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Cuando Suene la Trompeta

Andrés Hernándezmayo 2, 2017

Título en inglés: When the roll is called up yonder


Letra y Música: James Milton Black
Año: 1893

James Milton Black nació el 19 de Agosto de 1856 en South Hill, New York. Aprendió desde
pequeño a cantar y a tocar el órgano. Alrededor de 1881 se trasladó a Williamsport,
Pennsylvania donde se dedicó al servicio cristiano en la Iglesia Metodista Episcopal.
Enseñaba música entre semana, dirigía el servicio de canto y era maestro de escuela
dominical y líder juvenil en su tiempo libre. También editaba himnos.

Un día mientras pasaba por un callejón se encontró a una niña de catorce años, hija de un
padre alcohólico, y con ropas raídas. La invitó a la escuela dominical ante lo cual se dice
que la niña le dijo que no podía ir con ese vestuario. James le consiguió ropas limpias y
desde ese momento la niña empezó a asistir a todas las reuniones.

Un día, cuando James pasaba lista y todos contestaban diciendo un versículo, la niña no
respondió, a pesar de ser llamada por más de una ocasión. Black, decepcionado por la
inasistencia de la joven, hizo un chiste diciendo: “bueno, confío que cuando el rollo se abra
allá arriba y se pase lista, ella esté allí”. Dos cosas atormentaban la mente de James en
ese día. Cuál sería la razón de que la niña no pudo asistir a la escuela dominical; y qué
triste sería si en el cielo llamaran a lista y su nombre no estuviera allí.

Al salir de la escuela dominical fue a buscar a la niña a su casa, y la encontró muy enferma.
Llamó a un médico y le pagó para que la examinara. El desalentador dictamen médico fué
neumonía. Es muy probable que la niña haya muerto de esa afección.

Cuando James llegó a casa, acongojado buscó un en el himnario algo acorde a la ocasión
pero no tuvo éxito. Intrigado por la falta de un himno con esa temática, se propuso escribir,
e inmediatamente comenzó a componer sentándose en su piano.

Lágrimas llenaron sus ojos mientras cantaba. “Las palabras vinieron a mí sin esfuerzo”
expresó Black. También dijo que la melodía vino de la misma manera, y que no se atrevió
a cambiar ni una sola letra luego de revisar el himno días después.

Este himno se convirtió rapidamente en un clásico en iglesias y reuniones cristianas. Ha


sido traducido a más de 14 idiomas y ha sido usado en películas como Sergeant York (1941)
la cual ganó un premio Oscar en Hollywood.

Cuando Allá Se Pase Lista, ha sido cantado por presidentes como Winston Churchill y
numerosos artistas en diferentes géneros musicales de todo el mundo.
42-52 (cap. 13: 12). La personalidad preservada en un cuerpo nuevo.-
Nuestra identidad personal quedará conservada en la resurrección, aunque no
sean las mismas partículas de materia ni la misma sustancia material que fue a la
tumba. Las maravillosas obras de Dios son un misterio para el hombre. El espíritu,
el carácter del hombre, vuelve a Dios, para ser preservado allí. En la resurrección
cada hombre tendrá su propio carácter. A su debido tiempo Dios llamará a los
muertos dándoles de nuevo el aliento de vida y ordenando a los huesos secos que
vivan. Saldrá la misma forma, pero estará liberada de enfermedades y de todo
defecto. Vive otra vez con los mismos rasgos individuales, de modo que el amigo
reconocerá al amigo. No hay una ley de Dios en la naturaleza que muestre que
Dios devolverá las mismas idénticas partículas de materia que componían el
cuerpo antes de la muerte. Dios dará a los justos muertos no cuerpo que será del
agrado de él.
Pablo ilustra este tema con la semilla de cereal que se siembra en el campo. La
semilla plantada se destruye, pero surge una nueva semilla. La sustancia natural
del grano que se destruye nunca surge como antes, pero Dios le da un cuerpo
como a él le place. Un material mucho mejor compondrá el cuerpo humano, pues
es una nueva creación, un nuevo nacimiento. Se siembra un cuerpo natural, se
levanta un cuerpo espiritual (MS 76, 1900).
51-55 (Isa. 65: 17; Mat. 25: 21; 1 Tes. 4: 16-17; Apoc. 5: 12; 21: 4). El toque final
de inmortalidad.-
Tenemos un Salvador resucitado viviente. Rompió las cadenas de la tumba
después que había yacido allí tres días, y en triunfo proclamó sobre el agrietado
sepulcro de José: "Yo soy la resurrección y la vida". Y él viene. ¿Nos estamos
preparando para él? ¿Estamos listos de modo que si cayéramos dormidos
podríamos hacerlo con la esperanza en Jesucristo? ¿Estáis trabajando ahora por
la salvación de vuestros hermanos y vuestras hermanas? El Dador de la vida
vendrá pronto. El Dador de la vida viene para romper las cadenas de la tumba.
Hará salir a los cautivos y proclamará: "Yo soy la resurrección y la vida". Allí está
la hueste resucitada. El último pensamiento fue de la muerte y sus angustias. Los
últimos pensamientos que tuvieron fueron del sepulcro y de la tumba; pero ahora
proclaman: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?"
Las angustias de la muerte fue lo último que experimentaron: "¿Dónde está, oh
muerte, tu aguijón?" La última cosa que reconocieron fueron las angustias de la
muerte. Cuando despierten todo el dolor habrá desaparecido...
Aquí están; el último toque de inmortalidad les ha sido dado, y ascienden para
encontrarse con su Señor en el aire. Los portales de la ciudad de Dios giran sobre
sus goznes, y entran las naciones que han guardado la verdad. Las columnas de
ángeles están a cada lado, y los redimidos de Dios entran en medio de querubines
y serafines. Cristo les da la bienvenida y pronuncia sobre ellos su bendición. "Bien,
buen siervo y fiel... entra en el gozo de tu Señor". ¿Cuál es ese gozo? Ve el fruto
de la aflicción de su alma, y queda satisfecho.
Esto es por lo que trabajamos: aquí hay uno por quien rogamos a Dios durante la
noche; allí hay otro con quien hablamos en su lecho de muerte y entregó su alma
desvalida a Jesús; aquí está uno que era un desventurado ebrio. Tratamos que
sus ojos se fijaran en Aquel que es poderoso para salvar, y le dijimos que Cristo
podía darle la victoria. Hay coronas de gloria inmortal sobre sus cabezas, y
entonces los redimidos echan sus relucientes coronas a los pies de Jesús. El coro
angelical hace resonar la nota de victoria y los ángeles de las dos columnas
entonan el canto, y la hueste de los redimidos se une a él como si hubieran
cantado el himno en la tierra, y así fue.
¡Oh, qué música! No hay una sola nota discordante. Cada voz proclama: "El
Cordero que fue inmolado es digno". El ve la aflicción de su alma, y queda
satisfecho. ¿Creéis que alguno empleará allí tiempo para contar sus pruebas y
terribles dificultades? "De lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al
pensamiento". "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos" (MS 18, 1894).
1094
“Voy a cortar por este callejón para ahorrarme un poco de tiempo”. Eso fue lo que pensó James
M. Black mientras él iba hacia la oficina de correos de Williamsport, en el Estado de Pennsylvania.
James M. Black nunca había usado ese callejón; así es que él no sabía de la pobreza y miseria que
existía en aquella parte de la ciudad, ni mucho menos el efecto que tendría en su propia vida y en
la vida de otros, aquella decisión que él hizo en aquel instante de pasar por ese callejón.

Mientras caminaba por aquel callejón, el Señor Black observó a una muchacha barriendo el frente
de una casa que casi se caía. La joven estaba vestida muy pobre y en su cara joven ya se veían las
marcas de mortificación y trabajo duro. “Joven,” le habló el señor Black, “¿Tú asistes a la escuela
dominical?” “No, señor, a mí me gustaría ir, pero no tengo ropa que ponerme para ir; pero, señor,
a mí realmente me gustaría ir,” fue la respuesta de la joven.

Muy pronto la esposa de James M. Black y otros amigos la llevaron ropa y algunas otras cosas
necesarias para que aquella joven se sintiera en “condiciones” para ir a la iglesia.

Así es que, de esta manera empezó la asistencia fiel de la joven a la escuela dominical y a una liga
juvenil que tenían. El nombre de la joven era Bessie, y ella nunca se perdía una reunión. Cada vez
que se llamaba en la lista de asistencia, ella estaba fielmente a responder, hasta que un día que
fue llamada no hubo respuesta de entre la congregación. Otra vez el señor Black llamó el nombre
de la joven y no hubo respuesta. Muchos pensamientos, tal vez no muy agradables, cruzaron su
mente; tal vez el padre de ella, quien era un borracho, no le había permitido venir aquel domingo,
o tal vez hasta le había maltratado una vez más. Después de la iglesia, el señor Black y su esposa
fueron a la casa de Bessie ya que él presentía que las cosas no andaban muy bien. Cuando llegaron
a la casa, se encontraron que Bessie se encontraba enferma; y viendo que la situación era muy
seria, llamó al doctor de su familia, quien diagnosticó la presencia de una pulmonía muy avanzada.

De regreso a casa, el señor Black todavía seguía pensando en la impresión que hizo en él el simple
hecho de que Bessie no respondió a la lista de asistencia; y este pensamiento le venía una y otra
vez. Algún día habrá una lista en el cielo y que tristeza será para aquellos que no se hallen inscritos
en el Libro de la Vida del Cordero.

El siguiente domingo, el señor Black estaba pensando en un himno apropiado para comunicarle a
sus jóvenes esta gran verdad, pero no encontraba uno que le gustara. Esto le causó mucha tristeza
al señor Black, quien también era director de música. El realmente pensaba que había dejado
pasar una buena oportunidad para comunicar esta gran verdad a sus jóvenes. Y en la carga que
llevaba, Dios puso en su mente la idea de escribir un himno que comunicara esta verdad; así es
que se sentó al piano y sin mucho esfuerzo empezó a escribir las palabras de este precioso himno.
Y después de las palabras, la melodía del himno vino de la misma manera. El señor Black expresa
que se sentía como si le hubieran dictado el himno de algún lugar. Y después de un tiempo él
realmente comprendió lo que sentía cuando supo que Bessie había pasado al cielo para esperar
aquel día glorioso cuando allá se pase lista.

Este himno fue cantado en público por primera vez en el funeral de Bessie; y antes de que fuese
entonado, el señor Black les relató las circunstancias que llevaron a la escritura del himno. Y nunca
se olvidará el impacto que aquella historia y el himno tuvieron en la congregación aquel día. El
Señor se había llevado a Bessie al cielo, pero nos había dejado un himno para recordarnos de
aquel día cuando allá se pase lista.
Estoy bien con mi Dios / Alcancé
Salvación
Andrés Hernándezabril 20, 2017

Título en Inglés: It is well with my soul


Letra: Horacio G. Spafford
Musica: Philip Bliss
Año: aprox 1873

Este himno fue escrito por Horacio G. Spafford. Éste era un abogado exitoso – y amigo
cercano del famoso predicador D.L. Moody-, quien perdió todas sus posesiones durante el
gran incendio de Chicago de 1871. Su único hijo había muerto de una enfermedad de fiebre
en 1870. Horacio decidió llevarse a su esposa y sus cuatro hijas de vacaciones a Inglaterra
a finales de 1873. Sin embargo, antes de embarcarse un negocio de último minuto forzó a
Horacio a quedarse, y sus cuatro hijas y esposa se embarcaron para sus vacaciones
mientras Horacio se encargaba de este negocio. El barco Ville de Havre donde viajaba su
familia chocó con una nave Inglesa en las primeras horas del 22 de noviembre de 1873 y
se hundió en solo 12 minutos. 266 vidas se perdieron y solamente se salvaron 61 pasajeros
y 26 miembros de la tripulación. Nueve días después Spafford recibió un telegrama de su
esposa Anna que decía “Sobreviví sola. ¿Qué hago?” Anna luchó valientemente por
mantener a sus hijas en la cubierta del barco y su último recuerdo es el de su hija siendo
arrebatada violentamente de sus brazos por la fuerza de las olas. Anna se salvó de la
muerte gracias a un tronco de madera que flotó bajo su cuerpo inconsciente y la mantuvo
a en la superficie.

Luego de la colisión el Pastor Weiss, un amigo de la familia la oyó decir: “Dios me dio cuatro
hijas. Ahora me han sido arrebatadas. Algún día entenderé por qué.”

Al oír las terribles noticias Horacio Spafford se embarcó en el siguiente barco a Cardiff,
Gales para consolar a su esposa. Mientras viajaba en la noche el capitán del barco le mostró
el lugar donde se sucedió el naufragio. Sin poder conciliar el sueño su único consuelo eran
las palabras “estoy bien, que se haga la voluntad de Dios.”
Tiempo después estas palabras se convirtieron en la letra principal de lo que sería el himno
que hoy todos conocemos, cuya música fue compuesta por Philip Bliss.

La tragedia también llegó a Philip Bliss. Mientras el tren en que viajaba con su esposa se
acercaba a Ashtabula, Ohio, el 29 de Diciembre de 1876; un puente por el que pasaban
colapsó y todos los vagones se precipitaron por un barranco. Bliss escapó al accidente pero
los vagones se incendiaron. Volvió para buscar a su esposa pero no pudo salir, y nunca se
encontraron sus restos. Se cree que en ese accidente fallecieron 92 de los 159 pasajeros.
El accidente se conoció como el accidente del ferrocarril del río de Ashtabula.

De paz inundada mi senda ya esté,
O cúbrala un mar de aflicción,
Mi suerte cualquiera que sea, diré:
Alcancé, alcancé salvación.

Coro:
Alcancé salvación.
Alcancé, alcancé salvación.

Ya venga la prueba o me tiente Satán,
No amenguan mi fe ni mi amor;
Pues Cristo comprende mis luchas, mi afán
Y su sangre vertió en mi favor.

Feliz yo me siento al saber que Jesús,
Libróme de yugo opresor;
Quitó mi pecado, clavólo en la cruz:
Gloria demos al buen Salvador.

La fe tornaráse en gran realidad
Al irse la niebla veloz;
Desciende Jesús con su gran majestad,
¡Aleluya! Estoy bien con mi Dios.
Dad Gloria al Cordero Rey
Andrés Hernándezabril 29, 2017

Título en Inglés: All Hail the power of Jesus


Letra: Edward Perronet
Música: Oliver Holden

Edward Perronet nació en Inglaterra en 1726. Su padre Vincent Perronet era un
sacerdote anglicano, que trabajó junto a John Wesley y Charles Wesley. Edward
era descendiente de una familia de hugonotes franceses, que huyeron a Suiza y
luego a Inglaterra para escapar de la persecución religiosa contra los protestantes.
En el tiempo de Edward, los metodistas eran muchas veces perseguidos. John
Wesley en una ocasión anotó en su diario que el mismo Edward “fue derribado y
arrojado al lodo y el fango” en Bolton. Luego de ciertos altercados con los Wesley,
Perronet se alejó del Metodismo organizado, y llegó a ser ministro de una
congregación independiente.

Edward publicó tres volúmenes de poemas cristianos. Uno de ellos y tal vez el más
conocido fue Dad gloria al Cordero Rey. La melodía titulada “coronation” fue
compuesta por Oliver Holden, un compositor y compilador de himnos, que también
fue marine un año durante la guerra de independencia de los Estados Unidos en el
USS Deane. Como carpintero, ayudó a reconstruir Charlestown, Massachusetts.
Organizó varias escuelas de música, y fue director del coro de la Primer Iglesia
Bautista en Boston. Se unió a la Logia del Rey Salomón en 1795, y fue miembro
activo durante diez años.

Una de las historias más conocidas en relación con este himno es la de el
Reverendo E. P. Scott quien fue misionero en la India en 1800. En contra de los
consejos de sus amigos misioneros, Scott partió solo a llevar el evangelio a una
aldea remota donde vivía una tribu salvaje y peligrosa.

Luego de varios días de viaje, un grupo de guerreros lo encontraron y lo rodearon y
le apuntaron al corazón con lanzas. Pensando que iba a morir en ese momento,
Scott decidió usar sus últimos alientos para glorificar a Dios, y de ser posible tocar
alguno de los corazones de sus captores. Sacó su violín, cerró los ojos y empezó a
tocar “Dad Gloria al Cordero Rey” en el idioma nativo de los guerreros.

Terminó el primer verso, luego el segundo, el tercero y el cuarto y Scott notó que
aún seguía vivo y de pie, y todo a su alrededor era paz y calma. Al abrir sus ojos vio
a todas las lanzas abajo. Los guerreros lo rodeaban con lágrimas en los ojos.
Durante buena parte del resto de su vida Scott compartió el amor de Dios con esta
tribu.

Este himno fue escrito por el Reverendo Edward Perronet en 1779 quien también
fue misionero en India. La música la compuso Oliver Holden. Este himno ha sido
traducido a casi todos los idiomas del mundo.

Dad gloria al Cordero Rey,
suprema potestad;
de su divino amor la ley
postrados aceptad,
de su divino amor la ley
postrados aceptad.

Vosotros, hijos de Israel,
residuo de su grey,
loores dad a Emmanuel
y proclamadle Rey,
loores dad a Emmanuel
y proclamadle Rey.

Naciones todas, escuchad


y obedeced su ley
de gracia, amor y santidad,
y proclamadle Rey,
de gracia, amor y santidad,
y proclamadle Rey.

Dios quiera que con los que están


del trono en derredor,
con cantos por la eternidad
a Cristo demos honor,
con cantos por la eternidad
a Cristo demos honor.
Los que aman al Señor
Andrés Hernándezabril 6, 2017

Título en Inglés: We’re marching to Zion


Letra: Isaac Watts, 1707
Música y Coro: Robert Lowry, 1867

Isaac Watts nació en Southampton, el 17 de julio 1674 y desde muy temprana edad se
destacó como un brillante estudiante de lenguas y escritor de poemas. Es por muchos
considerado como el pionero de los himnos, pues escribió más de 750 himnos litúrgicos
cristianos.

Las estrofas de este himno nos hacen pensar en el camino que por el mundo debe recorrer
el pueblo de Dios hasta llegar a la ciudad de Sión, y el sentimiento de alegría que inunda a
todo cristiano al pensar en el glorioso destino al que se dirige.

Sin embargo este himno tiene un trasfondo cultural inesperado. En los siglos XVI y XVII los
cristianos consideraban que el único canto apropiado en los cultos era el de los salmos. En
las iglesias las opiniones estaban divididas y al final del culto cuando se empezaban a
entonar los himnos, aquellos cristianos que no estaban de acuerdo con la nueva costumbre
se levantaban y abandonaban el recinto.

Isaac Watts compuso este tema animando a los cristianos a elevar cánticos a Dios y de
esta forma rodear el trono celestial con las alabanzas de toda la congregación. Si leemos
la segunda estrofa, veremos que es una crítica a la falta de unidad de ese entonces en las
iglesias debido a la discusión sobre la alabanza. A través de todo el himno Isaac Watts
afirma que no importa lo que se cante; salmos o himnos, todos vamos caminando hacia
Sion como un solo pueblo.
Los que aman al Señor
eleven su canción,
que en dulces notas de loor,
que en dulces notas de loor,
ascienda a su mansión,
ascienda a su mansión.

Coro
A Sion caminamos,
nuestra ciudad tan gloriosa;
marchando todos cantamos
de Dios y la bella mansión.

Unida está, oh Dios,


tu fiel y amada grey;
y cantan todos a una voz,
y cantan todos a una voz,
los hijos del gran Rey,
los hijos del gran Rey.

En Sion disfrutaréis
la gracia del Señor
que hoy os promete la tendréis,
que hoy os promete la tendréis,
del trono en derredor,
del trono en derredor.

Cantemos con fervor,


dejemos el pesar,
marchemos libres de temor,
marchemos libres de temor,
al más feliz hogar,
al más feliz hogar.
Oh, buen Maestro despierta
Andrés Hernándezmarzo 31, 2017

Música: Horacio Richmond Palmer


Letra: Mary Ann Baker
Título en Inglés: Master The Tempest is Raging
Año: 1874

Mary Ann Baker había perdido a sus padres debido a una enfermedad no muy conocida
que pronto se llevaría quien había sido su único apoyo en esos tiempos. Su hermano había
tenido que viajar varias millas lejos de su hogar en Chicago en busca de un mejor clima
para recuperarse y la única comunicación que había entre ambos hermanos era por medio
del telegrama. Sin embargo falleció dos semanas después dejando a Ann sumida en una
profunda depresión. Palabras como “Ni yo ni mi familia le interesamos a Dios” o “esta
extraña manifestación de lo que llaman ‘providencia divina’ no es digna del amor de Dios”
salieron de sus labios mientras la desesperación y el llanto se adueñaban de su vida.

Pensó que esto era más de lo que ella podía soportar y se preguntaba por qué Dios había
permitido que esto le sucediera.

Fue entonces cuando leyó el relato de Marcos 4:37-39 en una lectura para niños y poco a
poco pudo comprender cómo Dios podía darle paz al alma en medio de situaciones de dolor
y calmar las tormentas del ser.

En 1874 el Reverendo H. R. Palmer le pidió que escribiera una serie de himnos para
basadas en las lecciones de escuela dominical. Uno de los temas era “Cristo calma la
tempestad”. Los recuerdos de su experiencia la inspiraron a escribir la letra del conocido
himno Oh buen Maestro Despierta, y el Reverendo Palmer compuso la melodía.

Mary A. Baker 1874:


“El Dr. Palmer me solicitó preparar varios himnos con las temáticas de las lecciones
de escuela dominical. Uno de los temas era “Cristo calmando la tempestad.” Su relación
con una experiencia por la que había pasado recientemente, y este himno fue el resultado.
Mi amado y único hermano, un hombre joven y de una amabilidad poco común y carácter
promisorio, había sido llevado a la tumba, víctima de la misma enfermedad que había
tomado antes a mi padre y madre. Su muerte ocurrió durante circunstancias particularmente
desoladoras. Estaba a más de mil millas de casa, buscando en el cálido aire del soleado
sur la salud que nuestro aire más frío no podía dar. De repente su salud empeoró. El escritor
estaba enfermo y no pudo ir hasta donde él. Por dos semanas las largas líneas del telégrafo
llevaron mensajes entre el moribundo hermano y sus ansiosas hermanas, cuando llegó la
noticia de que nuestro amado hermano no habitaba más esta tierra. Aunque nos
lamentamos no como los que no tienen esperanza, y aunque había creído en Cristo desde
mi niñez temprana y siempre había querido entregarle al maestro una vida consagrada y
obediente, me torné tremendamente rebelde ante esta dispensación de la divina
providencia. Dije en mi corazón que Dios no cuidaba de mí ni de los míos. Pero la misma
voz del Maestro calmó la tempestad en mi corazón pecador, y trajo la calma de una fe más
profunda y una confianza más perfecta.”

¡Oh, buen Maestro, despierta!


¡Ve, ruge la tempestad!
La gran extensión de los cielos
se llena de oscuridad.
¿No ves que aquí perecemos?
¿Puedes dormir así
cuando el mar agitado nos abre
profundo sepulcro aquí?

Coro
Los vientos, las olas oirán tu voz:
“Haya paz”
Calma las iras del negro mar;
las luchas del alma las haces cesar,
y así la barquilla do va El Señor
hundirse no puede en el mar traidor.
Doquier se cumple su voluntad:
“Haya paz, haya paz”
Tu voz resuena en la inmensidad:
“Paz, haya paz”.

Despavorido, oh, Maestro,


te busco con ansiedad.
Mi alma angustiada se abate;
arrecia la tempestad.
Pasa el pecado a torrentes
sobre mi frágil ser,
y perezco, perezco Maestro,
¡oh, quiéreme socorrer!

Vino la calma, Maestro.


Los vientos no rugen ya.
Y sobre el cristal de las aguas
el sol resplandecerá.
Cristo, prolonga esta calma;
no me abandones más;
cruzaré los abismos contigo
al puerto de eterna paz.

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