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5 - El apoyo en el doble

Laure Naveau

LUCES Y SOMBRAS

Conocí a Sofía hace un a ño, poco antes de las vacaciones de ve -


rano, mientras ella estaba por segunda vez embarazada. Desde un
primer momento lo m ás impactantc fue la discordancia entre su
estado moral, próximo al derrumbe, impregnado de una especie
de pá nico audible en su enunciaci ón , y su apariencia física ele -
gante, resplandeciente, mientras aparecía una furtiva alegría. Esta
discordancia me impresionaría posteriormente como la ventaja
narcisista mayor en la cual Sofía se sostiene desde siempre.
Sofía tiene treinta y cinco a ños, está casada con un hombre que
la adora y tiene una hija peque ñ a de cinco a ñ os, vital y cari ñ osa.
El cuadro id ílico de su situación social v familiar contrasta con su
humor profundamente depresivo, en el cual parece estar irreme-
diablemente instalada. Se autoacusa de estar tan mal mientras est á
rodeada de seres queridos tan perfectos.
Viene a consultar j>or indicación de su madrina, que tiene una
formación médica y con la cual mantiene un v ínculo de adoración
desde su nacimiento. Está embarazada pero se siente incapaz de
estarlo, de traer al mundo un nuevo hijo y cuidar de él. Mientras
que su marido y los familiares m ás cercanos está n persuadidos de
la pertinencia de este segundo embarazo, al que incluso ven como
una “ solución terapéutica ” a su depresión.
Sofía est á desgarrada por sentimientos contradictorios. ¿Con -
servar este nuevo bebé?, pero ¿sabr á ella ocuparse correctamente?
¿O bien abortar?, pero, en ese caso, ¿ podrá soportar este acto? En
varias ocasiones dejó a su primera hija por no poder enfrentar su

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f

.
VAüíAI HINI * 14| IIIIMIMI

condición ilc madre, llegando incluso a ser internada en una cl í


nica , un a ño antes de venir a verme. Ademá s se reprocha mucho,
-
entre llantos, ese episodio de abandono.
l I .e propongo que nos tomemos el tiempo de volver a hablar
de todo esto antes de actuar, pero también que vea a un colega
psiquiatra que podrá evaluar si el tratamiento medicamentoso en
curso es el apropiado, si hay que cambiarlo, o incluso dejarlo, si
decide conservar su bebé.
-
Las entrevistas conmigo se alternan con visitas regulares al psi
quiatra y este doble seguimiento parece calmarla y asegurarla. Si
bien toma la decisión de conservar el bebé, se considera incapaz
de dar vida y ocuparse de un pequeñ o ser tan frá gil y completa -
mente dependiente de ella . Esta primera secuencia de nuestras
entrevistas se interrumpe a unas semanas del parto. Cuando re -
torna , dos meses despu és del nacimiento de su peque ñ a hija, llora
sin cesar y se presenta en un estado similar a la primera vez que
la vi. Da mi nombre a su hija, pero aclara que ya era un proyecto
para su primera hija. Esta nueva hija tiene problemas de salud , en
particular un reflujo gástrico. Esto exige una vigilancia extrema y
una atención muy especial para alimentarla , a veces “ atiborrarla "
de comida , lo que pone a Sofía en posición de ser brutal con su
bebé, de lo que se queja . Al respecto, recuerda impulsos violentos
que ella misma teme.
Mientras parece ser víctima de algo que Kraepelin llama “ tris
teza sombr ía y apenada", me trae unos escritos, poemas dirigidos
-
a su marido y a su primera hija, y me lee un atento donde relata el
encuentro con su analista , a quien llama “ acompa ñ ante ” , mencio-
nando que ese encuentro cambió su vida.
Después de varias sesiones de este segundo momento, Sof ía pa -
rece metamorfoseada. Comenzamos a retomar ciertas cosas en de-
talle, a historizar los acontecimientos de su vida como dice nunca
haber hecho, pese a los numerosos encuentros con psiquiatras.

TOMAR IA PALABRA

Esta metamorfosis, tan sorpresiva para su entono como para


quien la escucha , toma sin embargo el aspecto de un discreto ac-

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f

*
El APOYO f N El ooeiE

Mío man íaco. Hace proyectos, multiplica las imitaciones, reanuda


Contactos con amigos que la sostuvieron durante su depresión .
Quiere compartir con ellos los buenos momentos, mostrarles la
casa renovada y casi terminada luego de una obra que duró casi
diez a ños. F.n esta ocasi ón , y por primera vez, durante una sesión
le queja de las condiciones de compra de esta casa , que su marido
financió completamente y que puso ú nicamente a su nombre. Es
1> primera aparición en Sofía de una expresión firme y dura en su
rostro, en la que aflora un leve reproche.
Parece mucho más dispuesta que antes a responder a mis pre -
guntas y se interesa en la reconstrucción de su historia , tal como
le presenta para ella desde su nacimiento.
Cuando nace, diecisiete meses m ás tarde que su hermana
mayor y adorada por esta durante toda su vida , su muy joven
madre tiene una muy severa depresión. Sinti éndose incapaz de
ocuparse de sus dos hijas pequeñas, rechaza a su segunda hija, a
quien apenas consigue alimentar, mientras su marido, investiga -
dor científico, está muy ausente de la casa. Traumatismo del naci
miento, en efecto, duplicado por un abandono. Adem ás, la madre
-
de Sofía es la más joven de su fratr ía y su propia madre, la abuela
de la joven , habí a sido depresiva : habiendo tenido su ú ltima hija
veinte años despu és que a los otros hijos y sin haber podido hacer
un duelo por un hijo muerto, no logró transmitir otra cosa m ás
que tristeza . La madre de Sofía pierde muy joven, entre sus quince
y diecisiete a ños, a sus dos padres, de edad muy avanzada.
Cuando Sofía tiene nueve meses, al no poder salir la madre de
su estado depresivo su madrina acude en su ayuda. Así comienza
el primer apego, un verdadero idilio, un amor y una ternura recí -
procos muy intensos entre Sofía y quien deviene su primer apoyo.
Puesto que de su lado esta joven madrina que solo tiene vein -
ti ú n a ñ os, la considera “ su primer bebé ” . Siguen a ñ os que Sofía
describe como felices; su madre sale de la depresión y se ocupa
bien de sus dos hijas. Estas se entienden muy bien y juegan jun -
tas durante horas. Cuando Sof ía tiene alrededor de nueve a ños,
su hermana mayor parte a un viaje escolar durante tres semanas y
sobreviene entonces su primer derrumbe: no quiere comer m ás,
no duerme m ás, no sale m ás y vuelve a tener enuresis. El entorno
familiar, inquieto, dice: “ Es porque su hermana se fue ” .

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VANWU loNM» Dtl MIIMilM

Sof ía describe tambi é n el profundo malestar que su padre


siempre le inspiró. Dice que es un hombre imprevisible y que
al volver por la noche romp ía el encanto de la jornada entre la
madre y las dos hermanas. Era col é rico, ciclotímico, pero tam -
bi é n como muy enamorado de su mujer y sexualmente muy de -
mostrativo con ella -por ejemplo, queriendo mamar sus pechos
durante la comida cuando estaban sentados a la mesa-. Lo exiguo
de la vivienda familiar obligaba a las hijas a compartir en parte la
intimidad sexual de los padres. Aterrorizada por el forzamiento
a escuchar, Sof ía se encerraba en su pieza y se escond ía entre las
sá banas. Su padre, que no ten ía ningú n pudor , deambulaba libre-
mente vestido de Ad á n delante de sus hijas y, cuando estas lle-
garon a la pubertad , no dudaba en tocar, al pasar, sus nacientes
formas femeninas.
Sin embargo, Sofía no se pregunta en absoluto si habría una
relació n entre estos gestos parentales desplazados y su actitud ul -
terior hacia los jóvenes. Luego del relato sobre su padre, evoca
una actitud muy seductora y provocadora de su parte hacia los
hombres, pero que se deten ía siempre en el intercambio de mira-
das, pues no se dejaba tocar.
Durante la adolescencia de las hijas, cuando comienzan a fre-
cuentar muchachos de su edad -tienen quince y diecisiete a ñ os
respectivamente-, la madre cae en una nueva depresi ó n , a ú n m á s
grave que la precedente. Padece m ú ltiples síntomas obsesivos, de
verificación y de conjuraci ón , con un fondo de terror a los acci -
dentes en la ruta y de todo lo que se relacione con eso, la sangre,
la carne, etc. Al menos en dos ocasiones, su madre intenta suici -
darse tomando todos sus medicamentos ante la mirada de Sof ía ,
que la obliga a vomitarlos. Sof ía cuenta que un d ía su madre se
acusa de haber matado a su propia madre. Invoca el hecho de
haber continuado con su vida normal de adolescente, cuando a
su madre, viuda desde hacía poco, le detectan un tumor cerebral
y, segú n decían, necesitaba vivir en un ambiente calmo: “ Era el
infierno y recuerdo haber deseado su muerte” . En ese contexto,
su padre, que no soporta el estado de su mujer, se vuelve alco-
h ólico y les grita continuamente. La depresión de la madre dura
aproximadamente diez a ñ os y Sof ía me dice que, curiosamente,
cuando la madre logra salir de la depresión es ella quien entra en

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E, AwirniN » i mmn

Hftrw depresión igualmente muy grave. “ Encele ser que mi madre


Miya logrado salir de la depresi ón|K > rque la dos, mi hermana y yo,
Btncontramos hombres con los que pudimos comprometernos, y
P de esa manera ya no debía responsabilizarse por nosotras.”
Sobre el final de sus estudios Sof ía comienza a andar mal, en el
I momento el joven ai que frecuenta desde hace cinco a ños le pro-
ft pone casamiento. Esto la ahoga , no le permite respirar ni dormir,
1 ve todo negro y se encierra. Tiene una regresión, habla con una
|voz menuda y apagada , y es tratada por un psiquiatra que le pres-
i cribe medicamentos de forma masiva. “ Mi madre quer
- ía mucho a
I ese joven . Él representaba a mi madre. Dejarlo era como dejarla a
| > ella , misión imposible y, sin embargo, esencial.”

Sofía se trataba , sin mucho éxito, con el mismo psiquiatra que


p había tratado a su madre durante su larga depresión . Tambié n ella
|l fue acogida por su madrina en una casa de campo.
Más tarde Sofía conoce a quien ser ía su marido y, cuando se
I está n casando, en ese preciso momento, se da cuenta de que no
Ü es el candidato correcto, porque descubre al mejor amigo de su
, marido, que había pasado inadvertido para ella hasta entonces. No
i solo tarda mucho tiempo en aceptar su matrimonio sino que se
* vuelve claustrofóbica. Está capturada por numerosas angustias, de
las cuales el culmen se produce durante su embarazo: no se siente
I capaz de estar embarazada , la antigua casa está en obra y el marido
H trabaja a brazo partido con amigos y los responsables de la obra
i para su conclusión. El confort m ínimo no está asegurado: “ Es él
quien se ocupa de todo” , incluso de su pequeña hija.
14' Hace tres años, durante las vacaciones de verano, Sofía se ena -
i mora de otro hombre, fascinada por el modo en que la miraba.
Se escriben mensajes de texto, se siente cautivada; é l está con va -
f rias mujeres al mismo tiempo: “ Es un manipulador ” , me dice. Con
gran alivio de su parte esta relación se interrumpe. Sofía recae en
una grave depresión de la que no había salido a ú n en el momento
en que la conocí. Se siente indigna de su marido y de su hija, ya no
puede mirarlos de frente, no puede levantarse: el sol está negro,
queda sumergida en las tinieblas. Ninguna medicaci ón cambia
nada y pide ser hospitalizada . En la clínica, recibe una perfusión
de Anafranil durante un mes sin que se le proponga ningú n diá -
logo ni entrevista . Al salir de la clínica, está en el mismo estado

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VAHIAI NI«M > 119 I HllMON

que antes de ingresar pero MI marido y su hija insisten en su salida,


pues ella les hace falta. Al salir retoma su trabajo en contacto con
padres y directoras de las guarderías -función en la que siempre
fue valorada-, pero toma muchos medicamentos. Conoce a otro
hombre con el que parece sostener solo una relación platónica,
epistolar y telefónica , que prosigue, pues “ él quiere lo mejor para
mí” , dice.
En este momento queda embarazada por segunda vez: su ma -
rido piensa que esto la ayudará . Nuevamente Sofía se siente in-
digna y pide ser hospitalizada. Piensa en abortar hasta el momento
en que su madrina interviene. Esta recibe mis datos de un profe-
sor especialista en psiquiatr
ía infantil de su entorno y recomienda
a Sofía consultar. Fue así como la encuentro por primera vez.

PASAR A LA ACCIóN SIN CAER EN LA EMBRIAGUEZ

Sofía está hoy en mucho mejores condiciones que nunca. Se


encuentra con varias amigas con las que intercambia experiencias
como joven madre, ya que se las tiene que arreglar con un bebé de
salud fr ágil y con trastornos invalidantes, pero no mortales, que
deben ser vigilados de cerca. Los momentos de impulsión violenta
son muy poco frecuentes, y dejan lugar a un sentimiento de ter-
nura y de amor casi oceánico hacia esa criatura completamente
dependiente de los cuidados de sus próximos. .Ahí donde la de-
pendencia de un recién nacido le era completamente insostenible,
Sofía se dedica plenamente a una misión salvadora con la preocu-
pación de llevarla a cabo de la mejor manera posible.
De la misma manera, está feliz de rescatar en los viejos baúles
los tesoros que ella y su marido habían amontonado durante años
sin poder aprovecharlos, sus flechazos, dice ella, con el placer de
exhumarlos de sus cajas para embellecer su propio interior.
Sucede incluso que las sesiones con su acompañante, que eran
indisjKrnsables en el período negro, son a veces fuente de contrarie-
dad en su ritmo de actividades, como cuando debe recibir invitados.
Yo la invito siempre, con la flexibilidad que me atribuye en sus
textos, a intentar encontrar un momento para venir a hablarme,
apostando por la apropiación que pudo efectuar de su historia y

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kl AKIfflI I N II IMHtlt

¡ pira que se pí lala extraer ilel estado mórbido en el que estuvo su -


imergida durante tanto tiempo. Mantengo mi preocupación por la
continuidad de nuestros intercambios, por el establecimiento y la
implementación de un discurso que pueda resistir a las variaciones
del humor y a la fuga de su gusto por la vida.
Un discurso que pueda introducir una posibilidad inédita de
anudamiento con lo simbólico, en un fondo de real , de una impo -
iibilidad de encontrar su lugar, si no es en un perpetuo desdobla -
miento imaginario de sí misma y de su partenairc.
Sof ía ama hablar, es capaz de hacerlo durante un tiempo pro-
longado, en un ritmo a veces dif ícil de sostener. Pero, pese a su
elocuencia y fluidez, y a pesar de sus escritos, lo simbólico está au -
sente, lo que deshace el nudo sin cesar . Recientemente descubrió
las virtudes del bien decir que le permite encontrarse mejor en la
estructura , y es en lo que yo la sostengo.
Del mismo modo, en el plano imaginario, la escena inaugural
de un doble seguimiento podr ía permitir una estabilizació n del
desdoblamiento imaginario que ella se condena a repetir para ¡mu -
ginarizar su complemento, para paliar la falla indeleble de su ser
en el mundo.
Es posible que lleve cierto tiempo, pero en una sesión reciente
Sof ía me contaba sobre su descubrimiento inédito de la experien -
cia del lazo, con los otros, que ella aprecia.
Poco tiempo antes, y en un per íodo en el que conversá bamos
con levedad de la dificultad de las jóvenes madres para intercam -
biar con otras sus experiencias, le propuse que reflexionase en or -
ganizar un espacio de acogida para madres y sus bebés como com -
plemento del trabajo que quer ía recomenzar a tiempo parcial.
Una especie de Casa Verde , ' un nuevo espacio para su mal; de
cierto modo, un lugar donde pueda ejercer una relació n diferente
con la pulsión , en lugar de la pura cultura de la pulsió n de muerte,
y que pueda favorecer el la /o.

1.1.a Casa Verde fue un centro de socialización y educación para ni ñ os y sus


padres fundado por Francoisc Dolto. [N. de E.)

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