La conciencia familiar se ocupa de los excluidos, de los que no son apreciados justamente, de los olvidados, de los no valorados y de los muertos por medio de la verificación de las condiciones básicas como son: el derecho a la pertenencia, la ley del número completo y la ley de la prioridad de los anteriores y el reconocimiento de que todo es pasajero. Además de que se encuentren las condiciones básicas para las relaciones en general: la vinculación, equilibrio entre tomar y dar, y el orden. Existen tres clases de conciencia que son las siguientes: En el área del Yo, la conciencia personal o del primer plano, que es la parte del sujeto infantil que ama con intención, es decir, busca pertenecer al grupo o familia. Esta conciencia nos permite sentir lo que llamamos culpa o inocencia. Culpa, si hemos transgredido las reglas internas del grupo e inocencia si, en aras de pertenecer al grupo, hacemos lo que según allí está bien. Por ejemplo, en una familia de atracadores la conciencia familiar indica que lo adecuado es engañar al transeúnte, si lo hacemos obramos con inocencia para nuestra familia. Obramos Según sus reglas, culpable sería si yo empezara a juzgar como deshonesto o ilegal este acto. Como vemos, este sentido de conciencia nos la dicta el grupo del cual hacemos parte; así tenemos una conciencia en el lugar de trabajo, otra con nuestros amigos, otra para la pareja, otra para el grupo religioso, otra para con nuestros padres. En el alma infantil obra la conciencia sistémica u oculta: la conciencia del alma familiar, la cual no tolera a los excluidos u olvidados, así algún nieto representará a un abuelo olvidado o abandonado. Y, por último, El alma tiene dimensiones distintas: también incluimos la instancia del alma de un pueblo o un país. Así, muchas veces las conciencias se encuentran en contradicción unas de otras, como dijo Hellinger en uno de sus videos (Movement of the Soul) “uno no puede fiarse de la conciencia” ya que ella busca el bien del grupo, no mira al individuo en particular. La vinculación o el derecho a pertenecer a una familia Es en el caso del infante, de la necesidad básica de relación con un otro que nos contenga. Inicialmente es la madre quien ofrece al niño la protección total, es en esta etapa cuando se desarrollan los aspectos de conocimiento, confianza y valoración. Es lo que llamaríamos Yo Receptivo. Gracias a este vínculo incondicional, estas capacidades nombradas anteriormente se pueden presentar; sin embargo, encontramos que es sumamente difícil hallar una persona que no tenga carencias en este aspecto ya que por ser tan dependientes y, debido a que las madres y cuidadores son personas con vida normal, además de múltiples ocupaciones y problemas, es frecuente que tengamos baches en el área de la confianza básica, como lo llamaba Guex, y por supuesto, estamos llenos de inseguridades, lo que nos lleva más adelante a que nuestras propias relaciones de pareja y las familias que establezcamos, nosotros como padres, estén también llenas de dificultades. No podemos brindar apoyo y respaldo cuando nosotros mismos no nos hemos sentidos lo suficientemente apoyados en la infancia que es cuando se forma la confianza básica. Es decir, si como hombre o mujer no estoy bien edificado, no tengo forma de brindar una imagen completa para mis propios hijos; si no tengo padre o madre interna no podré brindar una buena imagen de padre o madre para mis propios hijos. En la familia, es la conciencia familiar quien verifica que una vez una que persona fue incluida en la familia, siempre conserve su lugar. Este derecho de vinculación puede verse afectado por nuestros actos, en la medida en que lo que hagamos puede golpear nuestro derecho a la pertenencia, ya sea porque vayamos en contra de los preceptos de nuestra familia o porque queramos hacer parte de otra familia y olvidamos los que son tenidos en cuenta en nuestra familia de origen. El derecho a formar parte del grupo familiar se vive como inocencia por los actos cometidos, ya que están de acuerdo con los preceptos básicos de esta familia. El otro sentimiento es de culpa, ya que hicimos algo que nos expulsa de esta familia. Este sentimiento de vinculación ofrece muchas dificultades, como todo entre las interrelaciones. Por ejemplo, entre más seguridad se les da a los hijos, tanto más miedo tiene ante la pérdida de esta seguridad, ya que la seguridad no puede experimentarse sin el miedo a lo contrario. Por tanto, hay que volver a ganar la pertenencia una y otra vez, nunca es una propiedad segura. Dado que el vínculo del hijo con los padres es más fuerte que el vínculo de los padres a los hijos, éstos también están más fácilmente dispuestos a sacrificarse por sus padres. El equilibrio Con relación al intercambio positivo entre dar y tomar, experimentamos la culpa como obligación y la inocencia, como libertad de cualquier obligación. Por lo tanto, no hay “tomar” que no tenga su precio. El que está libre de toda obligación, se siente ligero y libre, pero ya no conserva tampoco ninguna vinculación. c) El orden La conciencia está al servicio de las conveniencias sociales que rigen entre unos y otros, sentimos la culpa como infracción y como miedo al castigo, y la inocencia como lealtad a la conciencia, y como fidelidad. Vemos también las condiciones o leyes para un desarrollo de la red familiar, éstas moduladas por la conciencia familiar: d) El derecho a la pertenencia Como se dijo anteriormente, toda familia tiene unos integrantes y cada uno de ellos tiene igual derecho a estar en ella; no tiene más derecho a pertenecer a la familia el hijo mayor sobre el hermano menor; inclusive, un asesino entra a formar parte de la familia de su víctima y en el corazón de él y de la familia de origen propia ya deja de formar parte de esta. Esto, por las órdenes del amor, o como lo ha explicado Hellinger, el destino de perpetradores y víctimas se une, si no en lo humano si en lo divino y en lo que está por encima de nosotros como es la muerte. e) La ley del número completo Esto tiene relación específica con el lugar que ocupamos en la familia. Si por ejemplo, por los nudos sistémicos que se presentan, el hijo menor ejerce funciones de padre, muy seguramente este hijo caerá enfermo o no podrá formar su propia familia. Por dos razones principalmente: la primera, porque es una tarea muy pesada para él ejercer de padre y esto le acarreará más dificultades; y segundo, porque siguiendo el orden natural de la vida, quienes nacieron primero fueron los padres, yo como hijo vengo después. Bibliografía Tomas, Ulises. 2015. El psicoasesor. conciencia familiar. [En línea] 10 de 03 de 2015. [Citado el: 12 de 05 de 2018.] http://elpsicoasesor.com/conciencia-familiar/.