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Durante muchos años, una parte de la Psicología se ha ocupado de ayudar a las

personas cuando han tenido problemas, pensando que actuando sobre el problema,
se alcanzaba instantáneamente el bienestar. Pero se ha visto que esto no es así, pues
aunque el problema desaparezca, todas aquellas circunstancias relacionadas con la
formas de vivir, de pensar o de expresar nuestras emociones, pueden permanecer
dificultando una vida plena y satisfactoria.

Por eso, desde la llamada Psicología positiva se ha visto la necesidad de utilizar una serie de
habilidades que se pueden desarrollar a través del aprendizaje y de la experiencia,
repercutiendo de forma directa en el plano individual, social y laboral. Dichas habilidades nos
permiten conocer nuestras emociones y sentimientos, tanto propios como ajenos, con el fin
de guiar de una forma adecuada nuestros pensamientos y acciones, conformando lo que se
conoce como inteligencia emocional.

El gran interés social que la inteligencia emocional ha


cobrado en los últimos años se debe a que numerosas
investigaciones han demostrado que es una habilidad
clave para el éxito en la vida. Se ha encontrado que
una buena inteligencia emocional contribuye al
bienestar personal, a una adecuada autoestima, al
desarrollo de la empatía, y a tener sentimientos y
pensamientos positivos. Igualmente, contribuye a
tener relaciones sociales de calidad, a disminuir las
consecuencias perjudiciales del estrés y a tener menor
riesgo de sufrir síntomas depresivos o de ansiedad.

De todos los ámbitos en los que se han llevado a cabo estudios sobre la inteligencia emocional,
el organizacional es el que ha servido de marco para nuestra investigación con los policías
locales de Canarias. Nuestro interés ha surgido de la consideración de que la inteligencia
emocional es importante en el ámbito policial, ya que en el desempeño de sus funciones,
suelen enfrentarse a situaciones altamente demandantes desde el punto de vista emocional.

El/la policía es un/a garante del orden público y de la seguridad ciudadana, que posee como
herramienta un arma letal, el arma de fuego. En este sentido, nos parece fundamental que
posea la capacidad de conocer sus emociones, de acceder a ellas y de manejarlas o controlarlas
correctamente, ya que ello le permitirá realizar sus labores con mayor eficacia.

Para conseguir nuestro objetivo, hemos recurrido a uno de los instrumentos más utilizados en
los estudios sobre la inteligencia emocional, el TMMS – 24, que permite la evaluación del
conocimiento que las personas tienen de sus emociones mediante tres
áreas: atención, claridad y reparación emocional.

La atención emocional se refiere a la conciencia que


tenemos de nuestras emociones, la capacidad para
reconocer nuestros sentimientos y saber lo que
significan. La claridad emocional se refiere a la facultad
para conocer y comprender nuestras emociones,
sabiendo distinguir entre ellas, entendiendo cómo
evolucionan e integrándolas en nuestro pensamiento. Y
por último, la reparación emocional se refiere a la
capacidad de regular y controlar las emociones
positivas y negativas. Si bien puntuaciones altas en
claridad y reparación son adecuadas, no ocurre lo
mismo con la atención emocional, que puede llevar a la
hipervigilancia de nuestras emociones y sensaciones y,
en consecuencia, a la hipocondríasis.
Los resultados que obtuvimos a partir de la aplicación de este instrumento nos mostraron que
los policías participantes tenían habilidades adecuadas para conocer, comprender, regular y
controlar sus emociones. Sin embargo, la mayoría necesitaba mejorar sus habilidades para
percibirlas (claridad emocional). También se encontró que aquellos policías que poseían un
nivel educativo medio (bachillerato), tenían una mayor conciencia de sus emociones y una
mayor capacidad para reconocer sus sentimientos y su significado. Así mismo, aquellos policías
que tenían capacidad para reconocer sus sentimientos (puntuaciones altas en atención
emocional), eran más sensibles a lo que pensaban y opinaban de ellos los demás, y esto podía
redundar en timidez, vergüenza, sentido del ridículo, sentimiento de inferioridad y alta
susceptibilidad. Características todas ellas poco adecuadas para el desempeño de la labor
policial. Por el contrario, los que sabían regular sus emociones, experimentaron menos tristeza,
pesimismo y desesperanza.

Por otra parte, los/as policías con una adecuada inteligencia emocional tendían a afrontar las
situaciones de estrés llevando a cabo acciones para solucionar el problema, reflexionando
acerca del mismo, pensando en cosas que les distrajeran y/o respondiendo adecuadamente.
Por el contrario, la falta de habilidad a la hora de regular las emociones coincidió con el uso de
alcohol o drogas como una estrategia de afrontamiento al estrés.

Estos resultados, al igual que otros encontrados, nos indican que la inteligencia emocional
facilita el afrontamiento de las situaciones estresantes y que reflexionar y actuar sobre el
problema es más adaptativo que evitarlo.

En definitiva, y según los datos de nuestro estudio, poseer una adecuada inteligencia
emocional dentro del ámbito policial influye de forma positiva sobre la estabilidad emocional,
la sociabilidad, el sentido del deber, la confianza y preocupación en y por los demás, la
responsabilidad y autoexigencia en el trabajo, la utilización de adecuadas estrategias de
afrontamiento al estrés y disfrutar de una mejor salud mental. En consecuencia, todos estos
aspectos favorecen el bienestar psicológico de los/las policías, tanto en sus relaciones
personales como en el desarrollo de su actividad laboral.

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL AL POLICIA

En el portal de internet de Nelson Portugal, consultor de desarrollo personal se


señala que la Inteligencia Emocional es responsable del 58% de la productividad
laboral. – Travis Bradberry & Jean Greaves “Inteligencia Emocional 2.0”
La investigación de la oficina de Recursos Humanos de la Universidad de
Minnesota muestra que el éxito profesional depende entre 1 y 20% del
coeficiente intelectual, y entre el 27 a 45% de la inteligencia emocional (IE).
La revista Forbes afirma que actualmente los gerentes de Recursos Humanos
de las principales compañías le dan más importancia al IE que al coeficiente
intelectual.
El estudio de Travis muestra que por cada punto en el nivel de inteligencia
emocional, los ingresos anuales de los ejecutivos norteamericanos aumentan en
promedio US$ 1,300.
Sin duda estos datos, como muchos otros, demuestran que la Inteligencia
Emocional es un elemento que en la actualidad tiene mucha importancia.
Como oficial de la policía municipal de caracas, he observado como la alta
gerencia de la institución no instrumenta las herramientas que tiene a disposición
a favor de mejorar la calidad de la gestión y la prestación del servicio policía. Es
posible mejorar nuestro servicio a la comunidad, y el conocimiento de la
Inteligencia Emocional y su aplicación como argumento para la gerencia policial,
permitiría incrementar nuestra visión positiva ante la sociedad.
La inteligencia emocional aplicada a la práctica policial, sin duda alguna, daría
como resultado la obtención y el logro de los objetivos principalísimos de la
organización policial. El cubrir las demandas sociales, tal como lo plantea la Ley
Orgánica del Servicio de Policía en su Artículo 77, y la consecución de las metas
se convertiría en algo más accesible y común. Nuestro trabajo se fundamenta en
nuestra actuación, en el manejo de las emociones ante los problemas de las
comunidades, de los individuos que integran las comunidades y nuestros
problemas personales.
El término Inteligencia Emocional referido a la capacidad humana de sentir,
entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los
demás, es básicamente nuestro trabajo policial. Inteligencia emocional no es
ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas y en este sentido el policía
está obligado a dirigir sus emociones de manera adecuada y mantenerlas en
equilibrio.
Debemos conocernos a nosotros mismos, evaluar como manejamos nuestras
emociones, reconocerlas, permitir a nuestro cerebro implicarse en la solución de
los conflictos y dejar de lado los procesos que solo llevan a preocuparse sin
ocuparse.
El psicólogo Edward Thorndike (1920) define en su concepto de Inteligencia
Social "la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres,
muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas", lo
que podemos comprender como el “Liderazgo”, y es necesario señalar que el
policía debe ser un líder ante la comunidad, un líder emocionalmente activo y
coherente.

Tanto los profesionales de Fuerzas Armadas como el Cuerpo Nacional de Policía se


enfrentan, a diario, a una presión constante debido a situaciones estresantes, que
pueden afectarles de distintas maneras, entre las que podemos citar el
denominado estrés postraumático, o bien una mala gestión de adaptación
respecto a su lugar de origen.
Del mismo modo, los propios casos y circunstancias a los que han de enfrentarse
pueden afectarles a nivel emocional si no se gestionan debidamente. Además,
podemos afirmar que estos profesionales se encuentran constantemente bajo la
demanda del 100 % tanto de la sociedad, como de la prensa, la familia y los
mandos superiores, lo cual les conduce en numerosas ocasiones a afrontar
situaciones desbordantes que están más allá de lo que sus habilidades y sus
competencias les permiten.

Por todo ello, es de vital importancia la formación continua de estos destacados


expertos, tanto en Inteligencia Emocional como en Coaching, ya que se trata de
dos valiosas herramientas que empoderan a los profesionales a contar con los
recursos necesarios para gestionar de forma óptima las situaciones estresantes a
las que se enfrentan. Gracias a esta formación, se han observado beneficios en la
salud emocional, y en definitiva, psicológica, tanto en el personal de las Fuerzas
Armadas como en el Cuerpo Nacional de Policía, y por consiguiente, una mayor
satisfacción en el día a día respecto a la labor social que realizan.

La atención emocional se refiere a la conciencia que tenemos de nuestras


emociones, la capacidad para reconocer nuestros sentimientos e identificar su
significado. La claridad emocional hace referencia a la facultad para conocer y
comprender nuestras emociones, alude a la capacidad de saber identificarlas entre
ellas, a entender cómo evolucionan e integrarlas en nuestro pensamiento. Y, por
último, la reparación emocional indica la capacidad de regular y controlar las
emociones positivas y negativas. Si bien, puntuaciones altas en claridad y
reparación se consideran adecuadas, no podemos decir lo mismo acerca de la
atención emocional, ya que en este caso las puntuaciones elevadas podrían llevar
al profesional a una hipervigilancia de las emociones y sensaciones y, en
consecuencia, a la hipocondría.

En primer lugar, numerosos estudios han mostrado que un buen entrenamiento y


formación en Inteligencia Emocional aporta grandes beneficios a estos
profesionales, como hemos señalado, ya que, en el desempeño de sus funciones,
se tienen que enfrentar a situaciones altamente demandantes a nivel emocional.
La Inteligencia Emocional es un concepto que, aunque apareció en 1990, fue
popularizado por el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, quien lo definió
como «la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos» en 1995.

Es posible distinguir entre diversos tipos de inteligencia, en función de las


habilidades que entran en juego. De este modo, aparece relacionada con la
capacidad de entender y elaborar información tanto propia como del entorno que
nos rodea, para usarla de manera adecuada.

Formarse en Inteligencia Emocional ayuda al profesional a que posea la capacidad


de conocer sus emociones, le aporta la posibilidad de acceder a ellas, de
manejarlas o gestionarlas óptimamente, ya que este entrenamiento le permitirá
realizar sus labores con mayor eficacia, sentirse más seguro consigo mismo,
aumentar su sensación de autocontrol así como su autoestima. Una adecuada
inteligencia emocional ayuda a afrontar las situaciones de estrés llevando a cabo
acciones centradas en la solución del problema, resolución de posibles conflictos a
los que se enfrentan, a través de la reflexión acerca del mismo, es decir, pensando
en posibles causas tanto intrínsecas como extrínsecas que pueden afectar en la
realización de su trabajo y en una respuesta adecuada.

Por el contrario, la falta de habilidad a la hora de regular las emociones puede


llevar al profesional a evasivas erróneas, por ejemplo, el uso de alcohol o drogas
como una estrategia de afrontamiento del estrés.

Por su parte, el entrenamiento y formación en coaching puede dotar a los


profesionales del Cuerpo Policial y Fuerzas Armadas de una mejora ostensible en la
gestión del estrés, tanto propio como ajeno, con objeto de poder analizar
objetivamente (frente a hacerlo de forma subjetiva) las distintas situaciones del día
a día laboral, desarrollar el autoconocimiento y la autoconfianza, lograr desvincular
y/o conciliar la vida privada de la profesional, etc. Existen diversos tipos de
coaching (personal, profesional, etc.). En este sentido, lo idóneo en este ámbito es
poder compaginar el entrenamiento personal con el profesional para obtener
mejores resultados tanto a nivel personal como profesional y social.

Así, el coaching aporta al profesional recursos para afrontar situaciones laborales


extremas y ayuda a potenciar sus capacidades tanto, interpersonales como
intrapersonales, con el fin de mejorar su calidad de vida.

En conclusión, el Cuerpo Policial, en su importante cometido dentro de la sociedad,


tiene que afrontar además conflictos diarios, por lo que están sometidos a una
destacable presión. Por ello, una buena formación y entrenamiento en Inteligencia
Emocional y Coaching, tanto personal como profesional, favorecerá notoriamente el
bienestar psicológico de estos profesionales, ya sea en sus relaciones personales
como en el desarrollo de su actividad laboral.

Por último, tal y como hemos señalado, les aportará las herramientas adecuadas
para contar con la sensación de control emocional necesaria y autónoma ante
situaciones estresantes, les dotará de los recursos esenciales para aumentar su
autoestima y autocontrol, para asumir responsabilidades de manera sostenible y
saludable. Además, de gestionar de forma óptima posibles conflictos que se
puedan ocasionar en el ámbito laboral y les ayudará a sentirse más protegidos y
empoderados ante cualquier situación que les pueda desestabilizar.
Bienvenido sea cualquier ahorro de violencia por parte de la policía para resolver
cualquier intervención.

“Conseguir que el otro haga lo que yo quiero que haga pero porque él quiere hacerlo”. Este
aparente trabalenguas es la base del judo verbal, un método americano que empieza a
implantarse en la formación de los policías españoles (algunas) .Los profesores les enseñan a
cambiar una palabra hostil por un diálogo educado, a dar la vuelta a una situación conflictiva
La palabra es el arma utilizada; la negociación, la persuasión y las habilidades sociales, las
estrategias seguidas para ganarse la confianza y asumir el liderazgo.
Por qué cualquier profesional que se dedique al servicio de las personas debe tener
estrategias más allá de la fuerza física?

Porque las personas no funcionamos únicamente mediante factores físicos sino también
contamos con factores mentales y emocionales.

Un policía debe poseer estrategias de contención física cuando las circunstancias lo requieran
pero no deberíamos olvidar las habilidades que hacen comunicarnos con los otros de una
forma adecuada. Algunas de ellas son la empatia, la asertividad, la escucha activa y las
habilidades comunicativas, etc.

Todas estas habilidades y aptitudes hacen comprender los estados de pensamiento y


emoción en el que se encuentra la otra persona y mediante el lenguaje verbal y no- verbal
poder realizar un feedback haciendo sentir a la otra persona que ralamente se le acompaña y
se le entiende en su proceso.

Una vez instalada la empatía y el acompañamiento ,és más fácil dirigir a la persona por el
camino más beneficioso que en ese momento sea para ella. Me refiero a circunstancias
como: intentos de suicidio, síndromes de abstinencia, maltratos, abandonos, etc momentos
en que la ansiedad y el estrés se apoderan de la persona.
Por eso es importante la formación de los profesionales en materias como la inteligencia
emocional, Programación Neurolíngüística, etc

Inteligencia emocional
Las definiciones populares de inteligencia hacen importantes los aspectos cognitivos, tales
como la memoria y la capacidad para resolver problemas cognitivos, sin embargo Edward
L. Thorndike, en 1920, utilizó el término inteligencia social para describir la habilidad de
comprender y motivar a otras personas. En 1940, David Wechsler describió la influencia de
factores no intelectivos sobre el comportamiento inteligente y sostuvo, además, que los
tests de inteligencia no serían completos hasta que no se pudieran describir
adecuadamente estos factores.
El trabajo de estos autores no tuvo repercusión. En 1983, Howard Gardner, en su
libro Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica, introdujo la idea de que los indicadores
de inteligencia, como el cociente intelectual, no explican plenamente la capacidad
cognitiva, porque no tienen en cuenta ni la “inteligencia interpersonal” —la capacidad para
comprender las intenciones, motivaciones y deseos de otras personas— ni la “inteligencia
intrapersonal” —la capacidad para comprenderse uno mismo, apreciar los sentimientos,
temores y motivaciones propios.
El primer uso del término inteligencia emocional se atribuye generalmente a Wayne Payne,
quien lo cita en su tesis doctoral Un estudio de las emociones: el desarrollo de la
inteligencia emocional (1985). Sin embargo, esta expresión ya había aparecido antes en
textos de Beldoch (1964), y Leuner (1966). Stanley Greenspantambién propuso un modelo
de inteligencia emocional en 1989, al igual que Peter Salovey y John D. Mayer.
El interés por las repercusiones de las emociones en ámbitos como las relaciones en el
trabajo impulsó la investigación sobre el tema, pero la popularización del término se debe a
la obra de Daniel Goleman, Inteligencia emocional, publicada en 1995, El libro tuvo gran
repercusión, en forma de artículos en periódicos y revistas, tiras cómicas, programas
educativos, cursos de formación para empresas, juguetes, o resúmenes divulgativos de los
propios libros de Goleman.
Algunos párrafos de la obra se citan a continuación:

Imagen esquemática del cerebro.

Para comprender el gran poder de las emociones sobre la mente pensante —y la causa del
frecuente conflicto existente entre los sentimientos y la razón— debemos considerar la forma en que
ha evolucionado el cerebro.

La región más primitiva del cerebro es el tronco encefálico, que regula las funciones vitales básicas,
como la respiración o el metabolismo, y lo compartimos con todas aquellas especies que disponen
de sistema nervioso, aunque sea muy rudimentario. De este cerebro primitivo emergieron los
centros emocionales que, millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro pensante:
el neocórtex. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que éste sea una
derivación de aquél, revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el pensamiento y
el sentimiento.

El neocórtex permite un aumento de la sutileza y la complejidad de la vida emocional, aunque no


gobierna la totalidad de la vida emocional porque, en estos asuntos, delega su cometido en
el sistema límbico. Esto es lo que confiere a los centros de la emoción un poder extraordinario para
influir en el funcionamiento global del cerebro, incluyendo a los centros del pensamiento.

La sede de las pasiones

Imagen anatómica del cerebro.

La amígdala cerebral y el hipocampo fueron dos piezas clave del primitivo «cerebro
olfativo» que, a lo largo del proceso evolutivo, terminó dando origen al córtex y
posteriormente al neocórtex. La amígdala tiene forma de almendra con estructuras
interconectadas asentadas sobre el tronco cerebral. Hay dos amígdalas, una a cada lado
del cerebro. La nuestra es la más grande comparada con la de los primates. La amígdala
está especializada en las cuestiones emocionales y se considera una estructura límbica
muy ligada a los procesos del aprendizaje y la memoria. Si se separa la amígdala del
cerebro no sería posible apreciar el significado emocional de diversos acontecimientos, a
lo cual se conoce como ceguera afectiva. Además de la pérdida de afecto y la
consecuente pérdida de memoria, la amígdala, junto con la circunvolución cingulada,
permite la secreción de lágrimas y funciona como un depósito de la memoria. Por ello,
quienes viven sin amígdala prácticamente pierden la memoria, ya que la amígdala guarda
aquellos recuerdos que más impacto emocional tuvieron en nuestra vida, como los
traumas o nuestros momentos más felices. Constituye una especie de depósito de la
memoria emocional. Es la encargada de activar la secreción de dosis masivas
de noradrenalina, que estimula los sentidos y pone al cerebro en estado de alerta.
LeDoux descubrió que la primera zona cerebral por la que pasan las señales sensoriales
procedentes de los ojos o de los oídos es el tálamo y, a partir de ahí y a través de una
sola sinapsis, la amígdala. Otra vía procedente del tálamo lleva la señal hasta el
neocórtex, permitiendo que la amígdala comience a responder antes de que el neocórtex
haya ponderado la información. Según LeDoux: «anatómicamente hablando, el sistema
emocional puede actuar independientemente del neocórtex. Existen ciertas reacciones y
recuerdos emocionales que tienen lugar sin la menor participación cognitiva consciente».

Cuando las emociones son rápidas y toscas


La importancia evolutiva de ofrecer una respuesta rápida que permitiera ganar unos
milisegundos críticos ante las situaciones peligrosas debió ser vital para nuestros
antepasados, pues esa configuración ha quedado impresa en el cerebro de todo
protomamífero, incluyendo los humanos. Para LeDoux: «El rudimentario cerebro menor de
los mamíferos es el principal cerebro de los no mamíferos, un cerebro que permite una
respuesta emocional muy veloz. Pero, aunque veloz, se trata también, al mismo tiempo, de
una respuesta muy tosca, porque las células implicadas sólo permiten un procesamiento
rápido, pero también impreciso», y estas rudimentarias confusiones emocionales —
basadas en sentir antes que en pensar— son las «emociones precognitivas».

Cerebro y orquestacion emocional


Según las neurociencias contemporáneas, la amígdala prepara una reacción emocional
ansiosa e impulsiva, pero otra parte del cerebro se encarga de elaborar una respuesta más
adecuada. El regulador cerebral que desconecta los impulsos de la amígdala parece
encontrarse en el extremo de una vía nerviosa que va al neocórtex, en el lóbulo prefrontal.
El área prefrontal constituye una especie de modulador de las respuestas proporcionadas
por la amígdala y otras regiones del sistema límbico, permitiendo la emisión de una
respuesta más analítica y proporcionada. El lóbulo prefrontal izquierdo parece formar parte
de un circuito que se encarga de desconectar —o atenuar parcialmente— los impulsos
emocionales más perturbadores.

Vandalismos en forma de pintadas.

Armonizando emoción y pensamiento


Las conexiones existentes entre la amígdala (y las estructuras límbicas) y el neocórtex
constituyen el centro de gestión entre los pensamientos y los sentimientos. Esta vía
nerviosa explicaría el motivo por el cual la emoción es fundamental para pensar
eficazmente, tomar decisiones inteligentes y permitirnos pensar con claridad. La corteza
prefrontal es la región cerebral que se encarga de la «memoria de trabajo».
Cuando estamos emocionalmente perturbados, solemos decir que «no podemos pensar
bien» y permite explicar por qué la tensión emocional prolongada puede obstaculizar las
facultades intelectuales del niño y dificultar así su capacidad de aprendizaje. Los niños
impulsivos y ansiosos, a menudo desorganizados y problemáticos, parecen tener un
escaso control prefrontal sobre sus impulsos límbicos. Este tipo de niños presenta un
elevado riesgo de problemas de fracaso escolar, alcoholismo y delincuencia, pero no tanto
porque su potencial intelectual sea bajo sino porque su control sobre su vida emocional se
halla severamente restringido. Las emociones son importantes para el ejercicio de la
razón. Entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones, trabajando con la
mente racional y capacitando —o incapacitando— al pensamiento mismo. Del mismo
modo, el cerebro pensante desempeña un papel fundamental en nuestras emociones,
exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro
emocional asume por completo el control de la situación. En cierto modo, tenemos dos
cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia
emocional y nuestro funcionamiento vital está determinado por ambos.
El psicólogo estadounidense John Maxtell rompe el concepto de dos cerebros o distintos
tipos de inteligencia. Basándose en su teoría de la evolución auto-condicionada, afirma
que nuestra capa de pensamiento racional se ha desarrollado para dar cobertura a nuestro
lado emocional, la razón nos proporciona el cómo. Aunque por lo general solo percibimos
nuestras emociones en momentos de desbordamiento, lo cierto es que las tenemos
constantemente. Todo nuestro pensamiento, comportamiento personal y social está
orientado a mantenernos dentro de los límites de nuestro confort emocional y, en
resumidas cuenta, vivos.
Un ejemplo práctico sería el siguiente: Un peatón que deambule por una ciudad abarrotada
de coches, optará por cruzar las avenidas por los pasos de cebra y cuando el semáforo
este en verde para los peatones. Sin ser un caso de desbordamiento emocional, el miedo
que siente a ser atropellado genera la necesidad de buscar alternativas seguras para
cruzar la calle, usar su capa racional para interpretar los símbolos dispuestos para este
propósito es la opción más segura, la razón nos proporciona el cómo. Si no tuviésemos el
mismo miedo a ser atropellados, las ciudades no podrían tener el diseño que actualmente
tienen, ¿qué nos impediría cruzar por cualquier parte?

La naturaleza de la inteligencia emocional


Las características de la llamada inteligencia emocional son: la capacidad de motivarnos a
nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de
controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de
ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la
capacidad de empatizar y confiar en los demás.

Medición de la inteligencia emocional y el CI


No existe un test capaz de determinar el «grado de inteligencia emocional», a diferencia de
lo que ocurre con los test que miden el coeficiente intelectual (CI). Jack Block, psicólogo de
la universidad de Berkeley, ha utilizado una medida similar a la inteligencia emocional que
él denomina «capacidad adaptativa del ego», estableciendo dos o más tipos teóricamente
puros, aunque los rasgos más sobresalientes difieren ligeramente entre mujeres y
hombres:29
«Los hombres que poseen una elevada inteligencia emocional suelen ser
socialmente equilibrados, extrovertidos, alegres, poco predispuestos a la timidez y
a rumiar sus preocupaciones. Demuestran estar dotados de una notable capacidad
para comprometerse con las causas y las personas, suelen adoptar
responsabilidades, mantienen una visión ética de la vida y son afables y cariñosos
en sus relaciones. Su vida emocional es rica y apropiada; se sienten, en suma, a
gusto consigo mismos, con sus semejantes y con el universo social en el que
viven».
«Las mujeres emocionalmente inteligentes tienden a ser enérgicas y a expresar
sus sentimientos sin ambages, tienen una visión positiva de sí mismas y para ellas
la vida siempre tiene un sentido. Al igual que ocurre con los hombres, suelen ser
abiertas y sociables, expresan sus sentimientos adecuadamente (en lugar de
entregarse a arranques emocionales de los que posteriormente tengan que
lamentarse) y soportan bien la tensión. Su equilibrio social les permite hacer
rápidamente nuevas amistades; se sienten lo bastante a gusto consigo mismas
como para mostrarse alegres, espontáneas y abiertas a las experiencias
sensuales. Y, a diferencia de lo que ocurre con el tipo puro de mujer con un
elevado CI, raramente se sienten ansiosas, culpables o se ahogan en sus
preocupaciones».
«Los hombres con un elevado CI se caracterizan por una amplia gama de
intereses y habilidades intelectuales y suelen ser ambiciosos, productivos,
predecibles, tenaces y poco dados a reparar en sus propias necesidades. Tienden
a ser críticos, condescendientes, aprensivos, inhibidos, a sentirse incómodos con
la sexualidad y las experiencias sensoriales en general y son poco expresivos,
distantes y emocionalmente fríos y tranquilos».
«La mujer con un elevado CI manifiesta una previsible confianza intelectual, es
capaz de expresar claramente sus pensamientos, valora las cuestiones teóricas y
presenta un amplio abanico de intereses estéticos e intelectuales. También tiende
a ser introspectiva, predispuesta a la ansiedad, a la preocupación y la culpabilidad,
y se muestra poco dispuesta a expresar públicamente su enfado (aunque pueda
expresarlo de un modo indirecto)».
Estos retratos, obviamente, resultan caricaturescos pues toda persona es
el resultado de la combinación entre el CI y la inteligencia emocional en
distintas proporciones, pero ofrecen una visión muy instructiva del tipo de
aptitudes específicas que ambas dimensiones pueden aportar al conjunto
de cualidades que constituye una persona. 30
Daniel Goleman también recoge el pensamiento de numerosos científicos
del comportamiento humano que cuestionan el valor de la inteligencia
racional como predictor de éxito en las tareas concretas de la vida, en los
diversos ámbitos de la familia, los negocios, la toma de decisiones o el
desempeño profesional. Citando numerosos estudios Goleman concluye
que el Coeficiente Intelectual no es un buen predictor del desempeño
exitoso. La inteligencia pura no garantiza un buen manejo de las
vicisitudes que se presentan y que es necesario enfrentar para tener éxito
en la vida.
Según Goleman la inteligencia emocional puede dividirse en dos áreas:

 Inteligencia intrapersonal: Capacidad de formar un modelo realista y


preciso de uno mismo, teniendo acceso a los propios sentimientos y a
usarlos como guías en la conducta.

 Inteligencia interpersonal: Capacidad de comprender a los demás;


qué los motiva, cómo operan, cómo relacionarse adecuadamente.
Capacidad de reconocer y reaccionar ante el humor, el temperamento
y las emociones de los otros. Asociada a la empatía y la capacidad de
entender cómo sienten y piensan los otros.
El aprendizaje de la regulación de las emociones
Regular las respuestas emocionales se puede aprender. Al mismo tiempo
es un signo de madurez y de inteligencia. En la primera infancia,
habitualmente no regulamos nuestra respuesta emocional, simplemente la
expresamos o explota. Socialmente se acepta y se perdona este tipo de
"sinceridad" en las respuestas emocionales de los niños más pequeños. A
medida que se van haciendo mayores, la tolerancia ante esta inmediatez
en las respuestas va disminuyendo hasta llegar a la madurez, cuando
socialmente se exige la regulación emocional. Con su aprendizaje
conseguimos equilibrar dos fuerzas opuestas. Por un lado, la necesidad
biológica de la respuesta emocional, y por el otro, la necesidad de
respetar determinadas normas de convivencia.
Manel Güell Barceló sostiene que no existen emociones positivas ni
negativas, simplemente existen emociones como consecuencia de la
respuesta de la persona ante una situación. Determinadas emociones son
útiles y traen un beneficio al individuo y otras no. Una respuesta
emocional (alegría, ira, vergüenza) será útil en función del contexto. Si la
respuesta nos ayuda a relacionarnos con el mundo que nos rodea, con los
demás y con nosotros mismos, es adaptativa y será una emoción efectiva.
Para este autor, todas las respuestas emocionales son positivas siempre
que sus consecuencias lo sean.31
Daniel Goleman defiende que el autocontrol emocional no es equivalente
a la represión de los sentimientos. El "mal" humor, por ejemplo, también
tiene su utilidad; el enojo, la melancolía y el miedo pueden llegar a ser
fuentes de creatividad, energía y comunicación; el enfado puede constituir
una intensa fuente de motivación, por ejemplo, cuando se dirige a la
necesidad de reparar una injusticia o un abuso; el hecho de compartir la
tristeza puede hacer que las personas se sientan más unidas y la urgencia
nacida de la ansiedad —siempre que no llegue a atribularnos— puede
alentar la creatividad. La extinción de todo sentimiento espontáneo tiene
un costo físico y mental. La gente que sofoca sus sentimientos —
especialmente cuando son muy negativos— eleva su ritmo cardíaco, un
signo de estrés que puede abocar a la hipertensión. La competencia
emocional implica que las personas saben elegir cómo expresar los
sentimientos.
Historia reciente de las ciencias de la inteligencia
emocional
A principios de los noventa, Mayer y Salovey continuaron con una
tendencia iniciada por Thorndike en los años veinte (Thorndike, 1920) y
perpetuada por otros psicólogos como Wechsler (1940), Gardner (1983) o
Sternberg (1988; 1996) (para un revisión histórica del concepto de LE ver
Molero, Saiz y Esteban, 1998). Estos investigadores, sin menospreciar la
importancia de los aspectos cognitivos, reconocían el valor esencial de
ciertos componentes denominados «no cognitivos», es decir, factores
afectivos, emocionales, personales y sociales que predecían nuestras
habilidades de adaptación y éxito en la vida. Es en ese ambiente de
descontento por la visión psicométrica de la inteligencia donde Mayer y
Salovey proponen el concepto de IE promulgando una perspectiva de
inteligencia más global (Gardner, 1983; Sternberg, 1988; Thorndike, 1920;
Weschler, 1940).

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