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El costo total directo de la guerra fue estimado en 180 billones de dólares y el indirecto alrededor
de 150 billones. Los cuatro grandes imperios que habían ejercido su autoridad sobre cientos de
millones de personas en el viejo mundo (la Alemania de Hohenzollern, la Austria-Hungría de los
Habsburgo, la Rusia de los Romanov y la Turquía Otomana) ya habían desaparecido. De sus
cenizas había surgido Estados políticamente inestables y económicamente atrasados. La agenda
de la conferencia tenía dos grandes objetivos: reparar la estructura política y económica de la
mitad del mundo y prevenir la recurrencia al tipo de violencia organizada a la que se había puesto
fin.
Wilson había arribado a Europa a mediados de diciembre de 1918 para exhortar en favor de un
nuevo orden mundial que desterrara el flagelo que la guerra representaba a un enfoque
totalmente nuevo del manejo de las relaciones internacionales. Él creía que la guerra en general,
y en el reciente enfrentamiento en particular, se podría atribuir a tres grandes causas principales:
1) La práctica de la diplomacia secreta mediante alianzas militares y acuerdos políticos para lograr
sus propias ambiciones nacionales. Esto debía relegarse para permitir la discusión libre y abierta
de temas internacionales, un proceso seguro para maximizar la benéfica influencia de la opinión
pública y para minimizar el papel de las intrigas secretas de los líderes nacionales inclinados al
imperialismo.
3) El sistema político de autocracia, que permitía a una elite privilegiada monopolizar el poder
político en detrimento de la mayoría de la población. Las instituciones políticas autocráticas sobre
la opinión pública que habían permitido a las elites gobernantes de las Potencias Centrales
emprender su guerra de agresión.
El programa wilsoniano generaba mucha atracción. Pero había uno enorme distancia entre la
intención y el logro. El contraste entre la teoría wilsoniana y su práctica quedó al descubierto en
las sesiones de apertura de la conferencia de la paz, cuando los jefes de Estado intentaron
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establecer procedimientos efectivos para hacer la paz. Los dos delegados más importantes de las
cinco grandes potencias –EE.UU., RU, Francia, Italia y Japón- se apropiaron de antemano, para
ellos mismos, el derecho de adjudicar los temas importantes ante la conferencia como “Consejo
de los Diez”.
Los otros líderes aliados estaban igualmente apartados de la influencia de la opinión pública
interna. El hecho de que estos cuatro hombres particulares se adjudicasen a sí mismos la función
de bosquejar los tratados de paz con los enemigos vencidos, reflejaba las realidades políticas del
mundo de posguerra. Eran estos países quienes colectivamente ejercían el dominio político y
económico sobre la mayor parte de la superficie terrestre del mundo y ejercían el control naval
sobre las vías marítimas.
La preocupación de Francia por obtener férreas garantías en contra del resurgimiento del poder
militar alemán procedía de su vulnerable situación geográfica y demográfica. Este sentimiento de
vulnerabilidad se acrecentó por la pérdida de Rusia como contrapeso oriental al poder alemán.
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conferencia de paz que las Provincias Renanas debían ser separadas de Alemania y
reconstruidas como un Estado soberano independiente bajo protección militar francesa.
La separación por la fuerza de las Provincias Renanas respecto de Alemania no sólo violaría el
principio de autodeterminación nacional, sino también habría creado una fuente perpetua de
fricción entre Alemania y las potencias victoriosas responsables de privarla de su “provincia
perdida”.
El jefe de gobierno francés aprobó un acuerdo de compromiso respecto del Rin. En retribución por
la aceptación francesa de la soberanía política alemana sobre las Provincias Renanas, los líderes
británico y norteamericano consintieron en el siguiente paquete de garantías protectoras: la
prohibición a perpetuidad de emplazar fuerzas militares alemanas o la construcción de fortalezas
en el territorio situado al oeste del Rin, así como en una franja de 50km de ancho en la ribera
oriental del río, la ocupación militar por parte de los Aliados de las Provincias Renanas por un
período de 15 años. La permanente reducción del ejército alemán a una fuerza fija de 100.000
hombres, prohibición de construir máquinas de volar militares, tanques y otras armas ofensivas
por parte de Alemania, y un compromiso sin antecedentes de los EE.UU. Y GB de defender a
Francia por la fuerza de las armas en el caso de una agresión alemana no provocada.
La administración Wilson dejó bien en claro que esperaba que las naciones europeas se apoyaran
en sus propios recursos para financiar su recomposición económica; cualquier otro tipo de fondos
que se requirieran debían ser obtenidos a través de canales de inversión privada en el mercado
financiero norteamericano. No había un Plan Marshall para la recuperación europea luego de la
1GM. Francia debió buscar ayuda para su quebranto económico bajo la forma de pagos de
reparación de Alemania. El reclamo de Francia sobre los recursos alemanes era esencialmente
de dos tipos. El primero era que le entregaran materias primas vitales como el carbón. El
segundo, fue la obligación de pagos al contado que pudieran ser rápidamente “movilizados”.
Francia estaba dispuesta a recibir como pago de indemnización sólo aquellos productos que no
compitiesen con los productos de la industria francesa.
El gobierno francés estaba, originariamente dispuesto a sufrir por las relativamente moderadas
prescripciones de los Catorce Puntos del Presidente Wilson, que limitan las obligaciones de
Alemania a la indemnización de daños civiles.
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El fracaso para fijar una suma exacta de pagos de indemnización produjo, en Alemania, gran
incertidumbre económica y resentimiento político. El mito de la “cláusula de culpabilidad de
guerra”, repetida por los sucesivos gobiernos alemanes en la década de 1920 y utilizado más
tarde con buenos resultados por Hitler, se convertiría en una fuente de resentimiento tan grande
en Alemania como lo fueron las verdaderas exacciones financieras.
Funcionarios franceses pensaban que la llave del futuro equilibrio de poder en el continente se
hallaba en el grupo de Estados pequeño y mediano tamaño, que se extendía desde el Báltico
hasta los Balcanes. La barrera geográfica, que colectivamente formaban entre Alemania y Rusia,
parecía conformar el medio más efectivo para prevenir un detrimento de los Aliados victoriosos.
El motivo principal de esta política conciliatoria hacia Alemania, en cuestiones territoriales, debe
ser buscado directamente en la concepción del gobierno británico respecto de sus propios
intereses nacionales. Asegurar que Alemania nunca volviese a amenazar las vías marítimas del
imperio y el acceso británico a los suministros del hemisferio occidental. Una garantía de este tipo
fue obtenida a través de la reducción de la flota alemana a una fuerza estable de seis barcos de
guerra y un número correspondiente de embarcaciones auxiliares, la prohibición de submarinos y
la redistribución del imperio colonial alemán en África y en el Pacífico entre los victoriosos aliados
como mandato auspiciado por la Sociedad de Naciones. Este arreglo naval y colonial ponía fin a
la Weltpolitik inaugurada por el desafortunado Guillermo II.
-Alemania en la preguerra, como uno de los principales mercados para los productos
manufacturados británicos. Grandes pagos de indemnización a Francia reduciría inevitablemente
la capacidad de importación de Alemania y, privaría a la industria británica de un comprador
potencialmente valioso en el continente.
-El problema de la transferencia. Alemania podía transferir su verdadera riqueza a Francia sólo si
podía generar un excedente de comercio exterior a expensas del comercio de los británicos y de
otros Aliados.
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meses más tarde. Gran parte del territorio ruso fue separado y colocado bajo el control o
influencia de Alemania. Los Estados socialistas, libres e independientes, que emergerían de las
cenizas de los viejos imperios de Europa, establecerían a partir de ahí relaciones fraternas con el
régimen ruso del cual habían tomado su inspiración.
El estallido de la guerra civil rusa proporcionó a los gobiernos aliados la oportunidad de explotar la
situación en favor de la prosecución de la guerra contra las Potencias Centrales. Estadounidenses
y británicos temían que los suministros militares que habían enviado previamente al régimen ruso,
que estaban almacenando en los depósitos de los puertos marinos rusos del Ártico y del Pacífico,
pudieran caer en manos alemanas. Los estadounidenses y los británicos restringieron sus
actividades a proteger los depósitos bélicos y fueron renuentes a involucrarse en la guerra civil
entre Rojos y Blancos.
Los planes originales de Lenin para una revolución comunista en toda Europa, que liberaría a las
masas de sus opresores y borraría la amenaza de una agresión contra el Estado soviético desde
el oeste, se esfumaron los primeros meses que siguieron el armisticio.
El triunfo bolchevique en Rusia probó ser más bien un hecho aislado que el comienzo de una
revolución comunista mundial que sus creadores habían anticipado confiadamente. La hostilidad
ideológica de los Aliados victoriosos, junto con la enérgica oposición de las elites anticomunistas
que asumieron el control de los Estados sucesores de los difuntos imperios de Europa Central y
Oriental, detuvieron la difusión del comunismo.
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Una vez que la confianza anglo-estadounidense en el acuerdo de paz de 1919 se evaporó, la
carga que había recaído sobre Francia y los otros beneficiarios continentales del tratado,
gradualmente se convirtió en intolerable. El nuevo orden político de Europa tomó la apariencia de
un sistema inestable. La desintegración de la victoriosa coalición aliada a comienzos de la década
de posguerra y la prematura desaparición de la fuerza militar disuasoria en las Provincias
Renanas a finales de la misma, quitó el único medio real de dar fuerza al tratado, en el cual se
suponía que iba a mantener la paz en Europa para siempre.