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¿Ha matado la ciencia a la filosofía?

 By Javier Sampedro, Adela Cortina, cultura.elpais.com


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 enero 2º, 2015

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No tan muerta

Por Javier Sampedro


Yo, señor, soy un científico raro. Sé que meterse con los filósofos es una de las aficiones
favoritas de los científicos. Francis Crick, codescubridor de la doble hélice del ADN,
aseguraba con característica mala uva que el único filósofo de la historia que había tenido
éxito era Albert Einstein. El genetista y premio Nobel Jaques Monod dedicó un libro
entero, El azar y la necesidad,a reírse de los filósofos marxistas, y el cosmólogo Stephen
Hawking ha declarado con gran aparato eléctrico que “la filosofía ha muerto”, lo que ha
dejado de piedra a los filósofos y seguramente a los muertos. Pero fíjense en que todos esos
dardos venenosos no son expresiones científicas, sino filosóficas, y que por tanto se
autorrefutan como una paradoja de Epiménides (ya les dije que yo era un científico raro).
¿Qué quiere decir Hawking con eso de que la filosofía ha muerto? Quiere decir que las
cuestiones fundamentales sobre la naturaleza del universo no pueden responderse sin los
datos masivos que emergen de los aceleradores de partículas y los telescopios gigantes.
Quiere decir que la pregunta “¿por qué estamos aquí?” queda fuera del alcance del
pensamiento puro. Quiere decir que el progreso del conocimiento es esclavo de los datos,
que su única servidumbre es la realidad, que cuando una teoría falla la culpa es del
pensador, nunca de la naturaleza. Un físico teórico sabe mejor que nadie que, pese a que la
ciencia es solo una, hay dos formas de hacerla: generalizando a partir de los datos y
pidiendo datos a partir de las ecuaciones. Einstein trabajó de la segunda forma, pensando de
arriba abajo. Pero ese motor filosófico también le condujo a sus grandes errores, como la
negación de las aplastantes evidencias de la física cuántica con el argumento de que “Dios
no juega a los dados”. Como le respondió Niels Böhr: “No digas a Dios lo que debe hacer”.

La ciencia no matará a la filosofía: solo a la mala filosofía.

Una cooperación fecunda

Por Adela Cortina


La filosofía es un saber que se ha ocupado secularmente de cuestiones radicales, cuyas
respuestas se encuentran situadas más allá del ámbito de la experimentación científica. El
sentido de la vida y de la muerte, la estructura de la realidad, por qué hablamos de igualdad
entre los seres humanos cuando biológicamente somos diferentes, qué razones existen para
defender derechos humanos, cómo es posible la libertad, en qué consiste una vida feliz, si
es un deber moral respetar a otros aunque de ello no se siga ninguna ganancia individual o
grupal, qué es lo justo y no sólo lo conveniente. Sus instrumentos son la reflexión y el
diálogo bien argumentado, que abre el camino hacia ese “uso público de la razón” en la
vida política, sin el que no hay ciudadanía plena ni auténtica democracia. El ejercicio de la
crítica frente al fundamentalismo y al dogmatismo es su aliado.

En sus épocas de mayor esplendor la filosofía ha trabajado codo a codo con las ciencias
más relevantes, y ha sido la fecundación mutua de filosofía y ciencias la que ha logrado un
mejor saber. Porque la filosofía que ignora los avances científicos se pierde en
especulaciones vacías; las ciencias que ignoran el marco filosófico pierden sentido y
fundamento.

Hoy en día son especialmente las éticas aplicadas a la política, la economía, el desarrollo, la
vida amenazada y tantos otros ámbitos las que han mostrado que el imperialismo de un solo
saber, sea el que fuere, es estéril, que la cooperación sigue siendo la opción más fecunda.
Habrá que mantener, pues, la enseñanza de la ética y de la filosofía en la ESO y en el
bachillerato, no vaya a ser que, al final, científicos como Hawking o Dawkins acaben
dándole la razón a la LOMCE.

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