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Observación etnográfica y participante: Huaraches artesanales

Martha Yunuén Moreno Morales.

El ser humano es y experimenta a través de su cuerpo. Este es la manifestación material del yo que le
permite interactuar con todo aquello que está fuera de sí mismo. Es el medio que hace posible la
exteriorización de lo que interiormente conforma su personalidad por un lado, y por el otro, la
interiorización e incorporación de lo sociocultural (dentro de lo que va incluida la ideología) exterior a
él. Las dimensiones de la corporalidad de los seres humanos y las múltiples formas en que se expresan
en todos los ámbitos de su vida implican toda una serie de concepciones, representaciones, discursos,
que, según el historiador Alfredo López Austin, forman parte de los sistemas ideológicos que
corresponden a un tiempo y un espacio determinados.1
Toda la existencia del ser humano y sus actividades implican movimiento, incluso aquellas que
remiten al ámbito del pensamiento o de los sentimientos, pues internamente hay movimiento para que
esos procesos ocurran. Ahora bien, el cuerpo existe y se manifiesta mediante movimientos orgánicos
involuntarios y voluntarios. Entre ellos encontramos a los que obedecen a las necesidades básicas de
todo individuo (como comer, dormir, defecar), otros que se implican en el desplazamiento o reposo
(caminar, sentarse), y aquellos que refieren a una actividad laboral, artística, deportiva o recreativa, y
que ocupan de movimientos y técnicas corporales ejecutadas en el contexto de esa ocupación
específica. En cada situación, hay otro grupo de movimientos, gestos, posturas y expresiones que
acompañan el habla y a la actividad realizada, que dan información sobre el estado emotivo y las
reacciones y actitudes de un individuo. Asimismo, y como lo hemos afirmado en trabajos anteriores,
toda práctica social es vista, concebida y representada en el imaginario social como generizada, es
decir, “propia” del género masculino o femenino según la división binaria comúnmente aceptada, la
cual incide en esas formas de ser y de hacer, y que tienen su sustento en los sistemas ideológicos.
La práctica corporal que tomamos como objeto de observación y experimentación fenomenológica
fue la elaboración artesanal de huaraches, calzado cuya tradición se remonta a la época prehispánica.
Los huaraches que se elaboran actualmente son producto del mestizaje cultural (por ejemplo, no se

1
López Austin, Alfredo. “Introducción” en Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, vol. 1,
México, UNAM, 2004, p. 16.
utilizó piel de ganado hasta después de la Conquista española), y en el imaginario de la sociedad
mexicana se vinculan, entre otros ámbitos, a la vida campesina.2
Visité al artesano Javier Villagómez Álvarez, de 48 años, que trabaja en el local 22 del mercado
“Independencia” y por 25 años se ha dedicado a la elaboración de huaraches de piel tejidos. Su familia,
originaria de Santa Ana Maya, Michoacán, lleva aproximadamente 50 años en el oficio y seis de sus
siete hermanos se dedican a lo mismo. Al menos desde hace unos 3 años, esta actividad se ha
considerado como una tradición que corre el peligro de desaparecer en ese municipio, a causa de los
altos costos de las materias primas y los medios de producción. A ello se suman los cambios
generacionales y culturales causados en parte por el fenómeno de la migración, según algunos artículos
que promueven la Feria Artesanal celebrada cada año para fomentar la producción y consumo de
artesanías.3
Descripción
Tras darme el aviso de que está listo para iniciar, el señor Javier Villagómez toma sus herramientas y
la materia con la que va a elaborar un par de huaraches. Las pone sobre su mesa de trabajo: unos
martillos, cuchillas, plantillas hechas del caucho de llantas recicladas. Abre el cajón que contiene
algunas herramientas para tenerlas a la mano. Se sienta y comienza a marcar contornos en las plantillas.

“Este es mi trabajo de todos los días, aquí nos peleamos con los martillos y los cuchillos. Este trabajo
viene desde… es oficio de la casa. Nosotros desde chicos empezamos a trabajar…Como todos, nos
salíamos, perdíamos nuestro estudio. Pues, servíamos primero no’más para barrer, juntar la basura y
guardar las hormas que se ocupan para hacer el huarache… Estas son las hormas. Estas tiene que
2
S/a, “Huarache artesanal” en Sobre nubes, sitio web de una tienda de calzado artesanal, http://www.sobrenubes.com
/huarache-artesanal/; Rodríguez, Laura, “Huaraches, artesanías para valorarse” en Ocio en línea, sitio web:
http://www.ocioenlinea.com/node/23338
3
Rodríguez, Carlos. “En riesgo de desaparecer tradicional Huarache de Santa Ana Maya” en Marmor Informa, sitio web,
11 febrero 2013, en línea: http://www.marmorinforma.mx/Morelia/Morelia/En-riesgo-de-desaparecer-tradicional-Huarache-
de-Santa-Ana-Maya; Villegas Moreno, Dalia. “Advierten pérdida de producción de artesanías en Santa Ana Maya”, en
Michoacán en línea, sitio web, 11 febrero de 2013, en línea: http://www.michoacanenlinea.com/noticia/nota,5685/
haber de todas las medidas. De acuerdo al modelo también hay que ir preparando las cosas. Ahorita
voy a hacer un modelo que se llama “de araña”.”
Don Javier comienza a trabajar, algo nervioso pero con una sonrisa en su rostro. Ajusta primero el
“sacabocados”. Luego, sosteniendo éste con la mano izquierda, toma el martillo con la derecha y
golpea sobre el instrumento para hacer orificios redondos en la plantilla, siguiendo la línea antes
dibujada. Gracias a la práctica de todos los días, sabe a qué distancia hacer los orificios y la fuerza que
requiere aplicarse para hacerlos. También utiliza la postura que suele adoptar para esta fase de la
producción.

Me comenta, en tanto: “Todo el material que se hace para el huarache… tratamos que sea de piel de
res para que a la gente le acomode bien el huarache y no le haga daño a sus pies. Para eso es el
huarache. Como es piel, la piel le ayuda a que se limpie su planta del pie, si fuera plástico ahí andaría
todo revuelto”. Este comentario nos da pistas sobre el interés que tiene hacia los clientes y sobre la
calidad y servicio que pretende brindarle.
“Estamos preparando el huarache… el “de arañita”. Este lo utilizan para los bailables también… para
las danzas, para los bailables de las primarias. Por lo regular siempre va en color natural, pero esta es
una medida que quieren… quieren oscura”. Como comerciante, sabe para qué se utilizan sus productos,
pues los elabora no sólo con base en lo que le enseñaron, sino obedeciendo a las necesidades y
demandas de sus clientes.
El señor Villagómez toma la horma con la mano izquierda y con la otra va llevando clavos a su mesa
de trabajo. Después acomoda la horma a la plantilla que preparó y la fija con clavos, volviendo el
objeto boca arriba para comprobar que se fije derecho.

“Aquí es donde empieza lo mero bueno”, dice mientras quita las herramientas que ya no usará y
acomoda las que va a ocupar para la siguiente fase. Coloca entonces un manojo de correas de cuero
previamente mojadas. Va separándolas y poniéndolas de acuerdo a su tamaño. “Ya separamos las
correas, depende de lo que se va a hacer… Todo se corta a mano. Son las correas que se van a
transformar en el tejido.” Responde a la pregunta que hago sobre si ellos mismos tratan el material.
Después toma del cajón una “cuchilla de zapatero” con la que horada el extremo de algunas tiras, que
ayudarán a hacer los amarres posteriores.
Comienza a introducir cada tira por los orificios, y atravesándolas por encima de la horma, siguiendo
un orden que es el que ha aprendido y desarrollado en su práctica cotidiana, y que obedece también al
modelo de huarache. Se ayuda de un instrumento punzante para expandir los orificios y para cruzar
unas tiras por debajo de las otras. Cada vez anuda, jala con fuerza y fija las tiras para que vayan
acomodándose y adquiriendo la forma que desea. “Se debe de mojar la correa para que cuando seque,
amolde. Ya cuando seca ya queda la forma de la horma.”
Conforme avanza, se ayuda de los clavos para hacer amarres y fijar las tiras. A la vez las golpea con
el mango del instrumento punzante para que no abulten tanto y se peguen a la plantilla. Por encima de
la horma va formándose un diseño constituido por las tiras que va tejiendo sus dedos. Este es el que le
enseñaron a hacer pero también tiene diseños propios.
Para este tipo de huarache, teje una especie de trenza para la parte de atrás a partir de una serie de
tiras que luego fija al otro lado. Cuando termina de fijarlas a la plantilla, golpea con un martillo los
nudos del reverso, para hacer la superficie más uniforme.

En un momento dado, llega un cliente y en cuanto le digo que si quiere lo atienda, le pregunta “¿Qué
necesita?”. Es un señor de alrededor de 50 años que le lleva una tira gruesa de cuero curtido y una
hebilla y le pide que los “enmarque”, es decir, que le haga un cinturón. El señor Villagómez comenta
“Estas son las chambillas que nos llegan”, y le pregunta al cliente si quiere que le cosa el cinturón, a lo
que este responde que no. Mientras, él corta el cuero con la cuchilla de zapatero, adelgaza la tira y le da
forma de cinturón sobre una mesa de trabajo más alta. El cliente espera enfrente y observa. Luego, el
artesano le pide medirse la tira para comprobar que le quede bien. Le da indicaciones a su cliente, quien
da vuelta a la cinta alrededor de su cintura y la devuelve después de que el señor Villagómez ha tomado
la medida.

Entre ellos, las manos apenas se tocan, la mesa se encuentra de por medio y se mantienen las reglas
tácitas de contacto, que “establecen qué partes del cuerpo pueden tocarse, en qué circunstancias y por
quién”, además del cómo se toca y por cuánto tiempo. En este caso, el artesano mantiene esta distancia,
no se acerca y respeta el obstáculo entre ellos por comodidad y quizá por atenerse a la distancia social
adecuada. Se trata entonces de dos cuerpos interactuando, percibiendo la presencia del otro e inmersos
en una situación de etiqueta, donde el tipo de contacto es de carácter funcional-profesional.4 En esta
relación vendedor-cliente, una de las finalidades de la transacción es producir y obtener un objeto
accesorio que tiene un propósito en función de la vestimenta y del cuerpo que lo utilizará.
El señor Villagómez procede entonces a elaborar el cinturón con el material y sus herramientas. Hace
los orificios para los remaches de la hebilla y aquellos que servirán para abrocharse. Nuevamente
calcula la distancia de estos sin necesidad de algún instrumento de medición. Enseguida toma los
remaches y los fija golpeándolos con el martillo sobre una base de metal. Le solicita al cliente que se lo
mida mientras él retoma el trabajo anterior: golpea las tiras sobre la horma con el martillo, para
hacerlas más uniformes y sin bultos. Al poco, el cliente le pide que le ajuste el cinturón. “Como usted
guste, o si lo ve muy grande lo recortamos pa’ que le quede más corto”, sugiere. Su cliente accede y
entonces el artesano comienza a hacer los ajustes. Nuevamente le requiere que se pruebe el cinturón. El
cliente dice “ya está, don” y pregunta “¿cuánto es?”. “Veinte pesos”, responde el señor Villagómez.

4
Davis, Flora. “Comunicación por el tacto” y “Mensajes a la distancia y en el lugar”, en La comunicación no verbal,
Madrid, Alianza, 1976, pp. 107, 214; Knapp, Mark L., “Los efectos de la conducta táctil”, en La comunicación no verbal. El
cuerpo y el entorno, México, Paidós, 2009, pp. 214, 219.
Mientras el cliente busca el dinero, él se sienta de nuevo y continúa su labor. Examina el huarache
haciendo algunos ajustes con el instrumento punzante. Pronto, le extienden un billete por encima de la
mesa, que recibe y se guarda en una bolsa de su pantalón. El cliente le da las gracias, y él responde con
un “Ándele, don” a la vez que asiente con la cabeza, agradeciendo el pago.

Termina entonces con esa fase del huarache y habrá que esperar a que seque para pegar la suela. “En
este tiempo se secan más rápido. Ése para la tarde ya está seco”, comenta, mientras ya está trabajando
con el otro huarache del par.
Según el antropólogo Roberto Flores, el cuerpo puede verse en 3 dimensiones: como instrumento
para relacionarse con el mundo; como medida de las cosas que crea el ser humano para su uso; y como
medio, al ser la fuente de “esquemas imaginísticos” que torna sensibles e inteligibles todas las cosas y
procesos que están fuera de él.5 En nuestra observación, estas dimensiones las percibimos en el uso que
hace de su cuerpo este artesano para fabricar huaraches y otros objetos a partir de la manipulación de
herramientas y materias primas; en su relación con esos objetos, el espacio y otras personas; en la
manera en que sus herramientas, espacio y demás instrumentos están creados no sólo para poder
ejecutar determinadas labores, sino para funcionar a la medida de las partes corporales que las activan;
y en el hecho de que la realidad espacio-temporal y los seres y objetos contenidos en ella, cobran
sentido para él a partir de su cuerpo y de su visión de esta realidad.
Al principio de la grabación, el señor Villagómez se notó algo nervioso, lo advertí en su lenguaje
corporal que se apreció especialmente cuando se le cayeron las herramientas, pero a lo largo de toda su
participación predominó una actitud amable y tranquila. En varias ocasiones se le vio sonriendo
mientras daba explicaciones y trabajaba. En todo ese tiempo, sus expresiones faciales acompañaron las
gesticulaciones manifestando, según mi percepción, apertura, concentración y tranquilidad. También se
ayudó de sus manos para ilustrar o acentuar lo que me platicaba y sus movimientos seguían el ritmo de
su conversación, o como lo propone la psicóloga Flora Davis, danzaban en compañía de sus palabras.6
En su trato con los clientes y otras personas, al menos con lo que percibí en esta observación y
experiencia, es amable, cordial y servicial. No ocurre un contacto corporal muy directo, pues son los

5
Flores, Roberto. “Postura y porte (Ensayo de semiótica lexicográfica)”, en Antropología. Boletín oficial del INAH, no.
87, México, septiembre-diciembre, 2009, p. 79.
6
Davis, Flora. “La danza de las manos”, en La comunicación no verbal, Madrid, Alianza, 1976, p. 97.
clientes quienes se prueban los productos o los manipulan al estar decidiendo sobre su adquisición,
(aunque esto seguramente depende de la familiaridad o no que exista entre ellos y el artesano), pero se
da una “situación de etiqueta” en la que se saluda, se hace una petición o pregunta, y el artesano-
comerciante responde, anota pedidos, muestra productos o realiza trabajos. Cuando sucede un acuerdo
de adquisición o contrato de servicios, hay un intercambio de dinero, a veces de agradecimiento de una
o ambas partes, y una despedida. Durante todo el proceso los cuerpos hablan, expresan sus intereses,
acuerdos o desacuerdos mediante movimientos, gestos, miradas y palabras.
Pudimos observar que el artesano labora tanto sobre sus mesas de trabajo -para acciones que
requieran del apoyo en una superficie dura, para marcar, cortar o martillar-, como apoyándose en sus
piernas -por ejemplo, para el tejido que requiere de una distancia más corta con el objeto-. En las
prácticas corporales que desarrolla, el manejo de herramientas y material con las manos es central. De
la habilidad de estas y del conocimiento de las técnicas de su oficio, dependen la calidad de sus
productos y su ritmo de trabajo.
Sus prácticas corporales conllevan posturas erguidas, donde no se utiliza ningún objeto para
sentarse, así como posturas donde permanece sentado, un poco encorvado, pero con los hombros firmes
que sólo se echan hacia adelante cuando lo requiere la manipulación de los objetos. Las formas en que
él se mueve se adaptan a la distribución de las superficies de trabajo, al banco que utiliza para sentarse,
pero especialmente, son posiciones que su cuerpo adopta porque así se ha acostumbrado, porque es
usual para él. Su cuerpo se ha configurado también en razón de estas posturas y en su rutina diaria, la
que desarrolla por aproximadamente 12 horas al día (abre su local alrededor de las 9 am, y lo cierra casi
siempre a las 9 p.m., aunque las actividades en general se detienen a las 7 p.m.)
De acuerdo a la división de técnicas corporales desprendida de las propuestas teóricas de Marcel
Mauss, se trata de una técnica corporal cotidiana en cuanto refiere una actividad laboral, pero
extracotidiana en cuanto es un oficio aprendido, que requiere de instrumentos, técnicas, conocimientos,
habilidades y uso de los músculos y huesos de una manera no usual,7 es decir, no cualquiera se dedica a
elaborar huaraches como parte de su vida diaria. A la vez, las técnicas no se han aprendido en una
institución, sino que se trata de un oficio enseñado y transmitido por padres y hermanos: “Este es oficio
de familia, desde pequeño ya hace uno pasos para la elaboración del huarache, pero ya así en forma
cuando conocí todo el sistema, que aprendí a cortar, a tejerlo, a terminarlo... desde los 15 años.”
“…Somos 13 hermanos, somos 8 hombres y 5 mujeres. Entonces lo aprendí primero con mi papá y
luego con un hermano, y así fui desfilando, aprendí de varios hermanos… Soy el menor…” El que este

7
Islas, Hilda, “Introducción”, en De la historia al cuerpo, y del cuerpo a la danza, México CNCA, 2001, p. 17.
sea su oficio obedece también a una necesidad de tener un trabajo del que se obtenga una remuneración
para mantenerse, a falta de la educación en una institución: “Nosotros desde chicos empezamos a
trabajar…Como todos, nos salíamos, perdíamos nuestro estudio”.
De igual modo implica formas de hacer y de ser, que se refieren tanto a la rutina de trabajo personal,
adaptada a la vida laboral en el mercado pero que también ha configurado él mismo por lo que le
enseñaron y su experiencia, como a las técnicas que utiliza: al tratar los materiales, al adecuarlos para
su utilización, al manipular las herramientas, al seguir diseños propios o transmitidos y durante el
proceso de hechura de cada producto: “Tengo mis pedidos. Estas son mis listas. Llego en la mañana y
veo, digo “ah, por estos van a venir en la tarde”, de acuerdo a lo que vayan pidiendo, reviso y ya me
pongo a hacer… Llegan, quito y agarro otro pedido. Así es mi sistema de trabajo. Ya me acomodé así,
a esa rutina. Y cuando no tengo nada de pedidos pues, yo entre más arme de las cosas que yo hago,
para mí es mejor. Ya cuando llega trabajo, ya dejo de armar esas cosas y ya hago el trabajo que ya
llegó.”
Él dice gustar de su trabajo, lo experimenta como algo que lo mantiene activo, como una terapia y
como algo que le ayuda a socializar: “hay uno de mis trabajos que me relaja mucho. Es cuando yo, al
tejer el huarache… ya que preparé todo, ya me siento… como ahorita que estuve relajado tejiendo. Yo
soy un poco… no muy… un poco tímido pues, y esto me ayuda a mí para platicar. Estoy trabajando y
platico con la gente, los clientes, los vecinos. Eso es lo que siento cuando trabajo, con mi trabajo. Así
muchas veces, casi siempre dejo para el último, ya en la tarde, algo de esto para irme relajado. Es
como terapéutico… No sientes el cansancio, más bien cuando uno no hace nada… este… se regresa
más cansado que estando trabajando. Está uno activo en el trabajo que le gusta. Muy bonito pues. Le
gusta a uno pues, lo trae desde chico.” Lo que experimenta cuando realiza algunas labores, como la de
tejer le ayuda a relajarse, relaciona esa actividad con estar tranquilo, y el resto de su quehacer durante
la jornada se constituye en un puente entre él, una persona tímida, y sus semejantes; además, en su
experiencia, mantenerse activo en algo que disfruta hacer evita sentir cansancio, al contrario de cuando
no se ocupa en nada.
Es también una práctica social con un grado de generización que obedece a una división del trabajo,
al menos como funcionaba dentro de su familia: “Ellas se dedicaban al hogar, pero también saben
pasos del huarache, pero como somos muchos hombres, más bien ellas nos atendían a nosotros y todos
trabajábamos para la casa”. Aunque las mujeres de su familia aprendieron algunas cosas sobre el
oficio, sus actividades se centraban en atender el hogar y a su padre y hermanos. Ellos eran los que
aprendían para trabajar.
La intersubjetividad que conlleva la observación del otro, de sus posturas y demás lenguaje corporal
resulta en la construcción del otro como un “ser semiótico”,8 es decir, un cuerpo significante del que
nos formamos una idea, no solamente a partir de su apariencia y sus posturas, sino también de sus
gesticulaciones y prácticas corporales. De aquí que la idea que personalmente nos hacemos de esta
persona es que se trata de un hombre tranquilo, amable, tímido pero platicador, agradable, atento con
sus clientes, hábil con sus manos, con dominio de su oficio, capaz de concentrarse en su trabajo, y
dedicado a él. El lugar en el que nació y el hecho de que no haya obtenido una educación formal y que
todos sus hermanos trabajen en el mismo campo, nos sugiere que su familia es de origen humilde, y
que su visión del mundo, su ideología, está configurada por todos esos hechos y experiencias. Es
posible que su forma de moverse se formara en el seno de su familia, y a la vez es reflejo de su
personalidad y de su relación mediante su cuerpo con el mundo.

Observación participante, experiencia fenomenológica.


La experiencia que tuve como observadora fue, además de la percepción de su posible personalidad y
comportamiento, sentirme sorprendida por lo elaborado que puede ser la hechura de un objeto que
parecía tan simple. Al ver detenidamente lo que había en el taller, una especie de “desorden ordenado”,
sentí admiración. Ver al señor Villagómez realizando cada paso para hacer un solo huarache fue casi
hipnotizante. Por ratos me acompañaba mi intermediario (vecino del mercado que me presentó con este
artesano) y los dos guardábamos silencio mientras observábamos fijamente. No me aburrí en ningún
momento, aunque me hubiera gustado ver el proceso entero hasta que quedara terminada la pieza.
Al momento de pedirle que me dejara hacer alguna labor sencilla, sentí que ya había tomado mucho
de su tiempo y todo fue algo apresurado. Lo que me permitió hacer fue sentarme en su banquito, que
me pareció algo incómodo por su altura y por no tener respaldo, e introducir algunas tiras por los
orificios usando el objeto punzante. Las tiras estaban húmedas y tenían un tacto a la vez un poco
resbaloso y áspero. La horma era liviana pero no hueca. Me puse algo nerviosa y me costó entender
cómo manipular el instrumento con una mano y meter las tiras con la otra. Había parecido fácil cuando
él lo había hecho. Tenían que acomodarse también sobre la horma, revisar que quedaran alineadas y sin
torceduras, y jalar de ellas para ajustarlas bien. Al estar manipulando el material con mis manos y
sentada en ese banquillo, me acordé de cuando me ponía a hacer figuras con alambre y resina, y aunque
no estaba relajada, sí recordé cómo me abstraía y me relajaba mucho cuando estaba manipulando los
materiales y escuchando música,. Es todo lo que me atreví a pedirle y a hacer.

8
Flores, Roberto, op. cit., p. 91.
Como experiencia fenomenológica, todo lo que involucra el oficio del señor Villagómez tiene sentido
para él, forma parte del mundo y la vida que él ha conocido, configurado y experimentado. Debido a la
formación que le dio su familia, cuyo oficio está ligado con el lugar en el que han vivido por varias
décadas, el artesano adquirió un conocimiento específico y fue incorporando técnicas corporales
particulares, que se funden con sus movimientos, gesticulaciones y posturas personales para dar paso a
la manera en que él se mueve y se relaciona consigo mismo, con el exterior y con sus semejantes.
En mi vida diaria no están involucradas las técnicas corporales y las formas de hacer de la elaboración
de huaraches. Para sentarme a trabajar yo utilizo un escritorio y una silla alta, que evitan que me
encorve mucho y se me cansen el cuello y la espalda; también los materiales y su manipulación son
algo que desconocía. Los instrumentos que utilizo en mi labor académica son libretas, lapiceros, libros
y una computadora de escritorio. Mi “mundo” está configurado por otro tipo de experiencias y
sensaciones, mi visión se ha compuesto por mis propias vivencias, y de ahí que mis prácticas
corporales y posturas sean distintas a las de este artesano.
Por ello podemos afirmar que el campo sociocultural estructura las maneras de moverse de un sujeto
en todas sus actividades, pero a su vez, este les imprime un sello personal y único. Por medio de
nuestro ser y hacer (apariencia, actitudes, miradas, gestualidad) expresamos valores, estados anímicos,
emociones y reacciones ante lo que nos rodea, pero estas valoraciones que se implican en las relaciones
intersubjetivas, son creaciones colectivas y, al ser compartidas, nos auxilian en la comunicación y
percepción de nosotros mismos y de los demás.
Anexos.
Entrevista.
¿Cuántos años lleva en este trabajo?
Este es oficio de familia, desde pequeño ya hace uno pasos para la elaboración del huarache, pero ya
así en forma cuando conocí todo el sistema, que aprendí a cortar, a tejerlo, a terminarlo... desde los 15
años. Entonces ya tengo unos 25 años, que ya trabajo. Bueno, también a veces uno dejaba un tiempo,
quiere probar uno otros trabajos y prueba uno muchos trabajos, pero ya probó uno y ya dices “me voy
a dedicar, a regresar a lo mío”. Vas viendo que lo que uno sabe, vale. Entonces como no terminamos
el estudio, nos tocó trabajar con nuestro oficio.
¿De quién aprendió el oficio?
Yo aprendí… somos 13 hermanos, somos 8 hombres y 5 mujeres. Entonces lo aprendí primero con
mi papá y luego con un hermano, y así fui desfilando, aprendí de varios hermanos… Soy el menor…
Ellas se dedicaban al hogar, pero también saben pasos del huarache, pero como somos muchos
hombres, más bien ellas nos atendían a nosotros y todos trabajábamos para la casa.
¿Cuál es su rutina diaria o su forma de trabajo?
Tengo mis pedidos (muestra unos trozos de cuero colgados con clavos en un estante, donde tiene
escritos los pedidos). Estas son mis listas. Llego en la mañana y veo, digo “ah, por estos van a venir en
la tarde”, de acuerdo a lo que vayan pidiendo, reviso y ya me pongo a hacer… Llegan, quito y agarro
otro pedido. Así es mi sistema de trabajo. Ya me acomodé así, a esa rutina. Y cuando no tengo nada de
pedidos pues, yo entre más arme de las cosas que yo hago, para mí es mejor. Ya cuando llega trabajo,
ya dejo de armar esas cosas y ya hago el trabajo que ya llegó.
¿Qué experimenta, qué siente cuando está trabajando?
Hay algunas actividades de las que hago, las cuales las hace uno a la carrera o a veces despacio,
pero hay uno de mis trabajos que me relaja mucho. Es cuando yo, al tejer el huarache… ya que
preparé todo, ya me siento… como ahorita que estuve relajado tejiendo. Yo soy un poco… no muy…
un poco tímido pues, y esto me ayuda a mí para platicar. Estoy trabajando y platico con la gente, los
clientes, los vecinos. Eso es lo que siento cuando trabajo, con mi trabajo. Así muchas veces, casi
siempre dejo para el último, ya en la tarde, algo de esto para irme relajado. Es como terapéutico.
No sientes el cansancio, más bien cuando uno no hace nada… este… se regresa más cansado que
estando trabajando. Está uno activo en el trabajo que le gusta. Muy bonito pues. Le gusta a uno pues,
lo trae desde chico.

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