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Este libro fue publicado por la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela,
Caracas, en 1965)
PRESENTACION
PRÓLOGO
Desgraciadamente los animales no somos como las plantas —sino muy diferentes
a ellas— en lo que respecta a la alimentación. Los vegetales son capaces de sintetizar
sus propios alimentos —glúcidos, lípidos, proteínas, vitaminas— mediante la función
clorofílica, en cambio que los animales tenemos que obtenerlos, directa o
indirectamente, de las plantas. Quizás esta sea una de las razones que longevidad
apreciable a la gran mayoría de las especies vegetales. Otra razón es, sin duda, la
eliminación rápida de los residuos metabólicos a la cual se remite, fundamentalmente,
el presente libro
.
Hasta qué punto los tratamientos que sufren nuestros alimentos, con el fin
hacerlos más blandos o más gratos al paladar, son dañinos en mayor o menor grado al
organismo, debe ser, cada vez más, motivo de extensas investigaciones. Y los primeros
resultados pueden comprobarse en los tratamientos que la Medicina ya está aplicando
a pacientes de las más diversas enfermedades: cardiovasculares, renales, digestivas,
dentales, dermatológicas, carenciales, infectocontagiosas, etc., etc.
Existe una corriente dietética que parte de las costumbres y prácticas hindúes y
que se extiende y cobra fuerza en el mundo moderno. De suerte que es un regreso a la
alimentación natural no desnaturalizada. Y la presente consideración biológica y
antropogenética de la misma es una contribución muy oportuna y de gran interés al
problema de una alimentación mejor y más conveniente para el hombre de hoy. Aunque
en muchos aspectos es discutible, este libro del doctor Scola estimula y orienta en el
sentido de mantener la salud, preventivamente, en base al régimen dietético cotidiano.
Es evidente que el ciudadano de todos los países civilizados del mundo está
sometido, cada vez más, a numerosas presiones antinaturales que afectan la trilogía
fundamental de su fisiología: digestivo-circulatorio-nervioso, y que el desajuste de estas
tres funciones cíclicas es causa de males, especialmente en cuanto a la progresión
alarmante de los morbos degenerativos. Por lo tanto, una alimentación más biológica es
DEDICATORIA
ALEXIS CARREL
(28-06-1873 - 5-11-1944),
MIKKEL HINDHEDE
(1862 - 1945)
MAX BIRCHER-BENNER
(1867 - 1939) y
ARE WAERLAND
(1876 - 1953),
la obra, de que una alimentación desnaturalizada puede originar o favorecer las más
diversas enfermedades (incluyendo el cáncer) en animales y hombres. Y en vez de
prevenirlas, de acuerdo con todos estos descubrimientos, por una alimentación no
desnaturalizada, lo que sería lo lógico y sincero; gastamos miles de millones de dólares
y movilizamos un ejército de científicos y médicos cada vez más numeroso y más
complicado, para curar o mitigar las enfermedades ya manifiestas (!), todo bajo la
dominante influencia y propaganda de los respectivos “intereses creados”,
Dichos “intereses creados” son especialmente las industrias de los alimentos
desnaturalizados (azúcar blanca, aguardiente, harinas y féculas desvitalizadas, grasas
refinadas, conservas, etc.) y las aún más poderosas industrias químico-farmacéuticas.
Por ejemplo, en Alemania, la producción de especialidades farmacéuticas se calcula
oficialmente así: 1953 = 0,9 mil millones de marcos (DM); 1963 = 3,6; 1964
probablemente = 4,2 y 1965 5,4 mil millones de marcos (DM); y el 30 de enero de 1964
estuvieron registrados en Alemania ya más de 60.000 (!) productos farmacéuticos. ¡De
veras, aquí cabe la advertencia del profesor doctor Jorge Bejarano! (citado en el texto):
¡Ansiosamente la humanidad se precipita tras de todos estos fármacos!
Lamentablemente, las interesadas industrias, etc., defienden y elogian este desarrollo
apocalíptico como “moderno” y “progresista”, y fomentan los aludidos recelos humanos
para no cambiar nuestros hábitos alimentarios antinaturales.
Y así ocurre que el correspondiente auge de las caries dentarias, arteriosclerosis,
cáncer, reumatismo, etc., se trata de excusar apresuradamente con uno de los factores
adicionales, corno son la falta de “fluoruro”, el “stress”, los “virus” y el “clima’,
respectivamente, para mantener las ganancias fabulosas que aportan los alimentos
refinados y las medicaciones.
La expuesta insinceridad constituye —nolens, volens— una gigantesca
explotación comercial de los pueblos artificialmente enfermizos por dicha causa... Es
notorio que las desvitalizaciones comerciales, en cuanto al arroz, llegaron a causar en
muchos millones de habitantes del Asia y África la enfermedad “Beriberi”, que significa
“Gran Fatiga”; pero en cambio se ha silenciado que las demás desnaturalizaciones
comerciales, en casi todos los alimentos modernos, provocan las mismas
consecuencias enfermizas y degenerativas, en los más diversos grados y formas
(compárese la obra del profesor doctor Weston A. Price y sus elocuentes fotos,
comentadas en el texto).
Ahora bien, si no existiera la explosión demográfica del país y del Continente
(véase la Parte III) y el auge de la arteriosclerosis y del cáncer (véase la Parte IV)
podríamos tal vez seguir con nuestro estado enfermizo artificial y resignarnos. Pero las
crecientes emergencias sociales: la pobreza, el hambre, la desnutrición, la anemia, la
degeneración arterial, dental y cancerosa, etc. —todas en progresión inquietante—,
obligan por fin a recurrir a la alimentación natural que, según lo expone el presente
libro, no sólo es saludable y baratísima, sino también mucho más ventajosa para la
producción agrícola y la economía nacional e internacional.
Asimismo se insiste en la Parte III en que no deberíamos emprender la Lucha
contra el Hambre y la Desnutrición, de ninguna manera, con los alimentos —ni
“excedentes”— desnaturalizados y morbígenos. Por ende, debemos cortar
enérgicamente el círculo diabólico mercantil: Alimentos desnaturalizados —
Enfermedades — Medicaciones, etc., mediante una alimentación más natural y
preventiva.
Así, podemos decir que la Alimentación Natural constituye un auténtico “Recurso
Natural” tal como lo son nuestros bosques. Esta comparación parece muy adecuada, ya
que podemos vivir también sin los bosques, pero entonces igualmente artificial e
insalubremente. Por lo tanto, urge sembrar entre los legos y doctos una “conciencia
proteccionista” de cuidar nuestros bosques como la fuente del oxígeno y del agua, pero
también de proteger nuestros alimentos naturales como la fuente de las sustancias
vitales (ver Tabla 2), o sea, de la salud natural.
Recalcamos que dicha Conciencia Proteccionista hacia la naturaleza —nuestra
cuna— es, en primer lugar, una cuestión educativa, a la cual desea aportar el presente
trabajo, responsable y desinteresadamente, los fundamentos objetivos-científicos y a la
vez los éticos-educativos; y por ello es que nos permitimos rogar a todos los futuros
críticos y censores de esta obra, que formen su respectivo criterio muy por encima e
independientemente de sus propios hábitos o intereses (véase también el final del
Preámbulo de la Parte 1), tal como lo hizo en enero de 1964 el Jurado Supremo de los
Estados Unidos con respecto a los peligros del tabaquismo, cuyos cinco miembros
***
El Autor
INTRODUCCIÓN Y LEMAS
“La salud no lo es todo, pero sin ella todo lo demás es nada”, escribió
enfermo el filósofo Arturo Schopenhauer, y nosotros podemos añadir, hoy en día, que
esta verdad vale no sólo para el hombre individual, sino también para cada colectividad
humana o una nación entera.
Todo nuestro adelanto científico y técnico será —ya dentro de pocas generaciones
— desilusionante y negativo si las enfermedades, la invalidez y las cada vez más
complejas instituciones asistenciales siguen creciendo al mismo ritmo violento de los
últimos tiempos.
Las actividades asistenciales ya han alcanzado enormes dimensiones en muchas
empresas grandes y ciudades modernas. Casi siempre, se presentan e interpretan
estos crecientes conglomerados hospitalarios y clínicos de todo tipo como un verdadero
progreso, pero sin tomar en consideración que su constante crecimiento indica algo
fatal y funesto para nuestro futuro.
El eminente cirujano y biólogo francés profesor doctor Alexis Carrel, Premio Nobel
de Medicina, caracteriza esta situación en su conocido libro La Incógnita del Hombre, a
saber:
***
La presente exposición no trata sobre la curación alimentaria de las
enfermedades, que pudiera fomentar un peligroso auto curanderismo y la ola de tantas
“dietas” y publicaciones dietéticas, sino sobre la decisiva prevención alimentaria.
Sin embargo, para explicar que el autor no ha llegado a la alimentación preventiva
natural por algo extravagante, fanático, religioso o visionario, sino por la más natural
experiencia propia, él debe explicar que desde su adolescencia había sufrido
gravemente de hiperacidez, de úlceras gástricas y duodenales, de furunculosis y,
además, desde los treinta años de edad, de obesidad, arteriosclerosis asombrosa de la
aorta, angina péctoris dolorosa, reumatismo muscular con nudos palpables y artritis
crepitante.
Quien esto escribe, es médico, hijo de un médico alemán y reside desde hace
diecisiete años en Venezuela, habiendo ejercido la profesión tanto en Los Andes como
en la baja Guayana. Claro está que él siempre aprovechó todo este ambiente médico
para lograr un tratamiento eficaz de sus propias enfermedades citadas. Y, en efecto, las
respectivas medicinas patentadas o tradicionales aliviaron transitoriamente una u otra
de las referidas dolencias, pero no podían cambiar la predisposición enfermiza y las
constantes recaídas cada vez más graves.
En este estado desesperado, el autor dejó de “tratar las enfermedades” y empezó
a aplicar el sistema de la alimentación natural, guiado por la obra In The Cauldron of
Disease, del genial nutrólogo sueco, doctor Are Waerland, en la cual éste sostiene que
no hay propiamente “enfermedades” sino “organismos enfermos”. Se puede resumir lo
anterior en los cuatro lemas seleccionados así:
Desde entonces, el autor se ha dedicado por más de seis años a estudiar —en
práctica y teoría— la alimentación natural y ahora no vacila en exponer los
resultados, consciente y desinteresadamente, a todos sus conciudadanos.
De otra parte, es de señalar que este trabajo no analiza los numerosos alimentos,
como es usual, en un sinnúmero de detalles químicos y extensas tablas de calorías que
en realidad desorientan (véase el Preámbulo de la Parte II) y suelen confundir tanto que
el desesperado lector se sienta al más próximo menú listo y servido, prefiriendo los
dolores de cabeza y vientre que pueda originarle la comida, a aquellos que causan cien
o mil detalles teóricos.
Por lo contrario, este libro sintetiza los nuevos conceptos biológicos de la Nutrición
a sólo cuatro criterios o reglas que son fácilmente recordables y aplicables, en todo
momento y para cualquier alimento y manjar; facilitando así, en la práctica diaria, el
cambio necesario de nuestra alimentación demasiado antinatural.
Ahora bien, este fenómeno biológico tan trascendental enfoca y explica de una
vez, clara e irrefutablemente, la antes caracterizada progresión alarmante de las
dolencias degenerativas en la humanidad civilizada de hoy y nos obliga a dejar de
acentuar y forzar los extremos de la referida adaptabilidad y, al revés, a estudiar y
acertar el respectivo centro, o sea, nuestra alimentación más adecuada o natural. En
consecuencia, no existe ese “anacronismo” ni “capricho” o “locura” con que se suele
ridiculizar y rechazar la alimentación natural; por lo contrario, ésta constituye, cada vez
más, un recurso de gran actualidad y urgencia.
Papas = Patatas.
Batatas = Boniatos (dulces).
Legumbres = Leguminosas.
Vainitas = Chauchas o judías verdes.
PRIMERA PARTE
Naturales y Preventivos
Y LA RESPUESTA FUNDAMENTAL
Desde las intensas investigaciones —al comienzo del siglo actual— del eminente
anatomista sir Arthur Keith en los antropoides de África (chimpancé y gorila) que
muestran el mismo aparato digestivo que nosotros, y del entonces célebre especialista
y cirujano del colon, sir Arbuthnot Lane, la reconocida repuesta es: Vegetales crudos y
la resultante digestión fermentativa, que producen al día varias deposiciones, blandas y
libres de putrefacción. Lo que corresponde a la misma exigencia del “Padre de la
Medicina”, Hipócrates, de tres o cuatro evacuaciones blandas e inodoras diariamente.
En efecto, sin éstas, perecemos de manera evidente y rápida durante los primeros
meses de nuestra vida y, luego, de manera latente y lenta nos intoxicamos,
degeneramos o enfermamos.
Por otra parte, los últimos grupos humanos longevos que —al igual de los
antropoides silvestres— no tenían enfermedad alguna, ni la menor caries dental, eran
aquellos que permanecían incomunicados en lugares remotos y, por lo mismo, ajenos a
nuestros alimentos refinados; que vivían de una alimentación activamente fermentativa
(con yogurt, kéfir requesón y suero de leche de vaca, cabra, oveja, rena búfala, camella,
almizclera y otros mamíferos, o con los diferentes vegetales en. fermentación
Iactoacidófila o con las frutas, ricas en fructosa, especialmente los dátiles); por ejemplo,
en los altos valles de los Alpes, de los Cárpatos y restantes Balcanes, del Cáucaso,
Afganistán, Himalaya (el viejo pueblo de Hunza), etc., o varios pueblos de los países
árabes, hindúes, etc.
Ahora bien, la antropogénesis y los antropoides actuales nos enseñan y hasta nos
imponen (y los últimos grupos humanos completamente sanos nos lo confirman) cuatro
vitales principios y reglas alimentarios, los cuales son:
Para interpretar mejor nuestro importante ruego y anhelo de los dos últimos
apartes, sirva la siguiente comparación: El hecho dé que ya no podemos caminar
descalzos en las ciudades modernas, ni tampoco en las zonas frías, ni en ciertas
regiones tropicales con sus focos parasitarios, no debe impedirnos, de manera alguna,
estudiar y conocer el decisivo valor preventivo del andar descalzos para las tan
frecuentes debilidades y deformaciones degenerativas de los pies. Pues, la correcta
idea, nos conduciría paulatinamente a preferir zapatos más adecuados a nuestra
anatomía y fisiología, evolucionadas durante unos sesenta millones de años; a
cambiarlos por sandalias correctas en todas las oportunidades que lo permitan; y
especialmente, a ir con nuestros hijos a correr descalzos en sabanas y playas aseadas
y hacer con ellos en el hogar los debidos ejercicios diarios de puntillas.