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El Humanismo Cristiano

El humanismo es una actitud que intenta reencontrar y recuperar tanto la dignidad, los derechos y
las libertades del ser humano, como su desarrollo y progreso en el mundo en que vive. Esta
actitud, siendo una doctrina y cultura, tiene su origen en la cultura grecolatina y en el
renacimiento, y puede presentarse bajo varias facetas, las cuales excluyen, a veces, la dimensión
trascendental del ser humano.

Sin embargo, el humanismo cristiano entiende que la búsqueda y reencuentro de los fundamentos
de la grandeza del ser humano, arriba mencionados, nunca pueden efectuarse sin el Dios que se
ha revelado plenamente en Jesucristo para salvar al hombre íntegro.

Para captar el sentido del humanismo cristiano, cree que es necesario presentar la exposición
como sigue: los antecedentes históricos, el Renacimiento y el Humanismo, la evolución del
Humanismo y el Humanismo cristiano con sus dos fuentes: la filosofía cristiana y la Doctrina Social
de la Iglesia.

I. Antecedentes Históricos

Durante el siglo XII, Europa conoció un nuevo renacimiento cultural. En efecto, a través de Toledo
y Sicilia entra en contacto con la filosofía y ciencia árabe y redescubre a Aristóteles, entre otros,
junto con las aportaciones de pensadores como Averroes. Pero, lo más significativo es el
descubrimiento del hombre como centro de la creación y medida de todas las cosas, y cuya
principal escuela de la época, la Chartres (Francia), puso mucho más énfasis en el poder de la
razón humana como medio para entender la naturaleza.

Entre las principales figuras intelectuales de este momento, hay que citar a Pedro Abelardo y san
Anselmo, dentro del campo de la filosofía, y Pedro Lombardo, en el de la teología. Por estas
mismas fechas, culmina el desarrollo de las lenguas y aparecen las primeras manifestaciones
literarias en lengua vulgar. A finales del siglo XII, aparecen la Canción de Roldán (en francés), el
Cantar del Mio Cid (en castellano).

Por otra parte, con el crecimiento demográfico y el desarrollo del comercio, surge también el
renacimiento urbano. Nacen y surgen nuevos núcleos urbanos, cuyos habitantes necesitan, en un
mundo dominado por señores feudales, libertad para organizar y desarrollar la actividad
económica y capacidad de autogobierno. Son la artesanía y el mercado urbano los factores que
explican, tanto más que el comercio, este renacimiento.

Hay también una serie de innovaciones técnicas en el arte de la navegación. Se perciben progresos
en los conocimientos náuticos y difusión del uso de las cartas de la navegación, mayor solidez y
capacidad de los navíos y la introducción de la brújula.

El Papado, por parte, autónomo en teoría, había sido controlado por los emperadores hasta el
extremo de que los Papas eran nombrados por el poder civil. Fue así en tiempo de Carlomagno.
Esta dependencia de la Iglesia respecto a los poderes laicos se verificaba, en general en los
territorios del imperio, y de allí nació la idea de la reforma. El primer paso era la reforma moral;
después, se exigía acabar con la venta de cargos eclesiásticos o simonía y con la investidura. Sólo
así la Iglesia podría alcanzar su libertad. Más tarde, los Papas pretendieron ejercer un poder
temporal sobre los reyes y emperadores. Eran la cabeza de la Cristiandad y su poder se extendía a
los asuntos temporales. El emperador quedaba relegado a un papel secundario de simple
delegado del Papa. Pero, el triunfo del papado duró poco. A comienzos del siglo XIV, tras la muerte
de Bonifacio VII, el papado cae bajo el control de Francia. Fue el fin de las épocas de poderes
universales y el triunfo de las ideas nacionalistas.

A partir del siglo XIII, aparecen las universidades. En parte, su aparición es consecuencia del
renacimiento del siglo XII y de la multiplicidad de los centros de enseñanza y escuelas. También
hubo otros factores: el desarrollo urbano, el Papado, la monarquía y el nuevo sentido de la
cultura, que deja de ser patrimonio de los clérigos para difundirse entre la sociedad laica.
Asimismo, la especulación filosófica y teológica alcanzó un extraordinario desarrollo, gracias a la
difusión de las ideas de Aristóteles. En este tiempo, el pensador más notable fue Tomás de
Aquino.

Hasta el siglo XIII, la práctica religiosa se centraba en torno a ceremonias y ritos escrupulosos
regulados por la liturgia, el descubrimiento del hombre, la elevación del nivel de vida de los
europeos y una sensibilidad religiosa más adecuada hicieron ver la necesidad de un nuevo tipo de
religiosidad, más intimista y satisfactoria: la nueva espiritualidad. En realidad, la gente no entendía
una liturgia en latín, elaborada por y para clérigos y monjes. Así comienza la crítica a la Iglesia y su
abandono de los primitivos ideales del Cristianismo. Surgen movimientos heréticos, como el Pedro
Valdo, que defendía la vuelta a los ideales de la pobreza voluntaria. En este ambiente surgieron
nuevas órdenes religiosas. La Orden de los predicadores, fundada por santo domingo de Guzmán y
la Orden de los Hermanos Menores, fundada por san Francisco de Asís., que tenía como rasgo
inicial más importante la pobreza voluntaria. Luego, aparece una espiritualidad de tipo místico,
intimista, muy poco dada a las ceremonias litúrgicas que preparaban camino a la reforma
protestante.

Durante la Edad Media, se separan, en la educación, dos elementos: una formación de carácter
religioso- sobrenatural y otra de tipo humano. De acuerdo con estos criterios, la formación se
diversifica en función de la pertenencia a los distintos estamentos. Y así, la formación de los laicos
es diferente de la de los clérigos; y la de estos últimos es distinta, según se trate de clérigos
seculares, y los regulares (monjes y frailes). Existía, pues, una educación estamental específica,
relativa a cada uno de los estratos sociales. En este sentido, había una formación propia del
monarca, del noble, del clérigo, del comerciante, del artesano, del siervo y también de la mujer.
Cada tipo de educación se imparte en un ámbito social concreto o una institución escolar
determinada. Los clérigos se preparaban en las escuelas parroquiales, episcopales o catedralicias y
en las universidades. Los monjes recibían la formación adecuada en los propios monasterios
(escuelas monacales). Los frailes frecuentaban las escuelas conventuales y, también, las
universidades.

La columna vertebral de la formación medieval la constituían las Siete Artes Liberales y las que
constituyen la coronación: Sagrada Escritura, Sagrada Tradición, y Teología. Las Siete Artes
Liberales (Trivium y Quadrivium), como siete columnas de la sabiduría y las siete virtudes
teologales y cardinales. Las disciplinas del Trivium (gramática, retórica, dialéctica) se denominan
artes triviales, racionales y también lógicas; las disciplinas del Quadrivium (aritmética, geometría,
astronomía y música) se denominan artes quadriviales, reales, Physica y también matemáticas. El
estudio de la Teología y otras disciplinas (Derecho y Medicina, fundamentalmente) constituyen el
núcleo de la enseñanza superior, que era competencia de la universidad.

En definitiva, la decadencia de la sociedad medieval da lugar a una nueva cultura: el Renacimiento.

II. El Renacimiento y el Humanismo.

El Renacimiento se desarrolla en los siglos XV y XVI, hasta bien entrado el siglo XVII, lo que supone
un margen de imprecisión importante. En ese tiempo surge el deseo de volver a las fuentes de la
cultura occidental, en busca de la verdadera filosofía y de una piedad más sencilla y auténtica. Se
trata, pues, del Humanismo.

1. Las relaciones entre el Renacimiento y el Humanismo. Éstas se presentan bajo el aspecto de una
polémica: mientras que el humanismo se caracterizará por el retorno a la sabiduría clásica, en el
marco de una preocupación fundamentalmente de signo filológico y teológico, el Renacimiento lo
hará como impulsor del desarrollo de la ciencia. Así, el Renacimiento, sin renunciar a los temas
básicos del humanismo, le superará, al desligar tales temas de la perspectiva teológica y enlazarlos
con el pensamiento científico.

El ideal común de este período del renacimiento viene definido por la esperanza de un renacer del
ser humano a una vida verdaderamente “humana”, mediante el recurso a las artes, las ciencias, la
investigación, poniendo de manifiesto la consideración del ser humano como ser natural, en
oposición a la consideración medieval del ser humano como ser-para-Dios. Aparecen nuevas
actitudes fundamentales: nacionalismo, individualismo, espíritu laico, criticismo. En cuanto al
nacionalismo, el renacimiento fue un movimiento nacional italiano, resultado de la aspiración a
constituir una república italiana, fruto, pues, del particularismo nacional.

El retorno a los antiguos significa no sólo la recuperación de su obra, sino fundamentalmente el


retorno al principio, a los orígenes de la vida humana, cultural, del ser humano. Volver al principio
no significa volver a Dios, sino precisamente al terreno del hombre y del mundo humano. De ahí la
valoración del pensamiento filosófico pre-cristiano. El retorno significa, además, una conquista. La
vuelta a los orígenes, al principio, conlleva la conquista de la personalidad humana. El que este
retorno se efectúa mediante las artes y las ciencias y no mediante experiencias místicas interiores,
por ejemplo, significa una búsqueda de la objetividad. En efecto, sólo la objetividad puede poner
en evidencia el status original del hombre frente a la naturaleza, es decir, manifestar su origen y su
condición humana.

En todo caso, el Renacimiento fue un movimiento típico de la Edad Moderna, caracterizado por
nuevas actitudes fundamentales: nacionalismo, individualismo, espíritu laico, criticismo. En cuanto
al nacionalismo, el renacimiento fue un movimiento nacional italiano, resultado de la aspiración a
constituir una república italiana, fruto, pues del particularismo nacional. Fue también un retorno a
la Antigüedad clásica romana. Esta cultura antigua era pagana. Por tanto, se intentaba leer los
textos de manera pagana también. Pero, más allá de las formas paganas, no se puede olvidar los
elementos cristianos del Renacimiento. El lema de la vuelta a las fuentes demostró fehaciente su
eficacia en la recuperación de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia. Se desprecia de la
Escolástica medieval. De esta manera, surge un materialismo peculiar, que prescindía
prácticamente de lo sobrenatural, una indiferencia frente a la teología y la Iglesia, el cristianismo
se diluyó en una filosofía moral. En lugar de buscar respuestas a los problemas de la religión o de
la formación de la vida en las fuentes de la revelación, se le busca en los clásicos paganos.

En vez del más allá y el reino de Dios, el más acá y su belleza y la perduración de la fama del propio
nombre. Se fue descubriendo más y más le hermosura del mundo, buscándola en los viajes y en un
nuevo modo de contemplar la naturaleza.

Otra novedad fue el estudiar los textos con los métodos de la crítica filológica, no sólo de los
textos de los clásicos antiguos, sino también de los de los Padres de la Iglesia e incluso el de la
Sagrada Escritura. Esta forma el humanismo encontró al hombre que había de convertirse en su
más brillante representante, el holandés Desiderio Erasmo (1469- 1536). Descubrió Erasmo la
importancia de las lenguas bíblicas. Con ello, estudió erudita y reverencialmente el Nuevo
Testamento. Su ideal era el cristiano formado, no el hombre piadoso.

El renacimiento fue esencialmente un movimiento laico. Un movimiento que implicó y desató


tendencias conducentes a la secularización del mundo, que antes era fundamentalmente
teocéntrico. Se pasa del teocentrismo al antropocentrismo

El Renacimiento fue una cultura de expresión. En este sentido, tuvo fundamentalmente un


carácter estético y artístico y poseyó la capacidad de expresarlo con impresionante plenitud.
Surgió así un nuevo ideal de la vida. La idea de la libertad y de los derechos humanos tiene aquí
claramente sus comienzos. La libertad fue sobrevalorada a costa de la fe. Exaltación de la libertad
individual tanto en el orden teológico como el orden cultural y social. De este movimiento, surge
el humanismo.

2. El Humanismo. Se llama así al cultivo de las ciencias humanas en el Renacimiento (lenguas


clásicas y modernas, geografía, historia, derecho, arte) a que tan inclinado es el hombre
renacentista.; de modo general, el humanismo puede significar también glorificación, por lo
menos, la valoración del hombre y de lo humano. En Edad Media predomina las ciencias divinas
(teología, filosofía sometida a la fe, moral). El hombre tiene una visión más bien humilde sobre sí
mismo, se consideraba pecador, y, a penas, tenía celo por su dignidad humana sino sólo y más en
cuanto se consideraba hijo y criatura de Dios.

El Renacimiento dio lugar a un desarrollo de la ciencia. El progreso se notó en las ciencias del
hombre. Andrés Vesalio fue el fundador de la anatomía como ciencia, ante el escándalo de sus
contemporáneos por dedicarse a disecar cadáveres. El español Miguel Servet y el inglés Harvey
descubrieron la circulación de la sangre;

Quizá los descubrimientos más importantes se operaron en el campo de la astronomía. Nicolás


Copérnico (1473-1553), se dio cuenta de que la tierra gira alrededor del sol (heliocentrismo);
teoría que suscitó fuertes polémicas.

En la formación del Humanismo se distinguen dos etapas. La primera es llamada latina y consiste
en un proceso a través del cual se asimila todo lo clásico romano. Petrarca y Bocaccio hallan las
historias de Tácito, Boggio los Discursos de Cicerón y Quintiliano, y más tarde los Anales de Tito
Livio. La segunda etapa es denominada griega. El hombre medieval tenía un conocimiento muy
impreciso de lo griego, a pesar de las traducciones árabes de obras clásicas helénicas y del
contacto con Bizancio. La imprenta, pues, divulgó el Humanismo y lo mismo hizo la Universidad.

Entre las tendencias, el humanismo petrarquizante se basa en la conjunción del clasicismo y


cristianismo. En Nápoles, el humanismo tuvo un núcleo importante gracias al mecenazgo que
ejerciera Alfonso V de Aragón. Sobre sale Lorenzo Valla. Formado en Florencia en el rigor
ciceroniano, pasó, después, al estudio de Quintiliano, abandonando las enseñanzas anteriores.
Demostró, con su humanismo crítico, que no era posible conciliar lo clásico y lo cristiano. De ahí,
pasó a la crítica de la Iglesia en sus principales aspectos.

En Roma, los Papas ejercieron un generoso mecenazgo, convirtiendo a la ciudad en el tercer gran
foco del humanismo italiano. Se destacó en la labor de Nicolás de Cusa, protegido por Pío II, que
trató de preparar el camino para conciliar neoplatonismo y cristianismo.

Aspectos muy interesantes toma el humanismo de Leonardo da Vinci, quien funde pensamiento y
técnica. En Padua, florecía una brillante escuela de tendencia aristotélica a través de textos de
Averroes. El máximo representante fue Pomponazzi, el cual no consideró posible unir cristianismo
y aristotelismo, separando, pues, observación y fe, verdad científica y verdad religiosa.
Pomponazzi y sus discípulos, por su parte, son el punto de partida de la ciencia secularizada.

El círculo humanista de gran interés fue el de Nüremberg, en el que brilló Reginamontano,


impulsor de estudios cartográficos, astronómicos y matemáticos. El máximo representante del
humanismo nortealpino es Erasmo de Rotterdam. Su obra supone la síntesis de las tendencias
renovadoras. El ataque crítico de Erasmo a las estructuras de la Iglesia abre la brecha por donde
penetrará el movimiento protestante.

III. Evolución del Humanismo

A partir del renacimiento, y rechazado el teocentrismo, el hombre pasó a ocupar el centro de toda
actividad sin tener que recurrir necesariamente a Dios para fundamentar y justificar sus
actividades. Esta tendencia (que pocos acertarán, como Moro, a integrar con su fe) se irá
desarrollando a lo largo de la historia hasta presentarse como una disyuntiva: o el hombre o Dios.

Surgieron humanismos no religiosos, concepciones del hombre, del mundo y de la historia, que
prescinden de Dios o niegan resueltamente a Dios como si fuera una pieza falsa de una correcta
idea del hombre y de su vida. Entre otras respuestas, destacan por su importancia sociológica:

• El humanismo marxista: que espera todo del hombre y de su futuro paraíso en la tierra.

• El materialismo, que confía lograr la felicidad del hombre a través del progreso meramente
material.

• El Nuevo positivismo, que presenta la técnica universalizada como forma dominante de la


dinámica humana.

Con el tiempo, al creyente se le negará una plaza en la tarea de hacer al hombre porque (se dirá,
se dice) Dios es un rival para el hombre y la Iglesia un freno para el progreso.

IV. El Humanismo Cristiano


1. Origen del cristianismo. La aceptación e incorporación del cristianismo como religión oficial de l
estado romano es un síntoma claro de la transformación radical de la ideología clásica del
imperialismo romano: ideología que había sido la base de su grandeza y de su larga perduración. El
cristianismo, que tenía como ideas capitales el universalismo y la salvación individual, se mostró
radicalmente opuesto al culto al emperador.

La doctrina de Jesús de Nazaret, llamado Cristo, nacido por obra del Espíritu Santo (cf. Lc 1,1),
recibe el nombre del Evangelio, Buena Nueva, Buena Noticia. Esta doctrina nacía apoyándose en la
base dogmática del monoteísmo judío, pero suponía una superación y sustitución de su moral por
unos nuevos principios de amor, igualdad y fraternidad; junto con la enseñanza del camino para la
redención individual, con la promesa de la salvación eterna.

La doctrina de Cristo supuso una revolución, al anunciar el reino de Dios (“Haced penitencia, pues
el reino de Dios está cerca”), y al dirigir sus enseñanzas más allá del alcance de la política (“Mi
reino no es este mundo”), intentando despertar en cada uno de sus seguidores la conciencia de su
dormida espiritualidad interior. Para ello, tuvo que luchar contra el formalismo propagado por los
fariseos, destruyendo el orgullo, la ambición y las pasiones terrenales.

2. La difusión del cristianismo. El carácter del cristianismo fue impuesto por Jesús a sus seguidores,
los Apóstoles, en primer lugar. Éstos, encabezado por Pedro, se dedicaron a extender la nueva
doctrina de salvación, incluso más allá de Israel. Comenzaron por las colonias de judíos por todo el
mundo, ya que, por afinidad ideológica y cultural, eran los más próximos a la doctrina cristiana, y
propensos, por ello, a la conversión

Por esta razón y por haberse declarado públicamente Hijo de Dios, los judíos acusaron a Jesús ante
sus autoridades y las romanas de impostor y de haber subvertido el orden romano. Fue, por ello,
condenado a muerte y ejecutado en la cruz, el castigo propio de los ladrones y asesinos. Pero, Dios
lo resucitó de entre los muertos al tercer día. Subió al cielo. A los cuarenta días, envió al Espíritu
Santo. A partir de este momento, los apóstoles difundieron el mensaje de salvación de Jesús por
todo el mundo.

Pedro, elegido por Jesús como cabeza de la Iglesia, marchó primero a Antioquia, donde por
primera vez los paganos denominaron a los seguidores de Jesús (los santos) cristianos., y luego
marchó a Roma, capital del imperio.

Junto al apóstol Pedro, fue Pablo la figura más importante en la difusión del cristianismo como
religión universal. De perseguidor de los cristianos, tras una crisis religiosa, se convirtió al
Cristianismo y pasó a ser un ferviente difusor de la nueva doctrina, no sólo entre judíos, sino
también en los ambientes romanos (Apóstol de los gentiles). Como consecuencia de la labor
proselitista de los fieles cristianos, la religión de los seguidores de Jesús, a quien solamente una
minúscula parte de la población del Imperio había conocido, y que sufrió el castigo de Roma
reservaba a los más indignos de súbditos, pasó a convertirse en la única religión oficial del estado.

3. Las persecuciones. El cristianismo fue objeto de numerosas persecuciones, que condujeron a


muchos de sus fieles al martirio y a la muerte, por no abjurar de unas ideas consideradas
peligrosas y revolucionarias, y no sólo por razones estrictamente religiosas. Desde el punto de
vista político, negaban la divinidad del emperador y, por tanto, el culto a su figura, rechazando el
cumplimiento de los obligados preceptos religiosos oficiales. Esta actitud de negar la autoridad del
emperador minaba la unidad y la consistencia del Imperio, por lo que fueron oficialmente
declarados enemigos del Estado.

4. El triunfo del cristianismo. A finales del siglo IV, el cristianismo experimentó el inicio de una
etapa expansiva que no habría de interrumpirse a partir de entonces. Penetró en todos los grupos
sociales de las ciudades, llegando hasta las capas más altas de la Administración del Estado. A
Partir de Constantino contó con la protección del emperador, quien intervendría, a partir de
entonces, en los conflictos internos de la Iglesia antes perseguida, la religión cristiana se había
convertido en una religión de Estado, identificándose los interese de éste con lo de aquél.

V. El Humanismo Cristiano

El humanismo cristiano puede definirse como concepción de la persona humana y de la sociedad


que se fundamenta en los valores y principios del cristianismo, proyectando hacia la sociedad
humana dichos valores y principios para inspirar las relaciones entre los seres humanos y
orientarlos en su labor de construir un orden social justo, solidario y ético.

El humanismo cristiano cree en la providencia de Dios Padre, espera la salvación del mundo por
medio de su Hijo unigénito, Jesucristo, y propugna la caridad en la verdad, es decir, el amor
fraterno o fraternidad humana, como ley fundamental del Cristianismo, para el progreso y
desarrollo integral del ser humano y de la humanidad, dando respuestas a los problemas que
azotan al hombre: del hambre, miseria, pobreza, guerras, violencia, injusticia, desigualdad,
analfabetismo y enfermedades endémicas que padece y sufre.

El humanismo cristiano tienen dos fuentes principales: la filosofía cristiana y la Doctrina social de
la Iglesia, que trazan líneas de orientaciones a cerca de la concepción de la persona, los valores del
orden social, la justicia en las relaciones humanas y entre los Estados, el bien común como
finalidad de la acción política y la ética como sustento de ésta.

La Caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del autentico desarrollo de cada persona y
de toda la humanidad. Tiene su origen en Dios, Amor eterno y es la vía maestra de la doctrina
social de la Iglesia. Además, ella da verdadera sustancia a la relación con Dios y con el prójimo.

5.1. La Filosofía Cristiana

Como hace la filosofía propia del hombre, el cristiano también se interroga sobre el verdadero ser
del hombre. Éste es definido, desde diferentes ópticas que lo reducen, muchas veces, a
concepciones quasi materialistas, prescindiendo de su dimensión trascendental. Sin embargo, la
filosofía cristiana presenta la verdadera esencial del hombre.

A. Enmanuel Mounier (1905-1950).

Universitario, de familia cristiana, sensible a su mundo e inconformista ante todo


aburguesamiento, Mounier, profundo creyente, lanzará, con su vida y con su obra, una llamada a
la revolución y al compromiso que llevan a la salvación de la persona.
El personalismo. Su filosofía se llama personalismo. Esta filosofía se sitúa entre el espiritualismo y
el materialismo. Frente a la dulcida división cuerpo y alma, Mounier concibe al hombre como un
todo entero cuerpo y todo entero espíritu. Dirá también que el fin de la alienación económica no
es el fin de toda alienación. Además, la persona supera el individualismo burgués y el colectivismo
marxista. Para Mounier, la persona no es objeto de definición, sino de descripción: su vida
personal, sus modos, sus caminos. Lo contrario de la persona es el individuo que engloba todas las
maneras de vivir de forma no personal. La persona sólo puede llegar a ser persona en la
comunidad: “Una comunidad es una persona nueva que une a las personas por el corazón”. Un
individuo, que percibe a los demás como “algo”, no puede constituirse en comunidad, Sólo puede
brotar una auténtica comunidad de la comunión de personas que perciben a los demás como
“alguien”.

B. Gabriel Marcel (1889-1973).

El pensamiento de G. Marcel pertenece al existencialismo, al que imprimió un carácter cristiano.


Para él, lo religioso constituye una categoría fundamental de la existencia, que se nos revela
precisamente a través de la experiencia religiosa: existir es esencialmente participar en el Ser. En
él estamos inmersos, y sin él la vida no tendría sentido.

Para Marcel, otra categoría fundamental de la existencia es la relación humana. Pero la relación
humana, la apertura al tú, la relación con el “otro”, lleva necesariamente a la relación con Dios. El
amor, la fidelidad y la esperanza son signos de la presencia del misterio de Dios en la vida.

“Misterio” es para el hombre la existencia, el “ser” y Dios. Para acercarnos a él no basta el


pensamiento lógico, sino dimensiones espirituales como la fidelidad, la esperanza.

5.2. La Doctrina Social de la Iglesia

La Doctrina Social de la Iglesia, iniciada con la célebre Encíclica Rerum Novarum (1891) que
denunció los excesos e injusticias del capitalismo y del liberalismo,- como luego otras lo hicieron
respecto del socialismo y del comunismo y, también, del neoliberalismo, traza las grandes líneas
de la acción de los cristianos en la vida social y política, promoviendo su participación para realizar
el bien común, la justicia social, la solidaridad y la ética. La doctrina social de la Iglesia es la
proyección del dogma y de la moral cristiana sobre el plan social. Esta doctrina, si bien inspirada
en la palabra de Dios, no vale únicamente para cristianos; vale para todos los hombres, cristianos
o no cristianos, porque ofrece criterios universales sobre la dignidad de la persona, sobre los
valores, la paz, la justicia y la solidaridad.

Los principios básicos del orden social: la dignidad de la persona humana, la sociedad, el bien
común y la justicia social y caridad.

A. La dignidad de la persona humana. La dignidad de la persona humana es el principio y


fundamento de toda la doctrina social de la Iglesia. Esta dignidad le viene por su origen creatural:
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Como ser digno, libre y social, que tiene un destino
individual pero que sólo se desarrolla plenamente en sociedad, mediante la solidaridad con los
demás. Actualmente, existe la cuestión de la bioética. La bioética es un campo prioritario y crucial
en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está
en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral. La biotecnología interviene en la vida
del hombre. La trágica cuestión del aborto; los intentos de clonación a los humanos y de la
eutanasia; exhumaciones de restos humanos y la extirpación de órganos para fines lucrativos y
mágicos, ponen en peligro y minimiza la dignidad de la persona humana.

Tratándose de una persona, no faltan derechos y obligaciones. En efecto, la persona gozan de


derechos, cuyas propiedades son: inalienabilidad, inviolabilidad, obligatoriedad, anterioridad y
superioridad a las leyes, acuerdos y convenios de los hombres.

Detrás de estos escenarios, hay planteamientos culturales que niegan la dignidad humana,
fomentando una concepción materialista y mecanicista de la vida humana.

El Papa Juan XXIII, en la Pacem in Terris, sistematiza los derechos fundamentales del hombre en
ocho categorías:

a. Derechos físicos:

• La existencia.

• La integridad física.

• Los medios para un nivel de vida digno

(alimentación, servicios sociales, habitación).

• La seguridad social (enfermedad, vejez, etc.).

b. Derechos morales:

• Debido respeto.

• Buena reputación.

• Libertado para defender sus ideas.

• Libertad para cultivar cualquier arte.

• Información objetiva.

c. Derechos culturales:

• Instrucción fundamental-Formación técnico-profesional.

• Educación intelectual superior.

d. Derechos religiosos:

• Honrar a Dios según el dictamen de la recta conciencia.

• Profesar la religión privada y públicamente.

e. Derechos vocacionales:

• Libertad de elección de estado.

• Fundación de la familia.
• Elección según vocación religiosa.

f. Derechos económicos:

• Libre iniciativa de la economía y en el trabajo.

• Trabajo en buenas condiciones físicas y morales.

• Justa retribución del trabajo.

• Propiedad privada.

g. Derechos sociales:

• Reunión y asociación.

• Emigración e inmigración.

h. Derechos políticos:

• Tomar parte activa en la vida pública

• Tutela jurídica de los propios derechos.

B. Sociedad y Autoridad. Aunque Juan Jacobo Rousseau dijo homo hominis lupus, la verdad es que
no se puede ser hombre sin hacerse hombre, sin vivir entre hombres. Es decir, el hombre no
puede hacer crecer en él su vida y su personalidad sin convivir con otros, ya que es la sociedad la
que hace posible la perfección de la vida humana. En este sentido, un cristiano tiene sentido social
cuando se siente solidario de lo que hacen y les pasa a los demás (se puede hablar de solidaridad y
subsidiaridad= no asistencialismo). Sin embargo, no se puede concebir una sociedad de personas
sin autoridad. Por eso, se puede decir que es absolutamente necesaria la autoridad en la sociedad,
ya que ésta exige un mínimo de organización. Quien dice organización dice orden, y por
consiguiente, bajo una forma u otra de autoridad. Ésta es el principio de unidad, al que competen
dos funciones:

• La función primaria es coordinar, unir las actividades para un objetivo común.

• La función secundaria es vigilar y reprimir las tendencias antisociales y castigar sus indebidas
manifestaciones. Así, una sociedad no puede llegar a su madurez mientras la autoridad no
promueve debidamente el bien común. Cabe señalar también que autoridad y poder no son
exactamente una misma cosa. Mientras el poder es la capacidad de imponerse y obligar por la
fuerza a que hagan lo que él ha determinado, la autoridad se sitúa en el derecho moral de mandar
y determinar la conducta de los demás imponiéndoles un deber de conciencia y exigiendo, por
tanto, una adhesión moral y personal.

C. El Bien Común. El bien común es uno de los temas fundamentales de la doctrina social de la
Iglesia y constituye el punto de partida para determinar la relación que existe entre el individuo y
la comunidad. No se puede comprender el bien común si no se entiende cuál es el fin último de
orden sobrenatural que consiste en alcanzar a Dios y la felicidad eterna y cuál es el fin de orden
temporal: conseguir el pleno desarrollo de la propia personalidad entonos los aspectos: físicos,
culturales, espirituales.
En efecto, el bien común no es únicamente:

• una gran cantidad de riquezas donde cada miembro de la sociedad toma parte según sus
necesidades y deseos (concepción materialista y cuantitativa del bien común.

• una simple suma de bienes particulares.

• un orden establecido que hay que conservar. Es un estado en evolución constante, que tiene
que ir perfeccionándose sin cesar.

¿Qué es entonces el bien común? Según Pacem in Terram de Léon XIII, el bien común consiste y
tiende a concretarse en el conjunto de aquellas condiciones sociales que consienten y favorecen
en los seres humanos el desarrollo integral de su propia persona. Alcanza a todo el hombre, tanto
a las necesidades del cuerpo como a las del espíritu.

A tal efecto, cabe también enumerar los elementos esenciales constitutivos del bien común, desde
los más ínfimos hasta los más elevados, abarcándolos en tres grupos:

a) Los bienes materiales, que tiene una función instrumental al servicio de fines más elevados: la
riqueza industrial, agrícola o comercial, la técnica, los servicios, las fuentes de energía, los
transportes, las carreteras, etc.

b) Los bienes culturales, con una categoría superior a los anteriores: lengua, cultura, tradiciones,
instituciones, arte, literatura, etc.

c) Los bienes morales, la comunión de todos y cada uno en su adhesión a la verdad, la amistad, la
justicia, la paz, etc.

Para que se realice el bien común, es preciso que estos tres tipos de bienes se den en la cantidad o
proporción exigidas por el tiempo y lugar y estén debidamente jerarquizados, de manera que los
materiales estén subordinados a los culturales y unos y otros a los morales.

Hace falta también, para su justa distribución, que estos bienes estén de un modo permanente al
alcance de todos los miembros de la sociedad para que cada uno pueda conseguir el pleno
desarrollo de sus cualidades personales.

D. Justicia Social y Caridad. La justicia y la caridad son las virtudes que más directamente se
refieren a la sociedad. Donde hay amor habrá justicia, y con la justicia y el amor surgirá la paz. La
justicia se define como la virtud que inclina al hombre a dar a cada uno lo suyo. En realidad, la
justicia es virtud por que es un hábito de obrar el bien; dar a cada uno lo suyo, objeto de la justicia,
hace referencia a algo objetivo, algo a lo que se tiene derecho. El fundamento de la justicia es la
naturaleza social del hombre. Por eso, la justicia no tiene sentido sin el hombre. La justicia
(conmutativa, distributiva, general o legal, considera a los hombres y los ordena en sus relaciones
con los otros. Para que la justicia sea efectiva, interesa la caridad, es una virtud sobrenatural que
inclina al hombre a amar a Dios y al prójimo; refiriéndose a la caridad social, la consciencia del
cristiano de que vive en una sociedad.

Sin caridad la justicia puede limitarse a los derechos reconocidos por la ley. La justicia por sí sola
no puede engendrar la convivencia en la tranquilidad y en la paz. En todo caso, la justicia y la
caridad son los fundamentos del orden social.

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