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El realismo ético es una vieja doctrina filo- pendientes de la evidencia que pueda
sófica de difícil acomodo en la mente con- tenerse en favor de ellos 2. No basta, pues,
temporánea. Se cree a menudo que, por para ser realista con que se crea que las
una variada serie de circunstancias, los ciu- expresiones de norma o de valor aseveran
dadanos de las sociedades contemporá- cierto contenido cognitivo; es preciso sos-
neas son espontáneamente antirrealistas y tener, además, que la verdad o falsedad
en gran parte esto es cierto. Entre los de esas aseveraciones pertenecen a cierto
muchos argumentos para desacreditar el tipo de cosas que se escapan del control
realismo ético, hay dos de no poco peso. de uno y de todos los que son como uno:
Según el primero de ellos, la tesis realista al tipo de las cosas que se encuentran o
no añade nada a la experiencia moral ordi- se descubren y no al tipo de las que se
naria y es perfectamente prescindible (con construyen o inventan. Alguien puede
esto no se apoya el antírrealismo, pero sí creer, por ejemplo, que expresiones tales
se pone al realismo fuera de la discusión). como «resulta un tanto sucio que alguien
De acuerdo con el segundo, el realismo se deshaga de sus rivales amorosos sobor-
quedaría refutado al ser incompatible con nándolos» o «se le deberían subir los colo-
el pluralismo ético. Voy a tratar de sugerir res a Gervasio cada vez que piensa en
que ninguno de estos argumentos es válido, publicar lo que le plagió a Nicasios son
lo que me exigirá esbozar -tan sólo esbo- verdaderas (tanto, al menos, como 10 son
zar de modo muy tosco y rudimentario, «la República Española ganó a los italianos
desde luego- una forma de realismo ético la batalla de Guadalajara» o «Javier
que pueda hacer frente a ambas obje- Marias no ha ganado el premio Nobel de
ciones. 1997»), y quizá trate de respaldar su creen-
cia afirmando que ello es así porque las
intuiciones mayoritarias lo exigen, o por-
1. El realismo ético y la máxima de Peirce que lo determinan las mejores teorías nor-
mativas disponibles, o porque eso es lo que
Se suele llamar realismo ético a la doctrina decidiría cualquier individuo adulto des-
según la cual los enunciados morales son pués de discutir con cualesquiera otros en
verdaderos o falsos y su verdad o falsedad ciertas condiciones de imparcialidad e
es independiente de las opiniones y teorías igualdad. Con esto tendríamos un caso de
morales que uno apruebe lO, si se prefiere, cognitivismo ético, pero un realista ha de
a la idea de que hay hechos o verdades creer algo más para distinguirse del mero
morales yesos hechos o verdades son inde- cognitivista 3. Los realistas éticos no sólo
creen que las expresiones morales tienen emociones morales comunes (y, desde lue-
que ser verdaderas o falsas; se hallan tam- go, combinaciones de todo lo anterior) fue-
bién persuadidos de que no basta para ran por entero distintas de como son. Si
acertar sobre ellas con tener una buena nos imaginamos en posesión de una teoría
teoría normativa o con poseer sentimientos normativa sorprendentemente brillante y
morales equilibrados, con pertenecer a una novedosa (y no hace falta que sepamos qué
tradición robusta o con algún otro recurso aspecto habría de tener ésta para calibrar
habitualmente solvente: de lo que se trata algunas de las consecuencias que tendría
cuando se profieren enunciados morales el uso de una teoría así), o convicciones
es, sobre todo, de que uno tieneque acertar, mucho mejor formadas de las que tene-
y esto quiere decir que uno puede creer mos, o emociones de más noble estofa aún
que acierta (y aun creerlo con las mejores desconocidas para nosotros, acaso nues-
razones disponibles) y sin embargo estar tros juicios morales tendrían un aspecto
equivocado. Acertar en ética no es, según muy distinto del que tienen, y por tanto
el realismo, creer que se ha acertado, y variaría considerablemente la extensión de
ni siquiera lo es creer justificadamente que la clase de los enunciados tomados como
se está en lo cierto. Los realistas creen que verdaderos 5. Todo lo anterior tiene un
en ética hay innumerables modos de equi- aspecto ferozmente especulativo, pero
vocarse, que no conocemos todos esos puede ilustrarse con ejemplos muy cotí-
modos (ni quizá podremos conocerlos nun- dianas. Acaso valga la pena acudir al caso
ca) y que sería absurdo presumir de estar de quien no posee competencia plena de
inmunizado frente a ellos. No se trata, una lengua o de alguien con un cociente
entonces, de que las verdades morales sean intelectual muy inferior a la media. Un
aquello que los mejores procedimientos individuo que no domina adecuadamente
disponibles permiten obtener; 10 que el alemán hablado y que asiste a una reu-
ocurre según el realismo es que esos pro- nión donde todos los demás sí 10 dominan
cedimientos son buenos precisamente por- no sabe con precisión qué placer singular
que con ellos se alcanzan enunciados ver- ocasiona el entender un chiste cuya gracia
daderos, y en la medida en que se alcanzan. parece consistir en cierto juego de palabras
Los realistas éticos creen que alguien pue- muy rebuscado y que se le escapa, pero
de estar en inmejorables condiciones para S1 es capaz de imaginar qué pasaría si
determinar lo que es bueno y para saber entendiera el chiste: disfrutaría de un rato
qué debe hacerse y, sin embargo, puede agradable en la taberna cervecera en lugar
errar por entero; y, a la inversa, que alguien de tener que disimular su ignorancia sin
puede razonar de manera grosera y dis- ningún éxito. Es cierto que el ignorante
paratada y no dejar de alcanzar, a pesar del alemán coloquial no sabe dónde está
de ello, la verdadera noción de lo bueno la gracia del chiste que acaba de oír, al
y lo debido. Los realistas éticos aspiran, igual que el disminuido mental lo ignora
desde luego, al conocimiento verdadero todo sobre las antinomias kantianas (salvo
justificado en cuestiones valorativas y nor- quizá el extraño nombre de «antinomias»),
mativas, pero admiten que puede haber pero sí sabe en qué consiste entender ade-
en ellas conocimiento justificado no ver- cuadamente un chiste, a semejanza del dis-
dadero y también conocimiento verdadero minuido mental que es capaz de imaginar
no justificado 4. el tipo de vida que llevaría si estuviera en
El realista ético es un individuo aficio- condiciones de entender cosas semejantes
nado a conjeturar qué pasaría en caso de a las antinomias de Kant. Los realistas éti-
que las teorías normativas exitosas, o las cos creen que podemos estar, y que segu-
convicciones morales mayoritarias o las ramente estamos a menudo, en la tesitura
de quien sabe alemán de manera imper- son todavía más quienes piensan que
fecta y no entiende los chistes y de los -ociosa o no- carcce de toda relación,
deficientes mentales que no logran com- o la tiene tan sólo anecdótica, con el con-
prender un argumento metafísico. Los tenido de la moralidad 1. Uno aprueba,
chistes son, entonces, buenos o malos 6 y según ellos, las teorías normativas que le
los argumentos metafísicos son válidos o parecen mejores y sólo después, en caso
especiosos aunque uno no lo sepa ni quizá de que por oficio académico tenga que
llegue a saberlo nunca, y los enunciados entregarse a ocupaciones de este tipo, se
morales son verdaderos o falsos aunque pone a pensar qué significa el haber ele-
UlIO no esté en condiciones de poder ase- gido una teoría más bien que ninguna o
gurarlo. Contra lo que acaso podría pare- qué relación guarda lo que afirma esa teo-
cer, la anterior intuición no obliga al rea- ría con otras cosas que uno cree sobre,
lista a postular un reino de cosas en sí en por ejemplo, la existencia del mundo exte-
el ámbito moral; el realismo es una tesis rior O la naturaleza de los números, de
sobre el lenguaje y el mundo, pero esto las mentes ajenas o de los electrones. Si
no significaque haya de afínnar algo sobre nadie emprende estas fastidiosas especu-
la naturaleza de ciertos hechos, sino sobre laciones, las teorías normativas no se
nuestraposibilidad de error al afirmar cier- resentirán de nada, porque la metaética
tos enunciados. es un puro entretenimiento de la filosofía
Que alguien sea realista ético o no per- académica más autista. En caso de que los
tenece en exclusiva, o eso es natural creer, aficionados a este modo de ver las cosas
a la mctaética que profese, o sea, al con- conozcan la llamada «máxima de Peirce»,
junto de creencias que tenga sobre el len- podrán asegurar en seguida que el pro-
guaje moral y la relación de él con el mun- blema del realismo ético «carece de efectos
do. La respuesta que se dé a la cuestión que puedan tener razonablemente reper-
del realismo y a las demás cuestiones cusiones prácticas" 8. Según ellos, lo que
metaéticas (o el abandono de estos que- alguien crea, por ejemplo, sobre el mul-
haceres por nimios y tediosos) no habría ticulturalismo o sobre el suicidio es com-
de afectar, así pues, en nada al modo como pletamente independiente de sus creencias
se responda a las preguntas propiamente sobre el realismo. Alguien puede, enton-
éticas o morales de lo que se debe hacer ces, ser favorable a los derechos colectivos
y de lo que es bueno o valioso. Entre quie- de las minorías étnicas y contrario al sui-
nes afirmen que se debe obrar de cierta cidio, o al revés, sin que importe nada que
manera particular o que hay que vivir de interprete sus creencias normativas de
determinada forma habrá un buen número manera realista o antirrealista, o que tenga
de realistas y también de antirrealístas el menor interés en cómo hayan de inter-
(aunque predominarán quizá los que se pretarse. Si ello es así y si uno quiere dedi-
desentiendan del problema o lo ignoren) carse a problemas genuinamente norma-
y los desacuerdos metaéticos entre ellos tivos y de contenido, puede ocuparse de
no estorbarán en nada a la coincidencia lleno en ellos y excusar sin remordimiento
que reine sobre los asuntos mismos ni tam- el trato con cuestiones mctaéticas 9.
poco podrá contribuir al acuerdo en caso Yerran del todo los enemigos de la
de que no exista. De parecido modo, el metaética al proclamar cuanto viene dicho.
ser realista o antirrealista no parece deter- Trataré de mostrar de modo muy sumario
minar en ningún sentido las tesis norma- en qué se equivocan, pero lo que más ha
tivas o valorativas que se sostengan. de importamos ahora son las consecuen-
Muchas gentes creen que la metaética es cias que se seguirían del error en caso de
una ocupación plenamente ociosa, pero que lo hubiera. Porque, si se prueba que
mas que se pueden cumplir e infringir. Se nes; casi todas las éticas que han tenido
habla sin violencia de buenas y malas éticas cierto peso extraacadémieo han sido el
normativas, de los deberes que uno tiene resultado de la aportación de gentes muy
que cumplir si las hace, e incluso de éticas variadas y con ocupaciones diversas. Toda
normativas excelentes y otras que no lo ética normativa vigorosa se halla en pro-
son tanto, y el hacer ética bien o mal es ceso constante de reelaboración y, si ese
algo que anda bastante entretejido con proceso se lleva a cabo en una sociedad
otras acciones y costumbres parejamente democrática pluralista, raramente cobra-
aptas para la valoración y para el some- rán mucho protagonismo en él la filosofía
timiento a normas (por ejemplo, con las y la teoría social académicas: la tarea se
normas de honestidad que uno ha de repartirá entre legiones de periodistas, lite-
observar cuando publica escritos o cuando ratos, dirigentes políticos, clérigos, artistas,
da clases o seminarios o cuando pertenece héroes contraculturales, visionarios, profe-
a instituciones doctas) 16. Lo mismo vale, sionales de la salud y gentes sin adscripción
desde luego, de lo que se llama «meta- gremial clara. Toda moral compleja -y
ética» (las hay buenas y malas; uno puede las contemporáneas se dice que lo son-
obrar bien o mal cuando se dedica a la lleva incorporada la huella de varias éticas
metaética). La ética normativa y la meta- normativas que un día dejaron sentir su
ética pertenecen, pues, a la moralidad; son presencia. La moral puede verse casi siem-
dos de las muchísimas cosas que forman pre como un conjunto de «restos de teo-
parte de la moral, y están muy estrecha- rías» 17 que se encarnan en la práctica y
mente vinculadas a otros componentes de que surgieron a partir de prácticas ante-
ella. Por su parte, muchas éticas norma- riores 18.
tivas constituyen la presentación más o Hablar de «la moral» exige estar dis-
menos ordenada y pulida de lo que ciertos puesto a ver la conducta humana como
grupos humanos han admitido espontá- una complicada maraña de acciones y de
neamente como bueno o correcto en su pautas de acción que no serían las que son
conducta real (la ética es una especie de sin éticas normativas anteriores -acaso
moral mejorada o pasada a limpio), mien- desechadas u olvidadas- ni sin una o
tras que otras éticas mantienen con la varias éticas normativas más o menos explí-
moral un trato de no poca intimidad al citas en proceso de elaboración (nadie
esforzarse por corregirla y enmendarla de observa la conducta humana sin supuestos
manera sañuda. Ni las éticas que ordenan normativos implícitos), y que no serían
y pulen ni las que corrigen y enmiendan como son sin alguna idea implícita de lo
serían reconocibles si se ignorase la moral que significa en último término el tener
de que partieron, porque fuera de ella éticas normativas o creer en ellas. Lo que
carecerían de todo sentido. Hay innume- se ha llamado metaética es la considera-
rables formas de desempeñarse en medio ción de lo que uno hace cuando hace teo-
de una moral; una de ellas es hacer éticas rías normativas o cuando les presta asen-
normativas que reordenan y otra intentar timiento Y,en este sentido, lametaética
éticas normativas que tratan de emprender es una parte de la moral. La metaética,
reformas ambiciosas y también, desde lue- la ética y la moral no son, pues, indepen-
go, enmendar y criticar esas teorías, lo cual dientes. No toda doctrina metaética es
puede verse como una contribución a la compatible con cualquier teoría ética nor-
historia de ellas o a la prehistoria de sus mativa, y no toda teoría ética normativa
sucesoras. Pero estas tareas no son, por es apta para regir normativamente cual-
fortuna, patrimonio exclusivo de los pro- quier moral dada (y, a jortiori, no toda doc-
fesores de filosofía moral y disciplinas afi- trina metaétíca es apta para cualquier
a nadie que las conozca) sin alguna versión y nada autoriza a creer que los procedi-
de las intuiciones fiabilista y falibilista. mientos ordinarios para llegar a enuncia-
Quien sólo posee la primera de estas dos dos aceptables nos inmunizan contra el
intuiciones sin atemperada con la segunda error. Tan sólo nos inmunizan contra el
es un monstruo «rígido» difícil de concebir error masivo, pero a veces el error local
y quien sólo tiene la segunda es un corre- puede ser funesto. Creernos inmunes al
lativo monstruo «plástico». Estas dos intui- error normativo local significaría creernos
ciones podrían expresarse en forma de demasiado cercanos a la «verdad final» que
imperativo hipotético problemático o «re- James identificaba con la aniquilación de
gIa de la habilidad» a la manera de Kant: toda experiencia. No acertamos porque
«si quieres desempeñarte adecuadamente nuestros modos de razonamiento sean
en la vida, ten la intuición fiabilista y tam- buenos; nuestros modos de razonamiento
bién la falíbilista», y también sin duda, y se hacen buenos (tan sólo provisionalmen-
con ventaja, como el correspondiente te buenos) cuando nos permiten desen-
imperativo hipotético asertórico o «con- mascarar como errores enunciados que
sejo de la prudencia»: «comoquiera que dábamos por verdaderos. No fabricamos
tienes que querer des empeñarte adecua- ni construimos la verdad; tropezamos con
damente en la vida, ten la intuición fía- ella cuando fracasamos en las vías habi-
bilista y también la falibilista». Una y otra tuales de obtenerla.
intuición son, entonces, indispensables en
la vida moral y en la elaboración de cual-
quier ética normativa coherente, por las 3. Realismo ético de segundo grado
mismas razones que hace un momento se
apuntaron contra las ideas de un yo rígido Del realismo ético parece seguirse una
y un yo plástico. Pero las intuiciones fía- conclusión muy fuerte acerca de la natu-
bilísta y falibilista juntas tienen que dar raleza de los enunciados morales: para
lugar a cierto tipo de rnetaética realista cada pregunta bien expresada que se sus-
y no meramente cognitivista. Si alguien cite en el ámbito de la moralidad tendría
quiere ser fiel a ellas, no le basta con afir- que haber una y una sola respuesta corree-
mar que ciertos enunciados normativos de ta 34. La conclusión es ciertamente fuerte,
crucial importancia tienen que ser verda- pero resulta natural si se acepta la inter-
deros o falsos; ha de afirmar también que pretación realista: es fácil encenagarse a
su verdad o falsedad puede escapar, y de menudo en preguntas morales difíciles que
hecho escapa a veces, a los procedimientos no sabemos cómo responder, pero esto
normales para determinarla. Es condición puede deberse a que nuestros modos de
constitutiva de las descripciones de la expe- responder a esas preguntas están poco
riencia moral humana el poder ser mejo- desarrollados o son defectuosos; bajo
radas o modificadas echando mano de esquemas mejores, de los que aún no dis-
recursos de los que no se dispone al ela- ponemos, muchas preguntas descorazona-
borar la descripción o mejorando de mane- doras podrán obtener una respuesta satis-
ra insospechada y novedosa el aprovecha- factoria y una sola. Lo que deberían pro-
miento de esos recursos. Si los enunciados clamar quienes creen en la existencia de
normativos han de poder ser verdaderos conflictos morales «trágicos» imposibles
-y algunos de ellos, muy cruciales, lo de resolver es simplemente que todos .los
son-, esto se debe a que a veces se logra medios conocidos de resolverlos ban fra-
disipar errores morales que son al mismo casado hasta ahora, pero nadie estaría
tiempo fácticos. Pero no se sabe que algo autorizado a concluir que éste es un estado
es un error hasta que no se ha descubierto, de cosas irrebasable o definitivo. No sólo
políticas, lo mismo que Agamenón conoce ficación 40 Yde que es al escéptico a quien
cuál es la única manera de cumplir correc- toca mostrar por qué debe dudarse de
tamente sus obligaciones como padre y cosas que nadie pone sensatamente en tela
también la única de obedecer a las exi- de juicio.
gencias de su oficio de rey. El conflicto Que todo esto sea así constituye un
no surge porque Agamenón o el alumno argumento contra el realismo ético, pero
de Sartre hayan sido incapaces de dar con no desde luego una defensa del antirrea-
esas respuestas, sino precisamente porque Iismo ético generalizado (hay conflictos
lo han logrado sin asomo de vacilación en radicales, pero no siempre que uno deli-
cada una de las dos escalas. Una doctrina bera qué hacer está en un conflicto radical;
tan adelgazada como lo es ésta resulta hay escalas alternativas, pero no siempre
modestísima en comparación con las ambi- hay que elegir entre ellas porque no nos
ciones del realismo ético hasta aquí visto, afectan todas o porque nos basta con una).
pero nadie ha probado que todo lo modes- Tan sólo es una defensa de cierto antirrea-
to sea insignificante o trivial. Si hubiera Iismo ético pardal, pero esto equivale de
una sola escala ética -es lícito concluir-, manera tan diáfana como de ordinario
entonces el realismo ético seria la mejor inadvertida a abogar por un realismo ético
doctrina disponible para dar cuenta de la parcial. Lo que vendrían a decir estos obje-
totalidad de la experiencia moral. Muchos tores del realismo ético es que de entre
antirrealístas podrían estar dispuestos a las preguntas morales ha de distinguirse
admitir de buen grado la verdad de este entre las que poseen respuesta única y las
condicional contrafáctico, aunque no es que no, y que para estas últimas ha de
seguro que quieran dar un paso más y afir- valer la metaética antirrealista. Un
mar que allí donde es pertinente usar de antirrealista que crea esto tendrá muy poco
una sola escala ética está vigente el rea- que argüir, en caso de que quiera hacerlo,
lismo ético. Si los únicos argumentos con- contra la consideración realista de las cues-
tra el realismo ético son los proporciona- tiones morales que no susciten conflictos
dos por la existencia de escalas inconmen- ni se refieran a escalas inconmensurables;
surables de bienes, entonces me parece sus argumentos no valen nada contra la
que no quedaría más remedio que dar por idea de que hay una sola respuesta correcta
bueno este modesto realismo parcial. Pero para cantidades muy copiosas de preguntas
si, a pesar de todo, no se admite -y es morales. Muchos antirrealistas serán pro-
bastante verosímil que haya quien no lo clives, desde luego, a creer que un realismo
admita-, ello se deberá seguramente a ético así de parcial no merece llamarse rea-
que el antirrealista supone que la existen- lismo, pero lo que ahora ha de interesarnos
cia de conflictos entre escalas rivales infec- no es eso. Lo que importa de la objeción
ta de inconmensurabilidad a todo el razo- antirrealista es que exige que el ámbito
namiento moral. Incluso allí donde no de las cuestiones morales se divida en dos:
vemos ahora el conflicto moral radical es las que se ha mostrado que no admiten
posible verlo más tarde o más temprano, una y una sola respuesta correcta y las
porque el mundo moral es conflictivo de demás. Así expuesta, la objeción antirrea-
principio a fin. La suspicacia del antirrea- lista es del todo atinada y la daremos por
lista pertenece al estilo escéptico de pensar válida de ahora en adelante 41.
y cuenta con una vieja tradición en su Hemos admitido, pues, la tesis de que
pro 39, pero también cuenta, por ello mis- algunas preguntas moralmente pertinentes
mo, con un modelo de crítica muy sólido. no admiten una y una sola respuesta
y persuasivo: la idea pragmatista y witt- correcta y su corolario de que hay dos tipos
gensteiniana de que la duda exige justí- de preguntas moralmente pertinentes, las
que poseen una y una sola respuesta ticas es alguien con una visión distorsio-
correcta y las que no. Séanos dado llamar nada o muy incompleta de sus creencias.
a la primera la tesis de la pluralidad de los No cabe creer en serio la tesis de la plu-
mundos (o TPM; es una denominación más ralidad de los mundos sin estar dispuesto
bien pomposa, desde luego, pero el inquie- a orientar la propia vida con arreglo a ella,
tante aspecto de la tesis invita a un tono aunque sólo sea en el sentido de sacar las
grave) y a lo que demanda el segundo la consecuencias de la implausibilídad de la
división del trabajo moral o DTM. Creo que tesis contraria. Si alguien entiende sin dis-
TPM y D1M no son obstáculos para el rea- torsión TPM, cabe esperar que muchos tro-
lismo ético; son razones para abandonar zos de su vida moral dependerán estre-
el realismo ético tal como lo hemos enten- chamente de la tesis y también a la inversa.
dido hasta aquí y para pensar en otra cosa, El enunciarla y el dar razones en pro suyo
a la que cabe \1 amar realismo ético de segun- (o en contra de su negación) serán epi-
do grado. Quien niega que- todas las pre- sodios normalmente entretejidos con acti-
guntas moralmente pertinentes admiten vidades muy variadas, tanto públicas como
una y una sola respuesta sostiene, desde privadas, de quien sostiene la tesis y cons-
luego, una tesis tocante a la naturaleza de tituirán partes muy importantes de su razo-
los enunciados morales y su relación con namiento práctico. Cabe aventurar que la
el mundo y contraria, por tanto, a otras creencia en la verdad de TPM es una creen-
tesis rnetaéticas, Pero lo dicho antes sobre cia que los individuos adquieren después
la insolvencia de la tricotomía entre metaé- de un largo proceso de aprendizaje y
tica, ética normativa y moralidad convida reflexión. Seguramente, nadie cree en la
a pensar que expresiones muy semejantes pluralidad de mundos morales sin haber
a TPM pueden tomarse a veces como juicios experimentado antes -quizá dolorosa-
normativos. Uno puede decir, inspirándose mente-la imposibilidad de conciliar esca-
en TPM: «desiste de buscarles la respuesta las rivales de bienes; la negación de TPM
correcta a preguntas que no la tienen», tenderá a verse no sólo como un error cog-
y también «sigue buscando la respuesta nitivo sino como la manifestación de la
correcta aun a sabiendas de que no la hay», inmadurez moral propia, o acaso de una
que son enunciados normativos de sentido inocencia perdida e irrecuperable. Quien
opuesto y desaconsejan creer que TPM pue- cree conscientemente en la tesis de la plu-
da parafrasearse como una norma cohe- ralidad de los mundos -y creer TPM es
rente. Pero acaso alguien opte por otras haber llegado a creerla-, no puede ima-
paráfrasis: «hagas lo que hagas con ciertas ginarse ya sosteniendo en serio lo contra-
preguntas, has de saber que no hallarás rio. Es probable que caiga a menudo en
[a respuesta» o «acostúmbrate a quitar de la tentación de suponer que TPM es falsa,
tu horizonte la esperanza de una respuesta pero esa tentación pertenece a la clase de
correcta para todo», o incluso «obra de las ensoñaciones suicidas. Ceder a la idea
tal modo que no presupongas la existencia de que hay una única escala de bienes tras
de una respuesta única allí donde no puede haber ordenado la vida propia según la
haberla». Estas tres últimas expresiones convicción contraria es como actuar cre-
normativas se siguen, creo, de TPM unida yendo que uno es inmortal o que puede
a una premisa normativa adicional por el llevar a cabo sucesivamente muchos planes
estilo de «evita el autoengaño sobre lo que biográficos incompatibles. Aunque uno se
sabes>, 42. Quien afirma que hay preguntas obstine en engañarse tenazmente sobre
morales sin respuesta o con más de una ello, los fracasos que irá cosechando lo
y entiende su afirmación meramente como arrastrarán muy pronto a vencer el autoen-
una tesis metaética sin consecuencias prác- gaño, porque cualquier forma de vida
social mínimamente rica excluye que los que toma al de primer grado como una
individuos actúen fundándose en ese tipo más de las escalas éticas inconmensurables
de ensoñaciones. Seguramente, el momen- que poseen vigencia. Según esta nueva
to en que uno se convenció de la verdad tesis, habrá ocasiones de conflicto entre
de TPM fue un episodio significativo de su escalas pluralistas y escalas monistas y uno
biografía y, si imagina que de pronto la tendrá que ser pluralista a la hora de reco-
tesis se prueba falsa, ha de imaginar al mis- nocer el fuero que cada una de ellas posee
mo tiempo mudanzas muy grandes en su (lo que, generalizado, autoriza a irforman-
modo de concebir las cosas y de obrar. do un pluralismo de tercer grado y otros
La tesis cumple admirablemente la máxi- tantos de grados sucesivamente mayores).
ma de Peirce. Importa notar para los pro- Pero el pluralista de segundo grado está
pósitos de nuestra discusión que quien afir- en una tesitura tremendamente incómoda.
ma la tesis de la pluralidad de los mundos Tiene que admitir que el pluralismo de
proclama lo que a su juicio es una verdad. primer grado establece una escala de bie-
La TPM expresa una aserción perteneciente nes entre otras, y esto significa, natural-
a lo que debe llamarse conocimiento mente, que ha de admitir que la negación
moral: puede ser verdadera o falsa. Si del pluralismo tiene su propio ámbito de
admitimos la intuición falihilista, hemos de validez y que se darán seguramente situa-
imaginarnos dispuestos a revisar la creen- ciones en las que no quepa decidir entre
cia en la verdad de TPM, pero, por el el pluralismo y el monismo. Todo esto tie-
momento, creemos en ella y esto significa ne el aspecto de un rompecabezas hecho
que creemos que sería un error creer en con materiales que tienen que ver muy
la tesis contraria. Si alguien cree que un poco con la experiencia moral ordinaria
conflicto moral radical no lo es está equi- y con cualquier situación humana imagi-
vocado. y también lo está si piensa que nable. Pero no es así, porque cabe la posi-
entre dos escalas éticas inconmensurables bilidad, hace un rato mencionada, de que
puede eliminarse una. alguien convencido de la TPM tenga la ten-
Cabría creer que el sostener TPM es el tación de pasar a adoptar su contraria.
producto de una manera particular entre Quien se encuentre en esta tesitura puede
otras de ver las cosas; determina una escala llegar a cierto arreglo entre su creencia
de bienes (el pluralismo es bueno en su y su tentación decidiendo que cada una
ámbito) que ordena escalarmente las tiene cierto dominio de validez y resignán-
acciones según su mayor o menor grado dose a que algunos casos de conflicto sean
de satisfacción del ideal pluralista. Pero, radicalmente indecidibles, Quizá cupiera
desde luego, hay otras escalas de bienes, también imaginar casos de pluralismo de
las establecidas a partir de juicios según tercer grado y de grados superiores.
los cuales todos los bienes tienen que Lo enunciado por la TPM ha de tomarse
medirse con arreglo a un solo patrón. como verdad, aunque uno esté abierto a
Alguien pluralista viveen un mundo donde reconocer que puede no serlo. Para ser
también bay monistas y debe ascender a pluralista hay que admitir que el plura-
un pluralismo de segundo grado que reco- lismo es un bien y que, por tanto, el monis-
nozca la inconmensurabilidad del pluralis- mo es un mal, y esto está muy cerca de
mo de primer grado con respecto a otras decir que el pluralismo es verdadero y el
visiones.El pluralísta de primer grado pue- monismo falso. Si soy pluralista, lo soy por-
de, entonces, convertirse en un pluralista que creo que hay distintas maneras de ver
recursivo que aplica el pluralismo a su pro- el mundo que son valiosas, pero no puedo
pia concepción metaética 43. Resultará ser un pluralista de segundo grado que.
entonces un pluralismo de segundo grado admita también en cierto modo la íncon-
veniencia de ser pluralísta. Puedo afirmar serlo 44. Una intuición muy vieja sobre la
que hay, por ejemplo, cierta cantidad de verdad, que expresó a su manera Fríedrich
modos de vida distintos e incompatibles Schlegel, proclama que «cuanto más ale-
pero todos ellos valiosos, y entonces soy jado se está de la verdad pura, más puntos
pluralista de primer grado. Esto me como de vista parciales existen sobre ella» 45.
promete a sostener que es verdad que esos Pero Schlegel no llevaba razón: al contra-
modos de vida son valiosos y que es falso rio, lo que demanda la verdad a veces son
que sólo haya uno que lo sea. Si para poder precisamente puntos de vista parciales y
ser pluralista de primer grado tengo que una cuidadosa división del trabajo moral.
afirmar que el monismo es falso, entonces Hay preguntas morales que no admiten
no puedo ser pluralista de segundo grado. una sola respuesta correcta, pero sí hay
Pero podemos ahorrarnos todo este tra- (o eso cabe creer a falta de mejor eviden-
bajo, porque el pluralista de primer grado cia) una sola respuesta correcta a la pre-
no está obligado a serlo de segundo grado gunta de si hay preguntas sin una sola res-
ni de grados superiores ni puede, en rigor, puesta correcta.
NOTAS
cepción nueva de la naturaleza del razonamiento iJ Abreviaré por economía de aquí en adelante
en El hombre, un signo. E/ pragmatismo de Pcirce, ed. «la distinción entre ética normativa y metaética tiende
J. Vericat, Barcelona: Crítica, 1988, p. 210. O, en la a derrumbarse para los pragmatistas»: vid. «La impor-
formulación de James: «El método pragmático [...] tra- tancia del conocimiento no científico», Limbo, 2
ta de interpretar cada noción trazando sus respectivas (1997), p. 11 [suplemento de Teorema, XVI12 (1997)].
consecuencias prácticas. ¿Oué diferencia de orden Putnam ha dado la razón a Habermas en que la con-
práctico supondría para cualquiera el que fuera cierta clusión webcriana de que no hay una fundamentación
tal noción en vez de su contraria? [...] Cuando la dis- racional para los juicios éticos es algo «erróneo desde
cusión sea seria, debemos ser capaces de mostrar la el punto de vista intelectual y desastroso en sus efectos
diferencia práctica que implica el que tenga razón una sobre el "mundo de la vida" de las mujeres y los hom-
u otra partc.» W. James, Lecciones de pragmatismo, bres corrientes» (<<Pragmalism and Moral Objectivity»,
ed. R. del Castillo, Madrid: Santillana, 1997, p. 37. en Words and Life. cit., p. 151). La inquina antiwe-
9 Putnam ha hablado de lo que sugiere Cavell en beriana de Putnam es causante de algún malentendido
The Ctaim of Reason sobre el escepticismo en torno al respecto, según he sostenido en «Cómo encajar
a los objetos materiales y el tocante a las otras mentes. acciones en contextos: Sobre la "comprensión expli-
El primero de ellos no parece ser un problema cuya cativa" en lafilosofia de la ciencia social de Max
solución afecte a la vida real de la gente, mientras Weber», en A. Estany, D. Quesada (eds.), Actas del
que el segundo sí lo hace (está implicado, cuando II Congreso de la Suciedad de Lógica, Metodologla y
menos, el poder hacer daño impunemente a otros). Fdosofia de la Ciencia en España, Bellarerra: Unívcr-
Vid. H. Putnam, «Does the Disquotational Theory Sol- sitat Autónoma de Barcelona, 1997, pp. :>74-378.
ve AlI Problems?», en Words and Life, ed. J. Conant, rs En otros lugares he tratado de abundar más en
Cambridge, Massachusctts: Harvard University Prcss, este asunto. Vid. por ejemplo «¿Es posible lograr un
1994,p. 277. equilibrio reflexivo en torno a la noción de autono-
¡~ Un argumento del tipo de los que Putnam ha mia?»,en R. R. Aramayu.J. Muguerza.A, Valdecantos
llamado de indispensabilidad. Vid. «Philosophy of (eds.), El individuo y la historia, Barcelona: Paidós,
Logic», en Mathematics, Matter; and Method, Cambrid- 1995, pp. 99-131.
ge: Cambridge University Press, 1979; y «Pragmatism 16 Pueden valer para el caso las observaciones de
and Moral Objectivity», en Words and Lile, cit. Hay Putnam en varios lugares: «Beyond the Fact/Value
traducción castellana de este último artículo en La Dichotomy», en Realism with a Human Face, ed. J.
herencia del pragmatismo, Barcelona: Paidós, 1997. Conant, Cambridge, Massachusetts: Harvard Univer-
11 Aunque no es éste el lugar de poder justificar síty Press, 1990, pp. 135·141; «The Place of Facts in
mi tesis, sostendré {jue toda ética normativa mínima- a World of Values,', op. cit., pp. 142-162; «Objectivity
mente rica ha de poseer tanto normas como atribu- and t he Sclencc/Ethics Distincrion», op, cit.,
ciones de bien. Quizá toda atribución de bien pueda pp. 163-178. Véase además la conferencia ya citada
convertirse en una norma y viceversa, pero creo que «La importancia del conocimiento no científico». Han
no se gana nada valioso con esta reducción. Mi argu- de verse también los estudios de Ramón del Castillo,
mentación posterior no dependerá de esta tesis, si bien «Valores y racionalidad: Hílary Putnam y el legado
quizá pueda contribuir a hacerla plausible en cierto de la filosofía norteamericana», Éndoxa: Series ji/osó-
grado. ficas, 4 (1994), pp. 99-128, Y"La última cara del rea-
" Ciertamente, este uso de «moralidad» está más lismo. Comentarios a una conversación con Putnam»,
próximo a la Sitttichkeu que a la Mora/itat en la jerga Anábasis (Madrid}, en prensa.
hegeliana, lo que trae consigo complicaciones al tra- 11 Debo esta expresión a Carlos Pereda.
ducir al español términos de autores alemanes más 1" Sendas citas de Michael Sandel y de Alasdair
o menos deudores de la tradición hegeliana (más ade- . MacTntyre pueden ser útiles para ilustrar lo que digo:
lante habrá ocasión de tropezar con dichas dificulta- "La filosofía política [es algo] inexorable [...] en el
des). Seria muy deseable llegar a un uso idiomático sentido de que forma parte del mundo desde un prin-
que soslayara tan fastidiosos problemas, pero no acier- cipio; nuestras prácticas e instituciones son encarna-
to a imaginar cuál podría ser ese uso (no creo, por ciones de temía. Participar en una práctica política
ejemplo, que «eticidad» pueda llegar a imponerse en es hallarse ya en relación con la teoría» [M. Sandel,
el castellano ordinario ni tampoco que con ella se gana- «The Procedural Republic and the Unencumbered
ra gran cosa). Self», Political Theory, 12, 1 (l984), p. 811. «En cada
una [de las tradiciones], la indagación intelectual era quiere, que no quiere, que imagina también y que sien-
o es parte de la elaboración de un modo de vida social te»; Meditaciones metafisicascon objecionesy respuestas,
y moral del que la indagación intelectual misma era Meditación segunda, trad. de V. Peña, Madrid: Alfa-
parte integrante, y en cada una de esas tradiciones guara, 1977, p. 26) o los «movimientos del alma» de
las formas de vida se hallaban encarnadas con mayores Platón (<<El alma {...] dirige cuanto hay en el ciclo,
o menores grados de imperfección en instituciones en la tierra y en el mar con sus propios movimientos,
sociales o políticas cuya vida se derivaba también de a los que damos los nombres de "querer", "observar",
otras fuentes» [A. Maclntyre, Wltose Justice? Whieh "prevenir", "deliberar", "opinar recta o falsamente",
Rationalityr, Notre Dame (Indiana): Uníversity uf de "alegría", "dolor". "confianza", "miedo", "amor?»;
Notre Dame Prcss, 1988, p. 349]. Estas ideas perte- Leyes, X, 896e-897a, trad. de J. M. Pabón y M. Fcr-
necen de pleno derecho a 10 que Carlos Thíebaut ha nándcz-Galiano, Madrid: Instituto de Estudios Polí-
llamado «la verdad del comunitarismo» (Los límites
ticos, 1960). El uso cartesiano es, por lo demás, extraor-
de la comunidad, Madrid: Centro de Estudios Cons-
dinariamente afín al de Frege en su trabajo «Dt:r
titucionales, 1992, p. 12), una verdad que, naturalmen-
Gedankc» [I'id. la traducción castellana de C. Pereda,
te, no ha de obligar a prestar adhesión a las teorías
«El pensamiento. Una investigación lógica», en M. val-
comunítaristas en bloque. Me parece que este conjunto
dés (ed.), Pensamiento y lenguaje. Problemas en la atri-
de problemas ha de ser abordado prestando más aten"
bución de actitudes proposicionales, México; Universi-
ción de la habitual a los fenómenos -ubicuos, según
dad Nacional Autónoma de México, 1996, pp. 2348].
creo- de la recepción no intencionada de las teorías
normativas. Me he ocupado de esto en «Entre Leviatán " Vid. el ensayo segundo ("El ciudadano y su
y Cosmópolis. Kant, Hobbes, la dicotomía hecho/valor moral: lógica de la autonomía, lógica de la autenti-
y los efectos no intencionados de las teorías políticas», cídad») de C. Thiebaut, F:lciudadano. Un sujeto reflexi-
en R. R. Aramayo, J. Mugucrza, C. Roldan (eds.), La 1'0 en una sociedad compleja, Barcelona: Paídós, en
'9 «The Moral Philosopher and thc Moral Lífe», the WiH and the Concept of a Person», en G. Watson
en The WilI to Relieve and Other Essays in Popular Phi- (ed.), Free Will, Oxford: Oxford University Press, 1982,
losophy, Nueva York: Longrnans Green & Co., lR97, pp. 81·95. En el reciente f;'gonomics de Jon Elster (Bar-
p, 184. Hay una vieja versión castellana: «Los mora- celona: Gedisa, t997) se encontrará abundante infor-
listas y la vida moral», en La voluntad de creery otros mación sobre este problema. desde la perspectiva de
ensayos de filosofía popular, trad. S. Rubiano, Madrid: la revisión elsteriana de la teoría de la elección racional.
Daniel Jorro, 1922,p. 177.Sobre este artículo de James Las obras de Antoni Doménech [en particular De la
es del mayor interés el estudio de Ruth Anna Putnam ética a la política (De la razón eróticaa la razón inerte},
«The Moral Lifc 01' a Pragmatist», en O. Flanagan, Barcelona: Crítica, 19891 son la mejor aplicación de
A. O. Rorty (eds.), ldentity, Character; and Morality. la teoría de las preferencias de segundo orden a la
Essaysin MoralPsydlOlogy, Cambridge, Massachusetts: filosofía práctica. Una muy inteligente crítica, en la
The MIT Press, 1990, pp. 61-89.
que no podré entrar aunque sin duda merecería la
~I Essaysin Radical Empiricism, intr. E. K. Suckíel,
pena hacerlo, al punto de vista de Harry Frankfurt
Lincoln (Nebraskaj/Londres: Univcrsity of Ncbraska
es la desarrollada pr Carlos J. Moya en "A Paradox
Press, 1996. pp. 39-91.
in Compatibilíst Accounts ofFree Wilt and Moral Res-
" Lo anterior se halla muy cerca de la metáfora
ponsibñity», Critica, 27 (1995), pp. 119-127, Y«Libertad
del barco de Neurath. Vid. Foundations 01 the Social
y responsabilidad moral», en J. E. Corbí y C. J. Moya
Sciences, vol. Ir, n. 1 de Foundations of the Unity of
(eds.), Ensayos sobre libertad y necesidad, Valencia:
Sciences. Toward an lnternatlonal Encyclopaedia ojUni-
Pre-Textos, 1997, pp. 113-132.
fied Science, Chicago: The University of Chicago Press,
1944. p. 41. zs Sobre lo abigarrado de la familia véase O. Hans-
za La terminoíogía russclliana de «actitudes pro- berg, La diversidad de tas emociones, México: Fondo
posicionales», común en la filosofía analítica, puede de Cultura Económica, 1996.
ser sustituida sin mucha pérdida de significado por 26 Es verdad que a veces son ambiguas, como quizá
otras de la filosofía clásica, como los «pensamientos» acontezca con la nostalgia. Pero una emoción ambigua
de Descartes (<<¿Qué soy, entonces? Una cosa que puede verse como una emóción que aún no se ha for-
piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa mado del todo o que está en trance de ser ree laborada
que duda, qUt: entiende, que afirma, que niega, que por obra de alguna creencia o deseo.
'1 El esquema de las teorías ernotivistas era que dozo Law Review, 17, 4-5 (1996), pp. 1083-1127. La
uno tiene una emoción y entonces profiere una pseu- respuesta de Habermas a McCarthy se encontrará en
doproposíción, pero esto es escandalosamente unila- su «Reply to Symposium Participants, Benjamin N.
teral. El ejemplo de la indignación puede ser útil: no Cardozo School of Law», Cardozo Law Review, 17, 4-5
vale el decir que cuando me indigno digo que algo (1996), pp. 1477-1557. Una aportación muy sustantiva
es incondicíonadamenre malo; más bien ocurre que, al debate se encontrará en C. Lafont, "Universalismo
para indignarme, necesito creer que algo es de ese y pluralismo en la ética del discurso», en el presente
tipo, aunque sin duda la emoción y la creencia coo- número de lsegorla.
peran mutuamente a su formación. " Vid. sobre este concepto M. C. Nussbaum, «The
2R Un caso interesante de ello es el que comenta discernment of perception: an Aristotelian account of
Rafael Sánchez Ferlosio a propósito de la cláusula «ab prívate and public rationality» y «Plato on conmen-
ira tua liberanos; Domine'» (<<Tres pecios", El País, 17 surabilíty and desire», en Love's Knowledge, Essays on
de agosto de 1997, p. 9). Philosopbyand Literature, Nueva York/Oxford: Oxíord
,. Me he ocupado de esta visión del yo en "El University Press, 1990, pp. 54-105 Y 106-124" res-
sujeto construido», M. Cruz (ed.), Tiempo de subje- pectivamente.
tividad, Barcelona: Paid6s, 1996, pp. 199-220. lO Las dos mejores defensas que conozco de la exis-
.1lI Cabría imaginar a alguien muy inmunizado con- tencia de conflictos morales radicales son la de B.
tra el autodcsprecio, pero, en la medida en que ese WilIiams, «Ethical Consistency», Proceedings o/ the
individuo interactúe mínimamente con otros, provo- Aristotelian Society, supplementary volume 39 (1965),
cará seguramente emociones de desprecio en sus seme- pp. 103-124, Y la de M. C. Nussbaum, «Esquilo y el
jantes. La estructura de las emociones y las creencias conflicto práctico», en La fragilidad del bien. Fortuna
humanas es tal que si alguien tropieza con un individuo y ética en la tragedia y la filosofia griega, trad. A. Bailes.
que confiesa alegremente «mi carácter es nauseabun- teros, Madrid: Visor, 1995, pp. 53-87.
do, pero ¿y qué?; es mío y no estoy dispuesto a cam- " J. P. Sartre, El esistenciatismo es un humanismo,
biarlo», se dispara de inmediato un mecanismo que trad. V. Prati, Barcelona: Edhasa, 1991, pp. 27-31.
provoca el desprecio. " Véa-se la formulación del dilema en los
~I He desarrollado algo más esta última idea en w. 205-216 del Agamenón (traducción castellana de
mi ponencia"Yoes pretéritos», presentada al Coloquio B. Perca de las Tragedias de Esquilo con introducción
Internacional «Individuo y sujeto: modelos alremati- de M. Fernández-Galiano, Madrid: Gredas, 1993,
VOS", celebrado en la Universidad Veracruzana (Xa- p. 381). El capítulo de Martha C. Nussbaum antes
lapa) en mayo de 1997. Las contribucloncs a dicho citado es el mejor estudio de este dilema.
Coloquio se publicarán próximamente en un volumen 3' Es un ejemplo del noveno tropo de Sexto Empí-
compilado por Mariflor Aguilar. rico (Esbozos pirránicos, trad. A Gallego Cao y T.
.'2 De esto me ocupé en mi artículo ya citado «¿Es Muñoz Diego, Madrid: Gredos, 1993, pp, 96-97), lla-
posfble lograr un equilibrio reflexivo en torno a la mado «según los sucesos frecuentes o los raros". Sexto
noción de autonomía?», en R. R. Aramayo, J. Muguer- habla del terror que producen los cometas en com-
la, A. Valdecantos (eds.), El individuo y la historia, paración con el que causa el sol, pero «si imaginamos
Barcelona: Paidós, 1995, pp. 99-131. Carlos Pereda me que el sol apareciera o se pusiera muy de vez en cuando
ha propuesto hablar de «intuiciones fuertemente y que iluminara todo de golpe o hiciera cubrirse todas
atrincheradas». las cosas de sombras repentinamente, nos daremos
" D. Davidson, «Verdad y conocimiento: una reo- cuenta del mucho terror de esa situación» (p. 96). Sólo
ría de la coherencia», en Mente, mundo y acción, ed. percibimos que son conflictos radicales algunos que
e. J. Moya, Barcelona: Paidós, 1992, pp. 73·97. sorprenden por lo inusual -y el problema del alumno
J' En varias exposiciones y críticas de la filosofía de Sartre, como el de Agarnenón, no es por ventura
práctica de Habermas, Thomas McCarthy ha hablado de los que se suscitan a diario-, pero quizá todos
de «la premisa de "una única respuesta correcta?». los casos de la experiencia moral ordinaria podrían
Pueden verse el capítulo 7 de Idcals and lllusions (hay aparecer como conflictivos si fueran infrecuentes.
traducción castellana de Á. Rivera, «El discurso prác- 4(J Véanse L Wittgenstein, Über Gf:wissheit, hrsg,
tico: sobre la relación de la moralidad con la política», 'Ion G. E. M. Anscombe, G. H. von Wright, Oxford:
en Ideales e ilusiones. Reconstruccion y deconstruccion Blackwell, 1979, trad. castellana de J. LL Prades y V.
en fa teoría critica contemporánea, Madrid: Tecnos, Raga, Sobre la certeza, Barcelona: Gcdisa, 1991, §§ 24,
1992, pp. 193-212) Y «Legitimacy and Diversity: Día· 115, 122,220,221,247,625; Y H. Putnarn, Words and
Icctical Rcflections on Analytícal Distinctions», Cal" Lifr, cít., p. 152.
., Al realista le queda franca, desde luego, la sen- castellana de los dos primeros capítulos de la obra
cilla escapatoria de aducir quc sólo "las demás» cues- de Bloor en L. Olivé (ed.), La explicación social del
tiones son las morales y que ese abigarrado conjunto conocimiento, México: Universidad Nacional Autóno-
de preguntas sin respuesta correcta pertenece a otro ma de México, 1994, pp. 93-145]' Una muy penetrante
ámbito en el que bien no ha lugar a inquirir por la discusión del problema de la reflexividad se encontrará
vigencia del realismo, bien puede cederse de buen gra-
en E. Lamo de Espinosa, La sociedad reflexiva. Sujeto
do al antírreallsta, La escapatoria así tomada es cual-
y objeto del conocimiento sociologico, Madrid: Centro
quier cosa menos un dechado de elegancia, pero su
de Investigaciones Sociológicas, y una demoledora crí-
dignidad intelectual puede salir airosa si se esgrimen,
tica de las pretensiones del programa fuerte en C. U.
como es el caso de Habermas, argumentos adicionales
Moulines, Pluralidad J' recursióll. Estudios epistemoló-
contra la pertinencia propiamente moral del grupo de
gicos, Madrid: Alianza, 1992, pp. 110-128. Me he ocu-
cuestiones que se abandonan: está bien, cabe creer,
pado de los problemas suscitados por las propuestas
que no haya una sola respuesta correcta para las pre-
guntas sobre la felicidad y la autorrealización individual de Moulines y dc Lamo de Espinosa en «La inde-
porque lo contrario acarrearia problemas muy desa- terminación de los contextos. ¿Una nueva paradoja
pacibles a la tesis, previamente adoptada como irrc- relativista?", recogido en E. de Bustos, J. Echcverrfa,
nunciable por razones de teoría social y de filosoña E. Pérez Sedeño, M.I. Sánchez Balmaseda (eds.),
de la historia, que proclama la dicotomía estricta entre Actas del 1 Congreso de fa Sociedad de Lógica, Meto-
10 privado y lo público. No es éste el lugar de poder dología y Filosofía de la Ciencia en España, Madrid:
criticar adecuadamente la tesis de Habermas. Ha de UNED, 1993, pp. 533-537, Y en el ya citado "Entre
bastarnos con proclamar que no es necesario expulsar Leviatán y Cosmópolis», pp. 303-311.
allende los confines de la moralidad las preguntas .. En un reciente estudio de John Gray se contiene
rebeldes al realismo. Vid. J. Habermas, «Los usos prag- una aguda discusión de la tesis de Isaíah Berlin sobre
máticos, éticos y murales de la razón práctica.., en la incompatibilidad o inconmensurabilidad última de
M. Herrera Lima (cd.), Jütgen Habermas: moralidad. los valores y concepciones del hien. John Gray se pre-
ética y politica. Propuestas y criticas, México: Alían- gunta por lo que distingue al pluralismo de Bcrlin del
zaIPatria. 1993. escepticismo y el relativismo éticos. Según Gray, a Ber-
.0 La objeción a esto es que el autoengaño puede
lin debe considcrárselc un realista ético (y no, en modo
ser muy conveniente a veces 'f estar moralmente reco- alguno, un escéptico o un relativista) puesto que su
mendado. Pero la respuesta a esta objeción es que tesis de que los conflictos entre valores últimos son
el autoengaño generalizado no puede justificarse y ade- genuinos conflictos entre bienes irreductibles e incon-
más es imposible. Vid. sobre el autcengaño D. David-
mensurables corresponde a algo que sabemos. Puede
son, «Paradoxes of Irrationality», en P. K. Moser (ed.),
sostenerse la tesis de Berlín, cree Gray, en la medida
Rationality in Actiotl. Contemporary Approaches, OIm-
en que viene dada por «nuestro conocimiento de la
bridge: Cambridge Uníversity Press, 1990, pp. 449·464.
realidad moral» (p. 85), por el hecho de que creer
.) La recursividad o «reflexividad» de las teorías
otra cosa sería una falsificación. Que los bienes están
tiene una buena ilustración en el llamado «programa
en conflicto es «una característica fundamental de
fuerte» de la sociología del conocí miento. Además de
nuestra experiencia ordinaria [...], de la misma manera
los requisitos de «causalidad", «imparcialidad» y "si-
metría», David Bloor cxigía ya en su obra de 1976 que forma parte de esa experiencia que somos sujetos
Knowledge and Social Irnagery (Londres: Routledgc & libres, no objetos deterministas» (ibid.). Vid_ J. Gray,
Kcgan Paul, pp. 4-5) la exigencia "reflexiva" de que Isaiah Berlin, trad. G. Mufioz, Valencia: Edicions
los patrones de explicación de la sociología del cono- Alfons el Magnánirn, 1996, capítulo 2 ("Pluralismo»),
cimiento tengan que aplicarse a la sociología del cono- pp. 55·101, Yen particular pp. 85-86.
cimiento misma, salvo riesgo patente de que el pro- 4j F. Schlegel, Sobre el estudio de [a poesla griega,
grama Iuerte refute sus propias tesis. [Hay traducción trad. B. Raposo, Madrid: Akal, 1996, p. 74.