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PROGRAMA DE
FORMACIÓN GENERAL

EXPERIENCIA CURRICULAR

CONSTITUCIÓN Y DERECHOS HUMANOS

SESIÓN N° 12

VIOLENCIA POLÍTICA EN EL
PERÚ Y DERECHOS HUMANOS
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PROGRAMA DE
FORMACIÓN GENERAL

LECTURA

El 1 de octubre de 1990, Constantino Saavedra Muñoz, ex-teniente alcalde del distrito de Quinua, provincia de Huamanga,
fue interceptado por miembros del Ejército, junto a los señores Gilberto Aparicio y Plácido Juscamayta. Estos últimos
fueron liberados al día siguiente de la detención. Del señor Constantino Saavedra jamás se volvió a saber.
Constantino Saavedra Muñoz tenía 40 años y estaba casado con Maximiliana Rómula Quispe Montes de
Saavedra, con quien tenía cuatro hijos. La pareja había asumido, además, el cuidado de otros dos menores
de edad (sobrinos de la señora Maximiliana) cuyos padres habían sido asesinados en la selva.
Saavedra era ingeniero agrónomo y fue teniente alcalde del distrito de Quinua, provincia de Huamanga,
en el departamento de Ayacucho, durante el gobierno de Fernando Belaúnde. También era ex-dirigente
de la Federación Departamental de Campesinos de Ayacucho (FADA), base de la Confederación
Campesina del Perú.
En la mañana del 1 de octubre de 1990, Constantino Saavedra se dirigió a la Oficina-Taller de la
Corporación de Desarrollo de la Ciudad de Huamanga (CORFA), en compañía de los señores Gilberto
Aparicio y Plácido Juscamayta. Estaban gestionando el alquiler de un tractor para labores agrícolas.
Al salir de la reunión en CORFA, los señores Saavedra, Aparicio y Juscamayta observaron que un grupo
numeroso de personas de los grupos de defensa civil de Acosvinchos, así como un camión y un carro del
Ejército merodeaban la zona. Sin embargo, prosiguieron su camino. En ese momento fueron
interceptados por efectivos de Inteligencia del Ejército, vestidos de civil, que se encontraban en los
alrededores. Los efectivos les solicitaron sus documentos de identificación. Luego los detuvieron y los
introdujeron por la fuerza en la caseta del camión.
El vehículo se dirigió al Cuartel BIM 51 “Los Cabitos”. Al momento de ingresar al cuartel, los tres detenidos
se encontraban sin ningún tipo de venda, por lo que pudieron reconocer perfectamente el lugar a donde
los estaba llevando. Al pasar la primera tranquera del cuartel, los detenidos fueron obligados a cubrirse
la cabeza con sus chompas. Una vez en el interior las tres personas fueron registradas y separadas en
recintos. Al poco tiempo los militares empezaron a interrogarlos, a torturarlos y a presionarlos para que
se declararan terroristas. A Constantino Saavedra le preguntaban, específicamente, si conocía a Francisco
Páucar.
El 2 de octubre de 1990, los militares liberaron a los señores Gilberto Aparicio y Plácido Juscamayta.
Previamente los amenazaron de muerte, tanto a ellos como a su familia, si contaban lo que habían visto
en el cuartel. Antes de ser liberados, oyeron la voz de Constantino Saavedra, quien se quedó detenido.
Mientras tanto, la señora Maximiliana Quispe buscaba desesperada a su esposo. Al enterarse, mediante
sus compañeros liberados, sobre las circunstancias relativas a su detención se dirigió de inmediato al
cuartel “Los Cabitos” para gestionar su liberación. Al llegar al cuartel, fue atendida por el general
encargado de dicha Base Militar, quien negó que Saavedra se encontrara detenido en ese lugar.
La señora Quispe realizó numerosas gestiones para obtener la liberación de su esposo. Denunció el caso
ante el Fiscal Superior de Personas Desaparecidas y de Derechos Humanos de Ayacucho, ante el Arzobispo
de Ayacucho y ante la Oficina Especial de los Derechos Humanos del Ministerio Público.
Pese a las numerosas gestiones ante autoridades locales y nacionales que realizaran los familiares de la
víctima, Constantino Saavedra nunca apareció.
APRODEH

ACTIVIDAD:
Responde a las siguientes interrogantes:
¿Qué situación se describe en el texto?
¿En qué contexto acontecieron estos hechos?
¿Qué derechos se violentaron?
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INFORMACIÓN TEÓRICA

VIOLENCIA POLÌTICA Y DERECHOS HUMANOS EN EL PERÚ


1. VIOLENCIA POLÍTICA
Lo constituyen aquellas acciones de fuerza que son empleados en contra de personas o grupos
de personas, por razones de orden político, ya sea en medio de una disputa por el poder, o en el
contexto de un conjunto de luchas iniciadas por la población, con el fin de lograr el respeto de sus
más elementales derechos. La violencia política es ejercida y puesta en práctica, por grupos
organizados, ya sea por grupos alzados en armas, o por las fuerzas que representan al Estado, como
es el caso de las fuerzas armadas y policiales.

2. VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PERÚ


La violencia política en el Perú, tiene todo un proceso de desarrollo histórico, pues los episodios
más importantes y transcendentales de nuestra historia, están signados justamente por la violencia.
La invasión de América, y específicamente la invasión del territorio peruano, fue un episodio de
excesiva crueldad, signado por el asesinato, la tortura, la discriminación y por innumerables tipos de
vejación hacia los pobladores nativos que encontraron los invasores al llegar a estas tierras. La toma
de Cajamarca, que constituye el episodio simbólico con el que se inicia la invasión del territorio
incaico y la destrucción de tan grandioso imperio, fue en realidad una masacre, en donde los
españoles tomando como pretexto un hecho por demás comprensible por la diferenciación cultural
(Atahualpa arroja la Biblia católica al suelo), dieron inicio al asesinato de miles de indígenas, los
mismos que fueron despedazados literalmente por las “santas” espadas de los invasores españoles.
Este acontecimiento sería replicado en los diferentes lugares en donde los invasores fueron
imponiendo su dominio.
En todo el proceso colonial, las muestras de violencia en contra los pobladores nativos son
indescriptibles, pues alcanzaron elevados niveles de crueldad.
Con el logro de la independencia del yugo español, y el establecimiento de la república peruana,
la violencia política podríamos decir que se institucionaliza, pues esta va ha ser una constante en
nuestra vida política, como consecuencia de las disputas por el poder, y de la inexistencia de una clase
gobernante fuerte y consolidada que hubiera podido asumir la conducción de nuestro país. Es así,
que solamente apenas iniciada nuestra vida republicana, los militares integrante del primer
militarismo, iniciaron una violenta disputa por el poder que duró largos años, y en las cuales las
traiciones, los asesinatos y las agresiones de toda índole, fueron la característica principal.
En los años posteriores del siglo XIX y mayor parte del siglo XX, si bien hubieron gobiernos
democráticos elegidos por la voluntad popular, lo que primó fueron los gobiernos dictatoriales salidos
de los constantes golpes de estado, y para los cuales la única de forma de consolidarse en el poder,
fue haciendo uso del asesinato y la persecución en contra de los que se oponía a estos procesos
políticos. La comisión de la verdad, en su informe final, señala que en los 50 años anteriores al inicio
de la guerra interna, es decir antes de 1980, solo durante 14 años tuvimos gobiernos democráticos,
los demás corresponde a periodos de regímenes dictatoriales.
Todo este largo periodo histórico de nuestra vida republicana, principalmente, signado por la
intolerancia, la violencia y los gobiernos nacidos de la fuerza de las armas, van a ser una de las causas
que va a desencadenar uno de los procesos de violencia política más sangrientos de nuestra historia
republicana. La pobreza, la exclusión social y el olvido por parte del estado de los pueblos y gentes
alejados de la capital, confluirían para dar origen al periodo de guerra interna que nuestro país vivió
entre el año de 1980 y 2000.
En 1980 irrumpe violentamente en la escena política, el Partido Comunista del Perú, Sendero
Luminoso, para dar inicio a un periodo de confrontaciones, con el fin de intentar tomar el poder
político del Estado Peruano, y edificar un estado de corte socialista según sus planteamientos de
orden marxista. Dentro de las principales acciones violentistas que desarrollo el PCP- SL, se encuentra
los aniquilamientos selectivos de autoridades, dirigentes vecinales y miembros de las fuerzas
armadas, sabotajes con coches bombas, derribamiento de torres eléctricas de alta tensión,
emboscada a las fuerzas del orden, etc. Dichas acciones pusieron a nuestro país al borde del caos y la
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anarquía, por lo que el gobierno peruano se vio en la necesidad de enviar a las fuerzas armadas para
combatir esta amenaza a la seguridad nacional. Pero las condiciones en que se desarrolló este
enfrentamiento, caracterizado básicamente por una acción guerrillera por parte de los miembros del
PCP- SL, dio como resultado que en el desarrollo del conflicto se ponga en práctica, una sistemática
violación de los derechos más elementales del ser humano, como es el caso del derecho a la vida. Las
fuerzas armadas con el fin de contrarrestar el accionar guerrillero de las fuerzas subversivas, recurrió
a detenciones arbitrarias, torturas de inculpados, ejecuciones extrajudiciales, asesinatos masivos de
pobladores de las zonas andinas, etc; acciones por las que aun hoy en día, muchos de los autores de
tan execrables crímenes aún son procesados.
La violación de los derechos humanos, fue puesta en práctica tanto por las fuerzas subversivas
del PCP – SL, como por las fuerzas del orden, así lo recoge el informe final de la CVR , el mismo que
establece, por ejemplo, que de los 69 280 muertos, el 54% es responsabilidad del PCP – SL y el 1.5%
del Movimiento Revolucionario Tupac Amarú (MRTA), por lo que se deduce que el restante 44.5%
sería responsabilidad de las fuerzas del orden del Estado peruano, junto a los denominados Comités
de Autodefensa.

3. LOS DERECHOS HUMANOS EN EL CONTEXTO DE LA VIOLENCIA POLÍTICA PERUANA DE LOS ÚLTIMOS


AÑOS
Como lo señalamos líneas arriba, durante los 20 años de este conflicto interno, se puso en
práctica una sistemática violación de los derechos humanos, por parte de los actores involucrados en
dicho conflicto, es decir, las fuerzas subversivas, la Policía Nacional, Las Fuerzas Armadas y los
denominados Comités de Autodefensa. Veamos a continuación, como es que fueron violentados
algunos de los derechos más elementales del ser humano.

3.1. El Derecho a la Vida.


Por increíble que parezca, este elemental y principal derecho del ser humano, fue
constantemente vulnerado, prueba de ello lo son las 69 280 víctimas mortales que dicho conflicto
generó según el informe de la CVR.
Por el lado del PCP-SL, este recurrió a la ejecución de autoridades políticas, dirigentes vecinales,
miembros de las fuerzas armadas; mostrando en dichos actos una extrema de crueldad, con el
supuesto fin de dar escarmiento a quienes no estaban con ellos o se oponían a su proyecto
político. De igual forma, llevaron a cabo ejecuciones masivas de poblaciones campesinas que se
atrevieron a oponerse a sus planes políticos y militares, o que sencillamente se negaron a
colaborar con ellos o que fueron obligados a prestar a poyo a las fuerzas armadas. En aquellos
casos, procedieron a la eliminación de hombres, mujeres y niños de dichas comunidades
campesinas, práctica que se llevó a cabo de la manera más cruel, pues en la mayor parte de casos,
las eliminaciones de las personas se hizo haciendo uso de arma blanca o de piedras. Tal es el
caso, por ejemplo, de la masacre de sesenta y nueve comuneros de la comunidad de
Lucanamarca ocurrida el 03 de abril de 1983, como represalia del PCP – SL, por la muerte de uno
de sus mandos a manos de estos mismos comuneros. Lucanamarca es un caso emblemático, pero
las masacres de comunidades campesinas fueron numerosas.
Por el lado de las fuerzas del orden, en su afán de combatir a los miembros del PCP- SL,
recurrieron de igual forma a una práctica sistemática de violación de los DD.HH. A las detenciones
arbitrarias, le siguieron las ejecuciones extrajudiciales de dirigentes, estudiantes y comuneros,
acusados de ser miembros o colaboradores del PCP-SL; hecho que no pudo ser demostrado,
porque los acusados terminaron ejecutados y enterrados en fosas comunes clandestinas, las
mismas que muchos años después han sido localizadas y destapadas por las autoridades del
Estado. Las fuerzas del orden, también cometieron numerosas matanzas de miembros de las
comunidades campesinas, acusadas de colaborar con SL.
Son emblemáticos los casos de detención arbitraria y posterior eliminación, de los estudiantes
de la Universidad la Cantuta y de los campesinos de la Localidad del Santa en Ancash. Dichas
acciones atentatorias en contra del derecho más elemental, el de la vida, fueron cometidas por
el Grupo COLINA, escuadrón paramilitar conformado por miembros activos de las FF.AA y con la
anuencia y complicidad del poder político de entonces. Los miembros del grupo Colina fueron
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también responsables de la matanza de Barrios Altos, y se les atribuye también otras ejecuciones
extrajudiciales llevadas a cabo en el centro del país.
En las alturas de la sierra sur, las fuerzas del ejército y la policía, cometieron asesinatos masivos,
tal es el caso de los treinta y dos comuneros de la comunidad de Soccos, que en noviembre de
1983 fueron ejecutados por miembros de la ex Guardia Civil; así sucedió también en la zona del
alto Huallaga, en donde efectivos de la marina allí destacados, llevaron a cabo detenciones
arbitrarias y posterior ejecuciones de pobladores de la zona. Prueba de esto, lo constituye la fosa
clandestina desenterrada en de 50 personas ejecutadas luego de haber sido sometidos a
prácticas de tortura.

3.2. El Derecho a la seguridad e integridad personal.


Este es otro de los derechos que fue sistemáticamente violentado durante el proceso de guerra
interna de nuestro país.
La tortura
“Nadie será sometido a tortura ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” reza el
artículo 5 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el mismo que también es
recogido por nuestra constitución política. Sin embargo, durante el conflicto interno de nuestro
país, la tortura fue puesta en práctica principalmente por miembros de las fuerzas del orden, con
el fin de lograr declaraciones inculpatorias o en interrogatorios que buscaban obtener
información que les permitiera la captura de cuadros dirigentes y militantes del PCP – SL. Los
testimonios recogidos por la CVR, dan cuenta de prácticas aberrantes, contrarias a nuestra
condición de seres humanos, en los cuales hombres y mujeres eran sometidos a largos procesos
de tortura que en muchos casos terminaba con la muerte de las víctimas.
“La Comisión ha recibido miles de denuncias sobre actos de tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes producidos durante el período bajo investigación. Sobre 6,443 actos
de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes registrados por la CVR, el
porcentaje más alto (75%) corresponde a acciones atribuidas a funcionarios del estado o
personas que actuaron bajo su autorización y/o aquiescencia1, el segundo lugar, 23%,
corresponde al grupo subversivo PCP-SL, el tercero con un porcentaje bastante bajo lo
constituyen las acciones imputadas al grupo subversivo MRTA, 1% y el 2% a elementos no
determinados”.
“La Comisión tiene evidencias que le permiten concluir que la tortura, así como otros tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes, fueron perpetrados en forma generalizada por
miembros del PCP-SL contra personas que eran consideradas hostiles o insumisas, así como
contra sus familiares o allegados. Esta práctica ocurría como paso previo al asesinato de dichas
personas en el contexto de masacres; incursiones armadas en poblados andinos y amazónicos;
en los pseudo procesos denominados «juicios populares»; y en los campamentos o «retiradas»
que constituyeron sobre la base del desplazamiento forzoso de poblaciones.
Por su magnitud, esta práctica no podía ser ignorada por la dirigencia responsable del PCP-SL. La
Comisión considera que no hubo tan sólo tolerancia hacia esta conducta, sino que incluso se la
consideró necesaria para atemorizar a la población y desalentar a quienes no aceptaban las
órdenes y la política del PCP-SL.”
Las desapariciones forzadas.
Otra de las prácticas contrarias a los DD.HH, que los actores de la guerra interna pusieron en
marcha, fue el de las desapariciones forzadas. Cientos de hombres y mujeres fueron detenidos
por las fuerzas del orden según testimonios recogidos por la CVR, recluidos en establecimientos
militares o policiales, pero nunca más se volvió a saber de ellos. Entre los desaparecidos, figuran
estudiantes, dirigentes sindicales y campesinos y pobladores en general. Estos, fueron muchas
veces sacados de sus propios domicilios y conducidos a centros de reclusión de la policía nacional
y de las fuerzas armadas. De muchos de estos desaparecidos, fueron posteriormente
encontrados sus cadáveres, constatándose la ejecución extrajudicial de la que fueron víctimas.
La CVR ha registrado la desaparición de 10, 917 compatriotas nuestros que ya no están y que
figuran como desaparecidos, hoy, todos forman parte de una lista que confeccionada por la CVR
y que puede ser consultada por Internet.
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3.3. El derecho a la libertad personal.


Al amparo del Estado de Emergencia al que fue sometido gran parte del territorio nacional,
miles de personas fueron detenidas arbitrariamente y encarceladas, en algunos casos sin motivo
alguno, y en otros como consecuencia de la expresión de sus ideas o consideraciones políticas, o
por el simple hecho de protestar por abusos cometidos por autoridades del estado o por el
reclamo de derechos laborales o de otra índole. Por esta causa, muchos ciudadanos tuvieron que
huir del país, y vivir en calidad de asilados políticos en países principalmente de Europa. Muchas
personas fueron detenidas injustamente y privados de su libertad, por el simple hecho de haber
coincidido en el lugar y hora en que se produjeron acciones subversivas; otras, fueron detenidas
como consecuencia de supuestos testimonio de “arrepentidos”, que con el fin de acogerse a
beneficios que otorgaba una ley expresa dada para el caso, no dudaron en señalar como
miembros de los aparatos subversivos a ciudadanos que nada tenían que ver con dichos actos.
Esta práctica atentatoria en contra de la libertad personal llegó a extremos tan altos, que el
propio gobierno de Alberto Fujimori se vio en la necesidad de reconocer dichos “excesos” y
nombrar una comisión especial para que investigue dichos casos, y de ser el caso ordenar su
libertad inmediata. Durante el trabajo realizado por la comisión presidida por el padre Huber
Lancier, se determinó la detención injustificada de cientos de personas, a quienes se ordenó su
inmediata libertad. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Muchas de estas personas perdieron
sus empleos, vieron truncados sus estudios y planes personales, y les fue muy difícil retomar su
vida con normalidad. Aun hoy en día, se presume de la existencia de personas que aun padecen
carcelería, sin haberse demostrado su culpabilidad en los hechos que se les imputa.

3.4. Derecho al debido proceso.


Con el fin de combatir de manera “eficiente” los delitos de terrorismo, como fueron tipificados
por nuestra legislación aquellos actos derivados de la práctica de los grupos alzados en armas, el
Estado recurrió a la realización de una serie de modificaciones en nuestra legislación vigente, las
mismas que por no estar sujetas a la naturaleza de la normatividad para tal fin creada, se
constituyeron en atentatorias del derecho al debido proceso. Entre estas acciones tomadas por
el estado, tenemos:
 La penalización de los actos de colaboración para la comisión de delitos de terrorismo, de esa
manera termina calificando como delitos lo que constituyen según la doctrina actos
preparatorios del mismo.
 Las excesivas atribuciones otorgadas a la policía, para investigar e incluso encausar a los
detenidos, hecho que no podía ser revisado por la autoridad judicial.
 La Ley 25651 determinó que “los condenados por terrorismo no tendrán derecho a libertad
condicional, semilibertad, libertas vigilada, redención de la pena por el trabajo o el estudio o
conmutación. Se eliminaron así los beneficios penitenciarios.
 La recurrencia al derecho penal premial. Por la cual se le reducía la pena o se le podía otorgar
la libertad a quienes, estando en las filas subversivas, decidiera abandonarlo voluntariamente
y delatara a los miembros de esta.
 La detención por sospecha, sin que medie una orden del juez o existencia de flagrante delito.
 La incomunicación absoluta de los detenidos, por periodos que la policía considere
necesarios.
 La limitación del derecho a la defensa consagrado en nuestra constitución y en la legislación
internacional, al establecer que en los delitos de terrorismo, los acusados podía nombrar su
abogado defensor, pero que solo podía intervenir a partir del momento en que el detenido
rindiera su manifestación ante el Ministerio Público. La Constitución Política de 1979 y la de
1993, así como la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos consagran el derecho a la defensa desde el momento en que
una persona es intervenida o detenida por la autoridad policial, por lo tanto ninguna norma
legal puede establecer expresa o implícitamente una restricción al ejercicio de ese derecho
en las condiciones establecidas.
 La ampliación de los plazos de detención hasta por un periodo de treinta día, situación que
según la norma, era determinado por la propia policía y no por alguna autoridad judicial.
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 El juzgamiento de civiles en tribunales militares en procesos sumarios, hecho que a su vez


violaba el derecho a un tribunal independiente e imparcial.
 Los tribunales sin rostro: la violación del derecho a ser juzgado por un tribunal competente,
independiente e imparcial
 El derecho a obtener la comparecencia de testigos y a interrogarlos.
La norma antiterrorista dictada para tal efecto, declara que “en la instrucción y en el juicio
oral no se podrán ofrecer como testigos a quienes intervinieron por razón de sus funciones
en la elaboración del atestado policial”. Un elemento fundamental del principio de igualdad
de condiciones y del derecho a la defensa, es el derecho que le asiste al acusado a hacer
comparecer a testigos y a interrogarlos. Esto, a decir del Comité de Derechos Humanos, tiene
por objeto garantizar al acusado las mismas facultades jurídicas para obligar a comparecer a
testigos e interrogarlos.
El derecho a obtener la comparecencia de testigos y a interrogarlos garantiza a la defensa la
oportunidad de hacer preguntas a los testigos que prestan declaración a favor del acusado y
a refutar el testimonio de los que lo hacen en contra.
 El derecho a hallarse presente en el proceso. No cabe duda que una de los dispositivos legales
más violatorios de las garantías del debido proceso fue el Decreto Ley 25728109, por el cual
se estableció la facultad de los órganos jurisdiccionales para condenar en ausencia al
establecer que “para el juzgamiento de los delitos de terrorismo y traición a la patria previstos
en los Decretos Leyes 25475 y 25659, dada la naturaleza de éstos y el grave daño que causen
al país, los órganos jurisdiccionales correspondientes están facultados para condenar en
ausencia a quienes sean responsables de la comisión de estos ilícitos penales”.
Estos y otros ilícitos cometidos por el mismo estado en contra del derecho al debido proceso,
dio como resultado que una vez restablecido el Estado de Derecho (pues las prácticas
descritas determinaron el quebrantamiento de este), la mayor parte de lo actuado en los
procesos contra los acusados por terrorismo, fue anulado y sus procesos volvieron a
reiniciarse dentro de un clima de respeto al debido proceso. Las sentencias dadas por los
tribunales sin rostro y los tribunales militares fueron anuladas, y los acusados fueron
nuevamente procesados. Quienes resultaron culpables, fueron drásticamente sancionados,
pero dentro del respeto del Estado de Derecho, demostrando de esta manera, que se puede
impartir justicia sin atropellas los derechos elementales de las personas.

4. CONSECUENCIAS Y SECUELAS DEL CONFLICTO.


La CVR concluye que dentro de las principales secuelas o consecuencias del conflicto interno en el
periodo 1980 – 2000, se tiene.
 Masiva destrucción de la infraestructura productiva y pérdida de capital social y oportunidades
económicas, especialmente en los departamentos que sufrieron con mayor intensidad el conflicto
como es el caso de Ayacucho, Huancavelica, Apurímac, Lima, etc.
 Destrucción y desorganización de la vida social local, especialmente por el asesinato de dirigentes
y autoridades tradicionales como estatales; todo lo cual, produjo un profundo debilitamiento de
la sociedad civil, de los partidos políticos y de la misma estructura del estado.
 Desplazamiento masivo de poblaciones desde las zonas de conflicto hacia otras zonas del país, al
cual la CVR lo considera como un “doloroso proceso de desarraigo y empobrecimiento de miles
de peruanos y peruanas”. Los desplazados, como lo señala la CVR, fueron en muchos casos
estigmatizados y discriminados en escuelas, barrios y centros de trabajo. En las ciudades, durante
las redadas que realizaba el ejército o la policía con el fin de contrarrestar el accionar subversivo,
bastaba con que te identificaran como ciudadano procedente de Ayacucho o Huancavelica, para
que seas catalogado como un potencial “terrorista”, la cual muchas veces fue la única razón para
detener torturar e incluso desaparecer a estas personas. Posteriormente estas poblaciones fueron
retornadas a sus zonas de origen, pero al regresar tuvieron que enfrentar graves problemas de
tierras y ausencia de apoyo suficiente para reorganizarse y sostener a sus familias.
 Miles de niños y jóvenes vieron truncadas o empobrecidas su formación escolar y universitaria
como resultado del conflicto. Recordemos que los grupos terroristas tomares instituciones
escolares y universidades y los convirtieron en centros de adoctrinamiento. Numerosos
estudiantes de educación secundaria y universitaria abandonaron sus estudios para incorporarse
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a las filas de estos grupos armados, terminando la mayoría de ellos detenidos, muertos o
desaparecidos.
 Intensificación de los niveles de violencia social, proceso al que aun hoy asistimos de forma
preocupante, pues dicha violencia ha rebasado al propio estado, el cual no puede controlarlo. La
violencia vivida por varios años, llevó a las nuevas generaciones a considerar, incluso
inconscientemente, que la única forma de solucionar los conflictos o controversias era la violencia.
Muchos de los integrantes de los grupos subversivos que quedaron el libertad se lumpenizaron y
pasaron a integrar los grupos delincuenciales actuales, muchas de las armas pasaron también a
manos de narcoterroristas u otras organizaciones al margen de la ley, incluso métodos de accionar
antes utilizados por grupos subversivos, son utilizados en la actualidad por las bandas
delincuenciales.
 Secuelas en la salud mental que afecta, aun hoy, a amplios sectores de la población que
padecieron el conflicto, lo cual debilita sus capacidades de desarrollarse y superar las heridas del
pasado. Personas que presenciaron ejecuciones, que perdieron a sus familiares cercanos en
masacres realizadas por Sendero Luminoso o las fuerzas armadas, policías y militares que
participaron en la lucha contrasubversiva, ciudadanos que fueron torturados y encarcelados
injustamente, difícilmente podrán olvidar tan dolorosos episodios.
 Favoreció la descomposición moral en la que se hundió el país durante los últimos años de la
dictadura de Alberto Fujimori, lo cual se expresó en la indiferencia y tolerancia hacia las violaciones
de los derechos humanos por parte de las fuerzas del estado, motivo por el cual actualmente
purgan condena militares y autoridades estatales de aquella época, entre los cuales se encuentra
el propio ex presidente Alberto Fujimori.
 Destrucción de la democracia tomando como pretexto la lucha contra la amenaza terrorista lo cual
se concretó el 05 de abril de 1992 con el autogolpe de Fujimori y marcando el inicio de largos años
de dictadura y de un gobierno corrupto que terminó por copar o desarticular las instituciones
democráticas y haciendo pedazos el estado de derecho. En muchas oportunidades los miembros
del gobierno de Fujimori, levantaron la “amenaza terrorista” como pretexto o justificación de su
dictadura corrupta y violadora de derechos humanos.

5. LA COMISIÓN DE LA VERDAD Y RECONCILIACIÓN (CVR)


5.1. Definición.
La Comisión de la Verdad y de la Reconciliación (CVR) fue una comisión peruana encargada
principalmente de elaborar un informe sobre la violencia armada interna, vivida en el Perú
durante el periodo entre los años 1980 y 2000. Fue creada en junio de 2001 por el presidente
provisional Valentín Paniagua, convocando a diferentes miembros de la sociedad civil. Fue
presidida por Salomón Lerner Febres, entonces rector de la Pontificia Universidad Católica del
Perú. Además de la investigación de la violencia terrorista de Sendero Luminoso y el Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), intentó profundizar en las causas de esa violencia y en la
dura represión militar contra estos movimientos terroristas, que cobró principalmente víctimas
civiles en este fuego cruzado. Para ello, recogió el testimonio de 16985 personas y organizó 21
audiencias con las víctimas de la violencia, a las que asistieron más de 9500 personas. El Informe
Final se hizo público el 28 de agosto del 2003, ante el presidente peruano Alejandro Toledo.

5.2. Resumen del informe final.


"La historia que aquí se cuenta habla de nosotros, de lo que fuimos y de lo que debemos dejar
de ser. Esta historia habla de nuestras tareas. Esta historia comienza hoy", dijo el presidente de
la Comisión de la Verdad y Reconciliación, Salomón Lerner, al presentar el informe final de su
grupo que reveló cifras de muerte y violencia de una guerra interna que azotó al Perú. Cifras que
nadie quería escuchar, pero que se deben asumir para que nunca más esos hechos vuelvan a
ocurrir.
El informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación es, ante todo, una invitación a la
reconstrucción social que tenemos que hacer de la historia vivida. Un destacado especialista ha
señalado en reiteradas ocasiones que a lo que aspiran las Comisiones de la Verdad es -apenas-
a establecer las fronteras de lo que no puede en ningún caso ser negado.
No se puede ni se podrá negar que hubo miles de muertos a causa de las acciones de un grupo
dogmático y terrorista, por un lado, y de respuestas desmesuradas del Estado, por otro.
Tampoco se podrá negar que el proceso vivido tuvo que ver con profundas brechas y
exclusiones.
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a. Las víctimas: Prueba de este abandono y exclusión social es que el 79 por ciento de las más
de 69 mil víctimas fatales del terrorismo vivían en las zonas rurales y el 75 por ciento tenían
el quechua y otras lenguas nativas como su idioma materno.
Si bien la CVR recibió reportes sobre 23,969 peruanos muertos y desaparecidos, sobre esta
cifra se aplicó la Estimación de Múltiples Sistemas. Dicha metodología de cálculo y
estimación estadística -que se utilizó en casos recientes como los de Guatemala y
Yugoslavia- permite afirmar que la cifra total de víctimas fatales del conflicto sería 2,9 veces
más esa cantidad: 69,280 personas.
b. Las responsabilidades: Gastón Garatea, miembro de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación (CVR), manifestó que el gran pecado del Perú ha sido la indiferencia frente a
los hechos de violencia que vivimos en las últimas dos décadas.
"El informe final de la CVR reclama que todos los peruanos nos preguntemos dónde
estuvimos y qué hicimos cuando esos hermanos morían", comentó.
Debemos señalar que la CVR ha hecho bien en rechazar las versiones que señalaban que
ambos lados (militares - terroristas) eran igualmente responsables de la guerra sucia, ya que
ambos habían cometido por igual atrocidades.
Esta versión inexacta de lo que ocurrió ha quedado denunciada por las investigaciones de
la CVR, que asignan al senderismo la responsabilidad del 54 por ciento de las violaciones de
derechos humanos acaecidas en la guerra interna.
Esto no quiere decir que se exonere de culpa a las fuerzas militares por la violencia que
emplearon contra el terror, pero sí las colocan en su real dimensión y también las condenan.
A los militares se les atribuye casi la tercera parte del total de las víctimas reportadas a la
CVR.
c. Los ataques: Las voces que trataron de empañar el trabajo de la Comisión de la Verdad,
calificándola de 'prosenderista' y acusándola de dividir al país con su labor no se hicieron
esperar, ganando espacio en las portadas de algunos diarios locales. Pero al final, incluso
antes del 28 de agosto, los mismos miembros de la CVR se encargaron de desmentir
aquellas acusaciones, dejando en claro las responsabilidades del terrorismo.
"Ante todo, es necesario ratificar que el conflicto armado fue provocado por el Partido
Comunista del Perú Sendero Luminoso, pese a que había entonces condiciones
democráticas abiertas. En el contexto del conflicto armado interno que se desarrolló
mediante un uso creciente del terror por parte de PCP-SL, el Estado democrático tenía la
obligación de defenderse y de recurrir a las fuerzas del orden", dijo Salmón Lerner en la
presentación del Informe Final.
d. Reparaciones y reconciliación: El país se enfrenta ahora una segunda etapa del proceso,
que pasa antes por la verdad y luego por la justicia. Por tal motivo, resultan importantísimos
esos 73 casos que la CVR deja en manos de la Defensoría del Pueblo para su denuncia ante
el Ministerio Público.
A raíz del informe final de la CVR el gobierno peruano de aquel entonces se pronunció sobre
el Informe Final de la CVR e hizo un anuncio de reparaciones a las víctimas de la violencia
mediante el Plan de Paz y Desarrollo.
A través de este programa se destinará 2,845 millones de nuevos soles a las zonas más
afectadas por la violencia.
Más allá de reparaciones económicas, lo que necesitan hoy más que nunca miles de
peruanos víctimas del terrorismo es encontrar las respuestas para entender por qué les tocó
vivir toda esa barbarie. A todos los peruanos nos toca asumir algo de responsabilidad por el
dolor y el sufrimiento de esos veinte años. Y es que la verdad es una sola para todos.

BIBLIOGRAFÍA
Comisión de la verdad y reconciliación. (2003). Informe final. Conclusiones. Lima: Quebecor World.

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