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FAMILIARES ADICTOS LOGOTERAPIA.

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https://logoforo.com/%C2%BFcomo-sobreviven-los-familiares-de-los-adictos/
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES DE LOS ADICTOS?
De la obra de Elisabeth Lukas “Identidad y Adicciones”
Resumido por Karin Vanek Lemus.

Viktor E. Frankl no sólo fue un médico y un filósofo genial. También fue un montañista
apasionado que dominó las escarpadas paredes de los Alpes austríacos. Frankl sabía
exactamente lo que había que hacer para salvar las dificultades del camino, cuesta arriba y
cuesta abajo. Los familiares de adictos caminan durante años por terrenos particularmente
difíciles, oscilando por altibajos, de las cimas de la esperanza a los abismos de la
desesperación, y siempre extenuados a causa del enorme esfuerzo que implica avanzar un
paso sin caer junto con su familiar adicto. A ellos van dirigidos los conocimientos médico-
filosóficos de Frankl que a continuación presentamos en forma de “consejos de alpinista”.
¿Qué recomendaciones para salir ilesos habría dado a los familiares de adictos este
experimentado guía de montaña y consejero personal que a tantas almas doblegadas ayudó a
atravesar los pedregosos caminos de sus vidas?

1. Comprobar el contenido de la mochila.


Lo primero, igual que en la montaña, que cada uno lleve su mochila. Lo importante no
es que sea ligera, sino que contenga lo necesario. ¿De qué sirve la mochila más liviana si
después, cuando estamos en la cima, nos falta urgentemente lo que necesitamos? Por tanto,
la primera lección será hacer la mochila. ¿Con qué cargamos? ¿Con cosas necesarias o
inútiles? ¿Qué abandonamos?
Revolvamos un poco por nuestra mochila: ¿qué encontramos? ¡Preocupaciones claro!
¿Son absolutamente necesarias o podemos sacarlas antes de iniciar la siguiente ascensión?
Les revelaré un truco sencillo que sirve de ayuda: primero, cuenten las preocupaciones y, a
continuación, el amor que hay en la mochila. Si la cantidad es la misma, déjenlo todo como
está. El amor implica irremisiblemente una preocupación por lo amado. Por un lado, es
necesario preocuparse por la persona o la cosa que se ama. Si no nos preocupáramos de
verdad, la persona o la cosa nos daría igual y dejaría de ser el objeto de nuestro amor. Por
otro lado, una mochila sin amor se consideraría – a ojos del Señor – “demasiado ligera” para
emprender un viaje a las cumbres de la existencia humana.
Pero si al contar las preocupaciones encontramos que éstas superan la cantidad de
amor que hay en nuestra mochila, será conveniente hacer un nuevo recuento, porque
significa que cargaremos con demasiadas preocupaciones inútiles que nos frenarán
innecesariamente el paso. Se trata de las preocupaciones creadas no por el amor, sino por el
miedo a algo. La angustia es un lastre que pesa sobre nuestras espaldas y nos hace perder
rápidamente el aliento. Así como la preocupación por una persona amada nos hace creativos,
tolerantes y fuertes, el miedo es una fuerza contraproducente que cohíbe y paraliza.
Es cierto que los problemas de adicción generan perspectivas de vida aterradoras. Los
adictos se ven amenazados por enfermedades crónicas y cambios catastróficos de
personalidad, mientras que las personas de su entorno viven bajo la amenaza de la
humillación, la violencia y la ruina económica. Sin embargo, el miedo a una desgracia
inminente no impide que ésta se produzca. Lo único que hace es cubrir de sombras el periodo
de tiempo anterior a la desgracia, con independencia de que ésta llegue o no. Conocí a una
mujer que se pasó veinte años temiendo enfermar de cáncer y al final murió de una simple
neumonía. Las dos décadas que precedieron al fatal desenlace de su afección pulmonar las
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vivió de manera no menos fatal a causa del atormentador miedo al cáncer. Una verdadera
lástima. La práctica psicoterapéutica nos enseña que el miedo anticipatorio a una desgracia
es capaz de atraerla de una manera u otra. El temor continuo induce a los factores
desencadenantes de crisis mentales y corporales a tener reacciones erróneas justamente
cuando lo importante es reaccionar de forma serena y juiciosa.
¿Cómo hay que poner coto al miedo? O: ¿cómo se echa este lastre de la mochila?
Para hacerlo, nuestro “guía de montaña”, Viktor Frankl, formuló una singular receta
paradójica: debemos hacernos inatacables por nuestro miedo. ¿Que el miedo nos amenaza
con algo terrible? ¡Vale! ¡Que se haga realidad la amenaza! ¿Qué puede pasar? Al fin y al
cabo, la vida humana es finita. No tenemos nada eterno que perder, ni nuestros familiares
tampoco. Quizás tengamos algo que ganar en lo relativo a cómo diseñamos nuestra propia
finitud. La mujer del miedo al cáncer citada antes perdió la vida de una manera u otra; no fue
de cáncer, pero sí de una pulmonía. Sin embargo, perdió algo más y por ello es una lástima:
perdió oportunidades en la vida que se podrían haber llenado con algo más alegre y variopinto
que la visión de un futuro amenazador. Y todo lo que se pierde, se pierde para siempre, de la
misma manera que todo lo que se llena con alegría también es para siempre.
Por ello, arrebatamos a nuestro miedo su capacidad amenazadora declarándonos
(hipotéticamente) conformes con lo peor que pueda suceder y así avanzaremos y haremos lo
mejor de cualquier cosa que suceda.
Concretamente: pongamos a nuestro familiar adicto en manos de su destino,
entreguémoslo al más o menos empinado tobogán de la muerte por el que se desliza. Ningún
esfuerzo de sus allegados conseguirá impedir la caída. Sólo su propia firmeza lo rescatará.
Por tanto, enfrentémonos sin temor a su posible hundimiento y aprovechemos las
oportunidades del presente común que compartimos con él.

2. Poner provisiones en la mochila.


Ya hemos revisado el contenido de la mochila e igualado los niveles de preocupación y
amor, lo que significa que hemos puesto en ella todos los buenos deseos, esperanzas y
bendiciones, toda nuestra disposición y alegría para trabajar por las personas que más nos
importan. También hemos desempaquetado cualquier posible miedo a eventuales sucesos
terribles del futuro. Llegado a este punto, sólo falta conseguir “víveres” para reponer fuerzas
durante el viaje. En nuestro caso, las provisiones consistirán en unas generosas dosis de
humor que (según Frankl y siguiendo el ejemplo de Heidegger o Binswanger) merecería el
calificativo de existencial, al igual que la preocupación y el amor.
Ya en la vida “normal”, el humor debe entenderse como un exquisito viático destinado a
prevenir decaimientos que requieran un cuidado intensivo. Su definición más inteligente es la
que proporciona la cultura popular, según la cual humor es reír a pesar de todo. En nuestra
mochila no puede faltar este rasgo obstinado del humor para paliar las emergencias que
puedan producirse durante la ascensión. Cuando la roca afilada nos hace perder el equilibrio,
las paredes empinadas nos parecen insalvables y la pendiente que bordea el camino es
vertiginosamente profunda, entonces recurrimos a la obstinación no encarnizada, sino
sonriente que, con alegría, nos permite ver que hasta los obstáculos tienen asideros y las
pendientes hondonadas, y que, por encima de todo, el sol luce y hace brillar las rocas afiladas
para que la ascensión no parezca tan fatigosa.
Humor es apartarse del minúsculo excursionista que somos en relación con la
gigantesca montaña, separarnos de nosotros y de nuestros problemas y, desde la distancia,
volver la vista atrás, riendo y llorando a la vez, para contemplar la pequeña figura que se
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esfuerza, unas veces en la dirección equivocada y otras sin conseguir apenas avanzar, pero,
al fin y al cabo, escalando el camino que le corresponde.
Tuve a una paciente cuyo marido, por obligaciones profesionales, sólo podía estar en
casa con su familia unos pocos días al mes. Una vez que expresé ante la mujer mi sorpresa
por haber mantenido el matrimonio a pesar de esas circunstancias, porque conozco muchas
parejas en las que uno de los cónyuges se viene abajo por un mero fin de semana de guardia
o turno de noche, la mujer respondió espontáneamente que, por suerte, ella y su marido no
tenían tiempo para discutir. Los pocos días que pasaban juntos eran como una luna de miel y
cuando todo empezaba a volverse rutinario, su marido ya tenía que partir de nuevo.
Tratándose de una mujer que ha tenido que criar a tres hijos prácticamente sola, esta manera
de ver las cosas es digna de consideración. Tras su sonrisa se escondía algo mucho más
serio: la voluntad de mantener la familia unida.

3. Practicar el compañerismo de montaña.


La palabra “unión” es un concepto clave para nuestra excursión. Ahora que ya
tenemos las mochilas hechas – con mucho amor e igual cantidad de preocupación, sin miedo
y con la conveniente pizca de humor- , debemos emprender la marcha sin pensarlo dos veces
y tomar el trayecto especialmente indicado para hacer sudar al excursionista que recorre el
mundo. Considerémoslo un “trayecto imaginario de prueba” en el que se comprobará si el
peso que llevamos a nuestra espalda nos hará flaquear o, por el contrario, nos hará más
fuertes.
Básicamente, se trata de que la unión entre las personas aumente conforme aumenta
el grado de peligro. Por eso los escaladores nunca pueden dejar a un compañero en la
estacada. Los familiares de personas con alguna patología síquica tienen una obligación
parecida. Ta pronto como se anuncia el drama, lo más urgente es permanecer unidos y no
empeorar la situación con discusiones. Es comprensible, pero, desgraciadamente, existe una
trampa llamada echar la culpa en la que cae hasta la mente más sensata. En este sentido, los
escaladores lo tienen más fácil, porque nunca se reprocharán mutuamente un cambio de
tiempo brusco o una tormenta de nieve repentina. Por el contrario, en la vida normal es más
complicado. Las épocas de crisis hacen que los afectados se pregunten con vehemencia
cómo se ha podido producir la crisis y, normalmente, nunca encuentran ninguna explicación
adecuada. Han intervenido miles de casualidades, las historias pasadas arrojan sombras muy
largas, el radio de influencia social es difícil de determinar y las decisiones libremente
tomadas por una de las partes no se pueden atribuir obligatoria o lógicamente a ninguna
causa, porque entonces ya no serían decisiones libres.
Por ejemplo, si un miembro de la familia se suicida, lo cual es de las peores cosas que
le pude pasar a una familia, es científica y humanamente imposible determinar a posteriori
por qué ha sucedido. Naturalmente, se podrán hacer conjeturas y reconstruir todo tipo de
“motivos” para explicar el hecho, pero hay que admitir honestamente que todos y cada uno de
nosotros tendríamos continuamente “motivos” para quitarnos la vida. Todos tendríamos
suficientes preocupaciones en la mochila como para decidir que no queremos seguir la
excursión. Sin embargo, seguimos el camino porque en nuestro equipaje también llevamos
suficiente amor: a la vida y a sus obligaciones. Entonces, ¿por qué una persona ha perdido
todo el amor de su mochila? No lo sabemos, pero sí podemos asegurar que no ha sido
solamente porque sus preocupaciones fueran muchas…
En el suicidio pueden intervenir a la vez distintos factores: la propensión depresiva o
una predisposición enfermiza, una situación externa triste, una decepción amarga, la falta de
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confianza y muchas cosas más. Sin embargo, no hay que indagar en la decisión final del
afectado. Es una decisión procedente del fondo de su persona que no se puede clarificar, sino
simplemente respetar.
Por consiguiente, cuando una familia se ve afectada por una tragedia de esta índole, lo
peor que pueden hacer sus miembros es reprocharse mutuamente que éste o aquél ha
conducido al muerto al suicidio, que esto o aquello tiene la culpa de su acto desesperado, etc.
Es cierto que la culpa forma parte de la vida humana, nadie dice lo contrario, pero nunca
nadie es culpable de la decisión de otro, sino únicamente de las decisiones erróneas propias y
es con éstas con las que cada uno tiene que tratar, ya que no necesita que nadie se las eche
en cara. No se puede convencer ni disuadir a nadie de la auténtica culpa. Por mi experiencia,
la auténtica culpa se refleja en el fondo de la conciencia de la persona y, en lo que concierne
a los actos del prójimo, no tenemos la más mínima libertad, ni siquiera como padres, con
respecto a los actos de nuestros hijos.
Por ello, lo más importante – que también sucede – es acercarse y permanecer unidos,
porque juntos las cosas se llevan mejor. Y otra cosa que no hay que olvidar: ¡Cada uno lo
lleva a su manera! Quien aparenta que las cosas no le afectan, en realidad no es así. El dolor
tiene mil caras. Una vez, una madre que había perdido a su hijo un año antes, me explicó con
amargura que su marido siempre lo había rechazado y que una muestra de ello, entre otras
cosas, era que nunca visitaba su tumba. La mujer decía que ella iba al cementerio cada día.
Dos semanas después hablé con el marido. Cuando abordé el tema “hijo”, el hombre me
reveló entre sollozos que era incapaz de estar junto a la tumba de su descendiente fallecido.
Sólo el hecho de pensarlo le provocaba un nudo en la garganta…
Como decíamos, el dolor tiene mil caras, y para mitigarlo no hay que verte sobre él
ningún reproche cuya justificación sea, además, extremadamente dudosa. Al contrario:
siempre hay que poner el consuelo y el compañerismo por delante. De la misma manera que
en la niebla o en l tormenta los escaladores deben tenderse la mano mutuamente, los
familiares de adictos deben hacer lo mismo: avanzar con paso firme a través del dolor sin
hablar de quién tiene la culpa.

4. Trazar un plan de ruta.


La psicoterapia general nos enseña que, en la medida de lo posible, no debemos dejar
que los conflictos nos corroan por dentro. Por otro lado, resolver emocionalmente una disputa
no siempre sirve para allanar diferencia, porque a veces no se puede evitar la caída de un
rayo, tanto en la montaña como en los corazones de las partes en conflicto. Por ello, la
logoterapia propone una solución intermedia: elaborar un acuerdo que resuelva (provisional o
definitivamente) la situación conflictiva.
Dependiendo de las circunstancias, el acuerdo puede ser común o unilateral. Si, por ejemplo,
el conflicto consiste en que a una persona le molesta el elevado volumen con que el vecino
escucha la música por la radio, un acuerdo mutuo podría ser tolerar la música durante el día
hasta las cinco de la tarde y, a partir de esa hora, usar auriculares.
Un acuerdo interior también puede apaciguar un conflicto haciendo que dos exigencias no se
simultaneen, sino que se sucedan, lo cual suele ser necesario para la vida.
Reducir un conflicto a una sucesión temporal implica “paralizar” durante horas, días o incluso
meses una cuestión acuciante hasta que llegue el momento adecuado para ocuparse
intensamente de ella. El acuerdo consistente en resolver una cosa tras otra se asemeja a un
“plan de ruta” para ir de un tramo a otro y así evitar el zigzagueo agotador. La persona que es
capaz de trazar planes de ruta se puede considerar afortunada, porque no sólo le favorecerán
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en sus excursiones por montañas escarpadas donde lo principal es la constancia y la
paciencia, sino también en las situaciones estresantes de la vida donde las empresas difíciles
sólo se consiguen, precisamente “paso a paso”.
En el caso particular del sufrimiento de familiares alcohólicos, drogodependientes,
desempleados o delincuentes, esto se traduce en:
1.- Permanecer unidos (tal como hemos comentado), y
2.- acordar (de ser posible en grupo) qué problemas para el adicto deben ser tomados
en consideración y cuáles no; cuándo está preparado para recibir apoyo, cariño y dedicación y
cuando no hasta dónde se soportan entre lamentos sus excesos y a partir de dónde hay que
mostrarse impasibles con él. Para ello no hay reglas universales, pero los acuerdos interiores
tomados en firme facilitan la comunicación con el adicto y, en cualquier caso, proporcionan
una línea de actuación clara para todos.
5. Permanecer en la cima.
El hombre es un ser cultural y lo sigue siendo en los circuitos de prueba en los que la
vida lo explota hasta extenuación. El olfato para lo valioso, bello, misterioso o luminoso nunca
le abandona por completo, tal como demuestra Viktor Frankl en sus estudios de los campos
de concentración de la Segunda Guerra Mundial. Por ello es importante y beneficioso
mantener un nivel de cultura mínimo precisamente en las malas épocas. La cultura nos
estimula, nos inspira, nos saca del tedio de la cotidianidad e impide que nos instalemos en la
apatía y la rigidez mental. Quien lee un libro interesante, escucha su música preferida,
aprende por placer un poema de memoria, se hace un bonito vestido o visita una exposición,
está alimentando su mente y abriéndose a las pequeñas cosas que iluminan la vida. Pero
cuando parece que este resplandor se extingue, las evitamos categóricamente. La mejor
lectura y el concierto más imponente no parecen alegrarnos. La moda más elegante y la
exposición más concurrida no nos llaman la atención. A pesar de ello, es recomendable no
dejar que nuestro nivel cultural descienda. La cultura no es un objeto de placer, sino la
expresión de nuestra condición humana y, por consiguiente, un bien inalienable que debemos
arrastrar hasta en las épocas de mayor penuria.
No nos dejemos llevar por la mentalidad del <<todo o nada>>. Que un miembro de la
familia se haya vuelto <<loco>> no es motivo para desatenderla casa, descuidar nuestro
peinado, no poner plantas en el balcón o no tararear una cancioncilla. Debemos pensar que al
enfermo no le beneficia en nada la ruina de nuestra vida cultural, más bien le carga con un
mayor descontento. Tampoco tenemos que avergonzarnos de una miseria que, como suele
suceder en a problemática de las adicciones, nadie es capaz de atenuar para el enfermo. La
existencia propia se asegura en el seno de una serenidad digna y siendo consciente de que, a
pesar de las dificultades, todavía hay posibilidades de las que podemos disponer.
Cuando nos vemos obligados a presenciar incontables contrariedades sin poder hacer lo más
mínimo al respecto, no sólo nos limitamos a ser testigos de ellas, sino que también vemos lo
que hay de satisfactorio y edificante más allá de ellas. Puede estar escondido o ser
inalcanzable con la mirada, igual que la cima de una montaña entre las nubes que sólo se
manifiesta cuando nos aproximamos a ella.
Una vez me explicaron la historia de un hombre con los pulmones totalmente
destrozados por el cáncer. Antes de morir, se pasó catorce meses en el hospital, totalmente
consciente, conectado a un pulmón artificial. La esposa no se separó de su cama ni un solo
día. Durante ese tiempo, ambos conversaban con el mismo fervor y cariño con que lo hacían
antes. Diferenciemos en este impresionante ejemplo lo que significa <<tener que ser testigo>>
y <<poder ver más allá>>. Nadie podría ayudar a este enfermo de pulmón, ni siquiera las
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técnicas médicas más modernas. Lo único que se podía hacer era <<ser testigos>> de cómo
su hora le iba llegando poco a poco. Esta es una cara de la verdad. Pero si miramos más allá,
descubriremos una segunda cara: un enfermo terminal y una persona querida que está a su
lado, que no lo abandona, que se entrega a él día tras día. ¿Acaso este enfermo no era
afortunado si lo comparamos con tantas personas en el mundo que respiran sin dificultad pero
no tienen a nadie a su lado? Cada vez que miremos un poco más allá, nos sorprenderemos
de todo lo que veremos, de la piedad que hay hasta en el más despiadado de los destinos.
Permítanme acabar con un magnifico consejo: practiquemos el arte de poder participar del
júbilo de los demás. No es fácil, porque la envidia acecha en cada rincón de nuestro cerebro,
pero quien domina este arte siempre encuentra un motivo para alegrarse.
Con demasiada frecuencia escucho de mis pacientes relatos de este tipo: una mujer
que cursa estudios universitarios se entera de que su sobrina ya ha terminado la carrera y
rompe a llorar desconsoladamente. ¿Por qué? Porque a diferencia de la sobrina ella todavía
no ha conseguido el título. Otra mujer se va a tomarlas aguas y en el hotel del balneario se
encuentra con señoras muy bien arregladas y elegantemente vestidas. Su reacción es verter
por todas partes comentarios sarcásticos acerca de semejante <<desfile de disfraces
ridículos>> ¿Por qué? Porque ella no tiene ninguna prenda de calidad que ponerse.
No es mi intención sobrevalorar un título universitario, ni mucho menos la posesión de
joyas o ropa de calidad. Como es sabido, todo esto es muy relativo. Pero precisamente por
eso deberíamos hacer un esfuerzo por no envidiar estas cosas a quien las disfruta y ser
coparticipes de su alegría. Tampoco los padres de jóvenes drogadictos deberían, sino reunir la
fuerza interior necesaria para congratularse de que haya infinidad de jóvenes que realmente
tienen motivos para ser felices, porque de ahí, finalmente, se puede extraer la confianza en el
núcleo intacto instalado en cada ser humano, incluidos los jóvenes drogadictos. De la misma
manera ,las mujeres de alcohólicos deben alegrarse por los maridos sanos y estables de sus
amigas, con la sabia convicción de que en el mundo nada se da por supuesto, y mucho
menos la felicidad. La grandeza interior se demuestra en la generosidad, y guardar la alegría,
ya sea a uno mismo o a los demás, es también una pequeña muestra de cultura. Cuando el
alpinista llega a la cima no se pregunta a quién pertenece la montaña. Se limita a inspirar
profundamente y alzar el rostro al cielo…

CONCLUSIÓN.

Los familiares de personas con patologías adictivas pueden mantener intacta su salud mental.
Para ello es necesario:
1) ponerse en marcha con todo el amor y sin miedo.
2) No perder el sentido del humor.
3) Mantenerse unidos.
4) Resolver los conflictos de mutuo acuerdo.
5) Mantener cada uno su nivel cultural.

Estos cinco puntos son también el distintivo de una búsqueda lograda de la identidad,
puesto que indican, nada más y nada menos, que una persona puede estar conforme con lo
que es y no tener que dudar nunca de sí misma, incluso en las situaciones más estresantes.
El amor y el humor nos hacen ser irrefrenablemente vitalistas. La cooperación y la capacidad
de decisión nos fortalecen cuando estamos limitados. El nivel cultural relata nuestra
biografía… las personas que, por motivos familiares o profesionales, mantienen una relación
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estrecha con adictos deben afianzar estos puntos en sus vidas, porque lo contrario de la
dependencia no es, precisamente, la independencia (a la que nunca accedemos por completo
a causa de nuestra predisposición enfermiza), sino más bien la identidad, es decir, la fidelidad
a todo lo mejor de nosotros mismos.

www.lanacion.com.ar/1888948-los-familiares-del-adicto-tambien-deben-recuperarse-de-su-codependencia
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DANIELA DANIS: "LOS FAMILIARES DEL ADICTO TAMBIÉN


DEBEN RECUPERARSE DE SU CODEPENDENCIA"

Esta semana, con #rehabilitación como tópico, entrevistamos a la autora de El entorno


del adicto, la codependencia y sus trampas (editorial Paidós) que reflexiona sobre el profundo
impacto en quienes conviven con una persona adicta
Soledad Vallejos.- 19 de abril de 2016 • 15:10

Su trabajo durante más de veinte años en el tratamiento de rehabilitación con


pacientes hospitalizados por problemas de adicción en la Clínica La Métairie, en Nyon, Suiza,
llevó a Daniela Denis -psicóloga y consultora en el Instituto Internacional de Estudios Sociales
de la OIT, en Ginebra- a conectarse con otras miles de historias: las de los familiares y amigos
del adicto, las del entorno íntimo del paciente en rehabilitación. Historias de un sufrimiento tan
grande como las del propio adicto, quizá, aunque menos visible. Es que la sintomatología de
los adictos, como dice Denis, sobresale de una manera tan escandalosa que su entorno
queda en las tinieblas.
Así la experta descubrió el problema de la codependencia, del que luego quiso
ocuparse de manera central, y al que considera clave en los programas de tratamiento. Según
el doctor Nicola Gervasoni, actual director médico de la Clínica La Métairie, "Denis es una
figura central en el campo de las adicciones, de un compromiso constante no sólo con los
pacientes adictos sino con sus familiares, quienes también pagan enormes consecuencias".
Sin rodeos: "Por cada adicto hay, al menos, cinco personas afectadas a su alrededor, y la
preocupación por el entorno aún se mantiene en las sombras", asegura Denis.
-¿Qué significa ser un codependiente?
-Ser codependiente es entrar en una relación fusional con el adicto. Si éste va bien, el
codependiente va bien. Si el adicto va mal, el codependiente también, y suele pensar que todo
depende de sus esfuerzos. Es decir, si el adicto está bien cree que es gracias a los esfuerzos
que él ha hecho, y si el adicto va mal el codependiente piensa que es por su culpa. Ser
codependiente significa estar obsesionado por el estado del adicto de manera tal que eso
ocupa todo su ser y consume toda su energía vital. A la vez que el adicto está obsesionado
por su consumo, el codependiente está obsesionado por el estado del adicto. No queda lugar
para otra cosa que esa preocupación constante y persistente. Toda la estabilidad, el equilibrio
del codependiente dependen del estado del adicto. Lo que lo hace muy vulnerable y a la
merced de algo que está afuera de sí mismo y no en su interior.
- ¿Cuánto tiempo suele transcurrir hasta que el codependiente se da cuenta
de que no puede controlar esa situación?
- El tiempo varía según las personas. El codependiente se da cuenta que no puede
controlar la situación cuando "toca fondo", y comprende que si sigue por ese camino va a
perder el control de su propia vida. Pero a veces no se da cuenta y persiste en sus esfuerzos
sobrehumanos por ayudar al adicto a dejar de consumir. De la misma manera que el adicto
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persiste en su consumo a pesar de las consecuencias negativas que se acumulan, el
codependiente persiste en sus esfuerzos infructuosos por ayudar pensando que "esta vez sí
que resultará". No admite su impotencia y su incapacidad para controlar la situación.
-Por cada adicto hay otras cinco personas afectadas a su alrededor. ¿Por qué
nadie se preocupa por ellos?
-Es una de mis grandes inquietudes entender por qué nadie se ocupa de ellos. Una de
las respuestas puede ser que el comportamiento del adicto sobresale de tal manera que
"tapa" todo lo que ocurre a su alrededor. Otra respuesta también que podría justificar esta
situación es el hecho de que las personas alrededor del adicto tienen tanta vergüenza porque
se sienten culpables de la situación y del consumo del adicto que callan y esconden lo que
viven. Rara vez piden ayuda. Es como una mayoría silenciosa.
-Los grupos de autoayuda para los familiares no son tan conocidos como los
de los adictos. ¿Cuáles son y cómo funcionan?
-Existen en la Argentina los grupos como A-Anon, Alateen, CoDA, y funcionan de
manera gratuita y anónima, no se pide ninguna información a la persona que quiere participar.
La única condición para hacerlo es el deseo de recuperarse de su codependencia. No hay
billete de entrada, ni lista de presencia, ni pedidos de ningún tipo. Las personas asisten sin
necesidad de anunciarse y son libres de continuar a venir o de dejar de hacerlo.
-¿Cómo debe involucrarse en la rehabilitación del adicto a su entorno?
-Teniendo entrevistas con el entorno en presencia del adicto para que los mensajes
sean claros, para que no haya tergiversaciones, para que el adicto pueda escuchar en
presencia de sus terapeutas las vivencias de su entorno, los esfuerzos y muchas veces los
sacrificios hechos para tratar de ayudarle a dejar de consumir, la incapacidad para lograrlo, el
sentimiento de impotencia frente a la situación. Estas informaciones ayudan en general al
adicto a salir de su negación y de su minimización de las consecuencias de su consumo. Es
importante involucrar al entorno para responsabilizar a cada uno de su situación (y no de la
situación del otro) y evitar de continuar en un sistema de acusaciones y culpabilizaciones
mutuas. A partir del momento en el cual el adicto está en un proceso de rehabilitación es su
responsabilidad el asumirla sin esperar que el entorno siga haciendo "sacrificios" para que él
pueda rehabilitarse. Los sacrificios de los otros no han logrado que el adicto se rehabilite y es
el momento de cambiar de rumbo. Es importante informar al entorno en qué consiste el
programa de rehabilitación en el cual está involucrado el adicto, cuáles son las estrategias que
se le proponen para mantener su abstinencia, tener conciencia de lo que cada uno espera del
otro sin necesariamente tener que aceptar o comprometerse a cumplir con esos pedidos.
Debido a que la rehabilitación es un proceso largo, se pueden prever varias entrevistas a lo
largo del tiempo para ver con cada participante los logros y los obstáculos que permanecen.
-Cuando el adicto recae, ¿también lo hace la familia?
- ¡Es difícil para el entorno no recaer cuando el adicto lo hace! Pero hay formas de
evitarlo. Aquellas personas del entorno quienes han comenzado un trabajo psicoterapéutico
para sí mismos (ya sea en psicoterapias individuales, de grupo y/o siguiendo el programa de
los grupos de autoayuda) aprenden estrategias y mecanismos de auto preservación, de auto
protección en el caso que esa eventualidad de recaída se produzca y así evitan recaer con el
adicto.
- ¿Quiénes son y qué importancia tienen los tutores de resiliencia?
- Los tutores de resiliencia son aquellas personas y/o instituciones quienes pueden
servir de pilares de apoyo, de sostén, de referencia, que pueden inspirar a los codependientes
y a los adictos a promover cambios en su comportamiento. Son modelos sanos donde pueden
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inspirarse para cambiar actitudes y habitudes. Los grupos de autoayuda, las personas que
participan y que llevan ya muchos años de rehabilitación pueden tener esa función al proponer
cambios de comportamiento a adictos y a codependientes que les permiten deshacerse de
antiguas maneras de enfrentar las situaciones que los llevan a recaer. También pueden ser
tutores de resiliencia médicos, psicoterapeutas, profesores, maestros, centros de tratamiento.
Son fuentes a disposición a las cuales se puede acudir que ayudan a hacer los cambios
necesarios para llevar una vida más sana y armoniosa.
Por: Soledad Vallejos

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