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Universidad
Ik
cuadernos
universitarios
Vicerrector
Mario E. Lozano
•entre
Silvia Grinberg
Esther Levy
Universidad
Nacional
de Quilmes
Cuadernos Universitarios
Colección dirigida por Jorge Flores
Grinberg, Silvia
Pedagogía, currículo y subjetividad: entre pasado y
futuro / Silvia Grinberg y Esther Levy. - 1a ed. -
Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2009.
168 p . ; 20x15 cm. - (Cuadernos universitarios)
ISBN 978-987-558-175-3
ISBN: 978-987-558-175-3
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina
In tro d u c c ió n ...................................................................................................... 9
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este interrogante no puede ser contestado sino a través de la reflexión
acerca de los procesos, formas y relaciones que nos hacen llegar a ser
quienes somos y ello implica dar una respuesta qué siempre es social
e histórica.
La pregunta cómo llegamos a ser quiénes somos ha recibido
múltiples y diversas formas de respuesta, ya sea en cada sociedad
como en las distintas corrientes teóricas, cada una fundando una
escuela de pensamiento. La articulación teórica que aquí realizamos
supone, siguiendo a Rose (1999), identificar los modos en que los
seres humanos somos individualizados y direccionados por medio de
diversas prácticas. Esto refiere directamente a la educación, si por
ella entendemos las prácticas involucradas en la producción de la
subjetividad.
De manera que la educación podría pensarse como un territorio
que se configura como un campo de relación de fuerzas, un encuen
tro entre sujetos, espacio de producción, de tecnologías de creación
y distribución de unos determinados tipos de saber que prefiguran
unos tipos de subjetividad. Al respecto, im porta señalar que toda
relación pedagógica supone la acción de unos sobre otros, la direc
ción de las voluntades, si se quiere. Renunciar a esa acción no solo
no implicaría democratizar la relación pedagógica sino más bien
renunciar, directamente, a educar. La educación, necesariamente,
involucra mostrar, disponer un mundo, ingresar al otro al m undo de
la cultura; en términos de Freire, esto nos enfrenta a la libertad y a la
decisión. Esto no implica que esos otros actúen como mecanismos
que responden bis a bis a nuestras enseñanzas; en otras palabras,
nuestros estudiantes hacen muy diversas cosas con aquello que des
enseñamos, no son ni tábulas rasas, ni recipientes vacíos. Es por eso
que adquiere sentido referir a la educación como relación de poder,
como encuentro entre voluntades.
La educación implica prácticas más o menos deliberadas y, con
ello, organizadas con diferentes niveles de sistematicidad, todas con
currentes a la producción de subjetividad. Si aceptamos esto, enton
ces, toda práctica social en donde dos voluntades se encuentran
supone una práctica educativa.
Asimismo, si bien todo encuentro entre voluntades podría pen
sarse como un acto de formación y esto dejaría muy pocos espacios
de la vida social fuera de esta consideración, no toda práctica social
fue ni es pensada como educativa. Si pensamos a la educación como
los procesos ligados con la formación y el aprendizaje, podríamos
pensar en muy diversas situaciones de nuestra cotidianeidad en
donde aprendemos algo. Por ejemplo, podemos aprender mucho
resultado de una discusión con un amigo, con un/a novio/a, etc.,
pero aun cuando esa situación para nosotros haya resultado profun
damente formativa en ningún caso esa discusión ocurrió para que
nosotros aprendiéramos lo que, de hecho, aprendimos. De manera,
que al remitir a las prácticas educativas y, por cierto, al currículo, lo
vamos hacer para referir a aquellas prácticas que tienen en su defini
ción una intención formativa; independientemente de que esa
intención se realice (uno puede enseñar algo y que el otro no lo
aprenda) así como que ocurran aprendizajes que no fueron explíci
tamente definidos (el concepto de currículo oculto que debatiremos
en el próximo capítulo va en esta dirección).
Por último, más que procurar una definición acabada acerca de
qué es educar, aquí intentaremos abordar una respuesta histórica: qué
es y ha sido considerado en cada momento, en cada sociedad, acto
educativo; qué instituciones se crearon, qué finalidades se definie
ron, qué sujetos se asumieron y definieron como sujetos de forma
ción, cuáles enunciados son aquellos que rigen como válidos en los
relatos educativos. Por lo que, más que una cuestión general acerca
de qué es la educación, nuestra preocupación acerca de las prácticas
curriculares y la subjetividad pedagógica es: cuál es su cometido, qué
se entiende por educación en el presente, sabiendo que no siempre
fue así ni lo será.
A continuación nos adentramos en los procesos ligados con la
configuración del dispositivo pedagógico moderno.
Ahora bien, aun cuando podamos decir que la escuela está en crisis
y que los sujetos, no solo nuestros estudiantes, sino también noso
tros los adultos, los docentes, tampoco ya somos quienes solíamos
ser, esa imagen sigue presente en nuestras vidas.
Pero, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a la crisis de la
escuela?, ¿qué infancia es la que ha cambiado? En las próximas pági
nas nos detendremos en los procesos y rupturas históricas que dieron
lugar a la creación de esa escuela y de la infancia. Dicho de otro
modo, a la creación de una de las categorías constitutivas de la esco
laridad moderna: la infancia y el relato de su formación. Reflexionar
sobre este proceso constitutivo de la escolaridad nos brinda la posi
bilidad de: en primer lugar, comprender con qué lógicas, principios,
como resultados de qué luchas se configuraron determinadas insti
tuciones; en segundo lugar, nos brinda elementos para entender el
proceso de crisis y reconfiguración de la escolaridad que en el pre
sente estamos atravesando; en tercer lugar y quizá el más im portan
te, si aceptamos que no siempre ha sido así, que no siempre han
habido escuelas, infantes, etc., y por tanto, entendemos las lógicas
que sc imprimieron en suproducción, entonces, también vamos a
estar en condiciones de idear e im aginar nuevos cam inos para la
educación.
M
Desde luego, tanto en la Edad Media como en la Antigüedad .grecorro
mana nunca faltaron esos tratados que se presentaban como consejos al
príncipe en cuanto a ia manera de conducirse, de ejercer el poder, de
conquistar la aceptación o el respeto de los súbditos; consejos para amar
a Dios, obedecer a Dios, hacer regir en la ciudad de los hombres la ley
de Dios, etc. Pero creo que lo sorprendente, y bastante, es que a partir del
siglo xvi y en todo el período que va, a grandes rasgos, de mediados de
ese siglo hasta fines del siglo xvui, vemos el desarrollo y el florecimiento
de una serie muy considerable de tratados que ya no se muestran exac
tamente como consejos al príncipe y tampoco, aún, como ciencia de la
política, se presentan como artes de gobernar. Me parece que, en térmi
nos generales, el problema del “gobierno” estalla en el siglo xvi, de
manera simultánea, acerca de muchas cuestiones diferentes y con múlti
ples aspectos. El problema, por ejemplo, del gobierno de sí mismo. El
retorno al estoicismo gira, en el siglo xvi, alrededor de esta reactualiza
ción del problema: como gobernarse a sí mismo. El problema, igual
mente, del gobierno de las almas y loa conducta, que fue, claro está, todo
el problema de la pastoral católica y protestante. El problema del gobier
no de los niños, y aquí está la gran problemática de la pedagogía tal
como aparece y se desarrolla en el siglo xvi (Foucault, 2006, p. 110).
[...] una forma había que encontrar para crear, dentro de los grupos de
las masas industriales urbanas, un forma de adscribirlos a los objetivos
de la sociedad, crear un compromiso positivo con el orden social.
Respectivamente, cuidado, sobriedad, autocompromiso eran requeridos,
para formar un impulso, un “sentimiento formado”, entre las masas para
adaptarlas a la lógica y racionalidad del capitalismo industrial. Es ahí que
la educación ocupa su papel [...] (Hall, 1977, p. 9).
Será a partir de] siglo xvn cuando el niño noble o burgués deja de ves
tirse como los adultos iniciándose así una moda particular para él, pues1
2 A diferencia de aquello que las reformas educativas desde fines del siglo
XX se preguntan acerca de cómo acortar la distancia entre la formación y el
Y así como la constitución de la infancia de calidad aparece estrechamen
te vinculada a la familia, prácticamente desde sus comienzos -hijos de
familia-, la de la infancia menesterosa ha sido en süs principios el resul
tado de un programa de intervención directa del gobierno; en el primer
caso se produce una delegación de poder en la familia que a su vez actúa
ayudando a su constitución, mientras que en el segundo el poder político
se aboga todo el derecho insertando a la familia pobre en el terreno de lo
público. El sentimiento de infancia -y consiguientemente el sentimiento
de familia- no existirá en las clases populares hasta bien entrado el siglo
xix, siendo la escuela obligatoria uno de sus instrumentos constitutivos y
propagadores (Varela y Alvarez Uría, 1991, p. 26).
La niñez comenzó entonces, a partir del 80, a ser objeto de una institu-
cionalización estatal y de un proceso de disciplinamiento social. La
escuela pública, situada como bisagra entre la familia y el Estado, tuvo
un gradual consenso respecto de su eficacia para garantizar el pasaje de
la Argentina a un horizonte de modernidad y programa, y en clave
nacional a un horizonte de civilización que debía permitir dejar atrás el
lastre colonial y caudillesco. Paralelamente la niñez y la infancia comen
zaron a ser objeto de un saber especializado, la pedagogía, que a la vez
que dio lugar a la profesionalización de la enseñanza y dotó de sentidos
técnicos a la identidad del maestro, proveyó de contenidos a la construc
ción de la identidad del alumno, dio forma a un modelo de identifica
ción. [...] la niñez comenzó a ser objeto de políticas públicas,
generacionales, de alto impacto cultural y, en este sentido, productivas,
impacto que no puede ser explicado exclusivamente desde la lógica del
disciplinamiento infantil, sino atendiendo a las diversas formas de la
inscripción cultural de las nuevas generaciones promovidas a partir de
la escolarización masiva (2005, p. 42).
E l disciplinamiento de la infancia
Todo está bien al salir de manos del Autor de la naturaleza; todo dege
nera en manos del hombre. Fuerza este a una tierra para que le dé las
producciones de otra; a un árbol para que sustente frutos del tronco
ajeno; mezcla y confunde los climas, los elementos y las estaciones;
mutila su perro, su caballo, su esclavo; todo lo trastorna, todo lo desfi
gura; la deformidad, los monstruos, le agradan; nada le place tal como
fue formado por la naturaleza [...]. A las plantas las endereza el cultivo,
y al hombre la educación. Si naciera el hombre ya grande y robusto, de
nada le servirían sus fuerzas y estatura hasta que aprendiera a valerse de
ellas [...]. Nacemos débiles y necesitamos fuerzas; nacemos desprovistos
de todo y n ecesita m o s asistencia; n acem os sin luces J DCCCSitSIUOS ÍC
inteligencia. Todo cuanto nos falta al nacer, y cuanto necesitamos siendo
adultos, se nos da por la educación (Rousseau, 1991, pp. 5-6).
Esta imagen de preservación a la infancia es muy cercana a la escue
la. Desde estos siglos -y aún hoy lo creemos-, se pensó a la escuela
como un templo sagrado de saber que debía estar por fuera y/o por
encima de la sociedad. De hecho, la escuela es llamada a mantenerse
al margen de la sociedad. Se le pide al adulto/docente que sea alguien
casi mágico que no esté impregnado de los “males” que aquejan a la
sociedad. Esta imagen aunque con muchas diferencias com ienza a
instalarse por estos años.
[...] la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que aún no
están maduras para la vida social, tiene por objeto crear en el niño cier
tos estados físicos, intelectuales y morales que le exige la sociedad polí
tica en su conjunto así como el medio social al cual está
particularmente destinado (1976, p. 98).
1 La cuestión del monopolio del saber así como el efecto de distinción que
A partir de lo expresado, podemos decir, entonces, que las
luchas sociales involucradas en la producción de la cultura se m ani
fiestan en el campo de la educación como luchas por la selección, la
distribución y; el acceso a la cultura. Y el resultado de esas relaciones
se presentan en la escuela ya no como desigualdad social, sino como
desigualdad educativa.
En este sentido, referirnos a las prácticas,cjurricujares supone
introducirse en un campo complejo que involucra aspectos técnicos
ligados con el cómo de la enseñanza, pero, especialmente y de mane
ra central, con las luchas sociales que involucran esas prácticas. De
otro modo estaríamos reduciendo el problema de la enseñanza a un
problem a técnico, lo cual implicaría olvidar que la educación es una
práctica política y que, por ese mismo motivo, no puede ser neutra.
Este debate puede rastrearse incluso en autores como Freire, en
el concepto de la educación bancaria que el autor define como una
relación particular entre quien sabe (monopolio del saber) y quie
nes se definen como ignorantes (imagen m uy ligada a la idea de
infancia que debatimos en el capítulo I). No solo se trata de tipos
de relación entre maestro y a lu m n o ^ in q que esa relación expresa
y forma parte de relaciones sociales de lucha. Si la educación es la
práctica social a través de la cual el sujeto construye, interpreta y
establece una orientación en el m undo, entonces, qué se conoce
' (“aprehender” en términos freireanos) y cómo se conoce resultan
sustantivos en ese proceso de construcción.
Es aquí donde adquiere sentido la noción de praxis, en tanto
creemos permite abordar de modo integral la problemática curricu
lar, integrando aspectos que suelen presentarse separadamente: el
cómo de la formación también involucra el para qué de la forma
ción. Esto es, ios medios y el sentido; las cuestiones técnicas y las
produce en la relación entre los grupos sociales han sido abordadas entre otros
por Weber y posteriormente por Bourdieu. Este último aporta la noción de
capital cultural. Véase, entre otra bibliografía: Bourdieu, P., “Los tres estados
del capital cultural”, puede consultarse en <http://www.zonauniV.com/
Publicaciones/Bourdieu-LosTresEstadosdelCapitalCultural.pdf>; Gvirtz,
Grinberg y Abregú, E l abe de la escuela, capítulo 3; Kaplan, C. (1998), Buenos
y malos alumnos. Descripciones que predicen, Buenos Aires, Editorial Aique.
políticas. Ello porque que no hay una decisión técnica que no invo- ;
lucre explícita o implícitamente una decisión política y viceversa.2 .
Parece claro para todos los autores y corrientes de. la sociología de la edu
cación que el objetivo básico y prioritario de la socialización de los alum-
nos/as en la escuela es prepararlos para su incorporación futura en el
mundo del trabajo. [...] La segunda función del proceso de socialización
en la escuela es la formación del ciudadano/a para su intervención en la
vida pública. La escuela ha de preparar a las personas para incorporarse a
la. vida adulta y pública, de modo que pueda mantenerse la dinámica y el
* En varios se incluye, entre otros, a los japoneses, búlgaros, rumanos, griegos, marro
quíes, montenegrinos.
Fuente'. Ramella, Susana, “Ideas democráticas argentinas: una propuesta poblacionista,
elitista, europeizante y racista”, P erson a , xi, noviembre de 2002.
Y continúa;
9 De las categorías que utiliza Jackson: masa remite a que el niño debe aprender a
vivir en el entorno social del aula, y debe aprender a vivir en el seno de una masa. Elogio:
la escuela es un recinto evaluativo. Todas las palabras y las acciones son siempre evalua
das. El niño debe internalizar los criterios j códigos de evaluación permanente, Poder,
la escuela es un lugar de relaciones de poder, de división entre fuertes y débiles, el
maestro y el alumno.
pálmente, relacionados con el pronóstico de éxito individual en la
vida económica de los futuros trabajadores. Esto es, se aprende a ser
trabajador.
Otra cuestión que queremos considerar aquí, íntim am ente liga
da con la definición que al comienzo de este capítulo hem os dado,
refiere a la otra cara de la selección. El currículo supone la selección
de la cultura y la definición del qué com o lo válido. A hora bien, todo
proceso de selección supone que hay algo que queda fuera, que no
forma parte ni del currículo oficial, ni del real. Eisner propone la
noción de currículo nulo para dar cuerfta de ese cero del currículo,
de lo ausente. Al respecto, plantea que lo que la escuela enseña es tan
im portante, como lo que no enseña. En palabras del autor, el
(qurrículo nulo estaría formado por
[...] las opciones que ño se ofrecen a los alumnos, las perspectivas de las
que quizá nunca tengan noticia, y por lo tanto no pueden usar, los con
ceptos y habilidades que no forman parte de su repertorio intelectual
(Eisner, 1985, p. 107).
Y luego señalan:
El análisis que hizo Tocqueville hace cien años se ha verificado, entretan
to, plenamente. Bajo el monopolio privado de la cultura, “la tiranía deja
el cuerpo y va derecha al alma”. El amo ya no dice: “pensad como yo o
moriréis”. Dice: “sois libre de pensar como yo. Vuestra vida, vuestros
bienes, todo lo conservareis, pero a partir de ese momento seréis un
extraño entre nosotros”. Quien no se adapta es golpeado con una impo
tencia económica que se prolonga en la impotencia capital del solitario
(Horkheimer y Adorno, 2004, p. 178. Las citas que realizan los autores
de Tocqueville son de La democracia en América).
f*
Dicho de otro modo, hay una conciencia creciente en los alumnos de los
colegios privados y de los públicos según la cual, si bien en teoría todos
tienen derecho a recibir una educación de calidad, en la realidad de la
Argentina de hoy, solo la relación de mercado es algún tipo de garantía.
para que esto efectivamente suceda. Empiezan a cristalizarse pares dico-
tómicos entre educación pública-menor calidad de la educación y edu
cación privada-mayor calidad; lo que no es otra cosa que establecer una
relación directa entre clase y capital cultural a partir del déficit del rol
compensador del Estado. [...] Paralelamente a este proceso de segmen
tación vertical, se produce una segmentación horizontal al interior de
cada estrato, indicador de una pérdida de regulación por parte del
Estado. En los niveles altos, la heterogeneidad de la oferta lleva a que
(ST
cada colegio aparezca como un espacio autorregulado con pautas de
formación y de convivencia muy disímiles entre sí. En los colegios de
clase media de la Ciudad de Buenos Aires, las diferencias entre escuelas
dependerían de la orientación dada por los directivos y el cuerpo docen
te (Kessler, 2002, pp. 108-109).
Ahora bien, cabe preguntarse ¿qué ocurre dentro de las escuelas? ¿De
qué modos, a través de qué mecanismos estos procesos de diferen
ciación operan en la vida cotidiana del aula? ¿Cómo se aprende la
desigualdad en la escuela?
Anteriormente nos referimos a las formas en que el currículo,
su organización y sus instrumentos de evaluación forman parte
esencial de la experiencia escolar de los estudiantes. A partir de la
evaluación del dom inio de los contenidos del currículo, de sus áreas
y dimensiones, por un lado y de sus grados, por el otro, se constru
ye una jerarquía que dará lugar a la diferenciación de las trayectorias
de los estudiantes. Y es la escuela la institución que participa acti
vamente en la “fabricación” de estas “jerarquías de excelencia”
(Perrenoud, 1990):
Y concluye:
cuando solo hay un campo (el oficial), es probable que las agencias
pedagógicas del Estado controlen la publicación de manuales, libros de
texto, etc. [...] Cuando existen campos pedagógicos recontextualizado
res, son eficaces y disfrutan de autonomía relativa, es posible que,
mediante las actividades en este campo, se recontextualicen textos que,
por derecho propio, pueden considerarse ilegítimos, de oposición, origi
nados en lugares antihegemónicos de producción del discurso (Bernstein,
1993, p. 206).
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