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Formación Social
Formación social del Ecuador I
- Andrés Cubillos A.
- IV Semestre, Carrera de Política
Hay que entender que formación social no implica única y exclusivamente el proceso de
conformación de la Nación “Ecuador” a partir de 1830, sino también los hechos
precedentes, que establecen, por ejemplo, las condiciones necesarias para que se permita,
en América Latina, y por extensión al Ecuador, su independencia de la corona española
y su posterior asentamiento como República. Para ello será necesaria una breve revisión
histórica de tales acontecimientos.
Por otra parte, resulta menester afirmar la importancia de la construcción de otras teorías
conceptuales que abordan el aparecimiento de lo que se puede entender como formación
social, no necesariamente son conceptos opuestos, incluso pueden llegar a ser
complementarios en ciertos aspectos como se verá más adelante, sin embargo, no entran
necesariamente en las mismas áreas de análisis. El concepto de Nación, nacionalismo
como tal puede ser verdaderamente importante, y es por ello que será tomado en cuenta.
Para la construcción del marco teórico del presente trabajo, será necesaria la intervención
fundamental, en primera instancia de los textos de Enrique Ayala Mora (2008) y Ana
María Sevilla (2013) para determinar un breve contexto histórico previo. A partir de ahí
se introducirán las soluciones conceptuales que plantean Hobsbawm (1991) y Ospina
(1996) con respecto a las naciones y los nacionalismos, para finalmente establecer un
parengon con la categoría de formación social expuesta por Cueva (1988).
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De acuerdo con lo establecido, se omitirán los textos de Deler por cuanto dan una
perspectiva histórica que se considera que es más certera para el objeto del presente
ensayo la que se puede encontrar en Ayala Mora en términos de inmediatez histórica, y
el texto de Anderson debido a su cercanía conceptual con Hobsbawm, además de
encontrarse ya referenciado en Sevilla.
2. Desarrollo
La segunda mitad del siglo XVIII fue de agitación intelectual y cultural en la Real
Audiencia. Se fue gestando un movimiento de reivindicación de lo americano y
lo quiteño, que expresaba el nacimiento de una conciencia incipiente en las élites
criollas. El padre Juan de Velasco, jesuita riobambeño que marchó al exilio por
la expulsión, escribió su Historia del Reyno de Quito, obra monumental que ponía
las bases de la conciencia quiteña y de la búsqueda de esa identidad, al mismo
tiempo que fundaba la historiografía nacional. (Ayala Mora, 2008: 28)
Para la época resulta importante entender que, tal y como explica Ayala Mora, limitarse
únicamente a hablar del proceso de conquista y colonización de América como un
“descubrimiento” es remitirse tan sólo a la perspectiva de los vencedores, o sea, de los
conquistadores (Ayala Mora, 2008: 17), evidentemente, según explica el autor no se trató
únicamente de un proceso de colonización progresiva, ordenada y pacífica: a través de lo
que Ayala Mora explica, el proceso fue todo lo contrario, especialmente en lo que se
refiere a “pacífico”.
Sin embargo, a raíz de las reformas borbónicas que empezaron a tambalear la ya de por
sí endeble relación establecida entre la colonia y la metrópoli (España), así como también
la llegada de nuevas ideas cada vez más “liberadoras” (liberales, en estricto sentido) desde
Europa con el triunfo de la Revolución Francesa y la llegada de la Ilustración, el proceso
de desprendimiento de las colonias latinoamericanas en favor de una independencia de
facto era cada vez más visible. Ecuador no fue la excepción en ese sentido.
Uno de los errores en los que se puede caer si no se tiene cuidado en la interpretación de
la historiografía al leer a Ayala Mora es en determinar que la historia nacional se ha dado
a partir de hitos concretos, cuando en realidad lo que se debe entender es que la historia
constituye procesos mucho más complejos que simples fechas, a pesar de que los autores
aquí mencionados no profundizan sobre el tema en los textos empleados, una tesis propia
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conlleva a la conclusión de que, a través de los sistemas de educación acondicionados en
ese sentido, imbuyen parte del imaginario de la Nación con mayor facilidad precisamente
a través de la constitución de tales hitos históricos. Un ejemplo claro es el que, en un
capítulo posterior al analizado arriba, el autor describe la construcción del Estado
Nacional de la siguiente forma:
Como se verá más adelante, hay aspectos que no sólo se remiten a hechos concretos y
aislados entre sí, sino obedientes todos a un proceso que, incluso, puede llegar a obedecer
a una lógica productiva social.
Antes de ello, conviene analizar el factor geográfico en el cual se introduce Sevilla (2013),
que funge como un elemento importante para la construcción del imaginario colectivo del
Estado. Sevilla (2013, citando a Anderson, 1993) pone en relieve la importancia de los
mapas para el desenvolvimiento de los diferentes proyectos políticos, articula tres ejes
(Estado, nación y territorio) que no son necesariamente visibles pero que, sin embargo,
son relacionables.
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en lo que concierne a la problemática existente entre Nación, Estado y Territorio (Sevilla,
2013:22, citando a Anderson, 1993).
Las naciones son invenciones recientes. Durante largos años hemos intentado
comprender los motivos por los cuales pudo formarse una nación como la
ecuatoriana. Algunos autores han hablado de la casualidad. Muchos han intentado
refutarla mostrando la inevitable emergencia de una unidad política y sentimental
a partir de las entrañas del hecho colonial. Sus orígenes podrían rastrearse en un
pasado indígena: el "Reino de Quito" o los señoríos norandinos. Incluso la unidad
ecológica de los andes de páramo (por oposición a los peruanos andes de puna)
serían interpretados como el antecedente ignorado de la nación ecuatoriana.
(Ospina, 1996: 112)
Volviendo un poco atrás, hacia la constitución del Ecuador como Estado Nación en la
poscolonia, cabe destacar que el sustento de los proyectos políticos que se intentaron
llevar a cambio en pos de la creación y consolidación, no fueron para nada similares en
muchos aspectos, bastan fijarse en el garcianismo y en la revolución liberal para darse
cuenta de ello.
Hobsbawm (1991) analiza el mismo aspecto que en su momento, otros autores como
Pablo Ospina analizarán: los nacionalismos como elementos importantes en la
construcción de las Naciones. El autor no se limita a definirla únicamente, sino que
recorre diferentes definiciones, para finalmente dar dos elementos fundamentales con los
cuales basa su propio análisis, el primero de ellos radica en el carácter de novedad que la
Nación adquiere en determinados contextos, mientras que el segundo está en lo
complicado que resulta entender los elementos como la lengua en su papel de
constitutivos. (Hobsbawm, 1991: 13-15).
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Con respecto al nacionalismo, en cuanto a la cuestión nacional (uno de los tres factores
que considera, además de la nación y el nacionalismo) es más sencilla de determinar de
acuerdo con la definición contextual que el nacionalismo intenta presentar. Sobre esta
base plantea que la nación, según como la describe como “real” sólo puede ser
comprendida de acuerdo con los elementos que la conforman. (Hobsbawm, 1991: 17)
A partir de aquí es fácil determinar que la cuestión nacional, en términos marxistas, para
el autor no se limitan tan sólo al modelo que un Estado pretende mostrar para sí, sino
también al momento histórico en el cual se encuentran; al hacer referencia al momento
histórico, por supuesto se está refiriendo a la etapa que el modo de producción recurrente
en ese momento está atravesando, o sea, qué tan avanzada se encuentra dicha nación en
términos políticos y económicos. (Hobsbawm, 1991: 18).
Ospina difiere de autores como Eric Hobsbawm (1991), en una particularidad al momento
de analizar el nacionalismo en el Ecuador: el Estado como actor dentro de la
conformación del imaginario nacionalista como tal, desde el ferrocarril hasta en concreto,
dos elementos fundamentales: “la apropiación del pasado indígena y la construcción de
una imagen del territorio” (1996: 118).
En el último punto que refiere Ospina parece tener cierta concordancia con lo que plantea
Sevilla a través de Anderson con respecto al papel del territorio en la configuración del
Estado-Nación, aunque Ospina, en este caso, se refiere en particular del imaginario
nacionalista. En todo caso continúa profundizando más adelante, al igual que Sevilla en
la importancia de la cartografía en la construcción de una nación, es ahí donde introduce
el imaginario colectivo como una figura capaz de acentuar el efecto que acciones
concretas, como la configuración político-administrativa del Ecuador, y los conflictos que
suscitaron en torno a dicha configuración, provocan en la construcción del imaginario de
Nación (Ospina, 1996).
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Formación Social
Hasta este momento, hemos analizado brevemente cuáles son los factores constitutivos
de la Nación en contextos distintos, sin embargo, es fundamental que, a partir de aquí, se
transversalice la definición que se toma como punto central.
Algunos puntos ya han sido topados por los autores resumidos anteriormente, sin
embargo, a partir de Agustín Cueva, se intentará sintetizar el marco conceptual
implicando al Ecuador en su formación social.
El concepto como tal se lo puede encontrar en Marx, de acuerdo con lo que Cueva
argumenta, una formación social constituye no sólo una “historicidad concreta” en la que
se puede encontrar el desarrollo de un modo de producción en un punto definido, sino
que, en suma, puede conformarse por la suma de diferentes modos de producción en
diferentes etapas de desarrollo (Cueva, 1988: 12 – 25), entendiendo, por supuesto que, al
no tratarse de un ‘tipo ideal’ en donde sólo se encuentran dos clases antagónicamente
contrapuestas con diferentes castas, o grupos sociales orbitando sobre la contradicción
fundamental, surgen diferentes contradicciones en cada modo de producción, de acuerdo
a cómo esté instituido.
Partiendo desde un análisis más profundo, Cueva (1988) señala que las clases sociales
inmersas dentro de este tipo de contradicciones muchas veces no están conscientes de
pertenecer a una u otra clase social. Ciertamente (y en esto parece concordar con
Hobsbawm y Ospina) el elemento rector que determina su posición dentro de la
reproducción de la vida material está supeditada, de una u otra manera, al entramado
económico que el modo de producción en curso está determinando históricamente
(Cueva, 1988)
Otro factor para considerar es el de la cultura como producto del modo de producción, a
lo cual Cueva responde que, partiendo desde dos premisas fundamentales: que la cultura
es en sí misma una creación humana, y que además, es objetivamente visible, no se puede
negar su carácter primigenio:
al ser la cultura una creación de los hombres, es, quiérase o no, un producto social;
no puede comprendérsela, por tanto, al margen de sus condiciones sociales de
producción y, consecuentemente, de la estructura social a partir de la cual es
producida. Contrariamente a lo que postula el pensamiento idealista, no es la
cultura la que confiere sentido a la sociedad sino que es ésta, a través de sus
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estructuras y procesos, la que confiere sentido a la cultura; en otras palabras, la
que la determina. (Cueva, 1988: 127)
Entonces, dados ya los elementos más importantes que se pueden observar dentro de la
formación social, los puntos sobre los cuales los autores anteriormente expuestos parecen
acercarse a la aproximación que Cueva realiza, se encuentran asentados sobre la premisa
que las particularidades propias de cada Nación, Estado y Territorio tienen una base
económica, de acuerdo a cómo las fuerzas productivas y las relaciones de producción
determinan la superestructura, y estas a su vez, modelan aspectos que configuran el
imaginario de la Nación, como es el caso del territorio, e incluso, la composición político
administrativa, mostrada a través de la cartografía.
Sin embargo, queda implícito que el “carácter clasista” que la cultura de una nación ha
de determinarse en función de su clase dominante, no es una dimensión que resulte ser
suficiente para el análisis que el propio Hobsbawm realice, o que, en todo caso, Ospina
dé por sentada, por lo cual puede resultar, en función del análisis que los dos autores
plantean, en un límite que no puede ser pasado por alto.
3. Conclusiones
Las conclusiones a las cuales se pueden llegar quedan aún completamente abiertas a
cambios en función de lo que la segunda parte del bosquejo presentado pueda llegar a
completar, sin embargo, hay tres cuestiones que, si bien no zanjan el debate de ninguna
forma, por el contrario, formulan nuevas interrogantes.
La primera cuestión tiene que ver con cuáles fueron los factores específicos en cuanto a
materia económica determinaron la formación social del Ecuador como Estado Nación,
las cuales, si bien en este caso han sido vistas de forma meramente superficial, merecen
un análisis más profundo y concreto, que a su vez, ratifique la noción fundamental del
Ecuador como una formación social con sus propias particularidades. Se puede entender
que, a partir de lo expuesto, efectivamente el Ecuador en tanto formación social fue
dotado históricamente de tales particularidades.
La segunda tiene que ver con los imaginarios nacionales y su relación con lo anterior, es
decir, de qué manera la construcción de las identidades, imaginarios y comunidades en
torno a la Nación Ecuador han surgido como una respuesta a los cambios de la base
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operando sobre la superestructura. A lo cual se puede responder que, si bien sí hay un
orden fundamental desde lo económico, los contextos son mucho más complejos.
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4. Bibliografía:
- Cueva, Agustín (1988). “Cap. I. La concepción marxista de las clases
sociales”. En La Teoría Marxista. Categorías de base y problemas actuales.
México: Letraviva — Editorial Planeta del Ecuador, S.A., pp. 7-31
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