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Relaciones.

Estudios de historia y sociedad


ISSN: 0185-3929
relacion@colmich.edu.mx
El Colegio de Michoacán, A.C
México

Perlstein Pollard, Helen


EL IMPERIO TARASCO EN EL MUNDO MESOAMERICANO
Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXV, núm. 99, verano, 2004, pp. 115-145
El Colegio de Michoacán, A.C
Zamora, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13709904

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EL IMPERIO TA R ASCO EN EL
MUNDO MESOAMERICANO
RELACIONES 99, VERANO 2004, VOL. XXV
Helen Perlstein Pollard*
M I C H I G A N S TAT E U N I V E R S I T Y
A diferencia de otros centros (core zones) de México en el Postclásico
tardío, la región central de Michoacán no tenía antecedentes de pode-
rosas ciudades-estado o imperios, sino que estaba en la periferia de las
economías políticas de los periodos Clásico y Postclásico temprano.
Para principios del siglo XVI, el imperio tarasco se había convertido en
una fuerza poderosa del mundo mesoamericano. Este artículo sinteti-
za estudios recientes que permiten un mejor entendimiento del con-
texto local, regional y macrorregional de este imperio.
(Imperio tarasco, economía política, Michoacán, Postclásico tardío)
ara el año de 1522, el rey tarasco ya gobernaba un reino
que cubría una superficie de más de 75 000 km2 en las
P tierras altas de la región centro-occidente de México,
incluido el actual estado de Michoacán. En esa época,
el imperio tarasco era el segundo más grande de Meso-
américa y era dominado en términos étnicos por una población que los
españoles llamaron “tarascos”, y que hablaba el lenguaje de Michoacán,
también conocido como tarasco o p’urhépecha. A diferencia de otros nú-
cleos imperiales mexicanos del Postclásico, la zona central de Michoa-
cán no tenía antecedentes de poderosas ciudades-estado o imperios,
sino que había permanecido más bien en la periferia de las economías
políticas de los periodos Clásico y Postclásico temprano. Empero, para
principios del siglo XVI, el imperio y la dinastía real que gobernaban
desde la cuenca del lago de Pátzcuaro se habían convertido en una po-
tencia dentro del mundo mesoamericano. Ese mundo estaba dominado
políticamente al este y al sur por el expansionista imperio azteca, así
como por varios pequeños estados y señoríos hacia el oeste. En lo eco-
nómico, todas las sociedades mesoamericanas estaban interrelaciona-
das mediante importantes flujos de bienes y servicios. En este ensayo,
sintetizo nuestra actual documentación sobre la naturaleza de la socie-
dad p’urhépecha y analizo cómo las recientes investigaciones arqueoló-
gicas nos están permitiendo entender el impacto del sistema mundial
del Postclásico tardío sobre las poblaciones tarascas.
* pollardh@msu.edu
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Con base en documentos del siglo XVI, Borah y Cook estiman que la
población del imperio tarasco era de 1.3 millones de habitantes, aunque
Beltrán, usando documentos similares, calcula una población de 750 000
para el año de 1524 (1994, 119). Beltrán desglosa su estimado para ese
año en un esquema que abarca tres zonas: el Bajío, con 352 316 habitan-
tes; la sierra, con 248 648; y las tierras bajas, con 140 071. Además, subra-
ya la alta concentración demográfica en el centro y norte de Michoacán
(1994, 120). Sondeos arqueológicos regionales en las cuencas de Zacapu,
Pátzcuaro, Cuitzeo y Sayula sugieren que la densidad poblacional al-
canzó su punto máximo en el Postclásico tardío (Arnauld y Faugère-
Kalfon 1998, Fisher et al. 2003, Healan 1997, Michelet 1995, Migeon 1998,
Pollard 2001, Valdez y Liot 1994). En la cuenca del lago de Pátzcuaro –el
corazón geopolítico del imperio– se han localizado más de 90 comuni-
dades, con una población estimada entre los 60 000 y 105 000 habitantes
(Gorenstein y Pollard, 1983). Por los documentos tributarios sabemos
que la cuenca de Cuitzeo también estaba densamente poblada. De he-
cho, la mayor concentración de tributarios registrada en el imperio esta-
ba localizada en el norte-centro de Michoacán, desde la cuenca de Zaca-
pu hacia el este hasta la cuenca de Cuitzeo (Beltrán 1982). Estos datos
sugieren asimismo que los asentamientos más grandes y de mayor po-
blación en cualquiera de las regiones (centros ceremoniales o ciudades)
datan del Postclásico tardío (Pollard 2003).
FIGURA 1. Mapa de la extensión del imperio tarasco

LA CREACIÓN DEL TERRITORIO TARASCO: LEYENDA E HISTORIA


Lo que sabemos de la secuencia histórica de la conquista y consolida-
ción del reino tarasco en esta vasta región lo debemos principalmente a
la obra La Relación de Michoacán,1 aunque varios documentos redactados
durante la temprana administración colonial española en la región su-
plementan y confirman la información de esta fuente, especialmente las
Relaciones geográficas de 1579-1580, la Visitación de Caravajal de 1523-1524,
1
Existen varias ediciones, algunas de las mejores son: Madrid 1956; Miranda 1980; y
dos publicadas recientemente: Franco Mendoza 2000 y Escobar Olmedo et al. 2001.
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la Visita de Ortega de 1528, la Suma de visitas de pueblos de 1547-1550 y los
primeros documentos sobre las encomiendas de 1523-1525 (Warren
100°

1985). Los documentos que mencionan las conquistas aztecas en la fron-


tera oriental del territorio tarasco nos brindan información documental
Zitácuaro

Pungarabato
Cutzamala

adicional (Hassig 1988). Finalmente, los estudios arqueológicos en la zona


Taximaroa

Tuzantla

tarasca y sus fronteras complementan estos registros documentales.


Lago Cuitzeo Zinapécuaro
Ucareo

Ajuchitlán

Según la historia legendaria de los tarascos, en el Postclásico medio


Acámbaro

el gran héroe cultural Taríacuri se estableció como el señor de Pátzcuaro


Ziróndaro
Guayangareo

e instaló a dos de sus sobrinos, Hiripan y Tangáxoan, como los señores


de Ihuatzio y Tzintzuntzan, respectivamente. Entre 1250 y 1350 d.C.,
este linaje elite encabezado por Taríacuri, el uacúsecha, efectivamente
Tiripetío
Tzintzuntzan

Turicato

dominó la interacción política en la cuenca de Pátzcuaro.


Yuririapundaro

Huandacareo

Churumuco

Para 1350, y ya con el territorio más extenso y rico de la cuenca de


Lago de Pátzcuaro
Ihuatzio

Pátzcuaro (Pátzcuaro, Ihuatzio, Tzintzuntzan) bajo el control de su lina-


Huariqueo

je, Taríacuri y sus aliados en Urichu, Erongarícuaro y Pechátaro, empe-


zaron a dirigir a sus seguidores en una serie de campañas militares den-
Zacapu
FIGURA 2. Mapa de las unidades administrativas del imperio tarasco

Comanchen

Erongarícuáro

tro y fuera de dicha cuenca (Pollard 1993). Desde el rincón suroeste de

í o Zacatula
la cuenca, las conquistas se extendieron hasta encerrar toda esta zona.

as
Lerma

ls
102°

Entonces murió Taríacuri pero, bajo el liderazgo de Hiripan desde su

Ba
Chilchota
Zináparo

Uruapan

base de Ihuatzio, la conquista siguió hacia la cuenca del lago de Cuitzeo.

R
Tancítaro
Río

En la época del primer contacto con los españoles y gracias a estos terri-
torios, que eran los más densamente poblados, la elite uacúsecha que en-
Xacona

cabezó las campañas de conquista se enriqueció enormemente. Está


claro que en ese tiempo la expansión militar tarasca consistió en sa-
queos dirigidos por el líder guerrero Taríacuri y, más tarde, por Hiripan

Unidades administrativas
Tepalcatepec
Lago de Chapala

tarasco en el siglo XVI


Tamazula
como representante de un imperio que más bien era una agrupación de

Límites del imperio


diferentes sociedades con varias “capitales” donde vivían los miembros
Tuxpan
Zapotlán
de más alto rango del linaje dominante. El botín obtenido en estas con-
Sayula quistas militares era repartido entre los señores que participaban y la
conquista era sólo parcial.

30 km
Alrededor de 1440 d.C., primero bajo el liderazgo de Hiripan y lue-

N
go de Tangáxoan, se dieron los primeros pasos hacia la institucionaliza-

10
ción de las conquistas militares y la construcción de un imperio tributa-

0
104°

rio. Esto significaba crear una burocracia administrativa y repartir los

19°
20°
territorios conquistados entre los miembros de la nobleza. Los señores
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que habían encabezado los ataques fueron reemplazados por una serie En la década de 1480, los aztecas, al mando directo o indirecto de
de linajes que se hicieron cargo de los puestos burocráticos. La Relación Ahuitzotl, y usando sus súbditos (matlatzincas, chontales, cuitlatecas),
nos dice que los isleños ocuparon parte de la tierra caliente, mientras dirigieron una serie de ataques contra la frontera sur tarasca en la cuen-
que los chichimecas se dirigieron a la “mano derecha”, es decir, a la sie- ca del Balsas. Aunque no hubo un claro vencedor en estos enfrenta-
rra tarasca (RM, 1980, 198). Algunos pueblos que habían sido “conquis- mientos, lo cierto es que ocuparon buena parte de la atención militar de
tados” anteriormente fueron retomados y se estableció una serie de cen- los tarascos en las décadas de 1480 y 1490. En 1517-18 los aztecas, ya go-
tros administrativos, de donde se emprendieron posteriores campañas. bernados por Moctezuma II, organizaron una última gran ofensiva diri-
En las décadas siguientes, el patrón de expansión forjado en la con- gida por su gran jefe tlaxcalteco, Tlahuicale, contra la frontera norte ta-
quista e incorporación del centro de Michoacán fue aplicado a otra serie rasca. Esta campaña logró penetrar hasta Acámbaro en el norte antes de
de conquistas. El primer blanco de expansión fue la sierra tarasca, se- ser detenida por los tarascos en 1519, gracias a dos movimientos coordi-
guida por la cuenca del Balsas. Campañas subsecuentes expandieron las nados: uno dirigido contra la cuenca de Toluca desde Zinapécuaro, y
fronteras del control tarasco hacia todos los puntos cardinales, hasta al- otro que partió de la zona central del río Balsas y llegó hasta la fortaleza
canzar su máxima extensión, al parecer, alrededor de 1470 d.C. Varias azteca en Ostuma. Quizá fue la preocupación de estas dos potencias por
otras zonas fueron dominadas por el rey tarasco Tzitzipandáquare, aun- la frontera sur del Balsas lo que permitió al jefe local de Zacatula liberar
que luego las perdió debido a rebeliones o a la consolidación del impe- a su provincia, primero del dominio tarasco y, después, del control
rio tarasco frente a la expansión azteca. azteca.
Para la década de 1460, los tarascos habían tomado la provincia de
Zacatula en la costa del Pacífico cerca de la desembocadura del río Bal-
sas, extendido su frontera noreste hasta la cuenca de Toluca, establecido LA ESTRUCTURA POLÍTICA DEL IMPERIO
centros al norte del río Lerma y expandido sus dominios más al norte
del lago de Chapala en el occidente. La estructura del imperio tarasco en el siglo XVI es reconocida por su
Fue en la década siguiente que los tarascos empezaron a encarar la alto grado de centralización política y por ejercer un control sobre su te-
presión militar de los aztecas en la frontera oriental y sobre su límite con rritorio que rara vez fue desafiado (Gorenstein y Pollard 1983; Pollard
Colima en el oeste. En 1476-77, Axayacatl y los aztecas respondieron a 1993). Estas características podrían estar relacionadas con el surgimien-
la expansión tarasca con una gran campaña en que capturaron varios to en el Postclásico tardío (1350-1525 d.C.) de un sistema social plena-
centros fronterizos, incluido el de Taximaroa, y penetraron hasta el co- mente identificado con los tarascos, y logrado mediante iniciativas dise-
razón territorial de los tarascos, a la altura del pueblo de Charo. Tras re- ñadas conscientemente para subordinar y reemplazar a las identidades
tomar sus centros, los tarascos fortificaron la frontera oriental con una étnico-lingüísticas locales como la base del ejercicio del poder social o
serie de grandes centros militares y reubicaron allí algunos tarascos y político. A pesar de claras evidencias de una más temprana heteroge-
varios pueblos de exiliados matlatzincas y otomíes que habían huido neidad étnica en el centro de Michoacán, incluso en el Postclásico medio
del dominio azteca. El registro arqueológico indica que en esa época los (1100-1350 d.C.) (RM, 1956), para el siglo XVI la gente de la región se
tarascos abandonaron la frontera norte (más allá del río Lerma). Hay in- identificaba a sí misma y era identificada también mayormente como ta-
dicaciones asimismo de que en ese tiempo los tarascos renunciaron a rasca (RM 1956; Suma de visitas 1905; Rel. Geog. 1985, 1987; y Warren
sus intentos de incorporar a zonas en Jalisco y Colima, prefiriendo con- 1968, entre otros).
solidar su control de las áreas de Tamazula-Zapotlán y Coalcomán.
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La estructura de autoridad casos el rey debía ratificar los nombramientos. Los líderes locales fueron
escogidos de entre varios candidatos por el rey, quien reservó el dere-
La estructura del sistema administrativo tarasco ha sido tema de estu- cho de reemplazarlos y de revocar sus decisiones. En algunos lugares,
dio de varios autores,2 todos los cuales basaron sus análisis principal- los lazos entre la dinastía central y los líderes locales fueron reforzados
mente en las fuentes documentales, especialmente la Relación de Mi- mediante alianzas matrimoniales con las hijas del rey. Estas personas
choacán. Lo que presento a continuación es una síntesis de sus obras. eran conocidas como angámecha, “los que tienen bezotes entre barba y
Recientes estudios lingüísticos del p’urhépecha del siglo XVI sugieren labio” (Lagunas 1983, 221). La remoción del bezote era un acto simbóli-
que el deletreo y algunas traducciones de los términos mencionados co mediante el cual el rey castigaba a algún angámecha y lo removía de
abajo podrían variar (véase, por ejemplo, Monzón, en prensa). su puesto (RM 1956, 201-202). Entre los angámecha había personas de la
El centro administrativo del imperio estaba en Tzintzuntzan, donde nobleza hereditaria, los achaecha, y, aparentemente, algunos individuos
el rey tarasco, irecha, tenía su corte, impartía justicia y recibía emisarios comunes que habían sido premiados por su destacado servicio militar.
desde adentro y afuera de su reino. La corte incorporó a los miembros En su papel de líderes locales personificaron el vínculo entre la dinastía
de la nobleza tarasca en una serie de puestos organizados jerárquica- tarasca y la gente común y manifestaron que la autoridad fluía desde el
mente. Debajo de la corte, había una extensa burocracia compuesta de gobierno central y no desde la nobleza local.
miembros de la nobleza y de gente común. Este flujo de autoridad desde el centro hacia los pueblos fue apoya-
do por el sistema básico de la tenencia de la tierra y de los recursos. En
CUADRO 1. La burocracia del estado tarasco los dominios tarascos, los títulos de tierras eran legítimos porque prove-
nían del mismo rey en un sistema que incluía tanto a los campos agríco-
Irecha El jefe del linaje uacúsecha; el rey o cazonci. las como a los derechos de pesca, a los recursos minerales y a las zonas
Angatacuri El gobernador, o primer ministro. de caza en la cuenca de Pátzcuaro. Así, por ejemplo, gracias a un otorga-
Capitán El líder militar en tiempo de guerra. miento del rey, la gente de Tiripitío gozaba del derecho de pescar en el
Petámuti El principal sacerdote.
lago de Pátzcuaro, aunque su pueblo no estaba en la zona lacustre (RG
Ministro de tributo El funcionario a cargo de los recolectores de tributo.
1985, Tiripitío). Pensamos que disposiciones parecidas por parte del rey
Caracha-capacha Los gobernadores de los cuatro cuadrantes del estado.
Achaecha Miembros de la nobleza que sirvieron de consejeros.
establecieron los derechos a la tierra y a la pesca para pueblos como Xa-
Quangariecha Capitanes de unidades militares en tiempo de guerra. rácuaro, Zurumútaro y Carapan (García Alcaraz 1976, 228-229).3 Los
Ocámbecha Recolectores de tributo. mecanismos que aseguraban que la distribución de recursos fuera
Mayordomos Jefes de grupos que guardaban y distribuían el tributo, respetada son bien conocidos: un documento de Carapan, por ejemplo,
producían artesanías y proporcionaban servicios al estableció que cualquier persona que usara campos que no le correspon-
palacio (conocemos al menos 34 diferentes unidades) dían sería sentenciada a morir por los jueces locales y enviada a Tzint-
zuntzan para ser “ofrecida a los dioses”.
Al parecer, todos los puestos eran heredados de padres a hijos y pre- Beltrán (1982) y Carrasco (1986) han estudiado el sistema de la te-
ferentemente al hijo de la esposa mayor, aunque en la mayoría de los nencia de la tierra e identificado una serie de categorías, incluidas las si-
2 3
Véanse, entre otros, Beltrán 1982, 1994; Carrasco 1986; Castro-Leal 1986; García Al- Análisis recientes de Hans Roskamp sugieren que algunos de esos documentos
caraz 1976; Gorenstein y Pollard 1983; López Austin 1976; Paredes 1976 y Pollard 1972, pueden estar fechados en el siglo XVIII más que el en el siglo XVI (Roskamp 1999, Roskamp
1993. y César Villa 2003).
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guientes: 1) las tierras patrimoniales de la dinastía real (uacúsecha); 2) las administrativas tenían una extensión geográfica semejante, de manera
tierras fiscales del imperio donde se producían bienes tributarios; 3) las tie- que había un máximo de un día de viaje entre cualquier pueblo y su res-
rras asignadas a los señores locales; y 4) las tierras de la gente común. A pectivo centro.
estas categorías, yo agregaría los derechos usufructuarios para cazar, No está claro si había algún otro nivel entre estos centros regionales
pescar y explotar la madera, así como el control ejercido sobre las minas y la capital. Las fuentes documentales sugieren, por ejemplo, que hubo
del imperio y los comerciantes a larga distancia (Pollard 1982, 1987). un centro de recolección tributario en Tancítaro que atendía a buena
La mano de obra requerida para trabajar las tierras del imperio era parte del territorio hacia el suroeste, y el pueblo de Xacona es
reclutada de entre la gente común (p’urhépecha). Campos adicionales mencionado asimismo como uno de los cuatro centros administrativos
eran labrados por esclavos (teruparacua-euaecha), un grupo que incluía a del territorio tarasco y sede de uno de los cuatro caracha-capecha
prisioneros de guerra, criminales, individuos que se vendían como es- (administradores). El análisis de estas fuentes indica que la división en
clavos y otras personas que se podían comprar en el mercado. Además, cuatro cuadrantes era más bien simbólica y que representaba el diseño
había un grupo conocido como los acípecha que, al parecer, fueron los cósmico de la empresa imperial. Otra sugerencia es que eran sitios don-
sirvientes de la nobleza (Carrasco 1986,80-81). Finalmente, todos los hi- de se concentraba el ejército y que posiblemente jugaban también un pa-
jos del rey recibían tierras que eran trabajadas por los familiares de su pel en el sistema de recolección de tributo. Sabemos, por ejemplo, que
madre, aunque no sabemos con exactitud cómo era reclutada esta mano las campañas militares de mayor envergadura fueron organizadas en
de obra. Xacona, Tacámbaro y Zinapécuaro. Además, la evidencia arqueológica
de Huandacareo (en la cuenca de Cuitzeo) y Zirizicuaro (al este de
Las divisiones territoriales dentro del imperio Uruapan) –dos centros administrativos tarascos en algún momento–
sugiere que allí donde no había grandes centros de población los taras-
El control administrativo fue logrado mediante la creación de una serie cos construyeron espacios públicos para manifestar su administración
de centros, cada uno de los cuales tenía varias comunidades dependien- imperial, impartir justicia, celebrar rituales y enterrar líderes locales e
tes. Los centros administrativos de estas unidades se reportaban direc- imperiales.
tamente al palacio en Tzintzuntzan y cada uno de ellos, por su parte, El poder de la dinastía central estaba vinculado directamente con to-
tenía varias villas y aldeas dependientes dispersas sobre su territorio. dos los centros administrativos menores y el control directo ejercido so-
Algunos centros también estaban divididos en subcentros. Beltrán (1982, bre la toma de decisiones en un nivel local podría extenderse incluso
118) sugiere que estas subcabeceras resultaron de las divisiones de los hasta el nivel de las villas. Sabemos, por ejemplo, que el rey envió a un
linajes nobles que las gobernaban. Así, la jerarquía administrativa tenía juez a resolver disputas en el pueblo de Tetlamán, cerca de Tepalcatepec
un máximo de cinco niveles. En las cinco unidades que conocemos a (Carrasco 1969, 219). En la cuenca de Sayula, que fue incorporada en el
cierto detalle gracias a la Visitación de Caravajal, el número de pueblos imperio entre 1440 y 1500 d.C., la colonización durante el Preclásico y
sujetos variaba entre 12 y 44, y el número de “casas” reportadas entre Clásico fue dispersa en pequeñas comunidades dedicadas a la explota-
244 y 863. Si calculamos la población usando un promedio de seis per- ción de la sal en la orilla del lago (Valdez y Liot 1994). En el Postclásico,
sonas por vivienda, entonces estas unidades habrían albergado entre el poblamiento se extendió hacia las zonas agrícolas del altiplano, al
1 464 y 5 178 habitantes. Navarrete Pellicer (1988), sin embargo, sugiere tiempo que los pueblos se agruparon en lo que los miembros del Proyec-
un promedio mayor a las 11 personas por casa con lo cual llega a estima- to Sayula llaman señoríos o cacicazgos. Hay evidencia de la ocupación
dos de población mucho más elevados. A pesar de la baja densidad de- tarasca (o de líderes locales que representaron al imperio), en los sitios
mográfica en las zonas más alejadas del centro tarasco, estas unidades más grandes asociados con cada pueblo local. En su análisis de la Visi-
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tación de Caravajal, Navarrete Pellicer (1988) observa que en algunos de servir a los intereses del centro político cerca del lago de Pátzcuaro o,
los pueblos dependientes de las cinco unidades administrativas para las más bien, a los de la elite sociopolítica que residía en la capital de Tzint-
cuales tenemos datos se enumeraron muchos más señores de los que es- zuntzan.
peraríamos encontrar en una estructura con este grado de centraliza- Tierra adentro, los líderes locales trataban directamente con los re-
ción. Cree que esto indica un mayor control en el nivel local que el que presentantes de la administración central (Relación de Michoacán 1956,
sugiere la Relación de Michoacán. Gilberti 1975, Lagunas 1983, Visitación de Caravajal en Warren 1977). Al
Dentro de las fronteras del reino tarasco y a lo largo de sus límites, parecer, el interior del imperio estaba bajo el control directo de la capi-
hubo varios enclaves étnicos no-tarascos compuestos de pueblos dife- tal política. Todos los líderes locales fueron ratificados por la elite de
rentes que recibían de manos del rey tierras dentro de su territorio, o de Tzintzuntzan y podían ser reemplazados, o tener sus decisiones revoca-
pueblos no-tarascos que vivían en los límites militares. En el caso de los das, por el rey. Se daba por hecho su lealtad y se consideraba inusitada
matlatzincas de la zona de Charo-Undámeo, sus comunidades fueron la intervención del centro en asuntos locales (Relación de Michoacán 1956,
administradas en conjunto y encabezadas por Charo (Quezada Ramírez 201-202). Esta lealtad a la dinastía real tarasca fue demostrada en varias
1972, 43; Warren 1977, 247-250). Dado que era la sede de los nobles de ocasiones en el temprano periodo colonial (Warren 1977, 1985).
más alto rango entre los matlatzincas, la elección de Charo como el cen- En la segunda zona –la de la asimilación activa– hubo problemas de
tro administrativo quizá indique que los tarascos “se metieron” poco en diferente índole. Muchos de los recursos básicos mediante los cuales la
la sociedad matlatzinca y que este grupo retuvo su estatus y su propia elite se identificaba provenían de esta zona: el cacao, las frutas tropica-
autoridad. Los enclaves étnicos sobre las fronteras militares a menudo les, el algodón, el copal, las pieles de jaguar, las plumas de aves tropi-
pagaban su tributo en forma de servicios militares especializados. Mu- cales, el oro, la plata y el cobre y estaño (Gorenstein y Pollard 1983;
chos de esos centros fronterizos y pueblos fortificados eran lugares Pollard 1993). Esta zona, que fue absorbida por el imperio expansionista
multiétnicos con hasta cuatro diferentes grupos, además de pequeños sólo después de 1440, llegó a jugar un papel cada vez más importante
grupos de tarascos que habían sido enviados a colonizarlos. Eran admi- en la conservación de la elite de la sociedad tarasca. Para que el reino lo-
nistrados por separado por los mismos grupos étnicos. Así, por ejemplo, grara extenderse más allá de esta zona, la lealtad política de esos tribu-
el gobernador tarasco que fue enviado a Acámbaro tenía a su cargo sólo tarios debía asegurarse. Aunque era poco probable que estallara una re-
la comunidad tarasca (RG Celaya 1985). Entonces, señores locales de es- belión o insurrección en esta región de baja densidad demográfica, un
tos grupos étnicos fueron seleccionados, con la aprobación del rey taras- evento de este tipo habría presionado fuertemente los recursos de los ta-
co, a administrar sus pueblos. Cuando participaban en las campañas rascos en el centro. Mediante su control del acceso a los puestos políti-
militares de los tarascos mantenían sus propias unidades militares, aun- cos, la elite central logró limitar el acceso de las elites locales al poder y
que éstas obedecían las órdenes de los líderes del imperio. al prestigio, que para entonces eran definidos por los tarascos. Los títu-
los de tierras en los dominios tarascos sólo eran legítimos si fueran otor-
Poder político, clase y etnicidad gados a individuos y pueblos por el rey, se tratara de campos de culti-
vo, de derechos de pesca o de minería o de zonas de caza (Beltrán 1982,
Conforme se extendía el territorio del imperio, el éxito económico y po- Carrasco 1986, Pollard 1993). Al extenderse la ideología política tarasca
lítico de los tarascos del Postclásico tardío requirió que sus comuni- en la región, el acceso a recursos y al estatus social no fincado en ella se
dades, cada vez más heterogéneas, fuesen integradas para agilizar la volvió ilegítimo y, con el paso del tiempo, se habría vuelto irrelevante,
explotación económica de sus poblaciones y recursos y proteger la inte- alentando aun más la asimilación de las elites locales a la etnicidad
gridad de las fronteras imperiales. Esta integración fue diseñada para tarasca.
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En la zona de segregación étnica cerca de las fronteras militares, se 67, 403). La actividad comercial incluía el alquiler de servicios como aca-
conseguía la lealtad a la elite tarasca a cambio de la protección y seguri- rrear agua (RM 1956, 114), moler maíz (RM 1956, 114), mendigar por co-
dad que brindaba su estructura militar imperial. Administradores fue- mida y vender esclavos (RM 1956,92, 178). No hay evidencia que sugie-
ron enviados desde el centro político para relacionarse con la población ra que los mercados fuesen controlados o regulados por el gobierno,
local y así cimentar su lealtad. Esos pueblos fueron vistos más bien aunque la Relación de Michoacán incluye una detallada descripción del
como “aliados-súbditos” y no como simples súbditos, y el tributo que sistema judicial de los tarascos. Sabemos que el rey suspendió la activi-
enviaban podía consistir de prisioneros de guerra y esclavos (Relaciones dad comercial sólo en dos ocasiones: cuando murió un monarca taras-
geográficas 1987). Era deseable incorporar a estas zonas de segregación co, y cuando los españoles arribaron en su capital (RM 1956, 246, 223),
en el imperio, ya que el riesgo que corrían los tarascos de perder su leal- dos acontecimientos a todas luces extraordinarios, pero que sí indican
tad era compensado por los beneficios que lograban al usar a sus pobla- que a final de cuentas el comercio estaba subordinado al control políti-
ciones como apoyo militar, víctimas de sacrificio e intermediarios eco- co central.
nómicos con los pueblos vecinos. Carlos Herrejón Peredo (1978) ha
descrito el valioso papel que jugaron los pueblos matlatzincas y otomíes El sistema tributario
(en la frontera oriental y en los enclaves de Charo-Undámeo) en repeler
la campaña militar azteca de 1476-1477, un apoyo que provocó duras re- La principal agencia del imperio en cuanto al intercambio económico
presalias de parte de los aztecas en el valle de Toluca que provocaron un fue su vasta red tributaria centralizada y jerárquicamente organizada
mayor éxodo de refugiados hacia el territorio tarasco. (véase especialmente, RM 1956, Gorenstein y Pollard 1983, Pollard 1993).
Aunque en el fondo el sistema tributario era una institución política, el
grueso de los artículos provenientes de diferentes zonas del imperio
LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL IMPERIO que pasaron por sus múltiples niveles acababa depositándose en los al-
macenes centrales de la capital en Tzintzuntzan. Fuesen consumidos en
Los bienes y servicios fluyeron a través de varios canales institucionales la cuenca por la familia real, la burocracia política y los funcionarios re-
que podemos separar en dos clases básicas: 1) mercados locales y regio- ligiosos de los templos imperiales, entregados como regalos a emisarios
nales; y 2) agencias controladas por el imperio. Se cree que estas últimas foráneos o repartidos entre la población local en épocas de escasez, esos
incluyeron la red tributaria, los comerciantes oficiales dedicados al bienes representaron parte importante de la economía local. Además,
comercio a distancia, los campos agrícolas, bosques y minas imperiales fueron utilizados para sostener al ejército, que en épocas de guerra ha-
y el intercambio oficial de regalos. bría reclutado a muchos hombres del centro de Michoacán.
El sistema tributario estaba bajo el control total de la familia real en
El comercio mercantil Tzintzuntzan. Se recolectaba el tributo en forma regular (por ejemplo,
cada 80 días, véase Warren 1968) en centros regionales, cada uno de los
Las fuentes primarias que mencionan las redes económicas tarascas di- cuales tenía una serie de tributarios conocidos. Los burócratas encarga-
cen relativamente poco acerca del mercado o de los mercados, aunque dos de recolectar, almacenar y distribuir el tributo están descritos en de-
es sabido que los hubo y podemos localizar algunos centros de este tipo talle en la Relación de Michoacán. El tributo podía pagarse en la forma de
(RM 1956, 223, 61, 92, 114, respectivamente). Gilberti (1559) anotó los vo- bienes o servicios. A nivel local, fue usado para el sustento de los repre-
cablos tarascos para decir “comercio” (mayapeni), “intercambio” (maya- sentantes locales del imperio (tanto administrativos como religiosos) y
pecua), “comerciante” (mayapeti), y “sitio de mercado” (mayapeto) (1975, sólo una parte fue trasladada al centro regional de recolección. Desde
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estos centros, se enviaba el tributo acumulado a Tzintzuntzan o también rren 1968, 47, 50). Esto sugiere que el monarca enviaba a los trabajadores
a las fronteras militares. Los artículos más comúnmente mencionados a las minas según sus propias necesidades, lo que parecería indicar una
en las listas de tributo de la capital son el maíz y las telas y prendas de relación distinta a la del simple pago de tributo (véase Pollard, 1994,
algodón. Otros bienes que también aparecen con cierta frecuencia son para una discusión detallada de la relación entre el gobierno y las mi-
esclavos, víctimas de sacrificio (provenientes de las zonas fronterizas), nas). Sabemos también que artículos como frutas tropicales, algodón,
servicios domésticos, objetos metálicos, armas, frutas tropicales, cacao, tela de algodón y objetos metálicos fabricados llegaron a Tzintzuntzan
algodón (crudo), guajes, pieles de animal (jaguar, etc.), plumas de aves como regalos entregados por visitantes foráneos y otros líderes tarascos
tropicales, oro, plata y cobre. Otros artículos que circulaban en los mer- (RM 1956, 228, 238).
cados y que son mencionados ocasionalmente con relación al tributo Los artesanos asociados con el palacio en Tzintzuntzan producían
son: sal, frijol, chile, conejos, pavos, miel, pulque, plumas de pájaros lo- una amplia gama de bienes para la casa real: cestería, tapetes, alfarería,
cales y vasijas de barro. artículos hechos con plumas y objetos metálicos elaborados con oro,
plata y cobre (RM 1956, 173-180, Pollard 1972). Además, unos 3 000 alba-
Los recursos propiedad del imperio ñiles trabajaban en la construcción de edificios públicos (RM 1956, 174-
175). No está claro si estas personas dependían de la casa real o si paga-
Además de la red tributaria, el imperio controlaba las tierras de la cuen- ban tributo en forma de actividades y bienes especiales.
ca de Pátzcuaro y de otros sitios, donde se producían los alimentos para El último mecanismo especializado e institucionalizado mediante el
el consumo de la familia real, los nobles de mayor rango y los asistentes cual fluían los bienes hacia la cuenca de Pátzcuaro consistía de comer-
de los templos (RM 1956, 173-180). Es posible que algunos de estos cam- ciantes oficiales encargados del intercambio a distancia. Al parecer, esos
pos fueron sembrados con maguey, según indican algunas de las ilus- mercaderes fueron retenidos por la casa real para proveerla de bienes
traciones de la Relación de Michoacán y el sitio de Aterio en la orilla sur escasos y especializados que sólo podían obtenerse en los límites del im-
del lago (Atero: lugar de miel de maguey). Un indicador del valor de es- perio o, incluso, fuera de éste (RM 1956, 171-172). Las fuentes no indican
tas tierras es que se estipulaba la pena capital en casos de “negligencia” si vendían parte de sus mercancías en los mercados regionales o el de
respecto de las “tierras del rey” o de “dañar el maguey” (RM 1956, 12). Tzintzuntzan. Una mención de mercaderes que vendían esclavos (RM
La familia real parece haber tenido asimismo derechos exclusivos a 1956, 184), podría referirse a estos especialistas o bien a personas de la
los productos de ciertos bosques locales, incluida la madera, la leña, el localidad que manejaban exclusivamente productos también locales.
venado y los conejos (Ibid.). De manera similar, se refiere que las aves
del lago y, en menor grado, el pescado, fueron entregados a la familia
real por los cazadores de patos y los pescadores reales (Ibid.). Es posible RELACIONES ENTRE EL CENTRO Y LOS MERCADOS LOCALES, REGIONALES
que estos bienes formaran parte del tributo que se extraía a las villas tri- E INTERNACIONALES
butarias de la zona lacustre en forma de servicios. Alternativamente,
quizá reflejen los derechos que ejercía la elite sobre ciertos recursos. La gente común obtenía sus bienes en los mercados locales o mediante
Hay indicaciones de que algunas minas de cobre fueron explotadas actividades de subsistencia, mientras que la elite conseguía los suyos
en forma directa por el imperio. En un documento de 1533, los obreros más bien a través de agencias controladas por el imperio, especialmente
de la región productora de cobre de Turicato-La Huacana-Sinagua en la las que tenían a su cargo los campos y los usufructos imperiales. Esto
parte central de la cuenca del Balsas, indicaron que entregaban el cobre significa que los pueblos que tenían acceso inmediato a recursos valio-
a Tzintzuntzan cada 80 días o bien cada vez que el rey se lo pedía (Wa- sos (tierras agrícolas de primera, pantanos, zonas de pesca) podían in-
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tercambiar sus excedentes en el mercado por artículos no-locales. Por del río Balsas, la obsidiana y otras piedras del centro-oriente de México
ejemplo, antes de ser exportado a través de los mercados regionales, el y del occidente de Jalisco, y la serpentina, el jade, el ámbar y las piritas
pescado era secado para conservarlo y reducir su peso sin que perdiera de Oaxaca y puntos más al sur. No hay evidencia de la importación de
su valor nutricional. Otros pueblos, más al centro del imperio, se dedi- cerámica desde más allá de las fronteras imperiales. Los escasos tiestos
caban a producir bienes de manufactura como cestos, petates, vasijas de exóticos que se han encontrado son, por lo general, del tipo Negro sobre
barro y objetos metálicos. Naranja azteca III, descubiertos en contextos asociados con las misiones
El papel de las redes comerciales regionales que integraron todo el diplomáticas entre los imperios azteca y tarasco, en el palacio del rey
imperio e, incluso, atravesaban sus fronteras, puede documentarse gra- tarasco y en las fortalezas fronterizas (Pollard 1993). Entre más alejada
cias al movimiento de ciertos bienes cuyos lugares de origen en Michoa- se encontraba la fuente de esos artículos, menos canales de adquisición
cán son bien conocidos y cuya distribución se efectuaba a través de los había y más infrecuente su uso. La función de estas importaciones era
mercados; aunque por estas limitantes sólo podemos hablar de la obsi- en buena medida (aunque no exclusivamente) para señalar las diferen-
diana (Darras 1998, Esparza López 1999, Healan 1997, Pollard et al. 1998, cias de estatus entre los miembros de la elite y el resto de la sociedad (es
Pollard y Vogel 1994) y de la sal (Williams 1999). Estas dos mercancías decir, fueron bienes “de lujo”).
fueron distribuidas a lo largo y ancho del territorio imperial, desde la En la actualidad, sólo hay dos tipos de mercancía cuya exportación
meseta central hasta la tierra caliente, por ejemplo, obsidiana de Ziná- al resto de Mesoamérica podemos documentar: ciertos alimentos y obje-
paro (Esparza López 1999). Algunos alimentos también circulaban en tos metálicos fabricados, especialmente con bronce y aleados de este
los mercados regionales y hemos identificado dos zonas que proveían metal. La familiaridad de la nobleza azteca con el pescado, los trabajos
de alimentos a la cuenca de Pátzcuaro: el área de Asajo al noroeste, que con plumas y los productos de madera de Michoacán (Sahagún tomo
abarca las ricas tierras agrícolas de Comanja y Naranja, y la región de 10, 41), podría deberse al hecho de que estos artículos cruzaban la fron-
Curinguaro, al sureste, con los campos de Tiripitío y Huiramba (Cara- tera militar oriental, aunque no hay evidencia independiente de ese co-
vajal 1523 en Warren 1985, RM 1956, Relación Geográfica de Tiripitío; véase mercio. Sahagún (tomo 10, 66-67) indica que se vendía el maíz y el chile
asimismo Pollard 1993). de Michoacán en el gran mercado azteca de Tlatelolco. Dada la deman-
Por su parte, la nobleza y posiblemente los comerciantes, artesanos da de estos productos en el Michoacán central y las distancias impli-
y otros especialistas, participaban sólo un mínimo en las operaciones cadas para su transporte, la única región del estado de donde pudieron
del mercado. Ellos obtenían productos de este tipo porque eran los due- haber salido era la frontera, especialmente la parte oriental de la cuenca
ños de las minas imperiales o los comerciantes oficiales del imperio, o de Cuitzeo. Esta zona en el noreste del reino tarasco era suficientemente
porque controlaban el tributo o, en el caso de los prisioneros de guerra, productivo como para exportar mercancías básicas y también suficien-
porque formaban parte del ejército. Los bienes importados para la elite temente cercano a la zona controlada por los aztecas en la parte supe-
provenían de todos los rincones del imperio tarasco y más allá de sus rior del río Lerma.
fronteras. Entre los artículos metálicos que encontramos fuera de los límites
del imperio tarasco, hay numerosos objetos hechos de aleados de cobre
El intercambio internacional y bronce de diseño y fabricación tarasca (Hosler 1994). Muchos artícu-
los de metal fueron minados y fabricados en el reino tarasco y luego ex-
Respecto de los bienes exóticos, sabemos que la turquesa y el peyote lle- portados a varias partes de Mesoamérica, como son Morelos, Oaxaca,
gaban desde tierras más allá de las fronteras del imperio hacia el no- Soconusco, Veracruz y Belice (Hosler y MacFarlane 1996). Algunos
roeste, las conchas marinas de la costa del Pacífico, el cacao de la delta artículos fueron elaborados con metales provenientes de Jalisco en la
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frontera occidental del imperio (o, incluso, más allá de ella), pero no sa- laban la fertilidad, incluidas la lluvia, el parto y la muerte. Cuerauáperi
bemos si fueron minados y fabricados allí o si el metal y/o los lingotes también era la madre de todos los dioses y fue venerada activamente en
fueron importados –mediante el comercio o el tributo– y luego trans- todo el territorio tarasco (RM 1980, 15-17). El sol fue personificado por
formados en objetos en el territorio imperial. Es probable que fueron Curicaueri, el gran dios ardiente y el dios del fuego. El original dios pa-
exportados por los comerciantes a distancia de los tarascos, aunque sólo trón de la dinastía real tarasca y de linaje chichimeca, Curicaueri era un
conocemos las mercancías que ellos recibían a cambio, más no las que guerrero y el dios de la cacería. La diosa de la luna, Xarátanga, era hija
ofrecían (RM 1956). Como señalan Hosler y MacFarlane (1996), eviden- de la creadora de la tierra y esposa del sol. Estaba asociada con el traba-
cia encontrada en Soconusco sugiere una posible vía de exportación: el jo de parto y la fertilidad. Los dioses patronales de algunos pueblos fue-
traslado de productos en canoa desde el puerto de Zacatula en la de- ron reinterpretados en el sistema dual de los cuatro cuadrantes (los cua-
sembocadura del Balsas para su distribución en la parte sur de Meso- tro hermanos de Curicaueri) y cinco direcciones, para unir a todos los
américa. Está documentado que la fortaleza de Taximaroa fue un impor- dioses del sol de tal manera que la cuenca de Pátzcuaro emergiera como
tante puerto comercial para los comerciantes tarascos y aztecas (Pollard el centro cósmico.
1993). De manera similar, el arte tarasco reflejaba el común legado meso-
Finalmente, se ha pensado a menudo que los comerciantes tarascos americano del México Postclásico, al tiempo que mostró ciertos rasgos
controlaban el flujo de la turquesa desde el sureste de Estados Unidos encontrados sólo dentro de los límites del México occidental o bien ex-
al centro de México (Weigand y Weigand 1996, 125), ya que dominaban clusivos de la civilización tarasca. Una forma piramidal especializada
el tramo del río Lerma entre el lago de Chapala y Acámbaro. Aunque es (la yácata) fue erigida en los principales centros religiosos asociados con
cierto que obtenían turquesa para usarla en el reino, no hay evidencia el dios del sol tarasco, Curicaueri. Los templos y las residencias de la
directa de que regían el acceso de otros comerciantes mexicanos a este elite tenían dinteles, portales y postes de madera tallada con pintura en
material. estas últimas y en las paredes. De hecho, la cultura tarasca utilizó la ma-
dera como su principal material de construcción, a diferencia de los
pueblos al este y al sur, que usaban materiales como el bajareque, el
LA IDEOLOGÍA Y LAS ELITES IMPERIALES adobe y la piedra. La madera también era convertida en muebles, pilas-
tras para las casas, canoas, armas, tambores ceremoniales y figuritas.
La creación del imperio tarasco fue acompañada del establecimiento de Entre las esculturas en piedra hemos encontrado un chacmool y algunas
una nueva ideología, las raíces de la cual provenían de las diferentes tra- figuritas de animales hechos de basalto. Buena parte del arte tarasco fue
diciones culturales características de las poblaciones michoacanas del elaborado con materiales perecederos que sólo rara vez han sobrevivi-
Postclásico y de las distintas maneras en que ellas se relacionaban con do, como madera tallada, artesanías hechas con plumas y textiles. El
la emergente elite (véase Pollard 1993). Entre las varias deidades que co- medio más abundante disponible a los tarascos para expresar sus creen-
nocemos, las que más se mencionan son Cuerauáperi, Curicaueri y Xa- cias y estilos fue la alfarería. Algunas de sus estilos de cerámica eran del
rátanga. Al parecer, estos dioses estaban relacionados con el mayor nú- uso exclusivo de la elite, mientras que otros fueron utilizados para
mero de templos construidos, además de estar vinculados directamente ofrendas rituales o jugaban algún papel en las principales ceremonias
con el imperio tarasco (véase Monzón en prensa, para los distintos dele- religiosas y políticas. Esas piezas fueron caracterizadas por su extensa
treos y traducciones de los nombres de esas deidades). La tierra era decoración, su fino acabado y su estilo más bien no-representacional.
concebida a la vez como un plato cóncavo y como el cuerpo de la gran Tanto en su estilo como en su forma, el trabajo metalúrgico de los taras-
diosa creadora Cuerauáperi, quien representaba las fuerzas que contro- cos era distinto al de los pueblos contemporáneos en el centro y sur de
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México, prueba tanto de la antigua tradición metalúrgica en el occidente REFERENCIAS CITADAS
de México y de los cánones de diseño propios de los tarascos (Hosler
1994). Sólo el diseño de sus trabajos en oro indica nexos con el centro y ARNAULD, Charlotte y Brigitte Faugère-Kalfon, “Evolución de la ocupación hu-
sur de México. mana en el centro-norte de Michoacán (Proyecto Michoacán, CEMCA) y la
La medida en que los tarascos participaron en el sistema de estilos emergencia del Estado Tarasco”, en V. Darras (coord.), Génesis, culturas y es-
y símbolos internacionales del Postclásico no está clara (véase Berdan y pacios en Michoacán, México, CEMCA, 1998, 13-34,
Smith 2003). El lenguaje tarasco tiene palabras para decir “escribano” BELTRÁN, Ulises, Tarascan State and Society in Prehispanic Times: An Ethnohistorical
(carari) y “escribir, pintar” (carani) (Gilberti 1975), pero los únicos códi- Inquiry, tesis de doctorado, Departamento de Historia, University of Chica-
ces o lienzos conocidos de su territorio imperial datan del periodo colo- go, 1982.
nial. Roskamp enumera 19 documentos pictográficos, incluida la Rela- ––––, “Estado y sociedad tarascos en la época prehispánica”, en B. Boehm de
ción de Michoacán con sus 44 ilustraciones (1999, 75). Varios de estos Lameiras (coord.), El Michoacán antiguo, Zamora, El Colegio de Michoacán/
documentos (como el Lienzo de Jucutacato), muestran reclamos de tierras Gobierno del Estado de Michoacán, 1994.
por parte de pueblos nahuas en el imperio, aunque otros representan a BERDAN, Frances y M. E. SMITH (eds.), The Postclassic Mesoamerican World, Salt
poblaciones étnicamente tarascas (por ejemplo, los Títulos de Carapan). Lake City, University of Utah Press, 2003.
Todos, sin embargo, están elaborados en el estilo de los códices aztecas. CARRASCO, Pedro, “Economía política en el reino tarasco”, en P. Carrasco (ed.),
Así, tanto en sus creencias como en su arte, los tarascos y el Estado ta- La sociedad indígena en el centro y occidente de México, México, El Colegio de
rasco compartían la tecnología y la ideología básicas del Postclásico Michoacán, 1986, 63-102.
mesoamericano, al tiempo que resaltaban un cierto conjunto único de CASTRO LEAL, Marcia, Tzintzuntzan, capital de los tarascos, Morelia, Gobierno del
formas y estilos. Estado de Michoacán, 1986.
La imagen que emerge del Postclásico tardío, entonces, es una mez- DARRAS, Véronique, “La obsidiana en la Relación de Michoacán y en la realidad
cla. Las materias primas y algunos productos terminados fueron impor- arqueológica: Del símbolo al uso o del uso de un símbolo”, en V. Darras
tados desde más allá de las fronteras del imperio y en cantidades cada (coord.), Génesis, culturas y espacios en Michoacán, México, CEMCA, 1998, 61-88.
vez mayores durante ese periodo, aunque la identidad básica de la elite ESPARZA LÓPEZ, Juan Rodrigo, Aplicación de las técnicas nucleares PIXE y NAA para
era señalada mediante bienes manufacturados en el centro de Michoa- el estudio de las redes de comercio de la obsidiana en Tierra Caliente, Michoacán,
cán. Por otra parte, en el Postclásico tardío una de las mercancías más tesis de licenciatura, México, ENAH, 1999.
tecnológicamente complejas y altamente valoradas –objetos fabricados FISHER, Christopher T., Helen P. POLLARD, Isabel ISRADE, Victor Hugo GARDUNO
con bronce o aleados de este metal– era producida en Michoacán y co- y Subir K. BANERJEE, “A Reexamination of Human-Induced Environmental
mercializada ampliamente en toda Mesoamérica. En vista de los meca- Change within the Lake Pátzcuaro Basin, Michoacán, Mexico”, Proceedings
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Traducción de Paul C. Kersey
FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 16 de octubre de 2003
FECHA DE RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 24 de mayo de 2004
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