,
compromiso, motivación, generar confianza y otras tantas, son comportamientos, y
como todos los comportamientos pueden ser elegidos. El gran desafío del líder es
cambiar sus hábitos para elegir los comportamientos adecuados.
No se afirma que el poder sea algo negativo. A veces es necesario recurrir a él. Pero
el exceso del uso de poder, corroe las relaciones. La autoridad construye relaciones.
Una persona puede tener poder, pero no tener autoridad. Una persona puede tener
mucha autoridad, y no tener poder. Y una persona puede tener ambas, tanto poder
como autoridad, y usar el poder cuando solo lo considere necesario.
Un buen directivo sabe usar bien el poder, lo usa cuando debe hacerlo, en la dosis
adecuada y de justa manera. Sabe bien que si no lo usa cuando debe, corre el riesgo
de generar un vacío de poder, caer en la inacción o que se hagan cosas que pueden
perjudicar la organización. Usar el poder en la dosis adecuada requiere en el directivo
la posesión de la virtud de la templanza, que le permite no usar más poder del que
debe para conseguir que se hagan las cosas. Usar el poder de manera justa implica
que el directivo tenga conciencia de la dignidad humana y que no puede –bajo ningún
concepto – vulnerar derechos en las personas. El poder hay que usarlo, pero bien,
con criterio, de lo contrario, el daño a las personas es inminente y sus efectos luego
repercuten negativamente en la organización, porque las desvinculaciones
voluntarias aumentan o porque bajan los aportes que libremente antes se daban (en
calidad o número) o porque cada vez se torna más difícil que las personas estén
dispuestas a hacer sacrificios cuando la organización lo requiere de ellas.