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RESUMEN

Los Siete Saberes Necesarios para la Educación del Futuro


EDGAR MORIN

A MANERA DE INTRODUCCIÓN
Como quiera que los tiempos que vivimos, son cada vez más impredecibles, pues
pareciera que estamos subyugados al ensayo y error. Lo que de alguna manera,
nos envuelve en una marea de incertidumbre, que nos induce a buscar, indagar,
explorar y /o revisar lo que se nos ofrece, como alternativas de solución. Sobre
todo, cuando nos referimos al hecho o quehacer educativo. Por ello, este libro
escrito a fines del siglo pasado expresa esencialmente problemas centrales o
fundamentales que permanecen por completo ignorados u olvidados y que son
necesarios para enseñar en el próximo siglo. Siete saberes fundamentales que la
educación del futuro debería tratar en cualquier sociedad y en cualquier cultura sin
excepción alguna.
Además, el saber científico sobre el cual se apoya este texto para situar la
condición humana no sólo es provisional, sino que destapa profundos misterios
concernientes al universo, a la vida, al nacimiento del ser humano. Aquí se abre
un indecidible en el cual intervienen las opciones filosóficas y las creencias
religiosas a través de culturas y civilizaciones.
El mismo, está organizado en siete capítulos, que no obedecen, bajo ninguna
circunstancia, a su rigurosidad para su lectura.

Los Siete Saberes Necesarios


Capítulo I
Las Cegueras del Conocimiento: El Error y La Ilusión
La educación debe mostrar que no hay conocimiento que no esté, en algún grado,
amenazado por el error y por la ilusión. Existe una relación estrecha entre la
inteligencia y la afectividad.
Todo conocimiento conlleva el riesgo del error y de la ilusión. Error e ilusión
coexisten en la mente humana desde la aparición del hombre. Al considerar el
pasado, incluyendo el reciente, sentimos que ha sufrido el dominio de
innumerables errores e ilusiones.
En general, debemos intentar jugar con el doble embeleso, de las ideas por
nuestra mente, la de nuestra mente por las ideas, para lograr formas donde la
esclavitud mutua mejoraría la convivencia.
Cuántos sufrimientos y desorientaciones se han causado por los errores y las
ilusiones a lo largo de la historia humana y de manera aterradora en el siglo XX.
Igualmente, el problema cognitivo tiene importancia antropológica, política, social e
histórica. Si pudiera haber un progreso básico en el siglo XXI sería que, ni los
hombres ni las mujeres siguieran siendo juguetes inconscientes de sus ideas y de
sus propias mentiras. Es un deber importante de la educación armar a cada uno
en el combate vital para la lucidez.

Capítulo II
Los Principios de un Conocimiento Pertinente
El conocimiento de los problemas claves del mundo, de las informaciones claves
concernientes al mundo, por aleatorio y difícil que sea, debe ser tratado bajo pena
de imperfección cognitiva, más aún cuando el contexto actual de cualquier
conocimiento político, económico, antropológico, ecológico... es el mundo mismo.
Para que un conocimiento sea pertinente, la educación deberá entonces
evidenciarlo: en el contexto (ubicar la información y los elementos para que
adquieran sentido. La palabra necesita del texto que es su propio contexto y el
texto necesita del contexto donde se enuncia); en lo global (las relaciones entre
todo y partes); en lo multidimensional; en lo complejo (Complexus, significa lo que
está tejido junto). En consecuencia, la educación debe promover una «inteligencia
general» apta para referirse, de manera multidimensional, a lo complejo, al
contexto en una concepción global.
Por todas partes y durante decenas de años, soluciones presuntamente
racionales, sugeridas por expertos convencidos de estar obrando en bien de la
razón y el progreso, y de no encontrar más que supersticiones en las costumbres
y miedos de las poblaciones, han empobrecido enriqueciendo, han destruido
creando. Así, el siglo XX ha vivido bajo el reino de una seudo—racionalidad que
ha presumido ser la única, pero que ha atrofiado la comprensión, la reflexión y la
visión a largo plazo. Su insuficiencia para tratar los problemas más graves ha
constituido uno de los problemas más graves para la humanidad.
De allí la paradoja: el siglo XX ha producido progresos gigantescos en todos los
campos del conocimiento científico, así como en todos los campos de la técnica; al
mismo tiempo, ha producido una nueva ceguera hacia los problemas globales,
fundamentales y complejos, y esta ceguera ha generado innumerables errores e
ilusiones comenzando por los de los científicos, técnicos y especialistas.

Capítulo III
Enseñar la Condición Humana
La educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal centrada
en la condición humana. Por tanto, éstos deben reconocerse en su humanidad
común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural inherente a todo cuanto
es humano.
Conocer lo humano es, principalmente, situarlo en el universo y a la vez separarlo
de él. Como ya se dijo, cualquier conocimiento debe contextualizar su objeto para
ser pertinente. Interrogar nuestra condición humana, es entonces interrogar
primero nuestra situación en el mundo.
Lo Humano permanece cruelmente dividido, fragmentado en pedazos de un
rompecabezas que perdió su figura. La complejidad humana se vuelve así invisible
y el hombre se desvanece “como una huella en la arena”. Además, el nuevo
saber, por no estar religado, tampoco está asimilado ni integrado.
Paradójicamente, hay un agravamiento de la ignorancia del todo, mientras que hay
una progresión del conocimiento de las partes.

Capitulo IV
Enseñar la Identidad Terrenal
«Por primera vez, el hombre ha comprendido realmente que es un habitante del
planeta, y tal vez piensa y actúa de una nueva manera, no sólo como individuo,
familia o género, Estado o grupo de Estados, sino también como planetario»
Vemadski.
Para poder pensar en pensar sus problemas y los problemas de su tiempo, el
hombre del nuevo milenio, debe comprender tanto la condición humana en el
mundo, como la condición del mundo humano que a través de la historia moderna
se ha vuelto la de la era planetaria.
Hemos entrado en la era planetaria desde el siglo XVI y estamos, desde finales
del siglo XX en la fase de la mundialización. Fase actual de la era planetaria, que
significa, como lo dijo el geógrafo Jacques Lévy: “El surgimiento de un objeto
nuevo: el mundo como tal”. Pero entre más atrapados estamos por el mundo, más
difícil nos es atraparlo. El problema planetario es un todo que se alimenta de
ingredientes múltiples, conflictivos, de crisis; los engloba, los aventaja y de regreso
los alimenta.
Lo que agrava la dificultad de conocer nuestro Mundo, es el modo de
pensamiento, que ha atrofiado en nosotros, en vez de desarrollarla, la aptitud de
contextualizar y globalizar. Necesitamos, desde ahora, concebir la insostenible
complejidad del mundo en el sentido en que hay que considerar tanto la unidad
como la diversidad del proceso planetario, sus complementariedades y también
sus antagonismos.
Educar para este pensamiento es la finalidad de la educación del futuro que debe
trabajar en la era planetaria para la identidad y la conciencia terrenal.

Capítulo V
Enfrentar las Incertidumbres
«Los dioses nos dan muchas sorpresas: lo esperado no se cumple y para lo
inesperado un dios abre la puerta» Eurípides.
Aún no hemos incorporado en nosotros este mensaje que es esperar lo
inesperado. El fin del siglo XX ha sido propicio, sin embargo, para comprender la
incertidumbre irremediable de la historia humana.
Los siglos anteriores siempre creyeron en un futuro repetido o progresivo. El siglo
XX ha descubierto la pérdida del futuro, es decir su impredecibilidad. Esta toma de
conciencia debe estar acompañada de otra retroactiva y correlativa: la de la
historia humana que ha sido y sigue siendo una aventura desconocida. Una gran
conquista de la inteligencia sería poder, al fin, deshacerse de la ilusión de predecir
el destino humano.
Las civilizaciones tradicionales vivían con la certeza de un tiempo cíclico cuyo
funcionamiento debía asegurarse por medio de sacrificios, a veces humanos. La
civilización moderna ha vivido con la certeza del progreso histórico. La toma de
conciencia de la incertidumbre histórica se hace hoy en día con el derrumbamiento
del mito del Progreso. Un progreso es ciertamente posible, pero incierto. A esto se
suman todas las incertidumbres debidas a la velocidad y a la aceleración de los
procesos complejos y aleatorios de nuestra era planetaria que ni la mente humana
ni un supercomputador podrían abarcar.

Capítulo VI
Enseñar la Comprensión
El problema de la comprensión se ha vuelto crucial para los humanos. Y por esta
razón debe ser una de las finalidades de la educación para el
futuro. Recordemos que ninguna técnica de comunicación, del teléfono a Internet,
aporta por sí misma la comprensión. La comprensión no puede digitarse.
Educar para comprender las matemáticas o cualquier disciplina es una cosa,
educar para la comprensión humana es otra; ahí se encuentra justamente la
misión espiritual de la educación: enseñar la comprensión entre las personas
como condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad.
El problema de la comprensión está doblemente polarizado: (a) Un polo, es el de
la comprensión entre humanos: los encuentros y relaciones se multiplican entre
personas, culturas, pueblos que representan culturas diferentes. (b) Un polo
individual, es el de las relaciones particulares entre familiares. Éstas están cada
vez más amenazadas por la incomprensión. El axioma “entre más allegados, más
comprensión “sólo es una verdad relativa y se le puede oponer al axioma contrario
“entre más allegados menos comprensión“ puesto que la proximidad puede
alimentar malos entendidos, celos, agresividades, incluso en los medios
intelectuales aparentemente más evolucionados.

Capítulo VII
La Ética del Género Humano
La concepción compleja del género humano comprende la tríada individuo—
sociedad—especie. Las interacciones entre individuos producen la sociedad y ésta
retro actúa sobre los individuos. Así, individuo —sociedad—especie son no
solamente inseparables sino coproductores el uno del otro. Cada uno de estos
términos es a la vez medio y fin de los otros. No se puede absolutizar a ninguno y
hacer de uno solo el fin supremo de la tríada; ésta es en sí misma, de manera
rotativa, su propio fin. Estos elementos no se podrían comprender de manera
disociada: toda concepción del género humano significa desarrollo conjunto de las
autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y del sentido de
pertenencia a la especie humana. Desde ahora, una ética propiamente humana,
es decir una antropo-ética debe considerarse como una ética de los tres términos
individuo—sociedad—especie, de donde surge nuestra conciencia y nuestro
espíritu propiamente humano.
Esa es la base para enseñar la ética venidera. La antropo—ética supone la
decisión consciente y clara de: Asumir la humana condición individuo—sociedad—
especie en la complejidad de nuestra era. Lograr la humanidad en nosotros
mismos en nuestra conciencia personal. Asumir el destino humano en sus
antinomias y su plenitud. Asumir la misión antropológica del milenio. Trabajar para
la humanización de la humanidad. Efectuar el doble pilotaje del planeta: obedecer
a la vida, guiar la vida. Lograr la unidad planetaria en la diversidad. Respetar en el
otro, a la vez, tanto la diferencia como la identidad consigo mismo. Desarrollar la
ética de la solidaridad. Desarrollar la ética de la comprensión. Enseñar la ética del
género humano.
La antropo—ética conlleva, entonces, la esperanza de lograr la humanidad como
conciencia y ciudadanía planetaria. Comprende, por consiguiente, como toda
ética, una aspiración y una voluntad pero también una apuesta a lo incierto. Ella es
conciencia individual más allá de la individualidad.

A MANERA DE CONCLUSIÓN:
1.

No cabe dudas, que de producirse cambio, entiéndase, progreso en este


siglo, sería que, tanto hombres como las mujeres continuaran siendo
juguetes inconscientes de sus ideas y de sus propias mentiras. Por tanto,
es un deber insoslayable de la educación de hoy para el mañana, dar a
cada quien las herramientas necesarias para afrontar el vital combate por y
para la lucidez.

2.

En consecuencia, la educación debe promover una “inteligencia general”


apta para referirse, de manera multidimensional, a lo complejo, al contexto
en una concepción global.

3.

Conocer lo humano es, principalmente, situarlo en el universo y a la vez


separarlo de él.
Educar para este pensamiento tiene que convertirse en la visión-misión de
la educación del futuro, que debe trabajar en pos de la identidad y la
conciencia terrenal.

4.

Educar para comprender una disciplina o área es una cosa, educar para la
comprensión humana es otra; ahí se encuentra justamente la misión
espiritual de la educación: enseñar la comprensión entre las personas como
condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad

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