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PUNTO DE VISTA

POLÍTICA RURAL PARA UN SIGLO ATRÁS


Por Ricardo Villa Sánchez

Es por demás significativo que en poco más de medio siglo Colombia haya pasado
de ser un país rural, de economía agrícola y campesina, a ser un país urbano, con
el 75% de su población habitando las ciudades, con una economía en su mayoría
informal, que la sostiene en muchos aspectos, el trabajo de las personas que, por
diversas razones, migraron del campo. Quizás, se pueden revisar distintos factores
que llevaron a esta situación, como el conflicto armado, el narcotráfico, la
violencia; la concentración inequitativa de la tierra; el cambio climático; la poca
presencia del Estado con institucionalidad rural e inversión social; la
vulnerabilidad y exclusión social; la falta de pluralismo; el trabajo precario, en fin,
la falta de oportunidades de un buen vivir.

En el mundo cerca del 80% de la población en condiciones de pobreza extrema y


hambre, en su mayoría son campesinos, apegados a la producción agrícola en
pequeña escala y demás ocupaciones en el campo. Estas mismas o son su única
posibilidad o es su decisión de vida. En Colombia, según el Dane, a 2017 el 15,4%
de las personas que habitan centros poblados y rural disperso, están en Pobreza
extrema. En estos otros territorios, que incluyen la ruralidad, el 36.6% está en
pobreza multidimensional. Allí sobrevive la población campesina, en medio de la
trampa de la pobreza y de la inequidad.

La importancia socioeconómica de la población campesina no sólo parte de la


demanda en las ciudades de los alimentos que se producen en el campo, sino
también de la preservación de los recursos naturales que posibilitan acceder a la
prestación de servicios esenciales como la energía eléctrica, el agua y hasta para la
producción, entre otros factores, de algunos medicamentos. Asimismo, es clave
también la relación del ciudadano con su territorio, no sólo desde lo cultural, en
sus usos, costumbres, identidad y patrimonio intangible, con la idea de la tenencia
de la tierra conectada al saber ancestral, para el desarrollo humano sostenible y la
productividad, sino también, desde la convivencia con la naturaleza. Remember,
nuestra mayor riqueza es la biodiversidad. Nuestra mayor esperanza es nuestra
gente y su trabajo decente.
Como un reconocimiento a la dignidad de la población rural, para mejorar sus
condiciones de vida; promover y desarrollar sus derechos; permitir el acceso en
igualdad de oportunidades al trabajo decente, el pasado 19 de noviembre, se aprobó
en las Naciones Unidas la Declaración sobre los derechos de los campesinos, las
campesinas y de otras personas que trabajan en las zonas rurales, con un catálogo
mínimo de derechos para el desarrollo rural, en una democracia.

Esta aprobación lleva un largo proceso hacia su adopción formal. Sin embargo, de
manera inexplicable, Colombia se abstuvo de ratificar esta Declaración, entrando
a un club de 49 Estados que omitieron, y 7 más en contra, que esta declaración se
adopte en pleno en la Asamblea General de la ONU. A pesar de que estos
instrumentos como las declaraciones, no tienen una aplicación inmediata, así como
con los convenios, sus efectos demandan, además, reglamentaciones en el
ordenamiento interno, después de ser suscritas; sin embargo, la poca voluntad del
Estado de garantizar derechos a la población campesina, no sólo tiene este ejemplo,
sino también está la aún aplazada reglamentación de Convenios de la Organización
Internacional del Trabajo, como el 141 de 1975, que busca ampliar el derecho de
asociación de las organizaciones de trabajadores rurales, para su desarrollo
económico social y su calidad de vida.

Somos un país de tradición agrícola, ganadera, pesquera y demás, con un incipiente


crecimiento agroindustrial, pero, con amplias posibilidades de desarrollo rural; en
el pasado reciente suscribimos un Acuerdo de Paz, que contemplaba un capítulo
sobre la tierra. De manera que es inconcebible que Colombia se niegue a avanzar
en realizar los derechos de la población campesina. Ojo, la lucha contra la
inequidad regional y la pobreza en la ruralidad, es el fundamento de la Paz social.
Como es el desayuno, se verá el almuerzo, en un país que parece se mira la política
rural, un siglo atrás. ¿Hacia dónde vamos?

@rvillasanchez

Santa Marta, 23 de noviembre de 2018.

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