documentación de los desmanes y abusos desde el poder público pero requiere de instituciones que actúen frente a esas denuncias. Juan Luis Font Por años la prensa guatemalteca ha presentado reportajes e investigaciones sobre la corrupción del sistema político. 1. Que la firma importadora de medicamentos del secretario privado de la Presidencia lograba colocar más de la mitad de las compras del sistema público de salud. 2. Que se pagaban decenas de millones de dólares por dragados de ríos que tan pronto eran excavados se volvían a azolvar 3. Que se pagaba en efectivo el salario de los soldados del Ejército cuando la cifra de integrantes estaba inflada casi en una cuarta parte con plazas fantasma 4. Que una diputada había adquirido una casa de playa de más de medio millón de dólares sin tener ingresos lícitos para justificarlo. Desde los tiempos de la guerra interna, los militares montaron en las fronteras sus sistemas de control para reducir el contrabando de armas hacia la guerrilla La corrupción en Guatemala lo abarca casi todo pero en su esencia, es un banco de tres patas. Obra pública, Aduanas y Medicamentos. Documentamos cómo los candidatos a cargos de elección popular se hacían ricos durante la campaña. Nos percatamos de cómo los cargos electos empezaron a reunir el capital para su esfuerzo electoral desde las instituciones que controlaban. Las denuncias de la prensa caían en vacío relativo. Las instituciones copadas no recogían los indicios o hallazgos. Ni la Contraloría, ni la Fiscalía, ni el Congreso tenían interés en fiscalizar. El general Pérez Molina mandó a cerrar el Fondo Nacional para la Paz, después que la prensa documentó cómo sobrevaloraban los materiales de construcción que repartía a manos llenas su Vicepresidenta hoy presa. Mientras hacía esa concesión, el Presidente y su Vice encabezaban la gran red de defraudación aduanera. La señora mantenía un presupuesto propio de US$120 mil al mes. Pero cuando llegó la Comisión Internacional contra la Impunidad (en realidad cuando llegó Velásquez como comisionado) y desveló el primer caso de corrupción a gran escala, Personas de todas las condiciones se mostraron indignadas y salieron a las calles. La CICIG recoge una de las denuncias hechas por la revista ContraPoder sobre como el sub director de la Policía cobraba por la reparación de patrullas que nunca se hacían y logra procesarlo. La acción de la CICIG por supuesto ha supuesto poner un límite al viejo sistema de cooptación del Estado para intereses particulares y amenaza de manera directa al modelo de enriquecimiento rápido de políticos y cargos electos. Muchos ciudadanos se muestran descontentos con el papel de la prensa. Nos reclaman nuestra negatividad, nuestra crítica constante. ¿Es temerario cumplir con ese papel aun cuando dentro del Estado no haya instituciones fiscalizadoras que recojan y canalicen la natural frustración y enojo ciudadano ante los desmanes de sus gobernantes que nosotros alegremente y diariamente reportamos? ¿O es más temerario no hacerlo?