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LA BATALLA

DEL SUMIDERO
COLECCIÓN

P^gSENCI^;

36
LA BATALLA
DEL SUMIDERO

HISTORIA DE LA REBELIÓN
DE LOS CHIAPANECAS,
1524-1534,
A TRAyÉS DE TESTIMONIOS
ESPAÑOLES E INDÍGENAS

JAN DE VOS

DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES


DEL CONSEJO NACIONAL PARA
LA CULTURA Y LAS ARTES

INSTITUTO NACIONAL INDIGENISTA


Primera edición: 1985, Editorial Katún, S.A.

Primera reimpresión: 1990

Coedición: Dirección General de Publicaciones del


Consejo Nacional para la Cultura y las Aries/
Instituto Nacional Indigenista

D.R. © Instituto Nacional Indigenista


Av. Revolución 1279
Col. Alpes, CP 01010
México, D.I-.

ISBN 968-29-2852-4

Impreso y hecho en México, D.F.


ÍNDICE
Prólogo 13

Introducción 17
1. Las dos Chiapas 17
2. La leyenda del Sumidero 19
3. Los antiguos chiapanecas 23
4. Los años 1524-1534. 33
5. Los documentos seleccionados 39

Los documentos 43

A. La leyenda del Sumidero 45


1. La conquista de Chiapa, según Galileo Cruz Robles
(1928) 45
2. La conquista de Chiapa, según Antonio de Herrera
(1601) 51
3. La conquista de Chiapa, según Antonio de
Remesal (1619) 53
4. La conquista de Chiapa, según Vicente Pineda
(1888) 55
5. La conquista de Chiapa, según Manuel Trens
(1949) 58

B . La doble conquista por los españoles: 1524-1528 61


6. La conquista de 1524, según Bernal Díaz del
Castillo (1632) 61
7. La conquista de 1524, según Hernán Cortés
(1525) 71

9
10 La batalla del Sumidero

8. La conquista de Chiapa, según Alonso


de Estrada (1527) 72
9. La conquista de 1528, según Luis de Mazariegos
(1573) 75
10. La conquista de 1528, según Juan de Mazariegos
(1547) 78
11. La conquista de 1528, según los indios
zinacantecos (1625) 81

C. La doble rebelión de los chiapanecas: 1532-1534 84


12. La primera rebelión, según Baltasar
Guerra (1532) 81
13. La rebelión de los zoques, según Baltasar
Guerra (1533) 92
14. La doble rebelión, según Baltasar Guerra
(1554) 97
15. La doble rebelión, según los vecinos de
San Cristóbal (1535) 118
16. La doble rebelión, según Baltasar Guerra
(1571) 123
17. La doble rebelión, según Juan de Mazariegos
(1547) 130
18. La batalla del Sumidero, según Juan de Morales
(1573) 132
19. La batalla del Sumidero, según los mismos
chiapanecas (1609) 138
20. La doble rebelión, según los mismos chiapanecas
(1571) 143
21. La doble rebelión, según dos caciques chiapanecas
(¿1541?) 145

D. Vencedores y vencidos, después de la rebelión 149


22. Baltasar Guerra, según Bartolomé de las
Casas (1545) 149
23. Baltasar Guerra, según Tomás de la Torre
(1545-1552) 152
24. Chiapa de los Indios, según Antonio de Remesal
(1619) 156
25. Chiapa de los Indios, según Tomás Gage (1648) 160

Conclusiones 165

Bibliografía 171
Moho (¿ola nacópo tarimihi
ndipaho iqhilame himo,
naqhirnindi mane icopamoña
iqhilame himo

En esta vida todos los hombres


padecemos, pero mucho más
padecemos los indios

Frav Juan de Albornoz, Arle de


la lengua chiapaneca, 1691
Ed. A. Pinart, p. 45.
PRÓLOGO

Este libro sobre la rebelión de los chiapanecas es el primero en


una serie de cuatro. Constituye la primera parte de una colección
de textos históricos relativos a cuatro sublevaciones indígenas ha-
bidas en Chiapas. Tres de ellas ocurrieron en la época colonial,
la cuarta en la época de la Independencia. Han sido cada vez
comunidades distintas las que se han levantado contra el poder
establecido: los chiapanecas, en los años 1524-1534; los lacando-
nes, desde 1530 hasta 1695; los cancuqueros y los demás pueblos
de la provincia colonial de los zendales, en los años 1712-1713;
los chamulas y algunas comunidades vecinas de habla tzotzil,
en los años 1869-1870.
De estos cuatro levantamientos se presentará, en cuatro volú-
menes, un panorama cronológico y temático, a través de textos
escogidos con este propósito. En su gran mayoría estos textos son
documentos provenientes de archivos en México, Guatemala, Es-
paña y los Estados Unidos de Norteamérica. Algunos de ellos son
textos narrativos, escritos por cronistas coloniales y autores mo-
dernos, o creados por comunidades indígenas. Los textos habla-
rán por sí mismos. Es a través de ellos que aprenderemos por
qué los indígenas de Chiapas se alzaron y cómo dieron expresión
a su rebeldía. Aprenderemos asimismo cómo y por qué los rebel-
des fueron aplastados, por cuatro veces, por sus eternos adversa-
rios, los españoles y criollos de Chiapas.
No pretendemos ofrecer un análisis crítico de las cuatro rebe-
liones, ni mucho menos someterlas a un estudio comparativo. El
lector que tenga interés en profundizar en estos dos aspectos, pue-

13
14 La batalla del Sumidero

de recurrir a las bibliografías proporcionadas al final de cada vo-


lumen. Entre los estudios mencionados hay varios bien documen-
tados y suficientemente críticos. Merecen una atención especial
los artículos de Enrique Berlín (1952) y de Eduardo Flores Ruiz
(1954, 1957, 1973) sobre la rebelión de los chiapanecas; los estu-
dios de Severo Martínez Peláez (1973), Robert Wasserstrom
(1980) y Kevin Gosner (1984) sobre la rebelión de los zendales;
el artículo de Jan Rus (1983) sobre la rebelión de los chamulas.
Para la rebeldía de los lacandones referimos a nuestra propia
publicación (Jan de Vos, 1980/1988). En cuanto a los estudios
comparativos, también existen ya algunos, en particular sobre los
levantamientos de 1712 y 1869, a saber los libros de Henri Favre
(1973: 287-329) y Victoria Reifler Bricker (1981: 52-125). Nosotros
hemos hecho un intento de comparación, muy esquemático, por
cierto, en un artículo de divulgación (1979) que abarca por prime-
ra vez los cuatro alzamientos en su conjunto.
La antología de documentos que presentamos aquí no es la
primera sobre el tema. En 1976, María Teresa Huerta y Patricia
Palacios publicaron una recopilación de textos sobre las subleva-
ciones indígenas habidas en la Nueva España, con el título
Rebeliones indígenas de la época colonial. Figuran en esta colec-
ción las tres revueltas que estallaron en la alcaldía mayor de Chia-
pa entre 1524 y 1821. En cuanto a la sublevación de 1869, también
llegó al público a través de dos colecciones de documentos, la
de Juan Jaime Manguen, La Guerra de Castas, 1869-1870 (1979)
y la de Leticia Reina, Las rebeliones campesinas en México, 1819-
1906 (1980: 45-57).
En comparación con las antologías citadas, la nuestra es una
recopilación más diversificada y más exhaustiva. En primer lugar,
pretendemos dar una selección de documentos, es decir de textos
que fueron escritos, en su gran mayoría, en el tiempo en que suce-
dieron las rebeliones, o pocos años después. Por este motivo, han
sido excluidos, en la medida de lo posible, textos tomados de estu-
dios modernos. De esta manera, se corrige una seria deficiencia
del libro de María Teresa Huerta y Patricia Palacios, que tanto
para la sublevación de los chiapanecas como para la rebeldía de
los lacandones han publicado textos de obras recientes —de poco
valor crítico, por cierto—, en vez de presentar fuentes de la época.
Nuestra antología también quiere ser una selección. Es decir
Prologo 15

que los textos presentados son el resultado de una recopilación


deliberadamente escogida. En este proceso ha operado un triple
criterio. Primero, se han reunido con preferencia —aunque no
exclusivamente— fuentes primarias, es decir documentos de ar-
chivo. Segundo, se han escogido no sólo textos que describen los
levantamientos mismos, sino también textos que descubren las
raíces del mal, la situación de violenta opresión en la que vivían
los indígenas de Chiapas y de la cual trataron, por cuatro veces,
de liberarse violentamente. Tercero, se ha hecho un esfuerzo espe-
cial de incluir algunos textos que provienen de la tradición oral
indígena. Esta tradición está aún viva en algunas comunidades
tzeltales y tzoltziles de los Altos de Chiapas. Representa, en cierto
modo, "la visión de los vencidos". No puede faltar en una antolo-
gía cuyo tema es la rebelión de campesinos indígenas que todavía
hoy siguen siendo analfabetos en su gran mayoría.
Las rebeliones indígenas de Chiapas no se entienden ni se
explican, si no se ven como la última fase de un proceso más am-
plio, tanto en el tiempo como en el espacio. Hay que interpretarlas
como las consecuencias dolorosas de un sistema de brutal opre-
sión que ya estaba prefigurado en la sociedad maya prehispánica,
fue desarrollado poderosamente por el régimen colonial español,
conoció su triste auge durante el siglo XIX bajo los gobiernos
conservadores y liberales del México Independiente, y sigue so-
breviviendo tenazmente hasta el día de hoy.
Para dar una imagen exacta de estas rebeliones, no basta,
pues, la mera presentación de los documentos. Por esta razón,
cada volumen lleva una introducción y cada texto está acompaña-
do de un breve comentario. De esta manera, el lector recibirá
la información necesaria para poder situar cada rebelión dentro
del marco más amplio de la historia de Chiapas. Asimismo podrá
juzgar críticamente el valor que tiene —o no— cada documento.
El presente volumen, primero de la serie, es en gran parte
el resultado de un semestre de investigación y docencia impartida
en la Universidad Iberoamericana. Recordamos con gratitud el
apoyo brindado por los colegas profesores e investigadores del
Departamento de Historia, tanto a nivel académico como a nivel
de amistad personal. A todos ellos dedicamos con gusto este pri-
mer capítulo con el que abre la apasionante historia de la resisten-
cia indígena chiapaneca contra la opresión colonial.
INTRODUCCIÓN
l. LAS DOS CHUPAS

El estado de Chiapas de alguna manera deriva su nombre de las


dos ciudades que durante la época colonial eran las cabeceras
de los grupos étnicos más destacados que vivían entonces en su
territorio: los chiapanecas y los españoles.
De estas dos cabeceras, la primera y la más antigua era Chiapa
de los Indios, llamada también, a partir de 1552, Chiapa de la
Real Corona. Esta ciudad era, desde tiempos inmemoriales, la
capital de una comunidad indígena particularmente emprendedo-
ra. Estaba asentada en la orilla derecha del río Chiapa, en el mis-
mo lugar donde se encuentra ahora la ciudad de Chiapa de Corzo.
En cambio, la otra Chiapa, llamada comúnmente Chiapa de
los Españoles, era mucho más reciente. Fue fundada por el con-
quistador Diego de Mazariegos, el 5 de marzo de 1528. Su primer
asiento estuvo en la misma orilla derecha del río Chiapa, a una
legua, corriente arriba, de la antigua ciudad indígena. Poco tiem-
po después, el día 31 del mismo mes de marzo, Diego de Mazarie-
gos la trasladó al valle montañoso de Jovel, en el corazón de las
provincias aún no conquistadas. Además de ese nombre Chiapa
de los Españoles, la nueva capital llevó sucesivamente los de Villa
Real de Chiapa (1528-1529), Villaviciosa de Chiapa (1529-1531),
San Cristóbal de los Llanos de Chiapa (1531-1536), Ciudad Real
de Chiapa (1536-1829), San Cristóbal (1829-1844), San Cristóbal
Las Casas (1844-1934), Ciudad Las Casas (1934-1943), y finalmen-
te, San Cristóbal de las Casas (desde 1943).

17
18 La batalla del Sumidero

La suerte de las dos ciudades, a lo largo de la época colonial,


fue muy desigual. Chiapa de los Indios fue, por mucho tiempo,
la mayor y la más próspera de las dos. Contaba en 1524 con más
de cuatro mil familias, según afirma Bernal Díaz del Castillo (cf.
doc. núm. 6). Después vio disminuir su población vertiginosamen-
te, debido a las epidemias que en todo México y Centroamérica
diezmaron las comunidades indígenas. Pero en 1630, un siglo
después de la Conquista, contaba de nuevo con cuatro mil fami-
lias, si podemos confiar en el testimonio de fray Tomás Gage (cf.
doc. núm. 25). Todavía a finales del siglo XVII, Chiapa de los
Indios era considerada como el pueblo indígena más importante
de la alcaldía mayor de Chiapa, si no de toda Nueva España. Des-
pués vio declinar de nuevo su población indígena, ahora debido
al creciente mestizaje en el propio pueblo. Sin embargo, hasta
el final de la época colonial, siguió teniendo la fama de ser, en las
palabras del cronista Antonio Vázquez de Espinosa "una de
las mayores y más hermosas ciudades de indios, no sólo en la
Nueva España, sino en todas las Indias" (1620; 1944: 183).
Muy diferente fue la trayectoria de Chiapa de los Españoles.
Cuando se fundó en 1528, no llegaba a cincuenta vecinos. Medio
siglo más tarde, en 1579, "aún no tenía cien" (Pedro de Feria,
1579; 1877: 459). Al terminar el siglo XVI, apenas contaba con
"ciento veinte vecinos, gente de toda broza y toda bien pobre"
(Andrés de Ubilla, 1598; AGÍ, Guatemala 161). En 1611, su
población había llegado a ciento noventa y ocho vecinos, de ellos
cincuenta y ocho encomenderos (Frutos Gómez Casillas, 1611;
AGÍ, México 3102). Un juez de Guatemala que visitó en este mis-
mo año la ciudad, constató, con cierto disguto, que en ella "no
había fuente, ni matadero, ni puentes más que uno [...] ni cárcel,
ni carnicería suficiente, ni otras cosas forzosas y necesarias en
una república" (Manuel de Ungría, 1611; AGÍ, Guatemala 44).
Además de sufrir de una pobreza crónica, que siguió siendo su
problema principal aún en los siglos XVII y XVIII, los vecinos de
Chiapa de los Españoles tenían también la triste fama de ser muy
pendencieros. Los antagonismos entre elios tuvieron su origen
en los dos bandos adversarios que poblaron en 1528 la villa, los
conquistadores venidos de México y los conquistadores venidos
de Guatemala (Antonio de Remesal, 1619; 1964: 394 y 1966: 64).
Al terminar la época colonial, Chiapa de los Españoles era una
pequeña ciudad provincial, sin mayor comercio ni industria. Sus
Introducción 19

habitantes eran, en su mayoría, gente pobre que trataba de disi-


mular sus pocos recursos económicos detrás de modales de altiva
hidalguía.

2. I.A I.KYKMU DF.L SUMIDERO

Durante mucho tiempo se pensaba que no sólo Chiapa de los


Españoles, sino también Chiapa de los Indios había sido fundada
en 1528. Se creía que, untes de la llegada de los españoles, los
chiapaneeas vivían en una ciudad fortificada, dentro del cañón
del Sumidero. En 1528, después de la derrota infligida por Diego
de Mazariegos. los chiapaneeas posiblemente fueron obligados
a abandonar este asiento primitivo y a poblar de nuevo en campo
abierto, una legua río arriba.
Esta versión de los hechos estaba tan aceptada, que cuatro
siglos más tarde, en 1928, el estado de Chiapas celebró el aniversa-
rio de la fundación de ambas ciudades. Hubo en esta ocasión mu-
chos discursos y homenajes públicos. También se compusieron
entonces dos poemas épicos, uno Ángel Mario Corzo y el otro
Galileo Cruz Robles. Además de la fundación de las dos Chiapas,
los dos poetas celebraban en sus versos una antigua leyenda, que
en Chiapas había sido transmitida de padre a hijo. Según esta
tradición los antiguos chiapaneeas habían resistido heroicamente
a los conquistadores españoles. Más aún, habían coronado esta
resistencia con un suicidio colectivo en las aguas del cañón del
Sumidero. Este acto de sublime patriotismo puso fin a las hostili-
dades y dio principio al dominio español en Chiapas.
Reducida a sus elementos básicos, esta leyenda —la llamare-
mos desde ahora la leyenda del Sumidero— relata un episodio
de la conquista. Según la tradición, los chiapaneeas lucharon va-
lientemente contra los invasores. Pero éstos se impusieron pronto,
debido a su preponderancia militar y gracias al apoyo que reci-
bieron de varios pueblos enemigos de los chiapaneeas. Ante el
peligro de ser derrotados, los indios de Chiapa se retiraron al
cañón del Sumidero. Allá, en una peña tejada que dominaba el
río con su altura casi vertical, tenían ellos desde tiempo inmemo-
rial asentada su capital. Después de una feroz batalla, esta ciudad
cayó en manos de los conquistadores. Entonces, los sitiados, en
vez de rendirse, se arrojaron al precipicio, con sus mujeres y niños
20 La batalla del Sumidero

a cuestas. Murió en este suicidio colectivo gran parte de la pobla-


ción. Según una fuente colonial fueron más de quince mil los
despeñados y no llegaron a dos mil los sobrevivientes (cf. doc.
núm. 3). Estos últimos fueron obligados a bajar del peñón fortifi-
cado y salir del cañón. Formaron un nuevo pueblo a orillas del
río, llamado Chiapa de los Indios. Allí viven todavía hoy sus des-
cendientes, los chiapacorceños. La batalla en el Sumidero fue
eternizada en el blasón de armas que el emperador Carlos V con-
cedió en 1535 a la villa española de San Cristóbal de los Llanos
de Chiapa, la actual ciudad de San Cristóbal de las Casas (cf.
doc. núm. 15).
El episodio del suicidio colectivo de los chiapanecas es induda-
blemente una leyenda. Con eso no se quiere decir que este episo-
dio es un invento de la imaginación. Una leyenda refiere siempre
un hecho histórico, algo que realmente sucedió. Pero este aconte-
cimiento real suele esconderse debajo de muchas añadiduras no-
velescas. A su alrededor, la tradición teje, con el andar de los
años, un hermoso vestido que hay que quitar cuidadosamente a
fin de poder descubrir de nuevo al hecho histórico desnudo. La
leyenda del Sumidero no es una excepción a esta regla. Si quere-
mos saber lo que realmente sucedió a los chiapanecas vencidos
en el cañón, hemos de apartarnos de los poetas y recurrir a los
historiadores. Veamos lo que ellos han dicho y escrito al respecto.
Nos espera una sorpresa. La leyenda del Sumidero no sólo
sedujo a los poetas. También varios historiadores cayeron ante
su belleza. Son precisamente ellos los responsables de haber vendi-
do la leyenda al gran público como un episodio realmente suce-
dido y además perfectamente localizable en el pasado. Entre estos
historiadores destacan Vicente Pineda, autor de la Historia de
las sublevaciones indígenas habidas en el estado de Chiapas (cf.
doc. núm. 4) y Manuel Trens, autor de la monumental Historia
de Chiapas (cf. doc. núm. 5), la obra clásica de la historiografía
chiapaneca. Estos dos historiadores, seguidos por muchos otros
más, se apoyaron casi exclusivamente en la versión que, en 1619,
había dado de la batalla del Sumidero el cronista colonial fray
Antonio de Remesal en su Historia general de las Indias Occiden-
tales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala (cf.
doc. núm. 3).
Pero resulta que Remesal no merece la confianza que le dieron
Introducción 21

tan ciegamente los autores modernos. Tratándose de la conquista


de Chiapa, es de subrayar que Remesal escribió casi un siglo
después de los hechos. Además, sólo estuvo de paso en Chiapa
unos pocos días y no tuvo tiempo de reunir información directa
sobre las primeras batallas entre españoles e indígenas. Con res-
pecto al episodio del Sumidero, se limitó a plagiar, casi literal-
mente, la versión que había publicado quince años antes, en 1601,
Antonio de Herrera en su Historia general de los hechos de los
castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano (cf. doc.
núm. 2).
¿Dónde conoció Antonio de Herrera la leyenda del Sumidero?
¿Cómo tuvo acceso a ella? Son preguntas imposibles de contestar.
Lo único seguro es que Herrera nunca estuvo en Centroamérica.
Y lo único seguro probable es que no dispusiera de otros docu-
mentos oficiales más que el blasón de armas otorgado por Carlos
V en 1535 (cf. doc. núm. 15). Tal vez, aunque no hay certeza,
haya tenido acceso a alguna tradición oral que circulaba entre
los conquistadores que habían regresado a España. De todos mo-
dos, si no fue Antonio de Herrera el creador de la leyenda, por
lo menos es el responsable de su divulgación en España y en Méxi-
co. Antonio de Remesal no hizo más que ayudarlo en esta tarea.
Ahora bien: ¿qué valor histórico tiene la versión divulgada
por Herrera y Remesal? ¿Es verdad que los chiapanecas antiguos
vivían en el Sumidero? ¿Es verdad que resistieron ferozmente a
las tropas de Diego de Mazariegos? ¿Es verdad que la mayor parte
de ellos se arrojó a las aguas mortíferas del río Chiapa? Si hemos de
creer en la historiografía oficial, escrita por Pineda, Trens y
otros, la respuesta es afirmativa. Pero existen serias dudas al res-
pecto. Estas dudas fueron expresadas, por primera vez, por el
arqueólogo alemán Enrique Berlín (1958) y el historiador chiapa-
neco Eduardo Flores Ruiz (1954, 1957, 1974). Fueron retomadas
después por Carlos Navarrete en su excelente estudio sobre la
historia y la cultura de los antiguos chiapanecas (1966).
Enrique Berlín fue el primero en llamar la atención sobre el
plagio perpetrado por Remesal a costa de Herrera. Gracias al aná-
lisis cuidadoso de unos documentos conservados en el Archivo
General de Centroamérica, en Guatemala, Berlín llegó a conclu-
siones muy distintas de las de Pineda y Trens. En primer lugar,
reconoce sabiamente que "para las supuestas acciones bélicas de
22 La batalla del Sumidero

1528 (es decir la conquista por Diego de Mazariegos) carecemos


de datos fidedignos" (1958: 30). Supone que hubo, entre 1528 y
1535, una rebelión por parte de los chiapanecas. Según él, fue
entonces que los indios de Chiapa se refugiaron en el Sumidero
y, para no rendirse, se arrojaron de las altas peñas del cañón a
las aguas del río. La merced real de 1535 no aludiría a la conquista
de 1528, sino a aquella rebelión, algunos años después.
También Eduardo Flores Ruiz trató, por su lado, de reducir
la información de Herrera y Remesal a sus proporciones históri-
cas. Fue el primero que se atrevió a hablar de una "leyenda"
(1954). Utilizando los mismos documentos que analizaría Berlín
un año más tarde, Flores Ruiz llegó, sin embargo, a conclusiones
ligeramente diferentes. Según él, hubo dos veces casos de "desba-
rrancamiento" en el Sumidero: la primera vez en 1528, durante
la campaña militar de Diego de Mazariegos; la segunda vez en
1533, a raíz de una rebelión que hicieron los chiapanecas contra
su encomendero Baltasar Guerra. Pero en ningún momento hubo
aquel suicidio colectivo heroico de quince mil personas del que
habla Remesal. Fueron, según Flores Ruiz, a lo más seiscientas
personas en 1528 y no más de ciento veinte personas en 1533.
En cuanto al motivo del suicidio, los chiapanecas murieron "por
huir", es decir bajo el efecto del pánico (1957, 1974).
Desafortunadamente, Enrique Berlín se quedó a medio cami-
no en su análisis y Eduardo Flores Ruiz cometió varios errores
de interpretación. De ahí nuestra decisión de dar un paso más
adelante, estudiando con más precisión los documentos que ellos
utilizaron y, además, buscando nuevo material sobre el tema. El
resultado de esta búsqueda es una serie de veinticinco documen-
tos, varios de ellos inéditos. Entre ellos figuran algunas probanzas
de méritos y servicios de conquistadores españoles, desconocidas
hasta la fecha. Tuvimos la suerte de localizarlas en el Archivo
General de Indias en Sevilla, España. Son ellas sobre todo las
que nos permiten desenmascarar aún más la leyenda del Sumide-
ro. Al mismo tiempo son el material indispensable para descubrir
lo que realmente sucedió a los chiapanecas, desde su primera re-
sistencia armada en 1524 hasta su rendición definitiva en 1534.
Antes de dar el panorama de estos diez años dramáticos, cree-
mos necesario presentar primero a su protagonista principal, el
pueblo de Chiapa de los Indios. Veamos quiénes eran aquellos
Introducción 23

indígenas que dieron su nombre al actual estado de Chiapas, de


dónde venían y cómo era el pequeño pero poderoso imperio que
habían establecido en las vegas fértiles del majestuoso río Chiapa.
Después seremos testigos del choque armado entre españoles y
chiapanecas en los años 1524-1528, y de las dos veces —en 1532
y 1534— que éstos se alzaron contra aquéllos, en un vano intento
de sacudir el recién impuesto yugo de la dominación colonial.

3. LOS ANTIGUOS CHIAPANECAS

En la época prehispánica, gran parte del territorio del actual esta-


do de Chiapas estaba poblado por comunidades indígenas mayas.
Podemos distinguir entre ellos cinco grandes grupos, con base
en la lengua que hablaban: los choles de la selva; los mames de
la Costa; los tzotziles, tzeltales y tojolabales de los Altos y Llanos.
Un sexto grupo, más cercano a los mixes de Oaxaca que a los
mayas de Chiapas, ocupaba el occidente del estado: los zoques
(cf. mapa núm. 1).
En medio de estas seis familias más o menos emparentadas
lingüísticamente, vivía una nación, racial y culturalmente distinta
de las demás, los chiapanecas. En torno a su lugar de origen existía
ya entonces mucha discusión. Los chiapanecas mismos pretendían
ser "naturales de la provincia de Chiapa de tiempo inmemo-
rial" (cf. doc. núm. 20). En cambio, sus vecinos y adversarios, los
tzotziles de Zinacantán, insistían en que "eran gentes advene-
dizas y naturales de la provincia de Nicoya, que era trescientas
leguas de la provincia de Chiapa" (ibidem). La discusión siguió
en la época colonial y se prolongó hasta el día de hoy. De ella
hizo una síntesis Carlos Navarrete en su mencionado libro sobre
la historia cultural de la antigua Chiapa. Su conclusión —provi-
sional, por cierto— es que los chiapanecas vinieron probablemen-
te del altiplano mexicano y emigraron hacia Centroamérica por
el corredor costeño del Soconusco. Penetraron en el valle Central
de Chiapas en el curso del siglo VI de nuestra era, desde el Soco-
nusco según unos, desde Nicaragua, al cabo de un largo rodeo,
según otros (Navarrete, 1966: 5-7).
Si podemos creer a los cronistas coloniales, los chiapanecas
eran un pueblo particularmente agresivo (Díaz 1632, 1966: 387;
Na

y Distribución territorial de las


^ lenguas indígenas de Chiapas,
en e
/ ^ ' momento de la Conquista.

0 20 40
1 I I
Introducción 25

Remesal 1619, 1964: 376; Ximénez 1720, 1977: 363). A su llegada,


expulsaron a los pobladores zoques y tzotziles de las vegas del
río Chiapa. Con la fuerza de las armas se establecieron también
en los valles de los afluentes sureños del río Chiapa, los valles
de Macatapana, Cutilinoco y Nejundilo (la actual Frailesca). Ex-
tendieron su poder militar hasta los pasos montañosos que condu-
cen al Soconusco y al istmo de Tehuantepec. Sobre los pueblos
zoques y tzotziles de los alrededores inmediatos ejercían un verda-
dero régimen de terror; solían atacarlos continuamente, en busca
de esclavos y víctimas de sacrificio. Algunas de estas comunidades
aterrorizadas estaban obligadas a pagarles pesados tributos y tra-
bajarles sus sementeras como verdadera servidumbre. El poder
militar de los chiapanecas era tal, que existen serias dudas de
que jamás fueran conquistados por los aztecas. Según Bernal Díaz
eran "los mayores guerreros en toda la Nueva España, aunque
entren en ellos tlaxcaltecas y mexicanos" (cf. doc. núm. 6). No
cabe duda de que constituían, a la llegada de los españoles en
1524, el cacicazgo indígena más poderoso y mejor organizado de
todo el sudeste de México.
No fue sólo la belicosidad de los chiapanecas la que impresio-
nó a los conquistadores españoles. Quedaron también admirados
ante la apariencia señorial de su capital. Era ésta la única cabece-
ra indígena de la región que a los ojos de Bernal Díaz merecía
el nombre de "ciudad". Estaba asentada, como ya dijimos, en
la orilla derecha del río Chiapa. Su nombre oficial era el mismo
que tenía el río majestuoso que bañaba sus murallas, Chiapan,
o "agua donde crece la chía", siendo la chía una planta medicinal
que en la época prehispáriica servía de remedio contra la tos y
los escupidos de sangre. Bajo este nombre nahua, la cabecera
chiapaneca era conocida en el reino azteca y así la llamaban pro-
bablemente los mercaderes y soldados mexicanos que pasaban
por la región en sus viajes a Centroamérica (cf. Códice de Men-
doza).
Los chiapanecas mismos utilizaban sin duda otro nombre to-
mado de su propio idioma. El nombre más probable es Napiniaca
o Pueblo Grande (de napijuá, pueblo, y yaka, grande; cf. Becerra,
1932: 72). Bien merecía la capital chiapaneca este adjetivo, puesto
que vivían en ella, a la llegada de los españoles, más de cuatro
mil familias, que habitaban casas bien construidas y ordenadas
26 La batalla del Sumidero

a lo largo de "calles muy en concierto" (Bernal Díaz, cf. doc.


núm. 6).
Esta gran ciudad no fue, sin embargo, la primera cabecera
que fundaron los chiapanecas. En un documento de 1571, ellos
mismos recuerdan que vinieron del oriente, bajando poco a poco
el río Chiapa. En el camino establecieron varios asientos sucesi-
vos, antes de poblar definitivamente en el lugar donde los españo-
les los encontraron (cf. doc. núm. 20). Otros centros de población,
por cierto mucho más pequeños que Chiapan, eran, en tiempos
de la Colonia, los pueblos de Chiapilla, Acala y Ostuta, en el nor-
oeste; el pueblo de Suchiapa, al sur de la cabecera, y el pueblo
de Pochutla, en el límite sudeste del territorio chiapaneca. De es-
tos pueblos, probablemente sólo Suchiapa y Acala eran asenta-
mientos prehispánicos. Los demás fueron fundados por los frailes
dominicos, poco tiempo después de la Conquista. Pero no cabe
duda de que el territorio alrededor de estos nuevos pueblos perte-
necía a los chiapanecas desde antes. Así lo indican los nombres,
en lengua chiapaneca, de los ríos, cerros y valles de la región
(cf. mapa núm. 2).
El panorama del territorio chiapaneca no queda completo si
no se incluye el cañón conocido como el Sumidero. Hasta tiempos
muy recientes, esta gigantesca cañada, verdadera maravilla de
la naturaleza, tenía exactamente el mismo aspecto que en la época
de la Conquista. Por su cauce profundo y angosto avanzaba impe-
tuosamente el río Chiapa, en una impresionante secuencia de rau-
dales y rápidos. Tal era la fuerza de las aguas turbulentas que
su bramido se podía oír desde las cimas de los acantilados, a veces
a más de mil metros de altura. En su fondo, sobre las riberas
estrechas y escarpadas, convivían una fauna y una vegetación úni-
cas en el mundo. Las paredes casi verticales abrigaban cuevas
milenarias, algunas de ellas con restos de ocupación humana anti-
gua, como lo indican las pinturas rupestres y los "tepalcates"
encontrados en ellas (Navarrete, 1966: 32; Gussinyer, 1980). La
cañada era tan estrecha que nunca hubo espacio suficiente para
un camino a lo largo del río. Sólo cerca de la entrada, antes de
llegar a los primeros raudales, la orilla derecha se ensanchaba
para dar lugar a un banco de arena relativamente amplio. En
este terreno, los antiguos chiapanecas habían erigido un pequeño
centro religioso, con sus pirámides, templos, plazas ceremoniales
Introducción 27

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SUMIDERO,
LOS INDIOS
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Mapa n ú m 2

El territorio chiapaneca:
sus limites prehispánicos según ^CHIAPAS
Carlos Navarrete (1966) y
distribución de sus pueblos coloniales. 10 km
28 La batalla del Sumidero

y demás edificios necesarios para el culto. Nunca habían pensado


construir en él viviendas permanentes, porque faltaba el espacio
necesario para las tierras de cultivo, indispensables para el susten-
to .cf. mapa núm. 3).
Este centro ceremonial estaba probablemente consagrado a
Nandada, el dios chiapaneca del agua. Así lo parece sugerir un
documento de 1836, copia de un juicio de idolatría celebrado en
1597. Uno de los reos interrogados confesó entonces que un ídolo,
que representaba a Nandada, era festejado y adorado en las mil-
pas "dentro del cerro que parte el río" (Navarrete, 1974: 23).
Alrededor de los años 1580, el ídolo había sido destruido por los
frailes dominicos, y sus partes tiradas al río. Pero los chiapanecas
siguieron celebrando clandestinamente en el Sumidero sus fiestas
en honor de Nandada, "cuando comenzaban a caer las lluvias
y cuando pasaba la última crecida grande" (ibidem). El sacrificio
que entonces se acostumbraba era "degollar una pareja de gallo
y gallina y un perrito, echando la sangre al río" (ibidem).
Las ruinas del Sumidero fueron mencionadas en 1869 por el
arqueólogo Hermann Berendt, y exploradas en este siglo por Mar-
cos Becerra (1923), Enrique Berlín (1946), Carlos Navarrete (1966)
y Alejandro Martínez (1982). Según los estudios hechos por estos
investigadores, el centro ceremonial empezó a estar ocupado ha-
cia el final de la época clásica, es decir a partir del siglo IX des-
pués de Cristo. Las excavaciones han confirmado la importancia
religiosa del sitio, ya evidente en la fuente escrita de 1597. Sin
embargo, no se puede descartar que los antiguos chiapanecas le
hayan dado un uso militar. El banco de arena podía servir como
refugio cada vez que la población corriera el peligro de una
invasión.
De hecho, los chiapanecas aplicaron esta estrategia defensiva
durante los cuatro años que resistieron a los conquistadores espa-
ñoles. Si podemos creerles, ocuparon el sitio del Sumidero de
1530 a 1534, o sea durante los cuatro años anteriores a su definiti-
va conquista por el capitán Baltasar Guerra. En sus propias pala-
bras, "se habían recogido todos en un cuerpo a un peñón que
está abajo de dicho pueblo de Chiapa, dentro del río, donde habían
estado cuatro años en guerra" (cf. doc. núm. 20). Transforma-
ron entonces el centro ceremonial en una defensa militar, gracias
a unas fortificaciones que corrían de la pared del cañón hasta
Introducción 29

'Ooo

I CUEVAS
PRIMER RAUDAL 1

..CIUDADELA FORTIFICADA

-'250-

TUXTLA

Mapa núm. 3

CAÑÓN DEL SUMIDERO


1524-1534

0 1 2 3 km
30 La batalla del Sumidero

el r í o . M á s a ú n , c o n s t r u y e r o n e n u n o d e los p e ñ a s c o s c e r c a n o s
u n a fortaleza adicional. D e s d e esta fuerza casi i n e x p u g n a b l e pen-
s a b a n a t a c a r al a g r e s o r c o n p i e d r a s , f l e c h a s y l a n z a s , en el c a s o
d e q u e é s t e l o g r a r a t o m a r las a l b a r r a d a s y o c u p a r los t e m p l o s
v p l a z a s del c e n t r o c e r e m o n i a l .
¿ C ó m o e r a n los c h i a p a n e c a s ? P a r a h a c e r n o s u n a i d e a d e su
apariencia física y d e la i m p r e s i ó n q u e é s t a c a u s ó a los e s p a ñ o l e s ,
e s c u c h e m o s el t e s t i m o n i o d e fray T o m á s d e la T o r r e . E s t e p a d r e
d o m i n i c o a c o m p a ñ ó en 1 5 4 5 a fray B a r t o l o m é d e las C a s a s en
su p r i m e r a visita a C h i a p a . D e s c r i b e a los n a t u r a l e s d e e s t a
manera:

Tienen gracia en ¡untar diversa.-* llores y hacen pinas de ellas mu\


galanas. Ellos a n d a n , c u a n d o pueden, con llores v con otros olores
en las manos, porque son muy amigos de buen olor |...| Tienen
la tela de medio de la nariz abierta v allí encajada una vidriera
como á m b a r que les hace salir la nariz como trompa g r a n d e y
esto fue lo que más se holgaron de ver [...] La gente es iiuiv crecida
a maravilla, así h o m b r e s como mujeres, que parecen gigantes [...]
Andan desnudos, y por maravilla se ve m a n t a en el pueblo, ni cami-
sa, sino son los principales que la traen como quien trae un arnés,
v los que traen m a n t a tráenla con dos nudos sobre el brazo dere-
cho. Algunas mujeres andan como las de Yucatán, \ cuando se
ponen manta es sobre los hombros y doblada la ala sobre el brazo,
como los hombres hacen con sus capas. El cabello traen trenzado
con galanas t r e n z a d u r a s y rodeado a la cabeza sin otra ninguna
toca. (Ximénez, 1977: 376-378).

El m i s m o fraile n o s i n f o r m a t a m b i é n s o b r e la producción agrí-


cola y las industrias caseras e n q u e se o c u p a b a n los c h i a p a n e c a s :
panecas:

Poseen tierras muchas y las mejores que ha\ en Indias. Cogen


cacao dentro de su tierra. Siembran dos veces en el año. \ si quisie-
ran sembrar siete, también p u d i e r a n , p o r q u e la tierra siempre está
para ello. Con poca agua que llueva dánse en las vegas del río.
que son muy g r a n d e s , todos los m a n t e n i m i e n t o s de los indios,
sin que la tierra se labre ni se cave. Solamente la barren v limpian
con fuego. Las trojes en que encierran el maíz es la caña donde
nace. C u a n d o la han menester, van por ello y lo traen sin temor
que nadie lo h u r t e [...] Hay grandísima a b u n d a n c i a de los tratos
Introducción 31

de la tierra, pinas, plátanos, jicamas, camotes, aguacate, ciruelas


y todo lo demás. De aquí se provee toda la tierra [...] Son gente
trabajadora, y así vemos de noche lumbre por las casas, que están
las mujeres hilando y tejiendo. Hácense aquí las mejores mantas
de algodón que se hacen en la tierra y aun en las Indias [...] No
dejaré de decir de las calabazas que aquí hay. Haylas muy mayores
que grandes harneros y aquéllas pártenlas por medio y píntanlas
para servirse de ellas en lugar de cestas y de platos, y son tan
galanas como platos de Valencia. (Ximénez, 1977: 378-379).

Sobre la religión de los antiguos chiapanecas existe poca in-


formación. De fray Tomás de la Torre aprendemos al respecto:

Su antiguo dios fue un solo creador de todas las cosas y morador


del cielo, los ídolos les era cosa nueva. Y así cuando se querían
morir, se confesaban a su dios que llamaban Nombohí. (Ximénez,
1977: 379).

Este dato lo confirma el ya mencionado juicio de idolatría


celebrado en 1597. Los indios afirmaron entonces que "Nombobí
era el sol, el cual veneraban como creador suyo" y que los demás
dioses "eran como sus criados en los cerros y cuevas y semente-
ras" (Navarrete, 1974: 20-21). Ya vimos que uno de estos dioses
era Nandada, el dios del agua. Otro de ellos, Matove o Mohotove,
el dios de la fertilidad, ocupaba un lugar privilegiado en el pan-
teón chiapaneca. El sacerdote que estaba a su servicio ejercía tam-
bién el mando supremo a nivel político. Según fray Tomás de
la Torre, este sacerdote "era obedecido como Dios; no tenían ca-
ciques; los sacerdotes regían el pueblo" (Ximénez, 1977: 278).
Existía, pues, en Chiapa una verdadera teocracia. Participa-
ban, sin embargo, en el poder los principales. Estos formaban
una clase privilegiada que se distanciaba del común del pueblo
por su nobleza y riqueza. Entre ellos destacaban los señores que
encabezaban los ocho calpules en que estaba dividida la comuni-
dad chiapaneca. Conocemos seis de estos calpules por sus nom-
bres: Caco, Ubañamoyy, Candí o Candilú, Moyola, Nanpiniaca
y Nipamé (Navarrete, 1966: 105-106).
La lengua que hablaban los antiguos chiapanecas ya no existe.
La podemos conocer sólo a través de unos pocos escritos que en
ella fueron compuestos por los frailes dominicos que convivían
32 La batalla del Sumidero

con los indios en la época colonial. Se han conservado una gramá-


tica (siglo XVII), cinco doctrinas (siglo XVII), un confesionario (si-
glo XIX) y una pasión (siglo XVIII). Dos de ellos, la gramática y
una de las doctrinas, fueron publicados en París por A.L. Pinart
(1875). Otro investigador francés, L. Adam, publico un vocabula-
rio, reconstruido con base en los textos de otras dos doctrinas
(1887). Gracias a estas dos publicaciones se ha podido establecer
el estrecho parentesco que existe entre el chiapaneca y el mangue
de Nicaragua. Hoy día, la lengua chiapaneca sólo sobrevive en
algunos apellidos de personas y en nombres geográficos de la re-
gión. Parece que los chiapanecas perdieron su lengua nativa en
el curso del siglo XIX. El gran especialista decimonónico de las
lenguas indígenas mexicanas, el padre Charles Etienne Brasseur
de Bourbourg, tuvo la oportunidad, en su visita a Chiapa en
1859, de componer un pequeño vocabulario, gracias a unos infor-
mantes que sabían todavía la lengua. Pero, como escribe el mismo
Brasseur de Bourbourg en 1871, estos informantes eran, ya en
aquel entonces, "tres o cuatro ancianos, los únicos que quedaban
de la antigua población indígena con conocimiento del idioma"
(1871: 5).
Para tener una idea de cómo sonaba la lengua chiapaneca,
hemos copiado uno de los dos calendarios transcritos por el autor
de la gramática de 1691. Son los nombres de los dieciocho meses,
a la usanza de la gente de Suchiapa. La lista nos da al mismo
tiempo una buena introducción a la cultura agrícola de los chiapa-
necas.

1. Numaha yucu 4 junio


2. Numaha ñumbi en que se siembra
maguey 24 junio
3. Numaha muhu mosquitero 14 julio
4. Numaha hatati ya sale el viento 3 agosto
5. Numaha mundju cuando se siembra chile 23 agosto
6. Numaha catani fin de agua, principio
de maíz 12 septiembre
7. Numaha manga se cría el pescado 2 octubre
8. Numaha haomc baja el río y retorna
pescado 22 octubre
9. Numaha mahua principia el pico 11 noviembre
10. Numaha toho ya no se siembra 1 diciembre
11. Numaha mua se siembra camote 21 diciembre
Introducción 33

12. Numaha topia sube la humedad 10 enero


13. Numaha tumuhu ya no hay nada 30 enero
14. Numaha ? 19 febrero
15. Numaha cupamé madura el coyol 11 marzo
16. Numaha puri madura el jocote 31 marzo
17. Numaha puhuari 20 abril
18. Numaha turi maduridad 10 mayo
Numaha nbu (cinco días complementarios) 30 mayo

Otro ejemplo de la lengua chiapaneca son los numerales de


uno a veinte, anotados por el investigador alemán Karl Hermann
Berendt, cuando visitó Suchiapa en 1869:

1. titxé, nditxé 11. jenda-mu-nditxé


2. jómiji 12. jenda-kikáu
3. jímiji 13. jenda-mui
4. jámiji 14. jenda-makuá
5. jaómiji 15. jenda-mú
6. jambámiji 16. jenda-mume-nditxé
7. jindímiji 17. jenda-mu-kukáu
8. hajúmiji 18. jenda-mu-nui
9. jilímiji 19. jenda-mu-makuá
10. jenda 20. jájuá

4. LOS AÑOS 1524-1534

Hemos calificado el suicidio colectivo de los chiapanecas como


una leyenda e identificado a Antonio de Herrera y Antonio de
Remesal como sus primeros propagadores. Desafortunadamente,
no es éste el único error cometido por los cronistas. La leyenda
del Sumidero es sólo un elemento en toda una serie de equivoca-
ciones en las que incurrieron. Esbozar un panorama general de
la conquista de Chiapa significa inevitablemente corregir primero
los errores de los dos autores coloniales. Sólo así es posible re-
construir los hechos e interpretarlos después.
El primer error de Antonio de Herrera y Antonio de Remesal
es el de atribuir la primera conquista de Chiapa, la de 1524, a
Diego de Mazariegos. Este error ya fue detectado a principios
del siglo XVIII por fray Francisco Ximénez. Este cronista afirma
en su Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y
Guatemala, libro II, capítulo 41, que "conocidamente nuestro Re-
34 La batalla del Sumidero

mesal padece engaños en decir que la primera conquista la hizo


Diego de Mazariegos" (1977: 362). A fines del siglo XIX, Hubert
Bancroft (1883) y Vicente Pineda (1888) llegaron a la misma con-
clusión: la primera entrada armada tuvo lugar en 1524, y su capi-
tán de conquista fue Luis Marín. Diego de Mazariegos sólo enca-
bezó la segunda entrada, la de 1528.
El documento clave para refutar el primer error de Herrera
y Remesal fue, para Ximénez y los dos autores decimonónicos,
el capítulo 166 de la Historia verdadera de la Conquista de la
Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo (cf. doc. núm. 6). Herre-
ra y Remesal no conocían esta obra porque estuvo sin publicar
hasta 1632. Ahora bien, Bernal Díaz relata en el mencionado capí-
tulo "cómo Cortés mandó al capitán Luis Marín que fuese a con-
quistar y a pacificar la provincia de Chiapa, y mandó que fuese
[yo] con él". Puesto que Bernal Díaz fue testigo ocular de los
hechos, su testimonio tiene un alto grado de veracidad. Refuta
a Herrera y Remesal en varios otros puntos más que el del supues-
to liderazgo de Diego de Mazariegos. Según Bernal Díaz, los chia-
panecas no vivían, en 1524, en un peñón fortificado dentro del
Sumidero, sino en campo abierto, a orillas del río. Ofrecieron re-
sistencia a los españoles en las afueras de la ciudad, no dentro
del cañón. Esta resistencia no culminó de ninguna manera en una
retirada al Sumidero, ni mucho menos en un suicidio colectivo
en las aguas del río Chiapa.
Pero si no hubo suicidio colectivo en 1524, ¿tal vez la leyenda
tuvo su origen en un episodio de la conquista de 1528? Desafor-
tunadamente, no disponemos para esta segunda entrada armada
de un testimonio tan directo y tan detallado como el relato de
Bernal Díaz. Se ha perdido el informe que Diego de Mazariegos
sin duda escribió sobre su campaña militar. Sólo se han conserva-
do una serie de probanzas de méritos y servicios, redactadas en
los años 1540-1570 a petición de los españoles e indígenas que
habían participado en la conquista de 1528 (cf. docs. núm. 9, 10,
11, 18). Ahora bien, en ninguna de ellas se hace mención de una
batalla entre españoles y chiapanecas. Al contrario, en una de
ellas hasta se dice textualmente que los chiapanecas se rindieron
a Diego de Mazariegos sin ofrecerle resistencia alguna (cf. doc.
núm. 10). Se habla en ellas de tres fortalezas "empeñoladas" que
los conquistadores tuvieron mucha dificultad en ganar (cf. docs.
I n I inducción 35

núm. 10 y 18). Pero los tres "peñoles" mencionados —Suchitepe-


que, La Coapa y Maquil Suchitepeque— no tienen nada que ver
con Chiapa. El primero, Suchitepeque, se encontraba en la pro-
vincia de Tehuantepec. El segundo, La Coapa, estaba "en los zo-
ques". Y el tercero, Maquil Suchitepeque, pertenecía a un pueblo
tzotzil sujeto a Zinacantán. Si los conquistadores de 1528 hubie-
ran tenido también una batalla con los chiapanecas, no hubieran
olvidado mencionarla. Pero reina el silencio más completo. No
hubo, pues, en 1528, por parte de los chiapanecas, ni retirada
al Sumidero, ni suicidio colectivo en el río Chiapa, ni siquiera
batalla con los españoles.
¿Quiere decir esto que Herrera y Remesal han inventado la
leyenda de la nada? No. Efectivamente hubo enfrentamiento ar-
mado en el Sumidero entre chiapanecas y españoles, pero para
identificarlo hay que avanzar unos años más en la historia, a los
años 1532-1534. Los indios de Chiapa se levantaron en armas no
en tiempos de la Conquista, sino ya estando bajo el régimen colo-
nial. No se trata, pues, de una resistencia contra un invasor desco-
nocido —esto ocurrió en 1524—, sino de una verdadera rebelión
contra la dominación española.
No se conoce con certeza el motivo que los rebeldes tuvieron
para su levantamiento. Sin embargo, es probable que la razón
haya sido la obligación de pagar tributos exorbitantes y prestar
servicios exageradamente pesados a su encomendero. En los pri-
mero años que siguieron a la Conquista, los pobladores españoles
se excedieron en toda clase de vejaciones contra los indígenas.
Es posible que los chiapanecas sufrieran particularmente con este
régimen de terror. Vieron llegar a su pueblo, casi año tras año,
a nuevos encomenderos, todos dispuestos a exigirles nuevos im-
puestos y labores. En 1524 les llegó Luis Marín, en 1526, Juan
Enríquez de Guzmán; en 1528, Diego de Mazariegos; en
1529, de nuevo Juan Enriquez de Guzmán; en 1530, Francisco
Ortés de Velasco, y en 1532, Baltasar Guerra de la Vega. Este
último llegó desde Guatemala, con el nombramiento, por el ade-
lantado Pedro de Alvarado, de "teniente de gobernador de la pro-
vincia de Chiapa". Había recibido este título gracias al favor de
su primo hermano, Francisco Ceynos, el influyente oidor de la
segunda Audiencia de México.
Según el testimonio del mismo Baltasar Guerra, los chiapane-
36 La batalla del Sumidero

cas ya estaban alzados, cuando él llegó —¿a principios de 1532?—


a la villa de San Cristóbal de los Llanos, para tomar posesión
de su puesto (cf. docs. núm. 14 y 16). Con la ayuda de los poblado-
res españoles y muchos indios amigos, el nuevo teniente de gober-
nador logró someter a los rebeldes, después de una lucha difícil
que duró varias semanas. Los chiapanecas en vez de enfrentarse
con las tropas de pacificación, salieron de su ciudad y se retiraron
hacia el Sumidero. Ocuparon allí un antiguo centro ceremonial,
situado en la orilla derecha del río y protegido por varias albarra-
das. Presionados por los españoles, los sitiados abandonaron
pronto la ciudadela y se replegaron a una fortaleza cercana, edifi-
cada sobre una peña tajada. Finalmente, abandonaron también
esta fuerza y se refugiaron todavía más adentro del cañón, en
unas cuevas que servían de refugio a sus mujeres y sus niños.
Estas cuevas, situadas encima del primer raudal que formaba el
río, fueron el escenario del dramático alcance que los conquista-
dores dieron a los rebeldes. Estos, para no caer en las manos ven-
gativas de sus enemigos, trataron de escapar por donde pudieron.
Entonces, algunos de ellos perdieron pie y cayeron. Encontraron
una muerte atroz entre las rocas y aguas del raudal. En su informe
de las hostilidades, Baltasar Guerra afirma que prohibió a sus
compañeros de armas que siguieran el alcance, sin duda por te-
mor de perder una buena parte de sus indios tributarios (cf. doc.
núm. 12).
Una vez dominados los chiapanecas, el victorioso capitán ex-
tendió la campaña militar al norte de la provincia de los zoques.
En esta región limítrofe con Tabasco, en continua efervescencia
desde 1524, varios pueblos habían seguido el ejemplo de Chiapa
de los Indios, levantándose también contra el régimen colonial.
Según los documentos disponibles (cf. docs. núm. 12, 15, 16), eran
nueve las comunidades rebeladas: Ixtacomitán, Ixtapangajoya,
Comeapa, Solosuchiapa, Mincapa, Ostuacán, Cualpitán, Zozoco-
lapa y Suchitepeque. La pacificación tomó varios meses. No se
libró ninguna batalla con los rebeldes. Estos se retiraron al monte,
tan pronto el ejército conquistador cruzó los límites de sus territo-
rios. Decidieron finalmente regresar a sus pueblos y aceptar el
dominio colonial, después de muchos días, pasados en enviar men-
sajes e intercambiar propuestas de rendición. Gracias a esta cam-
paña, que tuvo lugar en la primera mitad de 1533, toda la región
Introducción 37

norte de los zoques se integró definitivamente a la provincia colo-


nial de Chiapa (cf. mapa núm. 4).
De regreso de los zoques, Baltasar Guerra impuso a la comuni-
dad vencida de Chiapa de los Indios a dos gobernadores, escogi-
dos por él mismo entre los caciques del pueblo. Estos dos señores
recibieron el encargo de controlar la recaudacióñ^3^fi5stributq§>
y de fomentar la conversión de sus subditos a la religión católica.
Se han TroñsérvádoStis Tiombrés, don Diego (Guajaca) Nocayola
y don Juan (Ozuma) Sangayo (cf. docs. núm. 14 y 19). Pero Balta-
sar Guerra parece haber sido un encomendero particularmente
exigente. Según el testimonio de un adversario suyo, Juan de Ma-
zariegos, hijo mayor del fundador de Villa Real, exigió a través
de sus lugartenientes tributos y servicios excesivos. Entre éstos
figuraban trabajos forzados en las minas recién descubiertas de
Copanaguastla, a más de treinta leguas de Chiapa. Los naturales
estaban ogligados a trasladarse a aquel pueblo y trabajar como
mineros en cuadrillas de doscientas personas cada una (cf. doc.
núm. 17).
No es de extrañar, pues, que a finales del año de 1533, parte
de la comunidad chiapaneca volviera a rebelarse, esta vez no sólo
contra el encomendero explotador, sino también contra los dos
gobernadores indígenas. La rebelión estuvo encabezada por un
principal, de nombre Sanguieme. Lo siguieron otros ciento veinte
principales con su séquito (cf. doc. núm. 20). Después de matar
a Juan Sangayo —Diego Nocayola pudo escapar a San Cristó-
bal—, los rebeldes se retiraron de nuevo al asiento del Sumidero.
Allá fundaron una nueva comunidad, rompiendo todo contacto
con los demás chiapanecas que habían permanecido fieles al go-
bierno español.
Este segundo alzamiento se efectuó más fácilmente ya que
Baltasar Guerra estaba en ese momento fuera de su gobernación.
Pedro de Alvarado había enviado por su teniente desde el puerto
de Nicaragua, donde estaba construyendo una armada para el
Perú. Avisado por mensajeros, Baltasar Guerra regresó precipita-
damente a la villa de San Cristóbal y.preparó sin tardanza una
nueva entrada militar. Esta vez lo acompañaron no sólo los pobla-
dores españoles e indígenas del valle de Jovel, sino también todos
los chiapanecas que habían permanecido sumisos. La campaña si-
guió exactamente el mismo esquema que la anterior. Los rebeldes
38 La batalla del Sumidero

PICHUCALCO j I
/ TA8ASC0
MINCAPA
SAYULA >v \
OSTUACAr « / T C C T U /»ó.»
\P XlAPANGAJOYA

•% \ IXTACOMITAN ' fSULUSUCHIAPA


NXTACOM'ITAN

; < S
CHAPLIi' TENANGO
TENANGl
\fih CUALPITAN

'l ISHUATAN
AMATAN

COMEAPA
OCOTEPEC^ TApALApA * TAPILULA
"h.
TECPATÁN • COMISTAHUACÁN
COAPILLA PAMTEPECI
QUECHULA •" H'ochi *I •
• COPAINALA " " V ^ f ^ y SOLISTAHUACÁN

JITOTOL

Mapa núm. 4
La provincia colonial de los zoques
Introducción 39

se retiraron de nuevo a la fortaleza y a las cuevas del Sumidero.


Allá los alcanzaron otra vez las tropas pacificadoras. Según una
fuente indígena (cf. doc. núm. 20), también en esta ocasión algu-
nos de los sitiados se arrojaron al vacío. En cambio, los testimo-
nios españoles no mencionan ningún desbarrancamiento (cf. docs.
núm. 14-18). Finalmente, los rebeldes se rindieron. Un número
considerable de cabecillas fue ajusticiado en la plaza de Chiapa
de los Indios, entre ellos el líder principal, Sanguieme. En estas
ejecuciones tuvo un papel importante el cacique hispanófilo, Don
Diego Nocayola, en su calidad de teniente de justicia mayor de
Baltasar Guerra (cf. doc. núm. 20).
Esta segunda rebelión fue, según la misma fuente indígena
(cf. doc. núm. 20), la última tentativa de desobediencia por parte
de los chiapanecas. En adelante, éstos se hicieron los amigos más
fieles de los españoles. Prestaron sus servicios en todas las expedi-
ciones armadas que el gobierno colonial organizó después contra
otras comunidades rebeldes de Chiapas. Participaron como "in-
dios amigos" en las entradas contra los lacandones, en 1559,1586
y 1695, y en la pacificación de la provincia alzada de los zendales,
en 1713. Se acercaron cultural y racialmente a los españoles de
tal manera, que perdieron paulatinamente su identidad original
y se volvieron un pueblo mestizo. Hoy día, sus descendientes viven
en la ciudad de Chiapa de Corzo. Los tiempos de la Conquista y
de la rebelión han sobrevivido en el baile de los Parachicos
y en el combate naval que se celebra cada año en el río. También
ha sobrevivido la batalla del Sumidero en forma de leyenda. Pero
los chiapacorceños ya no la cuentan en la lengua nativa. La leyen-
da se ha vuelto, ella también, mestiza (cf. doc. núm. 1).

5. LOS DOCUMENTOS SELECCIONADOS

El panorama histórico que acabamos de esbozar está hecho con


base en los documentos reunidos en esta antología. No es más
que una introducción general a ellos. Son los documentos mismos
los que informarán con mayor detalle acerca de la resistencia
(1524) y la doble rebelión (1532-1534) de los chiapanecas. Estos
documentos son, en su gran mayoría, testimonios y comentarios
muy cercanos a los hechos. En parte provienen de publicaciones
40 La batalla del Sumidero

difícilmente accesibles, en parte se conservan inéditos en el Archi-


vo General de Indias, en Sevilla, en el Archivo General de Centro-
américa, en Guatemala, y en el Archivo Diocesano de San Cristo-
bal de las Casas. Salvo tres excepciones (docs. núm. 8, 21, 22), son
parte de textos más amplios, puesto que sólo transcribimos la in-
formación que consideramos directamente relacionada con el te-
ma. Esta información no se limita, por supuesto, a la descripción
de las hostilidades. Hemos seleccionado también algunos textos
que indican los motivos (doc. núm. 17) y hasta las consecuencias
de la rebelión (docs. núm. 22, 23, 24, 25). Tampoco podían faltar
algunos textos que ilustran la formación de la leyenda del Sumide-
ro (docs. núm. 1, 2, 3, 4, 5). Salvo tres excepciones (docs. núm.
19,20,21), los demás documentos expresan el punto de vista espa-
ñol y criollo sobre la rebelión.
Además del contenido, también la diversidad formal ha servi-
do de criterio para la selección de los textos. Hemos hecho ur
esfuerzo especial para reunir diversos tipos de documentación.
Las fuentes narrativas están representadas por las páginas copia-
das de las crónicas de Remesal, Ximénez, Gage, Herrera y Díaz
del Castillo (docs. núm. 2, 3, 5, 23, 24, 25). Los demás textos son
casi todos fuentes documentales. Figuran entre ellos tres cartas,
la carta de relación de Hernán Cortés al emperador Carlos V (doc.
núm. 7), la carta poder otorgada por Alonso de Estrada a favor
del capitán Diego de Mazariegos (doc. núm. 8) y la carta de fray
Bartolomé de las Casas a Baltasar Guerra (doc. núm. 22). Están
dos mercedes reales de un blasón de armas (docs. núm. 15, }6), dos
pleitos puestos ante la Audiencia de Guatemala (docs. núm.
12, 13, 17,20) y una causa seguida ante el Consejo de Indias (doc.
núm. 14). Figuran también diez probanzas de méritos y servicios,
seis de ellas de conquistadores españoles (docs. núm. 9, 10, 12,
13, 14, 18), dos de caciques chiapanecas (docs. núm. 19, 21) y
dos de comunidades indígenas (docs. núm. 11, 20); de estas diez
probanzas, se ha copiado a veces parte del interrogatorio, a veces
parte de los testimonios, a veces ambos. Finalmente, están tam-
bién tres textos que no son fuentes, sino que provienen de obras
modernas. Dos de ellos son historias (docs. núm. 4, 5), el tercero
un poema (doc. núm. 1).
Como la antología trata de una rebelión, no podía faltar el
punto de vista de los rebeldes, "la visión de los vencidos". A pri-
Introducción 41

mera vista, los documentos núm. 19,20 y 21 podrían interpretarse


como testimonios de los rebeldes. Pero, de hecho, dos de ellos
(docs. núm. 19 y 21) son probanzas de méritos de caciques chiapa-
necas que tomaron partido a favor de los españoles y en contra
de los sublevados. Los indígenas de Chiapa, invitados a dar testi-
monio de la rebelión, dejan oír su voz de manera indirecta sola-
mente, a través del aparato jurídico creado y manipulado por los
vencedores. El tercer texto (doc. núm. 20) no habla directamente
de la rebelión.. El objetivo que tiene esa probanza indígena es
más bien el de probar los derechos de la comunidad chiapaneca
sobre unos terrenos que les disputaban los tzotziles de Zinacantán
e Ixtapa.
La voz de los chiapanecas rebeldes sólo podría escucharse en
la tradición oral. Pero en el caso de los chiapanecas, esta tradición
ya no existe. Su lengua es una lengua muerta, su sangre, una
sangre mezclada. Los descendientes de los antiguos indios de
Chiapa, los chiapacorceños de hoy, son un pueblo mestizo que
se expresa única y exclusivamente en la lengua española. Pero
aún así, dentro de estas limitaciones, "la visión de los vencidos"
sobre la batalla del Sumidero llegó a nosotros. Se presenta aquí
en forma literaria, como poema épico, obra de un chiapacorceño
de pura cepa, Galileo Cruz Robles (doc. núm. 1).
La antología está dividida en cinco partes. La primera, la cons-
tituyen cinco documentos que ilustran el nacimiento y crecimien-
to de la leyenda del Sumidero. La segunda parte está formada
por seis documentos que son todos básicos para la reconstrucción
de las dos conquistas de Chiapa, las de 1524 y 1528. En la tercera
parte han sido reunidos diez textos que constituyen el fundamen-
to para la reconstrucción de la doble rebelión de los chiapanecas,
en 1532 y en 1534. Son asimismo los documentos que explican,
y destruyen a la vez, la leyenda del Sumidero. La cuarta parte
está formada por cuatro textos que describen la suerte que les
tocó, después de la rebelión, tanto a los chiapanecas vencidos,
como a sus vencedores, el encomendero Baltasar Guerra y los frai-
les dominicos.
La transcripción de los documentos se ha elaborado conforme
a la grafía y puntuación modernas. Se han desenlazado las abre-
viaturas. Se han respetado los nombres propios tal y como apare-
cen en el texto. Se han conservado los arcaísmos, cuya significa-
42 La batalla del Sumidero

ción no ha variado. Los puntos suspensivos, ..., corresponden a


faltantes en el original, por natura o por destrucción. Los puntos
suspensivos entre corchetes [...] corresponden a omisiones delibe-
radamente hechas por nosotros mismos. Por lo demás, se ha segui-
do el criterio internacional para la publicación de obras histó-
ricas.
LOS DOCUMENTOS
A. LA LEYENDA DEL SUMIDERO

1. LA CONQUISTA DE CHIAPA, SEGÚN GALILEO


CRUZ ROBLES (1928)

Texto tomado del poema épico El Sumidero o la epopeya de los


Chiapas, 19281-19552, Obras completas, pp. 240-250.
El poema de Galileo Cruz Robles representa lo que podríamos
llamar, con alguna exageración, "la visión de los vencidos". Su
autor es chiapacorceño, es decir, de alguna manera descendiente
de los antiguos chiapanecas. El texto pretende ser una "epopeya".
Fiel a esta pretensión, la obra oscila inevitablemente entre la histo-
ria y la leyenda, a tal grado, que es imposible definir dónde empie-
za la primera y termina la segunda. También está ampliamente
inspirada, para no decir inflada, por sentimientos patrióticos.
No nos toca valorar esta epopeya en cuanto poesía. Nos intere-
sa aquí sólo su valor como testimonio histórico y éste es mínimo.
Entre los errores cometidos por el autor figuran:
1) el de incluir a Chiapa en el reino maya-quiché;
2) el de suponer que Diego de Mazariegos hizo su entrada militar
por los pueblos de Quechula y Usumalapa;
3) el de suponer que en 1528 hubo una batalla entre españoles
y chiapanecas;
4) el de dar a Diego de Mazariegos el privilegio de haber vencido
a los chiapanecas en el Sumidero;
5) el de poner la fuerza chiapaneca en la margen izquierda del río;
6) el de exagerar tremendamente el número de los despeñados;
7) el de equivocarse ingenuamente sobre el verdadero motivo del
suicidio.

45
46 La batalla del Sumidero

Sin embargo, todos estos defectos no restan valor al texto, en


cuanto es expresión escrita de una antigua y bella tradición oral,
sin duda obra de la comunidad indígena de Chiapa.
No transcribimos el poema en toda su extensión. El texto es
demasiado largo y muchas estrofas no vienen al caso. Sin embargo,
hemos respetado el hilo del relato y el objetivo principal del autor:
la exaltación de las proezas militares de los antepasados, tanto
españoles como indígenas.

" E n el IV centenario de la fundación de Chiapa de Corzo,


el 3 de marzo de 1528 y de San Cristóbal Las Casas el 31 del
mismo mes.

Madre Patria, no intento que mis versos


sean a tu fama y a tu honor adversos,
yo relato y comento aquella hazaña,
error de un grupo, no de toda España,
y para ser más justo, agregaría
error también el de la Patria mía,
ya que la desunión del mexicano
facilitó sus triunfos al hispano.

DESTRUCCIÓN DE CHIAPA-NANDALUMI

[...] En el país Kiché de nuevo vibran,


de parte de los pueblos que se libran
del yugó que los hunde en el marasmo,
gritos de redención y de entusiasmo!

Pero Alonso de Estrada que recibe


el parte que de ricos los exhibe
y de reacios, también, a su gobierno,
ordena que otro jefe subalterno
marche con poderoso contingente
a someter al chiapa nuevamente.

Diego de Mazariegos encabeza


la nueva expedición, y con presteza
es seguido de hidalgos y de infantes
La leyenda del Sumide

que sueñan en riquezas deslumbrantes


y de grupos compactos de soldados
en Tenochca y Tlaxcala reclutados,
y sin faltar, el caso lo exigía,
cinco piezas de gruesa artillería.

Y a la conquista ya definitiva
va bregando la nueva comitiva
hacia el Maya-Quiché, país de ensueño
en otros tiempos de grandezas dueño,
y en aquellos instantes protestando
que habrían de sucumbir... pero luchando!

Y al invadir Quechula, Usumalapa,


Yuquiz, Tulún, para atacar a Chiapa,
son los iberos, sin cesar, batidos
por aquellos campeones aguerridos
que en todo tiempo demostrado habían
que por su libertad morir sabían.

Y el jefe Mazariegos, con el tino


del que arbitro ha de ser de su destino,
los invita a la paz, a que prescindan
de vana resistencia y a que rindan
homenaje a su Rey, en el concepto
que ha de tratarlos con bondad y afecto
o ser, por el contrario, sometidos
del cañón a los rudos estampidos.

Pero el Chiapa, indomable y desconfiado,


añorando las luchas del pasado
con su desolación y sus estragos,
se muestra indiferente a los halagos,
y fiel a sus blasones y a su raza
desecha con valor toda amenaza
ansiando que del dicho pase al hecho,
para oponer un muro en cada pecho.

Y en la Ciudad, que así se defendía,


amplios surcos abrió la artillería
48 La batalla del Sumidero

hasta dejarla humeante, desangrada


y de la faz del mundo... ¡ya borrada!

EL ÚLTIMO COMBATE

¡Un momento!... Dejad que se serene,


que recobre el control de sus sentidos
y que su corazón calme y refrene
el ímpetu anormal de sus latidos.

La emoción lo conturba. Es una ola


que sacude su ser como si fuera
barquilla que en la mar se encuentra sola
frente a la tempestad, que se exaspera.

No acierta a comprender. Es un proceso


que raya en la grandeza o la locura:
Y raudo, se despeñ:i, bajo el peso
de un cuerpo de mujer y de criatura.

Es el Chiapa, su esposa y el producto


de aquel amor que me grande y sincero
y que al perder el último reducto
se arrojan con valor al 'Sumidero'!

Y después... otros mil se precipitan


con familias también y en el abismo,
donde las aguas con pavor se agitan,
queda oculta una historia de heroísmo!

Que lo diga el Grijaha. Si tuviese


el don de la palabra ;1 nos diría:
'No he vuelto a presenciar actos como ese
que la misma Numancia admiraría.

Y aunque tanta grandeza no concibo,


a los vencidos mi refugio cedo,
en mi lecho de rocas ios recibo
y al quererlos vengar ¡sé que no puedo!
La leyenda del Sumidero 49

Es el Tepetchia, cerro que se extiende


a mi margen izquierda. En sus laderas
el indio de los blancos se defiende
cual si fuese acosado por panteras.

Y lucha, replegándose a la altura


que al precipicio su esperanza aferra,
pues teme que al morir, su sepultura
la profanen aquellos en la tierra.

Que lo digan los muertos. Si volviesen


otra vez a la vida, JURARÍAN,
que si actos como aquél se repitiesen
otra vez en mis aguas se hundirían'.

Y mientras tanto, sigue el sacrificio


de aquel grupo de héroes y de bravos
que prefieren lanzarse al precipicio
a la vergüenza de vivir esclavos.

Y el crimen se consuma. A cambio sólo


de una página de oro, que en la Historia
habrá de resonar de polo a polo
desde ese Sumidero de la Gloria.

Hasta que, al fin, suspéndese el combate


que tan hondos estragos produjera
en aquella legión que no se abate
aunque la muerte ante sus plantas viera.

Pues al ser Mazariegos informado


de aquel gesto inmortal de valentía,
ordenó reprimir el atentado
que de angustia la tierra estremecía.

Y el reino de los chiapas, ya vencido,


pero nunca humillado, se derrumba,
para quedar en ruinas convertido
y el 'Sumidero' improvisado en tumba.
50 La batalla del Sumidero

]FUNDACIÓN DE CHIAPA

[...] Según la tradición, de los vencidos


no todos aceptaron amnistiarse,
y en el campo quedaron esparcidos,
tal vez, con la esperanza de vengarse.

En tanto que los otros, en su anhelo


de reorganización, para la raza,
deciden en su amargo desconsuelo
seguir la norma que el deber les traza.

Y al Sureste del pueblo que perdieron


y en la margen derecha del gran río,
la Villa Real de Chiapa construyeron
soñando en su pasado poderío.

[...] Y como a San Cristóbal distinguía


en sus designios el monarca ibero,
en el escudo de armas le cedía
como emblema inmortal ¡El Sumidero!

Simulando una inmensa cortadura


en cuyo fondo se desliza el río
y arriba coronando cada altura
un león rampante, indómito y bravio.

El de la izquierda, ante una palma verde


y el de la derecha ante un castillo,
para que aquél la Advocación recuerde
y éste, de España, el esplendor y el brillo.

[...] Tal ha sido el origen y la historia


de ese pueblo patriota y aguerrido
que conserva en su nombre la memoria
de una raza y de un héroe esclarecido.
La leyenda del Sumidero 51

Y que en tres largos siglos de indigencia


y en uno más de luchas interiores,
ha demostrado merecer la herencia
que, de honor, le legaron sus mayores.

Y por lo mismo, si el destino rudo


abatiere otra vez tanta grandeza,
tendrá que perdurar en el escudo
que simboliza su inmortal proeza."

2. LA CONQUISTA DE CHIAPA, SEGÚN ANTONIO


DE HERRERA ( 1 6 0 1 )

Texto tomado de la Historia general de los hechos de los castella-


nos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, década III, libro
V, capítulo 8, y libro X, capítulo 11, 1601'-1945, t. IV, p. 291
y t. VI, p. 123.

Antonio de Herrera y Tordesillas (1549-1625) nunca estuvo en las


Indias. Escribió su monumental Historia con base en la informa-
ción que le daban otros cronistas o que él mismo pudo reunir de
los relatos e informes enviados a la corte española por los adminis-
tradores de las colonias.
Sobre su valor como historiador, Juan Bautista Muñoz emitió
en 1793 este juicio: "Bien es verdad que a las veces usando de
documentos, de otros autores y de su juicio, abandona o corrige
a sus guías y va por mejor camino; pero lo más ordinario es errar
y tropezar con ellos, y a veces caer por su precipitación o ligereza
donde ellos no cayeron".
El texto relativo a los chiapanecas, tomado de la década III,
libros V y X, es un buen ejemplo de ese "errar y tropezar". Herrera,
como desconoce la Historia Verdadera de Bernal Díaz del Castillo,
manuscrita hasta 1632, ignora todo de la entrada militar hecha
por Luis Marín. Atribuye erróneamente la primera conquista de
Chiapa a Diego de Mazariegos, situándola en los años 1524 y si-
guientes. Otros inventos suyos son la fundación, por los antiguos
chiapanecas, de una ciudad "en un risco áspero que está sobre
el río" y, asimismo, el suicidio colectivo en las aguas del Sumide-
ro, "pereciendo tantos que de muchos que eran quedarían como
dos mil".
52 IM batalla del Sumidero

Sin embargo, a su favor milita el ser el primer cronista en ha-


blar de los indios de Chiapa como "chiapanecas", término que
ha sido adoptado después por los estudiosos modernos de esta
comunidad indígena prehispánica, excluyendo definitivamente
nombres como "los chiapas", "los chiapanecos", "los chiapane-
ses" o "los chiapenses".

"Esta provincia tomó nombre del pueblo de Chiapa, por ser


el más principal de ella [...] Vinieron antiguamente de la provincia
de Nicaragua, poblaron en un risco áspero, que está sobre el río,
una legua más abajo a donde ahora están, y fortificáronse por
la ordinaria guerra y porque no se quisieron sujetar a los reyes
de México. El risco adonde estos chiapanecas estaban poblados,
es peña 1 tajada, alto y con dificultosas entradas, desde donde
hacían guerra a las guarniciones de Cinacantlán, que eran de me-
xicanos, y forzaron a los pueblos de los zoques a que les tributa-
sen. Y de aquí les quedó odio con los cinacantlecos, nunca quisie-
ron emparentar con ellos, y siempre los tuvieron en poco. El
capitán Diego de Mazariegos, que fue el conquistador de esta
provincia [...] la repartió y tomó para sí el pueblo de Chiapa y
los indios se poblaron en la ribera del mismo río [...]
"Habiendo entendido Cortés que en la provincia de Chiapa
había alteraciones y que los naturales no obedecían, envió a paci-
ficarla al capitán Diego de Mazariegos. Dióle 150 soldados y 40
caballos, además de los cuales fueron con él muchos hombres prin-
cipales por apartarse de las pasiones que ya comenzaban en Méxi-
co. Llevó también gran número de tlascaltecas y mexicanos. Halló
a don Pedro Puerto Carrero, a quien desde Guatemala había en-
viado para el mismo efecto Pedro de Alvarado. Y antes de verse
estos dos capitanes, halló Diego de Mazariegos resistencia en los
chiapanecas; y aunque hizo muchas diligencias para pacificarlos
por amor, al cabo se retiraron a un sitio muy fuerte, adonde algu-
nos días se defendían; y después de haber peleado mucho, fueron
entrados por fuerza. Y continuando en su pertinacia, los que que-
daron, con otros que se les juntaron, en otro sitio pelearon hasta
que pudieron levantar los brazos; pero viéndose perdidos, los más
de ellos, con sus hijos y mujeres a cuestas se despeñaron por la
parte de un río que es altísima, y allí perecieron tantos que de
muchos que eran quedarían como dos mil, que son los que han
La leyenda del Sumidero 53

durado hasta ahora [...] Estuvo Diego de Mazariegos entendiendo


en el repartimiento y población de la tierra algunos meses con
quietud; y volviéndose los chiapanecas a alterar, muy presto y
con su daño los volvió a pacificar."

3. LA CONQUISTA DE CHlAfA, SEGÚN ANTONIO


DE REMESAL (1619)

Texto tomado de la Historia general de las Indias Occidentales


y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, libro V,
capítulo 13, y libro VI, capítulo 16, 1619'-1694, pp. 375-377 y
453-454.

Para la historia de Chiapa durante el siglo XVI, fray Antonio


de Remesal sigue siendo considerado como el cronista prin-
cipal. Sus fuentes han sido la crónica inédita de fray Tomás
de la Torre (1545-1565) y muchos documentos de archivo,
que recopiló personalmente en los cabildos de Guatemala
y Ciudad Real. Dice él mismo en el prólogo de su obra: "Dé-
jese en mi crédito que todos los papeles fueron fidedignos
y auténticos y habidos de personas de calidad."
Sin embargo, para la conquista militar de Chiapa, Reme-
sal parece haber utilizado otro criterio. Basta comparar
el presente texto, tomado del Libro V de su Historia, con el
documento anterior, para darse cuenta de cómo Remesal
plagió servilmente el texto de Herrera, hasta copiarlo en
gran parte literalmente. Pero, aún así, Remesal no resistió
la tentación de darle al texto de Herrera un ligero arreglo,
en lo cronológico sobre toda Durante su breve estancia en
Ciudad Real, en el año de 16K>, había podido consultar, en el
archivo del cabildo, unos documentos relativos a la funda-
ción de la capital chiapaneca. Supo así que la conquista de
Diego de Mazariegos había ocurrido en 1528. Por otro lado,
no quiso poner en duda la versión que Herrera ofrecía de
los hechos. Solucionó el dilema, cortando el relato de Herre-
ra en dos partes. Según él, Diego de Mazariegos hizo dos
entradas, una en 1524, y la otra en 1527-1528. Es durante
la segunda, que los chiapanecas se arrojaron a las aguas del
Sumidero, "donde se despeñaron más de quince mil de ellos
[...} cayendo y muriendo en el río".
54 La batalla del Sumidero

"Vinieron antiguamente de la provincia de Nicaragua unas


gentes que, cansadas de andar y de las descomodidades que la
peregrinación trae consigo, se quedaron en tierra de Chiapa y
poblaron en un peñol áspero, orillas de un río grande que pasa
por medio de ella y fortificáronse allí; porque nunca se quisieron
sujetar a los reyes de México, antes tenían continuamente guerra
con sus capitanes. El risco donde pusieron su vivienda es peña
tajada alta y con dificultosas entradas: y desde ella hacían guerra
a las guarniciones de Cinacantlán, que eran de mexicanos, con
quien siempre tuvieron pendencias, por el odio que los cobraron,
y por tenerlos en poco, nunca quisieron emparentar con ellos.
"Estuvieron así algunos años hasta que se acabó el imperio
de México y como otras naciones de la Nueva España voluntaria-
mente se ofrecieron a ser vasallos del rey de Castilla y en su nom-
bre al capitán Fernando Cortés, hicieron lo mismo los de Chiapa
en nombre y como señores de otras tres provincias que tenían
sujetas por armas que eran los zoques, celtales y quelenes, todas
de lenguas diferentes. Y también imitaron a los demás en rebelar-
se viendo a los españoles ocupados en otros ejercicios que no eran
de guerra. Esto fue el año de mil y quinientos y veinticuatro [...]
"Y como Fernando Cortés era avisado por momentos de cuan-
to pasaba en las provincias, habiendo entendido que en la de
Chiapa había alteraciones y que los naturales no obedecían, envió
a pacificarla al capitán Diego de Mazariegos. Diole 150 soldados
y 40 caballos, y demás de esta gente fueron con él muchos hom-
bres principales, por apartarse de las pasiones que comenzaban
en México. Llevó también consigo gran número de indios tlaxcal-
tecas y mexicanos. Sucedióle bien a Diego de Mazariegos esta
jornada y sujetados los de Chiapa, dio la vuelta a México, con
intento de volver a poblar en aquella provincia para tener sujeta
la tierra.
"Y mientras se aprestaba para este efecto, se volvieron a rebe-
lar los de Chiapa y a poner las cosas en peor estado que la primera
vez. Llegó esta nueva a México al fin del año de 1526 [...] y de
nuevo se dio a Diego de Mazariegos título de capitán para sujetar
y apaciguar la provincia de Chiapa y de poblador para asegu-
rarla [...]
"Halló el capitán Diego de Mazariegos resistencia en los de
Chiapa y aunque hizo muchas diligencias para pacificarlos por
La leyenda del Sumidero 55

amor, no lo pudo acabar con ellos. Retirándose al peñol en que


vivían y allí se defendieron algunos días; y después de haber pelea-
do mucho, fueron entrados por fuerza. Y continuando en su perti-
nacia, los que quedaron, con otros que se le juntaron, en otro
sitio pelearon hasta que no pudieron levantar los brazos. Viéndo-
se perdidos, con sus mujeres e hijos se despeñaron por la parte
del río que es altísima, y allí perecieron tantos que de muchos
que eran quedaron pocos más de dos mil. Y el capitán Diego de
Mazariegos los bajó del cerro adonde antes vivían e hizo que po-
blasen en un llano orillas del río, una legua del sitio que tenían
antes, que es el pueblo que persevera hoy, y tomóselo para sí [...]
"El capitán Diego de Mazariegos los bajó del cerro adonde
vivían y donde se despeñaron más de quince mil de ellos, en dos
veces que fueron conquistados y cayendo murieron en el río" [...]

4. LA CONQUISTA DE CHIAPA, SEGÚN VICENTE PINEDA (1888)

Texto tomado de la Historia de las sublevaciones indígenas habi-


das en el estado de Chiapas, 1888, pp. 30-33.

La Historia de Vicente Pineda, escrita a finales del siglo XIX, se


considera comúnmente como la obra clásica sobre las rebeliones
indígenas de Chiapas. Sobre todo su relato de la sublevación cha-
mula en 1869, ha sido tomado siempre como un testimonio muy
fidedigno. En otro lugar, tendremos la oportunidad de poner en
tela de juicio la veracidad de aquel relato (cf. t. IV).
En cuanto a la rebelión de los chiapanecas —"chiapaneses"
para Vicente Pineda—, el autor afirma que tomó los datos directa-
mente de la Historia de Antonio de Remesal. Pero existe un abis-
mo entre la escueta información que da el cronista español y la
descripción florida que ofrece el historiador chiapaneco. He aquí
un buen ejemplo del poco respeto que solían tener por sus fuentes
los historiadores románticos y patrioteros del siglo XIX. Pineda
no se limita a repetir ciegamente los múltiples errores de Herrera
y Remesal. Aumenta aún más la confusión, situando la segunda
conquista no en 1528, sino un año antes, en 1527. Además, da
totalmente rienda suelta a su fantasía, cuando inventa, para el
noble y magnánimo señor Diego de Mazariegos, dos discursos,
que este militar mismo no se hubiera jamás imaginado capaz de
pronunciar. Hasta el nombre que Pineda da a la antigua Chiapa,
56 La batalla del Sumidero

Soctón, es un error, además de ser un anacronismo. Así llamaban,


hace un siglo, los tzotziles la ciudad de Chiapa de Corzo (de sok,
desarreglar, y ton, piedra: "Piedras desarregladas"). Pero no exis-
te ninguna prueba, ni tampoco ninguna probabilidad de que la
antigua Chiapa haya tenido ese nombre (Becerra, 1932: 299-300;
Navarrete, 1966: 33-35).

"El gobernador y capitán general de Nueva España, don


Alonso de Estrada, con acuerdo de Hernán Cortés, nombró para
pacificar la provincia de Chiapas al capitán Diego de Mazariegos,
quien salió de México a principios del año de 1527 con muchos
hidalgos, una potente fuerza y cinco piezas de artillería.
"Luego que las fuerzas del señor Mazariegos pisaron el terri-
torio de Chiapas, comenzaron los indígenas a disputarles el paso,
y a medida que avanzaban, las partidas enemigas eran más nume-
rosas, hasta acercarse a Soctón, donde estaban reconcentradas
todas las tropas de la provincia, dispuestas a defenderse bajo trin-
cheras.
"Antes de emprender ningún ataque serio en las inmediacio-
nes de la ciudad, el capitán invitó a los chiapaneses a que volvie-
sen a la obediencia del gobierno español, manifestándoles con
semejantes o idénticas palabras: 'Que por fundadas y justas que
hubiesen sido las causas que dieron motivo a la sublevación, nun-
ca podrían ser tales que justificasen los horribles e irreparables
males que la guerra trae siempre consigo. Si la conducta extravia-
da de los que os han pretendido gobernar os han dado justos moti-
vos de queja, vuestras reclamaciones serán atendidas en justicia.
Yo no he venido a sostener, con ridículo tesón, los horrores de
los que me han precedido en esta provincia, porque esto sería
obrar en contra de los verdaderos intereses de nuestro augusto
soberano, a quien sin merecer me honro de representar en estos
momentos. Ya veis que os ofrezco la paz con las armas en la mano
y que os he vencido en más de dos encuentros, para que podáis
creer que esta proposición sea una emanación del temor que me
hayáis podido inspirar. Persuadido como estoy de que sólo talsa
gloria es compatible con la inhumanidad, con el incendio y el
destrozo, al hacérosla me cuido poco de si atribuiréis o no a impo-
tencia lo que no es más que filantropía'.
"Esta invitación fue contestada con silbos, gritos, descargas
La leyenda del Sumidero 57

de piedra, de saetas y horrorosos alaridos. En vista de su obstinación,


los españoles decidieron poner sitio a la ciudad, dispersando antes
las fuerzas chiapanecas acantonadas fuera de las fortificaciones,
para lo cual tuvieron que sostener recios combates, de los que
salieron victoriosos. Posesionados de los puntos que consideraron
más ventajosos, y colocada convenientemente una batería, el se-
ñor Mazariegos por segunda vez los llamó al orden, ofreciéndoles
la paz. Pero no habiendo dado ningún resultado satisfactorio esta
medida, estrechó el sitio, en el que los chiapanecas se defendieron
por algunos días con una obstinación y valor dignos de mejor
suerte.
"La artillería de los sitiadores, diestramente manejada, hacía
grandes estragos en los sitiados, afirmándoles más en la creencia
que tenían de que los blancos hacían uso del rayo en sus combates,
reconcentrándolos hasta la orilla de las peñas en que el río Grijal-
va corta al cerro. Como el comandante español notase que al
oriente la ciudad estaba defendida por el río y por ese lado no
sólo se les proporcionaba víveres a los sitiados, sino que fácilmen-
te podrían evadirse embarcándose en canoas, dispuso que parte
de su fuerza pasara el río a colocarse en la banda opuesta. Los
chiapaneses, que aun a pesar de la fatiga y de los daños sufridos
todavía se defendían, luego que vieron que el punto, por donde
seguramente querían salvar, estaba tapado, se apoderó de ellos
el terror y desaliento, arrojándose al río desde las elevadas rocas
en que habían estado haciendo resistencia.
"Para evitar, pues, este desastre, el señor Mazariegos mandó
suspender las hostilidades, impidiendo a los indígenas que habían
quedado, que continuasen precipitándose al río; y para tranquili-
zarlos, se expresó en estos o parecidos términos: 'De mí nada
tenéis que temer ya. Hijos como somos de una misma patria, he
hecho en vuestro favor todo lo que de mí dependía para libraros
de los males que habéis sufrido como consecuencia de vuestra
obstinada inobediencia. Yo no he venido a destruiros; mi objeto
es más noble; yo sólo he venido para daros la paz, la tranquilidad,
y volveros a la obediencia del rey nuestro señor.'
"AI día siguiente, publicó el vencedor indulto general, pero
no todos los indígenas de la ciudad quisieron aprovecharse de
él, pues quedó un gran número de éstos diseminado por los mon-
tes, que sólo entraban a la población en las fiestas, enmascarados,
58 La batalla del Sumidero

desnudos, y con el cuerpo envuelto en fango. De aquí dimanó


la costumbre que había en la ciudad de Soctón (hoy Chiapa, sólo
p a r a la gente ladina) de que en las festividades salían a bailar
muchos hombres con el disfraz antes mencionado, hasta que la
autoridad política, hace pocos años, prohibió tal costumbre por
considerarla contraria a la honestidad y decencia públicas.
" E s t a guerra se cree que es la más sangrienta que ha habido
en Chiapas, desde aquella época hasta nuestros días, porque las
víctimas habidas en las acciones y el número de los que se arroja-
ron al río asciende a algunos m i l e s " [...]

5. L A C O N Q U I S T A D E C H I A P A , S E G Ú N M A N U E L T R E N S (1949)

Texto t o m a d o de la Historia de Chiapas, 1949'-1957 2 , p p .


117-118.

No puede faltar, en esta antología, una página de la Historia de


Manuel Trens. En el momento que varios autores empezaron a
analizar críticamente la leyenda del Sumidero (Flores Ruiz, 1954;
Berlín, 1958), Trens siguió dándole todo crédito a ella. Es descon-
certante esta actitud poco científica en un autor que tiene la fama
de ser el escritor más serio que ha tenido la historiografía chiapa-
neca. También llama la atención la ausencia total de referencias
bibliográficas y documentales. ¿Cuáles son las fuentes en que
Trens se apoya? ¿Cómo las analiza? ¿ Dónde termina la informa-
ción y empieza la interpretación? No se sabe y no se puede saber.
En algunos puntos. Trens parece seguir a Pineda, puesto que co-
mete el mismo error cronológico de poner la conquista de Diego
de Mazariegos a principios de 1527. Por lo demás, su relato es
producto de su propia imaginación. El itinerario que inventa para
Mazariegos (Quechula, Usumalapa, Tamasolapa, Tochtla), por de-
tallado que aparezca, no está corroborado por ninguna fuente de
la época. Tampoco se sabe con certeza si Diego de Mazariegos
pronunció un requerimiento delante de los chiapanecas. No está
confirmado tampoco por ningún documento que el peñón fortifi-
cado de los chiapanecas se haya llamado Tepetchia. El texto de
Manuel Trens es un conjunto de conjeturas, ejemplo negativo que
nos enseña cómo no escribir historia.
La leyenda del Sumidero 59

"La expedición se organizó a fines de 1526 y la componían


150 infantes, 40 soldados de a caballo, 5 tiros de artillería y consi-
derable número de indios mexicanos y tlaxcaltecas.
"En enero de 1527, la expedición emprendió la marcha con
Mazariegos a la cabeza [...] Los expedicionarios recorrieron parte
del camino que años atrás había transitado Luis Marín, cruzaron
el río Chiapa al nivel de Quechula, y por su margen izquierda
se internaron hasta llegar al pueblo de Usumalapa (San Francisco
Las Animas). De ahí cogieron los hispanos el camino de Tamasola-
pa (Don Ventura), y acabaron por acampar en el pueblecillo zoque
llamado Tochtla o Tulún (Tuxtla Gutiérrez).
"Rauda llegó a los chiapa la noticia de la nueva expedición
española, y presto se prepararon para disputarle el paso e impe-
dirle su avance.
"Después de haber pernoctado Mazariegos y sus parciales en
Tulún, continuaron su marcha al día siguiente hasta encontrarse
con los indígenas sublevados a los que [...] este conquistador [...]
requirió para que aceptaran de nuevo y en forma pacífica el domi-
nio de los reyes españoles. Este requerimiento, como fácil es com-
prender, no fue entendido por los indios, y lejos de hacerles depo-
ner su actitud bélica, los excitó más a la lucha, en la que fueron
atacados en nombre del derecho de conquista.
"El ataque fue rudo y sangriento, y en él las filosas obsidianas
de la macana india y el acero templado de las tizonas hendieron
carnes y cercenaron cuerpos. Los indígenas resistieron con denue-
do; pero ante el empuje brutal de las huestes conquistadoras, se
vieron obligados a replegarse, y lo hicieron en un peñón situado
en la margen del río, peñón llamado Tepetchía y en donde opusie-
ron tan desesperada resistencia, que el combate llegó a hacerse
cuerpo a cuerpo. Al fin los hispanos forzaron más el ataque e
impelieron a los indios al desastre o a la rendición, la que los
chiapa trocaron con la muerte, pues antes de aceptar el vasallaje,
se precipitaron desde la enorme altura del peñón a las profundida-
des del río que, rauda y vertiginoso, se arroja a las abruptas ver-
tientes del Sumidero.
"Este hecho, de perfiles heroicos y de inconfundibles rasgos
de sublimidad, era natural que pasmara a Mazariegos, quien orde-
nó la suspensión de las hostilidades con el objeto de evitar que
60 La batalla del Sumidero

se desriscara todo el pueblo, y así le fue posible, no sin gran traba-


jo, calmar a un escaso número de supervivientes.
"Con esta acción heroica y sin igual en nuestra historia y qui-
zá ni en la de América, sucumbió para siempre el poderío más
pujante que señalan los anales de Chiapas, no sin antes legar a
los pósteros una jugosa lección y una legítima epopeya que enalte-
cerá siempre al recuerdo de tan viril pueblo."
B. LA DOBLE CONQUISTA POR LOS ESPAÑOLES:
1524-1528

6 . LA C O N Q U I S T A D E 1 5 2 4 , S E G Ú N B E R N A L DÍAZ
DEL CASTILLO (1632)

Texto tomado de la Historia verdadera de la conquista de la Nue-


va España, capítulo 166, 1632'-1966, pp. 386-397.

Existen sobre la conquista de 1524 dos fuentes, el capítulo 166


de la Historia verdadera de Bernal Díaz del Castillo, y la Carta
de relación de Diego de Godoy. De estas dos fuentes, sólo la Histo-
ria verdadera contiene información sobre la batalla contra los
chiapanecas. La Carta de Godoy, escrita después de una primera
que se perdió y que describía también aquella batalla, sólo informa
sobre el sitio de Chamula y el viaje de regreso de los conquistado-
res. Por esta razón, el relato de Bernal Díaz del Castillo es nuestra
única fuente acerca del enfrentamiento que hubo en 1524 entre
españoles y chiapanecas en la orilla del río Chiapa.
Díaz escribió su Historia verdadera probablemente alrededor
de 1565, es decir unos cuarenta años después de los hechos. A
veces, su memoria, debilitada por la vejez, falla. De allí que la
"historia verdadera" que Díaz pretende dar de la conquista de
Chiapa no esté libre de errores. Por ejemplo, Díaz pone los aconte-
cimientos equivocadamente en 1523, aunque confiesa que "esto
de los años no se me acuerda muy bien". La misma mala memoria
es probablemente responsable de la impresión, causada por el rela-
to, de que la antigua Chiapa estaba asentada en la orilla izquierda'
del río.

61
62 La batalla del Sumidero

A pesar de estas imprecisiones, el texto de Bernal Díaz es un


documento de gran valor histórico, principalmente por ser un tes-
timonio ocular. Bernal Díaz es mucho más digno de confianza
que Diego de Godoy y todos los cronistas oficiales que copiaron
a este último, entre ellos Gomara, Ixtlixóchitl, Oviedo y Herrera.
Devuelve a la batalla de Chiapa y a la actuación del capitán Luis
Marín la importancia que de hecho han tenido. Al mismo tiempo,
procura información de primera mano sobre la cultura y la socie-
dad chiapanecas, antes de la llegada de los españoles.
"Diré lo que nos acaeció en Guazacualco y cómo Cortés me
envió con el capitán Luis Marín a pacificar la provincia de Chiapa.
"Pues como estábamos poblados en aquella villa de Guaza-
cualco muchos conquistadores viejos y personas de calidad, y tenía-
mos grandes términos repartidos entre nosotros, que era la misma
provincia de Guazacualco y Zitla y lo de Tabasco y Zimatán y
Chontalpa y en las sierras arriba lo de Cachula y Zoques y Quile-
nes hasta Zinacantán y Chamula y la ciudad de Chiapa de Indios
y Copanaguastla y Pinola, y de otra parte, hacia la banda de Méxi-
co, la provincia de Xaltepeque y Guaspaltepeque y Chinantla y
Tepeaca y otros muchos pueblos, y como a los principios todas
las más provincias que ha habido en la Nueva España muchas
de ellas se alzaban cuando les pedían tributo y aun mataban a
sus encomenderos, y los españoles que podían tomar a su salvo
les acapillaban, así nos aconteció en aquella villa que casi no que-
dó provincia, que todas se rebelaron, y a esta causa siempre andá-
bamos de pueblo en pueblo con una capitanía atrayéndolos de
paz [...]
"Y viendo el capitán Luis Marín que no podíamos pacificar
aquellas provincias por mí memoradas, antes mataban muchos
de nuestros españoles, acordó ir a México a demandar a Cortés
más soldados y socorros y pertrechos de guerra. Mandó que entre
tanto que iba no saliésemos de la villa ningunos vecinos a los
pueblos lejanos, si no fuese a los que estaban cuatro o cinco leguas
de allí, para solamente traer comida. Pues llegado a México dio
cuenta a Cortés de todo lo acaecido, y entonces le mandó que
volviese a Guazacualco, y envió con él obra de treinta soldados,
y entre ellos a un Alonso de Grado por mí muchas veces nombra-
do, y le mandó que con todos los vecinos que estábarnos en la
villa y los soldados que traía consigo fuésemos a la provincia de
La doble conquista por los españoles 63

Chiapa, que estaba de guerra, que la pacificásemos y poblásemos,


una villa.
"Y como el capitán hubo venido con aquellos despachos, nos
apercibimos todos, así los que estábamos como los que traía de
nuevo, y comenzamos abrir camino por unos montes y ciénagas
muy malas, y echábamos en ellas maderos y ramos para poder
pasar los caballos, y con gran trabajo fuimos a salir a un pueblo
que se dice Tepuzuntlán, que hasta entonces por el río arriba
solíamos ir eri canoas, que no había otro camino abierto, y desde
aquel pueblo fuimos a otro pueblo la sierra arriba que se dice
Cachula, y, para que bien se entienda, este Cachula es en la sierra,
provincia de Chiapa, y esto digo porque está otro pueblo del mis-
mo nombre junto a la Puebla de los Angeles, y desde Cachula
fuimos a otros poblezuelos sujetos al mismo Cachula.
"Y fuimos abriendo caminos nuevos el río arriba que venía
de la población de Chiapa, porque no había camino ninguno, y
todos los rededores que estaban poblados habían gran miedo a
los chiapanecas, porque ciertamente eran en aquel tiempo los ma-
yores guerreros que yo había visto en toda la Nueva España, aun-
que entren en ellos tlaxcaltecas y mexicanos, ni zapotecas ni mi-
xes. Y esto digo porque jamás México los pudo señorear, porque
en aquella sazón era aquella provincia muy poblada y los natura-
les de ella eran en gran manera belicosos y daban guerra a sus
comarcanos, que eran los de Zinacantán, y a todos los pueblos
de la lengua quilena y asimismo a los pueblos que se dicen zoques,
y robaban y cautivaban a la continua otros pueblezuelos donde
podían hacer presa, y con los que de ellos mataban hacían sacrifi-
cios y hartazgos. Y demás de esto, en los caminos de Teguantepe-
que tenían en pasos malos puestos muchos guerreros para saltear
a los indios mercaderes que trataban de una provincia a otra,
y a esta causa, de miedo de ellos, dejaban algunas veces de tratar
unas provincias con otras, y aun habían traído por fuerza a otros
pueblos y hécholes poblar y estar junto a Chiapa, y los tenían
por esclavos y con ellos hacían sus sementeras.
"Volvamos a nuestro camino, que fuimos río arriba hacia su
ciudad, y era por cuaresma en el año de mil quinientos veintitrés
años, y esto de los años no se me acuerda muy bien, y antes
de llegar a la población de Chiapa se hizo alarde de todos los de
a caballo, escopeteros y ballesteros y soldados que íbamos en
64 La batalla del Sumidero

aquella entrada, y no se pudo hacer hasta entonces por causa


que algunos vecinos de nuestra villa y otros forasteros no se habían
recogido, que andaban en los pueblos de la hacienda de Cachu-
la demandando el tributo que les eran obligados a dar, y con el
favor de venir capitán con gente de guerra, como veníamos, se
atrevían de ir a ellos, que de antes ni daban tributo ni se daban
por nosotros dos castañetas. Volvamos a nuestro alarde, que se
hallaron veintisiete de a caballo que podían pelear y otros cinco
que no eran para ello, y quince ballesteros y ocho escopeteros,
y un tiro y mucha pólvora y un soldado por artillero, que decía
el mismo soldado que había estado en Italia, y esto digo aquí
porque no era para cosa ninguna y era muy cobarde, y llevábamos
sesenta soldados de espada y rodela y obra de ochenta mexicanos
y el cacique de Cachula con unos principales suyos, y estos de
Cachula que he dicho iban temblando de miedo, y por halagos
los llevábamos porque nos ayudasen a abrir caminos y a llevar
el fardaje.
"Pues yendo nuestro camino en concierto, y que llegábamos
cerca de sus poblazones, siempre íbamos adelante por espías y
descubridores del campo cuatro soldados de los más sueltos que
había, y yo era uno de ellos y dejaba mi caballo que lo llevasen
otros, porque no era tierra por donde podía correr a caballo, e
íbamos siempre media legua adelante de nuestro ejército. Y como
los chiapanecas son grandes cazadores, andaban entonces a caza
de venados, y de que nos sintieron apellidábanse todos con gran-
des ahumadas. Y como llegábamos a sus poblazones, tenían muy
anchos caminos y grandes sementeras de maíz y otras legumbres.
"Y el primer pueblo que topamos se dice Estapa, que está
de la cabecera obra de cuatro leguas, y en aquel instante le habían
despoblado, y tenían mucho maíz y gallinas y otros bastimentos,
que tuvimos bien qué comer y cenar. Y estando reposando en
él, puesto que teníamos puestas nuestras velas y escuchas y corre-
dores del campo, vienen dos de a caballo que estaban por corredo-
res a dar mandato y diciendo: '¡Al arma, al arma, que vienen
por todas las sabanas y caminos llenos de guerreros chiapane-
cos!' Y nosotros, que siempre estábamos muy apercibidos, les
salimos al encuentro antes que llegasen al ppeblo, y tuvimos una
gran batalla con ellos, porque traían muchas varas tostadas con
sus tiraderas, y arcos y flechas y lanzas muy mayores que las núes-
La doble conquista por los españoles 65

tras, con buenas armas de algodón y penachos, y otros traían unas


porras como macanas. Y allí donde estuvimos y fue la batalla,
había mucha piedra. Y con hondas nos hacían mucho daño y nos
comenzaron a cercar, de arte que de la primera rociada mataron
a dos de nuestros soldados y cuatro caballos y se hirieron sobre
trece soldados y a muchos de nuestros amigos, y al capitán Luis
Marín le dieron dos heridas. Y estuvimos en aquella batalla desde
la tarde hasta después que anocheció. Y como hacía oscuro y habían
sentido el cortar de nuestras espadas y escopetas y ballestas
y las lanzadas, se retiraron de lo cual nos holgamos, y hallamos
quince de ellos muertos y otros muchos heridos que no se pudie-
ron ir. Y de dos de ellos, que nos parecían principales, que allí
prendimos, se tomó aviso y plática, y dijeron que estaba toda la
tierra apercibida para dar otro día en nosotros. Y aquella noche
enterramos los muertos y curamos los heridos y al capitán, que
estaba malo de las heridas porque se había desangrado mucho
por causa de no apartarse de la batalla para curárselas o apretar,
y se le había metido frío.
"Pues ya esto hecho, pusimos buenas velas y escuchas y corre-
dores del campo, y teníamos los caballos ensillados y enfrena-
dos, y todos nuestros soldados muy a punto, porque tuvimos por
cierto que vendrían de noche sobre nosotros. Y como habíamos
visto el tesón que tuvieron en la batalla pasada, que ni por balles-
tas, ni lanzas, ni escopetas, ni aun estocadas, no les podíamos
retraer ni apartar un paso atrás, tuvímoslos por muy buenos
guerreros y osados en el pelear. Y esa noche se dio orden como
para otro día los de a caballo habíamos de arremeter de cinco
en cinco y muy hermanados y las lanzas terciadas, y no pararnos
a dar lanzadas hasta ponerlos en huida, sino las lanzas altas y
por las caras y atrepellar y pasar adelante. Y este concierto ya
otras veces lo había dicho Luis Marín, y aun algunos de nosotros
de los conquistadores viejos se lo habíamos dado por aviso a los
nuevamente venidos de Castilla, y algunos de ellos no curaron
de guardar la orden, sino que pensaban que en dar una lanzada
a los contrarios hacían algo, y salióles a cuatro de ellos al revés,
porque les tomaron las lanzas y les hirieron a ellos y los caballos,
con sus mismas lanzas se los hirieron. Quiero decir que se junta-
ban seis o siete de los contrarios y se abrazaban con los caballos,
creyendo de tomarlos a mano, y aun derrocaron a un soldado,
66 La batalla del Sumidero

y si no les socorriéramos ya le llevaban a sacrificar, y desde ahí


a dos días se murió.
"Volvamos a nuestra relación. Y es que otro día de mañana
acordamos de ir por nuestro camino para su ciudad de Chiapa,
y verdaderamente se podía llamar ciudad y bien poblada, y las
casas y calles muy en concierto, y de más de cuatro mil vecinos,
sin otros muchos pueblos sujetos a él que estaban poblados a su
rededor. Y yendo que íbamos con mucho concierto y el tiro puesto
y el artillero bien apercibido de lo que había de hacer, y no había-
mos caminado cuatro leguas, cuando nos encontramos con todo
el poder de Chiapa, que campos y cuestas venían llenos de ellos
con grandes penachos y buenas armas y grandes lanzas, pues fle-
cha y vara con tiraderas, pues piedra y hondas, con grandes voces
y grita y silbos. Era cosa de espantar cómo se juntaron con noso-
tros pie con pie y comenzaron a pelear como rabiosos leones. Y
nuestro negro artillero que llevábamos, que bien negro se podía
llamar, cortado de miedo y temblando, ni supo tirar ni poner fue-
go al tiro. Y ya que a poder de voces que le dábamos, pegó fuego,
hirió a tres de nuestros soldados, que no aprovechó cosa ninguna.
Y de que el capitán vio de la manera que andábamos, rompimos
todos los de a caballo puestos en cuadrillas, según lo habíamos
concertado, y los escopeteros y ballesteros y de espada y rodela,
hechos un cuerpo, nos ayudaron muy bien. Mas eran tantos los
contrarios que sobre nosotros vinieron, que si no fuéramos de
los que en aquella batalla nos hallamos cursados a otras afrentas,
pusiera a otros gran temor, y aun nosotros nos admiramos de
ellos. Y como el capitán Luis Marín nos dijo: 'Ea, señores, Santia-
go y a ellos, y tornémosles otra vez a romper con ánimos esforza-
dos', dímosles tal mano, que a poco rato iban vueltas las espaldas.
Y como había allí, donde fue esta batalla, muy malos pedregales
para correr caballos, no les podíamos seguir.
" Y yendo en alcance y no muy lejos donde comenzamos
aquella pelea, ya que íbamos algo descuidados creyendo que por
aquel día no se tornarían a juntar, estaban tras unos cerros otros
mayores escuadrones de guerreros que los pasados, con todas sus
armas, y muchos de ellos traían sogas para echar lazos a los caba-
llos y asir de las sogas para derrocarlos, y tenían tendidas en todas
partes muchas redes con que suelen tomar venados, para los caba-
llos y para atar a nosotros. Y todos los escuadrones que he dicho
La doble conquista por los españoles 67

.se vienen a encontrar con nuestro ejército y como muy fuertes


y recios guerreros nos dan tal mano de flecha y vara y piedra,
que tornaron a herir casi que a todos los nuestros, y tomaron
cuatro lanzas a los de a caballo, y mataron dos soldados y cinco
caballos. Y entonces traían en medio de sus escuadrones una india
algo vieja y muy gorda, y, según decían, aquella india la tenían
por su diosa y adivina, y les había dicho que así como ella llegase
donde estábamos peleando, que luego habíamos de ser vencidos y
traía en un brasero unos sahumerios y unos ídolos de pie-
dra, y venía pintada todo el cuerpo y pegado algodón a las pin-
turas, y sin miedo ninguno se metió entre los indios nuestros ami-
gos, que venían hechos un cuerpo con sus capitanías, y luego fue
despedazada la maldita diosa.
"Volvamos a nuestra batalla. Que desde que el capitán Luis
Marín y todos nosotros vimos tanta multitud de guerreros contra
nosotros, y que tan osadamente peleaban, encomendándonos a
Dios y arremetiendo a ellos con el concierto pasado, les fuimos
rompiendo poco a poco y les pusimos en huida. Y se escondían
entre unos grandes pedregales, y todos los más se echaron al río,
que estaba cerca y hondo, y se fueron nadando, que son en gran
manera buenos nadadores. Y después que les hubimos desbarata-
do, dimos gracias a Dios, y hallamos muertos donde hubimos esta
batalla muchos de ellos, y otros heridos. Y acordamos de irnos
a un pueblo que estaba junto al río, cerca del pasaje de la ciudad,
donde había muy buenas ciruelas y, porque como era cuaresma
y en este tiempo las hay maduras y en aquella poblazón son las
muy buenas, allí nos anduvimos todo lo demás del día enterrando
los muertos en partes que no los pudieran haber ni hallar los natu-
rales de aquel pueblo, y curamos los heridos y diez caballos, y
allí acordamos de dormir con gran recaudo de velas y escuchas.
"Y a poco más de medianoche pasaron de dos poblezuelos,
que estaban poblados junto a la cabecera y ciudad de Chiapa,
en cinco canoas el mismo río, que es muy grande y hondo, y venían
a remo callado, y los que remaban eran diez indios, personas prin-
cipales, naturales de los poblezuelos que estaban junto al río de
los pueblos, y como desembarcaron hacia la parte de nuestro real,
en saltando en tierra luego fueron presos por nuestras velas, y
ellos lo tuvieron por bien que los prendiesen. Y llevados ante
el capitán, dijeron: 'Señor, nosotros no somos chiapanecas, sino
68 La batalla del Sumidero

de otras provincias que se dicen Xaltepeque. Y estos malos de


chiapanecas, con grandes guerras que nos dieron, nos mataron
mucha gente, y todos los más de nuestros pueblos nos trajeron
aquí a poblar con nuestras mujeres e hijos, y nos han tomado
cuanta hacienda teníamos. Y ha más de doce años que nos tienen
por esclavos, y les labramos sus sementeras y maizales, y nos ha-
cen ir a pescar y hacer otros oficios, y nos toman nuestras hijas
y mujeres. Y venimos a daros aviso, porque nosotros os traeremos
esta noche muchas canoas en que paséis este río, y también os
mostraremos un vado, aunque no va muy bajo. Y lo que, señor
capitán, os pedimos de merced, que pues os hacemos esta buena
obra, que después que hayáis vencido y desbaratado a estos chia-
panecas, que nos deis licencia para que salgamos de su poder
e irnos a nuestras tierras. Y para que mejor creáis lo que os deci-
mos que es verdad, en las canoas que ahora pasamos, que dejamos
escondidas en el río con otros nuestros compañeros y hermanos,
os traemos presentadas tres joyas de oro (que eran unas como
diademas) y también traemos gallinas y ciruelas'. Y demandaron
licencia para ir por ello y dijeron que había de ser muy callado
no lo sintiesen los chiapanecas, que están velando y guardando
los pasos del río.
"Y de que el capitán entendió lo que los indios le dijeron
y la gran ayuda que era para pasar aquel recio y corriente río,
dio gracias a Dios y mostró buena voluntad a los mensajeros, y
les prometió de hacerlo como lo pedían, y aun de darles ropa
y despojo de lo que hubiésemos de aquella ciudad. Y se informó
de ellos cómo en las dos batallas pasadas les habíamos muerto
y herido más de ciento y veinte chiapanecas; que tenían apareja-
dos para otro día otros muchos guerreros, y que a los de estos
poblezuelos, donde eran estos mensajeros, les hacían salir a pelear
contra nosotros, y que no temiésemos de ellos, que antes nos ayu-
darían, y que al pasar del río nos habían de aguardar porque
tenían por imposible que tendríamos atrevimiento de pasarle, y
que cuando lo estuviésemos pasado que allí nos desbaratarían
y dado este aviso, se quedaron dos de aquellos indios con nosotros y
los demás fueron a su pueblo a dar orden para que muy de maña-
na trajesen veinte canoas, lo cual cumplieron muy bien su palabra.
Y después que se fueron reposamos algo de lo que quedó de la
noche, y no sin mucho recaudo y ronda y velas y escuchas, porque
La doble conquista por los españoles 69

oíamos el gran rumor de los guerreros que se juntaban ribera


del río y el tañer de sus trompetillas y atambores y cornetas.
"Y después que amaneció, vimos las canoas, que ya descubier-
tamente las traían a pesar de los de Chiapa, porque, según pare-
ció, ya habían sentido cómo los naturales de aquellos poblezuelos
se les habían levantado y hecho fuertes y eran de nuestra parte,
y habían prendido algunos de ellos, y los demás se habían hecho
fuertes en un gran cu, y a esta causa había revueltas y guerra
entre los chiapanecas y los poblezuelos que dicho tengo, y luego
nos fueron a mostrar el vado. Y entonces nos daban mucha prisa
aquellos amigos que pasásemos presto el río, por temor no sacrifi-
casen a sus compañeros que habían prendido aquella noche. Pues
desde que llegamos al vado que nos mostraron, venía muy hondo,
y puestos todos en gran concierto, así los ballesteros como escope-
teros y los de a caballo y los indios de los dos poblezuelos nuestros
amigos con sus canoas, y aunque nos daba el agua cerca de los
pechos, todos hechos un tropel para soportar el ímpetu y fuerza
del agua, quiso nuestro Señor que pasamos cerca de la otra parte
de tierra. Y antes de acabar de pasar, vienen contra nosotros mu-
chos guerreros y nos dan una buena rociada de vara con tiraderas y
flecha^ y piedra, y otros con grandes lanzas, que nos hirieron casi
que a todos los más y algunos a dos y a tres heridas, y mataron
dos caballos. Y un soldado de a caballo, que se decía fulano
Guerrero o Guerra, se ahogó al pasar del río, que se metió con
el caballo a un recio raudal, y era natural de Toledo, y el caballo
salió a tierra sin el amo.
"Volvamos a nuestra pelea, que nos estuvieron un buen rato
dando guena al pasar el río, que no les podíamos retraer, ni noso-
tros podíamos llegar a tierra. Y en aquel instante los de los poble-
zuelos, que se habían hecho fuertes contra los chiapanecas, nos
vinieron a ayudar, y dan en las espaldas a los que estaban al río
batallando con nosotros e hirieron y mataron muchos de ellos,
porque les tenían gran enemistad, como les habían tenido presos
muchos años. Y de que aquello vimos, de presto salimos a tierra
los de a caballo, y luego los ballesteros y escopeteros y los de
espada y rodela y los amigos mexicanos. Y dárnosles una buena
mano, que se van huyendo por su pueblo adelante, que no paró
indio con indio. Y luego sin más tardar, puestos en buen-concier-
to, con nuestras banderas tendidas y muchos indios de los dos
70 La batalla del Sumidero

poblezuelos con nosotros, entramos en su ciudad. Y como llega-


mos en lo más poblado, donde estaban sus grandes cues y adorato-
rios, tenían las casas tan juntas que no osábamos asentar real,
sino en el campo y en parte que, aunque pusiesen fuego, no nos
pudiesen hacer daño.
"Y luego nuestro capitán envió a llamar de paz a los caciques
y capitanes de aquel pueblo, y fueron los mensajeros tres indios
de los poblezuelos nuestros amigos, que el uno de ellos se decía
Xaltepeque. Y asimismo envió con ellos seis capitanes chiapane-
cos que habíamos preso en las batallas pasadas, y les envió a decir
que vengan luego de paz y que se les perdonará lo pasado, y que
si no vienen, que les iremos a buscar y les daremos mayor guerra,
que la pasada y les quemaremos su ciudad. Y con aquellas bravo-
sas palabras luego a la hora vinieron, y aun trajeron un presente
de oro. Y se disculparon por haber salido de guerra y dieron la
obediencia a su majestad. Y rogaron a Luis Marín que no consin-
tiese a nuestros amigos que quemasen alguna casa, porque habían
quemado, antes de entrar en Chiapa, en un poblezuelo que estaba
poblado antes de llegar el río, muchas casas. Y Luis Marín se
lo prometió que así lo haría, y mandó a los mexicanos amigos
que traíamos y a los de Cachula que no hiciesen mal ni daño.
Quiero tornar a decir que este Cachula que aquí nombro no es
la que está cerca de México, sino un pueblo que se dice como
él, que está en las sierras de Chiapa por donde pasamos.
"Y dejemos esto y digamos cómo en aquella ciudad hallamos
tres cárceles de redes de madera llenas de prisioneros atados con
collares a los pescuezos, y éstos eran de los que prendían por
los caminos, y algunos de ellos eran de Teguantepeque y otros
zapotecas y otros quilenes y otros de Soconusco. Los cuales prisio-
neros sacamos de las cárceles, y se fue cada uno a su tierra y
quebramos las redes. También hallamos en los cues muy malas
figuras de los ídolos que adoraban, y muchos indios y muchachos
de dos días sacrificados y hallamos muchas cosas malas de sodo-
mías que usaban. Mandóles el capitán que luego fuesen a llamar
a todos los pueblos cercanos que vengan de paz a dar la obedien-
cia a su majestad. Los primeros que vinieron fueron los de una
poblazón que se dice Zinacantán, y Copanaguastla, y Pihola, y
Gueguistlán, y Chamula, y otros pueblos, y que ya no se me acuer-
dan los nombres de ellos, quelenes y otros pueblos que eran de
La doble conquista por los españoles 71

la lengua zoque. Y todos dieron la obediencia a su majestad, y


aún estaban espantados cómo, tan pocos como éramos, pudimos
vencer a los chiapanecas, y ciertamente mostraron todos gran con-
tento, porque estaban mal con ellos."

7. LA CONQUISTA DE 1524, SEGÚN HERNÁN CORTÉS (1525)

Texto tomado de la Cuarta carta de relación, Tenochtitlan, 15


de octubre de 1524, 1525'-1960, pp. 154-163.

La información que brinda Hernán Cortés en su Cuarta carta de


relación, escrita en 1524 y publicada en 1525, es el complemento
necesario del relato de Bernal Díaz. Gracias a ella, aprendemos
que la primera conquista de Chiapa se hizo en la primavera de
1524, y no "por cuaresma en el año de 1523", como hace creer
Bernal Díaz. "Partieron (de Tenochtitlan) a 8 de diciembre de
1523 años", escribe Hernán Cortés. Aprendemos también algunos
detalles en cuanto a los antecedentes de la campaña militar. Según
el adelantado, los chiapanecas le ofrecieron la paz siguiendo el
ejemplo de los naturales del Soconusco y de Guatemala. Poco tiem-
po después, cambiaron de idea y se rebelaron.
Es cierto que Cortés no utiliza en su carta el término "rebe-
lión", pero todo indica que así caracterizaba la actuación de los
indios de Chiapa: "No tienen aquella voluntad que primero mos-
traron y ofrecieron". De esta manera, Cortés justifica la expedi-
ción militar que envía al sureste de México. En realidad, los chia-
panecas no pudieron "rebelarse" contra el gobierno colonial, por
la sencilla razón de que este gobierno no existía todavía en la
región. Se implantó el poder colonial en Chiapa, el 5 de marzo
de 1528, con la fundación de Villa Real en la orilla del río Chiapa.
Toda resistencia armada, anterior a esta fecha, debe interpretarse
como la defensa legítima de un pueblo libre contra un invasor
extranjero.

"[...] Llegaron dos hombres españoles que yo había enviado


con algunas personas de los naturales de la ciudad de Tenoxtitlán
y con otros de la provincia de Soconusco [...] a unas ciudades
de que muchos días había que yo tengo noticia, que se llaman
Utatlán y Guatemala, y están de esta provincia de Soconusco otras
sesenta leguas; con los cuales dichos españoles vinieron hasta cien
72 La batalla del Sumidero

personas de los naturales de aquellas ciudades, por mandado dé-


los señores de ellas, ofreciéndose por vasallos y subditos de vues-
tra cesárea majestad. Y yo los recibí en su real nombre y les certifi-
qué que queriendo ellos y haciendo lo que allí ofrecían, serían
de mí y de los de mi compañía, en el real nombre de vuestra
alteza, muy bien tratados y favorecidos [.:.]
"Después acá he sido informado de ciertos españoles que yo
tengo en la provincia de Soconusco, como aquestas ciudades con
sus provincias, y otra que se dice de Chiapa, que está cerca de
ellas, no tienen aquella voluntad que primero mostraron y ofrecie-
ron. Antes diz que hacen daño en aquellos pueblos de Soconusco,
porque son nuestros amigos [...]
"De las provincias comarcanas a la villa del Espíritu Santo
y de las'que servían a los vecinos de ella, dije en los capítulos
pasados que algunas de ellas se habían rebelado y aun muerto
ciertos españoles. Y así para reducir éstas al real servicio de vues-
tra majestad, como para traer a él otras sus vecinas, porque la
gente que en la villa está no bastaba para sostener lo ganado y
conquistar éstas, envié un capitán con treinta de caballo y cien
peones, algunos de ellos ballesteros y escopeteros, y dos tiros de
artillería, con recado de munición y pólvora; los cuales partieron
a 8 de diciembre de 1523 años. Hasta ahora no he sabido nueva
de ellos. Pienso harán mucho fruto, y que de este camino Dios
nuestro señor y vuestra majestad serán muy servidos" [...]

8. LA CONQUISTA DE CHIAPA, SEGÚN ALONSO


DE ESTRADA (1527)

Carta poder a favor de Diego de Mazariegos para la conquista


de la provincia de Chiapa, Tenochtitlan, 23 de noviembre de 1527,
AGÍ, Guatemala 118.

Este documento es el primero de una serie de cuatro, cuya presen-


tación tiene por objeto el de demostrar que los cronistas Herrera
y Remesal, y los historiadores Pineda y Trens que siguieron a los
primeros, no son fidedignos cuando describen la conquista de Chia-
pa por Diego de Mazariegos. Igual que los tres textos que le si-
La doble conquista por los españoles 73

guen, es un documento de archivo. Proviene de una probanza de


méritos y servicios, redactada en 1604 a petición de Luis Alfonso
de Mazariegos, bisnieto del conquistador de Chiapa. Esta proban-
za tenía, como una de las piezas probatorias más valiosas, un tras-
lado de la carta poder que Diego de Mazariegos recibió en Tenoch-
titlan antes de emprender la conquista y la población de Chiapa.
Los datos más importantes de la carta son indudablemente su
autor, Alonso de Estrada, gobernador de Nueva España a partir
de 1527, y la fecha de su redacción, el 23 de noviembre de 1527.
Aprendemos así, en contra de lo dicho por Herrera y Remesal,
que no fue Hernán Cortés el que envió a Diego de Mazariegos
a Chiapa, sino Alonso de Estrada. Y la fecha de la carta indica
que Mazariegos hizo la entrada militar, no a principios de 1527,
como pretenden Pineda y Trens, sino a principios del año siguien-
te. Pero aprendemos todavía más. Para Alonso de Estrada, el terri-
torio que habían de conquistar abarcaba varias "provincias": la
de Chiapa, la de los Llanos, y "otras allendes comarcanas". El
gobernador de Nueva España dio de esta manera a Diego de Maza-
riegos el poder de conquistar todo el sureste de México. El motivo
de tanta confianza y liberalidad, la carta poder lo pasa en silencio,
pero lo revelan otros documentos: Alonso de Estrada y Diego de
Mazariegos eran primos hermanos.

" Y o el tesorero Alonso de Estrada, gobernador de esta Nueva


España por sus majestades, hago saber a vos, Diego de Mazarie-
gos, que yo he sido informado que es cosa conveniente y necesaria
que las provincias de Chiapa y Llanos de ella se pueblen y con-
quisten, de que Dios nuestro señor y sus majestades serán muy
servidos.
" Y confiando de vos que sois tal persona, que haréis lo que
por mí en nombre de sus majestades os fuere cometido y encarga-
do, por la presente os nombro y proveo por capitán y teniente
de gobernador de las dichas provincias d e Chiapa y los Llanos de
ella y de las otras provincias a ellas comarcanas, y os m a n d o que
vais a ellas con la gente que está presta para ir desde esta ciudad,
y llegado a la dicha provincia de Chiapa pobléis y sitiéis una villa
en la mejor p a r t e que os pareciera, contorme a la instrucción que
os tengo dada, en la cual elijáis y nombréis alcalde y Regidores
y otros oficiales del concejo, y pacificar las dichas provincias que
74 La batalla del Sumidero

no estuvieren de paz, haciendo en los pueblos que estuviesen alza-


dos y rebeldes vuestros requerimientos para que vengan de paz
a la obediencia y servidumbre de su majestad, y no lo queriendo
hacer y siendo rebeldes, les podáis dar guerra con las menos muer-
tes que fueren posibles y tomarlos por esclavos y herrarlos como
tales esclavos, y dar la quinta parte a su majestad y los demás
partir entre vos y la gente que con vos estuviere en la dicha con-
quista y población, según y de la manera que se ha acostumbrado
y se acostumbra en esta Nueva España, y para que asimismo po-
dáis repartir y repartáis todos los pueblos que están en la dicha
provincia de Chiapa y en las otras a ellas comarcanas entre los
vecinos y personas que se estuvieren y se hallaran en la dicha
población y conquista, conforme a la dicha instrucción.
"Y otro sí, vos doy poder y facultad para que como tal capitán
y teniente de gobernador podáis conocer y conozcáis de todas
las causas civiles y criminales que hubiere y se ofrecieren en las
dichas provincias y villa, que así hiciéredes y pobláredes, y en
sus términos y jurisdicción, así a pedimento de partes como de
vuestro oficio, en los cuales podáis proceder y procedáis guardan-
do los términos del derecho y dando y pronunciando en ellos vues-
tros mandamientos y sentencias, las cuales podáis llevar a debida
ejecución en tanto cuanto con fuero y derecho debáis, otorgando
las apelaciones en los casos que de derecho hubiere lugar, que
para todo lo susodicho y para lo a ello anexo, incidente y depen-
diente, vos doy poder cumplido y bastante según que de su majestad
lo tengo, y mando a todas las personas que con vos fueren a la
dicha población y conquista, y a las otras que después fueren a
ellas, que vos hayan y tengan y obedezcan por tal capitán y tenien-
te de gobernador, y cumplan vuestros mandamientos y parezcan
a vuestros llamamientos, so las penas que de parte de su majestad
les pusiéredes, las cuales yo por la presente les pongo y he por
puestas, y vos doy poder cumplido y bastante para las ejecutar
en los que remisos e inobedientes fueren y en sus bienes.
"Fecha en la gran ciudad de Tenochtitlan, a veinte y tres días
del mes de noviembre de mil y quinientos y veinte y siete años.
Alonso de Estrada. Por mandato de su majestad Alonso Lucas,
escribano de su majestad."
La doble conquista por los españoles 75

9. LA CONQUISTA D E 1528, SEGÚN L U I S


DE M A Z A R I E G O S (1573)

Texto tomado de una Probanza de méritos y servicios de Luis de


Mazariegos y Diego de Mazariegos, su padre, Ciudad Real de
Chiapa, 29 de marzo de 1573, AGÍ, Guatemala 118.

No se ha conservado ninguna probanza de méritos y servicios de


Diego de Mazariegos, redactada a petición del capitán conquista-
dor mismo. Este probablemente no tuvo la oportunidad para ello.
Apenas conquistada la provincia de Chiapa y fundada la Villa Real
en el valle de Jovel, Mazariegos perdió el apoyo de su primo her-
mano Alonso de Estrada. En México se había instalado la primera
Audiencia, con Ñuño de Guzmán a la cabeza. El nuevo hombre
en el poder no tardó en despachar a Chiapa a un primo hermano
suyo, Juan Enríquez de Guzmán, a fin de hacer a Mazariegos un
juicio de residencia y quitarle lo conquistado. Mazariegos fue lle-
vado a México bajo custodia y murió poco tiempo después, sin
haber podido recuperar lo perdido. Sus hijos, sin embargo, siguie-
ron defendiendo el honor y los intereses paternos ante las Audien-
cias de México y Guatemala. Mandaron redactar varias probanzas,
a fin de establecer legalmente los méritos y los derechos de su
padre en la conquista de Chiapa.
Una de estas probanzas es la probanza de méritos y servicios,
redactada en 1573 a petición de Luis, el hijo menor de Diego de
Mazariegos. De este documento transcribimos parte del interroga-
torio y parte del testimonio de uno de los conquistadores viejos
que acompañaron a Diego de Mazariegos en la campaña de 1528.
De este testigo aprendemos que no hubo en 1528, por parte de
los chiapanecas, resistencia digna de mencionar. Además, el núme-
ro de soldados españoles no fue de 150, como lo afirman Herrera
y Remesal, sino de "ochenta y tantos". Así quedan corregidos
otros dos errores cometidos por los dos cronistas.

" E n la Ciudad Real de Chiapa, a veinte y nueve días del mes


de marzo de mil y quinientos y setenta y tres años, ante el muy
magnífico señor Andrés de Morales, alcalde ordinario por su ma-
jestad en esta ciudad, y en presencia de mí, Sancho Lozano, escri-
b a n o público y de cabildo, pareció presente Luis de Mazariegos,
76 La batalla del Sumidero

vecino y regidor de esta dicha ciudad y presentó [...] el interrogato-


rio siguiente: [...]
"Por las sigufentes preguntas sean preguntados los testigos
que por mí, Luis de Mazariegos, vecino y regidor de esta Ciudad
Real de Chiapa, fueren presentados en la probanza que quiero
hacer en razón de los méritos de mi persona y del capitán Diego
de Mazariegos, mi padre [...]
" 1 . Primeramente sean preguntados si conocen a mí, el dicho
Luis de Mazariegos, vecino y regidor de esta ciudad, y si conocen
al capitán Diego de Mazariegos, mi padre, y de qué tiempo a
esta parte, digan lo que saben.
" 2 . ítem, si saben que yo el dicho Luis de Mazariegos soy
hijo legítimo del dicho capitán Diego de Mazariegos, que vino
por capitán general a esta tierra y provincia de Chiapa con gente
de españoles bajo de su bandera y capitanía, y la ganó y conquistó,
y pobló en esta Ciudad Real de Chiapa y su provincia, digan lo
que saben.
" 3 . ítem, si saben que el dicho mi padre, con la gente de
españoles que trajo y amigos, conquistó y paciguó muchos
pueblos que estaban de guerra en esta provincia, en la cual guerra
y conquista pasó grandes trabajos y hambres y otros muchos que
se suelen pasar en las guerras, y trajo a los naturales de ellas
al conocimiento de Dios nuestro señor y servicio de su majestad,
como de presente lo están, digan lo que saben.
" 4 . ítem, si saben que las dichas guerras y conquistas el dicho
mi padre y los españoles hizo e hicieron con sus armas y caballos
a su costa y misión, sin que de parte de su majestad se le diese
ningún socorro, y después de hechas las dichas conquistas y apaci-
guada la tierra repartió indios a los conquistadores por virtud
de las comisiones que traía, en todo lo cual hizo a su majestad
como suele el vasallo, digan lo que saben.
" 5 . ítem, si saben que yo el dicho Luis de Mazariegos vine
con el dicho mi padre, siendo de edad de trece años poco más
o menos, y anduve con él todas las dichas conquistas y pacificacio-
nes, sirviendo a su majestad con mis armas y caballos como los
demás, [...] en las cuales conquistas peleé e hice lo que los demás
conquistadores hacían, hasta que todo se redujo al servicio de
su majestad, digan lo que saben.
La doble conquista por los españoles 77

[Testimonio de Antonio de la Torre]

" 1 . A la primera pregunta dijo que conoce al dicho Luis de


Mazariegos, vecino y regidor de esta dicha ciudad, y conoció al
capitán Diego de Mazariegos, de cuarenta y seis o cuarenta y
siete años y que esto sabe de esta pregunta; preguntado por las
preguntas generales de la ley, dijo que es de edad de setenta y
dos años poco más o menos y que no le tocan las preguntas genera-
les que le fueron hechas.
" 2 . A la segunda pregunta dijo que el dicho Luis de Mazarie-
gos es hijo legítimo del dicho Diego de Mazariegos [...] el cual
vino por capitán general a esta tierra y provincia de Chiapa con
gente de españoles que serían ochenta y tantos españoles, y deba-
jo de su bandera y capitanía, y ganó y conquistó esta tierra y
pobló esta Ciudad Real de Chiapa desde su primera fundación,
y estuvo en esta ciudad hasta que don Juan Enríquez de Guzmán
vino, tod» lo cual sabe este testigo porque vino en su compañía
y debajo de su bandera y vio lo que dicho tiene.
" 3 . A la tercera pregunta dijo que sabe y vio este testigo que
el dicho Diego de Mazariegos, capitán, con la gente de españoles
que trajo y amigos mexicanos y tlaxcaltecas y zapotecas, conquistó
y pacificó muchos pueblos de indios de esta provincia que estaban
rebelados de guerra, en las cuales guerras pasó muchos traba-
jos de hambres y los demás trabajos que suelen pasar en las
guerras, y trajo a los naturales al conocimiento de Dios nuestro
señor y al servicio de su majestad, como de presente lo están,
todo lo cual este testigo sabe porque lo vio y se halló con el dicho
Diego de Mazariegos como su soldado y alguacil mayor, que este
testigo era en aquel tiempo, y por esto sabe y vio todo lo contenido
en la dicha pregunta...
" 4 . A la cuarta pregunta dijo que las dichas guerras hizo el
dicho Diego de Mazariegos y los españoles que con él vinieron
con sus armas y caballos a su propia costa y misión, sin que de
parte de su majestad se les diese ningún socorro, y hechas las
dichas guerras, el dicho Diego de Mazariegos, por virtud de la
comisión que trajo de México del general Alonso de Estrada, re-
partió indios a los conquistadores, que muchos de ellos tienen
y poseen el día de hoy ellos y sus hijos de los que son muertos,
78 La batalla del Sumidero

en la cual sirvió a su majestad bien y lealmente como suele el


vasallo, y esto responde a esta pregunta.
" 5 . A la quinta pregunta dijo que el dicho Luis de Mazariegos
vino con el dicho su padre, siendo de edad de hasta trece o catorce
años poco más o menos, y anduvo con el dicho su padre en las
guerras y conquistas que hubo, y andaba con sus armas y caballos
sirviendo a su majestad en lo que sus fuerzas bastaban por la
poca edad, porque en aquel tiempo estaba toda la tierra de
guerra, hasta que se apaciguó y redujo al servicio de su majestad,
todo lo cual vio este testigo y lo sabe porque se halló en todo
ello y lo vio, y que esto responde a esta pregunta..."

1 0 . LA CONQUISTA DE 1 5 2 8 , SEGÚN JUAN


DE MAZARIEGOS (1547)

Texto tomado de una Probanza de méritos y servicios de Juan


de Mazariegos y de Diego de Mazariegos, su padre. Gracias a
Dios, 4 de enero de 1547, AGÍ, Justicia 281-1.

Este documento- es parte de una probanza de méritos y servicios,


redactada a petición de Juan de Mazariegos, el hijo mayor del
conquistador de Chiapa. La probanza figura como una de las pie-
zas probatorias, utilizadas por Juan de Mazariegos en un pleito
que este abrió ante la Audiencia de los Confines, en Gracias a
Dios, Honduras, contra Juan Guerra, hijo bastardo de Baltasar
Guerra, exencomendero del pueblo de Chiapa de los Indios. Con
este proceso, Juan de Mazariegos hizo un último intento de recu-
perar la encomienda que había pertenecido a su padre en 1528.
A diferencia de su hermano menor Luis, Juan no había acompaña-
do a su padre en la conquista de Chiapa. Había preferido buscar
su suerte al lado de Pedro de Alvarado, primero en Guatemala,
después en el Perú. De regreso en Guatemala, trató de defender
los derechos de su padre, y por supuesto los suyos, sobre la enco-
mienda de Chiapa de los Indios. No logró nada. Pero también
Juan Guerra, su adversario, perdió. La Audiencia, y después el
Consejo de Indias, decidieron poner al pueblo de Chiapa bajo la
real corona.
De la Probanza transcribimos parte del interrogatorio, a saber
las preguntas que aluden a la conquista de 1528. De la pregunta
núm. 5 aprendemos que en 1528 "los naturales de [Chiapa] se
La doble conquista por los españoles 79

salieron a recibir a [Diego de Mazariegos] de paz". Fueron otraa


comunidades las que entonces se resistieron a los conquistadores,
los naturales de Suchitepeque, en la provincia de Tehuantepec
y los indios de Maquil Suchitepeque, un pueblo tzotzil que perte-
necía al cacicazgo de Zinacantán. Se confirma y se completa así
la información de la probanza de Luis de Mazariegos. No hubo
en 1528 resistencia armada por parte de los chiapanecas.

"En la ciudad de Gracias a Dios de la provincia de Higueras


de Honduras, a cuatro días del mes de enero, año del nacimiento de
nuestro salvador Jesucristo de mil y quinientos cuarenta y siete
años, ante los señores presidente y oidores de la Audiencia y
Cnancillería real de sus majestades que en la dicha ciudad reside,
conviene a saber el .licenciado Alonso Maldonado, presidente, y
los licenciados Pedro Ramírez y Juan Rogel, oidores, estando en
audiencia pública, y por presencia de mí, Diego de Robledo, escri-
bano de cámara de sus majestades, y de la dicha real Audiencia,
pareció presente Alonso de Paz, en nombre de Juan de Mazarie-
gos por el poder sustituto que de él tiene, y presentó una petición
y juntamente con ella [...] un interrogatorio, su tenor de lo cual
[...] es esto que se sigue:
"Interrogatorio de Juan de Mazariegos. Por las preguntas si-
guientes sean preguntados los testigos que fueran presentados
por parte de mí, Juan de Mazariegos, sobre la demanda que tengo
puesta a la encomienda de los pueblos de Chiapa y sus sujetos:
1. Si conocieron a Diego de Mazariegos, mi padre, que en
la gloria sea, y si saDen que yo soy su hijo legítimo y de Inés
Márquez, su legítima mujer, y el mayor de todos sus hijos, y si
tienen noticia de la ciudad de Ciudad Real y de los pueblos de
Chiapa y Moyutla, y poseerlos el dicho Diego de Mazariegos, mi
padre, por razón de haberlos depositado y puesto en su cabeza,
en nombre de su majestad como su capitán y repartidor de indios
y visitador general y el primer fundador y poblador que fue de
esta dicha ciudad, proveído por Alonso de Estrada, gobernador
que a la sazón era de esta Nueva España, y por virtud de los
poderes y provisiones que en nombre de su majestad para ello
le dio [...] digan lo que saben.
" 2 . ítem, si saben, creen, vieron y oyeron decir que habrá
veinte años poco más o menos tiempo que el dicho Diego de Maza-
80 La batalla del Sumidero

riegos, mi padre, salió de la ciudad de México con los dichos pode-


res y provisiones de los dichos cargos contenidos en la pregunta
antes de ésta, para ir a conquistar y pacificar y poblar la dicha
ciudad de Ciudad Real y provincia de Chiapa, que a la sazón
estaba de guerra, el cual salió muy proveído y aderezado de armas
y caballos y negros y criados y un número de ochenta españoles
de a pie y de a caballo poco más o menos, proveídos de la muni-
ción y cosas necesarias para la dicha pacificación; digan lo que
saben.
" 3 . ítem, si saben que con los d.,f;h JS aderezos y armas y caba-
llos y con el dicho número de gente de españoles que consigo
sacó de la dicha ciudad de México y con muchos amigos naturales
de la tierra, a su propia costa y misión fue a la Mar de Sur, sobre
el peñol de Suchitepeque, que estaba rebelado contra el dominio
de su majestad, en el cual los naturales de él, a ciertos días antes de
que el dicho mi padre llegase, habían desbaratado a Francisco
Maldonado, capitán que había ido a los conquistar y pacificar
primero con gente de españoles y amigos, de la cual le mataron
parte de ella y le desbarataron y quitaron la artillería que consigo
llevaba, el cual dicho peñol y naturales de él el dicho mi padre
vino a pacificar y los pobló y dejó poblados debajo del dominio
de su majestad, y les ganó y sacó de su poder la dicha artillería,
la cual llevó consigo a la dicha Ciudad Real y provincia de Chiapa;
digan lo que saben.
" 4 . Ítem, si saben que, por no poder subir al dicho peñol caba-
lleros por la grande aspereza de él, el dicho mi padre, como celoso
del servicio de su majestad, poniendo en gran peligro su persona,
subió al dicho peñol a pie y entró en las fuerzas que en él tenían
con la gente de españoles y amigos que consigo llevó, y pacificó
y ganó, como dicho es en la pregunta antes de ésta, al cual, como
subió en la delantera de todos, le hirieron muy mal los naturales
del peñol; digan lo que saben.
" 5 . ítem, si saben que después que el dicho Diego de Maza-
riegos, mi padre, dejó el dicho peñol poblado y de paz debajo
del dominio de su majestad, vino al pueblo y provincia de Chiapa,
a donde los naturales de él se salieron a recibir de paz, y el dicho
mi padre los recibió con mucho amor, y estando en el dicho pueblo,
pobló y fundó en él, en nombre de su majestad, una( villa a la
que puso el nombre de Villa Real, y eligió en ella y nombró alcal-
La doble conquista por los españoles 81

des y regidores, con protestación que hizo de mudarla en parte


donde mejor estuviese y más en comarca de los naturales de la
dicha provincia; digan lo que saben.
" 6 . ítem, si saben que después de haber poblado la dicha
villa, el dicho Diego de Mazariegos, mi padre, envió gente de
españoles sobre el peñol de Maquil Suchitepeque, término y juris-
dicción de la villa, que estaba de guerra, y se lo trajeron de paz
debajo del dominio de su majestad; digan lo que s a b e n . "

11. LA CONQUISTA DE 1528, SEGÚN


LOS INDIOS ZINACANTECOS (1625)

Texto tomado de u n a Probanza de méritos y servicios de los prin-


cipales y del común de Zinacantán, Ciudad Real de Chiapa, 23
de abril de 1625, AGÍ, Guatemala 123.

Los dos textos anteriores han demostrado que Diego de Mazarie-


gos no encontró resistencia en los chiapanecas. Al contrario, estos
indígenas "salieron a recibirlo de paz". Lo mismo, y todavía más,
parecen haber hecho sus rivales, los indios tzotziles de Zinacantán.
En el Archivo de Indias, Sevilla, se conserva una Probanza de mé-
ritos y servicios, que los alcaldes y principales zinacantecos man-
daron redactar en 1625, a fin de conmemorar la colaboración que
ofrecieron a Diego de Mazariegos. Pretenden que en 1528 sus an-
tepasados "estuvieron de paz y con ésta se ofrecieron al real servi-
cio, sin premio, fuerza ni necesidad de armas". Afirman que ade-
más "salieron hasta el pueblo de Xiquipila [...] a recibir a los
españoles conquistadores con bastimentos, refrescos y otras co-
sas".
Gracias al testimonio de los zinacantecos, podemos reconstruir
la ruta que tomó Diego de Mazariegos para su entrada a Chiapa.
Vino de México por Oaxaca y Tehuantepec (cf. docs. núm. 9 v 10),
y entró en la provincia de Chiapa por el camino de Cintalapa,
Jiquipilas y Ocozocoautla. No tomó, pues, la ruta que utilizó
en 1524 Luis Marín. El itinerario descrito por Manuel Trens (cf.
doc. núm. 5) es, por lo consiguiente, puro invento. En cuanto a
la batalla entre españoles y chiapanecas, tan decantada por los
cronistas, los zinacantecos la ignoran, igual que los hijos'de Diego
de Mazariegos. Según el presente documento, los conquistadores
encontraron en 1528 resistencia en las provincias de los zoques
y zendales, pero no por parte de los chiapanecas y zinacantecos.
82 La batalla del Sumidero

" E n la Ciudad Real de Chiapa a veinte y tres del mes de abril


de mil y seiscientos y veinte y un años ante don García de Albor-
noz Legaspi y Acuna, caballero del hábito de Santiago, adelanta-
do de las Filipinas, alcalde mayor por su majestad de esta dicha
ciudad y sus provincias y teniente de capitán general en ellas,
se leyó esta petición.
"Los alcaldes y tatoques del pueblo de Sinacantlán, de la juris-
dición de esta Ciudad Real de Chiapa, decimos que a nuestro
derecho conviene probar y averiguar ad perpetuam memoriam,
o como mejor haya lugar, cómo al tiempo de la conquista de esta
provincia estuvimos de paz y con ésta nos ofrecimos y nuestros pre-
decesores al real servicio sin premio fuerza ni necesidad de ar-
mas, y cómo con la dicha lealtad salimos hasta el pueblo de Xiqui-
pila, que dista del nuestro más de treinta leguas, a recibir a los
españoles conquistadores con bastimentos, refrescos y otras cosas
a usanza de los nautrales, conforme se contiene en un interrogato-
rio de preguntas que presentamos para que por él sean examina-
dos los testigos que hubieren de decir en la dicha razón. Por tanto,
a vuestra merced pedimos y suplicamos nos reciba la dicha infor-
mación que ofrecemos a tenor del dicho interrogatorio y dada
mande que el presente escribano nos dé los traslados que le pidié-
semos autorizados en pública forma, en los cuales y en cada uno
de ellos ponga vuestra merced su autoridad y decreto judicial,
en que recibiremos merced con justicia, que pedimos por los con-
tenidos. Benito de Ortega.
"Por las preguntas siguientes sean examinados los testigos
que por parte de los alcaldes y tatoques del pueblo de Sinacantlán
de la jurisdición de la Ciudad Real de Chiapa fueron presentados
en la información que pretenden dar cerca de sus méritos y leal-
tad en el tiempo de la conquista de esta provincia:
" 1 . Primeramente, si conocen a las partes y si tienen noticia
de lo que pretenden.
" 2 . Si saben y han oido decir que cuando vinieron los españo-
les en compañía del capitán Mazaríegos a la conquista de la dicha
provincia de Chiapa, de su voluntad fueron hasta el pueblo de
Xiquipila, que está del suyo más de treinta leguas, y los recibieron
de paz, desde adonde les fueron sirviendo y ayudando qon armas
contra los naturales y rebeldes y de guerra, sustentándolos de co-
midas y otras cosas con suma lealtad, respeto y amor. Digan lo
que saben.
La doble conquista por los españoles 83

" 3 . Si saben y han oido decir que en la conquista de la mayor


parte de estas provincias dichas de Chiapa, especialmente de la
provincia de los coques y de los cendales, les ayudaron a conquis-
tar y pacificar, haciendo servicios y cosas de grande importancia,
de tal suerte que mediante su ayuda se concluyó la dicha conquis-
ta. Digan lo que saben.
" 4 . Si saben y han oido decir que acabada la conquista de
las dichas provincias de los coques y cendales, habiendo puéstose
los conquistadores españoles a fundar la dicha ciudad de Chiapa,
continuando los naturales de dicho pueblo de Sinacantlán su leal-
tad y obediencia, con especial cuidado y trabajo personal, de su
voluntad y a su costa les hicieron las casas de su vivienda y otras
obras tocantes a la dicha fundación y población y a sustentar y
regalar a los dichos primeros conquistadores y pobladores. Digan
lo que saben.
" 5 . Si saben y han oido decir que después de poblados los
dichos conquistadores salieron a la conquista de Cuscatlán y San
Salvador y Comayagua, los dichos indios de Sinacantlán fueron
ayudando a la dicha conquista dejando su naturaleza con la mes-
ma lealtad y trabajo a su costa. Digan lo que saben.
"6. Si saben y han oido decir que... fueron los primeros que
recibieron a los religiosos de Santo Domingo en su pueblo y que por
sustentarlos, habiendo sido allí el primer convento de la provin-
cia, pasaron muchos trabajos, y que mediante el amparo que los
ministros del evangelio tuvieron de los dichos naturales en su
pueblo de Sinacantlán después de Dios, se dilató la santa fe católi-
ca en estas provincias. Digan lo que saben.
" 7 . Si saben y han oido decir que por el amparo que los di-
chos naturales hicieron a los dichos religiosos, se lo pasaron mu-
chas persecuciones por mano de alguna gente que entonces no
les era muy efecta a los dichos religiosos. Digan lo que saben."
C. LA DOBLE REBELIÓN DE LOS CHIAPANECAS:
1532-1534

12. L A P R I M E R A R E B E L I Ó N , S E G Ú N BALTASAR G U E R R A (1532)

Texto tomado de una Probanza de méritos y servicios de Baltasar


Guerra, San Cristóbal de los Llanos, 10 de septiembre de 1532,
AGÍ, Justicia 281-1, ff. 283-306.

La Probanza de méritos y servicios de Baltasar Guerra, redactada


en la villa de San Cristóbal de los Llanos (posteriormente llamada
Ciudad Real), es la fuente más antigua, y a la vez más importante,
sobre la primera rebelión de los chiapanecas. El documento es
parte del pleito que en 1547 tuvieron Juan Guerra, hijo de Baltasar
Guerra, y Juan de Mazariegos, hijo de Diego de Mazariegos, ante
la Audiencia de Gracias a Dios por los derechos a la encomienda
de Chiapa de los Indios (cf. doc. núm. 10). La Probanza llegó a
nosotros en un traslado de 1547, pero la redacción original data
de 1532.
Gracias a este documento, podemos precisar el momento en
que tuvo lugar la primera rebelión de los chiapanecas: inmediata-
mente antes de septiembre de 1532. Además, la Probanza descri-
be, con lujo de detalles, cómo Baltasar Guerra, a la cabeza de
un ejército expedicionario, marchó contra el pueblo alzado, cómo
los rebeldes se replegaron hacia el Sumidero y cómo allí fueron
alcanzados y vencidos por los españoles.
Nos interesan, por supuesto, sobre todo la pregunta núm. 15
del interrogatorio y las respuestas que a ella dieron los testigos.
Aprendemos de Baltasar Guerra mismo que "los chiapanecas se

84
La doble rebelión de los chiapanecas 85

despeñaban y echaban al río, donde morían". Y los testigos nos


comunican que vieron con sus propios ojos, porque estaban pre-
sentes, "despeñarse algunos naturales y caer en el río". He aquí,
por fin, en un testimonio contemporáneo a los hechos, la verdad
histórica sobre el suicidio de los chiapanecas en el Sumidero, des-
de el punto de vista de los vencedores, claro está. Sólo unos pocos
rebeldes se despeñaron. Los que cayeron, no lo hicieron por
heroísmo patriótico, sino única y sencillamente por pánico.

" E n la villa de San Cristóbal de los Llanos y provincia de


Chiapa de esta Nueva España, diez días del mes de septiembre,
año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de mil y qui-
nientos treinta y dos años, ante el noble señor Pedro de Solórzano,
alcalde en esta villa por su majestad, y en presencia de mí, Diego
Hernández Calvo, escribano público y del concejo de ella, y de
los testigos yuso escritos, pareció el señor capitán Baltasar
Guerra, teniente de gobernador en esta villa y sus términos por
su majestad, y presentó un escrito de pedimento al pie del cual
están ciertas preguntas de interrogatorio y leer hizo por mí el
dicho escribano, el cual dice en esta guisa*
"Muy noble señor Pedro de Solórzano, alcalde ordinario en
esta villa de San Cristóbal por su majestad. Baltasar Guerra, ca-
pitán y teniente de gobernador en esta villa por su majestad,
digo que a mi derecho conviene hacer cierta probanza sobre razón
que estando la provincia de Chiapa rebelde al dominio de su ma-
jestad y compuesta en armas y de guerra contra los españoles
y habiendo hecho muchos delitos, yo como capitán de su majes-
tad, habiendo requerido a los señores y naturales todo lo que era
obligado requerir y ellos no lo queriendo hacer, les di guerra con
la gente y vecinos de esta villa, los conquisté y gané por fuerza
de armas y los traje y sometí al yugo y dominio de su majestad,
a cuya causa al presente sirven muy bien y están quietos y pacífi-
cos y son parte para que por su respeto la tierra sirva mejor que
hasta aquí, y vengan a servir otros que estaban de mal propósito
y no servían, en lo cual Dios y su majestad han sido y serán muy
servidos. Por tanto pido a vuestra merced que a los testigos, qué
ante él presentara, les mande tomar juramento y declarar sus di-
chos y deposiciones por el interrogatorio yuso contenido adperpe-
tuam rei memoriam, y en aquella vía y forma y manera que más
lugar haya de derecho, y lo que dijeren y depusieren sacado en
86 La batalla del Sumidero

limpio y signado en pública forma, en manera que haga fe, cerra-


do y sellado en pública forma me lo mande dar para en guarda
y conservación de mi derecho, para lo cual el noble oficio de vues-
tra merced imploro.
"Primeramente sean preguntados los testigos si conocen a mí,
el dicho Baltasar Guerra, y si conocen o han noticia de la dicha
provincia de Chiapa, señores y naturales de ella.
" I I . ítem, si saben que yo, el dicho capitán, salí de esta villa
[de San Cristóbal] a la conquista y pacificación de los naturales
del dicho pueblo.
"III. ítem, si saben que les envié a requerir de parte de su
majestad desde una legua antes que llegase al dicho pueblo con
un escribano, me hiciesen la tierra llana y segura y que si así
lo hiciesen los recibiría a la paz y no les daría guerra, antes los
trataría y tendría por leales vasallos de su majestad y les haría
todo buen tratamiento.
"IV. ítem, si saben que hasta el susodicho volvió a me decir
lo que los dichos indios respondieron, yo, el dicho capitán, estuve
parado con la gente casi una legua antes del pueblo sin llegar
a él yo ni la gente que conmigo iba, así españoles como naturales.
"V. ítem, si saben que el dicho escribano volvió y los que
con él fueron, diciendo que no querían hacer lo por mí requerido,
y viendo yo los dichos chiapanecas no haber querido venir a servi-
dumbre y dominio de su majestad, yo, el dicho capitán, fui a los
dichos pueblos y asenté real de la gente que conmigo iba.
"VI. ítem, si saben que cuando allá llegué los dichos chiapa-
necas tenían los bastimentos alzados y las casas despobladas y
la cruz quemada y andaban de guerra en el campo.
"VIL ítem, si saben que asentado el dicho real, yo, el dicho
capitán, porque me pareció el asiento de muy cerrado con cavas
y no conveniente para la defensa necesaria, con cuatro o cinco
de a caballo salí a buscar otro sitio y asiento conveniente donde
el dicho real estuviese, y salidos, los naturales del dicho pueblo
hirieron uno de los que conmigo llevé y le hirieron el caballo en
que iba, de que murió el dicho caballo a cabo de cinco o seis días.
"VIII. ítem, si saben que luego otro día siguiente, yo, el dicho
capitán, fui por la ribera del río de la dicha Chiapa con cinco
o seis de a caballo y peones españoles y amigos a buscar asiento
conveniente para asentar el real y lo asenté cerca de unas angostu-
La doble rebelión de los chiapanecas 87

ras donde los dichos chiapanecas tenían su fuerza, en que el asien-


to fue muy buena parte y donde los dichos chiapanecas estaban
en mucho estrecho por no poder gozar de sus bastimentos que en
el dicho valle tenían sembrados.
"IX. ítem, si saben que otro día siguiente asenté otro real
de la otra parte del río para ponerlos en más estrechura y para
ponerles temor para que viendo el cerco viniesen de paz y se excu-
sase hacerles la guerra.
"X. ítem, si saben que no queriendo venir los dichos chiapa-
necas a entregarme la dicha fuerza, con ambos reales por un cabo
y otro de una sierra y el río en medio, yo bajé a una población
que entre las sierras y ribera del río estaba, adonde antes de llegar
a ella me tenían hecha una albarrada, y se pusieron en defensa
de no me dejar pasar.
"XI. ítem, si saben que les gané la dicha albarrada y que
en esta población había cues de sacrificios y otras idolatrías y
se las quemé y desbaraté; y desampararon el pueblo y huyeron
a la fuerza; y si saben que hasta entonces no había llegado allí
ningún capitán ni otra gente de españoles, ni se sabía de qué
manera estaba.
"XII. ítem, si saben que después de los haber retraído en
la fuerza, tornando a recoger la gente de españoles y amigos natu-
rales que conmigo iban, me vinieron de paz con ropa y esclavos,
diciendo que querían ser buenos; y si saben que los recibí, que
no les quise tomar la ropa y esclavos, sino que lo que les pedí
fue que no quería sino aquella fuerza, que me la entregasen e
hiciesen llana y que si así lo hiciesen, que no se les sería hecho
ningún mal, antes los trataría como buenos y leales vasallos de
su majestad, y que les daba de plazo, para que la desembarazasen
y saliesen, aquel día y otro.
"XIII. ítem, si saben que los dichos chiapanecas no salieron
en el tiempo señalado, que otro día siguiente, después de pasado
muy, con toda la gente repartida en tres partes, les entré contra
su voluntad las albarradas y fuerza que tenía, y se la gané.
"XIV. ítem, si saben que así entrada la dicha fuerza, los di-
chos chiapanecas la desampararon y huyeron por el río abajo por
entre unas peñas tajadas que no tenían salida a parte ninguna,
ni por el río se podrían salvar.
"XV. ítem, si saben que se despeñaban y echaban al río
88 La batalla del Sumidero

adonde morían; y si saben que yo el dicho capitán, viendo el daño


que se hacía, me retiré atrás para que no peligrase tanta gente.
"XVI. ítem, si saben que si no me retirara y diera lugar a
hacer daño en ello, no escapara ninguno por no tener salida sino
por donde yo estaba y estar todos metidos en peñas y en parte
donde los españoles y amigos los hallaban.
"XVII. ítem, si saben que allí salieron de paz diciendo que que-
rían servir y ser obedientes al dominio de su majestad; y que si
no habían servido hasta entonces, era por no haber estado con-
quistados ni sojuzgados como ahora; y si saben que los recibí de
paz y no consentí que daño ninguno se les hiciese; y si saben
que ellos y sus mujeres e hijos salieron de la estrechura en que
estaban por medio del real adonde yo y los españoles estábamos.
"XVIII. ítem, si saben que en la dicha fuerza no se hallaron
los españoles ni rastro de ellos de los que decían que tenían allí
presos.
"XIX. ítem, si saben que los dichos chiapanecas están pacífi-
cos y se pueblan en sus asientos y sirven muy bien como pueblo
de los que bien sirven en esta Nueva España.
"XX. ítem, si saben o han oido decir que algunas provincias
de las que no han servido envían a decir que quieren servir y
las que servían sirven mejor después que la dicha Chiapa está
de paz.
"XXI. ítem, si saben que después acá, que la dicha Chiapa
está de paz, yo, el dicho capitán, les he insistido y amonestado que
se tornen cristianos, muchas veces diciéndoles el galardón que por
ello habrán.
"XXII. ítem, si saben que a esta causa muchos de ellos han
recibido agua de bautismo habiéndolo pedido ellos mismos, que
quieren ser cristianos, y de cada día lo piden.
"XXIII. ítem, si saben que será mucha parte viendo a los
de Chiapa tornarse cristianos para que todos los más naturales
tengan más voluntad de lo ser hasta aquí.

1. [Testimonio de Pedro Sancallo]

"14. A las catorce preguntas dijo que este testigo vio cómo después
que entraron la dicha fuerza por las albarradas que en ella esta-
La doble rebelión de los chiapanecas 89

ban hechas, los naturales del dicho Chiapa y gente que dentro
estaban se retiraron, viendo que iba sobre ellos la gente de espa-
ñoles, a unos peñascos y angostura estrecha del dicho río, y que
cree este testigo que no había por donde saliesen porque así lo
decían los naturales de esta tierra, y que esto sabe de dicha pre-
gunta.
"15. A las quince preguntas dijo que sabe la dicha pregunta
porque este testigo estaba presente.
"16. A las .dieciséis preguntas dijo que lo que sabe de esta
pregunta es que este testigo vio como la dicha gente estaba en
mucha estrechura, y cree este testigo que si sobre la dicha gente
estuviera cerco algún tiempo, que no podrían hacer menos que
darse a la paz o se morían, y que, en aquella sazón estaban muchos
de ellos en peñascos ásperos, que no se escaparan de ser tomados.

2. [Testimonio de Ruy López]

"14. A las catorce preguntas dijo que este testigo vio cómo, des-
pués de entrados en la dicha fuerza, la gente de chiapanecas, que
en ella estaban, se retrajo a unos peñascos y mucho estrecho, y
que no sabe este testigo si podían salir, y no más de que se decía
y era muy público que no había salida ninguna.
"15. A las quince preguntas dijo que lo que sabe de ella es
que este testigo vio despeñarse gente de unos peñascos abajo y que
el dicho capitán se retrajo atrás después que lo vio.
"16. A las dieciséis preguntas dijo que lo que sabe de ella
es que este testigo tiene por muy cierto que si el dicho capitán
no se retrajera con la gente que con él estaba, que los dichos
chiapanecas recibirían mucho daño y se tomaran muchos de ellos.

5. [Testimonio de Gonzalo Sobrino]

"15. A las quince preguntas dijo que sabe la pregunta porque


este testigo vio despeñarse algunos y caer en el río y vio que el
dicho capitán se retrajo hacia atrás y mandó que la gente de espa-
ñoles y amigos que allí estaban se retrajesen, y que cree que fue
porque no se despeñasen más, viéndose en estrechura.
90 La batalla del Sumidero

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Probanza de méritos y servicios de Baltasar Guerra, 1535.


testimonio de Ruy López, AGÍ, Justicia 281-1.
La doble rebelión de los chiapanecas 91

"16. A las dieciséis preguntas dijo que sabe este testigo que
si el dicho capitán no se retrajera hacia atrás y la gente que con
él iba no habiendo salido de la estrechura donde estaban, según
se decía los dichos chiapanecas recibieran mucho daño y murie-
ran forzados algunos de ellos, porque estaban metidos entre pe-
ñascos y monte, donde los amigos los mataran.

6. [Testimonio de Diego Martín de la Zarza]

"15. A las quince preguntas dijo que este testigo vio que los di-
chos chiapanecas del dicho estrecho se echaban algunos al dicho
río, pero que no sabe si morían o no, y así mismo vio cómo se
despeñó una mujer de un risco grande, y vio este testigo cómo
el dicho capitán, viendo lo susodicho, se retrajo hacia atrás, y
que cree que fue porque no peligrase gente.

8. [Testimonio de Luis Hernández]

"15. A las quince preguntas dijo que este testigo vio echarse algu-
nas mujeres, y que oyó decir que se había despeñado otra, y que
vio que el dicho capitán se retrajo hacia atrás.

9. [Testimonio de Antonio de la Torre]

"15. A las quince preguntas dijo que sabe la dicha pregunta por-
que este testigo vio que se despeñaban y echaban al río algunos
naturales del dicho pueblo, y viendo aquello el dicho capitán se
retrajo hacia atrás.

12. [Testimonio de Diego de ligarte]

"15. A las quince preguntas dijo que este testigo vio despeñarse
y echarse al agua del río algunos indios del dicho pueblo, y vio
cómo el dicho capitán se retrajo hacia atrás, viendo lo susodicho."
92 La batalla del Sumidero

13. LA REBELIÓN DE LOS ZOQUES, SEGÚN BALTASAR


GUERRA (1533)

Texto tomado de una Probanza de méritos y servicios de Baltasar


Guerra, San Cristóbal de los Llanos, 4 de junio de 1533, AGÍ, Jus-
ticia 281-1, ff. 307-344.

Un año después de la redacción de su primera Probanza de méri-


tos y servicios, Baltasar Guerra mandó levantar otra. Esta segunda
probanza habla de una entrada militar que el encomendero de
Chiapa de los Indios hizo contra la provincia de los zoques, inme-
diatamente después de haber pacificado a los chiapanecas. Parece
que varias comunidades zoques siguieron el ejemplo de Chiapa
de los Indios y se rebelaron también contra el gobierno español.
Gracias al interrogatorio (sobre todo la segunda pregunta), apren-
demos que fueron nueve los mr '¡¡¡,3 que se alzaron: Ixtacomitán,
Ixlapangajova, Comeapa, Solosuchiapa, Ostuacán, Mincapa,
Gualpitán, Totolapa y Zuchitepeque. Estos pueblos constituían,
por el lado de los zoques, la frontera que la gobernación de Chiapa
tenía entonces con la provincia vecina de Tabasco. La mayoría
de ellos siguieron existiendo durante la época colonial y han sobre-
vivido hasta el día de hoy. Algunos pocos desaparecieron en la
reestructuración de las poblaciones indígenas, llevada a cabo por
los frailes dominicos a partir de 1545.
El documento tiene un valor excepcional, puesto que nos reve-
la la existencia de una rebelión indígena que las crónicas colonia-
les y la historiografía moderna han ignorado por completo.
Transcribimos de la probanza sólo el interrogatorio, puesto que
los testimonios que lo siguen no aportan nada substancial a la
información contenida en las preguntas.

' ' E n la villa de San Cristóbal, provincia de Chiapa, cuatro


días del mes de junio, año del nacimiento de nuestro salvador
Jesucristo de mil y quinientos y treinta y tres años, ante el muy
noble señor Andrés de la Tovilla, alcalde ordinario en esta dicha
villa, y en presencia de mí, Diego Hernández Calvo, escribano
público y del concejo de ella, pareció presente el dicho Baltasar
Guerra teniente de gobernador, y presentó un escrito de pregun-
tas con un interrogatorio, lo cual uno en pos de otro es el que
se sigue:
" N o b l e señor Andrés de la Tovilla,.alcalde ordinario de esta
La doble rebelión de los chiapanecas 93

villa de San Cristóbal por su majestad. Yo, Baltasar Guerra, te-


niente del gobernador y de capitán general de esta villa por su
majestad, parezco ante vuestra merced en la mejor vía y forma
que puedo y de derecho debo, y digo que a mi derecho conviene
hacer cierta probanza sobre razón que los días pasados el cabildo
y regimiento de esta villa me requirió que por cuanto estaban
alzados y rebelados contra el servicio de Dios y de su majestad
las provincias de Estacomitlán y Estapanguaxoa e Comiapa y
otras provincias y pueblos de esta villa con sus términos, y no
querían servir ni venir a obediencia de su majestad, que yo como
capitán general de esta villa fui a los castigar y traer de paz y
hacer que sirviesen y obedeciesen a su majestad y viniesen en
conocimiento de nuestra santa fe, para lo cual me dieron cierta
información, por virtud de la cual yo en nombre de su majestad
los fui a dar guerra y a traer de paz en conocimiento de Dios
nuestro señor y a la servidumbre y so el yugo de su majestad.
Por tanto a vuestra merced pido que a los testigos, que presentare
en esta razón mande preguntar y examinar por este interrogatorio
de que hago presentación ad perpetuara in rei memoriam o en
aquella vía que de derecho mejor lugar haya, y lo que dijeren
y depusieren vuestra merced me lo mande dar sacado en limpio
signado del escribano presente en pública forma, de manera que
haya fe, para que de todo pueda dar cuenta a su majestad y lo
pueda presentar a donde a mi derecho convenga, a lo cual vuestra
merced interponga su autoridad y secreto judicial, para que valga
y dé fe donde quiera que pareciere, para lo cual el noble oficio
de vuestra merced imploro [...]
"Los testigos que por parte de mí, Baltasar Guerra, teniente
de gobernador y de capitán general en esta villa de San Cristóbal
son o fuesen presentados, sean preguntados por las preguntas si-
guientes:
"Primeramente, si conocen a mí, el dicho Baltasar Guerra,
teniente de gobernador y capitán general, y al cabildo, justicia
y regidores de esta villa.
" 2 . ítem, si saben que el cabildo de esta villa y vecinos de
ella me requirieron fuese a dar guerra a las provincias y pueblos
de Estacomitlán y Estapanguaxoa y Comiapa y Solosuchiapa y
Oztuacán y Mincapa y Gualpitán y Cococolapa y a Suchitepeque
y a otros pueblos que estaban de guerra."
94 La batalla del Sumidero

" 3 . A la tercera pregunta, digan si saben que estos dichos


pueblos estaban rebelados y alzados contra el servicio de Dios
nuestro señor y de su majestad, y aunque les había sido amonesta-
do y requerido por otros capitanes siempre han estado rebeldes
y contumaces hasta que yo les fui a dar guerra.
" 4 . ítem, si saben que sobre ello me dieron información bas-
tante, la cual pido sea mostrada a los testigos.
" 5 . ítem, si saben que después que la dicha villa me requirió
que fuese a hacer guerra a las dichas provincias, hice alarde de
la gente de españoles que en ella había y con los que me pareció
elegí dos capitanes en nombre de su majestad, el uno que fuese
con la gente de a caballo por donde los caballos podrían ir por
una parte, y el otro que entrase por otra con los peones, porque
así convenía para la pacificación de la tierra; y así elegidos estos
capitanes que dicho tengo y salidos de esta villa con la gente de
a caballo y de pie y despachados ciertos negocios y cosas que
tenía que hacer, fui en seguimiento de los dichos capitanes y espa-
ñoles y los alcancé otro día después que entraron en la primera
tierra de guerra y los hallé en el pueblo de Solosuchiapa que esta-
ba alzado e ida al monte la gente de él; y si saben que otro día
que allí llegué hice la primera entrada con ciertos compañeros
por ver si hallaría alguna gente de la provincia para poblarlos
y castigar los culpados.
" 6 . ítem, si saben que después que yo volví de la dicha entrada
solté un indio del dicho pueblo que se había tomado y le di una
carta que llevase en señal de paz para que mostrase a los principa-
les y naturales del dicho pueblo y les dijese que se viniesen a
poblar y que no les harían mal ninguno, que eran vasallos de su
majestad, el cual no quería otra cosa de ellos sino que viniesen
al conocimiento de Dios nuestro señor y no estuviesen perdidos
en su erronía, y que se estuviesen en sus casas criando sus hijos
y mantenerlos en justicia y como viviesen en razón.
" 7 . ítem, si saben que no vinieron los dichos indios y gente
del dicho pueblo, y después de esto se hicieron otras entradas;
a cabo de diez días, porque no venían los dichos indios, solté otro
indio que se había preso, principal del dicho pueblo, y le di otra
carta y mucha seguridad, diciéndole y amonestándole que vinie-
sen al conocimiento de Dios nuestro señor y al servicio de su ma-
jestad, y que no se les haría mal ninguno y que yo me saldría
del pueblo porque ellos mejor se pudiesen poblar; y me salí del
La doble rebelión de los chiapanecas 95

pueblo, y que ellos se vinieron a poblar hasta que por allá pasó
el capitán que había ido con la gente de pie, que se venía a juntar
conmigo; y de temor de ellos y de mí, que estaba cerca, vinieron
de paz donde yo estaba, y los recibí de paz en nombre de su majes-
tad, y se poblaron y los dejé seguros y de paz, y al español que
los tenía encomendados le dieron de lo que tenían y vinieron con
él hasta esta villa.
" 8 . ítem, si saben que después de Suluchiapa envié a llamar
y requerir el pueblo de Estacomitlán con indios, que viniesen de
paz y al conocimiento de Dios nuestro señor y dominio de su ma-
jestad, y vinieron dos o tres indios del dicho pueblo de Estacomi-
tlán, a los cuales hablé diciéndoles y requiriéndoles que no estu-
viesen rebeldes y que viniesen a la obediencia y dominio de su
majestad y al conocimiento de Dios nuestro señor y de nuestra
santa fe, declarándoles el galardón que por ello habrían, y que
si así lo hiciesen serían bien tratados y tenidos en justicia, y donde
no, que serían castigados y destruidos por la guerra.
" 9 . ítem, si saben que después de haber hablado a estos di-
chos indios, se fueron al dicho pueblo de Estacomitlán a donde
estaba la gente de él, y yo les estuve esperando ciertos días para
ver si venían de paz y al dominio de su majestad como les envié
a decir, y nunca vinieron, y yo viendo que no venían, me partí
con la gente de mi compañía y fui al dicho pueblo, el cual hallé
despoblado y la gente ida al monte, y a lo que pareció había más
de diez días que eran idos; digan lo que saben de esta pregunta.
"10. ítem, si saben que desde el dicho pueblo de Estacomitlán
hice ciertas entradas en busca de lo naturales del dicho pueblo,
los cuales andaban por los montes con sus armas a uso de guerra;
y si saben que vino un indio de los del dicho pueblo de Estacomi-
tlán a decirme que querían venir de paz y al dominio de su majes-
tad, al cual yo hablé y mostré cómo tenía voluntad de los recibir
si viniesen de paz y hacerles muy buen tratamiento y mantenerles
en justicia y razón y otras cosas para atraerlos al dominio de su
majestad, y en conocimiento de nuestra santa fe católica.
"11. ítem, si saben, vieron, oyeron decir que yo aguardé cier-
tos días a ver si venían de paz los dichos indios, los cuales no
vinieron; y el dicho indio volvió a decirme que no habían venido
por ciertas causas y ocupaciones que tenían, y que querían venir
dende a otros tres o cuatro días; y si saben que yo mandé a la
gente que no saliesen a hacer entrada ni daño en ellos hasta que
96 La batalla del Sumidero

pasó el término en que habían quedado de venir, los cuales tampo-


co no vinieron, en lo cual pareció que lo hacían cautelosamente
y que el dicho indio no había venido sino a ver la gente y la dispo-
sición del real para tomar aviso de lo que les conviniese hacer;
digan lo que saben acerca de esta pregunta.
"12. ítem, si saben que yo estuve en el dicho pueblo treinta
o cuarenta días esperando si vendrían de paz los dichos indios
y los torné a enviar a buscar con indios de otros pueblos que
se dice Mincapa, que habían venido de paz y eran sus amigos;
y si saben que con ellos vinieron de paz ciertos principales e indios
del dicho pueblo de Estacomitlán y me dijeron que para poblarse
había necesidad de que yo saliese del dicho pueblo, y yo lo hice
ansí y luego se vinieron a poblar y quedaron poblados los más
de ellos y quedaron allí en el dicho pueblo [San] Pedro Vizcaíno,
en quien está depositado la mitad de él, y otro español, en nombre
de Cristóbal de Morales, que tiene la otra mitad, a los cuales die-
ron tributo y vinieron con ellos gente del dicho pueblo a servir
a esta villa; digan lo que saben acerca de esta pregunta.
"13. ítem, si saben que desde el pueblo de Sulosuchiapa envié
a llamar al pueblo de Estapanguajoa con indios de los que habían
venido de paz, los cuales toparon en el camino con un indio del
dicho pueblo que les dijo que estaban de guerra y no osaron a
llegar allá porque no les matasen, y le trajeron ante mí con sus
armas, con el cual indio yo les envié a requerir que viniesen de
paz y que yo les haría muy buen tratamiento y mantendría en
justicia en nombre de su majestad, y donde no, que yo les daría
guerra; y sin esto les envié otras muchas veces a requerir lo susodi-
cho y no querían venir, hasta que fueron por mi mandado ciertos
indios de Suensuchiapa [sic] a llamarlos y vinieron ciertos princi-
pales del dicho pueblo de Estapanguajoa a dar la paz y obediencia
a su majestad y se poblaron y quedaron en sus casas; digan lo
que saben.
"14. ítem, si saben que asimismo me vinieron de paz los natu-
rales del pueblo de Mincapa y yo les recibí en nombre de su majes-
tad sin hacerles daño ni mal tratamiento, y vinieron a esta villa
a servir al español en quien están encomendados en nombre de
su majestad.
"15. ítem, si saben que asimismo el pueblo de Comiapa me
vino de paz y sirvió en la dicha entrada en todo lo que por mí
La doble rebelión de los chiapanecas 97

les fue mandado en nombre de su majestad, y dieron tributo al


español en quien estaban encomendados y vinieron a servir a esta
villa.
"16. ítem, si saben que asimismo me vino de paz el pueblo
de Oztuacán y los recibí a ella y sirvieron a su majestad en lo
que les fue mandado en la guerra y que dieron tributo a la persona
en quien estaban encomendados.
"17. ítem, si saben que estando en el pueblo de Estacomitlán,
me vinieron de paz los pueblos de Suchitepeque y Tonalapa y
yo les recibí en nombre de su majestad y se volvieron a poblar
pacíficos.
"18. ítem, si saben que a todos los indios que me venían de
paz y a los mensajeros de los mismos naturales que yo les enviaba
para que viniesen de paz, les amonestaba y daba a entender las
cosas de nuestra santa fe católica para que viniesen en conoci-
miento de ella y les reprendía sus idolatrías para que se apartasen
de ellas y diciendo cómo estaban ciegos en sus erronías e idolatrías
y que eran vasallos de su majestad y cómo yo iba por su manda-
do a tenerlos en razón y justicia.
"19. ítem, si saben que los naturales del pueblo de Chiapa,
que en mí está depositado en nombre de su majestad, tenían por
uso y costumbre los tiempos pasados, antes que yo viniese a esta
dicha villa, que andando en la guerra, a todos los contrarios que
tomaban y cautivaban les- sacaban los corazones; y si saben que yo
les reprendí a ellos y a todos los más amigos que no lo hiciesen;
y si saben que después acá que por mí fueron amonestados y con-
quistados, andando en la guerra ni fuera de ella, nunca se lo han
visto hacer ni comer carne humana ni han oído decir que lo hayan
hecho."

14. LA DOBLE REBELIÓN, SEGÚN BALTASAR GUERRA (1554)

Texto tomado de una Probanza de méritos y servicios de Baltasar


Guerra, Ciudad Real de Chiapa, 17 de septiembre de 1554, AGÍ,
Patronato 60-3-1, ff. 1-103.

Todavía no terminamos con las Probanzas de méritos y servicios de


Baltasar Guerra. Veintiún años más tarde, en 1554, cuando ya estaba
98 La batalla del Sumidero

de regreso en España, el exencomendero de Chiapa de los Indios


volvió a redactar una información sobre sus méritos de conquistador.
Lo hizo probablemente para tratar de recuperar la encomienda que
había perdido dos años antes a favor de la real corona, por haber
intentado delegarla ilegalmente en su hijo bastardo Juan.
En esta tercera probanza, Baltasar Guerra no se limita a recapitu-
lar las rebeliones de los chiapanecas, en 1532, y de los zoques, en
1533 (preguntas 4-12). Nos informa de una segunda sublevación que
hicieron los chiapanecas "después de la pacificación" [de los zoques]
cuando él "se fue a ver a Pedro de Alvarado en Nicaragua" (pregun-
ta 13). Sabemos por otras fuentes, sobre todo por cartas personales
del adelantado, que éste estuvo en Nicaragua de noviembre de 1533
a enero de 1534, (Libro Viejo, 1934,282-290). En este momento preci-
so estalló el segundo alzamiento de los chiapanecas. Los rebeldes
siguieron, siempre según la probanza (preguntas 13-17), la misma
estrategia que en la primera rebelión: retirada al Sumidero, retirada
a dos fuerzas, retirada a unas cuevas en una angostura del cañón.
También los españoles adoptaron el mismo esquema en su campaña
de pacificación (preguntas 15-16). Según la probanza, no hubo que
lamentar esta vez ningún accidente de desbarrancamiento, puesto
que "todos salieron a dar la obediencia" (pregunta 17).
Transcribimos parte del interrogatorio y parte de dos testimo-
nios, el primero de un hidalgo español, el segundo de un cacique
indígena.

" E n la ciudad dé Ciudad Real de la provincia de Chiapa de


los Indios del Mar Océano, a los diecisiete días del mes de septiem-
bre del año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de mil
y quinientos y cincuenta y cuatro años, ante el noble señor Pedro
de Solórzano, alcalde ordinario de esta dicha ciudad por su majes-
tad, y en presencia de mí, Gaspar de Santa Cruz, escribano de su
majestad y su escribano público y del cabildo de esta dicha ciudad,
señalado y nombrado para... la probanza por la parte de Baltasar
Guerra, vecino de la ciudad de Zamora, de los reinos de Castilla,
pareció Diego Sánchez, vecino de esta dicha ciudad, en nombre
y con poder sustituto del dicho Baltasar Guerra firmado de escriba-
nos públicos, y presentó una receptoría de su majestad firmada del
príncipe nuestro señor y sellada con su real sello y firmada en las
espaldas de ella de los señores de su real concejo, presidente y oido-
res, y refrendada de Francisco de Ledesma, secretario, y con ciertos
autos firmados y signados en las espaldas de la dicha real provisión,
La doble rebelión de los chiapanecas 99

según por ellos y por la dicha receptoría de su majestad parecía,


juntamente con la cual presentó un interrogatorio de preguntas fir-
mado del licenciado Gutiérrez según por él parecía [...] el tenor de
lo cual [...] bien y fielmente sacado, es éste que se sigue:

[Interrogatorio]

"Por las preguntas siguientes sean preguntados los testigos que fue-
ren presentados por parte de Baltasar Guerra, vecino y regidor de
la ciudad de Zamora, en el pleito que contra él trata el licenciado
Agreda, fiscal de su majestad, sobre mal tratamiento que dizque
hizo a los indios de Chiapa:
" 1 . Primeramente sean preguntados los testigos si conocen al
dicho Baltasar Guerra, vecino de la dicha ciudad de Zamora, y el
licenciado Agreda, fiscal de su majestad.
"2. ítem, si saben que el dicho Baltasar Guerra pasó a las Indias
tres o cuatro años primero que el licenciado Ceinos su hermano,
y que cuando pasó, el dicho su hermano quedaba de asiento en
los reinos de Castilla sirviendo a su majestad de fiscal en el su Conse-
jo de las Indias, que después fue proveído de oidor para la Nueva
España en la Audiencia real, que reside en México, y que cuando
el dicho licenciado, su hermano, llegó a las Indias, el dicho Baltasar
Guerra estaba allá muchos días había.
" 3 . ítem, si saben etcétera, que el dicho Baltasar Guerra aportó
a la gobernación y provincia de Guatemala, a donde a la sazón era
gobernador por su majestad el adelantado don Pedro de Alvarado,
el cual, en nombre de su majestad y por su virtud de los poderes
que para ello tenía, envió al dicho Baltasar Guerra, con su poder
y en nombre de su majestad, por capitán general y teniente de go-
bernador de la villa de San Cristóbal, que ahora se dice ciudad
de Ciudad Real, y de la provincia de Chiapa y de las otras provincias
y pueblos comarcanos de aquella tierra.
"4. ítem, si saben etcétera, que cuando el dicho Baltasar Guerra
llegó a la dicha villa de San Cristóbal, presentó los poderes que
del dicho gobernador llevaba ante la justicia y ayuntamiento de ella
y fue recibido a los dichos oficios y al uso y ejercicio de ellos por
todos en nombre de su majestad, y luego se le dio noticia y aun
se le requirió diciendo que el pueblo de Chiapa estaba de guerra
100 La batalla del Sumidero

y de mala voluntad y que sacrificaban y que no querían obedecer


los mandamientos de su majestad, ni venir a sus llamamientos, que
eran causa que otros muchos pueblos comarcanos estuviesen de la
misma manera, de que nuestro señor y su majestad eran muy deser-
vidos, y que el dicho capitán les pidió información de ello y se le
dio, y constáncióie ser así, envió sus mensajeros al dicho pueblo de
Chiapa a hacerles saber que él era venido a aquella villa por capitán
y justicia mayor por su majestad para guardarles su justicia y hacer-
les todo buen tratamiento, que enviasen a algunos principales donde
dicho capitán estaba, para hablarles más largo; y si saben que no
quisieron venir y que tornó a enviarles a llamar otras veces y requi-
riéndoles y amonestándoles con la paz y que diesen la obediencia
a su majestad, y que no quisieron venir y que antes se reían y burla-
ban de lo que se les decía y que andaban todos alzados y de guerra;
digan los testigos lo que acerca de esto saben.
" 5 . ítem, si saben etc., que no queriendo venir los dichos indios
a los llamamientos del dicho capitán, con toda la gente que pudo
haber de vecinos de la dicha villa y estantes y habitantes a pie y
a caballo y con alguna artillería, fue sobre el dicho pueblo de Chia-
pa, y antes que llegase al dicho pueblo, como más de media legua,
paró con toda la gente y les envió a hacer los requerimientos que
su majestad mandaba que se hiciesen con un escribano y testigos,
que les volvieron diciendo habérselos hecho y que respondieron que
fuese el dicho capitán, que no querían paz y otras cosas de desacatos
y que otros capitanes habían ido allí más bravos y se habían vuelto;
y si saben que de que el dicho capitán vio la dicha respuesta, puesta
toda su gente en orden, caminó para el dicho pueblo de Chiapa,
el cual halló despoblado, y parecía que lo estaba de mucho tiempo,
y pasó por él y fue asentar su real en la ribera de un río grande
que pasa cerca del dicho pueblo; digan los testigos lo que cerca
de esto saben.
"6. ítem, si saben etc., que después [que] el dicho capitán hubo
asentado su real, mandó a toda la gente que no pelease con los
dichos indios, los cuales dichos indios nadando por el río con sus
armas de algodón y arcos y flechas venían a pelear con los dichos
españoles, y que el dicho capitán les hacía muchos requerimientos
por intérpretes en nombre de Dios nuestro señor y de su majestad
para que viniesen de paz y diesen la obediencia a su majestad,
La doble rebelión de los chiapanecas 101

y les ofrecía la paz y todo buen tratamiento y les daba y dio plazo
de días para que viesen en ello, y en estos días mandó que ninguno
saliese a pelear con ningún indio; y si saben que aun comer no
dejaban al dicho capitán con las flechas que tiraban, y tenía rode-
lero alrededor que le guardaban mientras que comía y ansí comían
uno, después otros; digan lo que saben.
" 7 . ítem, si saben etc., que en todo este tiempo con cuantos
requerimientos se hicieron a los dichos indios, nunca quisieron
venir de paz ni-quisieron dar la obediencia a su majestad, y que de
que esto vio el dicho capitán y porque los dichos indios estaban
de la otra parte del río dando grita y burlando de él de lo que
les decía y pasando el río que venían a pelear, asentó otro real
de la otra parte del río y puso canoas con gente en el dicho río
para señorearles todo el valle de una parte a otra; y si saben que
visto los indios que el dicho capitán señoreaba el valle y el río,
se retrajeron a una angostura del dicho río que era la entrada
de unas fuerzas que tenían; y si saben que un día en amaneciendo,
el dicho capitán levantó los dichos dos reales y a vista uno de
otro caminaron orilla del dicho río y las dichas canoas con gente
por el agua y se fue a meter con los dichos indios en la dicha
angostura y fueron peleando con los dichos indios ganándoles al-
gunas barradas que tenían hechas hasta meterlos por un valle
que estaba más adentro, donde estaban casas de demonios y de
sacrificios y de la gente dé guerra, y los hizo retraer hasta ence-
rrarlos en unas fuerzas que tenían de grandes albarradas, y si
saben que la dicha fuerza y albarradas y entrada y valle nunca
hasta entonces había sido vista por ningún capitán ni español
aunque otras veces habían ido de guerra sobre el dicho pueblo
otros capitanes o gentes, y que el dicho capitán se tornó a retraer
a la población que dejaba atrás a donde recogió su gente y asentó
su real e hizo quemar las casas de demonios y aparejos de sacrifi-
cios que halló, y si saben que por todo el camino del alcáncele
este día hallaban muchos indios sacrificados y que había gran
hedor de ellos; digan los testigos lo que cerca de esto saben.
" 8 . ítem, si saben etc., que después que el dicho capitán tuvo
asentado el real, tornó a enviar a requerir a los dichos indios que
diesen la obediencia a su majestad y le entregasen [aquella] fuerza
y que les guardaría justicia y haría todo buen tratamiento, y que
102 La batalla del Sumidero

los dichos indios no quisieron entregársela; y si saben que el dicho


capitán con toda la gente les fue a poner cerco y a combatirla
y envió un capitán por lo alto de la sierra con cierta gente a ver
si los podía ofender por lo alto y que teniéndolos cercados con
mañas y ardides de guerra que tuvo, los dichos indios desampara-
ron la dicha fuerza poniendo fuego a los bastimentos ellos mismos
y se retrajeron huyendo a unas angosturas del río, a unas cuevas
de unas peñas tajadas a donde tenían las mujeres y gente menuda,
y porque, como iban huyendo, caían algunos, el dicho capitán
se puso en el paso y detuvo la gente y no quiso que se siguiese
al alcance, y de allí los envió a requerir de parte de Dios y de
su majestad como otras veces y que se les haría todo buen trata-
miento como su majestad mandaba; digan los testigos lo que cerca
de esto saben.
" 9 . ítem, si saben etc., que requeridos por el dicho capitán,
salieron tres o cuatro principales y nahuatlatos y el dicho capitán
les habló largo de parte de Dios nuestro señor y de su majestad
del bien que se les seguiría en dar la obediciencia a su majestad y
los dichos indios dijeron que ellos querían sur buenos y leales
a su majestad y que si habían estado rebeldes había sido porque
hasta entonces nunca por nv.^ún capitán se les había ganado sus
fuerzas, en quien tenían gran confianza, y que el dicho capitán
los recibió y los dichos indios se volvieron a su gente y que el
dicho capitán se retiró más atrás para dar lugar que los dichos
indios saliesen sin temor, no consintiendo hacerles ningún agra-
vio, sino muy buen tratamiento; y si saben que si el dichc capitán
quisiera seguir el alcance y no detuviera la gente, que muriera
muy gran cantidad de los dichos indios por no tener salida los
dichos indios para ninguna parte ni bastimentos; digan los testi-
gos lo que cerca de esto saben.
"10. ítem, si saben, etc., que salidos los dichos indios de las
dichas angosturas el dicho Baltasar Guerra les hizo buen trata-
miento y los recogió y pobló en su asiento antiguo, que había
muchos años antes que el dicho Baltasar Guerra viniese, que esta-
ban despoblados de él y les hizo hacer casas e iglesias y poner
cruces e imágenes y doctrinar en las cosas de nuestra santa fe
católica, y se tornaron algunos cristianos, y porque no tenía señor
natural, sino que el que más podía más mandaba, les señaló dos
indios por principales en nombre de su majestad, el uno que se
La doble rebelión de los chiapanecas 103

decía Guajaca, que después de bautizado se dijo don Juan, y el


otro se decía Ozuma y después de bautizado se dijo don Diego;
digan los testigos lo que cerca de esto saben.
" 1 1 . ítem, si saben etc., que después de pacificados el dicho
pueblo de Chiapa y sus sujetos, por la información que le habían
dado de las provincias y pueblos comarcanos que estaban de
guerra y de mala voluntad, les envió a hablar y a requerir que
viniesen de paz y a dar obediencia a su majestad con todo el re-
querimiento que en este caso se suele hacer; y si saben que los
dichos indios no quisieron venir a sus llamamientos, y el dicho
capitán envió dos capitanes con gente por dos partes y él fue por
otra sobre los dichos indios, y al entrar de la tierra de guerra
los dichos capitanes y gente se juntaron con el dicho Baltasar
Guerra porque así convino; el dicho Baltasar Guerra envió a re-
querir muchas veces a los dichos pueblos y provincias con la paz
en nombre de Dios nuestro señor y de su majestad, y no quisieron
venir; y si saben que los indios que tomaban de guerra los tornaba
a soltar y con ello enviaba a decir a sus vecinos y naturales que
viniesen de paz y el buen tratamiento que su majestad les manda-
ba hacer; digan los testigos lo que cerca de esto saben.
"12. ítem, si saben, etc., que con los buenos medios y mañas
y ardides que el dicho Baltasar Guerra tuvo, sin hacer ninguna
crueldad ni mal tratamiento, a cabo de pocos días le vinieron de
paz y a dar la obediencia a su majestad la provincia de Estacomi-
tán y la de Comiapa y la Estapangajoya y la de Ostuacán y Sulusu-
chiapa y Mincapán y Gualpitán con otros pueblos, y seguros y
pacíficos los dejó poblados y dieron todos la obediencia a su ma-
jestad y lo han guardado y guardan hasta hoy día y viven todos
en policía y cristiandad y tienen templos e insignias de buenos
cristianos, siendo muy usado entre ellos, antes que el dicho Balta-
sar Guerra los pacificase y poblase, el sacrificar a los demonios
y pecar contra natura y otros vicios y pecados y malas costumbres
que tenían; digan lo que cerca de esto saben.
"13. ítem, si saben etc., que después de pacificados y poblados
los dichos indios, el dicho Baltasar Guerra se fue a ver con el
dicho adelantado don Pedro de Alvarado que estaba en la provin-
cia de Nicaragua, que es más de doscientas leguas de Chiapa,
para hacerse a la vela a las provincias del Perú, que por ausencia
del dicho Baltasar Guerra, pensando que no había de volver más,
104 La batalla del Sumidero

el dicho pueblo de Chiapa se alzó y rebeló contra el servicio de


Dios nuestro señor y su majestad y quemó los templos y cruces
e imágenes y las ensuciaron y quebraron, y porque los dichos prin-
cipales que en nombre de su majestad dejó el dicho Baltasar
Guerra no quisieron ser en el dicho alzamiento, mataron al dicho
don Juan y dejaron por muerto al dicho don Diego, y que después,
de noche, tomaron al dicho don Diego amigos suyos y huyendo
con él lo trajeron a la dicha villa de San Cristóbal, y con la buena
cura que hubo sanó de las dichas heridas, y luego otro día fue
un alcalde de la dicha villa con algunos vecinos a caballo al dicho
pueblo de Chiapa y lo hallaron de guerra y así los recibieron,
y aunque le requirieron en nombre de su majestad con la paz,
no la quisieron, y con muerte de un español, vecino de la dicha
villa, que se decía Pedro Vizcaíno, se volvió el dicho alcalde y
los dejó de guerra como los halló; digan los testigos lo que en
esto saben.
"14. ítem, si saben etc., que después que el dicho Baltasar
Guerra volvió a la dicha villa, envió a decir y a hacer saber a
los indios del dicho pueblo de Chiapa, como era venido, que die-
sen la obediencia a su majestad y que les guardaría toda justicia
como su majestad mandaba, y que los dichos indios le enviaron
a decir muchas veces que no querían sino guerra y que fuese allá
el dicho capitán, que no había de ser como lo pasado; y si saben
que cuando el dicho capitán volvió a la dicha villa, halló mucha
gente de españoles de los pasajeros detenidos por la justicia de
la dicha villa, para que fuesen a servir a su majestad a la pacifica-
ción de dicho pueblo de Chiapa y el dicho Baltasar Guerra mandó
pregonar que el que quisiese ir a su costa [le daría] cuatro castella-
nos cada mes y de comer y servicio; y si saben que este mando
se hizo por los cantones de la plaza de la dicha villa; digan los
testigos lo que en esto saben.
"15. ítem, si saben etc., que con todos los más vecinos de
la dicha villa, a pie y a caballo, y con todos los españoles pasajeros
y estantes, que quisieron ir con el dicho Baltasar Guerra a servir
a su majestad, y con amigos de los naturales, fue sobre el dicho
pueblo de Chiapa, y antes que llegase, con más de media legua
al dicho pueblo, les envió con un escribano y testigos hacer los
requerimientos que su majestad mandaba que se les hiciese y que
el dicho escribano y testigos volvieron diciendo que no querían
La doble rebelión de los chiapanecas 105

sino guerra los indios; y si saben que el dicho Baltasar Guerra,


visto esto, puesta su gente en su orden, fue al dicho pueblo de
Chiapa y halló las iglesias quemadas y las cruces quemadas y
quebradas y todos los naturales del dicho pueblo de guerra con
sus armas y no parecían mujeres ni gente menuda, y asentó su
real adonde la primera vez y allí salían los dichos indios de Chiapa
a pelear con los españoles; y si saben que el dicho capitán les
tornó a requerir con la paz, y los dichos indios les gritaban; y
si saben que, luego otro día, el dicho capitán asentó otro real
[a la] otra parte del dicho río como la otra vez y puso canoas
en el dicho río para señorearles, y estando algunos días esperando
a los dichos indios que viniesen de paz, haciéndoles muchos re-
querimientos para ello de parte de Dios nuestro señor y de su
majestad, los cuales dichos indios no querían dar la obediencia
a su majestad y sin irlos a buscar venían ellos por el río a pelear
con los españoles; digan los testigos lo que cerca de esto saben.
"16. ítem, si saben, etc., que a cabo de algunos días que el
dicho Baltasar Guerra estuvo esperando a los dichos indios para
que viniesen de paz y haciéndoles requerimientos y viendo que
no venían el dicho Baltasar Guerra, un día, antes que amaneciese,
levantó los dichos dos reales y con gente en canoas por el río
fue a amanecer en las dichas angosturas sobre los dichos indios
adonde les salieron a resistir, y peleando con ellos les ganaron
ciertas albarradas y siguieron el alcance hasta entrar a las vueltas
con ellas en la fuerza que otra vez tenían por principal, adonde
tenían una gran celada de mucha gente, que el dicho capitán y
los que con él iban estuvieron muy cerca de perder las vidas, y
después de haber mucho peleado con ellos arrancaron a huir los
dichos indios y se metieron en otra fuerza y pasaban como huyen-
do por la otra parte, en la cual tenían otra celada mayor, y el
dicho capitán se puso en el paso y detuvo la gente y luego inconti-
nenti, pensando que estaban dentro de la celada, soltaron de lo
alto de la sierra muy gran cantidad de piedras grandes que tenían
puestas por artificios y todas venían a dar en medio de la dicha
fuerza y desampararon, y de ver que el dicho capitán y los españo-
les los habían entendido, se tornaron a hacer fuertes en la dicha
fuerza, y que el dicho capitán puso su cerco sobre ellos y a cabo
de cierto días con buenas mañas y ardides que tuvo, los dichos
indios desampararon la dicha fuerza y se metieron en las angostu-
106 La batalla del Sumidero

ras y cuevas donde la primera vez y adonde tenían sus mujeres


y gente menuda.
"17. ítem, si saben etc., que después que los dichos indios
se metieron en las dichas angosturas, el dicho Baltasar Guerra
no quiso que se siguiese más el alcance y los tornó a requerir
en nombre de Dios nuestro señor y de su majestad que viniesen
de paz y a dar la obediencia a su majestad, y saben que dos o
tres de los dichos indios salieron a dar la dicha obediencia en
nombre de todos los demás y el dicho capitán los recibió, y que
porque los dichos indios le dijeron que la gente menuda había
miedo de pasar por entre los españoles, el dicho capitán hizo reti-
rar la más de la gente como la primera vez y el dicho capitán
quedó allí con paz, y los dichos indios salieron con sus mujeres
y gente menuda con la hacienda que dentro tenían; y si saben
que si el dicho capitán quisiera seguir el alcance, que muriera
gran cantidad de gente; digan lo que saben.
"18. ítem, si saben etc., que después de salida toda la gente
de las dichas fuerzas y angosturas, el dicho Baltasar Guerra los
pobló en su asiento viejo y les hizo hacer casas y templos y de
cada día les iba poblando más y haciendo mejores casas y mejores
templos y los hacía bautizarlos y doctrinarlos en las cosas de nues-
tra santa fe católica y les nombró por principal en nombre de
su majestad al dicho don Diego porque había sido leal a su majes-
tad, al cual dio caballos y espadas y ropas de seda y paño y camisas
y jubones a costa del dicho Baltasar Guerra y una yegua y puercos
de cría y ovejas; y si saben que asimismo a don Pedro, que sucedió
al mando por muerte del dicho don Diego, dio el dicho Baltasar
Guerra dos caballos y una yegua y ganado de puercos y ovejas
y vestidos y otras cosas, y a don Juan, principal, y a otros principa-
les dio cosas de Castilla y de la tierra y todo lo que le pedían;
y si saben que así en esta pacificación y guerra como en todas
la demás que hizo, nunca herró por esclavos indio ni indios chico
ni grande, aunque en aquel tiempo había hierro de guerra; digan
los testigos lo que cerca de esto saben.
"19. ítem, si saben etc., que el dicho adelantado don Pedro
de Alvarado gobernador por su majestad depositaba y encomen-
daba en nombre de su majestad pueblos de indios a las personas
que le parecía, y que con las cédulas de encomienda que de ellos
daba los poseían y se servían de ellos conforme a las dichas cédulas
La doble rebelión de los chiapanecas 107

y llevaban de ellos tributos, y que hoy día muchos de los que


tienen las dichas cédulas de encomienda tienen y poseen los di-
chos indios; y si saben que el dicho gobernador encomendó y de-
positó en nombre de su majestad al dicho Baltasar Guerra el
pueblo de Chiapa y su[s] sujeto[s] el cual lo poseyó y se sirvió
de él pacíficamente hasta que el dicho Baltasar Guerra desistió de
él, y que este dicho depósito le hizo el dicho gobernador por los
servicios que a su majestad había hecho y por los que pensaba
que le hacía -y por la calidad y merecimiento de su persona [sin]
otro fin ni respeto; digan los testigos lo que cerca de esto saben.
"20. ítem, si saben etc., que el dicho Baltasar Guerra se desistió
del dicho pueblo de Chiapa y sus sujetos para que el que goberna-
ba en nombre de su majestad hiciese de ellos lo que más servicio
de Dios y de su majestad fuese, y si saben que a la sazón era
teniente de gobernador y en la dicha Ciudad de Real, por el ade-
lantado don Francisco de Montejo, García de Mendaño, el cual
con poder que para ello tenía del dicho adelantado depositó y
encomendó los dichos indios de Chiapa y sus sujetos a Juan
Guerra hijo natural del dicho Baltasar Guerra, teniendo respeto
a los servicios que el dicho Baltasar Guerra, su padre, a su majes-
tad había hecho en aquellas partes, y que el dicho Juan Guerra
fue metido en la posesión de los dichos indios por la justicia y
los poseyó pacíficamente hasta que el licenciado Cerrato, presi-
dente de su majestad, le despojó ;e !los sin oírle ni por tela de
juicio ser vencido conforme a la orden que su majestad tiene dada;
y si saben que el dicho Juan Guerra no dio al dicho Baltasar
Guerra, su padre, él ni otra persona, ningún interés por los dichos
indios; digan los testigos lo que cerca de esto saben.

[Testimonio de Rodrigo SasJ

"A la cuarta pregunta dijo que lo que de ella sabe es que cuando
vino el dicho Baltasar Guerra como dicho tiene, le vio salir con
vara de teniente de gobernador del cabildo de esta ciudad y le
vio enviar a llamar y requerir unas dos veces los indios y señores
y principales del pueblo de Chiapa para que viniesen a dar la
obediencia a su majestad, porque había días que estaban rebela-
dos y de guerra, los cuales no solamente no quisieron venir, antes
108 La batalla del Sumidero

burlaban de lo que les enviaban a decir y enviaban a hacer, dicien-


do que fuesen, que allí los hallarían, porque ya sabían que ellos
no se escondían ni huían como los otros quelenes, sino que allí
les esperarían como otros capitanes habían hecho, y que esto sabe
de esta pregunta.
"A la quinta pregunta dijo que la sabe como en ella se contie-
ne. Preguntado cómo lo sabe, dijo que porque este testigo fue
uno de los vecinos de esta ciudad que fue con el dicho Baltasar
Guerra y vio que media legua poco más o menos del pueblo de
Chiapa envió el dicho Baltasar Guerra capitán a un escribano,
que se decía Domingo de Meléndez, con un naguatato intérprete
y con seis españoles de caballo a requerirlos diesen la obediencia
a su majestad y viniesen de paz, y que si lo hiciesen, que los recibi-
ría en nombre de su majestad y les haría todo buen tratamiento
y les guardaría enteramente su justicia, el cual escribano y espa-
ñoles que con él fueron vio volver diciendo que no querían paz
y que los flechaban diciendo que qué hacía el capitán y los demás,
que si eran ciguatas, que quiere decir mujeres, que no osaban
ir; y que entonces el capitán ordenó su gente y poco a poco fue
al pueblo de Chiapa, el cual halló despoblado, y pasó por él y
fue asentar el real junto al río que pasa cerca del dicho pueblo,
y este mismo día, yendo el capitán con tres de caballo a procurar
de traerlos de paz, salieron los indios de guerra a él, y el dicho
Baltasar Guerra mandó a los que iban con él que no les hiciesen
daño, y los indios, viendo que no los acometían, arremeten con
ímpetu a los que iban con el dicho capitán y mataron un caballo
a Cristóbal de Comontes, vecino de esta ciudad que era uno de
los que iban con él y le mandó enterrar el dicho caballo a la noche
el dicho capitán, para que los enemigos no viesen el daño que
habían hecho, porque tenían por gran hazaña matar un caballo
entonces, porque ahora ni matar diez no lo tienen en nada...
"A la sexta pregunta dijo que la sabe como en ella se contiene.
Preguntando cómo lo sabe, dijo que porque este testigo vio pasar
lo contenido en la dicha pregunta, porque delante de él mandó
el dicho capitán que ninguno pelease ni hiciese daño ninguno
a los dichos indios ni saliese del real, y vio venir muchos indios
por la ribera del río y otros nadando con sus calabazas, que es
que pueden muy fácilmente flechar estando en el agua, los cuales
tiraban infinidad de flechas, y este testigo era uno de los que
La doble rebelión de los chiapanecas 109

arrodelaban mientras comían, y que esto fue así tres días o cuatro
arreo, los cuales el dicho capitán les había dado de término para
que viniesen de paz y a dar la obediencia a su majestad, no obstan-
te que en los dos días les hacía requerimientos, y cuanto más
les requería, más gente de guerra venía y más flechas echaban...
"A la séptima pregunta dijo que lo que de ella sabe es que
este testigo vio pasar al dicho Baltasar Guerra de la otra parte
del río a mirar la disposición de la tierra para asentar otro real,
luego incontinenti asentó y dejó por capitán a Francisco Ortiz
de Velasco, vecino de esta ciudad, y el dicho capitán se fue con
seis compañeros (y este testigo era éi uno de ellos) a ver la fuerza
que estaría de allí media legua, y vio toda la fuerza clara, y estan-
do mirando la dicha fuerza, salieron cantidad de gente de guerra
y vinieron dándoles grita y flechándolos hasta que llegaron al real
que había asentado, sin consentir que les hiciesen ningún daño,
puesto que se les pudiera hacer, porque todos llevaban ballestas;
y en llegando mandó que las canoas que habían venido del pueblo
de Ostuta en el río arriba se equipasen de amigos y españoles
para guarda del río, que era de donde más a la continua flecha-
ban; y que otro día se movieron los reales cada uno por su parte,
a vista el uno del otro, que se oía lo que los unos hablaban a
los otros, y las canoas con amigos y españoles en medio, fueron pe-
leando hasta entrar y meterlos en las angosturas, que pasadas
las casas y sacrificios [que] tenían y en el camino hallaron dos
indios sacrificados y una india con muchas flechas encima de los
dichos indios sacrificados, y vio como el dicho Baltasar Guerra
mandó quemar las casas y cues de sacrificios que estaban todas
llenas de sangre, y que sabe que la dicha fuerza no había sido
vista de ningún español hasta entonces, puesto que otras veces
antes se habían rebelado los dichos chiapanecas y habían ido capi-
tanes a conquistarle (y este testigo fue con ellos) y nunca se vio
la dicha fuerza.
"A la octava pregunta dijo que la sabe como en ella se contie-
ne. Preguntado como la sabe, dijo que porque este testigo estuvo
y se halló presente a los requerimientos que el dicho Baltasar
Guerra les hizo y vio que envió a un vecino de esta ciudad, que
se llama Pedro de Solórzano, con ciertos españoles a tomarles
lo alto de la sierra, que era de donde echaban muchas galgas
y piedras y peñas sobre el real que estaba junto a la fuerza, veras
110 La batalla del Sumidero

del río, al cual el dicho Baltasar Guerra dijo que encumbrando


la sierra le hiciese una señal para que él acometiese abajo, y que
así se hizo, y el dicho capitán acometió y les entró y los enemigos
pegaron fuego a los bastimentos que tenían recogidos en la fuerza
y se fueron retrayendo hasta las angosturas donde el río se despe-
ña, donde tenían las mujeres con toda la gente menuda...
"A la novena pregunta dijo que la sabe como en ella contiene.
Preguntado cómo la sabe, dijo que porque este testigo estuvo pre-
sente a.todo lo susodicho y vio y oyó los dichos requerimientos
que el dicho capitán Baltasar Guerra hacía a los indios con intér-
pretes de parte de Dios nuestro señor y de su majestad y vio salir
cuatro indios y conoció al uno que se decía Eza y oyó el parlamen-
to que los dichos indios hicieron al dicho capitán, en que dijeron
que si habían estado rebelado y de guerra había sido en confianza
de sus fuerzas y por tenerlas por inexpugnables, porque desde
la fundación de Chiapa de sus pasados hasta entonces ninguno
de que hubiesen sido sus enemigos y con quien tuviesen guerra
no tan solamente se las habían ganado ni entrado en ellas mas
ni aun bastó, así indios como españoles, y que ahora tenían enten-
dido que eran los españoles invencibles, pues peleaban contra pe-
ñas y angustiaban por donde aun los pájaros les parecía no poder
llegar; y sabe que si el dicho Baltasar Guerra no se pusiera con
una espada y una rodela en un paso de dos peñas para defender
que los españoles ni amigos no hiciesen el alcance, se les hiciese
muy gran daño y mataron la mayor parte de ellos, porque estaban
en parte que no podía salir ninguno sin ser tomado, porque por
el río no podían ir abajo por el salto que hacía que es muy grande,
y por la una parte y por la otra es peña tajada de doscientos esta-
dios...
"A las trece preguntas dijo que lo que de ella sabe es que
vio salir de esta ciudad al dicho Baltasar Guerra para ir a verse
con el adelantado que estaba en la provincia de Nicaragua y pres-
tándose para pasar a las provincias de Perú, y que después oyó
decir este testigo a Pedro de Solórzano y a Luis de Mazariegos,
vecinos de esta ciudad, que habían estado todos tres en León con
el dicho adelantado hasta que se hizo a la vela con su armada
desde el Realejo, y que sabe que cuando el dicho Baltasar Guerra
salió de esta ciudad quedaba el pueblo de Chiapa de paz y servía
en esta ciudad y que ausente el dicho Baltasar Guerra se alzó y
La doble rebelión de los chiapanecas 111

quemó la iglesia e imágenes y cruces y sacrificó muchos indios,


y mataron a un señor que se decía don Juan, que primero se llama-
ba Guaxaca, y el don Diego, que era el otro señor, vino a esta
ciudad herido y huyendo; y vio salir de esta ciudad a un alcalde,
que se llamaba Francisco de Solís, con otros españoles a requerir
viniesen de paz, no quisiesen experimentar tantas veces la guerra,
y que no quisieron dar la paz; y vio traer muerto, a costa de dos,
a uno de los que fueron con el dicho alcalde y que era vecino
de esta ciudad y se llamaba Pedro Vizcayno...
"A las catorce preguntas dijo que lo que de ella sabe es que
después que vino el dicho Baltasar Guerra a esta ciudad vio como
envió a llamar a los dichos indios de Chiapa y a requerirlos diesen
la obediencia a su majestad y que si no quisiesen que del todo
punto los destruyese, pues sabían la voluntad que los españoles
y naturales tenían para su destrucción, porque ya eran cinco veces
que se habían rebelado contra el servicio de su majestad, que
solos ellos eran los que tenían inquietos y desasosegados todos
los naturales de la tierra; y que si viniesen, que él en nombre
de su majestad los perdonaba, y donde no, que tuviesen entendido
que había de hacer justicia; los cuales le enviaron a decir con
los mensajeros que envió, que fuesen, que allí los hallaría y que
pensasen los españoles que lo habían de hacer como las otras ve-
ces pasadas; y oyó este testigo un pregón que se dio, que el dicho
Baltasar Guerra mandó dar, que a todos los que quisiesen ir a
la conquista les daría de su hacienda cuatro pesos cada mes y
de comer y armas y que más hubiese menester, y que este mando
y pregón vio fijado en la calle [en] el cantón de la casa en que
vivía Pedro de Estrada.
"A las quince preguntas dijo que la sabe como en ella se con-
tiene; preguntado cómo la sabe, dijo que porque este testigo es
uno de los que fueron a la guerra y vio que, media legua poco
más o menos del dicho pueblo de Chiapa, envió el dicho Baltasar
Guerra un escribano e intérprete y testigos que les hiciesen reque-
rimiento de parte de Dios nuestro señor y de su majestad que
viniesen de paz y que se les perdonaba lo pasado y se les haría
todo buen tratamiento; los cuales no quisieron, antes dijeron el
escribano y testigos que con él fueron que les habían dado mucha
grita y tirado muchas flechas; y que luego vio este testigo cómo
todos con el dicho capitán fueron al dicho pueblo, el cual hallaron
112 La batalla del Sumidero

despoblado, sin gente ninguna, y la iglesia quemada y las eructo,


y que de allí pasó y asentó el real un poco más adelante que la
otra vez, y que de allí les hacía requerimiento con los intérpretes
a los indios de guerra que venían al río arriba para pelear con
los españoles, a los cuales mandó que no peleasen con ellos ni
les hiciesen ningún daño, hasta ver si por bien los podrían reducir
al servicio de su majestad; y que otro día vio este testigo cómo
se puso otro real de la otra parte del río por mando del dicho
capitán Baltasar Guerra, y equipar las canoas con gente de españo-
les y amigos para quitarles el río; y que vio que estuvieron los dichos
reales siete u ocho días sin moverse ni hacer daño a los dichos indios
chiapanecas, esperándolos a que viniesen de paz.
"A las dieciséis preguntas dijo que la sabe como en ella se
contiene: preguntando cómo lo sabe, dijo que porque este testigo
se halló presente a lo susodicho y fue uno de los que fueron por
la otra parte del río, de donde se parecía mejor la fuerza y todo
lo que se hacía de la otra parte donde iba el dicho Baltasar Guerra
con el otro real y vio ir peleando con los dichos enemigos chiapa-
necas f hasta meterlos en una albarrada que estaba ante de sus
casas, las cuales desampararon por meter a los españoles en una
celada que tenían adelante echada de mucha gente, la cual pelean-
do se desbarató; y entrando más adentro vio echar mucha canti-
dad de peñas de lo alto de la sierra, que estaba hecho a propósito
para matar a los españoles; y vio que si no fuera porque se ponían
tras de peñas y tras de árboles gruesos, recibieron mucho daño
los españoles; y vio que desde a ciertos días, acosados del cerco,
se retrajeron a las angosturas del río, adonde habían hecho una
fuerza que bajaba desde la sierra hasta entrar en el río.
"A las diecisiete preguntas dijo que la sabe como en ella se
contiene; preguntado cómo la sabe, dijo que porque este testigo
vio pasar esto todo lo que la pregunta dice, y vio salir los dichos
indios a dar la paz en nombre de todos los demás que dentro
quedaban; y vio cómo el dicho capitán Baltasar Guerra mandó
a los españoles y amigos que se volviesen atrás a donde estaba
asentado el real, y él se quedó allí con ciertos españoles, y este
testigo es uno de los que con él quedaron; y vio como salieron
los dichos indios con sus mujeres y gente menuda y hacienda,
y se fueron a poblar al dicho pueblo viejo de Chiapa; y sabe que
el dicho capitán Baltasar Guerra fue causa de que no se hiciese
La doble rebelión de los chiapanecas 113

justicia y daño y se matasen los más de ellos, porque todos los


españoles y amigos estaban indignados contra el dicho Baltasar
Guerra, porque no consintió que se les hiciese guerra a fuego
y a sangre, que sólo los chiapanecas eran los que traían toda la
tierra inquieta y desasosegada, y que lo tenían por uso y costum-
bre de rebelarse y no guardar palabra ni fe que diesen de paz,
y que así murmuraban todos en general del dicho Baltasar Guerra
de la demasiada piedad que con ellos usaba.
"A las dieciocho preguntas dijo que lo que de ella sabe es
que después de salidos de la fuerza los vio poblados en sus casas
y vio iglesias y retablos muy buenos en ellas, y vio ir clérigo y
clérigos a ruego de dicho Baltasar Guerra y pagándoselos a bauti-
zar a los dichos naturales y a doctrinarlos en las cosas de nuestra
santa fe; y vio siempre andar muy bien tratados al dicho don Die-
go y a otros principales, vestidos a lo español con sus capas y
sayos, calzas y borceguís; y muchas veces vio andar a caballo al
dicho don Diego y a otros principales, a los cuales este testigo
preguntó quién se los había dado, y le dijeron que Baltasar
Guerra; y sabe que en todas las veces que el dicho Baltasar Guerra
hizo guerra a Chiapa no se herró ni consintió que se herrase escla-
vo, puesto que había hierro de guerra y ellos lo tenían muy bien
merecido por las muchas veces que habían rebeládose contra el
servicio de su majestad; y a este testigo tomó el dicho Baltasar
Guerra once indios e indias que había tomado en la dicha guerra
y se los pagó, para que los dejase ir libres a sus casas.

[Testimonio de don Pedro, cacique


y gobernador del pueblo de Xaltepeque]

"A la quinta pregunta dijo que lo que de ella sabe es que estando
el dicho pueblo de Chiapa de guerra llegaron mensajeros del di-
cho Baltasar Guerra a este testigo para que viniese con gente
de amigos del dicho pueblo de Xaltepeque para la pacificación
del dicho pueblo de Chiapa, y que este testigo se partió luego del
dicho pueblo con sesenta hombres y vino al dicho pueblo de Chia-
pa donde halló al dicho Baltasar Guerra, capitán, con gente de
españoles de a pie y de a caballo, y allí vido este testigo enviarle
a requerir a los dichos chiapanecas ante un escribano, que vinie-
114 La batalla del Sumidero

sen de paz y que no les harían mal, y que después vido volver
al dicho escribano y a las demás personas que con él fueron a
requerir a los dichos chiapanecas, diciendo que los susodichos
no querían venir de paz, y que vido este testigo [que] Baltasar
Guerra los tornó a enviar otras veces a hacer los dichos requeri-
mientos con el escribano y con otros ciertos españoles que con
él fueron, y que no quisieron venir de paz, como dicho tiene, y
que en aquella sazón estaba el real asentado vera del río, arriba
del que está en el dicho pueblo de Chiapa, y que esto es lo que
sabe y vido de lo contenido en esta pregunta.
"A la sexta pregunta dijo que lo que de ella sabe es que este
testigo vido venir los indios de guerra del dicho pueblo de Chiapa
por el río arriba, por las orillas de éi y a nado armados con sus
escaguipiles y arcos y flechas, flechando a los españoles que esta-
ban en la dicha ribera, y que vido el dicho capitán Baltasar Guerra
daba voces a los españoles e amigos mandándoles que no peleasen
con los dichos indios de guerra, y vido que entonces el dicho Bal-
tasar Guerra estando presentes los dichos indios de guerra, les
tornó otras veces con intérpretes a requerir que diesen la obedien-
cia al emperador y que viniesen de paz y que vido que respondie-
ron a voces que no querían paz sino guerra, y que esto sabe de
esta pregunta.
"A la séptima pregunta dijo que la sabe como en ella se contie-
ne. Preguntado cómo la sabe, dijo que porque este testigo fue
uno de los que entraron peleando con su gente de amigos contra
los dichos naturales de guerra y en favor de los dichos españoles,
y vido ser y pasar así lo contenido en la dicha pregunta.
"A la octava pregunta dijo que la sabe como en ella se contie-
ne porque se halló este testigo presente a lo contenido en la dicha
pregunta y fue el intérprete que por mandado del dicho capitán
habló y llamó de paz a los dichos indios de guerra porque el dicho
Baltasar Guerra, capitán, le dijo, llámalos por bien que vengan
de paz porque no les querría hacer mal, y en el entretanto que
este testigo los estaba llamando y hablando de parte del dicho
capitán para que viniesen a dar la dicha obediencia, vido que
el dicho capitán Baltasar Guerra se puso en un paso angosto entre
los españoles y los indios de guerra y no dejó que pasase ninguno
adonde estaban los dichos indios de guerra, deteniéndolos con
su espada sacada para que no hiciesen daño a los dichos indios
La doble rebelión de los chiapanecas 115

de Guerra, y como este testigo vido que los dichos indios no que-
rían venir en paz y que el dicho capitán Baltasar Guerra defendía
que no les entrasen a hacer nial, arrojó este testigo en el suelo
su rodela y no quiso más pelear con los dichos indios, diciendo,
vamonos a nuestras casas pues que el capitán no quiere que des-
truyamos a estos indios, y que por esto sabe lo en la dicha pregun-
ta contenido porque lo vido ser y pasar todo como en la dicha
pregunta se contiene.
"Á la novena pregunta dijo que la sabe como en ella se contie-
ne por lo que dicho tiene en la pregunta antes de ésta y porque
se halló este testigo presente a todo lo contenido en la dicha pre-
gunta y lo vido ser y pasar así como en ella se contiene.
"A la décima pregunta dijo que la sabe como en ella se contie-
ne. Preguntado cómo la sabe, dijo que porque el dicho Baltasar
Guerra dijo a este testigo que se estuviese en el dicho pueblo
de Chiapa algunos días y poblase los dichos indios como hombre
que los entendía, y que este testigo hizo así y se estuvo en el
dicho pueblo ciertos días hasta que se poblaron bien y les hizo
poner cruces y hacer iglesias, y vido que el dicho Baltasar Guerra
puso por principales del dicho pueblo a los dichos don Diego y
don Juan porque este testigo le dio noticia de ellos y que eran
buenos para ser principales del dicho pueblo y para lo tener en
paz, y que por esto sabe la dicha pregunta.
"A las once preguntas dijo que lo que de ella sabe es que vido
este testigo las provincias y pueblos de Estacomitán y Comiapa
y Gualpitán y Solusuchiapa y Estapanquaxoya y Mincapa y Teapa
estar de guerra y vido que el dicho Baltasar Guerra los envió a
llamar que viniesen de paz. v vido volver los mensajeros que los
iueron a llamar por mandado del dicho capitán diciendo que
los dichos indios de guerra no querían venir de paz y vido salir
de esta ciudad para las dichas provincias a los capitanes que la
pregunta dice, y esto sabe de esta pregunta.
"A las doce preguntas dijo que la sabe como en ella se contie-
ne. Preguntado cómo la sabe, dijo que porque este testigo anduvo
con el dicho capitán y fue uno de los que entrevinieron en los
medios que se dieron entre el dicho capitán y los naturales de
guerra, mediante los cuales dichos medios vinieron de paz, y sabe
que siempre la han mantenido y guardado hasta el día de hoy
sin haberse rebelado y ve entre ellos manera de cristiandad por
116 La batalla del Sumidero

verlos que tienen iglesias adornadas y cruces y juntarse a la doctri-


na cristiana, y que sabe que antes que a los dichos indios de
guerra los trajese de paz el dicho capitán Baltasar Guerra, tenían
de costumbre de usar del pecado nefando y entre los susodichos
lo usaban públicamente, y que para el dicho efecto tenían unas
casas que llamaban calpules donde dormían de dos como marido
y mujer, los cuales durante que usaban el dicho pecado no tenían
participación con mujeres y que por esto sabe lo contenido en
la dicha pregunta.
"A las trece preguntas dijo que lo que de ella sabe es que
cuando el dicho Baltasar Guerra salió de esta provincia para irse
a ver con el adelantado Alvarado estaba en aquella sazón el dicho
pueblo de Chiapa de paz, y que ausente el dicho Baltasar Guerra
se alzó y mató al dicho don Juan, señor que era del dicho pueblo
de Chiapa, y vido en esta ciudad al dicho don Diego, que era
el otro señor, que vino huyendo herido en la cabeza y le vido
curar este testigo, y esto sabe de esta pregunta.
"A las catorce preguntas dijo que lo que sabe de ella es que
venido a esta ciudad el dicho Baltasar Guerra, vino este testigo
a verlo y vido que el dicho Baltasar Guerra envió dos mensajeros
indios al dicho pueblo de Chiapa, el uno natural del dicho pueblo
que se llamaba Chapoli y el otro era mejicano, con los cuales les
envió a hacer saber como era venido y a requerirles que viniesen
de paz, donde no, que irá allá con gente de españoles y amigos,
y que al tiempo que los dichos mensajeros volvieron este testigo
no estaba en esta ciudad, que se había vuelto a su pueblo, en
el cual desde ha pocos días oyó decir a ciertos indios que habían
venido allí de fuera que los dichos mensajeros que habían vuelto
habían dicho al dicho Baltasar Guerra que no querían venir de
paz los dichos indios de Chiapa, y que esto sabe de esta pregunta.
"A las quin:c preguntas dijo que lo que de ella sabe es que
cuando este testigo vino al dicho pueblo de Chiapa, trajo consigo
del dicho su pueblo ochenta hombres, y al tiempo que llegó al
dicho pueblo halló al dicho Baltasar Guerra con su real asentado
en la ribera del dicho río de Chiapa, un poco más abajo de donde
la primera vez que se rebelaron lo tenían asentado, y vido este
testigo asimismo, otro real asentado de la otra parte del dicho
río y las canoas con españoles y amigos dentro del dicho río, y
les vido hacer muchos requerimientos para que viniesen de paz,
La doble rebelión de los chiapanecas 117

y este testigo fue intérprete de los dichos requerimientos porque


es de la lengua de los dichos chiapanecas, y que no obstante los
dichos requerimientos, respondieron que no querían venir de paz,
y esto sabe de esta pregunta.
"A las dieciséis preguntas dijo que la sabe como en ella se
contiene, porque este testigo se halló presente a todo lo contenido
en la dicha pregunta, y lo vido ser y pasar así, y porque los dichos
indios de guerra llamaban a voces a este testigo y a la gente que
llevó consigo diciendo: Vení, vení, vosotros zapotecas, que a todos
os tenemos de cortar las cabezas, y que por esto la sabe.
"A las diecisiete preguntas dijo que lo que de ella sabe, es
que este testigo, por mandado del dicho Baltasar Guerra, fue a
requerir y a llamar a los dichos indios que viniesen de paz, y
que salió a este testigo un indio de los dichos de guerra, que se
llama Antonio, el cual vino con este testigo ante el dicho capitán
Baltasar Guerra al cual habló el dicho capitán y lo envió para
que llamase a los demás indios de guerra y vido este testigo desde
ha un poco venir con el dicho Antonio otros tres indios que se
llama el uno Ozuma y el otro Mázate y otro Eza, los cuales trata-
ron de la dicha paz con el dicho capitán y se volvieron, y después
vido que todos vinieron de paz dende en tercero día, y vido este
testigo dar voces al dicho Baltasar Guerra diciendo a los españoles
y amigos que no les hiciesen ningún mal ni daño, y que esto sabe
de esta pregunta.
"A las dieciocho preguntas dijo que lo que sabe de ella es
que este testigo los vido poblar a los dichos indios de Chiapa
en el dicho su asiento viejo y hacer casas nuevas y dos iglesias
y poner cruces, y vido este testigo que el dicho Baltasar Guerra
dio un caballo blanco a don Diego, cacique y principal del dicho
pueblo, y un sayo y una capa de paño y otros aderezos de su perso-
na y cierto ganado de puercos y ovejas, y sabe y vido que por
ambas veces que el dicho Baltasar Guerra pacificó el dicho pueblo
de Chiapa no consintió que se hiciese ningún esclavo, y que cuatro
indias que este testigo había tomado en la dicha guerra se las
tomó el dicho capitán Baltasar Guerra y las pobló en el dicho
pueblo de Chiapa, y esto sabe de esta pregunta."
118 La batalla del Sumidero

15. LA DOBLE REBELIÓN, S E G Ú N LOS VECINOS


D E S A N CRISTÓBAL (1535)

Texto tomado de la Real merced de un blasón de armas a favor


de la villa de San Cristóbal de los Llanos, 1 de marzo de 1535,
Biblioteca Manuel Orozco y Berra, Archivo de Chiapas, t. I, doc.
núm. 1.

Las tres probanzas que acabamos de presentar expresan el punto


de vista de Baltasar Guerra. Las hemos de interpretar con un gra-
nito de sal, puesto que fueron redactadas a fin de defender los
intereses personales del encomendero de Chiapa de los Indios.
La información que contienen no sería fidedigna si no fuera corro-
borada por otros documentos de la época. Afortunadamente, estos
documentos existen. Entre ellos es de especial importancia la real
merced de un blasón de armas, que el rey de España concedió,
en 1 de marzo de 1535, a la villa de San Cristóbal de los Llanos.
Este documento oficial contiene la "relación" que en nombre
de los pobladores españoles de la villa vino a hacer en la corte de
Madrid el procurador Juan Méndez de Sotomayor.
Aprendemos de este relato que los chiapanecas se alzaron dos
veces y que por dos veces los vecinos de San Cristóbal volvieron
a someterlos. Ni una palabra sobre Baltasar Guerra y el papel que
éste tuvo en las dos pacificaciones, lo que indica que entre los
vecinos de San Cristóbal y el encomendero de Chiapa las relacio-
nes no eran de las más cordiales. Pero una cosa queda clara. Los
sancristobalenses recibieron su escudo de armas, no por méritos
ganados en 1528 bajo el mando de Diego de Mazariegos, sino por
servicios prestados en 1532 y 1534 a Baltasar Guerra. El blasón
que se enorgullece de poseer ahora el estado de Chiapas no inmor-
taliza la conquista de 1528, sino las pacificaciones de los indios
de Chiapa, cuatro y seis años más tarde.
El documento original, sellado y firmado por el rey, ya no exis-
te. Desapareció probablemente en el incendio que en 1863 destru-
yó el palacio de gobierno de la ciudad de San Cristóbal de las
Casas. Afortunadamente, el texto se conserva en varias copias, en-
tre ellas las que fueron inscritas en los cedularios que obran en
el Archivo General de Centroamérica, Guatemala, y en el Archivo
General de Indias, Sevilla.
El texto que presentamos aquí es una tercera copia, conserva-
da en una biblioteca pública de la ciudad de México. Es un "trasla-
La doble rebelión de los chiapanecas 119

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Real merced del blasón de armas que el rey de España


concedió a la villa de San Cristóbal, I o de marzo de 1535,
AGÍ, Guatemala 393, libro I, f. 123.
La batalla del Sumidero

,2lM>¿Mt JO TTW «-1

" " ^ "• ^ / ^

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Real merced del blasón de armas que el rey de España


concedió a la villa de San Cristóbal, 1° de marzo de 1535,
AGÍ, Guatemala 393, libro I, f. 123.
La doble rebelión de los chiapanecas 121

do", es decir una versión debidamente autentificada, que los san-


cristobalenses mandaron sacar del original en 1740.

"Don Carlos, por la divina clemencia rey de Castilla, de León,


de Aragón, de las dos Sicilias, de Hierusalem, de Navarra, de Gra-
nada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla,
de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los
Algarves, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de
las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano; conde de Barcelo-
na, señor de Vizcaya y de Molina, de Atenas, de Neopatria; conde
de Ruisellón, de Cerdeña; marqués de Oristán y de Gociano; archi-
duque de Austria; duque de Borgoña, Brabante y Milán; conde
de Flandes y del Tirol.
"Por cuanto Juan Méndez de Sotornayor en nombre del conse-
jero, justicia, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres
buenos de la villa de San Cristóbal de los Llanos, que es en la
provincia de Chiapa, nos hizo relación que los vecinos y conquis-
tadores de la dicha villa en la conquista y pacificación de aquella
provincia pasaron muchos peligros y trabajos, poniendo sus per-
sonas en mucho peligro y riesgo, y que habiendo conquistado la
mayor parte de la dicha provincia, los indios naturales de ella
se recogieron a una sierra que está cerca de la dicha villa, por
medio de la cual pasa un río muy grande caudaloso que se dice
el río de Chiapa, el cual entra en ciertas cuevas que hay en la
dicha sierra donde los dichos indios se recogían y hacían fuertes
para su defensa, a las cuales no se puede entrar sino es por el
dicho río, por ser la dicha sierra peña tajada de ambas partes
y no haber otro camino para entrar en ciertas cuevas que en ella
hay, donde los dichos indios mataron muchos españoles e indios
amigos; y que después de haber los dichos vecinos conquistadores
pacificado los dichos indios y traídolos de paz, se tornaron a alzar
y rebelar contra nos y nuestra corona real y se hicieron fuertes
en la mitad de una de las dichas peñas, y que para los ofender
no tenían otra entrada salvo por cima de la dicha peña, y que
para ello bajaban donde lo más alto de la dicha peña hasta donde
estaban los dichos indios, ocho o diez estados, con cuerdas y otros
artificios, y que de esta manera los tornaron a pacificar y atraer
a nuestra obediencia como ahora están; y nos suplicó y pidió por
merced mandásemos señalar armas a la dicha villa según y como
122 La batalla del Sumidero

las tienen las otras ciudades y villas de las nuestras Indias o como
la nuestra merced fuere. Y nos, acatando los trabajos y peligros
que los dichos vecinos y conquistadores y pobladores de la dicha
villa pasaron en la conquista y población de ella, tuvímoslo por
bien. Y por la presente hacemos merced y queremos y mandamos
que ahora y de aquí adelante la dicha villa de San Cristóbal de
los Llanos haya y tenga por sus armas conocidas, un escudo, den-
tro de él dos sierras, por medio de las cuales pase un río y encima
de una de las dichas sierras a la mano derecha esté un castillo
de oro y un león rampante y arrimado a él, y por encima de la
otra sierra a la mano izquierda salga una palma verde con su
fruta, con otro león rampante, arrimado asimismo a ella, en me-
moria de la advocación del glorioso señor san Cristóbal; todo ello
en campo colorado, según que aquí van figuradas y pintadas. Las
cuales armas damos a la dicha villa por sus armas y divisas señala-
das, para que las pueda traer y poner y traiga y ponga en sus
pendones, sellos y escudos y banderas y en las otras partes y luga-
res que quisiere y por bien tuviere, según y como y de la forma
y manera que las ponen y traen las otras villas de nuestros reinos
a quienes tenemos dadas armas y divisas.
"Y por esta nuestra carta mandamos al ilustrísimo príncipe
don Felipe, a nuestro muy caro y muy amado nieto e hijo, a los
infantes nuestros muy caros hijos y hermanos, y a los prelados,
duques, marqueses, condes, ricos hombres, maestros de las órde-
nes, priores, comendadores y subcomendadores, alcaides de los
castillos y casas fuertes y llanas, y a los de nuestro concejo, alcal-
des, alguaciles de la nuestra casa y corte y cnancillerías, y a todos
los concejos, corregidores, asistentes, gobernadores, alcaldes, al-
guaciles, merinos, prebostes, veinticuatros, regidores, jurados, ca-
balleros, escuderos, oficiales y hombres buenos de todas las ciuda-
des, villas y lugares de estos dichos nuestros reinos y señoríos
y de las dichas Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, así
a los que ahora son como a los que serán de aquí adelante, y a
cada uno y cualquier de ellos en sus lugares y jurisdicciones, que
guarden y cumplan y hagan guardar y cumplir la dicha merced
que así hacemos de las dichas armas, que las haya y tenga por
sus armas conocidas y las dejen como tales poner y traer, y que
en ello ni en parte de ello embargo ni contrario alguno no pongan
ni consientan poner en tiempo alguno ni por alguna manera, so
La doble rebelión de los chiapanecas 123

pena de la nuestra merced y de diez mil maravedises para la nues-


tra cámara a cada uno que lo contrario hiciere.
"Dada en la villa de Madrid a primero día del mes de marzo,
año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de mil y qui-
nientos treinta y cinco años. Yo el rey.
"El doctor Beltrán. Licenciado Xuárez de Carvajal. Licencia-
do Hernando de Peñalosa. Registrado. Bernaldarias. Por canci-
ller, Blas de Saavedra. Yo, Francisco de los Cobos, comendador
mayor de León, secretario de sus cesáreas y católicas majestades,
lo hice escribir por su mandato.
"(Concuerda este traslado con su original de que va hecho
mención, a que me remito el que hice sacar y saqué de pedimiento
del vecindario de esta ciudad para los ocursos y efectos que se
convengan. Va cierto, verdadero, corregido y concertado con su
original, que queda en las cajas de cabildo. Testigos a lo verlo
sacar, corregir y concertar: don Joseph de Zuasnabar, don Juan
Miguel de Lara, y don Joseph de Oseguera, vecinos de esta ciu-
dad, en donde es entregado en diecisiete días del mes de junio
de mil setecientos cuarenta y dos, y en fe de ello lo signo y firmo.
En testimonio de verdad, Francisco Javier de Ancheita, escribano
público.
"Nos, los infrascritos notarios que aquí firmamos, certifica-
mos en la forma que podemos cómo Francisco Javier de Ancheita,
de quien parece signado y firmado este instrumento, es tal escri-
bano público como se intitula, usa y ejerce dicho oficio, y a todos
los instrumentos que ante él han pasado y pasan, se les ha dado
y da entera fe y crédito, así en juicio como fuera de él, y para
que conste donde convenga de su pedimento, damos la presente.
En Ciudad Real, en dieciocho días del mes de junio de mil sete-
cientos y cuarenta años. Joseph Lucas de Villavicencio, notario.
Joseph Coutiño, notario)."

16. LA DOBLE REBELIÓN, SEGÚN BALTASAR GUERRA (1571)

Texto de una Real merced de un blasón de armas a favor de Balta-


sar Guerra, Madrid 19 de enero de 1571, AGÍ, Guatemala (?). Tex-
to tomado de Hermilo López Sánchez, Apuntes históricos de San
Cristóbal de las Casas, t. I, pp. 383-386.
124 La batalla del Sumidero

Los vecinos de San Cristóbal de los Llanos recibieron su blasón


de armas en 1535. Baltasar Guerra, de regreso en España desde
1545, no descansó hasta haber conseguido del rey el mismo privile-
gio. Esperó más de veinticinco años antes de ver su sueño hecho
realidad. A 19 de enero de 1571, el rey Felipe II le otorgó la merced
de unas armas, "las mismas que se dieron a la villa de San
Cristóbal".
Transcribimos íntegramente el texto de esta real merced de
un blasón de armas, despachada en Madrid en la fecha menciona-
da. Es parte de un expediente, relativo a los méritos de Baltasar
Guerra y sus descendientes, que se conserva en el Archivo General
de Indias. Nos interesa del documento sobre todo el resumen que
da de las actividades de Baltasar Guerra en la gobernación de
Chiapa. Aprendemos que Guerra llegó a Guatemala en 1531, y
que poco después fue mandado por Pedro de Alvarado a Chiapa
en calidad de teniente de gobernador del adelantado. El texto da
un relato relativamente detallado de las dos rebeliones chiapane-
cas y de la sublevación zoque. No falta, por supuesto, la descrip-
ción de las tres pacificaciones. Debido al recurso del tiempo —Bal-
tasar Guerra está recordando acontecimientos que tuvieron lugar
hace más de 35 años—, la pacificación de los chiapanecas en 1534
recibe una mayor importancia que la que tuvo en la realidad; y
la pacificación de los zoques es colocada erróneamente después
de 1534. Pero aparte de estos dos ligeros defectos, el texto es un
documento de excepcional valor. Retoma y resume admirablemen-
te la información contenida en las tres probanzas de 1532, 1533
y 1554 (cf. docs. núm. 12, 13, 14).

"[...] Don Felipe por la gracia de Dios rey de Castilla, de


León, de Aragón [...] etc. Por cuanto por parte de vos, Baltasar
Guerra de la Vega, vecino de la ciudad de Zamora, me ha sido
hecha relación, que vos pasastes a las provincias de la Nueva Es-
paña y Guatemala el año pasado de mil y quinientos y treinta,
V estuvistes en ellas más tiempo de veinte años, empleándoos en
nuestro real servicio con vuestras armas y caballos y criados, y
estando en la provincia de Guatemala el adelantado don Pedro
de Alvarado nuestro gobernador, con necesidad que para ello hu-
bo os envió por capitán general y teniente de gobernador a la
villa de San Cristóbal, que ahora se dice Ciudad Real de Chiapa,
y llegado que fuistes a la dicha villa y siendo admitido a los dichos
oficios y cargos, y siendo informado que la provincia y pueblo
La doble rebelión de los chiapanecas 125

de Chiapa estaba de guerra y sin querer venir a darnos la obedien-


cia, y que asimismo eran causa de que otros pueblos y provincias
comarcanas no se estuviesen alterados y sin venir a nuestra obe-
diencia y dominio y adorando ídolos y sacrificando gentes y usan-
do y cometiendo pecados y malas costumbres en ofensa de Dios
nuestro señor, y que los enviastes muchas veces a llamar y a reque-
rir de nuestra parte que viniesen al conocimiento de Dios nuestro
señor y en nuestra obediencia, y les haríades todo buen tratamien-
to, y visto que no lo querían hacer, fuistes sobre ellos con gente
de a pie y de a caballo y con cantidad de naturales amigos de
paz; yendo en su alcance, se fueron retrayendo a una sierra muy
áspera adonde tenían muchos fuertes y albarradas; y se los fuistes
ganando y retrayéndolos y requiriéndolos de nuestra parte nos
diesen la obediencia; y con la buena diligencia que pusistes con
la dicha gente en su alcance, nos la vinieron a dar y vos los recibis-
tes e hicistes quemar muchas casas donde idolatraban y hacían
sus sacrificios y tuvistes mucho cuidado en que después que nos
dieron la obediencia no se les hiciese ningún daño por la gente
de guerra, y los hicistes poblar y recoger a sus asientos y pueblos;
e hicistes hacer templos, y poner retablos y cruces; y distes orna-
mentos para decir misa, trayendo frailes y otros sacerdotes para
bautizarlos y doctrinarlos en las cosas de nuestra santa fe católica;
y los dejastes poblados, quietos y pacíficos; pagastes sueldos a
la gente de soldados que fueron a serviros en la dicha jornada
y pacificación, todo a vuestra costa; y porque en el dicho pueblo
de Chiapa ni en la dicha provincia no había cacique natural sino
que los más ricos gobernaban, les nombrastes dos indios, sus natu-
rales, que en nuestro nombre los gobernasen, los cuales se bauti-
zaron con otra mucha gente; el uno de ellos se llamó don Juan
y el otro don Diego.
"Y teniendo nueva que el adelantado don Pedro de Alvarado
estaba en el puerto de Nicaragua con una armada para pasar a
las provincias del Perú, habiéndoos enviado a llamar para comu-
nicar con vos cosas tocantes a nuestro servicio, fuistes a veros
con él, y estando con el dicho adelantado os llegó nueva que el
dicho pueblo y provincia de Chiapa se volvieron a rebelar contra
nuestro servicio, y habiendo hecho muchos daños y muertes en
españoles y naturales de paz, sus comarcanos; que habían muerto
uno de los ^'iernadores que en nuestro nombre los dejastes y
126 La batalla del Sumidero

al otro dejaron por muerto porque no quisieron ser en el alzamien-


to y rebelión; y quemaron los templos, cruces y retablos; y por
lo que convenía a nuestro servicio y pacificación de la dicha pro-
vincia, con parecer del dicho adelantado volvistes a ella, pasando
grandes despoblados y tierras de guerra con mucho trabajo y peli-
gro; y cuando a la dicha villa de San Cristóbal llegastes, los espa-
ñoles que en ella estaban se velaban de noche y de día por temor
de los indios alzados; y hallastes mucha gente de pasajeros espa-
ñoles detenidos por la justicia; e informado del alzamiento y rebe-
lión volvistes a recoger gente, a los cuales señalastes cuatro caste-
llanos y de comer y servicio cada mes a vuestra costa, con los
cuales y con cantidad de naturales de paz fuistes sobre el dicho
pueblo y provincia de Chiapa; y antes de llegar al pueblo les en-
viastes a requerir que nos viniesen a dar la obediencia y les guar-
daríades justicia, y no lo queriendo hacer entrastes en el dicho
pueblo y en toda la tierra, haciendo en ellos el menor daño que
fuese posible; y hallastes los templos quemados y las cruces y reta-
blos; y repartiendo la gente en tres o cuatro partes con sus capita-
nes, subistes la sierra a donde hallastes las fuerzas y albarradas
tornadas a fortificar y muchas casas adonde sacrificaban sus ído-
los y muchos indios recién sacrificados por los caminos y sendas,
diciéndoles sus agoreros que aquéllos os habían de hacer que no
pasásedes adelante; todo lo cual hicistes quemar y desbaratar;
y pasando por algunas celadas y de unos fuertes en otros, a gran
trabajo y peligro por su fortificación les entrastes y ganastes el
fuerte y albarradas; y si los soldados y gente de guerra siguieran
el alcance hicieran gran daño en los indios enemigos, lo cual pro-
curastes evitar que no se siguiese el dicho alcance, porque la dicha
sierra no tenía salida por ser de un cerro y de otro peña tajada
muy alta y el río ser de muy grandes saltos y despeñaderos y a
donde los naturales tenían todas las mujeres y gente menuda y
sus haciendas y bastimentos en unas vueltas de dicho río y en
cuevas que en ellas había; poniéndoos, aunque mal herido,
en los pasos angostos con una espada defendiendo que no entrase
ninguno a seguir el dicho alcance, procurando por buenos medios
que los enemigos viniesen de paz a darnos la obediencia, los cua-
les lo hicieron; y vos los recibistes y con buena manera que tuvis-
tes pocos a pocos con su guarda los sacastes todos de la dicha
fuerza y angosturas, y los hicistes poblar en sus asientos y pueblos
La doble rebelión de los chiapanecas 127

que solían tener; y aunque en aquel tiempo había hierro para


herrar indios de guerra y de rescate, y vos los llevásades, nunca
coTisentistes herrar ni herrastes ninguno, aunque pasastes mucho
trabajo y peligro con los soldados sobre ello; y les hicistes hacer
iglesias y poner de nuevo retablos y aderezar los altares y poner
cruces en los templos y caminos y pilas de bautizar con óleo cris-
ma, y venir sacerdotes y frailes a bautizar y enseñar la doctrina
cristiana, y distes ornamentos y casullas de seda y paño con cálices
y vinajeras de plata y todo lo demás que fuese menester para
el servicio del culto divino; y acabastes de quemar y asolar las
casas de ídolos donde idolatraban y castigastes por juicio a los
principales culpados en la rebelión y alzamiento de la dicha pro-
vincia; y les tornastes a nombrar en nuestro nombre por principal
y gobernador al dicho don Diego indio.
"Dejando el dicho pueblo y provincia pacífica y poblada así
de los naturales como de iglesias y sacerdotes que los enseñasen
y doctrinasen [...] queriendo proveer de remedio a los demás
pueblos y provincias que no estaban de paz, os volvistes a la dicha
villa de San Cristóbal a rehaceros de gente y munición para ir
a las dichas provincias; y aparejado de todo lo necesario para
la dicha jornada nombrastes capitanes que fuesen con gente de
españoles y amigos naturales a la pacificación; y distes instruccio-
nes de la orden que habían de tener en los requerimientos y amo-
nestaciones que en nuestro nombre habían de hacer a los natura-
les, para no exceder de nuestra voluntad, y no confiándoos que
harían la dicha pacificación tan justificada, como convenía, fuis-
tes en pos de ellos en persona, y repartiendo la dicha gente por
la orden necesaria, vos por vuestra parte entrastes en la dicha
tierra, haciendo ante todas cosas dos requerimientos y llamamien-
tos para que vinieren de paz y so nuestro yugo y dominio; y soltan-
do mucha gente de la que se tomaba para con ello enviar a llamar,
Uamastes a los demás alzados sus naturales; y no viniendo, les
entrastes la tierra y pueblos, haciéndoles el menor daño que era
posible, ganándoles sus fuerzas, peñoles y albarradas que tenían,
quemándoles las casas adonde idolatraban y tenían ídolos, que
había en gran cantidad; y mediante vuestros buenos medios y dili-
gencias vinieron de paz a darnos la obediencia las provincias de
Estacomitlán, de Sulusuchiapa, de Estapanguajoya, de Comiapa,
de Ostuacán y los pueblos de Mincapa y Gualpitán sin otro
128 La batalla del Sumidero

pueblos comarcanos a la dicha provincia y a las gobernaciones


de Yucatán, Tabasco y Guatemala; y vos los recibistes en nuestro
nombre y los hicistes recoger y poblar en sus asientos; y no hicistes
ni consentistes hacer en todo el tiempo de la dicha pacificación
que se hiciese ningún mal a los indios; y les hicistes hacer templos
en todos los lugares y estancias, poniendo retablos, cruces e imá-
genes, y proveyendo de sacerdotes y frailes para instruirlos y bau-
tizarlos y doctrinarlos en la doctrina cristiana, haciendo hacer
pilas de bautizar y tener crisma y óleo; y distes y proveístes de
ornamentos y cálices y todo lo demás aparejo necesario para decir
misa y administrar los divinos oficios, de la misma manera que
proveístes en la provincia de Chiapa; y reprendistes mucho el pe-
cado nefando de que usaban, y otros vicios en que ofendían a
nuestro Señor; y los pusistes en mucha policía (en que vivieren)
y asentadas las dichas provincias y pueblos todos puestos debajo
de nuestro dominio y corona real, lo cual hicistes con harta limpie-
za y justificación.
"Y aunque después por nuestro mandado se os tomó residen-
cia, no se os puso cargo público ni secreto, así del tiempo que
usastes el oficio de capitán general como de la gobernación y ad-
ministración de la justicia, y por ser tan notorios los buenos y
reales servicios que en todo lo susodicho nos habíades hecho, se
nos dio noticia y relación de todo ello por cartas que nos escribie-
ron don Antonio de Mendoza, virrey de la Nueva España, y el
gobernador y obispo de Guatemala y el adelantado don Francisco
de Montejo, gobernador de Yucatán, y el cfa'spo de Chiapa.
"Como todo ello y otros servicios que nos hicistes nos consta
por informaciones escritas, cartas y probanzas hechas en contra-
dicción y juicio con nuestros fiscales, que en el nuestro Consejo
real de las Indias se trató, y vos presentastes suplicándome que
acatando a los buenos y leales servicios y a lo mucho que habíades
gastado en pacificar y allanar las dichas provincias y pueblos,
como lo han quedado hasta ahora y están en mucha cristiandad
y pobladas de monasterios y religiosos, y porque de vuestra perso-
na y servicios quedase perpetua memoria y vos y vuestros descen-
dientes fuesen más honrados, os hiciese merced que demás de
las armas que tenéis de vuestros pasados os mandásemos dar las
mismas que se dieron a la dicha villa de San Cristóbal, que al
La doble rebelión de los chiapanecas 129

presente se nombra la Ciudad Real de Chiapa, por haberse halla-


do los vecinos de ella en vuestra compañía en la dicha conquista
y pacificación de la dicha provincia de Chiapa, con más seis ban-
deras por orla del escudo y poniendo en cada uno el nombre de
cada una de las provincias que ya pacificastes y poblastes, y en
lo alto del escudo un brazo armado con una espada desnuda, que
todas las dichas armas sean un escudo, que dentro de él haya
dos sierras altas que las parte un río muy caudaloso que por el
medio de ella pasa, y encima una de las dichas sierras, a la mano
derecha, esté un castillo de oro con un león rampante, puestas
las manos en él, y encima de la otra sierra, de la mano izquierda,
salga una palma verde con su fruta, con otro león rampante, pues-
tas las manos en ella, en memoria de la advocación del glorioso
señor san Cristóbal, a quien vos llevábades por patrón y abogado,
todo ello en campo colorado con más las dichas seis banderas
por orla del escudo, en cada una de ellas el nombre de una de
las dichas seis provincias que conquistastes y pacificastes, y en
los alto del dicho escudo el brazo armado con una espada desnuda
en la mano, según que aquí van pintadas y figuradas las [amales].
Dichas armas damos a vos, el dicho Baltasar Guerra de la Vega,
por vuestras armas y devisa señaladas, demás y allende de las
que vos tenéis de vuestros pasados, para que las podáis traer y
poner, traigáis y pongáis en vuestros escudos y reposteros y en
las otras partes y lugares que quisiéredes y por bien tuviéredes,
según y como y de la forma que las traen y ponen las otras perso-
nas de nuestros reinos a quienes tenemos dadas armas y devisas.
"Y por esta nuestra carta mandamos a los infantes y a los
prelados, duques, marqueses, condes, ricos hombres, maestres de
las órdenes, priores, comendadores y subcomendadores, alcaides
de los castillos y casas fuertes y llanas, y a los de nuestro concejo,
alcaldes, alguaciles la de nuestra casa y corte y cnancillerías, y
a todos los concejos, corregidores, asistentes, gobernadores, alcal-
des, alguaciles, merinos, prebostes, veinticuatros, regidores,-jura-
dos, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de todas
las ciudades, villas y lugares de estos dichos nuestros reinos y
señoríos y de las dichas Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océa-
no, así a los que ahora son como a los que serán de aquí adelante,
y a cada uno y cualquier de ellos en los lugares y jurisdicciones,
130 La batalla del Sumidero

que guarden y cumplan y hagan guardar y cumplir la dicha mer-


ced que así os hacemos de las dichas armas, que las hayáis y ten-
gáis por vuestras armas conocidas y os las dejen como tales poner
y traer, que en ello ni en parte de ello embargo ni contrario alguno
vos no pongan ni consientan poner en tiempo alguno o ni por
ninguna manera, so pena de la nuestra merced y de diez mil mara-
vedises para la nuestra cámara a cada uno que lo contrario
hiciere.
"Dada en Madrid a diez y nueve días de enero de mil y qui-
nientos y setenta y un años. Yo el rey."

17. LA DOBLE REBELIÓN, SEGÚN JUAN DE MAZARIEGOS (1547)


¡
• Texto tomado del Proceso de Juan de Mazariegos y Juan Guerra
: sobre el derecho a la encomienda de Chiapa de los Indios. Gracias
a Dios, 4 de enero de 1547, AGÍ, Justicia 281-1. *" ^ .

Después de su doble victoria sobre los chiapanecas rebeldes, Balta-


sar Guerra se estableció en Chiapa de los Indios, no sólo por dere-
cho de conquista, sino también por ser el legítimo encomendero
de los vencidos. Gobernó su encomienda más de diez años, de
1532 hasta 1545. Su reino absoluto sobre los indígenas empezó
a tambalearse, cuando, a principio de 1545, los frailes dominicos
se instalaron también en el pueblo. Estos tomaron la defensa de
los nativos explotados y le hicieron a su encomendero la vida cada
día más difícil. Baltasar Guerra optó por regresar a España. Dejó
la encomienda en las manos de su hijo bastardo, Juan Guerra.
Este vio atacados sus derechos de sucesión, en cuanto su padre
se hubo ido a España. El que le disputaba la encomienda era Juan
de Mazariegos, el hijo mayor de Diego de Mazariegos. El 4 de
enero de 1547, el hidalgo español puso pleito contra el indio mesti-
zo ante la Audiencia de los Confines. Mandó redactar un interro-
gatorio, del cual ya transcribimos una parte en el documento núm.
10. Nos limitamos aquí a dos preguntas, la décima sexta y la déci-
ma séptima. En esta última pregunta, Juan de Mazariegos acusa
a Baltasar Guerra de haber causado los dos alzamientos de los
chiapanecas "por malos tratamientos que el susodicho les hacía
e hizo, y por excesivos servicios y tributos que les llevaba". Entre
estos excesivos servicios se mencionan trabajos forzados en las
minas de Copanaguastla, a treinta leguas del pueblo de Chiapa.
La doble rebelión de los chiapanecas 131

¡Un panorama bien distinto del que Baltasar Guerra pintó en sus
probanzas de méritos!

' Interrogatorio de Juan de Mazariegos. Por las preguntas si-


guientes sean preguntados los testigos que fueron presentados
por parte de mí, Juan de Mazariegos, sobre la demanda que tengo
puesta a la encomienda de los pueblos de Chiapa y sus sujetos.
"16. ítem, si saben que el licenciado Ceinos, oidor de su ma-
jestad de su real Audiencia de México, es hermano del dicho Bal-
tasar Guerra y lo envió con sus cartas de favor a la ciudad de
Guatemala, a don Pedro Alvarado, gobernador que a la sazón era
de la dicha ciudad y provincia de Chiapa, el cual por complacer
al dicho licenciado Ceinos depositó en el dicho Baltasar Guerra,
su hermano, los dichos pueblos de Chiapa y Moyutla y Tepeque-
patlán, sin haber el susodicho servido a su majestad en la dicha
provincia ni en otra parte de esta Nueva España, con los cuales
dichos pueblos que pudieren sustentar honradamente tres veci-
nos, y el susodicho siendo un vecino sólo, y que no trajo cuando
vino a esta ciudad más de dos caballos, que su persona necesitada
alcanzó a tener con favor del dicho licenciado Ceinos, su hermano
[...] digan lo que saben.
"17. ítem, si saben que, teniendo el dicho Baltasar Guerra
los dichos pueblos de Chiapa que así favorablemente le fueron
encomendados y sirviéndose de ellos, desde en muy poco tiempo
que le fueron encomendados y depositados por el dicho don Pedro
de Alvarado, por malos tratamientos que el susodicho les hacía i,
e hizo y por excesivos tributoi*y servicios que les llevaba, allende 1J ,
de dos cuadrillas de esclavos en que había doscientos y más, que /'
le mantenían en las minas treinta leguas del dicho pueblo de Chia-
pa, se alzaron y rebelaron los naturales de él contra el servicio
-de su majestad por dos veces, las cuales ambas tornaron a conquis-
tar y a traer de paz los vecinos de la dicha ciudad, de los cuales
yo fui uno de ellos, que me hallé ambas las dichas dos veces en
la dicha pacificación y entré con los delanteros en la fuerza que
tenían los dichos naturales en la cual dicha conquista y pacifica-
ción yo serví a su majestad con mi persona y armas a mi costa
y misión, digan lo que saben."
132 La batalla del Sumidero

18. LA BATALLA DEL S U M I D E R O , S E G Ú N J U A N


D E MORALES (1573)

Texto tomado de una Probanza de méritos y servicios de Juan


de Morales y de Cristóbal de Morales, su padre, Ciudad Real,
13 de enero de 1573, AGÍ, Guatemala, 57, ff. 4-14.

Los documentos núm. 12, 13, 14 y 16 expresan el punto de vista


de Baltasar Guerra, defienden los intereses personales del enco-
mendero de Chiapa de los Indios. En cambio, el documento núm.
15 exalta los méritos de la colectividad que formaban los vecinos
de Ciudad Real (antes San Cristóbal de los Llanos). No hace ni
la menor alusión a Baltasar Guerra, ni tampoco a otro conquista-
dor particular. ¿Hemos de creer este último testimonio y admitir
que en la reconquista de los chiapahefac y zoques no hubo casos
de heroísmo personal por parte de uno u otro poblador español?
Parece que no. Así lo insinúa por lo menos la Probanza de
méritos y servicios de Cristóbal de Morales, redactada en 1573
a petición de su hijo Juan. Según este documento, el verdadero
héroe de la pacificación de los zoques y de la segunda conquista
de los chiapanecas ha sido Cristóbal de Morales. Este hidalgo in-
trépido llegó a la provincia de Chiapa en el séquito de Diego de
Mazariegos. Dio señales de gran valentía e ingeniosidad militar
en las tomas de tres fortalezas enemigas, la primera situada en
un " p e ñ o l " cerca del pueblo zoque de Coapa (¿la Coapilla colo-
nial?), la segunda situada en un " p e ñ o l " cerca del pueblo tzotzil
de Quezaltepeque, y la tercera situada en el cañón del Sumidero.
Transcribimos del documento parte del interrogatorio (pre-
guntas 1-5) y las respuestas a dichas preguntas (3-5) por dos testi-
gos, uno español y el otro indio mexicano.

" E n la Ciudad Real de Chiapa, a trece días del mes de enero


de 1573 años, ante el muy magnífico señor Pedro Ortés de Velas-
co, alcalde ordinario de esta dicha ciudad por su majestad, y por
presencia y ante mí, Sancho Lozano, escribano público y del cabil-
do de ella, estando en audiencia pública, pareció presente J u a n
de Morales, vecino de esta dicha ciudad y hizo presentación de
[...] un interrogatorio de p r e g u n t a s [...]
" P o r las siguientes preguntas se examinen los testigos que
se presentaren por parte de J u a n y Cristóbal y Andrés de Morales,
vecinos de la Ciudad Real de Chiapa, y la información que se
La doble rebelión de los chiapanecas 133

recibe sobre los servicios y calidad de Cristóbal de Morales, su


padre, y de los susodichos [...]
_ "Primeramente, si conocieron a los dichos Juan de Morales
y sus hermanos, y a Cristóbal de Morales, su padre.
" 2 . ítem, si saben que siendo el dicho Cristóbal de Morales
casado y velado según ordena la santa madre iglesia, concibió
y procreó en Catalina de Monrrey, su legítima mujer, a los dichos
Juan y Cristóbal y Andrés de Morales, a los cuales crió y tuvo
por sus hijos legítimos todo el tiempo que vivió, llamándolos hijos
y ellos a él padre, y tal fue y ha sido siempre la pública voz y
fama y común opinión.
" 3 . ítem, si saben que el dicho Cristóbal de Morales, padre
de los dichos Juan de Morales y sus hermanos, sirvió a su majestad
en las conquistas de las provincias de Honduras y Chiapa y la
Nueva España, con sus armas y criados y caballos a su costa y
misión, haciendo servicios muy particulares y señalados, por lo
cual, así en la calidad de su persona como el valor de sus servicios,
fue uno de los principales conquistadores de toda la Nueva Espa-
ña y uno de los de quien su majestad más se sirvió, digan los
testigos lo que saben y cómo lo saben, y las cosas particulares
que le vieron servir y oyeron que sirvió.
" 4 . ítem, si saben que estando los indios de Coapa, que es
en los zoques, que es en la provincia de Chiapa, recogidos en
un fuerte, de donde se defendían y ofendían con mucho valor
a los españoles, así por la fortaleza del lugar como por ser muchos
y valientes los dichos indios, y habiendo desbaratado cierta com-
pañía de soldados que los quisieron asaltar, el dicho Cristóbal
de Morales puso industria y esfuerzo, bajó descolgándose de una
cadena, con cierto artificio de fuego para desviar los enemigos,
hasta que pudo reformarse en tierra, como lo hizo, ganándoles
a los dichos enemigos una plaza, adonde peleó solo con grandísi-
mo esfuerzo y valor, donde se vio en grandísimo peligro; y con
la resistencia grande que hizo a los enemigos, pudieron bajar
otros españoles, y así ganó este fuerte y se desbarataron los dichos
indios, en lo cual estuvo la principal causa de la victoria y conquis-
ta de la dicha provincia; digan lo que saben.
" 5 . ítem, si saben que cuando se conquistó la propia Chiapa,
estando los indios de ella forticados en el fuerte del dicho pueblo,
el cual su majestad ha dado por armas a la Ciudad Real de Chiapa
134 La batalla del Sumidero

por ser tan señalado y fuerte, los indios que estaban en él muchos
y belicosos, y el dicho Cristóbal de Morales, con la ayuda y favor
de Dios nuestro señor y valor de su persona, acometió el dicho
fuerte solo, y después de haber reparado la furia de muchas galgas
y piedras que le echaban de lo alto, rodeando, de una cueva, que
halló en la cuesta por donde se subía al dicho fuerte, salió, y a
pesar de los enemigos entró en el dicho fuerte, y después, viéndole
los españoles arriba, subieron tras él y acabaron de ganar el dicho
fuerte, que fue lo principal de toda la conquista; digan lo que
saben.

[Testimonio de Antonio de la Torre]

" 3 . A la tercera pregunta del dicho interrogatorio dijo este testigo


que cuando vino Diego de Mazariegos, capitán, a esta tierra, vino
en la compañía de él Cristóbal de Morales, a la conquista y pacifi-
cación de esta tierra y provincia de Chiapa, en la cual conquista
y pacificación sirvió a su majestad muy bien, como muy buen
soldado y caballero, e hizo servicios muy buenos, aventajados en
armas qué los otros soldados, y en todo mostró el valor de su
persona y calidad de ella, porque este testigo vino en la dicha
compañía del dicho Diego de Mazariegos, capitán, y lo vio; y esto
sabe de esta pregunta.
" 4 . A la cuarta pregunta dijo que sabe este testigo todo lo
contenido en la dicha pregunta, porque este testigo se halló en
la dicha Coapa, en la conquista de ella, y vio que el dicho Cristóbal
de Morales puso industria para que se pudiese tomar el fuerte
y peñol de la Coapa; porque los enemigos estaban fortalecidos
en el dicho peñol, bajo el dicho Cristóbal de Morales descolgándo-
se de una cadena para ganar la plaza del dicho peñol y puso su
persona en grandísimo riesgo y peligro; y después que el dicho
Cristóbal de Morales ganó la plaza, bajaron otros españoles y se
ganó el fuerte, porque si no se hiciera el dicho artificio por el
dicho Cristóbal de Morales, se tardara mucho en ganar en dicho
peñol, con gran riesgo y peligro de españoles, porque otra vez
antes habían ido a la conquista y no habían podido ganarse el
fuerte y peñol, porque era muy fuerte; todo lo cual este testigo
sabe porque lo vio y se halló en ello, como dicho tiene.
La doble rebelión de los chiapanecas 135

"Y otro sí, sabe este testigo que en el peñol de Quecaltepeque


el dicho Cristóbal de Morales hizo otro señalado servicio a su
majestad, que el dicho Cristóbal de Morales y un Villaseñor y
un negro Horro, todos tres juntos, fueron al dicho peñol de Que-
galtepeque, estando el real a vista, que había días que estaba allí por
que no se podía ganar el peñol, que era fuerte; y de los tres que
fueron al dicho peñol, murió el dicho Villaseñor de una galga
que le echaron los enemigos de arriba; y así, por esta osadía e
atrevimiento, se ganó el dicho peñol, que de otra vía no había
remedio, y fue porque los enemigos estaban empeñolados; vinie-
ron todos hacia la parte donde los españoles habían subido y de-
samparen la entrada; y por esta razón se ganó el fuerte por los
españoles y vinieron los enemigos de paz; de todo lo cual sabe
este testigo, porque, como dicho tiene, lo vio, y esto responde.
" 5 . A la quinta pregunta dijo que este testigo sabe y vio en
las armas que su majestad ha dado a esta ciudad es el fuerte de
Chiapa con el río de él, por ser la cosa más fuerte y más señalada,
y los indios de Chiapa muy belicosos y valientes; y habiendo días
que andaban por la dicha vega buscando la gente, dónde se ha-
bían retirado, se tuvo noticia que todos estaban metidos en el
dicho fuerte con la demás gente que en él estaba; y el dicho Cristó-
bal de Morales y San Pedro de Pando iban guiando y llevando
tras sí la batalla; y así con el ánimo y valor de sus personas que
entre ambos pusieron, ganaron y entraron en el dicho peñol; y
fue lo principal de toda la conquista que los españoles ganaron;
y el que dio el consejo y industria y esfuerzo para entrar en el
dicho fuerte, fue el dicho Cristóbal de Morales, y esto sabe de
esta pregunta.

[Testimonio de Juan Hernández]

" 3 . A la tercera pregunta dijo este testigo que el dicho Cristóbal


de Morales, padre de los dichos Juan y Gristóbal y Andrés de
Morales, sirvió a su majestad en las conquistas y pacificaciortes
de esta tierra y provincia, donde este testigo lo vio servir a su
majestad muy bien, como hombre de ánimo valiente y haciendo
servicios muy señalados, señalándose siempre, como fue en la
136 La batalla del Sumidero

albarrada de Quegaltepeque, que estaba de guerra; y habiendo


algunos días el real puesto a vista de la albarrada, porque los
enemigos estaban fortalecidos y fortificados en sus peñoles, fue
el dicho Cristóbal de Morales y otro español que no le conoció
por nombre y un negro, y por una parte del dicho peñol entraron
a la fuerza de los enemigos peleando, y ganaron un portillo del
dicho peñol, y pelearon contra los dichos enemigos hasta que la
gente de españoles y amigos llegaron, y entraron en el peñol y
ganaron el peñol de los enemigos, por industria del dicho Cristó-
bal de Morales; y el compañero del dicho Cristóbal de Morales
fue muerto de los enemigos defendiendo el portillo; y de aquella
vez se ganó y conquistó el dicho pueblo de Quecaltepeque; y sin
esto, le vio este testigo hacer otros servicios, como fue en la con-
quista de La Coapa y otras partes, y así mostraba el dicho Cristó-
bal de Morales mucho valor en su persona; y que esto sabe de
esta pregunta.
" 4 . A la cuarta pregunta dijo este testigo que sabe y vio que
estando en el pueblo de La Coapa de guerra y recogidos en un
fuerte, de donde se defendían y ofendían con muchas piedras, con
que ofendían a los que estaban abajo del peñol, después de algu-
nos días que los españoles, que estaban allí con el real, y ya que
se pasaba alguna necesidad de hambre, porque en ninguna mane-
ra se podía ganar el dicho peñol, aunque se buscaba por donde
entrar por muchas partes, no se hallaba; y vio este testigo que
el dicho Cristóbal de Morales y cuatro españoles o tres, que fue el
uno san Pedro de Pando difunto, hicieron un artificio, por indus-
tria del dicho Cristóbal de Morales, y bajaron por una cadena
de hierro, descolgándose el dicho Cristóbal de Morales el primero
por la dicha cadena, y con fuego que llevaban por otro artificio,
que pusieron a la puerta del fuerte, mientras los otros españoles
bajaban; y después de bajados, ganaron una cueva grande, donde
se habían recogido, que cabían en ella quinientos o seiscientos
indios de guerra armados, donde peleaban contra los españoles;
viendo los enemigos que les habían ganado la entrada y que los
españoles peleaban con ellos tan esforzadamente y con tanto áni-
mo, y en especial el dicho Cristóbal de Morales, que estaba en
el mayor peligro peleando, viéndose los enemigos vencidos, die-
ron a huir, y se despeñaron por huir por una salida que tenían
La doble rebelión de los chiapanecas 137

estrecha; con lo cual se ganó el dicho peñol y se conquistaron


y apaciguaron los indios, y que entiende este testigo que si el
dicho Cristóbal de Morales, con los cuatro españoles y él que fue-
ron cinco, no dieran la industria que dieron, no se ganara tan
presto el fuerte y fuera con gran riesgo de españoles, porque habían
antes muertos y heridos a muchos españoles, como fue a Pala-
dinas y otro que no le sabe el nombre, y a Francisco Ortés de
Velasco, que salió muy mal herido, demás de otros riesgos que
hubo y muertes de muchos mexicanos y tlaxcaltecos; y este testigo
se halló en todo con los demás mexicanos y tlaxcaltecos, y vio
lo que dicho tiene; y esto responde a esta pregunta.
" 5 . A la quinta pregunta dijo que asimismo sabe y vio este
testigo que en la conquista de Chiapa se pasó mucho trabajo,
así por estar los indios empeñolados como porque peleaban en
el agua en canoas y la huida de los enemigos por grandes riscos
y peñascos, que con grande dificultad y trabajo se podían ganar, y
también por ser la gente chiapaneca esforzada, que peleaban
muy valientemente contra los españoles por agua y por tierra;
y estando un día peleando, a hora de misa mayor se partieron
los españoles en dos escuadrones, los unos quedaron peleando
con los enemigos en el río, los otros se fueron por tierra a ganar
el peñol, entre los cuales iba el dicho Cristóbal de Morales; y este
testigo con algunos amigos mexicanos fue con ellos, porque iban
a pie, que no podía ser menos por los riscos y peña tajada; y vio
este testigo que el dicho Cristóbal de Morales siguió una senda
y fue por ella a vienta subiendo por una laja arriba; y siendo senti-
do por los enemigos, dieron voces y derrocaban piedras y galgas
para matarlo; quiso Dios nuestro señor guardarlo, que no le dio
ninguno; y se dio más prisa a subir; y oyó este testigo mayores
alaridos y voces, y así los demás españoles y amigos subieron con
más prisa, y hallaron al dicho Cristóbal de Morales con su espada
y rodela peleando muy valientemente con los enemigos; y así ganó
el dicho peñol, que fue lo más principal de esta tierra; y por ser
cosa tan señalada, ha visto este testigo, en las armas que sacan
en esta ciudad el día de San Cristóbal, que es la fiesta y abogación
de esta ciudad, pintado en el pendón, el río de Chiapa y los dos
peñoles de Chiapa, que tiene esta ciudad por armas, y esto sabe
de esta pregunta."
138 La batalla del Sumidero

19. LA BATALLA D E L S U M I D E R O , S E G Ú N LOS M I S M O S


CHIAPANECAS ( 1 6 0 9 )

Texto tomado de la Probanza de méritos y servicios de Rodrigo


Ponce de León Cabeza de Vaca, cacique de Mayóla, calpul de
Chiapa de los Indios, Guatemala, 1609, AGCA, Guatemala, Al.
1-6935-57603. /

Hasta ahora, todos los documentos presentados han sido textos


que defienden los derechos y los puntos de vista de los conquista-
dores españoles. Este documento es el primero que deja hablar
a los mismos indígenas. Es parte de la probanza de méritos y
servicios de un cacique chiapaneca, redactada a principios del si-
glo XVII. Don Rodrigo Ponce de León Cabeza de Vaca pretende
ser nieto legítimo de don Diego Nocayola, "cabeza mayor de Chia-
p a " en el tiempo de la Conquista. Este Diego Nocayola "se hizo
gran amigo de los españoles", cuando los chiapanecas se rebela-
ron por segunda vez contra el gobierno colonial.
Para comprobar la actuación hispanófila de su abuelo, don Ro-
drigo Ponce de León recoge el testimonio de cinco principales
del pueblo de Chiapa y de otros pueblos chiapanecas vecinos. La
edad de los testigos oscila entre los 85 y 90 años. Como es de
esperar, estos ancianos tienen cierta dificultad en recordar detalla-
damente una rebelión que había sucedido hacía más de 75 años.
Ya no son capaces de precisar el año en que el alzamiento tuvo
lugar, ni cuántos principales estuvieron involucrados en la rebe-
lión, y a veces confunden los nombres de los protagonistas. Pero
estos pequeños defectos no restan valor a su testimonio.
Los testigos indígenas nos comunican una serie de datos que
los españoles habían callado. Aprendemos el nombre del caudillo
de los rebelde» —Sanguiéme—. Aprendemos también que desde
el punto de vista chiapaneca, tanto las muertes en el Sumidero
como las ejecuciones en el pueblo fueron acontecimientos que de-
jaron profundas huellas en la memoria colectiva de la comunidad.
He aquí tal vez el origen y el porqué de la leyenda.

[Testimonio de Juan Tipuma, del pueblo


de Pochuta, de 85 años]

" E n el pueblo de Chiapa de la real corona, diez y siete días del


mes de septiembre de mil seiscientos y nueve años, ante el señor
La doble rebelión de los chiapanecas 139

licenciado don Manuel de Ungría Girón, del concejo del rey nues-
tro señor, oidor más antiguo en la Audiencia y Cnancillería real
de Guatemala, visitador general de las provincias de Chiapa, So-
conusco y Zapotitán de su distrito, por ante mí, Gregorio López
de Requena, escribano del rey nuestro señor, don Rodrigo Ponce de
León Cabeza de Vaca, indio natural de este dicho pueblo de Chia-
pa^presentó por testigo a Juan Tipuma, indio natural del pueblo
de Pochuta, y mediante Diego Pérez, intérprete, fue del susodicho
recibido juramento, y juró por Dios y a la cruz tal como está +
en forma de derecho.
"Habiéndolo hecho cumplidamente y preguntado por el tenor
del pedimiento por el susodicho presentado, dijo que este testigo
conoció muy bien a don Diego Nocayola, natural que fue de este
dicho pueblo, que era la cabeza mayor de él, que era el que man-
daba a todos y lo obedecían. Sobre que fue casado no se acuerda
ni cómo se llamaba su mujer, mas de que entonces no se casaban
conforme lo manda la santa madre iglesia, porque había poco
que habían venido los españoles a esta tierra y estaba ya casado
el dicho don. Diego.
"Cuando los españoles entraron en esta tierra, era este testigo
muchacho como de ocho o diez años poco más o menos, y así
como llegaron a este dicho pueblo, el dicho don Diego Nocayola
se hizo gran amigo con los españoles, los cuales se fueron a la
Ciudad Real de Chiapa, y estando en ella, los indios de este pueblo
de Chiapa se quisieron alzar con ciento y veinte de ellos que eran
cabezas, y porque el dicho don Diego Nocayola no quiso aunarse
con ellos, le embistieron e hicieron encerrar en su casa, que si
no lo mataran; y apaciguados los indios, el dicho don Diego se
fue a la Ciudad Real de Chiapa a verse con los españoles y a
darles cuenta de lo que pasaba, los cuales vinieron luego a este
dicho pueblo con el dicho don Diego Nocayola, el cual cogió su
espada y daga, y queriendo prender y castigar a los dichos ciento
y veinte indios alzados, se retiraron y fueron huyendo por el río
abajo y orillas de él, que está junto a este pueblo, y prendió como
a cien indios. A todo esto este testigo no se halló presente, sino
que entonces fue cosa muy pública y notoria en esta provincia
lo susodicho.
"Y teniendo presos a los dichos cien indios y con ellos al capi-
tán y caudillo, el dicho don Diego hizo echar un pregón general
140 La batalla del Sumidero

en todo el pueblo y por los pueblos a la redonda de él, que viniesen


a ver el castigo que se daba a los rebelados. Y llegando este pre-
gó» al pueblo de Pochuta, que es donde este testigo es vecino
y criado en él, y está cuatro leguas de este pueblo de Chiapa,
oyó este testigo el pregón y vinieron muchos indios del dicho su
pueblo. Y como muchacho que era entonces este testigo también
vino a ver el castigo de los dichos rebelados a donde vio que un
indio llamado Sanguieme, que era capitán de los indios rebelados,
se huyó de la prisión y el dicho don Diego lo buscó y lo tornó
a aprender y lo mandó quemar. Y vio este testigo que lo quemaron
entre dos árboles que estaban en la plaza de este dicho pueblo,
que el uno de los árboles aún está todavía en la plaza y el otro
árbol de viejo se secó. Y los otros cien indios rebelados vio este
testigo que los fueron ahorcar y ahorcaron orilla del dicho río
grande, de unos árboles enfrente del calpul que ahora llaman San
Miguel. Y esto entonces fue público que lo mandó e hizo esta
justicia el dicho don Diego Nocayola por haberse rebelado los
dichos indios. Y así como los prendieron, los españoles se volvie-
ron a la ciudad y quedó el dicho don Diego en el dicho pueblo
de Chiapa [...]
"Le parece a este testigo que habrá, que pasó lo susodicho,
ochenta años poco más o menos [...]

[Testimonio de Juan Tile, del calpul de Santo


Tomás, de 85 años]

"[...] Dijo este testigo que sabe [...] que el dicho don Diego Rodri-
go Ponce de León Cabeza de Vaca es nieto legítimo del dicho
don Diego Nocayola, y el primer encomendero de este pueblo
sabe que [es] Juan Guerra, el cual como vio que el dicho-donJ0ieg&
era el que mandaba a los iridios del pueblo y le obedecían,-lo
dejó a cargo de que él cobrase el tributo de los indios. Y los indios,
como veían que el dicho don Diego comía y bebía a la mesa del
dicho Juan Guerra, encomendero, y lo quería mucho, trataron de
ponerle pleito y quererlo matar al dicho don Diego.
"Y no estando en el pueblo el dicho Juan Guerra, un indio
llamado Sanguieme aconsejó a todos los indios que matasen al
dicho don Diego Nocayola. Y se armaron contra él con flechas
La doble rebelión de los chiapanecas 141

y lo encerraron en su casa y le pusieron fuego a su casa. Y enton-


ces salió el dicho don Diego Nocayola con sus armas y estuvo
peleando más de una hora en el patio de su casa con los indios
rebelados. Y dando voces, vino un español, que lo llamaban Pissa,
y trayendo una escopeta. Y como los indios vieron al español que les
apuntaba con la escopeta, se huyeron y dejaron al dicho don Die-
go Nocayola herido con flechas. Y un hermano del dicho don Diego,
que lo llamaban Sangayo, lo mataron a flechazos los dichos indios
rebelados, porque ayudaba a su hermano. Y herido como salió
de la pendencia, se fue el dicho don Diego a la ciudad de Chiapa,
adonde se curó.
"Y después de sano volvió a este pueblo con el dicho Juan
Guerra, encomendero, y otros españoles. Y fueron a la barranca
a donde los indios rebelados estaban, para prenderlos. Y así como
los vieron los dichos indios, se arrojaron muchos al río y se ahoga-
ron, y [a] otros prendieron. Y el indio Sanguieme, capitán de los
rebelados, se escondió. Y el dicho don Diego Nocayola lo hizo
buscar, y lo prendió y puso en una hamaca grande, y la hizo colgar
de dos árboles que había en la plaza, y le puso fuego y quemó
vivo, estando allí mucha gente que lo veía. Y allí ahorcó a dos
indios de los rebelados, y a otros los ahorcó a orillas del río, que
serán más de ochenta indios los que ahorcó. Y vinieron a ver esta
justicia muchos indios de los pueblos circunvecinos, porque lo
había mandado a pregonar el dicho don Diego, que viniesen a
ver la dicha justicia.
"Y todo lo que dicho tiene, lo vio este testigo ser y pasar,
por ser natural de este dicho pueblo y estar entonces en él, y
que sería entonces de edad de veinte años.
"Y después quedaron todos los indios sosegados, y después
acá nunca ha visto más alzamiento de indios [...]

[Testimonio de Juan Narima, del calpul


de Santo Tomás, de 89 años]

"[•••] Dijo este testigo que sabe que en ese tiempo era el dicho /
don Diego Nocayola que cobraba el tributo de los indiqs^de este /
pueblo de Chiapa, por Juan Guerra que era encomendero de él. I
Y como^eñtoñcés" era entré los indic^casAJiueJía pagar tributos...
142 La batalla del Sumidero

a los españoles, por haber poco tiempo que habían venido_a,£Si£i


tierra, se les hacía de mal a los indios el pagarles, y como el dicho
don Diego les apuraba en cobrarlo de ellos puntualmente, se qui-
sieron alzar algunos indios, y entre ellos un indio llamado San-
guieme, que era el que les aconsejaba que no lo pagasen y que,
puesto que eT dicho don Diego les apremia con rigor a cobrarlo,
siendo indio como ellos, y en lugar de favorecerlos les apuraba,
que se alzasen y no le pagasen el tributo y lo matasen.
"Y convocó y juntó un día más de cien indios y él por capitán
de ellos. Y fueron a su casa de dicho don Diego Nocayola, y llevan-
do sus flechas y armas fueron a su casa, y lo quisieron matar si
no se encerrara en ella. Y como el dicho don Diego era soldado
y vio que le quemaron su casa, salió de ella con sus armas, espada
y daga, y peleó en el patio de su casa más de dos horas con los
indios alzados. Y llegó allí un español llamado Pissa, y con su
escopeta que traía apuntando a los indios, huyeron y dejaron al
dicho don Diego herido de flechazos que le dieron. Y herido se
fue a la ciudad a quejarse, y que entonces no había en la ciudad
alcaldes ordinarios ni alcalde mayor, mas que se fue a quejar
al dicho Juan Guerra, su encomendero. Y se curó de las heridas.
"Y luego de allí a dos meses, estando sano, volvió y vino con
el dicho Juan Guerra y otros españoles. Y fueron a buscar al dicho
Sanguieme y a los demás indios alzados que se habían huido río
abajo en una barranca, a donde estaban poblados de nuevo los
indios alzados. Y como el dicho don Diego sabía adonde estaban,
fue en busca de ellos y llevó consigo los españoles. Se huyeron
los indios, y unos se arrojaron en el río, y a otros prendieron,
y otros se vinieron ellos en busca de sus mujeres.
"Y prendió entonces al dicho Sanguieme. Y estando preso
se huyó de la prisión. Y el dicho don Diego Nocayola le hizo bus-
car, y lo hallaron y prendieron. Y así como pareció el dicho San-
guieme, el dicho don Diego lo hizo quemar y para ello buscó una
hamaca grande y lo hizo meter dentro. Y la colgó, la hamaca,
de dos árboles grandes que estaban en la plaza, que el uno está
todavía en ella. Y allí le hizo poner fuego y lo quemó vivo,
diciéndole que, pues le había herido y querido matar y había sido
parte para que se alzaran los demás indios y pues no quería cono-
cer a su amo el rey nuestro señor, que se calentase allí, hasta
que este testigo vio que lo quemaron. Y allí junto a él ahorcó
La doble rebelión de los chiapanecas 143

a otros dos indios que se habían huido estando presos. Los hizo
buscar y hallados los hizo ahorcar en los árboles^éjue estaban en
usa mezquita que tenían los indios. Que por todos los que ahorcó
serían más de sesenta indios.
"Y para hacer esta justicia, lo mandó a pregonar por todos
los pueblos del sujeto de éste de Chiapa, para que viniesen a verlo.
Y vinieron a verlo muchos indios de fuera y los que había en
el pueblo. Y después acá ha visto que los indios quedaron muy
sosegados y pagaron y han pagado muy bien su tributo. Y los
españoles tuvieron por bueno la justicia que el dicho don Diego
Nocayola hizo en los indios rebeldes y alzados.
"Y esto que dicho tiene vio pasar porque entonces era mu-
chacho y se andaba con los españoles hasta ver en que paró lo
susodicho" [...]

20. LA DOBLE REBELIÓN, SEGÚN LOS MISMOS


CHIAPANECAS (1571)

Texto tomado de un Pleito entre Chiapa de los Indios y


Zinacantán sobre la posesión de unos terrenos cerca de Totolapa,
Guatemala, 6 de junio de 1571, AGCA. Guatemala Al.18 -6074-
54880.

Entré los chiapanecas y los zinacantecos las relaciones nunca fue-


ron muy cordiales. Condenados a ser vecinos —los primeros ocu-
paban el valle del río Chiapa; los segundos, la montaña que le
hacía espalda—, se disputaban, desde la época prehispánica, la
hegemonía sobre la región. Puntos de discusión entre ellos eran
el control sobre las minas de sal cerca de Ixtapa y la posesión
de las milpas vecinas. En 1571, los dos pueblos llevaron el pleito
ante la Audiencia de Guatemala. De este litigio se han conservado
las demandas que pusieron las dos partes adversarias. Transcribi-
mos de ellas los datos que aluden al origen de los chiapa"necas
y a la resistencia que ofrecieron a los conquistadores españoles.
El texto nos enseña que la aversión que los zinacantecos sen-
tían por Ls chiapanecas, no era debida únicamente a la preponde-
rancia militar y económica de sus adversarios. Tenía una raíz más
profunda. Para los zinacantecos, los chiapanecas no tenían dere-
cho sobre las tierras en litigio, ni siquiera tenían derecho a estar
144 La batalla del Sumidero

en Chiapa, puesto que eran intrusos, "gentes advenedizas y natu-


rales de la provincia de Nicoya". En su defensa, los chiapanecas
replicaron que "había más de mil años que estaban y vivían como
los demás naturales en la dicha provincia". Con esta respuesta,
afirmaron lo que ahora los estudiosos, a través de la glotocronolo-
gía sobre todo, han podido concluir acerca de su pasado prehispá-
nico: los chiapanecas llegaron a Chiapa en el siglo VI de nuestra
era (cf. Introducción, p. 22).
En cuanto a la alusión de su resistencia contra los españoles,
los indios de Chiapa admitieron que "se habían recogido todos
en un cuerpo a un peñón que estaba abajo de dicho pueblo de
Chiapa, dentro del río, donde habían estado cuatro años en
guerra". Gracias a los documentos anteriores, sobre todo las pro-
banzas de Baltasar Guerra, podemos precisar estos "cuatro años",
calculando el tiempo que precedió a la última rebelión: de 1530
a 1534.

[Alegato de los chiapanecas]

" E n seis días del mes de junio de 1571 años, ante el juez [ilegible],
juez de comisión susodicho, pareció la parte del dicho pueblo y
naturales de Chiapa, y por u n a petición que presentó, dijo que
[...] antiguamente el dicho pueblo de Chiapa había estado poblado
más de 200 años en la p u n t a que hacía el dicho río de los Bobos
con el río que venía de Totolopa, que después poco a poco se
había venido el dicho pueblo al asiento donde al presente está,
y se había quedado en su primer asiento hasta cien casas de los
propios chiapanecas, los cuales se llamaban de Agaguicula, y que
más abajo había quedado otro pueblo de su misma gente, que
se decía de Acala, el cual era de hasta doscientas casas, el cual
de presente estaba poblado [...] siendo el pueblo de Chiapa, como
había sido, al tiempo que había estado en el dicho asiento de
Chiapa, el mayor y más grande de toda la provincia, que tenía
más de cuatro mil casas [...] que podía haber treinta y jocho años
poco más o menos, que era poco después de la venida de los espa-
ñoles al descubrimiento de la dicha provincia, el dicho pueblo
de Chiapa se había alzado contra los españoles y se habían recogi-
do todos en un cuerpo a u n peñón que estaba abajo de di-
cho pueblo, dentro del río, donde habían estado cuatro años de
guerra"[...]
La doble rebelión de los chiapanecas 145

[Alegato de los zinacantecos]

"Juan Martín de la Torre, defensor general de los naturales de


la provincia, en nombre de los pueblos e indios de Zinacantán,
San Felipe e Ixtapa, por petición que ante el dicho juez presentó,
negó la dicha demanda y dispuso por otra petición, alegando ex-
cepciones contra ella. Dijo que [...] el antiguo asiento de los dichos
chiapanecas era donde al presente estaban poblados, y allí había
sido mucho tiempo antes que los españoles viniesen conquistan-
do, guerreando de los mexicanos y después de los zapotecas de
Teguantepec y en el dicho asiento les había hallado el capitán
Diego de Mazariegos, que había venido a poblar la dicha provin-
cia, el cual dicho asiento los chiapanecas tenían por principal,
por razón de la fuerza que allí tenían" [...]

[Alegato de los chiapanecas]

"La parte del pueblo de Chiapa [...] dijo [...] que los indios chiapa-
necas, sus partes, eran naturales de la dicha provincia de Chiapa,
de tiempo inmemorial, y caso que no lo fuesen —que negaba—,
había más de mil años que estaban y vivían como las demás natu-
rales en la dicha provincia, y el dicho pueblo había sido siempre
y era cabecera de ella, pues de él tomaba nombre la dicha provin-
cia, diciéndose la provincia de Chiapa [...] y que el dicho pueblo
de Chiapa había sido y era el más noble y de la gente más hermosa
y principal de toda la dicha provincia" [...]

21. LA DOBLE REBELIÓN, SEGÚN DOS CACIQUES


CHIAPANECAS (¿1541?)

Copia, hecha en 1845, de una Probanza de méritos de lo.s caciques


Francisco Doho y Juan Noyinandoca, Chiapa de los Indios, 6 de
junio de 1541, AHD.

No podemos dar por concluida la serie de documentos sobre la


rebelión sin incluir en ella un texto, escrito originalmente en len-
gua chiapaneca, pero conservado sólo en una traducción española
146 La batalla del Sumidero

de 1845. Según su contenido, el documento parece haber sido re-


dactado en 1541. Pero el texto, muy confuso y además incompleto,
contiene tantos errores que existen serias dudas sobre su auten-
ticidad.
Los caciques don Francisco Doho y don Juan Noyinandoca
pretenden haber participado en la pacificación de los zoques, co-
mo capitanes de conquista, bajo el mando de Baltasar Guerra.
Afirman que recibieron después los puestos de gobernador y alcal-
de ordinario del pueblo de Chiapa. Este último dato no concuerda
con la información dada por Baltasar Guerra en sus propias pro-
banzas de méritos (cf. docs. núm. 12 y 14). Según ellas, fueron
Diego Nocayola y Juan Sangayo los dos primeros gobernadores
de Chiapa.
Otros ejemplos de información inexacta son: la presencia de
Hernán Cortés, la actuación de Luis de Mazariegos como capitán,
la existencia, entre los pueblos zoques conquistados, de pueblos de
fundación muy posterior (Jinebra y Pueblo Nuevo), la mención
de Chiapa de los Indios como "de la Real Corona" (sólo a partir de
1552 lleva el pueblo este nombre).
También muy poco clara es la alusión que hace a una rebelión
en el pueblo de Chiapa. ¿Se trata del alzamiento de 1532? ¿ 0
se trata de otro enfrentamiento armado que las demás fuentes han
pasado en silencio? ¿Es plausible que los españoles hayan nombra-
do como gobernador al cacique cuya esposa parece haber sido
la instigadora de la rebelión?
Es muy probable que el documento sea un falso, es decir una
probanza, redactada por algún descendiente de Francisco Doho
a fin de obtener alguna merced real, gracias a unos méritos en
cuya fabricación la mala memoria y la mala intención se dieron
la mano.

" H o y , 6 de junio de 1541 años, hoy pareció, delante el padre


mercedario, don Francisco Doho y su mujer doña Luisa Nucuriyí.
Y por verdad hago saber que este h o m b r e don Francisco Doho
[es] cacique de este pueblo de Chiapa de Indios Real Corona.
" V i n i e r o n también los españoles capitanes don Luis de Maza-
riegos y el señor don H e r n a n d o Cortés y Márquez, conquistado-
res, y todos los demás españoles, cincuenta y cuatro soldados ar-
mados, españoles. Y la mujer de don Francisco Doho, doña Luisa
Nucuriyí, hizo la guerra aquí en este pueblo de Chiapa. Salió un
La doble rebelión de los chiapanecas 147

principal, que se llama Napay, por capitán de esta guerra contra


los cincuenta y cuatro soldados armados españoles. Y le dijeron
alJVapay: '¡0 señor! No se meta usted en esta guerra, porque
los españoles son diferentes, y por lo soberbio entró pleito dent...'
Y dijo el Nepay: '¡0 pleitista, señor capitán! Estos indios chiapa-
necas, no los creáis, que aquí hace de comer para los perros hue-
vos y gallinas', dijo el principal Napay, pronóstico o fue de menti-
ra. Y dijeron todos los chiapanecas [a Napay] 'No te ha de matar
esta vara de Dios: los señores conquistadores vinieron por noso-
tros a hacernos cristianos, para que seamos cristianos, y los solda-
dos vinieron por ver nosotros pecadores, si somos cristianos por
mandado de Dios nuestro señor Jesucristo'. Y dijeron los soldados
chiapanecas: 'Señores conquistadores, no pueden hacer guerra los
soldados de usted, por su culpa del principal Napay' dijeron
los soldados chiapanecas. Y después dijo el señor capitán conquis-
tador don Luis Mazariegos, con el señor don Hernando Cortés,
dijo: 'Lo nombraré por capitán dos chiapanecas, a don Francisco
Doho y don Juan Noyinandoca'. Y fue su nombre de estos dos
capitanes hasta en España. Y así que recibieron el mandato de
ser capitán, luego al punto mandaron y publicaron sus títulos los
dos capitanes don Francisco Doho y don Juan Noyinandoca entre
los soldados chiapanecas para que lleven santo, porque son cris-
tianos.
"Y fueron a la guerra delante de Tustla, allá donde llaman
el Rancho de la Puente y después que toparon, los soldados fueron
huyendo a Quechula, Tecpatlán, Copainalá, Coapilla, Ocotepe-
que, Tapalapa, Pantepeque, Ginebra, Pueblo de Tapilula, Is-
guatlán, Silusuchiapa, Ixtapangajoya. Y volvieron a Xinebra has-
ta Pueblo Nuevo en los Quelenes... hasta en Moyos y Tila y
Petalsingo. Don Baltasar Guerra fue toda la conquista por capitán
general, yo por verdad lo digo, y los dos don Francisco Doho y
don Juan Noyinandoca; y llegó hasta Maquespala, que fue en otra
ocasión cabecera y cacique de Sulusuchiapa, y volvió de Maques-
pala. Así que volvió, entró don Francisco Doho por gobernador
de este pueblo de Chiapa. Así que vino, sacó dos fiscales y dos
maestros y docena de cantores, nuevos fiscales y maestros para
la santa iglesia, para que haiga escuela con los muchachos.
"Fecha en Chiapa de Indios a 6 de junio de 1541. Y por ver-
148 La batalla del Sumidero

dad lo firmamos de nuestros nombres. Don Francisco Doho, go-


bernador y capitán por su majestad. Don Juan Noyinandoca, al-
calde ordinario. Don Juan Cogoio Vázquez, alcalde ordinario.
Regidores don Diego Molotalun, don Juan Tipocomon. Don Feli-
pe Chapocon, alguacil mayor. Don Diego Nagemín, escribano."
D. VENCEDORES Y VENCIDOS, DESPUÉS
DE LA REBELIÓN

22. BALTASAR GUERRA, S E G Ú N BARTOLOMÉ


DE LAS CASAS (1545)

Carta de fray Bartolomé de las Casas a Baltasar Guerra, Ciudad


Real, 18 de mayo de 1545, AGÍ, Patronato 60-3-1.

Después de sus victorias sobre los chiapanecas y los zoques, Balta-


sar Guerra se retiró a Chiapa de los Indios y se dedicó a la adminis-
tración de su encomienda. Allá lo conoció fray Bartolomé de las
Casas, cuando vino huyendo de Ciudad Real, donde los vecinos
españoles le habían hecho la vida imposible. El viejo obispo quedó
muy bien impresionado por la acogida que le brindó el encomen-
dero; Baltasar Guerra le parecía en todo la admirable excepción
que confirmaba la abominable regla. Tan tiránicos y duros con
los indios tzotziles eran los encomenderos del valle de Jovel, cuan
humano y benigno parecía Baltasar Guerra en su trato con los
indios chiapanecas. Fray Bartolomé cobró por el encomendero
ejemplar una gran amistad. Prueba de ella es la carta que le escri-
bió desde Ciudad Real, poco tiempo antes de salir a la provincia
de la Verapaz.
Tal era la confianza entre los dos, que Baltasar Guerra había
prestado una fuerte suma de dinero (230 pesos) al obispo, para
que él pudiera hacer el viaje a Centroamérica. En cambio, fray
Bartolomé había prometido al encomendero una carta de reco-
mendación para el rey de España. Era tan poco crítica y tan exage-
rada la admiración del obispo por el encomendero, que aquél sugi-
rió a éste la posibilidad de obtenerle en España un título de duque

149
150 La batalla del Sumidero

o marqués. El texto es un buen ejemplo de la poca objetividad


con la cual fray Bartolomé solía juzgar a personas y situaciones.
Veinticinco años más tarde, Baltasar Guerra utilizó con éxito
la carta de recomendación del obispo, para conseguir un blasón
de armas y un mayorazgo en España (cf. doc. núm. 16).

"Magnífico y mi muy amado señor. Recibí la carta de vuestra


merced y con ella muy gran alegría, más de la acostumbrada, por-
que me quitó de muy gran trabajo y agonía en que estaba por
no poder dejar la ida donde voy y por no habérseme concertado
la paga de vuestra merced, porque soy hombre que en deber me
deshago y tengo de cumplir mi palabra o morir, y señaladamente
a tales personas como vuestra merced, porque tengo yo en mucho
tener crédito con ellos.
"A mí se me han desconcertado muchos caminos que tomaba
para la cobranza de aquellos dineros que su majestad me hace
merced, sólo por cumplir los doscientos y treinta pesos que debo
a vuestra merced, porque por lo demás en diez años no me diera
nada por cobrarlos porque no les he menester sino para dar gra-
ciosos a Dios gracias, y como no había remedio hasta ahora que
recibí la carta de vuestra merced, acordaba enviar a mostrársela
a vuestra merced con todos los despachos. No ha ido, que se parti-
rá en saliendo este mes y que vuestra merced lo cobrará todo,
que creo que es el más seguro camino, y aunque digo que lo creo,
también digo que lo sé como si estuviese ya pasado; pero pues
vuestra merced no se irá hasta agosto, yo me daré prisa de despa-
charme para aquel tiempo si place a nuestro señor y no venirme
a esta ciudad derecho sino a esa villa de Chiapa a verme con
vuestra merced y traeré las cartas escrituras.
"Y aunque diré lo que más comunicaremos y quizá me iré
de Soconusco hacia allá donde vuestra merced ha de salir si
viere que lo puedo hacer, vuestra merced esté descuidado de mis
cartas, que yo le certifico que con decir verdad como yo la siento,
yo escriba lo que vuestra merced ha hecho acá para cpnfundir
las tiranías de otros aunque no hubiese otra causa, y sé que
valdrán algo las cartas para que vuestra merced sea allá conocido
y remunerado de su majestad, y en verdad que lo digo que con
más justo título puede hacer a vuestra merced duque que a otros,
ni a Pizarro marqués, porque me ha dado Dios esta condición
Vencedores y vencidos, después de la rebelión 151

que a los buenos y virtuosos sé sublimar hasta el cielo y a los


malos y tiranos hundirlos hasta los infiernos.
"Y porque a vuestra merced no quiero encubrir nada por el
crédito que de él tengo y porque le amo, voy a la tierra de guerra,
porque ha venido aquí un cacique de allá por mí y allá hay necesi-
dad que yo los visite y aquellos siervos de Dios y apóstoles que
la rigen y traen a Cristo. Y espero en Dios que vuestra merced
lleve otras mejores nuevas de las que aún pensaba con mis cartas.
Y parece que Dios lo guía en que vuestra merced se detenga algo
más de lo que yo pensaba, porque de todo haga buena y cristiana
relación a su majestad, que es verdaderamente cristiano.
"Y de allí entiendo llegarme a la Audiencia real y hacer que
venga aquí un pesquisidor, porque no me puedo valer acá con
estos pobres hombres, que no bastan las tiranías que han hecho
pasadas y presentes, sino aun a mí me quieren usurpar e impedir
mi jurisdicción, con la cual los tengo de hacer cristianos aunque
no quieran, porque no hay más justicia en esta ciudad que en
casa del diablo, ni temen a Dios ni a su majestad, y en verdad
que han de temer y reverenciar al uno y al otro o sobre eso serán
hundidos.
"Voy también a lo que vuestra merced sabe acerca de ver
lo que hay por aquella tierra, doy gracias a Dios y tengo echado
fama que voy a Soconusco por la maldad que veo en esta ciudad,
como si viviese en tierra de Barbarroja, las desvergüenzas que
me han tenido y poco temor de las censuras eclesiásticas, a lo
menos de palabra amenzando, porque en presencia no me tengo
por tan santo que me las osasen decir, que no tienen término,
y digo que son infelicísimos hombres.
"Ahí que tornando al propósito, vuestra merced se detenga
por caridad cuanto pudiera esperarme, porque va mucho en que
vuestra merced y yo hablemos y lleve cargo de todo, y os lo escribi-
ré antes a su tiempo si Dios quisiere. También pienso enviar con
vuestra merced a Castilla algunos dineros de algunas personas
que los debo de enviar, como el padre fray Rodrigo podrá decir
a vuestra merced. Mucho quisiera que el padre vicario fuese con-
migo este camino. Hoy se lo escribo si lo determinaré. Vuestra
merced le preste un caballo hasta Costuntenango, porque allí le es-
peraré o dejaré buen recaudo de caballo y carta para que nos
alcance, y porque en la materia que vuestra merced me escribe
152 La batalla del Sumidero

también su carta, vuestra merced le muestre esta carta y con


ella respondo a la suya, porque no tengo más lugar, y sea todo
para con vuestra merced y él y los religiosos, que son todos
otro yo.
"Mañana, martes, si place a Dios, me parto, y ruegue vuestra
merced y todos por nos, que hagamos siempre su voluntad, y a
vuestra merced prospere con larga vida y vaya y vuelva para traer
el remedio que resta para estas ánimas, amén.
"De esta Ciudad Real, a diez y ocho de mayo de 1545 años.
A servicio de vuestra merced muy presto, fray Bartolomé de las
Casas, obispo de Chiapa.
"Al magnífico señor el señor Baltasar Guerra, en Chiapa."

23. BALTASAR GUERRA, SEGÚN TOMÁS DE LA TORRE


(1545-1552)

Texto tomado de la Historia de la provincia de San Vicente de


Chiapa y Guatemala, escrita por Francisco Ximénez, libro II, ca-
pítulos 45 y 52, 1720-1977, pp. 379-381 y 411-412.

Baltasar Guerra no sólo supo engañar a fray Bartolomé de las Ca-


sas. También los demás frailes dominicos se dejaron impresionar
por la amabilidad del encomendero. Fray Tomás de la Torre, el
cronista que acompañó a fray Bartolomé en su primera visita al
pueblo de Chiapa de los Indios, ha pincelado un retrato muy vivo
de Baltasar Guerra, de su personalidad y de su manera de actuar.
Este retrato es parte de la crónica que Tomás de la Torre escribió
entre 1545 y 1565, la Historia de la venida de los religiosos a la
provincia de Chiapa. Utilizada libremente por Antonio de Remesal
en su Historia de 1619, la crónica fue copiada después literalmente
por Francisco Ximénez en su propia Historia, escrita por los años
de 1720. De esta última obra está tomada la presente transcrip-
ción. El texto escogido cuenta, de manera muy directa y amena,
cómo los frailes dominicos llegaron a descubrir el engaño que ha-
bían sufrido por parte de aquel hidalgo que Tomás de la Torre
consideraba como "el hombre más sagaz que habían conocido".
La lucha de poder, que se armó después entre Baltasar Guerra
y los dominicos, terminó con la derrota total del encomendero.
Este perdió pronto la confianza y el respeto de los indígenas.
Vencedores y vencidos, después de la rebelión 153

Decidió entonces regresar a España, dejando su encomienda en


manos de su hijo bastardo Juan. Fue ésta una medida ilegal que
le costó caro. Sólo un español de pura sangre podía gozar de una
encomienda. En 1547, Juan de Mazariegos le disputó a Juan
Guerra el derecho a los indios de Chiapa ante la Audiencia de
los Confines. El pleito se siguió en grado de apelación ante el
Consejo de las Indias. En 1552, cayó la sentencia. Los Guerra per-
dieron para siempre sus derechos. Chiapa de los Indios dejó de
ser encomienda y fue declarada propiedad de la real corona. A
partir de aquel momento, se acostumbró llamar también el pueblo
Chiapa de la Real Corona.

"De lo que sucedió a los religiosos con el encomendero de


Chiapa y cómo engañó a los religiosos.
"Este caballero era muy aficionado a la orden de Santo Do-
mingo y había deseado que allí poblasen frailes de esta orden
y teníales ojeado un sitio en lo mejor del pueblo y encima del
río donde hay una fuentecilla, y el sitio era tal que no se le podía
poner tacha ninguna. Y luego llevó allá a los religiosos y contentó-
les mucho, aunque les parecía que era tan bueno que les parecía
que los indios lo darían con pesadumbre. Pero él tenía tanta gana
de que poblasen allí que se obligó a quitar todos los inconvenien-
tes y a contentar a los indios. Y como el sitio era tal, finalmente
se convencieron a querer poblar allí.
"Para entre tanto que se labraba algo, estaban aderezadas
dos casillas junto a la iglesia adonde se echó una cerquilla para
que pasasen allí los religiosos. Entre tanto que estuvieron allí,
el español se dio tanta maña a engañarlos que sin excitación nin-
guna lo tenían por santo, y tal lo habíamos pintado en los memo-
riales que entonces hacíamos de lo que nos acaecía.
"El abominaba a los españoles y a sus tiranías. Decía el modo
como se habían hecho las conquistas y los esclavos, los robos de
los españoles y de sus mujeres, las iniquidades de los tributos, co-
mo hombre que sabía por experiencia lo que decía. Mostraba'es-
crituras de males ajenos y los que tenía apuntados para decir al
Concejo cuando fuese a España, los remedios que eran necesarios
para esta tierra. Aprobaba todo lo que hacíamos el obispo y noso-
tros.
"Su intento en todo esto, según lo que después creímos, era
que lo confesásemos como a hombre que no era como los otros,
154 La batalla del Sumidero

y autorizarse por aquí para que el obispo y nosotros escribiésemos


a España, al Consejo, de sus hazañas, y hiciésemos que este
pueblo se le diesen perpetuo, y aún quisiera ser señor de título,
o ya que no le diesen a Chiapa, que le diesen como por encomien-
da un pueblo que llamamos La Vega, que lo pobló él junto al
ingenio de muchos esclavos que tenía, que serían 150, porque,
ya que los esclavos se ahorrasen, los suyos no alcanzasen libertad
y muertos los padres quedasen los hijos en aquella servidumbre,
puesto que los hijos de las indias esclavas no se tenían por escla-
vos. Nos tuvo mucho tiempo también engañados y persuadidos
a que eran ya libres.
"El era el más sagaz hombre que hemos conocido, y nosotros
simples por extremo en las grandes maldades de esta tierra, y
así no entendíamos nada de esto. Cada tarde visitaba los enfermos
y él mismo los sangraba, y apenas comía en la mesa, todo lo envia-
ba desde allí a los enfermos; aunque en esto de curar los indios
enfermos creo que siempre lo hizo bien. Los frailes lo tenían por
santo y se lo decían, y él con esto no sabía qué se hacer por ellos.
Y todos los que sabían lo que pasaba, veían lo que los frailes
no alcanzaban, y algunos se lo avisaron y no los creían, sospechan-
do que lo hacían por envidia por verlo rico, y con esto santo [...]
"Si a nosotros engañó el cristiano, mucho más al señor obispo,
tanto que nos decía el obispo: 'Este había de ser obispo de estas
tierras todas, tales hombres han menester las Indias.' Y se trató
de que se hiciese la iglesia para remediar estas gentes y el obispo
proponía de procurar cargos acá por ver su gran rectitud. En nin-
guna cosa conocimos después la sagacidad de este hombre, como
en ver cómo nos pudo persuadir tal cosa, siendo él quien era.
Pero todos se nos volvió en bien, porque por lo que nos decía
conocimos quiénes eran algunos de los cristianos de estas tierras
y lo que en las guerras había pasado y en los tributos pasaba.
Y descubriéndonos Dios sus maldades y tiranías, conocimos no
llegar los males que nos decía de los otros a la mitad de los que
él había hecho y entonces hacía [...]
"Finalmente vino Nambocavecome transijado y seco, se echó
a los pies del padre vicario y después de todos los padres, y les
pidió perdón diciendo que de sólo Dios era no caer y que los
ángeles cayeron, y prometió toda enmienda. Pero así la hubieron
Vencedores y vencidos, después de la rebelión 155

con él perdonándolo y mostrándole todo amor, como si siempre


creyesen durar él en su malicia.
"Como se vio corrido y afrentado, deteminó partirse a Espa-
ña, y en tres días aliñó su partida que en muchos años no había
podido aliñar, estando cada día para se ir, porque no podía dejar
aquel gran señorío que en Chiapa tenía, que en un momento lo
dejó a él. Y ofreciendo muchas cosas a los padres, el padre vicario
le respondió lo que infinitas veces le había dicho: 'Señor, no nos
hacéis merced ninguna en darnos toda vuestra hacienda, porque
toda la debéis a estos indios y ninguna manera tenéis mejor de
restituirles que ayudándonos a nosotros que somos todo su bien
y remedio. Si lo que diéredes, lo diéredes por amor de Dios, paga-
réis algo de lo que debéis y no lo diéredes sino por pensar de
torcernos, tanto os perdéis, porque antes doblarán los montes que
nosotros.' Y esta razón se ha dado muchas veces a los españoles
en el pulpito y fuera de él, y por ella hemos comido sin miedo
sus limosnas, porque nos parece que es la mejor restitución que
pueden hacer. Avisóle también que tratase de su conciencia y mi-
rase cómo llevaba tanto dinero habido con tanta sangre de hom-
bres. Dijo qué en México pensaba confesarse, que al vicario no lo
quería tomar por confesor, diciendo que le tenía por sospechoso.
"Y aunque muchas veces le respondieron que no querían na-
da suyo, que si algo diese para la iglesia que allá se lo hubiese,
que no queríamos señalarle ni pedirle nada suyo, todavía le dieron
un memorial de cosas de la iglesia, del cual poco más que nada
envió. Y dijo un mayordomo de una hacienda, heredero de su
sagacidad que nos dio muchos trabajos, como adelante se dirá,
que en un libro de instrucciones que le dejó, una fue que diese
a los religiosos que en el pueblo residían todo el azúcar y todo
lo demás que del ingenio hubiesen menester, y si no lo diese,
que los frailes lo tomasen, y manteca para guisar de comer y seis
arrobas de vino cada año para las misas. Díjose que en particular
dejó mandado que bailase el mayordomo como los frailes hiciesen
el son. Nosotros lo estimamos como el lodo de la calle,-y cuando
nos lo daban, tomábamoslo con las condiciones ya dichas, y cuan-
do no nos lo daban, no se lo pedíamos. Y así decía el mayordomo:
'Voto a tal, que es perdido lo que por ellos se hace si no es por
amor de Dios.'
156 La batalla del Sumidero

"Ahí que nuestro 'santo', que escogíamos por 'obispo' de to-


das estas tierras, en esto paró. Él se fue a España. Plegué a Dios
que él se salve. Amén. Pero, ¡ay de quien lo confesare!
"Cuando este caballero se fue a España, dejó en el pueblo
de Chiapa un hijo suyo mestizo, llamado Juan Guerra, nombrado
por él con autoridad de los jueces que para esto sobornó. Y sabido
esto en el Consejo, le puso pleito el fiscal real, y siguiéndose el
pleito contra él fue sentenciado en vista y revista y quitado el pueblo
e incorporado en la real corona. La fecha de la ejecutoria de todo
este pleito se dio en Monzón de Aragón a 28 de agosto de 1552
años. Y es cierto que no merecen estos indios tener otro dueño
que el mismo rey, porque ha sido el pueblo que más lealmente
ha servido a su majestad en todas las ocasiones que se han ofreci-
do como se irá viendo, permaneciendo en su lealtad, no excusando
tomar las armas siempre que se ha ofrecido, aun habiendo experi-
mentado agravios en torno a sus servicios, como se verá. Y lo
que siento es que este pueblo debía ser privilegiado y gozar el
privilegio de hidalguía y no pechar, porque en él sólo tiene su
majestad asegurada mucha tierra de estas provincias."

24. CHIAPA DE LOS INDIOS, SEGÚN ANTONIO


DE REMESAL (1619)

Texto tomado de la Historia general de las Indias Occidentales


y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, libro XI,
capítulo 12, 1619M966, pp. 424-426.

Baltasar Guerra obtuvo sobre los chiapanecas una victoria efíme-


ra. Su reino absoluto como encomendero duró muy pocos años, de
1534 a 1545. Los verdaderos vencedores de los chiapanecas fueron
los frailes dominicos, compañeros de fray Bartolomé de las Casas.
Estos se instalaron en el pueblo en 1545 y se quedaron más de
tres siglos. Establecieron su convento "en lo mejor del pueblo,
sobre el río", no sin la oposición inicial de los caciques, que no
estaban dispuestos a regalarles el sitio más ventajoso de la pobla-
ción. El convento se convirtió pronto en el centro de la actividad
cultural, del poder sociopolítico, de la influencia religiosa y del
control económico que los frailes ejercían sobre los indígenas de
toda la región. De este dominio existen todavía hoy varios vestí-
Vencedores y vencidos, después de la rebelión 157

gios: la hermosa fuente mudejar, construida por fray Rodrigo de


León en 1562, la espaciosa iglesia de tres naves, erigida por fray
Pedro de Barrientos, la ganadería y el cultivo de la caña introduci-
dos por los frailes en la zona fértil al sur de Chiapa, todavía hoy
llamada La Frailesca.
El documento núm. 24 es un elogio escrito por Antonio de
Remesal del fraile dominico que, entre 1545 y 1588, convirtió la
antigua ciudad chiapaneca en uno de los más prestiosos pueblos
coloniales de Nueva España. Fray Pedro de Barrientos es el proto-
tipo de aquellos misioneros españoles, entusiastas y emprendedo-
res, que en el siglo XVI fundaron, formaron, evangelizaron y go-
bernaron los pueblos de indios en toda la Nueva España.

"Año de 1588 fue nuestro señor servido de llevar para sí el


padre fray Pedro de Barrientos, de nación portugués, hijo del
convento de nuestra señora de la Peña de Francia, de quien algu-
nas veces se ha hecho mención en esta historia. Murió en el con-
vento de Chiapa de Indios, que él había edificado como ahora
está, y de donde había sido primer vicario, y primer prior cuando
aquella casa se dividió de la de Ciudad Real y se hizo una de
las de la provincia, y según el padre fray Pedro la ordenó y compu-
so en una de las buenas que tiene la orden en toda la Nueva Espa-
ña. La iglesia es muy capaz y muy fuerte, de tres naves, toda de
ladrillo, y la capilla mayor proporcionada, y con el aderezo de
los retablos que en ella pusieron los padres fray Melchor Gómez
y fray Juan Alonso, siendo priores, está muy vistosa. El claustro
está bien edificado y las celdas son capaces y buenas; tienen las
más vistas al río, por ser la tierra muy calurosa. El refitorio y
hospicio y las demás oficinas están muy acomodadas con toda
la casa; y la huerta con su estanque es de mucha recreación. La
sacristía tiene muchos y muy ricos ornamentos, y por la liberali-
dad de los priores quizá más caros que en otras partes.
"Débese mucho en esto al padre fray Pedro de Barrientos,
que lo trabajó y afanó con un celo muy grande del bien de la
casa. El lustre, buen gobierno, cristiandad y aseo del pueblo, sin
falta todo se le debe a él; porque aunque es verdad que otros
muchos padres muy santos hicieron en él cosas maravillosas, ense-
ñaron, predicaron, bautizaron, aconsejaron, amonestaron, avisa-
ron, ordenaron, defendieron y quemaron ídolos a centenares, la
raíz del mal siempre estaba encubierta, y por lo que brotaba en
158 La batalla del Sumidero

los corazones no era la mayor parte de los indios (con mucha os-
tentación de obras de fe) más cristianos que si no se la hubieran
predicado, o si todavía estuvieran en el cerro de sobre el río, de
donde los bajó el capitán Diego de Mazariegos.
"Entró en el pueblo el padre fray Pedro de Barrientos. Apren-
dió la lengua y súpola tan bien o mejor que la propia materna.
Dióle el Señor gracia con la gente, y comenzáronle a mirar como
padre. Y al cabo de catorce años que poco a poco iba entendiendo
las cosas de los indios, llegó a saber que aún había idolatrías en
el lugar. Porque el ídolo suyo principal Maviti, le tenían escondi-
do y guardado, y con mucho secreto le adoraban, y hacían sus
sacrificios como antes, teniéndole una gran cofradía de muy su-
cios sirvientes, que era el culto de aquel dios que fue la gloria
y bienaventuranza de aquellos naturales y desde los tiempos muy
antiguos nadie le había visto. Con todo esto, por relación de los
sacerdotes que venía de mano en mano, no sé si diga que apenas
se hallara ahora un hombre de tan buen ingenio en interpretar
enigmas y jeroglíficos que con más claridad diga lo que cada cosa
significa como los mayorales de los indios que sabían la significación
de todas las partes de este ídolo, cabezas, ojos, orejas, cuello, pe-
chos, brazos, manos y pies, y qué significaban los lazos, hoyos,
señales, rayas y figuras que en cada una de estas partes tenía. Y
ésta era toda la teología de los maestros de aquella república, muy
cargados de doctrina cristiana y saber y decorar los artículos de
la fe y los mandamientos de Dios.
"Entró el padre fray Pedro de Barrientos. Descubrió el mal,
sacó el ídolo a la plaza, mostró a todos una abominación semejan-
te, que corridos y confusos, como nunca le habían visto, no se
osaban mirar unos a otros. Predicóles sobre el caso muchos sermo-
nes, exhortóles a penitencia, por cuyo medio les prometía el per-
dón de un pecado tan grande. Quebró el ídolo delante de todos.
Echóle en un fuego. Y después de quemado, esparció las cenizas
por el aire. Castigó con mucho rigor los cofrades o capellanes
abominables. Y al sacerdote, que se llamaba Juan Doche, le entre-
gó al señor obispo, que le hizo servir muchos años en la catedral
con un grillo al pie. Hecho esto, sin diligencia ninguna, volunta-
riamente entregaron los indios muchos ídolos que tenían escondi-
dos, unos antiguos y otros modernos que habían hecho después
que les habían quitado algunos que tenían. Bautizáronse muchos
Vencedores y vencidos, después de la rebelión 159

cristianos fingidos y trajeron sus hijos a bautizar que por ellos


muchas veces había bautizado el hijo del esclavo. Desde este día
cesaron de todo punto las borracheras, que siempre duraban, aun-
que no en público.
"Y el padre fray Pedro siendo más amado que hasta allí, tuvo
más mano en el gobierno del pueblo, para hacer los alcaldes y
regidores que más convenían a la república, y dar traza cómo
se pagasen los tributos, mas sin daño de los particulares. Y en
este punto le sucedió un caso que dio bien que reír en la provincia.
Era muy celoso de la hacienda real y de todo lo que tocaba a
la corona. Y sobre esto tuvo muchas pesadumbres con algunos
corregidores, que querían entregarse en los tributos y aprovechar-
se de ellos. Uno informó a su majestad siniestramente y muy al
contrario de lo que pasaba, diciendo que fray Pedro de Barrientos
era causa de que el rey perdiese mucha hacienda en aquella tierra,
etcétera. Su majestad despachó luego una su real cédula al gober-
nador, en que venía por narrativa la relación del corregidor de
Chiapa y traía muy acriminado el delito del fraile. Cuando el pa-
dre fray Pedro lo supo, hizo grandes sentimientos y exageraba
mucho las malas pagas que da el mundo. Duróle este tema algún
tiempo, pero no dejó por esto de defender que los corregidores
no metiesen la mano en la hacienda real.
"Era de condición llano y afable, y muy caritativo; y así tuvo
gran entrada con los indios. Fue muy devoto de nuestra señora
del Rosario. El orden de cantar los niños y niñas la doctrina, con
los tonos de los salmos e himnos de la iglesia, él le dio. Que estan-
do yo allí día de san Ambrosio de 1616, me causó notable devoción
y noté este día que habiéndose pegado fuego en el lugar se quema-
ron ciento y veinte casas y no faltaron por esto los niños de venir
a la doctrina y cantarla tan despacio como solían los religiosos
las completas y salve. Fue también parte el padre fray Pedro para
que los indios del lugar se diesen al ejercicio de criar caballos
y subir en ellos, correrlos, picarlos y hacerles mal, de donde ha
procedido correr tan bien como en Jerez y hacer un juego de
cañas con tanta destreza y gallardía como en la ciudad más lucida
de España. Hácense también aquí muy lindos jaeces y aderezos de
caballos, que se llevan a muchas partes [...]
"Después de muy gloriosos trabajos que el padre fray Pedro
de Barrientos padeció por el amor de nuestro Señor y por el bien
160 La batalla del Sumidero

de estos indios, le llevó Dios a descansar en el mismo pueblo de


Chiapa, con sentimiento general de todos. Después que este padre
murió se acrecentó mucho la casa en dehesas y ganados y un inge-
nio de azúcar en muy buen sitio, que cuando veo cuan pequeños
principios tuvo y con cuántos trabajos y contradicciones se echa-
ron los primeros cimientos y lo mucho que con el fervor del Señor
se ha aumentado, no puedo dejar que decir que con gran adverten-
cia y muy a propósito se escribió el rótulo que está al derredor
de la capilla mayor, que se tomó el capítulo quinto del libro de
la Sabiduría: Hi, sunt quos aliquando habuimus in derisum
et in similitudinem improperii. Nos insensati vitam illorum aesti-
mabamus insaniam etc. Que propiamente son palabras de los es-
pañoles de aquel tiempo, que resucitados de sus sepulturas o ima-
ginados entrar de fuera del pueblo en el convento, se quedan
admirados diciendo: 'Estos son los que en un tiempo nos fueron
de risa y mofa, y era todo nuestra entretenimiento hacerles mal
y daño, y no siendo nosotros cuerdos teníamos su modo de proce-
der y la perseverancia en enseñar a los indios por locura. Veis
aquí cómo nosotros nos acabamos y ellos quedaron, y nosotros
no se sabe de nuestro fin y del suyo sí, que les cupo parte en
la herencia de los santos.' "

25. CHIAPA DE LOS INDIOS, SEGÚN TOMÁS GAGE (1648)

Texto tomado de la Nueva relación que contiene los viajes de


Tomás Gage en la Nueva España, 2a. parte, capítulo 17, 1648-
1946, pp. 148-150.

Terminamos la antología con un panorama de Chiapa de los In-


dios, un siglo después de la Conquista. Es una descripción hecha
por el fraile dominico inglés, Tomás Gage, durante su visita al
pueblo en 1626, camino de México a Guatemala. Forma parte del
relato que el fraile publicó en 1648 en Inglaterra. La transcribimos
de una traducción española hecha en 1838 y publicada de nuevo,
en 1946, en una edición guatemalteca.
Tomás Gage no tiene muy buena fama como historiador. Es
un fraile que no sólo salió de su orden religiosa, sino que además
apostató de la fe católica para hacerse protestante. Terminó como
consejero personal de Cromwell y murió en Jamaica, como cape-
Vencedores y vencidos, después de la rebelión 161

Han de la armada inglesa que había atravesado el océano para


conquistar la Nueva España. Este cínico renegado, con tal de
echar desprestigio sobre sus antiguos correligionarios, salpicó sus
memorias de comentarios que cualquier autor decente, por ele-
mental pudor, hubiera dejado callados. Pero al mismo tiempo, es
un hombre que tiene el don de periodista: sabe observar bien y
describir mejor aún. De su pluma aguda y amena salió el retrato
que a continuación presentamos. Es la descripción de Chiapa de
los Indios en un momento importante de su historia. Aparece como
una ciudad populosa, cuya prosperidad se debía a un intenso co-
mercio por tierra y por río, y se expresaba en continuos regocijos
públicos; una población de indios ricos, muchos de ellos caballeros,
que se había adaptado con sorprendente facilidad a las costumbres
y artes españolas; también un pueblo de indios colonizados, hábil-
mente controlados por los frailes dominicos todopoderosos.

"Descripción de la villa de Chiapa de Indios y de sus privile-


gios, de las inclinaciones de sus habitantes, de su comercio y de
sus ocupaciones ordinarias.
" A doce leguas de esa Chiapa [la Real] hay otra que merece
mayor estima que ella y es más ella digna de alabanzas. Los más
de sus moradores son indios, y su población es u n a de las mayores
que compongan los naturales de la América sujeta, pues consta
por lo menos de cuatro mil familias.
" L o s reyes de España han otorgado a esa villa muchos fueros,
mas a u n q u e en ella se gobiernan por sí los mismos indios, depen-
de sin embargo de la jurisdicción de Chiapa la Real, donde los
españoles eligen el gobernador que quieren entre los naturales
con las demás autoridades subalternas.
" E s t e gobernador puede usar espada y daga, y gozar de otras
varias prerrogativas sobre los indios; y a la verdad, no hay villa
ni ciudad donde resida mayor número de indios caballeros. Don
Felipe de Guzmán, que era gobernador cuándo yo estaba allí, era
tan rico que mantenía en su caballeriza doce palafrenes tan her-
mosos como podía poseerlos cualquier gobernador español del
país, y mostraba tanta firmeza y dignidad como el que más de
los señores de España. Don Felipe sostuvo un pleito en la cnanci-
llería de Guatemala contra el gobernador de Chiapa la Real, para
defender los privilegios de su villa, en el cual gastó muchísimo;
y cuando lo ganó, hizo celebrar su triunfo con fiestas y regocijos
162 La batalla del Sumidero

por agua y por tierra, y con tanta magnificencia que no habrían


podido más en la corte de Madrid.
"La villa está situada a la margen de un río caudaloso, donde
bogan muchas barcas, y en ellas aprenden los indios a pelear a
guisa de combates navales, ejercicios en que son muy duchos y
experimentados, sabiendo representar a las mil maravillas las
Ninfas del Parnaso, Neptuno, Eolo, y las otras divinidades de los
paganos, con admiración y gran contentamiento de todos los otros
indios.
"Con sus barcos o canoas forman una armada y sitian y blo-
quean una plaza según las reglas del arte de la guerra, y la estre-
chan hasta obligarla a entregarse, con tanto denuedo y habilidad
que parece que toda su vida se hayan criado en guerra y batallas
marítimas.
"Son también muy diestros en las corridas de toros y en el
juego de cañas y en las carreras de caballos, en la castrametación,
en la música, en el baile y todos los ejercicios corporales, en que
no se muestran inferiores a los españoles.
"Construyen ciudades y torres de madera que cubren de lien-
zo pintado, a fin de dar más apariencia de realidad al artificio,
y las bloquean dividiendo sus barcas en dos flotas enemigas, las
cuales se arrojan una a otra cohetes, carretillas y toda especie de
fuegos, con tanta valentía y maña que, si el juego se volviese
de veras, harto tendrían de que arrepentirse los españoles y los
frailes, por haberles dado tan buena escuela.
"También suelen representar comedias, y éstas son sus diver-
siones ordinarias; pero son tan espléndidos y generosos que no
perdonan gasto para festejar a los religiosos y a los moradores
de los pueblos vecinos, particularmente los días de fiesta y de
regocijo público, en que por lo común se reúne allí un inmenso
concurso.
"La villa es rica, porque son ricos muchos de sus habitantes,
los cuales trafican en el campo como hacen los españoles, y ejer-
cen entre ellos mismos todos los oficios necesarios de una pobla-
ción culta.
"No carecen de carne ni pescado. El río que pasa por delante
de la villa produce abundante pesca, y hay muchas haciendas donde
se cría copiosísimo ganado.
Vencedores y vencidos, después de la rebelión 163

"Los religiosos de la orden de Santo Domingo ocupan el pri-


mer lugar entre todos los que están establecidos en la villa, y tie-
nen un hermosísimo convento, con otra iglesia o capilla, además
de su iglesia conventual, que depende de ellos.
"El calor es tan grande en aquellos parajes, que los religiosos
y los indios necesitan llevar al cuello un pañezuelo o toalla para
enjuagarse el sudor, y como les serían imposible comer bocado
sin limpiarse los chorros de agua que les caen por el rostro, perma-
necen mucho más tiempo en la mesa de lo que por su gusto esta-
rían. Con todo, las noches son frescas y deliciosas, y las gentes
del país las emplean en divertirse o pasearse por las arboledas
y jardines de la orilla del río.
"A dos o tres leguas de la villa hay dos ingenios de azúcar;
uno pertenece al convento de los dominicos de Chiapa la Real,
y otro al de Chiapa de los Indios, y en uno y otro hay cerca de
doscientos negros y muchos indios que trabajan continuamente
para dar abasto de azúcar a todo el país, criándose además en
las cercanías un gran número de machos y excelentes caballos.
"La villa de Chiapa de los Indios y los otros lugares del contor-
no no pueden echar de menos sino un clima algo más templado
y el trigo que no medra en aquella tierra, aunque la falta de este
grano la suplen los que no pueden pasar sin él, haciéndolo llevar
de la otra Chiapa y de los alrededores de Comitlán. Además la
falta de trigo no debe mirarse como una prueba de escasez, por-
que el país abunda en maíz, y el pan que de él hacen los españoles
y los religiosos se come con tanto apetito como el de trigo.
"Sin embargo, los españoles pobres y algunos indios que han
aprendido a traficar, sacan una ganancia considerable de las ga-
lletas de trigo que llevan a vender a sus lugares y aldeas; porque,
a pesar de ser duras y secas, los indios, para quienes son cosa
nueva, no dejan de comprarlas o bien de tomarlas por precio de
algodón, del cual hay allí mayor abundancia que en el valle de
Copanabastlán."
CONCLUSIONES

Al terminar la lectura de los documentos, ha llegado el momento


de resumir las evidencias más sobresalientes que ellos contengan.
Las podemos formular de dos maneras, positiva y negativamente.
Las evidencias negativas se reducen, fundamentalmente, a
cuatro. Primero: la antigua Chiapa de los Indios no era una ciu-
dad fortificada, ni estaba situada dentro del Sumidero. Segundo:
los chiapanecas no se levantaron en armas contra Diego de Maza-
riegos, cuando este capitán llegó a Chiapa en 1528. Tercero: por
lo consiguiente, la batalla, conmemorada en el escudo del estado,
no fue presentada en aquel año. Cuatro: los chiapanecas no se
despeñaron, heroica y colectivamente, en las aguas del río Chiapa.
En una palabra, llegamos a la inevitable conclusión de que
la famosa epopeya del Sumidero, tan celebrada por poetas, pinto-
res y políticos patrioteros, no es más que una hermosa leyenda.
Los responsables de su creación son probablemente los mismos
indios chiapanecas. Una vez vencidos por los españoles, decidie-
ron transformar, por la magia de la palabra, la derrota de su
pueblo en una hazaña heroica. La tradición oral de la comunidad
indígena chiapaneca sirvió como vehículo para llevar después la
leyenda, a través del siglo XVI y por medio de los pobladores es-
pañoles, hasta los cronistas Herrera y Remesal. >
Reduciendo la leyenda del Sumidero a sus proporciones histó-
ricas, los documentos nos han revelado al mismo tiempo lo que
realmente sucedió en el cañón, hace exactamente 450 años. Nos
abrieron, poco a poco, otro panorama, bien distinto de la epope-
ya tradicional. Gracias a ellos, fuimos testigos de dos rebeliones

165
166 La batalla del Sumidero

sucesivas, que, por los años 1532-1534, los chiapanecas intentaron


contra el opresor español.
Dentro de este nuevo cuadro, las cuatro evidencias negativas,
mencionadas más arriba, se convierten en afirmaciones: durante
los años 1532-1534, los chiapanecas vivieron efectivamente en el
Sumidero y pelearon allí contra las tropas españolas; son estas
batallas las que conmemora el escudo del estado; en ellas, algunos
rebeldes se despeñaron efectivamente en las aguas del río Chiapa.
Podemos, por fin contemplar la batalla del Sumidero, sin temor
a las falsas pretensiones de la leyenda. Perdimos una hermosa
ilusión, pero ganamos algo mucho más valioso, una historia
auténtica.
Como toda historia verdadera, la rebelión de los chiapanecas
es una aventura humana. Es un episodio donde la grandeza del
hombre y su pequenez están inevitablemente entremezcladas. No
cabe duda de que los chiapanecas lucharon con valor contra los
españoles, en un esfuerzo heroico por reconquistar su libertad
perdida. Pero también es cierto que en esta lucha ya están presen-
tes los elementos trágicamente negativos que parecen ser parte
de todas las sublevaciones indígenas de Chiapas. Entre ellos des-
tacan particularmente.
1) La irresistible tendencia, en los rebeldes, de retirarse hacia
posiciones defensivas, que a lo largo se vuelven indefensibies;
siempre los rebeldes se replegarán hacia el terreno propio y en-
contrarán en él su tumba.
2) El carácter elitista de la resistencia indígena, en la que el
común es manipulado y a veces traicionado por sus propios líde-
res; siempre surgirá algún don Diego Nocayola, dispuesto a ven-
der la causa al enemigo.
3) La limitación de la insurrección a la propia comunidad,
sin poder establecer alianzas duraderas a nivel regional y supra-
rregional; siempre, a la hora de la verdad, los rebeldes se encon-
trarán solos, sin el apoyo oportuno de las comunidades vecinas.
4) El implacable castigo, impuesto por los vencedores a los
rebeldes derrotados; siempre, la "pacificación" de los españoles
será más violenta y más sangrienta que el alzamiento inicial de
los indígenas.
5) La justificación ideológica, dada por los españoles a sus
campañas de reconquista; siempre estarán a la mano algún santo
Conclusiones 1 6 7

Jicalpextle de Chiapa de Corzo, hecho en 1983,


con el escudo del estado de Chiapas.
168 La batalla del Sumidero

poderoso, capaz de darles la victoria, y un Dios justo, dispuesto


a castigar a los adversarios por sus pecados.
Es este último rasgo el que domina particularmente en la ver-
sión que de la rebelión chiapaneca da el documento que funda-
menta históricamente el escudo del estado, la real merced de un
blasón de armas, otorgada en 1535 a la villa de San Cristóbal
de los Llanos. De los dos leones rampantes que están representa-
dos en el escudo, el de la derecha simboliza obviamente la victoria
militar española sobre los chiapanecas, "arrimado", corno está,
" a un castillo de oro". Pero el león de la izquierda, "arrimado
a una palma verde con su fruta", está allí "en memoria de la
advocación del glorioso señor san Cristóbal".
No debe extrañar la invocación que se hace en el escudo a
san Cristóbal. Sabemos, por Baltasar Guerra mismo (doc. núm.
16) que este capitán puso sus dos campañas de pacificación bajo
la protección de aquel santo. Era obvia la decisión de Guerra,
puesto que san Cristóbal era, desde 1530, el patrono de la provin-
cia colonial de Chiapa. Más aún, en honor del santo el nombre
de la Villa Real, fundada en 1528, había sido cambiado a San
Cristóbal de los Llanos.
Sin duda, el militar que era Baltasar Guerra atribuyó su victo-
ria sobre los rebeldes a la ayuda especial de san Cristóbal, venera-
do entonces por los españoles como el compañero de armas de
Santiago el Matamoros. Seguramente, agradeció además al mis-
mo santo la exitosa penetración del cañón del Sumidero, puesto
que san Cristóbal era invocado también como protector particu-
lar de los viajeros que tenían que cruzar ríos peligrosos. De hecho,
en la iconografía tradicional, el santo siempre está representado
como un gigante que atraviesa un río profundo, cargando en sus
espaldas al niño Jesús y apoyándose en una palma a guisa de
bastón. Así queda explicada también la presencia, en el blasón
de armas, de la enigmática "palma verde" y la conexión de este
símbolo con "la advocación del glorioso señor san Cristóbal".
El escudo, que el estado de Chiapas se enorgullece de poseer,
no se limita, pues, a conmemorar la rebelión chiapaneca y la paci-
ficación de los rebeldes por las tropas españolas. Además, y sobre
todo, es la expresión de la versión que de los hechos los vecinos
españoles mandaron a España en 1534. Y esta versión es un infor-
me, no sólo tergiversado por sus omisiones y exageraciones, sino
Conclusiones 169

además ideologizado gracias a la advocación del santo protector.


Contemplado desde este ángulo, el escudo se convierte en la máxi-
ma expresión de la famosa "visión de los vencedores", con la
que los españoles solían justificar y hasta celebrar sus campañas
militares contra los indígenas americanos.
Y la "visión de los vencidos", ¿dónde se expresa? No la pudi-
mos rescatar de la tradición oral de los mismos chiapanecas, por-
que ya no existen ni ella ni sus portadores. Pero encontramos
su sombra en la gramática que de la lengua chiapaneca escribió
en 1691 fray Juan de Albornoz. Hay en ella una frase, redactada en
chiapaneca y en español, en la que resuena, como en una concha
rescatada del inmenso océano que es la historia humana, la triste-
za de los derrotados. Esta frase, la pusimos como leitmotiv al ini-
ciar nuestro estudio. La ponemos también como clave, al cerrar
el libro.
Moho gota nacopo tarimihi ndipaho iqhitame himo, naqhimin-
di mane icopamoña iqhitame himo: En esta vida todos los hom-
bres padecemos, pero mucho más padecemos los indios.
BIBLIOGRAFÍA

A. FUENTES MANUSCRITAS

1. Archivo Histórico Diocesano (San Cristóbal de las Casas)

¿1541? Traducción, hecha en 28-IV-1845, de una probanza de


Chiapa de méritos y servicios de los caciques Francisco Doho y Juan
los Indios Noyinandoca, redactada originalmente en Chiapa de los
Indios, el 6 de junio de 1541.

2. Archivo General de Centroamérica (Guatemala)

1535-III-1 Real cédula, confiriendo a la villa de San Cristóbal de


Madrid los Llanos un escudo de armas.
AGCA, Guatemala A3. 10-3319-175.

1549-V-23 Real cédula a Baltasar Guerra, ordenándole que le sean


Madrid quitados los indios por haberlos cedido a su hijo bastar-
do.
AGCA, Guatemala Al. 23-101-1511:111.

1552-VIII- Ejecutoria de la sentencia pronunciada por el Consejo


28 de Indias, mandando incorporar a la real corana el
Madrid pueblo de Chiapa, encomienda que fue de Baltasar
Guerra.
AGCA, Guatemala Al. 23.101-1511:185.

171
172 La batalla del Sumidero

1571-1572 Parte de los autos que siguió Chiapa de los Indios contra
Guatemala San Felipe Ecatepeque por un pedazo de tierra en Su-
chiapa.
AGCA, Guatemala Al. 1-57601-6934:1-14.

1571 Parte de un interrogatorio hecho en un proceso entre


Guatemala Chiapa de los Indios y Zinacantán sobre el derecho a las
salinas de Ixtapa.
AGCA, Guatemala Al. 1-57602-6934.

1571-VI-6 Copia, hecha en el siglo XIX, de una cédula real trunca,


Guatemala que incorpora los antecedentes de un largo pleito entre
Chiapa de los Indios y los pueblos de Zinacantán y San
Felipe por la posesión de unos terrenos.
AGCA, Guatemala Al. 18-54.880-6074.

1587 Auto confiriendo a los jefes de los 8 calpules del pueblo


Guatemala de Chiapa de los Indios el cargo de cobrar los tributos
y demás impuestos.
AGCA, Chiapas Al. 39-1559-212.

1609 Probanza de méritos y servicios del cacique de Chiapa


de los Indios, Rodrigo Ponce de León Cabeza de Vaca.
AGCA, Guatemala Al. 1-57603-6935.

3. Archivo General de indias (Sevilla, España)

1532-11-20 Probanza de méritos y servicios de Luis Marín, uno de


México los que fueron con el marqués del Valle a la conquista
de Nueva España.
AGÍ, Patronato 54-8-2.

1535-III-1 Real provisión de Carlos V, otorgando a la villa de San


Madrid Cristóbal de los Llanos un escudo de armas.
AGÍ, Guatemala 393-1.

1539-XII-12 Real cédula al gobernador de Guatemala, para que averi-


Madrid güe si Baltasar Guerra tenga indios esclavos.
AGÍ, Guatemala 393-1.
Bibliografía 173

1539-XII-12 Real cédula a Baltasar Guerra, para prorrogarle por un


año más el plazo de tres años para que se case y no pierda
sus indios.
AGÍ, Guatemala 393-1.

1547-1549 Pleito entre Juan de Mazariegos, vecino de Ciudad Real,


Gracias a y Baltasar y Juan Guerra, vecinos de Zamora, por la enco-
Dios mienda de Chiapa de los Indios.
AGÍ, Justicia 281-1.

1550-1-26 Carta del licenciado Cerrato al rey, sobre la condenación


Guatemala de Baltasar Guerra, encomendero de Chiapa de los In-
dios.
AGÍ, Guatemala 9.

1554-IX-17 Probanza de méritos y servicios de Baltasar Guerra de


Ciudad Real la Vega, natural de Zamora, uno de los primeros conquis-
tadores de Nueva España con don Pedro de Alvarado.
AGÍ, Patronato 60-3-1.

1563-X-26 Probanza de méritos y servicios de Baltasar Guerra en


Guatemala la pacificación de Chiápa, a petición de su hijo natural
Juan Guerra.
AGÍ, Patronato 65-2-4.

1571-1-19 Despacho de un privilegio de armas para Baltasar Guerra


Madrid de la Vega, vecino de Zamora.
AGÍ, Guatemala 394-5:44.

1586 Probanza de méritos y servicios de Juan de Morales Villa-


Ciudad Real vicencio, vecino de Ciudad Real, hijo de Cristóbal de Mo-
rales.
AGÍ, Guatemala 57.

1587-11-13 Traslado del blasón de armas concedido por Felipe II


Valladolid a Baltasar Guerra en 19-1-1570, a petición de Gonzalo
Pontigo, vecino de la villa de Valladolid.
AGÍ? (Ed. López Sánchez, t. I, 383-386).

1603 Traslado de una probanza de méritos y servicios de Ro-


Guatemala drigo de León, indio principal de Chiapa de los Indios,
redactada en 1578.
AGÍ, Guatemala 59.
174 La batalla del Sumidero

1598-X-15 Relación de los pueblos que forman la diócesis de Chiapa,


Ciudad Real por el obispo Andrés de Ubilla.
AGÍ, Guatemala 161 y 966.

1604 Probanza de méritos y servicios de Luis Alfonso de Maza-


Guatemala riegos y de sus antepasados, entre ellos Andrés de la Tovi-
11a y Juan de Mazariegos.
AGÍ, Guatemala 118.

1610-11-16 Informe del oidor Manuel de Ungría Girón sobre el esta-


Chiapa de do de la alcaldía mayor de Chiapa.
los Indios AGÍ, Guatemala 44.

1611-X-l Censo de los habitantes de las provincias de Chiapa y


Ciudad Real Soconusco, mandado redactar por Frutos Gómez Casillas
de Velasco, deán de la catedral de Ciudad Real.
AGÍ, México 3102.

1625 Probanza de méritos y servicios del pueblo de Zinacantán


Ciudad Real en el tiempo de la conquista de Chiapa.
AGÍ. Guatemala 123.

4. Archivo Histórico del Estado (Tuxtla Gutiérrez)

1605 Juicio levantado contra cinco indios del pueblo de Chiapa


Ciudad Real de los Indios por hechicerías e idolatrías, a requerimiento
del señor obispo de Ciudad Real.
Carpeta Cicerón Grújales, copia mecanografiada de un
documento original.

5. Biblioteca Frav Bartolomé de las Casas, .\n fíolom (San Cristóbal


de las Casas)

1547-181 1 Testamento e información testimonial sobre los derechos


Guatemala hereditarios de la sucesión remota del indio principal y
cacique Pedro de Fonseca del pueblo de Chiapa do los
Indios.
Bibliografía 175

6. Biblioteca Manuel Orozco y Berra, Castillo de Chapultepec (México,


D.F.)

1535-III-1 Traslado de la real merced de un blasón de armas, olorga-


Madrid do por el rey Carlos V a la villa de San Cristóbal de los
1740-VI-18 Llanos, Archivo de Chiapas, t. I, doc. núm. 1.
Ciudad Real

7. Bibliotheque Nationale (París)

1633 Algunas cosas curiosas en lengua chapaneca, sacadas de


propósito para doctrina de los indios... (atribuido a fray
Juan Núñez)
B.N.P., Manuscrits Américains, 54 ff.

1690 Doctrina en lengua chiapaneca (atribuida a fray Luis


Barrientos)
B.N.P., Manuscrits Américains, 8 ff.

1691 Arte de la lengua chiapaneca (atribuida a fray Juan de


Albornoz)
B.N.P. Manuscrits Américains, 22 ff.

S. XVII Sermones de doctrina en lengua chiapaneca (atribuidos


a fray Juan Núñez)
B.N.P., Manuscrits Américains, 81 ff.

8. Firestone Library (Princeton)

1898 "Doctrina cristiana en chiapaneco"


Fragmentos de idiomas chañabal, zoque, zendal, chiapa-
neco, copiados del manuscrito original existente en la bi-
blioteca García Icazbalceta por el canónigo Vicente de
P. Andrade, 1898, pp. 49-58.
R. Garrett Collection 208, 62 pp.

9. Universtiy of Texas Library (Austin)

S. XIX "Doctrina cristiana en lengua de Chiapa"


Lenguas de Chiapas, ff. 122-138, Latin American Collec-
tions, J. García Icazbalceta 978.
176 La batalla del Sumidero

S.XIX "Confesionario en lengua de Chiapa"


Lenguas de Chiapas, ff. 139-141. Latín American Collec-
tions, J. García Icazbalceta 978.

10 Van Pelt Library (Filadelfia)

¿S. XVII? Doctrina christiana en lengua chapaneca ,


(copia en facsímile, hecha por Cari Hermann Berendt,
1869). Rare books División, Brinton Collection,
Br. 498, 12/C.D. 653, 67 pp.

1723-1781 La Pasión en lengua chiapaneca.


Canciones de los indios de Suchiapa. 1723-1780-1781
(copia hecha por Cari Hermann Berendt, 1870).
Rare Books División, Brinton Collectipji,
Br. 498, 12/C.P. 264, 93 pp.

1796-1821 Libro de cuentas de la cofradía del Rosario en el pueblo


de Suchiapa, desde 1796 hasta 1821, en lengua chiapane-
ca.
Rare Books División, Brinton Collection,
Br. 498, 12/CL 614, 241 pp.

1818 Pasión de Jueves Santo quesi Yospaque tzesi is cobina


is año de 1818 a 18 de marzo.
Rare Books División, Brinton Collection,
Br. 498, C/B457, 4 ff.

B. FUENTES IMPRESAS

Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de


1616-1640 Obras históricas,
México, UNAM, 1975.

Clavijero, Francisco Javier


1780 Historia antigua de México,
México, Ed. Porrúa. 1964.

Cortés, Hernán
1519-1526 Cartas de relación,
México, Ed. Porrúa, 1963.
Bibliografía 177

Díaz del Castillo, Bernal


1632 Historia verdadera de la conquista de la Nueva España,
México, Ed. Porrúa, 1960.

Feria, Pedro de
1579 "Memorial de fray P. de Ferja, obispo de Chiapa al rey
don Felipe II, de lo que en aquella provincia pasaba",
Cartas de Indias,
Madrid, 1877, pp. 451-459.

1585 "Relación que hace el obispo de Chiapa sobre la reinci-


dencia en sus idolatrías de los indios de aquel país,
después de 30 años de cristianos",
Documentos inéditos de la iglesia de Chiapas,
San Cristóbal las Casas, Ed. F. Orozco y Jiménez, t. II,
pp. 144-152.

Fernández de Oviedo, Gonzalo


1535-1545 Historia general y natural de las Indias,
Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1959, vols.
núm. 117-121.

Gage, Thomas
1648 The English American, his Travail hy Sea and Land; or
a New Survey of the West Indies,
New York, Me Bride, 1929.

1648 Nueva relación que contiene los viajes de Thomas Gage


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Guatemala, Biblioteca Goathemala, vol. núm. XVIII,
1946.

Godoy, Diego de
1524 Relación hecha a Hernando Cortés,
Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1858, vol. núm.
22, pp. 465-470.

Herrera y Tordecilias, Antonio de


1601-1615 Historia general de los hechos de los castellanos en las
Islas i Tierra Firme del Mar Océano,
Buenos Aires, Talleres Gráficos Continental, 1945.
178 La batalla del Sumidero

López de Gomara, Francisco


1552 Híspanla Victrix. Primera y segunda parte de la historia
general de las Indias,
México, Ed. Pedro Robredo, 1943.

Remesal, Antonio de
1619 Historia general de las Indias Occidentales y particular
de la gobernación de Chiapa y Guatemala,
Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1964-1966,
vols. núm. 175 y 189.

Vázquez de Espinosa, Antonio


1620 Descripción de la Nueva España en el siglo XVII,
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Ximénez, Francisco
1720 Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Gua-
temala de la orden de Predicadores. Libros I y II,
Guatemala, Biblioteca Goathemala, vol. núm. 28, 1977.

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Canek, historia y leyenda de un héroe maya.

Adani. Lucien
1887 La Langue Chiapanéque. Observations grammaticales,
vocabulaire méthodique, textes inédits, textes rétablis,
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Bibliografía 179

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La Batalla del Sumidero
Esta obra se terminó de imprimir
en el mes de diciembre de 1990
en los talleres de Segraco, S.A. de CV.
Av. Constituyentes 345-2o. piso CP 11830.
La edición estuvo a cargo
de la Dirección General de Publicaciones
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Se tiraron 7 000 ejemplares
más sobrantes para reposición

Diseño de portada: Juan Dagdug.


Fotografía de portada: Ignacio Sánchez

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