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MARCEL PRATT

EL
COSMOS
COMPARTIDO
2

ÍNDICE
PREFACIO.................................................... 3

1- DE LA MÁQUINA COMO ECO DE LA CONCIENCIA HUMANA........... 4

2- DEL INCONSCIENTE COLECTIVO COMO REGULADOR


DE UN COSMOS COMPARTIDO..................................... 6

3- DE LA ENTIDAD CONSCIENTE Y LAS DIFICULTADES


QUE ENTRAÑA DEFINIRLA...................................... 10

4- DE LA FE Y LA VOLUNTAD COMO AGENTES DE CAMBIO........... 13

5- DE LA MEDIOCRIDAD DE LO DEMÓCRATICO..................... 15

6- DE LA BÚSQUEDA DE UNA PRAXIS REGULADORA


DEL COSMOS COMPARTIDO...................................... 20

7- EPÍLOGO. HACIA UN CAMBIO DE PARADIGMA EN LA CONCEPCIÓN


DEL COSMOS COMPARTIDO...................................... 22
3

PREFACIO
Esta obra es intencionadamente breve.

En ella sólo se expone lo importante. No hemos intentado


extenderla con información no pertinente.

Sólo conceptos básicos para comprender el funcionamiento


del “Cosmos Compartido”.

La palabra innecesaria diluye el elixir de la verdad.


4

1- DE LA MÁQUINA COMO ECO DE LA


CONCIENCIA HUMANA.

Decimos que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza.

Y el hombre hizo lo mismo con la máquina.

Centrémonos en las computadoras.

La computadora representa el logro más destacable del ser


humano hasta la fecha.

La computadora. Preludio de la inteligencia artificial.


Creada a nuestra imagen y semejanza.

Los procesos mentales de la computadora se basan en un


código binario. Ceros y unos.

Dialéctica Yin Yang.

Ese lenguaje binario es la base de todo.

Imágenes, textos, bases de datos, videojuegos, cálculos


sofisticados, programas complejos. Un entramado de ceros y
unos. Todo ello.

Ceros y unos. A imagen y semejanza de los seres humanos.

Nuestra mente funciona igual.

La sinopsis neuronal. El flujo de información en nuestros


cerebros consiste en un intercambio de iones. Cargas
positivas y negativas.

Ceros y unos.

No es descabellado, pues, suponer que la informática


evoluciona tomando como patrón a la conciencia humana.

Lo informático es un esquema de lo humano.

Una representación simplificada de nuestros propios


procesos mentales y perceptuales.

Existe un componente religioso en la creación de la


máquina.

Es el espejo en que un Dios se reencuentra consigo mismo.


5

La máquina es un icono. Es la mente humana abocetada,


reducida a su esencia.

Un intento de concebir lo inconcebible y de abarcar lo


inabarcable.

Y si la computadora ha crecido como imitación del cerebro


humano, las relaciones entre computadoras imitarán las que
se establecen, de hecho, entre las mentes humanas.

Inconsciente colectivo.

Internet.

En el siguiente capítulo profundizamos sobre ello.

La realidad que percibimos es a nosotros lo que la internet


es a las computadoras. Y viceversa.
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2- DEL INCONSCIENTE COLECTIVO COMO


REGULADOR DE UN COSMOS COMPARTIDO.
Nuestra consciencia representa sólo una porción ínfima de
nuestra actividad mental.

La mayor parte de las funciones cerebrales se hallan más


allá del ámbito consciente.

Respirar. Digerir. Latir. Soñar.

La conciencia es un isla rodeada por la inmensidad del


inconsciente.

El inconsciente es un océano cuyos límites se pierden más


allá del horizonte de nuestro entendimiento.

Ese océano, ese inconsciente inmenso, es colectivo en su


mayor medida.

Un mar común que une esas pequeñas islas, esas conciencias


individuales.

En el capítulo anterior establecimos el paralelismo


existente entre cerebro y computadora.

Será, pues, en ese inconsciente colectivo que todos


compartimos donde hallaremos algo equivalente a la
internet.

Ese equivalente a la internet siempre ha sido, es y será lo


que conocemos como REALIDAD.

El mundo real es una ilusión.

Una ilusión compartida por todos y cada uno de los seres


conscientes.

Por ello, dicho “mundo real” es susceptible de ser


comparado con la internet.

Pues también el ciberespacio, construido a imagen y


semejanza de nuestro mundo, es ilusorio.

En el caso de las computadoras llamamos “servidores” a los


islotes de conciencia y a los inconscientes individuales.

Las informaciones aportadas por cada servidor, al


interactuar con las informaciones de los demás servidores,
generan un universo de autoría colectiva.
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Internet. Ciberespacio.

Al tiempo que nuestras conciencias interaccionan con eso


que llamamos mundo, los inconscientes de todas las
criaturas vivientes dialogan.

Los inconscientes de todas las criaturas vivientes acuerdan


cómo es el Cosmos que comparten.

Los inconscientes de todas las criaturas vivientes deciden


en consenso qué forma tiene el mundo, cuál es su tamaño y
cuáles son las leyes que lo rigen.

Porque la REALIDAD, insistimos, es ilusoria.

Lo que llamamos MUNDO sólo existe en el interior de


nuestras cabezas, en lo más íntimo de nuestras mentes.

Lo que llamamos MUNDO no difiere demasiado de cualquier


otro sueño.

Lo que llamamos MUNDO es sueño colectivo. Es sueño


compartido.

Una mente bien entrenada es capaz de construir a su antojo


cuando sueña. En el sueño no hay límites, ni hay reglas.

Manipular lo que llamamos MUNDO, sin embargo, es


complicado.

En ese caso nuestra mente comparte la autoría con otras


miles de billones de mentes.

Con otras miles de billones de voluntades.

No existe característica alguna en esto que llamamos


REALIDAD que no haya tenido que ser aceptada por todas las
voluntades existentes.

Así pues, en la creación del Cosmos cada mente individual


renuncia a su libertad creativa inherente.

Es el precio que todos y cada uno de los seres conscientes


aceptamos pagar. Para poder comunicarnos de manera
constructiva.

Sin reglas comúnmente aceptadas, lo que llamamos MUNDO no


sería un constructo.

Sería un caos. Sería inestabilidad.

Existiríamos solos.
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Cada uno de nosotros sumido en su propia pesadilla


individual.

Renunciar a la libertad o enfrentarse a la soledad. No hay


más opciones.

Mientras usted lee este manifiesto, su inconsciente está


negociando con los demás inconscientes existentes.

Juntos, están reconstruyendo el Cosmos. Constantemente.

Juntos hacen mutar el funcionamiento de la dialéctica


espacio-tiempo y la naturaleza de las demás categorías
kantianas. Constantemente.

Juntos reformulan los arquetipos y su funcionamiento.


Constantemente.

Juntos deciden los límites de la Gravitación Universal,


juntos crean mares y alteran la corriente de los ríos,
juntos remodelan montañas. Constantemente.

Usted y yo vivimos en un mundo en el que Newton descubrió


la ley de Gravitación Universal en el siglo XVII.

Pero es posible que hace un segundo compartiésemos un mundo


en el que Newton jamás descubrió nada.

Es posible que hace un segundo compartiésemos un mundo en


el que la Gravitación Universal jamás había funcionado.

Es posible que incluso haya cambiado el significado del


concepto “un segundo”.

A usted le cuesta concebirlo, porque cuando nuestros


inconscientes alteran el Cosmos, alteran a su vez nuestra
memoria.

Alteran nuestros recuerdos acerca de ese Cosmos; acerca de


su Historia y su naturaleza.

Según su percepción, usted lleva varios minutos leyendo


este libro. Pero su percepción y su memoria pueden
engañarle.

No tenemos razones para asegurar que este libro lleve


varios minutos existiendo.

En realidad, es probable que este libro haya existido al


mismo tiempo siempre y nunca.
9

El tiempo sólo existe dentro de nuestra cabeza.

El espacio sólo existe dentro de nuestra cabeza.

Más adelante expondremos nuestras hipótesis sobre el


carácter más o menos drástico de esas alteraciones en el
Cosmos.

Antes de llegar a ese punto, debemos hacernos una pregunta:

¿Existe algo inmutable en el Cosmos, algo inalterable


dentro de eso que llamamos MUNDO?

Intentaremos dar respuesta a esa cuestión en el capítulo


siguiente.
10

3- DE LA ENTIDAD CONSCIENTE Y LAS


DIFICULTADES QUE ENTRAÑA DEFINIRLA.
La única constante inmutable en la ecuación que hace mutar
al Cosmos somos nosotros:

Las entidades conscientes.

Definiremos a la “entidad consciente” como aquélla que es


capaz de percibirse a sí misma como una unidad extraña al
“todo”.

Cada “entidad consciente” está ligada a un inconsciente más


basto, más inabarcable que ella misma.

Los inconscientes asociados a las entidades conscientes


interaccionan entre sí, en la manera que se ha expuesto en
el capítulo anterior.

El ser humano es una “entidad consciente”. Quizá la única a


la que podemos aplicar esa definición con absoluta certeza.

Ello no excluye la posibilidad de que otros seres que


conocemos entren también en dicha definición.

No existen pruebas concluyentes que nos permitan negar a


los animales la categoría de “entidades conscientes”.

Ni existen pruebas concluyentes que nos permitan negar a


los vegetales la categoría de “entidades conscientes”.

Tampoco podemos pasar por alto la posible existencia de


consciencias extraterrestres, ni la presencia de entidades
extraplanares.

Todo el Universo conocido comparte unas mismas reglas de


funcionamiento.

Así pues, resulta inevitable llegar a la conclusión de que


si existe vida en otros sistemas solares, participa de la
misma ilusión que nosotros.

Participa del mismo Cosmos.

Sus inconscientes dialogan con los nuestros obviando los


años luz de distancia. Constantemente.

Porque – es conveniente recordarlo – el espacio no existe.

Los propios cuerpos celestes son una convención ilusoria, y


la distancia que los separa también.
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En lo que respecta al reino vegetal y a los demás animales,


desconocemos el alcance y la naturaleza de sus respectivas
consciencias, si es que las poseen.

Tampoco existen razones para asegurar que el nivel de


consciencia del ser humano sea superior al de otras
criaturas del planeta.

El diálogo inconsciente que establece el funcionamiento del


Cosmos Compartido parece estar regido por la voluntad de
las mentes, no por su intelecto.

Cabe pensar que consciencias más rudimentarias que las


nuestras, con intelectos menos desarrollados, tengan más
poder de decisión que nosotros en lo que al funcionamiento
del Cosmos Compartido se refiere.

Porque poseen una mayor fuerza de voluntad.

Así mismo, la existencia del fenómeno “mente colmena” que


percibimos en algunas especies de insectos, nos obligan a
contemplar la posibilidad de que:

Una misma consciencia puede aparecer repartida y compartida


simultáneamente por un número plural e indeterminado de
organismos físicos.

A día de hoy – y siendo el “día de hoy” ilusorio por


definición – desconocemos las consecuencias que acarrea la
muerte de una entidad consciente.

En base a nuestras deducciones, cabe pensar que el número


de entidades conscientes ha de ser necesariamente constante
e invariable.

La muerte del individuo, por tanto, también será ilusoria.

Así mismo, no disponemos de datos suficientes para


determinar si todos los seres conscientes comparten el
mismo Cosmos o si por el contrario existen varios Cosmos
simultáneamente.

Distinto ámbitos. Distintos sistemas. Sujetos a distintas


reglas.

La Física Cuántica ha demostrado que las leyes que rigen el


ámbito macroscópico pierden vigencia cuando nos adentramos
en el nivel subatómico.
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Ello nos obliga a pensar en una diversidad de “cosmos


compartidos”, creados y gestionados por distintos cúmulos
se seres conscientes.

Todo parece indicar que los distintos Cosmos pueden


interaccionar entre sí, o incluso influenciarse los unos a
los otros.

Pero las fuerzas creativas y destructivas de cada uno de


esos mundos se rigen por leyes diferentes.

Puede que incluso incompatibles.

No obstante, en el siguiente capítulo nos centraremos en el


funcionamiento del único Cosmos que conocemos – o creemos
conocer – con cierto grado de detalle.

El nuestro.
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4- DE LA FE Y LA VOLUNTAD COMO AGENTES


DE CAMBIO.

El drama de la existencia puede describirse como lucha


frente al cambio.

Como ha sido expuesto anteriormente, cada ser consciente


renuncia a su libertad creativa individual para evitar la
soledad asociada al caos.

Resulta lógico, pues, suponer que la tendencia de nuestros


inconscientes será la de configurar el Cosmos Compartido,
en la medida de lo posible, como una ilusión estable.

Debe tenerse en cuenta, no obstante, que todas las especies


conocidas basan su supervivencia en la adaptación.

Combaten el cambio con el cambio.

Ello nos conduce a concebir el Cosmos Compartido como un


constructo que, a pesar de su vocación de estabilidad,
necesita autorregularse de manera continua.

Debemos recordar algo importante:

No todos las entidades conscientes poseen el mismo peso


específico en la toma de decisiones.

El diálogo colectivo de nuestros inconscientes es una lucha


de voluntades.

A la hora de establecer las leyes del Cosmos Compartido y


sus características, prevalece el deseo de las entidades
conscientes con mayor fuerza de voluntad.

La balanza se inclina hacia sus preferencias.

Permítasenos recurrir al ejemplo del accionariado de una


gran empresa. Los socios con mayor número de acciones
tendrán mayor control sobre la misma.

Fuerza de voluntad y fe son el accionariado del Cosmos


Compartido.

Existe una relación íntima y solidaria entre ambos


conceptos:

Fuerza de voluntad creadora y confianza incondicional en


dicha fuerza.
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Ambos atributos aparecen interconectados en el ser


consciente, alimentándose y potenciándose el uno al otro.

Cuando Moisés abre las aguas, cuando Jesucristo camina por


ellas, nos hallamos ante muestras de voluntades superiores.

Las otras voluntades se dejan seducir, capitulan en la


negociación, hacen concesiones.

Las leyes del Cosmos Compartido se alteran para encajar con


los deseos del fuerte de voluntad, del poseedor de fe.

No obstante, esas figuras omnipotentes se han extinguido.

Las propias entidades conscientes han erradicado a dichas


voluntades superiores introduciendo un concepto venenoso en
el inconsciente colectivo.

En el siguiente capítulo definiremos dicho veneno y


comprenderemos cómo ha condicionado una de las ilusiones
más poderosas de nuestro Cosmos Compartido actual:

La historia de la civilización humana.


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5- DE LA MEDIOCRIDAD DE LO DEMÓCRATICO.

Antaño existieron entidades conscientes más capacitadas que


otras a la hora influir en el Cosmos Compartido.

Fue la época de los héroes.

Fue la época de los dioses.

Voluntades capaces de doblegar a miles, a millones de otras


voluntades menos tenaces, más pobres de fe.

Hemos maquillado esos hechos, relegándolos al ámbito de lo


mitológico.

Porque escapan a nuestra capacidad de concebir.

Pero se trata de hechos reales.

Es en todo caso nuestra capacidad de concebirlos la que ha


degenerado.

No siempre fue así.

Todo indica que hubo un tiempo en que el Cosmos Compartido


bailaba al son de los poderosos.

Les permitía volar, cambiar de forma, violar las


limitaciones de la Física y de la Psicología.

Fueron tiempos en que los grandes dominaron el fuego, el


viento, el agua.

Fueron tiempos en que el inconsciente colectivo se regía


por parámetros que favorecían la existencia de un Zeus, un
Shiva, un Hércules.

Fueron tiempos en que se podía hablar de magia.

Esa edad de oro de la omnipotencia llegó a su fin cuando un


nuevo concepto cobró fuerza inusitada en el inconsciente
colectivo:

La Democracia.

Lo democrático se infiltró en las raíz mental de las


entidades conscientes.

Con una contundencia vírica.


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El instante en que nuestros inconscientes asumieron la idea


de que todos somos iguales y poseemos los mismos derechos,
los héroes agonizaron, los dioses se murieron.

Cualquier análisis que intentemos hacer al respecto podrá


ser útil, pero no absoluto.

Nuestros inconscientes han decidido – de forma colectiva –


circunscribir nuestra consciencia a las categorías espacio
y tiempo.

Asumamos, pues, que nuestro análisis se mueve entre esos


límites, sin vocación alguna de traspasarlos.

Si revisamos la ilusión histórica que predomina mientras


escribimos esto, ese ocaso de la divinidad puede
localizarse en las corrientes de pensamiento de la Antigua
Grecia.

Atenas es la tumba de los dioses.

La Democracia inauguró la era de la razón.

Y la Razón asesinó la flexibilidad del Cosmos Compartido,


constriñéndolo con su andamiaje rígido.

Las entidades conscientes quedaron atrapadas en la cárcel


que sus propios inconscientes habían fabricado para ellas.

El arquetipo democrático predominó durante varios siglos.


Posteriormente perdió fuerza durante ese largo periodo que
conocemos como Edad Media.

Los siglos medievales significaron el advenimiento de lo


feudal. El concepto de que unos seres eran superiores a
otros recobró parte de su fuerza.

La Edad Media no supuso un restablecimiento total de la


flexibilidad en el Cosmos Compartido, pero sí implicó un
regreso de lo mágico.

Fueron tiempos de hadas. Fueron tiempos de magos.

Fueron tiempos donde el unicornio convivió con los


dragones.

El Alquimista lograba burlar las leyes del Cosmos


Compartido. Ligeramente.

La bruja alteraba el curso de las fuerzas naturales.


Ligeramente.
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Actualmente todo ello aparece relegado a la condición de


mito.

Las entidades conscientes han perdido la capacidad de


definirse a sí mismas como criaturas mágicas.

La causa de dicha pérdida la hallamos, precisamente, en la


era de los efectos y las causas.

Revolución renacentista.

Contraataque del Humanismo.

Segunda Edad de la Razón.

Renacimiento. Ilustración. Positivismo.

Antropocentrismo.

La tiranía de la Ciencia.

La mediocridad de lo democrático volvió a apoderarse de las


entidades conscientes.

Todos iguales. Igualdad de derechos. Igualdad de opiniones.

Estancamiento.

Un Cosmos Compartido regulado de manera democrática es, por


definición, un Cosmos Compartido atrofiado, rígido.

Un grupo extenso de individuos es, por definición, incapaz


de tomar decisiones conjuntas a menos que en él existan
jerarquías, líderes.

La mentalidad democrática nos ha sumido en un Universo


mecánico, despojado de intencionalidad.

Lo impredecible no tiene cabida en él.

Somos esclavos de nuestra propia obra.

Somos esclavos de nuestro propio consenso.

No entraremos en consideraciones morales.

No debatiremos sobre si dicha circunstancia resulta


apropiada o no.

Simplemente es así.
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Cabe suponer que la mediocridad democrática y el


estancamiento que genera en el Cosmos Compartido se
cimientan en una necesidad concreta de las entidades
conscientes:

La ilusión de equilibrio.

El drama que define a la entidad consciente se nutre de la


aversión al CAMBIO. Ya se mencionó en capítulos anteriores.

Un Cosmos Compartido atrofiado es un placebo contra la


percepción de dicho cambio.

Inocula una falsa sensación de seguridad en las entidades


conscientes.

El movimiento regenera, da la vida.

El estancamiento, sin embargo, constituye el germen de lo


decadente, de lo enfermo.

En otro orden de cosas, resulta evidente que el concepto de


lo democrático no nos ha sido impuesto por ninguna voluntad
ajena al Cosmos Compartido.

Somos las propias entidades conscientes quienes


introdujimos ese concepto en la ecuación.

Un mecanismo de autorregulación.

Ello nos conduce a una pregunta inevitable:

¿De dónde surge una idea con semejante capacidad de


arraigar en el inconsciente colectivo?

¿A quién o a quiénes atribuir la autoría de semejante virus


conceptual?

Hemos decidido bautizar esa clase de ideas dotadas de


especial carga arquetípica como “conceptos madre”.

La génesis y el funcionamiento de los “conceptos madre” es


compleja. Exige un estudio riguroso y pormenorizado.

Nuestra próxima obra – probablemente más extensa que la


presente – versará sobre ellos.

Un estudio minucioso sobre los “conceptos madre” ha de


tomar necesariamente como punto de partida una serie de
axiomas.
19

Axiomas con los que el lector podrá familiarizarse en el


capítulo siguiente.
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6- DE LA BÚSQUEDA DE UNA PRAXIS


REGULADORA DEL COSMOS COMPARTIDO.
Nos centraremos a continuación en las dinámicas que rigen
el Cosmos Compartido tal y como lo experimentamos nosotros,
aquí y ahora.

El concepto de lo democrático sigue ostentando un poder


desmedido en esta coyuntura ilusoria que conocemos como
“tiempo presente”.

El Cosmos Compartido del “tiempo presente” es ese Cosmos


rígido, estancado en la mediocridad que mencionábamos en el
capítulo anterior.

Nuestras voluntades están envenenadas, anuladas.

Nos percibimos incapaces de manipular el Cosmos Compartido,


y dicha percepción basta para convertir dicha incapacidad
en algo “real”.

Las dinámicas de antaño favorecían una división entre


entidades omnipotentes por un lado y entidades de voluntad
inferior por otro.

Las segundas subordinadas a las primeras, o amparadas por


ellas.

En el “tiempo presente”, sin embargo, el fuerte de voluntad


nunca lo es a todos los efectos y el pobre de voluntad no
tiene a quién rezar.

En el “tiempo presente”, toda modificación del Cosmos


Compartido está sujeta a burocracias que anulan la
omnipotencia individual.

No obstante, la rigidez no es absoluta.

Si bien resulta inconcebible alterar las reyes del Cosmos


Compartido en el “tiempo presente”, sí es posible
distorsionarlas.

El nuevo paradigma es el paradigma de lo sutil.

Si antaño prevalecía la voluntad que impone, en el “tiempo


presente” prevalece la voluntad que seduce.

Hoy en día resultaría inútil intentar violar las leyes de


la Física caminando sobre las aguas, o atravesando muros.
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Ahora bien, resulta relativamente sencillo canalizar el


funcionamiento del Cosmos Compartido para adecuarlo a
nuestras necesidades.

Para ello es preciso dirigir el pensamiento hacia objetivos


concretos y visualizar un proceso lógico para llegar a
ellos.

Consideraremos “proceso lógico” a todo aquél que implique


una sucesión de causas y efectos que no violen las leyes
del Cosmos Compartido.

Dichas leyes – democráticamente aceptadas por todas las


entidades conscientes – marcan un protocolo que deberemos
respetar.

Evitar el conflicto directo con lo comúnmente aceptado


aumentará nuestras probabilidades de éxito.

En un paradigma democrático como el nuestro resulta casi


imposible que las otras entidades conscientes nos permitan
multiplicar panes y peces.

No se concibe. No se acepta.

No obstante, podemos imaginar concatenaciones de sucesos


que desemboquen en una realidad en la cuál los panes y los
peces lleguen hasta nosotros por vías “explicables”.

Difícilmente podremos derribar una muralla con nuestro


pensamiento.

No se concibe. No se acepta.

Sin embargo, resultará sencillo convencer a las demás


voluntades si visualizamos una sucesión de causas y efectos
que culminen en la apertura de la puerta de dicha muralla.

Visualizar.

Fabricar alternativas convincentes, compatibles con la


realidad vigente.

Una propuesta coherente será aceptada con mayor facilidad


por el inconsciente.

Y, de hecho, ha de ser aceptada por el inconsciente


individual para ser tomada en consideración por el
inconsciente colectivo.
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Si nuestro inconsciente no acepta la propuesta, ésta no


será considerada como opción a la hora de formatear el
Cosmos Compartido.

Si, por el contrario, logramos que el Cosmos Compartido


incorpore nuestra propuesta, ello aumentará nuestro grado
de fe.

Y un aumento del grado de fe incrementará de forma


automática nuestra fuerza de voluntad.

Se trata de un sistema de circuito cerrado, un flujo


circular.

Adaptación a la norma implica éxito,

éxito implica fortalecimiento de la fe,

fortaleza de fe implica fortaleza de voluntad,

fortaleza de fe y de voluntad implican más probabilidades


de éxito a la hora de seguir distorsionando la norma.

El grado de potencia que puede alcanzar una entidad


consciente inmersa en el paradigma democrático es difícil
de determinar.

Ahora bien, ¿hasta qué punto es el paradigma democrático


indestructible?

¿Cabe la posibilidad de que el paradigma democrático se


esté volviendo obsoleto?

¿Cabe la posibilidad de un cambio de paradigma?

Intentaremos responder a esa pregunta en el último capítulo


de esta obra, que es el siguiente.
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7- EPÍLOGO. HACIA UN CAMBIO DE


PARADIGMA EN LA CONCEPCIÓN DEL COSMOS
COMPARTIDO.
Los cambios de paradigma son ilusorios.

Es la entidad consciente la que decodifica la realidad


sometiéndola a categorías espacio-temporales.

Los paradigmas están más allá de la sucesión temporal.


Habitan en el reino de lo arquetípico.

Así pues, cuando hablamos del posible ocaso del paradigma


democrático, hablamos en realidad de un cambio de
perspectiva en la manera en que las entidades conscientes
deciden formatear el Cosmos Compartido.

No podemos profundizar en la mecánica de los cambios de


paradigma sin una teoría sólida sobre la naturaleza y el
funcionamiento de los “conceptos madre”.

Confiamos en apuntalar dicha teoría en nuestra próxima


obra.

No obstante, la intuición nos anima a pronosticar un cambio


de paradigma inminente.

Las entidades conscientes están despertando a una nueva


concepción de la REALIDAD.

Una nueva concepción del Cosmos Compartido.

La Humanidad – y probablemente también el resto de las


entidades conscientes – se vuelve más consciente del Cosmos
que la rodea.

Se vuelve más auto-consciente. Tiene una imagen más clara


de sí misma.

El nacimiento de este libro es quizá el indicio más


significativo de ello.

En términos espacio-temporales, todo parece indicar que el


cambio es inminente.

Esta obra nace con vocación de cumplir una función de


bisagra entre el paradigma que estamos a punto de abandonar
y el paradigma que estamos a punto de adoptar.

Es posible que, cuando cumpla su función, este libro


desaparezca de nuestras memorias.
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Este libro es un espejismo.

Este libro nunca existido.

Este libro siempre existirá.

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