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Tras estas críticas, acaba Sócrates con la pretensión de que la percepción sea el
conocimiento, demostrando: 1º) que la percepción no es todo el conocimiento, y
2º) que ni aun dentro de su propia esfera es la percepción un conocimiento.
1º La percepción no es el todo del conocimiento, pues gran parte de lo que se
reconoce en general como conocimiento consiste en verdades que implican
términos que no pueden ser objetos de la percepción. Mucho de lo que sabemos
acerca de los objetos sensibles lo conocemos gracias a la reflexión intelectual, y
no inmediatamente por la percepción. Platón pone como ejemplos la existencia y
la inexistencia . Supongamos que un hombre ve un espejismo; no hay
percepción sensible inmediata que pueda informarle de la existencia o
inexistencia del objeto que él percibe en ese espejismo: sólo la reflexión racional
se lo puede decir. Tampoco las conclusiones y razonamientos de las matemáticas
se pueden aprehender por los sentidos. Y. cabe añadir que nuestro conocimiento
del carácter de una persona es algo más de lo que pueda explicarse mediante la
definición "Conocer es percibir", pues tal conocimiento no nos lo depara
ciertamente la simple sensación.
2º La percepción sensible no es conocimiento ni siquiera en su propio plano.
Realmente, no puede decirse que sepamos alguna cosa si no hemos alcanzado la
verdad acerca de ella, por ejemplo, en lo concerniente a su existencia o
inexistencia, a su semejanza o desemejanza con otra cosa, etcétera. Pero la
verdad sólo se alcanza en la reflexión, en el juicio, no en la mera sensación. La
sensación, por sí sola, únicamente puede dar, digamos, una superficie blanca y
otra superficie blanca; pero, para juzgar acerca de la semejanza entre ambas, se
necesita la actividad de la mente. Asimismo, los raíles de la vía
férrea parecen converger: si sabemos que en realidad son paralelos es gracias a
una reflexión intelectual.
Por lo tanto, la percepción sensible no merece el nombre de conocimiento.
Conviene advertir aquí cuán influido está Platón por el convencimiento de que
los objetos sensibles no son los objetos propios del conocimiento ni pueden
serlo, puesto que sólo hay conocimiento de lo que es, de lo estable y constante, y
de los objetos sensibles no se puede decir en realidad que "son" -al menos en
cuanto percibido- sino únicamente que "devienen".
Claro que, en cierto modo, los objetos de los sentidos son objetos aprehensibles,
pero engañan a la mente demasiado como para que sean verdaderos objetos de
conocimiento; recordémoslo: el conocimiento real y propiamente dicho tiene
que ser --como indicamos más arriba- infalible y de lo que verdaderamente es.
Deconstruccion
Jacques Derrida es un filósofo francés que trabajó sobre las estructuras del lenguaje. En
ese sentido se le puede adjudicar un comienzo a partir del estructuralismo, pero
vincularlo al estructuralismo sería engañoso, porque aunque utiliza en su trabajo el
análisis de las estructuras del lenguaje no lo hace tanto para buscar sus estructuras sino
para ir más allá de ellas, para ver en que se sustentan las mismas.
La deconstrucción
A partir de eso Derrida realiza una labor profundamente crítica a la vez que analítica,
que ofrece argumentos a favor y en contra del estructuralismo, por lo cual se suele
asociar a Derrida con el postestructuralismo -es decir, algo relacionado pero posterior o
sucesor del estructuralismo-.
Al trabajo de Derrida sobre el lenguaje y a los postulados alcanzados en ese mirar “la
estructura debajo de la estructura” se le denomina “deconstrucción” -a partir del término
francés “déconstruction" que utilizará Derrida en su obra “Carta a un amigo japonés”-
.Que llegará a alcanzar una notable influencia en la filosofía continental europea del
siglo XX
Derrida dice que toda estructura es artificial, completamente artificial. Para decir eso lo
hace desde la filosofía del lenguaje, es decir, se centra en las estructuras del lenguaje.
Estructuras que, a fin de cuentas, son las que definen como entendemos cualquier cosa:
desde las matemáticas, hasta las novelas del oeste, pasando por la física newtoniana, es
igual lo que se trate, primero se ha de definir, de conceptualizar, y eso solo se hace a
través del lenguaje.
Estructuras y ontología
Como las estructuras son artificiales se puede ir a ver cuales son sus componentes, pero
no solo eso, se pueden cambiar si se desea -cambiar "la norma de juego"-. La noción de
inamovible de esas estructuras es una mera ilusión tranquilizadora -y/o garantista- que,
en realidad, no forma parte esencial de la estructura -la idea de ser algo inalterable e
inamovible-, dicho de otra manera: pueden tener una ontología original -en este caso su
ontología sería su sentido original- pero eso no significa que no pueda cambiarse dicha
ontología -sencillamente, otorgando otro sentido a la hora de interpretar-, y ambas
ontologías -el sentido original de partida y el nuevo que se da a través de otra
interpretación- son igualmente validos.
Hermeneutica
La hermenéutica aplica el modelo interpretativode los textos al ámbito ontológico.
La realidad no es más que un conjunto heredado detextos, relatos, mitos,
narraciones, saberes, creenci as, monumentos e instituciones heredados que
fundamentan nuestro conocimiento de lo que es el mundo y el hombre.
El mundo no puede ser pensado como algo fijo o estático, sino como continuamente
fluyente. La realidad siempre remite a un proceso, a un desarrollo en el tiempo
(historia), a un proyecto que nos ha sido transmitido (tradición) y que nosotros
retomamos
El hecho de que no sólo los objetos deconocimiento sean históricos, sino también el
hombre mismo lo sea, nos impide valorar"neutralmente" la realidad. No existe un
saberobjetivo, trasparente ni desinteresado sobre el mundo.
Dado que el ser es lenguaje y es tiempo(evento) y puesto que el hombre como ser-
en-el-mundo está inmerso en el ser del cual pretende dar cuenta, se hace imposible
un conocimiento totalitario, objetivo y sistemático del mundo
William James en su libro Pragmatismo de 1907, que antes fue un conjunto de conferencias
pronunciadas en 1906, defiende la concepción instrumental de la verdad de Schiller y Dewey,
denuncia los ataques, a su parecer injustificados, que le han hecho los racionalistas o
intelectualistas e intenta, para salvarlos, aclarar el punto de vista del pragmatismo.
Parte de una definición general de la verdad: la verdad como propiedad de nuestras ideas que
significa adecuación con la realidad. Esta definición es aceptada, según James, tanto por los
pragmatistas como por los racionalistas. Pero la diferencia radica en que los racionalistas
sostienen que existe una relación estática entre verdad e idea. Para ellos nuestras ideas son
verdaderas en la medida en la que se acercan a un punto perfecto, es decir, en tanto que se
aproximan a ser copias del pensar de lo Absoluto.
Sin embargo, el pragmatismo se cuestiona las diferencias prácticas, se pregunta cuál es el valor
efectivo de la verdad en términos de experiencia y se responde que son ideas verdaderas las que
podemos asimilar, hacer válidas, corroborar y verificar. Ésta es la tesis que defiende James. La
verdad de una idea no es una propiedad inherente a ella sino que le acontece, una idea llega a
ser cierta por los acontecimientos, es decir: la verdad es un proceso, el proceso de verificarse.
Da James una definición vaga de lo que es la verificación. Las ideas nos guían a través de la
experiencia, si sentimos que avanzamos de un modo progresivo, armonioso y satisfactorio,
nuestras ideas se están verificando. La verificación está en ese sentimiento de orientación
agradable. Las ideas son instrumentos para la acción, si encontramos problemas para avanzar, si
nuestras ideas no nos sirven, son falsas y debemos cambiarlas, buscar otras que cumplan mejor
su función.
Acepta James que no todas las verdades necesitan una verificación completa, una experiencia
directa, pero sí es necesaria la posibilidad de verificación. Nos orientamos mediante un conjunto
de creencias que no hemos verificado, pero que consideramos verificables y confiamos en ellas
mientras nada las ponga a prueba.
Un caso especial en la verificación es el de las relaciones entre ideas puramente mentales, que
no necesitan ser verificadas en la experiencia por tener un carácter eterno como, por ejemplo,
las operaciones matemáticas. Uno más uno suman dos y esto ocurre con todos los unos, no
necesitamos verificarlo constantemente con cada uno de ellos.
Los racionalistas, según James, dan dos tipos de respuesta a la cuestión acerca de la verdad. O
bien la definen como un sistema de proposiciones que ofrecen la pretensión incondicional de ser
reconocidas como válidas o como el nombre que damos a todos aquellos juicios que nos vemos
obligados a llevar a cabo por una especie de deber imperativo. Estas definiciones le parecen muy
triviales, ciertas pero insignificantes. Aquí la diferencia entre racionalistas y pragmatistas radica
en que los primeros hablan de obligaciones que no tienen que ver con nuestros intereses
prácticos o razones personales y para los segundos nuestras razones para la adecuación son
siempre hechos psicológicos, relativos a la subjetividad.
Los racionalistas se quedan con una verdad abstracta, que ha de ser reconocida
incondicionalmente, y los pragmatistas con una experimental y condicional, las verdades sólo
necesitan ser reconocidas cuando necesitamos hacer uso de ellas, cuando nos es conveniente.
Toda especulación abstracta que no haga referencia al hombre carece de sentido, no tiene
ningún valor para James.
La verdad no es un deber, sólo nos lleva a buscarla y seguirla la retribución que nos aporta. Si no
necesitáramos actuar, si nuestras ideas no tuvieran consecuencias prácticas, igual daría elegir
seguir la verdad o la mentira.