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Los factores ambientales como agua segura, saneamiento e higiene juegan un rol
importante, sobre todo para disminuir los índices de desnutrición en los niños menores
de cinco años e índices de enfermedades asociadas insuficiente acceso a agua segura,
como las enfermedades diarreicas.
Los servicios de agua y saneamiento son brindados por las entidades prestadoras de
servicio (EPS), las municipalidades, entre otras. A nivel nacional, las EPS ascienden a
cincuenta y atienden al 62% de la población, las municipalidades proveen servicios para
algunas localidades pequeñas, mientras que, las juntas administradoras de servicios de
saneamiento (JASS) proveen servicios para el área rural.
ABASTECIMIENTO DE AGUA
Se refiere a los medios o formas que utilizan las personas para acceder al agua para los
fines domésticos y la higiene personal, así como para beber y cocinar. Al primer
semestre del presente año, se estima que existen en el país 31 millones 488 mil 600
personas. De este total, el 86,1% acceden a agua por red pública, (67,1% agua potable y
el 19,0% agua no potable) y el 13,9% consumen agua no potable proveniente de río,
manantial, lluvia. camión cisterna o pilón de uso público. Es decir, existen en el país 10
millones 359 mil 700 personas (32,9%) que consumen agua no potable, de las cuales 5
millones 982 mil 800 (19,0%) corresponden a población que tiene en sus viviendas agua
proveniente de red pública y 4 millones 376 mil 900 (13,9%), a personas que consumen
agua proveniente de otras fuentes (río, manantial, lluvia, camión cisterna o pilón de uso
público).
Según área de residencia, la población que accede a agua por red pública se ha
incrementado tanto en el área urbana como rural. Al primer semestre del 2016, en el
área urbana del país de cada 100 personas 93 residen en viviendas que tienen agua
proveniente de red pública, mientras que en el caso del área rural acceden a este servicio
60 personas de cada 100.
Al año 2015, más del 90% de la población de Apurímac, Moquegua, Cusco, Tacna,
provincia de Lima, Ica, Arequipa y Áncash, consume agua proveniente de red pública
(dentro o fuera de la vivienda). En tanto, la población de los departamentos de Ucayali,
Pasco, Puno y Loreto presentan menor cobertura de agua por red pública (por debajo del
70%).
En el año 2016, el 88% de la población peruana accedió a agua para consumo humano
mediante red pública. En comparación con el año 2008 con 72,4% se ha incrementado
en 15,6 puntos porcentuales. En 11 departamentos más del 90% de la población accede
a agua por red pública
En el año 2017, el 89,4% de la población del país consume agua proveniente de red
pública de tubería, (dentro de la vivienda o fuera o de la vivienda, pero dentro de la
edificación o de pilón de uso público); mientras que el 10,7% consume agua
proveniente de fuentes no seguras, como: río, acequia, manantial, pozo, entre otras
formas.
Al año 2017, el 72,8% de la población del país utilizaron servicios de saneamiento por
red pública de alcantarillado, definidos como instalaciones seguras que eliminan los
deshechos humanos de manera segura, el 8,0% eliminaron las excretas mediante pozo
séptico o letrina, el 9,6% por pozo ciego o negro, el 8,4% de la población no tiene
ningún tipo de servicio para eliminar las excretas y el 1,2% elimina en río, acequia o
canal.
ENFERMEDADES DIARREICAS
Las enfermedades diarreicas son la segunda mayor causa de muerte de niños menores
de cinco años, y ocasionan la muerte de 525 000 niños cada año. En el pasado, la
deshidratación grave y la pérdida de líquidos eran las principales causas de muerte por
diarrea. En la actualidad es probable que otras causas, como las infecciones bacterianas
septicémicas, sean responsables de una proporción cada vez mayor de muertes
relacionadas con la diarrea. Los niños malnutridos o inmunodeprimidos son los que
presentan mayor riesgo de enfermedades diarreicas potencialmente mortales.
Se define como diarrea la deposición, tres o más veces al día (o con una frecuencia
mayor que la normal para la persona) de heces sueltas o líquidas. La deposición
frecuente de heces formes (de consistencia sólida) no es diarrea, ni tampoco la
deposición de heces de consistencia suelta y “pastosa” por bebés amamantados.
La diarrea suele ser un síntoma de una infección del tracto digestivo, que puede estar
ocasionada por diversos organismos bacterianos, víricos y parásitos. La infección se
transmite por alimentos o agua de consumo contaminados, o bien de una persona a otra
como resultado de una higiene deficiente.
En países de ingresos bajos, los niños menores de tres años sufren, de promedio, tres
episodios de diarrea al año. Cada episodio priva al niño de nutrientes necesarios para su
crecimiento. En consecuencia, la diarrea es una importante causa de malnutrición, y los
niños malnutridos son más propensos a enfermar por enfermedades diarreicas.
La malnutrición es otra causa de diarreas; los niños que mueren por diarrea suelen
padecer malnutrición subyacente, lo que les hace más vulnerables a las enfermedades
diarreicas. A su vez, cada episodio de diarrea empeora su estado nutricional. La diarrea
es la segunda mayor causa de malnutrición en niños menores de cinco años.
El agua contaminada con heces humanas procedentes, por ejemplo, de aguas residuales,
fosas sépticas o letrinas, es particularmente peligrosa. Las heces de animales también
contienen microorganismos capaces de ocasionar enfermedades diarreicas.
El consumo elevado de productos ultraprocesados con alto contenido de azúcar, grasa y sal se
cuenta entre los factores de riesgo más importantes para desarrollar sobrepeso, obesidad y
enfermedades no transmisibles (OPS, 2014). Hay estudios que muestran que existe una
relación entre el aumento en el consumo de azúcares y el aumento de peso (Morenga, Mallard
y Mann, 2013) y, además, el consumo regular de bebidas azucaradas se ha asociado a un
mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares (Fung et al., 2009), síndrome
metabólico y diabetes tipo 2 (Malik et al., 2010).
Cuando se los consume en pequeñas raciones y con otras fuentes saludables de calorías, los
productos ultraprocesados son inofensivos. Sin embargo, su naturaleza artificialmente
sabrosa, sumada a su amplia presencia en los mercados, vuelve muy improbable que sean
consumidos en pequeñas cantidades; al contrario, usualmente desplazan el consumo de
alimentos frescos o platos caseros y llegan a transformarse en elementos dominantes del
patrón alimentario (Monteiro et al., 2013).
En el Perú en el 2000 se vendían 40.2 Kg de productos procesados y para el 2013 fue de 40.2
Kg, un aumento de 107%, pero estos valores siguen siendo inferiores en comparación a otros
países de la región. Según Monteiro (2018), en el 2017 consumo Per cápita en el Perú es de 52
Kg.
Las comidas preparadas con alimentos saludables están consistentemente asociadas con
buena salud y un bajo riesgo de enfermedad. Esto se debe no sólo a su calidad nutricional, sino
también a la sociabilidad que rodea las comidas ( Martinez, 2004).
En el Perú no existe mucha información sobre las alimentaciones saludables. Datum en el 2013
al realizar un encuesta pregunto acerca de la preocupación por mantener una alimentación
sana, 4 de cada 10 peruanos (el 40%) señaló que se preocupa por seguir una dieta saludable;
un 12% afirmo que se preocupa mucho y un 28% dice que se preocupa bastante.
Contrariamente, el 58% manifiesta que el tema le preocupa poco (51%) o nada (7%). Al
analizar los resultados por los diferentes segmentos sociodemográficos, se observa que la
preocupación por seguir una dieta sana es algo mayor entre las mujeres (43% vs 37% entre los
hombres) y crece en los niveles altos (63%).
Según el Estudio Global sobre Salud y Percepciones de Ingredientes en el 2016, encontró que
el 35% de los peruanos encuestados ponen en práctica una dieta baja en azúcar y 49% bajo en
grasa. Según las publicaciones de la INEI existe un consumo per cápita de verduras y frutas de
250 gramos por día, muy por debajo de la porción recomendable (400 gramos por día).
Estos datos nos muestran el creciente consumo de los alimentos ultra-procesados y la poca
preocupación de la población por consumir alimentos saludables, en otras palabras el uso de
alimentos con baja calidad alimentaria. Todo esto conlleva al aumento de personas con
sobrepeso y obesidad, pues según INEI (2017), 36.9% y 21% de las personas de 15 y mas años
sufren de sobrepeso y obesidad respectivamente para el año 2017. También nos muestra un
aumento de 5.6% y 2.6% , cuando se comparo los años 2007 a 2014, en la población de
adolecentes entre 10 y 19 años que sufren de sobrepeso y obesidad respectivamente.
La cuestión de las pérdidas de alimentos es muy importante en los esfuerzos para combatir el
hambre, aumentar los ingresos y mejorar la seguridad alimentaria en los países más pobres del
mundo. Las pérdidas de alimentos afectan a la seguridad alimentaria de los pobres, a la calidad
y la inocuidad alimentarias, al desarrollo económico y al medioambiente. Las causas exactas de
las pérdidas de alimentos varían en las diferentes partes del mundo y dependen sobre todo de
las condiciones específicas y situación local de cada país. En términos generales, las pérdidas
de alimentos están influenciadas por las elecciones tomadas en la producción de cultivos y sus
patrones, la infraestructura y capacidad internas, las cadenas comerciales y los canales de
distribución, así como por las compras de los consumidores y las prácticas de uso de alimentos.
Las pérdidas de alimentos deberían mantenerse al mínimo en cualquier país,
independientemente de su nivel de desarrollo económico y de la madurez de sus sistemas.
A nivel económico, las pérdidas de alimentos que pueden evitarse tienen un impacto negativo
directo en los ingresos, tanto de los agricultores como de los consumidores. Puesto que
muchos pequeños agricultores viven al margen de la inseguridad alimentaria, reducir las
pérdidas de alimentos podría tener un impacto inmediato y significativo en sus medios de vida.
Sin duda, la prioridad para los consumidores pobres (hogares en situación de inseguridad
alimentaria o de riesgo) es el acceso a productos alimentarios nutritivos, inocuos y asequibles.
Cabe mencionar que la inseguridad alimentaria es, a menudo, más una cuestión de acceso
(poder adquisitivo y precio de los alimentos) que de suministro. Mejorar la eficiencia de la
cadena de suministro de alimentos puede ayudar a disminuir el coste de los alimentos para el
consumidor y, así, aumentar el acceso a estos. Dada la magnitud de las pérdidas de alimentos,
invertir de manera rentable en su reducción podría ser una forma de reducir el precio de los
alimentos siempre y cuando, por supuesto, los beneficios financieros procedentes de la
reducción de las pérdidas no fueran mayores que sus costes.
Con «pérdidas de alimentos» nos referimos a la disminución de la masa de alimentos
comestibles en la parte de la cadena de suministro que conduce específicamente a los
alimentos comestibles para el consumo humano. Las pérdidas de alimentos tienen lugar en las
etapas de producción, poscosecha y procesamiento de la cadena de suministro de alimentos
(Parfitt et al., 2010). Las pérdidas de alimentos que ocurren al final de la cadena alimentaria
(elaboración y consumo final) se conocen como «desperdicio de alimentos», más relacionado
con el comportamiento de los consumidores (Parfitt et al., 2010).
Solo en América Latina y el Caribe se calcula que se pierde o desperdicia 127 millones de
toneladas de alimentos al año, lo que equivale a 223 kilogramos por persona al año. Es más
que el doble o triple del peso de un ser humano. Los alimentos con más desperdicios en
América latina, en su consumo son cereales (7%) y frutas-hortalizas (5%) y en su elaboración
frutas-hortalizas (13%) y raíces-tubérculos (10%). En el Perú no existe mucha información
sobre desperdicios alimentarios del consumo y su elaboración, Solo se encontró los
desperdicios de Papa y Frijoles Generados en su elaboración es de 12 y 10% respectivamente.
Se estima que el Perú se producen 7.1 millones de toneladas de perdidas y desperdicio al año,
con esta cantidad de alimentos se podría cubrir las necesidades calóricas aproximadamente de
2 millones de personas. En el Perú todavía existen poblaciones que sufren hambre, como es el
caso de los niños menores de 5 años, el cual se ha reportado que el 13% de esta población
sufre de desnutrición crónica.