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.Ficha de lectura

Titulo Datos bibliográficos


Desarrollo e igualdad: el pensamiento de la
CEPAL en su séptimo decenio parte III y IV

País, ciudad y lugar de consulta


Bolivia, Oruro

LA ECONOMÍA POLÍTICA Y LA CULTURA


DEL PRIVILEGIO PARTE III

UNA CULTURA DEL PRIVILEGIO ARRAIGADA

A. Las raíces históricas de la cultura del privilegio


Su génesis es indiscernible de la conquista y la colonización, por medio de las cuales se
sometió a poblaciones indígenas a trabajos forzados y a personas afrodescendientes a la
esclavitud, se expropiaron los bienes y riquezas de los pueblos originarios, se prohibieron
sus creencias y valores, se les aplicó un maltrato sistemático y se les negó todo estatuto de
ciudadanía. Esta cultura de la negación del otro fue concomitante con privilegios
económicos, políticos y sociales vinculados a diferencias adscriptivas y semiadscriptivas:
raza, etnia, género, origen, cultura, lengua y religión (Calderón, Hopenhayn y Ottone, 1994
y 1996). La cultura del privilegio puede entenderse a partir de tres rasgos básicos que se
remontan a la lógica colonial y que en la historia republicana se transfiguran y a la vez se
preservan. El primero es la naturalización de la diferencia como desigualdad. Condiciones
adscriptivas o semiadscriptivas operan como factores que justifican la desigualdad en
derechos de propiedad, poder, nivel de vida, acceso a activos, redes de influencia y
condición de ciudadanía. Esta homologación jerárquica entre distintos y desiguales se
instaura en el sentido común de las élites y grupos dominantes, vale decir, pasa a
considerarse como condición natural. El carácter hegemónico de esta forma de dominación
radica, precisamente, en que una construcción histórica (la jerarquía de razas, géneros,
pueblos o poblaciones) se internaliza como una realidad casi natural.
Por medio de la cultura del privilegio, las desigualdades pasadas se transmiten y
reproducen en el presente. Así, por ejemplo, la población afrodescendiente, cuyos
antepasados fueron esclavizados y sometidos a trabajos forzosos, sigue padeciendo
mayores niveles de pobreza, menores niveles de educación, mayor exposición a los
efectos negativos de la segregación territorial y una inserción ocupacional en los nichos
más precarios del mercado laboral. Las tasas de pobreza de las poblaciones indígena y
afrodescendiente son claramente mayores que las del resto de la población, al mismo
tiempo que la mala distribución del ingreso ilustra la asociación entre etnicidad y
desigualdad social, siendo mucho mayor el porcentaje de afrodescendientes e indígenas
ubicados en el quintil más pobre (CEPAL, 2016).

B. Rostros del privilegio en estructuras e instituciones


En la perspectiva del desarrollo con igualdad, la cultura del privilegio es clave por cuanto
naturaliza la relación entre el lugar que se ocupa en la escala social y el mayor o menor
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acceso a educación, salud, trabajo, seguridad y habitabilidad del lugar en que se vive. Esta
dinámica se disemina en múltiples ámbitos en los que factores estructurales e
institucionales concurren para perpetuar o recrear un orden de desiguales: la fiscalidad, la
apropiación de rentas de los recursos naturales o la financierización, el bloqueo de poderes
fácticos a regulaciones políticas y de política, la segregación territorial y la dotación de
infraestructura, la segmentación de la calidad de la vida urbana, los costos que las
poblaciones pagan por la degradación ambiental y el cambio climático, las rigideces de la
movilidad social intergeneracional, o la segregación de capacidades y acceso al bienestar
según factores adscriptivos o de origen. La heterogeneidad estructural, que hunde sus
raíces en la cultura del privilegio, emerge de una combinación de accesos privilegiados a
los recursos naturales y captura de rentas públicas o de cuasirrentas por parte de los
agentes con mayor poder económico y político, y la conjunción de estructuras poco
diversificadas y de baja intensidad en conocimientos con instituciones poco eficientes. La
orientación de inversiones hacia esta estructura tradicional se sustenta en incentivos de
precios relativos, estructuras de gasto, subsidios, políticas de infraestructura y acceso al
financiamiento que refuerzan la desigual distribución primaria de recursos. Posteriormente,
la fiscalidad no logra corregir esta desigualdad porque la propia cultura del privilegio
sostiene un sistema con altas exenciones tributarias y bajo impuesto a la renta.
El magro efecto redistributivo de la fiscalidad, ya sea por la composición y la carga
tributarias, por la falta de fiscalización efectiva o por las regalías vigentes, forma parte de
un sistema de privilegios en el que quienes tienen más no perciben el compromiso social
de aportar al bien común por la vía fiscal. Esto refuerza la cultura del privilegio. Por el
contrario, la responsabilidad fiscal ejercida desde la política y las instituciones públicas
debería ir de la mano de un mayor sentido de responsabilidad social de los sectores de
mayores ingresos de la sociedad. Un claro efecto redistributivo logrado mediante la
fiscalidad, que pueda ser percibido como norma de la sociedad, no solo es indispensable
para promover más igualdad: es también una señal comunicativa y de formación de
conciencia sobre la igualdad de derechos. El privilegio tiene en la región dos rostros
territoriales inequívocos. Uno es un mapa de las desigualdades en cuanto a capacidades,
productividad y acceso a infraestructura, servicios y mercados entre regiones de un país.
Otro es la segregación territorial en los grandes conglomerados urbanos, que se acentúa
con las nuevas dinámicas inmobiliarias y traza con claridad el mapa de los privilegios. En
esas metrópolis, hay zonas urbanas donde las vulnerabilidades se refuerzan entre sí:
fracaso escolar, precariedad laboral y maternidad precoz. El lugar está marcado por una
línea divisoria, de tal modo que la distribución de oportunidades condiciona en extremo las
trayectorias de vida. Además, la matriz de infraestructura, transporte, servicios básicos y
costos ambientales responde a un patrón de inclusiones y exclusiones que frecuentemente
se remonta a las economías de enclave.

CULTURA DEL PRIVILEGIO, RENTISMO Y DESIGUALDAD

Aunque la cultura no determina de manera absoluta los estilos de desarrollo, la


sostenibilidad del crecimiento y la distribución de sus frutos, sí los condiciona en una u otra
dirección. Por ello, importa considerar la dimensión cultural del desarrollo, a sabiendas de
que los cambios culturales tienden a darse en ciclos más largos de tiempo que los cambios
tecnológicos o los cambios en políticas. De manera inversa, la cultura también puede
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moldearse y transformarse desde la difusión del cambio técnico y desde la política y las
políticas. América Latina y el Caribe vive hoy una inflexión crucial en las tensiones entre
dos matrices opuestas de la cultura del desarrollo: i) la cultura del privilegio, que ha
predominado históricamente, y ii) la cultura de la igualdad, que emerge en el horizonte de
la igualdad de derechos, como valor fundamental de las democracias del siglo XXI, a la luz
de crecientes demandas ciudadanas en el ámbito social y del reconocimiento recíproco.
Esta cultura del privilegio en la región tiene una raigambre histórica que se remonta a los
patrones de colonización, caracterizados por la apropiación de recursos naturales por parte
de élites políticas y económicas, la explotación forzada de fuerza de trabajo, la privación de
plena ciudadanía para gran parte de la sociedad y la concentración del poder sobre bases
adscriptivas y estamentales. No obstante, la cultura del privilegio sigue siendo reproducida
y expresada por sectores de la sociedad que movilizan sus redes y recursos para preservar
asimetrías de base, marcadas por la cuna, el patrimonio, el capital cultural y la dotación de
activos. Como las instituciones productivas y de política económica, esta cultura también
está enraizada en las estructuras económicas en que se define el protagonismo de los
actores y el poder que detentan.
En síntesis, desde la perspectiva de la economía política, la cultura del privilegio se
expresa en instituciones y prácticas entronizadas en sectores en los que esos privilegios se
ejercen en sentido contrario a la orientación del desarrollo planteada en este documento la
conservación de grandes desigualdades sociales y la resistencia a reformas de sesgo
redistributivo, una cultura productiva con fuerte componente rentista y escaso impulso a la
innovación, y un modelo de desarrollo en el que la dimensión de sostenibilidad, sobre todo
ambiental, tiene débil presencia. Esta cultura del privilegio coincide con instituciones
excluyentes, es decir, instituciones que movilizan mecanismos de segregación, discriminan
el acceso de diferentes grupos de población a capacidades y oportunidades, y reproducen
altos niveles de desigualdad y concentración de riqueza. De manera inversa, las
instituciones igualitarias, al difundir capacidades y oportunidades, y sancionar todo tipo de
discriminación y segregación, erosionan la cultura del privilegio y permiten ir construyendo
una cultura ciudadana centrada en la igualdad de derechos.

A. Los campos de la cultura del privilegio


La segregación territorial refuerza la pertenencia en función del ingreso, el capital cultural y
las redes de relaciones. Las grandes ciudades trazan verdaderos mapas de la cultura del
privilegio en que se combina lo estético, lo cultural y lo social. El lugar define la trayectoria
tanto física como biográfica. En las grandes metrópolis latinoamericanas hay zonas
urbanas donde los bolsones de pobreza y marginalidad operan como profecías
autocumplidas de fracaso escolar, precariedad laboral y maternidad precoz. El lugar marca
una línea divisoria entre afortunados y condenados, que no es definitiva ni debe verse con
el sesgo de la fatalidad, pero que implica probabilidades muy diferentes en los guiones de
vida. La segmentación en la educación hace de esta un espacio de diferenciación para la
preservación de privilegios. Los colegios de élite de alto costo, cuyas barreras de entrada
se asocian a redes de relaciones, pertenencia a grupos específicos y capital cultural de
origen, reproducen estas diferencias entre generaciones. La vida en la escuela fecunda, a
su vez, redes de relaciones para la generación siguiente. El efecto de pares con mayor
capital cultural y el apoyo familiar para el desarrollo de capacidades producen un efecto de
blindaje, una homogeneidad positiva que marca una diferencia y un privilegio respecto de
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quienes no acceden a esas escuelas.


La atención sanitaria es otro campo de la cultura del privilegio. El contraste en el trato entre
la atención pública y la privada exacerba la percepción del privilegio. Quienes se atienden
en el sistema público se sienten discriminados por tener que soportar largas esperas para
recibir atención, por los meses de demora para acceder a consultas por patologías cuya
atención oportuna hace la diferencia en el bienestar y la calidad de vida, por el trato que
reciben del personal profesional, para profesional y administrativo en los centros de
atención y por las condiciones inhóspitas que enfrentan cuando deben internarse o
aguardar en salas de espera atiborradas. La persistencia de redes de influencia como
mecanismo incluyente-excluyente en múltiples accesos refuerza la cultura del privilegio
porque ratifica un régimen de diferencias en logros basado solamente en sistemas de
pertenencia. Así como existe discriminación de género, con privilegios para los hombres
cuando, ante un mismo nivel educacional o igual capacidad para un puesto, la retribución
en ingresos es menor para las mujeres, del mismo modo, ante similares logros educativos,
la probabilidad de acceder a un puesto de trabajo de mayor calificación o mejor
remunerado es más alta cuando se tienen redes de influencia definidas por origen de clase
o estatus
El poder de veto que ostenta el mundo empresarial y financiero frente a poderes
representativos no es nuevo: es un poder fáctico. Sus prácticas incluyen decisiones
privadas y discrecionales que pueden debilitar una agenda pública e incluso poner en jaque
un gobierno. La idea de que el veto es posible mediante el juego de poderes fácticos forma
parte de una cultura del privilegio. El fortalecimiento de la institucionalidad democrática
permite mitigar estas prácticas, pero no las suprime. Reaparecen cuando se las creía
obsoletas o cuando los actores que las ejercen consideran que pueden generar, ante
políticas que consideran adversas, situaciones de caos financiero, escasez de oferta,
desprestigio de líderes políticos en los medios de comunicación, fuga de capitales o
contracción de la inversión.

B. Fortalecer la cultura de la igualdad erosiona la cultura del privilegio


En primer lugar, en la defensa de grupos o sectores de la población discriminados,
negados o excluidos de los beneficios del progreso y de reciprocidad en el trato. Las
demandas de movimientos de mujeres, indígenas y afrodescendientes, junto con otras en
campos como la orientación sexual y la identidad de género, la identidad generacional o la
diversidad cultural en general, interpelan día a día a la sociedad y confrontan las formas
seculares de discriminación y de ejercicio de privilegios por género, sexo, raza, etnia y
generación. El derecho a la diferencia va de la mano, o se complementa, con la igualdad
de derechos. Estas reformas tienen una eficacia política y práctica, y un valor
comunicacional. Los temas son muy diversos: pensiones universales, exigibilidad jurídica
de prestaciones sociales, asambleas constituyentes de amplia participación, incorporación
de las demandas históricas y del reconocimiento de los pueblos, leyes y procedimientos
para sancionar la corrupción, reformas tributarias para gravar ganancias y rentas, sistemas
de cuidado infantil y de protección social. Hay un camino de ida y vuelta entre una mayor
conciencia sobre la igualdad de derechos y las reformas en el campo de la política y la
justicia que movilizan a la sociedad con instrumentos para protegerse de riesgos y abusos.
La eliminación del carácter mercantil de las prestaciones sociales en algunos países de la
región es una poderosa señal en pro de una cultura de la igualdad de derechos. Esto
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marca una inflexión respecto de las décadas precedentes de sesgo privatista en lo social o
con pocos logros en esa área, y va de la mano de un cambio en la cultura ciudadana que
afirma la dignidad y la asocia a derechos efectivos y no solo nominales.
Como anverso y reverso de la moneda, una fiscalidad progresiva y una política social
expansiva concurren en institucionalizar la sanción a la cultura del privilegio. Si las
reformas en pro de un mayor bienestar social, sobre todo asociado a la dignidad
ciudadana, erosionan la cultura del privilegio, desandar estas reformas infunde un
escepticismo en el que la cultura del privilegio se nutre de nuevos bríos. De allí que
también sea decisivo cuidar las conquistas y evitar que el peso de nuevas restricciones en
el entorno internacional o los cambios de gobiernos nacionales reviertan el avance. Esto
dificultaría la emergencia de nuevos patrones de producción y consumo basados en el
esfuerzo, la cooperación y el aprendizaje tecnológico.

ANÁLISIS MULTIDIMENSIONAL
DE LA POBREZA PARTE IV

En esta sección se exponen los resultados de la aplicación de un índice multidimensional


de pobreza en 17 países de América Latina. Este índice representa un avance respecto a
la exploración de dimensiones y umbrales de pobreza efectuada en la edición anterior del
Panorama Social (CEPAL, 2013) y constituye el resultado de una colaboración entre la
CEPAL y Oxford Poverty & Human Development Initiative (OPHI). Con este índice se busca
ofrecer un instrumento útil para el seguimiento de las política públicas, que refleje
situaciones en que las carencias en diversos ámbitos del bienestar se manifiestan de
manera conjunta. De cualquier modo, se debe notar que, aun cuando se procura maximizar
el uso de la información disponible en las encuestas de hogares de los países, el índice
todavía está muy sujeto a las limitaciones de datos. Para avanzar en la medición
multidimensional de la pobreza en la región, no solo se requiere redoblar los esfuerzos
dirigidos a incrementar la disponibilidad y la calidad de la información, sino también que
estos esfuerzos propendan a la armonización de los conceptos e instrumentos de
recolección de información. La organización de esta sección es la siguiente: primero se
presenta el marco conceptual en que se fundamenta la construcción del índice; en segundo
término, se exponen los
argumentos básicos que se tuvieron en cuenta para la selección de las dimensiones,
indicadores y umbrales que contiene el índice; en tercer lugar, se da a conocer la
estructura del índice, incluidos la ponderación de las dimensiones y el valor del umbral de
pobreza multidimensional, así como las razones consideradas para justificar dichas
decisiones

A. Antecedentes y conceptos básicos


Entre estas, se destacan: i) la difusión y predominio de nuevos marcos conceptuales sobre
el desarrollo y el bienestar, como los enfoques de derechos y de capacidades, en los
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cuales la insuficiencia de ingresos es una aproximación incompleta al estándar de vida, y ii)


la disponibilidad de nuevos desarrollos metodológicos, que superan algunos de los
obstáculos para la agregación de distintas dimensiones de la pobreza en un índice (Alkire y
Foster, 2007 y 2011). Avanzando en la misma línea, en esta sección se presentan los
resultados de la aplicación de un índice multidimensional de pobreza en 17 países de la
región. En este índice se incorporan dimensiones no monetarias y monetarias, se incluyen
indicadore. de privación en los ámbitos del empleo, la protección social y el rezago
educativo y se proponen nuevos umbrales para dimensiones tradicionalmente utilizadas en
la medición de la pobreza. En el enfoque de derechos se describen las garantías
institucionales necesarias para alcanzar el bienestar, mientras que a través de las nociones
de necesidades y de capacidades o funcionamientos se describen y subrayan distintos
aspectos constitutivos del bienestar. Por un lado, la garantía de derechos contribuye a que
las personas cubran sus necesidades y logren funcionar adecuadamente. Por otro, la
insatisfacción de las necesidades y el hecho de que no se logren funcionamientos
esenciales reducen las posibilidades de que las personas exijan sus derechos, lo que
fomenta la reproducción de la pobreza (CEPAL, 2013)3.
La práctica habitual en América Latina ha sido computar medidas de pobreza separadas
para la insuficiencia de ingresos y para las NBI. Esta práctica ha sido justificada mediante
dos argumentos, no necesariamente consistentes entre sí: i) la pobreza por NBI y la
pobreza por ingresos son dos tipos diferentes de pobreza, medibles a través de métodos
complementarios, pero distintos, y ii) las correlaciones entre ambas medidas son altas, lo
que indica que existen riesgos de redundancia y plantea como la mejor opción emplear
solo una de las mediciones. Sin embargo, desde muy temprano algunos autores abogaron
en favor de cruzar ambos métodos, para maximizar la capacidad de identificación de las
personas y hogares pobres (Beccaria y Minujín, 1985; Kaztman y Gerstenfeld, 1988;
Boltvinik, 1990 y 1992). En todo caso, la CEPAL (2013) observó que el uso conjunto de
indicadores de NBI clásicos con una medida monetaria de privación extrema (indigencia)
produce incidencias de pobreza bajas y decrecientes en el tiempo, sobre todo en países
donde han mejorado más las condiciones de vida de la población. Así, para disponer de
una medición de pobreza más apropiada a la realidad regional, se pueden seguir dos
caminos complementarios: i) modificar algunos umbrales usados para las privaciones
normalmente incluidas en las medidas de pobreza (tema que se trata más adelante), y ii)
incorporar información sobre carencias en ámbitos adicionales.
En síntesis, a través del índice que se expone en este trabajo se busca captar privaciones,
carencias y vulneraciones de derechos que impiden o dificultan que las personas y los
hogares satisfagan sus necesidades básicas y alcancen funcionamientos esenciales para
su bienestar. Ciertamente, esta no es una noción acabada de la pobreza. Es una
construcción ad hoc, situada en la intersección entre los enfoques prevalecientes sobre el
bienestar, las posibilidades que proveen las encuestas de los países y los requerimientos
de producción

B. Dimensiones y umbrales
En este caso, la selección de dimensiones e indicadores se efectuó teniendo como
referencia la noción de pobreza planteada antes. A su vez, se procuró que las dimensiones
e indicadores representaran de la manera más completa posible los distintos ámbitos
constitutivos del bienestar, aun cuando esto no siempre fue posible, debido a las
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limitaciones de datos (una propuesta sobre aspectos que es necesario mejorar en las
fuentes de datos. La valoración de la capacidad de la vivienda para aislar a los individuos
del medio ambiente natural suele efectuarse sobre la base de los materiales de
construcción del techo, los muros y el piso. En este índice, se considera privadas a las
personas que habitan en viviendas con piso de tierra o que evidencien precariedad en
cuanto a los materiales del techo o los muros
En lo referente a la vivienda, se incorporó en este índice un indicador que capta la
inseguridad en la tenencia de la vivienda. Según el planteamiento de las Naciones Unidas
(2013), todas las personas deberían gozar de un grado de seguridad de la tenencia de la
vivienda que las proteja frente al desalojo forzado y otras amenazas, y que les permita vivir
con paz y dignidad. A diferencia de las Naciones Unidas (2013), que considera como
tenencia segura la protegida por el derecho consuetudinario, en este trabajo se considera
como tenencia segura solo la protegida por el derecho codificado (escrito). Así, son
tenencias no seguras las ocupaciones ilegales (tomas) y la habitación de viviendas
cedidas. Sin embargo, la información que proveen las encuestas de los países de la región
no permite la medición directa del acceso a fuentes de agua mejoradas, y presenta vacíos
y discordancias que dificultan la comparación entre países. A esto se debe agregar que no
todos los países de la región han adoptado igualmente la norma internacional, lo que
implica el uso de distintas nociones de fuentes de agua mejoradas (Taccari y Stockins,
2013), que se traducen en diferencias —en muchos casos sustanciales— en las
estimaciones empíricas del acceso a fuentes de agua (así como a saneamiento mejorado)
(véanse más detalles en Cecchini y Azócar, 2007).
En la construcción de este índice se optó por profundizar el esfuerzo para mejorar la
medición del acceso a fuentes de agua. Así, en las áreas urbanas se considera sin
privaciones a los hogares que cuentan con acceso a agua de red dentro o fuera de la
vivienda pero dentro del terreno, o bien a los hogares que tienen agua de pozo con
bomba12. El resto de las posibilidades se consideran como privación. En las zonas rurales,
los hogares que tienen pozo con bomba o protegido se consideran sin privaciones (siempre
y cuando las encuestas permitan hacer dicha distinción). También se considera sin
privaciones a los hogares rurales que acceden a agua por canilla pública.
Sin embargo, no existe una modalidad aceptada internacionalmente para medir el trabajo
decente, y un umbral de trabajo decente puede ser muy alto para una medición de pobreza
en América Latina. Como un primer paso, se incorpora un indicador de desempleo en el
índice multidimensional de pobreza, tanto por la relevancia del tema como porque uno de
los aspectos más indagados en las encuestas de los países de la región es precisamente
ese. Cabe notar que si bien el desempleo es considerado una de las causas de pobreza
monetaria, la evidencia internacional comparada indica que no hay una relación lineal entre
estos dos fenómenos (Atkinson y otros, 2002). Por su parte, el acceso a una protección
social adecuada es un derecho fundamental, reconocido por las normas internacionales del
trabajo y por las Naciones Unidas y, como tal, forma parte del programa de trabajo de la
OIT para el empleo decente18. Desde un punto de vista fáctico, las carencias de protección
social son muy acuciantes en América
Latina; la segmentación de la estructura productiva incide en que los más pobres obtengan
empleos informales y no accedan a la protección social, o cuenten con una protección
social precaria (Kaztman, 2010). En el ámbito de la protección social, se sigue en este
índice, con algunas modificaciones, la aproximación que realizó la CEPAL (2013). Se
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considera con privaciones en protección social a los hogares donde ninguno de los
miembros cuenta con alguna forma de aseguramiento contributivo (basado en aportes
obligatorios o voluntarios de las personas). Este umbral se emplea tanto en materia de la
previsión social como de la salud, y tiene como ventaja la aplicación de un criterio de
delimitación consistente entre los distintos indicadores de protección social. En el campo de
la vinculación social, una dimensión que fue evaluada pero finalmente descartada está
constituida por las privaciones en el acceso a las tecnologías de la información y las
comunicaciones (TIC). Si bien hay una amplia literatura en que se señala la existencia de
una brecha digital que reproduce las distancias socioeconómicas, la irrupción de la
telefonía móvil en la región dificulta la inclusión de esta dimensión.
En la actualidad, el acceso a teléfonos móviles con conexión a Internet tiende a ser
transversal a los distintos grupos socioeconómicos, con lo que la evaluación de privaciones
en el acceso a información y a redes basada en la tenencia de dispositivos tecnológicos no
parece ser adecuada. Se debe notar que la incorporación de privaciones de vinculación
social o institucional tiende a ir más allá de la noción convencional de pobreza, lo que se
podría traducir en un incremento del error de inclusión. Sin embargo, este riesgo disminuye
al usar un esquema de agregación en el que no es suficiente la presencia de una privación
para identificar a un hogar como pobre. Además, algunos de estos indicadores sirven para
aproximarse, aunque sea de modo imperfecto, a las dimensiones de salud y empleo, que
son aspectos relevantes del bienestar.

C. Construcción del índice


En el cuadro IV.1 se presentan las dimensiones, indicadores y estructura de ponderaciones
del índice. Todas las privaciones tienen la misma ponderación (7,4%), excepto las de
protección social (3,7%) e ingresos (14,8%). Se asigna menos peso a las carencias de
protección social por dos razones: i) porque son privaciones que dan cuenta de una
insuficiencia de bienestar que va un paso más allá de la concepción tradicional de la
pobreza, y ii) porque de otra manera la ponderación efectiva de esta dimensión, que surge
de la combinación entre el ponderador y el umbral seleccionado, hubiera resultado muy
alta, generando un índice menos equilibrado entre dimensiones
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En cuanto al umbral multidimensional k, en la construcción de este índice no se utiliza el


enfoque de unión, en que se requiere solo de una privación para que las personas sean
identificadas como pobres, puesto que este procedimiento incrementa mucho la
probabilidad de error de inclusión, por cuanto todos los indicadores presentan error de
medición21. Tampoco se emplea el método de intersección, en que se requiere que las
personas estén privadas en todas las dimensiones, porque incrementa fuertemente la
probabilidad de error de exclusión. Debido a que la selección de ponderaciones y umbrales
tiene elementos de discrecionalidad, es muy relevante establecer si las estimaciones que
provee el índice son suficientemente robustas. En particular, conviene verificar si el
ordenamiento de los países tiende a ser similar ante diferentes valores del umbral
multidimensional y frente a cambios en las ponderaciones de las dimensiones o
indicadores. El índice es robusto ante cambios en las ponderaciones, en los indicadores y
umbrales de privación y en los valores de k. Por último, todas las privaciones incluidas en
el índice están operacionalizadas a nivel del hogar. Esto no solo se debe a cuestiones
relacionadas con las características de los datos, sino también a que muchas de las
privaciones que en principio se experimentan de manera individual tienen importantes
externalidades para todos los miembros del hogar. Por ejemplo, el ingreso se obtiene
individualmente pero se emplea para satisfacer las necesidades de todos quienes son
parte de la unidad doméstica.

D. Resultados
Sobre la base de esta metodología, se estimó el porcentaje de población pobre en 17 p
aíses de América Latina, alrededor de 2005 y 2012. En 2012, aproximadamente un 28% de
la población estaba en situación de pobreza multidimensional. Las mayores incidencias se
encontraban en Nicaragua (74,1%), Honduras (70,5%), Guatemala (70,3%), y el Estado
Plurinacional de Bolivia (58%), y las incidencias más bajas se verificaban en Chile (6,8%),
la Argentina (8,1%), el Uruguay (9%), el Brasil (14,5%) y Costa Rica (14,9%) (véase el
gráfico IV.1).
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La tendencia a la reducción de la pobreza fue más marcada en los países que presentaban
incidencias más bajas en la línea base (alrededor de 2005). Se debe destacar, en todo
caso, que en países como Bolivia (Estado Plurinacional de), el Ecuador, el Paraguay y la
República Dominicana, que tenían incidencias superiores al 45% en la línea base, se
produjeron reducciones muy importantes de la pobreza (de entre el -3% y el -6% por año).
Una modalidad complementaria para cuantificar la pobreza es la determinación de la
intensidad de la pobreza. Este indicador se obtiene dividiendo el puntaje ponderado de
privaciones de los pobres en todas las dimensiones (indicadores) por el total de personas
pobres.
En el gráfico IV.3 se presenta la incidencia de la pobreza multidimensional por zona de
residencia alrededor de 2012. En todos los países, el porcentaje de población pobre era
mayor en las zonas rurales que en las urbanas. La incidencia de la pobreza rural alcanzaba
sus valores más altos en Nicaragua, Guatemala, Honduras y el Estado Plurinacional de
Bolivia. En cuanto a la pobreza urbana, el panorama era muy similar, ya que nuevamente
las más altas incidencias tenían lugar en esos cuatro países.

En el gráfico IV.6 se puede observar que los países que presentaban los mayores índices
de recuento ajustados de pobreza (M0) alrededor de 2012 eran Nicaragua, Guatemala y
Honduras. Por su parte, los índices de recuento ajustados alcanzaban sus valores más
bajos en Chile, la Argentina y el Uruguay. A su vez, se aprecia que, en general, los índices
de recuento ajustados eran mayores en las zonas rurales que en las urbanas y que las
diferencias asociadas a las zonas de residencia eran más pronunciadas en los países más
pobres.
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En los cuadros IV.3 y IV.4 se muestran las contribuciones de las distintas privaciones a la
pobreza total alrededor de 2012, desagregadas por zona de residencia. En las zonas
urbanas, considerando el promedio simple del conjunto de países, la privación que más
aporta al índice de pobreza ajustado es la referente al ingreso (31,8%). Luego se
encuentran las privaciones en materia del logro educativo de los adultos (11,6%), el
saneamiento (8,2%), el empleo (7,4%), la protección social (7,2%) y la dotación de bienes
duraderos (6,3%). En las zonas rurales, nuevamente es la privación en materia de ingreso
la que más contribuye a la pobreza total (22,7%). A continuación se sitúan el logro
educativo (13,2%), la energía (10,1%) y los bienes duraderos (7,8%).
Las principales diferencias en las contribuciones por zona de residencia se encuentran en
las privaciones referentes a la energía, los materiales de la vivienda y el agua, que aportan
más a la pobreza rural que a la urbana. Las privaciones asociadas al saneamiento y al
ingreso contribuyen más a la pobreza en las zonas urbanas que en las rurales.

E. Consideraciones finales
Por tanto, la formulación de políticas eficaces para superar la pobreza requiere tomar en
cuenta dicha heterogeneidad. Difícilmente existirán soluciones de política que produzcan
resultados similares en todos los países. Asimismo, la constatación de que la pobreza se
manifiesta en múltiples ámbitos pone de relieve la urgencia de que las políticas
relacionadas con la reducción de la pobreza se diseñen e implementen de manera
coordinada entre los distintos sectores. En particular, si bien las carencias en el ámbito del
ingreso tienen un papel significativo dentro del conjunto de carencias que afectan a los
hogares pobres, no son las únicas. Dado que varias de las privaciones no monetarias no
pueden ser resueltas adecuadamente mediante incrementos marginales del ingreso de los
hogares, para la reducción de la pobreza se requieren, además de transferencias
FACULTAD NACIONAL DE INGENIERÍA IND 3224
INGENIERÍA INDUSTRIAL
PLANIFICACION Y GESTION PUBLICA Página 13 de 13

Nombre Completo: Huayta Jimenez Franklin Max

monetarias, esfuerzos sustanciales en el ámbito de las políticas de vivienda (especialmente


en lo referente a materialidad y hacinamiento) y de dotación de servicios básicos (agua,
saneamiento y energía), en particular en los países más pobres

Hipótesis, tesis, ideas centrales del texto: ANALISIS DE LA POBRESA EN AMERICA LATINA Y
SUS RAZONES Y SU PERSPECTIVA ACTUALMENTE, CULTURA PRIVILEGIADA Y ECONOMIA

Palabras y expresiones clave: POBREZA AMERICA LATINA CARIBE ECONOMIA


DESIGUALDAD

Observaciones personales e interpretación EXPLICA LAS RAZONES POR LA UAL AMERICA


TIENE LA POBRESA Y TOMA UN PUNTO EN AL CULTURA HACI COMO EN LA ECONOMIA.

Fecha de consulta: 06 semtiembre del 2018

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