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VILLELGA RODRIGUEZ

APOLOGÉTICA

CONTEMPORANEA

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Yillelga R c d r i g u s c -

APOLOGÉTICA:
CONTEMPORÁNEA:

BT1108
V5
C . l

00£O&*]
EX LIBRIS
HEMETHERII VALVERDE TELLEZ

Episcopi Leonensis
CURSO E L E M E N T A L

DE

APOLOGÉTICA CONTEMPORÁNEA

MODERNA
LIBRERIA RTTIELÍ.SÍ
JOSE L. VALLEJO S. e 0.
S A N JÓSE EL REAL flúm. 3.
APARTADO POSTAL M M . 44*.
M E x i c O.^ZZ:
CURSO ELEMENTAL

APOLOGÉTICA
CONTEMPORANEA
POR EL

Dr. D. Emilio JI. Villelga Rodrigues, Pbro.

CATEDRÁTICO DE DICHA ASIGNATURA

Y DE E L O C U E N C I A S A G R A D A EN LA U N I V E R S I D A D P O N T I F I C I A D E CO.MPOSTELA

Y D S R E L I G I Ó N EN LA E S C U E L A N O R M A L DE MAESTROS

Con Licencia del Ordinario •

mci: .
B i î i l a l j

1 0
B A R C E L O N A C Í W ' V Ü A L F O ™ * *

J U A N GILI, LIBRERGíblwtecaVnk
323, C o r t e s , 333

1902

44759
BT'liog
VICARIATO GENERAL
DE I.A

D I Ó C E S I S DE B A R C E L O N A
*

Por lo que á Nos toca, concedemos


Nuestro permiso para publicarse el
libro titulado CURSO E L E M E N T A L
DE APOLOGÉTICA CONTEMPO-
RÁNEA, escrito por el D R . D . EMILIO
A . VILLELGA RODRÍGUEZ, PBRO., me-
diante que de Nuestra orden ha sido
Es PROPIEDAD.
examinado y no contiene, según la
censura, cosa alguna contraria al
dogma católico y á la sana moral.
Imprímase esta licencia al principio
ó final del libro y entregúense dos
ejemplares de éste rubricados por el
Censor, en la Curia de Nuestro Vica-
riato.

Barcelona 16 de Noviembre de 1901.

>
t •
El Vicario general, Por mandado de Su Señar!1!,'* . .
Ricardo Cortés. Lic. José M.' de Ros", «mó. ~" - -
Secr.'Can. '
Al Eminentísimo y Rever en disimo
Señor Cardenal Arzobispo de Compos-
tela,

Dp. D. José JflaPtín de flemma

pastor celoso, sacerdote sin tacha, entu-


siasta promovedor de los intereses de
la Enseñanza y de los del bien de su
clero y de toda su grey, en señal de
entrañable, respetuoso y filial afecto.

<Sl &utor
DOS PALABRAS DEL AUTOR

C ON verdadero gozo e m p r e n d o la composi-


ción de este libro, p o r q u e en él quedarán
resumidos los humildes estudios míos sobre
Apologética, labor q u e ocupó siempre mi aten-
ción, y á la cual he dedicado m á s de veinte
años. N o sé si la vocación, ó mis inclinaciones
naturales, ó el triste cuadro q u e á mis ojos
ofrecía el m u n d o , presa de t a n t o s errores, q u e
son f u e n t e de la caída p r o f u n d a de la vida
moral c o n t e m p o r á n e a , hubieron de a t r a e r m e á
ese vastísimo y complicado m u n d o de la con-
troversia, y sé que d e s d e el primer momento
en q u e lució p a r a mí la divina idea de formar
p a r t e en la milicia sublime del sacerdocio cató-
lico, asaltóme al p u n t o la inclinación viva y de-
cidida de convertirme en soldado de la verdad,
y entrar en lucha con el e r r o r anticristiano. Mis
lecturas predilectas eran los libros de contro-
versia, ya dogmática, ya filosófica; y puedo todos aquellos q u e han servido de dóciles ins-
a s e g u r a r q u e el estudio, casi constante, de mi t r u m e n t o s á la divina providencia, en este
vida, fueron los innumerables t e s o r o s que cons- a s u n t o de trascendencia tan alta. E s p e r o que
tituyen la hermosa fábrica intelectual, levan- el mismo Señor del Cielo q u e me trajo al Sa-
t a d a en honor de la Iglesia y en defensa de la cerdocio, a c o r d á n d o s e de mi p o b r e nada, me
verdad Católica, por la m o d e r n a Apologética, ayudará á cumplir ahora la delicada y difícil
ciencia vastísima q u e en este siglo á buen misión de m a e s t r o en la enseñanza Apologé-
s e g u r o no reconoce otra q u e p u e d a comparár- tica, y me prestará su favor en la composición
sele. Ansiaba yo vivamente q u e esta clase de de esta humilde o b r a elemental, que d e b e r á ,
estudios tuviese puesto, como merece, en las 4io o b s t a n t e , a b a r c a r en resumen, la contro-
Escuelas eclesiásticas; y c u a n d o y o no pen- versia entera de estos tiempos, e m p e ñ a d a en
saba en q u e mi deseo h a b r í a de tener eco real el triple m u n d o de la Razón, de las Ciencias y
en la vida de nuestros Seminarios, llegó á mí ' de la Crítica Histórica.
la noticia de que en e s t e gran Seminario se
En Santiago de Composte ¿a, el día 26 de
implantarían esos estudios y q u e se me encar-
Febrero de 1897, fiesta de los Santos Néstor,
garía de dar esa enseñanza. ¡Cuan cierto es
Alejandro, Faustiniano, Porfirio y Víctor.
q u e los designios de la a m o r o s a Providencia
de Dios, van cumpliéndose á medida que sue-
na su h o r a en el reloj de la eternidad y se nos
revela en el tiempo! A n t e tan a g r a d a b l e suce-
so, q u e p a r a mí es gozo vivísimo, j u s t o es q u e
en el fondo del alma t e n g a una frase viva y
leal de gratitud p r o f u n d a á D i o s Nuestro Se-
ñor, v e r d a d e r o rey de la historia y p r o v e e d o r
divino y paternal de la vida; y también para
PARTE PRIMERA

FASE PRIMERA

EL RACIONALISMO Y LOS DOGMAS


LECCIÓN PRELIMINAR

Definición de la Apologética y su división.—Apologética


moderna: sus fases y fuentes en donde puede estudiarse.
—Exposición general ó rápida ojeada histórica sobre los
errores modernos.

Definición de la Apologética y su división.


— Apologética significa defensa; y, tratándose
de apologética cristiana, es la ciencia que se
ocupa en defender las doctrinas y prácticas de
la Religión cristiana, contra los errores y acusa-
ciones que sus enemigos les oponen. Atendido el
objeto, y teniendo en cuenta la extensión y tam-
bién la profundidad que se dé á esta clase de tra-
bajos, tendremos: Apologética puramente doc-
trinal, si se trata de defender la doctrina; apolo-
gética, que podemos llamar práctica, si se trata
de defender cuestiones prácticas, y en este caso
no hay inconveniente en darle el título de histó-
rica ; si el objeto versa sobre cuestiones propias
del orden puramente racional, será filosófica; si
el asunto pertenece á la esfera de las ciencias,
será científica; si se trata de apreciar hechos, será
histórico-crítica. Si se estudia un asunto determi-
nado ó singular, la apologética será especial; si
abarca la defensa de todos los asuntos, será enton-
ces general; y si al estudiar el objeto lo hace
penetrando en él, de suerte que su labor sea fun-
damental, tendremos la apologética superior; si nous; son conferencias filosófico-religiosas, de
no entra en g r a v e s y trascendentales cuestiones, bastante importancia; su estilo es marcadamente
y las trata de fácil manera y sin g r a n extensión, académico y algo frío. «Estudios filosóficos sobre
tendremos la apologética elemental, que puede el Cristianismo» y « E l - a r t e de creer», por*Au-
ser también llamada popular. gusto Nicolás; ambas obras son dos maravillas
Apologética moderna: sus fases y fuentes dignas de estudio por su profundidad y por la
en donde puede estudiarse.—Tiene por objeto hermosura de la forma. «Conferencias en Nuestra
la apologética moderna el refutar los errores Señora de París», por el R. P. Domingo Enrique
modernos, que han venido de un siglo acá, opo- Lacordaire; son una obra de prodigiosa elocuen-
niéndose á las doctrinas de la Iglesia católica. cia y hermosa apología del Cristianismo, en su
Dichos errores han adoptado, primero, la fase parte dogmática. «Apología del Cristianismo» y
puramente racional ó filosófica, racionalismo; se- «Teología fundamental ó apologética», por el
gundo, la fase científica, especialismo científico; Dr. Francisco Hettinger; ambas obras, bastante
tercero, la crítica histórica, criticismo histórico. A extensas, valen como labor sintética y como labor
erudita; son dos obras maestras. «Apología del
estas tres fases del error moderno, corresponden
Cristianismo», por el Dr. Schanz; obra escrita en
otras tres en la moderna apologética; y tendre-
alemán, que goza de g r a n fama, pero que no se
mos: 1. a fase: apologética filosófica; 2. a fase: apo-
ha traducido á ninguna lengua neo-latina. «El
logética científica; 3. a fase: apologética crítico-
Cristianismo y los tiempos presentes», por Mon-
histórica.
señor Bougaud, es un trabajo magistral y delica-
Las fuentes de la apologética podemos clasi-
dísimo. «Exposición del Dogma católico», por el
ficarlas en dos grandes grupos: 1.° Apologías R. P. Monsabré; este trabajo y la «Introducción
generales; 2.° apologías especiales. Como quiera al Dogma católico», del mismo autor, es un mo-
que los trabajos apologéticos de que aquí trata- numento de saber filosófico y teológico. «Religión
mos son tan numerosos, iremos indicando los que etCatholicisme», del abate Cauly, es un hermoso
merezcan lugar preferente; y, comenzando por los compendio de toda la polémica contemporánea;
que tienen carácter general, son dignos de men- como lo es, igualmente, la notable obra «La Crea-
ción y estudio los siguientes: ción, la Redención y la Iglesia...», del sabio Obis-
«El genio del Cristianismo», por el Vizconde po de Oviedo, Iltmo. Sr. Martínez Vigil.
de Chateaubriand, obra no tan profunda como
hermosa, pero que en su época dió excelentes re- Vengamos ahora á los trabajos ó fuentes espe-
sultados.. «Defensa del Cristianismo», por Frayssi- ciales:
2
E n t r e los trabajos hechos en España deben don Antonio Hernández F a j a r n é s . «La Biblia y
citarse: «El Protestantismo comparado con el la ciencia» y los «Estudios sobre Sto. Tomás»,
Catolicismo...», «La Filosofía fundamental» y por el sabio Cardenal González, obras solidísi-
« C a i t a s á un escéptico», por el Dr. D. Jaime mas y bien escritas. «La Religión y la ciencia»,
Balmes, obras que suponen extraordinario talen- por D. Joaquín Rubió y Ors, obra importante
to. «Ensayo sobre el Catolicismo», por el Mar- por su valor histórico. «La Creación» y «El
qués de Valdegamas, talento superior, elocuente Milagro», por el eruditísimo P. Juan Mir. «El
y profundo. «El racionalismo y la humildad» y Danvinismo», por el ilustrado profesor Sr. Polo
« L a ciencia y la revelación», por D. Juan Ma- y Peirolón. Todas las «Conferencias científico-
nuel Ortí y L a r a . « Harmonía entre la ciencia y la religiosas» y «Los orígenes religiosos», por el
fe», por D. Miguel Mir, obra muy hermosamente P. Eduardo Llanas; obras de g r a n actualidad
escrita. «La Iglesia vindicada contra las impos- y mérito científico. «Cartas á la Iberia», por el
t u r a s racionalistas», por el P. José Mendive. sabio Cardenal García Cuesta. Todos los trabajos
«Demostración de la harmonía entre la fe y la apologéticos de D. Niceto A. Perujo, y los del
ciencia», por el sabio presbítero catalán don sabio Sr. D. Francisco Caminero. Trabajos ex-,
Antonio Cornelias Cluet; es un libro de primer tranjeros: «Los esplendores de la Fe», por el
orden. «Religión y ciencia», por el doctísimo é abate Moigno; obra de g r a n erudición científica.
limo. Sr. F r . Tomás Cámara, Obispo de Salaman- «La divinidad de Jesucristo», «Jesucristo», «La
ca; libro admirablemente hecho. «Historia de los razón y el Evangelio», «El Estado sin Dios»,
heterodoxos españoles» y «La ciencia española», «La revolución y el orden cristiano», del ilustre
por el sabio y erudito profesor D. Marcelino Me- filósofo Augusto Nicolás. «Filosofía y ateismo en
néndez y Pelayo; ambos trabajos son una mara- el Siglo xix», por Ernesto Helio, obra maravillosa
villa de erudición. «La arqueología prehistóri- en todos conceptos. «La Religión ante la cien-
ca >•, por el Sr. Fernández de la P e ñ a ; es obra cia v, por el abate Arduin; obra notable y metó-
maciza. «La Siria y el Egipto resucitados», obra dica. «Apología científica del Cristianismo», por
muy docta, del Sr. D. Ramiro Balbuena. «Dios y Duillet de Saint Projet; es un compendio magis-
el cosmos», excelente libro del Sr. D. Miguel tral del asunto. «Los tiempos primitivos >:.
A m e r . «Historia apologética d é l o s Papas», por «Los orígenes del Cristianismo» y «El reino de
el ilustradísimo Sr. D. Urbano Ferreiroa; es obra Cristo», por el sabio abate Thomas. Todos los
elocuente y erudita. «La Psicología celular», y Estudios bíblicos del ilustre Cardenal Meignan;
todas ^as obras filosóficas del ilustre profesor los trabajos filosóficos del abate de F a r g e s , las
obras todas, tan numerosas y notables, del insigne sobre la francmasonería, del P . Meurin. «Del
abate de Rroglie, desde «El positivismo» y «La Papa...» y «Veladas de San Petersburgo», del
historia comparada de las religiones», hasta sus Conde de Maistre. «Las c i e n c i a s y la filosofía»,
trabajos póstumos «Religión y crítica». Las dos de M. T. H. Martín. «Cristianismo y libertad»,
obras «Los Libros Sagrados...» y « L a Biblia y del Canónigo M. Dunand. Los trabajos apologé-
los descubrimientos modernos», del sabio abate ticos de Monseñor Freppel. «Jesucristo», «El
Vigouroux, que son todas ellas labor clásica en Perfume de Roma» y demás trabajos con carác-
la materia. «Dios y sus obras», «Jesucristo y su ter apologético de Luis Veuillot. «La ceguera
reino» y «La Iglesia y el P a p a » , del docto científica», del P. Carbonnel. «El porvenir de los
P. Marin de Boylesve. «Conferencias en Nuestra pueblos católicos», de Hautteville. Las notables
Señora de París», por Monseñor D'Hulst. «La «Conferencias» y demás trabajos del P. Félix.
Iglesia defendida contra los errores históricos», «Apologética fundamental», de Monseñor We-
obra magistral del abate Gorini. «El librepen- dingen. «Los fundamentos de la moral y del dere-
samiento», del a b a t e C a n e t . «La Iglesia vindicada cho», del abate Baets, y su estudio contra la
por la historia», del abate Canitrot. «Las desgra- «Criminología positivista». «La filosofía esco-
cias de la filosofía», «El milagro», «El problema lástica», del P. Kleutgen. «Los grandes arcanos
del mal», «La bestia comparada con el hombre», del universo», del P. Pesch. «Apología del Cris-
«El alma y la fisiología», del sabio P. Bonniot. tianismo...», del P. Weiss. «La cuestión social»,
«El problema de la vida», del Marqués de Nadai- del sacerdote Hitze. «La escuela cristiana», de
llac. Las conferencias sobre el Pentateuco, Jesu- F . Riess. «Conferencias», del Cardenal Alimonda.
cristo y la existencia de Dios, del sabio abate «La Iglesia y el Estado», del P. Liberatore. «El
Fremont. Los trabajos de crítica filosófica, del compuesto humano», del mismo autor. «La Igle-
P. Maumus. Los estudios sobre Jesucristo y el sia ante sus disidentes», por Eizaguirre. «Confe-
titulado «Tres problemas religiosos», del Padre rencias», de -Monseñor Ireland. «Conferencias»,
Didon. «Religión» y «Lo sobrenatural», del del Cardenal Newman. «Conferencias», del Car-
abate Gondal. «La introducción científica ó la fe denal Wisseman. «Virtud moral y social del Cris-
cristiana», por Un Ingeniero del Estado (París). tianismo», por el Conde Bremond D' Ars. «Las
Los estudios de religión comparada, de Monse- esperanzas cristianas», por Cocliin. Finalmente,
ñor Laouenan. «Lo maravilloso y la ciencia» y cabe consultar las numerosas grandes Revistas
«Errores sociales de nuestros días», del abate que vienen publicándose, como, «Anales de filo-
Meric. «La F e » , del abate Merit. El g r a n estudio sofía cristiana», «Museon», «Estudios », de
los PP. Jesuítas, «La universidad católica», «La idea de un mundo sin Dios, del hombre sin alma
ciencia católica», «Revista de cuestiones cientí- • y acusa á los Libros Sagrados de hallarse en
ficas», «Civiltà cattolica», «La quinzaine», «So- oposición con las enseñanzas de la ciencia.
luciones católicas» y otras. (1) Finalmente, la crítica histórica, aplicada al
Exposición general ó rápida ojeada ¡listó* estudio de los diversos cultos, inventó la llamada
rica sobre los errores modernos. — Los mo- ciencia de las religiones ó religión comparada,
derno^ errores pueden y deben clasificarse en y pretende identificarlas todas para sacar en
tres clases: 1. a Errores filosóficos. 2.il E r r o r e s consecuencia que los errores que hay en algunas
científicos. 3.¡l E r r o r e s históricos. En el primer son comunes á toda religión, y que ésta es cosa
grupo entra el racionalismo ;. en el segundo el m a l a y vitanda; por lo cual debe ser eliminada
llamado «especialismo científico», y en el ter- del mundo, como si se tratase de dar muerte á
cero el criticismo histórico. El racionalismo no una fiera que todo lo devorase.
es más que la filosofía emancipada de la fe y Aparte de todo esto, en el tejido mismo de la
proclamada como fuente de los conocimientos historia se han forjado verdaderas mentiras p a r a
del orden racional puro y de la moral llamada desacreditar á la Iglesia y al Pontificado.
independiente, erigida la razón humana en juez
supremo y negando el orden llamado sobrena-
tural; de aquí luego, las múltiples aplicaciones LECCIÓN I
del racionalismo á todos los órdenes. Formando
Exposición del racionalismo desde Kant
parte del racionalismo, pero con carácter empí- hasta el positivismo, el pesimismo y el nihilismo
rico ó experimental y dándose la mano- con el
materialismo, tenemos el llamado positivismo, Los precedentes del racionalismo contempo-
enemigo de la Religión y de la metafísica; y ráneo deben buscarse en el protestantismo, que
aplicados racionalismo y positivismo á los d i \ % - al negar la autoridad de la Iglesia abrió la puer-
sos órdenes de la ciencia, tenemos el mencionado ta á todas las negaciones; de ahí vino el filosofis-
«especialismo científico», que soñando conílictos mo del pasado siglo, y luego se inauguró el rei-
entre las ciencias experimentales y las enseñan- nado del moderno racionalismo, que comienza en
zas de la Religión, pretende que nos formemos la el criticismo kantiano ; el filósofo de Koenisberg
no es panteísta como los que le siguieron; pero
( i ) P o r vía d e c o m p l e m e n t o , las o b r a s del P. Z a h m , Les origines, minó las bases de la filosofía, destruyendo las de
de J. G u i b e r t , La Religión, del P . J u a n Mir, y el estudio s o b r e J e s u -
cristo, del P . M u r i l l o .
la certeza, con aquella doctrina escéptica refe-
los PP. Jesuítas, «La universidad católica», «La idea de un mundo sin Dios, del hombre sin alma
ciencia católica», «Revista de cuestiones cientí- • y acusa á los Libros Sagrados de hallarse en
ficas», «Civiltà cattolica», «La quinzaine», «So- oposición con las enseñanzas de la ciencia.
luciones católicas» y otras. (1) Finalmente, la crítica histórica, aplicada al
Exposición general ó rápida ojeada ¡listó* estudio de los diversos cultos, inventó la llamada
rica sobre los errores modernos. — Los mo- ciencia de las religiones ó religión comparada,
derno^ errores pueden y deben clasificarse en y pretende identificarlas todas para sacar en
tres clases: 1. a Errores filosóficos. 2. a E r r o r e s consecuencia que los errores que hay en algunas
científicos. 3. a E r r o r e s históricos. En el primer son comunes á toda religión, y que ésta es cosa
grupo entra el racionalismo ;. en el segundo el m a l a y vitanda; por lo cual debe ser eliminada
llamado «especialismo científico», y en el ter- del mundo, como si se tratase de dar muerte á
cero el criticismo histórico. El racionalismo no una fiera que todo lo devorase.
es más que la filosofía emancipada de la fe y Aparte de todo esto, en el tejido mismo de la
proclamada como fuente de los conocimientos historia se han forjado verdaderas mentiras p a r a
del orden racional puro y de la moral llamada desacreditar á la Iglesia y al Pontificado.
independiente, erigida la razón humana en juez
supremo y negando el orden llamado sobrena-
tural; de aquí luego, las múltiples aplicaciones LECCIÓN I
del racionalismo á todos los órdenes. Formando
Exposición del racionalismo desde Kant
parte del racionalismo, pero con carácter empí- hasta el positivismo, el pesimismo y el nihilismo
rico ó experimental y dándose la mano- con el
materialismo, tenemos el llamado positivismo, Los precedentes del racionalismo contempo-
enemigo de la Religión y de la metafísica; y ráneo deben buscarse en el protestantismo, que
aplicados racionalismo y positivismo á los d i \ % - al negar la autoridad de la Iglesia abrió la puer-
sos órdenes de la ciencia, tenemos el mencionado ta á todas las negaciones; de ahí vino el filosofis-
«especialismo científico», que soñando conflictos mo del pasado siglo, y luego se inauguró el rei-
entre las ciencias experimentales y las enseñan- nado del moderno racionalismo, que comienza en
zas de la Religión, pretende que nos formemos la el criticismo kantiano; el filósofo de Koenisberg
no es panteísta como los que le siguieron; pero
( i ) P o r vía d e c o m p l e m e n t o , las o b r a s del P. Z a h m , Les origines, minó las bases de la filosofía, destruyendo las de
de J. G u i b e r t , La Religión, del P . J u a n Mir, y el estudio s o b r e J e s u -
cristo, del P . M u r i l l o .
la certeza, con aquella doctrina escéptica refe-
rente al valor de las demostraciones que prueban
de otros filósofos, como son M. Cousin, Joufroy,
la íntima y verdadera relación entre el objeto y el
Jacobi, Lamennais y Krause, todos ellos son de
sujeto. Así preparado el terreno, Fichte hubo de
secundario valor, al menos como filósofos, y no
establecer su doctrina subjetiva, según la cual, se
han, ni con mucho, alcanzado el renombre de
pone en el yo humano el principio de la ciencia
ciertos pensadores alemanes. Así, pues, vengamos
trascendental, y en el conocer el origen del ser; y a á la nueva fase que alcanza el racionalismo,
la doctrina de Fichte es verdadero panteísmo, y y que actualmente constituye la doctrina impe-
con razón se la tildó de verdadera egolatría. En rante ; esta doctrina recibió el nombre de positivis-
pos de Fichte aparece Scheling quien, mediante mo y merece que se la exponga cuidadosamente.
la abstracción, va subiendo hasta lo absoluto;
El positivismo.—Se dá este nombre á la doc-
identifica el objeto conocido con el sujeto cog-
trina que Compte, Littré, Taine, Renán y otros
noscente, enseña la identidad universal, verdadero han venido profesando, según la cual el entendi-
spinosismo en el fondo, y nos ofrece una doctrina miento humano vive en tres estados ó regímenes
panteísta. Hegel, verdadero coloso de la filosofía " mentales: el teológico, el metafísico y el científi-
alemana, de quien Menéndez Pelayo afirma «que co. En el primero entra el reinado ó época de la
en todo clavó su g a r r a de león», minó las bases religión; en el segundo el de la filosofía; y en el
de la verdad, y con su doctrina de la tésis, de la tercero el de la ciencia. El positivismo cree que
antítesis y de la síntesis de ambas, identificó los las dos primeras épocas han pasado ya, y que
contrarios. Su doctrina filosófica fué llamada • hemos llegado á la tercera, que es la de la ciencia.
panteísmo dialéctico, y consiste en la idea que El círculo científico está constituido por seis cien-
primeramente es ó existe en sí; esta idea evolu- cias: Astronomía, Biología, Matemáticas, Física,
ciona objetivamente, y nos da el mundo, llamado Química y Sociología. Esta doctrina es hoy la
«idea fuera de sí»; la misma idea vuelve sobre sí filosofía imperante, y se transmitió á todo, incluso
misma, y por este acto reflejo se torna en «idea al derecho penal; en Italia, Lombroso sostiene la
p a r a sí»; todo cuanto existe y pueda existir es la bandera positivista, y ya se sabe que", según esta
idea; este panteísmo dialéctico difícilmente halla- doctrina, el delincuente es un enfermo, no un
ría seguidores en cuanto á la doctrina metafísica malvado. Stuart Mili y Herbert Spencer, en In-
por ser tan abstrusa; pero su influencia llegó á glaterra, son los grandes hombres del positivismo;
todas partes y continúa informándolo todo. E n y no faltaron quienes, extremando el sistema, que
pos del racionalismo trascendental aparece el es un materialismo vergonzante, se declararon
positivismo; y si bien pudiéramos aquí decir algo abiertamente materialistas; Büchner, en Alema-
nía, todo lo reduce á «fuerza y materia»; y el na- vana de lo inconsciente. Esta doctrina es abstru-
turalista Haeckel, profesor en Jena, es también sa, extravagante, loca; pero logró penetrar en la
materialista, hasta convertir al hombre en simple vida práctica, y sus consecuencias son funestísi-
máquina; la doctrina de Haeckel recibió el nom- mas. «Hartman, dice, el abate Vallet, vá más allá
bre de monismo, por dejarlo todo reducido á cier- todavía que su maestro Schopenhauer. Reduce
ta unidad material que en el fondo lo es todo. á seis clases los bienes de la vida: 1.° los bienes
Estas doctrinas han tenido notables impugna- que no son más que la ausencia de ciertos ma-
dores ; en Francia, el sabio abate de Broglie, autor les, por ejemplo, la salud,la juventud; 2.° los bie-
de dos obras admirables; en E s p a ñ a , comenzó la nes que no son sino medios p a r a buscar otros
misma honrosa labor el docto profesor D. Anto- fines, y que, por consiguiente, no son bienes por
nio Hernández F a j a r n é s que tiene un hermoso sí mismos, como la fortuna, los honores; 3.° aque-
libro acerca de La psicología celular. llos que causan mayor pena que placer, el ham-
El pesimismo. — Schopenhauer, alemán soña- bre, el amor, etc.; 4.° aquellos que se fundan en
dor y pesimista, fué á buscar su doctrina en las ilusiones de la imaginación, la piedad y otros
K a n t , Áverroes y Budha; es partidario del feno- semejantes; 5.° aquellos que son verdaderos ma-
menismo kantiano y pone en la voluntad el poder les, y que no son aceptados sino p a r a evitar otros
de fundar el orden metafísico. Distingue entre mayores; á este número pertenece el matrimo-
la voluntad impersonal y la voluntad personal; la nio; 6.° finalmente, los que proporcionan mayo-
primera, absoluta y universal, es quien alcanza res placeres que penas, pero que son herencia de
á establecer los principios que constituyen la pocos: así la ciencia y el arte. L a vida presente,
metafísica; la segunda nos da, con el mundo, una por cualquier lado que se la mire, es pues,
determinación ó concreción de la primera. efectivamente, la abominación de la desolación».
Schopenhauer nos ofrece una moral pesimis- El nihilismo. — Conviene tener muy en cuenta
ta porque él tiene la vida como cosa m a l a ; el que los errores teóricos ó metafísicos engendran
vivir es cosa penosa y aflictiva; el hombre, en la otros que se traducen en los órdenes de aplica-
lucha por la vida, sabe que resultará vencido; el ción; y así la filosofía primera, que se propuso
yo humano resulta siendo nada; el conjunto de cambiarlo todo, vino á dar en el socialismo y
los seres radica en un ser único, llamado volun- comunismo; á ella se debe ese poder aterrador
tad universal, y confundiéndolo todo, dar con del anarquismo y la ridicula moral indepen-
cuerpo y alma en la n a d a , p o r q u e esta última diente, moral sin Dios, verdadero ateísmo ético.
va á perderse en la voluntad universal, en el nir- E n el orden político, resultó el Estado ateo, que
todo lo absorbe p a r a constituirse en un Dios sin y consiste en afirmar la autonomía ó soberanía
entrañas, egoísta y tiránico. En el orden cientí- de la razón humana. Así, tenemos la famosa
fico, se nos dió la doctrina brutal de fuerza y libertad de pensar ó libre pensamiento; y todas
materia, y la teoría ateo-transformista, el evolu- las doctrinas, sean cuales fueren, deben compa-
cionismo materialista; el ateísmo cosmogónico, recer ante el tribunal de la razón humana, juez
la geología sin fe, la antropología materialista, y supremo de la verdad, y «fuente de donde arran-
luego, invadiendo los dominios de la historia, ca la ciencia trascendental». Ahora bien; ¿será la
resultó la etnología descreída y la crítica histó- razón humana principio trascendental del saber?
rica, enemiga de la verdad. ¿Hay motivos p a r a declarar autónoma esa razón?
Y p a r a que nada faltase, el mundo del arte ¿Qué valor tiene la decantada teoría de la liber-
aparece informado por el determinismo, arte ma- tad de pensar? Viniendo, ante todo, á examinar
terialista, que echa á un lado la libertad humana el prólogo, llamémosle así, del racionalismo tras-
y rebaja al hombre hasta convertirle en bestia, cendental, esto es, examinando el valor de las
ofreciendo al mundo todas las hediondeces de la doctrinas kantianas, encontramos minados por
corrupción humana. ¡Triste resultado del error! su base los fundamentos de la certeza; Kant, con
Se trató de divinizar al hombre mediante la su crítica demoledora, preparó el camino al racio-
filosofía panteísta, y resultó precisamente todo lo nalismo de Fichte; al filósofo de Koenisberg «nada
contrario; ¡el envilecimiento humano, el hombre le tiene que agradecer la filosofía verdadera con
bestia y hasta el hombre máquina! ¡Así se venga respecto á la conservación de las principales ver-
la verdad de las injurias del error! (1) dades. E n efecto: quien afirma que las pruebas me-
tafísicas en defensa de la inmortalidad del alma,
de la libertad del hombre y de la duración del
L E C C I Ó N II mundo le parecen de igual peso que las que mi-
litan en contra, no es muy apropósito p a r a dejar
Critica general del racionalismo bien establecidas esas verdades sin las que serán
un nombre vano todas las religiones
L a filosofía racionalista, que es muy varia en
«Fichte se entregó á un idealismo tan extrava-
sus fases, tiene sin embargo un fondo común; ese
gante que, dándolo todo al alma, llega, por decir-
fondo es lo substancial ó capital de la doctrina,
lo así, al anonadamiento de todos los objetos exte-
riores; su sistema conduce á la negación de la
(1) N o hablo a q u í d é l a s l o c u r a s de Nietzche, que p o r ser lo que
son ya están j u z g a d a s .
existencia de todo cuanto no sea el yo que piensa.
A pesar de las dañosas consecuencias á que pue- vida, indivisibilidad y totalidad, principio, fin y
de conducir semejante doctrina, no son estas más medio, en la cumbre de los seres y en su grado
peligrosas é inmediatamente destructoras de toda más humilde, iniinito y finito á un mismo tiempo,
religión y moral, que las de Schelling, quien no y á un mismo tiempo Dios, naturaleza y huma-
obstante todos los velos con que encubre su siste- nidad, compendiando el pensamiento en estas
ma, al fin viene á p a r a r al panteísmo de Spinosa. inequívocas palabras: Si Dios no es todo, es
«Poco m e importa que en la escuela de Sche- nada» (1).
lling se m e hable de cualidades íntimas que no Juzgados los grandes y genuínos representan-
perecerán cuando yo muera, sino que volverán á tes del racionalismo filosófico, veamos qué valor
entrar en el vasto seno de la naturaleza; cuando tienen sus doctrinas ante el tribunal de la sana
al propio tiempo se me añade que el individuo, crítica. Según Fichte, el yo es quien al conocer
es decir, el ser particular, el alma, se anonada. el objeto lo crea; de donde resultan estas dos
Hegel nos asegura que ha fijado los principios, cosas: 1. a : El yo humano es verdadera fuente del
arreglado el sistema y determinado el límite de ser, y como el ser es la idea objetivada, el yo es
toda filosofía. Él lo ha descubierto todo: después fuente del saber; si es fuente del conocimiento, si
de él n a d a queda por descubrir; la humanidad no pone la idea y pone el ser, todo ello brota del
debe hacer m á s que desarrollar las teorías del su- yo humano como de su fondo substancial; el yo
blime filósofo y aplicarlas á todos los ramos de es fuente de todo; el yo es verdadero Dios; y aquí
los conocimientos. Esto no fuera tan intolerable se ve como no sin justísima razón se dió al sis-
si se t r a t a s e de objetos de escasa importancia, si tema filosófico de Fichte, el dictado de egolatría.
Hegel no l l a m a r a á su tribunal al hombre, á la hu- Mas si las cosas fuesen como Fichte pretende, la
manidad, á todas las religiones, á Dios mismo, y ciencia humana, la idea que brotase del yo, debe-
no fallase sobre todo con indecible orgullo,» (1). ría comprenderlo todo, contener en sí la idea
Refiriéndose el mismo Balmes, á M. Cousin, capital, infinita, eterna y siempre igual á sí misma
que como es sabido enseñó un panteísmo bastante la que, discurriendo como es debido, forzosamente
confuso, pero real, dice: «no alcanzo como puede habría de formar una sola unidad con el yo;
profesarse m á s abiertamente el panteísmo, que tendríamos que el alma humana sería lo que la
diciendo claramente que Dios es uno y muchos, substancia divina, que no se distingue realmente
eternidad y tiempo, espacio y número, esencia y de la ciencia divina, sino que es una cosa misma

(i) Balmes, o b r a citada.


(I) B a l m e s , Carlas á un escéptico en materia de religión.
con dicha substancia. E s t a consecuencia riñe con de los más caracterizados representantes de esa
lo que la experiencia n o s enseña: en el cono- razón humana, tan ensalzada y tan pobre, tan
cimiento humano, a n t e s es el objeto conocido atrevida y tan mal p a r a d a por los golpes del
y luego sigue su idea ó conocimiento; el saber error, y que con toda su sabiduría obscureció el
humano es f r a g m e n t a r i o y está sujeto á la ley del mundo de la verdad, y fué necesario que Dios se
progreso, y en ocasiones mil sufre la triste ley de apiadase del hombre p a r a traerle á la región de
la decadencia; además, los juicios que f o r m a el la luz? Véase sobre este punto lo que en el her-
hombre sobre los objetos resultan en ocasiones moso libro de D. Miguel Mir se dice al t r a t a r
equivocados; todo esto s e opone manifiestamente de «los límites de la ciencia y de la necesidad de
á la idea infinita é indefectible que debiera encon- la Fe».
trarse en el yo humano, si en éste se diese el princi- Por lo que á la libertad del pensamiento se
pio de la ciencia trascendental y fuese origen del refiere, debemos tener en cuenta que esa extraña
ser y fuente absoluta d e l conocer. Esta doctrina, prerrogativa que el racionalismo pretende otor-
pues, del yo humano c o m o principio de la ciencia gar á la razón h u m a n a es un sueño. Y en efecto;
trascendental, resulta f a l s a , y Balmes lo hizo no es la inteligencia humana quien da leyes á la
ver con maravilloso talento, en su Filosofía verdad; sino la verdad quien se las impone al
fundamental, juzgando las audacias de Fichte, entendimiento; y así como del bien se elijo « que es
sustentador de aquella ridicula y pretenciosa el movimiento de la voluntad dentro del orden»,
doctrina. así también de la verdad cabe decir que es el
movimiento ordenado de la inteligencia; pensar á
Ahora bien; si el y o humano no es ni puede
medida del capricho, espoleado por la pasión ó
ser fuente de la ciencia trascendental, porque su
aguijoneado por interesados motivos que pueden
saber es finito y adquirido, ¿cómo pretende el
ser, en ocasiones, hasta culpables, y hacerlo sacri-
racionalismo otorgar á la razón humana una
ficando el orden, no es propio de un entendimiento
autonomía imposible, erigiéndola en juez absoluto,
razonable; por manera que darse al capricho de
en criterio inapelable, s i esa razón es finita, si su
pensar lo que se quiera es saltar f u e r a del camino
saber es finito, si a d e m á s se ve tantas veces obs-
que nos mantiene en lo justo, que nos da la verdad
curecida por la pasión, y si, como la historia del
y nos libra del error. L a libertad de pensar es
saber humano d e m u e s t r a , son tantas las decep- la libertad del delirio, es algo que si no es la
ciones que ofrece que y a se dijo, como fórmula locura puede llevar á ella y que se le parece en
corriente, «que no h a y error que no haya sido g r a n manera. ¿Qué diríamos del mecánico que
enseñado por algún filósofo», es decir, por alguno
3
pretendiendo enviar un cuerpo á s u destino supri- con pesar lo digo; su impotencia p a r a durar. No
miese los diques que le impiden a p a r t a r s e de la sé qué especie de caducidad invencible les afecta
vía que debe seguir, con el pretexto de que ese casi desde el momento en que nacen, y no les
cuerpo se moviese con entera libertad? Desde permite ni aún recoger los frutos de su madurez.
luego le tendríamos por hombre sin juicio y nos No sé qué especies de r á f a g a s pasan y se llevan,
guardaríamos bien de seguir sus consejos. La envuelto en un obscuro torbellino, ese polvo de
libertad de pensar es la libertad del desorden, doctrina que siembra la filosofía en su camino
porque es la negación de los derechos del orden, secular. No sé qué especie de torrente de ideas,
condición sitie qua non p a r a el ejercicio de todo; de cosas y de sucesos, a r r a s t r a como náufragos á
el pensamiento sin orden es la locura, la voluntad los filósofos y á sus sistemas, que en vano se
sin orden es el mal, como el ejercicio corporal sin esfuerzan para g a n a r la playa. Esa es la historia
orden es la estenuación, como el funcionamiento de la caducidad doctrinal y de la mortalidad filo-
del organismo sin esa necesaria condición traería sófica, ya antigua en la humanidad, y que conti-
la enfermedad y hasta ocasionaría la muerte. núa en nuestros días, no permitiéndonos siquiera
El abate Canet ha publicado un libro volumi- leer en la última página lo que contaba en la pri-
noso y admirable titulado La libre pensée con- mera : restos de doctrinas, de ruinas y de siste-
temporaine; en él se traza profundo estudio del • mas. ¡ Ah! los que vinieron cierto día á enseñarnos
asunto; quienes puedan leerlo sacarán muchí- como se acaban los dogmas, han llevado su mere-
simo provecho de su estudio; en él se pulverizan cido, y no han logrado enseñarnos sino como se
los delirios del llamado «libre pensamiento». acaban las filosofías. No bien habían andado
También se puede consultar nuestra humilde obra, algunos pasos en este siglo, al cual prometían
La libertad del pensamiento dentro del Dogma, regenerar, cuando ya el tiempo las hirió de muer-
te; y están muertas, muertas, sin esperanza de re-
premiada en el Certamen del Escorial, en 1887;
surrección». R. P. Félix, Conferencias en Nues-
con el primer premio señalado p a r a ese punto.
tra Señora de París.
Como resumen sintético y general acerca del
racionalismo, véanse los siguientes conceptos
que tomamos de una de las conferencias del
LECCIÓN III
R. P. Félix, quien dice así: «... entre tantas prue-
bas de decaimiento como nos han dado las filoso- ' El racionalismo y lo sobrenatural
fías puramente humanas, ¿sabéis lo q u e m e llama* Este asunto es p a r a el Cristianismo asunto
más la atención? Su impotencia p a r a durar. Sí, de vida ó muerte; es tanta su trascendencia, que
pretendiendo enviar un cuerpo á s u destino supri- con pesar lo digo; su impotencia p a r a durar. No
miese los diques que le impiden a p a r t a r s e de la sé qué especie de caducidad invencible les afecta
vía que debe seguir, con el pretexto de que ese casi desde el momento en que nacen, y no les
cuerpo se moviese con entera libertad? Desde permite ni aún recoger los frutos de su madurez.
luego le tendríamos por hombre sin juicio y nos No sé qué especies de r á f a g a s pasan y se llevan,
guardaríamos bien de seguir sus consejos. La envuelto en un obscuro torbellino, ese polvo de
libertad de pensar es la libertad del desorden, doctrina que siembra la filosofía en su camino
porque es la negación de los derechos del orden, secular. No sé qué especie de torrente de ideas,
condición sitie qua non p a r a el ejercicio de todo; de cosas y de sucesos, a r r a s t r a como náufragos á
el pensamiento sin orden es la locura, la voluntad los filósofos y á sus sistemas, que en vano se
sin orden es el mal, como el ejercicio corporal sin esfuerzan para g a n a r la playa. Esa es la historia
orden es la estenuación, como el funcionamiento de la caducidad doctrinal y de la mortalidad filo-
del organismo sin esa necesaria condición traería sófica, ya antigua en la humanidad, y que conti-
la enfermedad y hasta ocasionaría la muerte. núa en nuestros días, no permitiéndonos siquiera
El abate Canet ha publicado un libro volumi- leer en la última página lo que contaba en la pri-
noso y admirable titulado La libre pensée con- mera : restos de doctrinas, de ruinas y de siste-
temporaine; en él se traza profundo estudio del • mas. ¡ Ah! los que vinieron cierto día á enseñarnos
asunto; quienes puedan leerlo sacarán muchí- como se acaban los dogmas, han llevado su mere-
simo provecho de su estudio; en él se pulverizan cido, y no han logrado enseñarnos sino como se
los delirios del llamado «libre pensamiento». acaban las filosofías. No bien habían andado
También se puede consultar nuestra humilde obra, algunos pasos en este siglo, al cual prometían
La libertad del pensamiento dentro del Dogma, regenerar, cuando ya el tiempo las hirió de muer-
te; y están muertas, muertas, sin esperanza de re-
premiada en el Certamen del Escorial, en 1887;
surrección». R. P. Félix, Conferencias en Nues-
con el primer premio señalado p a r a ese punto.
tra Señora de París.
Como resumen sintético y general acerca del
racionalismo, véanse los siguientes conceptos
que tomamos de una de las conferencias del
LECCIÓN III
R. P. Félix, quien dice así: «... entre tantas prue-
bas de decaimiento como nos han dado las filoso- ' El racionalismo y lo sobrenatural
fías puramente humanas, ¿sabéis lo q u e m e llama* Este asunto es p a r a el Cristianismo asunto
más la atención? Su impotencia p a r a durar. Sí, de vida ó muerte; es tanta su trascendencia, que
afirmar lo sobrenatural es afirmar la esencia de la é informado por el a l m a ; la síntesis inexplicable,
Religión cristiana y de una m a n e r a implícita misteriosa, de ambas substancias, es el ser huma-
todos sus dogmas y enseñanzas; negarlo es dar no, el hombre vivo que recibió de Dios ese mismo
un mentís á esta religión que vive de lo sobrena- ser, y fué puesto en el mundo, como rey de la
tural: en el orden de la inteligencia, por la reve- creación y pontífice del universo que en él se
lación; en el orden de la voluntad, por la gracia; compendia y tiene vida, alma y voz, para tribu-
en el orden del corazón, por esa acción divina de tar á Dios el himno de gracias, de sumisión, de
Dios en nosotros, que nos eleva y santifica, nos adoración y de amor, que le corresponde como
hace hijos adoptivos suyos, y nos comunica su dueño supremo de todas las cosas, como creador
vida y moral, su gracia santificante, que nos une de todo, como providencia bondadosa que al cui-
á Él ya en el tiempo, y nos prepara p a r a verle en dado de todo atiende. Dentro de estos límites, las
la Patria y gozarle eternamente. El racionalis- relaciones de Dios con el hombre y del hombre
mo, procediendo con instinto diabólico, se declara, con Dios son puramente naturales; mas como
quiera que Dios es Sumo Bien, v éste es difusivo,
ápriori, enemigo de lo sobrenatural; niega esta
cabía elevar al hombre, por un acto de inefable
realidad divina, y a como cosa inútil, ya como
bondad, á la sublime altura, á la excelsa condi-
realidad histórica. P a r a dejar pues defendida la
ción de hijo adoptivo, y comunicarle, al efecto, el
realidad sobrenatural, vamos á v e r : 1,® Que lo-
medio necesario p a r a que conociese mejor á Dios
sobrenatural es muy conforme con la razón y
su Padre, y le amase con amor filial y divino,
el buen sentido. 2.° Que la naturaleza humana
uniéndose estrechamente para vivir, cuanto esto
busca, desea y necesita de alguna manera lo
es dado, con una misma vida, y luego participar
sobrenatural. 3.° Que lo sobrenatural es un hecho
de los tesoros de la bienaventuranza de Dios, me-
histórico, patente á los ojos de todos. diante el auxilio y favor de este mismo Dios. El
Lo sobrenatural es perfectamente razona- alma, pues, en este orden, recibe como ayuda
ble. Dios creó el mundo visible y el invisible; la p a r a la inteligencia, las luces y verdades de la F e ;
materia y el espíritu; estas dos grandes realida- como auxilio p a r a la voluntad, las energías divi-
des hállanse sintetizadas en este microcosmos ó nas de la gracia; p a r a elevación del alma entera
mundo abreviado, que llamamos el hombre; y en y adopción del hombre en hijo de Dios, la gracia
efecto., en su ser están substancialmente unidas santificante, que penetra en el alma, que la hermo-
dos realidades distintas, pero no contradictorias: sea y la prepara p a r a la vida sobrenatural y p a r a
el alma, forma substancial y principio de vida del la vida eterna. Tal es la hermosa economía del
cuerpo; y éste, maravilloso organismo, vivificado
orden sobrenatural. Como se ve, aquí no hay nada ó la ceguedad del orgullo pueden decir ante lo
que se oponga á la razón, ni á la justicia, ni á la sobrenatural entendido de este modo, que sea
naturaleza de Dios, ni á la del hombre. Dios, infi- imposible, absurdo ó contradictorio». No basta
nitamente sabio, poderoso y bueno, podía ejecutar que el racionalismo dé su fallo sin examinar
ese acto de amor inefable y poner al hombre debidamente la cuestión; ese fallo es una negación
en ese mundo hermosísimo y divino del orden gratuita y no tiene valor alguno, pues ni discute
sobrenatural; el hombre, ser dotado de un alma el asunto con la buena fe del que desea hacer
inmortal, formado á imagen y semejanza de Dios, justicia y poner en claro los títulos de la cosa
nada tiene en su ser, que se oponga, rechace y disputada, teniendo en cuenta que al tratar de lo
excluya esa efusión de Dios en él; y el orden sobrenatural no se puede hacer caso omiso de
mismo sobrenatural es una belleza más y supe- lo que el hecho mismo demuestra, ofreciéndose
rior en grado altísimo, añadida á las bellezas como una realidad viva, y no es justo declarar
del orden moral y sirve como de complemento á prior i, históricamente hablando, que son posee-
divino, aunque libre, á la obra de Dios, que de dores injustos ó ilusos los cristianos, al afirmar
esta m a n e r a une á sí la obra de su diestra, y la que lo sobrenatural les pertenece y que constituye
estrecha como Padre en el seno de su bondad, el hecho no interrumpido de su historia. El y a
mediante t a n generosa y sublime adopción. «Dios citado P. Félix escribe, en la misma conferencia,
creador, dice hermosamente e l P . Félix en una de este p á r r a f o que es un golpe maestro contra el
sus conferencias, no era en presencia del hombre, racionalismo:
su criatura, sino como el artista que contem- «En una cuestión tan g r a v e bajo su aspecto
pla su obra y admira en ella los reflejos de su religioso y tan elemental bajo su aspecto cientí-
poder: pero ¿quién impide á este Dios creador fico, no es posible andarse con equívocos, con
proceder con el hombre como procede el padre tergiversaciones y con habilidades p a r a evitar
con su hijo, y elevarlo por medio de la adopción una solución que se teme dar. El cristianismo no
á una gloria de familia? Dios hizo de mí su obra se impone por f u e r z a como una hipótesis arbitra-
predilecta por medio de la creación: ¿por qué no ria, sino que se presenta tal como es, como un
podría hacerme hijo suyo por medio de la adop- hecho, y un hecho que sale de las entrañas de la
ción, y entrar con este título en relaciones más historia, que es la historia misma, y que en los
profundas y en comunicaciones más íntimas con momentos en que nos hallamos continúa siendo
lo más grande que hay en la humanidad. Com-
su hijo adoptivo? Indudablemente, señores,
prendo que ante ese hecho, por imponente que
sólo una oposición sistemática y preconcebida
sea, h a y a hombres que heridos en la inteligencia metió, en ocasión solemne, leer desde el púlpito de
por la serpiente del escepticismo digan, tocando Nuestra Señora de París la demostración que se
con el dedo su frente pensativa: Sí; ese edificio es le presentase, probando la nulidad de lo sobrena-
soberbio, es grandioso; pero ¿puede ese fenómeno tural; esa demostración no se presentó; así hace
justificarse ante la razón? Ese edificio ¿está asen- la charla impía del racionalismo: niega ó f o r j a
tado en la tierra firme de la certidumbre? Ese sofismas; ¿demostración? ni una sola.
sobrenatural se afirma como un hecho; ¿y en qué Necesidad de lo sobrenatural.—Es cosa muy
razones descansa ese hecho? Sí, en verdad: yo singular el hecho de que jamás se vió en el mundo
me explico esta actitud en el hombre á quien tra- una religión puramente filosófica, basada en las
baja la duda. Pero pasar encogiéndose de hom- meras relaciones que resultan del orden llamado
bros, sin discusión, sin examen, sin estudio y sin natural. Y cuando el hombre pretendió emanci-
demostración previa, ante esta afirmación secular parse de lo sobrenatural, dióse en el mundo el
y universal de lo sobrenatural, repitiendo una y triste espectáculo de la impotencia humana, ya
otra vez: ¡quimérico, imaginario, imposible!; para establecer el dogma, y a para ofrecer el
eso, señores, no tiene n a d a de común con la razón cuadro de una vida virtuosa. ¿Qué prueba esto?
ni con la ciencia. Digan lo que quieran los héroes Que el hombre, tan pequeño siempre aún dentro
de la negación, eso se parece á una huida delante de aquel círculo que constituye el objeto propor-
del enemigo; eso es una retirada científica, deco- cionado ele sus investigaciones intelectuales, tal
rada con nombres soberbios». Es verdad que el como el mundo sensible y algunos asuntos del
racionalismo formula su objeción, diciendo que orden metafísico y moral, tropieza con una barre-
todo está en la naturaleza y no se puede buscar r a inexpugnable cuando pretende establecer la
nada f u e r a de ella, con lo cual da por imposible doctrina del orden religioso, y su voluntad cae
lo sobrenatural. Pero nótese que la objeción es desfallecida y dominada por el tiránico poder de
una petición de principio; p a r a decir que todo las pasiones. E n una p a l a b r a : el hombre, sin lo
está en la naturaleza, sería necesario que el ra- sobrenatural, deja de ser un sér religioso, p a r a
cionalismo hubiese demostrado que nada existía convertirse en escéptico, y en el orden de la mo-
fuera de lo que llama él la naturaleza; ahora ral, en ateo práctico. Oigamos á la historia que
bien, esa demostración, ¿se hizo?; estamos espe- en breves frases nos dirá lo que ha sucedido con
rándola pero no llega; la objeción, pues, así des- el hombre abandonado á las fuerzas de su razón
enmascarada, se vuelve contra el objetante y independiente y de su voluntad destituida de la
demuestra su impotencia. El sabio P. Félix pro- gracia de Dios:
«El n ú m e r o escasísimo de verdades, que eran
la virtud, á perdonar á la mujer pecadora que
como el f o n d o común en que todos convenían,
llora arrepentida, á poner tus manos divinas
a n d a b a n miserablemente desfiguradas y revueltas
sobre la frente de la inocencia; ven á establecer
con mil f á b u l a s y desvarios. De muchos deberes
en las almas el glorioso reinado de la verdad, de
n a t u r a l e s , como el amor y reverencia á Dios, la
la mansedumbre y de la justicia; propter -veril ci-
caridad m u t u a y el perdón de las injurias, no
tan ct mansuctudineni et justitiam, intende,
hallamos e n los pueblos antiguos ni rastro siquie-
prospere procede, ct regna (Psalm. XLIV, 5)». (1)
ra. El c u l t o , consecuencia de su moral y de sus
A tan elocuente testimonio, añádese este otro
doctrinas religiosas, era absurdo, obsceno, cruel,
del ilustre P. Lacordaire:
sin que h u b i e s e crimen que con él no se cohones-
«Si consulto la historia de la sabiduría huma-
tase, ni i n f a m i a de que no se hallase ejemplo en
na, la veo ir á este misterio por todos sus cami-
la vida d e sus idolátricas divinidades, ni delito
nos, pero por caminos muy diferentes. Platón
que no s e cometiese en nombre de aquella flota de
afirma, Cicerón duda, Epicuro niega, y constan-
Dioses, c o m o dice hermosamente Fr. Luis de Gra-
temente se distribuye el entendimiento humano
nada, q u e e n todas partes eran adorados y reve- en estas tres zonas del pensamiento. Si quiere
renciados después de edades de fe restaurar en los tiempos
« D o c t r i n a s , leyes, costumbres, instituciones modernos la filosofía independiente, Descartes
civiles y religiosas, todo tendía á depravar al comienza por la afirmación, continúa Bayle pol-
hombre, á quitar todo freno á sus pasiones, á de- la duda, acaba Voltaire por la negación. La ac-
g r a d a r l o y embrutecerlo. Chateaubriand, Gaume, tividad filosófica no necesita de dos siglos p a r a
Veuillot y otros escritores, han tenido valor para completar este ciclo fatal, cuyo resultado es el
b a j a r á e s t a sentina y contemplar y descubrir sus que véis; es decir, una sociedad sin creencias
horrores fijas, dividida en mil opiniones, de que cada una
« L a t i e r r a gemía oprimida por el peso de tantas se dice verdadera, de que cada una tiene sus
maldades; una misteriosa inquietud agitaba los heraldos, sus esperanzas, sus reveses, y que dis-
corazones, y de todos los pechos se escapaba putando por edificar, sólo se encuentran en un
aquel g r i t o que siglos antes había resonado como punto ¡destruir! Los griegos habían dado al
gloriosa e s p e r a n z a en los labios del profeta de mundo este espectáculo, los romanos lo renova-
Israel; ¡ O h Cristo! ¡ Oh príncipe de paz! ¡ Oh pu- ron, y nosotros, dos mil años después de la lec-
reza infinita! ¡Oh amor inefable! Ven á remediar
nuestros m a l e s ; ven á mostrarnos el camino de (1) Miguel M i r ; Harmonía entre la ciencia y la fe.
ción que nos han dado estas ruinas, hemos queri-
profundo sino si le amáis con el más débil y el
do recibir de ellas por nosotros mismos su formi-
último amor; ¿le busca alguna vez vuestro pen-
dable enseñanza. Aquí está, señores, miradla,
samiento?; ¿tenéis en Él algún placer oculto?;
aprended en ella al menos el límite de vuestra
¿constituye Él alguna parte, por ligera que sea,
inteligencia y la necesidad en que estáis de otra
del tesoro de vuestro corazón? Me atrevo á deci-
luz que la vuestra p a r a conoceros á vosotros ros que no, y que os hace más impresión la hoja
mismos llevada por el viento en una noche de otoño, que
«Así como no hay ecuación natural posible la inmensidad de las divinas perfecciones». (1)
entre una inteligencia limitada y una verdad que
Lo sobrenatural es un hecho histórico. H a y
no lo es, tampoco podría existir ecuación natural en lo sobrenatural dos elementos, á los cuales se
posible entre la vida de un ser finito y la vida de dá el nombre de Profecía y Sacramento. Uno de
un ser infinito. Si pues Dios nos llama á su eter- dichos elementos se dirige al entendimiento, es
nidad, si nuestro destino es vivir de Él, en Él y la Profecía; el otro, á la voluntad; es el Sacra-
con Él, es necesario de toda necesidad que comu- mento. Pues bien; al examinar el fondo de todos
nique á nuestra alma un elemento mediador, por los cultos, encontramos esos dos elementos, y al
donde sea levantada fuera de sus límites, y lleva- buscar en el mundo un culto puramente natural,
da hacia Él por un movimiento de un orden sobre- es decir, una religión filosófica sin elemento
natural y divino. sobrenatural, no es posible encontrarla. Actual-
«Este amor (el amor divino) existe señores, no mente, la llamada ciencia de las religiones, ó
podéis negarlo. David lo e x h a l a b a en sus salmos, sea la historia comparada de las religiones, vie-
los mártires embalsamaban con él su suplicio, ne escudriñando todos los pormenores de los di-
los santos lo han cantado y glorificado de gene- versos cultos que se conocen, y sus conclusiones
ración en generación; todos h a n esparcido de dan como resultado, que hay un fondo común en
diversas maneras ante Dios la melancolía de una todos ellos; esto supone la unidad de una religión
alma oprimida por el fermento ó levadura de un primitiva, que es la religión dada por Dios al
amor sobrehumano Si la experiencia de los hombre, desde que fué criado; reuniendo lo que
santos no os basta, consultad la experiencia hay de verdadero en todos ellos tenemos el con-
opuesta. Vosotros que no tenéis m á s que el cora- junto de las doctrinas del Cristianismo, que
zón p a r a a m a r á Dios, así c o m o no tenéis más resulta de este examen siendo la Religión verda-
que la razón p a r a conocerle, ¿ a m á i s á Dios? No
os pregunto si le amáis con u n amor tierno y (i) R. P. Lacordaire: Conferencias en Nuestra Señora de París.
dera. La historia, pues, lejos de acusar la ausen-
ficios, a g u a s lústrales, expiaciones, iniciaciones,
c i a de lo sobrenatural, acusa su presencia y lo
ritos sangrientos ó gozosos; he aquí lo que es el
acusa sobre todo en la Religión verdadera que
alma de todas las liturgias y la función de todos
es la católica, verdadera Iglesia de Jesucristo.
los sacerdocios». (1)
Oigamos el hermoso testimonio de Lacordaire:
Véase también el brillante testimonio que nos
«Donde quiera que se adora á Dios es en vir-
ofrece el P. Félix:
tud de una doctrina sobrenatural; donde quiera
« ¿Quién se atreverá á negar, mirando á la
que se le desconoce es en nombre de la naturaleza
humanidad en su fondo y en su superficie, que
y de la razón. Por extraño que sea este resultado,
siempre y en todas partes ha creído en algo que
no es posible negarlo. Volved los ojos á donde
está más alto que su naturaleza y más elevado
queráis; entrad en el templo que gustéis, y halla-
que su razón? ¿Quién se atreverá á decir que por
réis, aun en el umbral, la Profecía y el Sacra-
-medio de su culto, de su religión, d e s ú s símbolos,
ment0
y á cualquiera que desprecie estas dos de sus doctrinas y de su lenguaje no ha afirmado
cosas le veréis infaliblemente encorvado hacia más ó menos esplícitamente lo que á su manera
la tierra, sin saber de Dios más que su nombre, y denomina lo sobrenatural; ese no sé qué, superior
sin tener con Él otras relaciones que la ingratitud
á ella y que conoce que no procede de su genio,
y el olvido
de su ciencia ni de su industria, sino de su alma
«Todos (los cultos) piden á sus prosélitos que
vuelta á la parte del cielo, ó más bien del cielo
se inclinen con el respeto y la obediencia de la
abierto sobre su alma; luz que desciende sobre ella
fe ante un dogma sagrado, es decir, ante una
de su foco eterno y le envía, aún al través de las
doctrina que h a descendido de Dios por una re-
velación inspirada ó profética tinieblas acumuladas por el error, sus misteriosas
claridades?
«¿Es en todos ellos (todos los cultos) el Sacra- «Deificada en un principio, por su divina adop-
mento el modo inviolable de las comunicaciones ción, la humanidad dió luego una caída profunda;
del hombre con Dios? Sí, en todos, señores; desde- pero desde el fondo del valle adonde rodó, destro-
las selvas s a g r a d a s de la Escandinavia hasta las zada y dolorida, descubre aun, iluminadas por el
pagodas e x t r a ñ a s de la China; desde la piedra sol primitivo, las altas cumbres de donde cayó.
de los druidas hasta el altar de la Grecia; desde En la tristeza de su destierro sueña con su patria;
los tiempos m á s modernos hasta las edades más postrada en tierra, se acuerda de su cielo; y ago-
remotas, por todas partes y siempre el culto es
sacramental, como es profético el dogma. Sacri-
(1) R. P. Lacordaire, Conferencias en Nuestra Señora de París.
biada b a j o el peso de la naturaleza, aspira algo Ante estos juicios, debemos hacer ver que ni
que está más allá de ella; diciendo, como el Cris- el misterio es cosa opuesta á la razón, ni justo
tianismo y con el Cristianismo, en presencia del desatarse en denuestos contra la Religión que ad-
cielo y de la tierra: Creo en lo sobrenatural». (1) mite el misterio. Y p a r a proceder con claridad en
asunto tan grave, conviene asentar debidamente
la exacta noción del misterio.
LECCIÓN IV El misterio no es cosa que envuelva contradic-
El racionalismo y el misterio
ción, que se oponga á los principios de Ta razón y
de la ciencia; no es el arrebato de una imagina-
El racionalismo que pretende saberlo todo ción loca y calenturienta; no es el fanatismo ni la
sin otro criterio que las solas luces de la razón credulidad; por misterio debemos entender, y la
h u m a n a , se escandaliza cuando á sus oídos llega palabra misma así lo indica, algo secreto, velado,
la p a l a b r a misterio. Los misterios de la Religión escondido; y en tal concepto se dice, como escribe
cristiana le asustan y le ponen como fuera de sí. el ya citado abate Arduin: «los misterios del cora-
E n confirmación de tal aserto, véase lo que en uno zón humano, los misterios de la naturaleza, p a r a
de sus hermosos libros dice el sabio abate Arduin: indicar los ocultos resortes que mueven la volun-
«Esta p a l a b r a (misterio) ha venido á ser una es- tad del hombre ó las causas ignoradas que produ-
pecie de espantajo para nuestros adversarios. Sus cen los fenómenos naturales». (1) Bien miradas las
libros están llenos de desprecios, de sarcasmos, de cosas, podemos decir que misterio es todo aquello
f u r o r e s contra las verdades misteriosas. Si se les de lo cual ignoramos su naturaleza ó esencia ínti-
oye, p a r e c e r á que la ciencia positivista ha borrado ma, aunque conozcamos su existencia y aun sus
toda incertidumbre, arrancado todos los velos y notas características, mediante el estudio de sus
hecho lucir el resplandor de la evidencia, en todo manifestaciones. Así, por ejemplo, el alma huma-
cuanto h a n tocado sus manos». (2) El misterio, na es un misterio, porque si bien se nos hace pre-
pues, es una palabra que, según el anticristia- sente por los hechos de conciencia, y sabemos, en
nismo, debe desaparecer, y la religión que tal virtud de sus actos y operaciones, que es inteli-
palabra acepta, que en tales cosas cree, debe mi- gente y libre, ignoramos, sin embargo, cuál sea su
r a r s e como cosa añeja, indigna de los tiempos en esencia íntima, y al llegar ahí, ún muro de bron-
que a h o r a vivimos. ce nos detiene, y la investigación se p a r a , y el

i 1 ) R. P. Félix, Conferencias en Nuestra Señora de París.


( 2 ) A b b é A r d u i n , La religion en face de la science. (1) Abbé A r d u i n , o b r a citada.

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biada b a j o el peso de la naturaleza, aspira algo Ante estos juicios, debemos hacer ver que ni
que está más allá de ella; diciendo, como el Cris- el misterio es cosa opuesta á la razón, ni justo
tianismo y con el Cristianismo, en presencia del desatarse en denuestos contra la Religión que ad-
cielo y de la tierra: Creo en lo sobrenatural». (1) mite el misterio. Y p a r a proceder con claridad en
asunto tan grave, conviene asentar debidamente
la exacta noción del misterio.
LECCIÓN IV El misterio no es cosa que envuelva contradic-
El racionalismo y el misterio
ción, que se oponga á los principios de Ta razón y
de la ciencia; no es el arrebato de una imagina-
El racionalismo que pretende saberlo todo ción loca y calenturienta; no es el fanatismo ni la
sin otro criterio que las solas luces de la razón credulidad; por misterio debemos entender, y la
h u m a n a , se escandaliza cuando á sus oídos llega palabra misma así lo indica, algo secreto, velado,
la p a l a b r a misterio. Los misterios de la Religión escondido; y en tal concepto se dice, como escribe
cristiana le asustan y le ponen como fuera de sí. el ya citado abate Arduin: «los misterios del cora-
E n confirmación de tal aserto, véase lo que en uno zón humano, los misterios de la naturaleza, p a r a
de sus hermosos libros dice el sabio abate Arduin: indicar los ocultos resortes que mueven la volun-
«Esta p a l a b r a (misterio) ha venido á ser una es- tad del hombre ó las causas ignoradas que produ-
pecie de espantajo para nuestros adversarios. Sus cen los fenómenos naturales». (1) Bien miradas las
libros están llenos de desprecios, de sarcasmos, de cosas, podemos decir que misterio es todo aquello
f u r o r e s contra las verdades misteriosas. Si se les de lo cual ignoramos su naturaleza ó esencia ínti-
oye, p a r e c e r á que la ciencia positivista ha borrado ma, aunque conozcamos su existencia y aun sus
toda incertidumbre, arrancado todos los velos y notas características, mediante el estudio de sus
hecho lucir el resplandor de la evidencia, en todo manifestaciones. Así, por ejemplo, el alma huma-
cuanto h a n tocado sus manos». (2) El misterio, na es un misterio, porque si bien se nos hace pre-
pues, es una palabra que, según el anticristia- sente por los hechos de conciencia, y sabemos, en
nismo, debe desaparecer, y la religión que tal virtud de sus actos y operaciones, que es inteli-
palabra acepta, que en tales cosas cree, debe mi- gente y libre, ignoramos, sin embargo, cuál sea su
r a r s e como cosa añeja, indigna de los tiempos en esencia íntima, y al llegar ahí, ún muro de bron-
que a h o r a vivimos. ce nos detiene, y la investigación se p a r a , y el

i 1 ) R. P. Félix, Conferencias en Nuestra Señora de París.


( 2 ) A b b é A r d u i n , La religion en face de la science. (1) Abbé A r d u i n , o b r a citada.

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misterio se adelanta, p a r a decirnos: de ahí no se pero nuestro dominio es limitado y rodeado está
pasa; lo que vive oculto é impenetrable es cosa de misterios». (1)
misteriosa; el misterio es una realidad, pero el ¿Qué es una planta? Diariamente las vemos,
hombre no puede comprenderla. las estudiamos, venimos observándolas, cuidamos
Y esto, que en n a d a se opone á los principios de mejorarlas mediante las ventajas del cultivo,
de la sana razón, es un hecho universal, como las clasificamos y ordenamos; todas tienen su
vamos á ver. nombre y su lugar en la botánica, es verdad;
En las ciencias filosóficas estúdianse desde un pero, ¿y su naturaleza íntima? ¿Y las leyes secre-
punto de vista altísimo y general Dios, el mundo y tas de su vida y crecimiento y de su propagación?
el hombre, ya en sí mismos, ya en sus naturales re- De eso, nada sabemos. ¿Qué es un animal? La
ciencia responde: un ser dotado de vida y movi-
laciones. ¿Qué sabemos acerca de Dios? Bien poco.
miento espontáneo. Cierto; mas aun cuando sabe-
¿Qué acerca del mundo? Poco más ó menos lo mis-
mos tantos pormenores en lo tocante á su consti-
mo. ¿Qué, finalmente, acerca del hombre? Todos
tución, á sus agrupaciones, á ciertas leyes que
los días sufrimos g r a v e s yerros en este punto. Y
defienden la estabilidad de la especie y que presi-
cuando intentamos profundizar en el estudio del
den á su conservación y desarrollo, ¿quién vió y
Ser infinito, y en los laberintos de la cosmología,
supo jamás la razón oculta de esas leyes y tocó
y en las obscuridades de nuestro ser, llega un mo-
la esencia de esa vida? ¿Qué es un espíritu? La
mento en que la inteligencia se cansa, la razón va-
filosofía dice: una substancia inmaterial, inteli-
cila, la luz del entendimiento y del discurso falta, gente y libre. Pero la íntima naturaleza de tal
y nos encontramos como en país extraño, vagando substancia, ¿qué es? Nadie lo sabe. ¿Qué se dedu-
casi á la ventura, y por último, no desesperados, ce de aquí? No es cosa difícil decirlo: el misterio
pero sí convencidos de nuestra limitación é impo- es nuestro patrimonio; por doquiera nos rodea, y
tencia, al llegar á ciertos límites infranqueables, es como la voz de Dios que nos enseña á conocer
confesamos que no se puede ir más allá, y que nuestra pequeñez y miseria y á pensar en las
esas codiciadas realidades son verdadero misterio grandezas de quien todo lo sabe. E n el conocido
y terreno vedado á n u e s t r a pequeñez y pobreza. y hermoso libro, Harmonía entre la ciencia y la
Un grano de a r e n a nos detiene; ¿qué es un fe, del docto escritor D. Miguel Mir, se leen las
grano de arena? ¡Nadie lo sabe á fondo! Esto no siguientes atinadas observaciones:
es mera f r a s e ; oigamos á Tyndall, autoridad nada
sospechosa en el a s u n t o : «Los fenómenos de la
materia y de la f u e r z a son de nuestro dominio, (1) T y n d a i l , La matiére et la forcé. Conferences.
«Lo más grande y lo más pequeño, Dios y el agentes, son tan misteriosos como las cualidades
átomo, según observó Aristóteles, se esconden ocultas de los antiguos alquimistas.
por mil maneras á la vista del espíritu más pene- «Las energías motrices y el principio y comu-
trante; y entre estos dos términos hay una infini- nicación del movimiento quedan inexplicables
dad de objetos que el hombre no llegará jamás á p a r a la mecánica. L a formación y estructura de
conocer. Aún en aquello mismo que alcanza hay los cristales, la generación de los seres orgánicos,
siempre algo que su mirada no penetra ni su la esencia de la vida, sus efectos, su reproduc-
razón descubre, algo que se oculta á las indaga- ción, sus cambios y alteraciones y otros mil pro-
ciones más profundas. Por esto no hay ramo blemas que t r a t a n de resolver las ciencias natu-
alguno del saber humano que no tenga sus secre- rales, son cuestiones ante las cuales permanece
tos impenetrables. L a geometría, ciencia eminen- muda la razón del hombre. Los límites que cir-
temente demostrativa, al poner las bases de sus cunscriben nuestros conocimientos son aún más
investigaciones, que son el punto y la cantidad estrechos en el dominio de las ciencias filosóficas.
continua, empieza por asentar postulados, esto Aquí surgen de todas p a r t e s dudas y tinieblas;
es, proposiciones cuya verdad es indemostrable, casi todo anda en bandos y opiniones; á cada
no por razón de su inmediata evidencia, sino por- paso se levantan cuestiones insolubles y enigmas
que necesariamente la suponemos en la misma y misterios inexplicables..... L a ciencia, en lugar
demostración; igual obscuridad reina en las demás de aclarar los misterios del universo, los hace á
partes de las matemáticas. menudo; y si pretende acercarse á las regiones
«La física se revuelve en un mar de hipótesis donde mora la divinidad, una nube obscurísima
y teorías; las p a l a b r a s fuerza, éter, calórico, envuelve el entendimiento y oprime y despavo-
lite, magnetismo, electricidad, atracción, y otras rece el corazón. Así queda manifiesto que en las
mil, si dan razón de los fenómenos sensibles, cuestiones sobre las fuerzas de la naturaleza, no
dejan en completa obscuridad la naturaleza íntima menos que en la metafísica y la moral, hay puntos
de las causas que los producen. La materia, la inaccesibles á la inteligencia humana».
terrible materia como la apellida Huxley, se obs- Por medio de las matemáticas cabe demostrar
tina en esconder el misterio de su composición. que entre el saber humano y lo que resta por
A pesar de sus descubrimientos admirables, la saber (que es la ciencia infinita), media un abismo
química no ha logrado levantar el velo que oculta insondable, hasta el punto de que el saber del
la composición y esencia de los cuerpos: la afini- hombre se confunde con la nada, y m á s allá del
dad, la alotropía, la fuerza catalítica y otros saber del hombre nos encontramos con ese «silen-
ció infinito», de que habla Tyndall, es decir, damos Constantino, San Agustín, .San Jerónimo,... Santo
en el misterio. Tomás de Aquinó, Alberto Magno, Bacon, New-
Por otra parte, en el orden de los sentimientos ton, Pascal, Leibnitz, Bossuet, Ampere, Cauchy,
humanos, el misterio es una especie de necesidad Franklin y tantos otros.
del alma y del corazón. Chateaubriand escribe: «Y en nuestros días podría citar entre los que
«Sólo son hermosas, dulces y grandes en la vida admiten los misterios cristianos, los más esclare-
las cosas misteriosas. Los sentimientos más mara- cidos nombres de la literatura, de la ciencia y de
villosos son aquellos que nos agitan un poco con- las artes, desde Elias de Beaumont y Dumas, glo-
fusamente: el pudor, el a m o r casto y la amistad ria de la geología y de la química modernas,
virtuosa están llenos de misterios. Pudiera decirse hasta el R. P. Secchi, uno de los príncipes de la
que los corazones que se a m a n se entienden á astronomía y de la física contemporáneas».
medias palabras y que sólo están entreabiertos. Por todo lo que antecede, se deja ver que el
La inocencia, que es una s a n t a ignorancia, ¿no es misterio es la g r a n realidad que por doquiera
el más inefable de los misterios? L a niñez no es sale á nuestro encuentro; está en Dios, está en el
t a n feliz sino porque nada s a b e ; y la vejez no es hombre, está en el mundo, está en todo cuanto se
tan desgraciada sino porque lo sabe todo; en buen sabe y se ejecuta.
hora p a r a ella, al terminar los misterios de la Pero si el misterio está en todas partes y no
vida, empiezan los de la m u e r t e » . (1) podemos negarle, el misterio cristiano, ese cuerpo
A las citas aducidas, juntemos lo que dice el sublime de verdades y realidades ocultas es, en
sabio apologista científico a b a t e Arduin en la obra medio de su obscuridad propia, luz del cielo, guía
citada más a r r i b a : «podemos apoyarnos, á falta segurísimo y clave admirable p a r a las más intrin-
de un conocimiento explícito de los motivos de cadas y graves cuestiones que se ofrecen á nues-
nuestra fe, en el inmenso n ú m e r o de las inteligen- tro entendimiento. El misterio augusto de la San-
tísima Trinidad ilumina la difícil y sublime senda
cias superiores, de todas l a s épocas y en todos
de la teología y de la filosofía cristiana. El del
los ramos del saber, que supieron adorar los mis-
pecado original a r r o j a torrentes de luz en el
terios de nuestra Religión; el mérito intelectual
obscuro é ingrato campo de la antropología; los
de tales hombres no es cosa p o r nadie ignorada.
de la Encarnación y de la Redención son luz divi-
No eran por cierto almas ciegamente crédulas,
na que alumbra los enigmas de la historia; el de
ni tontos entre sus contemporáneos, Tertuliano,
la sagrada Eucaristía, además de prestar luz
maravillosa á los problemas de la ontología, es
(, 1) C h a t e a u b r i a n d , El genio del Cristianismo.

0 0 8 - 3 8 7
fuente de santidad y nos enseña hasta donde negativas con que éste contestaba á todas sus
llega el amor de nuestro Dios; el de la vida eter- preguntas, ¿pues de qué sirve, entonces, le dijo,
n a nos otorga conocimiento seguro de nuestro el ser un sabio, si no podéis satisfacer á ninguna
destino final. Así, los misterios cristianos lo«abar- de mis preguntas? El ser sabio, señora, replicó
can todo, porque hasta el mismo de la creación Duhamel, sirve p a r a saber decir no sé». ( 1 )
nos libra de los peligros del panteísmo y del ateís- Merecen leerse las notables conferencias da-
mo. El entendimiento, el corazón, la voluntad, el das por el P. Félix, acerca de El misterio y la
hombre entero, y por lo tanto la sociedad, la ciencia; y el reciente hermoso libro del abate
ciencia, el a r t e y la moral, tienen en los misterios Gondal, Le surnaturel; véanse también las dos
cristianos base firmísima p a r a sostenerse, luz
magistrales obras: La prophétie de Daniel ; Phi-
divina y prodigiosa p a r a iluminar sus caminos, y
losophie de l'histoire, por el abate Domenech, y
milagrosa fuerza p a r a alcanzar la virtud en el
Le problème du mal, por el P. Bonniot.
tiempo y la vida perfecta y bienaventurada más
allá de la tumba.

Este asunto profundo y hermoso del misterio LECCCIÓN V


cabe personificarlo en dos hombres, conocidos
El racionalismo y el milagro
ambos en el campo de la ciencia, aunque por muy
diverso modo. E s el uno, Ernesto Haeckel, natu- Una biblioteca entera pudiera formarse con
ralista prusiano, enemigo del misterio y materia- lo que anda escrito acerca de tan capital asunto.
lista hasta el último límite; según él, «podemos La Iglesia admite y sostiene la doctrina referente
saberlo todo.» (V. Arduin obra citada); el otro es al milagro, como sello divino que es y testimo-
el sabio Duhamel, insigne matemático, que repre- nio poderoso de la intervención especial de Dios ;
senta á la ciencia modesta, humilde, prudente, es la g a r a n t í a de lo sobrenatural; por eso el
reservada y creyente, que no se desvanece y racionalismo, procediendo con instinto diabólico,
pierde en los laberintos de la vanidad y de la puso firme empeño en negar la doctrina del mi-
soberbia, sino que se humilla ante la verdad y la lagro, ora combatiendo su posibilidad ó ya opo-
confiesa con leal y encantadora franqueza. niendo el argumento ridículo de la no comproba-
«En cierta ocasión una g r a n señora asediaba ción, ya, finalmente, atrincherado en el postrer
con sus preguntas á un secretario de la Academia baluarte, negando su realidad histórica. Mas todos
de Ciencias, nada menos que al ilustre matemá-
tico Duhamel, é impacientada por las respuestas (1 ) Miguel Mir, Harmonía entre la ciencia y la f e .
fuente de santidad y nos enseña hasta donde negativas con que éste contestaba á todas sus
llega el amor de nuestro Dios; el de la vida eter- preguntas, ¿pues de qué sirve, entonces, le dijo,
n a nos otorga conocimiento seguro de nuestro el ser un sabio, si no podéis satisfacer á ninguna
destino final. Así, los misterios cristianos lo«abar- de mis preguntas? El ser sabio, señora, replicó
can todo, porque hasta el mismo de la creación Duhamel, sirve p a r a saber decir no sé». ( 1 )
nos libra de los peligros del panteísmo y del ateís- Merecen leerse las notables conferencias da-
mo. El entendimiento, el corazón, la voluntad, el das por el P. Félix, acerca de El misterio y la
hombre entero, y por lo tanto la sociedad, la ciencia; y el reciente hermoso libro del abate
ciencia, el a r t e y la moral, tienen en los misterios Gondal, Le surnaturel; véanse también las dos
cristianos base firmísima p a r a sostenerse, luz
magistrales obras: La prophétie de Daniel ; Phi-
divina y prodigiosa p a r a iluminar sus caminos, y
losophie de l'histoire, por el abate Domenech, y
milagrosa fuerza p a r a alcanzar la virtud en el
Le problème du mal, por el P. Bonniot.
tiempo y la vida perfecta y bienaventurada más
allá de la tumba.

Este asunto profundo y hermoso del misterio LECCCIÓN V


cabe personificarlo en dos hombres, conocidos
El racionalismo y el milagro
ambos en el campo de la ciencia, aunque por muy
diverso modo. E s el uno, Ernesto Haeckel, natu- Una biblioteca entera pudiera formarse con
ralista prusiano, enemigo del misterio y materia- lo que anda escrito acerca de tan capital asunto.
lista hasta el último límite; según él, «podemos La Iglesia admite y sostiene la doctrina referente
saberlo todo.» (V. Arduin obra citada); el otro es al milagro, como sello divino que es y testimo-
el sabio Duhamel, insigne matemático, que repre- nio poderoso de la intervención especial de Dios ;
senta á la ciencia modesta, humilde, prudente, es la g a r a n t í a de lo sobrenatural; por eso el
reservada y creyente, que no se desvanece y racionalismo, procediendo con instinto diabólico,
pierde en los laberintos de la vanidad y de la puso firme empeño en negar la doctrina del mi-
soberbia, sino que se humilla ante la verdad y la lagro, ora combatiendo su posibilidad ó ya opo-
confiesa con leal y encantadora franqueza. niendo el argumento ridículo de la no comproba-
«En cierta ocasión una g r a n señora asediaba ción, ya, finalmente, atrincherado en el postrer
con sus preguntas á un secretario de la Academia baluarte, negando su realidad histórica. Mas todos
de Ciencias, nada menos que al ilustre matemá-
tico Duhamel, é impacientada por las respuestas (1 ) Miguel Mir, Harmonía entre la ciencia y la f e .
esos esfuerzos desesperados h a n resultado vanos, la atención y el asombro, y no muestra por parte
y la doctrina referente á la posibilidad, compro- de Dios una intervención especial», y, sintetizan-
bación y verdad histórica del milagro salió, como do, añade:
no podía menos, triunfante. «En tres palabras, el MILAGRO es una obra
P a r a proceder con firme base en este asunto sensible, sobrenatural, extraordinaria.
y guardar el orden debido en la materia, debemos «Todo lo que es milagroso es sobrenatural;
comenzar por establecer con claridad y precisión todo lo que es sobrenatural no es milagroso.
la noción de milagro; defender luego su posibi- «La justificación de las almas por el bautismo
lidad, pasar á lo referente á su comprobación, y ó por la penitencia, el cambio de la substancia
por último t r a t a r de su realidad histórica. del pan en el cuerpo de Jesucristo en la Eucaris-
E n t r e las definiciones d a d a s acerca del mila- tía, y en general los efectos de los sacramentos
gro parécenos, que, al m e n o s p a r a el fin que son sobrenaturales sin ser milagrosos.
aquí llevamos, ninguna m á s clara y segura que «Sobrenaturales, porque sobrepujan las fuer-
la que el P. Marín de Bovlesve da en su hermosa zas de toda criatura;
obra: Di cu et ses aurores, y que traducimos de «No milagrosos, porque se obran según un
este modo: «Milagro p r o p i a m e n t e dicho es una orden que, aunque sobrenatural, no deja de ser
obra sensible, superior á t o d a s las fuerzas crea- regular, en virtud de la determinación divina.
das y contraria al orden acostumbrado». El mis- «Por otra parte, esos efectos, no cayendo bajo
mo escritor justifica la definición, y p a r a evitar los sentidos, no pueden servir p a r a confirmar las
conflictos debe tenerse s i e m p r e á mano el breve, verdades ó los hechos del orden sobrenatural».
pero luminoso análisis que d e aquella pone á con- Sería curioso apuntar lo que el abate Gondal
tinuación, diciendo: escribe en su libro Le surnaturel, haciendo his-
«1.° Sensible, porque a q u e l l o que no cae toria de la definición del milagro; recorre las di-
bajo los sentidos no puede s e r v i r p a r a demostrar versas épocas de la teología católica, estampan-
á los hombres la intervención de un agente espi- do autorizados textos; mas figúrasenos que esto
ritual. mejor que en un MANUAL DE APOLOGÉTICA tiene
« 2.° Superior á todas l a s f u e r z a s creadas; de su lugar propio en la historia de los dogmas, y
otro modo la obra no p r o b a r í a la intervención que debe cerrarse con el canon referente á la
divina; doctrina del milagro, dado por el Concilio Vati-
«3.° Contraria al orden acostumbrado, por- cano, y que puede verse, con un estudio admira-
que lo que tiene carácter o r d i n a r i o deja de excitar ble sobre el asunto en sus relaciones con la cien-
ser hecha; si así no fuese, el milagro sería intrín-
cia, en la obra La costiwgonic, del sabio abate
secamente imposible, es decir, absurdo; mas,
Arduin.
¿cuándo se tuvo por tal el acto del legislador que
Vengamos, pues, á tratar de la posibilidad
dictó la derogación de la ley por él establecida,
del milagro, en contraposición á la extraña y
ó cuando se miró como imposible el privilegio ó
absurda doctrina del racionalismo, que la niega.
exención hechos por él, cuando bien le plugo, en
Si la negación racionalista se ofreciese á los
favor de quién estimó conveniente hacerlo? E n
que en el siglo x v m se burlaban de Cristo y de
este punto, la justa noción de las cosas, el buen
su doctrina, uno de sus maestros, J. J. Rousseau,
sentido y el parecer de toda la humanidad, apa-
con aquella originalidad de estilo que habría
recen de acuerdo; todos asienten al hecho, y el
hecho de él un g r a n filósofo, si hubiese aceptado
abate Cauly lo expresa diciendo:
las luces de la fe habría contestado lo que á sí
«El buen sentido dice que eso (lanegación déla
mismo respondió al interrogarse si Dios puede
posibilidad de que Dios pueda hacer milagros) no
hacer milagros: «A quien tal cosa pusiese en
puede ser, y todos los pueblos han respondido:
duda, fuerza sería encerrarle como loco». «Si tal
Sí, el milagro es posible. E n efecto, todos han
sentencia se aplicase á los racionalistas del día,
creído en eso. Han podido equivocarse y tomar
dice con su hermoso y fácil ingenio el padre
como verdaderos milagros hechos que no lo eran;
Félix, serían muchos los que debieran ir al mani-
mas creyendo en falsos milagros admitían por lo
comio». (1)
menos su posibilidad». (1)
La negación de la posibilidad del milagro
Cierto es que contra el milagro invoca Renán
lleva consigo estas otras dos: 1.a si Dios no puede
la ciencia (?) diciendo: «El milagro está fuera de
hacer milagros, no es omnipotente. 2. a Si Dios no
la ciencia»; y se traen además como argumento
es omnipotente, no es tal Dios, y damos, por lo
las llamadas leyes del universo, presentándolas
tanto, en el ateísmo.
como inmutables; también se podría oponer la
Admitida la existencia de Dios, surge natural-
invariabilidad de la suma de las fuerzas cósmicas.
mente la idea de sus atributos, y uno de estos es
Todos estos alardes de ciencia que tanto ruido
la omnipotencia; si, pues, Dios todo lo puede, si
hacen, valen, en verdad, bien poco, y se vuelven
todo lo que puede ser hecho cae bajo su infinito
contra los mismos que los hacen. Porque, despues
poder, claro es que el milagro está dentro del
dé todo, ¿qué autoridad gozó nunca -Renán como
supuesto, porque su ejecución es cosa que puede

(1) R. P. Félix, Conferencias, El progreso por medio del Cristia-, (1) Abbc Cauly, Religión et Catholicisme.
nismo.
maestro en cosmología? E s a f r a s e suya, que á porque se identificaban órdenes tan diferentes.
nadie podría perdonársele como expresión rigu- Luego, debemos tener por manifiestamente falso
rosa, porque envuelve g r a v í s i m o desatino, aun tal supuesto, y vacío de todo valor el argumento
sobre él establecido. Y, en fin, la suma de las
como mera frase no es en él p e r d o n a b l e ; nunca
fuerzas cósmicas no implica desorden en el Uni-
se supo que en tales materias e l nombre del ex-
verso, al introducir allí el milagro, porque Dios
seminarista de San Sulpicio p u d i e r a figurar entre
puede hacer la debida compensación en las ener-
los de cosmólogos como C o p é r n i c o , Laplace ó
gías ó aplicar según su beneplácito las existen-
M. F a y e . Si el milagro está f u e r a de la ciencia,
tes; y en cualquiera de ambos casos, no se vé que
¿cómo es que sabios como el P . Carbonelle, Moig-
haya de surgir el más leve desorden, como lo sa-
no, Secchi, Arduin y otros no r e p a r a r o n mucho
ben todos los que conocen las ciencias exactas y
ni poco en admitirlo? Ni t a m p o c o es cierto que las
la ciencia admirable de la mecánica. Y no sola-
leyes del universo sean i n m u t a b l e s ; en las cosas mente no resulta el milagro como elemento per-
tenemos la esencia metafísica á la cual no se toca turbador del orden universal, sino que aparece
ni en los milagros, ni en n a d a , p o r q u e eso es in- como realidad admirable que abrillanta la obra de
tangible; pero hay la esencia f í s i c a , y su estabi- Dios y corona el edificio. Así lo entendió el sabio
lidad (no inmutabilidad) s u f r e modificaciones, escritor P. Juan Mir y Noguera, quien para hacer-
porque el hacerlas no d e s t r u y e la realidad meta- lo palpable copia el siguiente hermoso p á r r a f o
física; y cuando obra Dios a l g ú n milagro, se que se lee en el originalísimo libro del profundo
dirige á la esencia física de l a s cosas, y la ley pensador D. Antonio Cornelias Cluet, Demostra-
cósmica, estable, mas no i n m u t a b l e , s u f r e modi- ción de que 110 pueden darse conflictos entre la
ficación ó suspensión, y esto mismo ocurre, de Religión católica y la ciencia :
alguna manera, en aquellas c o s a s á las cuales
puede alcanzar el poder del h a m b r e ; pero el ver- «La producción del milagro es una continua-
ción de la ley de la naturaleza, es la misma ley
dadero milagro, sin embargo, corresponde solo á
elevada á una región superior. Los diferentes ór-
Dios, porque al obrar de este m o d o procede, como
denes de seres que componen la naturaleza están
se ha dicho muy bien, como C r e a d o r , y de esta
en mutuas relaciones, promoviendo unos el bien
manera se hace presente al juicio del hombre,
de otros en bellísima armonía. Las substancias
p a r a que así reconozca y v e a la especial inter-
inorgánicas suministran á los vegetales los ali-
vención de la Divinidad. Si l a s leyes cósmicas
mentos necesarios p a r a vivir, crecer y llegar á
fuesen inmutables, el orden f í s i c o sería al propio
admirable lozanía. A los animales y al hombre les
tiempo orden metafísico; es d e c i r , s e r í a y no sería,
suministran su alimento el reino vegetal y el reino hilos de seda, de algodón, de lana, etc.: algunos
animal. Asi, algunos seres de un orden inferior centenares de bobinas colocadas en series para-
pierden su propia existencia, se transforman para lelas reciben un movimiento común, de un motor
el bien de seres superiores ; un orden inferior sufre- cualquiera; giran todas á la vez con orden y re-
quebranto en algunos de sus individuos p a r a pro- gularidad, según las leyes d é l a mecánica; este
mover el bien de un orden superior. Esta misma movimiento general constituye el orden de la
ley rige en el milagro respecto de la naturaleza. máquina. Si un hilo llega á romperse, la obrera
Cuando se obra el milagro, se impide la ley de la que vigila el trabajo apoya el dedo sobre una
naturaleza, se invierte el orden natural, no por palanca y al punto una bobina, una sola, cesa de
antojo, sino p a r a promover un bien superior, p a r a g i r a r ; la obrera le echa mano, ata el hilo y la
establecer y difundir el orden religioso y moral». restituye al movimiento común. ¿Por ventura la
Al terminar esta parte del asunto, paréennos deteación momentánea de una bobina ha compro-
muy oportuno traer aquí algunas frases del sabio metido el orden ó la harmonía del sistema ó des-
abate Arduin, que ofrece uno de los más acabados truido el orden del mecanismo? Lejos de eso:
estudios acerca del milagro. Hélas aquí. «...Nada constituye una de las perfecciones de la máquina
es m á s opuesto á la ciencia que el pretender en- el poder continuar su acción general durante la
contrar la causa de un hecho allí donde no está. parada de uno de sus elementos, y esta detención
Y así sucede, repitámoslo, que la Religión puede posible forma parte del plan concebido por el
iluminar, ayudar y defender á la ciencia. De he- mecánico; prueba su ciencia; está en el orden.
cho, hombres que creían sinceramente en los mila- ¿Acaso esta sustracción excepcional de una bobina
gros son quienes han descubierto y formulado las á la influencia de la causa motriz impide admitir la
leyes más fecundas de la astronomía, de la física, permanencia del mo vimiento general ó de la esta-
de la química y de las ciencias naturales: New- bilidad del mecanismo? ¿Por ventura no nos reiría-
ton, Kepler, Copernico, Galileo, Le Verrier, Pas- mos en la cara del sabio que pretendiese no poder-
cal, Mariotte, Fabre, Ampère, Bercélius, Haüy, se formular la ley del movimiento general de la
F a r a d a y , Dumas, Linneo, Jussieu, Cuvier, Brong- máquina, porque u n a bobina puede cesar de girar
niart, Agassir, Elias de Beaumont y tantos otros. en un momento dado, á voluntad del obrero? Seme-
«Una comparación familiar resumirá estas jante sabio no sería ciertamente más ridículo que
conclusiones acerca de la posibilidad de los mila- aquél que niega la posibilidad de los milagros». (1)
gros. Todo el mundo h a podido ver las ingeniosas
máquinas empleadas en la industria p a r a obtener ( 1 ) Abbé A r d u i n : La cosmogonie.

5
Vengamos ahora á lo referente á la compro- los sentidos, como testimonio p a r a formar uno de
bación y existencia histórica del milagro. los llamados criterios de verdad.
Es cosa bien singular el procedimiento adop- Pudiéramos pasar por alto el gastado y vulgar
tado por el racionalismo p a r a negar la compro- argumento de Rousseau contra los milagros, fun-
bación del milagro. El milagro se opone á las . dado en el desconocimiento relativo de la totali-
leyes naturales, y por lo tanto, dice, no debemos dad de las leyes de la naturaleza; y todo el mundo
creer en él, y sí quedarnos con las leyes de la sabe que cien veces se ha dicho que basta, para
naturaleza; así, pues, si un muerto resucita, no poder apreciar si un hecho es natural ó milagroso,
debemos dar crédito á los ojos que lo ven, ni á las con tener un conocimiento negativo de la totalidad
manos que lo tocan, ni á los oídos que oyen su de dichas leyes, de suerte que si positivamente no
voz; porque es ley d e la naturaleza que aquél podemos decir hasta donde llegan las fuerzas na-
que ha muerto no vuelva ya á la vida. De aquí turales, podemos decir hasta donde no llegan, y
resulta el absurdo asombroso de que, por no apreciar el hecho de manera que pueda clasificar-
querer admitir el hecho milagroso, la derogación se ya como hecho ordinario, y a como milagroso.
de una ley de la naturaleza en algún caso dado, Además, se ha hecho ver que el argumento,
se niegue el testimonio de los sentidos, y en tal aunque especioso, de puro delgado se quiebra, y
extremo que se nos obligue á creer que innume- probando demasiado resulta inútil, porque no
rables personas, sin que pueda señalarse causa prueba nada. Si se admitiese tal criterio, habría
para ello, resulten de pronto viendo todas la necesidad de dudar de la verdad de las relaciones
misma cosa, oyendo todas la misma voz, tocando científicamente establecidas entre los hechos ordi-
todas el mismo objeto; es decir que, por no admi- narios y sus causas; desde ese momento, cae-
tir una dificultad explicable, se admiten numero- ríamos en un escepticismo científico tal, que nadie
sas dificultades inexplicables y se abre la puerta estaría seguro de que las relaciones, las causas y
á un escepticismo ridículo y pernicioso. Así se las leyes atribuidas á los hechos estudiados fuesen
venga la verdad de todos aquellos que hacen vio- las que la ciencia les asigna, y resultaría lo que
lencia al buen sentido p a r a escapar á lo que la con sumo acierto nota el P. Félix; «que para
realidad y la sana razón imponen. Si el milagro conocer una sola ley habría necesidad de cono-
es un hecho sensible, claro está que cae, como cer antes el todo de esas mismas le}res de la natu-
todos los hechos de tal género, bajo la jurisdicción raleza, lo cual es absurdo».
de los sentidos; y el negarlos, es dar en una con- ¿Y qué diremos de la imposibilidad histórica
tradicción ó en la a b s u r d a negación del valor de del milagro? El racionalismo, al combatirla, da
lagros, se oponen los falsos milagros obrados por
en la extraña y ridicula negación del criterio
virtud diabólica ó las apariencias de milagro, como
llamado de autoridad; si los hechos visibles que
acontece actualmente con el hipnotismo, cabe res-
se ofrecen claramente á los sentidos, que han sido
ponder que el milagro verdadero ha de ser obra
apreciados por numerosos testigos, no pueden
divina, y, y a se estudie lo que se refiere á la subs-
admitirse como acontecimiento real, en ese caso
tancia del milagro, y a se atienda al modo, ya se ten-
forzoso es que se suprima de un golpe la historia,
ga en cuenta el fin y los medios empleados, cabe
que los tribunales se resignen á no poder dictar
distinguir perfectamente cuando en estas cosas
jamás sentencia fundada, y por lo mismo justa, y
se procede de buena fe. Y si es verdad que se dan
además destruir el lazo necesario de todas las
falsos milagros, prueba es de que los hay verda-
relaciones humanas que descansan en el criterio
deros; que nadie forja imitaciones sin que antes
de autoridad ó referencia. ¿A dónde iríamos á
preceda la cosa imitada. El racionalismo, que hizo
dar con tan absurda consecuencia? ¡Seríaimposi-
esfuerzos asombrosos p a r a desentenderse del mi-'
ble la vida moral y social, y el mundo se tornaría
lagro, no ha conseguido al lin otra cosa que dejar
en vasto manicomio! Y que no diga Renán, (en
ver la pobreza de sus recursos, cuando pretende
uno, por lo menos, de los prefacios de su Vida
huir el cuerpo á la verdad cristiana que por todas
de Jesús) que para estimar debidamente la ver-
partes le acosa. Si entre sus críticos cuenta hom-
dad real del hecho milagroso habría necesidad
bres tan admirados como Renan y tan atrevidos
de constituir una comisión ó jurado que enten-
como Strauss, en la Iglesia han surgido defenso-
diese en el asunto, fijando día, hora, lugar y cir-
res que supieron defender sus verdades, y en este
c u n s t a n c i a s al taumaturgo, para asesorarse bien
punto del milagro pueden verse los siguientes im-
de lo acaecido y dar dictamen sobre el asunto.
portantes trabajos que honran á sus autores. Le
;Xo es esto, como dice, el ya citado P. Félix,
miracle et ses contrefaçons, por el P. Bonniot;
' residenciar á Dios», trayéndole, por decirlo así,
El milagro, por el P. Juan Mir y Noguera; Le
á la barra, y con virtiéndole en juguete del capri-
sur naturel, por el abate Gondal; La religión en
cho de la voluntad humana? Aquí, á la locura se
face de la science, por el abate Arduin (Tomo I);
añade la irreverencia; y cuando se llega á tales
Conferencias en Nuestra Señora de París, pol-
casos el asunto está juzgado.
los PP: Lacordaire y Félix ; La divinité de Jésus-
Finalmente, cuando al argumento legítimo Christ ( vol. I), por el abate Fremont; Harmonía
uue se apova en el milagro como testimonio en entre la ciencia y la fe, por D. Miguel Mir ; Dieu
de la verdad de una doctrina ó del hecho
f a v o r et ses oeuvres, por el P. Marin de Boylesve.
j e la santidad de quien h a recibido el don de mi-
Cristo verdadero de la Iglesia católica, ó bien
exponiendo los pormenores del asunto y dejando
al lector que saque la consecuencia final de todo.
L E C C I Ó N VI El espacio que tenemos disponible nos impide ser
minuciosos; vamos á tomar, pues, el siguiente
El racionalismo y la divinidad de Jesucristo partido: Expondremos, primero, el asunto, como
síntesis, y luego, como prueba y confirmación,
¡Qué tema tan hermoso, tan vasto, tan agra- los puntos diversos que le sirven de base, dejando
dable á la mente y t a n grato al corazón! E n el hablar á los que mejor han estudiado tan divino
se encuentran dos hechos que lo deciden todo: la y trascendental asunto.
negación racionalista que introduce una espantosa
La síntesis. —No ha mucho tiempo, estudiando
revolución destruyendo el Cristianismo, asentan- este asunto de la divinidad del Salvador, escri-
do el reinado del a b s u r d o y convirtiendo en cosa bíamos lo siguiente que resume y sintetiza el
laudable lo escandaloso y blasfemo, y la afirma- estado de la cuestión:
ción católica defendiendo la verdad y con el a «¡Hemos llegado al fin del siglo! L a ciencia
los intereses de la r a z ó n , de la historia de la que tanto prometía resulta en fin de cuentas con
moral y de la santidad. Si Cristo no es Dios, el las manos vacías! Toda su síntesis acerca de las
mundo cristiano cayó e n deplorable locura, y no tres grandes realidades de la filosofía, Dios, el
se ven trazas de que se cure de ella; si Cristo es hombre y el mundo, resuélvese en esta fórmula
Dios el mundo cristiano es razonable y procede desconsoladora: «Dios es un mito, el hombre un
con justicia y acierto prestándole adoración, y mico y el mundo una fórmula de mecánica». Con^
puede con pleno d e r e c h o acusar al racionalismo este resultado, tenemos que el ateísmo materia-
como impío p e r t u r b a d o r del" mundo religioso, del lista es la idea que informa á la ciencia moderna,
mundo moral, del m u n d o inteligente. \ no obs- á la ciencia de los Büchner y Haeckel; y como si
tante, dadas esas consecuencias, el error camina esta b á r b a r a demolición en donde perecen la idea
pertinaz, vencido m a s no convencido, en su ab- de Dios, la del alma y la de la creación, fuese
surda negación. Y a q u í brilló maravillosamente todavía poco p a r a saciar el descomunal apetito
la providencia de Dios, suscitando hermosísimos de la soberbia humana, también esa misma nega-
trabajos que defienden el dogma capital, la divi- ción vino á poner su mano sacrilega sobre la faz
nidad de Jesucristo. E s t e asunto puede estudiarse sagrada de Jesucristo, descargando sobre Él más
de dos maneras: ó b i e n ofreciendo en una síntesis impía bofetada que aquella de que nos habla el
el Cristo incomprensible del racionalismo y el
Cristo verdadero de la Iglesia católica, ó bien
exponiendo los pormenores del asunto y dejando
al lector que saque la consecuencia final de todo.
L E C C I Ó N VI El espacio que tenemos disponible nos impide ser
minuciosos; vamos á tomar, pues, el siguiente
El racionalismo y la divinidad de Jesucristo partido: Expondremos, primero, el asunto, como
síntesis, y luego, como prueba y confirmación,
¡Qué tema tan hermoso, tan vasto, tan agra- los puntos diversos que le sirven de base, dejando
dable á la mente y t a n grato al corazón! E n el hablar á los que mejor han estudiado tan divino
se encuentran dos hechos que lo deciden todo: la y trascendental asunto.
negación racionalista que introduce una espantosa
La síntesis. —No ha mucho tiempo, estudiando
revolución destruyendo el Cristianismo, asentan- este asunto de la divinidad del Salvador, escri-
do el reinado del a b s u r d o y convirtiendo en cosa bíamos lo siguiente que resume y sintetiza el
laudable lo escandaloso y blasfemo, y la afirma- estado de la cuestión:
ción católica defendiendo la verdad y con el a «¡Hemos llegado al fin del siglo! L a ciencia
los intereses de la r a z ó n , de la historia de la que tanto prometía resulta en fin de cuentas con
moral y de la santidad. Si Cristo no es Dios, el las manos vacías! Toda su síntesis acerca de las
mundo cristiano cayó e n deplorable locura, y no tres grandes realidades de la filosofía, Dios, el
se ven trazas de que se cure de ella; si Cristo es hombre y el mundo, resuélvese en esta fórmula
Dios el mundo cristiano es razonable y procede desconsoladora: «Dios es un mito, el hombre un
con justicia y acierto prestándole adoración, y mico y el mundo una fórmula de mecánica». Con^
puede con pleno d e r e c h o acusar al racionalismo este resultado, tenemos que el ateísmo materia-
como impío p e r t u r b a d o r del" mundo religioso, del lista es la idea que informa á la ciencia moderna,
mundo moral, del m u n d o inteligente. \ no obs- á la ciencia de los Büchner y Haeckel; y como si
tante, dadas esas consecuencias, el error camina esta b á r b a r a demolición en donde perecen la idea
pertinaz, vencido m a s no convencido, en su ab- de Dios, la del alma y la de la creación, fuese
surda negación. Y a q u í brilló maravillosamente todavía poco p a r a saciar el descomunal apetito
la providencia de Dios, suscitando hermosísimos de la soberbia humana, también esa misma nega-
trabajos que defienden el dogma capital, la divi- ción vino á poner su mano sacrilega sobre la faz
nidad de Jesucristo. E s t e asunto puede estudiarse sagrada de Jesucristo, descargando sobre Él más
de dos maneras: ó b i e n ofreciendo en una síntesis impía bofetada que aquella de que nos habla el
el Cristo incomprensible del racionalismo -y el
Evangelio al referirnos la dolorosa pasión del filósofo, al reformador, al hombre extraordinario,
Salvador. ¡cómo si todo esto no f u e r a malvada injuria hecha
No hablemos de los necios delirios de Dupuis; al que es Dios y hombre, y á cuya divinidad no
nadie se acuerda ya de eso como no sea para es dado tocar sin incurrir, en la incalificable culpa
ridiculizarlo; pero no podemos olvidar los es- de lesa majestad divina! El Cristo que nos ofre-
fuerzos titánicos del alemán Strauss, que llenó cen es un sueño, un héroe de novela, un hiero-
cuatro tomos de enfadosa erudición p a r a querer fante, un maestro ridículo, que no siendo más
probar lo imposible; ¡ para hacernos creer que el que un simple mortal, mero hombre, pretende
Cristo de la Iglesia, el Cristo real y verdadera- hacerse pasar por Dios, engaña miserablemente
mente histórico, no era más que un mito! Cierto al pueblo que le contempla, y alcanza, ¡oh poder
es que la obra de Strauss no había de atraerse extraño! que la flor y la nata de la humanidad se
muchos lectores, pues el mismo Lacordaire, hom- postre ante él durante diecinueve siglos, y que
bre de calma y de paciente estudio, al hablar de merced á su influencia el mundo cambie de as-
ella á su auditorio de. Nuestra Señora, les decía: pecto, y una civilización nueva, como jamás se
« Por causa vuestra he tenido que devorar aque- había conocido, brote al calor de esa estúpida ido-
llos cuatro tomos de un tedio trascendental». latría del mundo entero apasionado por un far-
Esta mole pesadísima no era de lo mejor p a r a di- sante que murió clavado en cruz, como usurpador
vulgar la mentira y el sofisma; así lo compren- del título de Dios, como revoltoso y blasfemo!
dió Renán, y tomando de allí cuanto le convino, Todo esto, claro está, es un verdadero caos,
dió al mundo, ansioso de malas doctrinas, la no- y no puede sostenerse ante la verdadera crítica;
vela, que no historia, en donde se desfigura por ¡y sin embargo, esto sostiene el racionalismo, y
entero la persona sagrada de Jesús, y se destroza lo vende como la obra maestra del saber huma-
con inaudito atrevimiento la narración evangélica; no! ¡ Ah, si el Cristo fuese así, ese Cristo mere-
el libro de Strauss es una burla feroz á la historia; cería el más solemne desprecio!
la novela de Renán es una traición hecha á la ¡Pero ese Cristo es monstruosamente absurdo!
verdad cristiana; ¡hay en ese libro algo tan ¡El buen sentido lo rechaza, la historia lo des-
repugnante á la honradez literaria, que no se miente, la verdadera ciencia lo condena, y la
puede pensar en él sin sentirse indignado! P a r a conciencia cristiana se subleva ante ese personaje
coronar esa obra infame de negación anticristia- extraño, imposible y ridículo!
na vienen los postreros ecos de la crítica racio- ¡Cuán distinto es el Cristo de la Iglesia, el
nalista entonando himnos de alabanza al gran verdadero Cristo, el Cristo real, el Cristo de la
tradición y de la historia! ¡ E s el hijo de Dios, siempre, y vive, reina y manda». ¡ Este es nuestro
encarnado en las entrañas purísimas de la Vir- Cristo, el Cristo de la Iglesia, el Cristo Dios, el
gen madre; Aquél en quien el P a d r e tiene sus Cristo de la historia!
complacencias; el Salvador de los hombres, el Si entramos ahora en las bases que nos han
nuevo Adán, humilde, manso, sincero, que per- dado esa síntesis, fácil sería escribir un libro en-
dona los pecados del mundo, q u e reparte el bien tero sobre el asunto; mas ni el espacio tan breve
á manos llenas, que muere voluntariamente, víc- de que disponemos nos lo consiente, ni hay p a r a
tima inocentísima, que con su s a n g r e lava todas que repetir cosas que tan bien han sabido decir
las culpas, con su luz abre n u e v o s horizontes á escritores insignes; bástenos apuntar las bases
la verdad, con su amor diviniza á los mortales,' sobre que descansa tan hermosa verdad, la ver-
renueva el mundo, crea la Iglesia, comunica su dad católica referente á la divinidad del Cristo,
propia carne á los hombres p a r a santificarlos, y estampar algunos maravillosos pensamientos
establece el hermoso reino d e l a s almas, y abre referentes al caso.
las puertas del cielo, c e r r a d a s a n t e s p a r a la caída Jesucristo, nótese bien, reune_ en su persona
y triste humanidad! ¡Este es el Cristo real, el ver- caracteres tales que hacen de Él un personaje
dadero Cristo, el único que r e s p o n d e á las exigen- único, tan especial, que si no es Dios no se sabe
cias del buen sentido, y el ú n i c o tipo ideal y ver- lo que es; no puede calificársele, y habría que
daderamente histórico que s e sostiene ante lo renegar del buen sentido, de la enseñanza de la
que la sana crítica pide! Este e s el Cristo que vive historia y de la sinceridad de la Providencia;
en la Iglesia, el Cristo que i n s p i r ó á Velázquez, esto último equivaldría á legitimar la blasfemia,
el que inspiró los trabajos maravillosos de la teo- cosa enteramente absurda y además impía.
logía católica, el Cristo e n s e ñ a d o por San Pablo Jesucristo, antes de haber hecho su aparición
y confesado por Pedro, el que dió al mundo legio- sobre la tierra, «se preexistió como Dios», dice
nes de mártires y de Santos, el que encendió la Lacordaire; su vida es la de un Dios; muere
mente de los poetas cristianos, y , en nuestros días, también como Dios; como Dios se resucita, y
inspiró las admirables p á g i n a s de Luis Veuillot, como Dios anunció el porvenir; acertó á crearse
Faber, Augusto Nicolás, B o u g a u d , Didon y tantos un reino inmortal en las inteligencias, en los co-
otros, y, en fin, los indestructibles libros del sabio razones, en las voluntades, en el mundo social y
religioso, y, lo que no se vió nunca, se creó singu-
abate Fremont, que redujo á polvo cuanto la in-
lares odios que muestran en Él algo distinto del
credulidad moderna escribió c o n t r a la divinidad
mero hombre, y que no se explica bien sino es
de Jesucristo « que, como S a n P a b l o dice, es y será
reconociendo que es el primogénito de toda cria-
tendimiento sublime; era sincero, porque su cora-
tura y Señor del universo. El racionalismo, al
zón se abrió á los hombres como un santuario de
explicar la vida de Jesucristo, se encuentra con
ternura y de castidad; era sincero, porque tenía
ese verdadero arrecife que le c i e r r a el p a s o ; y en
la absoluta certeza de sí mismo, porque tenía fe
tal aprieto acude á lo imposible; al Cristo mito-
en su palabra, porque creía en sí. Jesucristo, como
lógico, Cristo imposible, que no c a b e en la histo-
el Evangelio, que no e s o t r a cosa que Él, Jesucris-
ria y contrario al Cristo real, Í ^ C r i s t o verdade-
to era la sinceridad misma, y el encanto tan pode-
ramente histórico, ó compone fantástica leyenda,
roso que se experimenta mirándole y oyéndole
novela traicionera que se vale d e los matices
procede de la claridad íntima de su fisonomía, que
engañosos del panteísmo p a r a d a r n o s un Cristo
le deja pasar todo entero al exterior tal como es.
soñado, mas no el Cristo r e a l ; ó bien se niega,
«¡Bien! me diréis, Jesucristo era sincero, ¿y
sin pruebas, su divinidad, y se da en el absurdo
qué?; ¡ otros muchos lo han sido! Un momento, se-
de ofrecernos un héroe inexplicable, sabio de aca-
ñores, no lo meditáis. Jesucristo era sincero, creía
demia, filósofo de oficio, jefe de b a n d e r í a religiosa;
lo que decía; m a s decía que era Dios; se lo dijo á
es decir, un Cristo absurdo.
sus discípulos y á sus amigos, se lo dijo al pueblo,
No queda, pues, otro camino q u e el de la sin-
se lo dijo á la m a g i s t r a t u r a suprema de su país; fué
ceridad; ese camino es la leal confesión de que
condenado y murió por tal afirmación: luego creía
Jesucristo es el Verbo hecho hombre, que a p a r e -
que era Dios. Mas no podía creerlo si no lo fuese,
ció en el mundo, sufrió por los d e m á s hombres y
porque es imposible equivocarse tocante á un he-
fundó su Iglesia p a r a darnos á todos el fruto de
cho de conciencia tal como el de la propia perso-
la redención.
nalidad, á menos de estar loco; pero Jesucristo no
Testimonios de la Apologética.
era loco, y era sincero; luego era Dios. Aquí, por
«Hé aquí el carácter de Jesucristo tal como el
una excepción que afecta á la naturaleza misma
Evangelio nos lo ha revelado: desde el punto de
del asunto, la cuestión de sinceridad se confunde
vista de la inteligencia, sublimidad continua; des-
con la cuestión de la realidad. Y no es descubri-
de el punto de vista del corazón, t e r n u r a casta é
miento mío, v a n a investigación de mi entendi-
inefable; desde el punto de vista d é l a voluntad,
miento. Hace mucho tiempo, señores, que el Evan-
certeza absoluta de sí mismo. Mas este carácter es
gelio, estableciendo en el entendimiento de quienes
incompatible con el vicio innoble q u e ni siquiera
lo leen atentamente la sinceridad de su héroe, les
me atrevo á nombrar, tan lejos está y a de vuestra
persuade su divinidad sin más argumento. E n tan-
mente. Jesucristo era sincero, p o r q u e era un en-
to que la Iglesia católica, hija y esposa de Jesu-
cristo, demuestra la divinidad de su Fundador por hecho se preguntan algunos todavía, aunque sin
la divinidad de su propio carácter, el Evangelio, poder darse respuesta en lo humano, cómo han
obrando de otra manera, prueba á los hijos de la cedido tantas resistencias al Dogma vencedor,
Iglesia la divinidad de Aquel que la fundó. Y esta cómo se han desvanecido ante su atracción tantas
impresión es común á edades bien diferentes, á las repulsiones, cómo han podido fundirse tantos
tres edades del hombre; hasta tal punto es natural odios en un mismo amor; y, en fin, cómo es posi-
y se halla fundada sobre la verdad». (1) ble que tantos elementos como conspiran á favor
de las pasiones humanas hayan dejado pasar sin
Sobre el mismo asunto se explica el P. Félix,
detenerlo el Dogma de la soberanía del Verbo y
diciendo: « La divinidad de Jesucristo tenía
de la divinidad de Jesucristo, cuando venía á
aun que vencer otros obstáculos y salvar otras
hacerles una guerra tan cruda y á causarles tan
barreras p a r a llegar á reinar. ¿Me preguntáis qué
humillantes derrotas.
barreras son esas? Pues son la b a r r e r a de las
ideas, la b a r r e r a de las costumbres, la b a r r e r a de « Barrera de las instituciones. Bien sabéis lo que
las instituciones, la b a r r e r a de las nacionalidades muchas veces cuesta á los genios más atrevidos
y la b a r r e r a de las religiones. y poderosos romper la dura corteza que forman
«Barrera de las ideas. ¿Quién no conoce los en la superficie de los pueblos las instituciones
abismos que abre entre los pueblos la diferencia seculares; y por cuantas leyes, prohibiciones y
de doctrina y el antagonismo entre las ideas? prescripciones tienen que pasar los dogmas nue-
vos p a r a llegar á prevalecer. Pues bien: la divi-
¿Qué obstáculo, pues, no encontraba en el borde
nidad de Jesucristo ha roto esa corteza, h a pasado
de ese abismo el Dogma incomparable de la divi-
á través del tejido de las instituciones humanas y
nidad de Cristo? Á pesar de eso ha salvado ese
de las constituciones sociales; y no han sido bas-
abismo, y las filosofías del Norte como las filoso-
tantes á detenerla todas las preocupaciones de las
fías del Mediodía, y la idea oriental como la idea
recelosas tiranías y de las legalidades envidiosas.
occidental, se han encontrado arrodilladas ante
Jesucristo Dios, unidas en la misma fe y en la «Barrera de las nacionalidades. Formidable es
misma adoración. esta b a r r e r a que á veces detiene las ideas más
«Barrera de las costumbres y de las pasiones legítimas y las dominaciones más santas. Cuando
humanas. ¡Oh! las hay por el mundo tan contra- una idea penetra en el corazón de un pueblo,
cuando tiene á su favor el imperio de las simpa-
dictorias y tan antipáticas al Dogma supremo del
tías, entonces marcha, corre, se precipita, y muy
Cristianismo, que aún después de realizado el
luego reina como soberana. Pero cuando la idea
(1) Lacordairc, Conferencias en Nuestra Señora de París.
causa extrañeza, cuando no se h a infiltrado en la nombre le han formado con sus escombros el ca-
fe ni en la sangre del pueblo, entonces la nacio- mino p a r a su marcha triunfal.
nalidad, es decir, el sentimiento nacional, la re- «Así es, señores, como el Dogma de la divinidad
chaza, como rechaza un pueblo oprimido el des- de Cristo se ha lanzado á través de todos los obs-
táculos y por encima de todas esas fronteras de
potismo que le impone el extranjero. ¿Y cómo es
la naturaleza, de las ideas, de las costumbres, de
que la creencia en la divinidad de Jesucristo ha
las instituciones, de las nacionalidades y de las
entrado triunfante en el corazón de tantas nacio-
religiones, tomando vuelo en el apostolado cristia-
nalidades distintas y las m á s veces rivales?
no, avanzando hacia todos los puntos del globo, y
«Pero entre el reino de Jesucristo Dios y las
haciendo resonar en todos los ámbitos del mundo
naciones de que t r a t a b a de enseñorearse había las palabras que anunciaban el mayor misterio de
una b a r r e r a más profunda que todas esas, y era Dios y el hecho más grandioso de la humanidad:
la b a r r e r a de las religiones: existía el obstáculo Verbum caro factum est et habítavit in nobis. (1)
siempre vivo de los cultos, de los sacerdocios y de (El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros;
los símbolos que no se resignaban á morir; exis- y vimos brillar su gloria, la gloria del mismo hijo
tía, sobre todo, como elemento de oposición á ese de Dios).
reino del Dogma libertador, la complicidad uná-
«Adórenle, pues, todas las naciones; caigan
nime de todas las religiones serviles, que bajo el
de rodillas ante él todos los pueblos. Y todos los
escudo de la protección real, consular ó imperial,
pueblos lo han adorado, y á todas las naciones
buscaban abrigo contra todo nuevo dogma: exis-
prosternadas en tierra ante el trono de su divini-
tía, en fin, la conjuración de todos los dioses
dad las oigo exclamar, no por la voz de un hom-
contra Cristo Dios, porque proclamar Dios á
bre, sino por la de millones de hombres: Tú eres
Jesucristo significaba el derrumbamiento de todos Cristo, hijo de Dios vivo. He ahí el hecho por
sus templos y la ruina de todos sus altares. ¿Y excelencia, que dice en su pública claridad:
quién no comprende toda la profundidad del obs- Mirad y veréis que el reino de Dios es tan gran-
táculo con que tropezaba aquí la divinidad de de como el espacio». (2)
Cristo p a r a conquistar la dilatación y la univer-
V é a s e l o que.el doctísimo abate Fremont es-
salidad de su reino? Pues bien, señores; la divini-
cribe :
dad de Cristo ha pasado á t r a v é s de todos esos
templos derrumbados, de todos esos altares hechos ( 1 ) San J u a n I.
pedazos, de todos esos símbolos pulverizados; y ( 2 ) P . Félix, Conferencias en Nuestra Señora de París; traducción
c a s t e l l a n a d e D. J. M. A n t e q u e r a .
todos los dioses que han caído por tierra al oir su
«Es efectivamente una cuestión de filosofía, estudiado en Issy, como él; hemos aprendido las
mucho más que una cuestión de exégesis, la que ciencias físicas y naturales y creemos que «su
se agita entre la Iglesia y los adversarios del Dog- método es absoluto». Mas ¿en dónde las ciencias
ma de la divinidad del Cristo. Un solo punto les físicas y naturales han demostrado que Dios no
es común. La crítica bíblica independiente y la podía intervenir y que no había intervenido en
Iglesia católica se hallan de acuerdo, generalmen- el curso normal ele las leyes de la naturaleza?; ¿en
te, sobre el contenido objetivo y gramatical de los dónde las ciencias f ísicas y naturales han demos-
textos, pero difieren en todo lo demás en la inter- trado que Moisés no vió jamás á Jehová en la
pretación que de ello dan. M a s la interpretación zarza ardiendo, que San Pablo no hubo jamás oído
no es diferente sino porque lo son los principios á Jesucristo en el camino de Damasco, y que los
de ella, y estos principios no son ellos mismos di- quinientos testigos de la Resurrección eran todos
ferentes sino porque no proceden de un mismo alucinados, cuyo testimonio aceptado sin pruebas
sistema filosófico. La Iglesia cree en el milagro, era no obstante capaz de mover á millones de
porque cree en un Dios distinto del universo, infi- mártires á derramar su sangre y á millones de
nito, libre, bueno y omnipotente. Y el libre pen- eloctores á emplear su genio en favor de un mito
samiento no cree en él, p o r q u e tiene acerca de sin consistencia? Echemos á un lado toda mala
Dios otra idea y no admite a l g u n o s de sus atribu- inteligencia. Ernesto Renán no interpreta, en
tos constitutivos. Por esta r a z ó n , Ernesto Renán sentido legendario, las narraciones milagrosas del
se engaña ó engaña á sus lectores cuando dice: Pentateuco y del Evangelio sino porque no cree
«En esta g r a n lucha e m p e ñ a d a entre mi razón y en lo sobrenatural. Su filosofía panteísta, tomada
de Spinosa y de Goethe, es quien hace de él un
mis creencias, evitaba cuidadosamente el hacer
exegeta incrédulo. Las ciencias físicas nada
ni un solo razonamiento de filosofía abstracta. El
tienen ahí que ver y sus estudios en Issy no tienen
método de las ciencias físicas y naturales, que en
parte alguna en eso. Esos mismos estudios han
Issy se había impuesto á m i entendimiento como
producido en mí un resultado enteramente distin-
una ley absoluta, hacía que desconfiase yo de todo
to. Luego no son ellos, sino la interpretación
sistema , mis razones f u e r o n todas del orden
arbitraria y pseuelo científica que se les da, quien
filosófico y crítico: en m a n e r a alguna fueron del solamente es causa de eso. Mas, esa interpretación
orden metafísico, político, m o r a l » . (1) proceele ele la filosofía, de la metafísica: Luego
«M. Renán no podría d a r n o s un c h a s c o . Hemos
Renán no se da cuenta de lo que dice ó engaña
á aquellos á quienes se dirige. El eminente prela-
(1) E. R e n á n , Soupenirs d' enfance et de ieunesse.
do, que combatió victoriosamente algunos de sus puro animal; por eso, con tanta exactitud, el hom-
más temerarios asertos, ha escrito acertadamen- bre es llamado animal racional. Pero si la razón
te: (1) «En realidad, la crítica bíblica de nuestros es luz natural que viene de Dios, la fe es don so-
días procede de la filosofía mucho más que d é l a brenatural que procede del mismo foco; son dos
historia. La exégesis actual es corolario lógico, rayos desprendidos del mismo luminar, aunque
consecuencia de un sistema filosófico. Es hija de distintos por su condición; natural el uno, sobre-
las teorías idealistas ó materialistas del siglo xix. natural el otro, pero formando perfecta consonan-
Corresponde al estado de las inteligencias desde cia, pues de otro modo necesario fuera poner con-
Hegel hasta Schopenhauer». (2) tradicción en su origen, que es Dios, y esto es
Véanse sobre este asunto, además de los auto- manifiestamente absurdo.
res aquí citados, los trabajos de Augusto Nicolás, Ahora bien; esta ley general de conformidad
Caminero, Monseñor Freppel y Monseñor Bou- ó harmonía brilla esplendorosa en todos los dog-
g a u d ; como obra de tésis ó expositiva, el libro mas, al estudiarlos en sus relaciones con la obra
admirable de Luis Veuillot, Vida de Jesucristo; de Dios, y al aplicarles la ley de comparación
y como obra maciza, la que lleva igual título, del mediante el ejercicio legítimo de la razón; y lo
P. Didon. veremos comenzando por el primero, que es el de
la Santísima Trinidad, ó sea el misterio de la vi-
L E C C I Ó N VII da íntima de Dios, de esa vida inefable que se en-
cuentra en la hermosa ley de la unidad en la va-
El racionalismo y el Dogma de la Santisima Trinidad riedad ó multiplicidad, ley singular que aparece
en todo y en todas partes, dando así testimonio de
Entramos ya en las relaciones ó harmonías del
su imprescindible necesidad.
dogma cristiano con la razón humana, ó, por decir
mejor, con la razón. La razón no es cosa inventada El Dogma de la Santísima Trinidad se consti-
por el hombre, ni cosa que el hombre pueda darse p e en la afirmación ó confesión de un Dios úni-
á sí mismo ni á los demás; la razón es un don de co, en tres distintas personas: Dios P a d r e ; Dios
Dios, una facultad del alma humana, una luz es- Hijo; Dios Espíritu Santo. Cada una de estas
plendorosa que nos ilumina y nos distingue del personas es Dios; pero no suman tres dioses;
porque si bien la una no es la otra, todas son Dios,
mas no un Dios distinto cada una de ellas. Unidad
(1) M o n s e ñ o r Meignan a r z o b i s p o de T o u r s , David roi. psalmiste,
de la substancia divina; triplicidad de relaciones
prophète.
(2) Abbé F r e m o n t : La divinité de Jésus-Christ et la libre pensee. en Dios; y como tales relaciones son perfeetísi-
t o m o 2.°
do, que combatió victoriosamente algunos de sus puro animal; por eso, con tanta exactitud, el hom-
más temerarios asertos, ha escrito acertadamen- bre es llamado animal racional. Pero si la razón
te: (1) «En realidad, la crítica bíblica de nuestros es luz natural que viene de Dios, la fe es don so-
días procede de la filosofía mucho más que d é l a brenatural que procede del mismo foco; son dos
historia. La exegesis actual es corolario lógico, rayos desprendidos del mismo luminar, aunque
consecuencia de un sistema filosófico. Es hija de distintos por su condición; natural el uno, sobre-
las teorías idealistas ó materialistas del siglo xix. natural el otro, pero formando perfecta consonan-
Corresponde al estado de las inteligencias desde cia, pues de otro modo necesario f u e r a poner con-
Hegel hasta Schopenhauer». (2) tradicción en su origen, que es Dios, y esto es
Véanse sobre este asunto, además de los auto- manifiestamente absurdo.
res aquí citados, los trabajos de Augusto Nicolás, Ahora bien; esta ley general de conformidad
Caminero, Monseñor Freppel y Monseñor Bou- ó harmonía brilla esplendorosa en todos los dog-
g a u d ; como obra de tesis ó expositiva, el libro mas, al estudiarlos en sus relaciones con la obra
admirable de Luis Veuillot, Vida de Jesucristo; de Dios, y al aplicarles la ley de comparación
y como obra maciza, la que lleva igual título, del mediante el ejercicio legítimo de la razón; y lo
P. Didon. veremos comenzando por el primero, que es el de
la Santísima Trinidad, ó sea el misterio de la vi-
L E C C I Ó N VII da íntima de Dios, de esa vida inefable que se en-
cuentra en la hermosa ley de la unidad en la va-
El racionalismo y el Dogma de la Santisima Trinidad riedad ó multiplicidad, ley singular que aparece
en todo y en todas partes, dando así testimonio de
Entramos ya en las relaciones ó harmonías del
su imprescindible necesidad.
dogma cristiano con la razón humana, ó, por decir
mejor, con la razón. La razón no es cosa inventada El Dogma de la Santísima Trinidad se consti-
por el hombre, ni cosa que el hombre pueda darse p e en la afirmación ó confesión de un Dios úni-
á sí mismo ni á los demás; la razón es un don de co, en tres distintas personas: Dios P a d r e ; Dios
Dios, una facultad del alma humana, una luz es- Hijo; Dios Espíritu Santo. Cada una de estas
plendorosa que nos ilumina y nos distingue del personas es Dios; pero no suman tres dioses;
porque si bien la una no es la otra, todas son Dios,
mas no un Dios distinto cada una de ellas. Unidad
(1) M o n s e ñ o r Meignan a r z o b i s p o de T o u r s , David roi. psalmiste,
de la substancia divina; triplicidad de relaciones
prophète.
(2) Abbé F r e m o n t : La divinité de Jésus-Christ et la libre pensce. en Dios; y como tales relaciones son perfeetísi-
t o m o 2.°
mas, porque son divinas, cada una de ellas es plica, abusando de dicho principio: «Las cosas
persona; Persona divina, especial como persona, idénticas á otra (á una tercera) son idénticas entre
pero las tres, un sflo y único Dios. As. expues o sí». Ahora bien: «si el padre es Dios, si el hijo es
Dios, si el Espíritu Santo es Dios, en una palabra,
el dogma, tenemos: unidad de substancia; tripli-
si estas tres personas son idénticas á la Divinidad,
cidad de relaciones. Aquí, con esta distinción
son idénticas entre sí, y las personas, por lo tanto,
necesaria, tenemos cuanto se p a r a con-
r e q u i e r e
no son distintas, y no hay Trinidad». A este argu-
testar los reparos que el racionalismo hace a tan
mento, así expuesto por el abate Cauly en su obra
sublime Dogma, valiéndose, ora del principio de Religión et catholicisme, responde él mismo,
contradicción, ora echando mano del principio de diciendo: «Este razonamiento cae ante una distin-
identidad. ción muy sencilla: las cosas idénticas á una ter-
Citemos su mismo argumento, comenzando por cera son idénticas entre sí, es verdad, si su iden-
el que se funda en el principio de contradicción: tidad es absoluta y bajo el mismo respecto; pero
«Uno no puede ser tres; tres no pueden ser uno. si son idénticas bajo otro respecto, no se sigue que
Tan absurdo es esto como si se dijese: 1 + 1 + 1 - 1 » - sean idénticas entre sí. Así pues, el Padre, el Hijo
Si la doctrina católica enseñase que un Dios son y el Espíritu Santo son idénticos á la Divinidad
tres dioses ; ó que tres personas son una persona desde el punto de vista de la naturaleza divina,
la observación sería justísima; pero no es asi el es cierto; mas desde el punto de vista de la perso-
Dogma de la Santísima Trinidad no es una burla nalidad, no, puesto que tienen cada cual algo que
de la aritmética, ni un insulto hecho á los princi- los distingue. Así es que el P a d r e engendra y no
pios de la sana razón. Se afirma la unidad de es engendrado; el Hijo es engendrado por el Pa-
Dios, mas no la unidad y triplicidad á un tiempo dre, y de Él, como del Padre, procede el Espíritu
de la divina s u b s t a n c i a r e enseña la triplicidad Santo; el Espíritu Santo no es engendrado, sino
y distinción de las personas, m a s no su unidad a que procede á la vez del Padre y del Hijo, y no
un tiempo con su triplicidad, ni su distinción a un engendra á nadie. Se dan pues entre las tres per-
con su identidad. L a unidad y triplicidad
t i e m p o sonas divinas caracteres distintos de personalidad
que se pone en Dios-no es bajo el mismo respecto, y no la identidad absoluta».
sino bajo respecto distinto; con esto no hay lugar
Pero, entremos en el asunto mismo y obser-
á contradicción, y las exigencias legítimas de la
vemos las hermosas relaciones de harmonía que
razón nada pueden aquí reclamar.
g u a r d a con la vida de los seres creados, y las
Viniendo á la objeción f u n d a d a en el principio analogías que por donde quiera se observan entre
de identidad, véase como el racionalismo se ex-
el ser finito y la vida íntima del ser infinito, que turas, y lo posee en grado infinito? La criatura
viviente es fecunda en la medida de su ser; luego
tal es el misterio de la unidad en la Trinidad.
Dios es fecundo en la medida del suyo; y siendo
El misterio de que aquí tratamos es el de la
infinito, debe ser, por lo tanto, infinitamente fecun-
vida de Dios; ahora bien; ¿qué es la vida, y como
do ; la expresión de la fecundidad es la paternidad;
se manifiesta su acción en los seres que nos rodean?
luego Dios es Padre, y como infinito y eterno,
La vida, en un sentido lato, es el ser; existir, es
engendra un ^ i j o infinito y eterno; este Hijo es
vivir; pero en riguroso sentido, la vida es un mo-
Dios, pero no resultan dos dioses, porque el infi-
vimiento que procede de lo íntimo del ser y que
nito es único; no sufre repetición; el Padre y el
produce algo, puesto que siendo el movimiento una
Hijo son Dios; son distintos, porque el uno engen-
acción, y siendo propio de la acción el ser fecun- dra, y el otro es engendrado; son uno por la
da, la vida es, por lo tanto, un movimiento fecundo; substancia; son dos por las relaciones; y como
«vivir es obrar», dijo admirablemente el ilustre estas relaciones son en Dios mismo, resultan per-
P . Lacordaire al estudiar este mismo asunto. fectísimas; adquieren la nota de la individualidad
L a fecundidad es pues la característica de la racionalmente consciente, y por esto son perso-
vida; el vegetal se mueve desarrollándose, y su nas; el Padre ama al Hijo; el Hijo ama al Padre;
movimiento expansivo produce el fruto, en cuyas este amor que va del uno al otro es eterno é infi-
entrañas se g u a r d a la semilla, productora de otro nito; es Dios; pero es relación divina; es por lo
ejemplar semejante. El animal, merced á la cua- tanto Persona divina; es el Espíritu Santo; y aquí
lidad misteriosa de reproducirse por la genera- se cierra eternamente el círculo perfectísimo de las
ción, es fecundo y engendra su semejante; el relaciones divinas; no se da ni una menos ni una
hombre ha recibido el don admirable d é l a pater- más; es imposible; por eso en Dios no cabe poner
nidad; el alma, actuando sus potencias intelec- más de tres personas; ellas constituyen, en la dis-
tuales, produce su verbo y nos ofrece el espec- tinción real que entre sí guardan y en la unidad
táculo misterioso de sus ideas; todo, desde los substancial común á todas, el misterio inefable de
últimos r a n g o s de la vida hasta el más encum- la vida íntima de Dios; el misterio augusto de la
brado de los vivientes, nos ofrece el maravilloso Santísima Trinidad. ¿Qué tiene que oponer á esto
cuadro de la fecundidad; ahora bien; si esto, que la razón más exigente? Nada; absolutamente nada.
es una perfección, ocurre en los seres creados, en
En cuanto á las analogías del misterio de la
estas míseras realidades vivientes, ¿habría de
vida íntima de Dios con los seres creados, es
faltar en Dios, que, siendo infinito, posee, por emi-
cosa manifiestamente clara.
nente modo, cuanto hay de perfección en las cria-
No hay manera de formarse idea de un cuerpo P a r a terminar, y teniendo en cuenta que la
sean las que fueren sus dimensiones, sin encerrarlo historia nos muestra por todas partes y en todos
en la triple superficie délos sólidos: largo, ancho tiempos la filosofía de la Trinidad, como se ve en
y profundidad. Todo ser, si es vivo, reúne en sí las doctrinas de la India, de la China, de la Per-
estas tres cosas: la existencia, el desarrollo y la sia, de Grecia y en los sistemas modernos de
fecundidad. El alma humana posee tres poten- Hegel, Cousin y Lamennais, cabe notar, con el
cias: memoria, entendimiento y # v o l u n t a d ; dis- abate Cauly, que. no obstante los reparos del
tintas entre sí, pero en la unidad del espíritu ó racionalismo, toda la filosofía antigua y moder-
sujeto. E n las ciencias tenemos: principios, rela- na se ve cercada por la realidad de la doctrina
ciones y consecuencias; en el orden ontològico, de la unidad en la Trinidad; y el mismo autor
se encuentran en la unidad del ser la verdad, la dice:
bondad y la belleza; en el orden lógico, el silo- «De todas estas teorías tanto antiguas como
gismo que siendo uno encierra tres proposicio- modernas sobre la Trinidad, concluyamos que
nes: mayor, menor y conclusión; y también, tres este dogma tiene su raíz en una revelación primi-
términos: mayor, medio y menor. En el orden tiva que se transmitió, más ó menos alterada, en
moral tenemos tres entidades constitutivas del los diferentes pueblos; que el espíritu humano
mismo: la ley, el conocimiento y la libertad. En vanamente tentaría comprender ó explicar este
las ciencias físicas, el calor, la luz y la electrici- misterio; y que,-finalmente, lo más fácil, como lo
dad; en mecánica tres condiciones: fuerza, punto más razonable, está en admitir acerca de la Tri-
de apoyo y dirección. E n fisiología tres funcio- nidad la enseñanza católica más bien que los deli-
nes: respiración, circulación y digestión; tres rios de los filósofos».
centros vitales: los pulmones, el corazón y el Merecen consultarse, sobre este asunto, los
cerebro. E n el lenguaje tres tiempos: presente, siguientes trabajos: Lacordaire, Conferencias en
pasado y futuro; en la palabra, el verbo interior, Nuestra Señora de París; P . Félix, Conferencias
la forma articulada y la relación entre el uno y sobre El progreso por medio del Cristianismo;
la otra. Y en las ciencias naturales tres reinos: P a d r e Gratry, La Philosopliie du Credo; P. Mon-
vegetal, animal y h u m a n o ; el reino mineral sirve sabré, Exposición del Dogma católico; abate
de base á los tres ; y si se le contase podríamos Cauly, Apologetique chretienne.
asentar esta otra división: mineral, vegetal y
animal, pero dejando á salvo, claro está, la racio-
nalidad humana.
de seres tan diversos por su esencia, como son el
ser finito é imperfecto de las criaturas, y la reali-
dad infinita y perfectísima, que es Dios.
LECCIÓN VIII El error opuesto al Dogma de la creación, da
en uno de estos extremos: El mundo sin Dios;
El racionalismo y el Dogma de la creación ateísmo materialista ó concepción materialista y
atea del universo. El mundo increado ó sea el
Si alguna cosa es manifiestamente filosófica y universo independiente; el mundo-Dios, teoría
accesible á la razón humana, es el Dogma de un panteística del mundo.
Dios creador de todas las cosas. La Iglesia cató- El primer error es muy viejo; los antiguos
lica, en su hermoso y sublime símbolo, pone en el defensores de la doctrina de los átomos, que sin
comienzo aquellas luminosas palabras: Creo cu saber por qué se reúnen y forman este g r a n con-
Dios Padre Todopoderoso, Criador del cielo y de cierto de la creación, es tan ridicula, que, como
la tierra. Se comienza por creer en la existencia diría Balmes, encierra un imposible de sentido
del Ser infinito; sin Él, nada existiría, porque común, y además cojea contra la indispensable
siendo relativo y contingente este universo que razón de causalidad. El ateísmo cosmológico de
llamamos mundo, necesario era que dependiese estos tiempos reviste un carácter marcadamente
científico, y así lo dejamos, por el momento, p a r a
de un ser absoluto y necesario que le sirviese de
estudiarlo oportunamente en la segunda parte de
causa; de otro modo ó el mundo sería Dios, lo
este libro, al t r a t a r las cuestiones de orden cien-
cual es incompatible con la idea del ser perfectí-
tífico. La doctrina de un mundo increado ó del
simo é inmutable, ó existiría sin Dios, lo cual es
universo independiente da en el ateísmo ó en
absurdo, porque lo imperfecto necesitó venir de
el panteísmo; el mundo sin Dios es un contrasen-
la nada al ser, ó bien, finalmente, tendríamos un
tido, y, como veremos á su tiempo, tiene contra
mundo eterno con Dios; pero un mundo eterno
sí las conclusiones de la ciencia experimental; el
habría alcanzado su estado límite, según las teo-
mundo-Dios, ó sea la doctrina panteística, formó
rías de la termodinámica, y esto está lejos aún de el error capital de la filosofía trascen dental ista
suceder; por otra parte, si la creación era nece- en estos tiempos y sedujo poderosas inteligen-
saria, no podemos escapar á la doctrina panteísta, cias. Es el error que merece ser detenidamente
y, en rigor, tendríamos un mundo-Dios, ó un Dios- estudiado, y vamos á ocuparnos en relatar, bre-
mundo; ambas cosas se contradicen, porque no vemente, su historia y en hacer su crítica.
es dado predicar, identificándolos, la misma cosa
Comencemos por definir, p a r a que de este luto quimérico, que es el resultado de los sueños
modo se eviten malas inteligencias y no tenga- del idealismo panteísta de Schelling.
mos que a n d a r con aclaraciones que interrumpan Pero el error panteísta no es ninguna nove-
el camino. Por panteísmo entendemos aquella dad; ni á los alemanes, ni á los franceses, ni me-
nos en España, es dado echarlas de inventores;
doctrina ( t o d o - D i o s ) que por diversos medios, ó
cierto es que esa doctrina se muestra, en cuanto
bajo f o r m a s distintas, enseña la identidad del ser,
á la forma, vigorosa en el trascendentalismo ra-
el ¿sse commune; substancia única en la cual
cionalista moderno; pero en su fondo no es nue-
vienen todos los seres á identificarse; por manera
v a ; es tan antigua como la filosofía, y así vemos,
que las diferencias que en ellos observamos no
al penetrar en la historia del saber humano, como
son más que meras apariencias, modos, fenóme-
tal error aparece entre los orientales. Allí está
nos" pero todo ello dependiente, y A manera de
Brahma, llamado el ser verdadero, vivo, feliz, sin
s i m p l emanifestación, del ser único, eterno, infi-
segundo; y al lado de este panteísmo, en donde
nito, del Dios-todo ó del todo-Dios; que en defini- Brahma, ese ser único, se identifica con el mun-
tiva es igual. do, y que nos ofrece una doctrina idealista, se
Ocurre que p a r a buscar esa substancia uni- halla también el panteísmo enseñado por Kapila,
versal y única, los partidarios de tal sistema se verdadero panteísmo materialista, pues que p a r a
desvanecen y pierden, ora en las profundidades y su autor Dios no es más que el conjunto de los
laberintos del propio pensamiento, y nos dan un seres materiales; pero, además, en el Bagavad-
sistema ó doctrina puramente subgetiva ó idealis- Gita, libro indio, se habla de Dios como de un
t a ; ó bien, filándose exclusivamente en lo que es principio que g u a r d a en germen todo lo creado, y
objeto de los sentidos, la materia, el mundo físico, de donde salen todas las cosas, por natural des-
van á dar á un panteísmo materialista que es arrollo; y aquí tenemos el panteísmo emanatista.
verdadero ateísmo, como lo es también el ante-
Salgamos de ese cielo grandioso del Oriente y
rior; que no por ser más delgado, sutil y noble,
vengamos á esa tierra del arte y de la filosofía,
deja de ser falso el error de los trascendentalistas
cuna de tantos hombres ilustres, pero madre al
ó panteístas idealistas, verdaderos soñadores que
par de tantos errores: Grecia. Aquí, desde los
en fuerza de abstracciones caen en la nada, y a primeros días de su filosofía, sálenos al paso el
esa nada apellídanla Dios; pero ese Dios, nótese panteísmo, enseñado por aquellos maestros de la
bien, es, en ocasiones, el hombre mismo, es el escuela eleática, cuya doctrina afirma la existen-
espíritu, el pensamiento, la idea en sí ó el abso- cia de una substancia única, infinita, eterna é in-
luto, no un absoluto vivo y real, sino aquel abso-
mutable, y que nos da como fenómenos puramente harmonismo de Krause, celebrado con locura poco
aparentes el mundo de los cuerpos y de las cosas menos que fanática en España, cuando los su-
visibles. yos apenas le conocían, tanta es la ínfima calidad
Más tarde, siete siglos más tarde, reaparece el del sistema y tan humilde puesto correspondía á
panteísmo enseñado en la escuela de Alejandría; su autor entre los modernos pensadores germanos.
y luego, en la Edad Media, Escoto-Erigena lo Del panteísmo francés no cabe hacer mérito;
enseña por los años de 886, y continúa mostrán- ninguna persona formal en asuntos filosóficos irá
dose en ocasiones diversas hasta el siglo xvn, en busca de doctrinas á la escuela, si así pode-
teniendo ardiente defensor en aquel desgraciado mos llamarla, de M. Cousin, ni al casi spinosismo
apóstata Jordano Bruno, que es condenado como de los sansimonianos. Y tratándose de materia
hereje en 1600. puramente filosófica, nadie pensará en tomar pol-
Aquí nos encontramos ya con el spinosismo, lo serio el misterioso y velado panteísmo litera-
¡ extraña doctrina que afirma la existencia de una rio de los Michelet, Jorge Sand, Víctor Hugo y
substancia única, dotada de extensión é inteligen- otros.
cia (!!), doctrina panteísta y contradictoria, ver- El fondo común de todas las doctrinas panteís-
dadero absurdo teológico, burla de las ciencias tas es la afirmación de una substancia única.
filosóficas y mentís desvergonzado á la evidencia Tal afirmación equivale á decir que solamente
de la verdad! existe un ser único, del cual son manifestaciones
De tan miserable base a r r a n c a en cierto modo todos los séres que componen el universo; seres
el panteísmo de nuestros tiempos; y esa doctrina impropiamente dichos, que más bien deben tener-
desatentada fascinó á los hombres estudiosos y se como accidentes ó expresiones de la única subs-
pretendió invadirlo todo, habiendo sido tenida tancia real.
como flor y nata del saber filosófico, cuando no Vengamos, pues, á la crítica de tan extraño
es en rigor otra cosa que un abuso de las leyes sistema, y volvamos contra él la doctrina de las
del pensamiento, ilusión de algunos soñadores manifestaciones, haciendo ver cómo ella misma
que trastornaron muchas cabezas con daño ma- nos obliga á dar, como cosa real, la multiplicidad
nifiesto de los intereses de la verdad, de la ciencia de seres ó substancias, y á ver cómo no es posi-
y de la religión. No es de este lugar entrar en ble admitir la unidad absoluta ó exclusiva de un
pormenores acerca del asunto; nadie ignora los solo ser.
sueños ridículosdeFichte, los delirios de Schelling, Oigamos á la filosofía que nos dirá lo que debe
las pretensiones de Hegel y las candideces del en realidad entenderse por manifestación. Mani-
7
testarse es producir algo; es obrar; es el ser que r a bien; ¿dánse en el mundo diversas manifesta-
se revela, y habla, y se ofrece al entendimiento ciones? Sí. ¿La diversidad de tales manifestacio-
nes es esencial? Nadie lo duda; luego se dan
por ese medio. Ahora bien; es principio inconcuso
seres diversos, diversas substancias, y por lo
de buena filosofía que el ser obra y se manifiesta
tanto es falsa, enteramente falsa, la doctrina que
según su naturaleza; es decir, produce algo en
enseña la existencia de una substancia única y
consonancia con su constitutivo metafísico, ó
que niega su pluralidad; y nótese que aquí deja-
sea, con su esencia; luego, la manifestación nos
mos destruida la base, el punto de partida del
dará á conocer la naturaleza del ser manifestado;
panteísmo; y si la base es falsa, todo el edificio se
la obra d a r á testimonio de la vida y substancia
desploma, y el g r a n castillo de naipes del panteís-
del agente. Un poema grandioso, sublime, magní-
mo vacila, se estremece y se derrumba. Seme-
fico, que admira á los siglos y desafía la incle- jante desenlace es natural; la verdad no necesita
mencia de las edades, acusa infaliblemente la más que aclararse, y el error cae al punto herido
existencia de un genio, de un g r a n poeta; llámese por el rayo que la luz de las cosas fulmina impla-
Homero ó Virgilio, Dante ó el Tasso; un trabajo cable contra él.
literario flojo, desmayado, incorrecto, pobre de
pensamiento, extravagante por la forma, mezqui- Mas no solamente daña la doctrina panteísta
no en todo, acusará, ¿quién lo" duda? uno de tantos á los intereses de la verdad filosófica; es además
destructora de los intereses legítimos de la ciencia.
desgraciados cultivadores de las letras, que como
La verdad engendra naturalmente la luz y el
ciertas aves jamás lograrán levantar el vuelo, y
bien; por el contrario, el error es padre de las
si hoy merecen el desprecio de la generación á
tinieblas y del mal. El panteísmo, burlándose del
quien molestan con su empedernido empeño lite-
sentido común, enseña la identidad del ser y del
rario, mañana caerán barridos en el mar inson-
no ser ; del yo y del no yo, de la verdad y del error,
dable del olvido, y solamente hallarán una página
de Dios y de los seres finitos, del bien y del mal;
en la historia que poco más ó menos dirá: en tal
¿qué puede quedar en pie después de tales deli-
tiempo, en tal nación, á causa de la manía de los
rios? ¿La razón? Pero la razón desaparece si afir-
hombres y del desconcierto en las ideas, brotaban mamos la identidad universal negando la oposi-
enjambres de poetas y literatos, verdadera peste ción de los contrarios. ¿El orden real ú ontológico?
de la poesía y de las letras, y de cuyos nombres Si no hay más que una substancia única, la reali-
nadie se acuerda, porque no le tenían. Así es la dad de los seres no es otra cosa que pura fantas-
historia y así son las cosas. Decíamos, pues, que magoría, y nada queda en definitiva más que el
toda manifestación es una revelación del ser; aho-
cssc commune, el infinito extraño de la doctrina verdad; todo ello es p u r a ilusión, resultado de un
panteísta, infinito singular, que nace y muere, que punto de vista; por lo demás, todo es idéntico, y
siente y no siente, que es al propio tiempo cons- si se ha de proceder con acierto, debemos darnos
ciente é inconsciente, ignorante y sabio, bueno y al más corrosivo escepticismo. No se nos hable
malo, eterno y temporal, absoluto y relativo; que de juicios y comparaciones, porque si la oposición
es todo y al ir á cogerle se desvanece entre las es t a n solo mera ilusión y únicamente apariencia,
manos, como esos globos de jabón que reflejando nada queda en pie ante la razón, incluso la razón
los colores del arco iris y ocupando el espacio misma. Ni se nos hable de moral, de bien, de mal,
desaparecen al soplo malicioso y débil de un mu- de obediencia, de autoridad, del derecho, del deber!
chacho. ¡Y con esta n a d a y sobre esta nada, de la religión, ni de la justicia; porque ó no es
quiere dársenos la filosofía, la moral, y f u n d a r y dado entender de lo que se trata, ó se intenta ma-
explicar la ciencia! ¡La ciencia de Dios y la cien- tar nuestra libertad engañándonos con teorías
cia del mundo; la ciencia del hombre y la de sus que descansan sobre un sueño.
deberes y derechos! Menguada metafísica la que E n cuanto á la ciencia, fácil es demostrar que
no distingue entre el orden real y el ideal ó subje- desaparece por entero al soplo del panteísmo.
tivo; entre lo finito y lo infinito, entre lo absoluto Toda ciencia estudia el ser que constituye su ob-
v lo relativo, entre lo necesario y lo contingente, jeto, y a le mire en sí mismo, y a le considere en
entre la causa y el efecto, entre el tiempo y la sus diversas relaciones. Hay, hablando en general,
eternidad. Menguada lógica esa que todo lo iden- una ciencia primera y altísima, que estudia á Dios|
tifica dando muerte á la razón, destruyendo la al mundo y al hombre. Pero si Dios, el mundo y el
base del raciocinio y convirtiendo en idéntica rea- hombre son idénticos, ¿qué género de estudio ha¿
lidad la verdad y el e r r o r . ¡Menguada moral esa remos entre cosas que no se oponen ó distinguen
que no admite esencial diferencia entre el bien y el realmente? Y si á la vez son error y verdad, ser
mal, entre la virtud y el vicio, entre la santidad y y nada, finitos é infinitos, ¿no cabe aquí dudar de
el pecado, entre el deber y el derecho, entre la re- ellos y afirmar que, puesto que lo son todo, deben
compensa y el castigo, entre la infamia y el honor! ser forzosamente nada, á causa de la contradic-
Y con la ruina de ese orden metafísico, lógico y ción que ponemos en su propio ser?
moral, sépase bien, se h a n borrado para siempre Descendamos un poco. Si en las ciencias físico-
los fundamentos de toda verdad y de todo bien. químicas descartamos la diversidad substancial
Se nos habla de la v e r d a d ¡ Cómo! Si aquí todo del ser, ¿qué habrá de quedarnos en pie al hacer
es aparente y relativo, no es dado admitir esa las clasificaciones? Si en las ciencias naturales
todo se identifica, ¿cómo estableceremos los remos, mos de la verdad, de la ciencia, y al confundirlo
todo, identificándolo bajo la unidad de la subs-
los géneros, las especies y todas las demás cate-
tancia única, lo destruye todo y lleva por ende
gorías? Si en el orden matemático identificamos
al universal escepticismo y al ateísmo, cuando
el número con la nada, ¿será posible el orden de
al t r a t a r de Dios se nos da en su lugar una pala-
la cantidad? Si en el orden social no existe auto-
bra ; menos aún ; porque se nos da un fantasma.
ridad ni obediencia, si no hay justicia, porque no
P a r a consulta en esta lección, véanse los
hay deber ni hay derecho, ¿qué gobierno habremos
siguientes hermosos trabajos: Conferencias en
de introducir en las cosas humanas i
Nuestra Señora de París, por los P. P. Félix,
¡Cómo se vengan, en todo esto, la verdad y la
Lacordaire y Monsabré. El bien escrito libro, Dios
fuerza de las cosas, ultrajadas por la mano demo-
y el cosmos, de D. Miguel A m e r ; el tomo I de
ledora del panteísmo! ¡La consecuencia final de
La religion en face de la science, del sabio abate
tan sangrienta burla es el nihilismo! ¡ Y esto no es
Arduin; La creación, por el P. Juan Mir. La pri-
p u r a teoría ni amenaza de predicador, ni aun
mera y tercera parte de El Cristianismo y los
siquiera visión de profeta que avisa! Es la voz tiempos presentes, de Monseñor Bougaud, y el
elocuente de la historia, de esta historia que va g r a n tratado de Cosmología, del docto catedrá-
tejiéndose á nuestra vista, y harto sabido es que tico Sr. Hernández F a j a r n é s .
tan funesto resultado no solamente corre y habla
en los libros de los filósofos, sino que encarnado y
vivo se agita en el mundo y nos amenaza, sin que LECCIÓN IX
nadie ignore sus criminales tentativas.
El racionalismo y el Dogma del pecado original
Y ahora cabe p r e g u n t a r : ¿Qué se hace en el
mundo p a r a contrarrestar los desastres que en pos Difícilmente podría darse en estos tiempos
de sí lleva tan perniciosa teoría? ¿Quién ha levan- asunto de mayor importancia que el presente,
tado bandera contra las invasiones del panteísmo? cuando se trata de estudiar al hombre como ser
; Q u i é n ' la apologética cristiana; y con autoridad moral y social. H a y una doctrina pesimista que
indiscutible la misma Iglesia de Cristo, la Iglesia todo lo ve negro y triste ; hay otra doctrina opti-
católica que al condenar las doctrinas panteistas mista que todo lo encuentra fácil y llano ; hay una
vino á salvar los intereses de la verdad, de la doctrina razonable que vive entre esos dos puntos
ciencia, del bien y del orden social. extremos, que pone las cosas en su lugar y nos
Resumiendo: el panteísmo, error pernicioso y ofrece una solución definida, que deja tranquilo
trascendental, es la muerte de los intereses legíti-
todo se identifica, ¿cómo estableceremos los reinos, mos de la verdad, de la ciencia, y al confundirlo
todo, identificándolo bajo la unidad de la subs-
los géneros, las especies y todas las demás cate-
tancia única, lo destruye todo y lleva por ende
gorías? Si en el orden matemático identificamos
al universal escepticismo y al ateísmo, cuando
el número con la nada, ¿será posible el orden de
al t r a t a r de Dios se nos da en su lugar una pala-
la cantidad? Si en el orden social no existe auto-
bra ; menos aún ; porque se nos da un fantasma.
ridad ni obediencia, si no hay justicia, porque no
P a r a consulta en esta lección, véanse los
hay deber ni hay derecho, ¿qué gobierno habremos
siguientes hermosos trabajos: Conferencias en
de introducir en las cosas humanas i
Nuestra Señora de París, por los P. P. Félix,
¡Cómo se vengan, en todo esto, la verdad y la
Lacordaire y Monsabré. El bien escrito libro, Dios
íuerza de las cosas, ultrajadas por la mano demo-
y el cosmos, de D. Miguel A m e r ; el tomo I de
ledora del panteísmo! ¡La consecuencia final de
La religion en face de la science, del sabio abate
tan sangrienta burla es el nihilismo! ¡ Y esto no es
Arduin; La creación, por el P. Juan Mir. La pri-
p u r a teoría ni amenaza de predicador, ni aun mera y tercera parte de El Cristianismo y los
siquiera visión de profeta que avisa! Es la voz tiempos presentes, de Monseñor Bougaud, y el
elocuente de la historia, de esta historia que va g r a n tratado de Cosmología, del docto catedrá-
tejiéndose á nuestra vista, y harto sabido es que tico Sr. Hernández F a j a r n é s .
tan funesto resultado no solamente corre y habla
en los libros de los filósofos, sino que encarnado y
vivo se agita en el mundo y nos amenaza, sin que LECCIÓN IX
nadie ignore sus criminales tentativas.
El racionalismo y el Dogma del pecado original
Y ahora cabe p r e g u n t a r : ¿Qué se hace en el
mundo p a r a contrarrestar los desastres que en pos Difícilmente podría darse en estos tiempos
de sí lleva tan perniciosa teoría? ¿Quién ha levan- asunto de mayor importancia que el presente,
tado bandera contra las invasiones del panteísmo? cuando se trata de estudiar al hombre como ser
; Q u i é n ' la apologética cristiana; y con autoridad moral y social. H a y una doctrina pesimista que
indiscutible la misma Iglesia de Cristo, la Iglesia todo lo ve negro y triste ; hay otra doctrina opti-
católica que al condenar las doctrinas panteistas mista que todo lo encuentra fácil y llano ; hay una
vino á salvar los intereses de la verdad, de la doctrina razonable que vive entre esos dos puntos
ciencia, del bien y del orden social. extremos, que pone las cosas en su lugar y nos
Resumiendo: el panteísmo, error pernicioso y ofrece una solución definida, que deja tranquilo
trascendental, es la muerte de los intereses legíti-
el ánimo y resuelve el singular enigma de la na- nismus, que podríamos traducir, dado su con-
turaleza humana, tal como en la historia se nos tenido, Humanidad y naturalismo, escribe lo si-
presenta; mezcla de bien y de mal; con tendencias guiente :
generosas y movimientos egoístas; naturaleza « L a negación de este Dogma (el pecado origi-
caída, enferma, inclinada al mal y endeble para nal) forma pues el tercer principio y el principio
la vida levantada de la virtud. El Dogma del más importante del humanismo (naturalismo).
pecado original es un faro que ilumina los cami- Ante todo en torno de este punto es en donde se
nos humanos y explica las extrañas contradiccio- libra la batalla en pro ó en contra del espíritu
nes que se observan en el hombre tal como al moderno. Por lo cual cabe decir que el humanismo
presente lo encontramos. El racionalismo que no es ni m á s ni menos que lo opuesto á la doctrina
eleva teóricamente al hombre hasta considerarle de la caída de la humanidad. Buen número de sus
como un Dios, no puede sufrir la enseñanza cató- representantes son más ó menos partidarios de la
lica en este punto; y p a r a legitimar sus pretensio- deificación del hombre y de la expulsión de Dios
nes echa mano de subterfugios que nada explican, de la vida terrestre, pero de tal suerte están uná-
y combate el Dogma luminoso de la caída origi- nimes en negar el pecado original, que no es dado
nal. Veamos lo que opone, respondamos á sus tener por partidario de la doctrina de la humanidad
reparos, y hagamos ver cuán razonable y luminosa á quien todavía creyese en aquella doctrina». En
es la doctrina católica que nos habla de la g r a n apoyo de su tésis aduce los testimonios que ofre-
caída de la humanidad, en la persona de nuestro cen Rousseau, Goethe, Shelley y Stirner, y copia
primer padre Adán, «en quien todos pecamos». los famosos versos de Rau en su Natur, Welt und
E s conocida la frase de un racionalista que, Leben, en los cuales, como el mismo P. Weiss
p a r a combatir el pecado original, decía «que bas- dice: «No dudan en pavonearse ante Dios, y en
taba con exponer esa doctrina p a r a refutarla»; tributarse incienso como si fueran santos». Pero,
en esto hay m á s ingenio retórico que lógica de lo que más mortifica al racionalismo es la doctri-
na de la transmisión de la culpa original; oigamos
buena ley; y los católicos podríamos decir otro
al P. Félix, que en una de sus Conferencias en
tanto de los argumentos racionalistas, pero con
Nuestra Señora de París t r a t a hermosamente
mejor derecho, puesto que la razón y el buen sen-
este asunto:
tido están de nuestra parte. De todos modos, el
racionalismo se opone á la doctrina enseñada pol- «Concebimos la caída personal de A d á n : lo
la Iglesia, y tiene en ello tal interés, que el padre que nos subleva es que esa caída haya ido á p a r a r
Weiss, en su obra maestra, Humanitet und Huma- de rechazo sobre la humanidad. Comprendemos
su falta y también su castigo: lo que nos descon-
y de la vida social. Teniendo pues en cuenta la
cierta es la responsabilidad impuesta á su raza;
es el pecado original, no de Adán, sino de la pos- distinción aducida, ¿cómo podría el racionalismo
teridad de Adán. Y ved aquí lo que no podemos invocar la razón y la justicia p a r a decir que,
admitir sin abdicar n u e s t r a razón. según la doctrina del pecado original, son peca-
dores, es decir, culpables con culpa personalmente
«¿Cómo es posible que unos seres que no exis-
cometida, aquéllos que aún no existían? No se
tían pudiesen ser cómplices en una falta cometida
necesita ser racionalista para negar eso; también
antes de que ellos naciesen? ¿Qué significa una
lo negamos los católicos y lo niega todo aquél
culpabilidad retrospectiva, que es anterior á la
que tenga sentido moral; y por ese camino, con-
existencia y que el culpable no ha podido ni sos-
fundiéndolo todo y lanzando acusaciones así for-
pechar siquiera?»
jadas, fácil es combatir doctrinas y dejar mal
Á todas las dificultades que se oponen á la
parados todos los dogmas.
transmisión de la caída, responde el mismo padre
El abate Cauly trata este asunto con sobrie-
Félix con una f r a s e clara y sencilla que luego
dad y exactitud, y al efecto sienta la cuestión
desarrolla, diciendo: « Una misma respuesta
diciendo:
destruye todas las dificultades: esas dificultades
« P a r a formarse idea exacta del misterio del
no atacan al v e r d a d e r o pecado original, sino que
pecado original y ver si se halla en oposición con
suponen, cual más, c u a l menos, un dogma imagi- la razón, es necesario tener en cuenta estas tres
nario». cosas: 1.°, el punto de partida de la caída ó esta-
Y en efecto; el racionalismo confunde lastimo- do del hombre antes del pecado; 2.°, la caída
samente el pecado de A d á n y el pecado que man- misma y sus consecuencias; 3.°, el rechazo de
cha á la humanidad descendiente de A d á n ; en el esta caída ó la propagación del pecado original
primero, la culpa es original y personal; en la en la posteridad de Adán». (1)
segunda, es m e r a m e n t e original; con esta distin- l. e r punto: ¿En qué estado f u é puesto Adán al
ción basta p a r a q u e la razón más exigente se venir á la existencia? Aquí tenemos dos puntos de
tranquilice; pero el racionalismo no ve ó no vista distintos; la posibilidad y el hecho histórico.
quiere ver tal distinción, y eso es lo que le mueve Dios pudo, hipotéticamente hablando, crear al
á combatir un D o g m a tan razonable y tan lumi- hombre en un estado semejante, no decimos idén-
noso; Dogma de todo p u n t o necesario para conocer tico, al que al presente tiene, es decir, sin los dones
el estado actual del hombre, y sobre ese conoci-
miento levantar todo el edificio de la virtud moral (1) A b b é C a u l y , Religión et catholicisme.
sobrenaturales otorgados al padre de la humani- Pero ese estado tan feliz pendía de una con-
dad; ese estado puramente natural en nada obs- dición : la fidelidad á la voluntad divina; el pecado,
taba á la bondad y justicia divinas, ni á lo que la horrenda rebelión de la criatura contra el Criador,
naturaleza humana exije; pero Dios, usando de podía destruir tan hermoso estado; y, en efecto,
su poder, de su bondad y de su sabiduría, pudo así sucedió; sobrevino el pecado; Adán cayó en
también haber creado al hombre adornado de la la incomprensible desgracia de la culpa, porque
gracia sobrenatural y con todos aquellos privile- su malicia es tal, que el entendimiento humano no
alcanza á medirla; y el hombre, cabeza y fuente
gios que le hacían inmune á las calamidades y
de toda la humanidad, tornóse desde aquel punto
trabajos de la vida, y aún hacer que, después de
en hijo de ira, perdió sus dones sobrenaturales, y
probada su fidelidad, pasase á disfrutar la eterna
aun en su vida natural quedó tristemente herido;
y sobrenatural bienaventuranza del cielo. Mas,
su inteligencia, su razón, su voluntad, sus pasio-
dejando á un lado la cuestión de posibilidad, ven-
nes, todo su ser quedó lastimado; así se explica
gamos á la del hecho histórico. Dios, ¿crió al
este misterio de la vida moral en donde luchan
hombre en estado sobrenatural? Sabemos por la
buenas inclinaciones y malos instintos; el afán
fe que Dios constituyó al hombre en ese feliz
del bien y la tendencia al desorden; el hombre es
estado; «Dios, escribe el abate Cauly en su ya un ser desquiciado; no podía salir con tales ten-
citada obra, elevó la naturaleza humana á un dencias de manos de Dios; la invasión de la culpa,
grado superior; le comunicó su propia vida, la el pecado original, explica este doloroso enigma,
gracia santificante, con los privilegios que su y al admitir este Dogma, encendemos antorcha
amor añadió, es decir, la justicia y la santidad luminosa que derrama su luz sobre los senos pro-
original,
o »
con el don de inmortalidad sobre la fundos del misterio de la vida moral del hombre.
tierra y el derecho á la posesión de Dios en el
En cuanto á la transmisión de la culpa original,
cielo; después, para complemento, elevó igual-
basta tener un poco de buen sentido p a r a com-
mente la naturaleza humana haciendo al cuerpo
prender cuán razonable es la doctrina católica.
exento de toda dolencia y de todo sufrimiento, y
El abate antes citado, y en la misma obra, aduce
perfeccionando en el alma la inteligencia, la volun-
una observación que merece ser traída á este
tad, el amor, de suerte que el hombre entero era lugar y vamos á traducirla; dice así:
tan feliz como santo». Aquí no se ve repugnancia
«¿La transmisión de la indigencia paterna á
alguna por parte de Dios, que es la bondad infinita,
los hijos es absurda? No, porque entra en el orden
ni por la del hombre que podía recibir todos esos
general de los seres el engendrar algo semejante
dones; la razón nada puede objetar en justicia.
á sí mismo y transmitir las degradaciones como de nuestra vida; ¿cómo el río que partiese de tal
los privilegios de la paternidad. ¿Es de admirar fuente no había de traer sus aguas manchadas, si
que un funcionario degradado no transmita á su lo estaba el manantial? D a ñ a d a la raíz, ¿cómo
posteridad su dignidad perdida? ¿No vemos dia- había de ser lozano el fruto?; lastimada la causa,
riamente hijos que heredan de. sus padres los vi- ¿cómo saldría ileso el efecto? Adán es cabeza, es
cios de la naturaleza y de la sangre? ¿No nos padre del género humano; el padre no podía dar
muestra la historia pecados originales .de nacio- otra cosa que lo que en sí g u a r d a b a ; los hijos de-
nes, de razas, de fámilias? Si la mancomunidad bían llevar la triste herencia legada por su padre;
que une á los hijos con sus padres en el orden otra cosa hubiera sido verdadera anomalía; el
físico es innegable, ¿por qué no habríamos de pecado de Adán es herencia de su prole; la hu-
aceptar la misma mancomunidad en el orden manidad no podía, sin milagro, verse sustraída á
moral?» (1) las leyes ordinarias de la vida; la razón, la doctri-
Si el racionalismo se asombra de la doctrina na científico-fisiológica, tendrían que admirarse
de la transmisión del pecado original, cabe retor- de que la humanidad hija de Adán no fuese se-
cer el argumento, y con perfecta razón, diciendo mejante á su padre; la transmisión de la mancha
que lo extraño sería que el pecado original no hu- original es el hecho biológico más razonable.
biese pasado á la posteridad de Adán. Es una Combatirlo es ponerse f u e r a de la ciencia y re-
ley admitida por las ciencias experimentales la ñir con la sana razón.
que se llama por los fisiólogos, «la herencia»; Y cuando admitimos este Dogma, los enigmas
en virtud de esta ley, el padre transmite al hijo que ofrece la naturaleza humana resultan ilumi-
sus cualidades: la estatura, el color, los lineamen- nados por esplendente luz; así, Pascal decía: «El
tos, las pasiones, las disposiciones intelectuales y nudo de nuestra triste condición tiene sus enredos
sus inclinaciones; y el atavismo ó salto atrás y repliegues en el abismo del pecado original; de
viene á consolidar y confirmar esa misma ley. manera que el hombre es menos inteligible sin este
Ahora bien; A d á n , padre de la humanidad, ¿có- misterio, que este misterio lo es al hombre».
mo no había de transmitir á los hombres una (Pensamientos). Y el P. Monsabrédice en sus con-
naturaleza semejante á la suya, dado el estado de ferencias de 1877:« Á la luz divina del Dogma con-
naturaleza caída en que fué nuestro padre? Los templo y me explico el opresor y terrible misterio
efectos de la primera culpa estaban en la fuente de nuestros infortunios y de nuestros crímenes».
Y esta doctrina tan razonable aparece de
(1) P. Fclix, 5.a Con/, de 1863; M o n s . B o u g a u d , Le Christianisme acuerdo con las tradiciones universales; no hay
etles temps presents. t. III.
pueblo en el mundo que no nos hable de la caída 4 verdadera religión, Dogma síntesis que lo com-
primitiva; La edad de oro de los griegos y roma- prende todo; en él se enlazan las sublimidades de
nos, el reinado feliz de Jima entre los persas, el la teología, los grandes misterios de la psicolo-
Meron de los indios, el jardín en donde brota la gía, el plan maravilloso y trascendental del pen-
vida sin término, de los chinos; lo mismo acontece samiento divino; foco de la ciencia, como dijo el
entre los germanos y mejicanos, y hasta el relato ilustre P. Félix; Dogma hermoso que cautiva con
mosaico, con su árbol de vida ó muerte y la trai- su belleza el ánimo de quien lo estudia, y que
dora serpiente, aparecen en las tradiciones de to- supo inspirar tantos y tan hermosos trabajos, y
dos los pueblos; él Ahriman de los persas, el que sufrió, de p a r t e de la incredulidad, rudos
Tifón de los egipcios, el Tchi-cou de los chinos, aunque necios ataques, pues que solamente inven-
el Hijo de Loke de los escandinavos, el Pyton de tando especies que la doctrina católica no admite
fué posible lanzar acusaciones contra tan gran-
los griegos; y luego, como dice el abate Cauly
dioso Dogma, ridiculizándolo p a r a substraerse así
que estudia muy detenidamente este punto, «apa-
á las razonables enseñanzas de la fe.
rece el acto prevaricador, la culpable desobedien-
cia. Bajo formas diversas, esta tradición es la mis- Veamos las objeciones aducidas; examinemos
ma por donde quiera. Á causa de fatal desorden, el Dogma á la luz de la verdad, y después de pul-
la raza humana cae en desgracia de Dios; por esto verizar los ataques contra él dirigidos, entremos
pena en la edad de hierro». á ver su hermosura intelectual y moral.
Véanse sobre el asunto de la presente lección Después de haber estudiado el. asunto, y en
los siguientes t r a b a j o s : . Conferencias del padre vista de la hermosura de-algunos de los trabajos
Lacordaire; Conferencias del P. Félix; El Cris- dedicados al estudio del Dogma de la Encarna-
tianismo y los tiempos presentes por Monseñor ción, pudiéramos limitarnos á copiar algunos pá-
Bougaud; Religión et Catholicisme por el abate rrafos escogidos, y con esto sólo tendríamos bas-
Cauly; Apologie Fondamentale por Monseñor tante p a r a llenar, y á maravilla, toda esta lección;
optaremos por emplear un término medio; sobre
Wedingen; Humanited und Humanismus por el
nuestras humildes observaciones descollarán feli-
P. Weiss.
ces pensamientos escogidos en aquellos autores
LECCIÓN X clásicos que tenemos á mano, con lo cual resulta-
El racionalismo y el Dogma de la Encarnación r á n dos cosas: realzado el punto de vista intelec-
tual y enriquecida la fase estética del asunto.
Hemos llegado al Dogma capital entre los
La objeción racionalista.—Hay una manera
dogmas del Cristianismo, Dogma central de la
muy cómoda de presentar la doctrina católica en una sola persona divina, pues en Él la humanidad
oposición al buen sentido y como una burla hecha tiene solamente razón de naturaleza. La objeción,
á la sana razón; consiste en desfigurar la doctri- pues, cae rotundamente, puesto que ningún católi-
na, y claro está que atribuyéndonos disparates co tiene la doctrina que sueña en este punto el ra-
hemos de aparecer forzosamente en antagonismo cionalismo. Nosotros decimos: Jesucristo es Dios
con la verdad. Aquí se ve una de dos cosas; ó el y hombre; es Dios porque en Él encontramos al
racionalismo procede bien informado, y en ese Verbo divino, unido personalmente á la naturale-
za humana; es hombre porque esta naturaleza
caso falta á la verdad y á la justicia, ó no sabe lo
humana es real y perfecta, tomada por el Verbo
que combate, y en tal caso merece el más solemne
en las entrañas de la virgen María, y unida á Él
desprecio y que se le m a n d e á estudiar. Pues bien;
hipostáticamente; con lo cual resultan operaciones
comencemos por oirle, y aquí viene su objeción
divinas y operaciones humanas; pero los actos
contra el misterio del V e r b o hecho hombre.
pertenecen á la persona divina, porque en ella
« E s imposible y contradictorio que la esencia
descansa y subsiste por ella la naturaleza humana.
perfecta é infinita de Dios venga á circunscribirse
Dos naturalezas perfectamente distintas; una sola
en la esencia finita é imperfecta ó á aniquilarse
persona, que es la del Verbo divino. El raciona-
en la humanidad. Fundir dos personalidades, Dios lismo debiera comenzar por exponer fielmente la
y el hombre, en una sola persona, es afirmar una doctrina católica, y luego fundar si podía la obje-
contradicción, un contrasentido absoluto ».'Según ción, probando la imposibilidad metafísica de la
lo expuesto, el D o g m a de la Encarnación sería: unión personal de las dos naturalezas de Jesu-
la absorción de la divinidad en la humanidad, ó la cristo. ¿Lo hace? No; p a r a eso necesitaría cono-
fusión de dos personas en una; la persona divina cer á fondo los dos extremos y ver el antagonis-
y la persona h u m a n a fundidas ó sumadas en una mo radical que los hiciese imposibles de asociarse
sola persona. Como se vé, la objeción contiene en una hipóstasis. Todo cuanto dijese no pasaría
tantas heregías como afirmaciones. Si Dios des- de afirmación gratuita ó de mera negación; pero
aparece absorbido en la humanidad, la naturaleza afirmar sin pruebas ó negar porque sí, nada tiene
divina de Cristo, que es la síntesis, no existe; si de formal, ni es filosófico, ni merece siquiera que
se unen en una sola persona, la divina persona se le dispense atención. Oigamos, ahora, alguna de
del Verbo y una persona humana, como pretende las respuestas dadas por los apologistas, referen-
el racionalismo, en Cristo resultan dos personas; tes al presente caso. En sus Conferencias en
esto es herético y contrario á la doctrina católi- Nuestra Señora de París, el R. P. Félix dice:
ca, según la cual en Jesucristo no hay más que
«¿Pretende por ventura el Dogma de la En- a pesar de que su distancia en el orden natural no
carnación, como algunos se han atrevido á decirlo, puede salvarse p a r a hacer con su unión una sola
circunscribir la esencia infinita á una esencia persona, ¿cómo no había de poder elevar á ambos
finita? Ó bien, conforme á otra interpretación en hasta El y unirlos sin confundirlos y sin confun-
que no es menos asombroso el prodigio de la igno- dirse con ellos en la unidad de su persona divina-
rancia, ¿afirma el Dogma que la Divinidad se ano- Si os parece una cosa tan sencilla el misterio de
nada en la humanidad ó que la humanidad viene vuestra personalidad, ¿por qué habíais de hallar
por sí misma á perderse y á desvanecerse en la tan absurdo el misterio de la Encarnación?»
Divinidad? ¿Enseñamos nosotros que el misterio El abate Cauly, en su y a mencionada obra,
escribe:
de la Encarnación es la confusión de las natura-
lezas divina y h u m a n a ; ó bien, conservando la «Considerada en su noción más general la
distinción entre las dos naturalezas, pretendemos Encarnación, ha dicho un elocuente apologista de
que hay dos personas en una? Todo eso, lo conce- nuestra época, es la asunción de un ser inferior
demos, es absurdo, muy absurdo. Todo eso lo por otro superior. El espíritu, por ejemplo, se
enseñó y defendió la heregía, sí; pero todo eso abate sobre el cuerpo, se apodera de él, le despo-
fué condenado por la ortodoxia y reprobado pol- ja de su individualidad, se lo apropia, lo hace suyo,
la Iglesia». Y después de exponer claramente la y de ambos reunidos forma un ser nuevo: el
noción del misterio, como resulta del hermoso hombre». (1) He ahí claro, en efecto, lo que
símbolo atanasiano, que tan bien expresa la fe de ocurre cuando el alma viene á posesionarse del
la Iglesia en este punto, continúa: «¿Y en dónde ser todavía imperfecto que será un hombre. Pero
veis por él que la Divinidad esté absorbida en la así como el alma se hace dueña del cuerpo y lo
humanidad ó que la humanidad se añada á la eleva hasta sí, ¿podría Dios apoderarse del hombre
Divinidad p a r a constituir dos personas en una y unirlo á sí en unidad personal? ¿Y por qué no?
misma personalidad? ¿Dónde descubrís la duali- ¿No se da realmente mayor abismo entre nuestra
dad de las personas? ¿Qué tiene de intrínseca- alma y nuestro cuerpo, entre el espíritu y la ma-
mente imposible el que una misma persona rija teria, que entre Dios y el alma humana, ambos
el imperio de dos naturalezas, cuando vosotros espíritus? Son del mismo orden, son semejantes
mismos, en la unidad de vuestra persona humana, si no son iguales. De igual manera, por lo tanto,
regís los dos dominios de la substancia material que el espíritu se abate sobre la materia y la une
y de la substancia inmaterial del cuerpo y del
(1) M o n s . B o u g a u d , Le Christianisme et lès temps presents, t. III. p. 351.
alma? El que asimila la materia y el espíritu,
á sí personalmente, así Dios se apodera de la na- unión hipostática, y se ven delineados los derechos
turaleza humana y la une á sí: eran dos naturale- de la personalidad, las funciones de la naturaleza,
zas, no había más que u n a sola persona, y la más y al propio tiempo, ¡qué g a r a n t í a inmensa resul-
noble sobreponiéndose á la menos digna, tendre- ta de ahí p a r a afirmar sobre bases inconmovibles
mos la persona del Verbo encarnado». la importancia y grandeza de la naturaleza hu-
mana, tan mal p a r a d a hoy con los ataques atre-
Oigamos, finalmente, á monseñor Besson, que
vidos, injustos, perniciosísimos y degradantes que
en una de sus Conferencias, al t r a t a r de la En-
se la dirigen mediante las descabelladas doctrinas
carnación, dice: de la antropología materialista! ¿Cómo es posible
«Antes de preguntarme de qué manera Dios que el Verbo de Dios se hubiese encarnado y
se hizo hombre, explicadme p u e s de qué modo el unídose con unión estrecha y personal á la natu-
pensamiento se hace palabra. Explicadme cómo raleza humána, siendo el hombre una bestia, como
este pensamiento, concepto enteramente espiri- los darwinistas pretenden, ó una mera asociación
tual, se transmite al espíritu por medio de la len- de materia organizada, una simple máquina, se-
gua, por medio del sonido, mediante la oscilación gún enseña el naturalista prusiano Ernesto Haec-
del aire, por medio del oído, cosas materiales y kel? Pero, admitida la verdad católica, ¡qué glo-
sensibles. Explicadme cómo este pensamiento se- ria tan alta y tan pura resulta de ahí p a r a la
r í a oído por toda la tierra si mi voz pudiese reco- humanidad! ¡Qué fuente de luz p a r a la ciencia, y
rrerla. Explicadme cómo los ochocientos millones qué raudales de belleza é inspiración p a r a el arte!
de hombres que habitan este mundo recibirían, si Y luego la historia ve en Jesucristo la razón altí-
pudieran oir, mi pensamiento entero, sin altera- sima del plan divino, la g r a n clave que todo lo
ción ni división. ¿Por qué blasfemar contra el explica, el punto de enlace de todas las cosas, el
misterio del Verbo de Dios, siendo así que admitís, astro central, el sol más importante en ese mundo
sin comprenderlo mejor, el misterio del verbo del del espíritu y de la materia, pues que en el Verbo
hombre? ¡Oh! dejadme m á s bien subir de la con- está la síntesis de cuanto existe. Es Dios y está el
templación de los misterios del hombre, á la con- infinito; es hombre y está la reunión de los dos
templación más alta de los misterios de Dios» mundos; el espiritual y el material resumidos ad-
La inteligencia y el arte en el Dogma de la mirablemente en el organismo humano.
Encarnación.—Este D o g m a es un f a r o que derra-
Oigamos lo que dice el P. Félix, resumiendo
ma luz divina acerca de la personalidad humana
las bellezas intelectuales y morales del Dogma de
y de la personalidad divina; se establecen clara y
la Encarnación:
perfectamente las nociones de naturaleza, de
«Con el Verbo encarnado tendréis la ciencia naturaleza animada, pero muda, esclava, ciega,
de Dios: con Él tendréis la ciencia del mundo, al hombre inteligente y libre, así Dios, en virtud
tendréis la ciencia del hombre, y sobre todo ten- de una maravilla sobrenatural, toma al hombre y
dréis la ciencia de la historia que se condensa, se lo une á sí mismo p a r a cerrar el círculo, dice
resume y se ilumina en Él Si me preguntáis Santo Tomás de Aquino, y volver á sí lo que de
de donde han venido al seno de nuestra pobre y Él traía su origen. Dios toma nuestra naturaleza
degradada humanidad esas obras maestras de finita y la une al infinito, no obstante el abismo
'santidad, de abnegación, de sacrificio y de heroís- de las dos naturalezas. Un ser nuevo, visible
mo, que os refiere en todas sus páginas el gran sobre la tierra, tiene, en la unidad de su persona,
libro de la vida de nuestros santos, ¡ah! yo os dos naturalezas entre las cuales media lo infinito:
responderé con una sola palabra: de la imitación la divina y la h u m a n a ; y este ser llámase Dios
del Verbo hecho carne. Sí: todas esas virtudes, con nosotros, el hombre-Dios. Y su persona es
todas esas santidades, todas esas abnegaciones Dios, como el hombre es hombre». (1)
y todos esos heroísmos han germinado bajo las P a r a terminar, debemos traer aquí algunos
miradas del Verbo encarnado y se han dilatado de los hermosos pensamientos del P. Faber acer-
con la irradiación de su amor». (1) Véase la ca del presente asunto:
siguiente hermosísima página del P. Gratry: «La presencia del Verbo eterno hecho hombre
«Dios quiso levantar la creación hasta sí mismo. residiendo en el seno de su propia creación, to-
Le dijo: Sube ahora hasta mí. Sube hasta Dios. mando p a r t e y lugar en ella, fué el más grande
E n este momento supremo, cuya hora se había beneficio que Dios pudo conceder al mundo, por-
fijado por Él en el tiempo,—como había fijado, en que el lazo hipostático era el más estrecho que
el espacio y en el tiempo, la hora y el lugar de la podía unirnos á Él. El sol brillaba, pues, sobre el
venida del primer hombre,—en aquel momento, Verbo eterno; la luna alumbraba la cima del
Dios toma en sus manos la creación entera, es monte donde oraba; el viento agitaba su cabe-
decir, el hombre, y en el hombre todo el resto; y llera, y sus pies oprimían el suelo. El silencio
así como había unido primeramente el mineral recogía sus palabras como si las hubiese envuelto
inerte á la fuerza vegetativa, después esta natu- un encanto mágico, y caían sobre los corazones
raleza viva, pero inmóvil é insensible á los ser- conmovidos de los hombres como saludable rocío.
Al terminar el día su carrera, y cuando el sueño
vidores animados del hombre, más tarde esta

(1) R. P . Félix, Conferencias en Nuestra Señora de París. (i) P . G r a t r y , La philosophie du Credo.


ejercía su bienhechor influjo sobre la fatigada Credo; abate Cauly, Religión et catholicisme;
naturaleza, atrevíase también á extender su mano Augusto Nicolás, Jesucristo; P. Faber-, Belén.
sobre los pesados párpados del Verbo encarnado,
y dormíase el Verbo. Hallábanse sometidos á Él
los elementos, ó Él se sometía á ellos, según su LECCIÓN XI
voluntad. E r a p a r a el m u n d o como una visión,
El racionalismo y los Dogmas do la Redención y de la Gracia
una armonía, un sonido, u n objeto, un perfume,
tales como el mundo n u n c a los vió; era por sí Dos paites abarca, según se ve por el enun-
solo una multitud infinita de creaciones; ¿qué ciado, la presente lección. La Redención del géne-
digo? infinitamente superior á todas las creaciones ro humano, hecha por Nuestro Señor Jesucristo,
posibles. Si la mirada del P a d r e Eterno había y la Gracia ó aplicación de los méritos de Nuestro
reposado con complacencia sobre el mundo virgen Señor Jesucristo al alma del hombre. Por la Re-
todavía y apenas salido de sus manos creadoras, dención, Nuestro Señor Jesucristo rescata y le-
si se había dignado encontrarlo bello y bueno, y v a n t a del pecado á la humanidad caída. Por la
bendecirlo, ¡cuánto m á s hermoso, m á s perfecto, Gracia, el hombre se incorpora á Dios, y Dios
más lleno de bendiciones debe haber encontrado vive en el hombre, hermoseando su alma, hacién-
el espectáculo que le o f r e c í a un ser omnipotente dole hijo adoptivo suyo y preparándolo p a r a la
y eterno como Él mismo, revestido de una natu- vida eterna. Y si se trata de la Gracia llamada
raleza creada, que realizaba cada hora del día actual, Dios viene, mediante ella, en socorro del
multitud de actos de infinito valor, rebosando • hombre, ilustrando su mente y derramando en su
inefables encantos, y q u e respiraba cuanto hay voluntad los santos deseos del bien.
de más divino en la g r a c i a ! Desde el primer mo- Por la Redención, pues, el hombre alcanza
mento de la Encarnación no es y a el mundo lo libertad, reconciliación, y vuelve así al estado de
que era antes, y la única c a u s a de este cambio es amistad del alma con Dios, estado de amor y
la presencia del Verbo h e c h o carne». (1) vida sobrenatural, que el dón divino de la Gracia
Sobre la presente cuestión, merecen leerse los le otorga. La Redención es real, esto es, efectiva,
siguientes trabajos: P . F é l i x , Conferencias, Pa- no de mera imputación. Libre, en cuanto que el
dre Lacordaire, Conferencias; P. Monsabré, divino Redentor no procedió movido por necesi-
Conferencias; P. G r a t r y , La philosophie du dad, sino voluntariamente. Superabundante, á
saber: todos los padecimientos del Salvador no
se requerían p a r a el hecho de la Redención; con
(1) Espíritu, del P. F a b e r , t r a d u c c i ó n de D. José T o r á .
ejercía su bienhechor influjo sobre la fatigada Credo; abate Cauly, Religión et catholicisme;
naturaleza, atrevíase también á extender su mano Augusto Nicolás, Jesucristo; P. Faber-, Belén.
sobre los pesados párpados del Verbo encarnado,
y dormíase el Verbo. Hallábanse sometidos á Él
los elementos, ó Él se sometía á ellos, según su LECCIÓN XI
voluntad. E r a p a r a el m u n d o como una visión,
El racionalismo y los Dogmas do la Redención y de la Gracia
una armonía, un sonido, u n objeto, un perfume,
tales como el mundo n u n c a los vió; era por sí Dos paites abarca, según se ve por el enun-
solo una multitud infinita de creaciones; ¿qué ciado, la presente lección. La Redención del géne-
digo? infinitamente superior á todas las creaciones ro humano, hecha por Nuestro Señor Jesucristo,
posibles. Si la mirada del P a d r e Eterno había y la Gracia ó aplicación de los méritos de Nuestro
reposado con complacencia sobre el mundo virgen Señor Jesucristo al alma del hombre. Por la Re-
todavía y apenas salido de sus manos creadoras, dención, Nuestro Señor Jesucristo rescata y le-
si se había dignado encontrarlo bello y bueno, y v a n t a del pecado á la humanidad caída. Por la
bendecirlo, ¡cuánto m á s hermoso, m á s perfecto, Gracia, el hombre se incorpora á Dios, y Dios
más lleno de bendiciones debe haber encontrado vive en el hombre, hermoseando su alma, hacién-
el espectáculo que le o f r e c í a un ser omnipotente dole hijo adoptivo suyo y preparándolo p a r a la
y eterno como Él mismo, revestido de una natu- vida eterna. Y si se trata de la Gracia llamada
raleza creada, que realizaba cada hora del día actual, Dios viene, mediante ella, en socorro del
multitud de actos de infinito valor, rebosando • hombre, ilustrando su mente y derramando en su
inefables encantos, y q u e respiraba cuanto hay voluntad los santos deseos del bien.
de más divino en la g r a c i a ! Desde el primer mo- Por la Redención, pues, el hombre alcanza
mento de la Encarnación no es y a el mundo lo libertad, reconciliación, y vuelve así al estado de
que era antes, y la única c a u s a de este cambio es amistad del alma con Dios, estado de amor y
la presencia del Verbo h e c h o carne». (1) vida sobrenatural, que el dón divino de la Gracia
Sobre la presente cuestión, merecen leerse los le otorga. La Redención es real, esto es, efectiva,
siguientes trabajos: P . F é l i x , Conferencias, Pa- no de mera imputación. Libre, en cuanto que el
dre Lacordaire, Conferencias; P. Monsabré, divino Redentor no procedió movido por necesi-
Conferencias; P. G r a t r y , La philosophie du dad, sino voluntariamente. Superabundante, á
saber: todos los padecimientos del Salvador no
se requerían p a r a el hecho de la Redención; con
(1) Espíritu, del P. F a b e r , t r a d u c c i ó n de D. José T o r á .
solo un suspiro, una lágrima, un acto cualquiera valor divino. De igual manera nuestra alma, sir-
suyo, tenía bastante p a r a salvarnos. Finalmente, viéndose del cuerpo, hace que los actos de éste
la Redención no se hizo p a r a algunos, sino para sean humanos, participando de la naturaleza
todos los hombres; por todos murió Cristo, y así corporal y de la dignidad del alma, y tales actos
su obra se dice ó llama universal. son los actos de nuestra personalidad. Ahora bien,
V e a m o s a h o r a lo que el racionalismo aduce la razón, que se ve obligada á admitir tales actos
contra el hermoso Dogma de la Redención. del orden humano, no tiene motivos para rechazar
El abate Cauly apunta varios reparos hechos este hecho análogo del orden divino: la Redención
por el racionalismo, y he aquí su traducción: de la humanidad por los sufrimientos y la muerte
de un Dios-hombre».
PRIMERA OBJECIÓN
SEGUNDA OBJECIÓN

«Si es imposible que Dios se encarne, todavía «Si Jesucristo, muriendo, rescató á todos los
es más imposible que un Dios sufra y muera. La hombres, nuestra salvación está asegurada: des-
razón h u m a n a es absolutamente contraria á tal de entonces nuestras obras son inútiles».
Dogma y rechaza la Redención». El abate Cauly responde á ese reparo hacien-
El mismo a b a t e Cauly responde, y á continua- do observar, con justa razón, que si bien es verdad
ción exponemos el contenido substancial de su que la satisfacción dada por el divino Salvador á
respuesta: todo se extiende y de nada carece, también es
A nadie se le ocurre que Dios, como tal, pueda cierto que los frutos de esa obra divina necesitan
padecer ni morir. Pero Dios tenía un medio ó aplicarse, y aquí entra la obra de la Iglesia que,
condición p a r a redimirnos: unirse á la naturaleza por medio de los Sacramentos ó fuentes de la
Gracia, nos otorga los bienes de la Redención, y
humana, y, mediante la unión hipostática ó perso-
nosotros vivificamos nuestras buenas obras aso-
nal, sufrir en su naturaleza humana; pero como
ciándolas ó uniéndolas á los méritos de Jesucris-
la persona que de tal unión resulta es divina, esta
to, y unidos á Él preparamos la g r a n obra de
persona, c u y a s son las acciones, comunica á la
nuestra salvación.
naturaleza h u m a n a del Verbo sus méritos, que
son infinitos, y así tenemos que «de esta suerte
TERCERA OBJECIÓN
Jesucristo s u f r í a y moría, no como Dios, sino como
hombre, y al propio tiempo la naturaleza divina «Si la muerte de Jesucristo es una reparación
comunicaba á sus padecimientos y á su muerte un completa, ¿cómo es que, por otra parte, llevamos
todavía las consecuencias del pecado, las miserias su oposición al Dogma de la Gracia. El abate
del alma y del cuerpo, la inclinación al mal, del Cauly hace observar lo siguiente: « P a r a el
propio modo que los sufrimientos y la muerte?» racionalismo más mitigado, la Gracia es una
Véase lo que el citado autor contesta á este ilusión; y á juicio del racionalismo más ardiente y
último reparo: más odioso, es un peligro p a r a el hombre y p a r a
«Cierto es que la Redención, restaurándonos en todo el orden social».
la Gracia, nos dió el derecho de esperar la salva- Véase ahora expuesto en su fondo lo que á
ción y nos proporciona los medios; por otra par- tales cosas ó reparos contesta el citado a u t o r :
te nos deja sujetos á las consecuencias del pecado, El racionalismo resulta inconsecuente, negán-
á la ignorancia, á la inclinación al mal, á las en- dose á dar entrada al elemento invisible en el
fermedades y á la muerte. ¿Habría en eso contra- orden moral y espiritual, hallándose propicio á
dicción alguna? Seguramente no. ¿Cuántas veces dársela si se trata del orden natural y sensible.
no sucede, en el orden n a t u r a l , que se cure una Así, por ejemplo, admite la existencia de la elec-
enfermedad y que sin embargo quede algún ras- tricidad difundida en el mundo corpóreo. Y en
tro de ella?.... eso procede ciertamente con sano juicio. Y ahora
«Así en la Redención, el m a l ha sido reparado, se p r e g u n t a : «si en el mundo espiritual y moral
bien que nos queden algunas consecuencias ocurren efectos maravillosos que no se explican,
«Añadamos finalmente que, merced á la Reden- como no sea por una fuerza latente y no obstante
ción, esas mismas consecuencias del pecado tór- real, ¿por qué no se la habrá de admitir de igual
nanse, en los designios de la Providencia, ocasión manera?» Si se admiten tantas fuerzas invisibles
para nosotros para expiar n u e s t r a s culpas, aumen- en el mundo físico, tales como la cohesión, la
tar nuestros méritos y n u e s t r a recompensa, un atracción ó gravitación, el calor y la luz, ¿ qué
medio, por consiguiente, de disfrutar más abun- razón hay, pues, p a r a negar « esa luz y esa f u e r z a
dantemente de los frutos de nuestra Redención». sobrenatural que se llama la Gracia?»
Contestados los reparos del racionalismo con- Más adelante, comentando unas palabras de
t r a ese Dogma, veamos lo q u e opone contra el Fraysinous, en donde el sabio conferencista mues-
Dogma de la Gracia. tra la firmeza de juicio del pueblo cristiano en
Si el Cristianismo es, como lo es en verdad, la aquellas cuestiones que hacen vacilar á los filóso-
Religión de lo sobrenatural, y si el racionalismo fos, dice: «Eso es obra de la Gracia, decimos nos-
tiene g u e r r a declarada á todo lo que está sobre la otros: ó bien, que el racionalista nos explique esta
naturaleza, desde luego cabe pensar cuanta sea maravilla y nos diga por qué inspiración secreta
la razón humana se elevó de pronto á la noción gratuitos, ¿cómo podrá invocarse contra Él la
de la virtud y del deber, tales como el Cristianismo justicia? En el orden natural ocurre una cosa
los predica y los manda». semejante: la fortuna, el talento, la duración de
Y al estudiar los efectos de la Gracia en la la vida, están distribuidas en diferentes propor-
voluntad, dice lo siguiente: ciones ó porciones; si cada cual recibe lo necesa-
«Un hecho todavía más sorprendente que la rio, no puede quejarse de que otros lleven más; el
iluminación de las inteligencias es la fuerza sobre- hacerlo sería verdadera injusticia y lamentarse
añadida á la voluntad humana. ¿No es cosa ave- sin verdadero motivo.
riguada que esta voluntad humana era natural- Finalmente; las dificultades que pueden ocurrir
mente incapaz de ejecutar todo el bien á que acerca de la misteriosa conciliación de la libertad
aspira y de evitar todo el mal que reprueba? «El humana con la Providencia divina, caen por su
hecho de la impotencia de la razón y de la volun- base, puesto que se pretende juzgar de un asunto,
tad, en teoría y en la práctica, es cierto y evidente», en parte desconocido, como si totalmente se cono-
dice Bossuet. Mas he aquí que de pronto el hom- cieran todos sus factores y relaciones. Bien decía
bre triunfó de sus vicios y se elevó á las m á s Bossuet que no deben abandonarse dos verdades
sublimes virtudes Compárense los santos del igualmente ciertas porque no se conozca el lazo
Cristianismo con los grandes hombres de Plutarco, que las une. Y en este caso así sucede: El hecho
y que se nos explique esa transformación que de la Providencia tenérnosle á la -vista; el hecho
sufrió la naturaleza humana Verdaderamente, de la libertad humana es un hecho de conciencia
psicológica, y presente se halla en nuestro inte-
p a r a negar la existencia de la Gracia y su necesi-
rior : si ambos hechos son ciertos, ¿cómo hemos de
dad, necesario es estar ciego. El racionalismo no
negarlos? Si por las dificultades que ofrezca su
quiere reflexionar, ni comparar, ni ver y renuncia
conciliación hemos de negar lo que á la vista tene-
á su razón p a r a escapar á la fe y negar la Gracia».
mos, el proceder es contrario á la lógica y á la
¿Y no podría acusarse á Dios de parcial, es
prudencia. Todas las objeciones que respecto á la
decir, de injusto, en la distribución desús gracias?
gracia, la libertad y la Providencia se oponen, son
L a observación cae por su propio peso, desde el
vanas y pueden llamarse impertinentes, pues ó
momento en que se tiene en cuenta que la fe enseña carecen de fundamento por ignorancia del asunto,
que Dios proporciona á todos aquellas gracias ó son caprichosas acusaciones de ánimo descon-
que se requieren p a r a la salvación. Si después de tento ú hostil.
esto añade con largueza gracias mayores, ¿cómo
se le podrá tachar de injusto? Si sus dones son
sacada de quicio, es decir, el racionalismo, la
incredulidad, se valen de la noción de substancia,
LECCIÓN XII de la de cuerpo y de la de espacio, p a r a buscar
oposiciones ó incompatibilidades entre la razón y
El racionalismo y el Dogma Eucaristico
el Dogma ó misterio de la sagrada Eucaristía.
Es el Dogma de la s a g r a d a Eucaristía uno de
PRIMERA OBJECIÓN
los puntos más delicadamente hermosos de la.
Doctrina Católica y uno de los m á s tiernos mis- «¿Cómo la substancia del cuerpo y de la sangre
terios de la Iglesia. No y a en figura, ni como de Jesucristo reemplaza la substancia del pan y
recuerdo, ni como símbolo; sino en realidad, vivo, del vino, dejando, sin embargo, subsistir sus acci-
glorioso, pero sacramentado, está allí nuestro dentes, como la figura, el color y el sabor?»
Señor Jesucristo, todo entero e n cada una de las La respuesta á semejante reparo se apoya en
partes de la Hostia consagrada y del vino consa- un concepto equivocado de la substancia. Según
o-rado. Verdadera continuación del misterio de la Lcibnitz, «la esencia de una cosa está en cierta
Encarnación del Verbo, dulce recuerdo de su potencia ó facultad primitiva distinta de sus dimen-
pasión y muerte; y además sacrificio divino, ver- siones, de sus cualidades, de tal suerte que conce-
dadero, real, aunque incruento, y continuación bimos la esencia despojada desús modos». Tenien-
santísima del sacrificio del C a l v a r i o . do esto en cuenta y pensando que Dios lo puede
«Lo que el sol es en el m u n d o , dice el abate todo, claro está que en su mano está separar de
Cauly, lo que el corazón es en e l hombre, la Euca- la esencia los accidentes, y aplicando esto á la
ristía lo es en la Iglesia de J e s u c r i s t o ; es el centro sagrada Eucaristía, Dios puede hacer que los acci-
del culto católico, punto c é n t r i c o á donde conver- dentes del pan y del vino subsistan ó queden
gen nuestras adoraciones, n u e s t r o s homenajes y como meras especies, especies sacramentales, sin
Todas las ceremonias religiosas d é l a santa Iglesia. la substancia que les correspondía, y bajo tales
La Eucaristía encierra t a m b i é n el principio vital especies se halle real y verdaderamente Nuestro
del Cristianismo; pues ella es q u i e n infunde en las Señor Jesucristo en el estado sacramental.
almas la vida cristiana y s o b r e n a t u r a l » . El abate Cauly dice: «En el cuerpo humanóla
substancia permanece con accidentes que cam-
Ahora bien; este misterio sublime, ¿tiene algo
bian: en la Eucaristía los accidentes permanecen,
que temer de los reparos de l a razón? No cierta-
la substancia se cambia. Misterio por misterio, la
tamente, porque la razón, la s a n a razón, nada
razón que se rinde al primero se ve obligada á
puede seriamente oponerle. N o obstante, la razón
en la Eucaristía no está en tal ó cual tamaño,
confesar la posibilidad del segundo; y es tan razo-
sino en estado espiritual, y para decirlo mejor, en
nable creer en el poder de Dios como en el de la
estado sacramental. Oigamos á San Agustín al
naturaleza». Y m á s adelante, a ñ a d e : « Si trans-
t r a t a r este asunto y hacer comparación con lo
formamos nosotros nuestro alimento en nuestra
que ocurre á la palabra h u m a n a : «Si os sirviese,
substancia, ¿por qué la palabra omnipotente de
dice, un alimento material, cada uno de vosotros
Dios no tendría la virtud de cambiar el pan y el
no podría recibirlo por entero; necesario sería
vino en el cuerpo y la sangre de Jesucristo, como
dividirlo, y tendríais tanto menos cuanto mayor
el Salvador, en los días de su vida mortal, cam-
fuese el número de los convidados. No sucede lo
biaba efectivamente y de manera natural y real
mismo tratándose de la palabra Cada cual la
el pan y el vino en su propia substancia?»
recibe por entero. Si el número de oyentes aumen-
S E G U N D A O B J E C I Ó N ta, ninguna división se obra sin embargo» A
El abate citado la expone como sigue: esto añade el abate citado: « Ahora bien, si tal es
«La incredulidad declara inconcebible que un la palabra humana encarnada en un sonido, ¿poi-
cuerpo humano, real y verdadero, se encierre qué el Verbo de Dios, encarnado en una carne
bajo la apariencia de una partícula de pan ó de espiritual, no podría comunicarse por entero bajo
una gota de vino: e s t o ' e s incompatible con la la apariencia del pan y del vino á toda alma que
noción que tenemos de los cuerpos». le recibe? Este segundo misterio no es mayor ni
más imposible que el primero».
L a objeción procede de la imaginación; la cos-
tumbre de ver los cuerpos limitados por alguna
figura, nos hace olvidar lo que la inteligencia T E R C E R A O B J E C I Ó N

propiamente dicha exige p a r a la noción de cuer-


Fúndase este reparo en la imposibilidad de que
po. El estado natural de los cuerpos, dice el abate
el cuerpo y la sangre de Jesucristo puedan hallar-
Cauly, ciertamente es ese; «no obstante, los cuer-
se, á la vez, en todas partes. Oigamos sus pala-
pos reducidos á su más simple expresión y cuando
bras. «Este Dogma repugna á la noción del espa-
escapan á nuestros sentidos, como la gota de agua,
cio, en el cual ocupa cada cuerpo un lugar distinto,
la burbuja de aire, la chispa, no por eso dejan de
y en el cual no puede el mismo cuerpo ocupar
ser cuerpos, lo cual prueba que no consisten en
dos lugares diferentes»
la cantidad ó la extensión, sino en una fuerza que
La objeción flaquea por su base; estriba en el
vive en la materia y puede separarse mediante
falso supuesto de que el cuerpo de Jesucristo está
un milagro». Ahora bien; Jesucristo hallándose

*
sujeto á las leyes ordinarias de los cuerpos con Por el contrario, sin la sagrada Eucaristía, el
relación al espacio; pero no es así puesto que el culto se torna frío, triste y sólo el templo, vacío
cuerpo del Salvador está en la Eucaristía como el corazón, el alma como desterrada y el ánimo
cuerpo espiritual y simple; quedando tan solo las encogido. P a r a terminar este asunto, véanse las
especies sacramentales que lo contienen, con las frases tan hermosas que del P. F a b e r á conti-
nuación ponemos:
tres dimensiones y con todos sus accidentes pro-
pios, color, olor, etc, « El Santísimo Sacramento es Dios; la devoción
al Santísimo Sacramento es simplemente el culto
Considerada la Eucaristía con relación á las
divino. Considerémosle bajo el punto de vista que
aspiraciones más íntimas del hombre, responde
mejor nos plazca; esclarezcamos con la lumbre
maravillosamente á ellas. Oigamos a l abate Cauly,
del amor y de la ciencia ora uno, ora otro de sus
sobre este punto. «La Eucaristía llena la nece-
aspectos, y el resultado será siempre el mismo, y
sidad que el hombre tiene de Dios, y realiza de
siempre el mismo hecho, tan inagotable como
manera cierta é incomparable el suefto (anhelo)
dulce, la presencia real. E n las manos del sacer-
de todas las religiones, q u e consiste en unirse á la
dote, bajo el cristal del viril, en la lengua del co-
divinidad. Lo que pretendía el paganismo al comer mulgante, en la nuestra, por decirlo así, según
la carne de las víctimas ofrecidas sobre el altar, nos plazca, encuéntranse las manos y los pies, los
era incorporarse de a l g u n a manera la substancia ojos y la boca, la sangre que circula y el corazón
de Dios. L a Eucaristía nos permite cumplir en vivo de Aquél cuyas llagas sondeó Tomás y quiso
realidad esta unión misteriosa y personal. Ahora
bien, si nuestro corazón encuentra en esa unión tocar Magdalena en una palabra, del Verbo
su satisfacción íntima y profunda, encuentra ade- eterno, incomprensible, omnipotente, que está en
más allí su provecho». todas partes y con todo fijo allí»
Por otra parte, nótese que, mediante la sagrada
Eucaristía, la presencia del Salvador en su Iglesia LECCIÓN XIII
es constante, y el sacrificio del Calvario se perpe-
túa. Las gracias que fluirán del augusto Sacra- El racionalismo y el Dogma de la resurrección
mento serán incalculables; el alma encontrará en
él vida, paz, alegría celestial, consuelo, la dulzura La misión del hombre sobre la tierra consiste
anticipada del cielo, p o r q u e allí está verdadera- en el conocimiento de Dios y en amarle, obser-
mente Dios, amado, conocido por la fe, sentido vando su divina ley. Por la fe, conoce las verda-
por el amor y vivo en el a l m a . des reveladas, propuestas á su creencia por la
autoridad de la Iglesia. El entendimiento, así ilus- Debe notarse que esta doctrina no es exclusiva
trado por la fe, suministra como legítima conse- del Cristianismo; hállase en las religiones anti-
cuencia lo necesario p a r a formar la conciencia, g u a s , en el judaismo y de especial manera en
y tenemos la vida moral; la gracia de Dios ayuda la Religión cristiana. Así entre los persas, en el "
al hombre en esta obra de santificación; la vida Zend-Avesta, preguntando cómo se h a r á la resu-
sobrenatural comiénzase aquí, en el destierro, rrección, se contesta diciendo por boca de Ormuz:
p a r a consumarse en la patria, el cielo, y allí ver «Yo soy creador de todos los seres; es cierto que
á Dios cara á c a r a y poseerle por toda la eter- vuestros ojos verán que todo revive por la resu-
nidad.* rrección. Los cadáveres recobrarán sus nervios
Mas así en la obra del amor á Dios ó sea en y sus venas, y cuando los muertos hayan vuelto á
la propia santificación, como en la triste labor de reanimarse, eso d u r a r á siempre».
la culpa ó sea en la resistencia á los divinos man- E n la filosofía antigua también se enseña la
datos, el hombre entero es quien ejecuta el bien y misma doctrina: Platón, en el Fedon, dice: «Los
quien obra el mal. Y así, las consecuencias de ese hombres resucitarán de la muerte». Conocidas
bien y las consecuencias de ese mal, debe tam- son, de todos, las palabras del idumeo Job: «Sé que
bién sufrirlas el hombre entero; es decir, el hombre mi Redentor vive, que en el día postrero saldré de
vivo, que no de otra suerte es verdadero hombre. la tierra, y que veré en mi carne á mi Salvador
Y como las consecuencias del bien y las del mal y mi Dios». (Libro de Job, XIX, 25.)
pertenecen á un orden eterno, forzoso será que E n el Nuevo Testamento habla el divino Sal-
el hombre s u f r a eternamente ó goce por toda la vador acerca del asunto y dice: «En verdad, en
eternidad de tales consecuencias; y si por la verdad os digo, llegará la hora en que todos los
muerte quedan separados los elementos que cons- que se hallan en la tumba oirán la voz del hijo
tituyen el hombre, claro está que p a r a que el bien de Dios; los que han obrado bien irán á la resu-
ó el mal se apliquen al hombre entero, al verda- rrección de la vida, y los que han obrado mal á
dero hombre, necesario será que después de haber la resurrección del juicio». (S. Juan, V, 29.)
sufrido la muerte llegue la hora de la resurrec- Conocido y a el asunto, vengamos á los reparos
ción, p a r a que la sanción divina alcance al hom- ó dificultades que se oponen al Dogma de la resu-
bre tal como es, á saber, un ser vivo, compuesto rrección de los cuerpos.
de alma y cuerpo, substancialmente unidos; tal Oigamos al abate Cauly que lo inserta en su
es lo que pide el buen sentido, y tal es, en el fondo, obra Religion et catholicisme, y lo responde
el Dogma de la resurrección de la carne. luego:
«Después de la muerte, el cuerpo se corrompe P a r a terminar esta respuesta, añádase el si-
y se dispersa. L o s átomos que le componían se guiente p á r r a f o del citado abate Cauly, que es
separan; el aire, la tierra se apoderan de sus ele- digno de copiarse:
• mentos ; ó bien el cadáver ha sido quemado ó «Luego p a r a transformar, en esta teoría, un
devorado y h a b r á pasado á otros seres; ¿cómo en- cuerpo material en un cuerpo espiritual, glorioso
contrar nuevamente sus elementos constitutivos?» y resucitado ¿qué se requiere? ¿Es necesario
Expongamos ahora la respuesta: que este cuerpo recobre todos sus átomos? No;
Si Dios creó de la nada el cuerpo, ¿se verá más basta que la fuerza de la identidad personal, ex-
apurádo p a r a resucitarle? Con una palabra bastó tinguida por la muerte, recobre su actividad nue-
p a r a c r e a r ; bástale á Dios una palabra p a r a de- v a y asimile, como lo hace actualmente, elemen-
volver la vida. Y añade el autor citado: «La mis- tos materiales que m a r c a r á con su sello. Véase
ma ciencia e n s e ñ a que nada perece en la-creación, como la ciencia se concierta con la fe y la ven-
que ningún átomo se aniquila. Dios omnipotente, g a de las blasfemias y de las burlas de la igno-
naturalista incomparable, sabrá debidamente en- rancia ó de la impiedad, que pretenden no ver
contrar de nuevo nuestros elementos dispersos y sino imposibilidades en nuestras Sagradas Es-
reconstituirnos en estado de vida». crituras».
Conviene advertir que la substancia del Dog- Ahora, no como demostración, sino como ra-
ma consiste en que los cuerpos resuciten substan- zón de analogía, véase lo que ocurre en el mundo
cial é idénticamente los mismos que en esta vida de la naturaleza. Aquí encontramos el anuncio,
existían. A h o r a bien: ¿en qué consiste esa identi- el símbolo y la persuasión del asunto. Ya Tertu-
dad? ¿Será en las partes materiales ó moléculas liano consignaba las leyes de la vida al decir
que los componen? Pero, dada la incesante reno- que p a r a conservarse las cosas perecen y revi-
vación de tales moléculas, no podemos afirmar que ven pagando tributo á la muerte. L a semilla, el
en eso consista; y aquí se ofrece la doctrina de la g r a n o depositado en la tierra se descompone,
filosofía y de la ciencia, diciendo: no á la identidad muere, pero resurge luego en la planta que
molecular hemos de atribuir el principio de iden- yergue su tallo, p a r a ofrecernos también su fru-
tidad de los cuerpos, sino á «la fuerza que vive en to. En el huevo hállase el embrión; la oruga va
medio de la materia y que la gobierna». (1) creciendo y llega el momento en que rompe su
cubierta; la oruga, duérmese, tórnase crisálida,
teje su sepultura, y después de misterioso sueño
(1) Vcase F l o u r c n s , De la vie et de l' intclligence, y á Hcnry Martín
aparece brillante mariposa. Así nuestro cuerpo,
y Cuvier que t r a í a n del propio a s u n t o .
según la expresión del apóstol S. Pablo, siém- 2.° Excitación d la santidad.— Si este cuer-
brase en corrupción y se levantará incorrupti- po que ahora vive está destinado á otra vida su-
ble; siémbrase en la ignominia y la debilidad y perior, purísima, llena de gloria y de santidad,
resucitará en la gloria y en la f u e r z a ; y este es manifiesto que debemos tratarle como templo
cuerpo resucitará revestido de inmortalidad. de Dios, como instrumento de virtud y de justi-
Si ese misterio de la resurrección natural es cia; y cuanto mayor sea el servicio que aquí hu-
un hecho que la razón h u m a n a ve, pero que no biese prestado á la causa de Dios, que es la causa
y la vida del bien, tanto mayor será su gloria y
se lo explica, no hay p a r a qué revolverse contra
crecida su recompensa. Este pensamiento es po-
ese mismo hecho, cuando sucede en el orden so-
deroso estímulo p a r a huir de la culpa, buscar la
brenatural.
justicia, unirse á la verdad y llevar á cabo las
El abate Cauly cierra este tratado ofreciendo
obras heroicas de la virtud que forman el edificio
á la consideración del lector las «ventajas é in-
sublime de la santidad.
fluencia del Dogma de la resurrección de los
cuerpos». Y al efecto indica tres puntos: luz que 3.° Origen de consuelo y de esperanza.—
de ahí resulta; excitación á la santidad; origen Cuando el término de la presente vida se acerca,
de consuelo y de esperanza. Veamos esos tres el moribundo se consuela, fortalécese con la espe-
puntos: ranza de la otra vida en donde le esperan la paz
1.° Luz — Ese D o g m a es luminosa enseñanza y el descanso, no solamente p a r a su alma, sino
p a r a esclarecer el problema biológico-moral ó para su cuerpo que después del sueño del sepul-
carácter de la vida h u m a n a en este mundo. Des- cro recobrará la vida, se unirá p a r a siempre con
de el momento en que admitimos ó creemos que su alma, y ambos gloriosos, radiantes de luz y de
algún día hemos de resucitar, claro está que la inmortalidad, irán á disfrutar el premio de la fe,
presente vida es como un tránsito ó viaje tempo- de la justicia, del amor, en una palabra, el pre-
mio inefable de la vida eterna.
ral y medio para l o g r a r otra vida, vida sin fin,
vida eterna. Y la muerte, con todos sus horrores,
cobra distinto aspecto; es el paso á otra vida, es LECCIÓN XIV
el tránsito á un mundo que no acaba, y si hemos
El racionalismo y el Dogma de la vida futura
sabido aprovechar el tiempo, ese mundo adonde
nos lleva la muerte y en donde resucitados per- La vida presente es vida de prueba; y si bien
maneceremos eternamente, será una bienaventu- es verdad que aquí se comienza la vida sobrena-
ranza gloriosa tural mediante la unión con Dios, por la Gracia,
según la expresión del apóstol S. Pablo, siém- 2.° Excitación d la santidad.— Si este cuer-
brase en corrupción y se levantará incorrupti- po que ahora vive está destinado á otra vida su-
ble; siémbrase en la ignominia y la debilidad y perior, purísima, llena de gloria y de santidad,
resucitará en la gloria y en la f u e r z a ; y este es manifiesto que debemos tratarle como templo
cuerpo resucitará revestido de inmortalidad. de Dios, como instrumento de virtud y de justi-
Si ese misterio de la resurrección natural es cia; y cuanto mayor sea el servicio que aquí hu-
un hecho que la razón h u m a n a ve, pero que no biese prestado á la causa de Dios, que es la causa
y la vida del bien, tanto mayor será su gloria y
se lo explica, no hay p a r a qué revolverse contra
crecida su recompensa. Este pensamiento es po-
ese mismo hecho, cuando sucede en el orden so-
deroso estímulo p a r a huir de la culpa, buscar la
brenatural.
justicia, unirse á la verdad y llevar á cabo las
El abate Cauly cierra este tratado ofreciendo
obras heroicas de la virtud que forman el edificio
á la consideración del lector las «ventajas é in-
sublime de la santidad.
fluencia del Dogma de la resurrección de los
cuerpos». Y al efecto indica tres puntos: luz que 3.° Origen de consuelo y de esperanza.—
de ahí resulta; excitación á la santidad; origen Cuando el término de la presente vida se acerca,
de consuelo y de esperanza. Veamos esos tres el moribundo se consuela, fortalécese con la espe-
puntos: ranza de la otra vida en donde le esperan la paz
1.° Luz — Ese D o g m a es luminosa enseñanza y el descanso, no solamente p a r a su alma, sino
p a r a esclarecer el problema biológico-moral ó para su cuerpo que después del sueño del sepul-
carácter de la vida h u m a n a en este mundo. Des- cro recobrará la vida, se unirá p a r a siempre con
de el momento en que admitimos ó creemos que su alma, y ambos gloriosos, radiantes de luz y de
algún día hemos de resucitar, claro está que la inmortalidad, irán á disfrutar el premio de la fe,
presente vida es como un tránsito ó viaje tempo- de la justicia, del amor, en una palabra, el pre-
mio inefable de la vida eterna.
ral y medio para l o g r a r otra vida, vida sin fin,
vida eterna. Y la muerte, con todos sus horrores,
cobra distinto aspecto; es el paso á otra vida, es LECCIÓN XIV
el tránsito á un mundo que no acaba, y si hemos
El racionalismo y el Dogma de la vida futura
sabido aprovechar el tiempo, ese mundo adonde
nos lleva la muerte y en donde resucitados per- La vida presente es vida de prueba; y si bien
maneceremos eternamente, será una bienaventu- es verdad que aquí se comienza la vida sobrena-
ranza gloriosa tural mediante la unión con Dios, por la Gracia,
y hasta la unión íntima de la criatura con su Sal- perecer; y en virtud de sus actos libres adquirió
vador mediante la sagrada Eucaristía, no obs- carta de ciudadanía en el mundo moral que es
tante, el complemento ó consumación de esa vida eterno-y permanecerá mientras Dios exista; es
no se hace aquí en el destierro, sino allá en la decir, siempre.
patria. Mas nótese que esa predestinación está Por otra parte, las aspiraciones del alma son
en manos del hombre perderla, y así lo hace, por á gozar de la inmortalidad, á vivir de la verdad,
el pecado; y siendo el hombre ser moral y por á poseer el bien, á disfrutar de lo bello, y no com-
ende sus acciones de inmensa trascendencia, re- prende que á esta vida superior se le opongan las
sulta que él mismo se prepara el fin; es decir, barreras del tiempo; es decir, un término en la
la etapa definitiva de su suerte. Si obra bien es duración.
acreedor á la recompensa; si obra mal es deudor El orden de la justicia pide que á los actos de
á la justicia divina; y como quiera que el bien y virtud se siga un premio correspondiente y co-
el mal ocupan un lugar en el orden moral, que rrespondiente castigo á los actos del culpable:
es eterno, requiérese una vida eterna p a r a dar en esta vida no encontramos esa sanción per-
eterno premio ó eterno castigo al hombre, según fecta; y esto hace necesario una vida ulterior ó
sus acciones hayan hecho de él un justo ó un futura, en donde se dé cumplimiento al orden de
réprobo. la justicia.
Tres puntos abarca este asunto: 1.® La expo- El Dogma de la vida futura, si no ha de ser
sición de la doctrina católica respecto de la vida una vaguedad que nada preciso enseñe, debe bus-
futura. 2.° Si la razón humana puede oponer carse, perfectamente precisado, en la doctrina
algún reparo verdadero á esa doctrina. 3.° Ven- católica. Y en efecto, registrando las enseñanzas
t a j a s que resultan de la creencia de la vida futura. evangélicas, vemos lo siguiente:
Si el a l m a humana estuviese como la de la 1.° Que el divino Salvador la afirma, en pre-
bestia destinada á dar vida á un organismo, sencia de los saduceos que no la admitían. (San
pero dentro de los límites de período determi- Marc., XII, 24-27).
nado, es decir, temporal y sin relaciones con la 2.° El día del juicio universal, verdadero día
verdad, el bien y la justicia, llegado el momento de las justicias, aparecerán los hombres coloca-
d é l a muerte, todo se habría terminado; mas el dos, unos, los buenos, á la derecha; otros, los
alma h u m a n a , que por ser espiritual es inmate- malos, á la izquierda; éstos serán enviados al
rial, inteligente y libre, no puede p a g a r tributo á fuego, in ignem; aquéllos á la gloria, á la vida,
la muerte, porque no puede descomponerse y in vitam. (S. Matth., X X V , 34, 46.)
3.° Esa vida sin fin, si es bienaventurada, bia el fondo de la doctrina; poco importa afirmar
consiste en la visión de Dios c a r a á cara, en su la unidad ó familia universal de los mundos,
posesión y en el goce de todos los demás bienes. círculo singular que comienza y se cierra por el
4.° La vida sin fin, si es desventurada, con- sol, padre del alma, que va sucesivamente á
siste en la eterna condenación ó sea en la priva- través del aire, del agua, de la planta, del animal,
ción eterna de Dios y en el sufrimiento de todos y llega al hombre. De aquí vuelve á su proceden-
los tormentos imaginables, sin mezcla de bien cia, sin perjuicio de haber andado errante por
alguno. otros astros. Y si se piden las pruebas de todo
esto, no se dan; todo se supone. ¡Extraña ciencia
5.° Esa vida, y a sea dichosa en el cielo, ya
que vive de quimeras y no sabe demostrar! Á lo
sea desventurada en el infierno, es permanente,
dicho añádase la práctica supersticiosa, y en
perdurable, tan perdurable como Dios, vitam
ocasiones seguramente demoníaca, del espiritis-
aeternam, ignem aetemum. (S. Matth., XX, 46).
mo, cosa ya vulgar y que no t a r d a r á en caer
La razón y el Dogma.— No estará de más, an-
por completo en entero descrédito. Dice el abate
tes de refutar los reparos que á la doctrina cató-
Cauly al t r a t a r este asunto: «La superchería, la
lica se hacen respecto del asunto que venimos
mentira, el recurso al espíritu de las tinieblas, la
estudiando, decir algo de ciertas doctrinas refe-
substitución de un culto impío al culto cristiano,
rentes á la vida futura. E s v e r d a d e r a m e n t e digno la negación del vicio y de la virtud, y como con-
de atención el hecho singular de que aquellos secuencia la inmoralidad, como conclusión la
que viven f u e r a de la v e r d a d del Cristianismo locura y el crimen: he ahí á donde v a á p a r a r ,
dan en teorías extrañas, locas y ridiculas, cuando f u e r a de la Revelación, el esfuerzo de la ciencia
no en la impotencia dolorosa de la duda. ante la vida futura».
Así entre los antiguos, desde Aristóteles h a s t a
Veamos ahora lo que dice la razón ante las
Marco Aurelio, la duda ocupa su ánimo, y no
enseñanzas cristianas, comenzando por la vida
saben qué decir sobre la vida de ultratumba; pol-
eterna ó bienaventuranza, y siguiendo luego á la
lo general, antiguos y modernos dan en la dispa-
doctrina referente al infierno eterno.
r a t a d a doctrina de la metempsícosis, transforma-
Comenzando por el primer punto, oigamos
ción ó transmigración e x t r a ñ a que a r r e b a t a la
como se expresa el citado abate Cauly:
persistencia del ser espiritual, destruyendo así la
«1.° Dios a m a las almas justas á quienes-
permanencia del ser moral.
recompensa en la otra vida; las ama y es amado
Cierto que los modernos dan á esa doctrina
por ellas. Pues este amor mutuo de Dios y de las
f o r m a ó apariencia científica; m a s esto no cam-
io
almas, ¿por qué habría de interrumpirse? ¿Por qué de la culpa, que aun siendo mortal puede ser
Dios rompería «esta especie de amistad y aun de más ó menos grave, dentro siempre'de su gra-
semejanza?» (Séneca). ¿Por qué hacer c e s a r l a vedad propia ó pecado propiamente mortal.
relación de afecto que le es muy agradable, al Todo esto, como se ve, no solamente no es
propio tiempo que es útil á las almas justas.' La opuesto á la sana razón, sino muy conforme con
bondad de Dios por u n a parte, las legítimas aspi- ella. El hombre, criatura de Dios, debe fidelidad
raciones de las almas justas por otra, ¿no piden, plena á su Criador, y además gratitud á su Reden-
en vez de rechazarla, la eternidad de ese amor y tor; ese Dios es su origen, su sostén y su fin; la
del gozo del cual es fuente? ley moral es el camino que le lleva á Dios y lazo
• « 2 ° L a t e n d e n c i a á l a inmortalidad es un sen- que á Él le une; despreciados ese Dios, Criador y
timiento que Dios puso en el alma humana; como Redentor y fin, y esa ley por Él impuesta, ¿qué
lo es el horror á la n a d a ; Dios habría procedido debe y puede esperar el hombre culpable que
cruelmente si ese sentimiento ó tendencia a vivir nada quiere con ese Dios, que p a r a nada se cuida
siempre careciese de objeto. Pero á esa eterna de su ley, que desprecia su fin y se a p a r t a de su
duración debe añadirse la plenitud del ejercicio camino? El peso infinito de la justicia eterna que
de las facultades del a l m a . Debe juntarse un bien- aplica el castigo merecido al culpable y res-
estar completo v así u n a bienaventuranza eterna». ponde, como á esa justicia cumple, á los desdenes
Vengamos á ver cual es la posición de la razón de un alma criminal que se a f e r r a en su pecado
humana ante el infierno eterno. y vuelve la espalda á la misericordia. Estas ense-
La fe y la razón enseñan en este punto la ñanzas de la fe y de la razón se dan la mano, y
misma cosa. Dos p e n a s correspondientes á la merece notarse lo que acerca del infierno se re-
naturaleza del ser condenado: pena de daño y gistra en la historia religiosa de los pueblos y en
pena de sentido. Pesar infinito por la pérdida de su literatura y en su filosofía.
Dios, remordimiento espantoso en la conciencia Y no se diga, como pretenden los enemigos
por la culpa cometida, t r i s t e z a incomparable por del Dogma del infierno, que todo eso pugna con
la pérdida del cielo, la esclavitud al pecado que la justicia de Dios y con su bondad. P a r a ellos
persiste eternamente en el alma del pecador con- hay desproporción entre la falta y su castigo
denado. Pena de sentido que consigo lleva la eterno. Además aplican aquí la idea de expiación
•espantosa duración de un fuego eterno que abra- como medio de escapar á la eternidad de las penas.
sa sin consumir, todos los tormentos imaginables Y, sin embargo, basta un poco de buen sentido
en correspondencia con la naturaleza y gravedad para comprender que si la pena es eterna, no
excede á la entidad de la falta, puesto que la
culpa gratfe envuelve ofensa de lesa majestad
divina; es decir, malicia i n m e n s a y trascendencia L E C C I Ó N XV
infinita; y la persistencia de ese estado en el alma
del condenado pide persistencia de duración en El racionalismo y la Iglesia católica

la pena, que por no poder ser infinita en riguroso


sentido tiene que serlo, pudiendo, en la duración. Por lo que dejamos expuesto en las anteriores
El argumento que s e pudiera oponer, fundado lecciones hemos visto que el racionalismo, que
combate el orden sobrenatural, el milagro y el
en la bondad divina, es poco filosófico; la bondad
misterio y que hace reparos concretos ó de por-
es una cualidad moral del ser; la justicia, tam-
menor contra los Dogmas, resulta vencido en
bién lo es; no se contradicen, sino que coexisten;
buena lid; ahora toca poner fin á esta fase de la
y en Dios son atributos, y por lo tanto son el
polémica contemporánea con un asunto sintético
mismo Dios; si Dios o b r a bien, como ser justo,
de g r a n importancia; es el estudio de la Iglesia
castigando con el infierno eterno, forzosamente
católica, tomada en su conjunto y puesta frente
debe obrar lo mismo, como ser bueno; al peca-
á frente del racionalismo. Trátase, pues, de
dor le castigan j u n t a m e n t e la justicia y la bon-
considerar ese g r a n hecho histórico y moral
dad divinas; es decir, le castiga el Dios único, que se llama la Iglesia, y ver qué puede oponer á
verdadero, justo y b u e n o . eso el racionalismo y qué valor tiene esa opo-
El Dogma de la v i d a f u t u r a ofrece grandes sición.
ventajas al hombre. L e anima en la práctica del
L a Iglesia católica, considerada como hecho
bien, alentándole con. la esperanza de la bien-
histórico, es el g r a n reinado de Jesucristo en las
aventuranza eterna. L e retrae y contiene si se
almas, formando ese cuerpo místico, esa sociedad
t r a t a de dar rienda suelta á sus apetitos, y el
ó cuerpo moral, visible, perpetuo y vivo que se
pensamiento del infierno le obliga á huir del pe-
llama Iglesia cristiana ó Cristianismo, y que por
cado, y por eso mismo es garantía del orden mo-
antonomasia recibe el nombre de católica, pues
ral y del orden social. E n las a m a r g u r a s y con-
que tiene por extensión ó marco el universo en-
tratiempos de la v i d a presente es grandísimo
tero. Como cuerpo moral es una entidad mara-
lenitivo y suave e s p e r a n z a la idea de otra vida villosa, divina, santa y guardadora de la verdad,
mejor, feliz, plena y s i n dolores ni tristezas. formando con sus miembros un organismo admi-
rable, perfectamente enlazado, desde el infante
m á s tierno, santificado por las a g u a s del Bautis- «Primero; la Iglesia es un cuerpo organizado;
mo, hasta el Sumo Pontífice, vicario de Cristo, hagámonos cargo de las dimensiones y la harmo-
que es cabeza invisible, base y alma de esa socie- nía con que está constituido.
dad que de Él toma su nombre. Sociedad que « Segundo; la Iglesia es un cuerpo vivo; consi-
profesa un Dogma inalterable; una moral santí- derémosle en la atmósfera en que vive y el espa-
sima, un culto purísimo, que guarda en su seno cio en que se mueve.
las riquezas de la Redención que se nos comuni- « Y tercero; la Iglesia es un cuerpo activo; vea-
can por el admirable organismo de los Sacramen- mos la influencia que ejerce y la actividad que
tos, y que vive en comunicación amorosa con los despliega».
qué fueron y gozan ya de la bienaventuranza ó Desarrollemos esos tres puntos:
que están llamados á eso después de su purifica- 1.° La Iglesia es un cuerpo organizado —
ción. Sociedad en fin, que al poner su mira en los Antes hemos dicho ya que en la Iglesia cató-
bienes de la eternidad favorece todos los bienes lica se da un organismo ó cuerpo moral que v a
legítimos del orden temporal. desde el último de los fieles hasta el romano Pon-
Pues bien; contra esta sociedad, contra la tífice; pero nótese que en este cuerpo hay una
Iglesia de Cristo, Iglesia católica, apostólica, ro- jerarquía eclesiástica que comienza en el sacer-
mana, viene luchando el racionalismo, y su argu- dote ó presbítero, sube luego al obispo y se ter-
mento capital es poner muy alto, tan alto como mina en el obispo de los obispos, el romano Pon-
Dios, á la razón humana, que se considera autó- tífice, cabeza y corazón de la Iglesia.
noma, y pidiendo por lo tanto la supresión de la Ese vasto conjunto de las almas, conjunto har-
autoridad de la Iglesia. Pero suprimir la autori- mónico, inmenso, admirable, animado de la vida
dad en la Iglesia es tocar á su vida misma, es de Jesucristo y de la Gracia sobrenatural que el
destruir su misión, echar por tierra su fin; en una Espíritu Santo difunde en los corazones, ofrece
palabra, es suprimir la Iglesia misma. singular contraste con todas las demás socieda-
des religiosas, y sobresale maravillosamente sobre
Ese empeño es un verdadero atentado, y para
ellas, como el sol en pleno día. « Así, dice el padre
comprender bien el daño, la injusticia y la falta
Félix, cuando después de haber atravesado esas
de razón que h a y en todo eso, veamos lo que es
regiones desoladas en donde el error religioso ha
la Iglesia estudiada en sus grandes líneas.
construido tantas casuchas desproporcionadas y
El ilustre P . Félix dedica entre sus numerosas
sembrado tantas ruinas, me encuentro frente á
conferencias u n a que comprende los tres siguien-
frente de esa gigantesca fábrica religiosa que se
tes puntos, v e r d a d e r a síntesis del caso:
llama la Iglesia católica romana, me paro, domi- de Dios y de sus escogidos, día sin ocaso y so-
nado por la admiración, ante la obra maestra que ciedad venturosa que se llama la Iglesia triun-
tengo á la vista; y en el religioso sobrecogimiento fante.
que se apodera de mí, siento la necesidad de abra- 2.° La Iglesia es un cuerpo vivo.— L a vida
zarla en toda su latitud, de medir toda su altura, es el ser obrando; el movimiento de dentro afue-
de contemplar toda la majestad real y toda la ra, que parte naturalmente del ser vivo sin que
harmoniosa belleza de su conjunto». necesite motor que le anime, porque él es princi-
L a Iglesia, nótese bien, lo llena todo, á todo pio de su propio movimiento. Pero la vida es ade-
alcanza, todo le pertenece de derecho, en ese más energía, fuerza, resistencia, oposición á la
mundo divino de la Religión. Si se la considera muerte.
en sus antecedentes históricos, va subiendo desde Pues bien; ¿en dónde hallamos una sociedad
el último de los romanos Pontífices hasta el Prín- que pueda compararse en esto con la Iglesia?
cipe de los Apóstoles y desde allí hasta Jesu- Su vida intelectual es inmensa; la ciencia de
cristo, su divino Fundador, que luego se eleva por Dios, el Dogma revelado; ese cuerpo admirable
sus ascendientes hasta Adán, padre del género de verdades que enseñan todo lo que al hombre
humano, y desde Adán hasta el mismo Dios, conviene saber, como tal hombre; Dios, el mun-
autor de todo y eslabón primero é infinito de esa do, el ser humano, Jesucristo, la Redención, la
maravillosa cadena que en Dios comienza y en santificación, el destino final, todo, en una pala-
Dios se termina. bra. Y esas verdades no están á merced del viento
de las opiniones ni sufren la caída del e r r o r ; es-
Si atendemos al número, ahí están tantos mi-
tán reveladas por Dios y custodiadas por la Igle-
llones de católicos, generaciones cristianas que
sia que cuenta con la asistencia del Espíritu
f o r m a n el río sagrado de la familia escogida de
Santo. ¿No es fenómeno singular que jamás los
Dios á través de todos los siglos y de todos los
enemigos de la Iglesia hayan podido sorprender
espacios.
un solo Dogma en contradicción con las exigen-
Y si pensamos en su perpetuidad, signo indes-
cias de la verdad?
tructible de su fuerza, tiene delante de sí todos
Su vida moral es vida divina. Virtudes de
los siglos que habrán de correr hasta el último
todo género, preceptos purísimos, gracias sin
día del mundo, y más allá del tiempo está esa
cuento, santidades heroicas, y en el centro de esa
mansión purísima, reino de luz, de amor, de paz,
vida moral la santidad misma en la persona
de bienandanza sin fin; la vida del cielo, consu-
sagrada de Jesucristo, su Fundador.
mación divina de la vida religiosa, reino eterno
Por o t r a parte, es notable su poder de resis- los escollos que se deben evitar, los errores que
tencia. Ni el error, ni el odio, ni las pasiones, ni pueden ocurrir, las opiniones atrevidas y los pa-
la persecución, ni nada de cuanto puede atentar receres prudentes. Con esto, el entendimiento
á la vida de una sociedad, han logrado hincar el lleva en su mano la luz que ilumina sus caminos
diente en la Iglesia. Su historia es la historia de y la brújula que le señala el norte verdadero. De
una g u e r r a implacable, y todavía no se ha regis- esta suerte, todos los conocimientos humanos
trado el hecho de una sola derrota. En la Iglesia ganan muchísimo, y se tiene aquí un factor pode-
persiste, hoy como el primer día, la verdad dog- roso p a r a el progreso intelectual.
mática, la moral sin transacciones cobardes, la La moral es la condición de la vida; sin este
gracia santificadora, potente, rica, maravillosa, orden el advenimiento de las concupiscencias
como siempre; con esa juventud eterna que parte todas es cosa inevitable; las pasiones desborda-
del mismo Dios. das echarían presto á tierra todo lo bueno, todo
3.° La Iglesia es un cuerpo activo— Aquí se lo justo, todo lo santo, todo lo que se requiere para
necesitaría un libro entero p a r a dar cuenta de su la estabilidad de la vida. La Iglesia sosteniendo y
alentando la causa divina de la moral en el mundo,
prodigiosa influencia en todos los órdenes.
es una fuerza civilizadora incomparable é insus-
L a Iglesia católica encierra en su amoroso
tituible; su enseñanza segura, su legítima intran-
seno una vida inmensa, poderosa, divina, efica-
sigencia con el mal, su poder de mantener vivos
císima ; es la vida de Jesucristo que vive en la
el amor á la virtud y el respeto á la justicia, son
humanidad elevándolo todo por una transfigura-
garantía poderosa p a r a mantener siempre á flote
ción prodigiosa.
los sagrados intereses de la conciencia en el indi-
L a vida, como es sabido, cabe estudiarla en el
viduo, en la familia y en el mundo social.
individuo, e n la familia y en el orden social. Esa
vida a b a r c a distintas fases que pueden resumirse Por último; siendo la Iglesia amante de todo
en los t r e s siguientes puntos: la inteligencia, la bien y de todo interés legítimo, al t r a b a j a r por
moral y el orden material. el bien de todos apoya el orden material en su
legítimo desarrollo, y de esta suerte influye en el
E n el orden de la inteligencia la Iglesia ofrece
bienestar de todos, y a favoreciendo los intereses
al hombre, á la familia y á la sociedad, con el
legítimos de la industria y del comercio, ya tam-
cuerpo admirable de su doctrina revelada, una
bién los de la agricultura y las vías de comunica-
influencia prodigiosa en todos los órdenes del en-
ción, y a la paz pública y la seguridad personal,
tendimiento, pues eon sus luces indefectibles
condiciones de toda bien entendida civilización.
m a r c a el derrotero que se debe seguir, indicando
Así pues, la Iglesia que d e r r a m a en el mundo
tantos bienes, que es la institución más grande
que han contemplado los siglos, que vela por
los intereses eternos y temporales del hombre,
tiene legítimo derecho p a r a exigir admiración y
respeto de todos, y el racionalismo no puede, en
justicia, levantarse contra ella.

PARTE SEGUNDA

F A S E S E G U N D A

EL LLAMADO ESPECIALISMO CIENTÍFICO


Así pues, la Iglesia que d e r r a m a en el mundo
tantos bienes, que es la institución más grande
que han contemplado los siglos, que vela por
los intereses eternos y temporales del hombre,
tiene legítimo derecho p a r a exigir admiración y
respeto de todos, y el racionalismo no puede, en
justicia, levantarse contra ella.

PARTE SEGUNDA

F A S E S E G U N D A

EL LLAMADO ESPECIALISMO CIENTÍFICO


L E C C I Ó N XVI

Relaciones entre la ciencia y la fe.—Exposición general del


asunto y bases para fundar el acuerdo entre ambas.

Después de haber tratado la cuestión filosófica


y defendido el Dogma católico de los reparos que el
racionalismo opone, vamos á entrar en el examen
de la cuestión científica, haciendo ver que ni desde
el punto de vista general, ni desde el punto de
vista délos pormenores, puede la verdadera cien-
cia objetar nada contra las enseñanzas de la fe.
Y comenzando por lo que hay de general ó
intrínseco en el asunto, vamos á ver cómo es
muy puesto en razón que la ciencia y la fe no se
opongan, y cómo deben establecerse las bases de
esa harmonía.
P a r a proceder debidamente conviene fijar bien
los términos del asunto, y esto nos dará mo-
tivo p a r a comprender mejor que no es posible la
contradicción entre la fe y la ciencia.
Y comenzando por la fe, decimos que por fe
católica se entiende, «creer lo que no vimos, por-
que Dios lo h a revelado, y la Santa madre Iglesia
así nos lo enseña». (1)

(1) P. Astcte, Catecismo.


Esta definición de la fe, tan clara y tan sen- cosa, pero con seguridad, cognitio certa, y en sus
cilla, lo abarca todo y fácilmente se comprende. causas; per causas. El entendimiento, que habien-
La fe no es visión intuitiva ó evidencia de las do aplicado su actividad á las cosas que puede
verdades reveladas; es creencia, es asentimiento alcanzar, posee la idea de tales cosas, estudia sus
humilde y profundo, inquebrantable y sagrado, relaciones, investiga y consigna sus leyes, esta-
que el hombre presta á la veracidad infinita de blece el punto de partida ó sean los principios,
Dios, y obediencia ó aquiescencia á las ense- muestra la ilación lógica de las consecuencias,
ñanzas de la Iglesia, que nos indica cuales son reduce á unidad superior ó sistematizada ese con-
esas verdades por Dios reveladas, y que forman junto de verdades alcanzadas por la razón, por
el tesoro divino de la fe. Creyendo á Dios hace- la experiencia ó por aquellos medios apropiados
mos acto de justísima obediencia y de altísima á lograr el conocimiento de las cosas según su
razón; Dios.es maestro divino; tiene por lo tanto naturaleza, y forma ese cuerpo admirable llama-
el derecho manifiesto de imponernos su enseñanza, do ciencia, que si efectivamente está constituida
verdad que brota de su misma Verdad infinita, y como el buen sentido y la razón sana enseñan es
está garantizada por su infinita Santidad; creer verdad, también lo es dentro de la esfera natu-
á Dios es creer la V e r d a d infinita. Creer á la ral ó de la potencia humana, dirigida como es
Iglesia es admitir su enseñanza, como regla inde- justo; y entonces, el hombre, dentro de ese domi-
fectible de la fe, puesto que con autoridad legí- nio especial, está también en la verdad. Mas, si
tima, que de Cristo Dios recibió, ejerce su minis- en uno y otro caso, el hombre que cree está en lo
terio docente, garantizado por la asistencia del cierto, y el que discurre y sabe científicamente
Espíritu Santo. Así, pues, Dios no puede enga- está en lo cierto, forzoso será que el objeto d é l a
ñarse ni engañarnos; y la Iglesia no se engañará fe, la Verdad revelada, y el objeto de la ciencia,
ni enseñará cosa falsa á sus hijos; por lo tanto, el la verdad adquirida por el ordinario conocimiento,
acto de sumisión, el a c t o de confianza, el acto de convengan perfectamente entre sí, y no solamente
fe, en una palabra, es acto profundamente racio- no se opongan, sino que deben harmonizarse;
nal y acto moralmente debido. El hombre que ambas, en último término y en su origen, deben
cree puede tener s e g u r i d a d absoluta en lo que ser como rayos de un mismo sol, y ese sol es Dios,
cree; luego, está en la verdad. fuente de la Revelación y fuente de la ciencia.
La ciencia, si es d i g n a de ese nombre, también No obstante, se ve que á pesar de esta necesa-
es verdad; pero v e r d a d conocida naturalmente; ria conformidad ó harmonía, se han levantado
visión intelectual ó conocimiento del ser ó de la cuestiones numerosas, y que, aparentemente, re-
11
sultán oposiciones ó «conflictos» entre la fe y la L a verdad entra y se escapa por el corazón. Es
ciencia. ¿Cómo se explica este hecho, y qué se cosa bien sabida hasta dónde llega el poder de la
requiere p a r a obviarlo? voluntad en los actos intelectuales; y si es cierto
Vamos á responder: que nadie es tan sordo como aquél que no quiere
Si dada la naturaleza de la fe y la naturaleza oír, ¿no sobran motivos para decir que no hay
de la ciencia, es forzoso que entre ellas no se den entendimiento más ciego que el de quien no quie-
verdaderos conflictos, claro está que ni en la fe re entender? Recordemos lo que Fichte decía á
ni en la ciencia deben buscarse las razones que este propósito: «Nuestro sistema de filosofía, or-
den cuenta de tan extraña y soñada oposición. dinariamente no es más que la historia de nues-
L a causa ó causas del asunto, debe ser por lo tro corazón». Y Leibnitz: «Si la geometría se
tanto extrínseca ó ajena á esas dos luces del opusiese á nuestras pasiones é intereses persona-
entendimiento; y así, forzoso será penetrar en el les tanto como la moral, no la pondríamos en
•fondo misterioso del corazón humano para expli- duda ni la violaríamos menos que á ésta, á pesar
carse debidamente lo que aquí Ocurre. El docto de todas las demostraciones de Euclides y de Ar-
escritor D. Miguel Mir, en su hermoso libro químedes, las cuales no hallaríamos g r a n incon-
Harmonía entre la ciencia y la fe, dedica un veniente en tenerlas por sueños y paralogismos».
capítulo entero al asunto. Allí se verá que el Las pasiones nublan la razón, el corazón apasio-
autor dice: «El origen de los conflictos entre la nado lleva consigo un poder avasallador, y la
ciencia y la Revelación está, no en la naturaleza voluntad, aguijoneada por la pasión, obra de tal
de las verdades científicas ó reveladas, sino en suerte sobre el entendimiento, que á su sabor le
otra causa extraña^ á ellas. Todo error es volun- maneja y domina. Pudiera decirse que el corazón
tario y tiene su origen en las pasiones del corazón, es el g r a n abismo de donde salen las grandes
causas generales de los errores y de los conflictos ideas, pero también lo es de donde salen los da-
entre la ciencia y la fe. El orgullo, el exclusi- ñados pensamientos; el corazón nos salva ó nos
vismo científico y la ignorancia influyen más par- pierde; si el corazón es recto, los pensamientos lo
ticularmente en crear estos conflictos. Además serán también; de un corazón interesado en huir
tiende á promoverlos la mala interpretación que de la verdad saldrán todos los errores imagi-
pueden dar algunos á las enseñanzas de la fe». nables.

Un g r a n pensador ha dicho esta hermosa y A eso, añádase el poder inmenso que la so-
p r o f u n d a sentencia: «La verdad entra por el co- berbia tiene p a r a levantar en el alma del hom-
razón»; eso mismo podría completarse diciendo: bre infinita barrera al mundo de la verdad. El
que dan los sabios que todo lo ponen en el estudio
orgullo es dominador, altivo, absoluto; no sabe de la materia, cuando pretenden discurrir sobre
condescender, no entiende de sacrificios ni reco- asuntos de carácter filosófico.
noce derechos; y el entendimiento orgulloso es Todo lo dicho, que no es poco, se acrece si
una luz que más bien abrasa que alumbra; es un se tiene en cuenta la estupenda ignorancia que
vértigo, cierta locura dominadora para quien no de las cosas de la Religión tienen algunos que la
se dan otros derechos ni m á s razones que el combaten, achacándole lo que no enseña, supo-
egoísta reinado del propio yo, de la opinión ca- niendo lo que no existe, ó desfigurando lo que
prichosa del alma soberbia que se erige en orácu- constituye su verdad bien entendida. Y es cosa
lo del saber y se hace superior al mismo Dios; singular que tratándose de asuntos religiosos,
en tales condiciones, ¿cómo no habrán de surgir todos se creen maestros, aunque sin haberse mo-
errores, obstáculos, reparos y cuanto es posible lestado mucho en el estudio de esa ciencia vastí-
pensar, p a r a desfigurar la verdad y aún negarla sima, difícil, profunda y misteriosa, que sobre-
atrevidamente, si al propio orgullo así le viene puja, en verdad, cuanto el hombre puede alcanzar;
en talante? si en estas cosas una prudente reserva, una mo-
Por último; así como en el orden fisiológico destia intelectual tan necesaria mediasen, como
hay las idiosincrasias,.que destruyen la harmonía es justo, no se oirían seguramente tantos des-
en las energías orgánicas, así en el orden intelec- propósitos ni tantas impiedades.
tual hay ciertas idiosincrasias, que perturban Ahora bien; si en buena razón no cabe esta-
las disposiciones harmónicas de la mente. El ar- blecer disonancias entre la fe y la ciencia, ¿cuál
tista que sólo da lugar ó espacio á los asuntos de debe ser en este caso la conducta que todos deben
su arte, ó el sabio que se encierra obstinadamen- observar? No es difícil r e s p o n d e r á esto; proce-
te en sus frías fórmulas científicas, se tornan in- dan todos con mesura; el sabio respete la com-
hábiles para juzgar de los trabajos ajenos á su petencia del teólogo, y el teólogo respete las le-
arte ó á su ciencia, y si por ventura entrasen gítimas enseñanzas del sabio; cada cual exponga
en discusión, difícilmente lograrían entenderse. con modestia sus pareceres y desconfíe de sí
Así, los que ponen todo su afán en los estudios mismo; no se den como reveladas doctrinas que
de experimentación física, muy difícilmente al- no lo son; no se ofrezcan como doctrina inconcu-
canzan la fuerza de razón¿pie asiste á los que se sa de la ciencia opiniones que pueden resultar
ocupan en estudios psicológicos y metafísicos; ese fallidas; una cosa es la verdad de fe, verdad re-
desequilibrio en el ejercicio de las facultades velada, indefectible enseñanza, y otra la doctrina
acaba por inutilizarlas, y de ahí los desatinos en
del teólogo, que como doctor ó sabio particular ble libro Harmonía entre la ciencia y la fe, traza
puede equivocarse en sus juicios; una cosa es la al efecto la hermosa y clara exposición que sigue:
enseñanza de la ciencia, propiamente dicha, y «En el principio crió Dios el cielo y la tierra,
otra los pareceres de éste ó del otro sabio, que y la tierra estaba confusa y vacía ; y las tinieblas
pueden resultar e q u i v o c a d o s ; mucha prudencia, cubrían la fas del abismo, y el espíritu de Dios
mucha modestia, mucho amor á la verdad, y en- se movía sobre las aguas. Con estas palabras
tonces habrá seguras bases para un acuerdo. se abre la historia del mundo, que es la historia
de las maravillas de Dios y de la efusión de su
amor infinito sobre todas las criaturas. La sobe-
LECCIÓN XVII r a n a majestad de Dios, después de haber estado
La fe y la g e o l o g í a . - 1 . » La cuestión puramente cosmogó- por toda la eternidad sola, gozándose en sí misma
nica - 2 . » La obra de los seis d í a s . - 3 . » El diluvio uní- y en la contemplación de sus perfecciones con
versal.
una felicidad y bienaventuranza infinitas, querien-
Después de haber establecido filosóficamente do comunicar á otros seres algún rayo ó seme-
que entre las enseñanzas de la fe y las de la cien- janza de su virtud, determinó crear este mundo
cia no es dado encontrar verdadera oposición ó que vemos, llamándole del no ser al ser con el
conflictos, ahora vamos á entrar en los porme- poder de su palabra viva, eficacísima é incontras-
nores, y veremos eso mismo confirmado. Y como table. De esta palabra brotó en el principio délos
quiera que el punto de partida en estos asuntos tiempos cuanto hay en el cielo y en la tierra, no
debe ser el hecho de la creación ex 11/hilo, ó sea la como desarrollo, desenvolvimiento ó emanación
cuestión llamada cosmogónica, por aquí debemos de la divina substancia, sino verdaderamente de
comenzar, estableciendo que entre las enseñan- la nada, sin ninguna materia precedente, y pol-
zas de la fe que nos dice que «el mundo, ó sea el la libre voluntad del Ser divino. Cuándo salió de
universo, fué creado por Dios de la nada», y lo que los labios de Dios esta palabra, y en qué instante
puede enseñar la ciencia más meticulosa sobre surgieron de la nada los mundos, no es posible
ese punto, no cabe oponer la más leve contra- averiguarlo. No hay paralaje, dice elegantemente
dicción. un autor, que nos permita calcular ó tantear la
P a r a proceder con claridad expongamos, an- distancia de tiempo que media entre el momento
tes de nada, el hecho bíblico, ó sea la bellísima actual y el del acto creador; pero los fenómenos
página en donde se da cuenta de ese primer y que presenta el universo son de tal naturaleza,
capital acontecimiento. D. Miguel Mir, en su nota- que declaran con toda evidencia que han debido
de tener un principio, confirmando admirable- del origen del movimiento, debería haber alcan-
mente la enseñanza de la fe, por la cual, dice zado ya el resultado último de la fórmula general
San Pablo, (Hebr., XI, 3), entendemos haber sido en que estuviese contenido; y así se habrían rea-
compuestos los siglos por la palabra de Dios, lizado todos y cada uno de los movimientos de
siendo hecho lo que se ve de lo que no se veía». esta serie inmensurable; y como cualquier época
Y más adelante, escribe este breve y substancioso que se considere conduciría á las mismas conse-
párrafo, que debe tenerse muy en cuenta: cuencias, es forzoso concluir que haría ya mucho
tiempo, más bien una eternidad, que el mundo
«Tal es la idea que d a l a Biblia acerca de la
habría llegado á este estado límite, en que, dis-
creación del universo, creación que, ora la con-
gregados todos los elementos, habría cesado toda
sideremos instantánea y total, ora sucesiva y par-
su energía visible y transformádose en vibratoria
cial en cada punto de tiempo, contesta á mara-
y molecular; en una palabra, si el mundo fuese
villa con lo que han discurrido sobre el particular
eterno, hoy estaría muerto; luego el estado actual
astrónomos y matemáticos insignes, y con lo que
del universo nos muestra que ha tenido principio,
acerca del estado primitivo de la materia ense-
que hubo un momento, alejadísimo, sí, de nos-
ñan las varias partes de la ciencia moderna, en
otros, pero en sí perfectamente determinado, en
especial la más bella y reciente de todas, la teo- el cual se ejecutó el primer movimiento, el primer
ría dinámica del calor». impulso, la primera vibración; y como este pri-
Como quiera que el argumento que se toma mer movimiento no lo puede el universo recibir
de la termodinámica es de tanto valor por su de sí mismo, pues nadie da lo que no tiene, hay
carácter científico, y sin olvidar que la metafí- que atribuirlo á una causa extrínseca, indepen-
sica ofrece también su poderoso argumento, fun- diente y superior al mundo material, y que comu-
dado en la necesidad de un ser independiente nicando á l a materia su actividad, fué preparando
autor ó creador, propiamente dicho, del universo, los fenómenos que se ofrecen á nuestro estudio;
realidad contingente, v a m o s á copiar la exposi- luego cada movimiento que vemos, cada fenó-
ción hecha por el mismo D. Miguel Mir, en su ya meno que observamos, cada molécula que vibra
citado libro, tocante á las enseñanzas de la refe- y se agita, y con su agitación despierta nuestra
rida termodinámica: curiosidad, nos indica y señala como con el dedo
«Si la materia fuese eterna, determinada por aquella esencia soberana, toda luz, toda activi-
sí misma á existir, y, p o r consiguiente, á moverse, dad, toda movimiento y vida, que, sacando de la
cualquier fenómeno, el que se realiza actual- nada á la materia de que se compone el universo,
mente, por ejemplo, distando un tiempo infinito
le comunicó el soberano impulso que la sacó de su tratado este punto, hay una reciente, Les origi-
inercia, y que hoy circula por ella y la remueve nes, del doctísimo profesor, J. Guibert, S. J., libro
y agita como en inmenso oleaje; luego las belle- que junta al orden y excelente método una g r a n
zas'de la creación, con la ley que las rige y pre- claridad y mucha sobriedad en la exposición;
side, nos prueban con evidencia irresistible que nada mejor, en el caso presente, que tomar de allí
antes que ellas surgiesen de la nada existía ya un algunos párrafos que t r a t a n esta cuestión. Veá-
ser espiritual, substancia dotada de entendimiento moslos:
y voluntad, que sacó á la luz las cosas visibles, y 1.° «No es dado poner en duda la formación
las adornó y embelleció con maravillosos res- lenta y progresiva del universo por la acción na-
plandores, que dispuso y concertó esta fábrica tural de las fuerzas físicas. Si las primeras fases
admirable, y que, así como la mano del hombre son hipotéticas, porque se substraen á la observa-
a r r a n c a del arpa notas melodiosas, así su mano ción, por lo menos las fases geológicas, con la
invisible, tocando á la materia, hizo brotar de dilatada duración que suponen, son ciertas.
ella las misteriosas harmonías de la luz, del caló- 2.° « P a r a los creyentes, la cosmogonía bíblica
rico, del movimiento, y todas las magnificencias es un documento integralmente inspirado que
que excitan nuestra curiosidad y admiración ». seguramente no nos enseña el error. Mas la cues-
La obra de los seis días.—Queda dicho que la tión está en saber lo que esta cosmogonía nos en-
ciencia con sus enseñanzas acaba de confirmar seña expresamente.
uno de los Dogmas capitales de la f e ; el Dogma 3.° «Nos enseña ciertamente el hecho de la
de la creación del mundo hecha por Dios; de suerte creación, el Dogma de un Dios uno y personal, y
que en este punto la cosmogonía y la fe enseñan por lo tanto los deberes religiosos del hombre con
la misma cosa; después de esto no queda ya refugio respecto á su Creador
á la negación atea, y así de igual acuerdo son 4.° « E n lo tocante á la naturaleza del cuadro,
la doctrina metafísica, la doctrina científico-cos- es decir de la narración que sirve de envoltura
mogónica y la Verdad revelada. Mas ahora, á esa enseñanza, tres opiniones dividen actual-
vengamos al estudio general de la obra de los mente á los católicos:
seis días, y veamos si es dado á la ciencia oponer a) «Para los concordistas es un cuadro pro-
nada serio contra el Exameron. Los trabajos que piamente histórico en el cual los días significan,
á este asunto han dedicado los apologistas, darían en el orden mismo en que se suceden, las fases
labor m á s que mediana, si hubiésemos de dar diversas por las cuales ha pasado la tierra hasta
cuenta de todos ellos; entre las obras que han nuestros días.
b) « P a r a los idealistas es un cuadro pura- malidad, y tener presentes los siguientes princi-
mente artificial en el cual el autor sagrado expuso pios que el mismo autor t r a e á la memoria:
las obras de Dios m á s sobresalientes, adoptando 1.° «No cabe darse contradicción real entre
seis cuadros p a r a representar los seis días de la la Biblia y la Revelación. 2.° Deben preferirse
semana. las conclusiones científicas ciertas á una exé-
c) « P a r a los críticos es un cuadro tomado por gesis dudosa. 3.° La Biblia y la ciencia no se
el autor, inspirado en las tradiciones populares y proponen igual objeto y no emplean los mismos
en la ciencia cosmogónica del tiempo en que escri- procedimientos. 4.° El primer capítulo del Génesis
bía, adaptado y depurado de suerte que enseñase contiene enseñanzas religiosas ciertas. 5.° La in-
la verdad religiosa y el reposo sabático. terpretación del texto sagrado debe tener en cuen-
«No nos sorprendamos de que la exégesis orto- ta, no solamente la significación material de las
doxa revista diversas f o r m a s accesorias al mismo palabras, sino también el género á que el escrito
tiempo: esta variedad de opiniones existió siempre. corresponde, el pueblo á quien iba dirigido, las
E n tanto que la Iglesia no se decida, los sistemas circunstancias de lugar y tiempo en que fué hecho,
tienen el valor de las razones de sus autores. En el objeto que se propone el autor. E s t a regla es
todo caso, cada cual de ellos es perfectamente elemental tratándose de crítica textual».
afirmativo cuando se t r a t a de revindicar el origen P a r a terminar este punto, véase el resumen ad-
divino del texto y su infalibilidad». mirable que hace á este propósito, en su doctísima
Sintetizando lo que acerca del asunto enseñan obra La Creación, la Redención y la Iglesia, el
la ciencia y la Biblia, dice el mismo a u t o r : sabio obispo de Oviedo, Iltmo. Sr. Martínez Vigil:
«Según el documento científico, Dios creó el «El punto de partida de todo el ornato del
mundo haciendo o b r a r , durante un número incal- universo es una nebulosa (térra erat inanis et
culable de siglos, las fuerzas naturales. Según el vacua, sen invisibilis et incornposita), que ani-
documento bíblico, parece que Dios creó el mundo mada del doble movimiento de rotación y de tras-
en seis días y que dispuso todas sus partes me- lación (spiritus Dei ferebatur, incubabat sen
diante una intervención inmediata de su omnipo- confovcbat snper aquas), sobre el caos, se con-
tencia. centró en diferentes núcleos, cuya energía vibra-
« E n t r e estas dos soluciones dáse oposición apa- toria se aumenta á expensas de la energía visible,
rente». transformando el movimiento en calor y el calor
en luz (fíat lux, etfacta est lux). Estos núcleos
Ahora bien; si se han de estudiar debidamente
se condensan más y más hasta convertirse en es-
las cosas, forzoso es proceder con la debida for-
feroides, uno de los cuales es la tierra, luminosa líneas trazadas por Moisés ha y a cerca de cuatro
como el sol en su juventud, y que se a p a r t a más mil años.
de éste en la edad madura, enfriándose y hacién- «No hay conflictos entre la ciencia y la fe, ni
dose opaca (fíat firmamentum, sen extensio in entre las hipótesis racionales y las cosas que sólo
medio aquarum et dividat aqitas ab aquis); en- accidentalmente pertenecen á la fe, ni en lo que
durecióse su corteza y se delineó su contorno, atañe al origen del mundo, ni en lo que se refiere
reuniéndose las aguas en las partes bajas y que- á su formación, distinción y ornato.
dando á la vista la parte seca (et apareat anda, «Resumiendo cuanto se ha expuesto hasta
vocavit aridam terram), etc. La parte seca, vi- aquí, llegamos á las siguientes conclusiones de la
vificada por la luz difusa que llegaba hasta ella ciencia, de la filosofía y del Dogma respecto al
al t r a v é s de una atmósfera aún muy densa, se origen del universo:
cubrió de vegetales inferiores (germinet térra «La ciencia: nada sabe del origen de la mate-
herbam virentem) que purificaron la atmósfera, ria ; sus medios de investigación no tocan el pro-
dejando visible el disco ya condensado del sol y blema: ignoramus, ignorabimus.
de otros astros (fiant luminaria in firmamento «La filosofía: demuestra la necesidad de una
seu extensioné coeli) ,y prepararon la tierra para primera causa distinta é independiente de la ma-
la habitación de sus primeros animales, represen- teria.
tados especialmente por los reptiles acuáticos, «La fe: afirma la creación como obra de Dios
t e r r e s t r e s y alados (producant aquae reptile... omnipotente.
et volatile super terram), mientras que marcán- «Las demás cuestiones son libres».
dose m á s los climas por la mayor concentración El Diluvio universal.— P a r a poder fijar debi-
del sol, p o r el desarrollo de las plantas y árboles damente lo que la fe y la ciencia pueden sobre
m á s perfectos y por la elevación de montañas, este punto ofrecernos, debemos comenzar asen-
llega el momento de la aparición de los grandes tando con precisión las enseñanzas que la fe
m a m í f e r o s (producat térra jumenta et rcptiUa presenta en este punto; el abate Cauly fija los
conceptos diciendo:
et bestias); y, finalmente, la del hombre, el más
joven de los seres formados por Dios y el único «Las únicas verdades dogmáticas ó de fe que
que comprende y admira tantas maravillas (fa- resultan de esta narración de Moisés (sobre el
cí amus hominem). Diluvio) son: 1.° que el Diluvio de que habla fué
real y que fué un castigo de Dios; y 2.° que este
« E s decir, que la teoría moderna de la forma-
Diluvio envolvió en una destrucción común á todo
ción de este mundo material sigue las grandes
el género humano, á excepción de Noé, su mujer, universalidad parcial ó relativa, limitada á cierta
sus tres hijos y sus mujeres; y, en consecuencia, porción de la tierra, andan divididos los parece-
que la tierra se repobló por este patriarca y sus res. A este propósito, dice el citado abate Cauly:
descendientes». (1) «Ambas opiniones están permitidas y cada
No hay p a r a qué insistir mucho en lo referente cual tiene sus defensores, bien que la primera,
á la existencia ó hecho histórico del Diluvio; como que opta por la universalidad absoluta, sea teoló-
tradición está encarnada en la historia de todos gicamente más probable». Los partidarios de
los pueblos, comenzando por el pueblo hebreo, y ambas tienen sus argumentos, y la Iglesia, por
ahora, nada resolvió tocante al asunto.
siguiendo por los caldeos, griegos, indios y chi-
nos, hasta los americanos. A esas tradiciones El referido abate Cauly se hace cargo de las
júntanse las enseñanzas de los geólogos; Mr. Cu- objeciones hechas contra el Arca ya por lo que se
vier, después de haber estudiado el asunto, afirma refiere á su construcción, ya por lo que toca á sus
lo siguiente: «Creo pues, con MM. Deluc y Delo- dimensiones; esas objeciones, dado el momento
mieu, que si hay algo demostrado en geología es en que nos hallamos, no merecen respuesta; nóte-
que la superficie de nuestro globo ha sido víctima se que la tuvieron y victoriosa, y así nada cabe
argüir actualmente sobre ese punto. Ni cabe tam-
de una grande y súbita revolución, la fecha de la
poco preguntar cómo habría suficiente cantidad
cual no puede subir mucho de cinco á seis mil
de agua p a r a envolver la tierra entera, pues
años». Pueden también unirse aquí las afirmacio-
las aguas de los mares, las de los ríos y la masa
nes dadas por M. Boné, M. Louis Figuier, que
inmensa que se halla flotando en estado gaseoso
está terminante, y Paff, que entre otras cosas
en el espacio habrán podido muy bien bastar
dice: «La verdad de la narración bíblica está su-
p a r a que el hecho ocurriese, aun en el sentido de
ficientemente protegida contra los ataques de la
la universalidad total.
ciencia (mejor sería decir de los sabios), desde el
momento en que nada se encuentra en este relato
que se halle en oposición con los hechos científica- L E C C I Ó N XVIII
mente demostrados, ó que pueda ser demostrado
como imposible por la geología». La fe y la astronomía.—La astronomía y la narración mo-
saica.—La filosofía y la narración astronómico-mosaica.
E n cuanto á la universalidad del Diluvio, es
decir, á la universalidad rigurosa ó total y á la La astronomía, ciencia que se ocupa en el estu-
dio de los astros considerando su naturaleza y
(1) Abate C a u l y : Religion et catholicisme, parte s e g u n d a .
las leyes porque se rigen, alcanzó extraordina-
12
el género humano, á excepción de Noé, su mujer, universalidad parcial ó relativa, limitada á cierta
sus tres hijos y sus mujeres; y, en consecuencia, porción de la tierra, andan divididos los parece-
que la tierra se repobló por este patriarca y sus res. A este propósito, dice el citado abate Cauly:
descendientes». (1) «Ambas opiniones están permitidas y cada
No hay p a r a qué insistir mucho en lo referente cual tiene sus defensores, bien que la primera,
á la existencia ó hecho histórico del Diluvio; como que opta por la universalidad absoluta, sea teoló-
tradición está encarnada en la historia de todos gicamente más probable». Los partidarios de
los pueblos, comenzando por el pueblo hebreo, y ambas tienen sus argumentos, y la Iglesia, por
ahora, nada resolvió tocante al asunto.
siguiendo por los caldeos, griegos, indios y chi-
nos, hasta los americanos. A esas tradiciones El referido abate Cauly se hace cargo de las
júntanse las enseñanzas de los geólogos; Mr. Cu- objeciones hechas contra el Arca ya por lo que se
vier, después de haber estudiado el asunto, afirma refiere á su construcción, ya por lo que toca á sus
lo siguiente: «Creo pues, con MM. Deluc y Delo- dimensiones; esas objeciones, dado el momento
mieu, que si hay algo demostrado en geología es en que nos hallamos, no merecen respuesta; nóte-
que la superficie de nuestro globo ha sido víctima se que la tuvieron y victoriosa, y así nada cabe
argüir actualmente sobre ese punto. Ni cabe tam-
de una grande y súbita revolución, la fecha de la
poco preguntar cómo habría suficiente cantidad
cual no puede subir mucho de cinco á seis mil
de agua p a r a envolver la tierra entera, pues
años». Pueden también unirse aquí las afirmacio-
las aguas de los mares, las de los ríos y la masa
nes dadas por M. Boné, M. Louis Figuier, que
inmensa que se halla flotando en estado gaseoso
está terminante, y Paff, que entre otras cosas
en el espacio habrán podido muy bien bastar
dice: «La verdad de la narración bíblica está su-
p a r a que el hecho ocurriese, aun en el sentido de
ficientemente protegida contra los ataques de la
la universalidad total.
ciencia (mejor sería decir de los sabios), desde el
momento en que nada se encuentra en este relato
que se halle en oposición con los hechos científica- L E C C I Ó N XVIII
mente demostrados, ó que pueda ser demostrado
como imposible por la geología». La fe y la astronomía.—La astronomía y la narración mo-
saica.—La filosofía y la narración astronómico-mosaica.
E n cuanto á la universalidad del Diluvio, es
decir, á la universalidad rigurosa ó total y á la La astronomía, ciencia que se ocupa en el estu-
dio de los astros considerando su naturaleza y
(1) Abate C a u l y : Religion et catholicisme, parte s e g u n d a .
las leyes porque se rigen, alcanzó extraordina-
12
rios progresos, pero todavía dista de ser una como creados teniendo en cuenta la tierra y única-
ciencia completa ó acabada. Pero, así y todo, mente p a r a su servicio?»
necesario es ver si entre sus enseñanzas y las de A esto cabe responder, en primer término, que
la Biblia, ó mejor aun, y las de la religión, se dan el plan de Moisés no es darnos lecciones de astro-
conflictos, ó si, por el contrario, nada puede obje- nomía, y por lo tanto estudiar la importancia de
tar en este punto el entendimiento más-exigente. los astros en un sentido científico; sino que lo
Comencemos por exponer el relato bíblico para que se propuso fué dar enseñanzas de carácter
proceder así con verdadera claridad. religioso, y en este caso debe notarse que si la
Moisés escribe: «En el principio Dios creó el tierra no es el centro del mundo astronómico,
cielo y la tierra»; y en el capítulo 1.° del Génesis, como astro, es centro importantísimo desde el
encuéntranse las siguientes palabras: «Dijo Dios: punto de vista de la Revelación.
Que h a y a luminares en la extensión de los cielos, Y si los sabios hubiesen de tratar de las rela-
p a r a hacer división entre el día y la noche, para ciones del mundo astronómico con los hombres,
que sirvan de señales p a r a indicar los tiempos y hablarían como lo hace Moisés y como dicta aquí
las estaciones y los días y los años. Que esos el buen sentido: teniendo como norma las apa-
luminares estén en la extensión de los cielos para riencias.
iluminar la t i e r r a : y así sucedió. Dios hizo dos Finalmente; la masa sola de un astro no basta
grandes luminares, de los cuales uno mayor para p a r a sacar de ahí un argumento en favor de la
presidir el día, y el otro menor p a r a presidir la superioridad de su importancia. Hay una superio-
noche, é hizo las estrellas. Y Dios vió que eso era ridad moral, que Dios pudo muy bien haber dado
bueno. Y f u é tarde y mañana del cuarto día, es á la tierra, y esto podía entrar perfectamente en
decir, a ñ a d e el abate Cauly, fué el término de la los altos designios de Dios.
cuarta época». 2.° «¿Puede la tierra haber sido antes que el
Las objeciones hechas respecto del presente sol, siendo así que la ciencia demuestra que el sol
asunto tienen unas, carácter científico, otras, es' el centro de la órbita de nuestro planeta, el
carácter filosófico. Vamos á exponerlas y contes- regulador de su marcha, el principio de su fecun-
tarlas comenzando por las de carácter científico: didad, .y, según todas las probabilidades científi-
1 « Actualmente se halla demostrado que el cas, su foco generador?»
sol y la mayor parte de los astros son millares ó Conocida es la teoría de la nebulosa primitiva,
millones de veces m á s grandes que la t i e r r a : sien- madre de los mundos que de allí arrancaron; y la
do esto así, ¿cómo puede M o i s é s presentarlos tierra, siguiendo esa ley de la división ó separa-
ción de materia cósmica, pudo resultar despren- que se limita á decirnos el hecho de su aparición
dida del sol. De aquí n a d a resulta contra las en el día cuarto. Y quienes gusten echar mano de
enseñanzas de la Religión; todo se concilia y la opinión que pide numerosos siglos p a r a la ela-
explica. boración de la obra divina, pueden servirse de
«Sin ir c o n t r a í a Biblia, dice el abate Cauly, ella sin que se dé inconveniente.
y aun interpretando con todo vigor el versículo 4.° «La existencia de la luz, la sucesión del
genesíaco: In principio Deus creavit coelum et día y de la noche, la vegetación anterior al cuarto
terram, decimos: El sol h a podido existir antes de día: he ahí tres hechos que deben atribuirse al sol
la tierra; únicamente, la tierra estaba entonces y que son no obstante mencionados por Moisés
informe y desnuda, y el sol, la luna y los astros antes de la aparición de ese astro. Su explicación
en su período de formación. Inmensos vapores es pues inadmisible». (1)
ocultaban el mundo de los astros á nuestro plane- El abate Cauly responde á esto con los tres
ta. Y el cuarto día genesíaco (ó la cuarta época) siguientes p á r r a f o s que merecen el honor de la
señala el momento en que los dos grandes lumi- reproducción:
nares, el sol y la luna, y también las estrellas, co- 1.° «Antes de echar en cara á Moisés el men-
menzaban á brillar p a r a nuestro globo. La frase cionar la aparición de la luz en el primer día y la
de Moisés, fiant luminaria, y estas otras pala-^ creación del sol en el cuarto, sería necesario saber
br as, fecit Deus luminaria et stellas, indican, no con seguridad qué cosa es la luz. Ahora bien;
la época en que esos astros salieron de la nada, sobre este punto se dan dos teorías: la una de la
"sino aquélla en que aparecieron». (1) emanación, (Jue define la luz como una materia
sutil que se desprende de un cuerpo brillante.
3.° «¿Pero cómo Dios habría pasado cinco
Pero únicamente el sol desprende luz; según M. de
días en organizar nuestro mundo, cuando una
Humboldt, la aurora boreal probaría que la tierra
sola palabra le bastó p a r a crear en un sólo día
tiene la propiedad de emitir una luz que le es pro-
todos los mundos del espacio sideral?»
pia. El calórico, la electricidad, producen luz;
Dado el propósito de Moisés, que era contar ó
luego ésta puede existir sin el sol. L a otra teoría
referir la historia de nuestro globo y no de toda
de las ondulaciones, en la actualidad más gene-
la obra de la creación, da cuenta de cómo Dios
ralmente adoptada, dice que la luz es un fluido
preparó la cuna del género humano. Y así, al
hablar de los astros, no entra en pormenores, sino
(1) Las objeciones a p u n t a d a s véanse en la citada o b r a del abate
Cauly.
(1) Abate Cauly, o b r a c i t a d a .
esparcido en el éter y puesto en vibración por una mente sin dificultad, sino en el orden más na-
causa exterior. Es evidente que en esta hipótesis tural».
Moisés podía perfectamente indicar la luz antes La filosofía y el relato de Moisés.—Comen-
del sol. zando por la teoría, puramente hipotética, de la
2.® « E n cuanto á la alternativa del día y de pluralidad de mundos habitados, cosa bastante
la noche, no tiene, en el relato Mosaico, más que vieja, pues ya Lucrecio habló de ese asunto y
un valor metafórico; y puesto que es dado hacer otro tanto hicieron no pocos autores que pudiéra-
del día genesíaco un período indefinido y no una mos citar, y que entre los modernos cuenta á Juan
duración de un día solar de veinticuatro horas, la Reynaud, Flammarion y Luis Figuier, diremos
objeción carece de valor. que la hipótesis en sí es inofensiva á la Religión;
3.° « Finalmente, en lo concerniente á la vege- pero como hasta de la verdad cabe abusar, la
tación del día tercero, ¿qué se requería pues p a r a ciencia descreída se apoderó de eso p a r a formu-
producirla? Luz y calor, dicen: mas esa tierra lar una acusación filosófica contra la narración
incandescente y poco después enfriada, que los astronómica de Moisés. Veámoslo: (1).
plutonistas nos representan bajo la influencia de 1.® «Astronómicamente hablando, la tierra
un fuego central inextinguible, ¿no tenía bastante tiene grandes desventajas y no fué constituida
calórico p a r a producir plantas? Y por otra parte, como podía serlo el mejor de los mundos. Luego
si el sol, como es dado admitir, fué creado antes no se puede admitir que sea una causa final digna
de nuestro planeta, ¿no podía enviarle ya luz y del Creador, y Moisés no dice con acierto que Dios
calor suficientes aún antes de mostrarle sus rayos vió que su obra era buena».
como los experimentamos nosotros bajo un cielo Es asunto curioso el ver las enmiendas que á
nublado que nos oculta el astro del día? Luego, la obra de Dios harían algunos sabios, como suce-
sin hacer violencia al relato de Moisés, concíbese dió con M. Augusto Comte, Flammarion, Arago
que Dios, sobre las escenas confusas del caos y Laplace; quién encuentra defectuoso el eje de
primitivo, haya dicho primeramente: fíat lux; la tierra; quién ve inútiles los resplandores de la
que en seguida la atmósfera de nuestro globo luna; quién encuentra defectos de proporción en
h a y a adquirido poco á poco más transparencia» el número de satélites dados á los planetas; quién
y que finalmente en el día cuarto, habiéndose ve que la luna puede hallarse mejor en punto
purificado el aire y disipado las nubes, h a y a apa- á relaciones favorables p a r a la tierra, estable-
recido el sol en todo su brillo, del propio modo que
la luna y las estrellas. Así todo se explica n o sola- (1) Véanse dichos r e p a r o s en la citada o b r a del a b a t e C a u l y .

«
ciendo las cosas de m a n e r a distinta de como lo que Dios hubiese hecho todo por atención al gé-
están; pero si tales enmiendas se aplicasen, re- nero humano, al cual pertenece Nuestro Señor
sultarían luego no pequeños inconvenientes; los Jesucristo.
hombres morirían a b r a s a d o s ó helados, y los 3.° «Siendo la tierra una de las obras más
campos no florecerían. La distribución de los bie- pequeñas de Dios, ¿por qué Dios la habría esco-
nes entre los cuerpos astronómicos resultaría sin gido como lugar de su Revelación y de su Encar-
equidad; se pedirían a r r e g l o s innecesarios en el nación?»
mundo astronómico y d a r í a m o s en un completo El abate Cauly responde en su citada obra,
trastorno en el conjunto planetario que nos perte- diciendo:
nece. Sin conocer á fondo l a o b r a de la creación «Contestaremos aún que es un error el medir
es verdadera pedantería científica oponerle repa- el valor real de nuestro globo por su extensión
ros, y sobre todo si se tiene en cuenta la mara- geográfica; que si Dios quiso dar preferencia á la
villosa y ordenada m a r c h a del universo. humanidad terrestre, libre era de hacerlo, y no
2.° «Los habitantes de la tierra no son sino tenemos porque escandalizarnos de su amor».
una débil minoría, con relación á la humanidad
universal d e r r a m a d a entre los innumerables glo- LECCIÓN XIX
bos del firmamento; luego D i o s no hizo el firma-
mento p a r a solo el placer de los habitantes de la La fe y la biología.—Origen de la vida.—La generación
espontánea
tierra».
Aquí, se da por s u p u e s t a la pluralidad de La cuestión biológica es de suma trascenden-
mundos habitados. Pero si a s í ocurriese, necesa- cia; su estudio es largo, complicado, y requiere
rio es tener en cuenta la diversidad de los medios el examen de los trabajos hechos, que forman
ó condiciones biológicas de los astros, y así esos curioso proceso histórico; y la g r a n extensión del
habitantes necesitarían condiciones de vida ú or- asunto, unida á la dificultad de fundirlo en una
ganismo adecuado al medio en que hubiesen de síntesis, nos impide, dado lo elemental de esta
habitar. Y debe notarse q u e la Revelación no obra, entrar en larga exposición; así pues vamos
á limitarnos á ofrecer la resultante y á trasladar
enseña que todo h a y a sido h e c h o en consideración
aquí aquellos datos ó testimonios que nos den á
al planeta que habitamos, sino en atención á los
conocer el estado de la cuestión hasta el presente,
elegidos, lo cual es bien distinto. Aparte de que,
resuelta en favor de las enseñanzas de la Religión
si se tiene en cuenta el sublime misterio de la Re-
y de la sana filosofía, y que lo será todavía con
dención del hombre, nada t e n d r í a de particular
mayor claridad, si cabe, á medida que los estudios mundo de la vida, desde el vegetal más humilde
biológicos vayan adelantando. hasta el ser más complicado de los vivientes;
Origen de la vida.—Este asunto es cosa que desde la más ínfima realidad viva hasta la más
daría poco que hacer si la docilidad intelectual alta substancia espiritual. Dios es la vida suma,
se prestase á ello; si p a r a la existencia del univer- y dió vida á los seres que de tal beneficio disfru-
so material fué necesario admitir la acción de un tan. Si se pregunta el cómo de este g r a n hecho,
ser Creador, ¿cuánto más no se hace necesario responderemos que es un misterio: la fe nada
ordena en este asunto, y la ciencia no sabe cómo
eso mismo, tratándose de esa maravillosa realidad
se inició.
que llamamos vida?
El ilustre obispo de Oviedo, señor Martínez Veamos ahora cómo se explica el doctísimo
Vigil, en su hermosa obra La Creación, la Re- P. Guibert, en su hermoso libro Les origines. (1)
dención y la Iglesia, ofrece la siguiente conclu- Al t r a t a r del origen de la vida escribe: «1.° la
vida comenzó sobre la t i e r r a ; 2.° no pudo comen-
sión, después de haber examinado debidamente
zar por generación espontánea; 3.° comenzó por
el asunto:
un acto divino de creación.
«Enséñala fe: que la vida en su origen pri-
«Hubo un tiempo en que la corteza terrestre
mero f u é debida á un acto directo ó indirecto del entera se hallaba en el estado de fusión ígnea bajo
Creador. la enorme presión de 300 atmósferas: en efecto,
«Enseña la ciencia: que la vida es relativa- el subsuelo de todos los países del mundo hállase
mente reciente en el mundo; pero ignora de formado por rocas idénticas, la estructura de las
qué manera principió. cuales atestigua el antiguo estado de fusión á una
«Enseña la Biblia: que hubo cierta gradua- temperatura más elevada sin duda que las lavas
ción ascendente en la sucesiva aparición de los ardientes de nuestros volcanes. Pues bien, sobre
diferentes tipos vivos. esa tierra inflamada, en esta atmósfera que era
«La ciencia confirma y amplifica esas indica- una hornaza, no era posible vida alguna, ningún
ciones generales y descubre además en los vivien- germen habría podido resistir. No es dado imagi-
n a r una adaptación que hubiera permitido á los
tes «Conflicto,
un principioninguno».
superior al de la fuerza mecánica.
organismos primitivos vivir en un medio tan cá-
No puede darse más precisión, ni nada más lido ; porque la adaptación tiene límites. Más allá
terminante.
Dios creó la materia, organizó los mundos, y
(1) París, 1898, 2. a edición.
con esa misma palabra creadora estableció el
de 600°, el a g u a se disocia d e sus elementos, las Y desde luego cabe responder: no fué por ge-
moléculas de los cuerpos organizados no podrían neración espontánea.
mantenerse unidas; ¿cómo s e concebiría un ser Vamos á verlo.
viviente cuyos elementos no podrían mantenerse A la altura en que se encuentran los actuales
reunidos? estudios biológicos, huelga entrar en pormenores
«Además, si admitimos q u e la tierra haya tocante á la noble y victoriosa labor del ilustre
salido, por vía de evolución física, de una nebu- Pasteur; sabido es que sus experimentos han sido
losa solar, según la hipótesis de Laplace y de acogidos como concluyentes, y las pretensiones
Faye, ¿la vida no era incompatible con ese primer de sus contradictores han rodado por tierra; la
estado de dispersión de los átomos? ciencia formal, la ciencia sincera, no admite la
«Ciertos autores han pretendido que la tierra doctrina de la generación espontánea; y el soña-
habría podido hallarse s e m b r a d a de gérmenes do organismo sin órganos, el famoso batybio,
por el polvo abandonado en e l espacio sobre la tra- dió solemne mentís á la aparición espontánea de
yectoria de los cometas y estrellas desfilantes. Ad- la vida, en tal manera que los que batieron pal-
mitamos, como es probable, que la tierra recoja, mas al principio han sufrido la más cruel de-
en su camino á través del espacio, polvo cósmi- cepción.
co sobrado ténue p a r a impresionar nuestros sen- Pero esto no impide que hagamos mérito de
tidos; admitamos aún, lo c u a l e s muy poco pro- lo que el P. Guibert escribe sobre el asunto que
bable, que gérmenes vivos se hallen entre ese aquí se trata, y vamos á trasladar si no todo,
polvo como se encuentran e n el polvo de nuestra algo de lo que en su citado libro, Les Origines,
atmósfera: ¿qué se debería concluir de eso?No encontramos:
habríamos hecho más que a l e j a r la cuestión. ¿De «Haeckel presenta francamente la siguiente
qué manera comenzó la v i d a en los astros que alternativa: «Evolución natural ó creación sobre-
nos han enriquecido con s u s semillas?; pues esos natural, necesario es elegir entre estas dos posi-
astros han sufrido las m i s m a s fases que la tierra bilidades Desechado el monismo, no queda
misma. más que la hipótesis irracional de un milagro, de
«Luego sea sobre la t i e r r a ó en alguna estre- una creación sobrenatural». Lo cual quiere decir:
lla desconocida, es cierto q u e la vida comenzó». L a vida ha comenzado por generación espontá-
nea ó por creación divina; mas esta segunda
Ahora, dado el hecho d e haber tenido princi-
hipótesis repugna, como irracional y anticientí-
pio la vida, sigúese este o t r o punto:
fica; luego la vida ha comenzado por generación
¿De qué manera hizo su aparición la vida?
espontánea. Haeckel tiene por anticientífico todo Pues bien, actualmente, es ley cierta que la vida
sistema en que la naturaleza, átomos y movi- no se produce espontáneamente. Luego, en el
miento, no se explica enteramente por sí misma comienzo, la vida no se produjo en la materia por
y por sí sola, y a se trate de la creación primitiva, la sola influencia de las fuerzas físicas.
ya se t r a t e del orden y de la organización. Tal «La constancia de las leyes naturales á través
postulatum, puramente gratuito, supone resuel- de los siglos es el fundamento de toda inducción
tos todos los problemas que la filosofía t r a t a pre- científica. Si^as fuerzas pueden cambiar de natu-
cisamente de resolver. raleza es imposible subir á la ciencia de los
«Así el razonamiento, Haeckel refiere de qué hechos pasados por el conocimiento de los hechos
manera ocurrió el hecho de la formación espontá- presentes. Siendo fatales las leyes físicas, lo que
nea del primer protoplasma. «Los cuerpos vivos ocurre actualmente ha debido suceder antes de
kan debido f o r m a r s e químicamente á expensas ahora. Sin duda, según la justa observación de
de los compuestos inorgánicos: así ha debido M. de Lapparent, dánse diferencias de intensidad
aparecer esa substancia tan compleja, contenien- en la acción de las fuerzas; pero no se da dife-
do á la vez carbono y ázoe, que hemos llamado rencia de naturaleza. Este principio es la base
protoplasma, y que es el lugar material cons- indispensable de toda ciencia y particularmente
tante de todas las actividades vitales Las pri- de la geología.
meras móneras nacieron por generación espontá- «Producir la vida espontáneamente ó no pro-
nea, en el comienzo del período laurenciano; ducirla, ¿es mera diferencia de grado en la acción
procedieron de compuestos inorgánicos, simples de una fuerza? Si la materia mineral pudo crear
combinaciones de carbono, de ácido carbónico, la vida por sí misma antes de ahora y que ahora
de hidrógeno y de ázoe». (1) Hechos tan vagos y no sea capaz de eso, ¿no ha cambiado de natura-
razones t a n poco sólidas prueban bastante clara- leza? No cabe objetar que las condiciones físicas
mente que Haeckel admite la generación espon- no se realizan actualmente: elementos atómicos,
tánea, porque es una necesidad filosófica para humedad, calor, electricidad, todo se halla en
pasarse sin Dios. actividad; si la materia no produce la vida, ha
« P a r a nosotros, las proposiciones siguientes cambiado pues de naturaleza».
parecen inatacables: Las leyes de la naturaleza No basta que los partidarios de la generación
son constantes en el tiempo como en el espacio. espontánea, al verse así cogidos, se empeñen en
sostenerla como hecho actual; precisamente, la
(1) Citado en V i g o u r o u x , LesLivressaints, t. III, tercera ed., p. 179. doctrina que goza de autoridad científica, según
hemos dicho antes, les es contraria, y la expe- capas geológicas, como datos que entran en la
riencia, hasta el presente, es un mentís contra la presente cuestión.
teoría arbitraria y tenaz de la generación espon- En el estudio de los terrenos ó capas geoló-
tánea. gicas, nótese el orden siguiente:
1 T e r r e n o llamado primitivo ó que podemos
llamar básico.
L E C C I Ó N XX # 2.° Terreno primario ó de transición, que se
subdivide en cámbrico, silúrico y devoniano.
La paleontología y la fe. —Expóngase la cuestión, y sus 3.° Terreno secundario, que consta de cuatro
relaciones con la narración mosaica.
secciones superpuestas: pérmico, triásico, jurá-
Dice el abate Cauly en su y a citada obra: sico y cretáceo.
«Después de haber hablado del origen de la 4.° Terreno terciario, que contiene las si-
vida es útil seguir su historia en los seres orga- guientes subdivisiones: ioceno, mioceno y plio-
nizados, y poner esta ciencia nueva de los fósiles ceno.
en paralelo con la narración de Moisés, que se 5.° Los terrenos cuaternarios, que son depó-
sitos de más reciente formación.
hizo historiador de la aparición sucesiva de los
Comparando ahora los datos que suministra la
diferentes seres sobre la superficie del globo».
paleontología y lo que Moisés refiere, véase cómo
Y viniendo al relato bíblico, dice así: «La
se explica el autor poco ha citado:
tierra produjo hierba verde que contenía simiente
«Y primeramente, en cuanto al orden de la
según su especie y árboles frutales que encerra-
creación, Moisés se adelantó á los sabios en punto
ban su semilla. Fué la o b r a del día tercero. Des-
á fijar el orden cronológico en que aparecieron
pués, el día quinto, Dios creó los grandes peces y
los seres organizados. Según el historiador sagra-
todos los animales que tienen vida y movimiento
do, los vegetales llegan á la existencia antes que
en las aguas, y creó también todas las aves. Y el
los animales, y esto es conforme con la verdad.
día sexto, Dios hizo las bestias salvajes de la
Las plantas son el alimento de los animales; razo-
tierra, los animales terrestres y todos los reptiles. nablemente, debían ellas precederles». Ahora
Y finalmente el hombre, que hizo á su imagen». bien; Marcelo de Serres, Dumas y Ampere, vienen
No hay para qué detenerse mucho en exponer en apoyo del relato mosaico, pues que colocan
las doctrinas, y a bien conocidas, de la ciencia de el mundo vegetal, según resulta de los estudios
los fósiles, y bastará r e c o r d a r algunas ideas ó hechos, antes del mundo animal.
especies para tener á mano las diversas épocas ó
hemos dicho antes, les es contraria, y la expe- capas geológicas, como datos que entran en la
riencia, hasta el presente, es un mentís contra la presente cuestión.
teoría arbitraria y tenaz de la generación espon- En el estudio de los terrenos ó capas geoló-
tánea. gicas, nótese el orden siguiente:
1 T e r r e n o llamado primitivo ó que podemos
llamar básico.
L E C C I Ó N XX # 2.° Terreno primario ó de transición, que se
subdivide en cámbrico, silúrico y devoniano.
La paleontología y la fe. —Expóngase la cuestión, y sus 3.° Terreno secundario, que consta de cuatro
relaciones con la narración mosaica.
secciones superpuestas: pérmico, triásico, jurá-
Dice el abate Cauly en su y a citada obra: sico y cretáceo.
«Después de haber hablado del origen de la 4.° Terreno terciario, que contiene las si-
vida es útil seguir su historia en los seres orga- guientes subdivisiones: ioceno, mioceno y plio-
nizados, y poner esta ciencia nueva de los fósiles ceno.
en paralelo con la narración de Moisés, que se 5.° Los terrenos cuaternarios, que son depó-
sitos de más reciente formación.
hizo historiador de la aparición sucesiva de los
Comparando ahora los datos que suministra la
diferentes seres sobre la superficie del globo».
paleontología y lo que Moisés refiere, véase cómo
Y viniendo al relato bíblico, dice así: «La
se explica el autor poco ha citado:
tierra produjo hierba verde que contenía simiente
«Y primeramente, en cuanto al orden de la
según su especie y árboles frutales que encerra-
creación, Moisés se adelantó á los sabios en punto
ban su semilla. Fué la o b r a del día tercero. Des-
á fijar el orden cronológico en que aparecieron
pués, el día quinto, Dios creó los grandes peces y
los seres organizados. Según el historiador sagra-
todos los animales que tienen vida y movimiento
do, los vegetales llegan á la existencia antes que
en las aguas, y creó también todas las aves. Y el
los animales, y esto es conforme con la verdad.
día sexto, Dios hizo las bestias salvajes de la
Las plantas son el alimento de los animales; razo-
tierra, los animales terrestres y todos los reptiles. nablemente, debían ellas precederles». Ahora
Y finalmente el hombre, que hizo á su imagen». bien; Marcelo de Serres, Dumas y Ampere, vienen
No hay para qué detenerse mucho en exponer en apoyo del relato mosaico, pues que colocan
las doctrinas, y a bien conocidas, de la ciencia de el mundo vegetal, según resulta de los estudios
los fósiles, y bastará r e c o r d a r algunas ideas ó hechos, antes del mundo animal.
especies para tener á mano las diversas épocas ó
El mismo abate Cauly dice: en nuestros días su justificación científica más
« O t r a coincidencia harmónica entre la natu- completa?»
raleza y la Biblia se observa en el orden de per- Vengamos ya á establecer la conciliación del
fección progresiva atribuida á los seres organi- relato mosaico y la paleontología, cronológica-
zados del orden animal. Así los más antiguos mente hablando. El abate Cauly nota, y debe te-
vestigios de los seres vivos que se encuentran nerse muy en cuenta, que los datos suministrados
en los terrenos primarios son moluscos y crus- por los hechos paleontológicos permiten consi-
táceos acéfalos. Pues bien; hay que notar que derar las revoluciones biológicas antes, después
estos seres aparecen en el fondo de los mares. ó simultáneamente con la semana del Génesis. La
Moisés no menciona su creación; pero es tan evi- opinión de los que atribuyen la existencia de los
dente como natural que hayan preexistido á los fósiles después de la creación del hombre, no
demás animales. Vénse privados del órgano de daña ciertamente á la fe, pero carece de fuerza,
la vista; podían existir antes de la aparición de científicamente hablando. Si se quieren poner los
la luz, y aparecieron sin duda en la época en que períodos paleontológicos antes, no se da en ello
el espíritu de Dios, como dice Moisés, se agitaba inconveniente, dice el escritor citado y añade:
«Según esta opinión, sostenida por Chalmers,
sobre las a g u a s y las fecundaba. Pero en el día
Buckland, Kurtz, Andrés W a g n e r , Schuber, etcé-
tercero únicamente aparecen los animales mari-
tera, entre el primer acto creador y el primer día
nos más completos, los crustáceos superiores,
hexamérico, es decir, entre la creación del cielo
dotados del órgano de la vista, y los primeros
y de la tierra y la aparición de la luz, habrían
peces vertebrados.
transcurrido innumerables siglos; la tierra habría
«El quinto y el sexto día genesíacos señalan
tenido sus seres organizados, y esta primera crea-
la aparición de los grandes peces, de las aves, de
ción, de la cual se hallarían los restos en nuestros
los animales terrestres y finalmente del hombre.
fósiles, habría dejado lugar á otra creación, la
Ahora bien; hemos visto que los restos fósiles de que refiere Moisés».
estos reinos superiores no aparecen sino en los
terrenos de una época ulterior, es decir, en los En cuanto á la teoría llamada concordista,
sedimentos secundarios y terciarios, y siempre en pone los fenómenos paleontológicos (los fósiles)
una progresión ascendente acercándose al relato en la semana de la creación, y en este caso no se
de Moisés. ¿No es cosa admirable que un israeli- trata de días astronómicos, sino de seis períodos
ta, que vivió hace más de tres mil años, haya ó épocas. E n esos períodos, que pueden tener
establecido un orden de creación que encuentra g r a n latitud, habrían ocurrido los fenómenos geo-
lógicos científicamente consignados. No hay que fin bastante fijos, determinados y sensibles en
tocar p a r a nada al relato mosaico y entonces todo cada uno de ellos; pero de modo que ni la prime-
se harmoniza. Y si en ocasiones ocurren algunas r a operación se completara antes de empezar la
segunda, ni la segunda antes de empezar la ter-
dificultades á causa de ciertas inversiones que se
cera, sino que habiendo verdadera sucesión en
hallan en las capas geológicas y en sus fósiles,
los principios de todas (lo cual constituye los tres
consiste ó se explica eso por las revoluciones ó
primeros cuadros), la continuación de ellos fuese
trastornos ocurridos en el globo.
simultánea, viniendo finalmente á distinguirse de
Al estudiar el paralelismo que según los doc-
nuevo en su término, lo cual constituye los tres
tores escolásticos hay en la obra de la creación,
cuadros restantes. De esta manera, el día cuarto
opus distinctionis y opus ornatus, como si dijé-
vendría á ser complemento del primero, el quinto
ramos, comienzo y complemento de una obra
del segundo, y el sexto del tercero. Con esto es
que reunida forma un todo, pregúntase el docto claro que los tres últimos son paralelos á los pri-
escritor D. Miguel Mir, si tal correspondencia de meros, bien p a r a responder á la serie real de sus
fenómenos es «puramente extrínseca y casual ó principios, bien por el hecho de haberse termina-
rítmica, ó más bien íntima, esencial y necesaria», do en este orden las tres capitales ó las seis par-
y responde: «El modo de hablar de los antiguos ciales operaciones.
escolásticos, como de algunos naturalistas moder-
nos, parece indicar la p r i m e r a suposición, esto es, «Esta opinión, que hermenéuticamente consi-
dos órdenes de fenómenos completamente separa- derada parece admisible, tiene la ventaja de re-
solver la mayor dificultad que contiene el relato
dos unos de otros, que se realizan sucesivamente
bíblico de la creación, y que consiste en que, se-
y están representados por los seis días de la Crea-
gún el sentido aparente de la Biblia, los peces no
ción; mas tal vez el relato bíblico no se oponga á
aparecen en la escena del mundo hasta el día
considerarlos de distinta m a n e r a , esto es, como
quinto, después de las plantas por consiguiente,
cuadros diferentes de unos mismos órdenes de fe-
las cuales ya se muestran en toda su lozanía el
nómenos. Según esta opinión, que ya en el siglo
día tercero; orden que está en abierta contradic-
pasado sonó en las escuelas católicas, y que hoy
ción con los datos geológicos que ponen la exis-
se a b r e otra vez camino, fortificada con los argu-
tencia de los animales marinos, no y a en el terre-
mentos que le prestan los adelantos, así bíblicos no pérmico correspondiente al quinto día, sino
y exegéticos, como científicos y geológicos, la también en el carbonífero, en el devónico, en el
cosmogonía real podría reducirse á tres opera- silúrico y aún tal vez en el cámbrico y laurentino.
ciones capitales, con dos extremos de principio y
No ignoramos las soluciones y salidas que se dan compendio n o s obliga á d a r el resumen del
á esta dificultad; pero respetando la ciencia y la asunto, y antes, como precedente necesario, ex-
sinceridad de sus autores, nos parece que no aca- pondremos, tomándolas de la obra magistral del
ban de satisfacer á todos los reparos, los cuales P. Guibert, y a citada, las conclusiones referentes á
tienen completa solución en el sistema que hemos la importante cuestión del origen de las especies:
propuesto. E n efecto, siendo el día quinto com- «1.° Rechazamos el monismo que unifica to-
plemento del segundo, y comprendiendo ambos dos los seres, que enseña el tránsito espontáneo
la misma clase ú orden de fenómenos, no es ex- de la materia á la vida, de la vida sensible y ani-
traño que t e r m i n a r a en éste lo que empezó en mal á la vida espiritual del hombre.
aquél y que la creación ó aparición de los peces «2.° No creemos que la formación de las espe-
empezara r e a l m e n t e en el día segundo, como lo cies vivas sea efecto de la casualidad, es decir, de
demuestra la geología, aún cuando no lo diga fuerzas mecánicas ciegas; creemos que cada rei-
expresamente la Sagrada Escritura. Con esto re- no, animal y vegetal, realiza un plan preconce-
sultaría lo que sucede muchas veces en el texto bido y ordenado por Dios.
sagrado, es á s a b e r : que un hecho científico, claro, «3.° ¿De qué manera Dios ejecutó su plan?
explica un l u g a r de la Escritura obscuro, ó mejor, No creemos que haya sobre esta cuestión otras
mal entendido ó interpretado». (1) respuestas que hipótesis: la hipótesis evolucionista
moderada y espiritualista es muy sensata, el crea-
cionismo igualmente.
L E C C I Ó N XXI « 4.° ¿Hacia qué sistemá los hechos de la natu-
raleza y las analogías sacadas, sea de las leyes
La antropología y l a f e . - O r i g e n del h o m b r e . - C o n s t i t u d ó n naturales, sea de los procedimientos ordinarios de
ó naturaleza del h o m b r e . - U n i d a d d é l a especie humana.
Dios, nos llevarían preferentemente? Parécenos
El asunto q u e bajo el título de la antropología más glorioso p a r a Dios y m á s conforme eon sus
y la fe v a m o s á estudiar, es labor no solamente acostumbrados procedimientos que h a y a creado
las especies vivas por evolución; es decir, como
difícil sino copiosísima. Los libros dedicados á
causa primera, más bien que por medio de crea-
esta clase de estudios son muchísimos, y sería
ciones sucesivas; es decir, como causa inmediata
labor interminable la que sobre este punto pudié-
de cada especie.
r a m o s ofrecer. Lo estrecho de los límites de un
«5.° Si Dios creó las especies por evolución,
¿las hizo partir de un tipo primitivo único ó de
(1) Miguel M i r , / / a r m o n í a entre la ciencia y la fe.
varios? En el estado actual de la ciencia, paréce- ser calificado de irreligioso, y menos de mate-
nos más probable que puso en la naturaleza, al rialista.
crear la vida, varias f o r m a s primitivas simples. «No hay pretexto p a r a conflictos entre la fe y
Esta conclusión ofrece muchas menos garantías la ciencia».
que las precedentes». Véase ahora cómo se explica Monseñor Bou-
Entrando ahora en el asunto referente al ori- gaud en su hermosa obra, Religión é irreligión.
gen del hombre, vamos á señalar las conclusiones P a r a ver clarps los dislates de la generación es-
que el sabio obispo de Oviedo, en su y a citada pontánea, aplicada á la aparición del hombre,
obra, nos ofrece como resultado de la investiga- escribe: «Cierto día, en la pendiente de un ribazo,
maravillosamente expuesto á los rayos del sol,
ción hecha sobre este p u n t o :
bajo un rayo más poderoso de luz y calor, des-
«El origen del hombre es un hecho que está
arrollándose las fuerzas generatrices de la natu-
fuera del alcance de la ciencia. La ciencia sólo
leza, brotará un hombre. Este hombre habrá na-
testifica que no es efecto de ninguna transforma-
cido en edad madura, poseyendo su e s t a t u r a » s u
ción. Luego el hombre apareció merced á un acto fuerza, su inteligencia, sus facultades todas. Por-
libre del Creador, que se dignó hacerlo á su ima- que suponed que hubiese nacido niño, como todos
gen y semejanza. nacemos, ciego, sordo, necesitando brazos que le
« Enseñanzas de la fe, - D i o s formó mediata ó sostengan, pecho que le alimente, aún cuando
inmediatamente el cuerpo del primer hombre; le hubiesen nacido mil á la vez, con la misma edad,
infundió una alma espiritual é inmortal, que es con debilidad igual, ¿no habrían muerto de ham-
forma substancial del c u e r p o humano; esta alma bre, ó de frío, ó comidos por las bestias? Habrá
es creada por Dios; todos los hombres descienden pues nacido de edad viril, sin padre, sin madre,
de un solo tronco. de edad de treinta años, bajo la influencia de un
«Enseñanzas de la ciencia.-Nada sabe del rayo de sol sobre la t i e r r a ; y como quiera que la
origen del primer hombre, pero puede demostrar naturaleza conociese que ella no tardaría en en-
y demuestra la n a t u r a l e z a espiritual del alma friarse, que no podría durante largo tiempo seguir
humana y la unidad específica del hombre. desempeñando aquel glorioso oficio, al propio
«Enseñanzas del transformismo.- E s una hi- tiempo que producía espontáneamente un hombre,
pótesis que aún no ha hecho su noviciado para engendraba también espontáneamente una m u j e r ;
ser calificada de científica; salvando las enseñan- los destinaba mutuamente, desde el punto de vista
zas de la fe referentes al alma racional, contra físico, intelectual y moral; les infundía mutua
las cuales no presenta argumentos, no puede
inclinación, p a r a que su amor la permitiese supri- dre, Padre!? ¿Quién le enseñó todo eso? ¡No hay
mir la obra harto afortunada de la generación que dudarlo; f u é Dios!»
espontánea. Y, efectivamente, desde el día en que Naturaleza ó constitución del hombre.—Ven-
un hombre y una mujer se han visto y amado, gamos y a á t r a t a r del hombre considerado en sí
la generación espontánea se acabó mismo, en su naturaleza, y asignémosle el verda-
«Cierto día, el hombre apareció sobre la tierra. dero lugar que le corresponde en el conjunto de
¿Qué día fué ese? La ciencia lo ignora. Pero lo los seres.
que sabe, lo que debe confesar, so pena de mentirse ¿Qué es el hombre? L a filosofía le apellida
á sí misma, lo que manifiesta, además, muy alto, animal racional; no falta quien le asigna el dicta-
es que hubo un día, y varias series de días, en que do de animal religioso; la doctrina católica nos le
el hombre no existía, en los cuales el hombre ofrece como un ser compuesto de cuerpo y alma,
no podía existir, en los cuales el hombre habría formado ó hecho por Dios á su imagen y seme-
sido calcinado, devorado por el fuego; y otro día, janza. El materialismo quiere ver en él como la
comparativamente muy próximo, en el cual, des- última etapa del reino animal, y aún se pretende
pués de.algunos siglos, habiéndose enfriado el que el hombre es un agregado de células, es decir,
un mecanismo y nada más. L a verdad, aquí como
suelo, apareció el hombre. Y lo que también debe
en todo, encuéntrase en la doctrina de la Iglesia,
aquélla confesar so pena de hacer traición es
que nos a m p a r a siempre contra los desvarios del
que, por grandes que fuesen las maravillas que
error, llámese filosofía ó llámese ciencia. El hom-
habían precedido, nada se ve que hubiese prepa-
bre encierra en su ser un organismo material que
rado al mundo p a r a ésta. Entre la roca y el hom-
sirve maravillosamente á secundar lo que su prin-
bre, entre la planta y el hombre, entre la bestia y
cipio espiritual, el alma, le pide, p a r a que en esta
el hombre media'un abismo. He aquí un ser nuevo,
síntesis admirable y misteriosa sea el hombre
radical, absolutamente distinto de cuanto le pre-
vivo, total, quien ejerza sus operaciones y ejecute
cede, y, más que todo lo otro, inexplicable, como sus actos. El cuerpo es como la materia prima;
no sea mediante nueva y más vigorosa interven- el alma es la forma substancial del cuerpo; la
ción del poder creador. ¿Quién fué madre de este resultante de esa unión íntima y que constituye
ser tan grande? ¿Quién fué su nodriza? ¿Quién le el compuesto humano en un ser uno, total, es el
enseñó á caminar, hablar, tenerse en pie, mirar hombre.
al cielo, encontrar sobrado pequeña la tierra,
a m a r la verdad, la justicia, el honor, hasta sacri- L a ciencia moderna pretendió ó soñó un ante-
ficarles la vida; á confesar á Dios y decirle: ¡ Pa- cesor ó centro común de donde arrancasen el
mono y el hombre; diósele el nombre de pitecoide, rrado su instinto. ¿Sucede lo mismo con la natu-
antropopiteco, pitecántropo; así, el hombre y el raleza del hombre? ¿No es manifiesto que el hom-
mono resultan, como se vé, parientes próximos, bre es capaz de hacer lo que hace otro hombre?
y como hijos de un mismo padre (1); mas lo triste m á s ó menos bien, convengo en ello, pero no se
del caso es que ese antecesor común no se ha da imposibilidad en la naturaleza; los africanos,
encontrado en parte alguna. Ni basta acudir, p a r a los asiáticos construyen casas, tallan piedras, es-
asemejarnos al animal, al inútil expediente de la culpen estatuas, escriben libros como los europeos.
inteligencia de las bestias. Este recurso es tan «2." Otra diferencia es la incapacidad en que
pobre, que más bien se torna, por lo ridículo, se encuentra el animal de subir, por el razona-
contra los mismos que á él acuden. miento, á ideas generales, á ideas religiosas, á
Pero vengamos á t r a t a r el asunto en serio, principios morales, á deseos de progreso. Todas
y véanse las diferencias capitalísimas que abren estas ideas son el fondo común de la humanidad:
insondable abismo entre el hombre y la bestia. son incomunicables al animal. Si verdaderamen-
Acaba de publicarse un hermoso libro, Dieu te el animal es capaz de todo eso, decía M. Ra-
et l'Honune, por León Désers, párroco de San bier, á él tócale hacer la prueba. ¡Dígalo pues!
Vicente de Paul, en París, y de allí vamos á tomar, porque, en ese caso, ¿qué hay que le impida decir-
traduciéndolas, las siguientes decisivas observa- lo? Que lo diga con sus palabras y que lo diga
ciones : también con sus actos y con sus progresos. ¿Hay
«1.° El animal se halla fijado en la forma de necesidad de insistir sobre este punto?
su instinto; no puede transformarlo, tiene lo que «3.° Una tercera diferencia, que detendrá
un fisiólogo contemporáneo, M. Ch. Richet, llama siempre á los transformistas, es el lenguaje.
la fijesa psíquica, la inercia del instinto. No «El animal podrá imitar al hombre; jamás po-
puede adquirir el instinto de otro animal. La abeja drá hablar como él. No es que ciertos animales
no procederá nunca como la hormiga, ni la hormi- no tengan, en su constitución física, lo necesario
ga como la araña. La naturaleza de los animales para pronunciar palabras, el papagayo puede
podrá elevarse á todo, decía Bossuet, desde que pronunciar todas las palabras que se quiera ense-
pueda salir de la línea recta. Mas no puede salir ñarle (1), y hay ciertas razas de monos que tienen
de la línea recta, del surco en donde se halla ence-
(1) «No se da u n a sola letra que u n p a p a g a y o n o esté en c o n d i c i o -
nes para p r o n u n c i a r l a . P o r consiguiente, el hecho d e que el p a p a g a y o
carece de l e n g u a j e debe explicarse p o r u n a diferencia entre las faculta-
des mentales y no entre las facultades f í s i c a s de la bestia y del h o m b r e » .
( i ) Son d o s r a m a s que vienen de u n t r o n c o c o m ú n ; al tratar este
(Max. Muller, La Ciencia del lenguaje, p. 416. Cf. p . 422).
a s u n t o , dicese que el h o m b r e y el m o n o son primos.'.'
la laringe absolutamente hecha como la nuestra: miento de quienes con sinceridad estudian este
no falta pues n a d a á su estructura p a r a poder punto. L a ciencia tiende actualmente á la doc-
hablar. Así las cosas, dirigimos á los partidarios trina del monogenismo ó de la unidad de la es-
de la descendencia simia del hombre el siguiente pecie h u m a n a ; y así llegará el momento en que
dilema: O esos monos tienen la facultad de hablar la fe y la ciencia resultarán claramente unidas,
ó no. Si la tienen, ¿por qué no se sirven de ella? como no puede menos, en este particular, puesto
Si no la tienen, ¿cómo pues la adquirió el hombre? que ambas son verdad.
«En esta cuestión, los evolucionistas no podrán Los libros sagrados nos enseñan que el género
darnos sino respuestas sin fundamento serio, y humano procede de Adán, y esto mismo piden los
Max Muller, la autoridad del cual es tan grande Dogmas del pecado original y de la Redención.
en todo lo que al lenguaje se refiere, no recela en Los poligenistas han tratado de buscar repa-
desafiarles á que expliquen el lenguaje del hom- ros á la doctrina monogenista; pero es lo cierto
bre, si el hombre no es más que un mono perfec- que ni la ausencia de nuevas razas, ni las dificul-
cionado». tades de la población de América, ni lo referente
á la multiplicación de la humanidad, ni la diver-
El mismo autor, Mr. Désers, cierra su estudio
sidad de las lenguas, han podido ofrecer dificul-
acerca de la naturaleza del hombre, con las si-
tad alguna insuperable. Adviértase, pues, que
guientes conclusiones:
dado el desarrollo de la familia humana sobre la
«L° Que se dan entre el hombre y el animal
tierra, ocurre con esto lo que con los individuos;
diferencias radicales que no pueden explicarse cuando se adquiere cierto grado de vida, cesan
por la simple transformación del animal en hom- las transformaciones accidentales que ocurren en
bre. su transcurso. En cuanto á la dificultad de poblar
«2.° Que la materia, el organismo, el cerebro la América, un antropólogo notable, M. de Qua-
no pueden explicar por sí solos el pensamiento trefages, contestó victoriosamente á eso; demos-
humano. tró que ya se atienda al análisis etnológico, y a se
«3.° Que, por consiguiente, la existencia del estudie el asunto á la luz de la geografía, la Amé-
alma creada á imagen de Dios, inteligente y rica y la Polinesia pudieron y debieron haber sido
amante, se nos impone». pobladas por colonias que partieron del Asia en
Unidad de la especie humana.— Este asunto diferentes épocas. Respecto de la prodigiosa mul-
dió muchísimo que estudiar; es labor vastísima, tiplicación de la humanidad, dice lo siguiente el
pero, dado el estado actual de los estudios antro- abate Cauly en su obra tantas veces citada: «Un
pológicos, no deja temor alguno -en el entendi-
cálculo muy sencillo deshace esa objeción. Supo- como resultante que hay unidad específica, y
niendo que cada p a r e j a humana hubiese engen- resulta que el hombre es siempre, substancial-
drado, por término medio, seis hijos desde los mente, el mismo en todas partes, y aquí se dan
veinticinco á los cincuenta años, el número délos la mano, en perfecto acuerdo, la antropología
hombres habría podido ser de ochocientos millo- científica y la antropología religiosa ó bíblica.
nes, cuatrocientos cincuenta años después del di-
luvio. Es un crecimiento que ninguna población,
es verdad, alcanza actualmente, pero muy posible
entonces; y, aunque f u e r a necesario reducirlo, hay LECCIÓN XXII
lo muy bastante p a r a f o r m a r g r a n d e s pueblos»,
Respecto de la diversidad de lenguas, el estado Continuación del asunto anterior.—Antigüedad de la especie
humana
actual de los estudios de este género ofrece de-
ficiencias, pero de aquí surge la imposibilidad de
Siguiendo la comenzada labor antropológica,
sacar argumento decisivo contra la Religión; ya
tócanos y a venir á un asunto que ofrece vastísi-
veremos este punto en su lugar al estudiar la
mo campo á la curiosidad científica, que reúne
cuestión etnológica; y nótese lo que el mismo
• innumerables datos, pero que en el momento
Renán, testigo de m a y o r excepción en estas cosas,
presente está resuelto en favor de la Religión;
escribe: advirtiendo que aquí no se t r a t a precisamente de
«No. De la división de las lenguas en familias saber lo que la Iglesia enseña como asunto de fe;
no se debe concluir n a d a en lo referente á la di- trátase tan solo de ver si la ciencia tiene algún
visión primitiva de la especie humana la filolo- verdadero reparo que hacer á las enseñanzas de
gía nada enseña tocante á eso». (1) la Religión.
La prueba de la unidad de la especie humana Pues bien, p a r a dejar despejado el terreno,
tiene, en cambio, en favor suyo, lo que ofrecen debemos comenzar manifestando que no habien-
los siguientes puntos estudiados: la identidad físi- do, por ahora, una verdadera cronología bíblica,
ca, intelectual y m o r a l ; es decir, que ya se com- no es posible que la ciencia se halle en condicio-
paren los c a r a c t e r e s físicos, intelectuales y mo- nes de acusar á la fe, respecto de lo que atañe á la
rales del hombre, en sus diversas razas, tenemos antigüedad de la especie humana.
Debe notarse, sin embargo, que el empeño de
(1) E. Renan: Des services rendus aux sciences historiques par la
otorgar al hombre una antigüedad crecidísima
philologie. puede servir de medio p a r a establecer luego
cálculo muy sencillo deshace esa objeción. Supo- como resultante que hay unidad específica, y
niendo que cada p a r e j a humana hubiese engen- resulta que el hombre es siempre, substancial-
drado, por término medio, seis hijos desde los mente, el mismo en todas partes, y aquí se dan
veinticinco á los cincuenta años, el número délos la mano, en perfecto acuerdo, la antropología
hombres habría podido ser de ochocientos millo- científica y la antropología religiosa ó bíblica.
nes, cuatrocientos cincuenta años después del di-
luvio. Es un crecimiento que ninguna población,
es verdad, alcanza actualmente, pero muy posible
entonces; y, aunque f u e r a necesario reducirlo, hay LECCIÓN XXII
lo muy bastante p a r a f o r m a r g r a n d e s pueblos»,
Respecto de la diversidad de lenguas, el estado Continuación del asunto anterior.—Antigüedad de la especie
humana
actual de los estudios de este género ofrece de-
ficiencias, pero de aquí surge la imposibilidad de
Siguiendo la comenzada labor antropológica,
sacar argumento decisivo contra la Religión; ya
tócanos y a venir á un asunto que ofrece vastísi-
veremos este punto en su lugar al estudiar la
mo campo á la curiosidad científica, que reúne
cuestión etnológica; y nótese lo que el mismo
• innumerables datos, pero que en el momento
Renán, testigo de m a y o r excepción en estas cosas,
presente está resuelto en favor de la Religión;
escribe: advirtiendo que aquí no se t r a t a precisamente de
«No. De la división de las lenguas en familias saber lo que la Iglesia enseña como asunto de fe;
no se debe concluir n a d a en lo referente á la di- trátase tan solo de ver si la ciencia tiene algún
visión primitiva de la especie humana la filolo- verdadero reparo que hacer á las enseñanzas de
gía nada enseña tocante á eso». (1) la Religión.
La prueba de la unidad de la especie humana Pues bien, p a r a dejar despejado el terreno,
tiene, en cambio, en favor suyo, lo que ofrecen debemos comenzar manifestando que no habien-
los siguientes puntos estudiados: la identidad físi- do, por ahora, una verdadera cronología bíblica,
ca, intelectual y m o r a l ; es decir, que ya se com- no es posible que la ciencia se halle en condicio-
paren los c a r a c t e r e s físicos, intelectuales y mo- nes de acusar á la fe, respecto de lo que atañe á la
rales del hombre, en sus diversas razas, tenemos antigüedad de la especie humana.
Debe notarse, sin embargo, que el empeño de
(1) E. Renan: Des services rendus aux sciences historiques par la
otorgar al hombre una antigüedad crecidísima
philologie. puede servir de medio p a r a establecer luego
aquellas conclusiones que 4 los sabios sin fe les «El famoso geólogo inglés Lyell era muy par-
convenga, y por esto es importante prevemrse tidario de una gran antigüedad en lo referente á
para no caer en algún lazo. la aparición del hombre sobre la tierra; una serie
P a r a demostrar la enorme antigüedad del gé- de sus cálculos apoyábase en el tiempo que había
nero humano, se trató de buscar la prueba exa- necesitado el Niágara p a r a empujar la esplanada
minando el a f e c t o terrestre, mediante la obser- en donde se ven sus caídas. Según él, habíanse
vación del levantamiento y descenso del sudo a requerido 40.000 años para ahondar una abertura
acción de las corrientes de agua y la ma.cha de de 12 kilómetros, pero otros han calculado, las
cifras de los cuales parecen formales, y unos, en
los ventisqueros. .
vez de 40.000, ofrecen 10.000 y aún 7.000. Con
Al estudiar los accidentes geológicos, calcula- -
estas divergencias, ¿cómo formular una inducción
base el tiempo que se requería para que ocurrie-
precisa?» (1)
sen' y al encontrar en a l g u n o s yacimientos restos
humanos ó i n s t r u m e n t o s de la industria humana Si se trata de los ventisqueros, tenemos que
M. de Mortillet ha trabajado ahí sacando la siguien-
(aunque no siempre los silex tallados procedan de
te conclusión: que el hombre cuenta una existencia
labor humana), asignábase á todo eso también
de cerca de 240.000 años.
una fecha.
Vengamos á la crítica del asunto. Nótese que parte de una suposición algo aven-
Basta para esto con trasladar aquí las obser- turada. Supone que en los tiempos prehistóricos
vaciones que nos ofrece León Désers: pasaba todo como actualmente sucede. Sienta
como base que los actuales ventisqueros poseen
«; Pero quién no v e que las bases de esos cálcu-
una velocidad media al año de 62 metros y 66 cen-
los son frágiles? Un accidente puede levantar ó
tímetros, lo cual es discutible, teniendo en cuenta
hundir rápidamente el suelo: en una sola noche,
que M. de Lapparent, autoridad en la materia,
en 1538, toda la costa de Pouzzolo, cerca de
fundándose en la velocidad del mar helado, pre-
Nápoles, se levantó más de 3 metros. Del propio
senta un término medio anual de 100 metros pró-
modo, la acción más ó menos violenta de una co-
ximamente. Añádase á lo dicho lo que ocurre en
m e n t e de agua puede obrar, en algunos aflos to
la Groenlandia; allí los ventisqueros alcanzan
que en otros casos exigiría siglos. Asi, el mas
mayor proporción que en los Alpes; su progre-
considerable de los ríos de Sicilia, el Símete, que sión es de 15 á 30 metros, en ocasiones, cada día,
corre al pie del E t n a , abrióse en dos siglos un
cauce de más de 64 metros de profundidad, i
(1) Leon Désers, Dieu et l'homme.
través de las rocas más resistentes.
al paso que la marcha de los ventisqueros en los enormes parecen referirse á las costumbres de un
Alpes solamente alcanza á unos cuantos centíme- pueblo procedente de Africa y que habría reco-
tros. Cabe pues admitir que en la época cuaterna- rrido una parte de Europa.
ria los ventisqueros poseían una fuerza considera- «Trazando una línea ideal que siguiese el curso
blemente mayor que en la actualidad, y que su del Ródano y llegase al Este hasta las fronteras
marcha tenía rapidez tal, «que de ella solamente de Rusia, tendríamos al Norte y al Oeste de esta
línea el territorio recorrido por esos mound-buil-
nos ofrecen lejana idea los ventisqueros actuales.
ders. ¿Quiénes eran? ¿Cuál era s u lengua? La
Ahora digamos algo de las turberas. historia enmudece respecto de este punto; lo que
M. Désers, en su y a citado libro, escribe lo
sabemos es que por imitación construíanse todavía
siguiente: dólmenes en Francia, en Inglaterra en el vin y en
«Fórmase la turba, como sabéis, por la des- el ix siglos de nuestra era, entre los escandinavos
composición de las materias vegetales. Preten- más tarde todavía. Es imposible encontrar ahí una
díase que se necesitaban millares de años p a r a su fecha siquiera aproximativa ».
formación, y entonces los huesos allí encontrados Ahora debemos ocuparnos en el estudio de esos
debían remontarse á lejana antigüedad. Los he- instrumentos de silex, que se ven en los museos.
chos desgraciadamente se burlan de los calcula- ¿Qué argumento sacaremos de tales piedras?
dores, pues en el siglo x v n fué destruida una . ¿Existen las edades llamadas edad de piedra y
floresta por una tormenta en Escocia, por la parte edad del hierro? ¿Hacen retrasar la fecha de la
de Inverness; formóse una turbera, y cincuenta edad del género humano?
años después los habitantes de los puntos vecinos Véase en breves palabras lo que responde el
extraían de allí la t u r b a » . mismo autor M. Désers:
¿Qué decir a h o r a del argumento sacado del « Las indicaciones de los silex pasan de obscu-
estudio de los dólmenes, de los menhires, que se ras, pues en un mismo país servíanse á la vez de
encuentran por donde quiera, y sobre todo en instrumentos de hierro y de piedra. En la Biblia,
Bretaña? El autor antes citado presenta esta obje- cuando vemos el hierro, la plata, el oro emplea-
ción y la contesta diciendo: dos por todas partes, vemos también cuchillos de
«¿Qué prueban esos extraños monumentos? piedra empleados en ciertas ceremonias.
¿Llevan consigo u n a fecha? No, no llevan nin- « P a r a evitar el entrar en mayores detalles,
g u n a ; la construcción de los dólmenes y de los bastará recordar que dos sabios de g r a n autori-
menhires es un misterio que los historiadores no dad, el inglés Tyndall y el alemán Wirchow, han
han penetrado todavía. De hecho, esos bloques
declarado con toda f r a n q u e z a y después de minu- cido á 10 siglos escasamente a n t e s de Cristo,
ciosas investigaciones, que es con frecuencia difí- antes de la e r a cristiana, y esto resulta del estu-
cil tener seguridad de que los silex no h a n sido dio de sus monumentos.
tallados p o r el a g u a ó por la arena, de tal suerte Los egipcios no pueden aducir, con seguridad,
que la b a s e misma del cálculo nos falta. m á s de 5,000 años antes de Jesucristo.
« V é a s e sobre que bases científicas se han que- P a r a tener un resumen de este asunto, v a m o s
rido establecer los cálculos destinados á fijar la á ofrecer, traduciéndolas, las conclusiones que el
edad de la especie h u m a n a ; son bien frágiles y P. Guibert presenta al final del asunto, en su docta
no pueden llevar á conclusiones ciertas». y reciente obra Les origines:
A h o r a debemos e n t r a r en otro género de con- 1.° «Sabemos por los exegetas m á s autoriza-
sideraciones; t r a t a r e m o s brevemente la cuestión dos que la Biblia no nos impone cronología algu-
cronológica y volveremos á ella m á s por extenso na. L a libertad que de ahí resulta parécenos m u y
i m p o r t a n t e ; pues, de una parte, el deseo de en-
al t r a t a r de l a etnología.
c o n t r a r la Biblia equivocada no había carecido de
C u a n d o se habla de los antiguos pueblos, sué-
influencia sobre la mente de los que daban al
ñ a n s e cronologías fabulosas, y sólo su enunciado
h o m b r e u n a antigüedad fabulosa; y por otra parte,
produce n a t u r a l m e n t e cierta impresión extraña;
la preocupación de conservar una interpretación
s i é n t e s e como la sublevación del sentido íntimo.
antigua obligaba sin duda á los católicos á recibir,
Comenzando por los chinos, que otorgan á su
á pesar de ciertos datos científicos, cifras m u y
cronología la enorme c i f r a de 3.270,000 años antes
bajas.
de Jesucristo, resulta, bien mirado el asunto, que
2.° «Los monumentos recientemente descu-
todo ello es p u r a f a n t a s í a si se tiene en cuenta
biertos en el Egipto y en la Caldea nos hacen ver
que el autor de sus anales vivió en el siglo v ó vi
que u n a civilización y a a d e l a n t a d a reinaba en
antes de Jesucristo.
esos países 4.000 ó 5.000 años antes de la e r a
Beroso otorga á la nación caldea una anti-
cristiana. Sin ilustrarnos a c e r c a de los comienzos
güedad de 466.000 años; él vivió en el siglo m,
de la humanidad, nos invitan á referir mucho m á s
a n t e s de la e r a cristiana, y resulta que los traba-
allá los orígenes humanos.
jos hechos recientemente no conceden de anti-
3.° « L a s p r i m e r a s t r a z a s h u m a n a s suben á los
g ü e d a d á ese país m á s de cinco ó seis mil años.
comienzos de la e r a c u a t e r n a r i a . Los pretendidos
Los indos cuentan por millones su f e c h a ; tra-
vestigios del hombre terciario están desprovistos
b a j o m u y sencillo que consiste en la caprichosa
de probabilidad.
adición de ceros, pero que en rigor queda redu-
40 «Desde la aparición del hombre, el tiempo principio de su actividad, causa de su vida y
transcurrido divídese en dos p a r t e s : la época sujeto del pensamiento y de la voluntad, asiento
actual que el común de las facultades psíquicas, en una palabra.
fundado, no extiende más allá de y.000 a 9.000 Antes de ahora hemos dicho que el hombre
años; la época cuaternaria de la cual nos es im- fué formado por Dios á su imagen y semejanza;
posible, por lo menos al presente, apreciar su así, pues, la Religión, de acuerdo con l a s a ñ a filo-
duración. L a crítica que hemos hecho de ciertos sofía y con la ciencia verdadera, nos dice que en
el hombre se da un alma espiritual asociada al
cálculos muestra que se hace muy necesario guar-
organismo, y que se sirve de ese mismo organis-
darnos de aceptar resultados no demostrados.
mo p a r a las diversas funciones de nuestro ser.
5 o « Dándose que la veracidad de la Biblia no
se halla comprometida en la cuestión, no tenemos La doctrina que tal cosa sustenta llámase ani-
mismo, en oposición á la doctrina materialista
r a z ó n alguna para desconfiar d prior¿ de las ci-
que se apellida organicismo ; según esta última
f r a s que una ciencia formal pudiera proponernos
doctrina «es el alma el conjunto de las funciones
tocante á la antigüedad del hombre. En el estado
del cerebro y de la médula espinal». Así, tendría-
presente de la ciencia, no nos cabe el derecho de
mos lo siguiente: El pensamiento resultaría una
afirmar que un número muy cercano pueda nunca
secreción del cerebro; la inteligencia, la memoria
oponérsenos».
y la voluntad, serían un modo de la actividad
cerebral; la virtud un resultado del estado cere-
L E C C I Ó N XXIII bral, y, en suma, el alma y el cerebro, una misma
cosa. Esta doctrina abyecta, falsa y perniciosa,
lleva al ateísmo práctico y destruye todo el orden
del materialismo antropologico. moral; la sociedad humana resultaría un verda-
dero rebaño de bestias, y su moral y su derecho
Vamos á entrar ahora en una de las más im-
serían la estúpida fuerza.
portantes cuestiones que se han agitado en la
E s necesario pues examinar este asunto co-
época actual; la cuestión del materialismo antro-
menzando por el estudio de:
pológico. El asunto es trascendentalísimo, como
La anatomía cerebral y el alma humana.—
que se trata de saber si el hombre es p u r a y sim-
Sentemos las bases p a r a este asunto. El alma
plemente un organismo ó si, por el contrario, es
humana ó el yo humano se distingue esencial-
dueño de un alma espiritual, distinta esencial-
mente del cuerpo, si atendemos á ciertos caracte-
mente del cuerpo, forma substancial del mismo,
res que le son propios y que no posee la materia; no es producto suyo; pues la causa es múltiple, el
esos caracteres son: la indivisibilidad, la invaria- efecto es uno; la causa es materia, el efecto es
bilidad, la libertad y el estado de enfermedad. inmaterial. ¿Qué más uno que esta alma? ¿Qué
Al hablar del alma humana nótese que no más sutil y simple que mi pensamiento?»
debemos aquí juzgarla aisladamente ó separada 2.° L a estabilidad ó invariabilidad del yo hu-
del organismo; esto es propio de la psicología; mano pugna enteramente con lo inestable del
aquí, el asunto tiene carácter fisiológico y debe- organismo: Los fisiólogos enseñan que en el to-
mos por lo tanto contar con las relaciones ínti- rrente del organismo humano se dan dos funcio-
mas y hasta misteriosas del espíritu humano con nes constantes: la integración y la desintegración: *
el cuerpo á quien substancialmente se halla unido; organismo que se renueva y organismo que des-
debemos, en una palabra, estudiar al hombre aparece ; y esto no es labor muy lenta; por el con-
vivo. trario, es rapidísima; así, al cabo de unos siete ú
1.® El yo humano es una realidad indivisible: ocho años, el organismo entero resulta renovado
P a r a convencerse de esta verdad basta con ser en ese río de la desintegración, y de él no resta
en nosotros un sólo átomo de los que había. El
sincero y ver lo que interiormente sentimos res-
cerebro, nótese bien, no está exceptuado; por lo
pecto de esa unidad del yo. Nadie, al referirse á sí
tanto hay en el hombre, cada siete ú ocho años,
propio, se refiere á dos ni á muchos; sino que se
cerebro nuevo ó reconstruido; pero el yo, el indi-
refiere á la unidad personal, viva, patente, indes.-
viduo, el sujeto, no h a sufrido la acción renovado-
tructible, digámoslo así, que se siente á sí misma,
r a ; sigue siendo el mismo y persiste. Si el yo fuese
no como múltiple, sino como una; y siempre que
material, si no se distinguiese del organismo, ¿có-
hablamos, decimos: y o ; pero jamás decimos: va-
mo podría reconocerse á sí propio y afirmarse, si
rios. E s t a unidad hállase en oposición con lo que
y a no existía; y cómo tendríamos la unidad de me-
pudiera ser p u r a m a t e r i a ; porque entonces daría- moria, faltando la unidad del yo y su persistencia ?
mos en la multiplicidad, y el yo resultaría tan
divisible y en número igual á las p a r t e s materia- 3.° L a libertad: Es un hecho que nadie puede
les que en nosotros pudieran contarse. negar esa facultad de elegir que todo hombre
«Todos los que h a n hecho algún estudio, dice tiene; siéntese libre el hombre y libremente pro-
el abate Cauly, de lo que constituye el aparato cede en sus acciones; elige, compara, resuelve y
se decide, sintiéndose dueño de su voluntad; así
encefálico, saben la complejidad de elementos
sucedió siempre, y el género humano en masa lo
que lo componen. Evidentemente mi alma hállase
creyó y sigue creyéndolo, y juzga las acciones
unida al funcionamiento de este mecanismo, pero
humanas winio resultado de un at¡M> libre No es el hombre puro espíritu ni organismo
vuiunuia, áinM \K. u K i . v y J ' ^ a . , : ! s.-niilo ínpm* sui «inneiV'C.V'iVc^i'caUiitLlifC üli' liCuuiuii íuuilui iTC
engañaría, y la humanidad habría aceptado un ambas substancias, que mùtuamente influyen una
sueño, como la más viva realidad de la vida. El sobre otra, en la unidad del compuesto ó síntesis
materialismo niega la libertad; pero negar no humana llamada hombre. Esto supuesto, claro
es demostrar, y los mismos que la niegan, en los está que el organismo ha de sentir la influencia
casos innumerables de su vida moral, desmienten del alma y sufrir con ella, como el alma siente la
prácticamente lo que arbitrariamente niegan. El influencia del organismo y sufre sus males. El
hombre procede, digámoslo asi. instintivamente cerebro, instrumento de quien el alma se sirve,
con libertad; es que se siente libre, como se siente forzosamente debe influir en sus funciones; y
vivo; y si otra cosa pretendiese hacer, no lo logra- entonces, ¿á qué asombrarse de que las pertur-
ría, aún á costa del mayor empeño; la libertad baciones cerebrales obren á su manera sobre el
moral andaría siempre en medio como la luz en alma? Pero al mismo tiempo se observa también
donde quiera que haya espacio. el hecho de su distinción, por el hecho de su rela-
«¿Cómo explicar, dice el autor poco ha citado, tiva. pero real independencia; y así se ve, dice el
estos hechos si el cuerpo y el alma son una misma abate Cauly, que si bien el cerebro es instrumen-
to, es distinto del alma. Y luego añade lo que
cosa? Mi estómago siente necesidad, me niego á
sigue p a r a dar la prueba: "En efecto, si el alma
satisfacerla; mi cerebro se halla cansado, y o l e
fuera sencillamente una función del sistema cere-
privo de sueño; mi instinto es vivir, puedo ma-
bral como quieren los materialistas, seguiríase
tarme. ¿Una sola y misma substancia podría, á la
que siempre que hay perturbación intelectual se
vez, sobre el mismo objeto, tener dos voluntades
daría lesión cerebral; y recíprocamente, cuando
contrarias? Y finalmente, ¿cómo puedo sentir el
hubiese lesión del cerebro, daríase trastorno en
remordimiento si el principio de este noble é in-
el alma. Mas estos dos hechos hállanse des-
vencible sentimiento es el mismo que me obligó á
mentidos por la observación de los médicos alie-
cometer el mal que deploro? No hay pues sino un nistas; y la mejor prueba de que el alma no
alma distinta del organismo que pueda explicar es el cerebro vivo está en que puede hallarse
la libertad y la moralidad -, enferma en tanto que el cerebro se encuentra
4." P a r a terminar esta parte del asunto, vea- bien, y por el contrario el cerebro puede hallarse
mos lo que nos enseña el estudio de las enferme- interesado sin que el alma se halle enferma.
dades que tienen el doble carácter de orgánicas He ahí lo que Sthal, Heinroth, Ideler, Leuret,
y psíquicas:

f
médicos especialistas, han comprobado en la au- ligencia guarde proporción; si así fuese, el caballo
resultaría menos inteligente que el conejo. Y
topsia».
fijándonos en ejemplos humanos, tenemos lo si-
Examen del llamado organicismo.—Cuatro
guiente: Cicerón, Rafael y Napoleón I, tenían
son los puntos que aquí deben examinarse: 1." El
pequeña la cabeza.
volumen cerebral; 2.° El peso del cerebro; 3.° Su
2.° Tampoco se prueba nada en favor del.
forma; 4.° Su composición química.
organicismo si se atiende al peso: Los ejemplos
El punto de partida ó base de la doctrina
aquí h a r á n ver lo que hay en el asunto. Si algunos
organicista es el siguiente: «Si falta el cerebro,
cerebros de hombres notables a r r o j a b a n mucho
no se da pensamiento». Aplicando luego el dis-
peso, también se vió lo contrario, ocurrido con el
curso, razona de esta m a n e r a : Siendo el alma una
cerebro de Voltaire, de Dupuytreu y de Napo-
función del cerebro, la inteligencia estará en pro-
león. Rodolfo W a g n e r , después de haber estudiado
porción con el volumen, el peso, la forma y la el peso de cerca de mil cerebros humanos, afirma
composición química de aquél. Atendiendo que « q u e l a experiencia á nada conduce». Gratiolet
esa relación preside á la ley del desarrollo inte- atiende más que al volumen y al peso á la ener-
lectual, tendremos que el cerebro no tan solo es gía vital, á la potencia intrínseca del cerebro; y
instrumento del alma, sino que es su factor, es M. Lélut se decide más bien por la calidad que
decir, el alma misma. por la cantidad de materia cerebral.
Entremos á examinar c a d a uno de los puntos
3.° L a f o r m a : No solamente no es índice
indicados y terminaremos luego sacando las con-
de la inteligencia, sino que esto tiene contra sí la
clusiones que deben tenerse como verdaderas.
experiencia. Se prueba esto si se atiende que el
1.° El volumen cerebral: Considerada la re-
hombre y el mono tienen el cerebro semejante, y
lación de instinto y volumen cerebral en los ani- sin embargo, ¿quién se atrevería á sostener que
males, desde luego se ve q u e hay proporción entre la inteligencia de ambos sea igual? Ni vale tam-
ambos; el instinto está en proporción con el volu- poco el argumento basado en el mayor número
men ó desarrollo del cerebro; pero nótese que esa de circunvoluciones é infractuosidades; pues y a
gradación no es absoluta; por ejemplo: el perro Galeno daba á Erasístrato la siguiente prueba: el
es más inteligente, es decir, posee mayor instinto, cerebro de los burros abunda en circunvoluciones;
que el buey y el c a r n e r o ; y no obstante tiene y podemos añadir que el cerebro del perro y del
menos cerebro que el primero y no tiene más que caballo no las tienen, y que el del elefante lleva
el segundo. Si al formar la proporción se atiende en esto ventaja al cerebro humano.
á la masa del cuerpo, tampoco resulta que la inte-
4.° L a composición química: En los tiem- relaciones de la fe con la etnología ó ciencia de
pos que corremos hizo fortuna la doctrina de los pueblos. Y antes de entrar en los pormenores
que el cerebro mejor dispuesto sería aquel que debemos contestar á esta p r e g u n t a :
poseyese en grado conveniente la cantidad de ¿Cuál es el objeto de la etnología y qué asun-
fósforo. Ni mucho p a r a no ser loco, ni poco para tos deben resolverse en la presente lección? L a
no ser idiota, sino cierta conveniente cantidad etnología tiene por objeto el estudio de los pue-
para lograr superioridad intelectual. M. Janet blos, la historia del hombre sobre la tierra, desde
opone á lo dicho lo que ocurre con el cerebro de el punto de vista de sus leyes y costumbres, sus
obras y el conjunto de su proceso histórico. Mas
los peces: todo el mundo sabe que no les sobra
al estudiarla en sus relaciones con la Religión,
inteligencia; sin embargo, su cerebro encierra
aparecen tres asuntos, enteramente diversos, que
mucho fósforo; la composición química podrá
constituyen otras tantas ciencias, y son: la cro-
acaso influir en el órgano del pensamiento; mas
nología, la filología y el orientalismo. L a crono-
no debe confundirse el instrumento de que el alma
logía que estudia la antigüedad de los pueblos,
se sirve, con el alma misma.
que examina el tiempo de su nacimiento y de su
P a r a terminar, véanse los siguientes concep-
civilización; la filología que se ocupa en el estu-
tos del abate Cauly, en su antes citado libro: dio de los pueblos desde el punto de vista de las
«En suma, la refutación del materialismo hálla- lenguas; el orientalismo que investiga las cos-
se toda entera en este resumen del pensamiento tumbres de los pueblos, sus escritos y monumen-
de Gall: «Cuando digo que el ejercicio de nues- tos. Pues bien; ni la cronología, ni la filología, ni
tras facultades morales é intelectuales depende el orientalismo, tienen razón alguna capaz de
de las condiciones materiales, no entiendo que ser tenida en cuenta contra las enseñanzas de
nuestras facultades sean un producto de la orga- la fe.
nización ; sería confundir las condiciones con las
1.° La cronología.—Para que de su estudio
causas eficaces». Pues bien, toda la teoría del
pudiera sacarse alguna conclusión desfavorable
organicismo descansa sobre esta confusión». •
p a r a la fe, sería necesario que la Biblia nos ofre-
ciese una cronología precisa, clara, perfectamente
LECCIÓN XXIV
definida; y por otra parte habría necesidad de
La fe y la e t n o l o g í a . - l . ° La cronología de los antiguos pue- probar que los antiguos pueblos, la India, la Chi-
blos. —2.° La lingüistica.-3." El orientalismo
na y el Egipto, fuesen tan antiguos como pre-
Llegamos al final de la segunda fase de nues- tenden.
tros trabajos, y vamos á cerrarla estudiando las 15
4.° L a composición química: En los tiem- relaciones de la fe con la etnología ó ciencia de
pos que corremos hizo fortuna la doctrina de los pueblos. Y antes de entrar en los pormenores
que el cerebro mejor dispuesto sería aquel que debemos contestar á esta p r e g u n t a :
poseyese en grado conveniente la cantidad de ¿Cuál es el objeto de la etnología y qué asun-
fósforo. Ni mucho p a r a no ser loco, ni poco para tos deben resolverse en la presente lección? L a
no ser idiota, sino cierta conveniente cantidad etnología tiene por objeto el estudio de los pue-
para lograr superioridad intelectual. M. Janet blos, la historia del hombre sobre la tierra, desde
opone á lo dicho lo que ocurre con el cerebro de el punto de vista de sus leyes y costumbres, sus
obras y el conjunto de su proceso histórico. Mas
los peces: todo el mundo sabe que no les sobra
al estudiarla en sus relaciones con la Religión,
inteligencia; sin embargo, su cerebro encierra
aparecen tres asuntos, enteramente diversos, que
mucho fósforo; la composición química podrá
constituyen otras tantas ciencias, y son: la cro-
acaso influir en el órgano del pensamiento; mas
nología, la filología y el orientalismo. L a crono-
no debe confundirse el instrumento de que el alma
logía que estudia la antigüedad de los pueblos,
se sirve, con el alma misma.
que examina el tiempo de su nacimiento y de su
P a r a terminar, véanse los siguientes concep-
civilización; la filología que se ocupa en el estu-
tos del abate Cauly, en su antes citado libro: dio de los pueblos desde el punto de vista de las
«En suma, la refutación del materialismo hálla- lenguas; el orientalismo que investiga las cos-
se toda entera en este resumen del pensamiento tumbres de los pueblos, sus escritos y monumen-
de Gall: «Cuando digo que el ejercicio de nues- tos. Pues bien; ni la cronología, ni la filología, ni
tras facultades morales é intelectuales depende el orientalismo, tienen razón alguna capaz de
de las condiciones materiales, no entiendo que ser tenida en cuenta contra las enseñanzas de
nuestras facultades sean un producto de la orga- la fe.
nización ; sería confundir las condiciones con las
1.° La cronología.—Para que de su estudio
causas eficaces». Pues bien, toda la teoría del
pudiera sacarse alguna conclusión desfavorable
organicismo descansa sobre esta confusión». •
p a r a la fe, sería necesario que la Biblia nos ofre-
ciese una cronología precisa, clara, perfectamente
LECCIÓN XXIV
definida; y por otra parte habría necesidad de
La fe y la e t n o l o g í a . - l . ° La cronología de los antiguos pue- probar que los antiguos pueblos, la India, la Chi-
blos. —2.° La lingüistica.-3." El orientalismo
na y el Egipto, fuesen tan antiguos como pre-
Llegamos al final de la segunda fase de nues- tenden.
tros trabajos, y vamos á cerrarla estudiando las 15
En cuanto á la cronología bíblica se ha dicho cuales los hechos averiguados no hallarían mane-
que no había tal cronología; alguien, quizá con ra de encuadrarse». Pero no admite, sin embargo,
más exactitud, afirmó que más bien debiera de- que puedan concederse los centenares de millares
cirse que nos es desconocida. El abate Cauly, en de años que piden algunos antropologistas. Y en
uno de sus hermosos libros, dice que la Biblia no cuanto al texto mosaico dice: «Tal como llegó
tiene cronología propiamente dicha, y que la fe hasta nosotros no fija, es verdad, de indubitable
nada preciso enseña acerca de la verdadera edad manera la fecha de la primera aparición del gé-
de la humanidad. Y a ñ a d e : «las fechas indicadas nero humano sobre la tierra; permite, por lo
por ciertos historiadores, según la Biblia, no son menos á título de hipótesis, remontar esa fecha
más que el resultado de cálculos hechos por los hasta una época más lejana de lo que ordinaria-
hombres en vista de los datos generales de Moi- mente se cree. Esto basta p a r a lo que exige la
sés». Consigna las tres cronologías bíblicas ; una, verdadera ciencia, la cual no debe confundirse
la de la Vulgata y el texto hebreo; otra, la del con las atrevidas suposiciones del espíritu de sis-
texto samaritano, y finalmente, la de los Setenta; tema».
y tendremos que la primera pone cuatro mil años Ventilado este antecedente necesario, dato ade-
entre la aparición del hombre y la venida del Sal- más de rigurosa necesidad en la cuestión, veamos
vador ; cerca de cinco mil la segunda, y la tercera que valor tiene la soñada antigüedad de los pue-
unos seis mil aproximadamente. El docto apolo- blos antes mencionados.
gista termina diciendo : «La Iglesia no ha definido En este punto no se deben confundir los datos
nada acerca de estas cuestiones». seguros, que tienen valor histórico y por lo tanto
Este asunto de la cronología bíblica es el punto valor estimable, y los datos ofrecidos por la fan-
de partida en esta primera cuestión, y uno de los tasía, que no otra cosa es lo que pasa cuando se
autores que lo ha estudiado seriamente es el abate pretende buscar cifras de efecto, registrando los .
Thomas en su admirable obra, Les temps pri- sueños de edades fabulosas.
mitifs et les origines religieuses tVaprès la Bible En su trabajo titulado: The antiquity of man
et la. science. Véase la conclusión que acerca del historically considered (Londón, 1884)'dice R a w -
asunto ofrece el docto escritor francés : «Las incer- linson: «Si puede afirmarse con seguridad que
tidumbres de la cronología bíblica en lo tocante el hombre ha vivido en sociedad y con alguna
á la historia primitiva dejan suficiente espacio forma de gobierno por espacio de cuatro mil qui-
libre p a r a que la ciencia pueda moverse fácilmente nientos años, no es seguro ni exacto mantener
sin temor á chocar con barreras, detrás de las su existencia por mayor número de años, á. ío
es aducir algunas pruebas, y aquí vienen curiosos
menos en las condiciones que hacen posible la
pormenores.
historia». (1) a) Cronología india.—Que el estudio de esta
D. Miguel Mir confirma poderosamente lo di- parte del Oriente es nuevo, á nadie se oculta; y
cho con un cálculo según el cual: «Siendo el sus riquezas literarias é históricas débense á los
aumento anual de la población de 1 por 200 tene- ingleses, y merced á los trabajos de William Jones,
mos, según la teoría conocida y exactísima dé las Colebrooke y H. Wilson, la incredulidad se des-
progresiones, que el número de años que ha sido pachó á su gusto, explotando contra la fe, la
necesario transcurrir p a r a llegar á la población astronomía, la historia y la literatura. Bailly
actual, resulta de unos cuatro mil y ciento. Por estima que unos 3.500 años antes de Jesucristo
consiguiente, teniendo en cuenta los obstáculos ya eran los indios nación civilizada; y cree que
que han podido impedir el crecimiento en la po- mucho antes poseían algunas tablas astronó-
blación, como son pestes, inundaciones, guerras, micas. Pero los sabios Delambre y Laplace, Kla-
etc., no está f u e r a de los términos de una conje- proth, Lassen y Weber, afirman que ese saber
t u r a razonable el fijar en unos cinco ó seis mil astronómico de los indios se funda en experimen-
años la fecha de la existencia del género humano tos posteriores al g r a n Macedonio. Según Bentley,
en la tierra». (2) el Sarga Siddanta, libro científico al cual atri-
El doctor alemán F . Enrique Reusch, en su buyeron los Brahamanes una antigüedad de millo-
clásica obra, Bibel und Nature, dice: «En lo nes de años, no pasa de unos siete ú ochocientos
tocante á las investigaciones históricas, todos los años, y «el punto de partida de las observaciones
sabios sensatos están acordes en decir que los astronómicas que contiene no es anterior al siglo
períodos fabulosos de la historia de muchos de los segundo antes de J. C.» (1) El mismo Bentley ha
pueblos antiguos, de los indios, de los chinos, de probado que la leyenda de Krishna, que se miraba
los babilonios, etc., solamente descansan en exa- como fuente de donde se había tomado la historia
geraciones arbitrarias, y nada tienen que se acer- de Jesucristo, no va más allá del siglo séptimo de
que al carácter auténtico de las de la Biblia». (3) la era cristiana.
Como no basta afirmar y consignar ciertas
Si la astronomía de los indios ofrece, como se
conclusiones por autorizadas que sean, forzoso
ve, tales errores cronológicos, su historia no me-
(1) Esta cita está t o m a d a del h e r m o s o libro d e D. Miguel Mir, rece tampoco mayor fe. Véase lo que con tal rao-
Harmonía entre la ciencia y la f e .
( 2 ) Miguel Mir, o b r a c i t a d a .
( 3 ) De la t r a d u c c i ó n f r a n c e s a , a u t o r i z a d a p o r el a u t o r , y hecha p o r 1) Abate T h o m a s , Les temps primitifs, t o m o I.
el a b a t e X. Hertel. París 1867.
tivo escribe el abate Cauly: « Admíranse de que la B r a h m a ; pues bien; un año de Brahma.equivale
Biblia atribuya hasta 900 años de vida á ciertos á 31, 2 053,640, 1 000,000 de años de los nuestros. Se
patriarcas; los indios otorgan á sus primeros re- ha tratado de reducir las tres primeras edades á
yes una longevidad de doce docenas de siglos. El proporciones menos inverosímiles; dejemos en lo
más formal de sus analistas, que escribió hacia que vale ese monstruoso amontonamiento de
1.200 la crónica de Kachemir, hace vivir trescien- siglos, en el cual los mismos cálculos astronómi-
tos años á un rey anterior á él t a n sólo algunos cos nada tienen que ver».
siglos. ¿Qué confianza hemos de otorgar á su cro- Vengamos al examen de la antigüedad, igual-
nología? Klaproth acierta apenas en fijar sus mente exagerada, de la literatura sagrada de la
comienzos en el siglo x n ; y, por otra parte, Lassen India. Los Vedas, que se tenían por más antiguos
pone entre 2.000 y 1.500 años antes de J. C. el ori- que el Pentateuco, resultan, según Colebrooke y
gen de los gobiernos de las orillas del Ganges; es otros críticos dignos de respeto, posteriores en dos
entrar en el orden bíblico, que pone á veinte siglos siglos á los libros de Moisés. Las leyes de Manú
antes de J. C. la fundación de los más antiguos son menos antiguas que los Vedas, citados en
imperios». (1) ellas, y no pasan del siglo x ó xi antes de J. C. El
Eliour- Veidan se creyó anterior á la expedición
Que en materia cronológica han delirado los
de Alejandro, y según Sir Alejandro Johnson, que
indios al tratar de establecer el cómputo de sus
lo halló en Pondicherí, resulta que es obra de un
orígenes, se ve por los siguientes datos que el
jesuíta, Roberto de Nobilibus, sobrino del Carde-
abate Thomas consigna en su obra y a citada:
nal Belarmino, que lo escribió en el año de 1621,
«Las cuatro edades en las cuales los indios
con objeto de convertir á los indios.
distribuyen la duración del mundo, comprenden:
la primera, Satya Youga, mil setecientos veinti- b) Cronología china— Si hubiésemos de acep-
tar los datos que los sabios de ese extraño país nos
ocho mil años; la segunda, T r e t a Youga, mil dos-
ofrecen, resultaría que sus instituciones alcanzan
cientos noventa y seis mil; la tercera, Drepara
á 3.276,000 años, antes de J. C. Confucio es el
Youga, ochocientos sesenta y cuatro mil; la cuar-
más antiguo historiador de la China; los anales
ta, Káli Youga, que dura todavía y es la única
de su patria (Chou-Kings) comprenden, desde la
que ofrece carácter histórico, cuatro mil ochocien-
era del emperador Yao hasta su tiempo, 2.557 años.
tos treinta y ocho años. Reunidas estas edades,
Ahora bien; Klaproth y Lassen no conceden valor
no forman más que la tercera parte de un día de
histórico á las crónicas de la China, anteriores
al siglo v m antes de la era cristiana. Abel de
(1) Abate Cauly: Apologetique Chretienne.
Remusat extiende el período hasta el 2637 antes que hace registrando la historia, los monumentos,
de J. C\; «pero, dice el abate Cauly en su citada las inscripciones cuneiformes, deduce que todas
obra, aparte de que esta opinión no chocaría con las cifras cronológicas que resultan nada ofrecen
la Biblia y la cronología de los Setenta, es forzoso que se oponga á la cronología de los Setenta. Y en
reconocer que los trabajos de los más modernos cuanto á la dificultad que pudiera surgir de la
sinólogos no ofrecen la misma conclusión tan inscripción hallada en el cilindro de Nabónides,
favorable á los chinos. En r e s u m e n : el Celeste encontrada en Abbou-Abba, por M. Hormuzd
Imperio comienza á tener historia cuando ya la Rassam, y que se guarda en el Museo Británico,
literatura hebraica declinaba». Y termina con el mayor inconveniente que produciría, f u e r a te-
estas palabras del Cardenal W i s s e m a n : «En ner que r e t r a s a r algunos siglos la fecha del Dilu-
materia de ciencia histórica, los japoneses no son vio, lo cual no importa nada p a r a dejar á salvo
más que copistas de los chinos». la autoridad de la Biblia; pero á esto se añaden
El abate Thomas consigna las apreciaciones algunas consideraciones críticas sobre el valor
del P. Martín, del P. Gaubil, de M. Hervey Saint de los documentos históricos babilónicos, que
Denis y de J. B. Biot; no se v e que ninguno de quitan alguna fuerza á la dificultad, y obligan á no
ellos vaya más lejos que el P. Gaubil en asignar fiarse ciegamente de tales testimonios históricos.
el comienzo de la Historia China (3468 antes de c) Cronología egipcia. —Es el Egipto, como
J. C.), y dice: «M. Legge, traductor del Chon- dice el abate Cauly, «la patria de los más antiguos
Kings, conforme con el P. Gaubil, pone igual- monumentos; sus piedras de granito, sus ladrillos
mente el reino de Yao en el siglo xxiv antes de fabricados con el barro del Nilo, el papiro sobre
J. C., confesando que más allá sólo hay tinieblas, el cual se hicieron los primeros ensayos de pin-
no obstante las pretensiones contrarias de los ana- tura y de escritura, su clima favorable á la con-
listas chinos. Sin embargo, advierte M. Segismun- servación de los objetos, su cielo despejado p a r a
do de Fries, (Abrís der Geschichts China's J las observaciones siderales, por último, la tenden-
estas fechas, para épocas tan lejanas, no pueden cia de sus naturales á perpetuar los recuerdos,
considerarse más que como juicios aproximados; todo nos explica la riqueza arqueológica del Egip-
es preciso venir al año 775 a n t e s de J. C. si se to, mas nada sin embargo justifica la antigüedad
quiere hallar un primer punto fijo p a r a un estudio quimérica que se le atribuye ni el partido que de
cronológico comparado». ahí quisiera sacarse contra la fe». (1)
El mismo autor Thomas examina la cuestión
referente á la cronología caldea. Y del examen (1) Abate C a u l y , Apologetique chretiénne.
El abate Thomas ofrece curiosos datos acerca simultaneidad en algunas dinastías. Los docu-
de la cronología del Egipto y afirma lo siguiente: mentos históricos de Maneton son insuficientes
«De todos los pueblos de la antigüedad profana, por incompletos. Además, hay colisión entre los
aquél cuyas pretensiones cronológicas parecen datos por él suministrados y lo que revelan los
mejor fundadas, es ciertamente el pueblo egipcio. monumentos; los mismos datos que se toman de
La resolución de los geroglíficos, las investiga- Maneton resultan desacordes entre sí. La forma-
ciones practicadas en las ruinas de los templos y ción, pues, de una cronología segura ó bien fun-
de las necrópolis, los objetos de arte puestos á la dada resulta labor imposible; y esto mismo afirma
vista, han hecho revivir un pasado que se creía el g r a n egiptólogo M. de Mariette.
p a r a siempre sepultado en las arenas, y levan- Lepsio y Bunsen atribuyen á los primeros
tado una punta del velo que ocultaba las creen- datos que pueden considerarse como históricos
cias, las instituciones, la literatura y las artes de en lo referente al Egipto, próximamente cuatro
ese pueblo misterioso. Parece hallarse f u e r a de mil años de existencia antes de J. C.; pero otros
duda que tres mil años antes de nuestra era, el sabios de no menor autoridad, Wilkisson, Stuart-
Egipto había alcanzado alto nivel de civilización Poole, Champolion, Sacy, Rosellini y H. Martin,
material; vivía bajo un gobierno regular; la agri- rebajan dicho período á la mitad.
cultura, la estatuaria, la arquitectura se hallaban Así pues, de las cronologías admisibles resulta,
florecientes. ¿Debemos remontarnos más? Pedi- según el resumen que apunta el abate Cauly, lo
remos la respuesta á los documentos históricos». siguiente: «Segúnlos cálculos probables, la histo-
El distinguido escritor francés va registrando ria del Egipto parece comenzar en 2700 antes
el asunto en los fragmentos que sirvieron á Mane- de J. C.; la de la China, hacia el 2600; la de los
ton p a r a conservar la lista de las treinta dinastías asirios, hacia 1300; la historia de la Grecia, con
que reinaron en Egipto; en los papiros, monu- el sitio de Troya, hacia el año 1250; la de la Feni-
mentos é inscripciones geroglíficas grabadas en cia, hacia el 1230; la de los cartagineses, hacia
los muros de los templos y en los monumentos el 880; la de los medas, hacia el 700, y la historia
fúnebres. De su examen deduce que esos monu- positiva de la India, hacia el año 350. Se ve pues
que la cronología de los antiguos pueblos no pue-
mentos no bastan p a r a hacer luz en el asunto; y
de invocarse como testimonio opuesto á la Reve-
aduce la autoridad de Bunsen, quien viene á con-
lación». (1)
venir en el mismo parecer. Faltan datos cronoló-
gicos precisos, hay confusión en los nombres de
los personajes, y cabe pensar que pudo haber (1) Abate C a u l y , Apologetique chretiénne.
La filología.—El asunto filológico es mani- guas. Pueden verse, acerca del asunto, los traba-
fiestamente intrincado, y pide p a r a tratarlo bien jos del ilustre cardenal Wisseman, los del padre
condiciones de especialista ; después de lo que he- Caussette, los del P. Mendive, los del abate Cauly,
mos registrado en esta materia, vamos á ofrecer las indicaciones del P. Mir y de D. Miguel Mir, los
aquí la resultante. De todo ello sacamos en con- notables capítulos que al asunto dedica el sabio
secuencia que los datos que la lingüística ofrece abate Thomas en su obra Les temps primi-
andan encontrados p a r a llegar á un acuerdo y t i f s , el hermoso capítulo que el ilustre carde-
formar con verdadero sistema, con orden perfec- nal González ofrece en su g r a n obra, La Biblia
to, la historia verdadera, completa, de las len- y la ciencia, el admirable libro del Sr. García
guas, y ofrecernos perfecto el organismo filológi- Ayuso, El estudio de la filología en su relación
co. Y en cuanto á la t a r e a de los apologistas, ve- con el sánscrito, y el soberbio estudio del joven
mos tratada la cuestión con riqueza de datos pero sacerdote gallego Sr. Amor Ruibal, que se publicó
con escaso método, y esta deficiencia será tal vez no ha mucho y merece seria atención.
originada del relativo atraso ó de la relativa po- El orientalismo. — Este vastísimo tema ofrece
breza de la filología, aunque no es decir con esto campo nada fácil de recorrer á los eruditos. Este
que se haya t r a b a j a d o poco ni que sea poco apre- asunto que puede considerarse formando cuerpo
ciable la difícil y dura labor de los filólogos, dig- él solo, ó bien como parte de la ciencia de las
nos de gratitud y admiración por sus penosas in- religiones, vamos á estudiarlo en su conjunto. El
vestigaciones. Pero el asunto estudiado es tan racionalismo pretende igualar todas las religio-
poco estable, faltan t a n t o s eslabones en esa rota nes, y p a r a conseguirlo registra todos los porme-
cadena, y hay luego eñ la historia algún abismo nores que la historia comparada ofrece en ese
infranqueable que nos cierra el paso, y es forzoso punto, p a r a deducir, con mala lógica, que todas
p a s a r del terreno de los hechos al de las posibili- se identifican, que todas son humanas, que no
dades, p a r a poder establecer un punto fijo como existe el elemento sobrenatural, y que puesto
punto de partida primitivo. que en algunos cultos hay algo que riñe con la
Pero, como quiera que anden estos estudios, la justicia moral, eso debe predicarse de toda
Religión, y es necesario suprimirla como cosa
resultante es ésta: q u e del examen filológico, por
vitanda.
mucho que se apuren los argumentos, quedan en
pie las enseñanzas de la Religión acerca del ori- Opónese al Cristianismo su semejanza con los
gen del lenguaje, a c e r c a de la lengua primitiva, y cultos orientales. De ahí las pretensiones de que
lo mismo en lo tocante á la confusión de las len- la Biblia y la Religión de Jesucristo no son sino
un plagio, y según otros que el Cristianismo es antes citado, y añade: «Menos aún que los hubie-
m e r a fusión del oriente con el occidente. se estudiado en su lengua, puesto que no existían
Pues bien; es indudable que esas semejanzas traducciones. Por otra parte, si las doctrinas cris-
existen; lo r a r o sería que no se diesen. Todo ello tianas hubiesen sido una copia ó un plagio y no
prueba que en el mundo pagano han quedado flo- una novedad, ¿por qué el Cristianismo habría de
tando, e n t r e los errores introducidos por el hom- ser perseguido?»
bre, restos de la verdad revelada por Dios. Y Quien conozca el paralelo que cabe hacer en-
cuando se examina detenidamente el asunto, en- tre los Vedas y los libros sagrados del Cristianis-
tonces brilla con resplandor más visible la verdad mo se g u a r d a r á muy bien, si es sincero, de afir-
cristiana, y en ella se ve claramente la mano de mar que nuestros libros sean copia de los de los
Dios conservando la verdad religiosa á través indios, y otro tanto cabe decir al comparar nues-
del tiempo y del espacio. tras ceremonias religiosas con las ceremonias,
E n t r e m o s en algunos pormenores. templos y jerarquía religiosa de los Lamas del
Tibet; precisamente la historia crítica de este
Debe notarse que la Biblia es anterior á los le-
punto enseña que todo es al contrario.
gisladores y á los cultos de Oriente, y de allí han
tomado, en materia de dogmas, de moral, de li- No faltó quien diese en la extraña especie de
turgia y de primitivas tradiciones, pero alterán- presentar el Zend-Avesta de los persas como un
dolo con ciertos errores, y envolviéndolo, como modelo doctrinal del cual tomó el Cristianismo
dice el a b a t e Cauly, «nebulosas fantasías». sus enseñanzas. Mas, ¿á qué se ve reducida tal
aseveración? A la más vergonzosa derrota. Las
E n cuanto á la ridicula especie de que Cristo
semejanzas entre el Cristianismo y las doctrinas
hubiese ido al Oriente antes de los treinta años
de los persas se explican perfectamente, mas en
p a r a tomar de allí las doctrinas encerradas en su
sentido opuesto, es decir, que todas esas doctri-
Evangelio, se contesta con saber que su vida nos
n a s iguales ó semejantes proceden de la ense-
es conocida; y ese viaje sólo existe en las imagi-
ñanza de las doctrinas bíblicas; no hay más que
naciones soñadoras del racionalismo, dado á in-
tener en cuenta estas observaciones que apunta
v e n t a r todo lo que le conviene; fácil, pero muy
el abate Cauly: «Recordemos que ese libro (el
expuesto expediente p a r a fabricar historia y ven-
Zend-Avesta) es una compilación de los escritos
dérsela como verdad á los crédulos, que tienen á de diversos autores, entre los cuales el principal
menos el ser creyentes. Ni se concibe tampoco es Zoroastro; mas los fragmentos son más ó menos
que Jesús leyese en los originales los libros de los antiguos. Pues bien, según los eruditos modernos,
indios, délos persas, ni de los chinos, dice el Abate
Zoroastro vivió en el siglo v ó vi antes de nues-
t r a e r a ; por lo tanto los libros de Moisés existían
hacía mucho tiempo; los de David, de Salomón y
de los Profetas, lo mismo. Luego la Biblia no debe
nada á Zoroastro y á su Zend-Avesta; es material-
mente imposible que nuestros libros sagrados
hubiesen tomado nada de ellos». (1) El mismo
razonamiento hace en lo tocante á la inmortalidad
del alma, cosa fácil de comprobar; y en cuanto á
Jesucristo, dice el ilustrado escritor francés que,
prescindiendo de su carácter divino, podía servir-
se de la Biblia y no tenía necesidad de pedir á la
Persia su doctrina. Finalmente; basta con tener P A R T E TERCERA
algún buen sentido p a r a comprender que el Cris-
tianismo no procede de las doctrinas de los grie- FASE TERCERA
gos ni de la escuela neoplatónica de Alejandría.
Si Jesucristo podía, con ventaja, tomar la doctrina CRITICISMO HISTÓRICO
de Moisés, ¿á qué buscarla entre los griegos? E n
buena crítica, resulta que Jesucristo, humana-
mente hablando, conocía tan sólo el judaismo;
por lo tanto, nada pudo tomar p a r a sí de las doc-
trinas d é l a s filosofías antiguas.

( 1 ) A b b é C a u l y , Apologétique Chrétienne.
L E C C I Ó N XXV

Exposición general de la cuestión llamada ciencia de las


religiones

No ha muchos años, el P. Fontaine llamaba


la atención en uno de sus libros, (La Chaire )
al estudiar la apologética moderna, diciendo:
«mirad del lado de la Sorbona»; referíase al mo-
vimiento anticristiano que había de producirse en
el asunto titulado: Ciencia de las religiones. Estos
estudios, en manos del racionalismo, llevan la
pérfida intención de desacreditar toda Religión
p a r a poder sacudirla como verdadera lepra, como
calamidad vitanda que daña al género humano.
El medio empleado consiste en investigar cui-
dadosamente todos los cultos y establecer entre
ellos la comparación, sacando como consecuencia,
aunque falsa, que si en todos hay algo común y
en algunos algo malo, falso ó pernicioso, esto
debe predicarse de todos y á todos considerarles,
por lo tanto, malos.
El empeño es diabólico y pide que los defen-
sores de la verdad hagan ver lo que hay de falso
en esa malvada tarea. Entre otros trabajos que
pudieran citarse como labor de mano maestra en
este asunto, merecen recordarse los del P. Caus-
sette, de Monseñor Laouenan, del abate Broglie
tropía budhista con la caridad cristiana, el dios
y del P. J u a n Mir y Noguera que ha publicado,
nacional de los asirios con el Jehová de los hebreos.
poco ha, un libro copiosísimo acerca del asunto.
No es de menor importancia el investigar la res-
Él mismo nos dirá, con su inmensa erudición y
puesta dada por los diversos cultos á las g r a v e s
con su dominio sobre esta materia, lo trascenden-
cuestiones sobre la existencia y unidad de Dios,
tal del caso y lo que es necesario conocer en lo
independencia y adoración de la divinidad, dife-
tocante al estado de estos estudios, que bien pue-
rencia entre el bien y el mal, inmortalidad del
den llamarse novísimos y que constituyen la ter-
alma, premios y castigos de la otra vida, relación
cera fase de las tres g r a n d e s porciones en que del hombre con las potestades invisibles, concep-
hemos dividido estos humildes apuntes de Apolo- tos de la virtud y santidad, aspiración á lo divino;
gética: y aquí entra el misterioso origen de esa noble
«Campo vastísimo, dice el sabio jesuíta espa- aspiración; cómo despertó en cada pueblo,- si na-
ñol, presenta el estudio de las religiones. Señalar ció de temor ó de amor, de ignorancia ó de astu-
las creencias de un pueblo contenidas en tradicio- cia, de necesidad ó de política; qué parte le tocó
nes venerandas, determinar el origen, progreso, en ella á la filosofía; por qué vino á descaecer en
alteración de cada culto, delinear el genio distin- un pueblo y en otro perseveró hasta adulterarse;
tivo de una r a z a en orden á la exposición de su cómo en la r u d a barbarie no se eclipsó del todo,
moral relacionada con el Dogma, profundizar lo aunque se eclipsase el sol de brillante policía».
contenido en las mitologías y leyendas, dar razón
El estudio de las religiones alcanza al pre-
de la diversidad de monumentos, altares, sacrifi-
sente una actividad prodigiosa; pero nótese que
cios, ritos, ceremonias, preceptos, ¿puede haber
el racionalismo, guiado por instinto satánico,
asunto más amplio ni más dificultoso? Crece la
viene trabajando ahí, hasta el punto de no dejar
dificultad si el que se interna en la vida de una
piedra sin remover. Oigamos al mismo P. Juan
gente ha de investigar el origen de sus creencias
Mir cómo traza rápidamente la historia de ese
y por qué caminos tan insólitos vinieron ellas á
movimiento de investigación, en el cual también
pervertirse trocando el ser de la misma nación. los católicos han tenido y tienen que t r a b a j a r
A r d u a tarea, de no poco momento, es también el p a r a defender el alcázar amenazado de la verdad.
comparar pueblo con pueblo, la metafísica nebu-
«...Hace veinte años, ¡con qué ardor explotan
losa del bramán con el dualismo práctico del mago
(los librepensadores) la mina de los descubrimien-
persa, la mitología bullanguera del griego con la
tos! E n 1878 fúndanse las conferencias llamadas
rústica g r a v e d a d del romano, el monoteísmo de
Hibbert lectures, con el intento de dar á conocer
los chinos con el politeísmo de los caldeos, la filan-
al público inglés las religiones antiguas; en Holan- cipio lo que sería corolario al fin de la discusión.
da, por el mismo tiempo, c e r r a d a la cátedra de teo- Algo más pide la prudencia. Asunto de altísima
logía, ábrese la de religiones regentada por Tiele, trascendencia es la religión, el más interesante pol-
incansable explorador; en 1880nombran á Reville la gravedad especulativa y práctica que encierra,
con respecto al fin del hombre. No por mera cu-
p a r a explicar en el Colegio de Francia, en París,
riosidad ni con prevención, sino con profunda y
la misma materia; Suiza no tarda en confiar al
sincera afición se ha de t r a t a r la materia. El deseo
catedrático Stroehlin el c a r g o de inaugurar en la
de ilustrar ha de presidir á la obra, y la ilustración
Universidad de Ginebra un curso de Historia reli-
la necesitamos todos; el creyente p a r a corroborar
giosa; el año 84 la Universidad de Bruselas imita
sus creencias, el fluctuante p a r a desvanecer du-
el ejemplo del gobierno f r a n c é s , el cual, á los dos
das , el incrédulo p a r a ponderar el mérito de la
años, añade en la Escuela de estudios superiores,
verdad».
á las cuatro secciones, l a de Ciencias religiosas;
en el propio año 86, el gobierno italiano instituye Véase ahora como se explica en este mismo
en Roma cátedra de Historia de las religiones; asunto el abate de Broglie, en su obra magistral,
el año siguiente, 1887, H u n g r í a y Grecia abren Problèmes et conclusions de l'histoire des reli-
gions:
sus aulas á la misma a s i g n a t u r a , que en Alemania
contaba y a por centenares los alumnos; los esco- «Es por medio de estos dos principios, ó m á s
ceses, en 1888, no ven la h o r a de acudir al reclamo; bien de estas dos formas del mismo principio, la
igual autoridad de todas las religiones y la au-
Austria no había de q u e d a r a t r á s en el iniciado
sencia de toda intervención real de una divinidad
religioso fervor. La nación española, libre del
libre, cómo la escuela naturalista pretende dar
común contagio, proseguía su tradicional derro-
cuenta de todos los hechos de la historia religiosa.
tero».
Es necesario, quiérase ó no, que la historia se halle
Después de t r a t a r la cuestión del método, que
de acuerdo con tales dogmas; no se supone un
es rigurosamente histórico, pasa el docto escritor
solo instante que los hechos puedan contradecir
á ocuparse en la cuestión de imparcialidad, y se
á estos principios ápriori, fundados, dicen, sobre
expresa diciendo:
la ciencia moderna. E s t a pretensión es tanto más
«...No hay librepensador que no la demande. e x t r a ñ a cuando se t r a t a de la historia de las reli-
Ellos presuponen iguales todas las religiones, y giones, cuanto que las ideas que á todo trance
con igual deferencia ó indiferencia las tratan, y á deben descartarse, la de sobrenatural, de mila-
veces con igual desdén. ¿Son lógicos? No; porque gro, de revelación divina, son ideas universal-
suponen lo que deben d e m o s t r a r , toman por prin-
mente extendidas entre los pueblos religiosos, que rechaza lo sobrenatural. El salvaje, cuando invo-
son unas veces la consecuencia, otras el principio ca á su gris-gris, ¿cree en lo sobrenatural? Preo-
y el fundamento de las creencias, hasta tal punto cúpase tan poco de ello que M. Véron, fiel á su
que cabe preguntarse si no son precisamente esas definición, se ve obligado á reconocer que el feti-
ideas lo que constituye la esencia de la Religión chismo no es propiamente hablando una religión.
y lo que debe servir para definirla. «La enumeración que M. Juan Réville da de
«La escuela naturalista moderna rechaza las religiones que no corresponden á la definición
lo sobrenatural, pero quisiera conservar la idea de M. Véron es, paréceme, la mejor prueba de
de religión. Quisiera que la historia de las reli- que esta definición es exacta, y por lo menos que
giones no se considerase como compuesta sola- se da íntima unión entre la idea de religión y la
mente de fábulas y narraciones infantiles. Sería de sobrenatural. ¿Qué son en efecto las pretendi-
efectivamente difícil justificar, en esta hipótesis, das religiones de los estoicos y de los neoplatónicos
la inmensa importancia dada en nuestros días á sino sistemas científicos de filosofía religiosa in-
este estudio y las numerosas cátedras creadas gertos en el paganismo?
p a r a desarrollarlo. He aquí pues como M. Juan «¿Qué es el Cristianismo unitario sino una
Reville, director de la Revue de l'histoire des filosofía que sacudió todos los Dogmas cristianos
religions, intenta combatir la idea de que lo no conservando, como dijo M. Renán, sino el
sobrenatural es esencial á la religión. Contestan- perfume que queda después que el licor se derramó
do á un adversario de toda religión (M. Véron), y se rompió el vaso?»
que había definido la religión la creencia en lo Son dignos de la copia los siguientes conceptos
sobrenatural, exclama: ¡ He ahí clara la oposi- del P. Fontaine, en su citada obra: « Nues-
ción enteramente eclesiástica del orden sobrena- tros eruditos no se ven atollados p a r a dar cuenta
tural de la gracia y del orden natural del mundo de los hechos dogmáticos; piden su explicación
caído! No obstante la reciente adhesión de uno al medio en el cual esos hechos se han producido;
de nuestros críticos más notables (M. J. Reville interrogan á las costumbres, á los usos, á las
hace aquí sin duda alusión á M. Schérer), esta defi- opiniones, á las filosofías, á las lenguas, á todos
los documentos escritos, y sobre todo á las tra-
nición no se justifica de modo alguno. No podría
diciones populares, á las leyendas. Estas juegan
aplicarse ni á la religión de los estoicos y de los
un papel principal en su sistema; en ellas es á
neoplatónicos que hacían entrar en el orden natu-
donde van á coger nuestros eruditos el hecho
ral lo que se considera actualmente como sobre-
dogmático; siguen su desarrollo á través de los
natural, ni al Cristianismo unitario moderno que
siglos, os muestran de qué manera creció, se mucho m a y o r , este prefacio es más solemne;
amplificó, apropiándose todos los elementos que compónese de todos los brotes religiosos prece-
con él tenían alguna analogía. Este génesis fué dentes. Todos deben tenerse por verdaderos, aun-
largo y laborioso; numerosas generaciones traba- que en diverso grado, según se encuentren esca-
jaron en él; un día, finalmente, el dogma se com- lonados á lo largo de los siglos. El Cristianismo
pletó. Por una feliz coincidencia, todo favorecía es el último término de esta evolución, y en eso
su promulgación; los espíritus, empujados por consiste su grande é inapreciable ventaja, la ver-
una especie de instinto, fueron á su encuentro; dadera causa de su superioridad.
mil influencias esparcidas en la atmósfera intelec- «De esta suerte la crítica histórica sostiene la
tual determinaron su explosión. Un hombre ver- cadena de las tradiciones sagradas de la huma-
daderamente inspirado, un enviado del cielo, nidad. Además estas tradiciones sagradas tienen,
encontró su fórmula integral, y los pueblos lo acla- en el seno mismo de París, sus intérpretes muy
maron. Ese hombre fué sucesivamente Brahma, autorizados; estos doctores forman una especie
Zoroastro, Confucio, Sakia-Mouni, Mahoma y de concilio permanente encargado de explicarlas
Jesucristo. El tesoro de las tradiciones sagradas y propagarlas».
habíase enriquecido; la evolución religiosa había Todo lo expuesto deja ver que el estudio com-
dado un paso; la humanidad había adquirido con- parado de las religiones es labor importantísima
ciencia de una p a r t e de sí misma; las verdades y erizada de dificultades. Y ahora vamos á entrar
inmanentes que lleva en su seno habíanse des- ya en su examen.
envuelto y brillaban con luz más viva. Así se E n la lección inmediata expondremos el punto
explican todos los hechos religiosos que se han de vista general, algo así como la síntesis, y
producido en el mundo, porque la naturaleza es luego entraremos en los pormenores.
siempre semejante á sí misma, y las leyes á las
cuales obedece son por do quiera idénticas. La
germinación dogmática de la cual fué teatro la L E C C I Ó N XXVI
Palestina, diecinueve siglos ha, habíase manifes-
Estudio comparativo entre el Cristianismo y las demás
tado muchas veces, y mucho tiempo antes, en religiones bajo su aspecto general
diversos puntos del mundo oriental. No debe bus-
carse únicamente en el mosaismo y en las fases E n el asunto que ahora tratamos debemos
diversas que a t r a v e s ó la preparación y como el notar el siguiente hecho: al comparar el Cristia-
prefacio del Cristianismo; esa preparación es nismo con las demás religiones, encontramos
puntos de semejanza y puntos de trascendental revelación primitiva y la revelación cristiana,
diferencia; así, se ve que todo lo que hay de sano únicas religiones divinas por su origen y dirigidas
en las religiones no cristianas, esto mismo se halla á todos los hombres, son al mismo tiempo, si así
en el Cristianismo; y en éste no aparecen los osamos decirlo, las más humanas de las religio-
errores y supersticiones morales que se notan en nes, las que se hallan mejor adaptadas á los ins-
otros cultos; además, al hacer el estudio com- tintos nobles del corazón humano; deben contener
parativo de las religiones, resulta una superiori- en sí todo cuanto el hombre pudo adivinar, inven-
dad inmensa en favor del Cristianismo; de ahí la tar y crear de bueno, bello y verdadero. Al propio
llamada trascendencia del Cristianismo. tiempo que son religiones sobrehumanas, la reli-
Al estudiar el abate de Broglie la cuestión de gión primitiva y el Cristianismo son religiones
la semejanza de las religiones, escribe lo siguiente sobrenaturalmente humanas; es decir, que contie-
nen con una universalidad, una perfección, una
que debe tenerse muy en cuenta y que sirve para
harmonía y una eficacia que traspasan las fuerzas
deponer en favor de la v e r d a d cristiana: « L a se-
de la naturaleza, todos los sentimientos religiosos
mejanza y especie de parentesco que existe entre
naturales y verdaderos que se hallan dispersos en
las religiones paganas y el Cristianismo, puede
los cultos erróneos.
perfectamente tener un doble fundamento. Puede
resultar á la vez de la identidad esencial de la «Así, las semejanzas, lejos de ser una objeción,
revelación primitiva, de la cual el paganismo es conviértense en una prueba. Hacen ver que no es
alteración, y de la identidad de los instintos reli- dado declarar al Cristianismo engañador sin de-
giosos á los cuales las "diversas religiones deben coronar la naturaleza humana, sin substraerle el
necesariamente adaptarse. L a religión es un lazo objeto real por ella perseguido por do quiera y
entre Dios y la humanidad. Dios es quien primero siempre, sin condenarla á perpetua ilusión ó á un
se acercó al hombre por medio de la revelación desencanto que la degradaría. Muestran que la
primitiva, quien celebró mediante la revelación divinidad del Cristianismo es la única conciliación
cristiana una nueva alianza con él. Mas el hom- posible entre la ciencia y la historia que condenan
al paganismo y las aspiraciones constantes del
bre, por su parte, después de haber perdido la
corazón humano, á quien es necesaria una reli-
verdadera noción de Dios, debió crear, así con el
gión cualquiera y que no podría pasarse sin ella.
recuerdo de sus creencias pasadas como con los
Podemos pues entrar confiadamente en el estudio
instintos de su corazón, doctrinas y cultos imper-
de las notas auténticas que prueban que la reve-
fectos y mezclados de errores, hasta el día en que
lación cristiana es divina y verídica».
la luz divina vino nuevamente á ilustrarle. La
El mismo autor, al examinar ó t r a t a r (le la esos libros el lenguaje difiere tan poco en mu-
harmonía de las semejanzas entre el Cristianismo chísimas cosas. Únicamente que en la Biblia se
y las demás religiones, después de un trabajo mi- encuentra además Dios, y por lo tanto hay allí de
nucioso de labor comparativa, termina con el menos el error. Y por eso aquel lenguaje, apenas
siguiente p á r r a f o : diferente en muchísimas cosas, aparece radical
«En una p a l a b r a , en la Religión católica, todos y absolutamente distinto en tantas otras.
los elementos comunes entre el Cristianismo y los «No es, lo repito, que Dios se halle tan ausente
demás cultos hállanse cada cual en su lugar, como vosotros suponéis de los libros sagrados de
limitándose y moderándose mutuamente, conte- los pueblos. ¿En dónde habéis aprendido también
nidos en los límites de la lógica y de una razón que no hay en dichos libros más que conciencia
sumisa, m a s no destruida, y siempre de acuerdo y razón naturales? Esto es otro error capital.
con un ideal moral, sublime y elevado. Esta har- Semejante á nave destrozada por la tempestad,
moniosa organización de elementos por todas cuyos fragmentos se encuentran en la orilla, pero
partes dispersos, encontrándose en una sola reli- dispersos, incompletos, enmohecidos, oxidados,
gión, prueba q u e es sobrehumana. Requiérese una sepultados en el suelo; así sucede con la palabra
de Dios en esos libros. Está en ellos, pero incom-
causa sobrenatural p a r a crear tal maravilla». (1)
pleta, alterada, en fragmentos, sin orden, sin
Véase a h o r a la delicada y hermosa página
trabazón, sin harmonía, desconocida, como no
que Mons. Bougaud escribe en su admirable obra,
sea á los ojos de la fe que la reconoce y señala
El Cristianismo y los tiempos presentes.
con respeto. Y he aquí por qué, aun conteniendo
«...El a l m a habla lo mismo en el Evangelio que
esos restos adorables, solamente inteligibles á los
en los Vedas, igualmente en la Biblia que en el
ojos de la fe, la colección de esos libros sagrados
Zend-Avesta. E l alma á quien oís rogar, llorar, es tan solamente la Biblia de la humanidad, y la
gemir, e s p e r a r , a m a r y lanzarse hasta Dios en otra, intacta y virgen, es la Biblia de Dios».
los libros de Budha, es la misma alma humana á
quien oís en la Biblia. ¿En dónde habéis descu- E n el asunto que venimos estudiando, tenemos
que de la semejanza del Cristianismo con las
bierto, decidme, que en la Biblia no se vea otra
demás religiones nada se saca contra el primero,
cosa que Dios, ni más que revelación é inspira-
sino que además resulta en favor suyo que en él
ción sobrenaturales? También se encuentra allí
se halla todo lo bueno de las demás, sin nada de
el alma; y por eso decís con razón que en todos
lo falso ó malo que en ellas aparece; prueba pal-
maria de su verdad, de su pureza, de su divi-
(i) Abbé B r o g l i e , Problémes.
nidad. Mas a h o r a es necesario hacer resaltar las el segundo una mitología menos ingeniosa y más
diferencias, p a r a que mejor se vea y comprenda repulsiva que las de Grecia y Escandinavia.
esa superioridad del Cristianismo. « El islamismo es un hecho evidentemente
Vamos á seguir en este camino al R. P. Caus- humano, realizado por medios humanos, que h a
sette, que t r a t a el asunto en la 1.a parte de su tenido la violencia por instrumento, la pasión y la
profunda obra El buen sentido de la fe: (1) ignorancia por cómplices. Mejor que una religión
«El milagro físico, dice, en el Cristianismo, constituye una conquista; su propagación en vez
descansa, como filón de oro, sobre un lecho histó- de probarlo lo estigmatiza, porque la sangre solo
rico que le sostiene y lo garantiza. El milagro tiene la virtud del testimonio cuando se derrama
físico en el budhismo es una visión ó una pesa- por amor. Su demostración escrita no existe ni
dilla, sin apoyo alguno en los hechos. El primero puede existir»...
se sienta en un orden de acontecimientos acep- Examinando luego la trascendental prueba
tado como verdadero por los pueblos experimen- tomada de la profecía, escribe el mismo a u t o r :
tados del Occidente; el segundo jamás h a sido «Abramos ahora los anales del paganismo
otra cosa que un entretenimiento de naciones qué indio y tibetino: ¿encontraremos en ellos un sis-
se han estacionado en preocupaciones estúpidas, tema de predicciones y de hechos vaticinados,
y que según se ha dicho están destinadas á pere- que sea sombra siquiera de semejante testimonio?
cer, no de vejez, sino de una infancia prolongada. ¿Quiénes son los Isaías y los Daniel de esa ley
«Lo sobrenatural de la Biblia y del Evangelio misteriosa? El brahmanismo y el budhismo, que
refleja la belleza ideal de su a u t o r ; el de los Vedas vienen á ser el Antiguo y el Nuevo Testamento
y de los Puranas no es más que una colección de de esa religión, no tienen una historia formal.
imbecilidades grandiosas: el primero excita el Algunas verdades perdidas en el seno de inmen-
llanto; el segundo solo mueve á risa: el primero sas tinieblas, como piedras miliarias desparra-
ha elevado y redimido de la esclavitud á los pue- madas en la inmensidad de vasto desierto, he
blos occidentales; el segundo derrama sobre el ahí lo que son sus anales; y en lugar de nuestras
extremo Oriente la obesidad de la anestesia: el profecías colocadas frente á frente y en especta-
primero civiliza á los hombres; el segundo los tiva de los acontecimientos y de la bella harmo-
hace irremediablemente impropios p a r a la civili- nía que ofrece la confrontación de las unas con
zación : el primero es un deísmo grande y puro; las otras, ¿qué es lo que vemos en la cronología
de los indos? Sombras y más sombras envolvien-
do un pasado de antigüedad problemática, y un
11) T r a d u c c i ó n española del Sr. Vidal de Valenciano.
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abolengo de pergaminos redactados ¡i gusto del fección lo único que ésta puede ser bajo el imperio
consumidor». de esa divinidad inerte, es decir, la inercia. Cuan-
Si se trata de comparar libros con libros, véa- do el alma enfermiza de los indios ha llegado á
se lo que el mismo autor consigna: extraviarse en este océano inanimado de la exis-
«¿ Existe un Evangelio de Sakiamouni, tencia, más bien que vive, vegeta suspendida en
capaz de rivalizar con el de Jesús? ¿Qué puede idiòtico balanceo sobre la humanidad. Nuestra
oponer el lamaísmo á los libros de los Proverbios, santidad constituye p a r a nosotros la acción fun-
de la Sabiduría, de Job, de los Salmos y de las dada por la oración ; p a r a ellos la esterilidad de
Epístolas de S. Pablo? U n a literatura pomposa la imaginación entregada á los ensueños de la
y exuberante como la vegetación de la India, eso fantasía: la nuestra es el trabajo constante; la
sí; pero al propio tiempo una amalgama incohe- suya el sueño catalépsico : aquélla un exceso de
rente, de la cual de tarde en tarde brota algún vida; ésta una muerte anticipada. El que quiera
ser un samnita perfecto, dicen sus textos inspira-
destello de luz, y la única obra del espíritu huma-
dos, ha de proceder como el hombre á quien se
no que e^ imposible leer sin ceder al cansancio».
hubiesen cortado sus cuatro miembros. No cabe
P a r a terminar este paralelo general veamos
dudar que de ese quietismo visionario podrán
lo que resulta, miradas las cosas desde el punto de
salir legiones de bonzos y de solitarios alucinados,
vista del milagro considerado en el orden moral.
petrificaciones vivientes de su ley ; pero de seguro
El mismo autor de quien venimos ahora escri-
no resultará jamás un S. Vicente de Paul».
biendo las citas aducidas, se expresa de este modo
al estudiar la vida contemplativa del budhismo: Resumiendo: Si de las semejanzas del Cristia-
«En qué han convertido la contemplación? En nismo con los demás cultos resulta que en él se
una especie de anonadamiento. Del mismo modo encuentra todo lo verdadero y bueno que hay en
que el Dios respecto del cual meditamos consti- ellos, sin nada de sus errores y supersticiones; si
tuye un acto puro en su esencia y un amor inmo- al establecer las diferencias encontramos el ad-
lado en la cruz, cuando, terminada nuestra ple- mirable contraste de la hermosura moral del Cris-
garia, nos sumergimos de nuevo en la vida real, tianismo en oposición á las bajezas, ridiculeces
corremos al sacrificio práctico, haciéndonos tanto é inmoralidades de los demás cultos, resulta en
más útiles á la tierra cuanto mayor es el afecto favor del Cristianismo una superioridad tal, que
que el cielo nos inspira. El budhista, por el con- deja ver su verdad y, como se dice, su trascen-
dencia.
trario, adorando al ser indeterminado, eternamen-
te inmóvil, h a de considerar el colmo de la per-
hombres, estos dos elementos andan separados.
La imaginación, la poesía, la admiración idealizan
LECCIÓN XXVII los seres, pero corrigiendo sus defectos reales y
añadiéndoles virtudes que no tuvieron. Desde que
Los diversos fundadores de religión—Jesucristo y los demás
llamados fundadores de religión (Superioridad divina de se pasa de la ficción á la historia, reaparecen las
Jesucristo.) imperfecciones de la naturaleza humana. Podemos
aplicar esta regla á todos los personajes de la his-
A l t r a t a r de asunto tan personal, y que subleva toria, sin temor á verla desmentida. Mas puesto
la conciencia cristiana, pues no parece sino que que se t r a t a del fundador de una religión, nos
el divino Salvador viene á la b a r r a p a r a sufrir un limitaremos á aplicarla á los cuatro fundadores
paralelo ó juicio comparativo con los demás fun- de cultos, la historia de los cuales hemos estudia-
d a d o r e s de religión (aunque por otra parte para- do: Zoroastro, Budha, Confucio y Mahoma».
lelo glorioso, porque hace resaltar mejor la celes-
Este mismo estudio vamos, pues, á emprender
tial y verdaderamente divina superioridad de
aquí, comenzando p o r :
Jesús), convendría repetir aquí ó recordar lo que
Zoroastro— Es cosa demostrada que, al tratar
d e j a m o s dicho al t r a t a r de la Divinidad de
de tal personaje, la historia no puede ofrecer ver-
Jesucristo. Pero de todas suertes, aún con lo que
daderas g a r a n t í a s de tal. El dominio que le corres-
aquí apuntemos, bastará p a r a lograr nuestro
ponde es el de la leyenda; claro está que esto no
objeto. Jesucristo es la figura sin par en la historia,
basta p a r a establecer un paralelo formal; ¿cómo
y lo es de tal suerte, que no cabe explicarla si no
hablar de sus virtudes y cualidades, si eso a n d a
admitimos lo que le presta su verdadero carácter:
envuelto en las nubes de la mitología? ¿Cabe
la Divinidad.
aceptar lo que de él nos refieren sus seguidores?
Al estudiar este asunto pueden verse las pro-
¿Sabemos, ciertamente, si existió en realidad?
f u n d a s páginas que el P. Caussette dedica á esta
Vengamos pues á Budha que ofrece más ga-
cuestión; y antes de entrar de lleno en él estudio
rantías históricas. E n cuanto á su época ó á su
ó análisis comparativo, vamos á traducir un pá-
tiempo, hay fundamento casi cierto; y su per-
r r a f o que el abate de Broglie, en su ya citada obra,
sonalidad es conocida de una manera general.
o f r e c e como preparación al asunto:
Mas este conocimiento no basta si se ha de apre-
«El rasgo particular de la vida de Jesucristo,
ciar rigurosa ó escrupulosamente su valer moral.
tal como se halla referida en el Evangelio, es la
Nótese que la autenticidad de los discursos de
unión de la perfección de lo ideal con la plena
Sakia-Muni y de los relatos de su vida es muy du-
realidad histórica. Por regla general, en todos los
dosa. E n los libros destinados á exaltar su valer t r a naturaleza, real, viva, sensible; pero natura-
moral, también cabe notar á veces el sello de sus leza perfecta, sin igual, obra del mismo Dios, hijo
defectos. La famosa escena de los quinientos visi- de Adán pero sin pecado; naturaleza realmente
tantes, que de tal suerte hubieron de tentar la humana, formada, por el Espíritu Santo, de la
paciencia de Budha con su ruido, deja ver que sangre de la Virgen María, y personalmente unida
distaba mucho de la serenidad de ánimo que pide al mismo Dios, que la tomó en la persona divina
la alteza de un personaje como él; y á tal punto del Verbo. ¡Qué maravillas h a n brotado de la
que sus íntimos discípulos se escandalizaron. Lo pluma de los escritores y qué creaciones de la
que hay es que, al t r a t a r de hacer historia, tór- mano delicada de los artistas! Vamos á traducir,
nase labor imposible el s e p a r a r al Budha real si no todo, algo de lo que el abate Broglie consig-
del dogmático y legendario; así no es dado fundar n a en su libro, Problhnes , al terminar su
el juicio en favor de Sakia-Muni como personaje estudio comparativo entre Jesucristo y los ya cita-
perfecto. dos fundadores de religión:
E n cuanto á Confucio, p e r s o n a j e mejor cono- «Es, pues, una ley general que sobre la tierra
cido, tampoco es dado pensar e n otorgarle el difí- los hombres reales y vivos son m á s ó menos im-
cil dictado de perfecto. E n su vida no encontramos perfectos, y que el ideal absoluto, cuando existe
el heroísmo; es un ser honrado y prudente, que en una biografía, es producto de la imaginación
no carece de ambición política, y que no sobresale de la posteridad. Si ahora leemos el Evangelio,
del nivel de la porción media de los hombres hon- vemos una grande, única y sublime excepción á
rados de todas partes. esta triste ley. Jesucristo muéstrasenos como la
Finalmente; Mahoma, p e r s o n a j e perfectamen- absoluta perfección sin tacha alguna, y al propio
tiempo vive en este mundo, sabemos en donde
te histórico, no ofrece n a d a de particular en
nació y en donde murió; oímos la voz misma de
cuanto á su grandeza m o r a l ; ¿quién se atrevería
los testigos oculares de su vida, del Apóstol que
á presentarle como tipo ideal?
descansó sobre su pecho. Que la vida de Jesús tal
Ahora bien; ¿entre esos p e r s o n a j e s y Jesucris-
como se halla referida en el Evangelio sea una
to, fundador de la Iglesia, p o d r á establecerse
vida ideal y sobrehumana, es lo que huelga pro-
parangón alguno? ¡La cosa resultaría risible si
bar. Es inútil á los ojos de las almas sencillas y
no f u e r a irreverente! ¡Qué distancia, qué abismo, de buena fe, á quienes la lectura del Evangelio
qué seres tan distintos! E n Jesucristo, todo es di- arrebata de admiración y hace entrar en aquel
vino, perfecto, admirable, asombroso; pero al estupor que, al decir del texto sagrado, apoderá-
mismo tiempo todo es h u m a n o , nuestro, de nues-
base de aquellos que se acercaban al divino Maes- sobrenatural en el juicio de la mujer adúltera! Y
tro y escuchaban las palabras que brotaban de en su pasión, ¡ á qué altura se levanta Jesús! ¡ Con
sus labios. Es igualmente inútil á los ojos de los qué indiferencia por la vida habla á Pilatos del
contradictores que, siguiendo el ejemplo de los poder que le f u é dado sobre el Hijo del hombre!
fariseos, hallarán siempre materia que criticar en ¡Cómo se mantiene á igual distancia de la debilidad
la perfección misma. Ya se le contemple en la que se somete al poder y del espíritu de subleva-
obscuridad de su vida de Nazaret, y a se le vea ción! ¡Qué dulzura con los débiles, qué energía
recorriendo los pueblos y burgos de la Judea, hablando á los hipócritas y á los poderosos de la
siempre rodeado de la multitud y soportando su tierra!
grosería y su indiscreción, ya se oigan los colo- «El Cristo del Evangelio es pues el ideal, la
quios tan profundos y tan conmovedores con Ni- perfección viva sobre la tierra. Ahora, ¿este
codemus ó con la Samaritana, ya se oiga brotar ideal es una invención? ¿Es el producto de la
de sus labios el sermón de las bienaventuranzas, acción de la imaginación humana sobre una rea-
por todas partes hállase una sencillez unida á una lidad inferior y grosera? ¿Formóse á la manera
profundidad que no tienen igual. No es lo sublime, de las demás biografías m á s ó menos ideales,
es m á s que lo sublime; éntrase, al leer el Evan- tales como la de Budha ó la leyenda moderna de
gelio, en esa región tranquila que está sobre los Napoleón? La simple lectura imparcial de los
nublados y las tempestades; hállase uno sumer- Evangelios basta p a r a responder á esta pregunta,
gido en la verdad perfecta, en la paz sin nubes, independientemente de todo estudio crítico. L a s
en la bondad sin límites. ¡ Qué rasgo de carácter obras legendarias tienen efectivamente sus ca-
esta breve frase del Evangelista: no hizo milagros racteres propios que fácilmente se dejan conocer.
en este burgo á causa de la incredulidad de los Mas el Cristo del Evangelio es tan manifiesta-
habitantes; no obstante curó algunos enfermos! mente humano, vivo y real, que es evidentemente
¡ Qué rasgo también aquellas lágrimas de Jesús perfecto. No se da un instante en que no toque á
en el momento en que iba á resucitar á Lázaro! la tierra, en que no se le vea viviendo en medio
¡ Qué profundidad en sus respuestas tales como de los hombres perfectamente reales y de ninguna
la en que dijo que se diese al César lo que es manera idealizados. Si la relación de la vida de
del César y á Dios lo que es de Dios, confundiendo Jesucristo fuese una creación legendaria, habría-
se necesitado p a r a dar á esta obra de imaginación
á sus adversarios al propio tiempo que sentaba el
un carácter tan grande de verosimilitud, una con-
principio de las sociedades modernas! ¡ Qué cono-
formidad tan perfecta en los pormenores con las
cimiento del corazón humano, qué prudencia
circunstancias de tiempo y de lugar y las costum- «Y ahí está el sentido de esta f r a s e : HIJO DEL
bres de la época, un a r t e maravilloso, una habili- HOMBRE, que se encuentra en todas las páginas
dad inimitable que sería absurdo atribuir á los del Evangelio. Jesucristo no es tan solo un hijo
autores de los Evangelios». del hombre como todos los descendientes de Adán:
Ahora, véanse los siguientes conceptos que es el Hijo del hombre en sentido absoluto; el
monseñor Bougaud consigna al t r a t a r de Jesu- hombre ideal, hermoso, puro, completo; la flor
cristo en su g r a n obra, El Cristianismo y los más preciosa, el fruto más suave que jamás h a
tiempos presentes: producido la tierra, ó por mejor decir, la úni-
« E s inútil añadir a l terminar esta primera ca flor, absolutamente hermosa y perfecta, que
ha brotado de las raíces del tronco de la huma-
investigación, que estos divinos esplendores de la
nidad
fisonomía de Jesucristo, esta belleza de la inteli-
gencia, la de la bondad y del amor, la de la «He aquí en donde nos hallamos. Hay en todos
fuerza y del ánimo, se hallan en Él en perfecto los observadores, aun los más distraídos, aun los
equilibrio. No se e n c u e n t r a ni una laguna, ni un más enemigos, una veneración involuntaria, una
desfallecimiento, ni una falta, como no se ve ni admiración creciente por la pureza inmaculada,
un exceso ni un esfuerzo. Cada facultad alcanza por la perfección moral, por la belleza de ese
su más alto grado de intensidad; mas es imposi- carácter sin segundo. P a r e c e que se siente cada
ble señalar una que eclipse á las demás. Se hallan vez más y que se conviene en que es el más santo
entre los santos en la historia de nuestra raza, el
harmoniosamente r e u n i d a s . Además, todo en Él y
m á s grande y el mejor que ha pisado esta tierra.
en su vida es grandeza tranquila, dulce sencillez,
Se le encuentra hasta t a n grande, tan bueno, y,
sublime paz.
después de pasados dieciocho siglos, tan vivo,
«La humanidad ha producido de vez en cuan-
que los mejores se preguntan involuntariamente
do seres extraordinarios; ninguno que pueda
si es hombre, y sus enemigos mismos sienten á
compararse con éste. T o d o lo posee, y todo en pesar suyo que la cuestión se presenta á su enten-
una medida única. E n É l el pensamiento, la pala- dimiento. Ahora bien; que la cuestión se presente,
bra, la poesía, la elocuencia, el amor y la influen- que la duda nazca por sí misma, que se requiera
cia práctica y la inmensidad de los resultados, un esfuerzo p a r a alejar una cuestión que no se
todos los dones y todas l a s fuerzas se hallan reu- ofrece acerca de ningún hombre, ¿no es y a una
nidos, y con tal perfección, que el alma que ha presunción y como una primera prueba de su
meditado en la vida de Jesucristo es incapaz de Divinidad?»
concebir nada más g r a n d e .
Resumiendo el asunto en dos palabras tene- la conoceremos? Por los signos que y a hemos
mos: que al comparar á Jesucristo con los demás dado, por el signo tradicional y constituyente, y
fundadores de religión, encontramos que media además por el prof ético.
un abismo; ese abismo no puede colmarse con «¿Qué libro sagrado tiene en igual grado que
otra cosa si no es con lo infinito; es preciso que la Biblia de los cristianos el carácter tradicional?
reconozcamos, pues, que en Jesucristo se encuen- Ciertamente el Coran, el Zend-Avesta, los Vedas,
t r a la Divinidad; de otra suerte, la persona del los Kings, son un conjunto de tradiciones, pero
Salvador no se explica satisfactoriamente. de tradiciones sin trabazón histórica, en donde
nada se sostiene mediante la sucesión de las cosas
LECCIÓN XXVIII y la relación manifiesta con todos los puntos de
la duración. L a Biblia, desde su primer versículo
El Cristianismo considerado en sus Libros.
hasta el último, desde el Fiat lux hasta el Apoca-
Después de haber estudiado al divino Fundador lipsis, es un encadenamiento magnífico, un pro-
del Cristianismo y visto la superioridad infinita greso lento y continuo en donde cada ola empuja
que se deja fácilmente notar en Él comparándole á la que le precede y lleva á la que le sigue. Los
con los demás fundadores de religión, sacando del siglos, los acontecimientos, las doctrinas entrelá-
estudio de su personalidad asombrosa que si no zanse allí del centro á la circunferencia, y en su
es Dios no podemos caracterizarle, no hay para tejido sin costura no dejan vacío ni confusión.
qué insistir mucho en cosa t a n clara, y ahora va- L a antigüedad y la realidad derraman allí igual
mos á estudiar los Libros sagrados del Cristianis- perfume; es un libro que diariamente se forma,
mo, y veremos que tales Libros sobresalen como las que crece naturalmente como un cedro, que fué
m o n t a ñ a s elevadas sobre el humilde llano, y que testigo de cuanto dice, y que jamás dice nada sino
es viéndolo todo y con la voz de la eternidad. Es
poseen una superioridad inmensa sobre los demás
imposible, aun á un niño, el confundir la Biblia
libros llamados sagrados de las otras religiones.
con otro libro tenido por sagrado, y la distancia
El ilustre P. Lacordaire dedica á este asunto
es tan visible, que casi es blasfemo el pronunciar
elocuentes páginas en sus Conferencias; de allí
su nombre al lado de esos nombres que quisieran
vamos á traducir algunas prefiriendo, en este
imitar el suyo.
asunto, la autoridad de quienes la tienen á nues-
tro propio juicio, que carece de ella: «Su superioridad es todavía más clara, si cabe,
«Pero si todas las Escrituras s a g r a d a s no son desde el punto de vista constituyente. ¿Quién se
divinas, si una sola debe serlo, ¿por qué signos a t r e v e r á á comparar ninguna sociedad constituí-
da por un libro sagrado con la sociedad cristiana? veo en todos los mares, en las islas y los puertos
Mirad primeramente á la China: ¿qué hizo? ¿Por del mundo entero; os halláis presentes de un polo
cuáles obras se reveló al mundo? ¿En dónde se al otro por medio de vuestros navegantes, vues-
hallan las huellas de sus armas?; ¿en dónde el sur- tros comerciantes, vuestros soldados, vuestros mi-
co de sus naves?; ¿en dónde su propaganda doc- sioneros, vuestros cónsules; vosotros sois quienes
trinal? ¿Habéis encontrado alguna vez al chino dáis la paz ó la g u e r r a á las naciones, quienes
en los grandes caminos de la humanidad? Pueblo lleváis en los pliegues de vuestro estrecho vestido
muerto en un orgullo sin actividad, encerróse en los destinos del género humano. Bajad á la plaza
sí mismo y no ha sentido una sola vez durante pública, levantad vuestra voz: oigo á los antiguos
tres mil años una sacudida eléctrica del amor y y nuevos continentes estremecerse y decirse:
del genio. Acercaos, mirad á la India: todos los ¿Quién se movió? Quien se movió sois vosotros;
sois vosotros, hijos de la Biblia. Esa palabra que
conquistadores y todos los comerciantes han pa-
llega tan lejos es la v u e s t r a ; tiene hermanos y
sado por allí; dió oro, perlas, diamantes y marfil
hermanas en todas las capitales; reúne en torno
á quien los quiso; todavía alimenta con sus mue-
suyo todas las pasiones y todos los sacrificios. Si
lles riquezas la ambición del pueblo británico;
de los bancos de una chalupa aventurada salta á
pero ¿conocéis de ella o t r a cosa, como no sea su
cualquiera orilla lejana un hombre que habla
voluptuosidad igual á su servidumbre? Restan los
vuestra lengua y que tenga vuestra fisonomía, al
pueblos á quienes Mahoma había entregado la
punto nótase que el g r a n poder humano apareció
cimitarra y el islamismo, y seguramente hicieron
allí. E n el brillo de su mirada, en la manera de
de uno y otro ilustre empleo. Sin embargo ¿en dón- sentar la planta, la tierra reconoce al cristiano,
de se hallan? Después de haber invadido la Eu- y su salvaje habitante inclínase y exclama: He
ropa por sus dos extremos y vencido á nuestras aquí los hijos del sol, aquellos que nuestras tradi-
cruzadas, á medida que la g u e r r a se hizo sabia ciones nos prometían y que nosotros esperábamos.
hemos visto descender su gloria, y no cubriendo
el éxito de las a r m a s las miserias de su civilización, «¡Qué actividad!, ¡qué imperio!, ¡qué gloria!
asistimos no á su decadencia, sino á su agonía. Y todo eso sois vosotros; y á vosotros, la Biblia
Miraos ahora á vosotros mismos, señores, vos- es quien os ha formado. Si pues la constitución de
otros los hijos de la Biblia, miraos: nada sois por los pueblos está en razón de la verdad contenida
vuestro territorio; la E u r o p a es un puñado de en sus libros sagrados, y si los pueblos cristianos
tierra ante el Africa y el Asia y, no obstante, aventajan á todos los demás, como los ángeles
vuestros colores y v u e s t r a s banderas es lo que sobrepujan á todas las naturalezas creadas, sí-
guese que el más alto grado de verdad encuén- porvenir, ved con que cuidado la Providencia
trase en los libros cristianos. separó el uno del otro, p a r a que no se les pudiera
«Sin embargo, á esos signos brillantes de la acusar de connivencia. Dios escogió un pueblo
divinidad de nuestras Escrituras, quiso Dios aña- para que fuese depositario de la historia del
dir otro que no puede ser imitado ni aun de mundo, es decir, de la noción de Dios, de la crea-
lejos. Como historia, como ciencia, como arte, ción del mundo por Dios, de la caída del hombre
como legislación, como filosofía, como potencia y de la esperanza que se le dió de una redención;
tradicional y constituyente, la Biblia posee sin porque, Señores, he ahí la verdadera historia del
duda una eminente perfección que jamás tuvo mundo; lo demás no es sino un juego. Hace de
ese pueblo un monumento vivo que cree y que
libro alguno; no obstante, todas estas cosas son
repite sin cesar esa historia, que se la incorpora,
humanas por decirlo así, en Cuanto que no exce-
que vive de ella, que de ella saca toda su gloria,
den á las facultades del hombre sino en grado y
y que espera con una paciencia, de la cual somos
no por su esencia. Necesitaba pues la Biblia otro
todavía testigos, el cumplimiento de la redención
carácter, y Dios le otorgó uno que solo ella posee;
prometida á sus padres. Diréis á los judíos que no
es el carácter profético. Sólo Dios ve lo futuro;
han esperado eso; os responderán con su espe-
sólo Él penetra con una mirada la profundidad
ranza presente que veinte siglos no han turbado.
infinita de las causas, y en ellas descubre los
Os mostrarán sus escrituras traducidas en griego,
cíectos que de allí saldrán, hasta los más aparta- y esparcidas por el mundo aun antes de Jesucristo.
dos límites de la duración. En cuanto á nosotros, Es un hecho material, superior á todas la críticas.
no conocemos siquiera el día de m a ñ a n a ; no He ahí en cuanto al pasado. E n cuanto al porve-
somos sino una c a u s a ; esta causa somos nos- nir, esto es, al cumplimiento de lo que estaba
otros, y nos es imposible prever sus más cercanos escrito y esperado tan largo tiempo antes, la
efectos. Si pues hubiese una palabra fijada por la Iglesia católica está ahí p a r a enseñaros que un
escritura, la cual hubiese referido por adelantado, g r a n perdón se verificó por medio de un g r a n
no solamente el destino de los- imperios, sino el sacrificio. ¡El pueblo judío y la Iglesia!; ¡quién
destino del género humano, que desde el princi- a t a c a r á esos dos monumentos que se sostienen
pio hubiese previsto la marcha de los siglos, esta tanto mejor uno á otro, en cuanto son irreconci-
palabra y esta escritura serían necesariamente liables enemigos! Ambos son los elementos del
divinas. Mas la Biblia ¿qué otra cosa es sino una carácter profético de la Escritura: uno es su tér-
profecía que se cumple á nuestra vista? Y como mino pasado, el otro su término futuro, y p a r a
una profecía tiene dos términos, el pasado y el 18
que no se les pueda a c u s a r de haberse entendido Croyance á l' Evangile. Considerando sucesiva-
p a r a engañar al universo, se rechazan mútua- mente los principales hechos de la historia de
mente p a r a p e r m a n e c e r dos hasta el fin, hasta el Herodes el Grande, de Herodes Antipas, de Hero-
día en que, hallándose cercana toda consumación, des Agrippa, referidos por los Evangelistas, hace
el pasado y el p o r v e n i r se abracen p a r a mostrar ver, por el testimonio del historiador Josefo, judío
á las últimas generaciones el último cumplimiento de nación y autor contemporáneo, la exactitud de
de las profecías que, en el pueblo antiguo como en la narración evangélica. La historia de la Pasión
el pueblo nuevo, h a n anunciado ese ósculo de paz». de Cristo en particular, escrita por S. Mateo,
Ahora, p a r a c e r r a r este asunto, véanse los S. Marcos, S. Lucas y S. Juan, encierra por-
conceptos que v a m o s á traducir de la notable menores muy circunstanciados acerca de los
obra del P. Chavin, La science de la religión: lugares, los usos, las legislaciones, las relaciones
«Los cuatro Evangelios,los Hechos, las Epís- entre las autoridades religiosas y civiles, que
tolas de S. Pablo, S. Pedro, Santiago, S. Judas y indican manifiestamente que los autores son tes-
S. Juan, a t r i b ú y e n s e á los discípulos de Jesús, á tigos bien informados, testigos que refieren lo
que han visto y oído ellos mismos.
hombres procedentes, casi todos, de la Judea ó de
la Galilea, y contemporáneos de los aconteci- «Hay además en los Evangelios un tono de
mientos ocurridos bajo el reinado de los tres candor, de ingenuidad, de sencillez que inspira
Herodes y la administración de los gobernadores confianza. «Nadie, hasta ahora, nota muy acerta-
romanos tales c o m o Pilatos. Pues todo lo que se damente Duvoisin, obispo de Nantes, descubrió
halla contenido e n esos libros y en esas epístolas nada en los libros del Nuevo Testamento que no
conviene p e r f e c t a m e n t e al tiempo, á la nación, á convenga perfectamente con la historia, con las
los personajes de quienes se t r a t a ; hállase allí costumbres, con los usos de los tiempos apostóli-
todo conforme c o n los usos, con las costumbres, cos ; nada que no recuerde las ideas, los senti-
con las instituciones, con el estado social y polí- mientos, la persona de los primeros discípulos de
tico de los judíos, de los galileos y de los demás Jesucristo: litterae sonantes vocem et reprabsen-
pueblos á los c u a l e s alude la narración. Fácil es tantes faciem uniuscujusque, como dice enérgi-
convencerse de ello comparando los pormenores camente Tertuliano. La sencillez de las narracio-
nes, los pormenores en las circunstancias, la
históricos del Nuevo Testamento con los que refie-
indicación de g r a n número de lugares y de perso-
ren los autores contemporáneos.
nas conocidas, la conmovedora ingenuidad de los
«Es lo que d e m u e s t r a perentoriamente M. Wa-
escritores, el poco arte, pudiera decir, el desorden
llon, en el capítulo I de la 2. a parte de su libro,
que reina en la composición, todo muestra clara- ' el racionalismo, y afecta profundamente á la dis-
mente memorias contemporáneas, c a r t a s redac- cusión de los orígenes del Cristianismo. Procura-
tadas deprisa y sin pretensión como sin descon- remos abreviar lo posible tan extensa discusión,
fianza». (1) De esta suerte los apóstoles hacen y daremos aquí cabida á los trabajos de aquellos
conocer su humilde clase, su estado de pobreza y apologistas que han estudiado el asunto despacio
de ignorancia, sus defectos, y durante la pasión y que en él tienen innegable autoridad.
de su Maestro, la negación de unos, la traición de E n esta cuestión podemos establecer los tres
otros, el abandono de todos. Ciertamente no es siguientes puntos: 1.° La persona de Jesucristo
ese el procedimiento y el lenguaje de los falsifica- como realidad histórica. 2.° Los hechos milagro-
dores». sos del Cristo. 3.° Las profecías del Cristo y demás
El mismo autor P. Chavin termina su labor hechos primitivos del Cristianismo.
referente á los signos intrínsecos de la autentici- Punto l.°—La persona de Jesucristo como
dad y veracidad del Nuevo Testamento, diciendo: realidad histórica. - Es necesario haber perdido
«Estas pruebas intrínsecas son irresistibles. la más elemental noción de la historia, ó bien
Hállanse confirmadas por las pruebas ó signos estar dominado y ciego por la pasión de la incre-
extrínsecos, es decir, por el testimonio de los es- dulidad, p a r a atreverse á dudar de la realidad
critores contemporáneos ó que recibieron sus no- histórica del Salvador y p a r a empeñarse en des-
ticias de la tradición apostólica». figurar su vida, violentando el buen sentido
humano é histórico.
Poco nos detendremos en lo referente al alego-
LECCIÓN XXIX rismo desatentado de Dupuis, con justicia hoy
olvidado, según el cual Jesucristo no es más que
El Cristianismo estudiado en sus hechos primitivos
un ser fabuloso, un ser alegórico; el sol y sus
Después de haber estudiado la cuestión refe- apóstoles una personificación de los doce signos
rente á los libros del Cristianismo, debemos tratar del Zodiaco No faltó quien, haciendo aplica-
de esta otra, á saber: •• ción de tal procedimiento, hiciese ver que Napo-
Sus hechos primitivos.—Aquí necesitamos león no e r a p e r s o n a j e histórico sino una verdadera
dividir las cuestiones p a r a proceder con orden y fábula ; así se venga el buen sentido de las locuras
claridad. Trátase de un asunto muy debatido con de sabios sin fe, que p a s a n por todo con tal
de no c r e e r lo que debieran. Dejemos, pues, tales
delirios y entremos en el examen de la doctrina
(1) Duvoisin, Demonstraron evangelique.
que reina en la composición, todo muestra clara- ' el racionalismo, y afecta profundamente á la dis-
mente memorias contemporáneas, c a r t a s redac- cusión de los orígenes del Cristianismo. Procura-
tadas deprisa y sin pretensión como sin descon- remos abreviar lo posible tan extensa discusión,
fianza». (1) De esta suerte los apóstoles hacen y daremos aquí cabida á los trabajos de aquellos
conocer su humilde clase, su estado de pobreza y apologistas que han estudiado el asunto despacio
de ignorancia, sus defectos, y durante la pasión y que en él tienen innegable autoridad.
de su Maestro, la negación de unos, la traición de E n esta cuestión podemos establecer los tres
otros, el abandono de todos. Ciertamente no es siguientes puntos: 1.° La persona de Jesucristo
ese el procedimiento y el lenguaje de los falsifica- como realidad histórica. 2.° Los hechos milagro-
dores». sos del Cristo. 3.° Las profecías del Cristo y demás
El mismo autor P. Chavin termina su labor hechos primitivos del Cristianismo.
referente á los signos intrínsecos de la autentici- Punto l.°—La persona de Jesucristo como
dad y veracidad del Nuevo Testamento, diciendo: realidad histórica. - Es necesario haber perdido
«Estas pruebas intrínsecas son irresistibles. la más elemental noción de la historia, ó bien
Hállanse confirmadas por las pruebas ó signos estar dominado y ciego por la pasión de la incre-
extrínsecos, es decir, por el testimonio de los es- dulidad, p a r a atreverse á dudar de la realidad
critores contemporáneos ó que recibieron sus no- histórica del Salvador y p a r a empeñarse en des-
ticias de la tradición apostólica». figurar su vida, violentando el buen sentido
humano é histórico.
Poco nos detendremos en lo referente al alego-
LECCIÓN XXIX rismo desatentado de Dupuis, con justicia hoy
olvidado, según el cual Jesucristo no es más que
El Cristianismo estudiado en sus hechos primitivos
un ser fabuloso, un ser alegórico; el sol y sus
Después de haber estudiado la cuestión refe- apóstoles una personificación de los doce signos
rente á los libros del Cristianismo, debemos tratar del Zodiaco No faltó quien, haciendo aplica-
de esta otra, á saber: •• ción de tal procedimiento, hiciese ver que Napo-
Sus hechos primitivos.—Aquí necesitamos león no e r a p e r s o n a j e histórico sino una verdadera
dividir las cuestiones p a r a proceder con orden y fábula ; así se venga el buen sentido de las locuras
claridad. Trátase de un asunto muy debatido con de sabios sin fe, que p a s a n por todo con tal
de no c r e e r lo que debieran. Dejemos, pues, tales
delirios y entremos en el examen de la doctrina
(1) Duvoisin, Demonstraron evangelique.
del alemán Strauss que hizo verdadero derroche nació tres años solamente después de Nuestro
de erudición en su enfadosa obra, Vida de Jesús- Señor, en sus Antigüedades judaicas, el Tal-
Strauss no acude á la fábula, pero se acoge á la mud, libro de las tradiciones de la ley judía, etc.,
teoría mística; el Salvador es p a r a él un mito, es refieren la vida y las obras de Jesucristo».
decir, un compuesto de realidad v de ilusión; el Ahora, entremos á examinar la triste labor del
Evangelio una leyenda, la persona del Cristo no famoso Renán, que tanto llamó la atención con
es realidad individual; es una idea; esa idea es su libro La Vida de Jesús, libro que atrajo sobre
la misma humanidad; el Cristo no es más divino sí refutaciones sin cuento. Expongamos en breves
que el hombre, y esa divinidad h u m a n a no es términos la doctrina de Renán que vistió á la
otra cosa que la unión del hombre con Dios, según francesa las pesadeces de Strauss.
lo promete la filosofía. Renán toma por su cuenta el Evangelio y le
Expuesta y a la doctrina, ¿qué debemos pensar hace decir todo cuanto á él le conviene; por este
de ella? Véase lo que acerca del asunto se lee en camino no hay libro histórico que no encierre una
la obra Rechérche de la vraie religion, del abate novela; y novela es, y no otra cosa, el libro La
Cauly: vida de Jesús, escrito con desenfado sin igual
«¿Debemos repetir que la historia universal se por el exseminarista de S. Sulpicio, á quien no la
levanta contra esta teoría y atestigua la realidad filología, sino el filosofismo racionalista, le hizo
perder la fe. Divide Renán su citada obra en tres
de la existencia de Jesucristo? Cuarenta siglos le
partes que son, como M. Foisset dice, la pastoral,
p r e p a r a n ; dieciocho siglos dan testimonio de su
la truhanería y la tragedia. 'Comiénzase en la
venida. ¿Por qué, en efecto, h a y cristianos? ¿En
primera p a r t e la vida del Cristo; y esta vida se
dónde se halla el origen del Cristianismo? ¿Cómo
desliza como existencia campestre, ocupación
desapareció el paganismo? ¿Quién reformó las
errabunda, y Jesús adquiere con su habilidad de
costumbres y creó nuevos pueblos? Misterio inex-
palabra y de acción el a u r a popular. En la segun-
plicable todo eso si Jesucristo no es una realidad.
da parte, Jesús es el maestro: maestro sugestio-
Por otra parte lo hemos demostrado: no solamente
n a d o ^ capaz de sorber el seso á sus discípulos,
los Evangelios, libros absolutamente históricos, reformador, revoltoso, t a u m a t u r g o , ó mejor,
prueban la existencia de Jesucristo, sino los testi- milagrero y loco. Llega el final; comiénzase la
monios profanos lo atestiguan superabundante- lucha, sigúese la muerte, y el entusiasmo de los
mente: Tácito (Anales, lib. X V ) , Suetonio (Vida suyos le vuelve á la vida y p a r a siempre. Esto,
de Claudio, cap. X X V ) , Plinio el Joven (Carta á como se ve, es un ensueño, pero ensueño acogido
Trajano), Flavio Josefo, historiador judío, que
con frenesí, y que pide se le apliquen las rigurosas ¿Va él siquiera á buscarlos en buena fuente? Se
leyes de la crítica. Podría escribirse un libro en- g u a r d a de indicarlo; con parapetarse detrás de su
tero sobre el particular; pero no se t r a t a ahora cualidad de orientalista, le basta. En ocasiones,
de eso; necesario es resumir, y vamos á traducir es verdad, remite á los textos del Evangelio, y el
aquí los párrafos que al asunto dedica el abate lector se ve altamente sorprendido al encontrar
Cauly en su poco ha citada obra: en el lugar indicado todo lo contrario precisamente
«Contra este sistema de M. Renán, el buen de lo que afirma el escritor.
sentido y la verdad protestan. Las pruebas testi- «Trátase de hechos milagrosos referidos por
moniales que establecen la verdad histórica de los los Evangelistas, M. Renán contradice su princi-
hechos evangélicos son perentorias; más arriba pio : p a r a él los Evangelios dejan de ser entonces
las hemos resumido. ¿M. Renán no nos dijo que piezas históricas, y las interpretaciones surgen
considera como auténticos nuestros cuatro Evan- como por encanto».
gelios? ¿No censuró á Strauss de haber abando- El R. P. Félix en sus Conferencias sobre el
nado en demasía el terreno histórico? ¿Va él para progreso por medio del Cristianismo (1) escribe:
eso á restablecer la verdad de los hechos? Sería «Después de haber caracterizado á la crítica
lógico y razonable. Mas no queriendo el Cristo que ataca á nuestro Dogma soberano, denuncián-
de los católicos, arregla á su manera La vida de dola como enemiga de la ciencia y del Cristianis-
Jesiís. mo y llamándola por su verdadero nombre, es
«Trátase de hechos simplemente históricos; decir, anticientífica y anticristiana, hemos pro-
distinguirá entre los hechos ciertos y las leyendas, curado determinar con claridad la posición res-
y, según su capricho, intentará derribar las afir- pectiva de Jesucristo, objeto de los ataques de la
maciones más claras de los Evangelistas, por me- nueva crítica que dirige sus ataques á Jesucristo.
dio de estas fórmulas: «Parece, figúrase uno, Hemos dicho que Cristo es, respecto á la crítica
probablemente, á lo que se cree, quizá, sos- que lo ataca, un poseedor secular; que su posesión
pecho, ¿quién sabe?» Mas no es r e f u t a r la historia real nos ofrece el triple prodigio de su amplitud
verdadera el suscitar dudas sin f u n d a m e n t o y sin en el espacio, su profundidad en la humanidad y
pruebas. La más auténtica de las narraciones su dilatación en el tiempo; y que la crítica, po-
podrá hallar contradictores que l a n z a r á n así por niéndose frente á esta posesión que históricamente
todas partes interrogaciones. Pues en eso consiste es incontestable, se presenta con títulos que son
todo el sistema de M. Renán. E n cambio imagina
él de buen grado pormenores ignorados de todos. (1) T r a d u c c i ó n castellana de D. J. M. A n t e q u e r a .
científicamente inaceptables, oponiendo á este in- fiende la verdad cristiana en este punto y que
comparable hecho tres cosas cuya nulidad cientí- dice así:
fica hemos reconocido; á s a b e r : una negación que «En vano t r a b a j a la crítica anticristiana por
no puede ser formal y que se desvanece como una destruir, combatiendo los milagros del Evangelio,
leve sombra ante el resplandor de nuestra univer- una de las bases más sólidas de la demostración
sal afirmación; una duda endeble que no tiene cristiana. El milagro evangélico subsiste como la
fuerza para destruir el hecho de una posesión manifestación m á s popular y más brillante de la
segura, y por último la hipótesis quimérica de divinidad de Jesucristo. E n t r e l a crítica que niega
que nuestro Dogma se ha formado á modo de una esos milagros y los milagros negados por la crí-
leyenda, hipótesis contraria á la razón, á la natu- tica, hay tres testimonios cuya evidencia pondrá
raleza y á la historia; y hemos concluido de aquí cada día más de manifiesto la verdadera ciencia:
que la posesión de Jesucristo Dios es inatacable y está el testimonio de la Iglesia que los afirma, el
que ese fantasma de ciencia no logrará echar por testimonio del Evangelio que los refiere, y el tes-
tierra la inquebrantable pirámide». timonio de Jesucristo que los hizo. Esos tres
testimonios, que se confirman y se prestan mutuo
Panto 2.°—Los hechos milagrosos del Cristo.
apoyo, muestran tan claramente el sello de la
— La negación anticristiana echó mano de varios
verdad, que la crítica no puede negar los mila-
medios p a r a desentenderse del argumento pode-
gros sin afirmar lo incomprensible y sin caer en
roso que resulta en favor del Cristianismo si se
insolubles contradicciones, como son: que ese
admiten los milagros obrados por el Salvador,
hecho inmenso de la fe de los cristianos no tenga
para dar testimonio de su Divinidad. ¿Qué valen
razón de ser ni pueda existir; que el Evangelio,
esos recursos de la crítica contra el hecho que se
que reúne todas las condiciones de certidumbre,
impone con toda su f u e r z a histórica? N a d a ; dar quede declarado un conjunto de imposturas; y
en el ridículo y dejar ver sus verdaderas tonte- que Jesucristo, el sabio y virtuoso por excelencia,
rías y sus locos esfuerzos en negar la evidencia, resulte convencido de no ser más que un embus-
de suerte tal, que p a r a todo espíritu sincero basta tero ó un monomaniaco. La crítica puede conti-
leer lo que la crítica opone, p a r a comprender que nuar sus ataques, pero no h a r á más que ir de
toda la razón está de p a r t e de la fe cristiana. En contradicción en contradicción, y el milagro sub-
breves palabras sintetiza el R. P. Félix en sus sistirá siempre, proclamando la divinidad de nues-
citadas Conferencias (1), el argumento que de- tro Señor Jesucristo».

1) T r a d u c c i ó n castellana a n t e s citada.
El abate de Broglie, en su ya citada obra, al
t r a t a r dé los milagros de Jesucristo, dice después «¡ Consideración verdaderamente digna de te-
de haber expuesto los precedentes del asunto, si nerse en cuenta, refiriéndose á la certeza de los
es posible que dadas las circunstancias sea posi- hechos evangélicos! Al paso que todos los histo-
ble admitir que tal serie de milagros sea de arriba riadores los admiten, los vemos impugnados úni-
abajo una invención y que pudiera imaginarse; camente por algunos que se engalanan con el
y a ñ a d e : «¿Cabe admitir que una leyenda mila- nombre de filósofos ó por teólogos incrédulos.
grosa se formase toda entera en tan corto tiempo, Esta observación de Kengstemberg, el más sabio
sin sufrir oposición, considerándose esta leyenda expositor alemán, basta por si sola p a r a dirimir
como prueba fundamental de la nueva religión y la cuestión. E n efecto, dicho escritor hace notar
por lo tanto como el eje mismo de la discusión? que en contra de dichos hechos se oponen siste-
¿Quién no ve que tal hipótesis es inadmisible y mas, pero no pruebas, y que si son discutibles
que, aun concediendo á los racionalistas una re- ante el tribunal de las ciencias especulativas, en
dacción un poco tardía de los Evangelios, el tes- razón de tener éstas constantemente una teoría
timonio que dan de los hechos milagrosos no al servicio de sus más peregrinas afirmaciones,
perdería nada de su fuerza? Aquí, además, por no lo son en manera alguna ante el de la historia,
en el cual solo los hechos positivos tienen el dere-
otra parte, hay una respuesta más sencilla. Léase
cho de prevalecer contra los que no lo son.
de buena fe el Evangelio y léase también una
historia legendaria cualquiera, la de Budha ó la «Cuando hace poco tiempo, respecto del par-
biografía reciente de Mahoma, y hágase la com- ticular, se metió tanto ruido lo mismo en Francia
paración. Por una parte hay una sencillez, un que en Alemania, llegaron á presumir los incau-
candor, un carácter evidente de verdad; siéntese tos que se había descubierto alguna impostura ó
que se oye la palabra de aquél que vió lo que mixtificación en lo que constitu} r e la base del
refiere. Por la otra parte, nótase por el colorido Evangelio. Todo se redujo á la aparición de dos
mismo de la narración que se halla uno ante una especies de soñadores: los unos, simplemente
obra de fantasía». racionalistas, pretendían que los hechos del Evan-
Cerremos estas citas con lo que se lee en la gelio nada tienen de milagrosos; los otros, pura-
obra, El buen sentido de la fe, del P. Caussette (1) mente mitólogos, sostenían que los milagros del
en el capítulo que á este asunto que venimos tra- Evangelio no constituían hechos. Los primeros
negaban la realidad sobrenatural; los segundos la
tando dedica su sabio autor:
realidad histórica de tales acontecimientos; mas
así éstos como aquéllos, en lugar de producir una
(1) T r a d u c c i ó n citada.
sola justificación positiva en que a p o y a r sus opi- predicación del Evangelio, las persecuciones con-
niones, limitáronse á presentar nuevas interpre- t r a sus discípulos, el triunfo de la verdad, y luego,
taciones más ó menos ingeniosas. E s decir, que la referentemente al pueblo judío, la destrucción de
crítica acude constantemente á la ciencia experi- Jerusalén, la del templo, la dispersión de aquel
mental, siendo así que ésta no es más que la cien- pueblo, y vemos que todo acaeció como fué anun-
cia de las hipótesis contra la experiencia». ciado, sin que haya posibilidad de coger en fraca-
Punto 3.°—Las profecías del Cristo y los so ni un sólo anuncio. Añádanse á estos hechos
demás hechos primitivos del Cristianismo.—Si todos los acontecimientos ocurridos en la cuna del
el milagro es, como lo es, el sello de Dios, en la Cristianismo, el cambio asombroso del eje moral
Profecía t e n e m o s el testimonio de otro hecho divi- del universo; aquella sociedad de santos, de már-
no, de otra g a r a n t í a de Dios, pues que sólo á Él tires, de convertidos, esa maravilla de la Iglesia,
es dado conocer lo futuro contingente ó libre. que sufriendo universal persecución y sometiendo
El S a l v a d o r no se contentó con ciertos anun- al hombre á una moral purísima que le pide asom-
cios vagos, incoherentes, que pudieran ofrecer brosos y constantes sacrificios, triunfa de todo y
elasticidad t a l que se salvase el honor del profeta se hace dueña de la inteligencia, del corazón, del
si el anuncio no resultaba cumplido. Jesucristo alma de la humanidad, y sepulta en el seno de la
muerte todas las degradaciones del paganismo.
hizo n u m e r o s o s anuncios y los hizo determinada-
mente; el h e c h o se cumplió tan al pie de la letra, Compárense todos los cultos conocidos con la
que tales anuncios son verdadera anticipación de Iglesia católica, y se verá que sus hechos primiti-
la historia. vos son inmensamente superiores y ofrecen el
Jesús h a b l a de los acontecimientos de su pasión, sello manifiesto de la intervención de Dios en
de su m u e r t e , de su resurrección; consígnalos favor suyo.
ultrajes que h a de recibir; profetiza su muerte, y
dice, nótese bien, que resucitará, y esto, al tercer
LECCIÓN XXX
día; pero no solamente profetiza acerca de su
persona; t a m b i é n conoce lo que harán los demás; El Cristianismo estudiado en sus Dogmas
habla de la negación por tres veces, y así cum-
plida, de San P e d r o ; anuncia la traición de Judas, Ahora vamos á entrar y a en el interior de esa
la huida de l o s demás apóstoles; ofrece la venida g r a n fábrica moral que llamamos Cristianismo.
del Espíritu S a n t o , promete el don de milagros, y Los Dogmas cristianos encierran tal grandeza,
habla de los prodigios que habían de ocurrir en la tal sublimidad y ofrecen tales verdades, que si no
apelamos á la intervención de Dios en el asunto, Siendo Dios infinitamente bueno quiso dar
no es posible explicarse satisfactoriamente el he- participación de su beatitud á otros seres; y no
cho de esa inefable doctrina. pudiendo comunicarles la divinidad les otorgó,
El Dogma católico ábrese con la solemne afir- por creación, la existencia; Dios, pues, es Crea-
mación de un Ser supremo, vivo y personal, dis- dor ; con su palabra dió vida á cuantos seres pue-
tinto del mundo y á quien damos el nombre de blan el universo; creó el espíritu y la materia; el
Dios. Dios es un ser infinito; por lo tanto eterno, mundo de los ángeles, seres espirituales, sin forma
absoluto, independiente, perfectísimo, como tal, corpórea, puros espíritus, dóciles ministros del
santo con santidad esencial, bueno en sumo grado, Altísimo, mundo asombroso, inmenso, variado,
justo, misericordioso, sabio y omnipotente; de Él océano de luz, de hermosura y santidad. Después,
t r a e n su origen todas las cosas, no por desarrollo el mundo visible; ese ejército prodigiosamente
de la substancia divina, sino por el acto generoso innumerable de los astros; este globo que habita-
é incomprensible, pero rigurosamente razonable, mos, con todas sus maravillas, desde el orden de
de la creación. Todo debe á Dios su existencia; de los minerales, y subiendo por el mundo tan varia-
Él recibe su conservación, y á Él debe volver do de las plantas y los animales, hasta el hombre;
todo; Dios es principio, Providencia y fin de todo éste no es un ser cualquiera; es pontífice d é l a
lo creado. El ser infinito es vida; pero vida per- creación, imagen y semejanza de Dios; tiene or-
ganismo corpóreo, admirable y humano; posee un
fectísima, infinita, eterna y misteriosa; en Él
principio de vida llamado alma, alma inteligente
dánse tres personas realmente distintas, divinas,
y libre, alma espiritual, inmortal, capaz de cono-
y que son una misma cosa ó substancia. El Padre,
cer la verdad, de vivir en el orden de la ciencia,
el Hijo (ó Verbo) y el Espíritu Santo. El Padre
enlazada con el orden moral y destinada por Dios
que, conociéndose á sí mismo, engendra al Verbo,
á fines tan altos, que este mundo es p a r a ella ca-
su esplendor y figura de su substancia; el Hijo,
mino, y su verdadera patria es el cielo; allí repo-
que es ese mismo Verbo, engendrado por el Padre;
sará eternamente en presencia de Dios, si por su
el Espíritu Santo es el amor mutuo con que se
culpa no se hizo indigna de tan generosa dádiva;
a m a n el Padre y el Hijo; procede de ambos y se pues que el Altísimo hizo al hombre hijo adoptivo
distingue de uno y otro. Los tres son un sólo Dios; suyo por el don inefable de la gracia.
los tres son relaciones distintas y personales de
esc mismo Dios; su misterio es la misma vida divi- Mas como quiera que antes debía mediar la
n a ; su unidad substancial y su triplicidad personal prueba, el ángel y el hombre fueron probados.
son el inefable misterio de la Trinidad beatísima. Muchos ángeles cayeron arrebatados por la so-
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berbia; cayó también el primer hombre por la obra maravillosa de la Iglesia. Viene á ella para
desobediencia; los ángeles culpables sufrieron, infundirle luz y vida el Enviado divino, el Pará-
sufren y sufrirán eternamente el castigo de su clito, el Espíritu Santo; sobre el Colegio Apostó-
rebelión; el hombre perdió la gracia y los demás lico, á manera de asombrosa fábrica, levanta Dios
bienes que condicionalmente se le habían otor- esa Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica;
gado; su culpa fué, como de cabeza de la huma- encárgale la enseñanza, y con su asistencia vela
nidad y fuente de la f a m i l i a humana, culpa original, el Espíritu Santo por la pureza é integridad de
y en él pecaron sus descendientes, con la sublime la doctrina; establece el Sacerdocio, y tenemos la
excepción de aquella mujer providencial que admirable constitución de la Jerarquía Eclesiás-
había de ser Madre del Redentor divino del género tica; Pedro, y en él todos los romanos Pontífices,
humano. Dios p r o m e t e ese Redentor á los hom- son cabeza visible de la Iglesia; siguen luego los
bres; y cuando sonó la h o r a por Dios elegida, apa- Obispos ó Pastores, puestos en ella p a r a regirla
reció en el mundo N u e s t r o Señor Jesucristo, Dios en unión con la Sede Apostólica ó Romana, por el
y hombre verdadero, el Verbo encarnado, por vir- Espíritu Santo, y finalmente el Presbiterado, mi-
tud del Espíritu S a n t o , en las e n t r a ñ a s purísi- licia sagrada á las órdenes de los Prelados, y
mas de la Inmaculada Virgen María, Madre de todos, lo mismo que el resto de los fieles, bajo la
Dios y Madre y C o r r e d e n t o r a de los hombres. obediencia del romano Pontífice, jefe supremo y
maestro universal é infalible. L a vida sobrenatu-
El pecado rompió l a s relaciones amorosas, ín-
ral circula como la savia en el árbol, como la san-
timas, de adopción, q u e entre Dios y el hombre
.gre en el organismo, á través de ese cuerpo moral
mediaban; requeríase u n a víctima capaz de satis-
que se llama la Iglesia. Los Sacramentos son
facer cumplidamente á la Divina Justicia y res-
fuentes milagrosas, señales instituidas por el Sal-
t a u r a r en el orden de l a gracia al género humano
vador p a r a producir la gracia en las almas. Y
caído; esa víctima f u é Nuestro Señor Jesucristo.
finalmente, el Dogma consolador de la justifica-
Verdadero Dios y v e r d a d e r o hombre, sufrió Pa-
ción por los méritos del Salvador; la santificación
sión y Muerte en beneficio de todos; y así como
por la gracia de Dios y las buenas obras; la resu-
por Adán entró el p e c a d o y la muerte en el mun- rrección final y la vida perdurable, desdichada
do, por Jesucristo, s e g u n d o Adán, restaurador y p a r a los malos, feliz p a r a los buenos, que habrán
salvador, entró el p e r d ó n , la gracia y la vida en ya satisfecho sus postreras deudas en el lugar
el género humano redimido. de expiación temporal de donde saldrán purifica-
Los frutos de la Redención debían repartirse á das p a r a poder entrar en el reino de Dios, en la
los hombres, y Dios establece en el mundo la
gloria ó ciclo cristiano que es el término, des- monstruosidades, ni nada que pueda ser indigno
canso y complemento feliz de la existencia. de Dios ni del hombre.
Tal es la soberbia arquitectura, expuesta en Los estrechos límites de este trabajo no nos
sus grandes líneas, de la Dogmática cristiana, es permiten entrar en pormenores comparativos con
decir, católica. las enseñanzas de las demás religiones; esos por-
La breve exposición que dejamos apuntada menores pueden verse tratados en los trabajos
sugiere desde luego el sentimiento de la admira- del abate de Broglie, de monseñor Laouenan, en
ción; es un edificio vastísimo, elevado, profundo, la obra vastísima del P. Juan Mir y Noguera
que parte de Dios y llega á todas partes; lo com- S. J., titulada La Religión, y, respecto de los
prende todo, derrama luz sobre los más arduos orígenes cristianos, lo que ofrece en su profundo
problemas que pueden ofrecerse al entendimiento, estudio, El buen sentido de la f e , el doctísimo
y jamás se ve discordancia alguna entre los ele- P. Caussette. Algo, aunque brevemente, hemos
mentos ó verdades particulares que lo componen. ya dicho en nuestro humilde estudio referente al
Hay en todo eso asombrosa unidad, conformi- orientalismo, en la lección que trata de la fe y la
dad perfecta, y á todo ello preside cierto buen etnografía. Aquí, como resumen del asunto, hemos
sentido, cierta racionabilidad que á quien sea de manifestar que por mucho que se haga en el
capaz de apreciar estas cosas le dejan sorpren- terreno de los estudios comparados hallamos la
dido y le obligan á pensar en que tal obra es divi- siguiente resultante: Los cultos no cristianos
n a ; la mente humana no sabe hacer cosas tan encierran, entre algunas verdades que son restos
perfectas, y la historia del humano saber harto, de la primitiva revelación, enseñanzas puramente
claro lo ha demostrado, ofreciéndonos el triste humanas, verdaderas aberraciones, y algo por el
cuadro de las aberraciones humanas, enseñadas estilo sucede al considerar los sistemas filosóficos;
por sus más ilustres representantes. ¿Qué otra mas en el Cristianismo hallamos que todos sus
cosa se desprende sino de la historia de la filo- Dogmas son perfectamente definidos, que la razón
sofía y aún de la historia comparada de las reli- más exigente no encuentra en ellos nada que se
giones? Solamente la Religión cristiana ofrece un le oponga; la crítica, por más que se empeñe, no
cuerpo de doctrina purísima, sublime, verdadera- puede conseguir demostrar que sean de humana
mente divina y perfectamente acomodada á las invención, ni plagio, ni cosa que pueda hacer
exigencias de la naturaleza humana. Y en cuanto temer la más mínima mixtificación. Así, pues, los
á los elementos comunes con otros cultos, tiene Dogmas cristianos llevan inconmensurable ven-
de ellos todo lo bueno, sin mezcla de errores, ni taja á los de todas las demás religiones, y es nece-
sario otorgarles el dictado justísimo de que son y de toda belleza, realidad viva, infinita, distinta
originales, divinos, perfectos, razonables y garan- del mundo y causa primera de donde traen por
tía poderosa de los intereses de la inteligencia creación su origen todos los seres, es luz viví-
humana. sima, segura y cierta, que en el orden filosófico
Si á lo dicho añadimos los efectos maravillosos enriquece á la razón humana, dándole idea clara
que de la doctrina del Cristianismo se derivan, del ser infinito, ens a se, del ser necesario, de sus
entonces el triunfo es completo, y no queda otro propiedades y atributos trascendentales, y al
recurso que rendir la razón y confesar la verda- propio tiempo evitándole caer en las monstruosi-
dera trascendencia de la Religión cristiana; y dades del ateísmo, en las extravagancias del poli-
esto vamos á verlo en la siguiente lección que es teísmo y en el pernicioso error panteísta. El mis-
el complemento de esta sección de estudios com- terio sublime, inefable, asombroso déla Santísima
parados. Trinidad es torrente de luz, luz que brilla en
medio de sus obscuros y divinos abismos, que
LECCIÓN XXXI resplandece en las ciencias teológicas, que ilu-
El C r i s t i a n i s m o e s t u d i a d o e n s u s e f e c t o s
mina las ciencias naturales con la hermosa luz de
(Obras y frutos del Cristianismo) la unidad en la multiplicidad; que es como la ideal
No cerraremos esta sección de estudios com- harmonía, el tipo santísimo, vestigio divino im-
parados sin decir algo de los efectos, de las obras preso en las obras de la divina diestra, como
y frutos propios que brotan naturalmente del reflejo admirable que toda obra de arte lleva en
Cristianismo, como brotan las flores y como los sí, publicando la grandeza, el genio y perfección
frutos se producen cuando es bueno el árbol. del artista. Imposible manifestar los motivos de
Aquí no entraremos en el estudio de la civiliza- altísima meditación que pueden encontrarse al
ción, pues á este punto dedicaremos una lección fijar la mente en ese mundo del infinito cuya
entera; así pues nos mantendremos en aquel vida íntima, misteriosa, potente, fecunda, piélago
punto ó terreno en donde solamente se verá la inmenso de luz, de actividad y de amor cono-
acción ó influencia propiamente directa de la Reli- cemos, aunque no la comprendemos, en el augusto
gión cristiana; y esto nos d a r á un motivo más misterio del Dios trino y uno. Y en el Dogma pro-
p a r a concluir en favor de su trascendencia ó fundo y bellísimo de la creación, ¿no encontra-
superioridad. mos luz por do quiera p a r a explicarnos esa
El Dogma de la existencia de Dios, Dios único, inmensidad de seres creados que nos rodean, que
perfectísimo, fuente de toda verdad, de todo bien diariamente admiramos, que forman el objeto de
sario otorgarles el dictado justísimo de que son y de toda belleza, realidad viva, infinita, distinta
originales, divinos, perfectos, razonables y garan- del mundo y causa primera de donde traen por
tía poderosa de los intereses de la inteligencia creación su origen todos los seres, es luz viví-
humana. sima, segura y cierta, que en el orden filosófico
Si á lo dicho añadimos los efectos maravillosos enriquece á la razón humana, dándole idea clara
que de la doctrina del Cristianismo se derivan, del ser infinito, ens a se, del ser necesario, de sus
entonces el triunfo es completo, y no queda otro propiedades y atributos trascendentales, y al
recurso que rendir la razón y confesar la verda- propio tiempo evitándole caer en las monstruosi-
dera trascendencia de la Religión cristiana; y dades del ateísmo, en las extravagancias del poli-
esto vamos á verlo en la siguiente lección que es teísmo y en el pernicioso error panteísta. El mis-
el complemento de esta sección de estudios com- terio sublime, inefable, asombroso déla Santísima
parados. Trinidad es torrente de luz, luz que brilla en
medio de sus obscuros y divinos abismos, que
LECCIÓN XXXI resplandece en las ciencias teológicas, que ilu-
El C r i s t i a n i s m o e s t u d i a d o e n s u s e f e c t o s
mina las ciencias naturales con la hermosa luz de
(Obras y frutos del Cristianismo) la unidad en la multiplicidad; que es como la ideal
No cerraremos esta sección de estudios com- harmonía, el tipo santísimo, vestigio divino im-
parados sin decir algo de los efectos, de las obras preso en las obras de la divina diestra, como
y frutos propios que brotan naturalmente del reflejo admirable que toda obra de arte lleva en
Cristianismo, como brotan las flores y como los sí, publicando la grandeza, el genio y perfección
frutos se producen cuando es bueno el árbol. del artista. Imposible manifestar los motivos de
Aquí no entraremos en el estudio de la civiliza- altísima meditación que pueden encontrarse al
ción, pues á este punto dedicaremos una lección fijar la mente en ese mundo del infinito cuya
entera; así pues nos mantendremos en aquel vida íntima, misteriosa, potente, fecunda, piélago
punto ó terreno en donde solamente se v e r á la inmenso de luz, de actividad y de amor cono-
acción ó influencia propiamente directa de la Reli- cemos, aunque no la comprendemos, en el augusto
gión cristiana; y esto nos d a r á un motivo más misterio del Dios trino y uno. Y en el Dogma pro-
p a r a concluir en favor de su trascendencia ó fundo y bellísimo de la creación, ¿no encontra-
superioridad. mos luz por do quiera p a r a explicarnos esa
El Dogma de la existencia de Dios, Dios único, inmensidad de seres creados que nos rodean, que
perfectísimo, fuente de toda verdad, de todo bien diariamente admiramos, que forman el objeto de
nuestros incesantes estudios y que nos prestan de los ataques del materialismo y de las locuras de
constantemente beneficios sin cuento? A la luz de la soberbia humana que pretende endiosar al
ese Dogma vemos la acción poderosa de una hombre, con daño de la verdad y con menosprecio
causa primera, libre, potentísima, que con su poder de Dios.
dió vida á todas las cosas, y al propio tiempo se La vida moral del hombre da testimonio de
mantiene realmente distinta de ellas, y las gobier- una lucha terrible, feroz, inexplicable, que acusa
na y dirige á su fin, que es la gloria del Criador ó una g r a n caída, ó una g r a n aberración por parte
y el bien del ser creado. Este Dogma nos libra de de la causa creadora, es decir, por parte de Dios.
caer en los absurdos de la cosmogonía atea y Lo último es manifiestamente falso; es una blas-
materialista, ilumina la ciencia del mundo y se femia y por sí sola se juzga. Lo primero es un
halla en perfectísimo acuerdo con los hechos y misterio singular, la existencia del cual se hace
doctrinas propios de las ciencias naturales y filo- necesaria, pero que la razón por sí sola no acierta
sóficas, en lo tocante al origen y naturaleza del á explicarse en cuanto al hecho en sí mismo. Mas
universo. el Dogma de la caída original lo explica todo, y
Si se t r a t a del hombre, la religión católica nos nos da con su historia la clave y la más perfecta
dice clara y sencillamente lo que sigue: « E s el explicación de ese dualismo tremendo que el hom-
hombre un ser compuesto de espíritu y materia, bre siente en las mismas profundidades de su ser.
hecho por Dios, á su imagen y semejanza». Aquí ; Y quién no ve, al p a r , en esta luz, un resplandor
tenemos la síntesis admirable de un verdadero inmenso que ilumina el campo de la antropología
tratado de antropología. Se afirma la existencia histórica y de la antropología moral?
de un alma que, siendo imagen de Dios, debe ser Pasando ahora al hermoso y sublime Dogma de
espiritual, y por lo tanto inteligente y libre; se la encarnación del Verbo, ¡qué abismos de saber
nos dice que consta además de un cuerpo, for- se ahondan en tan profundo misterio! Desde allí
mado por Dios del barro de la t i e r r a ; organismo se derrama luz divina acerca de la personalidad
maravilloso que deja ver la sabiduría de su Cria- humana y de la personalidad divina; se establecen
dor; á esto añádase lo referente á las gracias clara y perfectamente las nociones de naturaleza,
singulares que le fueron otorgadas, hasta el punto de unión hipostática, y se ven delineados los dere-
de ser elevado al orden de la adopción y destinado chos de la personalidad, las funciones de la natura-
á la bienaventuranza sobrenatural. De esta suerte leza, y al propio tiempo, ¡qué g a r a n t í a inmensa
se tienen una psicología, una fisiología y un orden resulta de ahí p a r a afirmar sobre bases inconmo-
moral asentados sobre firme base y defendidos vibles la importancia y grandeza de la naturaleza
humana, tan mal p a r a d a hoy, con los ataques abrazan, por inefable modo, la justicia y la mise-
atrevidos, injustos, perniciosísimos y degradantes ricordia, y en fin, allí se ve el alto precio del alma
que se la dirigen mediante las descabelladas doc- humana que se rescata mediante el valor infinito
trinas de la antropología materialista! ¿Cómo es de la sangre de Jesucristo. Y de ese drama subli-
posible que el Verbo de Dios se hubiese encarnado me, ¡qué luz y qué fuerza brotan p a r a la vida
y unídose con unión estrecha y personal á la na- moral! Allí se aprende á sufrir, á ser fiel á Dios,
turaleza humana, si el hombre no fuese más que á sacrificarse, y sobre todo, se aprende el difícil
una bestia más ó menos perfeccionada ó mera arte de a m a r á Dios con desinteresado y ardiente
agrupación de células, máquina humana, como amor. Y á todo lo dicho, añádese la luz verdade-
algún naturalista moderno llegó á pretender? ramente celestial que de allí parte al mundo su-
Pero, admitida la verdad católica, ¡qué gloria tan blime del arte.
alta y tan p u r a resulta de ahí p a r a la humanidad! Vengamos al infalible y amoroso magisterio
¡ Qué fuente de luz p a r a la ciencia y qué raudales de la Iglesia, tesoro de la verdad y fuente de vida
de belleza é inspiración p a r a el arte! Y luego la sobrenatural. Cristo al f u n d a r su Iglesia, «no vino
historia ve en Jesucristo la razón altísima del á destruir la ley, sino á completarla», á perfec-
plan divino, la g r a n clave que todo lo explica, el cionarla; y así debió, como lo hizo, dejar en el
punto de enlace de todas las cosas, el astro cen- mundo un magisterio perfecto, incapaz de dar á
tral, el sol más importante en ese mundo del espí- los hombres el error en cuenta de verdad; y por
ritu y de la materia, pues que en el Verbo está la lo tanto la Iglesia, establecida sobre la roca
síntesis de cuanto existe. E s Dios y está el infi- firmísima de Pedro. Sobre esa roca destinada á
nito ; es hombre y está la reunión de los dos mun- sufrir, sin ser jamás vencida, las acometidas de
dos; el espiritual y el material resumidos admira- la mentira, sobre esa roca, decimos, levántase el
blemente en el organismo humano. edificio majestuoso y admirable de la Iglesia.
En cuanto á la Redención, cuadro admirable Ahora bien; si la Iglesia es maestra infalible en
y sublime, harto se ve que de allí fluyen torrentes materias de fe y costumbres, ¿qué luz tan clara
de luz que dejan ver toda la grandeza de la justi- y segura no reportará el entendimiento en todos
cia divina, la inmensidad de la misericordia de aquellos difíciles y variados problemas referentes
Dios, el amor inefable, ardiente, incomprensible á Dios, su naturaleza y atributos, su vida íntima,
con que se sacrifica por el hombre, la hermosa su acción creadora, las relaciones del hombre con
economía de la reconciliación del género humano Dios, ora se le mire como autor del orden natu-
caído por la culpa, divina solución en la cual se ral, ora se le considere como autor del orden so-
brenatural? ¿qué seguridad en el estudio de los te, la inefable adopción que Dios hace en el hom-
misterios, verdaderos abismos de la sublime cien- bre, hermoseando su alma, uniéndosela estrecha-
cia teológica? ¿de cuántos errores nos librará en mente y preparándola para la vida eterna.
lo tocante al origen, constitución y fin del univer- Y fijándonos en cada uno de los Sacramentos,
so, y en lo que mira á este otro mundo abrevia- ¿no vemos como el Bautismo nos ofrece el g r a n
do, el hombre, ya se le considere desde el punto misterio de una regeneración ó nueva vida en el
de vista de su naturaleza, de su origen, de su mi- orden espiritual? ¿No causa verdadera admira-
sión en la vida, de los deberes propios en cuanto ción aquella investidura con que el Espíritu Santo
señorea el alma del confirmado, derramando luz
ser social y religioso, y, en fin, en lo concerniente
divina que nos muestra la excelencia y grandeza
al pavoroso problema de su destino final? Cuando
del hombre cristiano? Por el de la Penitencia, ¿no
se registra la historia y se advierten los innume-
se nos hacen patentes los caminos de la reconci-
rables errores en que h a caido el hombre desti-
liación del hombre con Dios, la obra divina de
tuido de las luces de l a revelación; cuando se
nuestra rehabilitación espiritual, y se nos mani-
atiende á ese espantoso laberinto de opiniones
fiesta la inefable y siempre bondadosa misericor-
que dividen en bandos á los sabios; cuando se es-
dia divina? E n el augusto sacramento de la Euca-
tudian y meditan las increíbles aberraciones de
ristía, ¡qué abismos de ciencia, de sabiduría, de
la filosofía y de la ciencia modernas, emancipadas luz, acerca del amor inefable y ardiente de Dios
del suave yugo de la fe, de las infalibles enseñan- p a r a con el hombre, y de los medios por El esco-
zas de la Iglesia, entonces el ánimo acógese pre- gidos p a r a realizar tan asombroso misterio, abis-
suroso y convencido á l a incontrastable autoridad mo de milagros y fuente asombrosa de enseñan-
de esa madre que nos alimenta con la verdad y zas filosóficas, ora se t r a t e de la substancia, ora
que nos libra del ominoso yugo, de la triste ser- de los accidentes, ora de la extensión, ora del
vidumbre del error. modo diverso de subsistir con que puede hallarse
Si miramos y a á ese orden misterioso y ver- un ser, y hasta las relaciones del mismo con los
daderamente inefable de la gracia, ¡ qué asombro- sentidos y con el entendimiento 1
sas lecciones vemos allí p a r a iluminar ese gran-
dioso mundo del orden moral! La gracia ilustra Por el sacramento de la Extremaunción se nos
el entendimiento, es f u e r z a divina que robustece hace ver las funestas consecuencias de la culpa,
el alma, que la lleva á la práctica del bien; ahí los estragos y raíces que deja en el alma, la ne-
se descubren la debilidad humana y la bondad di- cesidad que el hombre tiene de robustecerse es-
vina, y en ese don que se llama gracia santifican- piritualmente para reñir la última batalla con los
enemigos de su salvación, y la misteriosa influen- nes buenas ó malas de este ser misterioso que se
cia que la gracia sacramental ejerce sobre la sa- llama el hombre, destinado á una bienaventuran-
lud y la vida en el orden físico. En el sacramento za eterna y á vivir en la posesión y goce inefable
del Orden admiramos la benevolencia singular de del mismo Dios.
Dios y el poder extraordinario de su gracia, para
levantar y ensalzar de tal manera al hombre que
LECCIÓN XXXII
le haga como administrador y dispensador de sus
favores. Finalmente, por el del Matrimonio se Acusaciones históricas: Primer punto: Critica de los
nos revela y garantiza la dignidad y grandeza alegatos contra la Inquisición

humana, pues que al unirse el hombre y la mujer Este asunto, del cual tanto se habló y del cual
p a r a los fines propios de aquél, hácenlo mediante se hizo bandera de g u e r r a contra la Iglesia, casi
la consagración que fluye de la santidad del Sa- no debiera tocarse aquí, tan vulgar es ya, y casi
cramento. tonto. Herejes é impíos han echado mano de este
La Comunión de los Santos d e r r a m a luz co- argumento, y ha resultado de ahí una historia
piosísima que ilumina el mundo de las relaciones fabulosa, á propósito p a r a cazar incautos y exceT
espirituales del hombre con sus hermanos en la lente para desacreditar á la Iglesia. Mas la histo-
fe y en la caridad, y nos ofrece toda esa hermo- ria verdadera, poniendo las cosas en su lugar,
sura que brilla en la sociedad cristiana, cuyo pa- nos dirá lo que todo eso vale, y nadie que tenga
dre está en los cielos, morada final del hombre un poco de buen sentido histórico-jurídico se
redimido, y que en la tierra vive al dulce calor asombrará de eso, como no se extrañarán los que
del amoroso seno de su madre la Iglesia! dentro de algunos siglos estudien las costumbres
Y por último, como divina coronación de del derecho penal de nuestros días.
todo, como remate de esta hermosa fábrica que P a r a proceder con orden, veremos lo que haya
tiene su asiento en Dios, que brilla á la luz de los de general en el asunto, y luego trataremos de
tiempos y que esconde su admirable y altísima algunas particularidades.
cúpula en los abismos de la eternidad, está el ¿En qué consiste, substancialmente, el tribunal
Dogma de la vida f u t u r a ; desgraciada y terrible llamado Inquisición? E n cosa bien sencilla: Un
p a r a el malvado, gloriosa y feliz para el hombre cuerpo jurídico, encargado de estudiar ó conocer
virtuoso; y á la luz de ese Dogma brilla la justi- (jurídicamente expresándonos), del crimen ó culpa
cia de Dios, su sabiduría infinita, su poder, su de herejía, y estimar la culpabilidad de los juzga-
bondad y la trascendencia inmensa de las accio- dos ó acusados.
Dado el modo de ser de los tiempos, hubo de Inquisición, «pues que sabían bien, dicen los histo-
tomar parte en el asunto que, como tribunal, era riadores, que si obtenían tales jueces no podían
tribunal eclesiástico, el poder civil; no p a r a ser condenados á muerte». Felipe el Hermoso les
juzgar ó estimar lo r e f e r e n t e al caso doctrinal, negó esta satisfacción».
sino para defender el orden temporal ó civil, Véase también lo que afirmaba el Conde de
pues que se trataba de un enemigo común. Así Maistre:
pues, diremos con el a b a t e Cauly, que el poder «La Inquisición es, por su naturaleza, buena,
eclesiástico tenía su p a r t e en lo referente á esti- suave y conservadora; es el carácter indeleble de
mar la culpa, y el poder temporal hacíase cargo toda institución eclesiástica; lo véis en Roma y lo
de los reos y los castigaba. veréis por donde quiera que la Iglesia mande.
La razón ó valor de dicho tribunal eclesiástico, Mas si el poder civil, adoptando esa institución,
mirado el asunto como labor jurídica, es lauda- juzga oportuno, para su propia seguridad, hacerla
más severa, la Iglesia no es responsable de eso».
ble si se atiende á la época y principios que la
(Carta primera á un gentil hombre ruso acerca
gobernaban. ¿Por v e n t u r a en la Iglesia los pas-
de la Inquisición).
tores no tienen v e r d a d e r a necesidad, y no es su
oficio propio velar por la pureza de la doctrina Ahora vamos á traducir dos párrafos impor-
y preservar del veneno del error á sus ovejas? Y tantes que en la antes citada obra del abate Cauly
cuando el caso lo requiere, ¿no se acude en todas pueden verse, y dicen lo siguiente:
partes al castigo p a r a l o g r a r el fin bueno que se «No deben juzgarse los actos de los siglos xv y
va persiguiendo? E x t r a ñ a r s e , pues, d é l a existen- xvi como si fueran del siglo xix. E n la Edad Media
cia del tribunal de la Inquisición, supone verda- los reinos cristianos consideraban como un crimen
dera ignorancia ó refinada malicia. no menos perjudicial á la sociedad que á la Reli-
gión la herejía ó el ataque á la fe y á la moral. E n
Viniendo ahora á su proceder ó conducta prác-
toda Europa, el crimen de lesa majestad era cas-
tica, oigamos al abate Cauly que en su obra,
tigado con la última pena, y este último crimen
Apologétique Chret ¿crine, dice lo siguiente:
dividíase en lesa majestad divina y humana. Pues
«Desde el punto de vista de los hechos fué un
bien, todo crimen enorme contra la Religión tratá-
tribunal de reconciliación más bien que de seve-
base como crimen de lesa majestad divina. De
ridad. Ningún tribunal obró jamás con mayor
ahí la costumbre general de quemar á los sacri-
suavidad. De ello tenemos la prueba en el famoso
legos, á los parricidas, á los heresiarcas y á los
proceso de los Templarios de F r a n c i a ; estos acu-
sados pidieron e x p r e s a m e n t e ser juzgados por la herejes obstinados Es preciso pues fijarse en
la época y en las ideas recibidas, tratándose de ponsabilidad, y por otra parte está bien compro-
esa severidad que hoy tendríamos por excesiva, bado : 1.° que ninguna disposición de la Inquisición
y no solamente á la Inquisición sino á la humani- no habría podido ser, no solamente ejecutada,
dad entera sería preciso acusar. pero ni aún publicada sin el consentimiento pre-
«Finalmente, p a r a apreciar una institución vio del r e y ; 2.° que los inquisidores que fallaban
cualquiera debe juzgársela no por un detalle, ni acerca de la culpabilidad no dejaban, al entregar
en tal ó cual momento dado, sino más bien en sus el culpable á la justicia secular, de implorar en
resultados generales. Pues bien, Voltaire lo reco- su favor la piedad y la conmiseración, aún en el
noció y proclamó; á la Inquisición es á quien caso de que todos los medios de traerle al arre-
E s p a ñ a debe el haber escapado á todos los horro- pentimiento y de salvarle hubiesen fracasado».
r e s que han deshonrado á todas las demás nacio- E n cuanto al fabuloso número de víctimas
nes de Europa, á los asesinatos, á las g u e r r a s achacadas á la Inquisición española, debemos
civiles de religión». notar que es obra del conocido Llórente, que
Ahora conviene que pasemos á la horripilante inventó á su gusto, formando un cálculo sin base
Inquisición española, contra la cual se han dicho debida, y la cosa está hoy del todo desacreditada
las más increíbles tonterías, indignas, cierta- entre las personas formales. El mismo abate
mente, de personas serias. No pretendemos de Cauly, exponiendo este asunto en sus pormenores,
maestros en asuntos históricos; así dejemos hablar saca la siguiente conclusión: « El número de víc-
en este asunto á quienes pueden con autoridad timas citado por Llórente es, pues, exagerado». Y
hacerlo. al hablar de la expulsión de los moros de España,
El abate antes citado, y en su también poco- dice así:
h a citado libro, se pregunta: . «Se ha calificado de severo el edicto del 12 de
«¿La Inquisición española fué un tribunal de febrero de 1609, que expulsaba á los moros de
sangre?» Y contesta: E s p a ñ a ; mas esta medida enteramente política
«Es evidente que la Inquisición, teniendo el fué aprobada y considerada como una necesidad
encargo de aplicar las leyes de España, debió, de Estado por los hombres más ilustrados de
como todo tribunal en este mundo, comprobar España».
delitos y aplicar castigos. No al tribunal, sino á la Digamos algo de los famosos autos de fe. Con-
ley es á quien deben hacerse cargos por sus apli- sistían éstos en sentencias absolutorias de las per-
caciones severas y aún sangrientas. Es, pues, á sonas acusadas injustamente y en la reconcilia-
la legislación real á quien debe imputarse la res- ción de los pecadores arrepentidos con la Iglesia.
E n esto no había fuego ni tortura. Pero si ocurría
que hubiese herejes obstinados ó criminales pro- que los hijos de los herejes fuesen tratados con
bados, en ese caso se les entregaba al brazo se- bondad aún después de esos intervalos; que nadie
cular. fuese detenido por blasfemia escapada en un mo-
El famoso historiador ó soñador Llórente, al mento de cólera, y si se trataba de propósitos
hablar de las víctimas de la Inquisición de Tole- heréticos exigía un certificado de médico, decla-
do, en los autos de fe de los días 12, 2, 1.° y 10, de rando que no había enajenación mental. El artí-
los meses relativamente de febrero, abril, mayo y culo 8 de los Estatutos de 1496 ordena un castigo
diciembre de 1486, v a citando números, y llega público contra los falsos testigos y recomienda
nada menos que á la cifra de 1.700 víctimas. El que se desconfíe de los acusadores. El artículo 23
abate Cauly, que estudió bien este asunto, afirma permite al acusado escoger un procurador entre
que no hubo ni una sola condenación capital; y los abogados del Santo Oficio, y exigir de él jura-
M. Bourgoing, embajador de España, en su Ta- mento de g u a r d a r secreto, de defender sincera y
blean de l'Espagne moderne, dice: «Confesaré, lealmente á su cliente. Si el acusado era pobre,
para rendir homenaje á la verdad, que la Inquisi- su abogado lo pagaba el fisco. El acusador debía
ción podría citarse en nuestros días como un mo- jurar que no se hallaba inspirado por el odio.
delo de equidad». Los procesos verbales se le leían dos veces al
acusado en presencia de testigos eclesiásticos.
E n cuanto á los procedimientos empleados por Finalmente, los inquisidores debían poner todo
la Inquisición, vamos á ver si se cometían arbi- cuidado en conocer lo que podía disculpar al
trariedades, violencias ó algo ignominioso ó infa- acusado, y una vez terminada la instrucción pre-
mante. guntarle todavía si deseaba nuevas investiga-
Traduzco, para no hablar por cuenta propia y ciones.
p a r a ser exacto, la siguiente página que es en
verdad interesante: «No es cierto que la Inquisición española hu-
«No es cierto que la Inquisición española haya biese inventado torturas no acostumbradas. Apli-
cometido arbitrariedades ó violencias á medida cábase, por el contrario, á suavizar los procedi-
mientos de la justicia en esta época. Llórente lo
de sus caprichos. Se la representó como un móns-
confiesa: mientras las otras prisiones eran hoyos
truo insaciable, siempre en acecho p a r a apode-
negros y húmedos, las de la Inquisición eran
r a r s e á la menor sospecha de sus víctimas. La
habitaciones abovedadas y secas. Ni cadenas, ni
verdad es que, como todos los tribunales, conce-
esposas, ni collares de hierro. Contrariamente á
día hasta tres veces intervalos de g r a c i a ; quería
las costumbres recibidas en los tribunales civiles,
no se permitía renovar la tortura en el curso del de San Bartolomé y de la revocación del Edicto
nuevo proceso». (1) de Nantes.
Este asunto de la Inquisición ha obligado á l.° La noche de San Bartolomé.—No es cosa
t r a b a j a r á los defensores de la verdad histórica. nueva ni mucho menos este asunto; pero, en bre-
Difícilmente hoy habrá quien se atreva á renovar ves términos, allá va la noción que acerca de eso
la contienda; sería dar de sí pobrísima idea. Mas nos ofrece el abate Cauly en su tan citado libro,
los que deseen estudiar despacio el asunto pue- Apologétique chretienne:
den registrar los trabajos de los señores Ortí y «Entiéndese por la Saint-Bar thélemy la ma-
L a r a , Rodrigo, Rubió y Ors, Menéndez Pelayo y tanza de los hugonotes ó protestantes, que ocurrió
el folleto titulado: La Inquisición, por un Amigo en Francia la noche del 24 de agosto, fiesta de
del pueblo. San Bartolomé, 1572, bajo la disposición de Car-
los IX, influido por los consejos de su madre, Ca-
LECCIÓN X X X I I I talina de Médicis».
E n cuanto al número de víctimas, andan los
Las llamadas persecuciones hechas por los católicos
pareceres profundamente divididos; hay quien lo
Nótese bien, en el presente asunto, que aquí fija en cuatro mil muertos; y también se encuen-
no debe tratarse de las cuestiones que ofrecen t r a n quienes lo hacen subir hasta veinte mil. No
responsabilidad á personas ó entidades que nada falta quien busque un término razonable entre
tienen que ver con la conducta ó manera de pro- ambas cifras.
ceder de la Iglesia. Y así, si la autoridad civil, en De este hecho se tomó pretexto p a r a acusar
los asuntos de la Inquisición, lleva cargos ó culpas á la Iglesia católica, presentándola como autora
en alguna ocasión, estos cargos no deben recaer de esa obra. El abate citado estudia la cuestión
sobre la Iglesia; y otro tanto debe hacerse cuando y establece las siguientes proposiciones: 1.a L a
en las persecuciones (dando á este vocablo el Iglesia católica no tuvo intervención alguna en
sentido lato que comprende todo vejamen) toman esa matanza. 2. a Tal asunto fué cuestión de pros-
c a r t a s en el asunto, no la Iglesia, que es madre, cripción, cosa debida á la política de Carlos IX y
sino personas ó entidades que no son la Esposa de Catalina de Médicis. 3. a Que no llegan, ni con
de Cristo. mucho, el número de víctimas á lo que sobre el
Vamos pues á decir algo de la famosa noche caso se h a escrito.
L a 1. a proposición resulta demostrada si se
(1) Abate C a u l y , obra citada. tienen en cuenta las siguientes consideraciones:
no se permitía renovar la tortura en el curso del de San Bartolomé y de la revocación del Edicto
nuevo proceso». (1) de Nantes.
Este asunto de la Inquisición ha obligado á 1.° La noche de San Bartolomé.—No es cosa
t r a b a j a r á los defensores de la verdad histórica. nueva ni mucho menos este asunto; pero, en bre-
Difícilmente hoy habrá quien se atreva á renovar ves términos, allá va la noción que acerca de eso
la contienda; sería dar de sí pobrísima idea. Mas nos ofrece el abate Cauly en su tan citado libro,
los que deseen estudiar despacio el asunto pue- Apologétique chretienne:
den registrar los trabajos de los señores Ortí y «Entiéndese por la Saint-Barthélemy la ma-
L a r a , Rodrigo, Rubió y Ors, Menéndez Pelayo y tanza de los hugonotes ó protestantes, que ocurrió
el folleto titulado: La Inquisición, por un Amigo en Francia la noche del 24 de agosto, fiesta de
del pueblo. San Bartolomé, 1572, bajo la disposición de Car-
los IX, influido por los consejos de su madre, Ca-
LECCIÓN X X X I I I talina de Médicis».
E n cuanto al número de víctimas, andan los
Las llamadas persecuciones hechas por los católicos
pareceres profundamente divididos; hay quien lo
Nótese bien, en el presente asunto, que aquí fija en cuatro mil muertos; y también se encuen-
no debe tratarse de las cuestiones que ofrecen t r a n quienes lo hacen subir hasta veinte mil. No
responsabilidad á personas ó entidades que nada falta quien busque un término razonable entre
tienen que ver con la conducta ó manera de pro- ambas cifras.
ceder de la Iglesia. Y así, si la autoridad civil, en De este hecho se tomó pretexto p a r a acusar
los asuntos de la Inquisición, lleva cargos ó culpas á la Iglesia católica, presentándola como autora
en alguna ocasión, estos cargos no deben recaer de esa obra. El abate citado estudia la cuestión
sobre la Iglesia; y otro tanto debe hacerse cuando y establece las siguientes proposiciones: 1.a L a
en las persecuciones (dando á este vocablo el Iglesia católica no tuvo intervención alguna en
sentido lato que comprende todo vejamen) toman esa matanza. 2. a Tal asunto fué cuestión de pros-
c a r t a s en el asunto, no la Iglesia, que es madre, cripción, cosa debida á la política de Carlos IX y
sino personas ó entidades que no son la Esposa de Catalina de Médicis. 3. a Que no llegan, ni con
de Cristo. mucho, el número de víctimas á lo que sobre el
Vamos pues á decir algo de la famosa noche caso se h a escrito.
L a 1. a proposición resulta demostrada si se
(1) Abate C a u l y , obra citada. tienen en cuenta las siguientes consideraciones:
1 El asunto de que se t r a t a era m á s pólitieo desgraciadas víctimas. El martirologio calvinista
que religioso. No se trataba de doctrinas; tratá- escribe que en Lyon, en Tolosa, en Bourges, los
base de rebelión. El abate Cauly sintetiza esto en conventos sirvieron de asilo. El obispo de Lisieux,
breves y claras palabras, diciendo: « T r e s revuel- Hennuyer, se opuso á la matanza mandada por
tas anteriores, algunas ciudades substraídas á la el rey; en Nimes los católicos, t a n maltratados
obediencia real, sitios sostenidos, tropas extran- por los protestantes, son quienes toman á los per-
jeras introducidas en el reino, cuatro batallas seguidos bajo su protección».
dadas contra el ejército del r e y y de su madre.
Vengamos ya á otro punto de la presente
Así Carlos IX, después de la Saint-Barthélemy,
cuestión.
escribía á Schömberg, su embajador en Alemania,
L a persona de Coligny entra en esto de muy
hablando de los hugonotes: No me era posible
especial m a n e r a ; los protestantes pónenle muy
soportarlos».
alto; pero es el caso que el famoso almirante em-
L a cuestión religiosa p a r a n a d a entraba en el puñó las a r m a s contra el Estado y se hizo reo de
asunto; prueba de ello está en los edictos reales lesa majestad. Tratándose de labor histórica tan
que hacían constar que en n a d a se molestase á delicada, preferimos hablar con palabras ajenas.
los protestantes.
El mismo abate, de quien venimos tomando tantos
2. a Los personajes que intervienen en el asun- datos, después de apuntar la prueba de la rebe-
to son todos personajes ajenos al clero; allí no lión del almirante, que resulta comprometido por
aparece ninguna dignidad eclesiástica ni sacer- sus papeles, en los cuales se trata desús complots,
dote alguno. Cierto que se hace mención, en algu- escribe que registrando eso no costará trabajo
na parte, de los cardenales de Birague y de Retz; persuadirse de que se había hecho insoportable á
pero nótese que no son sino los mariscales de tal Carlos IX y lo mismo á Catalina de Médicis, y se
nombre, y no los cardenales; ni podían serlo, por- declaraba enemigo encarnizado de los Guisas,
que ambos vistieron la p ú r p u r a cardenalicia algu- cómplice y también instigador de Poltrot y asesino
nos años después de lo ocurrido en 1572; el prime- del Duque.
ro en 1578 y el segundo en 1587.
¿La matanza de los hugonotes fué un complot
3. a Según el abate Cauly tenemos lo siguiente: fríamente tramado ó fué una explosión rápida,
«La religión católica e n t r a menos aún como labor del momento traída por las circunstancias?
agente en la matanza. No podría citarse la inter- Los que defienden la causa de sus correligionarios
vención del clero; la historia, por el contrario, protestantes dicen que fué asunto preparado con
refiere que el catolicismo abrió sus puertas á las largo espacio de tiempo; no faltan quienes lo con-
sideran como cosa repentina. Dejando á un lado si se mira á lo que dan de sí las cifras ó hechos
los pormenores que aquí no son de rigurosa nece- determinados en el martirologio calvinista, si se
sidad, y notando lo que en breves términos apun- atiende á otros datos que merecen entrar en el
ta el abate Cauly en su precitado libro, véanse asunto resulta, según el abate Cauly, una cifra,
sus palabras que ofrecen la conclusión sobre este
que podemos llamar la cifra histórica, reducida á
determinado punto:
dos mil. Y en resumen, bien estudiado el asunto,
«Añadamos cuan poco verosímil es que el cabe decir lo siguiente que el abate Cauly estam-
complot se mantuviese oculto durante siete años, pa al final de su estudio sobre la materia de que
como lo pretenden los protestantes que lo hacen venimos tratando: « A los ojos de la sana crítica
r e m o n t a r á la entrevista de Bayona, y cuan al cabe decir que la luz se ha hecho tocante á un
contrario, el conjunto de los hechos se harmoniza acontecimiento que ningún espíritu formal é ins-
mucho mejor con el parecer de una determinación truido debe imputar á la Iglesia».
súbita que deja casi todo á lo imprevisto y al La revocación del edicto de Nantes.—Asunto
f u r o r de las pasiones populares». es éste que ya nadie se acuerda de él si se tiene
Si se trata de la extensión de la matanza, pa- un poco de buen sentido histórico; no hay en él
rece que el asunto debió limitarse á París; no se nada que tenga que ver con la religión; trátase
sabe con certeza que las órdenes del rey, por lo de un asunto enteramente político. Y no obstante,
menos órdenes generales, se hubiesen extendido ciertas gentes se han dado á la ingrata y nada
á las provincias. Las actas de los llamados márti- justa labor de envolver á la Iglesia en tal asunto.
r e s protestantes nos suministran datos para pen- Nótese que en el edicto de Nantes hacíanse
s a r que en las provincias los gobernadores proce- concesiones ó privilegios en favor de los protes-
dieron sin recibir disposiciones del rey, «y, dice tantes, y ese acto era cosa de la autoridad real.
el a b a t e Cauly, según sus interpretaciones indi- Debe notarse que esas concesiones hechas á los
viduales ó en vista de mensajes particulares». protestantes podían t r a e r consigo abusos que
¿Fueron muchas las víctimas ocurridas en esa habrían de exigir luego la correspondiente re-
m a t a n z a ? La divergencia es enorme; quien dice ' presión; esos abusos, efectivamente, se produje-
que llegaron á diez mil, quien á treinta mil; no ron; los protestantes llegaron á tener, de hecho,
falta quien llega hasta setenta mil, y alguien inte- una especie de autonomía, y se negaron á cumplir
resado en acrecer el número las eleva hasta cien el convenio ó condición de restituir á los católicos
mil. Pero si se atiende á lo que hubo de exage- las iglesias que debían devolverles. Esto provocó
ración por parte de autores interesados en ello, ó creó una verdadera situación de guerra. El
proyecto era nada menos que dividir la Francia mero de franceses seducidos, hacer salir del reino
en porciones. A pesar de las repetidas veces que á los más obstinados en el error, finalmente poner
se les otorgó la paz, las revueltas repetíanse y se á los sectarios en la imposibilidad de emprender
creaba á la nación un estado de peligro constante. nada contra la paz y la tranquilidad interior del
Las cosas llegaron á extremo tal, que el rey Estado. Tales resultados compensarían largamen-
te los perjuicios materiales que la salida de los
Luis XIV se vió obligado á tomar serias medidas,
calvinistas f u e r a del reino hubiera podido causar
dejando el mal cortado de raíz; entonces, en 1685,
á Francia, suponiéndolos t a n verdaderos como se
se dictó la revocación del edicto de Nantes.
pretendió con mucha exageración».
Si la cuestión se mira á la luz de la Religión,
desde luego se debe notar que cuando existe una
Religión verdadera, ésta tiene de su p a r t e los legí- LECCIÓN XXXIV
timos derechos de la verdad, y el poder civil de-
Algunos puntos histórico-cientíñcos - Los Antípodas—
fendiendo su causa no hace más que poner la Proceso de Galileo.
espada al servicio de la verdad, que es ponerla al
servicio del bien. Y en el orden social, ¿ quién des- Estos asuntos de pormenor difícilmente pue-
conoce que la influencia de la verdad lleva consigo den entrar en un trabajo que, como el presente,
la estabilidad del orden, obligando á cada cual debe ser labor orgánica y no labor de yuxtaposi-
á respetar los derechos ajenos y á venerar debi- ción ; pero las necesidades de la polémica lo piden,
damente á la autoridad, verdadera representación y p a r a responder, siquiera brevemente, á ciertas
de Dios en la tierra y condición precisa para el objeciones que pueden ofuscar aunque carezcan
sostenimiento de la unidad y del bienestar social? de base en el terreno de los principios, necesario
es tocarlas, sin otorgarles más valor que el que
Resumiendo el asunto cabe decir en justicia que
en realidad tienen.'
la más escrupulosa crítica histórica nada tiene
que echar en cara á la Iglesia en el asunto aquí Y viniendo al asunto de los Antípodas vamos
tratado. á exponerlo y tratarlo, tomando los materiales
que al efecto consigna el abate Cauly al estu-
El abate Cauly cierra la cuestión largamente
diarlo en su citado trabajo apologético.
por él estudiada, con la siguiente cita de Luis
Según Baronio, el P a p a Zacarías escribió u n a
Blanc, tomada del 2.° tomo de sus obras. Dice así:
carta, refiriéndose á un sacerdote irlandés llama-
«Esta medida tuvo por efecto reparar una
do Virgilio, que se había trasladado á Alemania
multitud de injusticias hechas á los católicos,
para ocuparse en predicar la fe cristiana. La fe-
hacer volver á la verdadera fe muy crecido nú-
cha de ese documento e r a del apo 749 y la carta, men. Virgilio llegó á ser obispo de Saltzbourgo y
dirigida á San Bonifacio, decía lo siguiente: «Si murió en 780. Los milagros que se obraban en su
está probado que sostiene (Virgilio) que hay otro sepultura obligaron á contarle en la categoría de
mundo y otros hombres sobre la tierra, otro sol y los santos, por el P a p a Gregorio IX, en el siglo xm.
otra luna, expulsadle de la Iglesia en un concilio, Pues todo eso no podría explicarse si alguna vez
después de haberle despojado del sacerdocio». De Virgilio hubiera sido declarado hereje, y aún si
aquí se trató de sacar una conclusión que el abate hubiera sido sospechoso de herejía, sin justificarse
Cauly encierra en los siguientes términos: «que de esta sospecha».
el sacerdote Virgilio había sido condenado como Y si después de lo dicho todavía se insistiese,
hereje por el Papa Zacarías, por haber enseñado generalizando, en que de. todos modos resultaba
la existencia de los antípodas... Pues eso es, sin condenado el creer en la existencia de los antípo-
embargo, un hecho actualmente demostrado por das, el mismo abate Cauly responde:
la ciencia; luego la Iglesia se halla en oposición «Contestaremos á eso que en la carta de Za-
con la ciencia; se a r r o g a en las cuestiones cien- carías no se t r a t a de antipodas, si no tan sólo «de
tíficas un derecho que no le compete, y manifies- otro mundo, de otros hombres, de otro sol y de
tamente se arrojó en el e r r o r » . otra luna». Pues bien; los antípodas no s o n d e
Ahora bien; de ahí ¿qué se deduce? No cier- otro mundo; son hombres de la misma especie;
tamente que Virgilio h a y a sido excomulgado en tienen el mismo sol y la misma luna. No puede,
calidad de hereje, por haber enseñado la existen- pues, tratarse de los antípodas en el sentido rigu-
roso de esta palabra y como la ciencia actual nos
cia de los antípodas; t r á t a s e ahí, dice el abate
los hace conocer. No es, pues, cierto que la Igle-
Cauly, de una suspensión y degradación, pero es
sia haya nunca declarado herejes á quienes soste-
asunto de pena conminatoria, y que no se refiere
nían la existencia de los antípodas.
á la herejía. Después a ñ a d e :
«La historia demuestra claramente que la Proceso de Gálileo.— Asunto es éste que dió
condenación no se hizo nunca. E n efecto, Virgi- mucho juego. Hoy ningún hombre formal se
lio quedó en los mejores términos con el apóstol acuerda de eso, y todo el mundo sabe perfecta-
mente esa historia, que corre en las piezas del
de Alemania, San Bonifacio; en parte alguna se
proceso publicadas por L'Epinois. Mas como
encuentra que hubiese ocurrido sobre este punto
quiera que es necesario decir algo y resumir el
examen jurídico, ni que Virgilio hubiese ido á
asunto, vamos á trasladar aquí su síntesis, tal co-
Roma p a r a ser allí examinado, como lo prescri-
mo se lee en el docto y elegantemente escrito li-
bía la carta de Zacarías, si hubiera motivo de exa-
bro de don Miguel Mir, Harmonía entre la ciencia
lante, á los 5 de Marzo de 1518, la Congregación
y la fe.
del índice condenaba, como contraria á las Divi-
En el capítulo que dedica á éste y otros asun- nas Escrituras, la opinión de la movilidad de la
tos de carácter histórico, escribe: tierra y de la inmovilidad del sol, y suspendía
«La dificultad, reducida á sus términos más hasta nueva corrección los libros de Nicolás Co-
sencillos, es la siguiente: El miércoles, 24 de Fe- pérnico y Diego de Stúñiga y las demás obras
brero de 1616, habiendo sido presentadas á la cen- donde se enseñase tal doctrina. Este es el resu-
sura del Santo Oficio dos proposiciones enseñadas men de los documentos oficiales más importantes
por Galileo, en las cuales se afirmaba: 1.°, que el de la causa de Galileo, según constan en el pro-
sol es el centro del mundo, y, por consiguiente, ceso, folio 377 v.°, 378 y 380 v.°, y páginas 39, 40
está inmóvil con movimiento local; y 2.°, que la y 42. ¿Cómo vino á darse esta sentencia? ¿Cuál
tierra no es el centro del mundo ni está inmóvil, es su autoridad? ¿Qué puede resultar de ella con-
sino que se mueve toda por sí misma, y aun con t r a la infalibilidad doctrinal de la Santa Sede?
movimiento diurno, aquel Tribunal dió su censu- ¿En qué se opuso á los derechos, adelantos y con-
ra unánime, diciendo: 1.°, que la primera propo- quistas de la ciencia?
sición era necia y absurda en filosofía y formal- « Desde luego aparece extraño que habiendo el
mente herética, por contradecir expresamente en sistema del movimiento diurno de la tierra sido
muchos lugares á la Sagrada Escritura, tomados enseñado desde el año 1435 por el cardenal Nico-
según la propiedad de las palabras y según la in- lás de Cusa, por Copérnico en su libro De revolu-
terpretación y común sentir de los Santos Padres tionibus orbium ccelestiunj, publicado en Nurem-
y doctos teólogos; y 2.°, que á la segunda corres- berg en 1543 y dedicado al P a p a Paulo III, por al-
pondía igual censura en filosofía, y que, en lo to- gunas escuelas italianas, y aun en presencia de
cante á la verdad teológica, era, por lo menos, Clemente VII, sin promover reclamación ni cen-
errónea en la fe. El viernes, 26, llamado Galileo sura de ninguna especie, se levantaran tales cla-
en presencia del cardenal Belarmino, éste le ad- mores al ser enseñado por Galileo, que se creyese
virtió de la censura de sus doctrinas, mandándole, necesaria la intervención de la autoridad ecle-
en nombre del Sumo Pontífice y de la Congrega- siástica. Algún elemento extraño hubo de mez-
ción del Santo Oficio, que, abandonando tales opi- clarse sin duda alguna en la contienda. ¿Pudo
niones, no fuese osado de enseñarlas en adelante, ser la sospechosa heterodoxia del autor, que con
de palabra ni por escrito, á cuya orden Galileo sus doctrinas astronómicas quisiese apoyar algu-
se sometió prometiendo obedecer. Dos años ade- na doctrina contraria al Dogma católico? No;
pues Galileo fué siempre hijo sumiso de la Igle- Hay autores que quieren defender ó excusar la
sia, y en sus dichos nada hay que se aparte del doctrina del Tribunal. Otros creen que ya que la
común sentir de los teólogos, aun en la cuestión porfía había llegado al extremo de tener que in-
gravísima que se agitaba en el fondo de aquella tervenir en ella la autoridad eclesiástica, ésta ha-
discusión, es á saber: la manera de interpretar bía de templar su rigor, ceñirse á la parte de exé-
los textos de las Sagradas Escrituras relativos á gesis que entraba en la discusión, y no propasarse
las verdades científicas. ¿Sería tal vez la preten- á declarar necia y disparatada la doctrina del mo-
sión de hacer pasar por tesis y verdad asentada vimiento de la tierra.
lo que no era m á s que hipótesis más ó menos pro- «De todos modos, queda en salvo la autoridad
bable? Tampoco, pues como tesis lo había defen- del Romano Pontífice, pues ni parece su nombre
dido Copérnico y otros, y nadie les había ido á la en el Decreto, ni en todo él se ve la sombra más
mano. El daño de Galileo estuvo en que, ya fuese leve de definición doctrinal pronunciada ex cathe-
imprudencia de su parte, ya pérfida maniobra de dra y dirigida á toda la Cristiandad. Y cierto que
sus adversarios, la discusión, que no hubo de sa- no deja de ser prueba de especialísima asistencia
lir jamás del terreno científico, pasó al teológico de Dios en el gobierno de su Iglesia el que no die-
y exegético; salieron á la discusión textos de las se la tal definición á pesar de lo mucho que inte-
Divinas Escrituras, y los adversarios de Galileo resaban en ella las pasiones en que hervían los
se aprovecharon del abuso que hacía de ellas; y ánimos de los adversarios de Galileo. Hoy día es
como, por otra parte, las pruebas que presentaba fácil señalar el error del Tribunal de la Inquisi-
de su sistema distaban mucho de ser eficaces y ción ; mas en la época en que se condenó la doc-
concluyentes, la briosa escuela de los peripatéti- trina del movimiento de la tierra, estaba muy le-
cos, que creía que con el sistema de Galileo se pi- jos del grado de certidumbre que ahora alcanza;
soteaba la filosofía de Aristóteles, como alguno y como la enseñanza de Galileo iba enlazada con
de ellos decía (1), con error y pasión manifiesta, interpretaciones de textos de la Escritura algo
consiguió llevar la cuestión al Tribunal del Santo aventurados, pertenecía á la autoridad de la pro-
Oficio, el cual, después de largo examen, prohibió videncia eclesiástica el precaver que la interpre-
tación de la Divina Escritura no padeciese con
las doctrinas de Galileo y condenó á su autor á
conjeturas é hipótesis entonces poco verosímiles
desdecü'se de ellas y á no enseñarlas en adelante.
y abiertamente opuestas al sentir de la mayor
parte de los matemáticos de aquel tiempo. Todo
(1) El d o m i n i c a n o P. Lorini en la c a r t a en q u e d e n u n c i a b a á Galileo bien mirado, el decreto tfel Santo Oficio está tan
delante del T r i b u n a l del S a n t o Oficio.
lejos de encerrar espíritu de persecución contra cometió el desacierto de mezclar la Sagrada Es-
la ciencia, que más bien fué encaminado á defen- critura en su teoría; el Santo Oficio se equivocó,
der sus derechos tales como entonces se enten- mas bajo la presión de las convicciones sinceras
dían. De hecho los jueces se engañaron, dice de un siglo de fe, que creía que la cuestión de
L'Epinois; (1) pero en derecho, si veían la Re- dogma se hallaba envuelta en el debate; fué el
ligión amenazada y perturbadas las conciencias error de una congregación y no de la Iglesia ni
por una teoría todavía sujeta á duda y discusión, del P a p a ; y finalmente, el mismo Galileo abjuró
¿no podían, por ventura, decirlo, no con ánimo su sistema como falso y erróneo, lo cual mues-
de impedir los progresos de la ciencia, sino se- tra que la verdad científica distaba de verse con
ñalando el peligro de afirmar y enseñar esta doc- claridad. Añadamos que su opinión, referente á la
trina como verdad absoluta? Por lo demás no de- inmovilidad del sol, está hoy demostrada científi-
jaremos de observar que los tormentos padecidos camente falsa; pues el sol describe en el espacio
por Galileo, que tanto han ponderado los adver- una inmensa órbita, en torno de una estrella de
sarios de la Iglesia, y aquel famoso Epur si inno- la constelación de las Pléyades, vecina de Alción,
la cual sería, si no el centro del mundo, por lo
ve, que todavía llena de filantrópica indignación
menos el centro del sistema solar. Sobre este
el pecho de más de un enemigo del Santo Oficio,
punto, los jueces de Galileo eran quienes tenían
son simplezas ridiculas que no han tenido m á s
razón».
fundamento que la acalorada fantasía de los que
han novelado en la historia de las ciencias natu-
rales ».
LECCIÓN XXXV
P a r a terminar vamos á traducir un párrafo
sintético y que no carece de importancia, que el Los P a p a s . - L o que hay acerca de los pretensos malos
Pontífices
abate Cauly pone al final de su estudio en la pre-
sente cuestión, al tratar el punto de la condena- Escribir una Apología del Pontificado fuera
ción del sistema astronómico de Galileo: labor larguísima, y por otra parte aún podríamos
«En resumen, el sistema de Galileo tenía con- añadir que inútil; después de los libros del Dr. Ri-
t r a sí su novedad, las opiniones contrarias de la vera y Palma, sin olvidarse de la soberbia obra
época y aun de los sabios; el famoso astrónomo del conde de Maistre, de Luis Veuillot, de Marín
Ordóñez, del malogrado y docto Sr. Ferreiroa
y de los estudios magistrales del canónigo Didier,
(1) E n el p r ó l o g o que encabeza la colección de d o c u m e n t o s sobre el
¿qué habíamos de decir los que no somos maes-
p r o c e s o de Galileo.
lejos de encerrar espíritu de persecución contra cometió el desacierto de mezclar la Sagrada Es-
la ciencia, que más bien fué encaminado á defen- critura en su teoría; el Santo Oficio se equivocó,
der sus derechos tales como entonces se enten- mas bajo la presión de las convicciones sinceras
dían. De hecho los jueces se engañaron, dice de un siglo de fe, que creía que la cuestión de
L'Epinois; (1) pero en derecho, si veían la Re- dogma se hallaba envuelta en el debate; fué el
ligión amenazada y perturbadas las conciencias error de una congregación y no de la Iglesia ni
por una teoría todavía sujeta á duda y discusión, del P a p a ; y finalmente, el mismo Galileo abjuró
¿no podían, por ventura, decirlo, no con ánimo su sistema como falso y erróneo, lo cual mues-
de impedir los progresos de la ciencia, sino se- tra que la verdad científica distaba de verse con
ñalando el peligro de afirmar y enseñar esta doc- claridad. Añadamos que su opinión, referente á la
trina como verdad absoluta? Por lo demás no de- inmovilidad del sol, está hoy demostrada científi-
jaremos de observar que los tormentos padecidos camente falsa; pues el sol describe en el espacio
por Galileo, que tanto han ponderado los adver- una inmensa órbita, en torno de una estrella de
sarios de la Iglesia, y aquel famoso Epur si inno- la constelación de las Pléyades, vecina de Alción,
la cual sería, si no el centro del mundo, por lo
ve, que todavía llena de filantrópica indignación
menos el centro del sistema solar. Sobre este
el pecho de más de un enemigo del Santo Oficio,
punto, los jueces de Galileo eran quienes tenían
son simplezas ridiculas que no han tenido más.
razón».
fundamento que la acalorada fantasía de los que
han novelado en la historia de las ciencias natu-
rales ».
LECCIÓN XXXV
P a r a terminar vamos á traducir un párrafo
sintético y que no carece de importancia, que el Los P a p a s . - L o que hay acerca de los pretensos malos
Pontífices
abate Cauly pone al final de su estudio en la pre-
sente cuestión, al tratar el punto de la condena- Escribir una Apología del Pontificado fuera
ción del sistema astronómico de Galileo: labor larguísima, y por otra parte aún podríamos
«En resumen, el sistema de Galileo tenía con- añadir que inútil; después de los libros del Dr. Ri-
t r a sí su novedad, las opiniones contrarias de la vera y Palma, sin olvidarse de la soberbia obra
época y aun de los sabios; el famoso astrónomo del conde de Maistre, de Luis Veuillot, de Marín
Ordóñez, del malogrado y docto Sr. Ferreiroa
y de los estudios magistrales del canónigo Didier,
(1) E n el p r ó l o g o que encabeza la colección de d o c u m e n t o s sobre el
¿qué habíamos de decir los que no somos maes-
p r o c e s o de Galileo.
tros en la difícil ciencia de la historia? Pero irregular su elección y se hizo comparecer el
aquí, en este humilde compendio de asuntos apo- cadáver; mutiláronsele algunos dedos, se le des-
logéticos, forzoso es dar cabida, de alguna ma- pojó de las vestiduras sagradas y fué arrojado al
nera, á este punto especial, sin entrar en ge- Tíber. Baronio juzga el asunto diciendo: «Hay
neralidades y concretando el caso, tal como se ahí una violencia tiránica en el hecho, mas no
lee en las páginas que en su Apologétique chré- un error en la fe».
tienne dedica á eso el abate Cauly, vamos á tra- E n 956, un joven afortunado quiso reunir en
tar los puntos siguientes: sí las dos potestades; fué elegido Papa; su nom-
1.° Breves consideraciones generales sobre bre Juan XII; su vida tan estragada que pudo
el asunto. muy bien ser mirado como piedra de escándalo;
2.° La cuestión referente á la Papisa Juana. fué depuesto y recobró por la violencia el poder
3.° Alejandro VI. pontifical; su vida disoluta continuó, y murió sin
Consideraciones generales. — Dado el papel auxilios espirituales.
que en el mundo viene desempeñando el Pontifi- Si se t r a t a de Benedicto IX, elevado á la Sede
cado, ¿qué extraño es que tenga enemigos? Lo Pontificia siendo todavía un niño, su vida durante
raro sería que las pasiones humanas guardaran dos años fué de disolución; su mala conducta le
silencio ante tan sublime institución, que es la obligó á huir; más tarde, Dios le trajo á peniten-
más genuína representación de Dios sobre la cia, muriendo en el convento de Grotta Ferrata.
tierra. Pero si la institución en sí es maravillosa- «Tales son, dice el citado abate, los malos
mente santa, no debemos olvidarnos de que en Papas de quienes la historia imparcial ha justa-
ella se sientan hombres, y que el hombre es na- mente castigado su memoria. Otros soberanos
turalmente flaco y está sujeto á las humanas Pontífices, en los siglos siguientes, han sufrido la
debilidades. Así pues, ¿qué tiene de particular injuria y la calumnia, pero sus nombres perma-
que, en ese sentido, alguno ó algunos Papas hu- necieron rodeados de la aureola de la virtud y de
biesen pagado tributo á su condición humana? la santidad». Al hablar de Gregorio VII termina
Y concretando ya este punto, ¿á qué se redu- diciendo: «Queda uno estupefacto de la caridad
cen las acusaciones que á los Papas podrían y de la mansedumbre de Gregorio VII cuando
hacerse? se viene al estudio formal, según los documentos
Resumamos lo que dice el abate Cauly en auténticos, de esta g r a n figura».
este punto, comenzando por Esteban VII. Este Bonifacio VIII. — Fué injustamente aprecia-
instruyó el proceso del P a p a Formoso; declaróse do; es decir; era un santo y piadoso Pontífice,
y contra él se levantó la venenosa baba de la Los que pretenden hacer verdad tal ensueño
calumnia. extravagante, ponen á la Papisa J u a n a ocupando
Al resumir esta parte, lo haremos notando: la Sede Apostólica entre San León IV y Bene-
1.° Que siendo los romanos Pontífices hijos dicto III; fecha de todo esto, 855. Nótese que, en
de Adán, no debe nadie e x t r a ñ a r s e de que hayan el asunto de que se trata, sus partidarios, hostiles
pagado tributo á la debilidad h u m a n a ; los Papas al Pontificado, no aducen testimonio alguno con-
no han recibido el don de la impecabilidad; son temporáneo que pueda servirles de base; su aser-
maestros, y en este punto no se les cogió ni to es pues gratuito, y la Historia no es eso; no
cogerá nunca en contradicción con su prerro- estamos obligados á tener por tal una cosa extra-
gativa de guías infalibles de la Iglesia; y este vagante, que se afirma sin pruebas. No vamos á
hecho brilla con luz más clara, recayendo ese describir aquí la poco decente escena que dicen
privilegio en hombres que pueden caer en culpa; ocurrió á las puertas de San Juan de Letrán.
mas nótese bien esta segunda observación que Desde que ocurrió ese fabuloso sucedido, según
tomamos del abate Cauly en su tan citada obra: pretenden los que lo afirman, pasaron dos siglos,
«desde San Pedro hasta León XIII, actualmente nótese bien, sin que de tal cosa se hablase; luego,
reinante, hubo 259 Papas legítimos. Entre ellos, como comprobante ó fundamento, cítanse las
cuéntanse 72 santos, la mayor parte mártires, y notas marginales, escritas en caracteres diferen-
una multitud de grandes hombres que han brilla- tes del texto, que se leen en unos manuscritos de
do entre sus contemporáneos, por sus cualidades Anastasio el Bibliotecario. Los protestantes apro-
vecháronse de eso, no obstante su escaso ó nulo
y sus virtudes, como Pío IX y León XIII en nues-
valor histórico, haciendo el prodigio de buscar
tros días. Pues tres ó cuatro excepciones, en una
espacio p a r a encajar al disfrazado P a p a , pues la
dinastía de 260 Pontífices, ¿no es un fenómeno
cronología no resulta tan holgada que deje hue-
único en la historia?»
co posible p a r a el pontificado (?) del pretenso
La Papisa Juana. — Esta fábula ridicula no
Juan VIII ó d é l a Papisa Juana. Mal asunto debía
merecería que diésemos á ella nuestra atención, ser el defender tal historia, pues que los mismos
pero hay necesidad de hacerlo así, p a r a quitar protestantes, es decir algunos (Blondel, Casau-
todo pretexto á quienes, cogiéndose á esa inven- bon, Bayle) combatieron eso. El caso, pues, seria-
ción, pudieran objetar algo contra la no interrum- mente considerado, es de arriba á bajo ridículo
pida serie de los sucesores del Príncipe de los y fabuloso; pobre causa debe ser la que se ampa-
Apóstoles. r a de tales supercherías, para oponer algo á la
Resumamos lo posible el asunto:
Iglesia que sigue serenamente su camino, descan- cioso. Si tuvo hijos, fué antes de haber recibido las
sando en las promesas de su Divino Fundador. Sagradas Ordenes, y no debe olvidarse que estuvo
Alejandro VI — La rehabilitación del asunto casado con Julia Farnesio. E n Italia fué bien reci-
de los Borgias ha comenzado; los Borgias han si- bida la elección de Rodrigo Borgia p a r a ocupar la
do ferozmente atacados. Oigamos ahora al abate Sede Romana; cosa extraña si se tratase de un
Cauly, que nos dirá lo que hay sobre Alejandro VI: hombre de vida depravada, y extraña también si
«¿Qué fué en rigor Alejandro VI? ¿Fué no so- se atiende al acto de su elección hecha por el Sa-
lamente en su juventud, sino siendo cardenal y cro Colegio.
Papa, un monstruo de crueldad y de lujuria, el El abate Cauly considera ahora el asunto
Nerón y el Tiberio de Roma cristiana, como dicen desde la elevación al Pontificado, y presenta á
Aimé Martín y otros después de él?» A esta pre- Alejandro VI cuidando de los intereses de la Igle-
gunta da el citado escritor la respuesta en algunas sia y de la cosa temporal, vindicándole de algu-
páginas que vamos á resumir. nos reparos, y luego escribe lo siguiente:
Al juzgar á Alejandro VI no debemos pagar- « Como Pontífice, Alejandro VI rayó á la altura
nos de ciertos juicios que no pertenecen á la His- de lo más admirable que se registra en la Historia
toria. Y si se trata de las fuentes en donde beben de los Papas. Vésele desplegar una solicitud uni-
los que le combaten, es una de ellas Burchard, versal, llamar á los cristianos á la Cruzada contra
nada afecto, por cierto, á Italia y al P a p a ; y á su los Turcos, t r a b a j a r en volver al seno de la Igle-
Diarium, labor apasionada y sin crítica, añádase sia á los husitas de Bohemia, pretender, con Cis-
lo que en él supieron interpolar los protestantes. neros, la reforma de las Ordenes religiosas «El
Otra fuente es Guicciardini; de éste basta saber celo por la gloria de Dios y la salvación de las al-
que Bayle, y el mismo Voltaire, le acusan de nada mas, el cuidado de no investir con las más eleva-
afecto á la verdad. das funciones sino á hombres llenos de ciencia y de
Esos historiadores (?) de Rodrigo Borgia, le virtud, la viva solicitud que tiene su mirada aten-
hacen pasar como hombre de muy malas costum- ta á los peligros de la fe y al primer brote del es-
bres antes de ser cardenal, siéndolo también des- píritu de reforma, ¿atestan un Papa corrompido y
pués de elevado á tan alto puesto, y después, ya sin costumbres, oprobio de la Iglesia y del gene-
en la Sede Pontificia, continúa lo mismo, y hasta ro humano?» (Card. Mathieu).
se le tiene por envenenador de los cardenales. P a r a terminar, véanse las siguientes palabras
Y bien; que en su juventud hubiese cometido con que cierra el asunto el citado abate Cauly, en
faltas, no se sigue que luego fuese siempre un vi- su también citada obra:
« L O 6 Papas, dijo el conde de Maistre, no nece-
hace es ponerle trabas p a r a la expedita adminis-
sitan sino de la verdad». E s t a f r a s e tan verdadera
tración de la Iglesia; como si para que el espíritu
no lo fué nunca quizá tanto como aplicada á Ale-
se hallase en mejores condiciones p a r a ocuparse
jandro VI y á su familia. A n t e esta rehabilitación
en los asuntos celestiales, se negasen al cuerpo, á
de una gran memoria tan indignamente calumnia-
quien informa, el cuidado y necesario alimento;
da, se repetirá sin duda con este profundo filósofo:
lo que resultaría, desde luego se echa de v e r : que
«Tiempo llegará en que los Papas, contra los cua-
el hombre, así tratado, sería inútil para el ejerci-
les tanto se gritó, serán mirados en todas partes
cio de esas mismas cosas espirituales.
como los amigos, los tutores, los salvadores del
género humano, los verdaderos genios constitu- Vamos, pues, á estudiar, en breve resumen,
yentes de Europa». este punto importante del Poder temporal del
Romano Pontífice.
H a y en este asunto, para quien sabe leer en la
L E C C I Ó N XXXVI marcha de los acontecimientos, una intervención,
que pudiéramos llamar visible, de la divina Pro-
El Poder Temporal de los Romanos Pontífices
videncia. Es manifiesto que Dios quiso y quiere
Hé aquí un asunto palpitante y verdaderamen- la libertad de su. Iglesia; pero, ¿cómo sería esto
te singular. Los hijos dóciles, sinceros, leales de la posible sin la libertad del Jefe de esa misma Igle-
Iglesia, no ven en la Soberanía Temporal de los sia? El Romano Pontífice es cabeza y corazón del
Romanos Pontífices nada que les asuste; encuen- Cristianismo, establecido sobre esa piedra; y ¿có-
t r a n perfectamente natural que el Jefe Supremo mo un organismo podría resultar holgada y orde-
de la Iglesia disfrute de ese poder que le sirve de nadamente funcionando, si su corazón y su cabeza
g a r a n t í a p a r a el ejercicio de su misión espiritual. no disfrutasen de las condiciones requeridas p a r a
Mas hay otros que ven en eso una usurpación, y su correspondiente actividad? Dios, pues, que que-
á todo trance quieren ver al Romano Pontífice ría y quiere el fin, dispuso también los medios, y
ocupado exclusivamente en las cosas de la Iglesia; á través del tiempo fué organizándose ese poder
es decir, quieren al sacerdote, pero no sufren al temporal, que puede muy bien llamarse la nece-
monarca. No parece sino que el P a p a resultaría sidad natural de la Santa Sede.
un tirano ó que olvidaría las cosas del cielo, por El docto apologista D. Aniceto Alonso Perú jo
atender también á las de la tierra. Desde luego dedica nutridas páginas al presente estudio en su
es manifiesto que al a t a r las manos al Sucesor de Manual del Apologista. Véanse algunas de sus
San Pedro, confinándole en la sacristía, lo que se apreciaciones:
«La soberanía temporal de los Romanos Pon- «Por el derecho de los tratados, que obliga á
tífices es el poder más antiguo, más justo y mejor un usurpador á restituir lo que ha arrebatado y á
establecido que existe sobre la tierra. reconocer su falta, reparándola.
«Puede afirmarse que esta soberanía empezó «Por el derecho de la guerra, que permite al
desde que la Iglesia, salida de las catacumbas, vencedor quedarse con el territorio que ha con-
pudo adquirir una existencia pública. La misma quistado ó dárselo á quien le place.
Providencia preparó, por misteriosos caminos y «Por el derecho natural, que concede dominio
por un conjunto de circunstancias maravillosas, sobre la propiedad legítimamente adquirida por
el nacimiento, progreso y estabilidad del poder donaciones libres ó por cualquier otro título.
temporal. Este, se formó lentamente de sí mismo, «Por la posesión y el ejercicio de hecho durante
y como por una mano invisible fueron elevados al ochocientos años, y de hecho y de derecho duran-
trono los sucesores de San Pedro. Esta operación te otros ochocientos.
oculta, según la expresión del conde de Maistre, «Por el reconocimiento solemne que han hecho
es uno de los más curiosos espectáculos de la His- de ella todos los poderes de Europa en documen-
toria. Aquí no se encuentran tratados, ni comba- tos oficiales, los más graves y autorizados.
tes, ni intrigas, ni usurpaciones».
«Por la sanción del Cielo, que castiga á los que
No es propio de este libro, que tiene especial la atacan».
carácter, entrar en pormenores históricos, verda- Oigamos ahora lo que el Cardenal Mathieu
deras repeticiones que todo el mundo conoce, y (citado por el Sr. Perujo en su precitada obra) nos
pasar en revista la demostración histórica del he- dice referentemente al asunto que nos ocupa.
cho y del derecho referente al Poder temporal de Dice así: «El Poder temporal tiene á su favor el
los Papas. Bástanos aquí ofrecer la síntesis ó re- sufragio de la Iglesia universal reunida en Conci-
sultante, y vamos á copiar otras palabras del lios ; las cartas y constituciones apostólicas por las
autor, ahora mismo citado, y en su también citada cuales los P a p a s lo han reivindicado y defendido;
obra. Dice, pues, que la soberanía temporal del el martirio y el destierro de muchos Pontífices por
Romano Pontífice está autorizada por las siguien- defender y salvar este derecho; el genio y g r a n
tes conclusiones: nombre de los Leones, Gregorios, Nicolaos, Pas-
«Por el derecho de gentes, que autoriza á un cuales y Píos que han sido sus más intrépidos cam-
pueblo, en el último trance, á separarse del prínci- peones; el unánime testimonio de los Obispos, del
pe que le abandona y á entregarse á quien le ali- Clero y de los fieles, repetido hace trescientos
menta, le defiende y le salva. años, en todas las cátedras, púlpitos y lenguas; la
confesión de los protestantes más ilustrados, de
Después de exponer las razones que en el orden
los políticos menos sospechosos y de los más fa-
jurídico militan en favor del Poder temporal del Ro-
mosos escritores; en suma, las autoridades todas
mano Pontífice, tomando p a r a ello varios pasajes
reunidas de la tradición, de la experiencia, del sa-
del citado cardenal Mathieu, el señor Perujo cierra
ber, de la virtud, de la habilidad mundana y de la
esta parte del asunto, en su citada obra, diciendo:
santidad evangélica».
«No hay, pues, en Europa, según expresión de
El mismo Sr. P e r u j o , al estudiar la presente
Maistre, soberanía más justificable que la de los
cuestión desde el p u n t o de vista político-social, P a p a s : es como la Ley divina, justificata in se-
termina estampando los siguientes p á r r a f o s del ci- met ipsa. No hay ni ha habido monarquía más le-
tado cardenal Mathieu: gítima en su origen, en sus títulos y en sus indi-
« Que el P a p a permanezca Rey. Esta es la con- viduos. Los P a p a s no han escalado el trono con
dición que Dios y los tiempos le han dado para que asesinatos ó parricidios, ni lo han conservado con
obre en nombre de la sociedad cristiana sobre los malas artes y crímenes. Además, si se abren los
pueblos, sobre las leyes, sobre los tratados; y que libros genealógicos de los reyes más grandes de
si su influencia no domina en ellos, se alce al menos la tierra, por larga que sea su ascendencia, se
en neutralidad, por el respeto de todos, sobre las llega al fin á un nombre, de un hunno, de un os-
disputas particulares y las rivalidades nacionales. trogodo, de un vándalo ó un hérulo. Mas en la se-
Este es el voto de la política. rie de los Papas subimos de un sabio á otro sa-
«Que el P a p a permanezca Rey, por temor de bio, de un justo á otro justo, de un Santo á un
que la religión sea esclava del despotismo ó de mártir, de un mártir á un Apóstol, y de éste al
la demagogia, y que no haya en el mundo más Rey de Reyes, Jesucristo Nuestro Señor ».
que una voz que de á conocer á los pueblos los
Como quiera que, á pesar de lo razonable de la
excesos de la licencia, y á los reyes los excesos
tésis, no se han dejado de hacer objeciones, va-
del poder. Este es el voto de la libertad. mos á estampar aquí las que el abate Cauly, en
«Que el P a p a permanezca Rey, por temor de su citada obra, expone y contesta, valiéndonos de
que no se engañen las esperanzas y manifestacio- su propia labor, que traduciremos con toda la
nes de la humanidad entera. Nunca, en ninguna exactitud posible:
época se ha visto á todas las razas tender sus ma- «1.° Jesucristo ordenó á los Apóstoles que
nos hacia el Vicario de Jesucristo con tanta una- diesen gratuitamente lo que recibieron gratuita-
nimidad, premura y simpatía. Este es el voto del mente; les recomendó que no tuviesen oro, ni
Cristianismo». plata, ni moneda en su bolsa, ni saco p a r a el via-
22
je. Es la condenación manifiesta de la riqueza «R. Se nos cita el Evangelio; mas los Papas
de la Iglesia, de sus propiedades, y sobre todo de y los obispos conocen el Evangelio y creen en él;
la soberanía temporal. y desde el origen y el establecimiento de la
« R . Sí, Nuestro Señor ha muchas veces re- soberanía temporal déla Santa Sede hasta el pre-
comendado á sus Apóstoles el desasimiento y el sente, ni Papas, ni obispos, ni Concilios, ni docto-
espíritu de pobreza. San Pablo quiere que el obre- res han creído sin embargo que el Papado se hu-
ro evangélico se abstenga de los negocios secula- biese puesto en contradicción ó en rebelión con el
res, y la Iglesia sostiene las mismas recomenda- Evangelio, á causa del ejercicio del poder tempo-
ciones. Mas estas palabras no encierran sino ral. Sería, pues, necesario interpretar sus pala-
consejos, ó no asientan sino reglas, admitiendo bras según el sentido tradicional.
por lo menos excepciones. ¿No dijo Jesucristo en «Además, las palabras de Jesucristo: Mi rei-
otra parte que el operario es digno de su merced? no no es de este mundo, en nada condenan la
fS. Luc, X, 7). ¿Y los dones que la caridad ofre- soberanía pontificia. El Salvador no dijo: Mi rei-
cía á los fieles, no los compara San Pablo al suel- no no está en este mundo, es extraño á los asun-
do de los militares? (II Corinth., XI, 8) Por otra tos de este mundo. Si no que la traducción tex-
parte, ni la Iglesia ni los Papas han exigido la li- tual del texto: Regnum meum non est de Jtoc
mosna como una deuda, y reclamado las propie- mundo, sería: Mi reino no viene de este mun-
dades y la soberanía como un derecho. Acepta- do, y, como se lee en San Juan, no es de aquí:
ron lo que la gratitud de los príncipes y de los non est hinc. Es que efectivamente la realeza
pueblos les ofrecía gratuitamente. de Jesucristo y la de su Iglesia no proceden de
«2.° En un discurso pronunciado en el Sena- aquí abajo. Su reino no procede de los hombres,
procede de lo alto; trae su origen de Dios:
do, del cual e r a miembro M. Bonjean, que con
Como mi Padre me ha enviado, yo os envío...
su valerosa muerte reparó esta debilidad, no te-
Del propio modo, el jefe de la Iglesia puede de-
mió expresar esta extraña aserción, tan frecuen-
cir : El reino del cual se me ha confiado el go-
temente repetida después: P a r a quien crea en
bierno no procede de este mundo, reino en la
el Evangelio, el Papado, á causa del ejercicio del
Iglesia, mas este derecho y esta soberanía los he
Poder temporal, se halla en contradicción, por no
recibido de Dios y de su Cristo. Tal es el verda-
decir en rebelión, con estas palabras del Hombre-
dero sentido de la frase evangélica, y en nada
Dios: Mi reino no es de este mundo. (1)
contradice ella á la soberanía temporal de los Pa-
pas».
(1) Moniteur, 1.° de Marzo de 1862.
Termina el abate Cauly exponiendo la obje- ver cómo la Iglesia ejerce saludable y poderosa
ción tomada de San Bernardo, presentándole en influencia en el progreso intelectual, moral y so-
ella M. Bonjean como adversario de la soberanía cial.
temporal del Romano Pontífice, y el docto sacer-
dote francés la contesta victoriosamente en ex- P R O G R E S O I N T E L E C T U A L

tenso párrafo. En efecto, analizado el asunto, Comencemos notando cuál fué y sigue siendo
resultan dos cosas: 1.a que la objeción no tiene la influencia del Catolicismo en el orden pura-
fundamento histórico; 2. a que precisamente re- mente científico, y luego seguirán el orden litera-
sulta todo lo contrario de lo que pretende M. Bon- rio y artístico.
jean, si se atiende á la conducta del doctor meli- L a Iglesia, nótese bien, es verdadera escuela;
fluo con el Romano Pontífice; y cabe concluir en ella se cultiva la inteligencia, y es como cáte-
diciendo con el mencionado abate, que tal oposi- dra perenne en donde se instruye á los hombres
ción no se compone con los sentimientos, ni con acerca de las verdades altísimas de la Religión,
la conducta, ni con los escritos del santo Doc- que no pueden separarse de las enseñanzas de la
tor (1). ciencia, porque unas y otras son verdad y vienen
á juntarse en un punto culminante, aunque por
LECCIÓN XXXVII distintos caminos, pues que el objeto de todas
esas enseñanzas versa siempre acerca de Dios,
La Iglesia y la Civilización: Progreso Intelectual. del mundo y del hombre. Regístrese la historia*de
Moral y Social
los institutos dedicados á la enseñanza, y se verá
Hénos ya en un terreno que pudiera llamarse que á la Iglesia somos deudores de señalados be-
el de las glorias del Catolicismo; no obstante, neficios en ese punto. Las m á s distinguidas uni-
es tal el empeño del anticristianismo, que se nie- versidades de España, Italia, Francia y Bélgica
g a cosa tan evidente, hasta el punto de injuriar á dirán, todas á una voz, que á la Iglesia deben su
la Iglesia, tachándola de oscurantista, enemiga vida. No debemos olvidar que la Iglesia fué el
del progreso, y, en fin, cuanto hay que decir en amparo y salvación del saber; la irrupción de los
este punto. Se han escrito voluminosos trabajos bárbaros, y otras causas además, hubieran dado
defendiendo al Catolicismo en ese terreno, y aquí buena cuenta de él; pero la Iglesia, verdadera
vamos á condensar tan vasta materia, haciendo salvadora del mundo, abrió sus puertas á la cien-
cia, y esos odiados y mal conocidos monjes fue-
(1) Véase, s o b r e este p u n t o , la Carta Pastoral de M o n s e ñ o r Plan- ron los guardadores del saber, los encargados de
n e r , . d e l 2 de Abril de 1862.
Termina el abate Cauly exponiendo la obje- ver cómo la Iglesia ejerce saludable y poderosa
ción tomada de San Bernardo, presentándole en influencia en el progreso intelectual, moral y so-
ella M. Bonjean como adversario de la soberanía cial.
temporal del Romano Pontífice, y el docto sacer-
dote francés la contesta victoriosamente en ex- PROGRESO INTELECTUAL

tenso párrafo. En efecto, analizado el asunto, Comencemos notando cuál fué y sigue siendo
resultan dos cosas: 1.a que la objeción no tiene la influencia del Catolicismo en el orden pura-
fundamento histórico; 2. a que precisamente re- mente científico, y luego seguirán el orden litera-
sulta todo lo contrario de lo que pretende M. Bon- rio y artístico.
jean, si se atiende á la conducta del doctor meli- L a Iglesia, nótese bien, es verdadera escuela;
fluo con el Romano Pontífice; y cabe concluir en ella se cultiva la inteligencia, y es como cáte-
diciendo con el mencionado abate, que tal oposi- dra perenne en donde se instruye á los hombres
ción no se compone con los sentimientos, ni con acerca de las verdades altísimas de la Religión,
la conducta, ni con los escritos del santo Doc- que no pueden separarse de las enseñanzas de la
tor (1). ciencia, porque unas y otras son verdad y vienen
á juntarse en un punto culminante, aunque por
LECCIÓN XXXVII distintos caminos, pues que el objeto de todas
esas enseñanzas versa siempre acerca de Dios,
La Iglesia y la Civilización: Progreso Intelectual. del mundo y del hombre. Regístrese la historia*de
Moral y Social
los institutos dedicados á la enseñanza, y se verá
Hénos ya en un terreno que pudiera llamarse que á la Iglesia somos deudores de señalados be-
el de las glorias del Catolicismo; no obstante, neficios en ese punto. Las m á s distinguidas uni-
es tal el empeño del anticristianismo, que se nie- versidades de España, Italia, Francia y Bélgica
g a cosa tan evidente, hasta el punto de injuriar á dirán, todas á una voz, que á la Iglesia deben su
la Iglesia, tachándola de oscurantista, enemiga vida. No debemos olvidar que la Iglesia fué el
del progreso, y, en fin, cuanto hay que decir en amparo y salvación del saber; la irrupción de los
este punto. Se han escrito voluminosos trabajos bárbaros, y otras causas además, hubieran dado
defendiendo al Catolicismo en ese terreno, y aquí buena cuenta de él; pero la Iglesia, verdadera
vamos á condensar tan vasta materia, haciendo salvadora del mundo, abrió sus puertas á la cien-
cia, y esos odiados y mal conocidos monjes fue-
(1) Véase, s o b r e este p u n t o , la Carta Pastoral de M o n s e ñ o r Plan- ron los guardadores del saber, los encargados de
n e r , . d e l 2 de Abril de 1862.
transmitírnosle, engrandecido con sus propios tra- S. Clemente, Papa, S. Ignacio de Antioquía, San
bajos, y en tal modo y con tal riqueza que allí, Policarpo y S. Ireneo. Después ofrécense nom-
ciertamente, nada falta: la gramática, la histo- bres tan ilustres como los de S. Justino, Tertu-
ria, la filosofía, la teología, las ciencias sociales y liano y Clemente de Alejandría, Orígenes, Euse-
experimentales; todo tiene allí su lugar y todo bio y Minucio Félix; á estos siguen S. Cipriano,
se g u a r d a y cultiva. Llegan otras edades; el vue- S. Atanasio, S. Gregorio Nacianceno, S. Juan
lo de la inteligencia es poderoso; las ciencias físi- Crisòstomo, S. Jerónimo, S. Gregorio Magno y
cas cobran luz y energía potentísimas, y ese des- el g r a n S. Agustín. En la Edad Media, Alberto
arrollo, esa vida brilla en los hijos de la Iglesia; Magno, Sto. Tomás, S. Buenaventura, S. Anselmo,
y cuando la razón humana y las tendencias cien- Rogerio Bacon y el sutil Escoto. E n tiempos más
tíficas tratan de lanzarse en atrevido vuelo á cercanos, Copérnico y Galileo, el ilustre Suárez,
resolver y estudiar las profundas y múltiples cues- Melchor Cano, Belarmino, Vives, Fenelon y Bos-
tiones que todavía siguen preocupando la aten- suet, Calmet, Bergier, y ahora, en la época novísi-
ción de los sabios y filósofos, en medio de tantos ma ó contemporánea, los Balmes, los Donoso Cor-
delirios, á través de viejos, pero en la forma re- tés, Cornelias, y González; los Lacordaire, Monta-
mozados errores, frente á las teorías modernas lembert, Nicolás, Félix, Moigno, Arduin, Hettin-
ger, Carbonelle, Hergenroether, Newman, Sec-
que tratan de hacer mentir á la verdad y dejar
chi, Hello, Weis y tantos otros.
malparadas las enseñanzas de la Iglesia, la filo-
sofía católica, la ciencia humilde, verdadera y Y si ahora penetramos en el mundo literario,
creyente, continúa su majestuosa c a r r e r a , sal- ¡qué prodigiosa influencia se nota, inspirada por
vando así, apoyada en la luz que brota de la las luces de la fe y por la vida divina de la Re-
infalible doctrina de la Iglesia, los sagrados intere- ligión!
ses de la verdad, que seguramente habría pere- Desde las divinas páginas de la Sagrada Es-
cido á manos de los que, diciéndose sus promove- critura, que no tiene rival en orden literario y
dores, habrían cavado su tumba, para sepultarla desde aquellas admirables obras de los P. P. de
allí juntamente con la dignidad humana. la Iglesia, tan justamente encomiados por Cesar
Es un hecho que la ciencia en el Catolicismo Cantú ; desde las oraciones elocuentes de S. Am-
se registra en todas las épocas de la Historia. brosio, S. Agustín y S. Juan Crisòstomo, hasta
Desde los albores de la Iglesia ya se encuentran las tan delicadas de S. Bernardo y tan sublimes
hombres tan preclaros por su saber como San de Bossuet ; desde los acentos vibrantes de Lacor-
Pablo y Sergio Paulo; S. Lucas, el Evangelista; daire, hasta las soberbias páginas del sapientísi-

%
mo Monsabré; todo ese conjunto admirable de la
y divino de la belleza; el Dios del arte, de la ins-
elocuencia cristiana es un argumento poderoso,
piración, del genio.
que se impone con fuerza insuperable.
En este punto, bien puede asegurarse que la
E n el mundo de la poesía tenemos el hermoso Iglesia Católica ejerce no igualada influencia.
y rico tesoro de los himnos de la Iglesia y rimas Comenzando por la música, esos sublimes cantos
de la antigüedad y de la Edad Media; los grandes religiosos en los cuales ora lloramos las amar-
poemas cristianos de Dante, Tasso, Ojeda, Cha- guras y dolores de la vida y la triste soledad de
teaubriand y Verdaguer, que es además poeta la muerte iluminada por los resplandores de la
místico. Añádanse las obras de los dramáticos eternidad, ora nos dolemos y lamentamos de los
cristianos Lope, Calderón, Tirso, y las delicadas tormentos y angustias del Salvador en su sagrada
notas de la poesía lírica, que ofrece nombres Pasión y de los dolores y a m a r g u r a s de su divina
como los de Herrera, F r a y Luis de León, y en los Madre, ora cantamos alegres los triunfos de su
días que corremos, el del ilustre sacerdote ba- Resurrección y las grandezas sublimes y tiernas
lear Dr. Costa y Llobera, verdadero artífice, ar- al par del Misterio Eucarístico. La historia de la
tista primoroso y ejemplar ministro del altar. música nos ofrece nombres, para el caso presente,
E n los dominios de la prosa tenemos el tesoro como los Dámasos, Leones, Gregorios, Vinci,
admirable de los místicos españoles, así como en Galupi, Durante, Pallestrina, Victoria, Guerrero,
el de la hagiografía se nos ofrecen los nombres unidos á los de Mozart, Gounod, H a r t m a n y
de Montalembert, Lacordaire, Bougaud, y en los Perossi.
momentos presentes el del notable escritor J. K. E n la pintura y escultura, también tiene la
Huysmans, autor de la Vida de Sta. Lydwina de Iglesia verdaderas glorias, y á probarlo vienen los
Schiedam. nombres de Miguel Angel, R a f a e l , Carrochio,
P a r a terminar esta parte del asunto, venga- Dominico, Poussin, Cor ton, Murillo, el piadoso
mos ahora, aunque de prisa, al espléndido mundo f r a y Angélico, Coston, Lebrun y Girar don, Coy-
del arte. zevox, Tuby y Bouchardon, y el insigne maestro
A esa esfera en donde todo es luz, inspiración, Mateo, autor del incomparable Pórtico de la Glo-
belleza, reflejo y presentimiento de las maravi- ria, en Compostela.
llas del cielo y de los abismos de infinita hermo- Pero en donde brilla, de extraordinario modo,
sura en que se oculta la Belleza increada; del esta influencia de la Iglesia en las artes es, á
Océano, en fin, en donde se baña el que es al pro- buen seguro, en la arquitectura. La superioridad
pio tiempo objeto y sujeto en ese orden misterioso del a r t e arquitectónico en el Catolicismo es in-
contestable. Aquí las piedras hablan, se animan; Es la virtud la que guarda las costumbres y ga-
parece que gozan de movimiento, calor, inteli- rantiza la estabilidad y verdadero auge de los
gencia y vida, pero vida misteriosa, más del cielo pueblos. Y en este punto la Iglesia no tuvo ni ten-
que de la tierra, más que del tiempo, de la eter- drá jamás rival. Parece que aquí Dios hubo de ha-
nidad. No parecen y a obra de hombres, sino fá- cer como el último esfuerzo; pues no contento con
brica levantada por mano de ángeles ó aparición dar al Cristianismo el poder admirable de la
súbita, perfecta, espiritual, completa y harmo- oración y la vida divina de la gracia, después
niosa, evocada repentinamente bajo el soplo crea- de infundirle las Virtudes teologales, ofrecióle
dor del mismo Dios. ¡ Qué severidad, qué hermo- las fuentes de la santidad en los Sacramentos, y
sura y grandeza en los templos románico-bizan- en uno de ellos diósele á sí mismo, encerrado
tinos, qué espiritualidad y elevación religiosa en bajo los místicos velos del pan y del vino consa-
los delicados templos ojivales, y qué primores de grados.
ejecución y riqueza de adornos en las obras del Escribir la historia de los milagros de virtud
renacimiento! Historia maravillosa es ésta de la hechos por esta vida sobrenatural que posee la
arquitectura católica, que g u a r d a todo el Dogma, Iglesia, fuera intento imposible de realizar. Pero
todos los hechos, toda la espiritualidad de la reli- resumiendo, ahí tenemos esa legión hermosísima
gión cristiana, todo ello escrito en piedra; con- de los Santos, que llevando á s u cabeza al Hijo de
junto admirable que deja ver la dulce aspiración Dios hecho hombre, y á su Divina Madre, la Vir-
del alma desterrada que en alas de la fe, de la gen, nos ofrece ese grandioso espectáculo del
esperanza y del a m o r se lanza á los cielos, en Apostolado, del Martirio, de los Confesores, Vír-
busca de la divina belleza, del Dios de la verdad, genes y Penitentes, cuyos ejemplos de virtud
del bien, del amor, de la misericordia y de la edifican al hombre y engrandecen al mundo, y vie-
suprema bienandanza. nen á manifestar el poder y bondad de Dios que se
complace en sus Santos, y con quienes teje aquella
PROGRESO MORAL corona enteramente exclusiva de la Iglesia. Si esta
En pos del orden intelectual viene á ofrecér- no tuviera otros motivos que demostraran su ver-
senos la grandeza y sublime influencia de la Igle- dad, bastaríale el solo hecho de tener Santos p a r a
sia en otro orden, base y cúspide p a r a todo verda- que, en este asunto, no abrigásemos la más leve
dero progreso: el orden moral. Aquí la acción de duda: que la Santificación, con la Creación y Re-
la Iglesia es como la m a r c h a triunfal de Dios á tra- dención, forman esos tres incomunicables miste-
vés de los siglos, obrando maravillas sin cuento. rios de Dios; por lo cual una Iglesia que tiene
Santos había de ser necesariamente divina, y,
la libertad, quieren sepultarla otra vez en las de-
por lo tanto, verdadera.
gradaciones paganas, robando á la familia su sa-
Pero, además de los Santos, ofrecénsenos las
ludable influjo; suavizó la condición del hombre,
bellezas morales de los Religiosos, del Clero secu-
y amparó al niño, t a n maltratado entre aquellos
lar y de los innumerables cristianos que, viviendo
que no miran en él al futuro habitante del cielo
en el siglo, no se van con el mundo; antes bien,
y al inocente lavado con las aguas del Bautismo.
desprecian sus pompas y vanidades, y, lijos los
Ya no serán esclavos nuestros servidores, ni el
ojos en el cielo y el corazón en Dios, van caminan-
superior será déspota, ni el inferior aparecerá hu-
do á la eternidad, derramando el bien á su paso
millado, porque todos han sido redimidos por
por este mundo perecedero y engañoso.
Cristo; ¡todos le pertenecen y todos son hermanos
¡ Y cuántas instituciones han brotado al calor
que deben abrazarse en la eternidad, sobre el co-
de la virtud sobrenatural de la Iglesia! ¡Casas para
razón de un mismo padre que es Dios!
los pobres, escuelas para los ignorantes, hospita-
L a vida moral pública sufrió también saluda-
les para los enfermos, consuelo p a r a los tristes, li-
ble cambio; ya no es el hombre soberano absoluto
mosnas p a r a los necesitados, y auxilio y socorro
que manda porque su voluntad así lo determina,
p a r a los que caen en los campos de batalla ó su-
sino que representa á Dios, de quien viene toda
fren los rigores de la enfermedad!
potestad; y no podrá violentar la conciencia ni
¿Quién podrá contar los bienes repartidos por
ultrajar la justicia, porque el cristiano sabe que
esas instituciones de caridad que la Iglesia supo
antes debe obedecer á Dios que á los hombres. De
crear según las necesidades lo pedían? Aparte de
este modo, el derecho público entra en el verdade-
otros mil testimonios, ¿quién resistirá á la prueba
ro camino, y otro tanto acontece al derecho de
que ofrecen la Congregación de las Hijas de la
gentes, por admirable modo consignado en las
Caridad, la de las Her manilas de los Pobres y
Epístolas del Apóstol, y á todas las demás r a m a s
las Conferencias de San Vicente de Paul? ¿En
del derecho que sufre la acción benéfica de la
dónde está el hombre no cristiano que haya igua-
Iglesia que tiene siempre delante de sus ojos las
lado á este santo sacerdote en otorgar bienes al
prescripciones de la justicia y reclamará contra
mundo? ¡El solo vale más que una legión entera!
los que se a t r e v a n á violarla.
Y en cuanto al orden doméstico, ¿cuánto no ha
sabido hacer la Iglesia? Levantó á la mujer y le PROGRESO SOCIAL
dió una corona que jamás podrán arrebatarle las
No es posible el bienestar material sin el res-
insidiosas artes de aquellos que, halagándola con
peto á los derechos de los hombres; la seguridad
personal, la estabilidad de los bienes de cada uno, Y si atendemos á lo que la Historia manifiesta,
la paz pública y la fidelidad en los contratos, son vienen á darnos la razón de aquellos medios em-
condiciones precisas p a r a la estabilidad social, y, pleados por la Iglesia p a r a establecer la paz entre
en consecuencia, p a r a el m á s fácil desarrollo y los hombres y defenderlos, como se ve por la lla-
bienestar material. Por otra parte, la facilidad en mada paz de Dios y por la consagración que ha-
el consumo, la frecuencia de relaciones, los viajes cía de las personas y de las cosas, y con la previ-
y comunicación con cercanas tierras y lo mismo sión, mediante el derecho de asilo, de las vengan-
con a p a r t a d a s regiones, la facilidad en los medios zas de sangre; con el recuerdo que de Dios ponía
de comunicación, el atender los intereses de la en los caminos, con la persecución espiritual em-
industria y del comercio y el desarrollo intelec- pleada contra los piratas y la proscripción del
tual, artístico y moral, sirven de agentes podero- llamado derecho de naufragio; favorecía la cons-
sos para el bien físico, añadiendo á todo esto la trucción de puentes y caminos y el crecimiento
fácil resolución de ciertos pavorosos problemas de la agricultura, dando ella misma el ejemplo;
económicos, tales como el creciente asunto de la extirpaba las fieras y alumbraba los caminos y
usura, el del crecimiento de la población ó su ne- calles, valiéndose p a r a ello de la piedad de los fie-
cesario moderador, y las candentes cuestiones del les. El comercio interior y exterior, la industria,
pauperismo, socialismo y comunismo, no menos las mensajerías y posadas deben su origen á la
que la plaga moderna del lujo, etc. Iglesia, y mil obras públicas y hasta ciudades en-
Ahora bien; todo lo que llevamos apuntado teras obra son de su munificencia. Y, en cuanto
resuélvelo la Iglesia con su influencia; sus leyes á lo que acerca de los problemas económicos he-
no permiten el daño del prójimo, ni la anarquía de mos apuntado, resuélvelo todo la Iglesia con sus
instituciones y leyes; el matrimonio cristiano es
los pueblos, ni la falsedad en cumplir los deberes
fuente legítima y copiosa de vida, como el celiba-
contraídos; favorece, con la riqueza y esplendor
to y castidad lo son p a r a contrarrestar el excesivo
del culto á Dios debido, los intereses de la indus-
aumento de población; los tratados morales d z j n s -
tria y del comercio, fomenta los intereses del arte
titia et jure en general y en particular, y los de
y de las ciencias y ayuda á despertar el senti-
contratos y obligaciones, son la más acertada me-
miento religioso; las misiones y viajes religiosos
dida p a r a refrenar los atropellos de la avaricia; y
vienen á servir de medios p a r a alcanzar trato y
las virtudes cristianas encauzan y mantienen en
conocimiento con otros países, y así los intereses
su lugar todo, p a r a que cada cual ocupe su pues-
comerciales gozan de grandísima vida y creci- to y la vanidad y soberbia ostentación no se atre-
miento.
van á levantar la cabeza, como pudiera demos-
trarse con mil ejemplos de cristiana modestia.
Pero como quiera que no podemos entrar en por- LECCIÓN XXXVIII
menores, véanse éstos muy por extenso expues-
La Iglesia y la Moderna Civilización
tos, en lo que á la presente cuestión se refiere, en
Chateaubriand, Perujo y Cornelias Cluet. Asunto es este tan delicado, que necesario es
Y si se comparan todos los beneficios que, en tratarlo con muchísima prudencia, porque no
todos los órdenes, debemos al Cristianismo, con la cabe hablar aquí sin distinguir, y si siempre fué
pequeñez y pobreza de la civilización anticristia- cosa ligera y propia de inteligencias pobres asen-
na, entonces crece extraordinariamente el altísi- tar juicios absolutos en cada momento, fuera
mo concepto que de su benéfica influencia se tiene, esto ahora imprudencia manifiesta. Conviene
y brillan con más clara luz las cualidades excepcio- mucho tener presente que la Iglesia no se opone
nales que la sirven de adorno y nos la ofrecen como á ninguna tendencia ó aspiración legítima; y
lo que realmente es; como sociedad divina puesta cuando reprueba algo, forzoso es tener en cuen-
por Dios en el mundo para otorgar á los hombres ta que en eso debe haber motivo fundado, y así
toda clase de bienes. Los de la inteligencia, con sucede cuando, como ahora, la Iglesia no acepta
sus luces y desarrollo délas ciencias, con el esplen- lo que se ha dado en llamar civilización moderna,
dor de las letras y la hermosura de las bellas artes; debiendo más bien citar los casos determinados
los del orden moral, con la riqueza de las virtudes ó concretos que en esa civilización no pueden
y el inseparable tesoro de la santidad y de la justi- conciliarse con la Iglesia; y e s que se trata de
cia; los del orden material, fomentando la tranqui- ideas descabelladas ó de asuntos no conformes
lidad pública y privada, alentando el crecimiento con los derechos de la justicia; y aquí, en lugar
de acusar á la Iglesia, es por el contrario honra
de la agricultura, industria y comercio, y resol-
suya el oponerse al error y reprobar el mal.
viendo, sin violencia ni estrépito, antes bien con
suavidad y dulzura, todos los problemas sociales. • Vamos, pues, á estudiar el presente asunto,
Mucho pudiera decirse acerca de este punto trasladando aquí, ya traduciéndolo, ya exponién-
en que nos hemos ocupado; pero fuerza es ter- dolo, todo ó por lo menos lo indispensable de las
minarlo porque así lo piden los estrechos límites importantes páginas que á ello dedica, en su tan
de una lección. Quienes puedan, registren la citado libro, el abate Cauly:
obra monumental del P. Alberto M. n Weiss, es- «¿La influencia de la Iglesia sobre la civiliza-
crita en alemán y traducida y a en francés. ción en las edades pasadas ha cesado en el pre-
•23
sente? Examinemos un instante el reproche que
después de la pérdida de Mezzofanti, tuvo por
se hace á la Iglesia de que nada entiende del
órganos los P. P. Patrizzi y Bolig; la astronomía,
g r a n movimiento científico de nuestro siglo xix
el P. Vico, reemplazado por el P. Secchi, del cual
y de estorbar su vuelo. L a acusación es vulgar, y
los cálculos, observaciones é invenciones han cau-
un autor ensayó tornarla sabia en un libro que
sado el asombro del mundo».
él titula: Del conflicto entre la Iglesia y la so-
E n t r a luego haciendo ver que á Pío IX se debe
ciedad moderna. Nos preguntamos en dónde halló
el impulso dado á los trabajos ó estudios de filo-
sus testimonios. Por lo que á nosotros toca, nos
sofía, arqueología, ciencias experimentales, y
b a s t a r á con exponer los hechos».
hasta la agricultura, y la enseñanza, en fin, su-
El docto sacerdote f r a n c é s ofrece su argu- perior y elemental.
mentación, fijándose en el impulso dado, prime-
Si se t r a t a de progreso moral, cita el autor
ramente, por el memorable Pontífice Pío IX, á los
mencionado los actos que á ese orden se refieren:
legítimos intereses de la civilización; y tratando
enseñanzas, canonizaciones y beatificaciones, im-
del progreso intelectual escribe:
pulso dado al principio de autoridad, obras de
«Y primeramente, en cuanto al progreso inte-
caridad y trabajos que en ese orden moral se
lectual, Pío IX se rodeó de las más brillantes deben también al Episcopado.
lumbreras, no solamente de Italia, sino del mundo
El progreso material aparece protegido, ya
cristiano. Hizo entrar en el Sacro Colegio aque-
en las personas de los obreros, ya en el cultivo "de
llos hombres, llamados de todos los pueblos de
las artes, restauraciones, construcciones, escul-
Europa, que legarán á la historia su recuerdo y
tura, pintura, etc., etc.
sus obras: D. Pitra, el benedictino de Solesmes,
«¿Es entonces el nuevo P a p a León XIII quien
la erudición del cual es gloria de F r a n c i a ; el
incurriría en ese reproche? ¿Quién no sabe, por
cardenal Reisach, el hombre m á s sabio de Bavie-
el contrario, que este g r a n Pontífice, providen-
r a ; el P. Theiner, historiador de mérito á quien
cialmente elegido para reconciliar la sociedad
confió la custodia de los archivos del Vaticano.
moderna con la antigua Iglesia, va á la cabeza
En arqueología, sostuvo y animó las incompara-
de la civilización contemporánea? Sentado ape-
bles investigaciones del caballero de Rossi en las
nas algunos años ha en la silla de Pedro, conti-
catacumbas y los trabajos del P. Garucci en el
núa admirablemente la obra de la Iglesia. Su voz
antiguo museo de Letrán. L a teología se vió re- se dejó oír en más de una ocasión solemne, p a r a
presentada en el Vaticano por el cardenal Guidi, recordar á los soberanos y á los pueblos su mi-
el dominicano Gigli y el P. Perrone; la filología, sión conciliadora; obispo de Perusa, publicó dos
magníficas c a r t a s pastorales bajo este título: La Iglesia hieren con sus anatemas. E n su Syllabus,
Iglesia y la civilización, en donde muestra la Pío IX h a formalmente condenado esta proposi-
acción bienhechora de la Iglesia; Papa, añade ción: «El Romano Pontífice puede y debe recon-
con sus obras una página gloriosa á esta historia. ciliarse y ponerse de acuerdo con el progreso,
«En favor del progreso intelectual y moral de con el liberalismo y con la civilización moderna».
nuestra época, León XIII, el 4 de Agosto de 1879, (Prop. L X X X ) . La contradictoria es, pues, ver-
escribía la hermosa Encíclica sobre la Restaura- dadera: «No se da reconciliación posible entre la
Iglesia y las ideas modernas de progreso, de libe-
ción de la filosofía cristiana, según el espíritu
ralismo y de civilización». ¿Mas cuál es, pues,
de Santo Tomás de Aquino. Ahí se ve el celo del
esa civilización que el P a p a condena? «No es se-
Pontífice en favor de la propagación de la verda-
guramente la civilización p o r medio de la cual el
dera luz y de la verdadera ciencia. L a teología
hombre se perfecciona bajo el triple aspecto que
ha recibido del P a p a nobles estímulos; sus ilus-
hemos indicado; no, no es esa; pues que la Igle-
tres representantes, el P. Pecci, hermano de
sia, lejos de combatirla, le presta su eficaz con-
León XIII, el P. Zigliara, célebre por sus sabios
curso. Sino que es una civilización que quiere su-
estudios filosóficos, el doctor Hergenroether, pro-
plantar al Cristianismo y destruir con él todo el
fesor en la Universidad católica de Wursburgo, bien con que nos ha enriquecido». (1)
han visto sus enseñanzas recompensadas con el
honor de la púrpura cardenalicia». Aduce luego el docto sacerdote francés, des-
Siguen á las precedentes consideraciones los pués de protestar contra las falsas acusaciones
datos interesantes en donde aparece el Romano dirigidas á la Iglesia como elemento retrógrado,
Pontífice reinante como fundador de una cáte- las palabras del Concilio Vaticano en donde se
afirma que no es la Iglesia obstáculo para el
dra de estudios paleográficos é históricos en la
cultivo de las artes y de las ciencias, sino que
biblioteca vaticana, y sus trabajos p a r a facilitar
las ayuda y favorece, y considera á las últimas
el estudio ó registro de los archivos y de las bi-
como medio, con la gracia divina, de ir á Dios.
bliotecas de Roma; sin olvidar sus cuidados en
favor de las ciencias experimentales, y su afán Consigna las palabras de Monseñor Pecci en
en promover los estudios literarios y la instruc- donde se nota que la ciencia reprobada por el Ca-
ción primaria. tolicismo es aquella que enseña el ateísmo, ó
pretende desmentir á la Biblia, ó envilece al hom-
« Conclusión. — Reconozcámoslo sin embargo;
hay una civilización que la Iglesia y su jefe no %

(1) Carta Pastoral de M o n s e ñ o r Pecci, 1877.


quieren; hay un progreso que los P a p a s y la
bre y destruye los fundamentos del orden moral,
no dar en extravíos dolorosos. A cada instante es
doméstico y civil.
necesario volver los ojos á la región de la luz, y
Y luego enumera los daños causados por la
oir con atención humilde las enseñanzas del g r a n
falsa ciencia que es principio de una civilización
guía de las inteligencias; la voz del Romano Pon-
mentirosa. Negación de Dios, materialismo, eman-
tífice es aquí el medio de andar por el buen ca-
cipación social; en punto á religión, verdadera so-
mino, en tan intrincado y g r a v e asunto.
ciedad atea, reinado del vicio, trastorno del orden
Esta lección será un conjunto de notas ó pa-
social, verdadero caos, situación espantosa, nihi-
sajes tomados de diversas fuentes, para que así
lismo social y moral.
nada tenga que decirse de nuestra ninguna auto-
P a r a sintetizar, diremos que todo ello se redu-
ridad.
ce á estos dos polos: civilización cristiana, or-
Comencemos por la Encíclica:
den de la verdad y del bien; civilización anti-
Largamente se ha escrito sobre la Encíclica
cristiana, el mundo del error y del mal.
Quantá Curá y el Syllabus ó catálogo que la
L a Iglesia, pues, reprobando esa falsa civili-
acompaña. E n t r e las obras á este asunto dedica-
zación, presta un servicio á la causa de la civili-
das, merecen estudiarse los dos volúmenes del se-
zación verdadera, y muestra así, una vez más,
ñor Perujo y un opúsculo del Dr. Vigueira. Ven-
que en ella está la patria de la verdad y el reina-
gamos, pues, á trasladar algo de lo que se lee al
do del orden.
final de la citada obra del abate Cauly, obra sin-
tética y digna de andar en manos de todos los
que conozcan la lengua francesa:
LECCIÓN XXXIX «1. a La Encíclica Quantá Cura es una carta
La Encíclica Quantá Cura y el Syllabus.-La libertad
pontificia dirigida por Pío IX á todos los obispos
ó libertades modernas del mundo católicos. El P a p a da allí elevadas
enseñanzas que tienen relación íntima con las
E s este asunto tan delicado, pide tanta pru- proposiciones erróneas que señala y condena en
dencia, y al propio tiempo es tan de actualidad, el Syllabus. Indica tres grandes errores de los
que ni cabe pasarlo por alto, ni es para tratado cuales fluyen los males que afligen á la Iglesia, á
así como se quiera. E s la g r a n cuestión práctica saber: las pretensiones cesaristas, el liberalismo
de estos tiempos, y es tan singular, que á cada y la revolución.
paso puede t r a e r g r a v e s disgustos. El principio «Y primeramente las pretensiones cesaristas.
de autoridad es aquí requisito indispensable p a r a Hay, dice el soberano Pontífice, quienes tienen
bre y destruye los fundamentos del orden moral,
no dar en extravíos dolorosos. A cada instante es
doméstico y civil.
necesario volver los ojos á la región de la luz, y
Y luego enumera los daños causados por la
oir con atención humilde las enseñanzas del g r a n
falsa ciencia que es principio de una civilización
guía de las inteligencias; la voz del Romano Pon-
mentirosa. Negación de Dios, materialismo, eman-
tífice es aquí el medio de andar por el buen ca-
cipación social; en punto á religión, verdadera so-
mino, en tan intrincado y g r a v e asunto.
ciedad atea, reinado del vicio, trastorno del orden
Esta lección será un conjunto de notas ó pa-
social, verdadero caos, situación espantosa, nihi-
sajes tomados de diversas fuentes, para que así
lismo social y moral.
nada tenga que decirse de nuestra ninguna auto-
P a r a sintetizar, diremos que todo ello se redu-
ridad.
ce á estos dos polos: civilización cristiana, or-
Comencemos por la Encíclica:
den de la verdad y del bien; civilización anti-
Largamente se ha escrito sobre la Encíclica
cristiana, el mundo del error y del mal.
Quantá Curá y el Syllabus ó catálogo que la
L a Iglesia, pues, reprobando esa falsa civili-
acompaña. E n t r e las obras á este asunto dedica-
zación, presta un servicio á la causa de la civili-
das, merecen estudiarse los dos volúmenes del se-
zación verdadera, y muestra así, una vez más,
ñor Perujo y un opúsculo del Dr. Vigueira. Ven-
que en ella está la patria de la verdad y el reina-
gamos, pues, á trasladar algo de lo que se lee al
do del orden.
final de la citada obra del abate Cauly, obra sin-
tética y digna de andar en manos de todos los
que conozcan la lengua francesa:
LECCIÓN XXXIX «1. a La Encíclica Quantá Curá es una carta
La Encíclica Quantá Cura y el Syllabus.-La libertad
pontificia dirigida por Pío IX á todos los obispos
ó libertades modernas del mundo católicos. El P a p a da allí elevadas
enseñanzas que tienen relación íntima con las
E s este asunto tan delicado, pide tanta pru- proposiciones erróneas que señala y condena en
dencia, y al propio tiempo es tan de actualidad, el Syllabus. Indica tres grandes errores de los
que ni cabe pasarlo por alto, ni es para tratado cuales fluyen los males que afligen á la Iglesia, á
así como se quiera. E s la g r a n cuestión práctica saber: las pretensiones cesaristas, el liberalismo
de estos tiempos, y es tan singular, que á cada y la revolución.
paso puede t r a e r g r a v e s disgustos. El principio «Y primeramente las pretensiones cesaristas.
de autoridad es aquí requisito indispensable p a r a Hay, dice el soberano Pontífice, quienes tienen
la insigne audacia de decir que la suprema auto- humano, y que, en el orden político, los hechos
ridad dada á la Iglesia y á esta Sede Apostólica se consumados, por lo mismo que están consumados,
halla sometida al juicio de la autoridad civil; y tienen fuerza de derecho...
de negar todos los derechos de esta misma Igle- « L a carta apostólica indica seguidamente el
sia y de esta misma Sede con relación á la autori- doble fin que persigue la revolución: la destruc-
dad exterior. No se avergüenzan de afirmar que ción de la familia y déla propiedad; déla familia,
las leyes de la Iglesia no obligan en conciencia, á trabajando en sustraer á los padres la instruc-
menos que no estén promulgadas por el poder ci- ción y educación de los hijos p a r a confiárselas al
vil... Tal es el primer error señalado por Pío IX. Estado; de la sociedad, profesando el funesto
«El Papa indica en segundo lugar el libera- error del comunismo y del socialismo.
lismo, y señala su error fundamental: No fal- «A la Encíclica de Pío IX está unido el Sylla-
tan hoy hombres que, aplicando á la sociedad bus. Es un catálogo redactado por orden del
civil el impío y absurdo sistema del naturalismo, soberano Pontífice, una especie de resumen ó enu-
se atreven á enseñar que la perfección de los go- meración sucinta de falsos principios, de doctri-
biernos y el progreso civil exigen que la sociedad nas erróneas, juzgadas y condenadas por el ór-
humana sea constituida y gobernada sin cuidarse gano infalible de la verdad. E n el intervalo
de la Religión más que si no existiera, ó por lo transcurrido entre el año 1846 y el año 1864,
menos sin hacer ninguna diferencia entre la ver- Pío IX, Pastor vigilante y valeroso, había en to-
dadera Religión y las falsas... das ocasiones señalado y combatido el error, ya
«Finalmente, la Encíclica denuncia la revolu- en cartas apostólicas ó encíclicas, y a en alocucio-
nes consistoriales hechas públicas, y estos diver-
ción: Porque allí en donde la Religión es des-
sos documentos el Pontífice había querido for-
terrada de la sociedad civil, la doctrina y la
mularlos en un acto solemne, que resumiese todas
autoridad de la Revelación divina rechazadas, la
las enseñanzas de su pontificado: es el Syllabus.
verdadera noción de la justicia y del derecho hu-
Contiene ochenta proposiciones condenadas, dis-
mano negada, ella misma se obscurece, y la fuerza
puestas bajo diez paragrafos. Dieciocho proposi-
material ocupa el lugar de la verdadera justicia y
ciones se refieren al panteísmo, al naturalismo,
del derecho legítimo; de ahí viene precisamente
al racionalismo absoluto ó moderado, al indife-
que ciertos hombres se atrevan á proclamar que
rentismo ; veinte son relativas á la Iglesia y á
la voluntad del pueblo, manifestada por lo que lla- sus derechos; diecisiete á la sociedad civil con-
man ellos la opinión pública, constituye la ley siderada, ya en sí misma, ya en sus relaciones con
suprema, independiente de todo derecho divino y
la Iglesia; veintiuna conciernen á la moral natu- tingue por un odio sistemático y ciego á la Iglesia
r a l y cristiana, al matrimonio cristiano y al y á sus Ministros».
principado civil del romano Pontííice; finalmen- Resumiendo el mismo escritor, en su ahora
te, las cuatro últimas se refieren al liberalismo citada obra, el asunto referente al Syllabus, es-
contemporáneo ». cribe lo siguiente:
S e r á siempre una gloria p a r a el inmortal Pon- «Después de estaligerísima reseña, ¿qué hom-
tífice Pío IX el haber dado al mundo esos docu- bre de buena fe habrá que se atreva todavía á
mentos admirables, que son como faro que indica acusar al Papa? ¿Qué católico sincero dejará de
los escollos que debe huir la sociedad si no quie- tributarle los más decididos elogios por este vale-
re ser víctima de la revolución. Y siendo esto así, roso a r r a n q u e contra la revolución, precisamente
¿cómo no había de levantar el grito ella, que vió en el tiempo en que se veía más perseguido?
descubiertas sus malas artes, condenados sus «No puede dudarse que esta voz del P a p a de-
principios disolventes y puestos en guardia y tuvo en su camino á muchos católicos que eran
aviso los hijos de la Iglesia, para que no se deja- arrastrados de buena fe por las sendas del error.
sen desvanecer y engañar con las doctrinas hala- Pero la revolución no pudo perdonarle este triun-
güeñas, que tan bien suenan á los rebeldes oídos fo, y levantó contra él infinitas quejas y acusa-
de la soberbia humana? ciones. Sin embargo, ha caído ya la venda de los
¿Qué diremos de las modernas libertades, li- ojos de los ilusos, y el tiempo ha venido á justificar
bertad de imprenta, libertad de cultos, y del des- las condenaciones hechas en el Syllabus, pues ha
venturado liberalismo? Libertad de imprenta, es descubierto toda la deformidad de estos errores,
decir, amplia potestad p a r a publicarlo todo, que por los tristes resultados á que nos han conducido.
es como si dijéramos derecho reconocido p a r a «Sin embargo, entonces se gritó que el P a p a
pervertirlo todo. Libertad de cultos, ó sea el de- trataba de ahogar el espíritu moderno, siendo así
recho reconocido de igualar á todas las religio- que solo trató de prevenir sus abusos y dirigirlo
nes, haciendo de Dios un ser indiferente al error bien. Se le acusó de que trataba de perturbar á
y á la verdad, al bien y al mal. Liberalismo, es las naciones contradiciendo sus constituciones, y
decir, como escribe el señor Perujo en su Ma- eran ellas, por el contrario, las que trataban de
nual del Apologista, «aquel sistema político-reli- oprimir y perturbar á la Iglesia, que y a no podía
gioso que aprueba el despojo de los Estados del sufrir más. Se gritó que desafiaba á los poderes
1 apa, que hace suyos todos los errores condena- civiles tratando de cercenar su autoridad, y no
dos p o r la Santa Sede y, sobre todo, que se dis- hacía más que defender los sagrados y legíti-
mos derechos de la Iglesia. Le llamaron oscuran- bus y proponerlas como una regla segura de las
tista y retrógrado, siendo así que este acto debe ideas y de la conducta. En este sentido se ha dicho
considerarse como el más eficaz impulso hacia el con acierto que la adhesión sincera y completa al
verdadero progreso. Gritaron que desconocía su Syllabus es la profesión de fe católica en el si-
misión, que dogmatizaba sobre la política, como glo XIX».
si no fuera propio del Jefe supremo de la Iglesia El ilustre Obispo de Salamanca, aquel modelo
poner en guardia al mundo entero contra los que de resignación y de paciencia, el inolvidable se-
tratan de perturbarle, y como si fuera culpa suya ñor Martínez Izquierdo, en aquella notabilísima
que la política estuviese en lucha con la Religión carta pastoral, la primera que dirigió á su grey
y quisiera perjudicarla y aun destruirla, si fuese salmantina, al hablar del Syllabus, escribe:
posible, para ponerse en su lugar. «No debió de ocultarse á l a Santa Sede que
«Digámoslo de una vez: la condenación de los con la publicación del Syllabus, y especialmente
errores que señala el Syllabus, y que estando ya con la proposición última de él, había de produ-
condenados anteriormente son presentados aquí cirse ese falso escándalo; que habían de propalar-
en su espantoso conjunto, fué un verdadero ser- se las más negras calumnias, diciéndose, entre
vicio á la Religión, á la filosofía y á la sociedad». otras cosas, que el Sumo Pontífice era enemigo de
El mismo autor Sr. Perujo, en su soberbia obra la paz pública, la cual perturbaba en el punto de
Lecciones sobre el Syllabus, escribe el siguiente ingerirse en la política, con el fin, sin duda, de
párrafo: reivindicar aquel dominio y señorío que tuvo en
«De modo que el Syllabus vino oportunamen- la Edad Media sobre todas las naciones. Pero aun
te á deslindar los campos entre el Catolicismo y la que tales efectos hubo ciertamente de prever el
revolución, oponiendo las afirmaciones de la ver- gran Pío IX, no se arredró un solo momento, an-
dad eterna á las temerarias y subversivas nega- tes creyó que, una vez llegado el tiempo de ha-
ciones del error. El Syllabus y la revolución son blar, no podía guardar silencio ni hacer traición a
la antítesis más completa, y ese importantísimo su magisterio supremo. Bien sabía, por otra par-
documento descubrió de un modo palpable el ca- te, que la paz no sufre detrimento alguno, sino al
rácter anticatólico de aquélla. Por lo tanto, para contrario, que se confirma y robustece con a
combatir á la revolución en todas sus fases, para predicación de la verdad, sobre todo siendo esta
contrarrestar sus progresos, para preservar á los propuesta y enseñada sin amargura, y sin otro hn
pueblos de sus perversas predicaciones, es preci- que la gloria de Dios y la felicidad de los hombres.
so conocer perfectamente las doctrinas del Sylla- Lo que compromete la paz son las maquinaciones
del error y la falta de soluciones precisas, el pro- es decir, suprema, d é l a razón, sin cuidarse d é l a s
fesar la verdad á medias, y, por último, el velar la enseñanzas de la f e ; y al propio tiempo combatió
desnudez del error bajo apariencias seductoras, ó el Dogma cristiano, como si en él hubiera cosas
al menos el consentir que, así velado y disfrazado, opuestas á la sana razón, y quiso destruir la obra
pervierta sigilosamente la conciencia de los indi- divina de Jesucristo, p a r a substituirla con el filoso-
viduos y de los pueblos». fismo ó, como ahora se dice, con el racionalismo.
La ciencia en sus numerosas fases, en sus vas-
tos dominios, fué puesta á contribución para ex-
LECCIÓN X L
plotarla contra las enseñanzas de la fe y p a r a
Luchas y triunfos de la I g l e s i a en nuestros dias. oponerla á los divinos oráculos, esto es, á la Sa-
Conclusión. grada Biblia. Desde los estudios cosmológicos y
Al comenzar esta humilde labor nuestra ex- geológicos, hasta los estudios antropológicos, na-
poníamos la clasificación, en tres grupos, de los da quedó por remover; pero es el caso que esa
errores modernos. Esos grupos ó fases abarcan ciencia era la doctrina particular de sabios des-
el gran conjunto de los ataques dirigidos contra creídos, y no la ciencia como tal, es decir, la
la Iglesia católica en nuestros dias: Fase filosó- expresión sistematizada del orden de los seres,
fica; fase científica; fase histór ico-crítica. basada, como debe estarlo, en la verdad de los
En la primera fase, el racionalismo y los hechos y en la lógica de los razonamientos.
Dogmas; en la segunda, el especialismo científi- L a investigación de todo cuanto puede dar luz
co en oposición con la fe; no ciertamente la en lo tocante á la historia de las religiones, el es-
ciencia verdadera, sino los pareceres de algunos tudio comparado de las mismas, dió ser á una
hombres más ó menos doctos, que pretenden lla- nueva ciencia crítico-histórica, pero el racionalis-
m a r ciencia á sus opiniones; en la tercera, la gra- mo, interesado en dar un mal rato á la Iglesia,
ve cuestión del estudio comparativo de las reli- pretendió ver igualdad en donde solamente hay
giones, explotado por el racionalismo p a r a sacar semejanzas, y quiso incluir al Cristianismo en el
la falsa consecuencia de que todas las religiones número de las religiones falsas y vitandas, proce-
son iguales, y suprimir así la Religión cristiana diendo con un instinto verdaderamente satánico.
El racionalismo, arrancando desde Kant en- Se hizo violencia á la verdad histórica y se
tró en el camino de la autonomía de la razón hu- dirigieron acusaciones malévolas á la Iglesia de
mana, negando lo sobrenatural y pretendiendo Dios, á la Santa Iglesia católica, apostólica, ro-
explicarlo todo mediante la autoridad exclusiva mana. Y luego, los puntos que pueden llamarse
del error y la falta de soluciones precisas, el pro- es decir, suprema, d é l a razón, sin cuidarse d é l a s
fesar la verdad á medias, y, por último, el velar la enseñanzas de la f e ; y al propio tiempo combatió
desnudez del error bajo apariencias seductoras, ó el Dogma cristiano, como si en él hubiera cosas
al menos el consentir que, así velado y disfrazado, opuestas á la sana razón, y quiso destruir la obra
pervierta sigilosamente la conciencia de los indi- divina de Jesucristo, p a r a substituirla con el filoso-
viduos y de los pueblos». fismo ó, como ahora se dice, con el racionalismo.
La ciencia en sus numerosas fases, en sus vas-
tos dominios, fué puesta á contribución para ex-
LECCIÓN X L
plotarla contra las enseñanzas de la fe y p a r a
Luchas y triunfos de la I g l e s i a en nuestros dias. oponerla á los divinos oráculos, esto es, á la Sa-
Conclusión. grada Biblia. Desde los estudios cosmológicos y
Al comenzar esta humilde labor nuestra ex- geológicos, hasta los estudios antropológicos, na-
poníamos la clasificación, en tres grupos, de los da quedó por remover; pero es el caso que esa
errores modernos. Esos grupos ó fases abarcan ciencia era la doctrina particular de sabios des-
el gran conjunto de los ataques dirigidos contra creídos, y no la ciencia como tal, es decir, la
la Iglesia católica en nuestros dias: Fase filosó- expresión sistematizada del orden de los seres,
fica; fase científica; fase histórico-crítica. basada, como debe estarlo, en la verdad de los
En la primera fase, el racionalismo y los hechos y en la lógica de los razonamientos.
Dogmas; en la segunda, el especialismo científi- L a investigación de todo cuanto puede dar luz
co en oposición con la fe; no ciertamente la en lo tocante á la historia de las religiones, el es-
ciencia verdadera, sino los pareceres de algunos tudio comparado de las mismas, dió ser á una
hombres más ó menos doctos, que pretenden lla- nueva ciencia crítico-histórica, pero el racionalis-
m a r ciencia á sus opiniones; en la tercera, la gra- mo, interesado en dar un mal rato á la Iglesia,
ve cuestión del estudio comparativo de las reli- pretendió ver igualdad en donde solamente hay
giones, explotado por el racionalismo p a r a sacar semejanzas, y quiso incluir al Cristianismo en el
la falsa consecuencia de que todas las religiones número de las religiones falsas y vitandas, proce-
son iguales, y suprimir así la Religión cristiana diendo con un instinto verdaderamente satánico.
El racionalismo, arrancando desde Kant en- Se hizo violencia á la verdad histórica y se
tró en el camino de la autonomía de la razón hu- dirigieron acusaciones malévolas á la Iglesia de
mana, negando lo sobrenatural y pretendiendo Dios, á la Santa Iglesia católica, apostólica, ro-
explicarlo todo mediante la autoridad exclusiva mana. Y luego, los puntos que pueden llamarse
derivados ó de aplicación, y ahí tenemos esa vas- son lo mejor que hasta el presente se ha hecho;
ta conspiración anticatólica que f u e r a capaz de cierto que no poseen el atractivo y la flexibilidad
dar en tierra con la institución mejor asegurada, de ingenio de las obras francesas; pero sea como
si no mediase el auxilio de Dios p a r a impedirlo. quiera, las dos grandes sumas apologéticas de
La Iglesia sufrió, pues, un ataque formidable y este siglo son obra del genio alemán; sólidos
en toda la línea; pero n o se cruzó de brazos, y, también son y escritos con hermosa forma los
antes por el contrario, se batió noblemente en trabajos ingleses; otro tanto cabe decir de los
donde se la puso g u e r r a , y resultó, como no podía belgas, filosóficos los de Italia, y de robusta fibra
menos, la gloriosa m a g n i t u d de la Apologética los grandes trabajos hechos en España.
contemporánea, como es fácil ver, y ahí tenemos
Tomemos ahora, como punto de partida p a r a
á la vista la demostración de hecho.
la exposición de esta parte del asunto, la saluda-
ble reacción verificada en Francia, después de las
LA DEFENSA
atrocidades impías del Terror. Los ánimos ha-
Hay pueblos que m a r c h a n á la cabeza de esta
bíanse exaltado hasta el punto de que (en aquella
gloriosa tarea de combatir el mal; en Alemania,
revolución monstruosa que, al destronar al Dios
no tanto quizá por el número, pero sí por la auto-
verdadero, levantaba sobre los altares á la diosa
ridad científica que les asiste, ocupan lugar m u y
Razón, personificándola en una mujer perdida)
preferente sus apologistas. En Inglaterra, en Bél-
todo cuanto pudiera reflejar la idea cristiana
gica y en Italia, se t r a b a j a con verdadera forma-
era objeto de guerra feroz, de bárbara destruc-
lidad; España, por f o r t u n a , salió de su letárgica
ción. (1)
pereza y algo y muy bueno hemos hecho ya;
pero, entre todos los pueblos de Europa, hay uno No sin razón había dicho Tertuliano aquella
activísimo, apasionado, febril, que así se da prisa frase que vivirá siempre: «el alma del hombre es
en la propagación del e r r o r como se bate glorio- naturalmente cristiana»; y el autor de Las No-
samente, con más bríos quizá que ningún otro, ches, aquel poeta en quien se juntan la elevación
en defensa de la v e r d a d . Ese pueblo es Francia, de la mente y las desgracias del escepticismo,
en donde, según nuestro humilde sentir, la apolo- había también escrito esta otra que ha llegado á
gética moderna puede ofrecer muchísimos y no- hacerse famosa: «El hombre es un Dios caído
tables trabajos. L a nota característica de los que se acuerda de los cielos». ¿Qué se requería,
trabajos alemanes es la erudición, la solidez, lo
vasto de sus g r a n d e s síntesis, y, en tal sentido, (I) Vcasc el c u r i o s í s i m o o p ú s c u l o de L a h a r p e , Significación de la
palabra fanatismo.
pues, p a r a calmar el vértigo irreligioso de la fueron aquellos grandes ingenios que con el
revolución francesa? Pues una cosa harto sencilla desgraciado Lamennais á la cabeza, se habían
en sí, pero á la vez labor difícil por las cualida- propuesto defender los intereses de la verdad.
des que deberían juntarse en quien acometiese la Los más elevados cedros caen al rudo golpe de
obra reparadora de volver á despertar la fibra las tempestades, y Lamennais, derribado por el
religiosa en el corazón de las multitudes. Este orgullo, dió consigo en tierra; que solo se va se-
hombre teníalo Dios reservado en el amoroso guro cuando la humildad y la obediencia á la
afán que su Providencia especial ejerce en bien Iglesia sostienen nuestra pobre flaqueza. Esto no
de los intereses de la Iglesia; poeta, filósofo, his- es parte p a r a que no otorguemos, como es justo,
toriador, hombre de mundo, supo dar vida y her- el debido valor á la obra, Ensayo sobre la indife-
mosura á las olvidadas grandezas del Catolicis- rencia en materia de religión, y al importante
mo, y con sus libros Los mártires, verdadera libro, Relaciones de la Iglesia con el poder civil.
epopeya, y El genio del Cristianismo, que es un El abate Gerbet, Lacordaire y el conde de Mon-
poema y una enseñanza, se apoderó de las almas, talembert, hubieron de abandonar al tenaz escri-
y Dios triunfó una vez más de las malas artes tor que pudiera muy bien haber alcanzado el pri-
del Espíritu de las tinieblas, inspirador de toda la mer puesto entre los grandes apologistas de
revolución religiosa, y sobre todo de aquella á entonces; estrella caída, sólo supo dar después
la cual el insigne conde de Maistre llamó con los tristes frutos de toda rebelión, atizando el fue-
frase precisa Revolución satánica. Chateaubriand go de la soberbia humana. El abate Gerbet al-
fué pues el precursor y á la vez iniciador de canzó el episcopado; su ciencia, su estilo, su sa-
aquel despertar religioso, que abría nuevos hori- ber, su espíritu de piedad, hacen de él una de las
zontes á los trabajos innumerables que pronto figuras más hermosas y simpáticas de los tiem-
iban á ofrecerse. Dios había dado el impulso y su pos actuales; su libro, El Dogma generador de la
mano salvadora debía continuarlo, y lo hizo. piedad católica, y sus grandes estudios sobre
Dejando á un lado la conocida o b r a del abate Roma, están considerados como dos obras maes-
Duclot, que si hoy carece de actualidad no por tras. Otro tanto cabe decir de la monumental
eso debemos de desconocer su mérito; y conce- Historia de los monjes de Occidente, de Monta-
diendo todo el aprecio que en justicia merecen las lembert; y al llegar aquí, forzoso es que nos de-
bien ordenadas conferencias de Mons. Frays- tengamos algunos momentos á contemplar la
sinous, tituladas Defensa del Cristianismo, quie- gran figura de Lacordaire, tan discutido, tan mal
nes dieron á los errores de la época golpe mortal, juzgado, tan mal conocido y estimado, y que, á
pesar de todo, mereció el glorioso dictado de volúmenes, está presentado con originalidad, en
Profeta de los tiempos nuevos, llamándole el ocasiones alcanza las alturas de lo sublime; siem-
orador del Credo, por la saludable influencia de pre allí se descubren y sienten exquisita dulzura,
sus conferencias en el mundo de la fe, y á quien, poética elocuencia y una convicción profunda
cuando sonó la triste «hora de las alabanzas», des- que penetra en el ánimo y a r r a s t r a el corazón;
pués que la muerte selló p a r a siempre aquellos todo esto, unido á las condiciones excepcionales
labios, «que habían recibido expresamente de que adornaban al insigne religioso, hacían de él
Dios, como dijo el P. Félix, la mayor elocuencia un orador de primer orden, que logró con su
de este siglo», se le llamó «el sacerdote más gran- saber y elocuencia ganar muchas batallas en fa-
de de los tiempos». (1) Su virtud asombrosa fué vor de la verdad, atrayendo las almas que gemían
llamada santidad por el elocuentísimo P. Fontai- aprisionadas en los lazos del error, al amoroso
ne, y si alguien quisiera saber al pormenor los redil de la fe católica. Las Conferencias en Nues-
admirables rasgos de c a r á c t e r y de virtud del tra Señora hicieron del púlpito de aquella iglesia
ilustre dominico, vea la extensa obra que al efecto verdadera cátedra de polémica, y allí, según las
publicó el P. Chócame, de la misma Orden. Como necesidades del momento lo pedían, se trataron, y
labor apologética, propiamente dicha, debemos siguen tratándose, los asuntos de palpitante actua-
buscarla en sus Conferencias en Nuestra Señora, lidad. Después del Orador del Credo, el Orador
completadas por las de Tolosa, que tienen y a ca- del Confíteor; así fué llamado el dulcísimo padre
rácter práctico, pues en ellas traza un estudio Ravignan, autor de unas hermosas Conferencias
profundo sobre la vida; l a s otras, que pueden lla- lilosófico-religiosas; y luego, su hermano en reli-
marse dogmáticas, son verdadero monumento gión el Rdo. P. Félix, que trató durante diecisiete
erigido por el genio de la elocuencia, y en este años la delicada cuanto difícil cuestión de El
sentido no han sido hasta hoy igualadas. El ilus- Progreso por medio del Cristianismo. Estas Con-
tre orador estudia la Iglesia, la doctrina en sus ferencias, con las que dió acerca del socialismo,
fuentes, en su materia y forma, en sus efectos so- son en mi humilde entender la obra más vigo-
bre el espíritu, el alma y la sociedad; traza un rosa que en este género se hizo; ¡qué número
g r a n estudio acerca de Dios y sus obras, Jesu- infinito de asuntos! El progreso moral, social, de
cristo, Los misterios cristianos, El Sacramento, la familia, las relaciones entre la fe y la razón,
La Profecía y la Gracia. Todo esto ocupa varios entre la fe y la ciencia, la economía política, la
crítica, la filosofía, el ateísmo, la Iglesia, el arte,
(1) Véase la Vie du Pére Lacordaire. p o r el c o n d e de iMontalembcrt. la secularización y el pontificado! ¿Cabe darse
p r o g r a m a más extenso y variado? Y repárese las grandes verdades religiosas contenidas en la
que cada uno de aquellos innumerables discursos Sagrada Biblia, pero sobre todo, y de insupera-
es toda una obra maestra sobre el asunto, y allí ble manera, la Divinidad de Jesucristo contra el
se juntan la elocuencia, la lógica, un dominio per- libre pensamiento. Actualmente ocupa honrosa-
fecto de cada cuestión y ese quid divinum propio mente el pulpito de Nuestra Señora monseñor
del celo apostólico. D'Hulst, conocido por sus trabajos filosóficos, y allí
Dignos son también de ser tenidos en cuenta viene dando notables Conferencias acerca de la
los t r a b a j o s oratorio-apologéticos de l o s P . P. Ma- moral en sí misma y en sus variadas é importan-
tignon, R a u x y Didon; y, desde el punto de vista tes relaciones.
teológico, ó más bien dogmático-apologético, el Pero si la elocuencia puesta al servicio de la
grandioso monumento de ciencia y de doctrina verdad supo dar tan ópimos frutos, en el orden
levantado por la sencilla, pero simpática elocuen- tranquilo y reposado del libro no han sido infe-
cia, del P. Santiago Monsabré, que llena quince riores. Ozanam, el que para mí reviste la más
volúmenes, á los cuales pueden añadirse sus tra- simpática figura de los publicistas franceses, y
bajos titulados: Introducción al Dogma Católico que nos dió aquellos admirables estudios litera-
y Los dos radicalismos. E n el género de confe- rio-religiosos é histórico-religiosos que nos obli-
rencias, son dignas del recuerdo las del sabio gan á mirar con justicia y asombro á la Iglesia,
abate Broglie sobre La vida sobrenatural y sobre verdadera protectora y promovedora de los altí-
La idea de Dios en el Antiguo Testamento; las simos intereses de la civilización: Luis Veuillot,
del abate Freppel, más tarde obispo d e A n g e r s , polemista incansable, escritor de dulcísimo estilo,
dadas en Santa Genoveva, muestra elocuentísima prosista de orden, autor de muchísimos trabajos
de lo que un día había de ser aquel joven, que y de las dos joyas literarias religiosas: El Per-
ya entonces era un sabio, y que en sus Lecciones fume de Roma y la Vida de Jesucristo: Augusto
sobre la elocuencia sagrada, dejó un tesoro de Nicolás, el gigante de los estudios crítico-filosó-
ciencia histórico-religiosa que tiene grandísimo ficos aplicados al Cristianismo; ¡cuántos y cuán
valor apologético. Y si se buscan discursos en hermosos son sus libros! desde los primeros
donde la ciencia más plena y vigorosa anda aso- Estudios filosóficos, El plan divino, Jesucristo
ciada con suma corrección y sencillez de forma Su Divinidad, La razón y el Evangelio, El
que no tiene rival, ahí están las numerosas Con- Estado sin Dios, La revolución y el orden cris-
ferencias del abate Fremont, que fustigó á la crí- tiano.hasta sus admirables obras El arte de creer
tica impía y á la ciencia incrédula, defendiendo y Roma será devuelta al Pontificado. Creo que
aquí, entre estos seglares ilustres, debe ocupar, de santos (1), otro acerca d é l a Sagrada Biblia,
pues no perdió su actualidad, lugar importante sus trabajos de Filosofía contra Renán y el germa-
el originalísimo y profundo conde de Maistre, nismo racionalismo, sus notables apreciaciones
autor del hermoso libro Las veladas de San crítico-literarias, y sus Cuentos extraordinarios,
Petersburgo y Del Papa y la Iglesia gali- que son un portento.
cana. P a r a terminar esta breve reseña de los traba-
Muy por el estilo del autor de Las considera- jos hechos en Francia, diré algo sobre la polé-
ciones sobre Francia que nos dejó en sus nume- mica desde el punto de vista de las ciencias, de
rosos volúmenes de Cartas, las mejor escritas la crítica, de la historia y del arte.
que se conocen en toda la historia literaria, es Difícilmente se vió jamás defensa tan enér-
el g r a n Ernesto Helio. Declaro con toda inge- gica y copiosa como la que en el orden pura-
nuidad que este ilustre bretón es el pensador mente científico hicieron los apologistas france-
más original, m á s profundo y más brillante que ses, que en este punto son, creo yo, los que más
registra la historia intelectual de la época pre- alto alcanzaron poner el buen nombre de la polé-
sente. De él puede muy bien decirse lo que San mica científica. Además de los conocidos trabajos
J u a n escribe del Divino Salvador: «Vino á los su-
de Marcelo de Sevres y Elias de Beaumont, ini-
yos y no le recibieron». ¿Qué misterio singular
ciaron estos grandes estudios de conciliación en-
hay aquí? Helio, como pensador, vale más él sólo
tre la ciencia y la fe, el abate Maupied, en su
que todos los pensadores franceses juntos, desde
obra monumental, Dieu, l'homme et le monde;
que en F r a n c i a se supo pensar. Es superior á los
el abate Moigno en sus Esplendores de la Fe,
demás en f u e r z a , y"ahora que se murió, empieza
trabajo eruditísimo, y el P. Caussette en su Buen
p a r a él la h o r a de la justicia. El distinguido es-
sentido de la Fe. Estos estudios encuentran en el
critor católico J o s é Serre publicó el año pasado
abate Arduín un cultivador de primer orden,
un libro muy hermoso, estudiando á Helio. P a r a
comprender un poco lo que valía este verdadero que nos ofreció la más notable obra de este género
genio, católico fidelísimo, de alma, de corazón y en los abultados volúmenes de La Religión en
de vida práctica, es necesario dedicar siquiera face de la science, trabajo clásico que hasta hoy
dos años exclusivamente al estudio de sus obras. no fué superado. El abate Broglie, tristemente
¡Qué libros! C a d a página es un milagro, y cada perdido p a r a la ciencia, muerto poco ha, como
frase es un t r a t a d o entero! Su obra maestra es la todos sabemos, de trágica manera, es quien me-
titulada L'homme; después, el libro Fisonomías
( 1 ) T r a d u c i d o al castellano p o r D. Juan Maragali. Vol. I d e la
Colección de Autores Católicos que publica en Barcelona D. J u a n o m .
jor que ningún otro había dado el golpe de gracia Como estudios de carácter crítico son notables
al positivismo ; sus obras Le positivisme et la y clásicos los del abate Vigouroux, La Bible et les
science experimentóle, y La reaction contre le découvertes modernes, y Les livres Saints et la
positivisme, son trabajos que ocuparán distingui- critique rationaliste. Encierran muchísimo sa-
do lugar en la historia de las luchas de la Iglesia. ber los del a b a t e Thomas, uno sobre Los oríge-
El sabio canónigo Duillet de Saint-Projet com- nes del Cristianismo, su obra Les temps primi-
pendió de magistral m a n e r a la polémica científi- tifs..., y su profundo libro Le regne du Christ.
ca en su áureo libro, Apologie scientifique de la Debe también citarse el voluminoso libro del
foi chrétienne. El doctísimo P. Bonniot, agosta- P a d r e Fontaine sobre el difícil tema de Los orí-
do en flor, esperanza legítima de la fe y de la genes cristianos; el sólido trabajo de M. Th. H.
ciencia, es autor de notabilísimos trabajos, tales Martín, Les sciences et la philosophie; la res-
son, Le miracle et ses contrefaçons, libro que me- puesta del abate Broglie á M. Taine, encerrada en
reció repetidas ediciones; L âme et la physiologie, el hermoso libro Le present et l'avenir du Ca-
que está tenido como la obra m á s notable en su tholicisme en France; y p a r a c e r r a r este breve
género ; La bête comparée á l'homme, estudio vo- cuadro, los estudios de conciliación entre Santo
luminoso, de primer orden, y Le problème du ríial, Tomás y las ciencias modernas, que viene ha-
obra profunda y digna de ser a t e n t a m e n t e estudia- ciendo el sabio abate Farges, de los cuales h a n
da. U n ingeniero del Estado, que no reveló su salido ya numerosos tomos, como también las dos
nombre, publicó un libro titulado Introduction obras del P. Maumus, acerca de Santo Tomás y
scientifique á la foi chrétienne, que es una sín- Descartes la primera, y Les philosophes con-
tesis de toda la polémica contemporánea, labor temporains la segunda. Los grandiosos estudios
admirable que debiera andar en manos de todos. bíblicos de monseñor Meignan, y aquellos tres li-
Y en esta última temporada, la g r a n síntesis, ver- bros clásicos de M. Caro, Dieu et ses nouvaux
dadera suma apologética apropiada á las cir- critiques, Le matérialisme et la science, y Le
cunstancias presentes, obra póstuma del g r a n pesimisme; terminando con la delicada obra Les
pensador M. de Pradie, t r a b a j o profundo, eleva- esperances chrétiennes de Agustín Cochin, y los
do, originalísimo, verdadera maravilla y labor delicadísimos libros del P. G r a t r y , sobre asuntos
propia de un genio, titulada: La divine consti- filosófico-teológicos, tales como La philosophie
tution de /' univers (1). du Credo, Les sources y otros; coronándose esta
serie de t r a b a j o s con la renombrada obra Le
(1) C o m o obra m a n u a l véase la del abate C a u l y , Religion et Catho-
licisme. christianisme et les temps présents, de monseñor
Bougaud, Le doute... y La foi et ses victoires, lesve, estudio donde se juntan la filosofía, la reli-
de Mons. B a u n a r d , y las que viene publicando gión y la historia, que ocupa tres enormes volú-
el sabio abate Gondal, que dió ya dos volúmenes, menes bajo los títulos de Dieu et ses Oeuvres,
el uno Religion, y el otro Le surnaturel, ambos Jesuschrist et son regne, L'Eglise et le Pape,
trabajos muy notables y bien escritos. grandes siècles et grandes hommes, y luego los
E n el orden histórico, en este orden que importantísimos trabajos que en ese orden vienen
más que ningún otro pide verdadera honradez publicándose constantemente en la Revue des
científica, porque vive en parte del testimo- questions historiques, en la notable Revue des
nio humano, hubo necesidad de poner coto á las religions y en la Revue du monde catholique,
demasías de la impiedad, y ciertamente aquí se mereciendo también los honores de la cita los tra-
trabajó con verdadero heroísmo. ¡Cuántas vigi- bajos del malogrado abate Perreyre.
lias supone la obra monumental del sabio y mo- En el mundo del arte, la incredulidad contem-
destísimo abate Gorini! Su obra Defense de poránea puso su mano inconsiderada hasta no
PEglise contre les erreurs historiques, es un ver- respetar ni aun los asuntos puramente religiosos.
dadero tesoro de erudición, de paciencia y de so- La filosofía del arte se tornó materialista; ; q u é
lidísimo saber. Obra celebradísima también la había de salir de tales doctrinas que son la ab-
de M. Paul Allard, acerca de las persecuciones; yección misma? Lo que todos hemos visto: ense-
rica en datos la de monseñor Laouenan, impresa ñanzas teóricas y manifestaciones artísticas que
en Asia, escrita sobre el propio terreno de la ma- serán uno de los mayores oprobios de este siglo !
teria estudiada, Le Brahmanisme et ses rappor- Quien sepa estimar las grandezas sublimes y pu-
tes avec le Judaïsme et le Christianisme ; el clá- ras del arte, siente profunda indignación al ha-
sico libro del ilustre a b a t e Broglie, Problèmes et blar de estas cosas, y quisiera enarbolar el látigo
conclusions de l'histoire des religions; los curio- para echar del templo de las artes á sus atrevi-
sos resúmenes del a b a t e Cauly en su obra Reli- dos profanadores! Afortunadamente no faltan
gion et Catholicisme; los hermosos libros de gloriosos representantes de los intereses del arte,
M. Leroy de la Marche; el trabajo eruditísimo que han tratado de oponer la verdad y la sublime
que es como la historia verídica del Libre pen- elevación de lo bello á las degradaciones del na-
samiento contemporáneo, del abate Canet; el turalismo contemporáneo. El Padre Félix, de la
filosófico y extenso trabajo, no ha mucho publi- Compañía de Jesús, nos dió sus admirables Con-
cado por el abate Laguinot, L'Eglise vengée par ferencias; el malogrado joven Alfredo Tonnele
l'histoire; la g r a n trilogía del P. Marín de Boy- su hermosísimo libro, Fragments sur l'art et la
philosophie; Víctor de la Prade, el insigne poe- y sabia, supo reunir en su hermosa y eruditísima
ta, escritor erudito á la par, sus estudios sobre Apología del Cristianismo, todas las cuestiones
L'art et la morale, y su lindísima obra Le senti- fundamentales que hoy se agitan, y reducir á uni-
ment de la nature dans l'Art et la poesie ; el dad los variados é inmensos materiales que de-
docto abate Merit, su delicadísimo libro Le beau muestran el saber incomparable de este ilustre
en littérature; el P. Marín de Boylesve, su cu- sacerdote, que además es todo un escritor ¡pues
riosa obra Le beau; el doctísimo P. Longaye, su acertó á dar á su obra un atractivo poderoso de
profundo libro L'âme dans la parole et dans les forma,'cosa no muy corriente en la ciencia ale-
choses; el abate Vallet sus bien escritos estudios mana. El Doctor Schanz publicó pocos años ha
acerca de L'ideé du beau dans la philosophie otra obra semejante, que ocupa tres volúmenes,
de Saint Thomas; el distinguido crítico Barbey y comprende ya los novísimos y difíciles estu-
D'Aurevilly, autor de numerosos libros de ese dios de religión comparada; esta obra está te-
género, defiende valerosamente los fueros de la nida como trabajo superior, y es lástima que
estética cristiana, y el gran Hernesto Helio nos no haya pasado aún á ninguna de las lenguas
ofrece una obra maestra en su libro L'estile, re-
neolatinas. Pero la obra que en estos tiempos
fundido en la última parte de su obra capital, ti-
ocupa el primer puesto por su solidez y exten-
tulada L'homme.
sión es la Apología del Cristianismo desde el
Después de Francia, Alemania; los trabajos punto de vista de las costumbres y de la civili-
no se que hayan sido aquí tan crecidos en núme- zación, del nunca bien ponderado P. Alberto M.H
ro como lo son en importancia ; desde este mo- Weiss, religioso bávaro, del Orden de Santo
mento me veré obligado á resumir lo posible la Domingo. Su obra es un monumento; encierra
materia, porque noto que este trabajo va cre- en vastísima síntesis todo el saber contemporá-
ciendo demasiado, y no conviene que sea largo. neo y la historia religiosa y moral de las pa-
P a r a dar amenidad á esto fuera necesario entrar sadas edades; ocupa, en la edición hecha en Pa-
en consideraciones críticas y entonces habría ma- rís en lengua f r a n c e s a , diez grandes volúme-
teria p a r a varios libros. Comienzo por los tres nes, y en la edición alemana llena cinco tomos
grandes representantes de la Apologética, que enormes; la obra fué bien recibida como era
han sabido darnos tres admirables obras, verda- justo, y se ha publicado y a el Prólogo de la
deras sumas en tan variado y útilísimo asunto. El tercera edición alemana. No conozco Suma Apo-
doctor Hettinger, además de su Teología funda- logética que pueda comparársele. A estos tra-
mental ó apologética, que es una obra profunda bajos deben añadirse la grandiosa obra de es-
tudios morales y sociales del P. Kathrein; La logetique chrétienne; en monseñor Veddingen,
cuestión social, del sacerdote Hitze; El Estado que publicó un hermoso y muy celebrado libro,
y la escuela..., del P. Florian Riess; Los gran- Apologetique fondamentale, que alcanzó muy nu-
des arcanos del universo, obra maestra, del merosas ediciones; el P. jesuíta Schouppe, que es
P. Tillman Pesch; la clásica obra, Bibel und autor de un Cours abregé de religión que cuenta
Nature (La Biblia y la natural esa), del sabio ya treinta y nueve ediciones; el distinguido escritor
profesor Reusels; y la gran defensa de La filo- abate Baets, refutador de las nuevas teorías cri-
sofía escolástica, del P. Kleutgen. P a r a cono- minalistas, autor de una obra importante sobre
cer la vida, la actividad, el denuedo y la cons- Los fundamentos de la moral y del derecho; mon-
tancia, al p a r que la poderosa labor intelectual señor de Harler, uno délos más afamados sinólo-
de la Alemania católica, véanse los libros que gos contemporáneos; y merecen ser citadas con
al efecto publicó el notable historiador Alfonso honor, la sabia Revue des questions scienti fiques,
Kannengieser, que corren y a puestos en caste- la Revue de Louvaine y La Revue generale.
llano por el señor Hernández Villaescusa, y pue- En Italia se han publicado muy notables tra-
den servirnos de ejemplo á los católicos de raza bajos; los del eruditísimo P. Raulica;los del sabio
latina p a r a defendernos de la impiedad reinan- canónigo Sanseverino; los del doctísimo P. Li-
te, hija en g r a n parte del odio masónico-judío. beratore; otros del sabio P. Perrone; las famosas
P a r a conocer lo que hay en este gravísimo asun- Respuestas, del P. F r a n c o ; los sólidos estudios del
to, deben registrarse los trabajos del escritor Cardenal Alimonda; los razonados libros del Car-
francés Drumont, la obra clásica entre otras; denal Francelin; los del docto Cardenal Zigliara;
las que del asunto tratan, de Monseñor Meurin, y si los libros del sapientísimo P. Secchi no tie-
S. J., La Francmafonnerie sinagoge de Satan, y nen carácter apologético, sirven, no obstante, pa-
unos extensos artículos publicados no ha mucho en r a demostrar que la fe y la ciencia pueden andar
la revista Etudes, de los PP. Jesuítas, en París. juntas, como de hecho se unieron en el poderoso
El movimiento apologético tiene sus represen- talento del ilustre físico y renombrado astrónomo.
tantes en Bélgica en el sabio P. Carbonelle, autor En Inglaterra, no obstante sus prevenciones,
de la hermosa y profunda obra, L'aveuglcment sus hábitos y su inveterado protestantismo, tam-
scientifique; en el distinguido autor del precioso bién se trabajó y maravillosamente en favor d é l a
libro El porvenir de los pueblos católicos, en los verdad católica.
dos notables apologistas Mons. Rutten, autor de No hay g r a n número de trabajos, pero los tiene
una obra m u y leída, Cours elementaire d'Apo- notables. P a r a quien conozca la historia intelec-
tual de estos tiempos, ¿son, por ventura, nuevos Con el Catolicismo, y la Filosofía fundamental,
los nombres del sabio Cardenal Newman, del ori- dos maravillas, hijas, más que del talento, del ge-
ginalísimo y poético escritor Federico Guillermo nio poderoso del insigne sacerdote catalán. Do-
Faber y del ilustre Cardenal Manning? Léanse las noso Cortés, alma hermosa, si las hay, talento
obras de todos ellos, y se podrán admirar los pro- colosal, mente de fuego, verdadero vidente, ora-
fundísimos discursos del primero, verdadero río dor sin segundo, autor del profundo libro Ensa-
de doctrina; los delicadísimos libros del segundo, yo sobre el Catolicismo. El malogrado Sr. Pe-
que es todo un genio, libros que son verdadera rujo, que escribió muy notables libros, entre los
apología por las bellezas que revelan en la doc- cuales deben figurar, principalmente, sus admi-
trina católica, y, finalmente, los escritos del últi- rables Lecciones sobre el Syllabus y La plura-
mo, celoso defensor de la infalibilidad pontificia, lidad de mundos habitados.
y pastor vigilante de los amenazados intereses de
El prodigioso pensador Cornelias Cluet, que
la grey de Cristo.
era un genio y dejó solamente dos libros, pero
A estos trabajos, añádanse los que los P a d r e s
capaces de honrar á una nación; Demostración
Jesuítas vienen publicando en su revista The
de que no pueden darse conflictos entre la Reli-
Month.
gión y la ciencia, y la Introducción á la filosofía.
Entre los trabajos americanos figuran la co-
Los P. P. Mendive, Miguel y Juan Mir, autores
nocida y hermosa obra del docto sacerdote chile-
de tres obras notables sobre el tan machacado,
no Eizaguirre, La Iglesia ante sus desidentes, y
pero útil asunto, Harmonía entre la ciencia y la fe.
las Conferencias que el sabio Cardenal Gibbons
El inolvidable Cardenal González, sabio filóso-
dió en San Pablo, traducidas al francés por el doc-
fo y apologista, que en sus últimos Estudios so-
to abate Klein, autor de tres libros notables, uno
bre Santo Tomás, y en su obra La Biblia y la
acerca del movimiento neo-cristiano en la litera-
ciencia, nos dejó el sello de su genio y dos mo-
tura, otro acerca del ilustre Cardenal Lavigerie,
numentos de primer orden. El sabio Obispo de
y por último una serie de estudios de crítica lite-
Oviedo Iltmo. Sr. Martínez Vigil es autor de una
ria, labor en la cual descuella ese docto sacerdo-
obra, recientemente publicada, en donde, bajo el
te, honra del pueblo francés.
título de La Creación, la Redención y la Iglesia
En nuestra patria, la patria de Melchor Cano
resume con admirable precisión, con profusa ri-
y de Suárez, tenemos al inmortal B a l m e s , « e l m á s
queza de datos y con excelente plan, toda la po-
sabio del siglo», autor de tantas y tan hermosas
lémica contemporánea. Otros muchos trabajos
obras, entre ellas El protestantismo comparado
podrían traerse pero es hora de ir pensando en
cerrar estas páginas, y lo haré citando al ilustre la verdad y la divina misión de salvar á los hom-
Menéndez Pelayo, hijo fiel de la Iglesia, qué como bres. Y pues la ocasión se ofrece conste, y no co-
San Isidoro, Vives y S u á r e z , lleva en su cabeza mo reto, porque la Iglesia no acomete á nadie (se
el saber pasado y el s a b e r de su tiempo, y supo defiende y esto le basta), pero sí como una decla-
darnos la obra monumental Historia de los he- ración : si los partidarios del error se han imagi-
terodoxos españoles, y, finalmente, al doctísimo nado que estamos muertos, sepan desde ahora que
P. Cámara, Obispo de S a l a m a n c a , autor de la se han equivocado; hasta aquí hemos sabido res-
más notable refutación d e Draper, y al erudito ponder de la verdad de nuestra f e ; mañana, si es
Ferreiroa, autor de notables trabajos históricos. necesario contestar á nuevos errores, allá iremos,
Por todo lo que a p u n t a d o dejamos, harto fácil y cuando la muerte nos marque la hora de des-
es ver dos cosas que son el resumen de todo el cansar, otros vendrán detrás que recogerán
asunto. Primero: el a t a q u e formidable dado en nuestras a r m a s y templarán otras todavía mejo-
toda línea por el racionalismo contemporáneo res, y podrá decirse como axioma ó principio his-
contra la Iglesia católica, única Iglesia verdadera tórico, que la narración délas luchas de la Iglesia
de Cristo; ataque variado en sus mil formas, des- es la historia fiel de sus triunfos.
de el idealismo panteísta hasta el materialismo
reinante y el criticismo histórico. Segundo: la DOS P A L A B R A S PARA TERMINAR
vitalidad prodigiosa de l a Iglesia, que no cejó un Necesitábanse cátedras de Apologética en las
paso, ni otorgó la más l e v e concesión que pudiera escuelas eclesiásticas; y esta necesidad grave y
empañar la gloria de su doctrina, y que defendió urgente ha comenzado á satisfacerse. Pero, por
la verdad con heroico v a l o r , aceptando la lucha mucho que se registrase, faltaba un libro reduci-
en todos los terrenos, y contestando victoriosa- do, compendioso, claro y metódico, que en escaso
mente todos los reparos que se le hicieron en volumen ofreciese el conjunto entero de la po-
nombre de la filosofía, d e la ciencia, de la histo- lémica contemporánea. Después de haber pasado
ria y de la crítica. D e s p u é s de esta lucha, ¿que- toda nuestra vida intelectual dedicada á estudios
dará todavía algo que h a c e r ? Entiendo que sí; apologéticos, y en vista de esa necesidad apunta-
mientras en el mundo h a y a pasiones y la envidia da, hemos puesto mano á esta humilde labor, que
del espíritu maligno p u e d a tender asechanzas á nos costó ímprobo trabajo. Como labor nuestra
las almas, tendremos e r r o r e s y tendremos lucha; vale lo poco ó nada que vale quien se atrevió á
la vida de la Iglesia es p a l e n q u e abierto á todas acometerla; así y todo puede ser útil á muchos,
horas, porque á ella está confiado el depósito de y les ahorra tiempo, libros y dispendios; es como
una especie de Catecismo Apologético, acomoda- PAGS.

do á las presentes necesidades. Y, si se piensa en 5


Licencia del Ordinario
los tristes días en que vivimos y en las sombrías Dedicatoria 7

9
Dos palabras del autor
nubes del porvenir, necesario es que todos nos
preparemos, con el estudio y la oración, p a r a re- P A R T E PRIMERA
sistir á los ataques de la mentira, y para saber FASE PRIMERA
morir, si es preciso, en a r a s de la fidelidad debida El Racionalismo y los Dogmas
L e c c i ó n p r e l i m i n a r . —Definición de la Apologética y su divi-
á las enseñanzas de la fe y como hijos leales de
sión.— Apologética m o d e r n a : sus fases y fuentes en d o n d e pue-
la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, de estudiarse. —Exposición general ó rápida hojeada histórica
unidos estrechamente á nuestros venerables Pre- sobre los errores m o d e r n o s . .
L e c c i ó n I . — Exposición del racionalismo desde Kant hasta el po-
lados, y todos juntos, unidos como una sola alma, sitivismo, el pesimismo y el nihilismo
con el Romano Pontífice, Vicario de Nuestro Se- L e c c i ó n I I . — C r i t i c a general del racionalismo
L e c c i ó n I I I . — El racionalismo y lo sobrenatural
ñor Jesucristo. Y como pudiéramos, sin que- L e c c i ó n I V . — El racionalismo y el misterio
Lección V. —El racionalismo y el milagro 5.
rerlo, haber escrito algo que no estuviese confor- L e c c i ó n V I . — E1 racionalismo y la divinidad de Jesucristo. . . .0
me con las enseñanzas divinas de la Santa Iglesia, L e c c i ó n V I I . — E l racionalismo y el Dogma de la Santísima T r i -
nidad • • • •,
téngase por no dicho, y entiéndase que no tene- L e c c i ó n V I I I . — E l racionalismo y el Dogma de la creación. . . »-
mos m á s autoridad que la que procede de acatar L e c c i ó n I X . - El racionalismo y el Dogma del pecado o r i g i n a l . . 103
L e c c i ó n X . - E l racionalismo y el Dogma de la Encarnación. . . U -
aquella autoridad infalible con que Dios adornó á L e c c i ó n X I . - E l racionalismo y los Dogmas de la Redención y
su Iglesia y á su Jefe visible, el Pontífice Roma- de la Gracia
Lección X I I . - E 1 racionalismo y el Dogma Eucarisuco. . - •
no, maestro, guía, sacerdote, padre del aprisco L e c c i ó n X I I I . - E l racionalismo y el Dogma de la Resurrección. 13o
L e c c i ó n X I V . - El racionalismo y el Dogma de la vida futura. . 141
cristiano, y en quien todos debemos poner enten- L e c c i ó n X V . - El racionalismo y la Iglesia católica
dimiento, alma y corazón, esperándolo todo del
P A R T E SEGUNDA
divino Salvador de los hombres, de su Sacramento
FASE SEGUNDA
divino y de la intercesión de su Madre Santísima.
El llamado especialismo científico
Compóstela, Agosto de 1901. Lección XVI.-Relaciones entre la ciencia y la fe. - Exposición
general del a s u n t o y bases para f u n d a r el acuerdo entre ambas, loa
Lección X V l I . - L a fe y l a g e o l o g í a . - L ° L * cuestión p u r a m e n -
te c o s m o g ó n i c a . - 2 . " La obra de los seis d í a s . - 3 . ° E l diluvio ^
universal '
L e c c i ó n X V I I I . - L a fe y la a s t r o n o m í a . - L a astronomía y la
narración m o s a i c a . - L a filosofía y la narración a s t r o n o m i c o - ^
mosaica
L e c c i ó n X I X . - L a fe y la b i o l o g í a . - O r i g e n de la v i d a — L a ^
generación espontánea
una especie de Catecismo Apologético, acomoda- PAGS.

do á las presentes necesidades. Y, si se piensa en 5


Licencia del Ordinario
los tristes días en que vivimos y en las sombrías Dedicatoria 7

9
Dos palabras del autor
nubes del porvenir, necesario es que todos nos
preparemos, con el estudio y la oración, p a r a re- P A R T E PRIMERA
sistir á los ataques de la mentira, y para saber FASE PRIMERA
morir, si es preciso, en a r a s de la fidelidad debida El Racionalismo y los Dogmas
L e c c i ó n p r e l i m i n a r . —Definición de la Apologética y su divi-
á las enseñanzas de la fe y como hijos leales de
sión.—Apologética m o d e r n a : sus fases y fuentes en d o n d e pue-
la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, de estudiarse. —Exposición general ó rápida hojeada histórica
unidos estrechamente á nuestros venerables Pre- sobre los errores m o d e r n o s . .
L e c c i ó n I . — Exposición del racionalismo desde Kant hasta el po-
lados, y todos juntos, unidos como una sola alma, sitivismo, el pesimismo y el nihilismo
con el Romano Pontífice, Vicario de Nuestro Se- L e c c i ó n I I . — C r i t i c a general del racionalismo
L e c c i ó n I I I . — El racionalismo y lo sobrenatural
ñor Jesucristo. Y como pudiéramos, sin que- L e c c i ó n I V . — El racionalismo y el misterio
L e c c i ó n V . —El racionalismo y el milagro 5.
rerlo, haber escrito algo que no estuviese confor- L e c c i ó n V I . — E1 racionalismo y la divinidad de Jesucristo. . . .0
me con las enseñanzas divinas de la Santa Iglesia, L e c c i ó n V I I . — E l racionalismo y el Dogma de la Santísima T r i -
nidad • • • •,
téngase por no dicho, y entiéndase que no tene- Lección VIII.—El racionalismo y el Dogma de la creación. . . »-
mos m á s autoridad que la que procede de acatar L e c c i ó n I X . - El racionalismo y el Dogma del pecado o r i g i n a l . . 103
L e c c i ó n X . - E l racionalismo y el Dogma de la Encarnación. . . 11:
aquella autoridad infalible con que Dios adornó á L e c c i ó n X I . - E l racionalismo y los Dogmas de la Redención y
su Iglesia y á su Jefe visible, el Pontífice Roma- de la Gracia
L e c c i ó n X I I . —El racionalismo y el Dogma Eucaristía). . - •
no, maestro, guía, sacerdote, padre del aprisco L e c c i ó n X I I I . - E l racionalismo y el Dogma de la Resurrección. 13o
L e c c i ó n X I V . - El racionalismo y el Dogma de la vida futura. . 141
cristiano, y en quien todos debemos poner enten- L e c c i ó n X V . - El racionalismo y la Iglesia católica
dimiento, alma y corazón, esperándolo todo del
P A R T E SEGUNDA
divino Salvador de los hombres, de su Sacramento
FASE SEGUNDA
divino y de la intercesión de su Madre Santísima.
El llamado especialismo científico
Compóstela, Agosto de 1901. Lección XVI.-Relaciones entre la ciencia y la fe. - Exposición
general del a s u n t o y bases para f u n d a r el acuerdo entre ambas, loa
Lección X V l I . - L a fe y l a g e o l o g í a . - L ° L * cuestión p u r a m e n -
te c o s m o g ó n i c a . - 2 . " La obra de los seis d í a s . - 3 . ° E l diluvio ^
universal '
L e c c i ó n X V I I I . - L a fe y la a s t r o n o m í a . - L a astronomía y la
narración m o s a i c a . - L a filosofía y la narración a s t r o n o m i c o - ^
mosaica
L e c c i ó n X I X . - L a fe y la b i o l o g í a . - O r i g e n de la v i d a — L a ^
generación espontánea
PÁCS. J U A N G I L Í , CORTES, 223.—BARCELONA
L e c c i ó n X X . — L a paleontología y la fe. —Expóngase la cuestión
y sus relaciones con la n a r r a c i ó n mosaica 192
L e c c i ó n X X I . — L a antropología y la fe.—Origen del hombre.
— Constitución ó naturaleza del hombre. —Unidad de la especie OBRA IMPORTANTÍSIMA
humana j«»
L e c c i ó n X X I I . — Continuación del a s u n t o a n t e r i o r . — A n t i g ü e -
dad de la especie h u m a n a 20!)
L e c c i ó n X X I I I . —La fe y la antropología (continuación*. — L a
fisiología y la fe. — L a a n a t o m í a cerebral y el alma h u m a n a . —
DIRECTORIO PRÁCTICO
Critica del materialismo antropológico 21í> DEL
L e c c i ó n X X I V . — La fe y la etnología. — 1.° La cronología de los
antiguos pueblos. —2.° La l i n g ü í s t i c a . - 3 . ° El orientalismo.. . 224

PARTE TERCERA
C O N F E S O R
FASE TERCERA
por el M. /. Sr. Dr. D. Alejandro Ciolli. Canónigo de la M e t r o p o l i -
tana Catedral d e F l o r e n c i a . — T r a d u c i d o d e l a quinta edición
Criticismo histórico italiana por el Rdo. D, Cayetano Soler.—Con licencia del Ordinario.
L e c c c i ó n X X V . — E x p o s i c i ó n general de la cuestión llamada
Un t o m o en 8.° m a y o r de 793 páginas dé n u t r i d a lectura.
ciencia de las religiones 243
L e c c i ó n X X V I — E s t u d i o comparativo entre el Cristianismo y En rústica Ptas. 7
las demás religiones b a j o su aspecto general 251 En tela inglesa flexible, corte rojo pulido, p u n t a s redondas, r ó t u l o s
L e c c i ó n X X V I I . — L o s diversos fundadores de Religión.—Jesu- en oro ?tas- 8

cristo y los demás l l a m a d o s f u n d a d o r e s de religión.—Superiori-


dad divina de Jesucristo ¿60 La o b r a q u e h o y o f r e c e m o s al Clero espafiol y a m e r i c a n o e s
L e c c i ó n X X V I I I . — E l Cristianismo considerado en sus Libros. 268 u n a obra e m i n e n t e m e n t e práctica, c o m o debida á la ciencia y
L e c c i ó n X X I X —El Cristianismo estudiado en sus hechos pri- e x p e r i e n c i a d e q u i e n e j e r c i t a el m i n i s t e r i o d e c o n f e s i o n e s e n
mitivos
l u g a r t a n e m i n e n t e c o m o la P e n i t e n c i a r i a d e la C a t e d r a l d e
L e c c i ó n X X X . — E l Cristianismo estudiado en sus Dogmas . . 287
L e c c i ó n X X X I . —El Cristianismo estudiado en sus efectos Florencia.

(Obras y frutos del Cristianismo) 294 Después d e h o j e a r a l g u n a s p á g i n a s d e este libro por todos
L e c c i ó n X X X I I . — A c u s a c i o n e s históricas: Primer p u n t o : Criti- conceptos notable, q u e ha sido traducido á varias lenguas eu-
ca de los alegatos c o n t r a la Inquisición 303 ropeas y c u e n t a y a cinco ediciones italianas, ciertamente no
L e c c i ó n X X X I I I . — L a s llamadas p e r s e c u c i ó n « hechas p o r los h a b r á q u i e n t e n g a p o r e l o g i o i n t e r e s a d o el d e c i r q u e e s u n o d e
católicos ^
L e c c i ó n X X X I V . Algunos puntos hístórico-científicos.-Los l o s l i b r o s m á s ú t i l e s al c o n f e s o r , q u e s e h a y a n p u b l i c a d o d e s d e
A n t í p o d a s — P r o c e s o de Galíleo ;){;• e l Homo Apostolícus d e S. A l f o n s o M . ' d e L i g o r i o , d e q u i e n e s
L e c c i ó n X X X V . - L o s P a p a s . - L o que hay acerba de los pre- g r a n d e v o t o el a u t o r del D i r e c t o r i o . Y e n efecto, e n e s t a o b r a
tensos malos Pontífices h a l l a r á el c o n f e s o r , e x p u e s t o s c o n s u m a c l a r i d a d y p r e c i s i ó n ,
L e cc ccsi ó n X X X V I . - El Poder Temporal de los Romanos Pontifi- los Principios prácticos m á s seguros, que rigen en cada ma-
t e r i a y q u e p u e d e s e g u i r tüta conscientia, p a r a la p r o n t a reso-
L e c c i ó n X X X V I I . - L a Iglesia y la Civilización : Progreso I n -
telectual, Moral y Social lución d e los c a s o s q u e p u e d e n o f r e c é r s e l e en su ministerio;
L e c c i ó n X X X V I I I . - La Iglesia y la moderna Civilízadón ' ] 353 las c o n s e c u e n c i a s q u e d e ellas se d e r i v a n por ilación n e c e s a r i a
L e c c i ó n X X X I X . - L a Encíclica QuantdCurd y el S y l l a b u s . - ó a u e c o n e l l o s e s t á n u n i d o s p o r c o n e x i ó n n a t u r a l ; y p o r fin, s e
La libertad ó libertades m o d e r n a s . . . . 35^
p r o p o n e n l a s d u d a s q u e p u e d e m o t i v a r la a p l i c a c i ó n d e t a l e s
L e c c i ó n X L . - Luchas y triunfos de la Iglesia en nuestros días! principios, con l a s o l u c i ó n p r á c t i c a m e n t e c i e r t a de los m i s -
Conclusión „„„
JOl) m o s , lo c u a l d a u n a n o r m a s e g u r a a l c o n f e s o r p a r a s a l i r d e l a s
p e r p l e j i d a d e s q u e o c a s i o n a la d i s c u s i ó n t e ó r i c a .
Si a e s o s e a ñ a d e q u e e l c r i t e r i o s e g u i d o p o r e l A u t o r s e Es m u y I n t e r e s a n t e t o d o l o q u e a ñ a d e á e s t e p r i m e r c a p í t u l o
a p a r t a i g u a l m e n t e d e l rigorismo q u e d e l latUudinarísmo, man- p o r v í a d e a p é n d i c e s , s o b r e la v a c u n a , n o d r i z a s , i n t e m p e r a n c i a
teniéndose, no en u n t é r m i n o m e d i o q u e n a d a dice ni explica, y ebriosidad, histerismo, hipocondría, sepultura eclesiástica de
s i n o e n el j u s t o m e d i o q u e e s la r e s u l t a n t e d e u n j u i c i o h i j o d e los s u i c i d a s y s o b r e l a s e n f e r m e d a d e s m e n t a l e s .
u n t a l e n t o e q u i l i b r a d o , el c u a l e n n u e s t r a o p i n i ó n e s la n o t a «En los t r e s c a p í t u l o s q u e s i g u e n e s t u d i a , d e u n m o d o m u y
c a r a c t e r í s t i c a d e l i l u s t r e Ciolli, y p o r c o n s i g u i e n t e , d e s u l i b r o , p r o v e c h o s o p a r a la s o c i e d a d e n g e n e r a l y p a r t i c u l a r m e n t e p a r a
s e t e n d r á con eso u n a idea e x a c t a del valor y utilidad d e este el c r i s t i a n o , l a s m a t e r i a s c o n c e r n i e n t e s al s e x t o mandamiento
Directorio p r á c t i c o q u e a ú n cuando su Autor, llevado de lau- d e la l e y d e D i o s y f r e c u e n t a c i ó n d e l t e m p l o , l a s r e l a t i v a s a l
dable m o d e s t i a , lo dedicó á los c o n f e s o r e s noveles, n o h a y d u d a a y u n o y á la a b s t i n e n c i a , y, p o r ú l t i m o , las q u e se r e f i e r e n al
q u e será d e g r a n provecho a ú n á los confesores m á s experi-
Bautismo, Comunión, Extremaunción y Matrimonio, siendo
mentados.
m u y n o t a b l e y f r e c u e n t a m e n t e c i t a d o p o r l o s m o r a l i s t a s t o d o lo
Hemos p r o c u r a d o , en n u e s t r a edición, a t e n e r n o s a l pie de q u e dice sobre este último S a c r a m e n t o .
la letra al t e x t o o r i g i n a l , p e r m i t i é n d o n o s sólo s e ñ a l a r l a s a l t e - « E n l o s c a p í t u l o s s i g u i e n t e s h a s t a el fin, q u e c o n s t i t u y e n la
raciones q u e exige la diferencia de leyes civiles de los dos s e g u n d a p a r t e d e l l i b r o y la p r o p i a m e n t e l l a m a d a M e d i c i n a p a s -
países. toral, t r a t a d e l a s a f e c c i o n e s y e n f e r m e d a d e s e n q u e h a y p e l i g r o
d e m u e r t e , d e los s í n t o m a s d e e n f e r m e d a d g r a v e y m o r t a l . d é l a
a g o n í a , d e la a s f i x i a , d e l a s s e ñ a l e s d e m u e r t e , d e l o s p r i m e r o s
DF. C. Capellmann r e m e d i o s q u e d e b e n a p l i c a r s e e n los r e p e n t i n o s r i e s g o s d e l a
vida, y t e r m i n a con a c e r t a d a s r e g l a s a c e r c a del c u i d a d o y asis-
t e n c i a d e los e n f e r m o s y m o r i b u n d o s .
«Los m á s s a b i o s teólogos r e c o n o c e n en estas m a t e r i a s la

MEDICINA PASTORAL c o m p e t e n c i a d e l Dr. C a p e l l m a n n , c u y a s o p i n i o n e s s o n , c o m o


h e m o s dicho, m u y citadas en las m o d e r n a s obras de moral.
ó sea conocimientos anatómico-fisiológicosy patológico-terapéuticos Creemos que este Jibro prestará valiosísimos servicios, no
para uso de tos párrocos y confesores en el ejercicio de su ministe- s o l o á l o s s e ñ o r e s p á r r o c o s y c o n f e s o r e s , Bino á t o d o e l c l e r o e n
g e n e r a l . E n c u a n t o a l o s m é d i c o s , e n c o n t r a r á n e n él c o n o c i
rio. y principios de teología dogmática y moral necesarios al médico
m i e n t o s q u e n o se a p r e n d e n en las U n i v e r s i d a d e s y q u e s o n
para desempeñar debidamente su oficio.-Traducida al castellano i n d i s p e n s a b l e s p a r a los q u e se p r e c i e n d e católicos. Los p a d r e s
c o n f o r m e á l a 12. a edición a l e m a n a y 3." l a t i n a , p o r D. Bartolomé de familia p r u d e n t e s é ilustrados t a m b i é n p u e d e n leerle con
Cintas, Pbro., Doctor e n S a g r a d a T e o l o g í a . - C o n l i c e n c i a del fruto.
O r d i n a r i o . — U n t o m o en 8.° m a y o r , e s m e r a d a m e n t e i m p r e s o . (Del Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Barcelona).
En rústica Dt „„ ,
Ptas. 4
En tela inglesa
i» oc
«Este i m p o r t a n t í s i m o libro h a valido á s u a u t o r n u m e r o s í s i - GRAMÁTICA GRIEGA
m a s f e l i c i t a c i o n e s d e los p r i n c i p a l e s t e ó l o g o s y l a c r u z d e S a n
G r e g o r i o q u e l e c o n c e d i ó S. S. L e ó n X I I I . El Dr. C a p e l l m a n n Según el sistema histérico-comparado
h a c e e n el u n e s t u d i o p r á c t i c o y r a z o n a d o d e l a s c u e s t i o n e s r e l a -
t i v a s al q u i n t o m a n d a m i e n t o , t r a t a n d o d e l a b o r t o p r o v o c a d o y p o r D. Julio Cejador y Frauca. p r o f e s o r q u e f u é d e l e n g u a y l i t e -
d e l a r e d u c c i ó n d e l f e t o v i v o p a r a s a l v a r la v i d a d e la m a d r e , e x - r a t u r a g r i e g a s e n e l Colegio d e E s t u d i o s s u p e r i o r e s d e D e u s t o
tendiendose luego en o p o r t u n a s consideraciones sobre las ope- (Bilbao). Obra recomendada por el profesorado español y que
ración es qu i r ú r g i c a s q ue p u e d e n p o n e r en peligro la vida del p a -
c i e n t e , y s o b r e el u s o d e c i e r t o s m e d i c a m e n t o s , especialmente
sirve d e t e x t o y al p r o p i o t i e m p o d e c o n s u l t a p a r a los Sres. P r o -
d e la m o r f i n a , c l o r o f o r m o y m a g n e t i s m o n a t u r a l ó h i n o p t i s m o . f e s o r e s y p a r a c u a n t o s d e s e e n t e n e r u n a idea c o m p l e t a d e l a
hermosa lengua de los Helenos.—Un magnífico tomo en 4.°, (le del libro de Helio ha hecho el señor Maragall,dice el caracter
cerca de 600 páginas, impreso con el mayor esmero. especial de la obra: «Las Fisonomías de Santos forman en
En rústica ptas. 15. conjunto un libro genial y modernísimo; y esto no solo por
los caracteres del alma del autor que acabamos de apuntar,
Juicio de D. Marcelino Menéndez y Pelayo acerca de esta sino también, y muy principalmente, por el procedimiento. No
importantísima obra:
son vidas de Santos, sino, el título lo indica, Fisonomías. Toma
Sr. D. Julio Cejador y Franca. Helio el rasgo dominante de cada santidad, lo señala, lo marca
Muy Sr. mío y de todo mi aprecio: Felicito á V. sinceramen- profundamente, hasta lo exagera, subordina á él toda la vida y
te por la publicación de su G R A M Á T I C A G R I E G A , de la cual lia te- la obra del Santo, lo compara con los de otros afines ú opuestos,
nido la bondad de remitirme un ejemplar. En mi humilde pa- y después manda, por decirlo así, el Santo á la Gloria, dejando
recer, esta obra significa el principio de una nueva era para los indeleble su expresión en nuestra alma.» Este pórraio que co-
estudios helénicos, hoy tan decaídos entre nosotros. piamos nos da hecho el trabajo de indicar la índole del libro,
Aventaja mucho, en método y copia de doctrinas, á todas restándonos sólo añadir que en él, y en la forma indicada, se
las Gramáticas publicadasen España, y no creo quequede des- trata en otros tantos capítulos de los Reyes Magos, la Conver-
lucida en comparación con las extranjeras. Su autor se mues- sión de san Pablo,san Juan Crisóstomo.san Fraucisco de Sales,
tra enterado de todos los progresos d é l a filología clásica, y esto Simeón y Ana la profetisa, san Pafnucio, santa Francisca Ro-
no de un modo atropellado y superficial, sino con pleno y ma- mana, san Gregorio el Grande, san Patricio, san José, san
duro conocimiento, y con la habilidad necesaria para adaptar Ezequiel, san Jorge, san Pedro Celestino, san Felipe Neri, san
los resultados de esta investigación al estado actual de nuestra Antonio de Padua, San Leufredo, san Juan Bautista, san Goar,
cultura. san Elias, santa Ana, sauta Elena, La Invención de la Santa
La creo más útil para la enseñanza que la de Curtius, y más Cruz, san Bernardo, san Agustín, santa Catalina de Génova,
completa en algunos puntos. san José de Cupertino, san Dionisio, santa Teresa, san Judas,
Si la obra de V. llega a introducirse en nuestras escuelas, san Juan de Mata y san Félix de Valois. Además dedica tres ca-
creo que ha de producir excelentes frutos, ü pesar del corto pítulos á los privilegios y Fin de Marzo y al mes de Julio. Es, en
tiempo que se dedica á esta clase tan fundamental. resumen, un hermoso libro recomendable por todos con-
De V. affmo. s. s. q. b. s. m. ceptos.»
M. Menéndez y Pelayo. (El Correo £s#íiHOi.-Madrid,-23de Noviembre de 1899.

V O L U M E N II
COLECCIÓN DE AUTORES CATÓLICOS
(CON LICENCIA DEL ORDINARIO) OBRAS ESCOGIDAS
por Madame Swetchine. traducción del francés por E. M.
Un lujoso tomo en 8.° mayor, de iguales condiciones materiales que
VOLUMEN I el anterior.—En rústica Ptas. 3'50.
11
Encuadernado en tela 4'o0.
FISONOMÍAS D E SANTOS En la (ensura Eclesiástica que precede á este notable libro,
por Ernesto Helio, traducción del f r a n c é s por Juan Maragall,
se lee:
Magnifico tomo en 8.° mayor, de compacta y abundante lectura,
«Hija benemérita de la Iglesia católica podemos llamar á la
esmeradamente impreso con tipos nuevos.—En rústica. Ptas. 3.
ilustre autora de este libro, por el acendrado catolicismo que
Ricamente encuadernado en tela inglesa flexible, monogramas do- reina en todos sus capítulos y por el fervor comunicativo con
rados, puntas redondas, corte rojo pulido Ptas. 4. que están escritas todas sus páginas. Pensadora de buena ley,
«Es un libro de Santos, y, sin embargo, no es una colección comunica al lector, en forma agradable, propia suya, genial, la
de vidas de Santos. En un preámbulo que para la traducción convicción, que por la fuerza del raciocinio adquirió, de las ver
dades de la religión católica. No dudo, pues, en afirmar que la familia religiosa para que con la lectura de tal libro logre in-
atenta lectura de dicho libro ha de ser para las almas semilla culcar en su corazón y en el de sus hijos los santos preceptos
de bendición que dará frutos de vida eterna». del Decálogo.»
Con el brillante estilo que tan acertadamente indica la an- (La Ciudad de Dios, Madrid. 5 Octubre 1901.)
terior censura, y con una profundidad de concepto superior á «Es un tratado expositivo como pocos del Decálogo cris-
todo e n c o m i o , tratanse en el precioso volumen las materias tiano, y se halla en él toda suerte de explicaciones sóbrelas
s i g u i e n t e s : La Urbanidad, Nunc dimitas. Tratado 'de la vejez, materias más de actualidad, que pueden ofrecer duda á la con-
Tratado de la resignación, la Verdad del Cristianismo, La Piedad ciencia del buen cristiano. La sección, por ejemplo, del primer
en el Cristianismo, El precepto v el consejo, Oraciones varias, Me- mandamiento, relativa á las prácticas espiritistas é hipnóticas,
ditaciones acerca de Las Postrimerías del hombre, El Buen Pastor, hoy tan en moda, no la hemos visto en libro alguno expuesta
Las Bienaventuranzas, La Unión de María con Jesús, El Cantar como en la obra que nos ocupa, y le merece por sí sola prefe-
de los Cantares, la Sagrada Hostia y cuatro sorprendentes capí- rente lugar en la biblioteca manual de todo sacerdote, profesor
t u l o s d e Pensamientos religiosos, morales, filosóficos, sociales, ó profesora de colegio, 6 simplemente seglar instruido. Cree-
políticos, etc., que rebosan talento y observación agudísima y mos que m u y en breve será libro de consulta en manos de
rivalizan con las mejores frases de los más profundos pensa- todo el mundo.» F. S.y S.
dores católicos. No cabe, en los reducidos limites de un anuncio, (.Revista Popular, Barcelona, 14 Agosto 1901).
hacer un juicio detenido de tan hermoso libro que, en bien de
todos, desearíamos fuese popular en España como lo es en Fran-
c i a y e n casi todas las naciones de Europa, donde se han hecho, VOLUMEN IV
y continúan haciéndose, repetidas ediciones.
PRINCESA CAROLINA IWANOWSKA DE SAYN W I T T G E N S T E I N

V O L U M E N III LA VIDA CRISTIANA


LOS MANDAMIENTOS EXPLICADOS EN MEDIO DEL MUNDO Y EN NUESTRO SIGLO

Lecturas practicas, c o l e c c i o n a d a s , revisadas y publicadas


SEGUN LA DOCTRINA Y LAS ENSEÑANZAS
por Enrique Lasserre. —Versión castellana de la 12.' edición fran-
DE LA IGLESIA CATOLICA
cesa por Gustavo Giti y Roig.—Segunda edición, notablemente
por el R. P. Arturo Devine. Tasionisla, traducción del inglés por corregida.
Juan Giti. En rústica, Ptas. 3'50.
Un magnifico tomo en 8.» mayor de 594 páginas, de nutrida lectura Encuadernado en tela . . . . » 4'50.
Enrüstica «Este libro es un reformador cristiano m u y útil en nues-
- Ptas. 5'50.
Encuadernado en tela „ 6i50 tra época. Delicada y noblemente enciende el alma á la prác-
«Es libro de admirable método expositivo, de una riqueza tica de la verdadera virtud y propia abnegación. Con un crite-
de doctrina tal, que ha de satisfacer al más exigente; de mucha rio seguro, natural, nada exagerado y enteramente católico
claridad en el desarrollo del plan, y, enfin,la obra mejor y la penetra en lo más oculto de nuestros corazones para remover
mas útil para quien desee tener á mano una moral completa y hacernos ver afectos y apreciaciones torcidas, por tales n o
y un guia inmejorable para aprender, ó enseñar á los demás, tenidas por muchos católicos, pero que en realidad malean
todo lo que concierne á los mandamientos divinos. He aquí un muchas de nuestras acciones y las privan de todo mérito de-
libro que puede valer muchísimo á los sacerdotes para exponer lante de Dios.»
a los fieles la parte más fundamental de la moral cristiana de (De la Censura Eclesiástica.>
un modo fácil y fecundo, y que es de importancia suma á toda
«Desde q u e vió la luz la introducción á la vida devota n o se
ha publicado ningún libro que interese tan vivamente al co-
razón humano.»

L'ABBÉ G A R N I E R .

(.Le peuple francais, París, 29 Julio 1395),

« L A V I D A C R I S T I A N A llegará á ser el Vademecum de las fami-


lias cristianas; su lectura repetida nos moverá siempre á la
práctica del bien...»

E. DENISET.

(Semaine relígeuse, de Chalons).

«Acerca de la vida con Dios, la vida consigo mismo y la vida


con el prójimo, contiene páginas sorprendentes, análisis psico-
lógicos muy hondos, siendo especialmente de notar, en la se-
gunda parte, dos capítulos sobre el tedio, que merecen llamar
la atención en grado sumo.»

L'ABBÉ N A U D E T .

[Le Monde, París, 13 Julio 1895).

«Estas conferencias prácticas tendrán su sitio marcado en


todos los hogares; los padres cristianos encontrarán en ellas
un verdadero tesoro de sabiduria, que llevará la luz á las Inte-
ligencias, la ardiente caridad á los corazones, la concordia á
los hogares, la paz de cada uno con todos, la verdadera noción
•del Cristianismo a las almas, la dirección normal de la vida á
las voluntades.»
(Polybiblion, París, Marzo de 1896).

«En el fondo es un libro piadoso, una especie de manual de


la mujer cristiana—muy útil también á ios hombres,—en me-
dio del mundo. Pero este libro de piedad no es banal y mucho
menos monotono. No se hallan en él efusiones místicas y va-
gas, oraciones jaculatorias y metáforas devotas; pero en cam-
bio contiene un fondo de piedad y aún de teología muy sólido,
muchas observaciones sorprendidas en lo más intimo, una
.gran penetración psicológica, mucha rectitud moral, y sobre
todo un criterio notabilísimo y muy juicioso.»

J E A N LACOSTE.

(IGazzette de Frunce, París, 4 Agosto 1895).

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