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LOS MOVIMIENTOS OSCILANTES DE LA HISTORIOGRAFÍA CHILENA

DURANTE EL SIGLO XX

Pinto Vallejos, Julio y María Luna Argudín con la introducción de algunas modifi-
(Compiladores), Cien años de propuestas caciones, escribir dichas conferencias,
y combates. La historiografía chilena del brindando un balance de la historiografía
siglo XX, México, Universidad Autónoma elaborada en su Chile durante el siglo XX,
Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, texto que está dedicado íntegramente a
2006, 465 pp. hacer un recorrido por las grandes corrien-
tes o “líneas de tensión que este queha-
cer ha exhibido en estos cien años”.

E l texto que reseño es una interesante


propuesta de difusión de las historiogra-
Desde 1990, Julio Pinto, ha contribuido
a renovar los estudios de la historiografía
social-popular. Específicamente ha centra-
fías nacionales del siglo XX que coordina, do su agudeza analítica en las relaciones
desde hace algunos años, la historiadora políticas y socio-laborales del Norte Sali-
María Luna Argudín en la UAM, unidad trero, en la formación de un ideario polí-
Azcapotzalco, y que tiene como finali- tico en los obreros de la pampa y en la
dad responder a la necesidad de divulgar confrontación de los proyectos históricos
entre el público mexicano en general, y populistas y revolucionarios durante la cri-
en particular entre los estudiantes univer- sis de representación y legitimidad que
sitarios de las áreas de historia y ciencias enfrentó el sistema oligárquico-parlamen-
sociales (tanto de licenciatura como de tario en Chile, durante los años 1900-1920.
posgrado), otras experiencias e interpre- Junto con Gabriel Salazar, María Angé-
taciones históricas aparentemente ajenas lica Illanes, Sergio Grez y Luis Ortega, ha
al modelo elaborado en México. puesto en marcha un revisionismo de la
El Dr. Julio Pinto Vallejos, destacado his- historiografía marxista que se desarrolló
toriador chileno, asumió el reto propues- en Chile entre 1950 y 1973, además de la
to por María Luna Argudín. En una versión materialización de un proyecto teórico-
preliminar fue ofrecido, en junio del 2002, metodológico cristalizado en una agrupa-
como un curso que se organizó para la ción vasta de historiadores que ha lleva-
Maestría en Historiografía de México de do a cabo una serie de investigaciones
la UAM, para posteriormente, en el 2006 sobre la sociedad popular y sus proyectos

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históricos, bajo la consigna de ser funda- exenta de las fracturas políticas y sociales
dores de la “Nueva historia social chilena”, producidas en el corto siglo XX chileno.
autoconvocándose a superar las limita- “Cien años de propuestas y combates.
ciones de los estudios históricos del mar- La historiografía chilena del siglo XX” pre-
xismo criollo, con la firme decisión de senta unas palabras preliminares de Ma-
ampliar los estudios de sujetos populares, ría Luna Argudín, donde explica el senti-
hasta ese entonces, invisibilizados o ig- do de publicar esta obra. A continuación,
norados por la vieja perspectiva de los Francisco Zapata hace una semblanza del
historiadores que propugnaban por la re- autor destacando su propuesta como his-
volución política, social e intelectual. toriador y señalando, específicamente,
El balance de la producción historio- algunos aportes que presenta el escrito
gráfica chilena investigada y publicada del historiador chileno. Luego, Pinto, en
durante el siglo XX ha sido abordado par- un centenar de páginas, hace una recons-
cialmente. Algunos trabajos, de Sergio titución histórica de las etapas que él
Villalobos, Gabriel Salazar, Sergio Grez, identifica como las propuestas principa-
Jorge Rojas, Luis Moulián y Luis Vitale, dan les de la historiografía chilena en el trans-
cuenta en distintos momentos, sobreto- curso del siglo XX.
do en los últimos 30 años, de quiénes Cada una de las etapas es presentada
han sido los autores y las obras que han en un marco general, seguida del exa-
trazado las principales temáticas privile- men más detenido de algún autor o de
giadas en los estudios históricos. los autores considerados particularmente
Sin duda que el mayor esfuerzo inves- representativos de su respectiva corrien-
tigativo en este campo lo ha producido el te. La primera etapa, denominada “Fin de
destacado historiador, Cristián Gazmuri1, siécle y nacionalismo conservador (1900-
realizando una investigación monográfica 1940)”, surge de ese clima de malestar ge-
cuyo primer tomo de la obra, aparecido neralizado y compartido que se expresó
contemporáneamente al libro de Pinto, con voces polifónicas en las celebracio-
identifica el carácter positivista y liberal nes del centenario de la independencia.
de los historiadores chilenos entre los La denuncia de que el país estaba pa-
años 1842-1920. deciendo una aguda “crisis moral” y los
En un exhaustivo trabajo Gazmuri re- fuertes cuestionamientos hacia la oligar-
visa a los autores y las obras que senta- quía gobernante, le sirvieron de sustento,
ron las bases de la historiografía chilena. En primero a Alberto Edwards y luego a
todo este contexto, el balance propuesto Jaime Eyzaguirre, para inaugurar la co-
por Julio Pinto es una oportunidad de rriente historiográfica nacionalista-con-
caminar en la dirección de identificar servadora, adoptando a nivel de premisa
avances, propuestas, debates e involucio- la idea de “Chile” como “un ente único
nes que ha presentado la historiografía , no y espiritual, provisto con características
irrepetibles y superiores a la individuali-
dad de su miembros, y portador de una
1 Cristián Gazmuri, La historiografía chilena (1842- suerte de “destino” histórico en cuya rea-
1970), t. I (1842-1920), Santiago de Chile, Edito-
rial Taurus y Centro de Investigaciones Diego lización se juega su verdadero sentido
Barros Arana, 2006. de trascendencia”(Pinto: 29). A partir de

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semejantes parámetros no fue extraña Entre los historiadores que interpretaron


la añoranza de un sentir aristocrático en la historia de Chile desde el materialismo
Edwards. Ante sus ojos, el orden tradicio- histórico, destacan las figuras de Julio Cé-
nal cedía paso a la decadencia en que se sar Jobet, con su trabajo Ensayo crítico
hallaban sumidos el empuje y la convi- del desarrollo económico-social de Chile,
vencia entre los chilenos, obra del libe- y Hernán Ramírez Necochea, con su libro
ralismo y la práctica política desorienta- Historia del movimiento obrero. Antece-
da del régimen parlamentario. Toda esta dentes, siglo XIX. Ambos se la jugaron a
sensibilidad la expondría magistralmen- fondo, en lo profesional y personal, no tan
te en su obra La Fronda Aristocrática. solo por una visión de la historia, sino por
Por su parte, el historiador Jaime Ey- la viabilidad misma de los proyectos de
zaguirre, también mencionado, muy cer- cambio a que aspiraban para la sociedad
cano al integrismo católico y a un hispa- chilena. La presencia del proletariado, la
nismo que lo llevó a ensalzar el periodo lucha de clases, el imperialismo, las forma-
de “Chile hispánico”, “por contraste con ciones sociales y económicas de Chile,
una era moderna/republicana que se fueron problemas recurrentes que dichos
le aparecía aun más decadente que a autores buscaron resolver desde el cam-
Edwards” (Pinto: 37). Todo este pesimis- po historiográfico.
mo lo desarrolló abiertamente en obras En el caso de los seguidores de la escue-
tales como Fisonomía histórica de Chile la de los Annales, por su parte, el énfasis
e Hispanoamérica del dolor. lo pusieron en las estructuras profundas,
El segundo momento de la historiogra- en los procesos de larga duración y en la
fía chilena se intitula “La historiografía co- importancia de los actores colectivos por
mo instrumento de cambio, 1950-1973”. sobre los individuales. Al alero del Institu-
Durante esta época, Chile experimentó to Pedagógico de la Universidad de Chi-
una noción de participación en que todos le figuras como Sergio Villalobos, Álvaro
los integrantes de la sociedad estaban Jara, Rolando Mellafe, Mario Góngora, en-
convocados a ser activos protagonistas de tre otros, dieron sustento a una historio-
un proyecto histórico de transformación grafía sumamente prolífica y rigurosa, que
sin precedentes. Dado este contexto de al cabo de unas décadas contaría con un
cambio social, democratización y polari- sinnúmero de discípulos, como Gabriel
zación política, surgió la segunda gran co- Salazar, Jorge Pinto, René Salinas, María
rriente historiográfica, que vino a desafiar Angélica Illanes, muchos de ellos, años
la hegemonía nacionalista-conservadora. después, terminaron adscribiéndose a la
“En estricto rigor, el desafío se canalizó a perspectiva del materialismo histórico.
través de dos grandes vertientes: una más Cabe destacar también, tal como lo
abiertamente política, y que se agrupó advierte Julio Pinto, que la vía pacífica
en torno a los llamados historiadores mar- hacia el socialismo atrajo a Chile a un
xistas “clásicos”; y otra más asépticamente nutrido contingente de historiadores y
“académica” –aunque con connotaciones cientistas sociales extranjeros que deja-
políticas a la postre igualmente eviden- rían una huella profunda en la historiogra-
tes–, cuyo principal referente era la es- fía chilena.
cuela francesa de los Annales” (Pinto: 41).

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El golpe militar de 1973 quebró el cur- hacer historiográfico en Chile no pudo


so de la historia chilena y además el sustraerse de la atomización que ha ca-
de su historiografía. Los anhelos de cam- racterizado a los estudios históricos a ni-
bio estructural en la sociedad civil y la vel internacional. El género, las ideas, la
auspiciosa investigación histórica vieron cultura, la alteridad, el poder, la sociabili-
abruptamente cercenados sus campos dad, la microhistoria, la vida privada y co-
de acción. “Historiar en dictadura, 1973- tidiana, el multiculturalismo, la globali-
1990”, es la tercera etapa que el autor zación, han sido –aun hoy– los objetos de
considera como una experiencia de sig- estudio primordiales en estos últimos 25
no ambivalente. Si bien el quehacer disci- años por un centenar de entusiastas histo-
plinario se vio fuertemente impactado por riadores, en su gran mayoría adscritos a
la arremetida represiva y refundacional, la “Nueva historia social”; otros tantos al
de allí mismo surgieron respuestas com- legado de los estructuralistas. Sin embar-
plejas y dinamizadoras” (Pinto: 87). go, Chile ha visto en los estudios histó-
Por un lado, la imposición del régimen ricos también una necesidad de fijar sus
militar durante 17 años reactivó el para- recuerdos, de impedir la imposición polí-
digma nacionalista-conservador, encabe- tica del olvido y “dar vuelta a la hoja”
zado, esta vez, por Mario Góngora y sobre el pasado reciente.
Gonzalo Vial. Pero, por otro, sirvió para En este sentido, Gabriel Salazar, Alfredo
potenciar la historiografía estructuralista Jocelyn-Holt y Gonzalo Vial representan
que durante estos años vio acrecentar las para Pinto las tres grandes vertientes
figuras de Sergio Villalobos y Armando que han prevalecido en el escenario de
de Ramón, no tan solo como destacados la historia académica. Salazar y Jocelyn-
historiadores sino como fuertes oposito- Holt, aun con perspectivas opuestas, en
res a la dictadura. A ellos se sumaría, pro- lo político e histórico, han coincidido en la
mediando la década de 1980, la propues- necesidad de avanzar en la recuperación
ta más fructífera del siglo XX, a juicio del de la historia reciente de Chile, mientras
autor, la “Nueva historia social” liderada que Gonzalo Vial, último bastión de la
por Gabriel Salazar, quien en la transi- historiografía nacionalista-conservadora
ción política desplegaría a plenitud su ha abogado –y lo sigue haciendo– por
gran proyecto de investigación sobre el edulcorar el régimen militar y su obra
“bajo pueblo” y la “violencia política” política. No es un problema su visión,
ejercida por el “patriciado” contra las sino los alcances que ésta tiene, pues
formas alternativas de construir “socie- su perspectiva histórica, desde media-
dad civil” y “gobernabilidad” en Chile, dos de los años 1980, ha circulado a tra-
durante los siglos XIX y XX. vés de los textos escolares, y desde 1990
A partir de 1990, recuperados plena- sus columnas y fascículos de historia en
mente los espacios para investigación, medios de prensa de alcance nacional lo
reflexión, debate académico y difusión de catapultaron como el historiador oficial
las ideas, la historiografía chilena dio ini- de la dictadura.
cio a una cuarta etapa identificada por La obra termina con un contraste en-
Julio Pinto como “La batalla de la memoria, tre las historiografías chilena y mexicana,
1990-2002”. Durante estos años, el que- elaborada por María Luna Argudín. La

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autora trabaja en paralelo los historiado- de historiadores, tanto consagrados co-


res mexicanos –bien conocidos por ella– mo en vías de serlo, en este recuento.
y chilenos –aquellos que destaca Pinto–, El caso más ilustrativo es el de Guiller-
principalmente procurando destacar las mo Feliú Cruz, destacado historiógrafo
coincidencias entre ambas historiografías. y bibliógrafo, cuya obra tuvo alcance en
Para esto se vale de una cronología equi- toda Latinoamérica. Su papel como for-
valente a la utilizada por Julio Pinto. Lo mador de historiadores y pedagogos en
que se obtiene como resultado es muy el Instituto Pedagógico de la Universidad
significativo, pues se logra establecer, con de Chile así lo confirma. En su aula, al
suficientes argumentos, que ambas his- calor del debate y de su sabiduría, se for-
toriografías se han forjado al calor del maron Jobet, Ramírez Necochea, Gón-
debate político y de las transformacio- gora, Villalobos, Mellafe, trabajados por
nes sociales. Pinto en su balance, además de otros de-
La segunda parte del libro se completa jados fuera de este recuento, pero igual
con una antología de 330 páginas que de trascedentes en sus investigaciones
seleccionó el autor, y que en parte da como los anteriores; nos referimos a Julio
cuenta de su propio balance. Con auto- Alemparte, con su obra sobre el cabildo
res como Edwards, Eyzaguirre, Jobet, colonial; a Eugenio Pereira Salas, quien
Góngora, Salazar, Jocelyn-Holt, Vial, Illa- con su estudios sobre los juegos, la comi-
nes, Tinsman y el Manifiesto de los His- da y la pintura colonial ha dado impulso
toriadores cuyos resultados de investi- hoy a investigaciones de historia cultural
gación más representativos se incluyen y de vida cotidiana; a Néstor Meza, estu-
fragmentariamente. Lamentablemente en dioso de la conquista y la legislación in-
esta selección, elaborada por Pinto, no hay dígena en Chile y América, maestro de
argumentos que nos orienten a realizar Leonardo León, hoy en día el investigador
una lectura crítica, y menos si ésta es una más sobresaliente de la historia mapuche
contribución de fondo en la historiogra- colonial y republicana. Paradójicamente,
fía chilena. el historiador Pinto releva a este último en
Estamos conscientes que hacer el ba- su recuento, dejando fuera a Meza, quien
lance de un siglo en materia historiográ- otorgara las primeras armas para que León
fica, de cualquier país, no es tarea simple; se convirtiera en el historiador que es.
sin embargo, disponer de un centenar de Julio Heise es otro gran historiador for-
páginas para ello, aun siendo de carác- mado por Feliú Cruz y también despla-
ter ensayístico y un retrato no exhausti- zado en este balance. Sus estudios sobre
vo y detallado, alcanza para referirse a el Parlamentarismo e Independencia co-
investigadores que han tenido una in- mo aprendizaje político lo sitúan como
fluencia, no menor, tanto en sus estudios uno de grandes historiadores políticos que
como abriendo perspectivas que han am- ha tenido Chile, nada de ello es rescatado
pliado notablemente los campos del co- por Julio Pinto. A eso debemos sumar las
nocimiento histórico de Chile. Llama la ausencias de figuras tan emblemáticas
atención que Julio Pinto, siendo un in- como Ricardo Donoso, Raúl Silva Castro y
vestigador riguroso y prolijo, haya omiti- Osvaldo Arias, todos investigadores funda-
do en su trabajo a un grupo significativo mentales para comprender la evolución

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de las ideas políticas en Chile en la prime- el historiador Pinto Vallejos no contribu-


ra mitad del siglo XX, ya sea a través de ye en darlos a conocer al público, gene-
un Arturo Alessandri, de la contribución ral y especializado, de México.
del periodismo o el rol de la prensa Desde principios de 1990 ha existido
obrera ampliando el debate en el espa- en Chile un creciente interés de los jóve-
cio público. nes por estudiar historia. En ese contexto
Los historiadores nos hemos quejado las escuelas de posgrado crecieron verti-
siempre del excesivo centralismo capita- ginosamente, y los estudios respectivos
lino que adquieren nuestras investigacio- en el exterior se hicieron cada vez más re-
nes, y que acusa la falta de perspectiva currentes. Por eso llama la atención que
regional o local en las historiografías ela- el autor no haga mención de los nuevos
boradas. En este sentido, es censurable historiadores, hijos de la transición demo-
que el balance no incluya el gran aporte crática. El aporte de Milton Godoy a los
de historiadores regionalistas, tales como estudios culturales del Norte Chico;
Mateo Martinic, Gabriel Guarda, Leonar- Claudio Robles a la agricultura y rurali-
do Mazzei o Patrick Puigmal, que han dad; Juan Carlos Yáñez y sus estudios he-
comprometido sus talentos con tramas terodoxos sobre la cuestión social; Pablo
históricas que escapan a la excesiva piro- Artaza, siguiendo muy de cerca al propio
tecnia que muestran algunos trabajos de historiador Julio Pinto, con sus estudios
historia capitalina, que bajo la estriden- de la conciencia de clase en los pampi-
cia dejan entrever premisas débiles y nos; Luis Castro problematizando el de-
sin sustento. sierto del Norte Grande desde los conflic-
Frente a la omisión de historiadores de tos del agua; Hugo Contreras buscando
la estatura intelectual y peso académico nuevas perspectivas en los estudios de
que hemos señalado resulta exagerado, cacicazgos indígenas del Valle Central;
por decir lo menos, que la historiadora Santiago Aránguiz vinculando la historia
María Angélica Illanes tenga un lugar tan de Chile a los procesos internacionales;
destacado en este recuento, a tal punto Rolando Álvarez identificando las estra-
que se califique su labor historiográfica, tegias de la clandestinidad comunista en
entre mediados de 1980 y principios de tiempos de la dictadura de Pinochet; Mar-
1990, como la antesala de sus “páginas cos Fernández en búsqueda de las iden-
brillantes en las décadas por venir”. Sin tidades masculinas y la presencia del al-
desconocer la obra sugerente de Illanes, cohol en la historia social de Chile o
estamos convencidos que los trabajos Alberto Harambour y su interés por iden-
de Feliú Cruz, Pereira Salas, Donoso o de tificar los rasgos del movimiento obrero
un Moisés Poblete, autor prolífico en los en el extremo Austral de Chile, son sólo
estudios de la legislación social y laboral, una muestra de aquellos historiadores
de las condiciones de vida y de una tem- jóvenes que ya habían publicado desde
prana caracterización de la evolución mediados de los años 1990 sus primeros
del movimiento obrero chileno, incluso trabajos, muchos de los cuales fueron
anterior a Jobet, son merecedores de for- inclusive presentados por el propio Julio
mar parte de las páginas brillantes de la Pinto, por lo que llama aun más la atención
historiografía chilena, y lamentablemente que no los haya incluido en su balance.

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En cuanto a la antología, es claro que haber sido seleccionados con algunas de


no es correspondiente con las etapas sus investigaciones.
identificadas en este balance. Hay una in- Finalmente, este balance queda en
clinación manifiesta a exhibir el contraste deuda en el recuento de los movimien-
entre la historiografía nacionalista-conser- tos oscilantes de la historiografía chilena
vadora y la “Nueva historia social”, que- durante el siglo XX. A este respecto uno
dando invisibilizada la historiografía es- lamenta que Julio Pinto Vallejos, al pre-
tructural, influenciada por “Annales” y los sentar la historia académica chilena –mí-
aportes de la historiografía post-dictadu- nimamente conocida en el exterior–
ra, más allá de la historia política y la his- desaproveche en parte las escasas plata-
toria social. formas para difundir su producción y sus
Dado el tratamiento que se da en modelos de hacer historiografía, más aun
el balance a Sergio Villalobos, llama la cuando el universo cultural e intelectual
atención que no se haya seleccionado mexicano es un excelente punto de par-
algún pasaje importante de su vasta obra. tida para explorar nuevos desafíos!
Pudieron haber sido incluidos también
Rolando Mellafe o Álvaro Jara. De autores
contemporáneos, Ana María Stuven, Cris- Patricio Herrera González
tián Gazmuri, Joaquín Fermandois, René Centro de Estudios Históricos
El Colegio de Michoacán
Salinas o Rafael Sagredo, bien podrían

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