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CURSO:
DERECHO ADMINISTRATIVO
TEMA:
ALUMNO:
CICLO:
II – D
PUCALLPA- PERÚ.
AÑO: 2018
AGRADECIMIENTO
A todas aquellas personas con sed de conocimiento y deseos de superación, que leen hoy estas
páginas y premian el esfuerzo de este trabajo.
Los esfuerzos mayores, por más individuales que parezcan, siempre están acompañados de
apoyos imprescindibles para lograr concretarlos.
INDICE
Por eso, la política de defensa a los consumidores, no debe únicamente servir para la simple
corrección de imperfecciones de mercado, sino toda una estrategia en busca de la justicia
socioeconómica del consumidores.
Por lo anterior, la adecuada articulación de la misma contribuye a la paz social del país. Dentro
de la realidad económica que vivimos, el consumidor tiene escasas posibilidades de defender sus
legítimos intereses, dado que él casi nunca esta en condiciones de juzgar por sí mismo sobre la
bondad de los bienes o servicios que se le ofrecen.
La capacidad de crítica es reducida al máximo por los mismos oferentes con técnicas
especializadas de mercadeo como la publicidad, ventas a crédito, ventas directas, generación de
necesidades artificiales, etc. La diferencia entre los medios que cuenta un consumidor con los
que disponen las empresas es que apenas pueden en la realidad hacer meridianamente respetar
sus derechos.
Esta realidad hace que los consumidores constantemente se conviertan en víctimas de abusos,
daños, engaños, contra los cuales las reglas de derecho tradicional constituyen en vez de una
solución otra frustración dado el reducido efecto positivo que tiene en la corrección de los
problemas de la vida diaria.
Visto lo anterior, en los últimos años muchos países han generado un moderno desarrollo
legislativo de disposiciones en protección de los consumidores que en la mayoría de los casos
constituye un conjunto heterogéneo de normas tanto de Derecho Privado como de Derecho
Público.
Esto ha afectado campos jurídicos como el Derecho Civil, Comercial, Administrativo, Penal, de
la Competencia, Financiero, y en muchos casos hasta la propia Constitución Política del país.
Por consiguiente, podemos indicar que la necesidad de proteger los derechos e intereses de
los consumidores nace, principalmente, por:
Cambios en la estructura de mercado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. P.E.
Fusiones, consumo en masas, nuevos sistemas de mercadeo, indeterminación del sujeto
responsable del daño, técnicas empresariales que dificultan la capacidad de elección del
consumidor, diversificación “artificiosa” de los productos, etc.
Función Social del Estado. Protección al segmento de la población más vulnerable. (P.E.
Trabajadores, menores de edad, mujeres, consumidores, etc.)
Se indica que las primeras medidas que se conocen en protección al consumidor fue la tutela de
la salud mediante leyes y reglamentos que imponían ciertas condiciones de calidad para
productos de primera necesidad. (Francia 1905 adulteración de la leche e Inglaterra 1893). Para
mediados del siglo XX se perfila un movimiento en defensa de los derechos del consumidor
donde se pone énfasis en los aspectos contractuales y los efectos de la publicidad todo con el fin
de promover las relaciones mercantiles, lo cual, genera importantes reformas al ordenamiento
jurídico interno.
“Consumidores, por definición, nos incluye a todos, es el grupo más grande de la economía, que
afecta y que está afectando por casi todas las decisiones públicas y privadas, es el único grupo
importante en la economía que no está organizado de manera efectiva, y cuyos intereses muy a
menudo no son escuchados.”
En esa ocasión el presidente norteamericano mencionó y estableció cuatro derechos básicos del
consumidor:
1. El derecho a la seguridad,
2. El derecho a la información,
3. El derecho a la elección,
a. Nivel Internacional.
a) El acceso de los consumidores a una información adecuada que les permita hacer
elecciones bien fundadas conforme a los deseos y necesidades de cada cual.
La defensa y protección de los consumidores es una pieza clave del sistema de libre
mercado consagrado en nuestra Constitución Política.
Este sentido, del concepto de Asimetría Informativa se desprenden dos aspectos que se
encuentran estrechamente vinculados como dos caras de la misma moneda: el deber de
Información y el deber de garantizar la idoneidad.
6. DEBER DE INFORMACIÓN
El deber de información de los proveedores debe ser entendido como el derecho de los
consumidores a recibir de los proveedores toda la información necesaria y oportuna para
tomar una decisión adecuada en la adquisición de un producto.
Stiglitz señala que el objeto del derecho a la información “versa, en esencia, sobre el
adecuado conocimiento de las condiciones de la negociación y, en su caso, las
características de los productos comercializados.
Visto del lado del proveedor, consiste en la obligación de poner en conocimiento de los
consumidores toda la información relevante, con la finalidad de que éstos puedan
realizar una adecuada decisión de consumo o, más bien, un uso correcto de los bienes y
servicios ya adquiridos. Esta información debe cumplir tres requisitos: ser veraz,
suficiente (o adecuada) y oportuna.
7. IDONEIDAD
Ello en buena cuenta significa que si quien brinda información abre o crea una serie de
expectativas que cualquier consumidor razonable podría esperar, entonces tiene que
asumir el costo de las mismas, dado que es su información la que ha movilizado dicha
demanda, información que no debe adolecer de defectos.
Las interrogantes que inmediatamente este título produce son las siguientes:
¿Cómo ingresan los pequeños empresarios a la legislación de protección al
consumidor?, ¿qué interés se está tutelando?, ¿qué tiene en común este consumidor
intermedio con un destinatario final?.
Algunos sostendrán que los pequeños empresarios también son destinatarios finales de
algunos bienes y que por ello se debe generalizar su defensa, o que también se hallan en
asimetría informativa y que incluso ésta –en ciertos casos- puede ser equivalente a la de
los destinatarios finales.
Si se quiere ser justo debe tenerse en cuenta que el pequeño comerciante carece de
capacidad negociadora frente a la empresa vendedora, por lo que concurren
circunstancias que justificarían en supuestos de esta naturaleza equiparar al pequeño
empresario con el consumidor.”
Los proveedores tienen la ventaja de un acceso menos costoso a la información, la cual
facilita las condiciones de prestación y estructuración de su oferta en cuanto a la
cantidad y calidad de información que van a brindar al consumidor, sea sobre la
situación del mercado, los productos a ser ofrecidos o las percepciones de los propios
consumidores. En este orden de ideas, es lógico que la tutela al consumidor se encuentre
dirigida a proteger a aquellos individuos afectados por la desigualdad informativa que
puede afectar negativamente la asignación de recursos a través de las relaciones de
consumo, es decir, a los consumidores, entendidos como destinatarios finales de bienes
o servicios.
En tal sentido, el término “destinatarios finales” limita la noción de consumidor
únicamente a aquellas personas naturales o jurídicas que puedan ser consideradas como
“últimos compradores” o “consumidores finales”.
Para tal efecto, la noción de consumidor final implica que se adquiere un producto o se
usa un servicio como último eslabón de la cadena de circulación del bien. En esta última
parte de la cadena de circulación está el consumo o uso personal del adquirente, así
como el consumo o uso colectivo, ya sea de su familia o de su grupo social inmediato.
Lo curioso es que en la Ley de Protección al Consumidor la noción de consumidor
comprende tanto a las personas naturales como a las jurídicas que adquieren, utilizan o
disfrutan como destinatarios finales productos o servicios. En verdad, no cuesta mucho
imaginarse a una persona natural como destinatario final, pero sí cuesta mucho
imaginarse a una persona jurídica como consumidor final.
La razón es obvia: difícilmente una persona jurídica o incluso un pequeño empresario se
constituyen en el “último eslabón de la cadena de circulación de un bien”, pues
evidentemente ellos no se hayan en general en situación de destinatarios finales de los
bienes, lo cual los aparta de la categoría de “consumidor final”.
9. UNA PRIMERA APROXIMACIÓN:
El criterio del uso mixto Como ya adelantamos, cuando las personas naturales operan
directamente (sin crear persona jurídica alguna) como empresarios individuales (es decir
“empresas unipersonales”), la habitualidad en la intermediación es el elemento fáctico
que distingue su actividad “profesional” o “empresarial” de su acción personal o
familiar destinada al consumo e inclusive permite diferenciarla de un acto de
intermediación ocasional o aislado.
Bajo esta perspectiva debería ser muy fácil distinguir la porción o segmento de actos en
los que la persona natural opera como destinatario final de otros en el que ello no es así;
sin embargo, como en la práctica esta tarea puede resultar compleja, la Comisión de
Protección al Consumidor ha adoptado como criterio el determinar si el bien o servicio
adquirido ha sido destinado a un uso mixto. “La Sala debe reconocer que el principio, tal
como ha sido enunciado, puede enfrentarse a zonas grises, en las que no es sencillo
determinar con toda precisión si el valor del bien se agota o no con su uso por el
destinatario.
Ello ocurriría, por ejemplo, con el caso de quien adquiere un bien para su uso
simultáneo como consumidor final y como proveedor. El padre de familia que utiliza el
automóvil familiar como taxi en sus horas libres o la madre de familia que usa una
máquina de coser para prestar el servicio de confección de vestidos son ejemplos
gráficos de este supuesto. En estos casos, la Comisión y esta Sala deben actuar con
cautela a fin de evitar que actividades accesorias priven a los destinatarios finales de
protección, de manera que en caso de duda sobre la naturaleza del destino que se da al
bien, debe presumirse que el mismo es destinado al uso personal, familiar o del entorno
social inmediato del consumidor.”
Conclusiones
Un tema que se encuentra aún en desarrollo es cómo extender lo más objetivamente las
nociones tutelares del “consumidor final” al pequeño empresario, tratando de
circunscribirlas a los casos estrictamente necesarios con el fin de no distorsionar los
incentivos y castigos que el propio mercado impone a un “proveedor” que, justamente,
cuando actúa como un consumidor intermedio debe buscar informarse adecuadamente
para adquirir algo bueno, si es posible bonito y mejor si es barato.
http://www.protectora.org.ar/procedimiento-de-defensa/tutela-procesal-del-
consumidor-beneficio-de-justicia-gratuita/21112/