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de fe ns a n o sólo ocurre int r a psíqu icam e11te s i110 ade más en el 3.

LA ALIANZA TERAPEUTICA
conte xto de una r elación entre dos pe rson as. Por este motivo,
hay que prestar atención al proceso de la comunicación y a la
for 111a e n q ue se da esa r elación".
Es suma men te importan te que el a na lista sea capaz de
proporciona r un cl ima a propi ado. El t ratamiento psicoanalíti-
co no es simplemen te un proceso por el cual se vuelve cons-
cien te lo inconscien te, o se procura otor gar mayo r fue rza y
autonom ía a l yo del pacien te. Es vi tal c¡ue el ar1alista brinde
un m a rco en el cual sea viable el proceso a nalítico y puedan
volver a establecerse conexio11es con los aspectos escindidos
del sí-mis mo. Rycroft (1985) h a subrayado que la capacidad
de] anali sta pa r a bri ndar d icl10 n1ar co de pende no sólo de su
destr e za pa ra for1nular la s interpret acior1es "cor,r ectas" sino Como ya ap untamos en e] capít ulo 2, en los úl timos años se
a d em ás del sosten ido inter és que se¡)a n1 a nifestar por sus pa- ha d_ed icado s uma atención al vínculo entre el pacient.e y el
cientes y d e la relación que en t able con ellos. médico. Con el fi n de fo1111 ula r los disti n tos aspectos de esta
relación se ha n utilizado diversos conceptos psicoanalíticos;
uno de ellos, el de transferencia, m uy a menudo es tomado de
su contexto .origina l y ~plicado a otros, a tribuyéndole muy
laxa mente d iversos sen tidos -a veces como sinónimo de "re-
lación" en gener a l-. En los capítulos 4 y 5 nos ocuparemos
con más detalle de este concepto.
" En el psi_coanálisis clínico se h a difer enciado siempre la
transferenc~a propia mente dich a" de otro aspecto del vínculo
entre el pa~1ente Y el médico, al cual dis tintos autores han
llamado ~l1an~.ª tera?éutica", "alianza de trabajo" 0 "alianza
d.e trata1n1ento , r efinéndose a la alianza que deben necesa-
riamente establecer el paciente y el analista si se pretende
que la. labor t erapéutica tenga éxito (v. gr., Curtís, 1979· Ea le
f 9ci;! t~~~7. ~89;hF:iedman, 1969; Gitelson, 1962; ore'ens!n,
1 1
' ' ut e1l y Havens 1979· Kanzer 1981 Lo ald
1960· St 19 ' ' ' ; ew
bién 'se on e, 61, 1967; Tarachow, 1963; Zetzel, 1956). Tam~
. 1 empl~aron otros vocablos además de "alianza., Po
eJemp o, Feruchel (1941) habla de una "tran-~ • · 'r
nal"· Stone c1961) " z:u.ereneta ramt>-
(196S) d " , de una ~ransferencia ma~"; CbeeQaei&
al "vÍn' e una . tra!1sfereneta básica"; Kohut (1971} se rél
( 1958) culo realista entre el analista Y el anal· do ~.;,,.=
expresa lo siguiente: izan •y.-..

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S ue le a dmitir s e que, ln ás a llá de la n eu1·osis de lra111ifere 11·
cia , para q ue un a n ális is a lcance éxilo de be le n c r corn o 11úclco co~1 trn 1.os oncm igos, las exigencias pulsionaJes del ello y las
u na r e laciót1 perman e n te y estable que pcrrnilu ul pucicn lc cx1giH1c1na d" co11cicncia moral del superyó. Celebramos un
man tener una actitud ese11cialn'lc nle positiva res pecto de lt:\ JJnct.o. ( .. . ) Nuestro snl1-0r dehe remeclíar su no saber debe
tarea a nalítica c uando los confl ictos revividos por la neuros is devolver ni yo del pnciontc el imperio sobre jurisdiecion;s per-
de transfe r encia saquc11 a la s uperficie de la conc1e ncia deseos dida-R de la vida anímica. F,n este pacto consiAte la situación
y fantasías pertu r badores . n11alfticn.

El concepto h a sido etnpleado par a a luclir a ciertos aspectos E 11 cont1·astc con la iden de tln "pacto" terapéutico entre
d e lo que mucl1os 11ar11a11 el ''contrato te r a péu t ico" (11enni11ger , paciente y analista, lo que hoy denominamos "alianza tera-
1958) en tr e el paciente y el t era peuta . E sto se vincula a lo que pé ut,ica" fue originalmente incluido por Fre11d dentro del con-
h a sido d efinido con10 u n "r·apport r acion al y razotl.a ble, no 11eu- cepto general de transferencia, sin diferenciarlo bien de otros
r ótico, del paciente con su analis ta, que lleve a l primero a t ra- e1ementos t:ran sferenci ales. En su ~ pri mer os escritos sobre
baj a r de buen grado e 11 la s ituación a 11alítica " (G reenso11 y técnica psicoa nalítica, distinguió la tra nsferencia de sentimien-
Wexler , 1969). La 11oci6n de a lia n za t er a péu tica , tal co1110 l1a tos positivos, por un lado, de las transferencias negativas, por
ido evoluciona 11do, no se re fiere s in1plen1ente a l deseo co11scien- el otro (Freud, 1912b, 1912c). En tendía que las transferencias
te de m ejorar que t ien e el paciente, y no debe eqt1ipar ársela con positivas podía n subdividirse a s u vez en la t ransferencia de
éste; volver em os sobr e es t e pu n to m ás adela nte. E11 lo tocan te a sent~mie.n tos amistosos o tiernos (de los que el paciente tenía
la sit u ación ps icoan a lítica, el reconoci1niento de la diferencia conc1enc1a) y la de aquellos otr os sentimientos que represen-
en tre la "alianza terapé u tica'' y otros as pectos de la interacción taban el retorno de r elaciones eróticas infantiles, posiblemen-
d el p a cien te con el analis ta (como la tran sferencia) h a llevado a te en for ma d~storsionada . Por lo comú n , estos últimos no eran
una m ej or compr en si ón de los p1·ocesos que tienen lugar en recordados s1?0 más bien reexperimentados por el paciente
di cha s it u a ción , en particular los ligados al éxito o al fracaso de frent~ al ana~sta. Tanto las transferencias positivas como las
la terapia. En el psicoan ális is (y también en otr os m étodos de nega tivas pod1an dar lugar a resistencias contra el tratamien-
tratamiento) es importante evaluar la capacida d para estable- to. Freud e~presó_ ~ue el componente a mistoso y tier110 de la
cer esta clase de alianza cuando debe ad optar se una decisión tr~nsfer;~~1a pos1t1va constituía "el vehículo del ~xito en el
ps1coanal1s1s, no menos que en otros métodos de trat.amient.o•
res pecto d e cuál es la m od alida d de tratamiento m~s i~dicada. (Freud, 1912b).
Si bien F reud nunca identificó la alianza terapeut1ca como •
tabfoco des~ués (1913c) hizo referencia a la necesidad de en-
concepto difer encia do, la idea puede rastrearse .en s.us pnme-
ros trabajos; por ej emplo, en Estudios sobre la Jiisteria (1895d)
ar una transferencia eficaz" para que pudiera inicia••
cabalmente la labor psicoanalítica. Declaró h bfa se
dice que "conve~os al paciente en nues~o c~la?orador". ~~ perar h t que a
ren . as a q.ue se estableciera en el paciente *11na hans&~
que es:·
muchos otros escritos s u yos h ay r efer en cias s im ilares ª e, .
trat~ª ?Petrat~va, ui:i rapport en regla. La primera meta dfll
colaboración, y aun en 1937 com entó que "la s ituación anal 1t 1: rmen o sigue siendo alle I [al · t.?:
ca consiste en que 'nos aliemos con el yo de la persona que esta persona del médico" El di ti gar o .paciente] a ésW y a•
en tratamiento" ( 1937c), menciona ndo a cont1nuac1 · ' 6nel "pac· la capacidad del : s ngo esencial era el traza.do d
. t En su lo am· t pac1ente para entablar un rapnnw "'UU
to" que debe establecerse entre el paciente y ana is a. l is oso con el médico 'I".._ • ti

último trabajo (1940a (1938]) escribió: re~vencia, dentro del m~o~; 1:i:z!ª~•dY por la
actitudes que podría a1 p1a, e
El médico analista y el yo debilitado del enfermo, apunta· terapéutico. El hecho~ zarse como obstáculo para ti!
lados en el mundo exterior objetivo, deben fot111ar un bando f erencia" ta to e que Freud emplease al
n para el "vínculo amistoso• como Pati l

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ferencia en sí misma creó cierta confus ión en Ja literatura y la capacidad de autoobservacíón y autocrítica como sí fue-
posterior, y aun hoy ciertos a utores utilizan incorreclarnente ran cosas equivalentes, cuando en rigor es más útil conside-
la frase "transferencia positiva" para designar la alianza tera- rarlas elementos separados cuyo denominador común ee la
péutica. La presencia de sentimientos cariñosos o afectuosos capacidad para establecer una alianza terapéutica. Pueden
hacia el analista no siempre indica que exista tal alianza. e11 contra rse comentari os útiles sobre los elementos integran-
Probablemente Ja cristalización del concepto de alia nza de tes del concepto de "alianza", entendido en sentido amplio,
tratamiento como algo diferente, que no puede equipararse a en artículos de Frjedman (1969), Dickes (1975), Gutheil y
un aspecto especial de la transferencia, pueda li garse al surgi- J{avens (1979) y Thoma y IDicheJe (1987).
mie nto de la "psicología psicoanalítica del yo", posterior a la A partir de un importante artículo sobre el tema de
for1r1ulaci ó11 del m odelo "estructura l" del aparato ps íquico E lizabeth Zetzel (1956), los autores psicoanalíticos se h an pre-
(Freud, 1923b, 1926d), e11 el ct1al se elaboró el co11cepto del yo ocupado cada vez más por diferenciar la alianza t erapéut ica
como parte orgá11ica de la perso11a lida d que debía l1acer frente de la transferencia "propiamente dicha". En los trabajos pu-
al mundo externo y la conciencia n1oral (su peryó), así como a blicados con posterioridad prevalece una tendencia, que se
las mociones insti11tivas (ello). Diver sos a uto res psicoanalíti- pone de manifiesto en la obra de Greenson (1965a, 1967) y de
cos (p. ej., Hartmann, 1939, 1964; Anna Fret1d, 1965) sost u- Greenson y Wexl er (1969), a considerar que dicha alianza
vieron que exi stían funciones y a tribu tos del yo r elativamente tiene como núcleo una relación "rea l" o "no t ransferencia!"
independientes de las mociones (en calidad de funciones "au- entre paciente y médico; no obstante, no resulta del todo clara
tónomas" del yo), y gran parte de lo escri to sobre la alianza de la índole de esta relación "real". Schowalter (1976) destaca
t r atamiento, en s us diversas m odalidades, implica la apela- que si bien "se coincide en que para que la situación analítica
ción a tales funciones y act itudes aut ónomas. con adultos sobreviva a los golpes de las r esistencias engen-
La evolución que tuvo en otros autores la idea de la alian- dradas por la transferencia ( ... ) la relación analizando-analis-
za ter apéutica puede aprecia r se en dos ar tículos de Sterba ta debe ser en parte no neurótica y centrarse recurrentemente
(1934, 1940 ), según los cuales el psicoanalista debe procurar en la continuación y cornpletamiento de la terapia ( ... );no es
que s e produzca en el paciente una separación entre los ele- tan clara la coincidencia sobre el modo de separ ar esta parte
m e ntos cen t r a dos en la realidad y los que no lo están . Sterba de los vínculos de objeto del resto de la transferencia".
designa esto como la ''división tera péut ica del yo" (1934). Los En los últimos años diver sos an alis tas, en particular
Bren?er (1976, 1979), han cu estionado la validez de la noción
e lementos del yo centrados en la realidad permiten al pa-
de a11~nz? tera~éutica, sosteniendo que este concepto es de
ciente identifica r s e con los propós itos de la terapia, proceso
hec~o ind1ferer_ic1able del de transferencia. Fonagy (1990) p11n•
ést e que Sterba juzga como condición ese.n~ial p~ra. que la tual1za q u~ s1 se hace excesivo hincapié en los aspecte&
labor psicoanalítica logre el éxito. Esta op1n16n co1nc1de con t ransferenc1ales de la relación paciente-analista puede IJ&..
una r e fer e ncia de Freud (1933a) a la necesidad, para que el garse a una cosificación de esta última que la sustraiga al
tratamiento tenga éxito, de que e l paciente a plique su capa- ~xa~en analític~. Como consecuencia de ello, podemos "inad-
cidad para observarse a sí mismo como si fu era otra persona. bertidamente pn varnos de la oportunidad de entender que ae
En este se ntido, Fenichel (194 1) a ludió al aspecto "razo~a­ t:~ ;n el conflicto ~trapsíquico inconsciente". El rechafJG
ble" del paciente y a lo q u e él denominó "transferencia racio~ rio el conc~pto de alianza terapéutica no parece satia,.cfo;
nal". Si rastreamos la bibliografía ps icoana lítica en busca de i
1
pero Curtis (1979) ha hecho reparar en "el peligro de-que-
este concepto se nos hará evidente que a m enudo se habla de fos a:: se de.s pla~e de los conceptos analíticos nucleares, coa AA
la "tranefere~cia amistos a", la "transferencia eficaz", los "ele; conflicto mtrapsíquico inconsciente, asociación libte e
mentos centrados en la realidad", la "transferencia racional

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interpretación de la transferencia y de 1a resistencia''. Agrega
que ueste peligro radica sobre todo en la tendencia a ver en la da rios .(J o~eph , 1985; Melt zer, 1967; Sega], 1964), todas las
alianza terapéutica un fin en sí mismo el de brindar una comu nicaciones y c<>nductas de] paciente en tr atamíent.o tien-
nueva relación de objeto correctiva-, en vez de considerar la den a concebirse e intepretarse como transferencia de actitu-
un medio para alcanzar como fin el análisis de la resistencia y des y sentimientos infantiles, o como fruto de la exterioriza-
Ja transferencia". ción, por pa r te del paciente, de sus relaciones objetales inter-
El concepto de alianza de tratamiento parecía relativamente nas. No todos los miembros de Ja escuela kleiniana comparten
simple en las diversas formas que adoptó originaltnente, pero este punto de vist a. Bion se ha referido a la "capacidad para
es menester que tomemos en cuenta que, cu alquier a q ue sea relaciona rse con la tarea" en los grupos (1961), lo cual haría
nues tra conce pción a cer·ca de dicha a lia r1za, ella tiene as pec- referencia a uno de los aspectos de lo que venimos examinan-
t os tan to cons cientes como incons cientes (véase Evans, 1976). do bajo el r ótulo de ''alianza ter apéutica". Spillius (1983) ha
Así, un paciente puede parecer hostil a l tratan1iento y mostrar hecho reparar en los cam bios experimen tados por la técnica
fuerte r esistencia a la labor analítica (véase el capítulo 7), kleiniana en los úl timos años, q ue a nuestro juicio la a proxi-
pero no por ello carecer del deseo subyacente inconsciente de man a las técnicas psicoanalíticas desarrolladas dentro de la
emprenderla. Por el contrario, puede existir lo que Sodré (1990) tradición más "clásica".
denomina una alianza antiterapé utica de r epetir una fant asía Pese a que es difícil definir con precisión esta "alianza"
i nfa n t il o de afe rrarse a ella , no sólo por la gravedad de la parece muy con veniente distinguirla de otras facetas del'
ps icopatología d el paciente s ino adem á s porque éste desea un vínculo entre el paciente y el médico, qu e por sí solas no bas-
anális is idealizado interminable, y se genera entonces una tan pa ra sentar las ba ses de un buen tratamiento psicoanalíti-
a lianza inconsci en te e n t r e él y una parte del analista que se co (véase, p. ej., Adler , 1980). Ent re estas facetas cabe incl11ir
ide ntifica con ( ... )el terrible tem or a l cambio [del p aciente] y la r:~v.encia de sentimjentos de amor o sexuales originalmen-
p or lo t a n to evita enfr en tar se a a lgun a faceta de la relación te dmgidos a una figura importante del pasado del paciente, y
que en casos extr emos se manifiestan en su enamoramiento
analítica".
del terapeu ta. ~imismo, puede incluirse la idealización del
Un pelíf,'TO similar tiene presente Novick (1970) a] seña-
~rapeuta, a qu1en se considera perfecto o dotado de 11na capa=
lar que Ja frase "'alianza terapéutica" coloca en demasía el c1dad suprema · d i· ·ó
. • , 1 ea 1zacr n que puede constit11ir una for•lla
acento en loa aspectos racionales del análisis, por oposi ~ón a defe ns iva de ocul~ar Y negar sentimient.os hostiles inconscie.
lo~ irracionales, Algo semejante sostuvjeron Eagle.y Wol1~zky tes .. A veces esta idealización se quiebra dramáticamente ai el
( 1989), p r eocur1adtJ8 por el hech? de que el én fasis e? d1ch~ pac1e~te experimenta alguna desilusión respecto del t.erapeu-
a lianza puede impedi r la reaol uc16n de la t r a nsferenCla basa ta o s1 su hostilidad subyacente se torna muy aguda Cabe
da en Ja inter p retación y l a comprensió n. Aducen , además, s u.pon er que la posibilida d de establecer una alianza ~bcd•
que di cho énfas is t al v ez con duzca a l analista a con ceder un :~:~.to depende de cualidades del individuo que se han vuelto
eso indebido en e l t r ata mi e n to a l pap e l de otr os factor~s lidad1vamente p_errnanentes. Si bien el desarrollo de est.a&- .
P . d 11
aj e nos a la inte rpretación , Y por e n e evar .
lo a perder sens1-
ciert-0 . e~ puede vtncularse a ciertos logros de las _..,in
ciones infant1ºIes . .
bilidad ante l as m a nifestaciones tra n s fer enCl? les. ~s
. .
s in duda que s1 se otorga una 1mp · o rta n cia indebida a 1
fi0 ~
.•
t es de los senti . t
, en una medida unportante
. son
"transfere . ,, ;1en os Y actitudes conceptualizablfa
· &I
ind
epen-.--•

' .
mento de la alianza terapéutica s e po
drí enerar una conlll
gª . t • za terapéu~~: . e este modo, es dable considerar que }a¡
. . d' e sul'Ja 1a ran 6
vencia con el paciente destinada a 1mpe ir qu
ferencia hostil. arti-
Bn laa técnicas propugnadas por Melanie Klein Y sus P

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za, ta mbién puede llevar adheridas expectativas irreales y
se basa en el deseo co n scie r1 te o i11conscie ntc de l pucie u tc de
coope rar y e n s u dis posici ón a aceptar l::i ayud a de l t c r o p.e u t n
a u n mágicas sobre el tratamiento, y no puede decirse que
pa r a s upe ra r su s di fic ul tades in ternas. Esto 110 es lo n11srno éstas constituya n a liados confia bles para la labor ter apéutica.
que acud ir al tratamiento simpleme11te para obtener placer o Que el deseo de mejor ar no basta par a dar lugar a una alianza
a lgún tipo de gratificaci6r1. Er1 la alia11za ter a péutica, fel pa· tera pé utica se vuelve patente en el caso de los individuos que
ciente] acepta que tiene n ecesid a d de a bord a r s u s proble mas abandonan la tera pia tan pronto experimentan cierto a livio
in tern os y de llevar a delante e l tra bajo a 11a l!tico a despecl10 de
la r esistencia in te rn a o (pa rticul arm e n te e n el caso de los
en sus síntomas, perdiendo todo interés en explorar los facto-
niños ) ex tern a (por ejem p lo, de la fan1i lia). (Sandler y otros, res que provocaron s u enfermeda d una vez que los síntomas
1969.) ha n menguado o desaparecido. Por otra parte, la m ej oría pue-
de constituir una "fuga en la s alud", y si en estas circunstan-
Sin Jugar a dudas, el concepto de alianza terapéutica debe cias la alianza de tratamiento sólo se funda en el deseo d e
a poyar se asimismo en Jo que E rikso11 (1950) llamó la "confia n- superar los s ínto mas, no ha br á buenos cimientos par a conti-
za básica", una actitud del indivi duo hacia los demás y hacia nuar el psicoanálisis -por m ás que la his toria del paciente le
el mundo en general que se basa en las exper iencias del bebé enseñe que ese alivio de sus pa d ecimientos probablemente
e n m ateri a de seguridad d ura n te los prim eros meses de vida. será temporario . Cabe concluir que, en cierto grado, son
Probablem ente esto se conecte con Ja interiorización de u na esenciales la mayoría de los elementos m encionados por los
"alianza " pr ecoz , desde el punto de vista evolutivo, en t re el autores ps icoanalíticos qu e se ocuparon de este t ema; la capa-
bebé y s u objeto prima rio (véase Stern, 1985). Se considera cidad de observarse a sí mis mo como s e observa a los dem ás
que Ja a usencia de esta "confi anza básica" impide a ciertos la de tolerar cierto monto de frustración, la existencia d e un~
psicóticos, así como a ot ros individuos que de niños experi- "confianza básica", la adhesión a las finalidades que persigue
m entaron grandes carencias emocionales, es tablecer una alian- el tratamiento, etcétera.
za ter apéutjca que funcio ne como correspon de. Erikson lo djce . _Pue?e .resultar difícil, sobre todo en los comienzos del aná-
en estos té r1ninos: '-Dentr o d e la psicopa tología, donde mejor lisis, distmguir ~a capacidad del paciente para establecer v
puede estudiars e la a usencia de 1a confianza básica es en la mante~er una alianza terapéutica, de sus sentimientos positi-
esquizofren ia in fantil, en tanto que su insuficiencia se mani- vos hacia el te~ap~uta y el t ratamiento que tienen otro origen:
fiesta en las personalidades ad ultas de carácter esquizoide y C~mo hemos md1cado~ la consideración 0 aun el ... r~ ...
eVIdenc · I · i:Ut:;\,,"" que
depr esivo. Se ha comprobado q ue en estos casos el restableci- ~a e paClente por el terapeuta y su dispos1·o·ó . ºcial
concum 1 . n 1n1 a
mien to de un estado de confianza es el r eq uisito fundamental r ~ as sesiones no son necesariamente indicadores d
de la terapia". (Apuntemos que la expresión "esquizofrenia d:er:~: d1~puesto a continuar con la labor analítica. Lo pone:
infantil" empleada por Eriks on no es corriente. Hoy probable- péutica :e ~s ~:~~~rque un in~viduo. solicita ayuda tera-
m ente se h ablaría de "psicosis infantil" o de "auti smo", así clínico, así como los de l a un panente o m cluso a 11n médico
como de los pr oblemas graves de personalidad de los niños que nálisis porque se lo . . as pers onas que se someten al psicoa·
sufrieron múlt iples carencias. Por otra parte, el comen tario de terapéu tica (Gitelso:~~~!~ ~rmación psicoanalítica o psico-
E rikson acerca de las personalidades adultas de carácter ".e s- deter1r1inar de entrada· ) : 1n g~neral, resulta fundamental
quizoide" parecería corresponder a lo que luego se denoI11JJl6 una alianza tera,péuti~= s1 e p~c1ente es capaz de est.ablec'.ftr
estados "fronterizos".) suficiente para e d ' Y b) 91 podrá tener la motturu:u....
. Lo que es evidente es que no debe equipararse sin más l~ rear urante el
pe1·mita sobrellevar l .
áli ·
an sis esa alianza que. le
fíW5

alianza terapéutica con el deseo del paciente de mejorar. Si el tratamient . as tensiones Y los momentos- dül~t-...;in"•
01mpone. ~~
bien este deseo puede por cierto contribuir a gest a r dicha alían·

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Ls in1port.ancia de sabe r e,·aluar \a capacida d d e un s ujeto di do. por otro lado puede fom e nta r du rante un t iempo el avan-
para establecer esta alianza l1a sido s u br ayad a por a ul.or e.s ce de la lnbor a na lítica.
como Gerstle~· y otr os {19 9). qtiienes estin'\ a n que es un indi- El tratamiento puede satisfacer deseos ocultos del paciente
cador impo rt..ante para el p r onostico de aquellos pacientes que (p. ej., de dependencia , de atención y amor, y hasta de sufri-
pre-~ntan un trastorno ai1LisociaJ de la person alidad . Sea. como miento masoq uista ), como con s ecuencia de lo cual tal vez lo
f-uere, dicha e valuación co11stitu)·e a todas luces un factor de conti r1úe durante muct1os añ os sin mostrar inclinación alguna
r eJe\·ancia par a el p r onóstico en todos los casos e n que se a aba nd ona rl o, pero si n hacer tampoco progresos significati-
con templa el t r atamie11to a11alítico. L a n1ayoría de los psicoa - vos. Por otro lado, hay person as de fuertes tendencias para-
nalistas no tomarían en tratamiento a un psicótico grave, ya noides en su personal idad, qu e desconfía n de todo, y sin em-
que es muy poco probable que éste posea la capacidad de bargo son ca paces de establecer a lgún tipo de alia nza terapéu-
trabajar a nalítica y cons tructi \rame n te. Al gu nos t er a pe utas tica. E n cier to sentido par ecen recon ocer s u necesidad de ayu-
tien e n inclu so r eservas en cuan to a trabajar con los llamados da y ha ce n con e) ter a peuta una "excepción ".
pacientes fro n terizos; las vicisit udes de la a lianza ter a péutica Si bien e] tra t a miento puede iniciarse aunque no exista
e n eJ caso d e los estados fr o nte ri zos h a n s ido exam in a das por un a alia nza intensa, por Jo común alguna clase de "contrato"
S h a p í r o , S ha piro, Zi nn.e r y Bcrko,vitz (1977), y Gabbard y tera péutico es indis pensab1e desde el principio. La alianza de
otros (1988). N o obs t a n te, el t rata mi enlo puede conducirse de tratamj ento podrá desa rrollarse luego en el curso de latera-
mane r a tal que desa rrolle en estos pacie ntes la capa cida d pia, y lo ideal es que a sí ocurra; gran parte de la labor del
me n cionada. anali sta cons istirá en contribuir a ello, por ejemplo institu-
E n c J pasaclo, Jos a 11a1i s t as solía n establecer .un "período d.e yendo un encuadre constante y regu1ar para las comunicacio-
pruc t)~" tras e l ct1 ol pudi er an tom a r con el pac1en~ una dec1- nes del paciente. Adem ás, deberá interpretar las resistencias
ai6n conj t1ntr1 acerca de lo continuid ad del tratam iento: Esta de és te al posible surgi mie nto de una alianza apropiada, como
clccíRi 6n so ftJn dal)o e n port,e sobre lo que hoy se denominan~ en el caso de que su t emor a un sometimiento pasivo no le
Ja capa.ci(la d d e] 1,acic11t e para establecer la ali a nza ter apéut1· permita coopera r en for111a ca ba l. E s ta resis tencia puede tener
ca , tal como se r eve la ba en ese período de. prueba . Análo- muchos or fge nes, per o de h echo se m anifestará como resisten-
gam e nte, A n n n F rcu d, en s us prime ros .t~abaJOS. ~1928), abogó cia ~ la a li a nza t e rap é utica, aunque tambié n p od ría
or una ''e tapa introduct oria" en el aná~1s1s de n1nos , en la que consider á rsela como un a resistencia contra el s urgimiento de
~e inculcaba al niño la idea d el tratam1en~o Y se establecí~ e~ una transfer e ncia sexual. Otro ejemplo de resistencia al desa-
rrollo de la ali ~ nza terapéutica es el del paciente muy temero-
. Má . t rde renunció a s u recomen a
vínculo con el analista. . s d a toria preanalftica específica. so de la r egresión a que lo incita la situación analítica. Si bien
ción de fijar una fa s e .1nt~o uc sonal a J. Sandler) se ha l~ mayoría de los individuos son capaces de soportar hasta
Hoffer (en una comun1ca~1ón per ue emprenda el trata- cierto punto sus tendencias regresivas en la sesión a' ...·--s
temen que s1· se "sue1tan " podrían caer en un infantilismo ' &&u:uu
referido a "seducir al paciente para ~ Morgenthaler (1978).
miento"' y lo mismo sostiene en e~enc1la de un individuo pue- ~::remo Y ~:rder control de sus pensamientos y accioneB~ La
, ·1 ·rrac1ona es
En ocasiones, los movi es 1 i· za de tratamiento. Un el rpretacion de estos temores ayudará al paciente a ~
t ar os contribu
ª
den contribuir al desarrollo de la ian . nte gran rivalidad
·a
· d' 0 que s1e
za t ' é . yen °d d
erap ut1ca adecuada.
e este modo al desarrollo de 1m~aliaU•
·
ejemplo sería el de ~n in lV1 u articular empeño en su
respecto de sus hermanos Y pone ~ a ue también se hab~~ alianza terapéutica no es sólo función del pá
an6li8is con el fin de superar a algun col~g t q hacia sus her- e· ~ idad del analista desempeña un papel vitalén;
a"9\lr.a. En este caso, la rivalidad del pacd1e~ eá er compren- un1ento (véase Schowalter, 1976). Cuantó mds
~ 9l bien es material analítico que e er s
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a n alista, de un modo significativo desde e l punto de vista vo en cuan to a s u di sposición a aceptar o no una relación
emocional , su toler ancia a n te tales aspectos d e los esfuerzos dependiente con el analis ta".
inconscientes del pa cien te con t ra los que éste se de fi ende, y La ngs (1976) introdujo el concepto de "alianza terapéutica
cu a nto m ás respete estas acti tudes defe11sivas, más propugna- inconveniente", defini éndola como las interacciones conscien-
rá una bu ena a lianza terapéutica. Como r esul tado de ello el tes o inconscientes que se da n dentro de la relación terapéuti-
paciente interna Ji za rá la actit ud tolera11te de l analista y a ' s u ca cuya consecuencia es socavar Jos objetivos del análisis o la
vez asumirá una 111ayor toleran cia respecto de aspectos de sí psicoterap ia, o bien a lcanzar m eramente la modificación de
mis mo que a ntes le resultaban inaceptables (Sandl e1· y Sa ndler los síntomas en lugar de Ja comprensión y un cambio interno
1984 ). ' constructivo. En es te mi smo sentido, Novick (1980) dice que
En este sentido, cada vez se reconoce má s la n ecesidad de exis te una "a1ia nza terapéutica negativa" cuando la motiva-
que "el a n alista te11ga una actitud básica m ente a mistosa 0 'hu- ción es "el deseo inconsciente de iniciar un análisis o terapia
mana ' " (Stone, 1961), así como de lo que Scl1afe1· ( 1983) de 110. con el obj eto de hacer fracasar al analista ( ... ) a fin de mante-
minó una "atmósfe1·a d e seguridad". Roth s tein (citado en ner la imagen idealizada de una madre cariñosa , a mada y
Auchincloss, 1989) comenta lo siguiente: ((Lo importante en la omni¡Jotente, mediante Ja exteriorización y desplazamiento
e tapa introductori a es l a acti tu d del analista h acia el comporta- sobre el analista de partes del sí-mism o y del objeto investidas
miento del pacien te, m ás que cu a lquier parámetro específico de negativamente".
r utina correspondiente a la situ ación analítica", y más adela nte Puede considerarse que esta concepción está ligada a la de
añade: "Una flexibilidad que permita, en la etapa inicial, alte- la motivación incon sciente de ciertas variedades de reacción
raciones tendientes a acomodarse a las resistencia s propias del ter apéutica negativa (capítulo 8). Vale la pen a señalar que la
carácter d el p acien te pued e facilit ar en muchos casos que éste expresión ~alianza ter apé utica n egativa" n o es muy feliz, ya
sea inducido a continua r la experiencia analítica. Muchos pa- que una alianza existe, en m ayor o m enor grado, o no existe.
cientes se pierden como analizandos potenciales a raíz de la Lo ~ue describe N ovick puede en tender se como una "seu-
insistencia del analista en que comiencen su análisis de una doal1,a~za" qu e disim ula la r esisten cia inconsciente al trabajo
anal1t1c?, Y que sólo puede darse con la con.n ivencia del analis-
manera particula r". ta (Dav1es, 1990; Sodré, 1990).
No debe supone rse que la alianza terapéutica permanece
Basándose en s u experiencia de psicoanálisis de niños,
invariable a lo largo de todo e l análisis , ya que apa rte del 8
d a~dler,. Kennedy Y Tyson (1980) comentan que la definición
hecho de que deberá establecérsela a medida que éste avan-
de ª alianza ter a péutiea puede abordarse como mínimo de
ce, suele con frecuencia debilitarse debido a las resistencias
os ma neras. La primera consiste en concebir la "alianza"
del paciente y en cambio verse favorecida poF el desarrollo en
él de sentimientos pos itivos. Manifestaciones regresivas in· ;~~:t:~:otn~epto descriptivo muy amplio y abarcador, com..
. o os aquellos factores que contribuyen a mHa. el
tensas durante el tratamiento pueden interrumpir por com· paciente perma . ,_
_ t
du ran nezca en tratamiento y le per111iten tolenn:lo
pleto dicha alianza (Dicke s, 1967), que t a mbién se ver á roen· e 1as etapas d . ten .
d e res1s cia Y de transferencia hoatiL El
guada o desaparecerá si surge una transferencia "erotizada"
::~e:t~:ro.que c~nsiste en ver en la "alianza• un ooneepto
el~!~ie=~ado e~camente al pemüami1ntu
(capítulo 5).
Offenkrantz y Tobin (1978) señalan el papel que cumplen que tiene
la pérdida de la autoestima y la vergüenza en la dificultad conscientes e inconscie~~u : ermedad '! a sus aentitJ)liJntos
8
para establecer la alianza terapéutica: " ... Hay pacientes que pecto· lo cual e que necesita hacer
' se conecta con ·d d
éli Uen vergilen7.8 por su necesidad de pedir ayuda a otros.-~ esfuerzo y el pesar que provocaª:1 :i:::t.a8.ni::~
.,,.et:lqae aborden esta vergüenza será un elemento deCJSJ·

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flictos internos. Según Ja defi nición m ás a mpl ia, la relaci ón de Lrala mien to. Esto es válido sobre todo para los psicóticos
terapéutica puede persis ti r (aunqu e sólo por un tiempo) ? asa- y pa ra aquel los a los que an t iguamente se llamaba "psicópa-
da predominantemente en las gratificaciones q u e con tienen tas" o se decía que pa decian un "trastorno grave de la perso-
elementos ínstinti ..·os, como el amo r por el analista o el ""ham- nalidad" o u n "tr astorno del carácter,.. Dicha evaluación, IJ.e...
b re dr: objetn .. , a~pect1JS a Jos que cabe considera r como los vada a cabo durante u n período inicial de interacción médí-
el~menws in.stin t ivoc; o propios deJ el lo dentrr, de la alían za co-pacient.e, <le la capacidad pa ra eíStablecer la alianza ha de
~rap~u ica . S in embar~o. ~c:; ta última tiene que funrJars~ a 'ii- tener importancia diagnóstica en cuant.o a Ja gravedad de 5U
mísm<J ~n l<r.> eJ~m '?nlos propios d<;I yo, c<)m o loít señalado'> e n trastomr,, e imp<;rtancia como pronóstico en ]a medida en
Ja défín1c.-1<)n rn~s ,.. st.ricta. En el caf;o íd~a l , <:I anali sta deh~ que el pronóstie<J se relaciona con el tratamient-0 que se le
m o <>trars~ S(;nf>i ble: :inlc; JQc; dr;>t.íntos CCJmpon~nlks df;! la alia n-
aplicará . Cuando esté indicada la psicoterapia, par ece decisi-
za t.aJ cr,mo se dan en <~I " aqi;f y ah<Jr~" d~J ~n á li si s, y a l a va esta evaluación clínica de la capacidad del paciente para
en qtJ~ varían cu ando d icl1a alia nza presenla flu ctua -
f<, 1 xn a
to ler a r a l terapeui~ y cooperar con él en un pr oceso pr olon -
ciones e n s u in tensi da d , com pos ición y estabili dad . gado, que ins ume mucho tiempo y a menudo es penoso; cobra
P'a r ecería posible exte nder el concepto de a lianza terapéu- va lor entonces el concepto de alianz a t erapéutíca o l a
iica m ás a llá del ps icoan á li s is si n introd ucirle modificaciones calibración de las posibilidades de establecer la. E s conve-
s us tancia les, s i bi e n es cier to que e n dife rentes s ituaciones niente que el médico que hace la derivación adopte alguna
clín icas rigen otros tantos "contratos" (par a emplear el térmi- decisión en lo tocante a la capaci dad y m otivación del pacien-
n o de Menninger). No s e pr ecis aría una a lian za para un tr ata- te para entablar una a lianza d ura der a ; pe ro a un e n las si-
m iento m édico d e e m er ge ncia de un enfermo desvanecido; en tuaciones en que la n ecesida d de ps icoter a pi a está fuera de
e l otr o e xtre m o, esa a lian za es esen cia l par a el éxito de cual- toda duda, el concepto de a lianza ter a pé utica es útil para
quie r t r a tamien t o de r eh abilitación pr olongado. En muc~as examinar la pa rticipa ción del paciente en la terapia y la
ci r cunsta n cias p u ede s er ú til ampliar el concepto a fin de in- índole de su r elación con l as figur as terapéuticas en tal si-
cluir las capacidades y actitudes de los famil~ares del_paciente tuación. Por cierto, en la as istencia socia l i ndividualizada el
0 de deter111inadas ins tituciones de s u med1? . Y as1 coro.o es trabaj ador socia l evalúa t ácitam ente el es tado en que se en-
n ecesaria una alian za ter a péutica ent r e paciente Y analis ta, cuentra la alia nza ter a péutica establecida con él por el clien-
e s igualmemte indis p en sabl e en a quellas situaciones en las te (o por éste y su fa milia ). Como es lógico, la alianza se ve
que el enfermo no pue de car gar por s í solo con todo el peso d~l afectada ~orlos r equerimientos de cada situación terapéuti-
tratamiento. E s to es lo que su cede, en particular , con los ni- ca Y e~ estilo de t r a baj o del organismo o entidad involucrado.
ños en cuyo caso la alianza . terapeu, t ica
• con los . padres. se ~or eJem~lo, algunas personas pueden mantener una rela-
' imprescindible. También · es necesan~ · "a m pliar" ción con ciertos ·
toma . la. al1an-
no orga rusmos en tanto y en cuanto se progra-
za en el cas o del tratamien to a mbula tono. de ps icóticos, a men encu~ntros regula res, pero no podrían comprometerse
en una alia nza terapé t · .1 . . . .
importa qué modalida d ter a péutica se aplique con .e110ds, Y t ac t o con el orga . u ica s1 a in1ciat1va para tomar con-
l .
. . bl t n la cooperación e 1ª problem . n1sm_o es quedase librada a ellas. Surgen
que puede ser ind1s pensa e con ar co
familia para asegurarse de que el paciente se haga trata~. , ~ue se h:~1=~pee~1l~~es interes~~es en el caso de las personas
Los cambios de actitud en materia de salud menta' ~
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ridad al f . i. ertad condicional y deben ver con regula•
como la aceptación del pnnc1pio. · · d e 1 t ra tamiento voluntano, sos la conunciona:io encargado de vigilarlas. En algunos cp.
currenc1a compul · d . .
subrayan por fuerza la neces1"d a d d e eva1uar no sólo la corn- . terapéutic siva pue e contribu1r a la a:lianw.
prensión que tiene el paciente de su propia enfermeda~ sino a, pero en otros da origen a una "seudoaliancalt'.
tah\bién su capacidad de entablar eon el terapeuta una alianza

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