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ALEJANDRE TORRES MARIO ALBERTO 2PM5

4 OCT 2017
6. LA LIBERTAD

la libertad. Es ésta ciertamente una palabra «mágica», que representa una ideal
irrenunciable Sabemos ya que se enraizada en lo más profundo de la persona
humana, la cual es un ser libre. A esto se ha de añadir que, además
y en consecuencia, la libertad permea todos sus actos, y en primer
lugar aquellos que nacen de la voluntad . Por tanto, para establecer
correctamente los sentidos de la libertad, y más adelante los del amor
, necesitamos saber de cuántos modos distintos puede ejercerse la
voluntad.
Para ello es preciso recordar que los usos de la razón son principalmente
tres : 1) el uso técnico, mediante el que se fabrican y usan instrumentos,
que se llamó tener corporal; 2) el uso teórico, mediante el que se
construye la ciencia; 3) el uso práctico, mediante el que se diseña la acción
y la conducta, y en consecuencia los hábitos de cada uno. Con lo dicho
basta para distinguir el primero del tercero de estos usos:
manejar un tenedor es algo distinto de ocultar la verdad; lo primero es técnica
o arte, lo segundo conducta práctica, que tiene una destacada dimensión
moral. Por otra parte, sabemos que la voluntad tiene tres momentos,
el deseo, la deliberación y la elección, y que la segunda corre a cargo de
la razón práctica . Una vez recordadas estas distinciones, podemos
distinguir cinco usos distintos de la voluntad o cinco modos de querer:
1) El deseo es el uso primero: la tendencia o inclinación hacia un bien racionalmente
captado. La voluntad nos inclina,en primer lugar, a la unión
con el objeto querido. Eso es el deseo: la tendencia al fin, la búsqueda de
la unión o posesión de lo deseado. La voluntad es querer.
2) La elección voluntaria puede ser doble, según se oriente al pasado o al
futuro. Si se orienta al pasado, adopta la forma de aprobar o rechazar, un
uso específico de la voluntad dirigido a cosas que ya han sucedido, que
están ahí y me salen al encuentro. Respecto de ellas sólo me cabe aceptarlas
o rechazarlas. Por ejemplo: me ha tocado la Lotería (todo el mundo lo
aprueba) o me ha tocado presidir una mesa electoral (mucha gente no tiene ganas,
y lo rechaza). Ahí la elección consiste en decir sí o no. Al tratar
de la verdad se pusieron otros muchos ejemplos.
Este uso de la voluntad se aplica especialmente a todo lo que uno ya es:
hijo de tales padres, nacido en tal ciudad y año, gordo o flaco, alto o bajo,
etc. De este modo uno se acepta a sí mismo o se rechaza. En este segundo
sentido, la voluntad es aprobar o rechazar. Este se lleva a cabo diciendo
sí o no.
Si la elección se orienta hacia el futuro podemos llamarla dominio o
poder, porque soy yo quien entonces decido acerca de una situación venidera:
viajaré a Barcelona por carretera, y no por avión. En este uso de
la voluntad decido acerca de aquello que puedo hacer, porque depende
de mí; no me lo encuentro ya dado, son las cosas que aún no han sucedido.
Este es quizá el uso más frecuente, y el que designa la palabra inglesa
. Es lo que está dentro de mis posibilidades. La voluntad es
poder y elegir.
4) Al uso técnico de la razón le corresponde otro uso de la voluntad, que
es la creación. Se aplica, como voluntad creadora, a todas las acciones técnicas
y artísticas, en las cuales doy forma a una materia, creo
algo. También es por tanto también una voluntad artística o creadora
. Sin embargo la capacidad creadora del hombre trasciende el ámbito
puramente técnico y artístico, pues su inventiva es mucho más amplia:
de la intimidad personal brotan novedades inéditas, porque es creativa de
por sí . Todo hombre lleva dentro una aspiración a la creatividad que
nace de su núcleo personal: crear es hacer que existan cosas nuevas.
El crear humano suele consistir en transformar una materia (crear riqueza
económica por ejemplo) o realizar actos lingüísticos (hablar o escribir,
por ejemplo), pero también en crear instituciones (una asociación, por ejemplo)
o relaciones personales (amistad). Todo esto es posible porque la
inteligencia es creadora: de ella nacen los proyectos, decisiones, tareas
y ocurrencias que llenan el mundo interior. Es la voluntad creadora la
que encauza el brotar inteligente de la persona. La voluntad es crear.
5) Por último hay un uso de la voluntad del que ya se habló al tratar la
benevolencia como actitud moral. Podemos llamarlo amor, y consiste en el
reconocimiento y afirmación de una realidad por lo que en sí misma es y
vale, como el caso del escarabajo. La benevolencia es un caso, no el único,
de este uso de la voluntad como afirmación, como amor. Se trata
de la respuesta voluntaria a la captación que hace la inteligencia de
las cosas como son en sí mismas, en su alteridad. Es el uso más humano
de la voluntad. El verdaderamente racional: la voluntad es amar.
Estos usos de la voluntad tienen mucha relación unos con otros, pues pueden,
e incluso deben, darse a la vez, simultáneamente. Por ejemplo,
estoy feliz porque me ha tocado la Lotería (aprobación) y por fin puedo
(poder) cumplir una vieja aspiración mía (deseo): construirle un chalé (crear)
a mi madre (amor). Una boda significa una unión deseada por los contrayentes,
que se aceptan mutuamente diciendo «¡sí quiero!» porque se
han elegido el uno al otro para crear una familia porque se aman.
Otro ejemplo del uso múltiple de la voluntad es el arrepentimiento, en el cual
uno rechaza una parte del propio pasado: alguna decisión y acción libre
que a uno le pesa haber efectuado. Arrepentirse lleva consigo recrear
lo mal hecho, que pertenece ya al poder o dominio: arrepentirse no es
verdadero si uno no enmienda en el futuro su error y se comporta de otro
modo.
Ninguno de estos cinco usos pueden dejar de tenerse en cuenta, porque
las consecuencias se dejan sentir enseguida: aparece entonces un hombre
incompleto, irreal o deforme. En tales casos se exageran unos, mientras
otros no se tienen en cuenta: el hombre no es sólo deseo (Freud), ni sólo voluntad
de poder (Nietzsche), ni voluntad creadora, ni amor benevolente,
sino todo a la vez y armónicamente. No se puede prescindir de ningún
uso de la voluntad sin debilitar los demás y al mismo hombre.

La libertad es una de la notas definitorias de la persona. Permite al


hombre alcanzar su máxima grandeza, pero también su mayor degradación.
Es quizá su don más valioso, porque empapa y define todo su actuar.
El hombre es libre desde lo más profundo de su ser. Por eso los hombres
modernos han identificado el ejercicio de la libertad con la realización
de la persona: se trata de un derecho y de un ideal al que no podemos
ni queremos renunciar. No se concibe que se pueda ser verdaderamente
humano sin ser libre de verdad.
La libertad tiene cuatro grandes planos, que se superponen e implican
mutuamente. Considerarlos atenta y correctamente permite admirar este
don peculiar del hombre y evitar reduccionismos y confusiones en su consideración
El primer nivel de consideración es la libertad constitutiva, también llamada
fundamental o trascendental. Es el nivel más radical y profundo: la
persona humana es un ser libre. Esta libertad llega hasta el nivel más profundo
del hombre; no es una mera propiedad de sus actos, sino de su
mismo ser. Para captarla bien, y a fondo, se pueden hacer estas tres
consideraciones:
1) La libertad constitutiva consiste en ser una intimidad libre , un
espacio interior que nadie puede poseer si uno no quiere, y en el cual yo
estoy, de algún modo, a disposición de mí mismo. Soy independiente, autónomo,
puedo entrar dentro de mí, y ahí nadie puede apresarme, ni quitarme
la libertad. Se trata de un espacio interior inviolable, que puede definirse
entonces como un poseerse en el origen, ser dueño de uno mismo y,
en consecuencia, de las propias manifestaciones y acciones. Es característico
del espíritu este poseerse a sí mismo.
Ningún cautiverio, prisión o castigo es capaz de suprimir este nivel tan profundo
de libertad: se puede mantener una creencia, un deseo o un amor
en el interior del alma, aunque externamente se decrete se abolición absoluta.
Todas las formas de perseguir la religión o la libertad de pensamiento
se saldan con un fracaso porque jamás llegan al interior de la conciencia,
que es siempre libre e inviolable. Ningún poder humano tiene capacidad
ni legitimidad para quebrantar esta libertad. La tortura es la violencia
dirigida a lograr ese quebranto. Los cañonazos pueden reducir una ciudad
a polvo, pero nunca matar el derecho y la aspiración a la libertad. Los mártires
prefieren la muerte antes que dejar de ser libres. Los cautivos por
sus ideales se reafirman en ellos.
Esta libertad interior o constitutiva, de la que mana la dignidad de la persona
, es la base de los derechos humanos y el ordenamiento jurídico. Su importancia en
este aspecto es enorme, porque de ello
brotan:
a) Los derechos a la libertad de opción y expresión: cada hombre tiene
derecho o buscar la verdad, a aceptarla y a proclamarla, según su leal saber
y entender. Parte de esta libertad es el derecho a la libre discusión
en esa búsqueda, tanto teórica como práctica: cada uno es libre de pensar
como crea mejor.
b) El derecho a la libertad religiosa, que es un libertad enraizada en lo más
íntimo y profundo del hombre, porque es el derecho a relacionarse con
el. Ser Absoluto . Nadie puede interponerse en esa relación. Esta
libertad interior incluye no sólo creer, sino también practicar una fe.
c) El derecho a vivir según dicten las propias creencias y convicciones,
es decir, a respetar y seguir las normas morales y éticas que señale la propia
conciencia, la tradición común a la que uno libremente pertenece
y el proyecto vital que uno elija
Además de todo esto, hay que tener también en cuenta que la libertad
interior no es una trinchera, detrás de la cual uno se aísla dando la espalda
a los demás, o rechazándolos. Es bueno descubrir y experimentar esta
dimensión de la libertad (tan propia de la adolescencia, en la cual el mundo
interior es vivido por primera vez como algo libre e inédito), pero enseguida
hay que pasar al segundo nivel, la apertura, la manifestación, el ejercicio
de la libertad y su desarrollo. El que se quede aquí es el introvertido, el
que sólo vive la libertad hacia sí mismo, el que ama ante todo su independencia,
su inviolabilidad, el que no comparte su y, en consecuencia,
está solo y sin amigos , pues la soledad es, ante todo, aislamiento
de la persona
2) La libertad constitutiva es apertura a todo lo real, no estar atado a unos
pocos objetos, sino tener una amplitud irrestricta de posibilidades, infinitud
respecto de los objetos que se pueden conocer y de las acciones que
se pueden realizar para alcanzarlos. Esto ya se dijo al hablar de la plasticidad
de las tendencias humanas y las características del pensamiento
: uno puede «pasearse» por el mundo entero, porque está abierto
a todo.
Cuando al hombre se le quiere quitar la libertad, se le mete en la cárcel.
Encarcelar consiste en encerrar entre cuatro paredes, es decir, en suprimir
la capacidad de moverse, de salir fuera. Esto es eliminar la apertura
natural y libre: no poder moverse: «El espacio es libertad, ya que sólo puede
darse libertad mediante un salir o estar fuera de sí pero este fuera
sólo existe en un espacio». Liberar de la prisión es «dejar en libertad», es
decir, tener «espacio libre». El hombre no soporta el encerramiento porque,
además de cuerpo y vida, tiene espíritu, que significa apertura y libertad
. Sólo puede encarcelarse a un ser libre. Después de la muerte,
el castigo más universalmente aplicado al hombre, es quitarle la libertad
metiéndolo en prisión, que es una forma de torturar. Esto no se puede
hacer sin causa y procedimientos justos.
Pero el espíritu, además de apertura, es actividad. La libertad debe realizarse:
debo diseñar libremente mi conducta. Por tanto la libertad constitutiva
es también inquietud de libertad, inclinación a autorrealizarse, a alcanzar
el fin de la naturaleza humana del modo en que uno decida hacerlo.
Aquí se puede definir la libertad como ser causa de sí mismo en el orden
de las operaciones: se mueve uno a sí mismo hacia donde uno quiere,
para alcanzar la propia plenitud. Se trata de afirmar «¡sé tu mismo!» respecto
a uno. La libertad fundamental hace posible la tercera dimensión de
la libertad, que es precisamente esta realización y despliegue , el
forjar un proyecto de vida que encarne aquellos valores que uno busca o
ha encontrado. Se puede expresar así: «¡Realízate! ¡Sé el que puedes llegar
a ser!». Esta es una tarea que tiene carácter moral–práctico .
3) Es muy importante advertir que el hombre no es sólo libertad, pues en
tal caso no sería nada. La libertad constitutiva convive con todo lo que
uno ya es, es decir, con todo lo pre–consciente o inconsciente . Lo
preconsciente e inconsciente es, en primer lugar, mi propio cuerpo. Además
está el conjunto de elementos biológicos, genéticos, cognitivos, afectivos,
educacionales y culturales que el hombre lleva consigo cuando
comienza su vida consciente y mientras desarrolla ésta. A este conjunto
lo llamamos síntesis pasiva.
«La síntesis pasiva es cronológicamente anterior a la libertad, pero cuando
ésta se constituye, la asume. Yo no soy libre de tener una determinada
constitución biopsicológica, pero sí soy libre de asumirla o no en mi proyecto
biográfico». Mi dotación afectivo–valorativa, la urdimbre afectiva en
la que me he criado, la configuración biológica, física y material de mi situación,
etc. son las condiciones prácticas iniciales de mi libertad. Imaginarse
una libertad pura, carente de esas condiciones y de síntesis pasiva,
sin limitación, es una utopía: una libertad así sencillamente no existe,
pues todos estamos determinados inicialmente en nuestras decisiones por
la situación en la que vivimos y por el tiempo en el que hemos nacido. Dicho
de otro modo: nuestra libertad es una libertad situada, parte de una situación
determinada
Imaginarse que la libertad consiste en la ausencia total de barreras, de límites
que me constriñan, en la carencia de toda determinación, es una fantasía,
porque una libertad indeterminada, genética, que no es nada y puede
serlo todo, es una abstracción inexistente: el hombre tiene cuerpo,
historia, nacimiento y síntesis pasiva. Confundir esa abstracción con la libertad
es un error que Hegel supo criticar con agudeza. Si al principio
se pone una libertad que carezca de cualquier límite o determinación, lo que
resulta es la arbitrariedad y el capricho; si creo no estar atado a nada,
cualquier cosa es lícita y posible: «nada es verdad; todo está permitido»
(Dostoievski). Pero lo primero que es verdad es todo lo que ya soy desde
que nací. Debo aceptar mis limitaciones, porque son el requisito de mis grandezas.
Libertad no significa independencia total, no depender de nadie
ni de nada: sencillamente, eso no se da.
La persona humana nunca parte de cero, porque el cero es una abstracción:
vivimos en una situación determinada y concreta; somos libres desde
ella., no podemos dejar de tenerla en cuenta. La síntesis pasiva hay
que asumirla, no como una rémora, sino como una riqueza que me pone
en condiciones de formular libremente un determinado proyecto vital. Lo
que ya soy no es un inconveniente, sino, precisamente, aquello que
posibilita en la práctica el ejercicio de mi libertad. Esto tiene que ver con
el uso de la voluntad que llamábamos aprobar o refutar: yo apruebo lo que
ya soy, parto de todo eso para empezar a ser yo mismo. La Revolución Francesa
postuló más bien una idea de libertad que consistía en abolir el
sistema en que vivían, con todos sus valores, y sustituirlo por otro, ideado
mediante la razón abstracta: era partir de cero, y deshacerse de todo el
peso muerto de la «síntesis pasiva que les tocó vivir. La consiguiente
arbitrariedad práctica de los revolucionarios fue lo que Hegel critico

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