Vous êtes sur la page 1sur 12

1.

Capítulo 2

Terapia breve centrada en la solución: hacia una psicoterapia positiva

La Terapia Breve Centrada en la Solución (TBCS) es un modelo terapéutico desarrollado por el


Centro de Terapia Familiar Breve de Milwaukee, Estados Unidos, a fines de los años setenta, bajo
la dirección de Steve de Shazer e Insoo Kim Berg.

Se vincula a los movimientos postestructuralistas (puesto que no indagan lo que hay detrás y
debajo del lenguaje, sino lo que hay en el lenguaje), constructivista (puesto que no creen que el
lenguaje representa la realidad, sino que el lenguaje es la realidad, por cuanto la constituye y
ordena) y posmodernista (puesto que consideran que el lenguaje científico es un medio más de
acercarse al conocimiento, no es el único medio).

La influencia de Bateson

La Teoría General de Sistemas postula que un sistema está conformado por muchos elementos
que interactúan entre sí. Ningún elemento puede ser considerado de forma individual, sino que
debe ser estudiado en el contexto de sus interacciones.

La Cibernética, por su parte, se enfoca en el feedback (traducido comúnmente como


retroalimentación) como elemento que mantiene la estabilidad en un sistema complejo. Emplea el
término homeostasis para describir el proceso por el cual el sistema se regula para mantener un
estado estable. Por lo tanto, la comunicación humana, cuyos sistemas abiertos operan en dos
direcciones, puede verse limitada por un estado de homeostasis.

Una de los conceptos fundamentales de Bateson es la «doble coacción» o «doble vínculo». La


doble coacción se explica planteando una situación donde uno de los implicados en la interacción
envía un doble mensaje a su interlocutor. Por «doble mensaje» se entiende una paradoja
comunicativa en la que hay una orden: se pide al sujeto que simultáneamente haga y no haga la
misma acción («¡quiero que me regales flores, pero que se te ocurra a ti!.

Este tipo de mensajes causa inestabilidad en el receptor, quien no sabe cómo reaccionar ante el
mensaje por la naturaleza de este.

La influencia de Erickson

Milton H. Erickson fue un hipnoterapeuta norteamericano de gran influencia en distintas


corrientes de la terapia sistémica y de la terapia breve, cuya principal cualidad era que hacía sus
intervenciones sin apoyarse en ninguna teoría psicopatológica ni tampoco se interesaba en
averiguar sobre el origen de los problemas. Las cosas que otros terapeutas consideraban
psicopatológicas, Erickson las consideraba habilidades, «mecanismos mentales» que podrían
usarse tanto para curar como para producir problemas.

Por ejemplo, cuando Erickson estaba tratando a un joven con poca confianza en sí mismo que
acababa de obtener un trabajo en un banco, le preguntaba con cierto detalle sobre su trabajo
interesándose especialmente por los errores que había cometido. Erickson comentó: «Cada vez
que cometía un error en su trabajo, lo que me interesaba siempre era el procedimiento que
utilizaba para corregirlo, nunca los detalles de cómo había cometido el error». Al destacar las
correcciones que el joven hacía, utilizaba sus errores como una forma de ayudarle a reconstruir su
confianza en sí mismo. Erickson consideraba que los clientes tenían en ellos mismos, o dentro de
sus redes sociales, los recursos para realizar los cambios que necesitaban hacer. La función del
terapeuta era acceder a estos recursos y ayudar a los clientes a usarlos en las áreas apropiadas de
sus vidas. Su peculiar modo de hacer terapia, las prescripciones.

La influencia del Mental Research Institute (MRI)

Don Jackson, John Weakland, John Haley y Felipe E. García Martínez 66 Virginia Satir, entre otros,
fundan en 1958 el MRI.

Trabajaron entonces con un límite prefijado de 10 sesiones, destinadas a intentar resolver el


problema presentado en vez de reorganizar las familias o producir insight.

Este modelo de tratamiento se llama «centrado en los problemas», porque los terapeutas que lo
aplican intentan aliviar solo las quejas específicas que los clientes llevan a terapia. Siguiendo a
Erickson, no hacen ningún intento de buscar la patología subyacente o la fuente del problema, ni
se hacen esfuerzos deliberados de promover el insight.

Señalan que los problemas se desarrollan cuando se manejan mal las dificultades de la vida
cotidiana. Una vez que una dificultad se ve como un «problema», este es mantenido o empeorado
por los ineficaces intentos de las personas para resolverlo. En otras palabras, el problema es el
intento de solución.

Origen y sustentos de la TBCS

El Centro de Terapia Familiar Breve (BTFC) de Milwaukee

Las investigaciones del Centro de Terapia Familiar Breve (BFTC) hicieron un mayor énfasis en las
soluciones y en cómo funcionaban.

Steve de Shazer ha empleado la analogía de la ganzúa para describir este enfoque: mantiene que
el terapeuta no necesita saber mucho sobre la naturaleza de los problemas que se llevan a terapia
para resolverlos, pues es más importante la naturaleza de las soluciones. En otras palabras:

«Lo que más importa es la llave que abre la puerta, y no la naturaleza de la cerradura».

En 1985, de Shazer propuso que las descripciones que hacen las consultantes, cuando se les
pregunta por el motivo de consulta, pueden servir para encontrar el tipo de intervención más
adecuado.
Factores de influencia en el cambio terapéutico

1. Factores del cliente y extraterapéuticos: pertenecen al paciente y a su contexto


relacional, independientes de la terapia
2. Factores comunes y de la relación: son aquellas variables compartidas por todas las
terapias. Algunos ejemplos son: una relación terapéutica segura, la experiencia emocional
correctiva o la atmósfera de apoyo que se crea en cualquier tipo de terapia eficaz
3. Técnicas: son los procedimientos específicos de cada modelo. el efecto de las técnicas
psicoterapéuticas como factores de cambio depende de la interrelación cliente-terapeuta
y no de las técnicas en sí.
4. Efecto placebo y expectativas: corresponde a las expectativas del consultante de recibir
ayuda y su credibilidad en las técnicas empleadas.

Motivación por el cambio

La TBCS propone que las técnicas a emplear en el proceso terapéutico deben adaptarse a las
características singulares del estilo de relación cliente terapeuta establecido entre ellos.

Identificar este estilo de relación ayuda a determinar cuál será la intervención terapéutica con más
probabilidades de producir la cooperación y participación del consultante y, por ende, la
disminución de la duración del tratamiento.

. El énfasis que coloca la TBCS al concepto de relación cliente-terapeuta permite recordar que el
resultado del tratamiento depende tanto del consultante como del terapeuta.

El modelo transteórico de Prochaska y DiClemente (1983) propone una serie de fases a través de
las cuales circulan los clientes de acuerdo a su motivación por el cambio y que determinan la
relación establecida con el terapeuta:
1. Fase de precontemplación: en esta etapa no hay ninguna intención de cambiar el
comportamiento en un futuro próximo
2. Fase de contemplación: es el estado en que las personas son conscientes de que existe un
problema y piensan seriamente superarlo, pero aún no se han comprometido a pasar a la
acción.
3. Fase de preparación: los individuos en esta etapa intentarán pasar a la acción o lo
intentaron sin éxito en el pasado reciente.
4. Fase de acción: es la etapa en la que cada individuo modifica su comportamiento,
experiencias o entorno con el fin de superar sus problemas.
5. Fase de mantención: es la etapa en la cual las personas trabajan para prevenir una recaída
y consolidar los resultados obtenidos durante la acción.

Con una propuesta similar a la de Prochaska, de Shazer señala que existirían tres tipos de relación
cliente-terapeuta:

1. Relación de tipo «comprador»: ocurre cuando el cliente y el terapeuta son capaces de


identificar una queja o un objetivo para el tratamiento. Además, el cliente indica que se ve
como una parte de la solución y que está dispuesto a hacer algo respecto al problema.
2. Relación de tipo «demandante»: es aquella en la cual terapeuta y cliente pueden
identificar juntos un objetivo o una queja para el tratamiento, pero no han podido
establecer los pasos concretos que el cliente necesita dar para producir una solución. El
cliente no llega a verse como parte de la solución y suele creer que la única solución es
que otra persona cambie.
3. Relación de tipo «visitante»: se entabla cuando, al final de una sesión, terapeuta y cliente
no han identificado juntos una queja o un objetivo sobre los cuales trabajar en el
tratamiento.

Supuestos fundamentales Pacheco (2003) ha resumido ciertos principios y supuestos básicos que
siguen quienes adscriben a este enfoque:
A su vez, Selekman (1996) identifica diez supuestos fundamentales de la TBCS:

Según Beyebach (1999), otro modo de definir la TBCS es señalando lo que NO se hace:

1. No investiga la historia del problema ni intenta hacer un diagnóstico.Es más, ni siquiera le


interesa hablar del problema.
2. No asume la posición de un experto, por lo que no trata de educar a la familia o a la persona
que tiene delante. No trata de corregir supuestos «defectos» ni de proponer normas de
comportamiento.
3. No trabaja solo con clientes individuales («terapia individual»), pero tampoco insiste en tener
a toda la familia en la sesión.

Técnicas de la TBCS

La TBCS trabaja en primer término con las soluciones, ayudando a los clientes a identificar lo que
quieren conseguir para marcar y ampliar aquellas ocasiones en que, de hecho, lo consiguen
(trabajo con excepciones), y fomentando que los clientes asuman el control y la responsabilidad
por los cambios conseguidos.
De esta forma, la terapia se convierte en un conjunto de conversaciones en las que se habla de lo
que ha ido bien, de lo que está yendo bien o de lo que puede llegar a mejorar.

Proyección al futuro

Las técnicas de proyección al futuro son características de la TBCS y consisten en invitar a los
consultantes a que se imaginen un futuro en el que el problema por el que consultan está ya
resuelto y lo describan con detalle.

Permiten negociar los objetivos finales de la intervención, generando una perspectiva de futuro
desde la que resultará más fácil identificar los avances y las mejorías que ya se han producido.

Dentro de estas técnicas se encuentran la «bola de cristal» y la «pregunta del milagro». La técnica
de la bola de cristal es la denominación que de Shazer hizo de la «pseudoorientación en el
tiempo» de Erickson. Este último, usando la hipnosis, ayudaba a las personas a crear una
sensación de distorsión temporal, de forma que podían ir con facilidad adelante y atrás en el
tiempo.

La pregunta del milagro se formula, por lo general, de la siguiente manera:

«Suponga que esta noche, mientras está durmiendo, sucede una especie de milagro y el problema,
tal como se ha presentado, se resuelve, no como en la vida real, poco a poco y con esfuerzo, sino
de repente, de forma milagrosa. Como está durmiendo no se da cuenta de que este milagro se ha
producido. ¿Qué cosas va a notar diferentes mañana, que le permitan darse cuenta de que este
milagro se produjo?.

Cabe señalar que la pregunta final es «qué vas a notar diferente» o «cómo te darás cuenta» y no
«cómo te sentirías» o «qué pasaría.

Excepciones

El equipo de Milwaukee denominó «excepciones» a las acciones y circunstancias en las que la


presencia de la queja se atenúa o, sencillamente, no ocurre. Es tarea del terapeuta retener el tema
de conversación de la entrevista clínica en las excepciones.

En un sentido más amplio, diríamos que las excepciones son aquellas conductas, percepciones,
ideas y sentimientos que contrastan con la queja y tienen la potencialidad de llevar a una solución
si son adecuadamente ampliadas (de Shazer, 1991). Dentro de las excepciones encontramos
distintos tipos:

• Aquellas que ya se producían antes de iniciar la terapia («excepciones» propiamente tal).

• Aquellas que se producen entre el momento de concertar la entrevista y el momento en que la


entrevista concertada tiene lugar («cambio pretratamiento»).
• Aquellas que aparecen una vez iniciado este (que podemos calificar también como «avances» o
«cambios terapéuticos»).

Beyebach (1999) distingue cinco pasos en el trabajo con excepciones:

a. Elicitar: consiste simplemente en suscitar el tema de las excepciones.


b. . «Marcar» la excepción: se trata básicamente de que la excepción no pase desapercibida,
que cobre importancia a los ojos de los clientes y que suponga una «diferencia que
marque una diferencia»
c. La idea es que los clientes hablen de estas excepciones el mayor tiempo posible y que den
todo lujo de detalles.
d. . Atribuir control: se trata de que, una vez ampliada una excepción, se atribuya el control
sobre ella a los clientes.
e. Seguir: el último paso consiste simplemente en preguntar qué otras excepciones han
habido, qué otras cosas han ido bien, en qué otras ocasiones se ha producido el milagro,

etc.

Cambios pre tratamiento

El trabajo del terapeuta consiste en ayudar a que el cambio continúe.

El término «cambio pretratamiento» se refiere a los momentos en los que, en las últimas semanas
previas a la consulta, el cliente ha manejado mejor la situación, de tal manera que la queja no ha
estado presente, ha sido menor o se ha resuelto.

Los cambios pretratamiento definidos por los clientes se consideran y se tratan como excepciones,
pero utilizando la referencia del tiempo más cercano, por ejemplo, lo que hicieron, pensaron y
sintieron en la última semana.

Preguntas de escala

Es una técnica característica de la TBCS que consiste en proponer al consultante que se ubique él,
su problema o su avance en una escala numerada. Por ejemplo:
«En una escala de 1 a 10, en la que 1 sería el momento en que las cosas estuvieron peor, y 10 el
momento en el que el problema que le ha traído aquí está resuelto, dígame, ¿dónde pondría esta
última semana, de 1 a 10?.

Algunas de sus utilidades son las siguientes:

• Permiten identificar los avances de los consultantes

• Permiten trabajar objetivos finales

• Permiten descomponer los objetivos finales en pasos más pequeños:

Proporcionan al terapeuta obtener información acerca del ajuste de la terapia, como herramienta
evaluativa para comprobar si los consultantes perciben mejoría o si las sesiones están siendo de
utilidad.

Tras la respuesta del consultante a una pregunta de escala, el terapeuta podría, por ejemplo:

a. Centrarse en averiguar qué fue diferente en ese día

b. Pedirle al cliente que le explique cómo ha conseguido subir del 1 a ese 2-3 que es la puntuación
más baja desde el verano.

c. Preguntar en qué consiste mantener un «nivel 4».

d. Averiguar qué puntuación indicaría un nivel satisfactorio

e. ¿Cómo notaría el cliente que tiene un «día 10»

f. Explorar en qué consistiría avanzar un paso más: describir un «día 7», por ejemplo. ¿Cómo sabrá
el cliente que está en un «día 7»? ¿Qué cosas va a hacer distintas? ¿Qué ideas tiene de cómo
conseguir subir hasta un 7? ¿Qué tendría que pasar para mantenerse en un nivel 7?

Todo este trabajo no está dirigido a «evaluar» o a obtener información para el terapeuta, sino a
generar información de utilidad para el cliente, ya que permite establecer objetivos y metas,
identificar avances y atribuir la responsabilidad por los cambios conseguidos.
Coconstrucción de objetivos terapéuticos

Uso del elogio

Los autores de la TBCS hacen uso frecuente del elogio terapéutico a fin de resaltar aquellos
aspectos positivos del consultante, aquellos cambios que son deseables de mantener o aquellos
recursos personales fundamentales a la hora de enfrentar y vencer al problema que traen a
terapia.
Es importante destacar que el elogio debe vincularse de manera natural, no forzada, con el
discurso del consultante, de modo que el cliente lo acepte como válido y no como una forma
burda de subirle el ánimo.

A continuación, algunas directrices para el uso del elogio (González et al., 2006):

QUÉ: tipos:

• Elogio de capacidades, recursos y cualidades del consultante o de sus familiares.

• Elogio individual o conjunto.

• Elogios normalizadores.

• Elogio de cambios recientes o de logros en el pasado.

• Presuposiciones de cambio en el futuro.

PARA QUÉ: funciones del elogio:

• Introduce la prescripción, aumenta la probabilidad de su aceptación.

• Favorece la empatía y el ajuste en la relación terapéutica.

• Potencia el uso de capacidades y recursos.

• Introduce la perspectiva sana de una situación.

• Refuerzo positivo para mantener y ampliar cambios.

CÓMO:

• Directa o indirectamente.

• De manera formal o informal.

• Lenguaje verbal o no verbal.

CUÁNDO:

• Durante la entrevista.

• Antes de la prescripción.

CUÁNTO: breve y ajustado.

A QUIÉNES: a todos los que acuden, consultante, familiar o cuidador.


La pausa

En TBCS se recomienda que la entrevista se divida en dos partes: la primera destinada a la


recogida e intercambio de información y la segunda destinada a la intervención. Ambas deben
estar separadas por una breve pausa, en la que se invita al consultante a salir de la consulta, lo que
ayuda a que el cliente esté más receptivo después a las prescripciones. Tras ella el terapeuta
realiza la intervención que se inicia con un elogio, al que sigue una prescripción.

En el lapsus de tiempo que corresponde a la pausa, el terapeuta debe estructurar el mensaje que
va a dar al consultante al finalizar la sesión. Este mensaje recogerá la esencia de la sesión,
centrándose en los aspectos positivos, los puntos fuertes y virtudes (posiblemente no reconocidas)
del cliente (por ejemplo, un silencio se puede reconstruir como un elogio al «ser un gran
pensador»).

Una vez escogidos los elogios y diseñada la tarea o tareas, el terapeuta vuelve a reunirse con la
familia para transmitir el mensaje final, procurando que sea breve y sin dar pie a un nuevo diálogo.

Las prescripciones o tareas

Tras la pausa, se le propone al consultante realizar una tarea entre las sesiones. Al momento de
diseñar una prescripción se sugiere seguir los siguientes criterios:

a. Pedir algo que sea coherente con lo hablado durante la entrevista


b. Sugerir solo aquello que consideremos que los clientes están dispuestos a (y pueden) hacer.
c. Hacer la sugerencia más sencilla que sea posible

Algunas tareas que se pueden solicitar a los consultantes son las siguientes:

• Tarea-fórmula de la primera sesión: Esta tarea permite que los clientes se animen a mirar
aquello que por lo general está ausente de su relato, totalizado por el problema.

• Caja de recursos: el consultante debe preparar una cajita en la que irá guardando notas que le
indiquen qué hacer cuando tenga un «día malo» y objetos que le recuerden qué recursos tiene,
por qué quiere seguir mejorando, además de una lista de personas a las que acudir o llamar en
caso de necesidad, las cartas terapéuticas escritas, etc.

• Tarea de la sorpresa: esta tarea resulta útil para «hacer algo diferente» y a la vez ayuda a los
consultantes a «ponerse las gafas de ver lo que ya funciona». Consiste en pedir a cada miembro
de la pareja o familia que prepare una «sorpresa» para el otro y que se fije en qué efecto tiene.

• Tarea de los post-it: se pide a los miembros de la familia que se dejen unos a otros pequeños
mensajes positivos, escritos en post-it, escondidos en diversos lugares de la casa, de modo que el
destinatario los vaya encontrando a medida que pasa el día.
• Tarea del «como si»: pedirle al consultante que actúe «como si» el milagro ya se hubiera
producido (tras formular la «pregunta del milagro») o «como si» el problema no existiera.

• Tarea de predicción: en la noche deben predecir por escrito si al día siguiente se va a producir o
no un episodio de mejoría; la siguiente noche deben escribir si acertaron o no y realizar una nueva
predicción para el día siguiente.

• Tarea del «vaya lento»: Fisch, Weakland y Segal (1984) indican que esta es una intervención de
tipo general, apropiada a aquellos consultantes cuya solución ensayada -para resolver el
problema que los aqueja- consiste fundamentalmente en esforzarse mucho, o aquellos que
presionan al terapeuta para que les dé con urgencia una acción curativa, mientras ellos
permanecen en una posición pasiva.

• Cartas terapéuticas: una variante consiste en solicitar al consultante que escriba una carta
dirigida a alguien que está pasando las mismas dificultades que él ha logrado enfrentar y superar.

Sesiones posteriores

Las sesiones posteriores a la primera entrevista siguen el mismo patrón: una conversación con los
clientes y un mensaje final antes de terminar la sesión. El tema de conversación lo constituyen las
mejorías que se han producido. Para ello, el terapeuta inicia las sesiones preguntando qué cosas
van mejor. A partir de aquí, su tarea será ampliar las excepciones y construirlas como algo
deliberado, sobre lo que los clientes tienen control.

Vous aimerez peut-être aussi