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Delton Santamaría azothk@yahoo.com.

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¿Preguntar?
“Y con todo esto que ha pasado, ¿crees que
algún día llegaremos a saber realmente la
verdad? Sólo tenemos la verdad que somos
capaces de creer.”
En busca de Klingsor

Por Delton Santamaría

¿Existe un consuelo que redima todo pesar? ¿Cómo dejar de ser empleado? ¿Qué puedo
hacer para ser libre? ¿Quién soy realmente para mí? ¿Cómo conseguir lo que se quiere?
Estas y otras preguntas pueden formularse a diario, pero en la indagación correcta, uno
debe prepararse. Antes de preguntar algo, lo conveniente sería saber lo que significa
preguntar correctamente. No todas las preguntas llevan a la respuesta que uno
esperaría. No todo cuestionamiento representa una indagación correcta porque en lo
concerniente a la dimensión interior, a la mente humana, uno puede hacer muchas
preguntas, formular una variedad de cuestiones que parecen significativas, pero que no
lo son. Carecen de sentido. No conducen a ninguna respuesta efectiva. Esto lo he
constatado con las preguntas que la gente formula con respecto al Tarot.

Las preguntas domésticas, metafísicas e intelectuales carecen de sentido en lo que a


indagación interior se refiere, no nos llevan hacia adentro, porque aunque uno reciba la
respuesta apropiada no nos servirá de nada. Preguntar desde la duda, desde la
incertidumbre, desde el miedo al futuro, desde la perspectiva del conocer como
curiosidad, es sólo un puente hacia todo lo que existe en el exterior. Si uno pregunta
desde el exterior, será contundente la respuesta, pero en su aplicación será superflua.
No tiene puertas que abrir a lo interior para despertarnos. Así que, en el momento en
que uno empiece a cuestionar, habrá que observar desde dónde preguntamos, porque
aunque uno siga inquiriendo durante muchas vidas y obtenga muchas respuestas, uno no
estará en conexión con el mundo interior, con el ejecutor real de las maniobras y
hechizos de la realidad. ¿Quién puede realmente confiar en nuestro pasado?

Buscar la verdad nos enfrenta a legiones de sombras del inconsciente, donde la


oscuridad de la ignorancia puede derrotarnos vergonzosamente. La incertidumbre radica
en cuántas reglas, pautas, conductas, actitudes y patrones mentales hemos creado y
fijado sobre nuestra propia persona o inconsciencia de forma permanente y cuántas
parecen provocadas por nuestra propia inercia mental. La solución sólo se vuelve
posible, dentro del campo de la Conciencia, mediante la superación de este límite.
Nuestro inconsciente manipula desde la ignorancia millones de reglas, billones de datos
de información, un laberinto de juegos, aunque éstas no sean del todo conocidas,
precisamente para que uno caiga en la trampa de descubrirlas o determinarlas. Uno
lucha contra sus propios fantasmas, contra las propias sombras imaginarias, contra la
frontera de percepción del ego, una frontera que quizás no exista.

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Delton Santamaría azothk@yahoo.com.mx 04455 19 17 07 62

Hay que preguntamos para acercarnos a la verdad, pero no para obtener la Verdad. Será
una verdad relativa, pero no absoluta. Sería absoluta si en ella depositamos toda nuestra
confianza, todo nuestro espíritu de vida. Uno puede preguntar muchas cosas acerca de
uno mismo, pero saber algo allegado de uno mismo no es conocerte a ti mismo. Nos
podemos aproximar a una cierta verdad, pero esa verdad gira en la periferia y el centro
permanece intacto, lo real se hace escurridizo, absurdo. El riesgo de preguntar conlleva
en entrar en un círculo vicioso de preguntas y respuestas, y cada respuesta creará
nuevas preguntas, luego más respuestas y después más incógnitas. Así, uno permanece
en la periferia, preguntando y siendo respondido. Reuniendo muchos conocimientos
acerca del yo sin conocer el yo de nuestra persona, nuestro propio self real, nuestra
verdadera identidad. No nuestra postiza personalidad, ni nuestra máscara hechiza,
impostada por una sociedad histórica de determinismos y validez epistémica, donde
oficializa lo que es correcto e incorrecto creer, pensar, imaginar o suponer.

¿Cómo podemos preguntar algo que sea significativo? ¿Cómo cuestionarnos para que la
respuesta tenga un sentido sentido en el corazón? Quien pregunta desde la razón
intelectual, del saber verbal, desde la curiosidad epistémica, desde la morbosidad
manipulativa, desde la cojera del chisme ocioso, desde la inercia de sus propios
patrones, no obtiene nada esencial para aplicarlo a la vida real.

Cuando se formula una pregunta, cualquiera que sea, nunca formules una pregunta
preparada, nunca formules una pregunta esteriotipada. No condicionemos la pregunta y
su consecuente respuesta. Cuestiona algo que te concierna directamente a ti, algo que
tenga relación contigo, que lleve algún mensaje transformador para ti. Formula una
pregunta de la cual despenda tu vida. Pregunta algo que cambie tu destino. Formula una
pregunta que te cambie para siempre.

No hagas preguntas domésticas de comadre en chisme, preguntas librescas. No hagas


preguntas prestadas, de fórmulas ya gastadas. No cargues con preguntas del pasado
porque entonces será tu memoria quien pregunte, no tu yo actual. Si haces preguntas
prestadas no podrás llegar jamás a una respuesta auténtica. Aunque el Tarot te de la
respuesta, tú no captarás el mensaje real, y ella no te cogerá a ti: una pregunta
prestada no tiene ningún sentido. Carece de originalidad. Pregunta algo que quieras
saber de ti mismo. No tu persona del pasado, aunque esto se pueda responder, sino
preguntar algo de lo que tú eres en este mismo momento, la persona que está aquí y
ahora, el tú inmediato. Cuando uno pregunta algo actual, del aquí y ahora, se torna
existencialmente mágica la respuesta. No tiene nada que ver con el fantasma rígido de
nuestra persona pasada, con la memoria de lo que nunca fuimos, sino con tu ser.

Una pregunta es absurda y sin sentido, si una vez contestado por el Tarot no cambia tu
vida de ninguna forma, no te transforma en forma radical, de manera efectiva. Por
ejemplo, alguien puede preguntar: “¿Fulano me quiere?”. Ese tipo de pregunta se puede
hacer si solamente la respuesta que uno obtiene va cambiarlo de forma profunda, si con
el querer de fulano la otra persona va ser de un tipo diferente de persona a como venía
siéndolo. Pero si saber si fulano la quiere o no, no va a causar ningún cambio en tu
persona, la pregunta no tiene ningún sentido. Eso es simple curiosidad, no indagación.

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Uno debe de preguntar algo que realmente nos concierne. Pregúntate algo que tenga
que ver directamente con toda tu persona, algo que realmente implique en forma
crucial con tu momento histórico presente y que te afecte de forma inmediata. Indaga
algo que realmente te concierna con tu existencia presente. Sólo entonces la respuesta
tendrá significado para ti, significado en el sentido de que tú serás diferente,
dependiendo de la respuesta obtenida. ¿Realmente te preocupa que te quiera o no
fulano? ¿Habrá un gran cambio en ti, en tu persona real, si fulano te quiere o no? ¿Serías
un tipo de persona diferente? ¿Dejarías de ser la persona del pasado? Y si fulano no te
quiere, ¿cambiaría tanto tu forma de ser que no podrías ser la misma persona que eres o
fuiste? Conocer la respuesta de algo no es poseer un resultado, es caer en el espejismo
de una nueva trampa.

En otras palabras, si fulano le quiere o no, la gente permanece igual. Sólo le interesa la
sabiduría periférica, satisfacer su curiosidad de ego. En realidad no le importa si fulano
le quiere de verás o no le quiera. La pregunta no es sustancial, es efímera fiscalización
para tomar medidas de ego al respecto, es decir, jugar al azote paradójico de “me
quiere, no me quiere” o en su defecto, jugar a la co-dependencia. Si uno quiere algo o a
alguien, lo quiere con la totalidad de su ser, no está husmeando en si uno lo quiere o no.

La sospecha de si le quiere o no fulano, ¡qué más da!, sólo aumenta la ansiedad,


generada por la inquietud y dosificada por la larva del miedo. Arroja tu temor más allá
de toda posible existencia futura y actúa de manera que todo tu ser sea estremecedor y
dramático, una zozobra continua e inútil. Cuando se duda, sospecha de tu
“corazonada”. Marca tu incertidumbre como una tensión orgánica y anímica para que se
revele la respuesta. Las únicas certezas son aquellas experiencias de vida demasiado
intensas, que se hacen reales al experimentarlas.

Hay que dejar que la pregunta surja en ti íntimamente, que brote inmediatamente
desde la emoción del corazón, aquí y ahora, espontáneamente. No cargues con algo del
pasado, no cargues con algo que venga de los demás, no cargues con algo que venga de
otras citas, de otros conocimientos prestados. Deja que venga de ti. Y si no viene nada,
¡mejor! Si no te llega ninguna pregunta y sientes un gran vacío, un hueco profundo, está
bien. Ese vacío es auténtico, es tuyo. En ese vacío pueden ocurrir muchas cosas
mágicas…

Si uno pregunta en forma espontánea, desde tu ser profundo, desde tu forma real de
ser, el propio preguntar se convertirá en una proceso de conciencia. Y ocurren casos,
donde la propia pregunta se convierte en la respuesta. Cuanto mayor sea la profundidad
de donde proceda la pregunta, más cerca estará la respuesta a la verdad. Si uno
pregunta desde el mismísimo centro del ser, desde tu mismo centro de conciencia, no
habrá necesidad de respuesta alguna. La propia pregunta se convertirá en la respuesta
exacta. Si uno hace una pregunta de tal manera que uno esté completamente
consciente, plenamente involucrado en esa incógnita y sin que nada quede fuera de ella,
entonces, uno se habrá convertido en la pregunta misma. Entonces, uno no necesitará
respuesta de nadie. El propio acto de hacer la pregunta con totalidad, con plena
conciencia, se convertirá en la respuesta mágica.

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Delton Santamaría azothk@yahoo.com.mx 04455 19 17 07 62

Se obtienen respuestas periféricas, externas y hechizas si uno no pregunta en lo


profundo de su corazón, desde su núcleo emocional. Cuando uno busca algo que
concierne a lo interior de la persona, la pregunta se transforma en una realidad con la
persona misma. La propia pregunta puede ser no el fin de la respuesta, sino el
cuestionar en forma crítica, preguntar en lo profundo de uno mismo puede ser la propia
búsqueda, puede ser el fin anhelado.

En la búsqueda interior, lo medios y el fin no son dos cosas separadas. Los propios
medios son el fin. Enfocados con Conciencia, los medios son el fin, la búsqueda es la
realización. Pero la pregunta tiene que ser total, auténtica. Tienes que estar
profundamente comprometido con tu pregunta, no debe ser simple curiosidad exterior,
simple satisfacción periférica.

Antes de formular una pregunta, ¡relájate! Uno debe relajar su expediente pasado,
relajar todo condicionamiento, todo formulismo, cualquier pregunta prestada. Antes de
cuestionar, uno debe relajar todo el conocimiento o información obtenido en el historial
de la persona. Relajar la mente para que uno pueda emerger el ser del propio individuo.
Cuando uno se relaja, se enfoca mejor cualquier respuesta. Entonces, ese preguntar se
convertirá en un proceso de Conciencia. Cuando sientas que estás relajado, no dudes en
preguntar lo que te venga primero a la mente.

En ciencia, aunque se busca el comportamiento interno de las partículas atómicas, lo


que observamos es que sólo se busca la reacción significativa de la interacción entre
causas y consecuencias, no se logra ver en los fenómenos lo que nos dice por encima de
sus normas, leyes y patrones, sólo deletreamos lo observado, contemplamos sólo lo que
somos en aquello de lo que vemos, medimos y pesamos. El motivo de cualquier causa es
único y mutable, pero se transforma eternamente. No existe una verdad mejor que la
otra, o una respuesta más fidedigna que otra. En el orden interno de la lógica de las
matemáticas, existe también el caos de lo irracional dentro de la contingencia: el azar.
O mejor dicho, sucede una causalidad relativa de la casualidad absoluta.

En el tablero de las coincidencias existe una conexión llamada Conciencia, cuya furia
organiza las líneas de la memoria de la vida y los hilos del destino. Cuando uno ha visto
el simulacro de la muerte de frente sin temor alguno, sólo queda la ruta hacia la
Conciencia, ésta es la única tarea que puede justificar nuestra vida en nuestros
“contados” días…


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