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3. Si todo lo demás permanece igual, mientras mayor sea la proporción de los costos totales de
producción, mayor será la elasticidad de la demanda de trabajo.8 Por ejemplo, cuando los costos
del trabajo son el 100 por ciento de los costos totales, un incremento del 20 por ciento en el índice
de salarios aumentará los costos totales en un 20 por ciento. Pero cuando los costos del trabajo
sólo son el 10 por ciento del costo total, el mismo incremento del 20 por ciento en el salario
resultaría en un aumento de sólo el dos por ciento en el costo total. Se podría esperar que el
incremento relativamente alto en los costos en el primer caso generará un considerable aumento
en el precio del producto, una disminución considerable en la producción y las ventas y, por
consiguiente, un descenso más grande en el empleo.
4. Si todo lo demás permanece igual, mientras mayor sea la elasticidad de la oferta de otras
entradas, mayor será la elasticidad de la demanda de trabajo. Para ilustrar, suponga que el índice
de salarios en cierta industria aumenta y que eso produce un intento por sustituir el capital por
trabajo. ¿Ese incremento en la demanda de capital impulsa su precio hacia arriba y, por
consiguiente, retarda el proceso de sustitución? La respuesta es afirmativa si la oferta de capital
es muy inelástica, pero negativa si es muy elástica. La elasticidad de salarios de la demanda de
trabajo será
Interés
Otra contribución distributiva que Marshall consideró es el interés. Un aumento en la tasa de
interés disminuye la utilización de maquinaria, debido a que la persona de negocios evita utilizar
todas las máquinas cuyo excedente neto anual es menor que la tasa de interés. Las tasas de interés
más bajas incrementan las inversiones de capital. La demanda para el préstamo de capital es el
total de las demandas de todos los individuos en todos los negocios. Lo mismo que con los bienes
finales, mientras más alto es el precio, menor es la demanda de capital; mientras más bajo es el
precio, mayor es la demanda de capital. Esta relación se basa en la productividad marginal
decreciente asociada con un incremento en la cantidad del factor, así como la demanda de bienes
para el consumidor se basa en la utilidad marginal decreciente de las cantidades sucesivas
consumidas.
La productividad marginal decreciente del capital a medida que se adquieren más unidades,
constituye la demanda de capital.
Utilidades, renta, casi renta
Según Marshall, las utilidades normales incluyen el interés, las ganancias de la gerencia y el
precio de oferta de la organización de negocios. El interés ya ha sido analizado. Las ganancias de
la gerencia son un pago por una forma de trabajo especializado. La porción restante de las
utilidades normales, el precio de oferta de la organización de negocios, es una recompensa por la
disposición empresarial. Para el productor individual, decía Marshall, la tierra es tan sólo una
forma de capital. No hay mucha diferencia entre la tierra y los edificios; ambos están sujetos a
rendimientos decrecientes a medida que su propietario trata de obtener de ellos una producción
adicional. Sin embargo, para la sociedad como un todo, la oferta de tierra es permanente y fija. Si
una persona posee tierras, hay menos para que otras las posean. En contraste, si alguien fuera a
invertir en mejoramientos de la tierra y de los edificios en ella, no reducirá en forma apreciable
las oportunidades para que otros inviertan capital en mejoramientos similares.
A corto plazo, escribió Marshall, la tierra y los bienes de capital fabricados son similares, debido
a que las ofertas de ambos son fijas. Por consiguiente, el rendimiento para las inversiones de
capital antiguas son algo semejante a la renta; Marshall lo llamaba “casi renta”. El interés es la
ganancia del capital “libre” o “flotante”, o de las inversiones de capital previas a corto plazo.
Incluso si parte de la renta económica de la tierra está gravada, los terratenientes seguirán rentando
tierras si desean maximizar sus rendimientos en vez de retirar la tierra de su utilización debido a
algún resentimiento. De manera similar, un impuesto sobre parte de las ganancias sobre el capital
fijo no interferirá con la producción a corto plazo, debido a que es mejor perder parte de las
propias utilidades normales que perderlo todo, excepto el valor de desecho. El análisis supone
que el capi- tal es especializado y que no tiene utilizaciones alternativas. Por supuesto, a largo
plazo desaparece la casi renta, debido a que es esencial una vuelta normal a las inversiones de
capital fijo si se quiere que la inversión se renueve y se perpetúe el negocio.
Ésta es otra forma de decir que sólo los costos variables influyen en los precios a corto plazo. A
su vez, los precios determinan las ganancias de la inversión fija. Sin embargo, a largo plazo se
deben cubrir tantos los costos variables como los rendimientos normales de la inversión fija, ya
que ambos afectan al precio.
INDUSTRIAS DE COSTO CRECIENTE Y DECRECIENTE
Una herramienta analítica clave para Marshall era su concepto de la “empresa representativa”,
que para él era la propiedad exclusiva típica del siglo XIX. Esta abstracción sirvió por lo menos
a tres de los propósitos principales en su análisis. En primer lugar, al hablar del costo normal de
producir un bien, se refería a los gastos de un produtor representativo que no es el más eficiente
ni el menos eficiente en la industria. En segundo, esta herramienta analítica mostró que una
industria se puede encontrar en equilibrio durante un periodo largo, incluso si algunas empresas
crecen y otras declinan; tan sólo se neutralizan unas a otras. En tercero, aun cuando la empresa
representativa no incremente su eficiencia interna, experimenta costos en disminución a medida
que la industria crece.
Economías internas frente a externas
Las economías internas, decía Marshall, son las eficiencias o ahorros de costo introducidos por
el crecimiento en el tamaño de la empresa individual. A medida que la empresa llega a ser más
grande, puede disfrutar de más especialización y de una producción masiva, utilizando más y
mejores máquinas para reducir el costo de producción. La compra y la venta también se vuelven
más económicas a medida que se incrementa el tamaño de la empresa. Las grandes compañías
obtienen crédito con términos más fáciles y utilizan en forma más efectiva la capacidad
administrativa de alto grado.
Por otra parte, las economías externas provienen de fuera de la empresa: dependen del desarrollo
general de la industria. A medida que crece la industria, los proveedores de materiales construyen
plantas en las cercanías para servir a la industria en expansión; esos suministros son más
económicos tanto porque se reducen los costos de transportación, como porque las empresas en
crecimiento los producen en forma masiva. Además, tal vez surgen proveedores de servicios de
transportación para satisfacer las necesidades especiales de la floreciente industria, lo que reduce
el costo de entregar los productos a los clientes. Marshall creía que un creciente volumen de
producción en una industria por lo común incrementa el tamaño y, por consiguiente, las
economías internas que posee una empresa representativa, y siempre incrementará las economías
externas a las que tiene acceso. Por consiguiente, decía, el costo de producción en términos del
trabajo y del sacrificio bajará si aumenta el volumen de producción.
Rendimientos a escala crecientes y decrecientes
Si todos los factores de producción utilizados en una industria se expanden, ¿el costo por unidad
de producción aumentará o disminuirá? Marshall creía que en general tienen rendimientos a escala
crecientes en la industria; a medida que aumentan el trabajo y el capital, mejoran la organización
y la eficiencia. Sólo cuando se confía demasiado en la naturaleza, como sucede en la agricultura,
hay rendimientos decrecientes. Cuando las acciones de las leyes de los rendimientos a escala
crecientes y decrecientes están equilibrados, funciona la ley de los rendimientos constantes: la
expansión de la producción se obtiene mediante una expansión proporcional tanto del trabajo
como del sacrificio de esperar. Por ejemplo, con un aumento en la producción de cobertores, el
costo creciente de la lana estará exactamente compensado por la creciente eficiencia de la
fabricación de cobertores, y habrá costos constantes. En la mayor parte de la fabricación, creía
Marshall, el costo de la materia prima cuenta muy poco y la ley de los rendimientos a escala
crecientes casi no encuentra oposición.
Efectos de bienestar de los impuestos y subsidios
El análisis de Marshall de las industrias de costo constante, creciente y decreciente lo llevó a las
siguientes conclusiones políticas nuevas: 1) ya sea un impuesto o un subsidio, reducirán la utilidad
neta del consumidor en una industria de costo constante. Marshall aplicaba este mismo tipo de
análisis a las industrias de costo creciente y decreciente. En el primer caso, su análisis mostraba
que un impuesto aumentaría el ingreso por este concepto en más de lo que reduciría el excedente
del consumidor. Al restringir la producción de las empresas en la industria de costo creciente, los
costos por unidad en realidad bajarían, excluyendo al impuesto. Entonces el ingreso recibido se
debería utilizar para subsidiar a las industrias que experimentan costos decrecientes. A medida
que aumenta la producción de las industrias de costo decreciente, disminuirán sus costos por
unidad, excluyendo el impuesto. La ganancia en el excedente del consumidor superará al subsidio.
Cuando Marshall falleció en 1924, John Maynard Keynes lo proclamó “el economista más grande
del mundo en cien años”. Aun cuando esto se podría debatir, son muy pocos los que no
convendrían en que Marshall fue el teórico económico de mayor influencia de su generación. Su
obra Principios de economía introdujo a miles de economistas posteriores al análisis económico.
El hecho de que su libro haya alcanzado su máxima circulación cuarenta años después de la
publicación de su primera edición, es un testimonio de su importancia perdurable. Casi todos los
economistas contemporáneos incluirían a Marshall con Adam Smith, David Ricardo y John Stuart
Mill, como una de las cuatro grandes figuras de las escuelas clásica y neoclásica.
LA ESCUELA NEOCLÁSICA:
Para Wicksell, la teoría monetaria se interesaba en una pregunta importante: ¿Por qué los precios
aumentan o disminuyen en conjunto? Para responder esta pregunta, recurrió a un análisis de las
tasas de interés. Aquí distinguía entre la tasa de interés normal o natural y la tasa bancaria.
La tasa de interés normal o natural, decía, depende de la oferta y la demanda de capital real que
todavía no se ha invertido. La oferta de capital fluye de aquellos que posponen la parte de consumo
de su ingreso y, por consiguiente, acumulan riqueza. La demanda de capital depende de la utilidad
que se pueda obtener de su utilización, o su productividad marginal. La interacción de la oferta y
la demanda determina la tasa de interés natural.
La tasa de interés normal o natural aplica sólo al crédito entre los individuos. Sin embargo, los
bancos complican las cosas debido a que, a diferencia de las personas privadas, no están
restringidos a sus propios fondos en sus actividades de préstamos, o ni siquiera a los fondos que
los ahorradores ponen a su disposición. Debido a que los bancos crean el crédito, pueden otorgar
préstamos incluso a tasas de interés muy bajas. Por otra parte, no necesitan prestar todos los
fondos que los ahorradores colocan a su disposición. De allí que la tasa de interés bancaria sea
mayor o menor que la tasa de interés normal o natural. Cuando no ocurre ninguna de esas
situaciones, el nivel de precios cambiará a la larga.
Implicación para la política pública
El análisis de Wicksell de las tasas de interés y su predilección por la reforma lo lleva- ron a hacer
hincapié en el papel del gobierno y del banco central en la promoción de una estabilidad política.
En su Interest and Prices, publicado en 1898, se convirtió en el primer economista en abogar por
la estabilización de los precios de mayoreo para controlar el descuento y las tasas de interés.
La causa principal de las fluctuaciones cíclicas, decía, es el hecho de que el progreso tecnológico
y comercial no ha mantenido el mismo índice de adelanto que el incremento en las necesidades,
en especial de una población en expansión. Cuando la demanda aumenta, las personas tratan de
explotar la situación e incrementan la inversión; pero se requiere tiempo para aumentar el
volumen de la producción por medio de nuevos descubrimientos, inventos y otros mejoramientos.
Wicksell temía que la creciente producción y las existencias de oro inflaran la moneda, lo que
haría que las tasas de interés bajaran y los precios subieran. Por consiguiente, se debe- ría
suspender la libre acuñación de oro y el mundo debería pasar a un estándar de papel moneda
internacional. Ese estándar por lo común se considera como un medio para satisfacer una creciente
escasez de oro, pero también para corregir una superabundancia.
Ahorro forzado
Al discutir el ahorro y la inversión totales, Wicksell analizó la teoría del ahorro forzado. No era
una idea nueva. Bentham había presentado esa doctrina, que él había llamado “frugalidad forzada”
en su Manual of Political Economy, escrito en 1804 pero publicado en 1843. Al analizar el papel
del gobierno en el incremento de capital, Bentham había hablado de los impuestos y del papel
moneda como si fueran una frugalidad forzada. La creación de papel moneda, había dicho, es una
especie de impuesto indirecto, debido a que actúa como un impuesto sobre el ingreso para aquellas
personas con ingresos fijos.
Wicksell suponía un caso en el cual una nueva empresa estaba financiada por medio de un
préstamo bancario, una creación de crédito puro, sin una acumulación correspondiente de capital
real. Si había un empleo total al principio, se utilizarían más tierras y trabajo en la producción de
bienes de capital que si no hubiera una creación de crédito para financiar una nueva empresa,
dejando menos crédito disponible para fabricar bienes para el consumidor. Sin embargo, la
demanda de artículos de consumo se incrementaría en vez de disminuir, debido a que los
empresarios aumentarían los precios de la tierra y del trabajo a medida que incrementaran la
inversión.
Wicksell sobre la competencia imperfecta
Wicksell reconocía lo inadecuado del modelo competitivo puro en los mercados de menudeo, y
se anticipó varias décadas a la teoría de la competencia monopolista o imperfecta propuesta por
Edward Chamberlin y Joan Robinson (capítulo 17). Es notable que hayan transcurrido treinta y
dos años entre la exposición de Wicksell delproblema y su desarrollo sistemático posterior, pero
la idea de la competencia pura era fundamental en gran parte del pensamiento marginalista y su
revisión requería una abrumadora evidencia de las tendencias monopolistas en la economía.
En 1902, Wicksell escribió que los minoristas por lo común tienen un círculo fijo de clientes y
eso les permite tener precios fijos, más que fluctuantes. Aun cuando los precios de menudeo sí
responden a los cambios en los precios de mayoreo, lo hacen sólo después de un tiempo y en
forma modificada.