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• S I l i BUENOS M B
(1878 - 1880 )

POE

CARLOS TEJEDOR

M. BIEDMA, EDITOR
tmprenta calle Ho)grano nùmero X33 a 130
BUENOS AIRES

1 8 81
Esta obra es propiedad del Editor y se
prohibe su reproducción.
L A D E F E N S A DE BUENOS A I R E S

C IST'S - I S S O )

La defensa de Buenos Aires fué un episodio


glorioso, que llegó á ser sangriento.
Por nosotros, y nuestro país, importa que él
no sea mal juzgado, y por eso escribimos este
pequeño libro.
No son las personas del Gobierno, sino el pue-
blo que se agrupó entusiasta á su alrededor, el
que exhibimos.
Queremos mantener vivo su ejemplo porque
ninguno fué mas grande que él en esta ocasión.
En cuanto á nosotros, ni buscamos el aplauso,
ni tememos los enojos.
B u e n o s A i r e s , M a y o de 1881.

C. Tejedor.
CAPITULO I

De los derechos federales en general

La cuestión que trajo el rompimiento, no fué de


candidaturas sino de derechos federales de los
Estados.
Para establecer, pues, la bondad de la causa
sostenida por Buenos Aires, conviene empezar
por esplicar brevemente la organización del Go-
bierno entre nosotros y en los Estados-Unidos.
6 LA DEPENSA

Equilibrio de Poderes

En la forma federal de Gobierno, la soberanía


entera reside en el pueblo: es el pueblo quien
delega una parte á los Poderes Federales, y otra
á los del Estado.
En la Nación, el Poder Judicial está represen-
tado por una Corte Suprema, encargada princi-
palmente de la custodia de las leyes fundamenta-
les, que no pueden ser alteradas sino por el
pueblo mismo.
El Poder Ejecutivo lo ejerce un Presidente,
cuyas atribuciones determina minuciosamente la
Constitución, y las cuales no le es lícito ultra-
pasar.
El Poder Lejislativo tiene la misión de hacer
periódicamente las leyes necesarias á la vida
ordinaria de la Nación.
Estas tres ramas del Gobierno, « están coor-
dinadas en la proporción de los poderes que se
les han delegado. Cada una de ellas en el ejer-
cicio de sus atribuciones es independiente de las
DE BUENOS AIKES 7

otras. Pero todos los actos ejecutados por uno,


cuando son legales, obligan á los demás», (Sen-
tencia déla Corte Suprema de Estados-Unidos).
En cada uno de los Estados, sus constitucio-
nes particulares deben establecer los tres Po-
deres sobre este mismo plan.
De otro modo el Gobierno Federal no garan-
tiría á cada Provincia el goce y ejercicio de sus
instituciones.
En cada Estado, pues, el pueblo está sometido
á dos poderes, á dos órdenes de leyes distintas,
soberano cada uno en su esfera propia: el uno
federal, nacional, principalmente esterno en su
jurisdicción-, el otro, interno y local.
Esceptuando los casos de jurisdicción concur-
rente, los poderes de los Estados son esclusivos
en las materias de su competencia: el Gobierno
Nacional nada tiene que ver con el réjimen
interno.
Cada Estado posee su Gobierno, su lejislacion
y administración propia. Se dá su Constitución
que nadie revisa, bajo el sistema representativo
republicano, de acuerdo con los principios, decla-
raciones y garantías de la Constitución Nacional.
Tiene y organiza sus milicias^e que el Goberna-
dor es el Comandante en Jefe, como el Presidente
lo es de las que convoca á objetos nacionales.
8 LA DEFENSA

El Presidente es además Comandante en Jefe


de todas las fuerzas de mar y de tierra de la Na-
ción, que distribuye según las necesidades del
servicio á que están destinadas.

II

Atribuciones del Gobierno Nacional

Corresponde al Congreso:
Lejislar sobre las aduanas esternas, sin que
puedan suprimirse las que existían en cada Pro-
vincia al tiempo de su incorporación: imponer
contribuciones directas, proporcionalmente igua-
les en todo el territorio de la Nación, siempre
que la defensa, seguridad común y bien general
del Estado lo exijan- contraer empréstitos; dis-
poner de las tierras nacionales; establecer un
Banco Nacional, con facultad de emitir billetes;
DE BUENOS AIEKS 9

hacer sellar moneda;. dictar los Códigos; arre-


glar definitivamente los límites del territorio de
la Nación, fijar los de las provincias, crear otras
nuevas, y lejislar sobre los territorios nacio-
nales.
Corresponde al Poder Ejecutivo:
Ejercer el patronato; hacer recaudar las ren-
tas de la Nación; concluir y firmar tratados, su-
jetos a l a aprobación del Congreso; declarar la
guerra y el estado de sitio, con acuerdo del Se-
nado.

ni

Atribuciones de los Gobiernos


de Provincia

Las atribuciones del Gobierno Nacional, son


únicamente las designadas.
Las de los Gobiernos de Provincia son infini-
tas, puesto que comprenden todos los objetos
10 LA DEPENSA

que entran en el curso ordinario de los nego-


cios, ó interesan la vida y libertad de los ciuda-
danos.
Las Provincias, dice la Constitución en uno de
sus artículos, conservan todo el poder no delega-
do al Gobierno Federal, y el que espresamente
se hayan reservado por pactos especiales al tiem-
po de su incorporación.
Según otro: las Provincias no ejercen el poder
delegado a l a Nación.
En este precepto fundamental, repetido dos
veces, está la llave de oro de todas las relaciones
de la Nación con los Estados.
Aplicado con buena fé, él solo bastaría en cual-
quiera dificultad ó conflicto, que pudiera nacer
entre las dos autoridades.
A mayor abundamiento, sin embargo, la Cons-
titución ha creído deber acordar ó negar á las
Provincias, por mención espresa, las siguientes
atribuciones, que pudieran suponerse compro-
metidas por las análogas conferidas antes al
Gobierno Nacional.
Las Provincias pueden, dice:
Celebrar traslados especiales para fines de
Administración]de Justicia, de intereses econó-
micos, y trabajos de utilidad común, con conoci-
miento del Congreso Federal; promover su indus-
DE BUENOS AIRES II

tria, la inmigración, la construcción de ferro


carriles, y canales navegables, la colonización de
tierras de propiedad provincial, introducción y
establecimiento de nuevas industrias, la impor-
tación de capitales estrangeros, y la esploracion
de sus rios por leyes protectoras de estos fines, y
con sus recursos propios.
Las Provincias no pueden :
Celebrar tratados especiales de carácter políti-
co, ni espedir leyes sobre convenio ó navegación
interior ó exterior: ni establecer aduanas pro-
vinciales, ni acuñar moneda: ni establecer Ban-
cos con facultad de emitir billetes, sin autoriza-
ción del Congreso: ni dictar los Códigos, Civil,
Comercial, Penal y de Minería, después que el
Congreso los haya sancionado; ni dictar espe-
cialmente leyes sobre ciudadanía y naturalización
bancarrotas, falsificación de moneda, ó documen-
tos del Estado; ni establecer derechos de tonela-
je-, ni armar buques de guerra ó levantar ejérci-
tos, salvo el caso de invasión esterior, ó de un
peligro tan inminente que no admita dilación,
dando luego cuenta al gobierno federal: ni nom-
brar ni recibir ajentes estranjeros, ni admitir nue-
vas órdenes relijiosas.
12 LA DEPENSA

IV

Oríjen m o n á r q u i c o

Hacen á nuestro objeto también, las siguientes


consideraciones sobre el oríjen y condiciones so-
ciales de losdps países.
Los que no quieren que nuestrajurisprudencia
federal sea tan amplia como en E. U., nos dicen
constantemente que el oríjen ha sido distinto.
No es esta la verdad histórica.
Washington, dos meses antes de la declaración
de la independencia, no ocultaba en público que
en el momento en que tomaba el mando del ejér-
cito, la idea de una separación le causaba horror.
Durante toda la guerra de la independencia,
hubo complots realistas, americanos en el ejército
inglés, y en el mismo Congreso que la proclamó,
una minoría favorable á la monarquía.
La madre de Washinghton no aprobaba su
conducta.
DE BUENOS AIRES 13

Williams, hijo de Franklin gobernaba á Jer-


s e y ^ nombre de Jorge III hasta Junio de 1776.
En el mismo año, Adams escribia que las colo-
nias meridionales tenian repugnancia por la for-
ma republicana.
Parece cierto también que á los principios de
la guerra, partieron de Boston cartas que invita-
ban al príncipe Carlos Eduardo á embarcarse
para América, y que aun en 1778 algunas perso-
nas le ofrecieron levantar su bandera.
La misma declaración de independencia no
obtuvo en la primera sesión la unanimidad. Ca-
rolina del Sud, Pensilvania y Delaware la recha-
zaron, y New-York se abstuvo.
En la segunda, dejaron de concurrir los dipu-
tados de Carolina, los de Pensilvania rindieron
homenaje á la mayoría, y New-York mantuvo su
abstención, alegando como en la primera la nece-
sidad de solicitar de sus comitentes poder espe-
cial.
La República no empezó á consolidarse, con la
fisonomía acentuada que hoy le conocemos, sino
después de 1801.
14 LA DEFENSA

Condiciones sociales

La verdadera diferencia debe buscarse en las


condiciones sociales.
En E. U. las instituciones republicanas esta-
ban fundadas en el derecho tradicional.
Las trece colonias inglesas vivian bajo leyes
democráticas, mucho antes de que se separasen
de la' metrópoli.
Los colonos llevaron con ellos las prácticas de
la libertad anglo-sajona, el gobierno propio, y la
República existia en las costumbres, antes deque
recibiese su forma definitiva.
Antes, ni después de la independencia, ellos
nunca obraron sino como reunión de Estados;
no tuvieron bandera propia, ni concluyeron tra-
tados, ni emitieron moneda, ni hicieron alianzas.
La España por el contrario, mucho antes de la
conquista habia perdido ella misma todas sus li-
DE BUENOS AIEES 15

bertades, y mal podía comunicar lo que no tenia.


Los colonos solo trajeron hábitos de obediencia,
prácticas de absolutismo puro.
Llegado el caso, supieron vencer á los ajentes
de una administración viciosa y humillante: por-
que para vencer bastaba el odio.-
Pero no era lo mismo fundar instituciones de-
mocráticas.
Cuando después de la victoria, el viento de la
anarquía sopló sobre todas las secciones, y espe-
cialmente en las Provincias Unidas, muchas de
estas tuvieron su bandera propia, constituyeron
Estados independientes, emitieron moneda é hi-
cieron alianzas.
De aquí los ensayos infructuosos para restable-
cer la centralización tradicional.

VI

Elecciones

Solo en punto á elecciones no somos mejores


ni peores que los americanos del norte.
16 LA DEFENSA

Sin ir mas lejos, la elección de Hay es en 1876


lo ha demostrado hasta la evidencia.
En la Carolina del Sud en que dos gobernado-
res y administraciones rivales estaban en presen
cia uno de otro, la fuerza material separó del
escrutinio por la violencia á los electores del par-
tido demócrata.
En la Luisiania, la comisión del escrutinio fué
acusada porsu propio secretario de haber alterado
los resultados de aquel, en nueve parroquias, en-
tre ellas las dos importantes de Vernon y Felicia-
na, sostituyendo unas piezas por otras. En otra
parroquia el fallecimiento de un negro que murió
de apoplejía, pero cuya muerte se atribuyó á un
asesinato político, sirvió para anular el voto de
toda la parroquia, por razón de intimidación.

YII
Proyectos reaccionarios

Con estas semejanzas y desemejanzas, de tiem-


po en tiempo se pregunta cual debe ser nuestra
ruta.
DE BUENOS AIRES 17

Hay quienes pretenden todavia remontar el


xio, lo que simplemente seria una insensatez.
Cuarenta años de lucha han roto en mil peda-
zos los antiguos eslabones, y la embarcación re-
sultaría pequeña para ir contra la corriente.
Otros hay que quisieran la unificación, como
remedio, haciendo de los Estados simples prefec-
turas, ó dependencias creadas para la comodidad
de la administración general.
Este seria un crimen contraía patria, un aten-
tado contra la Constitución, que todos hemos ju-
rado.
Es en vano.
No tenemos otro camino que seguir nuestro
modelo, en sus huellas luminosas, apartándonos
-de,sus errores.
¿Qué nos enseña ese modelo?
Que la Confederación no basta, porque no seria
mas que una alianza, una liga que se dá una agen-
cia ú órgano común:
Que la Union sin la vida independiente de los
Estados, destruiría el sistema, para caer en la
monarquía ó el despotismo.
He aquí, pues, las columnas de Hércules que
nunca deben perderse de vista.
La República estaría igualmente en peligro, el
18 LA DEPENSA

dia que el Gobierno Nocional absorviese los Esta-


dos, como aquel en que estos no reconozcan una
autoridad común y superior.

VIII

D e r e c h o s de los E s t a d o s

La tendencia á centralizarlo todo, es hoy la


inania, no solo de nosotros, sino de la América
del Norte.
Sin embargo, en Estados Unidos es todavía un
derecho de los Estados, reconocido muchas veces
por la Corte Suprema, el de reglar y controlar las
aguas navegables, dentro de su territorio, escep-
tuando el caso de que esas aguas estén ligadas
con otras, y eso mismo hasta donde llegue única-
mente el interés del comercio.
Está reconocido igualmente en favor de los
Estados la propiedad de las riberas, y del suelo
debajo de ellas, sin perjuicio de los derechos con-
DE BUENOS AIRES 19

currentes del Gobierno federal •, y el derecho pro-


pio de conceder obstrucciones é interrupciones á
la navegación, siempre que lo exíjala convenien-
cia ó necesidades de los mismos. „
Los Estados finalmente conservan hasta ahora
el derecho de reglamentar cada uno las cuarente-
nas en la manera que mas les conviene, y esos
reglamentos son respetados por los buques mis-
mos de la armada, es decir, por el Gobierno fe-
deral.
Entre nosotros por el contrario, la falta de re-
clamo de parte de las Provincias, del ejercicio de
muchos de sus derechos, por razones de economía
ó de abandono, ha favorecido la tendencia; y
muchas usurpaciones han tenido lugar impune-
mente.
En la República, se ha exajerado con éxito el
derecho de intervención, el estado de sitio, la dis-
tribución de las fuerzas militares.
En esta Provincia se retenia por el Gobierno
Nacional, antes de la ley de capital, la reglamen-
tación del canal del Riachuelo, el acomodo de los
buques en el interior del puerto, los derechos de
practicaje en el canal de entrada é interior del
Riachuelo, y el de patentes de muelles particu-
lares sin que nadie reclamase.
Reteníase, y se retiene aun en toda su costa
20 LA DEFENSA

frente al Océano, y en la de todos los ríos interio-


res, el alquiler de sus riberas, la contribución di-
recta de los edificios construidos sobre ellas, la
jurisdicción esclusiva en la de este municipio, an-
tes de haber sido cedido, hasta el punto de alzar
á sus vecinos para el servicio de la armada, y de
rechazar las observaciones mas respetuosas en
materia de cuarentenas.
El Gobierno de Buenos Aires solo reclamó sus
derechos en la cuestión del puerto.

IX

L a milicia

En Estados Unidos nunca se ha dudado que la


milicia es de los Estados.
Ellos nombran sus jefes y oficiales. Ellos esta-
blecen en su r-espéctiva milicia la disciplina pres-
DE BUENOS AIRES 21

cripta por leyes del Congreso, la administran y


organizan,
El Gobierno federal solo tiene la de la parte
convocada para el servicio de la nación.
Esta distinción está bien marcada en varias
leyes federales.
La milicia de los Estados, dice una de ellas,
se arreglará en divisiones, brigadas, regimientos,
batallones y compañías, como la Legislatura
del Estado lo juzgare mejor.
Esta es también la opinión uniforme de sus
escritores.
Story dice : « El poder del Congreso sobre la
milicia es limitado y concurrente con el de los
Estados. Así, cuando el Congreso no dispone
el modo de organizar, armar y disciplinar la
milicia, este derecho corresponde á los Estados.
Nada hay en la Constitución que prohiba á un
Estado convocar su propia milicia, cuando no
está al servicio de la Union».
Un Estado, dice Kent, puede organizar, armar,
y disciplinar sufpropia milicia, á falta de los
reglamentos dictados por el Congreso. Este
poder existia orijinariamente en los Estados, y
la facultad acordada al Congreso no es necesa-
riamente esclusiva. No lo seria sino en el caso
de que el poder concurrente de los Estados, como
22 LA DEPENSA

se ejerciese, fuese repugnante á la constitución.


Pero en la naturaleza misma del poder no hay
tal repugnancia».

Según Cooley/«las leyes de los Estados para la


organización y disciplina de la milicia, son váli-
das, escepto en el caso de que se hallen en con-
flicto con leyes nacionales sobre lo mismo ».

« La milicia, dice Pomeroy, fué y todavia es de


los Estados. La jurisdicción de los Estados Uni-
dos sobre ella es solo parcial y escepcional.
El Congreso puede adoptar un modo de ejerci-
cio, un sistema de táctica. En este caso, los Es-
tados deben seguirlo. El Congreso puede también
reglamentar el gobierno de la milicia convocada
por su orden, y puesta al servicio del Gobierno
Nacional, pero en los demás casos y circunstau-
cias, la regulación y gobierno de ella está esclu-
sivamente en el control de los respectivos Es-
tados. >

«La milicia es de los Estados respectivos, y


no de los Estados Unidos, dice Paschal, y pasa á
ser nacional solo cuando llega á incorporarse á
las fuerzas nacionales. Si el Congreso descuida
ejercitar su poder de organización, los Estados
tienen un derecho concurrente para hacerlo».
DE BUENOS AIRES 23

Las Cortes de Estados Unidos han fallado del


mismo modo los casos que han sido llevados á su
•decisión.

Ejército

El jénio y carácter de las instituciones fede


rales es pacífico.
Estas palabras solemnes de la Corte Suprema
de Estados Unidos han consagrado en aqne!
pueblo una resistencia invencible á los ejércitos
permanentes.
En Estados Unidos, el ejército no solo está
limitado á un número poco considerable de Teji-
mientos, sino que estos mismos se distribuyen
en todos los Estados sin acumularse en ninguno,
y con mas frecuencia en los inmensos desierto*
del Oeste.
24 LA DEFENSA

Así, cuando el país se halla en paz el ciudadano-


rara vez tiene ocasión de encontrarse con un sol-
dado, y estar en contacto con él.
Reglamentos fijos del Ministerio de la Guerra
determinan allí también los puestos diversos que
deben ocupar los Tejimientos.
El Jefe del Ejecutivo tiene sin duda el dere-
cho de cambiarlos de un lugar á otro, pero el
dia que los hiciese bajar á Washington todos ó
una parte considerable de ellos provocaría una-
tempestad.

XI

El u s o de a r m a s

El art. 2 de la enmienda, en Estados Unidos,


se espresa así:
« Siendo necesario para la seguridad de todo
Estado libre una milicia bien organizada, no se
DE BUENOS AIRES 25

infrinjirá el derecho del pueblo de usar y llevar


armas.»
Comentando este art. Story dice:
El derecho de los ciudadanos de cargar y ejer-
citarse en las armas, está considerado con razón
como el palladium de las libertades de una Repú-
blica; porque solo con una milicia bien organi-
zada se escapa al peligro de los grandes ejércitos,
y pueden resistirse las usurpaciones y los pode-
res arbitrarios.

Ha sido siempre de buena política, dice Pime-


roy, en los países libres dispensarse en lo posible
de ejércitos permanentes, y confiar mas en la
milicia, para la defensa contra las invasiones
estranjeras, como contra las turbulencias inter-
nas. Los ejércitos regulares se han asociado
siempre con el despotismo. Pero la milicia
seria enteramente inútil si los ciudadanos no
pudieran tener armas, y ejercitarse en su manejo -

En consecuencia, la ley misma ordena en Es-


tados Unidos que las armas de la nación se distri-
buyan anualmente entre las milicias de los
Estados, en proporción al número de sus repre-
sentantes y Senadores en el Congreso-, y los
municipios por su parte proveen de armas á los
que no pueden adquirirlas.
26 LA DEPENSA

XII

Territorios nacionales

Cuando los E. U., por la declaración de su in-


dependencia, rompieron sus vínculos con la gran
Bretaña, este hecho encontró á los Estados, con
cierta estension de tierras, dentro de sus límites,
de las pertenecientes á la corona.
Fué opinión casi general entonces que el títu-
lo á estas tierras habia pasado á los Estados en
que respectivamente estaban situadas, y aun no
pocos pretendían tener derecho, invocando vagas
descripciones de sus concesiones, á otras posesio-
nes mas al Oeste de sus límites.
Mas, los Estados que no se hallaban en el mis-
mo caso sostenían al contrario, que todas las va-
cantes eran de la nación ó dominio común, y de-
bían distribuirse entre todos; y aun hubo Estado
como el de Maryland que no quiso ingresar á la
Confederación hasta 1781, porque no se recono-
cía la justicia de este reclamo.
DE BUENOS AIRES 27

. El Congreso de la Confederación participó de


•esta última opinión, pero prefiriendo cortar la
dificultad, pidió á los Estados que cediesen á la
Nación los territorios disputados, declarando que
esta cesión tenia dos objetos, promover la paz y
la unión, y establecer el crédito del Gobierno.
Estas recomendaciones acabaron por prevalecer
New York y Virginia abrieron el camino, y los
demás Estados no tardaron en seguir su ejemplo
Antes de la adopción de la nueva Constitución,
todos los Estados habían cedido ya sus tierras del
Oeste á los E. U., con escepcion de la Carolina
del Norte y Georgia, que no lo hicieron sino des-
pués de la nueva organización (Pomeroy).
Después, una ley autorizó al Congreso, a atri-
buir á cada Estado cierta estensíon de las tierras
federales, con destino á íormar un dominio pro-
pio, y cuya concesión álos particulares fuera uno
de sus recursos financieros (1841).
Entre nosotros, antes de la emancipación, to-
das las tierras vacantes, dentro de los límites de
las colonias españolas, se consideraban de la Co-
rona-, pero después, como en E. U., cada Estado
alegó derecho á las situadas dentro de sus límites
particulares, sin que hasta ahora, la nación haya
-adquirido nada por cesión
Dijolo así, antes que nosotros, en los términos
28 LA DEFENSA

siguientes un informe famoso firmado por Mitre,.


Velez Sarsfield, Mármol, Obligado y Sarmiento r
« Tierras públicas, jamás las tuvo la Nación
después de la revolución, y la única ley sobre la
materia dictada por uno de los Congresos Nacio-
nales, fué solo aplicable á la frontera de Buenos
Aires » (Abril 3 de 1860).

XIII

Intervenciones

En E. U. na se confunde el derecho de inter-


venir con el de reconstruir.
El mismo derecho de intervenir jamas se ha
ejercido como entre nosotros.
En E. U., este derecho es una garantía, y una
protección — una garantía, contra la subvercion
de la forma republicana de gobierno en los Esta-
dos;— una protección, en el caso de invasión, ó en
DE BUENOS AIEES 29

los de rebelión y sedición, á pedido de la legisla-


tura, ó en su defecto del Ejecutivo.
En nuestra Constitución es concordante el ar-
tículo 6.
¿ Pero quién debe ejercer esta facultad ?
En Estados-Unidos estáreconocidojeneralmen-
te que la garantía corresponde al Congreso como
«1 departamento menos espuesto á las tentaciones
•de pervertir en los Estados las instituciones repu-
blicanas.
En los otros casos, es entendido que toca al
Ejecutivo resolver.
Es bueno también notar aqui, que esta fué una
medida de precaución, de circunstancias espe-
ciales.
Los esclavistas temían que los negros pudieran
sublevarse contra ellos, y se creyó prudente dar
al Gobierno general esta especie de intervención
en las cuestiones internas de los Estados.
El partido mas seguro seria dejar que los pue-
blos decidiesen estas cuestiones entre ellos mis-
mos; y en la práctica, el Gobierno de E. U. no
hace otra cosa.
30 LA DEFENSA

XIV

Guerra de separación

Los Estados del Sud estaban ya en insurrec-


ción, cuando Lincoln pronunció en 1861 su dis-
curso de inauguración.
Reservado, y modesto siempre, Lincoln se es-
presó así en ese documento:
« Considero que la Union no ha sido rota, y en
el límite de mis fuerzas, y cumpliendo los deberes
que la Constitución me impone, velaré porque
las leyes federales sean ejecutadas en todos los
Estados »
Hacia en seguida un llamamiento á los ciuda-
danos estraviados, advirtiéndoles que la Consti-
tución les inhibia salir de la Union.
Seis meses después las tropas separatistas tira-
ban el primer cañonazo contra los baluartes del
fuerte Sumter.
Ninguna duda cabia ya.
DE BUENOS AIRES 31

Lincoln llamó inmediatamente á las armas se-


tenta y cinco mil hombres, y convocó estraordi-
nariamente el Congreso.
Pero aun entonces, no desesperó de la Union,
y anunció que continuaría, no obstante la guerra,
á los ciudadanos pacíficos, la protección de la
Constitución; y esta vez, la actitud del Congreso
estuvo de acuerdo con tan magnánima política.
Presidente y Congreso no trepidaron en esta
ocasión en proclamar abiertamente que tampoco
era su propósito intervenir en los derechos pri-
vados, ó instituciones domésticas de los Estados.
La guerra empezó, pues, por ser personal con-
tra los rebeldes, en la esperanza todos de que
ayudados los ciudadanos leales por las fuerzas de
la Nación, se restablecería la Union.
Pero la revolución siguió adelante. Diez Esta-
dos del Sur abandonaron la Union. Crearon un
Gobierno propio. Declararon la guerra. Inva-
dieron los Estados que rehusaban seguir su causa.
Solicitaron alianzas ofensivas. Levantaron gran-
des ejércitos, y una poderosa escuadra. Dictaron
leyes, suspendiendo el tráfico y apoderándose de
la propiedad pública.
En una palabra, los diez Estados anunciaron
en todo sentido el carácter de una Nación inde-
pendiente y hostil, en guerra con los Estados
32 LA DEFENSA

Unidos-, y desde este momento, la guerra se vol-


vió territorial, es decir, se consideró hecha por
todas las personas situadas en el territorio belige-
rante contra los Estados Unidps.

XY

Reconstrucción

En Estados Unidos se disputó mucho si la fa-


cultad de reconstrucción correspondia al Presi-
dente ó al Congreso.
Pero todos han estado conformes en reconocer
que no podia haber reconstrucción sin separa-
ción.
En las guerras civiles, no hay inocentes ni cul-
pables, sino vencedores y vencidos. Todos los ciu-
dadanos están obligados á declararse por uno ú
otro partido, y no pueden incurrir en castigo,
cualquiera que sea el resultado del combate.
DE BUENOS AIRES 33

En las rebeliones sofocadas inmediatamente, ó


con pocos esfuerzos, hay inocentes y culpables;
pero estos tienen leyes que los castigan, tribunal
que los juzga. El poder que los reprime no ad-
quiere un título nuevo, sino que restablece el que
habia perdido temporalmente.
En ninguno de estos casos tiene lugar la re-
construcción. Ella es propia solamente de las
guerras llamadas de separación, y aun entonces
no está sujeta á reglas fijas.
Así, Lincoln en su mensaje de 8 de Diciembre
de 1863, pendiente todavía la guerra, comunicó al
Congreso un acto ejecutivo, según el cual con es-
cepcion de ciertas categorías, todos los complica-
dos en la rebelión que prestasen eljuramento allí
determinado, serian considerados como habiendo
recobrado sus derechos de ciudadanos de los Es-
tados Unidos.
El mismo acto agregaba :
« Si un décimo de las personas que habían to-
mado parte en la elección presidencial de 1860,
después de prestar el juramento, restablece un
gobierno de Estado de forma republicana, este
será reconocido por el gobierno federal».
Jhonsom, por el contrario, después que se des-
plomó la confederaeion, fundado en que la insur-
rección habia privado á la Carolina del Norte de
34 LA DEFENSA

todo gobierno civil, le nombró un gobierno provi-


sorio, á quien encargó de la reorganización del
Estado; plan que se estendió después á los de-
mas Estados.
El Congreso por su parte que pretendía al dere-
cho esclusivo de proceder á la reconstrucción, es-
pidió también por este tiempo varios actos legisla-
tivos, por los cuales se consideraba á los Estados
rebeldes como conquistados.
La idea era soberanamente absurda. Una na-
ción no puede hacer la conquista de su propio
territorio. Pero aun suponiendo la cosa posible,
el uso de los tiempos modernos es anexar el país
conquistado, poniendo á sus habitantes en cuanto
á los derechos políticos y civiles, en el mismo pié
que los del conqnistador.
El Congreso avanzó mas todavía. Declaró que
tendría el derecho de asegurar el cumplimiento
de estas disposiciones, por una legislación apro-
piada-,lo que era darse el poder de inmiscuirse con-
tinuamente en los negocios interiores de los Es-
tados, iniciando así una verdadera revolución en
el sistema político de los Estados Unidos.
DE BUENOS AIRES 35

C A P I T O L O II

De las realciones de los dos gobiernos

R o l de B u e n o s Aires en la República

Antes, como despues de la Union, la provincia


de Buenos Aires ha tenido un roi importante.
Como asiento del vireinato, en tiempo del colo-
niaje, posaba una mano en Montevideo, otra en los
Andes, mientras sus plantas se asentaban sobre
las selvas del Paraguay, y en las aguas del Titi-
caca.
Después de la Independencia, vencida por la
anarquía federal, reconcentróse en sí misma, y se
presentó como ejemplo.
Nuevamente derrotada, cayó bajo una tiranía
36 LA DEFENSA

vergonzosa, nacida en su suelo, pero apoyada por


los caudillos del Interior.
Recobrada su iniciativa después de Cepeda y
Pavón, la empleó para organizar la República so-
bre bases mas liberales, y merced á ella la reor-
ganización de 1862 pudo llevarse á cabo, dando
ocasión á que se estableciesen en las demás pro-
vincias gobiernos regulares.
Su rol fué el primero entre las provincias que
habian quedado formando la familia argentina,
no solo en política, sino en la guerra.
Casi sola, sostuvo la que estalló con el Brasil,
por la Independencia de la provincia Oriental, hoy
República unitaria.
De ella salió principalmente el gran ejército,
que compitió gloriosamente con el del Imperio,
en la guerra de honor provocada por el Para-
guay.
En finanzas, su crédito ha formado hasta estos,
últimos tiempos el de la República.
Durante la guerra con. el Paraguay, sus em-
préstitos permitieron al Gobierno Nacional cos-
tearla cuando la Inglaterra le cerraba sus arcas.
En 1876 salvó todavía la situación, mediante
el empréstito de doce millones de fuertes, impagos
hasta hoy.
DE BUENOS AIRES 37

Por estos servicios, amigos y enemigos, le con


fieren hasta hoy el título de cabeza y corazón de
la República.

II

B a n c o de la Provincia

La única administración, queha mirado esos ser-


vicios con ojeriza, ha sido la del Dr. Avellaneda.
El Banco de la Provincia fué el primer objetivo,
y los trabajos contra su existencia, datan desde
1876.
Desde entonces, manifestó de diversos modos
su propósito de comprenderle bajo una legislación
general.
Pero donde ese pensamiento se reveló de un
modo mas agresivo, fué en la carta del Ministro
de Hacienda de 15 de Febrero de 1879.
Era esta la contestación que daba al cobro de
38 LA DEFENSA

varios trimestres vencidos del empréstito de doce


millones!
La carta calificó de ocurrencia, la de querer
apremiar á gobiernos por el pago de sus deudas.
Sostenia que el gobierno deudor tenia el dere-
cho de exijir que el Banco convirtiese inmedia-
tamente.
Avanzaba que el Gobierno de la Provincia de-
bía ordenar la destrucción de los sesenta y tres
millones que quedaron en la circulación desde
1865. sin mas requisición que una orden suya,
cumpliendo lo convenido,
Y concluía por indicar, como remedio la amal-
gamación ó reunión de los Bancos nacional y pro-
vincial, sobre bases mejor combinadas, y sobre
una carta estable.
Para cohonestar el no pago, proclamaba
sin emboso, y en lenguaje olímpico, derechos que
no podia tener sobre el Banco de la Provincia,
mientras no hubiese sido cedido a l a Nación.
Las provincias, dice el art. 104 de la Consti-
tución general, conservan todo el poder no dele-
g a d o ^ el que espresamente se hayan reservado
por pactos especiales al tiempo de su incorpora-
ción.
Estos pactos invocados en general era solo por
decoro.
DE BUENOS AIRES 39

El único pacto que existia á la fecha de esa


sanción era el de 11 de Noviembre de 1839, con
que se incorporó Buenos Aires á la Confedera-
ción, y cuyo art. 7 ° dice: « que los establecimien-
to públicos de la Provincia, con ecepcion de la
Aduana, seguirian correspondiéndole, y serian
gobernados y lejislados por sus autoridades. »
Las autoridades de la provincia eran, como se
vé, las únicas que tenian derecho de tomar parte
en la dirección del establecimiento, requerir su
reforma, é exijir la conversión.
El Congreso mismo, sin el asentimiento de
Buenos Aires, estaba inhabilitado para dictar se-
mejantes medidas.
El convenio invocado de destruir los sesenta y
tres millones, no pasaba de una creación del Mi-
nistro.
El Gobierno Nacional entregó simplemente al
objeto de la conversión fondos públicos en pa-
go de las emisiones del 59 y 61, quehabia tomado
á su cargo, al tiempo de la incorporación de Bue-
nos Aires.
La verdadera ocurrencia era la de obtener cré-
dito, bajo las mismas condiciones de cualquier
particular, y llegado el caso de pagar, oponer
privilejios, ó exijir que la provincia pagase antes,
ó conjuntamente.
40 LA DEFENSA

ni

Espíritu separatista

Es curiosa, en punto á organización, la suerte-


de la provincia de Buenos Aires.
Ella se ha sacrificado constantemente por el
bien común, y no obstante está acusada de sepa-
ratista.
Los caudillos del Interior que impedían toda
unión, fueron infinitos, Quiroga, Aldao, López.
Buenos Aires no tuvo sino uno, y ese unitario,
puesto que acabaron por llamarle supremo.
Un dia, otro caudillo, rehusó obediencia á Ro
sas, y tuvo la fortuna de dar con él en tierra, ayu-
dado por Corrientes, República Oriental y Brasil.
¿Que salió de esta victoria, alcanzada principal-
mente por la audacia del caudillo de Entre Rios?
Una Confederación., como impropiamente se le
llamó, que establecía bajo bases sólidas la nacio-
nalidad argentina, como en la Constitución refor-
mada de Estados Unidos.
DE BUENOS AIEES 41

Y nadie se opuso, incluso Buenos Aires.


Por que si es verdad que Buenos Aires se man
tuvo entonces aparte, fue mas en odio al hombre,
que al sistema.
Buenos Aires fué en esta ocasión meramente
liberal, no separatista.
Urquiza habiasido mucho tiempo un teniente
de Rosas, y al entrar victorioso á la culta ciudad,
descuidó despojarse de los colores favoritos del
tirano.
El pueblo contestó con una revolución.
Esto fué todo.
Asi, luego que cesaron esos temores, Buenos
Aires aceptó sin vacilar la Constitución federal, y
hoy es su mas acérrimo sostenedor.

IV

Residencia

Después de la batalla de Pavón, en vez de dictar


la ley de capital, se proyectó un modo de vivir so-
42 LA DEPENSA

bre la base de la federalizacion de toda la pro-


vincia.
Rechazada esta idea por la opinión, proyectóse
la federalizacion del Municipio, que fué acogida
aun con menos benevolencia.
Al fin, quedó todo arreglado con la residancia
acompañada de cierta jurisdicción, durante un
plazo determinado.
El plazo concluyó,y la jurisdicción fué devuelta
a l a provincia, sin que sintiese mas necesidad de
ella el Gobierno Nacional.
Merced á condescendencias de todo género, la
coexistencia se habia radicado por una absorción;
en que Presidente y Gobernador eran una
misma persona.

El nuevo Gobierno

El nuevo Gobierno (1878) era, pues, un aconte-


cimiento que veniaáperturbar este plácido estado,
que podia sobre todo estorbar trabajos electorales.
DE BUENOS AIEES 43

La palabra huésped del mensaje, que no hacia


mas que determinar con exactitud un hecho legal,
causó por eso gran sorpresa.
La misma palabra habia sido usada sin llamar
la atención, en el mensaje provincial de 1869; y
entonces era Presidente el Sr. Sarmiento.
Pero el Sr, Avellaneda necesitaba esta vez
mostrar enojo, y la palabra fué esplotada en el
Interior por sus insinuaciones y su prensa.
El Gobierno nuevo nacía condenado.

VI

Programa

Elegido por el voto de los partidos conciliados,


el Gobernador podia limitarse á conservar su
apoyo.
Declaró sin embargo, desde el primer dia, que
la conciliación comprendía aun á aquellos que lo
habían combatido.
44 LA DEFENSA

« La justicia, agregaba, alcanzará á todos y la


moral y la dignidad de la administración serán
guardadas,' sin condescencia, ni consideración de
ninguna clase.»
Repetía así en Mayo, lo que habia dicho en
Octubre anterior (1877).
«La conciliación para mí comprende á todos,
de cualquier partido que procedan . . . muchos-
de ellos, son la esperanza de la patria, otros hom-
bres de Estado ya formados. De todos necesita
mos para normalizar la situación constitucional
delpais . . . »
Estas palabras dirigidas á los republicanos, no
fueron escuchadas.
La Legislatura en que ellos dominaban se man-
tuvo apartada del movimiento de opinión que ha-
bía dado origen al nuevo Gobierno.

vn
Candidatura del Gobierno, General R o c a

Desde los primeros momentos del nuevo Go-


bierno, (Mayo 1878) los partidos conciliados se
DE BUENOS AIRES 45

preocupaban ya de la cuestión Presidencia; pero


nada definitivo habian resuelto.
Era notorio, sin embargo, que el Gobernador
•de Buenos Aires, aunque estimado particular-
mente por muchos de sus hombres, no era el objeto
de su cariño.
La idea primera vino de otra parte, del Gene-
ral Roca, Ministro de la Guerra entonces, quien
se proporcionó una conferencia, en que espuso
largamente sus ideas, recorrió los candidatos po-
sibles, y acabó por insinuar que era partidario de
la del Gobernador como miembro del partido au-
tonomista, ofreciéndole su cooperación.
Agradecida, como correspondía, esta manifes-
tación, el Gobernador espresó por su parte, que
debiendo su puesto á la unión de los partidos con-
cillados, no le seria posible sin deslealtad separar
á unos de otros.
El General que parecía temer solamente el pre-
dominio délos nacionalistas; ésclamó por toda
respuesta: tanto mejor, si las cosas pueden ha-
. cerse con ellos también.
De esta conferencia, ni Roca solicitó la reser-
va, ni ella era posible, en la posición del Gober-
nador.
Hecha pública, los nacionalistas comenzaron á
alejarse.
46 LA DEPENSA

En las rejiones oficiales de la nación, la alar-


ma fué mayor, y el Presidente por su parte co-
menzó inmediatamente trabajos opuestos.
Su primer paso fué insinuar al Ministro de la
Guerra que debia buscar para silo que quería dar
á otro.
El General Roca comenzó también á alejarse.
El Gobernador, bastante embarazado con difi-
cultades internas, dejó ácada uno seguir su cami-
no, y no se preocupó sino de administrar.
Combatido por republicanos y nacionalistas, y
débilmente apoyado por muchos autonomista»
mismos, mal podia pensar en su candidatura.
Persuadido de lo mismo, todo el personal del
Gobierno se preparó á ser testigo neutral en la
contienda.

VIII

T i e r r a s del Sud

El Dr. Avellaneda perseguía su plan de des-


truir el poder económico de la Provincia.
La ocasión era propicia.
DE BUENOS AIRES 47

Acababa de morir el Dr. Alsina, y lo había re-


emplazado con el General Roca.
Conseguía así un doble objeto, elevar con pre-
testo loable la candidatdra de éste; y hacer daño
á Buenos Aires, su sueño dorado de siempre.
Era como para refregarse las manos.
Luego no mas, el Ministro presentó al Congre-
so (Agosto 1878) un proyecto para la ocupación
militar del Rio Negro, como frontera de la Repú-
blica sobre los indios de la pampa, declarando
tierra nacional la comprendida entre la línea
efectiva de aquella época, y la que debia estable-
cerse.
El Congreso reformó este proyecto, declarando
límite de las tierras nacionales la línea del Rio
Negro, desde su desembocadura en el Océano,
remontando su corriente hasta encontrar el gra-
do 5 de longitud occidental del meridiano de Bue-
o

nos Aires.
Por esta traza, quedaban pertenecientes al Go-
bierno Nacional, no solo las tierras al Sud del Rio
Negro, que la Provincia entendía haber poseído
como suyas, aunque no las ocupaba efectivamente
sino también una población fundada con el nom-
bre de Mercedes, en la marjen derecha del Rio.
El Gobierno de la Provincia se dirigió al Con-
greso con un pliego de observaciones respetuosas,
48 LA DEPENSA

para que se tuviesen presentes, al tiempo de tratar


el asunto; y sobre la forma mas que sobre el fondo,
puesto que traduciendo el sentimiento público,
afirmaba al mismo tiempo, que la cesión necesa-
ria para legitimar el acto ninguna dificultad ofre-
cería.
Lejos, muy lejos estaba su lenguaje del usado
en el informe de 1860 citado en el capítulo prime-
ro de este libro.
La ley, sin embargo, fué sancionada tal como
se presentó por la Comisión, sin hacer el menor
caso de la reclamación del Gobierno de Buenos
Aires, ni oirse mas voz en defensa de los derechos
déla Provincia, que la de uno de sus diputados;
quitándosele así por un mandato verdaderamente
dictatorial, quince mil leguas de las que le perte-
necían por derecho.
Por otraley de ese mismo día,(Agosto de 1878),
las Cámaras provinciales, abundando en despren-
dimiento, cedieron el valor de las mismas tierras
comprendidas entre la línea trazada nuevamente
y la existente.
Cedían el valor, no el dominio.
A los efectos del artículo anterior, decia la ley,
elP. E. se pondrá de acuerdo con el de la Nación,
y trasmitirá oportunamente á las oficinas de la
DE BUENOS AIRES 49

Provincia los datos estadísticos referentes á las


referidas tierras.
Correspondían pues adoptarse por ellas medi-
das relativas á la enagenacion, precio y mensura.
Correspondía por lo menos un acuerdo. El Go-
bierno de la Provincia, sin embargo, no fué invita-
do ni oido para nada.
Un abuso consentido tenia que acarrear el
otro.

IX

E l e c c i o n e s (marzo 1879)

Las relaciones de los partidos con el Goberna-


dor continuaban las mismas, cuando llego la épo-
ca de renovar la Legislatura.
Tres meses antes, los republicanos habían
promovido un meeting contra el impuesto de al-
coholes y tabacos.
50 LA DEPENSA

La designación reciente de Jueces de Paz y


Comandantes, tampoco habia dejado satisfechos
á los partidos conciliados.
El Presidente mismo que habia aprovechada
la palabra huésped, no podia descuidar la exita-
cion del comercio, con motivo del impuesto •, y es-
notorio, que en esta ocasión dio sus consejos, y
aun ofreció sus conocimientos de abogado, para
resistir su lejitimidad ante los tribunales.
Inquieto por esta reunión de adversarios y la
proximidad de elecciones, el Gobernador se vio
forzado á dirijir la palabra á sus compatriotas, co-
mo espresion de sus propósitos, é instrucciones á
las autoridades subalternas.
Empezó por afirmar de nuevo su bandera.
«Nacido do la conciliación, dijo, el Gobierno
continúa siendo de conciliación.
«El Gobierno solo considera enemigos á los
facciosos gefes de clientela turbulenta, que preten-
den poner en jaque a los poderes legales.
« Animado de estos sentimientos, el Gobierno
a s e g u r a . . . . que no será parte en la lucha, y que
no ha hecho ni hará estipulaciones electorales
con nadie
« Los partidos quedan avisados desde ahora
que no deben dar crédito á los que les digan, sea
en forma particular ú oficial, que serán agrada-
DE BUENOS AIRES 51

bles al gobernador votando por tales Diputados á


la provincia ó al Congreso, ó trabajando por tal
candidato á la Presidencia »

Candidatura R o c a

Entre tanto, la candidatura surjida en las re-


jiones oficiales de la Nación crecía rápidamente.
Simpática á una parte del ejército, avanzaba
en el Interior, ayudada por trabajos anteriores de
sus amigos-, del mismo General, que podía dispo-
ner de los elementos del Ministerio; y del Presi-
dente que la apoyaba decididamente.
Temíanla nacionalistas y republicanos, en Bue-
nos Aires; pero no era antipática á una parte de
los autonomistas, partidarios del Gobernador -, y
en todo caso, los republicanos estarían con ella,
mas bien que con la de éste, desde que no rompía
con los nacionalistas.
52 LA DEPENSA

En Mayo de 1879, tal era la verdadera sitúa-


cion de las cosas.
Roca se destacaba ya vencedor.
Corrientes habia proclamado al Dr. Laspiur,
pero las demás provincias guardaban silencio.

XI

Candidatura del G o b e r n a d o r por los


partidos

El peligro conmovió á los nacionalistas, y uni-


dos de nuevo con una parte de autonomistas, le-
vantaron por su cuenta la candidatura del Gober-
nador en oposición a l a del Ministro de la Guerra.
Era una candidatura de lucha, en nombre de
los principios liberales representados por los dos
partidos.
Los que en este tiempo trataron de cerca al
Gobernador, saben que él ninguna ilusión se -

hacia.
Invitado á una lucha noble y generosa, aceptó
DE BUENOS AIRES 53

simplemente la parte que en ella le tocaba, cual-


quiera que hubiese ile ser el resultado.
El pueblo de Buenos Aires, en su gran mayoría
rechazaba al Jeneral, como impuesto por el Pre-
sidente.
Lo rechazaba como poco preparado para las
elevadas funciones de Jefe de la República.
Lo rechazaba por sus antecedentes y afinida-
des, que dejaban temer la reaparición de influen-
cias, aborrecidas todavía.
El Gobernador por serlo no estaba desobligado
de tener opinion en los asuntos de la República.
En las luchas internas había mostrado ser neu
trai : en las de la República podia ser actor, y aun
tenia el deber, dadas las circunstancias referidas.
Si los partidos retrógrados del Interior, y el
círculo republicano de Buenos Aires habian
anunciado, y sostenían ya sin embozo la candida-
tura del Ministro de la Guerra, los liberales esta-
ban en su derecho, oponiéndole la del Goberna-
dor de Buenos Aires.
El poder era preciso combatirlo con el poder.
Asegurábase ademas la adhesión de Corrientes,
que habia dado ya pruebas de independencia, y
podia atraerse á Buenos Aires, ó ser atraída por
ella.
En todo caso, la candidatura del Gobernador,
54 LA DEFENSA

sostenida por Buenos Aires, podia ser una oca-


sión de cambio, en una transacción.
La candidatura, pues, ofrecida públicamente el
I de Junio, fué aceptada en este espíritu.
o

Al meeting, el candidato contestó:


« L o que vosotros queréis lo quiero yo tam-
bién.
« Seré uno de vosotros para resistir en nues-
tra querida patria el imperio de la fuerza y del
fraude.
« Concurriré con vosotros, dentro del juego le
gítimo de nuestras instituciones, á sostener las
libertades públicas donde ellas peligren.
« Apoyaré moralmente todo movimiento de
opinión, en Buenos Aires como en las demás pro-
vincias, que tiendan a favorecer la política actual,
base de la paz y de la unión nacional.
« Mantendré la independencia de las autorida-
des propias, sin lo cual no hay República verdade-
ramente federativa.
« Los deberes, señores, que esta aceptación me
impone son grandes, superiores á mis fuerzas,
pero trataré de cumplirlos con vuestro auxilio, y
el de Dios.
«No me preocupa el éxito.
« Sea el cual fuese, el honor de la lucha, será
siempre nuestro.
DE BUENOS AIRES 55

« Caeré ó me levantaré con vosotros »


A las Comisiones:
« Cuando hay quien pretende ponernos mas
abajo de las trasmisiones hereditarias, forzoso
será que haya quienes reaccionen enéticamen-
te contra este mal que nos haria retroceder cien
años; y mas forzoso dar el ejemplo á los otros
pueblos de la República, tan amenazados como
nosotros, y con menos medios de resistir».

XII

S o b r e s a l t o s de A v e l l a n e d a

El Dr. Avellaneda adivinó algún tiempo antes


•el peligro, y como Roca quiso proporcionarse una
conferencia privada.
En Mayo 22 (1879), por medio de un amigo
común, hacia escribir al Gobernador lo siguiente:
« Dígale á su amigo el Dr. Tejedor que no
hostilice la marcha de mi gobierno, pues que si
56 LA DEFENSA

nos entendemos, aun puedo hacerlo Presidente ».-


El amigo le observó :
« Que el Gobernador á nadie habia pedido que
lo hicieran Presidente : que eran sus amigos los
que creían que de todas las candidaturas flotan-
tes, la suya era la que mejor garantía el porvenir:
que por otra parte, aunque no fuera hoy su vo-
luntad, no estaba ya en su mano otro Presidente
que Roca.
« Asi es, contestó. Cree uno haberse formado
un sucesor, y solo ha logrado hacerse un ingra-
to Pero indudablemente la opinión, la in-
fluencia y los elementos del Presidente, en un
momento dado, pueden ser decisivos, y todo esto
es lo que ofrezco ásu amigo el Dr. Tejedor, si lo-
gramos tener una esplicacion franca y sincera,
como la deseo » .
El Gobernador no concurrió.
Hecha esta proposición, en vísperas de la pro-
clamación por los partidos concillados, ella no po-
día tener otro objeto que el mismo conseguido
por la de Roca—poner en duda la lealtad del Go-
bernador.
Hay tinieblas visibles, dice Milton, y esta era
una de ellas.
DE BUENOS AIRES 57

XÏII

C o n s e c u e n c i a s de la p r o c l a m a c i ó n

El alboroto fué grande en el campo de los re-


publicanos, que se conservaban dueños de la Le-
gislatura.
El Gobernador, de. quien querían hacer un ins-
trumento para sus planes, se les escapaba, y ad-
quiría en los partidos conciliados un apoyo ad-
ministrativo, que en vano había buscado entre
ellos.
Fuélo también entre los falsos partidarios, que
desde ese instante sintieron la necesidad de des-
cubrirse, apelando unos á Sarmiento, otros á
Roca, y otros á Irigoyen.
Fuélo, en fin, en la Casa rosada, que no espe-
raba la unión por segunda vez de los partidos
conciliados, con semejante candidato.
Quedó pues, la lucha trabada, y la oscuridad
que cubría á las personas, disipada
Cada uno pasó á formar donde le correspondía.
58 LA DEFENSA

XIV

Actitud de Corrientes

Habia sido entendido entre los partidos conci-


llados y el Gobernador proclamado candidato,
que Corrientes, luego que le llegase la noticia,
adhiririaá la proclamación.
Este hecho era indispensable para nacionalizar
la causa.
Buenos Aires, por las preocupaciones y ante-
cedentes que dejamos esplicados, no podia presen-
tarse sola en la República.
Lo era también para hacer siquiera problemáti-
co el triunfo numérico.
Reunidas Buenos Aires y Corrientes, eran dos
provincias que podian atraerse otras: separadas,
cada una de ellas, no era mas que un átomo; y la
derrota era segura y sin honor.
Pero la adhesión esperada no venia.
Corrientes habia proclamado antes al Dr. Las-
piur.
DE BUENOS AIRES 59

El Dr. Laspiur ni siquiera recibió el I de Junio


o

á las comisiones de los partidos GOnciliados.


De Corrientes empezaron á llegar al mismo
tiempo noticias de que se resistía el cambio.
El Gobernador se dirigió á los partidos conci-
llados, retirando su aceptación en estos términos:
«La unión de Buenos Aires y Corrientes era
la base.
« Nuevas conferencias me hacen ver que esos
Comités, á pesar de lo que esperaban, no han teni-
do el poder de producir el cambio.
«Me han hecho ver mas, que en los mismos
partidos conciliados hay quienes mantienen el
pensamiento insensato de continuar la división
de las fuerzas.
«No rae es posible acompañarles en este pro-
ceder . . . . » (Junio 14.)
La candidatura, pues, no bienhabia nacido, de-
saparecía.
Los comités solicitaron la reserva por algún
tiempo, en la esperanza de que las dificultades
serian allanadas, pero todo fué en vano.
Corrientes y el Dr. Laspiur, y los hombres que
sostenían su candidatura, se mantenían firmes.
Dos meses después el Gobernador volvió á diri-
girse á los Comités para decirles .-
«Conferencié como ustedes lo deseaban con el
60 LA DEPENSA

Dr. Laspiur, y varias de las personas comprome-


tidas por su candidatura.
< El resultado fué persuadirme cada vez mas,
que esos partidarios y el mismo D r Laspiur esta-
ban firmes en creer que podian mantenerse sin
peligro las dos fórmulas.
Manifesté que en tales términos no me era
posible echar sobre mí responsabilidades que no
me correspondían—que juzgaba indispensable la
unión para la fuerza, al punto de creer en caso con-
trario preferible que los partidos se reunieran en
torno del Dr. Laspiur, ó de quien atrajese la opi-
nión de todos—que candidato ónó, seria siempre
el mismo, sosteniendo en la Provincia la concilia-
ción, y resistiendo toda imposición con la autori-
dad y los medios que la Constitución habia puesto
en mis manos.
«Cúmpleme, pues, agregaba, insistir en mi
carta anterior, dando por terminado por mi parte
este asunto » (Julio 31).
DE BUENOS AIRES Gl

XV

C o r r e s p o n d e n c i a con el G o b e r n a d o r
Cabral

Los partidos concillados no quisieron todavia


darse por vencidos.
Al mismo tiempo que enviaban mensageros y
comisiones unas tras otras, provocaban al Gober-
nador de Buenos Aires á entablar inteligencias
con el de Corrientes.
Pero aquel que veia que este contestaba calo-
rosamente los telegramas del Gobierno Nacional,
mientras lo hacia fríamente con los.suyos, vaci-
laba.
Observaba ademas el Gobernador de Buenos
Aires que los Ministros de Corrientes estaban
mas cerca del Ministro de la Guerra que de él,
recibiendo á bordo sus visitas cuando venían á
Buenos Aires, y devolviéndolas luego de desem-
barcar.
El Gobernador de Buenos Aires optó por guar-
dar silencio.
62 LA DEPENSA

Propiamente, él no habia echado todavía sobre


sí la responsabilidad de la obra, puesto que man
tenia sus cartas de 14 de Junio y 31 de Julio
(1879) •, y podia, sin faltar á nadie ni á nada,,
permanecer prescindente.
Un mes después (Agosto) recibía sin embargo
una carta del Gobernador de Corrientes,—en que
le decia que los dos gobiernos debían unirse, no-
para la cuestión electoral, sino «para garantir á
ambos Estados su actual situación de paz y li.
bertad » .
« La obertura de las relaciones, continuaba, se
limita á'garantir estos dos hechos, la autonomía
de las dos provincias, y la paz reinante en ellas,,
mediante sus actuales situaciones
« La provincia de mi mando sirve y servirá á
la Nación con lealtad y decisión, y se hará respe
tar de cuantos quieran trastornarla ».—(Agos-
to 17).
No podia haber nada mas vago y contradicto-
rio en aquellas circunstancias.
¿Sila cuestión que podia ajitarnos no era la
electoral, cuál podia ser ?
Garantir á ambos Estados su actual situación
de paz y liberlad, no era sino un proyecto egoísta.
Servir con lealtad y decisión al Gobierno Na-
cional, que habia manifestado bien claramente
DE BUENOS AIRES 63

propósitos electorales, era decir, aunque no se


tuviese la intención, que se le serviría en ellos
mismos.
El Gobernador de Buenos Aires invitó á su co-
lega á definir mejor su pensamiento.
La segunda carta fué tan vaga como la pri-
mera.
« Se trata de conservar, decia, el principio del
sufrajio en los pueblos, para conjurarlos peligros
que de la lucha electoral pueden venir á estas dos
provincias
« ¿Es realmente una alianza lo que le propo-
nía? No lo sé ciertamente. Pero sí sé que es en
favor del libre voto de las provincias de nuestro
mando, y el adversario será aquel que intente
atacar de hecho, ó ahogar ese voto.
« Creo que defino bastante mi propósito y mi
objeto» (Setiembre 12)'
El Gobernador de Buenos Aires hizo todavia
un esfuerzo por llegará terreno práctico.
La respuesta fué admitiendo la posibilidad de
un avenimiento, pero dejando las bases á la inicia-
tiva del Gobernador de Buenos Aires.
« No se trata, decia todavia esta tercer carta,
de otra cosa que de una defensa lejítima, y deja-
ría de ser tal, si la imprudencia de nuestra parte
promoviese conflictos ». (Octubre 24).
64 LA DEPENSA

En la provincia de Buenos Aires, entre tanto,


los acontecimientos se precipitaban.
Era urgente salir de la duda.
El Gobernador formuló dos hipótesis que po-
dian exijir la acción común, y preguntó qué debia
esperarse en tales casos de Corrientes.
Una de esas hipótesis era una intervención in-
debida.
La otra, una invasion.
Él Gobernador de Buenos Aires, indicaba en
(

la primera una reclamación común, y caso de


resultar ella ineficaz, el auxilio á la provincia in-
tervenida.
La respuesta fué adhiriéndose á la primera
parte, y diciendo en cuanto á la segunda :
« La cooperación en los hechos, debe tener un
límite, que debe ser la conservación de la union
nacional.... »
El Gobernador de Buenos Aires indicaba en
la segunda hipótesis la defensa común de todos
modos.
La respuesta fué :
« En caso de invasion el asunto se ofrece con
carácter mas claro y sencillo—La invasion nunca
puede investir la forma de un acto constitucional,
y estaríamos no solo en el derecho, sino en el de-
DE BUENOS AIRES 65

ber de combatirla en todos los terrenos, y contra


todos sus actores ». (Noviembre 25).
Era evidente que el Gobernador de Corrientes
no se interesaba sino por la provincia de su man-
do, puesto que nada le hacia hablar claro, sino el
peligro de invasión, que era su pesadilla.
Entonces, el lenguaje oscuro desaparecía, y la
respuesta era categórica.
Pero tratándose de intervención, que solo se
presentaba probable contra Buenos Aires, todo
era reticencias.
El Gobernador de Buenos Aires dejó caer esta
correspondencia.
Pero el nuevo año (1880) se abria nutrido de
peligros.
A mediados de Enero, el Gobernador de Buenos
Aires dirijióse nuevamente al de Corrientes, es^
poniéndole la situación general, como ciudadano
argentino mas que como gobernante.
Su carta no era tanto una provocación aun
concierto, que vendría ya tarde, como el aviso
dado el amigo, por el que sentía acercarse la tem-
pestad.
El Gobernador de Corrientes contestó:
« Mucho he meditado sobre su carta, y con es-
pecialidad sobre ciertos puntos, de que Vd. forma
droblemas, de cuya solución se abstiene.
66 LA DEFENSA

« Reconozco como Vd, que los pueblos están


pobres, y que por consecuencia no están sus ele-
mentos en razón directa de la grave é importante
empresa que tal vez tuviesen que acometer, si el
desarrollo de los hechos políticos no produjesen
una solución pacífica y honrosa que evitase la
lucha armada.
« He pensado seriamente sobre el dilema que
proyecta Vd. al final de su carta, estableciendo
que, si salvamos nuestras libertades, perderemos
quizá la nacionalidad, y si salvamos ésta habremos
perdido aquellas.
« Yo opino que salvar la libertad de todo el
pueblo argentino, y también la unidad nacional,
será difícil, •, pero que esas dos circunstancias no
se escluyen, sino que se atraen, y deben ser en
conjunto la aspiración única, de los que solo en la
integridad y en la unión nacional ciframos la
fuerza y la grandeza de nuestro pais.
« Pero este, como los demás interesantes tó-
picos de su comunicación, es asunto demasiado
grave para resolverlo en los estrechos límites de
una carta.
« Por ello es, que en el próximo vapor procu-
raré ampliar los términos de ésta, de modo que
nos conduzca á un resultado mas eficaz é inme-
diato ». (Febrero I de 1880).
o
DE BUENOS AIRES 67

La carta ampliada no vino.


Pero en los primeros dias de Abril el Dr. Juan
E. Martínez, vice-Gobernador de la Provincia, se
presentó en Buenos Aires con la siguiente:
« Esta carta le será entregada por el Señor
vice-Gobernador de la Provincia
« Con él puede Vd. tratar de los asuntos que
hemos tratado en nuestra correspondencia parti-
cular, teniendo por espresion mia y de mi gabine-
te cuanto él le trasmita». (Marzo 29).
Las conferencias fueron dos: visita hecha, vi-
sita pagada; y en ninguna de ellas, el Dr. Martí-
nez dijo nada á nombre de su gabinete.
Hablóse en general de política, como en las
cartas.

XVI

L o s partidos liberales

Los partidos liberales del interior, eran, como


Corrientes, otra délas esperanzas; pero resultó
vana también.
68 LA ÜÉPENSÁ

No hacemos un reproche de ello á nadie.


Las provincias han venido mas tarde que noso-
tros á la vida constitucional.
Oprimidasconstantemente por caudillos, la vida
libre no ha sido posible en ellas sino por ráfagas.
Hoy mismo, sin focos grandes de ilustración,
tratadas como frontera por los militares que el
Gobierno Nacional distribuye á designio, la vida
democrática, yace muerta en ellas, ó se manifies-
ta por sacudimientos desgraciados, que acaban
por abatir á los mas fuertes.
Las personas que venian, las comisiones que
llegaban, ponderaban las simpatías jenerales por
la causa de Buenos Aires, que reconocian ser la
de todos-, pero nada mas.
No podian ir á la elección, decian, porque se-
rian espantados de las mesas á balazos.
No podian resistir por la fuerza el abuso, por-
que carecían de hombres. Sus jefes propios es-
taban desencantados.
Carecían ademas de armas y dinero.
¿De qué les servirían tampoco aquellas, sino
estaban preparados para manejarlas?
Eran la mayoría, y no podian realizar sino
golpes de mano, como el de Córdoba.
Eran la mayoría, y clubs enteros se dejaban
DE BUENOS AIRES &9

aprisionar impunemente, en vísperas de una elec-


ción.
Buenos Aires, pues, estaba solo.
. Los partidos liberales no podrían concurrir
sino al banquete, después del triunfo.
La misma provincia de Corrientes, juzgada por
la correspondencia de su gobernador, no quería
otra cosa, como se ha visto; y eso que aquel
era un miembro conspicuo del partido li-
beral.
De ahí el desagrado con que sus hombres prin-
cipales recibieron la noticia del desenlace pa-
cífico del 15 febrero. No era definitivo, decian,
para amenguar su importancia.
De ahí su. persistencia hasta última hora en la
candidatura del Dr. Laspiur, amigo personal del
Dr. Avellaneda. Con otra, temian atraerse las
iras de los dioses.
De ahí finalmente, la falta de preparativos,
en que encontraron á la Provincia los sucesos de
Junio, la lentitud de aprestos, después de cono-
cerlos, y las vaguedades constantes de la corres-
pondencia del gobernador.
70 LA DEPENSA

XVII

L a asociación, del T i r o

Del lado, pues, de los pueblos, los partidos li-


berales eran una quimera: Corrientes una som-
bra colosal.
Del lado del Gobierno Nacional, estaba el ejér-
cito y la escuadra.
El ejército es todo para el soldado, que solo
ve al general en gefe, y con razón alguien ha
dicho que la profesión absorbe al hombre.
Persuadido el gobierno de la provincia que
toda esperanza de salvación estaba únicamente
en el pueblo de Buenos Aires, consintió en que se
formase la asociación llamada del Tiro.
Legalmente, era menos que la milicia, cuyo
derecho de convocación podia ponerse en duda.
Pero realmente era mas.
Era el pueblo que se manifestaba en toda su
grandeza, que presentía la lucha y se preparaba.
Exactamente como procedían en Estados Uni-
DE BUENOS AIRES 71

dos antes de la guerra de separación, los Estados


del Norte. .
Mientras los Estados del Sur se aprestaban
á la insurrección, los del Norte se ejercitaban
por inspiración propia en el manejo de las ar-
mas, se reunían en compañias y regimientos, y
escojian los gefes que llegado el caso debian man-
darlos.
Los pueblos tienen esta clase de adverten-
cias, y antes de que los sucesos vengan, ellos
han tomado ya sus precauciones.

XVII

Sarmiento Ministro del Interior

Buenos Aires, en esta actitud, era el único


comtrapeso que tenia en la República el Go-
bierno Nacional.
En los primeros dias de Setiembre (1879) Sar-
miento i'ué llamado al Ministerio del Interior.
72 LA DEFENSA

Hombre importante por su talento, por la


energía de carácter, y esperiencia administra-
tiva, el Dr. Avellaneda lo llamaba para quebrar
al gobierno de Buenos Aires.
Su nombramiento, sino causó júbilo en todas
partes, como él dijo entonces, sorprendió á todos,
produciendo una situación de espectativa.
Sorprendió, sobre todo, que entrase á formar
parte del Ministerio, al lado del general Roca.
Hacia ya tiempo que en la prensa, y entre sus
amigos, Sarmiento se exhibía como candidato,
¿qué iba á hacer al lado del otro?
En un gabinete no hay lugar mas que para
uno.
En el ministerio habia dos ministros liberales.
Si él queria apoyarse en ellos, podia ser omnipo-
tente—¿Lo haria?
Conocidas eran también sus ideas de gobierno.
Autoritario. por naturaleza, esta tendencia se
habia desarrollado prodijiosamente con el espec-
táculo de la guerra de separación en Estados Uni-
dos, donde se halló en esa época.
Sarmiento primeramente fué unitario, cuando
luchaba en las provincias contra los caudillos, y
desde Chile contra Rosas. Después, verdadero
federal cuando escribió Arjiropolis. Pero en Es-
DB BUENOS AIRES 73

tados Unidos empezó de nuevo á inclinarse á los


gobiernos fuertes.
Presidente, durante las dos guerras de Entre-
Rios, su gran pasión era parecerse á Lincoln, exa-
jerándolo muchas veces, porque no se cuidaba de
las diferencias dé situación.
Su gran empeño, mandar traducir todas las las
obras que defendían la estension de las faculta-
des del Ejecutivo.
La espectativa era pues justa, pero no duró.
Dando inmediatamente principio al propósito
del Dr. Avellaneda, Sarmiento lanzó su famosa
circular, sobre cuerpos militares de las provin-
cias.
Y como por una coincidencia casual, se publi-
casen en ese mismo dia los decretos que organi-
zaban en la provincia la milicia, trabó luego con
su gobierno la mas violenta de las discusiones,
por el lenguaje y los procederes.
El Gobierno de Buenos Aires contestó al re-
clamo con sus notas de 5 y 6 de Setiembre, é
hizo acompañar la circular con otra suya, fecha 9
del mismo.
En la nota del 5, con la constitución provincial
en la mano, demostró que el Ministro del Interior
confundía, sin quererlo, las palabras organiza-
ción y movilización.
74 LA DEFENSA

Que la movilización para servir en el ejér-


cito, correspondía al Congreso autorizarla, dis-
poniendo al mismo tiempo la organización, ar-
mamento y disciplina de las milicias, en la par-
te que estuviese empleada en servicio de la Nación.
Que fuera de este caso el Gobernador era el
Comandante en gefe.
Manifestó ademas que si estos textos eran cla-
ros, los hechos lo eran mas todavía.
Que las provincias todas habían usado de esta
facultad, desde que rejía la Constitución Nacio-
nal, y nunca el Gobierno Nacional habia dicho
palabra.
Que muy lejos de eso, el gabinete mismo de
que él formaba parte, habia presenciado sin re-
clamar hechos semejantes y aun habia remitido
generosamente armas y vestuarios.
Que Santa Fé y Entre-Ríos, por esa coopera-
ción oficiosa, tenían en su territorio verdaderos
ejércitos,con que podrían aun imponer al de laNa-
cion, si en vez de ser partidarios sus Gobernado-
res de la candidatura del Ministro de la Guerra,
fuesen hostiles.
En la del 6, contestación de la segunda del Mi-
nistro en que se quejaba de la publicación de sus
notas, y pedia esplicacion de las causas, porque
DE BUENOS AIRES 75

se iniciaba la organización de la milicia de la


provincia, sostuvo:
Que el Gobierno no admitía del de la Nación la
imposición de reglas de conducta sobre sus pro-
cederes, dentro de la órbita de acción trazada por
sus deberes y sus derechos, sí bien estaría dispues-
to á hacer escepciones, cuando consideraciones
especiales se lo aconsejasen.
Que aunque era de su resorte mantener la paz
en la provincia, no negaba el deber de comunicar
al Nacional el conocimiento que tuviera de cual-
quier causa que pudiera perturbar el orden, por
el hecho de encontrárselas autoridades de la Na-
ción en la capital •,
Que si no lo habia hecho, era porque los avisos
que recibía le hacían ver precisamente que el der-
rocamiento se proyectaba, como en otras provin-
cias, al amparo y bajo la protección mas ó menos
encubierta de las fuerzas de la Nación establecidas
en la ciudad.
La circular fué dirijida á los Gobernadores de
las otras provincias para hacerles conocer las
doctrinas erróneas respecto á milicias que ensa-
yaban establecerse, y la no menos estrafía preten-
sión de reducirlos al simple rol de peticionantes,
yendo hasta trazarles la forma en que habían de
dirijir sus comunicaciones.
7.6 LA DEFENSA

El Gobernador creyó también con este motivo


deber dirijir á sus compatriotas las siguientes pa-
labras:
«Los últimos acontecimientos esplotados por
el partidismo se presentan como el principio de
una era de revoluciones.
«Documentos insensatos, emanados de las re-
jiones nacionales dejan creer en efecto que se
quiere por lo menos provocar al Gobierno de
Buenos Aires á la resistencia armada.
«Pero nada de esto será.
«Las revueltas las hacen los pueblos cuando
sus derechos son hollados en formas grotescas,
y se acaba la paciencia.
«Las hacen los pequeños ambiciosos que quie-
ren subir mas alto.
«El Gobernador de Buenos Aires ha ofrecido
cambiar su renuncia, por la de los Gobernadores,
agentes naturales de una candidatura que recha-
za la opinión.
«Ha ofrecido también eliminar su candidatura
en cambio de esa otra.
«Tómesele la palabra, y todo habrá concluido.
«Pero en cualquier caso, es de mi deber asegu-
gurar que la revuelta nunca saldrá de las rejiones
oficiales de la provincia.
«Entre los escesos del Gobierno Nacional, y
DE BUENOS AIRES 77

las exigencias delaopinion.no es sin duda obra


fácil mantener la serenidad de espíritu.
«Pero pondré en ello mi empeño, y si fuese
vencido, la culpa no será mia (Set. 6)
Las doctrinas de Sarmiento sobre milicias y
cuerpos militares fueron rechazados por el mismo
Congreso.
Los SS. Montes de Oca y Lastra dejaron sus
puestos, y Sarmiento, con Roca esta vez, tuvo que
seguirlos.
Aparecía, pues, un nuevo escenario, pero antes
de continuar, debemos dejar consignadas aquí
las importantes revelaciones hechas por Sarmien-
to en pleno Congreso, momentos antes de dejar
el Ministerio.
Tomando la palabra «en honor de la verdad,
de la virtud y de la justicia, para salvar el país de
la trampa en que habia caído» esclamó con la fran-
queza de la hora suprema.
«Es cierto. Hay una liga de gobernadores. La
liga délos gobernadores sigue interviniendo has-
ta en este momento—Tengo las manos llenas de
verdades.»
En seguida, leyó un telegrama del Gobernador
de Córdoba, que decía: «las amenazas de Sarmien-
to detuvieron á Salta, y por el momento perdemos
una provincia»j otro del Ministro de la Guerra,
78 LA DEPENSA

prometiendo armas nacionales por el ferro-carril,


si fuera posible trasportarlas escondidas.
Y hubiera leido muchos mas, sino lo hubiesen
contenido, porque estaba, con las manos llenas
de verdades, es decir, de telegramas.
La actitud y resistencia de Buenos Aires queda-
ban justificadas.
La luz esta vez, irradiaba de un Ministro que no
podiaser sospechoso al mismo que lo habia nom-
brado, para abatir al Gobierno de la Provincia.
Menos podia serlo para el pueblo que lo conside-
ra uno desús mas sinceros y francos hombres de
Estado; y aprecia, apesar de todo, y de injusti-
cias infinitas, sus grandes calidades.

XIX

N u e v o Ministerio

La escitacion que produjeron estas revelacio-


nes fué tremenda.
Era imposible ya no vernioir.
DE BUENOS AIRES 79

El pueblo esperaba, en consecuencia, resolucio-


nes emanadas de la autoridad suprema, que lle-
vasen la tranquilidad á los espíritus.
Pero en vez de eso, tuvo un nuevo ministerio,
que acentuaba todavía mas los funestos propósi-
tos del Presidente.
El Dr. Zorrilla reemplazó á Sarmiento, el Dr.
Pellegrini áRoca, con el Dr. Goyena en el Culto.
Elarmamento de las provincias, empezado an-
tes del llamamiento de Sarmiento, continuó en
mayor escala.
Entre RÍOS, Santa Fé y Córdoba llegaron á po-
seer verdaderos parques de toda clase de armas.
Y en la misma proporción, aumentáronse los
procederes inciviles con el Gobierno de la Pro-
vincia.
La colisión era inminente.
¿De donde y como vendría?
Nadie lo sabía, pero nadie dudaba de ella.

XX

Tercer candidato

Los comités habian encarpetado las cartas del


80 LA DEPENSA

Gobernador de Buenos Aires de 14 de Junio y 31


de Julio (1879.)
Corrientes habia acabado por adherirse á la
fórmula electoral de Buenos Aires.
Pero la inminencia del peligro hacía buscar una
solución cualquiera.
Algunos se acercaron al Gobernador para de-
cirle que era su opinión, que si él indicaba una
eliminación conjunta, podría arribarse á un ter-
cero.
El Gobernador no trepidó un momento, y pu-
blicó una carta que contenía estos párrafos:
«Mis amigos saben que nunca me he presen-
tado como candidato á la Presidencia, y que si lo
soy todavía, es debido mas á los sucesos, que á mis
méritos para con los partidos concillados.

«Hoy, como antes, sépalo el pueblo todo de la


República, si el General Roca desiste de su
candidatura,mi campaña ha terminado.»
El Gobernador de Buenos Aires, á su juicio,
habia dejado de ser candidato, desde sus cartas de
Junio y Julio (1879).
Ahora confirmaba lo mismo, cediendo al pedi-
do, y aprovechaba la ocasión para anunciar
también que dejaba de ser parte en cualquier otra
lucha.
DE BUENOS AIRES 81

Abría de este modo ancha puerta á las ambicio-


nes que detrás de cortinas se ajitaban; y que po-
dían temer sus hostilidades.
Una nueva evolución de los partidos tendría
así el campo despejado, y podía libremente hacer
surgir el tercero.
Pero el General Roca guardó silencio.

XXI

D e c r e t o de 13 de F e b r e r o

En el entretanto, la asociación llamada del


Tiro habia seguido aumentando.
No era ya una, sino varias á fines de 1878, y el
número de adscritos, no se contaba por cente-
nares, sino por miles.
Era un verdadero ejército de ciudadanos opues-
t o al de la línea, por obra voluntaria del pueblo.
Este pueblo, tan rebelde á enrolarse, á pesar
82 LA DEFENSA

de los mandatos rigorosos de la ley, corría ahora


con.la mayor espontaneidad, á aumentar las filas-
de los primeros defensores.
La juventud mas lucida, como el hombre de jor-
nal, todos competían en el aprendizaje de las ar-
mas y de los ejercicios, abandonando unos las
diversiones, y los otros su trabajo.
La causa contra los abusos amenazantes del
Poder Nacional, era eminentemente popular, di-
gan lo que quieran los que avergonzados en pre-
sencia de los hechos, lo desmienten hoy.
Los patricios de Buenos Aires, olvidados hacía
mas de cincuenta años, habían revivido.
Esta fué sin embargo la ocasión que el Go-
bierno Nacional escojió para lanzar su decreto,
acompañado de un pomposo manifiesto,prohibien-
do por sí y ante sí, en toda la estension de la Repú-
blica los cuerpos llamados voluntarios.
Según él, el derecho de llevar armas era indi-
vidual por su naturaleza.
Agregaba, que siéndolos individuos armados
ciudadanos argentinos eran necesariamente guar-
dias nacionales, á los que estaba prohibido ar-
marse y reunirse de motu propio.
Y concluía con estas palabras:
Que al rededor del Congreso no debían apare-
DE BUENOS AIRES

cer otras armas que las que este podía aumentar,


disminuir ó suprimir totalmente con su voto.
La prohibición «en toda la estension de la Re-
pública» era una burla, puesto que en ninguna
otra parte que en Buenos Aires existían esos
cuerpos.
Éralo también la mención del Congreso, que
en esa fecha no estaba reunido.
Pero dejemos á un lado estas inexactitudes,
para examinar á la luz de la constitución, la fa-
cultad que indebidamente se atribuía el Eje-
cutivo Nacional.
Las leyes del Congreso pueden aumentar, dis-
minuir ó suprimir totalmente con su voto las fuer-
zas del ejército; pero solo tienen jurisdicción con-
currente respecto de la milicia, y no pueden por
lo tanto reducirla ni suprimirla arbitrariamente.
La milicia es de los Estados. Ellos la organi-
zan por sí mismos cuando ninguna disposición na-
cional existe, ó con arreglo á ésta, en el caso con-
trario; pero sin perder nunca su calidad de milicia,
del Estado, mientras no pasa al servicio de la
Nación.
Así es en E. U. como se vio en otro lugar, y
tiene que ser así en la República Argentina.
Es indudable que llamadas al servicio nacional
las, milicias^ de la República, los voluntarios ten-
84 LA DEFENSA

•drían que dejar sus puestos en las asociaciones,


para concurrir á sus cuerpos respectivos.
Masen caso de no hacerlo, ó de abusar de la
autorización especial conferida, sería siempre el
Poder provincial, ó municipal el único compe-
tente para correjir ó contener el abuso.
El Poder Nacional carecería completamente
de jurisdicción, y no podria intervenir sino cuan-
do la paz pública resultase perturbada, al solo
objeto de restablecerla por medidas de guerra.
En materia de armas, la Constitución misma
impone á las ciudadanos el deber de cargarlas en
defensa de la patria y de la Constitución, contra
un enemigo estranjero.
Y no habiendo las leyes del Congreso, deter-
minado después, la estension de este derecho, de-
be considerarse conferida implícitamente contra
las usurpaciones.
El manifiesto agregaba, que las milicias se ha-
bían reunido bajo títulos subrepticios, con fraude
de la ley, y no tenian el derecho de alzar la ban-
dera de la Nación.
Frases no mas.
El pueblo se reunía con fines da disciplina,
por derecho propio, no bajo títulos subrepticios;
y no podia alzar otra bandera que la de la patria,
DE BUENOS AIRES 85

-mas suya que del ejército, puesto que este la reci-


be de él para defenderla, y no para oprimirla.
Sostenido por estas consideraciones, el Gobier-
no de la Provincia resolvió desconocer el decreto.

XXII

Quince de F e b r e r o

El dia quince de Febrero era domingo, y por


consiguiente de ejercicio para los cuerpos volun-
tarios.
Las fuerzas nacionales, compuestas de las tre&
armas, amanecieron ese dia acampadas en el local
del Tiró-, adyacencia del Parque 3 de Febrero
(antiguo Palermo).
Era una provocación meditada.
El Gobierno de la Provincia ordenó que los
cuerpos voluntarios hiciesen ejercicio en las ca-
lles, y se acuartelasen.
El batallón Guardia de Cárceles fuerte de 80Q
,86 LA DEFENSA

plazas fué colocado convenientemente, y recon-


centrados los cuatro de policía que constarían co-
mo de 1800 hombres.
El Gobierno de la provincia quería esquivar
todo conflicto, pero también estaba resuelto á de-
fender en caso necesario lo que conceptuaba su
derecho.
Desconcertado el Gobierno Nacional con esta
disposición, ordenó á las fuerzas nacionales que
entrasen á la ciudad, costeando la ribera.
¿Eraquesedecidia á reprimir por la fuerza en
la ciudad misma lo que llamaba una insurrección?
Así parecía el primer golpe de vista, pero la
conducta posterior no correspondió á ese pro-
pósito, si existió.
Las tropas llegaron cansadas, y acamparon á
las oraciones, apoyando la cabeza déla columna
en la Casa Rosada.
El batallón Guardia de Cárceles y fuerzas poli-
ciales de la Provincia ocupaban el Cabildo y la
Policía.
Los cuerpos voluntarios estaban en sus respec-
tivos cuarteles.
Las fuerzas nacionales eran como mil quinien-
tos hombres de las tres armas.
Las de la provincia, de cinco á seis mil, inclu-
DE BUENOS AIRES 87

-so las de ciudadanos, que ese dia íormarian de


tres á cuatro mil.
El triunfo del pueblo, dentro de la ciudad, que
inutilizaba la caballería y artillería, era indu-
dable,
El Gobierno de la Provincia, sin embargo, no
abandonó su actitud de resistencia.
Y la razón triunfó al fin.
Persuadido el Gobierno Nacional, por la inter-
' posición de diferentes comisiones, que el oríjen
del conflicto era un mal entendido, que podia alla-
narse con mutuas esplicaciones, ordenó que las
fuerzas nacionales dejasen esa noche su actitud
de combate, y se retirasen á sus cuarteles.
¿Que fué el 15 de Febrero?
Será todo lo que se quiera, pero evidentemente
no fué Un acto de rebelión.
En ese dia, el Gobierno de Buenos Aires defen-
dió pasivamente el derecho de cargar armas, y
asociarse los ciudadanos para ejercitarse en el
Tiro.
Defendió el derecho de que gozan, en medio
mismo déla Europa monarquista, los ciudadanos
de la República federal de Suiza, de exhibirse á
tal objeto en batallones y regimientos con sus
' -oficiales á la cabeza.
Defendió el derecho de tener su propia milicia,
88 LA DEFENSA

-organizada por la Legislatura, como en los Esta-


dos de la Union Norte-Americana, y con mayor
razón la existencia legal de los cuerpos volunta-
rios, en presenciade un ejército que evolucionaba,
como en un campamento por las calles de Buenos
Aires.
Si imitando al Gobierno Nacional, hizo movi-
miento de fuerzas, no atacó.
¿Que fué, pues?
Fué simplemente la resistencia, dentro del ter-
reno legal, á una usurpación, que así como se ar-
regló amigablemente, pudo después de discutida
someterse al fallo de la Suprema Corte.
Es cierto que el individuo no puede, sin delito . r

defenderse de los agentes legítimos de la autori-


dad; pero un Gobierno que representa todo un
orden constitucional, independiente del nacional,
no es un individuo.
La diferencia es enorme, y los procederes tie-
nen que serlo también.
En los Estados europeos, el gobierno central,-
cualquiera que sea, representa la soberanía en-
tera.
Entre nosotros, como en Estados Unidos, el
Gobierno federal solo representa una parte, con
atribuciones enunciadas taxativamente en el acto-
constitucional.
DE BUENOS AIRES 89

XXIII

Movimiento del B r a g a d o

« Los preparativos de defensa, habia dicho el


Gobierno de la Provincia al Ministro Sarmien-
to, tienen por origen los avisos recibidos de que
se proyectaba «su derrocamiento al amparo y
bajo la protección mas ó menos encubierta de las
fuerzas de la nación. »
El Gobierno de la Provincia no habia inventa-
do, ni exajerado nada.
En la hora misma que las fuerzas nacionales
ocupaban las adyacencias de Palermo, estallaba
en el Bragado un movimiento sedicioso, cuyos
autores marcharon en seguida á incorporarse con
las fuerzas nacionales, mandadas por el Coman-
dante Godoy, en Junin.
¿ Era casual éste movimiento ?
90 LA DEFENSA

¿ Era el resultado de órdenes impartidas por el


telégrafo nacional ?
¿O simplemente el efecto de un aviso comuni-
cado por partidistas, que aprovechaban la oca-
sión sin complicidad del Gobierno Nacional ?
El jefe de la sedición, la composición de su
fuerza, la dirección que tomó, puede acomodarse
lo mismo á la segunda que á la tercera suposi-
ción.
Pero alcanzado inmediatamente por la preste-
za con que se acudió, cayó prisionero el caudillo
con todos sus compañeros; y remitidos á la ciudad,
llegaron en momentos que se ponia término al
arreglo entre los dos Gobiernos (17 de Febrero )
Si el Gobierno Nacional no era cómplice, un
movimiento de esta clase no debia merecerle por
su tendencia, ningún interés.
No debia merecérselo, desde que en esos mo-
mentos habia estado á punto de ensangrentarlas
calles de Buenos Aires, por razón de una actitud
igualmente sediciosa que suponía en el Gobierno
de la Provincia.
El Presidente, sin embargo, con el caballero
que llevó su última palabra, mandó un billetito,
solicitando la libertad de los presos, la cual le fué
acordada inmediatamente.
DE BUENOS AIRES 91

Esta incidencia, aunque trivial, es de tenerse


•en cuenta.
Ella revela por lo menos poco decoro.
En ocasión igual, el Gobernador de Buenos
Aires, aunque amigo personal del jefe del golpe
de mano de Córdoba, nada pidió.

XXIV

D e l l S al 17 de F e b r e r o

La retirada de las fuerzas nacionales á los cuar-


teles, en la noche del 15 de Febrero, habia despe-
jado por lo pronto la situación.
Pero quedaban en pié las causas, que era ne-
cesario remover.
Las comisiones que habian conseguido ese he-
cho, continuaron sus esfuerzos, y obtuvieron del
Gobernador que se acercase al Presidente, previa
.su invitación.
La conferencia dio los mejores resultados.
92 LA DEFENSA

El Presidente prometió dictar las órdenes ne-


cesarias « para que los diversos cuerpos de ejér-
cito > llamados á la ciudad, volviesen á sus acan-
tonamientos, ó donde los intereses del servicio-
las reclamasen.
El Gobernador se comprometió á reducir los
cuerpos de voluntarios á su primitivo carácter de
asociaciones del tiro.
Con un poco de buena fé, y su parte de circuns-
pección, este arreglo ponia fin á todo.
La circunspección sobre todo era necesaria,
porque la revolución estaba en todos los corazo-
nes, y no estallaba solo porque el Gobierno de
la Provincia no se ponia á su cabeza.
Algunas palabras escapadas al amor propio del
Presidente, hicieron reaparecer la ajitacion.
Pero nuevos esfuerzos de las comisiones con-
siguieron hacerlas esplicar, y los documentos que-
se publicaron restablecieron la confianza.
El Gobierno de la Provincia retiró de los pues-
tos ocupados las fuerzas policiales, y los cuerpo*
voluntarios dejaron su acuartelamiento.
DE BUENOS AIRES 93

XXV

Revista del ejército

La operación anterior no podia hacerse sin una


-especie de revista.
El amor propio del Presidente renació, y orde-
nó en Palermo otra del ejército, que no eranece
«aria para tomar sus cuarteles, donde estaban ya,
y de donde debían salir pronto, según lo prome-
tido.
Para hacerla, necesitaba desfilar dos veces por
las calles de Buenos Aires, no bien apagados to-
davía los enojos que su presencia habia suscitado.
El acto era á todas luces una imprudencia
pueril.
Aunque invitado, el Gobernador se escusó de
asistir.
94 XA DEFENSA

XXYI

Visita del D r . Alberdi

El 18 de Febrero el Dr. Alberdi visitó al Go-


bernador de la Provincia en su despacho, para
felicitarle por su resistencia á la imposición.
Esta visita merece aquí una mención especial,
por la actitud de este señor después de Junio.
El localismo de las provincias que habia esta-
llado y guerreado bajo Quiroga, López, etc. casi
desapareció en la última época de Rosas y bajo
el gobierno regular de Urquiza.
Durante la Confederación, debióse al Dr. Al-
berdi su renacimiento.
Fué él quien le dio tono y enalteció en diferen-
tes obras, llevado de su odio á Buenos Aires.
El tratado con España sobre ciudadanía, que ét
firmó, y sus escritos en defensa del Paraguay, en
guerra entonces con la República Argentina, no
tuvieron otra causa.
DK BUENOS AIRES 95;

El Dr. Alberai creia ahora que la única pro<


vincia que podia ser Estado federal era la de
Buenos Aires, y que en su salvación estaba la de
todo el sistema.
¿Cuándo decia la verdad ?
¿Cuándo escribía esas obras, que la adminis-
tración Roca ha mandado publicar de nuevo, ó
cuando hacía esa visita?
En la division del Congreso de que hablare-
mos después, el Dr. Alberdi permaneció también
en la ciudad con la parte mayor y mas selecta.
¿Cuándo tenía una actitud leal ?
¿Cuándo redactaba los informes de la mayoría,
ó cuándo ha escrito ahora por orden del Gobierno
Nacional « la Capital en Buenos Aires como coro-
namiento de la organización de la República»?

XXVII

Hostilidades posteriores

El mismo día de la revista hubo escenas violen-


tas entre soldados y ciudadanos, de que algunos
de estos resultaron heridos.
96 LA DEPENSA

Subalternos nacionales en el Riachuelo, en el r

Tigre y en el Azul cometian continuamente aten-


tados, que quedaban impunes, á pesar de los recla-
mos.
Voluntarios sin armas que pasaban por cerca
de los cuarteles ocupados por batallones naciona-
les, eran heridos alevemente, sin que recayese en
el acto sobre los culpables, el castigo severo, que
las circunstancias requerían.
La civilidad misma que Sarmiento supo guar
dar siempre, apesar de sus temeridades, habia
desaparecido del Ministerio de la Guerra.
Las notas del Gobernador de la Provincia pi-
diendo el despacho de fusiles fulminantes para el
ejercicio de sus milicias, quedaban sin contesta-
ción.
La ley de Aduana, que rije solo páralos parti-
culares, era por ese mismo tiempo estendida al
Gobierno de la Provincia, por un decreto que se
publicaba para mayor escarnio, alegando falta de
disposición espresa en aquella.
Nada mas absurdo, tratándose de Estados.
Por respeto, sin embargo, al gobierno de la na-
ción, el de la Provincia se presentó pidiendo el
despacho de cartuchos de fusil, y puso en tesore-
ría el valor de los derechos á disposición de aquel,
avisándoselo.
DE BUENOS AIRES 97

El Ministro de Hacienda se resistió á enviar á


recibir en la tesorería provincial, y dando por no
-pagados los derechos, aplicó á la provincia la dis-
posición de la Ordenanza por los deudores moro-
sos.
Suspendió el despacho!
El Gobierno nacional hacia tiempo que apro-
vechaba del potrero de Nievas, en las inmediacio-
nes del Azul, para las caballadas de sus fuerzas,
.cuando la frontera no pasaba de allí.
Adelantada esta, inútil completamente el po-
trero en manos del gobierno nacional, el de la
provincia lo pidió para guardaren él las caballa-
das propias.
Los que fueron á entregarle, después de cuatro
meses de espera, aparecieron en el campo con
picos y palas, para destruir los cercos previa-
mente !
La Chacarita se habia vuelto un campamento,
en que dormían bajo tiendas la caballería y la
artillería.
Esta era toda la salida prometida de las fuerzas
nacionales!
Mas tarde, pero todavía en plena paz, empezó á
ejercerse por la escuadra un verdadero bloqueo
.contra la provincia.
Dejó también de enviarse el santo, en una plaza
98 LA DEPENSA

que podia ser recorrida de noche por fuerzas na-


cionales y provinciales.
El Gobierno de la provincia por esta serie de
hechos hostiles, sentía todos los dias destruida su
obra de pacificación; y tuvo necesidad de consen-
tir nuevamente en la aparición de los cuerpos
voluntarios.
El Gobierno tenia encima todo el Poder de la
nación.
Necesitaba tener de su lado siquiera al pueblo;
y contestó á una violación del compromiso con
otra.
Los esfuerzos de patriotismo del 15 al 17 de
Febrero, habíanse desvanecido por completo; y
la agitación renacia mas amenazante.

XXVIII

L a casa del Presidente

Pero el Presidente habia caído en una especie-


de entorpecimiento, y no parecía notarlo.
DE BUENOS AIRES 99

Un dia de tantos, natural en medio de reunio-


nes mas ó menos turbulentas, causadas por los
motivos referidos, la casa del Presidente fué esco-
jida por los soldados que hacian la guardia, y
cuatro voluntarios que cruzaban la calle, para
cambiarse injurias y tiros (18 de Abril).
El Presidente no estaba en su casa, ni su fa-
milia.
Los voluntarios no habían intentado entrar.
Ningún grito descompuesto se oyó durante la
refriega.
Todo no pasaba en realidad de una riña de vo-
luntarios con soldados, en la cual no pudo saberse
ni de quien habia partido la iniciativa.
Pero era preciso esplotar el hecho, como antes
lo habia sido la palabra huésped.
Los telegramas corrieron toda la línea, anun-
ciando que el Presidente habia sido objeto de un
atentado contra su persona.
Las respuestas y felicitaciones no se hicieron
esperar.
Esto era solo para hacer efecto en el Interior.
Oficialmente, el Gobierno nacional se limitó en
Buenos Aires á pedir once dias después informe de
las medidas adoptadas para descubrir los culpa-
bles, y de las que pensaban tomarse para evitar la
repetición de hechos semejantes (nota Abril 29).
100 LA DEFENSA

El Gobierno de la Provincia contestó acompa-


ñando copia de las declaraciones recibidas, y
manifestando que desde el momento se habian
impartido órdenes para redoblar lavijilancia.
Pero esta respuesta, agregaba:
« El Gobierno de la Provincia piensa que nunca
estará suficientemente rodeada de respeto la casa
del Excmo. Sr. Presidente, y la persona sobre
todo del primer majistrado, la cual debe supo-
nerse siempre presente en su casa, haciendo grave
por consiguiente todo desorden cometido en ella
ó delante de ella; pero con los antecedentes del
sumario que se acompaña, no se ha creido auto-
rizado á someter álos culpables a l a justicia cri-
minal, desde que no está en su mano someter tam-
bién á los soldados agresores. ..» (Abril 30.)
El Gobierno Nacional se desentendió de esta
invitación, y las cosas no pasaron de ahí.
DE BUENOS AIRES 101

XXIX

Legislatura de la P r o v i n c i a

La lejislatura, como se dijo antes, se hallaba


dominada por la fracción republicana de autono-
mistas. . .
.Las elecciones de Marzo del 79 no consiguieron
inocularle nueva savia, por el abuso del escru-
tinio.
La solicitud de revisacion hecha en nombre del
patriotismo por el Ejecutivo (mensage I de Mayo
o

1879) fué desoída.


El pueblo tuvo la virtud de esperar las nuevas
elecciones (Marzo 1880.)
En esta ocasión, una segunda edición de esca-
moteo era imposible.
La situación general habia cambiado, y el pue-
blo sobreexitado no la consentiría.
El resultado correspondió á la esperanza.
102 LA DEFENSA

Las cámaras se renovaron, constituyendo en


«lias mayoría el elemento conciliador.
El Gobierno esta vez se dirijia á amigos, y es-
puso con amplitud y franqueza todo lo que pa-
saba.
« Estamos en nuestra casa, decia al terminar,
sin la confianza que conduce á la paz, y á nuestro
alrededor con Poderes armados por los mismos
jéniosdel mal que han creado esta situación déla
provincia

«La solución en la cuestión presidencial no


será impuesta por la fuerza al pueblo de Buenos
Aires

«Dejemos álos soberbios despreciarnos: los


débiles, los oprimidos de toda la República, están
non nosotros.
« En esta situación, el patriotismo aconseja
una transacion, la necesidad la impone, los hom-
bres ó los partidos que la resistiesen, serian muy
culpables.
« Pero ordenarla no está en nuestra mano, y
mientras tanto, es preciso estar prontos para
todo.
« Es menester salvar nuestros derechos, sal-
vando al mismo tiempo la Union nacional, y solo
DE BUENOS AIRES 103

Buenos Aires tiene los medios, delante de la gran


conspiración.
« He dicho todo mi pensamiento: ahora, espero
-vuestra palabra »(Mensaje I de Mayo 1880).
o

La lejislatura contestó á este grito de alarma,


aprobando la política del gobierno, y autorizando
el gasto de cincuenta millones de pesos moneda
corriente, para equipar y armar las milicias de la
provincia.

XXX

Conferencia con R o c a

El Dr. Moreno y el Sr. Frias, amigos personales


del Gobernador, se presentaron un dia (Mayo 8) á
pedirle en nombre del Ministro nacional Gonzá-
lez una conferencia con el General Roca, que ven-
aría al efecto al Tigre, á fin de eliminar de común
acuerdo sus candidaturas, apoyando la del Sr.
Sarmiento.
104 LA DEPENSA

El Gobernador contestó que estaba pronto en*


cuanto alo primero-, pero que no podia decirlo*
mismo de la candidatura Sarmiento, por que
constándole que los partidos conciliados lo recha-
zaban mas que á Roca, no creia de su lealtad, ni
estaba en sus medios levantarla.

Agregó, que eliminadas las dos candidaturas,


estaba decidido por otra parte á no apoyar ni
combatir ninguna otra -, deseoso de salir de la sen-
da en que los acontecimientos lo habian empu-
jado apesar suyo, para no entrar mas en ella, y
proseguir hasta concluir el período, sus funciones
administrativas.

Los señores Frias y Moreno se retiraron, pero


no tardó en volver el primero para decirle, que-
de todos modos se consideraba útil la conferencia,,
urgiéndolepor que partiese el dia siguiente en un
tren espreso, sin embargo de ser el señalado para
el meeting del comercio, por que Roca debia llegar
al Tigre de 9 á 10 de la mañana, según carta del
Dr. Pellegrini, que mostró.
El Gobernador acordó la conferencia, no obs-
tante tener conocimiento de telegramas del Ge-
neral, á sus amigos en que les decia—« que habia
sido llamado por el Dr. Tejedor, y habia accedido,
por que lo cortés no quitaba lo valiente».
DE BUENOS AIRES 105

¿Quién engañaba á quien? No sería fácil de-


cirlo.
Solo notaremos que delmeetingdelapaz que te-
nia lugar ese dia era parte el círculo Sarmientista.
Pero sea de esto lo que fuere, el Gobernador
tenia que empezar la conferencia por este pun-
to, no por amor propio, en cuestiones tan serias,
sino porque sin declarar este antecedente, podia
perjudicarse el éxito mismo, llevando al General
á un terreno de combinaciones, en que aquel no
quería entrar.
La esplicacion previa por lo demás no dañó
á la conferencia, que abordó el Gobernador con
la mayor cordialidad, contando, no ya con la
acquiescencia anticipada del General, sino con
su patriotismo, y el sentimiento de su propia
gloria.
Las observaciones que hizo, los argumentos de
que se valió, todos rolaron sobre estos tópicos-,
pero el General rehusó siempre, ya diciendo que
se debia á su partido, ya observando por su parte
que estaba vencedor por el voto de los electores,
y no podia pedírsele que renunciase á su triunfo.
Se sabe que el Dr. Pellegrini-, y demás amigos
que fueron á verle en seguida, tampoco consiguie-
ron sacarlo de este terreno, del que parecía deci-
dido á no apartarse ni un instante.
106 LA DEPENSA

Fiesta de Rivadavia

El Dr. Avellaneda continuaba haciéndose el


desentendido de todo.
El no veia los viajes de sus Ministros, como an-
tes no habia visto, la serie de vejámenes á que
estos pretendieron sujetar al Gobierno de la pro-
vincia.
Preocupado únicamente de la memoria de los
grandes hombres de la República, en el espacio
de un mes, hizo dos fiestas, una á San Martin, y
otra á Rivadavia.
Apartemos al gran Capitán como extraño á
nuestra materia.
La fiesta hecha en honor de Rivadavia era la
burla mas atroz, que podia infligirse al pueblo de
Buenos Aires.
Rivadavia habia sido un verdadero hombre de
Estado.
DE BUENOS AIRES 107

En un dia desgraciado para la patria, las ha-


-ees que nos habian conducido á la victoria de la
emancipación, aparecieron deshechas.
De Buenos Aires á Jujuy, y Paraguay, todo
era dislocamiento. No se oia sino el ruido de las
armas, el crujir del edificio nacional, que se der-
rumbaba.
El gran ciudadano no se sintió temblar en pre-
sencia de semejante situación, y reconcentrándo-
se en sí mismo aconsejó á la provincia constituir-
se, como enseña de orden y libertad.
Tres años después la nación volvía á reunirse
en Congreso, y las instituciones que su jenio ha-
bía creado á orillas del Plata, se estendieron por
todas paates.
Rivadavia fué también un gran patriota.
Tres años mas tarde, las mismas lejiones de la
barbarie, que sorprendidas por lo grandioso del
espectáculo que Buenos Aires ofrecía, se habian
sometido, alzaron de nuevo el pendón de la anar-
quía, en medio de una guerra estrangera llevada
con gloria.
Rivadavia se cubrió el rostro, y ante tamaño
crimen, dejó su puesto de combate, que era el
primero.
¿Como el Dr. Avellaneda tenia el corage dé
-evocar esta augusta sombra ?
108 LA DEFENSA

XXXII

E l G o b e r n a d o r se despoja de su su c a n -
didatura

La lucha sangrienta se aproximaba según to-


das las indicaciones.
Era pues indispensable al Gobernador, aun
contra la voluntad de los partidos, despojarse de
su candidatura, para cumplir sin sombra ninguna
los dolorosos deberes que el puesto imponía.
El Gobernador dirijió á los Comités la siguien-
te comunicación, que hizo publicar sin demo-
ra, ni consulta.
«Con el pretesto de defenderse del Gobierno de
la provincia, el Gobierno de la Nación ha acam-
pado un ejército en los alrededores de la ciudad...
«Todo nos empuja á hechos violentos, que po-
drán ser aislados, pero que el dia menos pensado
pueden convertirse en guerra civil.
DE BUENOS AIBES 109

«Semejante situación no parece ya de candida-


turas sino de patriotismo.
«De otras filas, se han alzado al mismo tiempo
voces de paz, que no conviene desoir.
«En esta situación, mi candidatura ha dejado
de ser una necesidad, y puede ser un estorbo.
«Lo es desde luego para mi, privándome de la li-
bertad de acción, en situación tan grave como la
presente.
«Lo es para los partidos conciliados, que pueden
creerse compromotidos sin remedio.
«Lo es para aquellos mismos que hasta ahora
no han formado, y que agregándose podrían au-
mentar el poder y la influencia de la provineia, de
que tanto necesita.
«Después de meditar seriamente todo esto, creo
hacer acto de patriotismo, declarando que no soy
ni quiero ser candidato un momento mas
«Gobernador de Buenos Aires, resuelto aho-
ra como antes, á defender sus instituciones y li-
bertades, la causa nada pierde, y podría ganar
mucho »
110 LA DEFENSA

xxxm

Las armas desembarcadas

El dilema era de fierro.


El Presidente había anunciado que no consen-
tiría ninguna introducción de armas.
Los buques de la escuadrase movían en todas
direcciones, recorrían la costa hasta los puertos
mas lejanos, visitaban todos los buques sospe-
chosos.
O se introducían, pues, las armas, rompiendo-
este bloqueo disimulado, con riesgo de caer en la
guerra civil:
O se renunciaba áintroducirlas, y Buenos Ai-
res, vencido sin lucha, perdía mas ó menos tarde
todas sus libertades.
El Gobierno provincial, después de meditarla
mucho, se decidió por el uso de su derecho.
La necesidad era fatal.
DB BUENOS AIRES 111

La lucha armada podía venir de aquel uso, pero


en todo caso la responsabilidad sería del Gobierno
Nacional, que la provocaba con su proceder abu-
sivo.
Hay abuso siempre que se hace un uso incons-
titucional ó perverso de una autoridad que no se
tiene.
.. ¿Hizo bien, hizo mal, el Gobierno de la provin-
cia?
Siempre hay imbéciles que después que los
acontecimientos tienen lugar, lo han previsto
todo.
Peor hubiera hecho si en esos momentos hu-
biera desertado del puesto, porque el pueblo ha-
bría sido atado como un cordero, á poco andar.
¿Y quienes son los que esto dicen hoy?
Los mismos que querían ir á la revolución, es
decir, al desmoronamiento del Gobierno Nacio-
nal, al caos de otros tiempos.
Los que sostenian al secuestro de las personas
de ese Gobierno, es decir, un crimen.
Los que no le acojieron la renuncia con que les
brindó desde el principio, para que fuesen ellos
mismos los que ejecutasen los planes.
Los que estaban seguros que no tendrían un
cómplice, pero tampoco un enemigo.
El Gobierno de la provincia, fiel á su política
112 LA DEPENSA

de resistencia, confió mas en el imperio de la ra-


zón y del derecho.
Confió en que la provincia de Corrientes torna-
rla llegado el caso su puesto en la resistencia,
pronta y eficazmente; y no se necesitaba mas
para vencer.
Confió hasta en el sentimiento patriótico del
gabinete Nacional, antes de darla señal del com-
bate.
Si se ha esquivocado, no lo sabe todavía.
El no sabe hoy mismo, si con el proceder con-
trario, la revolución, ó el secuestro, habriase lle-
gado á mejor puerto.
Las armas se desembarcaron sin combate.
No fué la culpa, ó la debilidad del Gobierno de
la Provincia.
El Gobierno de la Nación mandó al Riachuelo
un batallón. No contento con la vigilancia del
Rio, la estendia en tierra mismo; y de que modo!
El batallón fué enviado sigilosamente alas ocho
de la noche, costeando la ribera, por calles estra-
viadas, como hacen los bandidos, y no los go-
biernos.
El Gobernador de la Provincia mandó al mis-
mo lugar, después de media noche, el batallón
Guardia de Cárceles, apoyado por otro de po-
licía.
DE BUENOS AIRES 113

Con mas razón que el Gobierno de la Nación,


«1 de la Provincia disponia del territorio propio.
Pero esta vez misma, y á pesar de la ofensa
que intentaba hacérsele, él no salió de su pro-
grama.
El jefe que iba á la cabeza de sus batallones
tenia instrucciones de resistir en tierra el despojo,
pero prohibición espresa de atacar.
¿Eracomo contrabando que se perseguían las
armas de este modo ?
Por la ley misma de Aduana, el contrabando
no puede aprehenderse luego que traspasa los
límites del establecimiento.
¿Era como violación del bloqueo ? Ninguno se
habia intimado.
¿Como transgresión de órdenes superiores ?
No las hubo, ni han de tenerse por tales las alu-
siones veladas del Mensaje presidencial.
Tampoco podía haberlas.
Los derechos de los Estados no pueden ser alte-
rados por reglamentos aduaneros.
Las contiendas sobre esos derechos se ventilan
en el sistema federal de otro modo.
Ellas tienen sus jueces por la Constitución, y
antes que estas fallen, toda fuerza es ilegítima.
C A P I T U L O III

El Gobierno Nacional en Belgrano

E l Presidente deja la ciudad

El dia 2 de Junio se descargaban en la casa de


gobierno provincial, los tres mil quinientos Mau-
ser, que habían entrado por el Riachuelo.
El mismo dia, al caer la tarde, el Presidente de
la República, acompañado del Ministro de la
Guerra, se metia en un coche, y salia precipitada-
mente, dejando en la ciudad el resto del gabinete
y todo el personal de la administración.
116 LA DEPENSA

Dentro de la ciudad dejaba también tres bata-


llones de línea, el parque dé artillería con abun-
dante armamento, los miembros de las dos Cáma-
ras legislativas, y la Corte Suprema.
¿Qué motivaba esta salida repentina?
En la ciudad, ningún grito descompuesto se
habia oido.
Reinaba en todas partes la tranquilidad mas
completa.
El comercio seguía sus operaciones ordinarias.
Niel Gobernador de la Provincia, ni cuerpo
alguno se habia alzado en armas.
Esa noche, parte de los miembros del Congre-
so se embarcaron en los buques de la escuadra.
Nadie les dijo nada.
Al dia siguiente, los tres batallones de línea, sa-
lieron separadamente de sus cuarteles, y se diri-
gieron á la Chacarita.
Era lo mas fácil rendirlos, mas fácil que el 15
de Febrero, y nadie lo intentó.
Los empleados transportaban papeles, y cuan-
to querían.
Nadie se los impidió.
Los Ministros restantes hacían su despacho
como siempre en la Casa Rosada.
Ninguno los molestó.
DE BUENOS AIEES 117

E13 y el 41a Aduana, administrada aun por el


Gobierno Nacional, percibia los derechos.
¿Cuál era pues la causa de la salida del Presi-
dente?
¿Era un rapto de dignidad por el hecho de las
armas ?
¿Era un plan de antemano concebido, y que se
ejecutaba en la ocasión que se creia mas opor-
tuna?
Éralo segundo.
No obstante lo convenido el 15 de Febrero, los
dos regimientos, como se dijo antes, echaron en
la Chacarita las bases de un gran campamento.
El plan de refujiarse allí, para bombardear des-
pués á mansalva la gran ciudad, nació ese dia.
El hecho del Riachuelo, mostró que el pueblo
de Buenos Aires podia armarse á despecho del
bloqueo.
El desembarco de las armas en sí mismo era
insignificante: era en todo caso un conflicto entre
dos poderes; y el juez estaba señalado en la Cons-
titución.
El Gobernador de la Provincia solo habia pro-
ducido el caso, para que la acción del tribunal
competente fuese requerida.
Pero era necesario aprovechar este hecho.
Era necesario salir déla ciudad, para anunciar
118 LA DEPENSA

á los pueblos, desde la Chacarita, que el Gober-


nador de Buenos Aires sa habia rebelado.
Dentro de la ciudad, faltaba el coraje y la au-
dacia.
A la distancia, no se ven ni se saben bien las
cosas.
Con la noticia, las legiones preparadas también
de antemano, debian moverse en socorro del Pre-
sidente.
Era preciso esperar estos refuerzos, fuera de
la ciudad temida.
La introducción de armas fué el pretesto: la
Chacarita, el capitolio preparado deliberadamen-
te : los pueblos aherrojados, ó embrutecidos, el
instrumento destinado á completar la opresión.

II

Proclamación

En nuestra forma de gobierno, un Presidente


no puede declarar rebelde á un Gobernador, por-
que éste le haga una mueca.
DE BUENOS AIRES 119

Se necesitan causas mas grandes.


Es preciso con arreglo a l a ley, que el Goberna-
dor se haya alzado públicamente y en abierta
hostilidad contra el Gobierno Nacional:
Para destruir la Constitución jurada y cambiar
la forma de Gobierno:
Para deponer al Presidente, despojándolo de su
autoridad constitucional, ó arrancarle alguna
medida ó impedir la trasmisión de la misma auto-
ridad:
Para impedir las elecciones de Diputados y Se-
nadores nacionales, ó estorbar las reuniones legí-
mas del Congreso:
Para disolver el Congreso ó impedirlas delibe-
raciones y funciones de los Poderes colegisladores
ó arrancarles alguna resolución, violando el re-
cinto de sus sesiones.
La ley no señala mas causas de rebelión, y no
puede haber otras.
Acabamos de ver que nada de esto habia suce-
hastael 2 de Junio.
El Presidente, sin embargo, después de tener
á su alrededor los dos regimientos que estaban en
la Chacarita, y los tres batallones de la ciudad,
lanzó el 3 de Junio una proclama:
Por la cual declaraba en rebelión al Gobierno
120 LA DEFENSA

de Buenos Aires, y exitaba á la desobediencia á


todos los habitantes de la provincia.
El Dr. Avellaneda, procediendo así, no imitaba-
á Lincoln, ni siquiera á Jhonsom.
l í o imitaba á Thiers que abandonó la ciudad
delante de la revuelta abierta.
Imitaba mas bien á los reyes antiguos que si-
tiaban para rendir á hambre, ó á sangre y fuego-
Ios pueblos insolentes que les negaban obedien-
cia.
Pero mal.
Recuérdese que durante los arreglos de paz
el Dr. Avellaneda, negó víveres á la ciudad,
cuando Enrique IV no los rehusó á su buen
París, durante el sitio mismo.

III

Contestación

El gobierno de Buenos Aires contestó con otra


proclama, de la cual reproduciremos aquí lo
conducente:
«En el desembarco de las armas, decía, no ha
DE BUENOS AIRES 121

habido alzamiento en armas contra las leyes de


la nación, y sus Poderes públicos.
« Si las leyes fiscales, las que fijan los lugares
de desembarco, y determinan las autoridades, y
procedimientos que debian intervenir en el acto,
comprenden á los gobiernos de provincia, es
una cuestión no determinada todavia por los Po-
deres competentes.
«Pero resuelta ella negativamente, como lo
sostiene el gobierno de la Provincia, quien habría
violado las leyes, y los respetos debidos á la auto-
ridad local, serian los empleados de la Nación
que quisieron embargar por la fuerza el buque y
armamento, propiedad de la provincia: no los
empleados de la provincia, que se limitaron á de-
fenderla.
« Y si esos empleados de la nación obedecían
órdenes superiores, preciso era que ellas se cono-
ciesen anticipadamente,para que fueran acatadas
ú observadas, ó hubiese delito, si eran desobede-
cidas.
« Esas órdenes parecen ahora haber existido,
como continuación de los procederes oscuros eje-
cutados de algún tiempo atrás por el Gobierno
Nacional contra el de la Provincia, y que todos
hemos deplorado en silencio como impropios de la
autoridad S u p r e m a . . . .
122 LA DEPENSA

« No ha habido tampoco desobediencia á las le-


yes de ía Nación y su gobierno, ni menos rebelión
manifiesta....
«La provincia de Buenos Aires y su Gobierno
acatan hoy, como antes, esas leyes-, y el Congreso
no tendría mas que dictar las que quisiera, para
cerciorarse de esta verdad.
« La provincia de Buenos Aires, hoy como an-
tes, respeta sus autoridades legítimas, como son
la Corte Suprema y Congreso, que todavia resi-
den en su recinto -, y lo mismo haría mañana con
el Exmo. Sr. Presidente, si quisiera ocupar de
nuevo su asiento en el palacio del Gobierno Na-
cional.
« La retirada del Sr. Presidente á la Chacarita,
y su residencia en Belgrano, no está justificada
por ningún motivo serio, al mismo tiempo que esa
ausencia mantenida mas tiempo que lo que la pru-
dencia aconseja, puede ahondar el conflicto, y
conducirnos mas lejos de lo que todos hemos te-
nido la intención, porque ella y el decreto con
que se acompaña, obligará al Gobierno de la
provincia, á dictar medidas de seguridad, de que
no se puede prescindir en presencia del peligro..»
(Junio 4)
Todavía, abundando en estos mismos senti-
mientos el Gobierno de la provincia dirigió una
DE BUENOS AIRES 123

circular á los jefes superiores y empleados prin-


cipales de la Provincia, en que seleian estos otros
párrafos:
« La Provincia se ha armado, y su guardia na-
cional movilizado, para defender sus instituciones,
y no para atacar las leyes y autoridades nacio-
nales.
«Mientras no se haga el primer tiro por las
fuerzas nacionales, ó provoquen estas la primera
batalla, el Presidente de la República es el funcio-
nario Supremo, que solo debe ser desobedecido,
cuando ordene actos de hostilidad, ó aconseje la
desobediencia á las autoridades de la provincia
por sus subalternos.
« El Gobernador recomienda especialmente
este punto, porque quiere que sea de otros la res-
ponsabilidad de cometer el atentado de llevar el
país á la guerra.
« Las propiedades de la Nación dentro de la
provincia no deben considerarse embargadas ni
confiscadas, sino bajo su custodia, por el abando-
no de ellas hecho; y prontas á ser devueltas, luego
que hubiesen de entregarse al servicio nacional.»
« Las personas y familias de los empleados na-
cionales pueden transitar libremente por todas
partes, y deben ser respetadas como cualquiera de
los defensores de la pi ovincia: no así, las fuerzas
%
124 LA DEFENSA

nacionales que quieran transitar la campaña para


sostener la desobediencia aconsejada, ó batir las
fuerzas de la provincia.
« Estas reglas, mientras no se realizen hechos de
guerra, deben observarse estrictamente. . . . »
(Junio 4)

IV

Decreto de intervención

El Presidente sometió también a l a Provincia,


desde Belgrano, á una intervención.
¿Porqué esta medida?
No se trataba de una rebelión contra las auto-
ridades de la provincia, ni habia requisición de
estas.
Tampoco se trataba de una invasión de otra
provincia, que Buenos Aires no habia sufrido.
Menos era el caso de cumplir la garantia de la
forma republicana, que existia de derecho por la
Constitución, y de hecho por el funcionamiento
regular de todos los Poderes de la Provincia.
DE BUENOS AIRES 125

Según el Presidente mismo solo habia un desa-


cato contra su autoridad: pero la ley que rige es-
ta clase de hechos, es la de 1863, que no autoriza
intervenciones.
Por esa ley, el Gobierno Nacional federal tiene
el derecho de reprimir una rebelión ó sediccion
por la fuerza, y castigar, después de reprimida, á
los culpables.
Nada mas.
¿Porqué pues se decretaba un interventor?
que interventor mas grande que el mismo Presi-
dente, presente en la Provincia, y que tenia á la
mano un ejército, y una escuadra?
¿Porqué, y para que, pues, este colgajo inútil?
Mas adelante veremos su objeto.

Significado de las dos p r o c l a m a s

La proclama . del Presidente era la guerra


abierta.
La del Gobierno de Buenos Aires era el mante-
nimiento de la política de resistencia—, la respon-
126 LA DEFENSA

sabilidad de hacer el primer tiro dejada al Presi-


dente..
El Gobierno de la Provincia creia, que la resis-
tencia bien sostenida por Buenos Aires y Corrien-
tes, bastaba para salvar los derechos federales de
los Estados.
Creia que una rebelión triunfante, era el rom-
pimiento de los vínculos nacionales, la vuelta al
pasado, el desmembramiento quizá.
Y temeroso del porvenir, declaraba por su par-
te que no daría la señal de guerra, ni aceptaba el
rol de rebelde.
Y cumplía su declaración.
Las fuerzas de Godoy y Levalle podian ser
deshechas por las de Arias, y no se dio la orden
de hacerlo.
El campamento de la Chacarita, antes de reci-
bir los refuerzos de las provincias, podia ser dis-
persado por una salida de la guarnición de la ciu-
dad, á las órdenes del coronel Campos; y nadie
pensó en ello.
¿ Era que estas operaciones tan fáciles y segu-
ras, no se ocurrían ?
¿Era el miedo?
Los hombres del Gobierno de la Provincia no
podian ya estar peor clasificados y condenados.
DE BUENOS AIRES 127

VI

Actitud de la c a m p a ñ a

El Gobierno se limitó, á ordenar atrinchera-


mientos, para evitar un golpe de mano, y á reunir
las milicias de campana.
El coronel Arias salió á Mercedes con este ob-
jeto.
En ningún tiempo nuestra campaña ha presen-
tado un espectáculo igual.
Diez dias bastaron para reunir allí diez mil
hombres que bajaron de todas partes, y para po-
nerse en movimiento otros tantos de los puntos
mas apartados.
En esos diez mil hombres, veíanse confundi-
dos el peón con el hacendado, rivalizando en en-
tusiasmo.
Esta actitud de la campaña, unida á la de la
ciudad, que contaba con diez mil hombres dentro
de su recinto, hablaba por sí misma.
128 LA DEFENSA

Pero tampoco fué tomada en cuenta por el re-


íujiado déla Chacarita.
Después que se creyó seguro, no quería sino
guei*ra.
El telégrafo siguió pidiendo refuerzos, y las le-
jiones del Interior comenzaron á llegar.
En la Chacarita se vio pronto un ejército como
para una guerra continental.
Provincias que en otras del mismo género no
habian mandado sino cuerpos escasos y maniata-
dos, estuvieron muy luego representadas por ba-
tallones y regimientos numerosos.
Esas milicias, como el ejército, y como la es-
cuadra, estaban perfectamente armadas.
Pero si la posesión de la campaña se mantenía,
todo era lo mismo.
Ese ejército, y esa escuadra, acabarían por ser
de la ciudad: y las milicias del Interior no tarda-
ría en hacer causa común con las de Buenos Ai-
res.
El Gobierno de la provincia, por otra parte, no
podia creer que los partidos liberales del Interior,
estarían tan muertos, que en la ausencia misma
de las fuerzas á que se atribuía su abatimiento,
permanecieran con los brazos cruzados.
Menos creia que la provincia de Corrientes, en
DE BUENOS AIRES 129

situación tan suprema para todos, no se hiciese


sentir.
El Gobierno de Buenos Aires ni en medio de la
tempestad se exedia de las ideas de moderación
cambiadas epistolarmente.
La causa era común, los peligros iguales, sino
mayores para Corrientes.
Debia creerse, pues, imposible que los sucesos
no la despertasen de su inacción, y si así sucedía,
todo se volvía fácil.
La aglomeración de fuerzas en la Chacarita no
podia inquietar sino el patriotismo de los hombres
del Gobierno de Buenos Aires, por la sangre que
se derramase.
Pero ninguna duda podia caber sobre el resul-
tado final.
La solución evidente del problema estaba en es-
tos dos estreñios: la conservación de la campaña;
la aparición en escena de Corrientes.
La cooperación de los partidos liberales llega-
ría mas tarde.
130 LA DEFENSA

VII

E l C o n g r e s o y la C o r t e

El Presidente, en la Chacarita, solo con sus


Ministros, no era el Gobierno Argentino.
Era necesaria también la concurrencia del
Congreso y de la Corte.
Pero el Congreso apareció dividido desde los
primeros momentos.
Una parte délos Diputados, la mayor y mejor,
entre ellos el Dr. Alberdi, se quedó en la ciudad, te-
niendo sesiones privadas en el recinto ordinario.
La Corte nunca abandonó su asiento.
En realidad, pues, la situación de guerra era
creada por un Gobierno Nacional, que no lo
era.
No era el caso del receso; por que el Congreso
estaba reunido en Buenos Aires desde los prime-
ros dias de Mayo.
DE BUENOS AIRES 131

¿Porque, pues, declaraba rebelde al Goberna-


dor de Buenos Aires?
¿Eran rebeldes también esos Diputados, que
permanecieron en Buenos Aires, entre ellos el
Dr.Alberdi?
¿Éralo la Corte, que rehusó siempre salir?
¿Eranlo todos?
¿Pero que rebelión seria esta, de todos contra
unos pocos, de la mayoría contra la minoría, de
los mejores contra los peores?
¿De unos Poderes contra otros ?

VIE

R e n u n c i a del Ministro Gonzalez

Pero la anarquía era mas grande.


Dividido estaba el mismo Ejecutivo Nacional.
El Sr. González, Ministro de Hacienda, no admi-
tía que los hechos producidos importasen una
rebelión.
132 LA. DEPENSA

El caso de la introducion de las armas, por el


Riachuelo, según él, debia ser juzgado por la
Corte.
Resuelto á librar batalla sobre este tópico en
el gabinete, se acercó al Gobernador para saber sí
él se prestaba, y obedecería el fallo de la Corte,
cualquiera que fuere.
Poseedor de la respuesta afirmativa del Gober-
nador, sostuvo en el acuerdo su opinión, pero ven-
cido, dejó su puesto.

IX

Mediación de la Corte

En este mismo tiempo, la Corte manifestó el


deseo de interponerse.
Su iniciativa encontró del lado del Gobernador
de la Provincia la mejor acojida.
Los propósitos eran á la vez arreglar la cues-
DE BUENOS AIRES 133

tion electoral, y la de los dos gobiernos, creyéndo-


las estrechamente ligadas.
El Gobernador de Buenos Aires previno, por
su parte, que si no era posible arreglarla cuestión
electoral, como lo sospechaba, podia la Corte limi-
tar sus esfuerzos á solucionar la de los gobier-
nos.
Parecíale urgente poner término al escándalo
de que el Gobierno Nacional estuviese acam-
pado en la Chacarita, en actitud de guerra.
El menor incidente podia dar lugar á los prime-
ros tiros, y entonces las consecuencias no era fácil
prevé erlas.
La intervención de la Corte resultó también
inútil.
Rehusada en la cuestión electoral, ella no creyó
conveniente, por la irritación que observó en los
ánimos, tratar de la de gobierno á gobierno.
134 LA DEPENSA

L o s primeros tiros

¿Quien desoía en situación tan vidriosa las


advertencias del patriotismo que de todos lados
llegaban?
¿Quien haria los primeros tiros sin razón ni
derecho ?
El Dr. Avellaneda!
Las fuerzas del Coronel Arias, en Mercedes se
organizaban rápidamente, pero mantenían su
actitud defensiva.
Ninguna operación habían iniciado, ninguna
amenaza hacían.
Un tren salió de la ciudad por la via del Sud,
para evitar un choque posible por Flores, condu-
ciendo vestuarios, y un jefe con dos ó tres oficiales,
que habían manifestado la voluntad de incorpo-
rarse.
DB BUENOS AIRES 135

Salido de trasnochada y por sorpresa, el regi-


miento de caballería de la Chacarita, atravesó por
Flores, lo atacó en el tránsito, y lo incendió des-
pués de cambiar algunos tiros.
El jefe, herido de gravedad, y los oficiales, fue-
ron trasladados á Belgrano, y conservados allí
hasta el fin.
En el Azul era atacado, casi en el mismo dia, el
"Comandante Leyria de la provincia, por el Co-
mandante Ipola de la nación; y vencido este, y
tomado prisionero, fué puesto en libertad por el
Gobierno de la provincia.

XI

C o m b a t e de Olivera

. Después de este incendio, era inútil tentar el


envió de otros recursos á las fuerzas de Mercedes,
sin acompañar el tren con fuerzas de la ciudad,
provocando un combate.
136 LA DEPENSA

El Coronel Arias recibió instrucciones parar-


ponerse en marcha sobre la ciudad, esquivando á :

Flores, ocupado ya por una parte de las fuerzas-


nacionales.
Esta medida tenia por objeto vestir esas fuerzas,
armarlas mejor, y dotarlas de artillería, aleján-
dose después en el rumbo conveniente para man-
tener las comunicaciones con el Sud y costa del
atlántico.
Las precauciones resultaron inútiles.
Las fuerzas nacionales se habian movido el
mismo dia de la Chacarita, á sorprender las fuer-
zas de Arias en Mercedes.
Asi es, que el primer encuentro tuvo lugar á
sus alrededores, al amanecer del dia siguiente,
estando ya en marcha aquellas.
La columna nacional era de las tres armas: la
de la provincia solo de caballería é infantería; y
esta misma compuesta toda de ciudadanos, incom-
pletamente armados y disciplinados.
Una columna en estas condiciones, atacada por
otra de línea de las tres armas, en campo raso T

tenía que ser deshecha.


Las fuerzas de la provincia, sin embargo, recha-
zaron el ataque, obligando á las nacionales áV
dejarla seguir su marcha.
Honor á ellas, y á su ardoroso Jefe!
DE BUENOS AIRES 137

Ese mismo dia, al anochecer, la columna de


ciudadanos acampaba sobre la márjen izquierda
del Riachuelo, en número como de siete milhom-
bres.
El resto se habia quedado fuera de la marcha,
por la dispersión natural en unos, y la imposibili-
dad de incorporarse otros.
Pero nada de esto quitaba la importancia de la
hazaña, y de las consecuencias que de ella pudie-
ran sacarse.
Habilitadas estas fuerzas en forma, de todo lo
que les faltaba, podian ser dueñas de la campaña
del Sud, todo el tiempo que quisieran.
Los siete mil hombres habrían sido en un mes
veinte mil, que las operaciones posteriores ha-
brían aguerrido.
La ciudad solo servia de base.
En la campaña, y no en la ciudad, estaba la
esperanza del triunfo definitivo de la política de
resistencia.
Las lejiones reunidas en Belgrano, mas ó me-
nos tarde, tenían que declararse impotentes, ante
la actitud de la provincia.
138 LA DEFENSA

XII

C o m b a t e s del 2 0 y 21

No es nuestro ánimo describir estos combates.


Baste saber que la división de Levalle fué
rechazada el 20 de Barracas por el brioso coman-
dante general de la Plaza, en persona, Coronel
Campos.
Que el ejército entero lo fué el 21 de Corrales,
por las fuerza del coronel Arias, con el apoyo de
otra columna de la plaza comandada por el valien-
te coronel Lagos.
Que en uno como en otro combate, los ciu-
dadanos caían heridos, gritando «Viva Buenos
Aires.» . "
Que todos sin escepcion pusieron en estos
combates su continjente de abnegación y patrio-
tismo.
Pero que en definitiva, el segundo combate del
DE BUENOS AIEES 139

21 dio á Levalle la posesión del punto importante


de la Convalecencia: que no pudieron impedir
las pequeñas fuerzas, que en esos momentos
tuvo á su disposición el Jefe de Policia Coro-
nel Garmendia.
Que el del 21, aconsejó en el campo mismo de
la batalla al distinguido general encargado del
Ministerio de Milicias, la reconcentración á la
ciudad de las fuerzas de campaña :
Que de estas fuerzas no entró á la ciudad si no
un número como de cuatro mil, habiéndose dis-
persado el resto.
La ocupación déla Convalecencia por las fuer-
zas nacionales privaba á la ciudad del Riachuelo,
y habia hecho imposible la conservación de los
Corrales.
La reconcentración de las fuerzas desbarataba
el plan de mantener la comunicación con el Sud
y toda su costa.
No podia negarse la gravedad de la situación
creada por estos hechos de armas.
140 LA DEFENSA

XIII

Corrientes otra v e z

¿Qué había sido de Comentes todo ese tiempo,


qué era en esos momentos mismos?
Después de las conversaciones en Buenos Aires
con el Vice-Gobernador Martinez, las relaciones
habian quedado interrumpidas.
El Gobernador de Buenos Aires, que ninguna
proposición habia recibido de ese Comisionado,
nada tenia que decir.
El de Corrientes, mientras el peligro no amena-
zaba aquella provincia, parecia querer continuar
sin compromiso.
Fué recien á mediado, de abril que un Diputado
por Corrientes, ex-Ministro del Dr. Cabral, llegó
en esos dias, y habló al Gobernador, en nombre de
aquel por un préstamo de un millón de pesos
moneda corriente' y mil remingtons, de los que
DE BUENOS AIRES 141

estaban á la sazón en Montevideo, para movilizar,


decia, y armar mejor sus milicias.
La gestión era estraña por la forma, y el estado
indicado de las relaciones.
El Gobernador de Buenos Aires lo observó asi,
manifestando que sin preceder un compromiso
formal entre ambos Gobiernos, un hecho tal
aparecería irregular y desautorizado.
Las cosas pasaron otro mes en el mismo estado.
Pero el 7 de Junio, se recibió una nota reserva-
da fecha 2, comunicando que el General Mitre
estaba «comisionado con instrucciones amplias
para acordar un plan de defensa de las libertades
y autonomía de los Estados de Buenos Aires y
Corrientes, y de resistencia á la política de impo-
sición que pretende hacerse prevalecer en la
República.»
Aunque tarde, el Gobierno de Corrientes pare-
cía pisar al fin el terreno práctico.
El General, propuso en ejecución de su pleni-
potencia, dirijirse «por una comunicación con
transcripción de las clausulas principales de las
instrucciones»; la cual aceptada establecería el
compromiso formal (carta 9 Junio).
El 7 ni el 9 no habia tenido lugar todavía nin-
gún combate, pero los sucesos se precipitaban, y
era urjente una resolución.
142 LA DEFENSA

Aceptada la idea de establecer el pacto por una


comunicación, se consignaron en ella las bases
mismas de la instrucciones, que eran las siguien-
tes:
« B a s e I Corrientes considera como causa
a

propia la resistencia iniciada y sostenida por la


provincia de Buenos Aires, á fin de impedir que
prevalesca la candidatui-a del General Roca para
la Presidencia de la República por los medios que
pretende imponerse, por considerarlos actos de
imposición, incompatibles con nuestra Constitu-
ción, que ponen en peligro las libertades del pue-
blo argentino en lo futuro.
« 2 El Gobierno de Corrientes adopta como
a

base y punto de partida de su política, que la resis-


tencia á la imposición debe buscar ante todo los
resultados deseados dentro de la paz y del respe-
to á las autoridades nacionales constituidas, ago-
tando al efecto todas las medidas pacíficas y
legales, y haciendo en tal sentido todas las conce-
siones que sean compatibles con el decoro y las
garantías necesarias, en homenaje á la paz públi-
ca y de los intereses generales.
« 3 En el caso desgraciado en que la cuestión
a

electoral se convirtiese fatalmente en cuestión de


hecho, el Gobierno de Corrientes declara solem-
nemente que en todos los casos la unidad nacional
DE BUENOS AIRES 143

será inalterable, estando firmemente resuelto á


mantenerla ahora y siempre, como su primordial
aspiración.
t 4 En el caso que de que la guerra se produ-
a

dujese, como un hecho fatal provocado por las


autoridades nacionales, para imponer la Presi-
dencia del General Roca por las armas, el Go-
bierno de Corrientes, se considerará ofensiva y
defensivamente unido al deBuenos Aires, al efecto
de organizar la resistencia, en que ambos están
comprometidos-, y su recíproca acción militar en
tal eventualidad, será determinada por el común
acuerdo de los dos Gobiernos en el modo y forma
que se considere mas conveniente.
« 5 Para sostener este compromiso, y coope-
a

rar eficazmente al resultado, llegado el caso


previsto en la Base anterior, la Provincia de Cor-
rientes se levantará en armas, apoyando la actitud
de resistencia de Buenos Aires, pudiendo desde
luego ofrecer como contingente un ejército de
diez mil hombres de las tres armas dentro desús
límites, pudiendo poner en pié de guerra mayor
número de hombres, si contase para ello con los
recursos bélicos que le son indispensables.
« 6 El Gobernador de Corrientes, en previsión
a

del caso de guerra, espera que el de Buenos Aires


Je facilite desde luego, en calidad de auxilio, la
144 LA DEFENSA

cantidad de mil fusiles remington con la dotación


de cien mil tiros, y un subsidio inmediato de tres-
cientos mil pesos moneda corriente para el trans-
porte de las armas, y demás gastos que demande
esta operación.
« 7 Para el caso en que la guerra se produjese
a

en las condiciones indicadas, el Gobernador de


Corrientes cuenta que el de Buenos Aires le pro- ¡
porcione un subsidio hasta la suma de un millón
de pesos m ¡ c , sobre la cantidad señalada en la
base anterior, para aplicarlo á la compra de ves-
tuarios y otros artículos bélicos de que carece:
como cuenta también, según lo ofrecido, que para
robustecer su poder militar le proporcione cuatro
piezas de artillería Krupp con su correspondiente
dotación, asi que pueda disponer de ellas»
Pero si era urjente hacer este convenio, mas
lo era ejecutar sus estipulaciones.
Se habian empleado como once meses para ha-
cerlo ¿se emplearía el mismo tiempo para ejecu-
tarlo ?
En el acto de firmar estas bases, el dinero se
entregó, y dióse la orden para la entrega de los
fusiles.
Las instrucciones indicaban que debia ir tam-
bién el Coronel Baibiene, ó el General Arredondo.
DE BUENOS AIRES 145

Pero Baibiene no pudo salir el dia acordado, por


estar enfermo.
El General Arredondo, que fué visto por él
para ir juntos, pedía mas dinero y fusiles.
El Vice-Gobernador en carta de Mayo 9, desde
Goya, hablando del general Arredondo, habia
dicho:
« Yo lo acompañaré, y le daré toda la autoridad
de mi empleo, y de lo que personalmente pueda
valer—Así es que no debe tener en cuenta los
inconvenientes que en otras circunstancias entra-
ña un jefe estraño á la provincia.»
Se acordó dar al jeneral,diez mil fuertes mas.
Los combates del 20 y 21 encontraron sin em-
bargo á uno y otro todavía en Buenos Aires.— y
continuaron así.
¿Era que habían oído hablar de arreglos de
paz?
Pero esto mismo necesitaban saberlo del Go-
bernador, y no se acercaron á preguntárselo.
Los arreglos podian romperse, como mas de
una vez estuvo por suceder, sin que estuviesen en
el teatro de la acción, que se les habia encomen-
dado.
Podian tener por objeto ganar tiempo, y ellos,
lo perdían.
Su salida, en fin, podía estar ligada con la opera-
146 LA DEPENSA

cion del comandante Diaz, en Entre-Rios,y ellos


la hacian fracasar.
La aparición por otra parte de Corrientes en la
escena, bajo jefes prestijiosos como Arredondo y
Baibiene, era por si sola una noticia destinada á
ejercer una gran influencia.
De ella dependia quizás que los arreglos no
hubiesen tenido consumación.
Buenos Aires habría sostenido el sitio á todo
trance, por que entonces tenia ya un objeto.
La Chacarita habría temblado, por que tenia
que dividir sus fuerzas.
Entre-Rios, á poco andar, se habría reunido á
Corrientes.
¿No valia la pena de buscar estos resultados
con un poco de actividad ?

XIV

A r r e g l o s de paz

Prescindimos aquí de la mediación de los mi-


nistros estranjeros.
Ella solo dio un armisticio, violado escándalo-
DE BUENOS AIKES 147

sámente por un bombardeo parcial y bárbaro, del


cual ni siquiera se pidió una esplicacion por el
cuerpo diplomático.
Después de este hecho, el Gobernador creyó
mejor una negociación directa.
El Gobierno de la provincia habia combatido la
imposición.
No habia hecho los primeros tiros.
Defendía los derechos del Estado.
Resistía por patriotismo, sin mira alguna am-
biciosa,
Si era posible una paz que garantiese los obje-
tos principales, aunque fuera apartándose el Go-
bernador de su puesto, era deber hacerlo.
La persona de éste, poco importaba.
En el Dr. Moreno, Vice-Gobernador, tenia el
pueblo de Buenos Aires quien podía reemplazarle
con provecho.
Mientras su separación era un cebo, que podia
facilitar el negociado.
El Gobernador tampoco se sentia, si la paz
tenia lugar, con la paciencia bastante para conti-
nuar relaciones con el Dr. Avellaneda.
En consecuencia, la negociación directa se ini-
ció con la siguiente carta del Gobernador:
148 LA DEPENSA

Señor Presidente—
« Hay en la ciudad fuerza bastante para resistir
los ataques que se le traigan.
< Hay la opinión que alienta en los contras-
tes y sostiene en la lucha.
« Quiero sin embargo ahorrar en cuanto de mi
dependa mas escenas de sangre.
« Quiero librar de la muerte la juventud, que es
el porvenir de la Patria; la clase menesterosa y
trabajadora, del hambre; y la campaña de las
depredaciones de una guerra duradera.
«Prefiero las bendiciones de las madres á la
vanagloria del triunfo mismo, que se comprase á
costa de tanto sacrificio; y resuelvo solicitar un
arreglo pacífico, honorable para la provincia,
aunque no lo sea para mí.
« Animado de estos sentimientos, he pedido al
General Mitre que pase á hacerle una visita, para
un arreglo decoroso, que ponga pronto término
ala situación violenta en que nos encontramos;
y puede V. E. darle entero crédito á lo que le diga
en mi nombre: seguro de que si esa formase
encuentra, ningún otro sacrificio será rehusado
para mí.
SoydeV.E.
C. TEJEDOR.
Junio 25.
DE BUENOS AIE ES 149

Y cuatro dias después quedaban aceptadas, de


común acuerdo, las siguientes bases:
Declaración de acatamiento pleno á los Pode-
res públicos de la nación por el Vice-Gobernador,
al asumir el mando de la provincia.
Desarme de las fuerzas de la guarnición por el
Gobernador de la provincia en la forma y lugar
que el mismo elijiese, para enviar después á depo-
sito (no como entrega) las armas al Parque.
Conservación por parte de la provincia del ba-
tallón Guardia de Cárceles, con el número del
presupuesto, y délas policías de ciudad y campa-
ña, sin organización militar.
El Px^esidente por su parte, declararía que no
habría procesos políticos ni militares, á causa de
los últimos sucesos.
Que la intervención cesaría después de hacer el
vice-Gobernador la manifestación de acatamien-
to convenida.
Que se mantendría el estado de sitio hasta la
completa pacificación de la provincia.
Que el ejército volvería á sus posiciones ante-
riores, ocupando la guarnición ordinaria de la ca-
pital sus cuarteles sin aparato (veáse el Apén-
dice).
150 LA DEPENSA

. u

XV

C o n s e j o de guerra

Estudiado con calma este arreglo, se vé que él


consultaba los intereses verdaderos de la provin-
cia, haciendo solo á las circunstancias concesio-
nes honorables.
Si en ningún momento el Gobierno de la pro-
vincia habia dejado de acatar las autoridades de
la Nación, era natural que se declarase así.
Si la resistencia á la imposición debia cesar T

era natural también que las fuerzas de la guarni-


ción fuesen reducidas á lo que eran antes.
Por su parte, el Gobierno de la Nación hacía
retirar el esceso de las suyas.
La intervención nombrada desde Belgrano, de-
bía cesar con el canje de las notas relativas al aca-
tamiento.
Todos los poderes de la provincia quedaban en
pié.
DE BUENOS AIRES 151

El personal mismo de la administración no


sería removido, sino por disposición y á juicio
del vice-Gobernador.
Solo se perdía la cuestión presidencial, que no
merecía ensangrentar mas el país.
La paz sobre estas bases era digna del pueblo
de Buenos Aires.
Ella salvaba á la República de una guerra civil,
en caso de triunfo, ó la provincia de la ruina total,
y desaparición como Estado, en caso de derrota.
Las dos calamidades tenian las mismas conse-
cuencias para el país.
Pero el gobierno de Buenos Aires no se oculta
ba que el pueblo habia derramado su sangre para
obtener otros resultados que los que esa paz le
brindaba.
Si habia un esfuerzo que condujese á la victoria,
con algunas probabilidades, reconocía el deber
de tentarlo en su nombre, y lo habria tentado.
Necesitaba para esto conocer la opinión de los
militares.
No obstante el acuerdo, la paz podia decirse
pendiente, mientras no se diese principio á la eje-
cución de lo convenido.
Un consejo de guerra se reunió delante del Go-
bernador y sus ministros, al cual concurrieron los
principales gefes de la deíensa, entre los cuales fi-
152 LA DEPENSA

guraban viejos y distinguidísimos Generales,


que habian ofrecido á última hora sus servicios,
sacrificando á Buenos Aires su rango y bien es-
tar.
El Gobernador manifestó en breves palabras:
Que la división de Mercedes formada para con-
servar el predominio en el Sud de la provincia,
después de los combates del 18 y 21 de Junio, que
la habian reducido en mucho, se hallaba, como las
demás fuerzas dentro del recinto de la ciudad.
Que limitar el plan de defensa á sostener un si-
tio mas ó menos tiempo, con resultados poco se-
guros, delante de fuerzas de tierra, que cada dia
aumentaban, apoyadas ademas de una fuerte es-
cuadra, y sin medios ni tiempo de atrincherar la
entrada de la ciudad por la costa, le era repugnan-
te como una calamidad general, que nada justifi-
caría, sobre todo en una lucha civil.
Que el Gobierno preferiría jugar el todo por el
todo, dejando en sus trincheras la guarnición,
para dar á las fuerzas nacionales una batalla en su
mismo campamento, si esto se consideraba con
algunas probabilidades.
Con escepcion del coronel Arias,la respuesta de
todos fué que esa batalla era imposible, dado el
armamento, organización y disciplina de las fuer-
zas de la plaza.
DE BUENOS AIRES 153

El Gobernador preguntó entonces si esos ele-


mentos se juzgaban bastantes siquiera para con-
servar las posiciones de los atrincheramientos, el
tiempo necesario para seguir esperando noticias
de Corrientes, cualesquiera que fuesen los esfuer-
zos del Gobierno de la Chacarita.
La respuesta, con algunas variantes, fué que la
firmeza de la plaza no podria asegurarse sino des-
puesde quince ó veinte dias,que se habrían adelan-
tado los trabajos de fortificaciones, creado artille-
ros, y disciplinado mejor las tropas: agregando
como observación general, que en definitiva, todo
dependería del modo, oportunidad y procederes
del ataque.
El Gobierno,con estas respuestas, se reunió des-
pués en consejo
Sobre la batalla resolvió que no podia orde-
narse, porque era natural encargar de ella al
gefe que habia opinado afirmativamente, y era
de temer, por antecedentes de que estaba en pose-
sión el Gobierno, que sería mal secundado.
En cuanto al sitio, pensó que solo podia arros-
trarse, si después de investigar el espíritu de la
Asamblea, se encontraba que todos querían parti-
cipar déla responsabilidad tremenda, que ese he-
cho envolvía; porque ajuicio del Gobierno, habría
que detenderse, manzana por manzana, luego que
154 LA DEFENSA

el ataque se trajese con vigor, por escuadra y ejér-


cito nacional.
La Asamblea Lejislativa fué citada para el dia
siguiente en consulta privada.

XVI

Asamblea Lejislativa

Esta reunión tuvo lugar igualmente en el des-


pacho, ante el Gobierno y los Ministros.
La reunión fué de casi todos los miembros déla
Lejislatura.
El Gobernador refirió los arreglos de paz, y
anunció su renuncia, repitiendo]para fundar estos
actos, lo que habia dicho antes al consejo de
guerra.
Un Diputado preguntó si las bases negociadas
constituían un pacto en forma.
La respuesta fué negativa, por haberse creido
irregular hacerlo así, pero que ellas constaban de
documentosparticulares,y por el testimonio de los
DE BUENOS AIRES 155

varios negociadores, entre ellos el vice-Goberna-


dor, que era quien debia ponerlos en ejecución.
Otro preguntó si se tenia fé en que las bases se
cumplirían por el Presidente.
El Gobernador contestó con franqueza que este
era el punto cardinal de la dificultad, porque él
por su parte estaba muy lejos de tenerla-, pero que
todo dependería de la conducta que se observase,
después de aceptar definitivamente el arreglo.
Otro, dirijiéndose al Gobernador mismo, le
preguntó cual sería su actitud, en el caso de que
la Lejislatura, se negase á aceptar su renuncia.
La respuesta fué que permanecería al lado de
sus amigos, y en su puesto, defendiendo hasta el
último la causa de Buenos Aires.
Los demás señores Diputados y Senadores
guardaron silencio.
Era claro, pues, que la paz,tal como se presenta-
ba, no desagradaba á la mayoría:
Que la Asamblea, como el Consejo de guerra,
creía imposible una batalla, sangriento y aventu-
do un sitio:
Que prefería tener fé en la palabra comprome-
tida, ó por lo menos en el honorable ciudadano, á
quien pasaba el Gobierno.
156 LA DEFENSA

XVII

Renuncia del G o b e r n a d o r

En consecuencia, el Gobernador envió al dia


siguiente su renuncia.
Los párrafos de ella referentes á la situación
decían:
t He echado una mirada alrededor nuestro, y
hasta ahora estamos solos.
« Sitiados actualmente, rompiendo mismo el
cerco, tendríamos siempre que detenernos delan-
te del caos, y del respeto debido á las instituciones
de los demás pueblos.
« Bloquea nuestro puerto una escuadra forma-
da con nuestros propios tesoros para una guerra
estranjera.
« Se trata pues de una guerra sin mas allá: de
una guerra de estériles sacrificios y desorganiza-
ción social; ó de un sitio largo, á espera de sucesos
dudosos.
DE BUENOS AIRES 157

« Por medio de la solución pacífica, estoy per-


suadido, por el contrario, que si nuestra causa no
triunfa por el momento, si todavía no se impone,
está destinada á triunfar mas tarde, porque es la
de todas las provincias. >
Las bases principales de la paz se espresaban
en estos términos:
« Puedo aseguraros que la provincia ha mere-
cido el respeto que por sus hechos recientes ha
sabido conquistarse.
« El desarme se hará por su propio Gobierno.
No habrá proceso civil ni militar. Los Poderes
constituidos, la Administración misma, quedan
incólumes . . . . »
Considerada esta renuncia un dia después (Ju-
lio I ) fué aceptada por 48 Senadores y Diputa-
o

dos, no aceptada por 10, estando ausentes 7.

XVIII

M a s de Corrientes

Preguntamos otra vez.


¿ Qué era de Corrientes en todo este tiempo ?
158 LA DEPENSA

¿ Qué de los Diputados de esa provincia ?


¿ Qué de Arredondo y Baibiene ?
Por telegrama fecha 2 de Junio, el Gobernador
de Corrientes debia saber la salida del Presidente
á la Chacarita.
El Gobernador mismo de Buenos Aires le habia
escrito dos cartas, fechas 14 y 17 de Junio, dán-
dole cuenta detallada de los sucesos hasta esa
fecha, del pacto celebrado con el General Mitre á
su nombre, y de la entrega del subsidio pedido.
De ese telegrama, y de esas cartas no vino
respuesta, ni noticia alguna, hasta muchos dias
después de la renuncia del Gobernador.
Los Senadores y Diputados de aquella provin-
cia que podían informar sobre lo que pasaba,
tampoco se acercaron en ese tiempo al despacho
ó casa del Gobernador.
El Coronel Baibiene y General Arredondo, que
estaban todavía en la ciudad, nada hacían saber,
ni siquiera que ya no pensaban salir.
En los dias 20 y 21 mismos, ni unos ni otros
hicieron llegar su voz, sus consejos ó sus informes
hasta el Gobernador.
¿Podia creerse que consideraban insignifican-
tes esos hechos ?
En esos mismos dias, se ponía en manos del
DE BUENOS AIRES 159

-Gobernador una carta de Paisandú fecha 25 de


Junio, que decía:
« Hoy espero la noticia dé la invasión de Entre-
Rios. Esto vá despacio. Estas provincias están
dormidas. La jente no tiene espíritu. Los corren-
tinos parecen que jugaran á dos manos. No se
mueven ni se dan por entendidos. Para mandar
los chasques á Corrientes, hay que hacerlo á
fuerza de plata. No ayudan ni auxilian con nada.
Están sin saber nada de los sucesos que se desar-
rollan.
« Han perdido propicias y magníficas oportu-
nidades de apoderarse de la provincia de Entre-
Rios. Esa provincia está sola. Lo que hace falta
es una cabeza, un hombre, que se pronuncie, y
á quien sigan. Yo no lo veo, y eso me hace temer
que no suceda nada, y que cualquier movimiento
sea sin consecuencia por falta de dirección.
« Buenos Aires, para mí no tiene que esperar
ayuda de nadie, esa jente de Corrientes . . . . no
comprende que una vez que triunfe Avellaneda,
les manda una intervención que lo echa ala calle
á Cabral . . . . »
El I de Julio no habían salido todavía de Mon-
o

tevideo los mil Maussers que desde mediados de


Junio debían estar en camino.
Noticias directas del Gobierno de Corrientes,
160 LA DEFENSA

no comenzaron á recibirse sino del 12 de Julio


adelante; doce dias después de estar el Dr. More-
no en el gobierno, de haberse desarmado el pue-
blo, y abandonado las trincheras.
En ese dia llegó el primer telegrama, del 3 de
Julio (es decir nueve dias después de hecho) diri-
jido por el Vice-Gobernador Martinez,desdeSanta
Rosa áPaisandú, para ser trasmitido al Goberna-
dor de Buenos Aires, concebido en estos térmi-
nos:
« Diga al Gobernador de Buenos Aires que
concluyó el asunto de movilización de fuerzas
correntinas sobre la frontera, y que pronto se
arreglará también el de invasión á Entre-Rios. >
El 14 del mismo mes, el Gobernador de Buenos
Aires recibia recien la contestación del Goberna-
dor Cabral, via Paisandútambién.
La carta venia acompañada de otra, en que se
contabaque la remitida, habiasido llevada á Pai-
sandú por un chasque de Corrientes « abierta,
envuelta en un pedazo de diario viejo, sucio y
roto. »
Agregábase que preguntado el chasque porque
traía esa carta así, contestó: « que asi se la ha-
bían dado en Monte Caseros, y que le dijeron que
llegara acá, y me entregara eso. »
La carta del Dr. Cabral traía la fecha atrasada
DE BUENOS AIRES 161

de I de Julio : es decir, habia sido escrita 16dias


o

después de la renuncia del Gobernador de Buenos


Aires, y llegaba á manos de éste catorce dias des-
pués de escrita: por todo un mes.
En ella, el Gobernador Cabral empieza por
acusar recibo de las dos de 14 y 17 de Junio.
Después dice:
« Desde el primer momento esta provincia se
ha puesto en pié de guerra . . . .
" « En toda ella, tenemos en armas quince mil
hombres, ocho con el Vice-Gobernador en los De-
partamentos limítrofes con Entre-Rios: tres mil
con el Coronel Reguera en el centro . . . . mil
quinientos en esta ciudad . . . . el resto, en el
litoral oeste y norte sobre el Paraná, y Este sobre
el Uruguay.
« El Vice-Gobernador tiene las mejores fuer-
zas . . . . tiene cerca de dos mil quinientos infan-
tes, el resto es de caballería, ademas de tres
pequeñas piezas de bronce.
« Aquí tenemos setecientos i n f a n t e s . . . .
« Se ha resuelto que el Vice-Gobernador se
situé con su cuerpo de ejército en la frontera sobre
Basualdo, en condiciones de apoyar y dar fuerza
al movimiento en Entre-Rios, y de efectuar cual-
quier operación que de allí nos indiquen, ó que los
sucesos aconsejen . . . .
162 LA DEFENSA

« Este pueblo está animado del mayor espíritu.


No demuestra sino un solo sentimiento, el de ayu-
dar á Buenos Aires en su patriótica e m p r e s a . . . . >
El dia 15 de Julio se recibió otro telegrama des-
de Santa llosa, sin fecha, del Vice-Gobernador
Martinez, transmitido como los otros desde Pai-
sandú.
«Diga Julio Diaz, José Flores traicionó—Ca-
seros abandonado. Lo ocuparon los roquistas:»
El dia 16 de Julio llegó este otro, fecha 11, del
Ministro Yirasoro:
«Diga si debemos creer en arreglos hechos, ó
simplemente en hostilidades suspendidas».
He aqui todo lo que en mes y medio de estallada
la guerra, y quince dias de terminada, llegó de
Corrientes.
Asi, mientras las milicias de esta provincia se
batían heroicamente, las de Corrientes recien se
aprontaban.
Mientras el Comandante Diaz buscaba en ter-
ritorio entreriano la incorporación délas fuerzas
correntinas, estas recibian orden recien de situar-
se en la frontera sobre Basualdo.
Corrientes seguía pues á la espectativa.
Esperaba que Buenos Aires solo decidiese de
la suerte de las dos provincias.
DE BUENOS AIRES 163

Vijilaba en medio de los muertos, según las


fúnebres palabras de la Biblia.
El Gobernador tenia razón cuando decia en
su renuncia:
« He echado la vista á nuestro alrededor, y has-
ta ahora estamos solos ».

XIX

Dr. Moreno

El Dr. Moreno es en nuestra opinión, uno de


los hombres mas honrados, intelijentes y patriotas
de los que forman en el partido liberal.
En las difíciles circunstancias que tomó el go-
bierno, la regla de su conducta tenia que ser—ni
temeraria ni tímidamente.
Rodeado de felones, con apetitos desmesura-
dos, tenia el deber de no dar un paso sin guardarse
de la vuelta de cada esquina.
El Dr. Moreno sucumbió en la empresa, como
164: LA DEFENSA

sucede siempre en estos casos á los hombres de


su temple.
Pero tenemos el deber de contar todo, y segui-
mos.

XX

Continuación de la intervención

Era una condición estipulada para acatar la


autoridad nacional, que la intervención decretada
en Junio, debia cesar, con el canje de notas.
La manera con que esta base q uedó establecida,
se cuenta asi en la relación hecha el 31 de Julio
(1880).
« El Dr. Moreno acometió la cuestión de inter-
vención, manifestando que debia establecerse que
cesaria inmediatamente que él asumiese el man-
do...
«El Presidente contestó que nada habia que
establecer.. . Tomó el decreto sobre intervención
DE BUENOS AIEES 165

y mostrándolo al Dr. Moreno, dijo—Este decreto


establece que mientras dure la rebelión . . .la
comunicación que se me dirija, prestando acata-
miento á la autoridad nacional, le quita todarazon
de existir, y hace cesar la intervención.
« Nada liabia que observar á estas palabras, y
se pasó á otra cosa » (véase el apéndice.)
La relación referida, en esta como en todas sus
partes, ha sido confirmada después, no solo por el
Dr. Moreno, sino por todos los que intervinieron
en los arreglos.
¿Por que el Dr. Moreno no pidió la cesación,
inmediatamente que por su nota manifestó aca-
tar al Gobierno nacional?
¿Por que respetó las autoridades subalternas
que ese Gobierno habia nombrado, durante el
sitio de la ciudad, en la campaña del Norte ?
¿Porque consintió que aun después de los ar-
reglos continuaran haciéndose durante todo su
Gobierno otros nombramientos de la misma clase
al Sud y Oeste?
¿Por que se consentían en la ciudad misma las
órdenesdel Gobierno Nacional, referentes al orden
interno de la provincia, sin que antes cumpliese
el por su parte lo convenido en punto tan esen-
cial?
¿Por que se destruian las trincheras, se depo-
166 LA DEFENSA

sitaban las armas en el Parque, y se disolvían las


fuerzas de la defensa ?
¿Por que se permitia que se cobrasen las con-
tribuciones en toda la campaña por empleados de
la intervención, y su monto fuese á Belgrano, en
vez de ingresar en el tesoro provincial ?
¿Por que se consentía después de la paz, un
poder de guerra como es la intervención ?
¿Porque el Gobernador de la provincia se des-
tituía á sí mismo, antes de que lo destituyesen ?
¿No decia el Ministro del Interior en su con-
testación—« el Sr. Presidente me encarga ma-
nifestarle que acepta plenamente las seguri-
dades que contiene la nota de V. E., confiado en
su sincendady en el patriotismo con que V. E. las
consigna?

XXI

L e y de Capital

Se recordará que un dia, antes de la guerra,


se levantó el Dr. Avellaneda de buen humor, di-
DE BUENOS AIRES 167

ciendo al pueblo, que la ley de Capital podia ser


una solución del estado de conflicto en que se ha-
llaba la República.
Pues bien, el Dr Avellaneda faltaba á su ho-
nor, no cumplia lo estipulado, sacrificaba á su
amigo Moreno, por que esa idea habia renacido
mas viva que nunca en su espíritu ensoberbecido
y falso.
Alentado con la longanimidad del Gobierno
provincial, se consideró dueño de todo,y áúltima
hora tuvo la audacia de proponer como condición
para retirarla intervención, una ley de capital!
Exhibiendo estaexijencia exhorbitante, cuando
ya nada tenia que temer, se vengaba de sus debi-
lidades anteriores, y se proporcionaba un pretesto
para derribar al amigo, que no tenia el cinismo de
echar francamente.
Pero cosa increíble.
Sea fé todavía, sea prudencia, el Dr. Moreno
aceptó también la condición-, y púsose seriamente
á tratar de la cosa con los Ministros del Presi-
dente.
Agregáronse varios ciudadanos respetables á
las personas del Gobierno, y muchos de los mis-
mos miembros de la Lejislatura no fueron estrafíos
á estos coloquios.
Por otro lado, según se dice, algunos jefes de
168 LA DEFENSA

la defensa habian sido invitados al mismo tiempo


á conferenciar con los Ministros de la nación en
Palermo, sobre lo mismo.
Era una nueva tramoya del Presidente, con
lo cual tuvo sn suspenso por muchos dias la aten-
ción pública.
Pero sucedió lo que tenia que suceder con estos
medios.
Ni unos ni otros pudieron entenderse.
Faltaba la inspiración de la libertad á unos; y la
honradez á los otros.
El Gobierno de Buenos Aires nosentia tras de
sí al pueblo que habia desarmado imprudente-
mente.
El Gobierno de la Chacarita se sentía omnipo-
tente.
Y la convención de paz no tardó en ser violada
en todos sus estremos
DE BUENOS AIKES 169

XXII

C e s a c i ó n del Gobierno de la Provincia

La legislatura déla provincia fué la primera víc-


tima.
En esa fecha estaba ya reunido el Congreso, y
en quorum por los medios referidos.
Una ley declaró cesante á la Lejislatura.
El caso se prestaba para un golpe de teatro, y
Avellaneda no podia descuidarlo.
Buenos Aires amaneció con la noticia de que el
Presidente habia renunciado,
Se agregaba que en nota al Congreso afirmaba
que habiendo el reconocido en los arrsglos de paz
á los Poderes de la provincia, no le era posible
ejecutar una ley que los derrocaba:
Que después se habia acostado enfermo, y no
recibía.
170 LA DEPENSA

No faltó quien creyera todavia en el pudor del


Presidente.
Pero el Congreso insistió, sus miembros consi-
guieron romper la consigna, y todo quedó enten-
dido para entrar de común acuerdo en plena
reconstrucción.
El amigo Moreno, que. no queria entregar
la capital en la forma pedida, fué completamente
olvidado.
Un batallón ocupó esa .noche el recinto de la
Lejislatura, y en la mañana siguiente las llaves
fueron remitidas formalmente al Gobernador Mo-
reno por el Ministro del Interior.
El amigo Avellaneda agregaba la ironia al
atentado.
En ese mismo dia, el Gobernador devolviólas
llaves, y deja su puesto, que fué ocupado por el
Interventor, conservado á ese objeto por tres
meses.
Y Buenos Aires que habia mostrado con las
armas en la mano de que fuerza y vitalidad esta-
ba dotado, presenció impasible todo esto, y consin-
tió en ser administrado desde ese momento por el
Gobierno Nacional!
En la prensa, alguno ha preguntado:
¿Donde están los grandes criminales en estos
acontecimientos?
DE BUENOS AIRES 171

Nosotros dejamos trasados los perfiles; la histo-


ria llenará un dia el cuadro, estampando sobre
su frente el estígmate que merecen.
¿Dequienes es la vergüenza? ha preguntado
otro.
La vergüenza es de los culpables, y no de las
víctimas, porque lo que avergüenza no es el supli-
cio sino el crimen.

XXIII

Conclusion

Los estoicos del imperio romano representaban


la dignidad de la razón, la libertad de la concien-
cia.
En el fondo de sus retiros, y bajo las sombras
«n que se envolvían, los primeros cristianos lleva-
ban consigo los secretos del porvenir.
Los estoicos desaparecieron olvidados, sin ha-
172 LA DEFENSA

cer nada por su patria, mientras los cristianos


acabaron por el triunfo.
Es que los hechos no tienen la misma ley de las
ideas.
El partido liberal condenado al ilotismo políti^
co, no puede continuar en su inacción actual.
Tampoco puede participar de los atentados,
consumados al favor de la fuerza, puesta traidora-
mente al servicio de sus adversarios.
La paciencia puede ser una virtud para los que
tienen el porvenir delante, pero no para los que
han perdido todo.
Lejos de nosotros aconsejarla.
En el término medio creemos que está la ver-
dad.
El partido liberal de Buenos Aires se halla en
presencia de dos clases de hechos enteramente
distintos: unos de carácter nacional-, otros, de or-
den puramente provincial.
En la insuficiencia de nuestras costumbres
republicanas, los primeros están fuera de nuestro
alcance: en su fondo, son la espresion del estado
de los espíritus en la República, y en su forma no
salen del réjim en común: hay pues que respetar-
los, como los habría respetado el partido liberal,
aunque hubiese estado en el poder.
Pero los hechos realizados en la provincia, son
DE BUENOS AIRES 173

viciosos en todo. Lo son por las autoridades de


que han procedido, por los medios empleados, por
el uso que sigue haciéndose del poder. Rocobrar
lo que no se ha dado libremente, ó se adquirido
de aquel modo, tiene que ser su bandera; ó no
tiene ninguna.
APÉNDICE
ESPOSICION DOCUMENTADA
DE

LOS ARREGLOS DE PAZ


ENTRE

EL GOBIEMO DE L i M C I O N Y EL DE ü PROVINCIA
TERHINADOS

EL 1° DE JULIO DE 1880

El Presidente presentó su renuncia, por creer


que su honor y su lealtad le impedían dar cum-
plimiento ala ley que derroca la Legislatura de
la Provincia, y movido de los mismos sentimien-
tos acaba de oponer el veto.
Sea cual fuese la suerte de este acto, la lectura
de una esposicion en que para nada figura la
pasión política, ni es mas que la narración sen-.
cilla de lo que pasó, podrá servir para juzgar
con mejor criterio los hechos que se están pro-
duciendo.
Lanzamos, pues, á la publicidad el trabajo que
teníamos como memorándum, en defensa de
178 LA DEFENSA

nuestra conducta ante nuestros amigos, y que


hoy creemos deber de patriotismo hacerlo cono-
cer de todos.

Buenos Aires, Agosto 18 d e 18S0.

C. T E J E D O R .
SANTIAGO ALCOETA. ( 1 )

Después de los sangrientos combates del 20 y


21 de Junio, en Barracas, Puente Alsina y
Corrales, se presentaron el dia 22 á las 3 de la
tarde al Gobernador de la provincia, el Nuncio
Apostólico monseñor Mattera, y el Ministro ale-
mán Barón deHolleben, á ofrecer en nombre del
Cuerpo Diplomático estrangero, su mediación
para la celebración de un armisticio y negocia-
ciones de paz, diciendo que en igual misión
habian ido á ver al Presidente los Ministros del
Perú y del Paraguay.
El gobernador, después de una larga confe-
rencia, acabó por aceptar la idea de un armisticio-

(1) No firman e s t a e s p o s i c i o n el S r . G a i n z a por estar


a u s e n t e y el S r . B a l b i n , q u e no h a s i d o i n v i t a d o p o r s e g u i r
ejerciendo l a s funciones de M i n i s t r o de la n u e v a a d m i n i s -
tración.
DE BUENOS AIRES 179

sobre la base de una comisión arbitral de cinco


personas por cada una de las partes, para arre-
glar la paz.
El Sr. Mattera se retiró satisfecho, diciendo
que entreveía una esperanza en el medio pro-
puesto.

El 23 de Junio á las 5 lj2 de la tarde, el


Nuncio regresó de Belgrano, acompañado de los
Ministros del Perú y Paraguay, y anunció al
Gobernador en su casa particular que se habia
convenido un armisticio que empezaría ese mis-
mo dia á las 8 de la noche, y terminaría al
siguiente á la misma hora, á fin de que en este
tiempo pudiera establecerse la negociación de
paz, agregando que por parte del Presidente se
habían impartido ya las órdenes, y nombrádose
como comisionado al efecto al Sr Ministro de
Hacienda.
El gobernador contestó que por su parte iba á
dar inmediatamente las órdenes relativas al
armisticio, y que designaría para representarle
en la negociación al Sr. D. Félix Frias, entonces
en Belgrano, no obstante observar que el armis-
ticio le parecía demasiado corto para los propó-
180 LA DEFENSA

sitos que se tenianj á lo que contestó el señor


Mattera, que creia fácil conseguir que se alar-
gase.

Este armisticio fué violado al dia siguiente


( 2 4 de Junio) alas diez de la mañana, por la
escuadra, la que arrojó una cantidad de grana-
das sobre el cuartel del Retiro, sobre la estación
del ferro carril del Norte y sobre la ciudad,
llegando algunas hasta la calle General Lavalle.
El Gobernador dirijió en el acto una carta al
Nuncio, poniendo en su conocimiento el hecho,
la cual no encontrándolo ya en su casa, le fué
remitida á Belgrano, donde habia ido llevando
al Sr. Frias la carta que contenia sus instruc-
ciones.
En ésta, el Gobernador decia al Sr. Frias que
podia entablar las negociación sobre la base
indicada al Nuncio, pero que si ella tomaba otro
rumbo, seria necesario que viniera á la ciudad,
á dar cuenta para resolver.
El cuerpo diplomático no reclamó hasta el 25
de la violación del armisticio.
DE BUENOS AIRES 18Í

E l Sr. Frías aceptando la misión, bús'có al


1

Ministro Cortinez y tuvo con él una larga con-


ferencia, sobre bases que escritas lé habían sido
entregadas, según dijo, por' el Sr. Presidente,
y que eran simples indicaciones de rendición.
Esas' bases eran:
« I Separación de las autoridades ó poderes
o

que han encabezado el movimiento revolucio-


nario.
« 2 Disolución de las fuerzas con entrega
o

de las armas.
« 3 No se hará ningún proceso militar ni
o

civil; pero los empleados ó militares que hayan


desobedecido las órdenes del gobierno, ó tomado
parte en la insurrección, quedarán fuera de sus
puestos ó empleos, según está ya decretado.
« 4 Respeto absoluto á las personas, propie-
o

dades etc. esceptuando aquellas medidas de iúi


carácter transitorio y policial, derivadas del
estado de sitio, y que pudieran ser prudentemen-
te requeridas, hasta el restablecimiento de una
situación normal».
En vano el Sr. Frias se esforzó por discutir
éstos puntos: el Sr. Cortinez sé encerraba en el
mutismo, ó declaraba qué ño podia alterar las
instrucciones dadas; y él Sr. Frías sé retiró.
Según el Sr. Frias también, ninguna irhpór-
182 LA DEFENSA

tancia se dio en Belgrano al hecho del bombar-


deo, que se reduciaá dos tiros, y era atribuido á
algún error, ó provocación.
Al entregar estas condiciones, cuyos origina-
les existen en poder del Dr. Tejedor, como los
demás documentos que se han de citar, el Sr.
Frías espresó que él no se habia hecho cargo de
ellas, que solo las. presentaba como muestra, y
agregó que aunque creia que no desistirían de
ellas, su opinión era que no debia abandonarse el
terreno de la negociación, por otros medios y
otras personas.
Pensando lo mismo el Gobernador y los Minis-
tros, que desde entonces tomaron parte en la
negociación, se llamó al general Mitre, gefe de
la plaza, y se le propuso encargarse de ella.
El general aceptó y fué acreditado con esta
carta

«Buenos Aires, Junio 2 5 de 1880

« Señor Presidente :
« Hay en la ciudad fuerza bastante para resis-
tir los ataques que se le traigan.
«Hay la opinión que alienta en los contrastes
y sostiene en la lucha.
DE BUENOS AIRES 183

« Quiero sin embargo en cuanto de mí depen-


da, ahorrar mas escenas de sangre.
«Quiero librar de la muerte á la juventud,
que es el porvenir de la patria: á la clase me-
nesterosa y trabajadora, del hambre; y á la
campaña, de las depredaciones de una guerra
duradera.
« Prefiero las bendiciones de las madres, á la
vanagloria del triunfo mismo, que se comprase
á costa de tanto sacrificio; y resuelvo solicitar
un arreglo pacífico, honorable para la provin-
cia, aunque no lo sea para mí.
«Animado de estos sentimientos, he pedido al
general Mitre que pase á hacerle una visita para
un arreglo decoroso que ponga pronto término
á la situación violenta en que nos encontramos;
y puede V. E. darle entero crédito á lo que le
diga en mi nombre; seguro de que si esa forma
se encuentra, ningún otro sacrificio será rehusa-
do por mí.
«Soy de V. E. &.
C. TEJEDOR

Llevada la carta al Presidente por D. E.


Madero, antes de salir de la plaza el General
Mitre, el Presidente contestó al Gobernador en
estos términos:
184 LA DEPENSA

«Señor Gobernador:

«Acabo de recibir la carta de V. E. y en el


acto lie nombrado á mis tres ministros aquí pre-^
sentes para que se entiendan con el General
Mitre.
«Escribo al Sr. Mitre avisándole, y anun-
ciándole que es aguardado ya por los tres Mi-
nistros.

N. AVELLANEDA.

B e l g r a n o , Junio 25 de 18S0.

Exmo. Sr Gobernador Dr. D. C. Tejedor, etc.»

Y al GeneralMitre en estos otros, siendo reci-


bido después con todos los honores militares:

«Señor General:
« Lo saludo á Y. y deseo que su residencia en
Belgrano sea eficaz en sus propósitos.
« E I S r . Gobernador Tejedor me escribe que
le ha dado plenos poderes, acreditándolo cerca
de mí.
« Por mi parte he nombrado á mis tres minis-
tros aquí presentes, para que se entiendan con
DE BUENOS AIRES 135

V. Ellos le aguardan dentro de una hora en la


casa del Ministro del Interior.
« Soy con este motivo su affmo. y atento ser-
vidor.
N. A V E L L A N E D A .
Belgrano. J u n i o , 25 de 1880.

El General se reunió dos veces con los minis-


tros Zorrilla, Pellegriniy Cortinez.
En la primera, siguiendo todas las mismas
inspiraciones á que habia antes obedecido el
ministro Cortinez, exijieron como éste la desa-
parición de los poderes públicos de la provincia,
para ser organizados bajo la acción de la inter-
vención nacional.
El General Mitre contestó indignado que si no
habia otra proposición que esa, no tendría otra
cosa que hacer que retirarse á la plaza, la cual
tenia sobrados elementos para resistir, hasta
que por medio de la victoria se impusiese á la
provincia la humillación que esa proposición
envolvía.
Los Ministros manifestaron entonces que de-
bía quedarse, porque conferenciando de nuevo
con el Presidente, podia la proposición ser alte-
rada, indicándole hora para reunirse de nuevo,
y pidiéndole formulase por su parte la suyav
186 LA DEPENSA

El general presentó como bases posibles, las


siguientes:
«Acatamiento del gobirno de Buenos Aires á
los poderes públicos de la nación y obediencia al
Presidente de la República.
«Desarme déla guarnición de Buenos Aires,
entregando las armas de propiedad pública en
elParque nacional.
< No habrá procesos políticos ».

La conferencia con el Presidente tuvo lu-


gar : también una del Presidente con los Sena-
dores de Belgrano; y en seguida los minis-
tros negociadores presentaron al general Mitre,
como aceptadas por el Presidente, las siguientes
bases. ( 1 )
« Dada la separación del Dr. Tejedor, el gobier-
no que le suceda prestará pleno acatamiento á
los poderes déla nación, y obediencia al Presi-
dente de la República.
« Se procederá inmediatamente ( 2 ) al desarme

(1) D e puño y letra del D r . Pellegrini.

( 2 ) Esta palabra parece agregada de puño y letra • del


Dr. Avellaneda.
DE BUENOS AIRES 187

de todas las fuerzas que componen la guarnición


de Buenos Aires, entregando las armas en el
Parque Nacional, y sin que puedan subsistir
aquellas bajo ninguna denominación ni forma.
« Sin perjuicio de las facultades del Presidente
por la via administrativa ó militar, no habrá pro-
cesos políticos ni militares.
< Estas bases deberán ser ratificadas mañana
á las 8 a. m. por el señor Presidente y el Sr. Vice-
gobernador, Dr. Moreno, en una conferencia que
tendrá lugar en Belgrano».

En este mismo dia se anunció al general Mitre,


que la Cámara de Diputados reunida en minoría,
•el dia anterior, habia declarado cesantes á los
Diputados que estaban en Buenos Aires; pero
que celebrada la paz, el Presidente decia que esa
resolución podia ser reconsiderada, para lo cual
ofrecía su influencia.

Tomadas en consideración por el Gobierno de


la provincia las bases propuestas, creyó que
debían ampliarse, á fin de arreglar otras puntos
188 LA DEPENSA

de importancia, como la intervención, el estado


de sitio, la forma y estension del desarme.
Decidió, pues, el viajé, del Dr, Moreno, que
hacia ademas conveniente su amistad con el
Presidente, y la circunstancia de que sería él
quien tendría en todo caso qué ejecutar las obli-
gaciones contraidas.

La conferencia del Dr. Moreno fué directa' con?


el Presidente, aunque concurrieron en seguida
los ministros Zorrilla y Pellegrini.
La posibilidad de un arreglo, anunciada desde
la conferencia del dia anterior, habia producido
descontento en algunos intransigentes de Bel
grano, que creían fácil la victoria sobre Buenos
Aires, y en otros que buscaban posiciones en la
continuación de la guerra; y casi á los oidos
mismos del Presidente, el Dr. Moreno oyó frases
de enojo, que no pueden repetirse.
El Dr. Moreno acometió la cuestión de inter-
vención, manifestando que debia establecerse
que cesaría inmediatamente que él asumiese el
mandó, y quedase arreglada la paz.
El Presidente contestó qué nada habia que
establecer al respectó Tomó el decreto sobre la
DE BUENOS AIRES 189

intervención, y mostrándolo al Dr. Moreno le


dijo: «este decreto establece que mientras dure
la rebelión del Gobierno de Buenos Aires, queda
intervenida la Provincia. La comunicación que
tú me dirijas prestando acatamiento á la autori-
dad nacional, le quita toda razón de existencia y
hace cesar la intervención».
Nadahabia que observar á estas palabras, y se
paso á otra cosa.
Sobre el estado de sitio, observó el Dr. Moreno
que debía cesar al mismo tiempo que la interven-
ción. El Presidente le contestó que con venia á
los Gobiernos mantenerlo hasta la completa paci-
ficación de la Provincia, y que ofrecia no hacer
uso de él sino para contener los desbordes de la
prensa; agregando que obtener la suspensión,
seria una ventaja ilusoria, desde que al dia si-
guiente podria el Congreso restablecerlo.
Hablóse enseguida del desarme, y se convino
en que el solo comprendería para la Provincia el
licénciamiento de la guardia nacional, cuyas
armas se depositarían en el Parque, mantenien-
do el batallón Guardia de Cárceles, en el número
que señala el presupuesto, y las policías de ciu-
dad y campaña, sin organización militar; y en
cuanto al ejército nacional, que volverían los
batallones de guardia nacional á sus provincias
190 LA DEFENSA

desde el campamento, entrando solo ala ciudad


la antigua guarnición, sin aparato.
Conibínose así mismo, que la forma que se
daría gestos arreglos seria pasar el Dr. Moreno,
después de la renuncia del Dr. Tejeder, la si-
guiente nota al gobierno nacional :

«Al Sr. Presidente de la República.

« Habiendo sido aceptada la renuncia del car-


go de Gobernador de la Provincia elevada por el
doctor don Carlos Tejedor, me he recibido del
mando en el dia de la fecha.
«Con este motivo, vengo á manifestar al señor
Presidente, que la Provincia que Buenos Aires,
y su gobierno, prestan plano acatamiento á los
Poderes Públicos de la Nación.
« E n este concepto, va á procederse inmedia-
tamente al desarme de las fuerzas de la guarni-
ción, y la entrega de sus armas, á fin de que sean
depositadas.
« El batallón Guardia de Cárceles solo tendrá
el número de su primitiva formación, y se supri-
mirá la organización militar de la policía.
«Removidas así las causas que nos han con-
ducido á la situación actual, espero que el señor
Presidente tomará todas las resoluciones que
DE BUENOS AIRES 191

sirvan para radicar la paz, momentáneamente


perturbada.
«Saludo al señor Presidente con mi mayor
consideración y respeto.
J O S É M. M O R E N O . »

Y que ella seria contestada por el Ministro del


Interior con esta otra:

« Señor Gobernador.

«He trasmitido al señor Presidente las segu-


ridades que contiene la nota de V. E., y el señor
Presidente me encarga manifestarle que las
acepta plenamente, confiado en su sinceridad, y
en el patriotismo con que V. E. las consigna.
« E l señor Presidente me autoriza además
para decir á V. E. que puede anunciar que no
promoverá ningún proceso político ni militar,
con el objeto de propender á la pacificación de
los espíritus.
« Aprovecho esta ocasión para saludar al se-
ñor Gobernador con mi consideración distin-
guida.
B. ZORRILLA.

El borrador de la primera nota se preparó por


el Dr. Pellegrini, de la cual se suprimieron las
192 LA DEPENSA

palabras «Parque de Artillería» que contenia,


como designación del lugar en que debían ser
entregadas las armas de la guarnición.
El de la segunda fué preparado por el doctor
Moreno, quien habia agregado al segundo pár-
rafo éstas palabras «volviendo los cuerpos del
ejército á sus acantonamientos respectivos» que
el Presidente rechazó por ser las mismas, dijo,
del 15 de Febrero, y que el Dr. Moreno ofreció
cambiar, sin perjuicio de decir lo mismo en otra
forma, según lo manifestó á su regreso en el
acuerdo de gobierno.
Reglamentando el desarme, el Dr. Pellegrini,
presentó en la misma conferencia estos apuntes:
«El Ministro de la Guerra piensa que debe
verificarse el desarme en la forma siguiente:
«Entregado el Parque á la Nación, ocupará
su puesto el gefe del Parque. Los cuerpos de la
guarnición se trasladarán al Parque con sus ge-
fes, y allí estos ordenarán que se formen pabe-
llones, y harán romper filas. Dejadas las armas,
el gefe del Parque las trasladará á los depósitos.
«Los batallones del ejército, antes de licen
ciarse y dirigirse á su destino, irán á depositar
sus armas al Parque. Esto se hará enviando
solo los cuerpos, á medida que deban embarcar-
se para volver á sus posiciones.»
DB BUENOS AIRES 193

El Dr. Moreno opuso á esta forma algunas


observaciones, que no continuó por hallarse in-
dispuesto, y tener necesidad de regresar.
Hay que agregar que en esta conferencia, el
Presidente dijo al Dr. Moreno, que nada podia
hacer sobre los Diputados al Congreso, según lo
ofrecido al General Mitre, porque los miembros
de la Cámara estaban muy exaltados; y que eso
habria que buscarlo de otra manera
En la misma conferencia, se promovió al doc-
tor Moreno conversación sobre los actos que pro-
duciria en su gobierno.
Se le habló de sus ministros, á que contestó :
« Yo no sé si tendré que nombrar, pues he pedido
á los que están que 'se queden; pero si ellos se
negasen, ustedes bien conocen, y saben que yo
no llamaría á mi consejo sino hombres sanos,
honorables y capaces;» y pidiéndosele nombres
en esta hipótesis, dio el de algunas personas.
Se le habló también del Gefe de Policia, y con-
testó que él no pediría su renuncia á este, ni á
nadie, por razón de la nueva situación, pero que
si la presentase, llevaría á ese puesto una per-
sona de alto rango social.
194 LA DEFENSA

El Dr. Moreno volvió, y convocados en casa


del Gobernador, los Ministros, General Mitre y
señor Frias, esplicó todo lo ocurrido, leyendo
los borradores que traia.
Al conocerse ios apuntes del Dr. Pellegrini,
sobre el desarme, el Gobernador, los Ministros y
General Mitre dijeron que la forma allí indicada
de entregar las armas importaba una rendición;
y que antes de pasar por ella seria preferible
continuar la guerra, manifestando también opo-
sición á que los batallones de las provincias
entrasen á la ciudad á dejar sus armas.
Se acordó en consecuencia que solo se consen-
tiría el desarme en esta forma-' que las fuerzas
de la guarnición dejasen sus armas en la casa
de Gobierno de la Provincia, para ser enviadas
de allí al Parque; y que los guardias nacionales
de las provincias las dejarían fuera de la capital,
embarcándose desde sus campamentos, sin en-
trar a l a ciudad.

No pudiendo por su enfermedad hacer nuevo


viaje el Dr. Moreno, se solicitó del Dr. D. Aman-
d o Alcorta que fuese en su representación, como
lo verificó el 27 llevando una carta del Dr. More-
BE BUENOS AIRES 195

no para el Presidente; y los siguientes apuntes


sobre el desarme, en sustitución de los del doctor
Pellegrini:
«El Ministro de la Guerra piensa que debe
verificarse el desarme en la forma siguiente:
« E l Yice-Gobernador de Buenos Aires hará
- que los cuerpos de la guarnición ocurran á la
casa de gobierno y dejen allí sus armas, que
después serán depositadas (1) en el Parque Na-
cional.
«, Los batallones del ejército que han de volver
á sus provincias respectivas, serán desarmados
y embarcados fuera de la ciudad.
«Las fuerzas de línea que forman la guarni-
ción de la capital, volverán á ella, entrando á
sus cuarteles sin aparato alguno.»
La conferencia con el Dr. Alcorta fué larga y
cordial. El Presidente se mostró muy satisfecho
de la paz, admitió sin vacilar el desarme en la
forma enviada desde Buenos Aires, y escribió la
siguiente carta al Dr. Moreno, en que rechazaba
toda intención de que las tropas nacionales en-
trasen en triunfo.

( 1 ) E l a p u n t e d e c i a « l l e v a d a s á d e p ó s i t o al P a r q u e N a c i o -
n a l . » E l P r e s i d e n t e b o r r ó « l l e v a d a s á» y c o r r i g i ó d e s u l e t r a
Ja p a l a b r a « d e p ó s i t o » p o r « d e p o s i t a d a s e n é l . »
196 LA DEFENSA

« Querido José Maria :


El Dr. Alcorta me dice que se habla de osten-
taciones militares en las calles de Buenos Aires.
Me creia al abrigo de estas sospechas. Por Dios!
no creo que se me ocurra jamás convertir mi
corta-pluma de amanuense en la espada de un
conquistador.
Nada y nada en este sentido. Me siento Presi-
dente de la República, cuando se trata del honor
de todos y cada uno de sus pueblos, y hasta de
sus vanaglorias.
Tuyo.
N. AVELLANEDA.»
Junio 27 de 1880.

Regresado el Dr. Alcorta, tuvo lugar en casa


del Gobernador una nueva reunión, compuesta
de los Ministros, del Tice-Gobernador, General
Mitre y Dr. Alcorta, refiriendo este en ella todo
lo que habia conversado con el Presidente y
agregando de parte de éste que era preciso que
el Dr. Moreno fuese al dia siguiente para desaho-
garse con él.
Todas las personas presentes, incluso el Vice-
Gobernador, comprendieron que la intención
era arrancar de éste algunas concesiones; y en-
DE BUENOS AIEES 197

tendieron que los arreglos no podian darse por


terminados hasta después de esa entrevista.
El Gobernador entonces manifestó que si el
Dr. Moreno tomaba en la nueva entrevista algún
compromiso estraño, ó fuera de lo convenido, él
por su parte declaraba que no habria paz.
Agregó, que la tendencia del Presidente á
comprometer al Vice-Gobernador, arrancándole
concesiones privadas, le mostraba evidentemen-
te la necesidad de que él, en su renuncia, refiriese
las principales bases de la paz.
El Dr. Moreno apoyó la idea, espresando que
hasta entonces ningún compromiso particular
habia contraído, que altéraselos arreglos, y que
podian estar seguros de que ningunos contraería
en la nueva entrevista.
El Gobernador, en consecuencia, anunció en
la renuncia que presentó á la H. A. el I de Julio:
o

«Puedo aseguraros que la Provincia ha me-


recido el respeto que por sus hechos recientes ha.
sabido conquistarse.
« El desarme se hará por su propio Gobierno.
No habrá proceso civil ni militar. Los Poderes-
constitucionales, la administración misma que-
dan incólumes, encargándose el Presidente mis-
mo de hacerlo saber.»
198 LA DEPENSA

El 28 se dirijió el Dr. Moreno á Belgrano.


Al salir, el Gobernador puso en sus manos,
como acuerdos de que no podria apartarse :
1° Que su separación no era una condición,
sino un hecho espontáneo que él producirla den-
tro del tiempo necesario para llenar las formas
constitucionales.
2 Que el desarme seria solo de los cuerpos
o

estraordinarios creados para la defensa, y la en-


trega de las armas se haria sin forma de triunfo.
3 Que solo entrarían á Buenos Aires las
o

fuerzas nacionales que estaban antes, regresan-


do dé Campana las demás.
La parte del acatamiento, y de los procesos
civiles y militares, estaba ya preparada en do-
cumentos cambiados como borradores, y la parte
de los Poderes públicos había quedado fuera de
cuestión desde los primeros momentos.
Apenas llegó el Dr. Moreno á casa del Presi-
dente, cuando empezaron á presentarse otras
personas.
El Presidente habló generalidades, y dejó á
esas personas que investigasen del Dr. Moreno,
cuál seria su conducta en el gobierno.
En el curso de la conversación, una de ellas (1)
( 1 ) E l D r . A . del V a l l e , q u i e n p a r t i e n d o d e l a b a s e c o n v e -
n i d a p o r la c u a l la I n t e r v e n c i ó n d e b i a c e s a r , h a c í a e s t a
exigencia.
DE BUENOS AIRES 199

sostuvo que debia el Dr. Moreno mantener


las autoridades de campaña que el Interventor
habia puesto hasta esa fecha.
Después de una discusión ardiente y desagra-
dable, entre ella y el Dr. Moreno, éste rechazó
categóricamente semejante pretensión, mani-
festando que en esto como en lo demás, él se
consideraba en completa libertad de acción.
No pedían, pues, esas personas sino los nom-
bramientos hechos.
El mismo Dr. Avellaneda no rompió su silen-
cio en esta conferencia, sino para pedir al doctor
Moreno un puesto público vacante para uno de
sus amigos políticos, que le fué negado también
por el Dr. Moreno.
El Presidente concluyó manifestando su con-
formidad con las bases antes espuestas, dio por
terminados por su parte los arreglos, y agregó
que en ese momento iba á escribir una proclama
en que anunciarla lo convenido, y la cual envia-
ría al Dr. Moreno para que la viese, antes de
publicarse.

El Dr. Moreno regresó á la ciudad, dio cuenta


de todo ante las mismas personas, y se acordó
200 LA DEFENSA

que escribiese al Presidente, diciéndole "que poi-


parte también del Gobierno de la Provincia que-
daba todo terminado, y se procedería muy luego
á dar principio á la ejecución.

El 29 el Dr. Moreno escribió en efecto pidien-


do al Presidente la proclama ofrecida, y órdenes
para que se permitiese el abasto en la plaza, con
algunas observaciones sobre la carta conducida
por el Dr. Alcorta.
El Presidente contestó:

« Querido José María .-

«No he escrito ninguna proclama, porque es-


peraba los acontecimientos, cuya realización
debías tú anunciarme.
« E n cuanto á mi carta, lijera en las formas,,
es no solamente seria, sino sincera en el fondo.
Cuanto en ella digo puedes repetirlo y ratificar-
lo, seguro de no ser contradicho.
« E n lo que respecta al armisticio existe ya
por esta parte. . . .
« E n cuanto al abasto de la ciudad, se permi-
DE BUENOS AIRES 201

tira mañana apenas se haya realizado el primer


hecho de la pacificación.

N. AVELLANEDA.

« Junio 29. »

Resulta, pues, de lo espuesto que en los arre-


glos de paz se trataron y quedaron eliminados
por haber sido rechazados por el Gobierno de la
Provincia, los siguientes puntos:
I La desaparición de los Poderes Públicos de
o

la Provincia, y su nueva organización, bajo la


acción de la Intervención.
2 El mantenimiento de la Intervención des-
o

pués de asumido el mando por el Yice-Gober-


nador.
3 La conservación de las autoridades puestas
o

por el Interventor en la campaña.


4 El cambio de ministros, del gefe de policia
o

ni de funcionario alguno.
5 El desarme de las tropas de la plaza en el
o

Parque de Artillería, ante un funcionario de. la


Nación.
202 TJA DEPENSA

6° La entrada de los guardias nacionales de


las provincias y su desarme en la ciudad.

Resulta también que las condiciones acepta-


das definitivamente fueron las siguientes:
I Declaración de acatamiento pleno á los
a

Poderes públicos de la Nación, por el Yice-Go-


bernador al asumir el mando de la Provincia.
2 Desarme de las fuerzas de la guarnición
a

por el Gobernador de la Provincia en la forma


y lugar que él mismo elijiese, para enviar des-
pués á depósito (no como entrega) las armas al
Parque.
3 Conservación por parte de la Provincia
a

del batallón «Guardia de Cárceles » con el nú-


mero del presupuesto, y de las policías de ciudad
y campaña, sin organización militar.
4 El Presidente por su parte declararía que
a

no habrían procesos políticos ni militares, á cau-


sa de los últimos sucesos.
5 La Intervención cesaría, después de hacer
3

el Vice-Gobernador la manifestación de acata-


miento convenida.
DE BUENOS AIRES 203

6 Se mantendría el estado de sitio hasta la


a

completa pacificación de la Provincia.


7 El ejército volvería á sus posiciones ante-
a

riores, ocupando la guarnición ordinaria de la


Capital, sus cuarteles, sin aparato.

Buenos Aires, Julio 31 d e 1880.


INDICE

L A D E F E N S A DE BUENOS A I R E S

(1878-1880)

Prólogo 3

CAPÍTULO I.

De los derechos federales en general 5


I Equilibrio de Poderes 6
II Atribuciones del Gobierno Nacional 8
III Atribuciones de los Gobiernos de Provincia. 9
IV Origen Mornárquico 12
V Condiciones sociales 14
VI Elecciones 15
VII Proyectos reaccionarios 16
VIII Derechos de los Estados 18
IX Milicia 20
X Ejército 23
XI Uso de armas 24
XII Territorios Nacionales..' *26
XIII Intervenciones 28
XIV Guerra de separación 30
XV Reconstrucción 32
206 LA DEFENSA

CAPÍTULO II

Be las relaciones entre los dos gobiernos 35


I Rol de Buenos Aires en la R e p ú b l i c a . . . . . 35
II Banco de la Provincia 37
III Espíritu separatista 40
VI Residencia 41
V El nuevo gobierno 42
VT Programa 4&
VII Candidatura del Gobernador—General Roca. 44
VIII Tierras del Sud ... 46
I X Elecciones (Marzo 1879) 49
X Candidatura Roca 51
X I Candidatura del Gobernador por los partidos. 52
X I I Sobresaltos de Avellaneda 55
X I I I Consecuencia de la proclamación 57
XIV Actitud de Corrientes 58
•XV Correspondencia con el Gobernador Cabral. 61
X V I Los partidos liberales 67
XVII La asociación del Tiro , 70
XVIII Sarmiento, Ministro del Interior 71
X I X Nuevo Ministerio , 78
X X Tercer candidato-.. „ 79
X X I Decreto de 13. de Febrero • 81
X X I I Quince de Febrero 85
X X I I I Movimiento del Bragado 89
X X I V Del 15 al 17. de Febrero 91
XXV- Revista -del ejército 93
X X V I Visita del Dr. Alberdi. 94
X X V I I Hostilidades posteriores. 95
X X V I I I La casa.del Presidente 98
X X I X Lejislatura de la Provincia 101
X X X Conferencia con Roca 103
DE BUENOS AIliES 207

X X X I Fiesta de Rivadavia . . 10(5


X X X I I El Gobernador se despoja de su candidatura 108
X X X I I I Las armas desembarcadas 110

CAPÍTULO III.

El Gobierno Nacional en Belgrano 115


I El Presidente dejala ciudad 115
II Proclamación 118
III Contestación 120
IV Decreto de Intervención •"• 124
V Significado de las dos proclamas 125
VI Actitud de la campaña 127
VII El Congreso y la Corte 130
VIII Renuncia del Ministro González 131
I X Mediación de la Corte 132
X Los primeros tiros 134
X I Combate de Olivera 135
X I I Combates del 20 y del 21 138
XIII Corrientes otra vez 140
XIV Arreglos de paz 146
XV Consejo de guerra 150
XVI Asamblea Legislativa 154
XVII Renuncia del Gobernador 156
XVIII Mas de Corrientes 157
X I X Dr. Moreno 163
X X Continuación de la Intervención 164
X X I Ley de Capital l«í
X X I I Cesación del Gobernador de la Provincia.... 169
X X I I I Conclusión 171

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