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Siete preguntas sobre el Universo

Actualizado 20/01/2003 - 01:47:33

Los nuevos instrumentos científicos, capaces de «ver» cada vez más lejos y con mayor precisión, descubren para los
astrónomos todo un panorama inesperado y lleno de nuevos interrogantes. Por cada pregunta con respuesta, surgen
otras que tardaremos aún mucho en contestar. Presentamos, en estas páginas, las principales cuestiones pendientes en
Cosmología

1. ¿Cuál es la edad del Universo?


Miles de millones de años. Esa es la escala correcta para hablar de las edades cósmicas. La Tierra, nuestro planeta, tiene
una edad de cuatro mil quinientos millones de años. El Sol, nuestra estrella particular, es apenas un poco mayor. Pero.
¿Y el Universo entero? ¿Qué edad tiene? ¿Cuándo nació? Por ahora, aunque nos estamos acercando cada vez más a
ella, no disponemos de una respuesta segura.

Entre diez mil y veinte mil millones de años, dicen algunos. Entre ocho mil y quince mil millones, opinan otros. Y cuando
parece que las pruebas apuntan más hacia una cifra que a otra, ocurre algo inesperado y hay que empezar de nuevo. Las
últimas sorpresas vienen del telescopio espacial Hubble, el ingenio de la NASA, que ha cambiado mucho de lo que
creíamos saber sobre el cosmos. Y lo ha hecho, por ejemplo, encontrando estrellas que, si los datos son correctos,
serían más viejas que el Universo que las contiene, lo que equivale a decir que un hijo es mayor que su propia madre.
No puede ser. Algo falla. ¿Pero qué?
Son muchos los que creen que el error está en las distancias o, con más propiedad, en la manera en que tenemos de
calcular lo lejos que están de nosotros los cuerpos celestes. Cuanto más alejado vemos un objeto, más viejo es también,
ya que su luz ha tardado más en llegar hasta nosotros. Los astrónomos han construido toda una red de distancias, desde
los objetos cercanos a los más alejados, medidas que dependen estrechamente las unas de las otras. De forma que, si
una resulta equivocada, todas las que se efectúan a partir de ella también lo estarán.
Los datos del Hubble no dejan lugar a dudas. En algún punto de la red hay un fallo. Pero no se sabe exactamente en
cuál. Habrá, pues, que empezar de nuevo.

2. ¿De qué está hecho el Universo?


A los científicos les gustaría poder decir que esta cuestión está resuelta. Pero no es así. No se trata aquí de averiguar si
existen en algún lugar materiales o aleaciones desconocidas para nosotros (lo cual es muy probable), sino de saber si
«allí arriba» hay algún «otro tipo de materia» que «funcione» de forma completamente distinta a la que nos es habitual.
¿Está constituido todo el Universo por átomos iguales a los que podemos ver hasta donde alcanzan los instrumentos o
existe, por el contrario, algún otro tipo de «ladrillo» fundamental, ajeno a todo lo conocido?

Esa es la cuestión. Toda la materia que conocemos, desde la terrestre a la de las más lejanas galaxias, responde al
mismo tipo de estructura fundamental. La diferencia entre los distintos materiales es una pura cuestión de
cantidades, depende del número de protones y neutrones del interior de los núcleos atómicos. Lo que distingue, por
ejemplo, al hidrógeno del hierro es que el núcleo de un átomo del hidrógeno contiene un solo protón y un solo neutrón,
mientras que un núcleo de hierro está formado por 58 protones y 58 neutrones. Cada número corresponde a un
elemento diferente.

Pero hay, que se sepa, por lo menos otra clase de materia, y tan distinta de la ordinaria (de la cual estamos todos
hechos) que es incompatible con ella. Se trata de la antimateria. La antimateria es, aparentemente, idéntica a la materia
«normal». No se puede distinguir a simple vista. Pero si un átomo de antimateria entra en contacto con otro de materia,
ambos se aniquilan en una fuerte explosión de energía. Si un hombre pusiera pie en un planeta hecho de antimateria, se
desintegraría al instante. Los modernos laboratorios de física son capaces, desde hace algunos años, de «fabricar»
átomos de antimateria. Algunas teorías postulan universos completos hechos de antimateria. Universos que, si alguna
vez llegaran a entrar en contacto con el nuestro, provocarían un cataclismo cósmico como jamás se ha visto.

Otras extrañas partículas han sido detectadas o predichas por los cálculos de los teóricos. Partículas capaces de viajar en
el tiempo o, como los taquiones, de moverse mucho más deprisa que la luz. ¿Existen realmente? ¿Nos depara el
Universo muchas más sorpresas en este terreno? Todo parece indicar que sí.
3. ¿Cuál será su destino?
El Universo, como demostró el astrónomo Edwin Hubble en 1929, se expande en razón de una constante que él mismo
calculó. A cada minuto que pasa se hace más grande. Eso significa que hace una hora era más pequeño, que hace un
mes lo era aún más. Hace miles de millones de años, debió de existir un momento muy especial en que todo el Universo
estuvo contenido en un punto microscópico, un punto que, de alguna manera, comenzó a expandirse y cuya expansión
continúa en la actualidad. La pregunta es: ¿Continuará para siempre este proceso de expansión? ¿O se detendrá alguna
vez para dar inicio a una fase de contracción? El destino del Universo, como se sabe desde hace décadas, depende en
gran medida de la cantidad de materia que haya en él. Porque la materia es responsable de la fuerza de gravedad y la
gravedad tiende a reunir la materia, es decir, se opone frontalmente a la fuerza de la expansión que pugna por
separarla.

Más materia significa más gravedad, y la gravedad, si es lo suficientemente fuerte, es lo único que podría frenar el
actual proceso de expansión y dar lugar a un periodo de contracción (Universo cerrado). Menos materia significaría
menos gravedad, en cuyo caso la expansión continuaría eternamente, hasta que se apagara la última estrella en un
Universo frío, oscuro y desolado (Universo abierto). Pero si la cantidad de materia resultara ser la justa, entonces
podríamos mantenernos en la línea intermedia entre estas dos soluciones (Universo plano). Lo que hay que hacer,
resulta evidente, es calcular de una vez cuánta materia (y de qué clase) hay exactamente a nuestro alrededor.

La terea no es nada fácil. Especialmente porque mucha de la materia del Universo no brilla, esto es, es oscura. Y la
materia oscura no se puede detectar en la negrura del espacio. Los cálculos de la cantidad de materia «brillante» del
Universo apenas arrojan un 10 por 100 de la que sería necesaria para «cerrar» el Universo. Pero, si se demostrara que
una cantidad importante de la materia es «oscura», entonces la cosa cambiaría. Nuevos y más sofisticados instrumentos
revelan cada vez más y más cantidad de materia oscura. Satélites de infrarrojos y telescopios orbitales hablan, por
ejemplo, de gigantescas nubes de polvo intergaláctico, de oscuras estrellas conocidas como «enanas marrones» y de
halos de materia alrededor de la galaxia. Neutrinos, axones, supercuerdas y otras estructuras «exóticas» podrían ser las
portadoras de la materia que falta ¿Suficiente para «cerrar» el Universo? Aún no. Pero, ahí fuera, podría haber mucha
más.

4. ¿Existen otros Universos?


Hace apenas un siglo aún creíamos que la Tierra era el centro de todo lo que existe. Hoy, sin embargo, los
espectaculares avances del conocimiento científico nos han exiliado a un apartado rincón de una galaxia que no tiene
(aparte de nosotros mismos) nada de especial con respecto a las demás. Y puede que pronto tengamos que hacer lo
propio con el concepto mismo de Universo. Universos cíclicos, Universos burbuja... existen varias descripciones
matemáticas que sugieren que el nuestro no es el único Universo posible. No sólo eso, sino que podrían haber existido
otros universos antes que el nuestro, y podría haber otros que nacieran después de que el que conocemos haya
desaparecido.

Algunas teorías llegan incluso a sostener que, probablemente, existen otros universos contemporáneos,
desarrollándose al mismo tiempo que el nuestro. El secreto de los universos paralelos se oculta, una vez más, en las
condiciones que originaron el Big Bang. ¿Por qué motivo de la Gran Explosión habría tenido que surgir un sólo Universo?
¿Por qué no dos, o diez, o un número infinito de ellos? ¿No pudo haber en el origen múltiples burbujas y ser nuestra
realidad en expansión sólo una de ellas?

5. ¿Qué había antes del Big Bang?


La mayoría de los científicos opinaría que ésta es una pregunta inocente, del tipo de las que formulan los legos en
cualquier materia. Que es absurdo plantear la cuestión porque, entre otras cosas, con el Big Bang también surgió el
tiempo, y «antes» es un concepto temporal que no puede aplicarse fuera del propio tiempo. Sin embargo, según ciertos
cálculos, abordados en principio por un grupo reducido de «disidentes» sobre la posible existencia de «otros» universos,
(cálculos que hoy empiezan a gozar de la aceptación general) la pregunta vuelve a encontrar sentido. Hay varias teorías
sobre el «antes». La más extendida de ellas dice que nuestro universo podría estar «rebotando» sobre sí mismo, como
una burbuja que se hincha y se deshincha, y que el Big Bang podría ser sólo el momento inicial de uno de esos rebotes.

Esta teoría implica la necesidad de que el Universo actual sea «cerrado», es decir, que la gravedad venza a la fuerza de
expansión y provoque el comienzo de una etapa de contracción que vuelva a terminar en un punto, como el original, de
infinita densidad. Por lo tanto, el nuestro sólo sería un ciclo más en medio de un número indeterminado de ciclos. Eso sí,
un ciclo muy especial, en el que se han dado las condiciones precisas para que surjan unos seres (nosotros) capaces de
preguntarse qué había antes del Big Bang.

6. ¿Cómo se estructura el Universo?


Las partículas se juntan en átomos, los átomos en moléculas, las moléculas en estrellas, las estrellas en galaxias, las
galaxias en grupos de galaxias, los grupos en cúmulos, los cúmulos en supercúmulos, los supercúmulos en murallas
galácticas con millones de miembros, las murallas en.... ¿Dónde acaba esta cadena? A medida que los investigadores
disponen de herramientas más y más potentes, aparecen nuevas (y siempre mayores) estructuras para
desconcertarnos. Los más recientes descubrimientos en este campo nos muestran una especie de espuma, una
estructura filamentosa que se extiende de manera uniforme por el Universo. El tamaño de estas estructuras es tal, que
cada puntito en ellas corresponde a todo un cúmulo galáctico, de la misma forma en que cada puntito de la Vía Láctea
corresponde a una estrella individual. A escala humana, el tamaño de estos filamentos es tan grande que resulta difícil
de imaginar. Hasta ahí hemos llegado. Somos demasiado pequeños para apreciar un orden concreto en escalas aún
mayores. Aunque seguramente existan.

7. ¿Hacia dónde va nuestra galaxia?


En el Universo, todo se mueve, y desde que Hubble formuló la teoría de la expansión (tantas veces confirmada), no cabe
duda de que las galaxias se alejan las unas de las otras. Pero, dentro de este esquema general, existen otros
movimientos, más concretos, provocados por otras fuerzas, probablemente gravitatorias, cuyo origen aún se
desconoce. Nuestra galaxia, por ejemplo, junto a todas sus vecinas del Grupo Local de galaxias (unas veinte) se dirige a
toda velocidad hacia el cúmulo de Virgo. No sería ésta la dirección lógica si siguiéramos, lisa y llanamente, las leyes de la
expansión. ¿Qué nos atrae entonces hacia allí? ¿Qué misteriosa fuerza puede alterar el rumbo de todo un grupo de
galaxias en el espacio?

Partamos desde el principio. Para calcular el movimiento del grupo de galaxias al que nosotros mismos pertenecemos,
un observador situado en la Tierra debe tener en cuenta la superposición de varios movimientos «menores», como por
ejemplo los 30 km/s de la Tierra en su órbita alrededor del Sol, los 230 km/s de todo el Sistema Solar alrededor del
centro de nuestra propia galaxia o los 40 km/s a los que La Vía Láctea (nuestra galaxia) es atraída hacia su vecina más
próxima, la galaxia de Andrómeda. Descontados dichos movimientos, queda otro, de 600 km/s, de nuestra galaxia (y de
todas sus compañeras del Grupo Local) hacia el Cúmulo de Virgo. Sin embargo, se ha comprobado que el Cúmulo de
Virgo no puede ser responsable de todo este movimiento, ya que él mismo también se mueve en la misma dirección.
Sea lo que sea lo que nos atrae, también atrae al cúmulo de Virgo. El siguiente candidato a «culpable», por el simple
hecho de que está en la dirección hacia la que nos dirigimos, fue el supercúmulo Hidra-Centauro.

Pero cuál no sería la sorpresa de los investigadores cuando descubrieron que también Hidra-Centauro (una agrupación
de galaxias cientos de veces mayor que el cúmulo de Virgo) estaba aprisionado dentro de una atracción gravitatoria
todavía mayor. Desconcertados, llamaron Gran Atractor al «monstruo» capaz de mover hacia sí mismo miles de galaxias
como si fueran planetas alrededor del Sol. Sea lo que sea ese Gran Atractor, lo cierto es que todos, inevitablemente, nos
dirigimos hacia allí.

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