Vous êtes sur la page 1sur 98

Adolescentes y Responsabilidad Penal

Índice de Contenido
Los Sujetos Procesales

i) Introducción Pág 5
ii) Objetivo General Pág 7
iii) Objetivos específicos Pág 7
iv) Justificación Pág 7
v) Metodología y Actividades Pág 7
vi) Plan de Clases Pág 8

1.- Sujetos Procesales Pág 13

1.1.- El/La Juez/a y sus Auxiliares Pág 13


1.1.1.- El/La Juez/a Pág 13
1.1.1.1.- Características de la Función Jurisdiccional Pág 14
1.1.1.2- Competencia Pág 15

1.2 -ÓRGANOS JURISDICCIONALES Pág 16


1.2.1 -FUNCIONES Pág 16
1.2.2 - Equipo Multidisciplinario de Atención Integral Pág 19
1.2.2.1- Nueva concepción de los estudios sociales
y psicológicos Pág 20
1.2.2.2 - Aporte del Equipo Multidisciplinario
en el nuevo contexto Pág 21
1.2.2.3 - Derechos del adolescente durante la realización
de los estudios socio familiares o psicológicos Pág 23


CASO PRÁCTICO Pág 25

1.3 - Encargados de la acusación Pág 26


1.3.1 - El Ministerio Público Pág 26
1.3.1.1 - El principio de imparcialidad u objetividad Pág 27
1.3.1.2 - El principio de autonomía Pág 28
1.3.1.3 - El principio de unidad de acción y de dependencia
jerarquía Pág 29
1.3.2 - Policía Judicial de la Persona Adolescente Pág 29
1.3.3 - La víctima Pág 31


Adolescentes y Responsabilidad Penal

CASO PRÁCTICO Pág 33

1.4 - Encargados de la defensa del adolescente Pág 34


1.4.1 - El/la adolescente y su defensa material Pág 34
1.4.2 - La edad de la responsabilidad penal de adolescentes
y grupos etáreos Pág 36
1.4.2.1 - ¿Inimputabilidad o régimen de responsabilidad
especial? Pág 37
1.4.3 - El/La defensor y la defensa técnica Pág 38
1.4.4 - Oficina Nacional de la Defensoría Judicial Pág 40
1.4.5 - Los/as padres/madres del/a adolescente Pág 41

1.4.6 - Conclusiones Pág 42

BIBLIOGRAFÍA Pág 43

Sanciones Penales para Adolescentes Pág 45

i) Introducción Pág 45
ii) Objetivos Pág 47
iii) Objetivo General Pág 47
iv) Objetivos Específicos Pág 47
v) Justificación Pág 47

2 - Sanciones Penales para Adolescentes Pág 48

2.1 - Concepto y Naturaleza de la Sanción Penal para Adolescentes Pág 48


2.1.1 - Sanción, Sanción Penal y Sanción Penal para Adolescentes Pág 48
2.1.2- Superación de la idea de “hacer el bien” como fundamento
para la imposición de la sanción. Pág 51
2.1.3 - Diferenciación entre sanción penal y medida de protección
de derechos según el principio de separación de vías Pág 52

2.1.4 - Catálogo de Sanciones Dispuesto en el Código Pág 52


Adolescentes y Responsabilidad Penal

Actividad Práctica Pág 54


Matriz de Sanciones Pág 54

2.2 - Imposición y Determinación de las Sanciones Pág 57


2.2.1- Excepcionalidad de la sanción y excepcionalidad
de la sanción privativa de libertad Pág 58
2.2.1.1- El Principio de Proporcionalidad en la Imposición
y Determinación de la Sanción Pág 61
2.2.1.2 - Principio de idoneidad Pág 62
2.2.1.3 - El Principio de Necesidad
(nulla poena sine necessitate) Pág 62
2.2.1.4 - Principio de Proporcionalidad en Sentido Estricto Pág 63

CASO PRACTICO Pág 65

2.2.1.5 - El Principio de Culpabilidad como Límite


a la Imposición y Determinación de las Sanciones Pág 66
2.2.1.6 - El Principio del Interés Superior y la Fijación de
las Sanciones Penales para Adolescentes Pág 68
2.3 - Otros criterios para la determinación e imposición de la sanción
–artículo 328 del Código- Pág 70
2.3.1 - Aplicación del conjunto de criterios al momento de
decidir y fundamentar la sanción a imponer Pág 71

CASO practico Pág 73

3 - LA EJECUCIÓN Y EL CUMPLIMIENTO DE LA SANCIONES PENALES


DE ADOLESCENTES Pág 74
3.1 - Derechos del Adolescente Durante la Fase de Ejecución y
Cumplimiento Pág 74

CASO practico Pág 77

3.1.1 - Fin educativo de la sanción durante la fase de ejecución Pág 78


3.1.2 -Judicialización de la Fase de Ejecución: Intervención
del Juez como Garante de los Derechos y Garantías
del Adolescente Pág 80

CASO practico Pág 83


Adolescentes y Responsabilidad Penal

3.2 - Flexibilidad y la Post-determinación de la Sanción


(en fase de ejecución) Pág 84
3.3 - Órganos Encargados de la Ejecución o Cumplimiento de la Sanción
y El Sistema de Protección Integral Pág 85
3.4 - Otros Órganos que Intervienen Durante la Ejecución Pág 88
3.5 - Aspectos procesales relacionados con la Ejecución de las Sanciones Pág 89
3.6 - Otros Aspectos Relacionados con la Ejecución de las Sanciones en
Materia Penal de Adolescentes Pág 91

CASO practico Pág 94

CONCLUSIONES Pág 95

BIBLIOGRAFÍA Pág 96


Adolescentes y Responsabilidad Penal

Introducción
El tema de los sujetos procesales y su participación dentro del proceso también resultó impactado, posi-
tivamente, por el cambio de paradigma que representó la introducción de la “doctrina de la protección
integral” y la consecuente superación de la “ doctrina de la situación irregular”. En realidad, debe decirse
que ambas concepciones tienen una basta influencia en los más variados aspectos de la vida de los/as ni-
ños/as y adolescentes, en cuenta en el modelo procesal escogido para determinar su responsabilidad.

En el caso de la época tutelar, se contemplaba y defendía un proceso profundamente inquisitivo, anti-


democrático diremos, en el que el Juez tenía un papel central, era omnipotente, es decir, todo lo podía,
al punto que, en sentido estricto, no se encontraba vinculado por el derecho ni por los derechos de
los/as niños/as y adolescentes. Ante este modelo, podría decirse que no existían sujetos procesales o
que estos se encontraban absolutamente desdibujados por las amplias potestades del órgano jurisdic-
cional.

Lo anterior, con excepción de los/as integrantes del equipo interdisciplinario, trabajadores/as sociales
y psicólogos, quienes, por el contrario, poseían una enorme incidencia sobre lo que se decidía, pero
aclarando que, en este caso, se trataba, generalmente, de un apéndice del/a Juez/a tutelar. De hecho,
como regla, estos/as profesionales se encontraban adscritos a los juzgados tutelares, con lo que sus re-
comendaciones se confundían con la decisión del/a Juez/a y viceversa.

Por otro lado, la “doctrina de la protección integral” ha impulsado un procedimiento de marcada ten-
dencia acusatoria, en el cual las partes tienen una mayor participación en la discusión y en la decisión
jurisdiccional, pues existe aquí un claro y evidente contradictorio, resultando fácil distinguir quien se
encuentra encargado de la acusación y quien de la defensa. El/La Juez/a, por su parte, tiene claramente
limitadas sus facultades y su papel es menos protagónico.

De acuerdo con Fernando do Amaral, “Hay acá una clara división de papeles, el juez es el magistrado, es
el juzgador, y el Ministerio Público es el Ministerio Público, y el abogado es el abogado, porque en la antigua
doctrina de la situación irregular teníamos una verdadera confusión de papeles, donde había un sistema
verdaderamente esquizofrénico, donde el juez no juzgaba, el fiscal no lo acusaba y el abogado no lo defendía,
ahora cada actor tiene su papel...” 1

Es en este nuevo contexto, entonces, en que será tratado el tema de los sujetos dentro del proceso de
responsabilidad penal de adolescentes, entendiendo por estos aquellos que se encuentran legitimados,
cualquiera sea su función, para intervenir directamente dentro del proceso. Se aclara, sin embargo,
que en algunos casos su participación es necesaria e indispensable para la validez del proceso, mientras
que en otros su participación no tiene estas características, por lo que el proceso puede continuar aún
en su ausencia.

 DO AMARAL E SILVA (Antonio Fernando). En UNICEF. Jornadas de reflexión sobre la Ley de Justicia Penal Juve-
nil: cuatro años de vigencia (memoria). San José, 2001. pp. 81 y 82.


Adolescentes y Responsabilidad Penal

El Capítulo IV, denominado, precisamente, “De los Sujetos Procesales”, es el que enumera y describe las
funciones de los sujetos procesales dentro del proceso penal de adolescentes, citando los siguientes:
• El/La adolescente imputado/a
• Defensor
• Padres del adolescente acusado
• Víctima
• Ministerio Público de Niños, Niñas y Adolescentes
• Policía Judicial de la Persona Adolescente
• Equipo Multidisciplinario de Atención Integral
• Juez

Para los efectos de facilitar su abordaje, todos estos sujetos procesales pueden ser, y serán, clasificados
en tres grupos: el/la Juez y sus auxiliares –Equipo Multidisciplinario-, los/as encargados/as de acusar
–Ministerio Público, Policía Judicial y víctima- y quienes se defienden –el/a imputado/a, su defensor/a
y el padre o madre del primero-.


Adolescentes y Responsabilidad Penal

ii) Objetivo general



•Conocer los sujetos que participan del Proceso de Responsabilidad Penal de Adolescentes
fijado por la Ley 136-03, identificar su rol y describir sus funciones concretas.

iii) Objetivos específicos


•Clasificar los diferentes sujetos procesales según su rol.
•Reconocer algunas diferencias de la participación de estos sujetos procesales en el nuevo
contexto de un sistema garantista.
•Reforzar la importancia del contradictorio y de algunos otros principios del modelo
procesal acusatorio adoptado por la Ley 136-03.

iv) Justificación
La promulgación de la Ley 76-02, introdujo el Código Procesal Penal en nuestro ordenamiento ju-
rídico. Este texto puso de manifiesto un cambio paradigmático en las funciones a asumir por las partes
que intervienen en el proceso penal. La Ley 136-03, ha asumido también el sistema acusatorio, que es
un reflejo de los cambios que Latinoamérica experimenta en el tratamiento de los imputados, a quienes
se garantiza el debido proceso de ley, lo que a su vez constituye la aplicación de las doctrinas de la pro-
tección integral y del garantismo penal.

Para la implementación de este sistema procesal penal, se precisa de una adecuada identidad de los
sujetos que intervienen en él, el estudio de sus derechos en las distintas etapas del proceso y los nuevos
roles a asumir por parte de los Jueces, Ministerio Publico, Defensa Técnica y la parte querellante o
víctima, con la finalidad de garantizar el respeto el debido proceso de ley, lo que contribuirá a mejorar
la administración de justicia.

v) Metodología y Actividades
1) Exposiciones orales dialogadas para alcanzar un conocimiento plenamente estructurado en cuanto
a las exigencias básicas.

2) Reparto de una pluralidad de casos entre los discentes, y la posterior exposición de cada uno de el-
los al resto del grupo, permitiendo así la distribución de esfuerzos en el estudio múltiple de supuestos,
Se propone en relación con determinadas materias la lectura de sentencias y su posterior debate en
grupo.


Adolescentes y Responsabilidad Penal

vi) Plan de Clases


SEMINARIO PRESENCIAL
TABLA DE CONTENIDOS

Días/Horas Actividades Observaciones


Primera Jornada

09:00 a.m.-9:15 a.m. Apertura del Seminario. Palabras de Presentación y entrega de


Bienvenida. materiales.

09:15 a.m.-10:450 a.m. Inicio Implementación sobre la Nor- Exposición oral dialogada
mativa para Niños, Niñas y Adolescen-
tes, Derecho Penal Juvenil. Tema Los
Sujetos Procesales

10:45 a.m.- 11:00 a.m. Refrigerio

11:00 a.m. 1:00 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.
la Normativa para Niños, Niñas y
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
Sujetos Procesales. Tema Los Sujetos
Procesales

1:00 p.m.-2:00 pm. Almuerzo

2:00 p.m.-2:30 pm. Grupo de Trabajo y Debate sobre Caso Planteamiento de un caso
practico asignado. sobre la intervención de los
Sujetos dentro del Proceso
de que se trata.

2:30 p.m.-3:30 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.


la Normativa para Niños, Niñas y
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
Tema Los Sujetos Procesales

3:30 p.m.-3:45 p.m. Receso

3:45 p.m.-5:00 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.


la Normativa para Niños, Niñas y
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
Tema Los Sujetos Procesales


Adolescentes y Responsabilidad Penal

Días/Horas Actividades Observaciones


Segunda Jornada

09:00 a.m.-10:20 a.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.


la Normativa para Niños, Niñas y
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
Tema Los Sujetos Procesales

10:20 a.m.- 10:45 a.m. Grupo de Trabajo y Debate sobre Caso Presentación de Caso asig-
practico asignado. nado

10:45 a.m.- 11:00 a.m. Refrigerio

11:00 a.m. 11:45 p.m. Continuación Implementación sobre Discusión de casos en el


la Normativa para Niños, Niñas y Plenario
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
Tema Los Sujetos Procesales

11:45 a.m. 1:00 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.
la Normativa para Niños, Niñas y
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
Tema Los Sujetos Procesales

1:00 p.m.-2:00 pm. Almuerzo

2:30 p.m.-3:30 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.


la Normativa para Niños, Niñas y
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
Inicio Tema Sanciones Penales Para
Adolescentes

3:30 p.m.-3:45 p.m. Refrigerio

3:45 p.m.-5:00 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.


la Normativa para Niños, Niñas y
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
Inicio Tema Sanciones Penales Para
Adolescentes


Adolescentes y Responsabilidad Penal

Días/Horas Actividades Observaciones


Tercera Jornada

09:00 a.m.-9:45 a.m. Continuación Implementación sobre la Exposición oral dialogada.


Normativa para Niños, Niñas y Ado-
lescentes, Derecho Penal Juvenil. Tema
Sanciones Penales Para Adolescentes.

9:45 a.m.- 10:45 a.m. Grupo de Trabajo y Debate sobre Caso Elaboración de Matriz sobre
practico asignado. Catalogo de Sanciones.

10:45 a.m.- 11:00 a.m. Refrigerio

11:00 a.m. 1:00 p.m. Continuación Implementación sobre la Continuación retroaliment-


Normativa para Niños, Niñas y Ado- ación Matriz sobre Catalogo
lescentes, Derecho Penal Juvenil. Tema de Sanciones y Exposición
Sanciones Penales Para Adolescentes. oral dialogada.

1:00 p.m.-2:00 pm. Almuerzo

Continuación Implementación sobre la Exposición oral dialogada.


2:30 p.m.-3:30 p.m. Normativa para Niños, Niñas y Ado-
lescentes, Derecho Penal Juvenil. Tema
Sanciones Penales Para Adolescentes.

3:30 p.m.-3:45 p.m. Receso

3:45 p.m.-5:00 p.m. Continuación Implementación sobre la Discusión de casos en el


Normativa para Niños, Niñas y Ado- Plenario
lescentes, Derecho Penal Juvenil. Tema
Sanciones Penales Para Adolescentes.

10
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Días/Horas Actividades Observaciones


Cuarta Jornada

09:00 a.m.-10:45 a.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.


la Normativa para Niños, Niñas y
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
La ejecución y el cumplimiento de las
sanciones penales de adolescentes

10:45 a.m.- 11:00 a.m. Refrigerio

11:00 a.m. 1:00 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.
la Normativa para Niños, Niñas y Discusión de Caso Práctico
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil. Asignado.
La ejecución y el cumplimiento de las
sanciones penales de adolescentes

1:00 p.m.-2:00 pm. Almuerzo

2:30 p.m.-3:30 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.


la Normativa para Niños, Niñas y
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil.
La ejecución y el cumplimiento de las
sanciones penales de adolescentes

3:30 p.m.-3:45 p.m. Refrigerio

3:45 p.m. - 4:00 p.m. Evaluación docente

4:00 p.m.-5:00 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.


la Normativa para Niños, Niñas y Discusión de casos en el
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil. Plenario
Enunciación, Imposición y Ejecución.

11
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Días/Horas Actividades Observaciones


Quinta Jornada

09:00 a.m.-10:45 a.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.


la Normativa para Niños, Niñas y Discusión de casos en el
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil. Plenario
La ejecución y el cumplimiento de las
sanciones penales de adolescentes

10:45 a.m.- 11:00 a.m. Refrigerio

11:00 a.m. 1:00 p.m. Continuación Implementación sobre Exposición oral dialogada.
la Normativa para Niños, Niñas y Discusión de casos en el
Adolescentes, Derecho Penal Juvenil. Plenario.
La ejecución y el cumplimiento de las
sanciones penales de adolescentes

1:00 p.m.-2:00 p.m. Almuerzo

12
Adolescentes y Responsabilidad Penal

1.- Sujetos Procesales

1.1.- El/La Juez/a y sus Auxiliares


Aún cuando el Juez no es mencionado, dentro del capítulo correspondiente del Código –Capítulo IV-,
como uno de los sujetos procesales, lo cierto es que puede ser considerado como tal, tomando en cuenta
que su participación es esencial dentro de cualquier proceso judicial.

Adicionalmente, se ha incluido en esta clasificación al Equipo Multidisciplinario, pues su perfil en-


cuentra mayor similitud con el/al Juez/a, sea como órgano objetivo e imparcial a lo largo de todo el
proceso, que con los acusadores/as o defensores/as. En todo caso, también se debe a que, según el
mismo Código establece, quien puede solicitar informes a este Equipo Multidisciplinario es, precisa-
mente, el/a Juez/a.

1.1.1.- El/La Juez/a


El/La Juez/a es, en realidad, el sujeto más característico de los procesos judiciales, sea del sistema de
administración de justicia en general, pues es el/la funcionario/a del Estado encargado/a del ejercicio de
un poder, en este caso de un “poder jurisdiccional”, el cual debe ser comprendido como un poder-deber
para la solución del conflicto, objetivo central de la administración de justicia.

Es ese sentido, Alberto Binder refiere: “Diremos que lo jurisdiccional es un poder del Estado, que se expresa
a través de ciertos funcionarios que tienen el deber de ejercer esa jurisdicción.” 

Este poder jurisdiccional es, por ende, natural o consustancial a todos/as los/as jueces/zas, pues es un
poder para solucionar un conflicto que otras personas han sometido a su consideración. A lo cual se
debe agregar que la característica principal de esa solución jurisdiccional es que la misma debe encon-
trarse regulada por el ordenamiento jurídico aplicable a ese conflicto.

“Otro concepto fundamental con relación al juez como sujeto procesal es la idea del “monopolio de la ju-
risdicción”. En un Estado de Derecho como el que todas las constituciones modernas procuran crear, el
monopolio de la jurisdicción debe pertenecer a los jueces organizados dentro del Poder Judicial.”

Con lo anterior, se pretende, de alguna forma, deslegitimar la práctica tutelar, reproducida en varios
países de la región, con respecto a la ubicación de los Juzgados de esta materia en el ámbito administra-
tivo, no en el judicial. De hecho, puede decirse que esta ubicación del/a Juez/a Penal de Adolescentes
constituye una de las claras líneas definidas por la Convención y por las leyes internas, lo cual, visto
desde la actualidad, parece incuestionable.

 BINDER (Alberto). Introducción al Derecho Procesal Penal. Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 1993. pp. 294.

13
Adolescentes y Responsabilidad Penal

1.1.1.1.- Características de la Función Jurisdiccional


Varias son las características que pueden atribuirse a la función jurisdiccional, pero quizás las más
importantes son la independencia y la imparcialidad u objetividad, las cuales se encuentran estrecha-
mente relacionadas entre sí, de modo que, generalmente, el/la Juez/a que no es independiente tampoco
es imparcial. Evidentemente, existen otras características de la función jurisdiccional, pero basta, para
nuestros efectos, centrarnos en estas dos.

La independencia determina que el Juez se encuentra sometido, únicamente, a la Ley y a la Con-


stitución, de forma que debe entenderse, por ejemplo, que su ubicación dentro de una determinada
estructura, Poder Judicial, es sólo para efectos administrativos, por lo que no debe tener ninguna inci-
dencia en la resolución de los casos. Por su parte el Poder Judicial, como entidad que aglutina y orga-
niza los/as jueces/zas, también debe ser independiente de cualquiera de los otros poderes del Estado.

La imparcialidad, por su parte, está más enfocada hacia la actitud y posición del/a Juez/a frente al caso
concreto. Significa que “...para la resolución del caso, el juez no se dejará llevar por ningún otro interés
fuera del litigio tal como la ley lo prevé.” 

Con la idea de preservar esta imparcialidad, las leyes procesales han creado mecanismos para que el/a
Juez/a sea separado del conocimiento de la causa cuando, sea por propia convicción o por iniciativa de
las partes, se evidencia algún peligro de afectación de esta máxima de imparcialidad. Se hace referencia
aquí a las excusas, cuando sea una decisión del/a Juez/a, y a la recusación, cuando son las partes las que
alegan la existencia de tal peligro.

Generalmente, para precisar la posible afectación del principio de imparcialidad u objetividad se es-
tablecen una serie de causales por las cuáles podría el/a Juez/a excusarse o las partes recusarlo. No
obstante, se entiende en doctrina que estas causales de excusa o recusación constituyen, simplemente,
ejemplos, que pueden ser ampliados infinitamente, siempre que sea manifiesta una posible afectación
de este principio. Lo anterior, por cuanto resulta imposible precisar la totalidad de los casos en los que,
potencialmente, podría verse afectada la imparcialidad u objetividad del/a Juez/a.

Con respecto a la materia penal de adolescentes, debe decirse que este principio tiene vigencia en
virtud de los artículos 8.2.j) de la Constitución, 235 del Código, el cual regula el deber de aplicar los
principios contenidos en los artículo 1 al 28 del Código Procesal Penal, entre los cuáles se encuentra el
principio de imparcialidad, propiamente en el artículo quinto.

En el mismo sentido, debe recurrirse a la regulación que realiza el Código Procesal Penal de las causas
de excusa y recusación, puesto que el Código no se ocupó de regular directamente las mismas.

 BINDER (Alberto). Op. Cir. pp. 299

14
Adolescentes y Responsabilidad Penal

1.1.1.2- Competencia
Otro aspecto característico de la jurisdicción es la competencia, que consiste en una limitación de
aquella, en virtud de la cual el/la Juez/a sólo tiene poder para solucionar ciertos conflictos, cierto tipo
de casos. Evidentemente, la introducción de este concepto obedece a aspectos operativos, pues para
un/a Juez/a resulta difícil, por no afirmar que imposible, conocer todos los casos que, en todas las ma-
terias, se presenten dentro del territorio de un Estado.

Usualmente, esta distribución del trabajo que implica la competencia acude a tres criterios para su
efectiva realización: territoriales, materiales y funcionales. “En primer lugar, la competencia territorial,
según la cual el juez puede ejercer su jurisdicción sobre los litigios ocurridos en determinado territorio. Por
otra parte, la competencia material, que le permite al juez ejercer su jurisdicción en determinado tipo de
litigios, por ejemplo, los litigios penales. Por último, la competencia funcional, por ejemplo, la que tienen
los jueces de primera instancia respecto de los jueces de segunda instancia.” 

En realidad todos estos criterios de asignación de la competencia, resultan aplicables a la materia penal
de adolescentes. En el caso de la competencia territorial su asignación coincide, generalmente, con la
de los tribunales penales de adultos, aún cuando puede tener algunas variantes, por ejemplo la asig-
nación de un territorio más o menos amplio, lo cual no resulta de interés abordar aquí.

En cuanto a la competencia material, se puede decir que la creación de tribunales en materia penal de
adolescentes representa el reconocimiento, al menos formal, de ésta como una nueva materia o disci-
plina jurídica. La competencia material alude a la especialización de los/as jueces/zas en un ámbito
determinado del Derecho, lo cual es un aspecto ampliamente regulado por el Código, al punto de
considerarlo como uno de sus principios –artículo 228-, sea como un mandato de optimización, por
lo que, según se trató en la sección correspondiente a los principios, el/a legislador/a quiere que esto sea
logrado en la mayor medida posible, según las posibilidades fácticas y jurídicas. Lo anterior, en conse-
cuencia, impone el deber de las autoridades respectivas de cumplir con esas expectativas legislativas.

Ciertamente, en estos casos, debe darse más valor al cumplimiento de estas expectativas en lo que po-
dría denominarse como su parte sustantiva, sea que este requerimiento de especialidad tenga su reflejo
en la forma como se resuelven los casos o conflictos, en las razones y/o argumentos que se utilizan por
ello, sin desconocer que la exigencia del/a legislador/a es que los órganos encargados de conocer esta
materia se dediquen exclusivamente a ello.

Ahora bien, en el ámbito de la competencia material, tratándose de niñez y adolescencia, se ha dado, en


algunos países de la región, una doble especialización, diferenciando entre Jueces/zas que conocen del
ámbito de la responsabilidad penal y otros/as que se encargan de la protección de derechos.

Sin embargo, está claro que no es ésta una exigencia que plantee el Código, ya que claramente alude a
una especialidad general en materia de niños, niñas y adolescentes, con lo que se asigna, a un/a mismo/
a Juez/a, la competencia para conocer ambos aspectos, aún cuando no se elimina, en nuestro criterio,
la otra posibilidad de separar estas competencias en la práctica, creando, por ejemplo, dos jueces/zas en
un mismo despacho, para que cada uno/a de ellos/as conozca uno de estos aspectos.

 BINDER (Alberto). Op. Cit. pp. 297.

15
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Por último, con respecto a la competencia funcional, que implica la división de funciones jurisdiccio-
nales dentro de un mismo proceso, el Código reconoce, en su artículo 208, cuatro tipos de Tribunales
diferentes, los cuales participan en este proceso atendiendo, precisamente, distintas funciones:
• Tribunal de Niños, Niñas y Adolescentes, en lo que corresponde a su Sala Penal;
• Tribunal de Control de la Ejecución de las Sanciones;
• Corte de Apelación de Niños, Niñas y Adolescentes; y
• Suprema Corte de Justicia.

En la siguiente tabla, se presentan cada uno de estos órganos jurisdiccionales, su competencia funcional
y algunas de las funciones concretas que les han sido asignadas:

1.2 - ÓRGANOS JURISDICCIONALES


1.2.1 - FUNCIONES

Órgano Artículos Competencia Funciones concretas


jurisdiccional Funcional
Tribunal de Niños, 208, 209 Sala Penal: Conocer, Atribuciones más importantes:
Niñas y Adolescentes y 215 en primera instan- • Decidir sobre medidas cautelares
cia, de las acciones solicitadas por el Ministerio Público
que surjan de los –art. 285 y 286-;
actos infraccionales • Decidir sobre la solicitud que pre-
cometidos por ado- sente el Ministerio Público al finalizar
lescentes, conforme la investigación –art. 298, 300. 301,
a los procedimientos 302, 303-;
establecidos en el • Resolver la procedencia o no de la
Código. acusación –art. 304-;
• Decidir sobre las soluciones alter-
nativas: conciliación y suspensión del
proceso a prueba –art. 245-;
• Dirigir las audiencias orales, sea la
audiencia preliminar y el juicio;
• Dictar la sentencia que corresponda
–absolutoria o condenatoria- de acu-
erdo con la prueba recibida y con el
derecho –Art. 312 y 313-;
• En caso de sentencia condenatoria
decidir la sanción a imponer –Art.
313 y 327-;

16
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Órgano Artículos Competencia Funciones concretas


jurisdiccional Funcional
Tribunal de Control 208, 219, Controlar las san- • Controlar que la ejecución de la
de la Ejecución de las 356 y 357 ciones impuestas y sanción esté acorde con lo que se im-
Sanciones resolver las cuestio- puso, garantizando el debido proceso
nes o incidentes que y demás derechos y garantías;
se susciten durante • Vigilar que plan individual está
la ejecución de la acorde con los objetivos fijados en la
pena, para respe- sentencia definitiva, en este Código y
tar los derechos y demás instrumentos internacionales;
garantías del ado- • Velar porque se respeten derechos y
lescente, así como el garantías del adolescente.
cumplimiento de los • Revisar las sanciones al menos una
objetivos fijados por vez cada seis meses, para cesarlas,
este Código. modificarlas o sustituirlas por otras
menos graves;
• Controlar el otorgamiento o den-
egación de cualquier beneficio;
• Ordenar la cesación de la sanción
una vez transcurrido el plazo fijado
por la sentencia;
• Atender las solicitudes que hagan
las personas adolescentes sancionadas
y dar cursos a sus quejas cuando lo
amerite;
• Visitar los centros de ejecución o
cumplimiento de la sanción al menos
una vez al mes.

17
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Órgano Artículos Competencia Funciones concretas


jurisdiccional Funcional
Corte de Apelación 208, 216, Resolver, en se- • Conocer recursos de apelación
de Niños, Niñas y 217 y 358 gunda instancia, los presentado contra las resoluciones de
Adolescentes recursos e incidentes la sala penal del Tribunal de Primera
legales interpuestos Instancia y el Tribunal de Control de
contra las decisio- Ejecución;
nes del Tribunal • Resolver los incidentes que se
de Niños, Niñas y promueven durante los procesos ante
Adolescentes, así los Tribunales de Niños, Niñas y
como de las senten- Adolescentes, así como en la fase de
cias dictadas por ejecución ante el Tribunal de Control
el Juez de Control de la Ejecución;
de Ejecución de las • Conocer de las quejas por demora
Sanciones. procesal o denegación de justicia de
los Tribunales de Niños, Niñas y Ado-
lescentes o del Tribunal de Control de
la Ejecución;
• Resolver recusaciones o inhibiciones
de los jueces de Tribunal de Niños,
Niñas y Adolescentes, así como del
Tribunal de Control de la Ejecución.
Suprema Corte de 208 y 218 Conocer y resolver • Conocer y resolver el recurso de
Justicia los recursos de casa- casación;
ción y revisión. • Conocer y resolver el recurso de
revisión;
• Conocer el procedimiento relativo a
los conflictos entre Cortes de Apel-
ación, jueces o Tribunales de Departa-
mentos Judiciales distintos;
•Resolver las quejas por demora o
denegación de justicia contra las Cor-
tes de Apelación.

Una distribución de funciones que no es atendida por el Código, pero que se encuentra reconocida
por el Código Procesal Penal, es aquella que distribuye el conocimiento de las diferentes etapas del
proceso, distinguiendo, particularmente, entre jueces/zas de juicio y jueces/zas de la fase preparatoria
e intermedia.

En este sentido, puede citarse el artículo 22 del Código Procesal Penal, el cual establece que “Las fun-
ciones de investigación y de persecución están separadas de la función jurisdiccional.” Esta división de fun-
ciones también se encuentra reflejada en los artículos 69, 72 y 73 del Código Procesal Penal, los cuales
definen claramente la competencia del/a Juez/a de Instrucción y del/a Juez/a de Primera Instancia.

18
Adolescentes y Responsabilidad Penal

La falta de reconocimiento de esta división de funciones o de competencias en materia penal de adoles-


centes genera problemas respecto de algunos principios propios de un proceso acusatorio, precisamente
aquellos problemas que motivaron que, en el proceso penal de adultos, estas funciones se hayan asig-
nado a órganos jurisdiccionales diferentes.

Básicamente, tales problemas se encuentran relacionados con la protección del principio de imparciali-
dad u objetividad, dado el compromiso que asume el/la Juez/a al resolver, por ejemplo, la prisión pre-
ventiva o la procedencia de la acusación, pues en ambos casos se requiere de un análisis de probabilidad
respecto de la comisión del hecho y de la participación del/a adolescente en el mismo, lo cual podría
afectar su objetividad al momento de dirigir el juicio y dictar la sentencia, pues, de alguna forma, se
considera que ha adelantado criterio.

Esta es una situación que se reproduce en casi todas las leyes que regulan la materia en la región, sin
embargo, no se conocen antecedentes que lo hayan resuelto positivamente. Por el contrario, en Costa
Rica, por ejemplo, el tema no ha prosperado, por lo que se ha legitimado la asignación de las fases de
investigación y de juicio a un/a solo/a Juez/a, no obstante, debido a los peligros que ello implica, se ha
hecho práctica que, en aquellos juzgados que están integrados por más de un/a Juez/a, el/la Juez/a que
conoce de la fase de investigación no realiza el juicio, algo que, perfectamente, podría reproducirse en
República Dominicana.

1.2.2 - Equipo Multidisciplinario de Atención Integral


Desde la vigencia de las leyes tutelares, basadas en la “doctrina de la situación irregular”, se ha con-
siderado necesario y conveniente que el/a Juez/a, al momento de tomar sus decisiones, se apoye en la
opinión y en las recomendaciones de un grupo de profesionales en diversas materias, particularmente
de psicólogos, pedagogos y trabajadores sociales.

Debido a ello, puede decirse que la regulación de los equipos multidisciplinarios o interdisciplinarios
en las nuevas leyes es, en realidad, una secuela de los procesos tutelares, que resistió los embates de la
reforma y que ha constituido, por lo general, un foco de resistencia hacia la nueva legislación, en cuenta
hacia el reconocimiento de los derechos y garantías de los/as adolescentes. 

Lo anterior no resulta extraño, de tomarse en cuenta que, durante el período tutelar, estos profesionales
acumularon un significativo poder en la resolución final o temporal del caso, llegando al nivel de susti-
tuir la decisión del/a Juez/a, quien atendía, generalmente y sin más, las recomendaciones del trabajador
social o del psicólogo, algo muy propio de un modelo asistencialista.

 Al respecto, Mary Beloff explica: “En general, estos equipos funcionaban bajo la lógica tutelar asistencial sin más
complicaciones que las propias de la región (falta de recursos, desorden institucional, burocracia, etc.) y su trabajo era
fundamental para garantizar el éxito del complejo tutelar: una justicia desjuridizada, al margen de los derechos (cuando
no al margen de la mera legalidad), colonizada por los sabedores “psi” del trabajo sociales y, en oportunidades, médicos”.
BELOFF (Mary). Los Equipos Multidisciplinarios en la Normas Internacionales de las que Surge el Modelo de la Protec-
ción Integral de Derechos del Niño. En UNICEF. Justicia y Derechos del Niño. No. 4, noviembre 2002, Buenos Aires.
Pp. 32.

19
Adolescentes y Responsabilidad Penal

En ese sentido, se afirmaba que, “Asociado con la concepción etiológica, que parificaba a los menores en
su estado peligroso, surge el planteo de la necesidad del estudio del menor, precisamente porque de él, y
no de su conducta, surgiría la clasificación, base de la medida a adoptar a su respecto”  (marcado no
es original).

Ahora bien, aceptando, como hemos aceptado, que el modelo ha variado significativamente y que,
en la actualidad, el mismo ha sido caracterizado como garantista, debe reconocerse que la posición
de este equipo multidisciplinario debe también variar en el mismo sentido, lo cual incluye hacer una
revaloración del perfil y las funciones del equipo, así como del fin y la trascendencia de los estudios o
informes que emite.

1.2.2.1 - Nueva concepción de los estudios sociales y psicológicos


Para lograr esta reconceptualización de los estudios socio-familiares y psicológicos, debe partirse de
lo básico, sea del modelo garantista que recoge el Código, el cual se estructura sobre el análisis de los
hechos que configuran el delito, no en las características personales de quien se encuentra sometido/a
a proceso. Se trata, como se ha dicho repetidamente, de un derecho penal de acto no de un derecho
penal de autor.

Esta diferencia resulta vital para reducir significativamente, más no para eliminar, el protagonismo
de los informes y de las recomendaciones de estos/as profesionales, puesto que en el nuevo sistema
importa, ante todo, la demostración de la comisión de un hecho delictivo y de la participación del/a
adolescente en el mismo.

Es, precisamente, la introducción de este paradigma lo que ha provocado, en algunos países de la


región, una confusión con respecto a las funciones que, ahora, debe asumir este equipo multidisci-
plinario en el marco del nuevo sistema. Pues debe entenderse como superada aquella participación
amplia, discrecional y de naturaleza asistencialista que caracterizaba a los equipos multidisciplinarios
en el sistema tutelar.

Con la idea de abonar a la solución de esta confusión, conviene indicar que los estudios de los equipos
multidisciplinarios deben considerarse como periciales, desde que son emitidos por especialistas en
una determinada ciencia, y forenses, puesto que pretenden apoyar, desde esa ciencia, la administración
de justicia, específicamente la resolución jurisdiccional, en ciertos aspectos claves y relevantes para la
decisión del caso.

Con lo cual se quiere hacer ver que, jurídicamente, no se visualizan diferencias entre la participación de
estos equipos multidisciplinarios y la participación de otros peritos en el proceso penal.
 LARRANDART (Lucila). Desarrollo de los Tribunales de Menores en Argentina: 1920/1983. En GARCÍA MÉN-
DEZ (Emilio) y CARRANZA (Elías) (Organizadores). Del Revés al Derecho. Editorial Galerna. Buenos Aires, 1992.
pp. 31.
En este sentido, el párrafo adicional del artículo 268 del Código expresa: “Tanto el estudio sociofamiliar como el
sicológico, tendrán un valor equivalente al de un dictamen pericial, y será valorado conforme a las reglas de la sana crítica.
Se podrá solicitar que los especialistas que suscriban el estudio se presenten a la epata de juicio.”

20
Adolescentes y Responsabilidad Penal

De hecho, al igual que estos, aquellos estudios deben encontrarse limitados por el derecho aplicable, en
cuenta por la teoría del delito, y por la solicitud concreta plateada por las partes –fiscal y defensor/a- o
por el/la Juez/a.

Por ende, en el marco del Código, los estudios de los equipos interdisciplinarios deben orientarse hacia
aquellos aspectos que sean relevantes para efectos de la discusión jurídica, lo cual debe ser precisado
por las partes y, si se quiere, por el/a mismo/a Juez/a, quienes deben orientar, a la vez que limitan, los
aspectos sobre los que se requiere valoración.

Quizás la única diferencia que se identifica entre estos estudios y otros dictámenes periciales está
condicionada por el arrastre de algunas prácticas propias del sistema tutelar, que actualmente deben
considerarse incorrectas, como lo es, precisamente, la falta de reconocimiento de ciertos límites bajo
los cuáles deben hacerse los mismos y, por el contrario, en la apertura, amplitud y discrecionalidad en
que estos son realizados.

Debe reiterarse, por ende, que la participación de estos profesionales está en función de las necesidades
de la discusión jurídica, no respetar este límite genera el peligro de que las conclusiones de estos estu-
dios desvíen la discusión jurídica e incidan en la decisión más allá de lo que corresponde dentro de un
sistema garantista.

Entonces, debe considerarse, según la experiencia vivida en algunos países de la región, que gran parte
de la responsabilidad por la no superación de una intervención basada en el modelo tutelar, no es atri-
buible a estos/as profesionales, sino a los/as abogados/as que participan en el proceso, pues no se han
preocupado por precisar, en cada caso concreto, el interés particular que se pretende satisfacer con la
intervención de aquellos/as, provocando que la definición de lo que debe hacerse quede en sus manos,
lo cual asumen, generalmente, desde su desconocimiento de la discusión del caso en particular y de
los temas jurídicos en general.

Lo anterior es así, por cuanto está claro que el proceso que podría denominarse como juridización del
modelo de justicia de adolescentes está en manos de los/as abogados/as, quienes no deben obviar o
renegar de esta importante función y, por el contrario, asumir el protagonismo que les corresponden,
limitando, por ejemplo, el alcance de los estudios del equipo multidisciplinario en cada caso concreto,
según lo exige el ordenamiento jurídico.

1.2.2.2 - Aporte del Equipo Multidisciplinario en el nuevo contexto


Dicho lo anterior, corresponde indicar que, dentro del modelo garantista planteado por el Código,
los estudios del equipo multidisciplinario tiene particular incidencia en dos tipos de decisiones: en la
determinación de la responsabilidad penal de adolescentes y en la selección y medición de la sanción a
imponer, en ambos casos de acuerdo con los parámetros jurídicos establecidos.

En el primero, se considera como un parámetro, como un medio probatorio, para determinar algunos
aspectos de la culpabilidad, sea, por ejemplo, la imputabilidad del/a adolescente, es decir, su capacidad

21
Adolescentes y Responsabilidad Penal

para comprender la antijuridicidad de su actuar, o bien de adecuar su conducta de acuerdo con esa
comprensión.

En este sentido, se ha dicho, con respecto de los criterios psicológicos, por ejemplo, “...que son bien
acogidos, específicamente en el área penal juvenil, en el tanto, independientemente de los referentes del espe-
cialista o del método utilizado en el cumplimiento de su función, conllevan implícitamente una reconocida
“utilidad”: suministrar al órgano jurisdiccional competente de la decisión sobre la responsabilidad penal del
acusado o acusada, el resultado de la valoración psíquica que le permitirá fijar o desechar la suficiencia
intelectual y volitiva del sujeto.” (Marcado no es original)

De acuerdo con lo dicho, no corresponde negar la incidencia que pueden tener los estudios psicológicos
en la determinación de la culpabilidad, entendida como categoría de la teoría del delito, particular-
mente con respecto a los aspectos citados: suficiencia intelectual y volitiva.

Por ello, debe interpretarse que el artículo 268 del Código, cuando alude a que estos estudios no
podrán ser utilizados para la determinación de la culpabilidad, utiliza el término culpabilidad como
demostración de la participación del/a adolescente en la comisión del hecho delictivo, para concluir
que, efectivamente, los estudios psicológicos no pueden ser utilizados como prueba para demostrar la
participación del/a adolescente en la comisión del delito.

Por otro lado, para la fundamentación de la sanción, el/la Juez/a también puede acudir a los estudios
multidisciplinarios, según lo confirma el mismo artículo 268 del Código, el cual expresa: “Los estudios
sicológico y sociofamiliar tienen por finalidad determinar, a través de profesionales en los campos de sicología
y trabajo social y áreas afines, las posibles causas explicativas de la conducta del adolescente, a fin de im-
poner, en los casos que corresponda, la medida más adecuada, pero en ninguna forma se podría utilizar
para la determinación de la culpabilidad.” (marcado no corresponde con el original)

Utilidad que es confirmada por el artículo 328 del mismo cuerpo legal, artículo que regula los pará-
metros a tomar en cuenta para determinar la sanción a imponer. Precisamente, en su inciso b) refiere:
“b) La valoración sicológica y socio familiar del adolescente imputado.”

Quizás este es el punto en que estos estudios podrían tener mayor incidencia, sea en la decisión sobre
la sanción a imponer, pero no para agravarla, sino, como se verá en el apartado de las sanciones, para
reducir la misma por debajo del límite que fija la culpabilidad, entendido aquí como parámetro para la
determinación de la sanción, como reprochabilidad. Se trata de una especie de correctivo de la culpa-
bilidad al momento de decidir sobre la sanción correspondiente, pero que sólo puede ser utilizado para
imponer una sanción menor.

De esta forma, cuando el artículo citado refiere que estos estudios pueden ser útiles a fin de imponer la
medida más adecuada, debe entenderse por ésta una sanción equivalente a la que corresponde según la
culpabilidad, o bien reducida, pero nunca aumentada con fundamento en ellos.

 CHAN MORA (Gustavo), CHINCHILLA CALDERÓN (Rosaura) y GARCÍA AGUILAR (Rosaura). Violación de
Derechos Fundamentales y Criminlaización Secundaria en el Sistema de Justicia Penal Juvenil. Editorial Investigaciones
Jurídicas. San José, 2003. pp. 27.

22
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Ahora bien, al recurrir a los estudios psicológicos y socio familiares para estos efectos, siempre surge
un problema de interpretación, según la experiencia de algunos países de la región, cual es determinar
cómo debe ser valorado un estudio psicológico o sociofamiliar en el nuevo contexto, es decir, cuándo
estos deben tener incidencia en la disminución de la sanción:

a)cuando refieren carencias significativas en sus necesidades básicas y/o algunas patologías, como la
adicción a las drogas; o
b)cuando, por el contrario, refieren que el adolescente vive en condiciones aceptables, con sus necesi-
dades básicas medianamente satisfechas y que, por ejemplo, cuenta con contención familiar.

En la práctica, puede afirmarse que se ha mantenido, en gran medida, la línea tutelar, sea que un estu-
dio social que refiere condiciones socio familiares aceptables, usualmente provoca una disminución de
la sanción, en tanto, uno que revela condiciones de vida deficitarias no se le hace esta concesión, lo cual,
en alguna medida, mantiene vigente el modelo basado en el derecho penal de autor.

Por el contrario, se considera que un modelo garantista, debe valorarse la reprochabilidad en función
del condicionamiento social hacia la comisión del delito y tomar en cuenta, en ese sentido, la co-cul-
pabilidad de la sociedad, de forma que se entiende que una persona que no ha contado con las opor-
tunidades suficientes para desarrollar su vida al margen del delito le es menos reprochable su comisión,
frente a quien, por otro lado, ha contado y cuenta con mayores oportunidades.

1.2.2.3 - Derechos del adolescente durante la realización de los estu-


dios socio familiares o psicológicos
Otro aspecto importante a tocar sobre los Equipos Multidisciplinarios es el respeto que ellos/as deben
a los derechos y garantías de los/as adolescentes durante la realización de los estudios correspondien-
tes. Precisamente, en función de identificar límites a su actuación, no cabe duda que tales derechos y
garantías cumplen un papel central.

Debe agregarse, en este sentido, que los deberes correlativos que surgen de esos derechos vinculan por
igual a todos/as los/as funcionarios/as que participan del proceso penal, dentro de los cuáles se incluyen
los peritos en general y, en particular, quienes integran los Equipos Multidisciplinarios. En este último
caso, la comprensión de esta vinculación es vital, pues, por lo general, la principal y, en ocasiones, la
única fuente de información para la elaboración de los mismos es el/la adolescente o sus familiares.

Sin embargo, corresponde reconocer que, seguramente por el antecedente tutelar, estos derechos no
han cumplido con este rol de garantía, puesto que, de la revisión de los estudios en cuestión, puede
concluirse que tales derechos son, generalmente, desconocidos o se consideran inaplicables al momento
de la entrevista y de la elaboración de los estudios socio familiares y psicológicos.

 Esta constatación fue realizada por Chan, Chinchilla y García, quienes luego de revisar, en Costa Rica, una muestra de
setenta estudios psicológicos llegaron a dicha conclusión.

23
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Al respecto, se ha dicho que, de entrada, “...se observa una contradicción entre la solicitud de la pericia y
los derechos fundamentales de las personas menores de edad acusadas, pero tal confrontación va más allá y
se revela con mayor profundidad tanto en la entrevista del profesional como en el resultado mismo del dicta-
men pericial.” 

Dicho esto, debe reconocerse relevancia particular a ciertos derechos y garantías durante la realización
del estudio sociofamiliar y/o psicológico, sin que se excluyan otros. Se citan aquí los siguientes:
• Derecho a la información: el/la adolescente que es entrevistado/a y brinda información para efectos de
los estudios socio familiares y psicológicos debe, recíprocamente, ser informado/a por el/la profesional
correspondiente sobre cuales son los fines de estos estudios, cuál la metodología a utilizar y cuales sus
derechos frente a la pericia.

• Derecho a abstenerse de declarar: impone el deber de prevenir al/a adolescente sobre la posibilidad
de abstenerse de brindar información que pueda autoincriminarlo. La entrevista del/a adolescente, en
consecuencia, requiere de su consentimiento expreso, pudiendo manifestar que no quiere se realice la
misma. Esta garantía también debe ser extendida a familiares cercanos.

• Derecho a la intimidad: implica el respeto de un espacio privado a la persona, en el cual, salvo que
ésta lo desee, no pueden penetrar los demás. El/La profesional no debe, por ende, traspasar este ám-
bito, como podría suceder cuando se recurre a la valoración de las “...esferas individual y familiar, el
área sexual (sobre todo lo relativo a las indagaciones que hace el perito sobre las experiencias, inclinaciones y
expectativas sexuales del joven), las vinculaciones amistosas y familiares que mantiene (concretamente cómo
califica el experto dichas relaciones y el tipo de personas que se vincula, sus costumbres, y comportamientos y
su incidencia en la conducta del/a imputado/a) y la obtención de información del/a evaluado/a a través de lo
indicado por sus parientes (en los supuestos en que éstos fueron entrevistados por el perito).”10

De hecho, vistos estos derechos, puede concluirse que la mayor cantidad de cuestionamientos respecto
de la forma en que intervienen los/as psicólogos/as y trabajadores/a sociales viene, precisamente, del
incumplimiento del deber de exigir el consentimiento del/a adolescentes y de la excesiva intervención
del/a perito/a en aspectos propios de la intimidad o de la vida privada del/a adolescente, que, general-
mente, poca relevancia tienen, según de adelantó, para la discusión jurídica y la decisión del caso.

 CHAN MORA (Gustavo), CHINCHILLA CALDERÓN (Rosaura) y GARCÍA CALDERÓN (Rosaura).


Op. Cit. pp 28.
10 CHAN MORA (Gustavo) y otras. Op. Ct. pp. 62.

24
Adolescentes y Responsabilidad Penal

CASO PRÁCTICO

En estudio psicológico realizado al adolescente Miguelito Sánchez, se expresa lo siguiente:


“Grupo familiar enteramente disfuncional, expulsivo, incapaz de ofrecer el menor estímulo positivo a sus
integrantes. Caso de pronóstico reservado, por cuanto los recursos internos del joven son negativos, así como
su entorno. Dado lo anterior, se considera difícil la posibilidad de resocialización pues se observa que las
características de este perfil son duraderas y resistentes a la modificación encontrándose el joven en altísimo
riesgo social.”

a)¿Cuál es su opinión sobre este estudio psicológico?


b)¿Considera que el mismo debe considerarse, en lo trascrito, como válido?
c)¿Cómo debe valorar el/la Juez/a este estudio para efectos de decidir sobre la responsabilidad del ado-
lescente y sobre la sanción a imponer?

25
Adolescentes y Responsabilidad Penal

1.3 - Encargados de la acusación


Del lado de la acusación y de la promoción de la persecución penal se ubica, indudablemente, el
Ministerio Público, órgano que, de acuerdo con lo dicho en la sección dedicada a las acciones, es el
responsable directo de ejercer la acción penal y de defender la pretensión correspondiente.

Pero en esta función tiene un socio que, en los modelos acusatorios, resulta inseparable: la policía ju-
dicial o investigativa. A esta corresponde una labor de apoyo al Ministerio Público en lo que respecta
a la investigación del caso propiamente.

Igualmente, en esta margen del contradictorio, también puede ser ubicada la víctima, quien tiene
un interés particular, diferente del que corresponde al Ministerio Público y a la Policía Judicial, pero
que, en todo caso, llega a coincidir, en muchas ocasiones con el de estas Instituciones, por lo que cor-
responde concederle esta ubicación. Aparte, la víctima, cuando se trata de una persona física, suele
convertirse en una de las pruebas de cargo más importantes para los efectos de sustentar y sostener la
acusación.

1.3.1 - El Ministerio Público


El Ministerio Público es un órgano del Estado que tiene por función esencial promover o ejercer la
acción penal con el objetivo de defender la legalidad, los derechos de las personas y el interés público
protegido por la ley, ya sea de oficio o a petición del/a interesado/a.

El reconocimiento de la participación del Ministerio Público, en su rol de acusador claramente defini-


do, constituyó una de las novedades procesales de las leyes de responsabilidad penal de adolescentes,
en cuenta del Código. Lo anterior, por cuanto con anterioridad, dependiendo del sistema tutelar del
que se tratara, éste no participaba en el proceso, o bien su función estaba totalmente desdibujada, pues
realmente no se tenía claro si se trataba de acusadores/as o defensores/as.

Así, aún cuando la ley y los/as mismos/as fiscales o procuradores/as se proclamaban como defensores/as
de los derechos e intereses del/a adolescente, lo cierto es que igual solicitaban al/a Juez/a su privación de
libertad o la aplicación de cualquier otra medida igualmente restrictiva de derechos.

De igual forma, con esta ficticia doble calidad de defensor/a y acusador/a, la participación de fiscales
o procuradores/as deslegitimaba o minimizaba la trascendencia de la participación de otros actores
procesales, particularmente de los/as defensores/as, puesto que, en mala teoría, esta función ya se en-
contraba cubierta por dicho fiscal o procurador/a.

En estas circunstancias, el sistema se encontraba claramente desequilibrado, particularmente por el


gran poder que se concedía a los/as Jueces/zas, pero también por esta desnaturalización de la función
acusatoria y, como consecuencia, de la defensa técnica del/a adolescente.

Con la entrada en vigencia del Código, se pretende recomponer el contradictorio y, con él, asegurar
la imparcialidad del órgano jurisdiccional. Lo anterior, conlleva, necesariamente, una redefinición de

26
Adolescentes y Responsabilidad Penal

la función acusatoria y de la entidad que la ejerce, en este caso el Ministerio Público. Entonces, debe
entenderse que, en la actualidad, es el Ministerio Público el que debe asumir, con total autonomía, la
función acusatoria.

Así lo contempla el artículo 256 del Código, el cual establece: “La acción pública para perseguir e inves-
tigar el acto infraccional la ejercerán los miembro del Ministerio Público de Niños, Niñas y Adolescentes,
especializados ante la jurisdicción de niños, niñas y adolescentes, quienes tendrán potestad exclusiva para
promover y ejercer, de oficio, o a solicitud de parte, todas las acciones necesarias ante estos tribunales.”

Para estos efectos, el mismo Código, pero en su artículo 258, regula una serie de funciones relacionadas
con su misión de acusador, entre las que se encuentran las siguientes:
•Promover la acción penal;
•Recibir denuncias o querellas sobre hechos delictivos;
•Realizar y dirigir las investigaciones;
•Solicitar el estudio psicosocial;
•Solicitar la cesación, modificación o sustitución de las medidas cautelares dispuestas o de las
sanciones penales;
•Interponer recursos legales;
•Dirigir el trabajo de la Policía Especializada;
•Promover las medidas alternativas;
•Denunciar y actuar frente a las violaciones que se cometan al presente Código;
•Facilitar la comunicación entre los abogados defensores y los/as adolescentes detenidos/as.

De la misma forma, la función del Ministerio Público se encuentra regulada por una serie de principios
que resulta de importancia citar y describir, al menos brevemente. No obstante, se aclara que se omite
hacer referencia aquí a los principios de legalidad y oportunidad, a pesar de considerarlos centrales para
el ejercicio de la función acusatoria, pues fueron suficientemente explicados en la sección relacionada
con las acciones. Realizada esta aclaración, nos dedicaremos, básicamente, a los principios de impar-
cialidad u objetividad, de autonomía y de unidad y jerarquía.

1.3.1.1 - El principio de imparcialidad u objetividad


Con respecto al principio de imparcialidad u objetividad ya se hizo alusión cuando se abordó el tema
de/a Juez/a como sujeto procesal. En términos generales, el principio es el mismo y rige también la
actuación del Ministerio Público en cada caso concreto. Implica que la actuación del/a fiscal debe
apegarse, de forma estricta, a la correcta aplicación de la ley, por encima de cualquier interés particular
o percepción personal.

Respecto de este principio, Armijo indica que implica una doble faceta: “Desde la óptica procesal quiere
decir que la labor de los representantes de la fiscalía de menores debe estar orientada hacia la búsqueda for-
malizada de la verdad. Por ello, la verdad real o histórica sólo puede ser reconstruida por las formas y los
medios que el ordenamiento procesal penal autoriza, con exclusión de criterios subjetivos o parcializados que
toleren la admisión y valoración de medios de prueba ilícitos como fundamento de la acusación del fiscal..”
(...) “El segundo aspecto tiene implicaciones objetivas-subjetivas, pues cualquiera que sea la opinión personal
del representante de la fiscalía de menores sobre la responsabilidad de la persona menor de edad acusada,

27
Adolescentes y Responsabilidad Penal

debe ofrecer pruebas en su favor, solicitar el sobreseimiento o su absolutoria cuando así se desprenda de las
pruebas recibidas tanto en la investigación previa como en debate.” 11

En consecuencia, tal como se afirmó en la sección referida a las acciones, debe tenerse presente que
la función del Ministerio Público y, en consecuencia, del fiscal penal juvenil no es lograr la condena
del/a adolescente sometido/a a proceso, sino ubicar, aquella solución que mejor corresponda con el caso
y con una adecuada aplicación de la ley.12 Esto incluye, además, que, en caso de existir un grado de
probabilidad aceptable respecto de la culpabilidad de este/a adolescente, pueda también desistirse de
la condena y promover la aplicación de alguna solución alternativa, como puede ser una conciliación o
una suspensión del proceso a prueba.

Como garantía de este principio de objetividad o imparcialidad, deben también considerarse aplicables
al/a fiscal las causales de excusa o recusación previstas para los/as jueces/zas, de forma que cuando
exista alguna peligro de parcialización del/a fiscal este puede optar por excusarse o el/a defensor/a por
recusarlo/a.

1.3.1.2 - El principio de autonomía


Este es un principio aplicable al Ministerio Público como Institución, no a cada fiscal en particular,
puesto que para ellos/as rige, por el contrario, el principio de unidad de acción y de dependencia
jerárquica, el cual será tratado en el apartado siguiente. Este principio implica que el Ministerio Pú-
blico debe gozar de independencia total, debe estar libre de cualquier influencia externa.

Lo anterior se justifica por la necesidad de que el Ministerio Público defina y aplique sus políticas sin
ningún condicionamiento por parte de alguno de los Poderes del Estado. Consecuencia de este prin-
cipio, en los últimos años ha tomado fuerza la idea de ubicar al Ministerio Público como un órgano
ajeno a cualquiera de los Poderes. En todo caso, en tanto formen parte de alguno de estos Poderes debe
asegurársele, al menos, independencia funcional.

Sobra decir que el Ministerio Público de Niños, Niñas y Adolescentes no es independiente, sino que
forma parte de la estructura del Ministerio Público como un todo, por lo que sus políticas y decisiones
son controlables por el Fiscal General.

11 ARMIJO SANCHO (Gilberth). Enfoque Procesal de la Ley de Justicia Penal Juvenil. Escuela Judicial. San José,
1997. pp. 157 y 158.
12 En este sentido, refiere Moreno Catena: “En virtud del principio de imparcialidad, el representante del Ministerio Fis-
cal, puesto que sólo hay uno, habrá de cuidad que se consignen, y apreciar él mismo, todas las circunstancias así adversas
como favorables al imputado, instruyéndole de sus derechos mientras no se halle asistido de defensor.” MORENO CAT-
ENA (Víctor). Competencia y Partes en el Proceso Penal Español. En ZAFFARONI (Eugenio Raúl) (Coordinador).
El Proceso Penal, Sistema Penal y Derechos Humanos. Secretaría de Gobernación de México, ILANUD y Comisión
Europea. México, 2000. pp. 61.

28
Adolescentes y Responsabilidad Penal

1.3.1.3 - El principio de unidad de acción y de dependencia jerarquía


El Ministerio Público hacia adentro se concibe como una estructura claramente vertical y jerárquica,
según lo cual los/as fiscales no son independientes, se encuentran sujetos a las órdenes y directrices
de sus superiores. Precisamente, este principio de unidad y jerarquía encuentra su razón de ser en la
necesidad de mantener una unidad que permita la creación y aplicación uniforme de las directrices
relacionadas con la persecución penal.

De acuerdo con este principio, al considerarse el Ministerio Público como una unidad, la actuación
de cualquiera de sus fiscales representa la actuación de la Institución, independientemente de quien
sea, actúa el Ministerio Público, lo que repercute, por ejemplo, en una forma diferente de distribuir el
trabajo, con relación a los/as Jueces/zas, pues aquí no rigen los criterios de competencia, respondiendo
a parámetros de distribución meramente internos.

Cabe preguntarse, sin embargo, si esta libertad de organización y de distribución de casos que este
principio asegura al Ministerio Público puede verse limitada, de alguna forma, por el principio de
especialidad que regula el Código en su artículo 228 y, de ser afirmativa la respuesta, cual sería el me-
canismo para controlar el cumplimiento de este principio sin afectar la independencia o autonomía del
Ministerio Público. 13

1.3.2 - Policía Judicial de la Persona Adolescente


En sus funciones de investigación de los hechos supuestamente delictivos y de la aparente participación
del/a adolescente en los mismos, el Ministerio Público debe recibir el apoyo de una policía especial-
izada, según lo establece el mismo Código, en la sección IV del Capítulo IV. Al respecto, en el artí-
culo 259 se refiere que “Este es un órgano técnico, especializado en la investigación y persecución de
los hechos delictivos que presumiblemente hayan sido cometidos por personas adolescentes y actuará
como auxiliar del Ministerio Público de Niños, Niñas y Adolescentes.”

De lo descrito, se entiende que esta es una policía investigativa o, como tradicionalmente se le ha de-
nominado, de naturaleza represiva, no preventiva. Entre sus funciones se citan las siguientes:

• Apoyar, bajo la dirección del Ministerio Público, la investigación de delitos, la individualización de


los autores o partícipes, reuniendo los elementos de prueba útiles para esos efectos;
• Cumplir las órdenes del Ministerio Público y también de los/as Jueces/zas;
• Localizar y conducir a las personas que el Ministerio Público y los/as Jueces/zas le indiquen;

Vistas estas funciones, pueden resaltarse algunos aspectos de interés, particularmente la dirección fun-
cional que el Ministerio Público debe ejercer sobre la Policía Judicial. Así, aún cuando estructural-
mente dependan de Instituciones diferentes, el Ministerio Público tiene un poder jerárquico sobre la
Policía Judicial con respecto a la investigación que debe realizarse en un caso concreto.

13 Esta situación se plantea en la actividad práctica # 2, a efectos de ser discutida con los participantes.

29
Adolescentes y Responsabilidad Penal

El ejercicio de esta dirección funcional requiere, en consecuencia, de un importante esfuerzo de coor-


dinación interinstitucional para su efectiva realización, por lo que, en el nivel operativo, siempre es im-
portante mantener una especie de comisión de enlace con representantes de las diferentes Instituciones
involucradas, lo cual permitirá solucionar los problemas que se presenten en la práctica cotidiana.

Otro de los aspectos relevantes que se extraen de lo dispuesto en el Código, es que además de las fun-
ciones meramente investigativas, corresponde a la Policía Judicial Especializada, cumplir con funciones
de traslado y conducción de adolescentes, definiendo ciertos límites que, naturalmente, tienen por
objetivo garantizar los derechos fundamentales de los/as adolescentes. Así, aparte de la prohibición
general de maltrato durante su detención, se fija la excepcionalidad de la utilización de medidas de
coerción, particularmente del uso de las esposas.

Debe agregarse que, para satisfacer este requerimiento de excepcionalidad planteado por el/la legisla-
dor/a, debe recurrirse al principio de proporcionalidad, por lo que, al igual que se citó en la sección
correspondiente a las acciones y se citará en la de las sanciones, debe hacerse un análisis de idoneidad,
necesidad y proporcionalidad en sentido estricto.

Es decir, que se trate de un medio que corresponda con el fin, que se haya agotado la posibilidad de
aplicar otra medida que afecte menos los derechos de los/as adolescentes, en cuenta su integridad física,
y que se realice una ponderación del fin o los intereses que pretenden ser protegidos con aquellos dere-
chos que se podrían ver vulnerados con la aplicación de la medida de coerción.

Ciertamente, resulta difícil exigir a los/as policías realizar este análisis de proporcionalidad al momento
de la detención o conducción de las personas adolescentes, aún cuando así lo prevea el ordenamiento
jurídico, pues, sea judicial o administrativa, la policía también se encuentra vinculada por éste y sus
decisiones deben ajustarse a él tanto como las resoluciones del/a Juez/a o las decisiones del Ministerio
Público, con la dificultad de que, en el caso de la policía, sus decisiones generalmente están condicio-
nadas por la premura. Nótese, para estos efectos, que el artículo 265 del Código ordena la sanción
disciplinaria de la policía que no cumpla con las garantías que se han indicado.

Por ello, resulta indispensable que este análisis de proporcionalidad pueda ser bajado a un nivel más
operativo, de forma que sea más fácil de comprender y de aplicar para los/as funcionarios/as policiales.
Se hace referencia aquí a la necesidad de reglamentar la actuación de la policía, pero no cualquier regla-
mentación, sino una que tenga por objetivo satisfacer, sinceramente, estos requerimientos, como el que
plantean la excepcionalidad de la utilización de los medios de coerción y de utilización de las esposas.

Por último, debe resaltarse otro límite dispuesto por el Código, en este caso a la Policía Nacional Or-
dinaria, el cual impone el deber de ésta de trasladar y poner a la disposición del Ministerio Público, en
un plazo no superior a doce horas, a la persona adolescente aprehendida.
No se omite indicar que el respeto de todos estos lineamientos fijados por el Código para regular la
actuación de las policías, debe encontrarse asegurado por el control del Ministerio Público y del/a
Juez/a de Niños, Niñas y Adolescentes, así como por la denuncia que, ante su irrespeto, pueda hacer
el/la defensor/a del/a adolescentes.

30
Adolescentes y Responsabilidad Penal

1.3.3 - La víctima
El artículo 250, extrañamente ubicado en la sección I del Capítulo IV del Código, referido a la persona
adolescente, regula la participación de la víctima en el proceso, concediéndole una serie de facultades
que, hasta hace poco, le eran negadas. Refiere el artículo en cuestión: “La persona agraviada o víctima
podrá participar en el proceso, formular los recursos correspondientes cuando lo crea necesario para la defensa
de sus intereses; podrá estar representada por un abogado constituido en parte civil, o representante civil”

Este reconocimiento de la participación de la víctima en el proceso penal de adolescentes es, nec-


esariamente, una reivindicación de su posición frente al delito, frente a quien lo cometió y frente a la
administración de justicia, lo cual forma parte de otro cambio de paradigma que se ha denominado
como devolución del conflicto a la víctima. Sin embargo, siempre debe reconocerse que, en general, pero
particularmente en el proceso penal de adolescentes, esta participación todavía presenta significativas,
pero justificadas limitaciones.

Así, contrario a lo que, como regla se ha establecido en los procesos penales de adultos/as, en el proceso
penal de adolescentes no se ha aceptado la posibilidad de que la víctima ejerza directamente la acción
penal, mediante una querella particular y exclusiva, lo que ha determinado que el Ministerio Público
mantenga un control absoluto sobre la acción, es decir, conserva el monopolio de la acción en todos
aquellos casos en que un/a adolescente se encuentra sometido a proceso.

Lo anterior, parece encontrar justificación en la especial relación que surge entre la víctima, el delito y
quien ha, supuestamente, cometido el mismo, lo cual, al decir de la doctrina, tiñe su participación en
el proceso de una especie de sentimiento de venganza14 , lo cual pretende ser mitigado, en favor de la
protección de los derechos del/a adolescente, con la mediación del Ministerio Público.

No obstante, como una especie de respuesta ante estas limitaciones a la participación de la víctima
como querellante exclusivo, las leyes penales de adolescentes, en cuenta el Código, le han conferido una
serie de potestades que, en algunos sistemas de adultos, dependen, necesariamente, de la constitución
de la víctima en querellante.

Por ejemplo, la posibilidad de plantear recursos en defensa de sus intereses, así como la de hacerse
representar por un/a abogado/a que puede participar activamente a lo largo del proceso. Efectiva-
mente, muchas de estas potestades que se conceden a la víctima en el proceso penal de adolescentes
son idénticas a las que se otorgan, en el caso del proceso penal de adultos, al querellante, pero no se le
concede, ante ninguna circunstancia, el dominio de la acción o de la persecución penal, la cual siempre
permanece en manos del Ministerio Público.

Ciertamente, el Código regula la posibilidad de la persona agraviada de plantear una querella en los
delitos de acción pública a instancia privada –artículo 252 del Código-. No obstante, en estos casos, la
forma como se utiliza el concepto querella coincide más con el de una denuncia formal, que con lo que,
en la actualidad, se entiende por querella, sea como el medio utilizado para que los particulares ejerzan
exclusivamente o participen del ejercicio de la acción penal con el Ministerio Público.

14 MORENO CATENA (Víctor). Op. Cit. Pp. 66.

31
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Un último aspecto a mencionar es el que se establece en el párrafo adicional del artículo 251 del Códi-
go, relacionado con la posibilidad que tiene la persona agraviada, cuando es menor de edad y no cuenta
con recursos económicos para hacerse representar por un/a abogado/a que le permita constituirse en
actor civil, de solicitar la designación de un/a defensor/a público/a.

Al respecto, debe reconocerse que, aún cuando resulta inobjetable la importancia de esta asesoría
jurídica para la persona menor de edad víctima, podría presentarse, en la Defensa Pública, una incom-
patibilidad de funciones, al también intervenir en la asesoría o defensa del/a adolescente sometido/a
proceso, según se verá en el apartado siguiente. Debido a ello, la Institución se encuentra compro-
metida legalmente a cumplir con el doble rol de coadyuvar en la acusación y en la defensa, situación
que, como para agravar el escenario, puede coincidir en un mismo proceso.

Para minimizar de una forma práctica y, si se quiere, provisional este peligro, debe recomendarse re-
alizar una división de funciones a lo interno de la Defensa Pública, de forma que unos/as abogados/as
se dediquen a defender los intereses de los/as adolescentes acusados/as y otros/as los intereses de las
víctimas menores de edad.

32
Adolescentes y Responsabilidad Penal

CASO PRÁCTICO

En proceso penal de adolescentes se ha absuelto a la adolescente María Pérez de toda pena y respon-
sabilidad por el delito de lesiones. En este caso el Ministerio Público coincidió con la defensora de
María en solicitar la absolutoria, pero la víctima y su representante legal, insatisfechos con tal decisión,
presentan recurso de apelación para ante la Corte de Apelación de Niños, Niñas y Adolescentes, la cual
le concede la razón y reenvía el caso para que se realice un nuevo juicio.

Ante esta decisión de la Corte de Apelación:


a) ¿Qué actitud debe tomar el Ministerio Público ante el reenvío?
b) ¿Está obligado a realizar nuevamente el juicio o puede, bajo el concepto de monopolio de la acción
penal, prescindir de la persecución penal, vistos los elementos de prueba recabados durante el primer
juicio?
c) En caso de considerarse que tiene que llevar nuevamente el caso a juicio, ¿Cuánto afecta esta decisión
la independencia o autonomía del Ministerio Público, que, a pesar de haber solicitado la absolutoria y
aceptado la decisión del/a Juez, tiene que plantear nuevamente dicha acusación?

33
Adolescentes y Responsabilidad Penal

1.4 - Encargados de la defensa del adolescente


Con la idea de equilibrar o balancear el contradictorio15, el Código prevé el derecho de defensa de
la persona adolescente acusada o sometida a proceso, mediante el cual se le concede la facultad o le-
gitimación para aportar todas aquellas pruebas y argumentos que considere necesarios para rebatir la
posición del Ministerio Público y para hacer su propuesta de decisión del caso concreto. Al decir de
Binder, es el “...derecho intangible que tiene todo ciudadano de defenderse de los cargos que se le realicen en
el curso de un proceso penal.” 16

En consecuencia, la defensa penal puede concebirse como la legítima oposición a la persecución penal,
incluyendo ello toda aquella actividad tendiente a la acreditación de la inocencia o a la invocación
de circunstancias que atenúen la responsabilidad. Ahora bien, siendo la defensa un derecho o una
garantía, está claro que su ejercicio corresponde al/a propio/a adolescente, sin embargo, con la idea de
reforzar su posición y sus posibilidades reales de defenderse, se ha considerado como indispensable que
cuente con la asesoría y el apoyo de un/a defensor/a técnico, quien, en virtud de ello, se constituye en
otro sujeto procesal.

Por ello, se dice que en la protección del derecho de defensa se contemplan dos ámbitos: la defensa
material, que ejerce directamente el/la adolescente, y la defensa técnica, a cargo de un/a abogado/a que
conoce de derecho y del proceso. Adicionalmente, el padre o la madre de la persona adolescente tam-
bién pueden coadyuvar en el ejercicio de la defensa, pero, de acuerdo con el Código, exclusivamente
mediante su declaración.

Entonces, debe reiterarse que se consideran como encargados de la defensa al/la adolescente, a su abo-
gado/a defensor/a y a su padre/madre o representantes.

1.4.1 - El/la adolescente y su defensa material


El/la adolescente imputado/a es el sujeto esencial del proceso, es la persona que motiva el mismo,
pues, aparte de averiguar el suceso de un hecho concreto, el proceso trata de la determinación de su
responsabilidad en la comisión de ese hecho. Debe decirse que el proceso penal funciona alrededor de
ubicar un/a culpable, quien, en grado de probabilidad, de sospecha, es identificado desde el principio
del mismo, brindándole una serie de garantías para evitar, al máximo posible, que esta persona prelimi-
narmente señalada llegue a ser condenada injustamente.

15 En este sentido, debe recordarse que algunos, como Carnelutti, conceptualizan la defensa relacionándolo con los
conceptos de acción y jurisdicción, entendiendo que el primero puede ser definido como oposición a la acción, sea como
opuesto y complementario de la acusación. De esta forma y exponiéndolos dialécticamente, llega a la conclusión de que
estos elementos pueden ser concebidos de la siguiente forma: acción como tesis, defensa como antítesis y decisión jurisdic-
cional como síntesis. CARNELUTTI. Tomado de VÁZQUEZ ROSSI (Jorge Eduardo). La Defensa Penal. Rubinzal
- Culzoni Editores, 3ra. Edición, Buenos Aires, 1996, pp. 139.
16 BINDER (Alberto). Op. Cit., pp. 151.

34
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Ciertamente, identificar un/a potencial responsable al inicio del proceso tiene sus peligros, pues carga
la investigación y el mismo proceso hacia la idea de confirmar la hipótesis inicial. Peligro que, por
ser reconocido y pretender ser salvado por el Estado de Derecho, constituye una de las razones para el
establecimiento de tales garantías, las cuales, según se indicó, se orientan a proteger al individuo, en
este caso al/a adolescente, del error, o bien del abuso judicial.

El reconocimiento de estas garantías y la participación que se brinda al propio imputado/a, debe llevar-
nos a reconocer a éste ya no como “objeto” del proceso, sino, por el contrario, como “sujeto”, tal cual
ha reconocido la “doctrina de la protección integral” y recogido el artículo 1 del Código. Al respecto,
debe indicarse que esta afirmación no es banal, puesto que tiene un fuerte impacto en el proceso y en
su participación dentro del mismo.

Por ejemplo, al respecto se dice que “Si el imputado es sujeto del proceso, su declaración constituirá, funda-
mentalmente, un medio de defensa. Dicha declaración es uno de los modos por medio de los cuales se expresa
uno de los sujetos del proceso. Y no –quede bien claro- un medio para obtener información de una fuente
que, en este caso, viene a ser el propio imputado.” 17

Esta participación del/a adolescente en el proceso, desde la perspectiva de su consideración como “su-
jeto”, constituye una garantía en sí. Se hace referencia aquí al derecho de defensa, pero más propia-
mente al derecho de defensa material, la cual, podría decirse, es la expresión más clara y precisa de lo
que constituye el derecho de defensa, pues trata de la posibilidad que tiene la persona acusada, sea el
adolescente, de pronunciarse directa y libremente dentro del proceso en protección de sus intereses.

Se trata de un derecho del/a imputado/a o, en este caso, del/a adolescente acusado/a, que éste “...debe
poder ejercer personalmente (...), es decir, el ejercicio del derecho de defensa por parte del propio imputado.”
18

Ese derecho de defensa material se exterioriza, principalmente, a través del derecho de ser oído y del
derecho de declarar en el proceso. A los cuales debe sumarse el derecho de ser o mantenerse infor-
mado19 de todo cuanto ocurre dentro del correspondiente proceso. Todos estos resumidos en lo que se
ha denominado como derecho de participación, de petición y de información o al conocimiento.

Aceptado este contenido de la defensa material, debe concluirse que su reconocimiento dentro del
modelo de responsabilidad penal juvenil resulta ser, entonces, no menos que una consecuencia natural
de la consideración del/a adolescente como persona, como sujeto de derechos, capaz, por ende, de in-
tervenir y de peticionar directamente en favor de sus intereses.

17 BINDER (Alberto). Introducción al Derecho Procesal Penal. Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 1993. pp. 310.
18 BINDER (Alberto). Op. Cit. p. 152 y 153.
19 En este sentido, Alberto Binder nos indica: “Otra consecuencia de fundamental importancia que se deriva del derecho
de defensa es el hecho de que, para poder ejercer este derecho plenamente, el imputado debe tener acceso a la imputación
que se le formula. En otras palabras, debe tener la posibilidad de conocer cuáles son los hechos que se le imputan y en vir-
tud de qué pruebas se fundamenta dicha imputación. Esto implica que el imputado debe tener la mayor libertad posible
para acceder a la información que se va acumulando a lo largo del procedimiento.”. Lo anterior, salvo ciertas excepciones
fundadas en “...verdaderas razones de urgencia o necesidad imperiosa con relación a la eficacia de un determinado acto
del proceso. Por ejemplo: se podría mantener en secreto cierta información en virtud de la cual se van a solicitar algunos
allanamientos, para evitar que tales allanamientos se frustren...”. BINDER (Alberto). Op Cit. p. 154.

35
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Con ello, igualmente, el sistema pretende salvar una posible ambivalencia, reconociendo al/a adoles-
cente no sólo como capaz de cometer delitos, sino también como capaz de utilizar directamente todos
los mecanismos que la ley le concede para el ejercicio de su defensa.

Concretamente sobre el contenido del derecho de defensa, Julio Maier agrega que “...el derecho de
defensa del imputado comprende la facultad de intervenir en el procedimiento penal abierto para decidir
acerca de una posible reacción penal contra él y la de llevar a cabo en él todas las actividades necesarias para
poner en evidencia la falta de fundamento de la potestad penal del Estado o cualquier circunstancia que la
excluya o la atenúe ; con cierto simplismo, que en este tema no es recomendable sino tan solo para lograr
una aproximación a él, esas actividades pueden sintetizarse en : la facultad de ser oído, la de controlar
la prueba de cargo que podrá utilizarse válidamente en la sentencia, la de probar los hechos que él mismo
invoca para excluir o atenuar la reacción penal, la de valorar la prueba producida y exponer las razones,
fácticas y jurídicas, para obtener del tribunal una sentencia favorable según su posición, que excluya o atenúe
la aplicación del poder estatal.” 20

Otras garantías procesales reconocidas por el Código al/a adolescente, en su artículo 246, y directa-
mente relacionadas con su derecho de defensa, son las siguientes, sin que ellas sean excluyentes de otras
reconocidas por otros instrumentos legales:

• Conocer la causa de su detención, la autoridad que la ordenó, así como solicitar la presencia de sus
padres, tutores o representantes;
• Proponer y solicitar la práctica de pruebas;
• Ser informada de los hechos ilícitos que se le imputan;
• Interponer los recursos que autoriza el ordenamiento jurídico;
• Que se motive la sentencia que impone la sanción que se le aplicará;
• Ser asistido por un defensor técnico;
• Reunirse con estricta confidencialidad;
• Conocer el contenido de la investigación;
• No ser sometida a tortura ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes;
• Tener una comunicación efectiva con su familia;
• Ser presentado al Juez o al Ministerio Público sin demora;
• No ser presentado nunca ante los medios de comunicación; y
• No ser conducido o apresado de forma que dañe su dignidad o se le exponga al peligro;

1.4.2 - La edad de la responsabilidad penal de adolescentes y grupos


etáreos
De acuerdo con la definición que realiza el Código en el Título I, denominado “Principios Generales”,
propiamente en el principio segundo, se considera adolescente toda persona que tenga una edad com-
prendida entre los trece años y aquella que implica alcanzar la mayoría de edad. En consecuencia, son
estas personas las que, en principio, pueden ser sometidas al proceso penal de adolescentes.

20 MAIER (Julio). Introducción al Derecho Procesal Penal. Tomo I. Buenos Aires. pp. 547.

36
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Para estos efectos, también es importante tomar en cuenta la regulación, como principio tercero, de la
presunción de minoridad, según la cual un niño, niña o adolescente debe presumirse como tal, hasta
tanto no exista prueba que demuestre lo contrario. Principio que debe ser completado con lo regulado
por el artículo 224 del Código que establece el deber del/a adolescente de hacerse las pruebas especial-
izadas para comprobar su edad.

Un último aspecto importante sobre este punto, es que, según dicho artículo, es el Tribunal de Niños,
Niñas y Adolescentes al que corresponde siempre decidir este aspecto. 21

Por otro lado, debe indicarse que el Código no consideró por igual a todas las personas adolescentes,
sino que, por el contrario, estableció deferencias entre dos grupos etáreos, según el artículo 223 del
Código:
“1.- De 13 a 15 años, inclusive;
2.- De 16 hasta alcanzar la mayoría de edad.”

Esta división de grupos etáreos tiene importancia puesto que representa algunas diferencias, respecto
del proceso de responsabilidad y de la sanción a imponer, particularmente en este último caso, pues tra-
tándose de la sanción privativa de libertad, el máximo de pena que puede imponerse es de tres años, en
tanto, en el caso de adolescentes ubicables en el segundo grupo, puede imponérseles hasta un máximo
de cinco años de privación de libertad, según lo que establece el artículo 340 del Código.

Por último, corresponde agregar que, aparte de los/as adolescentes, pueden ser sometidos a este sistema
y proceso de responsabilidad las personas adultas que hayan cometido el delito durante su adolescencia.
Así lo entiende el artículo 225 del Código al referir que “Estarán sujetas al justicia penal de la persona
adolescente, todas las personas que al momento de cometer la infracción penal sean adolescentes.”

1.4.2.1 - ¿Inimputabilidad o régimen de responsabilidad especial?


Debe aclararse, de inicio, que estas personas no son, persé, inimputables sino sujetas de un régimen de
responsabilidad especial. Se indica esto, por cuanto una cantidad importante de Constituciones de la
región consideraban, algunas aún hoy consideran, al/a adolescente como un/a inimputable, concepto
mediante el cual se ha justificado una reacción fuera del ámbito penal, que, como consecuencia, ha sido
ilimitada y no sujeta control.

En tanto, se negaban virtudes al derecho penal y se buscaba amparo, así como legitimación, en la
idea de hacer el “bien” al menor incapaz y necesitado de tutela. Sin embargo, esta reacción, bien fuera
desde el ámbito administrativo o judicial, terminaba siendo más grave y arbitraria que aquella que se
proclamaba como penal. Por ello, la reacción tutelar empezó a comprenderse, al menos desde una
perspectiva ontológica, como penal.

Lo anterior, no sólo porque las medidas eran, en la realidad, efectivamente penales, sino porque ellas se
aplicaban, entre otros supuestos, ante la supuesta comisión de hechos delictivos. Se habla de supuesta
comisión, pues en el sistema tutelar no se exigía su demostración, sino que atendía a la valoración,

21 Este punto será discutido como parte de la actividad práctica # 4.

37
Adolescentes y Responsabilidad Penal

según se ha dicho, de ciertas condiciones de la personalidad del/a adolescente señalado como supuesto
autor del hecho.

Esta realidad penal de las medidas tutelares terminó por hacerse evidente y, con ello, se quebró esta
idea de incapacidad o inimputabilidad, aún cuando ese cambio aún no se ve totalmente reflejado en
las legislaciones de muchos de los países del área. Situación que permitió y obligó, luego, a hacer una
reinterpretación de este concepto en el contexto del sistema garantista de la “doctrina de la protección
integral”.

En la actualidad, entonces, en aquellos países que mantienen este concepto dentro del texto de su Con-
stitución o de sus leyes, el mismo debe ser entendido no como incapacidad para la comisión de delitos,
sino como aplicación de un régimen de responsabilidad especial, diferente al de adultos/as, pero que,
según repetidamente se ha afirmado, conserva sus mismas garantías.

En conclusión, esta supuesta inimputabilidad fijada, de previo, por las Constituciones o por la Ley, no
es más que una decisión del/a legislador/a de no someter a los/as adolescentes al proceso penal común,
sino, como se adelantó, a un sistema de responsabilidad penal especial.

No obstante, debe reconocerse que el concepto conserva su valor en el análisis del caso concreto, pero
como integrante de la culpabilidad, la cual, a su vez, debe ser comprendida como una categoría de la
teoría del delito. En estos casos, no se trata de una determinación previa, sino del análisis que debe
hacerse en cada caso concreto, sobre la posibilidad del/a adolescente de comprender la antijuridicidad
de su actuar y de adecuar su conducta de acuerdo a ese conocimiento.

1.4.3 - El/La defensor y la defensa técnica


Se ha dicho que el derecho de defensa puede ser entendido como opuesto y complementario a la acción,
a la acusación, por lo que puede concluirse que a ambas, sea defensa y acusación, debe asignárseles igual
rango. 22 Tomando esto en cuenta y con la idea de hacer efectiva esta paridad o igualdad entre las partes
del contradictorio se ha determinado, según se dijo, la necesidad de asegurar al/a adolescente la opor-
tunidad de contar con la asesoría jurídica correspondiente, constituyéndose ésta en el complemento
necesario de la defensa material.

Esta asesoría letrada tiene el objetivo, entonces, de aumentar o acrecentar las posibilidades de defensa
del/a adolescente en todas las fases del proceso, desde el mismo inicio de la investigación y hasta que
termine el proceso penal o, si hubiere sanción, hasta el momento en que ésta se haya cumplido, según
se expresa en los artículos 253 y 254 del Código.

Lo anterior, puesto que el/la defensor/a cumpliendo con sus funciones de intérprete, representante
o asesor/a del/a adolescente acusado/a permite a éste acceder a la autoridad jurisdiccional de manera

22 Así se extrae de la trilogía expuesta por Carnelutti y retomada por Vásquez Rossi, quien refiere que “...si se concibe el
juicio como la necesaria síntesis de acusación y defensa, no es lógicamente posible pensar a la una sin la otra; esto lleva a
destacar... que la defensa, en cuanto concepto contrario a la acción, es de igual rango y necesidad que ésta.” VÁZQUEZ
ROSSI (Jorge Eduardo). Op. Cit. pp. 139.

38
Adolescentes y Responsabilidad Penal

más eficiente y comprensible, de forma que las inquietudes del/a adolescente puedan ser convertidas
en argumentos jurídicos, a la vez que se logra, con su participación, que las actuaciones y decisiones de
jueces/zas y fiscales sean sometidas al debido control jurídico.

Para efectos de plantear la defensa, debe decirse que el/la defensor/a cuenta con todos los derechos y
facultades de su defendido/a, en la medida en que le sean aplicables, las cuáles, según se ha dicho, no
pueden ser enumeradas, sino sólo a título de ejemplo, debido al peligro que esto implicaría para la de-
bida protección del derecho de defensa.

No obstante, el Código, en su artículo 255, asigna una serie de funciones al/a defensor/a técnico, las
cuáles están dirigidas, al parecer de su enunciación y a pesar de su título, a los/as defensores/as pú-
blicos/as, aún cuando algunas de ellas también valdrían para los/as defensores/as particulares. Entre
estas funciones se citan las siguientes:

• Representar, asesorar y defender los intereses de la persona adolescente que enfrenta una investigación
o un proceso penal; 23
• Informar periódicamente a la persona adolescentes y su familia sobre el proceso penal;
• Mantener una comunicación con sus defendido;
• Denunciar cualquier abuso o violación de derecho que se cometa contra el/la adolescente;
• Recurrir las sentencias emitidas por los/as jueces/zas y las actuaciones del Ministerio Público que
restrinjan la libertad o menoscaben los derechos o intereses de su defendido/a
• Solicitar al/la Juez/a, durante la ejecución de la sanción, los correctivos a que haya lugar cuando se
restrinjan indebidamente los derechos de su defendido/a.
• Ofrecer asesoramiento legal gratuito al/a adolescente que así lo solicite;
• Visitar, al menos una vez al mes, a la persona adolescente representada, que se encuentre privada de
libertad; y
• Promover las formas anticipadas de terminación y las sanciones alternativas contempladas en este
Código.

Dicho esto, corresponde confirmar que la labor de defensa técnica es eminentemente jurídica, por lo
que se entiende que debe ser ejercida, incuestionablemente, por un/a abogado/a con conocimiento de
leyes y del proceso, es por ello que la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño
establece con claridad que se trata de un asesor jurídico.

23 Esta función está contemplada por el inciso a) del artículo 255 del Código, la cual, en lo que parece un error material,
cita que el ejercicio de la defensa técnica es gratuita y para quien carece de medios para pagar un defensor privado. Apar-
entemente, se quería hacer alusión a la Defensa Pública, pero, en realidad, el artículo habla de la defensa técnica, concepto
que incluye tanto a defensores privados o públicos, por lo que estas afirmaciones no resultan atinadas

39
Adolescentes y Responsabilidad Penal

De tal conclusión, deviene la necesidad de que este defensor técnico posea, indispensablemente, cono-
cimientos en derecho. Pero, siendo el mundo del derecho tan vasto, contando con múltiples disciplinas
jurídicas, resulta conveniente que el defensor técnico posea, además, conocimientos específicos en la
materia o disciplina en la que se enmarca el conflicto, y, en este caso, tratándose de un conflicto gen-
erado a raíz de la comisión de un delito24 cuya consecuencia podría ser la imposición de una sanción, de
un castigo, se estaría ante un evidente conflicto de índole penal. Por ello, el defensor técnico también
debe tener conocimientos en derecho penal.

Por último, al encontrarnos frente a un sujeto diferente del/a adulto/a, que al menos se encuentra en
una etapa de la vida diferente, cuyas perspectivas y fisonomía son distintas, sumado al hecho que el
derecho penal y procesal penal ha sido tradicionalmente creado y destinado a sujetos adultos, resulta
esencial que el defensor técnico posea conocimientos sobre niñez y adolescencia, que le brinden in-
sumos suficientes para poder interpretar los principios y la teoría del derecho penal (teoría del delito)
al momento de aplicarlos a estas personas, lo cual se resume en la necesidad de que éste posea cono-
cimientos específicos en materia penal juvenil.

Con lo dicho con anterioridad, quiere llegarse a la conclusión de que el/la defensor/a del/a adolescente
dentro del proceso de responsabilidad que se le sigue debe ser ineludiblemente un/a abogado/a con ob-
vios conocimientos en derecho, en derecho penal y en derecho penal juvenil, lo cual resulta indispens-
able para el efectivo respeto del derecho de defensa y para la validez de dicho proceso. Lo anterior, no
obstante se reconoce que para participar en el proceso penal de adolescentes lo único que se requiere es
ser abogado/a, no pudiendo exigirse la especialidad como requisito de participación.

1.4.4 - Oficina Nacional de la Defensoría Judicial


Debido a la esencial participación de la defensa técnica en el proceso penal de adolescentes, al punto de
ser indispensable para el desarrollo del mismo, y visto el problema de acceso a la asesoría jurídica que
tienen aquellas personas que no cuentan con recursos para sufragar el costo de un/a abogado/a privado,
el Código ha previsto la posibilidad de brindar, de forma gratuita, esta asesoría, mediante la Oficina
Nacional de la Defensa Judicial.

De esta forma, el artículo 253 establece literalmente que: “Si no cuentan con recursos económicos, el
Estado a través de la Oficina Nacional de la Defensoría Judicial, perteneciente al Poder Judicial, proporcio-
nará gratuitamente un defensor técnico, quien será un abogado idóneo con experiencia en el procedimiento
y legislación penal de la persona adolescente.”

24 Conviene aclarar aquí que para determinar si hubo o no hubo delito se ha elaborado, en el derecho penal, la denomi-
nada teoría del delito y, partiendo de una concepción estratificada, deberíamos indicar que esta se descompone en varios
elementos que deben ir comprobándose sucesivamente. En primer lugar, determinar si hubo o no conducta humana, en
segundo lugar, si esa conducta se adecúa al tipo penal, es decir, a la descripción de conducta que realiza la Ley, en tercer
lugar, si existe o no una causa que, dentro del ordenamiento jurídico, justifique el actuar y, por último, si le fue exigible o
no a la persona actuar de otra forma. Al respecto, ZAFFARONI (Eugenio Raúl). Op. Cit. pp.

40
Adolescentes y Responsabilidad Penal

De esta forma, el legislador no sólo asegura la protección universal de esta garantía, puesto que permite
que todos/as los que requieran este tipo de servicio realmente lo obtenga, sino que, con ello, se salva la
legitimidad del proceso, pues el Código ni la Convención toleran el enjuiciamiento de un/a adolescente
que no cuente con este tipo de asesoría.

Pero el Código va más allá con respecto a la asesoría jurídica gratuita de adolescentes sometidos/as a
un proceso penal, puesto que exige a la Oficina Nacional de la Defensoría Judicial conformar un de-
partamento de defensores/as especializados/as, con lo cual se presente cumplir con el mandato también
recogido por el Código, pero en su artículo 228.

Resta decir, aún cuando pueda resultar una obviedad, que los/as defensores/as públicos/as cuentan con
los mismos deberes, facultades y derechos que poseen los defensores/as privados/as, tanto aquellos que
devienen del ordenamiento jurídico como de la ética del ejercicio profesional en el campo de la defensa
penal.

1.4.5 - Los/as padres/madres del/a adolescente


Para finalizar, debe indicarse que el Código también contempla la participación del/a padre/madre
del/a adolescente, según lo establecido en su artículo 250, el cual refiere que “Los padres, tutores o re-
sponsables de la persona adolescente pueden intervenir en el procedimiento como coadyuvantes o informantes
calificados que complementen el estudio sicosocial de la persona adolescente o como informantes del hecho”.

Por la enunciación del artículo y la participación que se confiere a ellos/as en el proceso, parece difícil
considerar a los/as padres/madres o responsables de la persona adolescente como sujetos del proceso,
pues se les asigna el rol de testigos/as calificados/as, por lo que su participación se concibe más como
un medio probatorio.

No obstante, al regularse esto en el Capítulo correspondiente a los sujetos procesales se decidió dedicar-
les este espacio, el cual fue ubicado, intencionalmente, dentro de los/as encargados/as de la defensa. Lo
anterior, por cuanto siendo testigos/as en el proceso que se sigue en contra de sus hijos/as, se espera que
su declaración sea favorable para ellos/as, existe una presunción en ese sentido, y, en caso de no ser así,
el ordenamiento les concede el derecho de abstenerse de declarar, con lo que las posibilidades de que se
constituyan en testigos/as de cargo se encuentran sensiblemente disminuidas, quedando la opción de
ser testigos/as de descargo, sea favorables a la defensa de sus hijos/as.

Dicho esto, debe recordarse a todas las autoridades que deban o puedan entrevistar a los/as padres/
madres de las personas adolescentes sometidas a proceso su deber de hacer las prevenciones respecto de
este derecho de abstenerse de declarar.

41
Adolescentes y Responsabilidad Penal

1.41.4.6 - Conclusiones
Del repaso de los sujetos procesales, puede extraerse que el proceso regulado por el Código parte de
una clara y conveniente división de funciones, la cual gira alrededor de la idea del contradictorio, en
el cual se resta participación al/a Juez/a, con la idea de que éste se ocupe de su función natural, cual es
juzgar.
En tanto, corresponde a las otras partes, particularmente al/a fiscal y al/a defensor/a, sustentar y dar
contenido a ese contradictorio en el caso concreto, no sólo construyendo y defendiendo su propuesta
de decisión, sino buscando los elementos de prueba en que ella se sustenta.

En todo caso, debe concluirse que esta composición de los sujetos procesales que regula el Código,
incluyendo aquí sus respectivas funciones, resulta infinitamente más democrática que la propuesta
autoritaria del sistema tutelar, que se centraba en la omnipotencia del/a Juez/a. En esta propuesta, por
el contrario se genera un sistema de pesos y contrapesos en que los/as diferentes sujetos procesales se
controlan entre sí.

42
Adolescentes y Responsabilidad Penal

BIBLIOGRAFÍA
ARROYO GUTIÉRREZ (José Manuel). La Ejecución Penal. En GONZÁLEZ ALVAREZ (Daniel)
y otros. Reflexiones sobre el Nuevo Proceso Penal. Asociación de Ciencias Penales, San José, 1997.

ARROYO GUTIÉRREZ (José Manuel). Ejecución de Sanciones en Justicia Penal Juvenil. En UNI-
CEF. De la Arbitrariedad a la Justicia : Adolescentes y Responsabilidad Penal en Costa Rica. San
José. 2000.

BECCARIA (Cesare). De los delitos y de las penas. Temis, cuarta edición, Santa Fe de Bogotá,
1998.

BOBBIO (Norberto). Teoría General del Derecho. Temis, Santa Fe de Bogotá, 1997.

CABANELLAS DE TORRES (Guillermo). Diccionario Jurídico Elemental. Decimo tercera edición,


editorial Heliasta, Buenos Aires, 1998.

CILLERO BRUÑOL (Miguel). El Interés Superior del Niño en el Marco de la Convención Inter-
nacional sobre los Derechos del Niño. En GARCÍA MÉNDEZ (Emilio) y otros. Infancia, Ley y
Democracia. Temis-Depalma, Santa Fe de Bogotá – Buenos Aires, 1998.

COUSO (Jaime). Problemas Teóricos y Prácticos del Principio de Separación de Medidas y Pro-
gramas, entre la vía penal-juvenil y la vía de protección especial de derechos. En Justicia y Derechos
del Niño. No. 1, noviembre 1999, Santiago.

FERRAJOLI (Luigi). Derecho y Razón. Editorial Trotta, Madrid, 1995.

GOMEZ DA COSTA (Antorio Carlos) Pedagogía y Justicia. En GARCÍA MÉNDEZ (Emilio).


Infancia, Ley y Democracia. Temis-Depalma, Santa Fé de Bogotá - Buenos Aires, 1998.

JESCHECK (Hans-Heinrich). Tratado de Derecho Penal., vol. 2, Bosch Casa Editorial S .A. Barce-
lona, 1981.

MAPELLLI CAFERANA (Borja). La Judicialización Penitenciaria, un Proceso Inconcluso. En Re-


vista de la Asociación de Ciencia Penales, año 11, no. 16, mayo 1999.

RODRÍGUEZ MANZERA (Luis). Panorama de las Alternativas a la Prisión en América Latina. En


CARRANZA (Elías) y otros. Sistemas Penitenciarios y Alternativas a la Prisión en América Latina y
el Caribe. Depalma, Buenos Aires.

ROXIN (Claus). Derecho Penal Parte General. Editorial Civitas, Madrid, 1997.

43
Adolescentes y Responsabilidad Penal

TIFFER (Carlos) y LLOBET (Javier). La Sanción Penal Juvenil y sus Alternativas en Costa Rica.
ULANUD-UNICEF-Unión Europea, San José, 1999.

VON HIRSH (Andrew). Censurar y castigar. Editorial Trotta, Madrid, 1998.

ZAFFARONI (Eugenio Raúl). En Busca de las Penal Perdidas.

44
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Sanciones Penales para Adolescentes

Introducción
La doctrina de la situación irregular, vigente en América Latina durante gran parte de este siglo, carac-
terizó el sistema de justicia penal de los adolescentes como un modelo que podría denominarse como
antigarantista, principalmente por su distanciamiento del principio de legalidad, tanto en su nivel
sustantivo como procesal.

De esta forma, se justificaba la intervención del sistema tutelar ante cualquier signo de anormalidad
social o de patología psicofísica del adolescente, independientemente de que la ley la hubiera previsto
como una conducta necesitada de protección jurídica. Ello denotaba una clara tendencia hacia el dere-
cho penal de peligrosidad.25

Igualmente, al dejar de lado el principio de legalidad, se abrió un amplio espacio de discrecionalidad


para los jueces que afectaba tanto la determinación de lo que se consideraba lesivo como de las sancio-
nes que se podían imponer, sea con respecto a su calidad como a su cantidad.

En este último sentido, debe indicarse que las Leyes Tutelares también establecían, generalmente, un
conjunto de sanciones, entre las que se incluía la tradicional privación de libertad, denominada inter-
namiento, así como la amonestación, la libertad asistida y el depósito en hogar sustituto, sin embargo,
no individualizaban cuando podían aplicarse estas sanciones (tipificación de las sanciones) ni durante
que período de tiempo.

De esta forma, el/la Juez/a era quien debía determinar, discrecionalmente, cual sanción correspondía
al adolescente y, como mayor agravante, no requería establecer durante cuanto tiempo debía cumplir
la misma, siendo éstas, en consecuencia, indeterminadas. Tal discrecionalidad generó la utilización
excesiva de la privación de libertad, la cual se aplicaba con preeminencia sobre las otras sanciones esta-
blecidas legalmente y como medida cautelar o de protección durante la tramitación del proceso.

Esta amplitud discrecional se extendía también a la fase de ejecución de las sanciones, uniéndose aquí,
en consecuencia, la discrecionalidad del sistema tutelar con aquella característica de esta fase del pro-
ceso, tradicionalmente descuidada por el legislador. No existía, por ejemplo, ningún tipo de control
o, al menos, éstos eran mínimos, sobre el funcionamiento de los órganos de ejecución, ni sobre la
protección de los derechos fundamentales de los adolescentes. Un espacio que, en estas condiciones, se
tornaba fértil para el autoritarismo y la alta discrecionalidad era la regla.

Al igual que en el resto del proceso, entonces, en la fase de ejecución, la idea de tutela y “de mayor
beneficio para el adolescente” impregnaba y justificaba todas las resoluciones que tomaban los órganos
administrativos. Consecuencia de ello, la sanción jamás fue observada como una reacción negativa,

25 En este sentido, el Derecho Tutelar de Menores parece adoptar una tendencia claramente positivista propia del
movimiento de la Défense Sociale, en el que “En lugar del delito culpable, aparecía la antisocialidad (“antisocialitá”)
del delincuente ; en lugar de la pena, la medida por tiempo indeterminado ; en lugar del proceso penal de viejo cuño,
un proceso dirigido a la investigación de la personalidad y a la averiguación de sus defectos y necesidades que debería ser
confiado no a los juristas, sino a médicos, sicólogos y pedagogos.” JESCHECK (Hans-Heinrich). Tratado de Derecho
Penal., vol. 2, Bosch Casa Editorial S .A. Barcelona, 1981. pp. 1048.

45
Adolescentes y Responsabilidad Penal

sino de ayuda y tutela para el adolescente necesitado, expresada preferentemente, eso sí, como privación
de libertad.

Igualmente, el egreso o término de la sanción venía determinado, generalmente, por la percepción del/a
Juez/a y de los/as funcionarios/as encargados/as de la ejecución respecto del cambio del actitud mostrado
por el/a adolescente, situación que hacía depender, excesivamente, la extinción de la medida tutelar del
estado de ánimo del/a Juez/a o de los/as citados/as funcionarios/as, era un sistema casi aleatorio. De
hecho, esperar el ánimo propicio del/a Juez/a podía durar un día, un mes o varios años.

Toda este panorama, ha tornado en insostenible el sistema tutelar, puesto que con él se terminan vul-
nerando los derechos y garantías fundamentales de los/as adolescentes que cumplían una sanción. Ga-
rantías y derechos que ha sido protegidos por la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos
del Niño, por lo que la introducción del nuevo sistema, basado en la “doctrina de la protección integral”,
resultó ser una exigencia del nivel constitucional, cuyo cumplimiento ha sido satisfecho, en primera
instancia, con la entrada en vigencia del Código.

Esta nueva visión de la infancia y adolescencia, plasmada en el Código, tiene como punto de partida el
respeto del/a adolescente como persona, no como objeto disponible discrecionalmente, lo que implica,
necesariamente, el aseguramiento de la plena protección de los derechos y garantías que poseían los/as
adultos/as que se encontraban en una situación similar y, aún más, la protección de aquellos derechos
que se le asignan, especialmente, a los adolescentes, por ser una persona en especial condición de desar-
rollo.

Igualmente, adecuar la legislación interna a la Convención ha implicado, indispensablemente, una re-


conceptualización de lo que en aquel momento se denominaba como medidas tutelares, ahora sanciones
penales para adolescentes, las cuales se constituían, básicamente, en la culminación de aquel proceso
falaz y eufemístico que degradaba al máximo a los adolescentes y los sometía a medidas extremas de
control con supuestos fines benévolos.

46
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Objetivos

Objetivo General
Lograr una adecuada visión y percepción sobre el sistema sancionatorio dispuesto por la Ley 136-03,
en cuanto al tipo de sanciones aplicables, los criterios que deben valorarse en su imposición o determi-
nación y los principios y requisitos que rigen su ejecución.

4.1.2.2 Objetivos Específicos


• Conocer y comprender el impacto que genera la ampliación de la gama de sanciones aplicables en
materia penal de adolescentes.
• Desarrollar algunos de los criterios que pueden y deben ser utilizados para decidir sobre la sanción a
imponer y fundamentar dicha decisión.
• Reconocer la importancia y la incidencia del principio de excepcionalidad de la privación de liber-
tad.
• Comprender la relevancia del respeto de los derechos de los/as adolescentes durante la fase de eje-
cución de las sanciones.
• Coadyuvar en la resolución de algunos problemas prácticos que se han presentado o puedan presen-
tarse al momento de la imposición de la sanción y durante la ejecución de ésta.
• Examinar los distintos tipos de sanciones establecidas en la Ley 136-03
• Determinar la finalidad de los diferentes tipos de sanciones, en base a los principios de legalidad y
proporcionalidad.
• Examinar la doctrina internacional y el derecho comparado con relación a la aplicación de estas
sanciones.

Justificación
La sanción en la justicia penal juvenil, esta supeditada al cumplimiento de una serie de requisitos y
condiciones relacionadas con el respeto a los principios de legalidad, proporcionalidad y racionalidad,
que limitan la intervención estatal ante los presupuestos de violación a las leyes penales y la capacidad
de asumir responsabilidad penal.

La presente unidad enfatiza la aplicación de la normativa internacional, la Constitución Política del


Estado, los textos legales de nuestro país relativo a la materia, conceptos doctrinarios y el valioso
insumo del derecho comparado, a fin de proporcionar a los participantes los conocimientos teóricos y
prácticos en la aplicación de las sanciones a la persona adolescente responsable de la comisión de actos
infraccionales.

47
Adolescentes y Responsabilidad Penal

2 - Sanciones Penales para Adolescentes

2.1 - Concepto y Naturaleza de la Sanción Penal para Adolescentes


Precisamente, con el objetivo de visualizar el cambio impulsado por el Código para el Sistema de Pro-
tección y los Derechos Fundamentales de los Niños, Niñas y Adolescentes –Ley 136-03- con respecto
al tema de las consecuencias jurídicas que devienen de ese proceso de responsabilidad, se debe entrar
a estudiar la sanción penal para adolescente.

Así, al entrar a desarrollar este tema, no cabe duda que uno de los aspectos de mayor importancia es, en
definitiva, el de determinar la naturaleza de la misma. Es decir, qué es lo que se entiende por sanción
penal juvenil, qué es lo que se pretende lograr con su imposición, cuales son sus objetivos y fines, lo cual
nos permitirá distinguirla de aquéllas medidas tutelares.
De hecho, la concepción que sobre su naturaleza se tenga puede hacer variar radicalmente la percepción
que del sistema de justicia penal para adolescentes se posee, sobre todo con respecto a la protección, o
no, de los derechos y garantías fundamentales de los adolescentes sancionados o sometidos a proceso.
Ahora bien, según se admitió precedentemente, para llegar a establecer o determinar cual es esa natu-
raleza, según los parámetros establecidos por las leyes latinoamericanas sobre niñez y adolescencia y,
particularmente, por el Código, debe, en primer lugar, determinarse qué se entiende por el término
sanción, qué por sanción penal y, en específico, qué por sanción penal juvenil. Para luego entrar a de-
terminar cuáles son sus fines, distinguiéndolos de aquellos que, desde el discurso, pretendía perseguir
la tutela y, por último, aclarar cuál es su rol y ubicación dentro del sistema de protección integral.

2.1.1 - Sanción, Sanción Penal y Sanción Penal para Adolescentes


Haciendo un recorrido de lo general a lo específico se debe, primeramente, comprender cuál es el
concepto de sanción del que se parte, ¿qué es una sanción ?. Diremos, al respecto, que una sanción
es un efecto, una consecuencia contemplada, o bien aplicada, para quienes incumplan un deber, una
norma.

Al respecto, Guillermo Cabanellas nos señala que sanción es “Todo género de coacción o amenaza que
un grupo organizado, al menos rudimentariamente, dirige contra quienes desconocen las reglas que integran
la manifestación de su modo de ser, actuar y entender las relaciones internas y externas.” 26 Entonces, debe
confirmarse que la sanción es la consecuencia que surge o podría surgir (amenaza) como producto del
incumplimiento de dichas reglas o normas.

Ahora bien, cuando esas reglas y sanciones se encuentran determinadas por el derecho, debe concluirse
que las mismas son de índole jurídica.27 En este sentido, siendo el mundo del derecho tan vasto y
26 CABANELLAS DE TORRES (Guillermo). Diccionario Jurídico Elemental. Decimo tercera edición, editorial Helia-
sta, Buenos Aires, 1998. pp. 360.
27 “Las normas jurídicas... representan sólo una parte de la experiencia normativa. Además de las normas jurídicas hay
preceptos religiosos, reglas morales, sociales, consuetudinarias, reglas de aquellas cortesía que es la etiqueta, reglas de
buena educación, etc. (...) Son reglas de conducta tanto los diez mandamientos cuanto las fórmulas médicas, tanto los
artículos de la Constitución cuanto las reglas del ajedrez o del bridge ; tanto las normas de derecho internacional, que
establecen cómo se deben comportar los Estados en sus relaciones recíprocas, cuanto un reglamento de copropiedad...”.

48
Adolescentes y Responsabilidad Penal

constituido por diferentes disciplinas jurídicas, la sanción, como mecanismo coercitivo por excelencia,
debe distinguirse atendiendo a la especialidad de la materia de que se trate.

Existen sanciones de tipo civil, laboral, administrativo, penal, procesal, etc., todas con sus caracter-
ísticas propias de acuerdo con su respectiva materia, pero que, sin duda, forman parte de un mismo
género. Por ejemplo, así como la reparación del daño es el efecto de la responsabilidad civil, la pena es
la consecuencia de la responsabilidad penal.

La sanción penal o pena se caracteriza no sólo por su carácter eminentemente represivo, pues implica
una fuerte restricción a los derechos fundamentales de la persona sancionada, sino que, como presu-
puesto, debe surgir producto de la comisión u omisión de ciertas conductas consideradas como delito
por una ley anterior. Se trata de una sanción post delictum, esto es, una sanción que puede ser aplicada
a aquellas personas que hayan cometido un delito, situación ésta que constituye su causa o condición
necesaria y del que la pena resulta ser su efecto o consecuencia jurídica.

De hecho, la pena o sanción penal caracteriza al Derecho Penal, por lo que debe concluirse, con
Roxin, que “El Derecho penal se compone de la suma de todos los preceptos que regulan los presupuestos o
consecuencias de una conducta conminada con una pena... Entre sus presupuestos se cuentan ante todo las
descripciones de conductas delictivas como el homicidio, las lesiones, el hurto, etc., pero también p. ej. las
disposiciones sobre error, capacidad de culpabilidad, legítima defensa, etc., de las que se deduce en concreto
cuándo acarrea sanciones penales una conducta que coincide con una descripción delictiva.” 28 (el marcado
no es original)
Hasta ahora se ha aludido a un concepto formal de sanción penal, sea lo que la ley, particularmente la
ley penal, denomina de esa manera, pero debe reconocerse que también existe la posibilidad de definir
la sanción penal o pena desde un nivel ontológico. En este sentido, se considera pena lo que, en la reali-
dad, parece pena, no solo lo que la ley denomina de esa forma, lo cual permite atender al “...sufrimiento
real que provoca la pena en cuanto sometimiento violento de una persona por parte del aparato estatal,
desentendiéndose de las coartadas ideológicas empleadas por el Estado, bajo el pretexto de tener intenciones
más o menos benevolentes al ejercer ese sometimiento.”29

Esta definición desde un nivel ontológico resulta de trascendental importancia para la materia penal de
adolescentes, pues el antecedente tutelar recurría, con facilidad, a conceptos formales para evadir esta
denominación de pena o sanción penal, recurriendo a otras, medidas tutelares por ejemplo. Lo anterior,
permitía asignar una connotación positiva a tales medidas y, con ello, obviar las garantías y legitimar
su irrestricta utilización. De esta manera, la realidad era ocultada por un aspecto meramente formal,
sea su denominación legal.

Entendiendo, entonces, que la sanción penal tiene por objetivo imponer un castigo a aquélla persona
que realice una conducta descrita como delito, y, siendo las sanciones penales juveniles, sin duda y más
allá de su denominación, sanciones penales, debe concluirse que éstas tienen también una connotación
negativa y responsabilizante con respecto a la persona adolescente. Concluir lo contrario sería negar el
carácter penal de ella.
BOBBIO (Norberto). Teoría General del Derecho. Temis, Santa Fe de Bogotá, 1997. pp. 5.
28 ROXIN (Claus). Derecho Penal Parte General. Editorial Civitas, Madrid, 1997. pp. 41
29 COUSO (Jaime). Problemas Teóricos y Prácticos del Principio de Separación de Medidas y Programas, entre la vía
penal-juvenil y la vía de protección especial de derechos. En Justicia y Derechos del Niño. No. 1, noviembre 1999, San-
tiago. Pp. 85.

49
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Entonces, ¿cuál es la deferencia entre la sanción penal y la sanción pena juvenil ?. La diferencia, al
igual que todo el sistema, se centra en la persona a la que se pretende sancionar, en los/as adolescentes,
que a diferencia de los/as adultos/as, se encuentran en una etapa marcada y caracterizada por ser un
momento idóneo para la formación. Por ser personas que, además y a diferencia de los/as adultos/as,
cargan con una historia de autoritario y excesivo control que debe ser valorado a la hora de disponer
legislativamente las sanciones y al momento de imponerlas en la práctica judicial.

Así, reconociendo que tiene una connotación negativa, la sanción penal juvenil no puede equipararse
a la sanción penal, por cuanto se trata de sujetos diferentes aquellos a quien va dirigida, que, al menos,
se encuentran en una etapa de la vida diferente. No es lo mismo, por ejemplo, imponer una sanción de
diez años de prisión a un adolescente que imponérsela, por ejemplo, a un adulto que supere los cuarenta
años de edad. Indudablemente, la utilización de sanciones tan drásticas para los adolescentes puede
conllevar no sólo un problema presente, sino también futuro para el adolescente, quien encontrándose
en una etapa de la vida idónea para su formación, la perderá producto de los efectos reconocidamente
nocivos que produce la privación de libertad.

Debido a ello, esta aceptada connotación negativa de la sanción penal juvenil ha sido completada con la
asignación de una finalidad también educativa, sin excluir aquella, como pretenden concluir algunos.
De esta manera, el reconocimiento del carácter educativo de la sanción viene a limitar, más no a elimi-
nar, la imposición de sanciones que se contrapongan a la consecución de esa finalidad.

De este criterio es Antonio Carlos Gómez da Costa, cuando señala que la sanción juvenil (medida socio
- educativa para los brasileños) “...debe responder a dos órdenes de exigencias, o sea, debe ser una reacción
punitiva de la sociedad al delito cometido por el adolescente y, al mismo tiempo, contribuir a su desarrollo
como persona y como ciudadano.” Posteriormente, termina afirmando, “Con esto queremos decir que, de
hecho, hay algo de pena en las medidas socio - educativas que son, por eso mismo, aplicadas de manera verti-
cal e impositiva. Esto no quiere decir, sin embargo, que su contenido pedagógico esté siendo negado.”30

Debe concluirse, entonces, que la sanción penal juvenil es la reacción o consecuencia jurídica que surge
ante la comisión, por parte de un adolescente, de una conducta prevista como delito por una ley ante-
rior, que tiene el doble objetivo de asignarle una consecuencia acorde con su responsabilidad y de edu-
carlo para que, en el futuro, no vuelva a realizar conductas de ese tipo (prevención especial positiva).

30 GOMEZ DA COSTA (Antorio Carlos) Pedagogía y Justicia. En GARCÍA MÉNDEZ (Emilio). Infancia, Ley y
Democracia. Temis-Depalma, Santa Fé de Bogotá - Buenos Aires, 1998. pp. 77.

50
Adolescentes y Responsabilidad Penal

2.1.2 - Superación de la idea de “hacer el bien” como fundamento


para la imposición de la sanción.
De acuerdo con la definición dada, debe entenderse como superada aquella idea, impulsada por la
doctrina de la situación irregular, de hacer el bien como fundamento para la imposición de una san-
ción penal a los/as adolescentes o para restringir sus derechos fundamentales, así como instaurado el
principio de separación de vías mediante las cuales el Estado brinda respuesta a situaciones totalmente
disímiles, sea la protección de derechos y la responsabilidad penal, optando por dar soluciones diferen-
tes a problemas ahora reconocidos como diferentes.

Este principio –separación de vías- se convierte, según se analizó en al sección correspondiente, en


presupuesto del cambio de paradigma que ha procurado provocar el Código, así como en base indis-
pensable para definir la naturaleza de la sanción penal para adolescentes al margen de falacias protec-
cionistas.

En la actualidad, consecuencia de línea definida por el Código, se entiende que el sometimiento de


un adolescente al proceso penal no es algo beneficioso para él, todo lo contrario, pues de éste puede
resultar la imposición de una sanción, la cual, según se indicó, no tiene una connotación positiva,

todo lo contrario, se trata de un castigo, de una pena, lo que quiere decir retribución y, en consecuen-
cia, connotación negativa.

Es por ello que, aceptada esta finalidad del proceso de responsabilidad y de la sanción, lo anterior-
mente inadmisible se transforma en algo incuestionable, es decir, resulta lógico, ante esta nueva idea de
responsabilidad, que un adolescente quiera defenderse de la posible imposición de un castigo, de una
posible afectación de sus derechos y hasta de su libertad personal. De esta forma, se supera la idea de
que el adolescente no debía defenderse porque se le estaba tratando de ayudar, de beneficiar.

Es así como los derechos del adolescente sometido a proceso pasan de estar relegados por el actuar in-
quisidor y autoritario de un juez-padre de familia que no entendía por qué debía encontrarse limitada
su intervención cuando él lo que pretendía era ayudar, a ser respetada por un juez garantista que com-
prende que ninguna persona, en su sano juicio, quiere ser sancionada o castigada.

Consecuencia de esta superación del paradigma tutelar, que establece en el Código una clara idea de re-
sponsabilidad penal (adolescente victimario), separándola de cualquier consideración de índole social o
necesidad de protección (adolescente víctima), el nuevo sistema de responsabilidad crea y fundamenta
la diferenciación del tratamiento de situaciones de por sí incompatibles.31 Y entiende que la sanción
penal para adolescentes resulta ser la consecuencia de su responsabilidad en la comisión de un delito,
no así un medio para brindar asistencia social o tutela a adolescentes desamparados o a quienes se les
ha vulnerado sus derechos fundamentales (educación, a permanecer con su familia, alimentación,
vivienda, etc.)

31 Al respecto, indica Jaime Couso : “Con lo anterior, resultan claramente separadas : i) la intervención sancionatoria
que, aunque de forma garantista (es decir, limitada por el respeto de los derechos y garantías), implica una cierta limit-
ación de la libertad del niño/joven, y ; ii) la intervención de resguardo o restitución de los derechos (del niño) amenazados
o violados que, en principio, no puede implicar restricción de sus derechos sino, todo lo conatrario, garantías y restitución
de ellos.”. COUSO (Jaime) y otros. De la Tutela a la Justicia. Corporación Opción - Unicef, Santiago, 1998. pp. 76.

51
Adolescentes y Responsabilidad Penal

2.1.3 - Diferenciación entre sanción penal y medida de protección de


derechos según el principio de separación de vías
En la línea de lo dicho en el apartado inmediatamente anterior y en la sección dedicada a los principios,
las diferentes legislaciones latinoamericanas sobre niñez y adolescencia han establecido un sistema de
protección integral, pero con una clara y conveniente división de funciones entre diferentes órganos
del Estado.

Esta distinción es la que surge como consecuencia de la aplicación práctica del principio de separación
de vías, el cual aboga, precisamente, porque las situaciones diferentes –víctima y victimario/a- sean re-
sueltas de forma diferente. Para tales efectos, conviene reiterar aquí que, de acuerdo con el principio de
protección integral del adolescente y de separación de vías, existen tres niveles dentro de este sistema,
partiendo del mencionado principio constitucional de división de funciones:

Prevención, tanto del delito como de violaciones de derechos fundamentales en perjuicio de los

adolescentes ; Protección, que interviene ante la violación de esos derechos y con el objetivo de restabl-
ecer al adolescente en el goce de los mismos (adolescentes víctimas) ;
Responsabilidad, que tiene como finalidad la sanción de aquel adolescente al que se le haya involucrado
en la comisión de un delito (adolescentes victimarios).

Con esta distinción, para finalizar, se ha pretendido confirmar que cuando se habla de la sanción penal
juvenil y de su naturaleza se está haciendo una clara alusión a la consecuencia que podría surgir del
proceso de responsabilidad penal de adolescentes y no a aquella que podría surgir de los otros niveles
que componen la protección integral.

2.1.4 - Catálogo de Sanciones Dispuesto en el Código


El sistema de sanciones que establece el Código podría caracterizarse como novedoso, pues quiebra
con el esquema tradicional de sanciones penales, centrado, básicamente, en la privación de libertad, y
amplía la gama de sanciones aplicables. Características estas que determinan que el sistema se torne
más complejo y que, por tanto, su implantación requiera de un esfuerzo adicional por parte de todas
aquellas personas involucradas en el sistema penal de adolescentes.

Lo anterior, puesto que el sistema tradicional, basado en la privación de libertad, ha facilitado tanto la
imposición de la sanción, debido a que usualmente ella constituye la única sanción aplicable, la cual
se encuentra dispuesta en la ley de forma bastante precisa para cada delito, como la ejecución de ésta,
ya que el control del cumplimiento se circunscribe, como regla, a evitar que las personas sancionadas
se evadan de los centros penitenciarios. Aspectos ambos que varían significativamente con el sistema
propuesto por el Código.

Pero, quizás, el obstáculo más difícil de superar para este nuevo sistema sancionatorio, se encuentra
en el arraigo cultural con que cuenta la sanción privativa de libertad en nuestras sociedades modernas,

52
Adolescentes y Responsabilidad Penal

la cual es vista y aceptada no sólo como la sanción penal principal sino, generalmente, como la única
respuesta posible frente a la comisión de un delito, sea de adolescentes como de adultos.

Puede hablarse también aquí, entonces, de otro cambio de paradigma que pretende promover el Có-
digo, el cual se suma al ya citado de superación de la doctrina de la situación irregular. Se trata de la
implantación de un sistema sancionatorio basado en una menor, o bien menos fuerte, restricción a los
derechos de las personas, que favorezca la socialización o resocialización en libertad y que se adecue, de
mejor forma, a los requerimientos del principio de proporcionalidad.

Lo anterior, por cuanto, efectivamente, desde el principio de proporcionalidad en sentido estricto, es


difícil sostener una sanción privativa de libertad impuesta como consecuencia de la comisión de un
delito que afectó, por ejemplo, de forma mínima el bien jurídico propiedad. Con mayor razón cuando
la persona sancionada es un/a adolescente.

Precisamente, esta ponderación de bienes favorable a la restricción de la libertad frente al ejemplo de


una mínima afectación de la propiedad, sólo podría ser explicada con base en ese arraigo cultural que
tiene la prisión, de lo contrario nos aparecería como evidente la desproporcionalidad de la reacción
penal. Al respecto, ha dicho Luis Rodríguez Manzera que el derecho penal latinoamericano “...está
enfermo de pena de prisión; el abuso de la privación de libertad ha llevado a un franco deterioro de todo el
sistema penal.” 32

De este panorama no ha escapado nuestra niñez y adolescencia, para quienes la privación de libertad se
constituía también en la panacea, en la forma de solucionar los conflictos sociales, no sólo penales, en
que se encontraban inmersos. Con el agravante de que la aplicación de la misma no respetaba garantías
y era extendida de manera indiscriminada a adolescentes y jóvenes que, sin haber cometido delito al-
guno, tenían profundas carencias económicas y sociales, a quienes se imponían medidas de internación
33
con el objetivo de protegerlos.

Como reacción a éste sistema de discrecionalidad casi absoluta y de utilización excesiva de la privación
de libertad, que no distinguía entre carencia de condiciones sociales básicas y la comisión de un delito,
han surgido las nuevas leyes penales juveniles latinoamericanas, restringiendo al máximo la utilización
de la privación de libertad y estableciendo, de manera tajante y a manera de principio, que la misma
sólo podía ser aplicada como consecuencia de la comisión de un delito.

32 RODRÍGUEZ MANZERA (Luis). Panorama de las Alternativas a la Prisión en América Latina. En CARRANZA
(Elías) y otros. Sistemas Penitenciarios y Alternativas a la Prisión en América Latina y el Caribe. Depalma, Buenos Aires,
pp. 15.
33 Este era el nombre que utilizaba la Ley Orgánica de la Jurisdicción Tutelar de Menores costarricense para denominar a
la privación de libertad, sea a la sanción de prisión, al respecto, en su artículo 35, indicaba : “La internación total consiste
en que el menor pase el día y la noche en la institución o bajo su dependencia.”.

53
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Actividad Práctica
Matriz de Sanciones
Todos/as de los/as participantes serán divididos en 4 subgrupos con el objetivo de analizar el contenido
que el legislador ha dado a cada una de las sanciones dispuestas. A cada subgrupo se le asignarán tres
tipos de sanciones para su estudio, para lo cual debe contestar, al menos, las siguientes aspectos pre-
guntas:

a) Artículos en que se encuentran reguladas


b) Definición
c) Tiempo máximo de duración
d) Órganos encargado de su ejecución.
e) Forma de Ejecución

Para esos efectos, a cada subgrupo se le suministrará una matriz que deberá ser completada con la infor-
mación requerida, nombrando un secretario que se encargará de ello y un relator que expondrá al pleno
las respuestas y conclusiones correspondientes a las sanciones que les han sido asignadas.

MATRIZ DE SANCIONES

Sanciones/ Artículos Definición Tiempo de Órganos en- Forma de ejecución


preguntas duración cargados de la
ejecución
Amonestación
y Advertencia
Libertad
Asistida
Prestación de
Servicios a la
Comunidad
Reparación
de Daños a la
Víctima
Prohibición de
relacionarse
con determi-
nadas perso-
nas.
Prohibición
de visitar
determinados
lugares.

54
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Sanciones/ Artículos Definición Tiempo de Órganos en- Forma de ejecución


preguntas duración cargados de la
ejecución
Matricularse
en un centro
educativo
Obligación
de realizar un
trabajo
Obligación de
recibir trata-
miento para
la desintoxi-
cación o adic-
ción de drogas
Privación de
libertad domi-
ciliaria
Privación de
libertad du-
rante tiempo
libre o semi-
libertad
Privación de
libertad en
centros espe-
cializados

55
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Dicho esto, corresponde ahora citar y explicar la diversidad de sanciones que ha fijado el Código, el
cual confiere carácter de principales a una serie de sanciones socio-educativas y órdenes de orientación
y supervisión, con lo cual se pretende socavar la preeminencia de la sanción privativa de libertad, que,
en consecuencia, deviene en excepcional y, si se quiere, subsidiaria.

De acuerdo con lo mencionado y con lo regulado en el artículo 327 del Código, estas sanciones se
encuentran clasificadas en tres grandes grupos, los cuales, de acuerdo con el orden en el que se de-
scriben, parecen reafirmar un orden de prioridad en cuanto a su utilización: sanciones socio-educati-
vas, órdenes de orientación y supervisión y sanciones privativas de libertad.

Entre las sanciones socio-educativas se encuentra la amonestación y advertencia –artículo 330 del Có-
digo-, la libertad asistida –artículo 331 del Código-, la prestación de servicios sociales a la comunidad
–artículo 332 del Código- y la reparación de daños –artículo 333 del Código-.

Por su parte, las órdenes de orientación y supervisión “...consisten en mandamientos o prohibiciones im-
puestas por el Juez de Niños, Niñas y Adolescentes para regular el modo de vida de las personas adolescentes
en conflicto con la ley penal, así como promover y asegurar su formación integral.” 34 Entre estas órdenes
el Código cita las siguientes:
• Asignarlo a un lugar de residencia determinado o disponer cambiarse de él;
• Abandono del trato con determinadas personas;
• Obligación de matricularse y asistir a un centro educativo;
• Obligación de realizar algún tipo de trabajo;
• Obligación de atenderse médicamente para tratamiento con la finalidad de lograr su desintoxicación
y el abandono de su adicción.

Por último, como sanciones privativas de libertad se describen la privación de libertad domiciliaria, la
privación de liberad durante tiempo libre o semilibertad y la privación de libertad en centros especial-
izados para esos fines.

Conviene agregar que, de acuerdo con el mismo artículo 327 del Código, estas sanciones puede ser
aplicadas de forma simultánea, sucesiva o alternativa, pero siempre que su aplicación se encuentre den-
tro del marco de la proporcionalidad.

Esta ampliación de las sanciones aplicables, así como la preeminencia de las sanciones no privativas de
libertad ya ha tenido impacto en la práctica judicial de algunos países del área, generando una signifi-
cativa disminución de la utilización de la privación de libertad, según lo han reflejado las estadísticas.
Por ejemplo, en Costa Rica, con la entrada en vigencia de la Ley de Justicia Penal Juvenil, la cantidad
de adolescentes detenidos disminuyó de más de cien en diciembre de 1995, último año de vigencia de
la Ley Orgánica de la Jurisdicción Tutelar de Menores, a un promedio aproximado de cincuenta du-
rante todo el período de vigencia de la Ley de Justicia Penal Juvenil –1996-2005-, llegando, en algún
momento, a un mínimo de dieciséis adolescentes privados/as de libertad.

34 Artículo 334 del Código.

56
Adolescentes y Responsabilidad Penal

En sentido contrario, las sanciones alternativas o no privativas de libertad han constituido la gran
mayoría de las sanciones dispuestas por los/as jueces/zas, lo cual permite corroborar que es posible dar
prioridad a este tipo de sanciones y relegar, en consecuencia, la sanción privativa de libertad para ser
utilizada sólo en aquellos casos realmente graves.

2.2 - Imposición y Determinación de las Sanciones


Con las aclaraciones realizadas en los apartados anteriores sobre la naturaleza de la sanción penal para
adolescentes y el catálogo de sanciones contemplado por el Código, resulta necesario, a continuación,
abarcar algunos otros aspectos que, siempre sobre el tema de la sanción, parece de importancia exami-
nar. El primero de ellos es el de la imposición o determinación de la sanción en sentencia, es decir, por
parte del juez sentenciador.

Al respecto, debe señalarse que esto es lo que ha sido denominado, por la doctrina, como derecho de
medición (o determinación) de la pena o, en este caso, de la sanción penal para adolescentes, el cual
comprende todas las reglas que son decisorias en cuanto a la clase y cuantía de sanción que se pretende
o debe imponer.

Dicha determinación de las sanciones se nos presenta, según Wilfried Hassemer, como el instituto
penal que se ha rebelado con mayor tozudez a todos los intentos de esclarecimiento que ha realizado la
doctrina y la jurisprudencia, “...en definitiva, es algo que difícilmente puede enseñarse o aprenderse”.35

Así, sin pretender hacer una análisis exhaustivo de este punto, debemos indicar que el momento pro-
cesal de determinación de una sanción es de trascendental importancia para el funcionamiento del
sistema de justicia penal de adolescentes. Sobre todo, en lo que respecta a la selección de la sanción más
adecuada para cumplir con los fines buscados con la ejecución de la misma, sean estos de prevención
especial, principio educativo, o bien de prevención general.

En este sentido, debe reconocerse que el Código, como otras leyes latinoamericanas que regulan la
materia, establecen algunos parámetros para lograr esa determinación, o, al menos, para disminuir
los excesos, los altos niveles de discrecionalidad y la arbitrariedad en esta etapa procesal. Así, se han
establecido principios como los de excepcionalidad de la imposición de sanciones (última ratio de la
sanción penal) y, dentro de éstas, el de excepcionalidad de la sanción privativa de libertad (última ratio
de la sanción privativa de libertad), además de los principios de culpabilidad, proporcionalidad y, por
último, del interés superior del adolescentes.

Y es que no obstante la generalizada falta de tipificación de las sanciones penales de adolescente, es


decir, la falta de determinación previa -en la ley- de la sanción a aplicar para cada delito en específico,
ello de ninguna manera ha pretendido aparecer como una puerta abierta a la discrecionalidad jurisdic-
cional. Todo lo contrario, las nuevas leyes latinoamericanas sobre niñez y adolescencia, entre ellas el
Código, según se ha dicho reiteradamente, se han caracterizado por ser un instrumento ideal para la
35 HASSEMER (Wilfried). En TIFFER (Carlos) y LLOBET (Javier). La Sanción Penal Juvenil y sus Alternativas en
Costa Rica. ULANUD-UNICEF-Unión Europea, San José, 1999. pp. 105.

57
Adolescentes y Responsabilidad Penal

reducción de tales niveles de discrecionalidad, lo cual, con respecto a la sanción, pretende ser logrado
con la fijación de los parámetros citados en el párrafo anterior y que serán analizados a continuación.

Antes, debemos afirmar, con total contundencia, que el primer presupuesto para la imposición de una
sanción, es la determinación, en juicio y bajo el respeto de las reglas del debido proceso, de la comisión
de un hecho efectivamente delictivo, en el cual ha participado el/la adolescente a quien se pretende san-
cionar. Sin la satisfacción de este requerimiento, la imposición de una sanción resulta improcedente.

Así se encuentra regulado por el inciso a) del artículo 328, el cual establece lo siguiente: “a) Que se le
haya comprobado la comisión del acto infraccional y la participación del adolescente investigado.”

Resulta válido hacer esta aclaración, siguiendo al Código, consecuencia de la vigencia, durante el
pasado tutelar, del derecho penal de autor, que castigaba condiciones y situaciones personales, más que
la participación del/a adolescente en la comisión de un hecho concreto.

2.1.2 - Excepcionalidad de la sanción y excepcionalidad de la san-


ción privativa de libertad
Esta doble excepcionalidad que se cita en el título, resulta importante al momento de la determinación
de la sanción, aún cuando puede reconocerse que la segunda se encuentra más directamente relacio-
nada con el tema que la primera, que impone evitar llegar hasta este momento, mediante la disposición
de soluciones alternativas al juicio y la fijación de criterios de oportunidad como la insignificancia.

Ciertamente, como ha afirmado Gómez Da Costa, la imposición de una sanción puede tener un efecto
pedagógico en el adolescente, pues le refuerza el valor de su responsabilidad, sin embargo, esto es así
siempre que se aplique racionalmente, en aquellos casos que realmente lo ameritan y cuando se hayan
agotado otras posibilidades de solucionar el conflicto originado por un delito.

Esta excepcionalidad de la sanción penal puede ser también justificada por la idea recogida en las
Reglas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores –regla 1.e.-, en cuanto
a que el hecho delictivo cometido por un/a adolescente puede ser parte de su proceso de formación y,
por ende, desaparecer naturalmente al llegar a la edad adulta, por lo que en estos casos la no reacción
puede ser una opción adecuada.

Así, coincidimos con la Convención y con el resto de los instrumentos internacionales que regulan la
materia, en la necesidad de administrar adecuadamente la utilización de la sanción penal en el caso de
adolescentes, cualquiera que esta sea, puesto que su abuso puede erosionar la posibilidad de identificar
soluciones, más efectivas y menos restrictivas de derechos, en otros ámbitos de la institucionalidad de
un país, así como reducir sus efectos preventivo generales, producto del acostumbramiento a ella.

De esta forma, es deber del/a Juez/a y del/a Fiscal de adolescentes procurar seleccionar los casos que
realmente ameritan llegar hasta la instancia que implica la imposición de una sanción, para así cumplir
con este objetivo planteado por el legislador, en lo cual puede también ayudar una labor propositiva

58
Adolescentes y Responsabilidad Penal

del/a defensor/a, siempre que, con ello, se responda al deber de defender de los intereses de sus defen-
didos/as.

Ahora bien, en aquellos casos en que el/la adolescente se encuentra frente a la inevitable imposición de
una sanción, debe recurrirse, con carácter absolutamente preferencial, a las sanciones no privativas de
libertad, así lo contempla el Código al regular el principio de excepcionalidad de la sanción privativa
de libertad en su artículo 336. 36

De hecho, la voluntad y el compromiso del legislador dominicano de restringir la utilización de la pri-


vación de libertad, permitió que se delimitarán, en el Código, los delitos por los cuales puede impon-
erse la privación de libertad en un centro especializado, reforzando así el principio de excepcionalidad
citado. En tal sentido, el artículo 339 del Código identifica cuáles son esos delitos:

• Homicidio;
• Lesiones físicas permanentes;
• Violación y agresión sexual;
• Robo agravado;
• Secuestro;
• Venta y distribución de drogas narcóticas; y
• Las infracciones a la ley penal vigente que sean sancionadas con penas de reclusión mayores de cinco
años.
Atendiendo a esta limitación, sólo si se está ante la comisión de uno de estos delitos es posible la
utilización e imposición de la sanción de prisión en un centro de internamiento especializado. No
obstante, debe resaltarse que se trata de una posibilidad, es decir, aún cuando el/la Juez/a esté ante la
comisión de uno de estos delitos por parte de un/a adolescente, él/ella no tiene la obligación, sino sólo
la facultad, de imponer esta sanción. Nótese, al respecto, que el primer párrafo del artículo 339 indica
: “Es una sanción de carácter excepcional que sólo podrá ser aplicada cuando la persona adolescente fuere
declarada responsable por sentencia irrevocable, de la comisión de por lo menos uno de los siguientes actos
infraccionales...” (el marcado no es original)

Aspecto éste que resulta de trascendental importancia, porque, al ser una mera facultad, aún en estos
casos el/la Juez/a debe fundamentar debidamente, y de acuerdo con el principio de excepcionalidad
de la utilización de la privación de libertad, el por qué, en el caso concreto, no fue posible aplicar una
sanción deferente a ésta, es decir, no privativa de libertad. De esta forma, en su fundamentación, el/la
Juez/a deberá demostrar que ha agotado todas las posibilidades para imponer cualquier otro tipo de
sanción, puesto que sólo así podría justificarse como excepcional la aplicación de la sanción privativa
de libertad.

En conclusión, en casos como los señalados, la imposición de esta sanción continúa siendo excepciona-
lísima, considerar lo contrario, sería quebrar, de plano, con la misma filosofía que inspiró la redacción
del Código.

36 Dicho artículo expresa: “Art. 336.- EXCEPCIONALIDAD DE LAS SANCIONES PRIVATIVAS DE LIBERTAD.
La privación de libertad es una sanción de carácter excepcional que deberá aplicarse cuando no sea posible aplicar ninguna
otra sanción. El Juez de Niños, Niñas y Adolescentes deberá fundamentar en la sentencia, su decisión de imponer este
tipo de sanción, sea la privación de libertad domiciliaría, la privación de libertad en tiempo libre o semilibertad y la pri-
vación de libertad en centros de internamiento especializados.”

59
Adolescentes y Responsabilidad Penal

La otra posibilidad de utilización de la sanción privativa de libertad viene dada por el incumplimiento
injustificado de cualquiera de las sanciones no privativas de libertad impuestas primeramente (art. 339
del Código). Ante lo cual deben hacerse algunas precisiones.

En primer lugar, debe considerarse que la sanción privativa de libertad sustitutiva debe responder, al
igual que la sanción no privativa de libertad, al hecho cometido y a la culpabilidad, por lo que ambas
deben encontrarse fijadas, y debidamente fundamentadas, en sentencia. No debe bastar, en conse-
cuencia, indicar que ante el incumplimiento de la sanción alternativa se impone tanta cantidad de pena
privativa de libertad.

Tal previsión salva, de igual forma, cualquier posibilidad de transferir la determinación de esta sanción
al momento del incumplimiento, con lo cual se generaría el peligro de reprocharle al adolescente, no
sólo la comisión del hecho delictivo, sino, también y principalmente, el no cumplimiento de la sanción
impuesta en primera instancia, lo cual quebraría los principios propios de un sistema garantista, en
cuenta los principios de proporcionalidad y culpabilidad.

Debido a ello, el párrafo adicional del artículo 339 del Código, debe ser interpretado asumiendo que
lo que provoca el incumplimiento es una activación de la sanción privativa de libertad ya dispuesta en
sentencia, pero que tiene como requisito para su aplicación el incumplimiento de la sanción no priva-
tiva de libertad impuesta.

Lo anterior, tomando en cuenta que, además, el Código establece, contrario a otras leyes latinoameri-
canas, que el incumplimiento injustificado provoca que el/la adolescente sea enviado a un centro es-
pecializado de privación de libertad, por lo que no se trata de una posibilidad que debe ser decidida
por el/la Juez/a, sino de un efecto automático, por lo que, con mayor razón, la cantidad de la sanción
privativa de libertad debe también encontrarse dispuesto en la sentencia.

De no ser así, no podría considerarse válida la determinación de una sanción a posteriori, sea en fase de
ejecución o cumplimiento de la sanción, por un/a juez/a que no tuvo acceso directo a la prueba, ni a los
alegatos de las partes, pues se vulnerarían los principios de inmediación y de concentración, propios de
la oralidad. A este Juez le debe corresponder verificar las condiciones del incumplimiento, si éste fue o
no justificado, pero no así la cuantificación de la sanción privativa de libertad, pues no cuenta con los
insumos suficientes para hacerlo, al menos dentro de un modelo garantista.

Con todo esto, y a forma de conclusión, esta Ley pretende invertir la preponderancia de las sanciones,
otorgándole a las sanciones no privativas de libertad el lugar de privilegio y relegando a las sanción
privativa de libertad a lugares secundarios, siendo posible su utilización sólo cuando sea realmente
indispensable de acuerdo con los principios que a continuación serán abordados (proporcionalidad,
culpabilidad, etc.).

60
Adolescentes y Responsabilidad Penal

2.2.1.1 - El Principio de Proporcionalidad en la Imposición y Deter-


minación de la Sanción.
El principio de proporcionalidad, a pesar de no ser originario de lo que Roxin denomina como el
Derecho de Determinación de la Sanción, al constituir un principio regulador y limitador de la posible
intromisión del Estado en la esfera de libertad del individuo, el mismo se convierte en una importante
garantía para evitar excesos en ese momento. “Así, la proporcionalidad se convierte en límite de la reac-
ción estatal del ius puniendi”. 37

Este principio, tiene vigencia durante todas las fases del proceso, desde la detección y detención del
adolescente en fase policial hasta el cumplimiento de la sanción impuesta. No obstante, debe recon-
ocerse que una de sus funciones principales está estrechamente relacionada con la imposición y deter-
minación de la sanción, de la consecuencia jurídica correspondiente al delito cometido, representando
aquí un límite no sólo a la selección del tipo de sanción aplicable, es decir, a la calidad de la misma,
sino también a la cantidad de sanción –duración- y a la cantidad de sanciones que pueden imponerse
de forma simultánea o sucesiva, según lo autoriza el artículo 327 del Código..

Precisamente, por constituir un límite al derecho de castigar, este principio ha sido recogido en las
Reglas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores, en su artículo 5.1, al
indicar : “...que el segundo objetivo de la justicia de menores es el principio de proporcionalidad”.

Relevancia que también le reconoce el Código, pues es considerado, dentro del artículo 328, como uno
de los criterios que debe tomar en cuenta el/a Juez/a al momento de determinar la sanción aplicable.
Refiere dicho artículo en su inciso c): “Que la sanción que se le imponga al adolescente imputado sea
proporcional y racional, al daño causado por la conducta delictiva...”

Ahora bien, tomando en cuenta que el principio de proporcionalidad es uno de los principales límites
al poder de castigar, debe señalarse que el mismo debe ser analizado tomando en cuenta la persona a
quien se pretende imponer la sanción, en este caso un/a adolescente. Entonces, no resulta legítimo afir-
mar, simplemente, que una determinada sanción, impuesta a un/a adolescente, es proporcional puesto
que a los/as adultos/as, ante casos similares, se les podría imponer sanciones más severas.

Aceptar esto sería, por lo demás, aceptar una simplificación de la fundamentación de la proporcionali-
dad de una sanción, así como deslegitimar la especialidad del Derecho Penal Juvenil.

Hecha la anterior aclaración, resulta conveniente ahondar en el contenido de este principio para com-
prender el límite que representa el mismo para la actividad jurisdiccional, aún cuando ya se haya hecho
referencia a él en la sección correspondiente a las acciones. Para ello se debe descomponer este principio
en los diferentes subprincipios que lo integran, a saber : el principio de idoneidad, de necesidad y de
proporcionalidad en sentido estricto.

37 TIFFER (Carlos) y LLOBET (Javier). La Sanción Penal Juvenil y sus Alternativas en Costa Rica. ILANUD-UNI-
CEF-Unión Europea, San José, 1999. pp. 32.

61
Adolescentes y Responsabilidad Penal

2.2.1.2 - Principio de idoneidad


Con este sub-principio se limita al/a Juez/a a imponer aquella sanción mediante la cual se cumpla
de mejor forma los fines perseguidos por la justicia penal de adolescentes. Teniendo ello presente, y
comprendiendo que todas las leyes latinoamericanas sobre la materia regulan como fin de la sanción la
inserción o reinserción del adolescente a la sociedad, así como entendiendo el hecho de que la sanción
privativa de libertad ha comprobado su inidoneidad para cumplir con ese objetivo, se debe llegar a la
conclusión que en esta materia, efectivamente, la privación de libertad es una sanción subsidiaria y
excepcionalísima, puesto que es la sanción menos adecuada para cumplir con esos fines.

Igualmente, tal sub-principio conlleva el recíproco deber del/a Juez/a de fundamentar debidamente el
por qué, en el caso concreto, se considera que la sanción impuesta es la que cumple en mejor medida
con esos fines. Sólo de esa forma, los criterios y valoraciones utilizados por el Juez serán de posible
conocimiento, revisión y cuestionamiento por las partes.

2.2.1.3 - El Principio de Necesidad (nulla poena sine necessitate)


Este segundo sub-principio hace referencia al deber de decidirse por aquella sanción que, entre las
aplicables, cause menor perjuicio para los derechos del adolescente sancionado. En este sentido, el
mismo pretende disminuir al máximo posible los efectos negativos que conlleva la imposición de una
sanción. 38

Al respecto, indica Ferrajoli: “La pena debe ser <<necesaria>> y <<la mínima de las posibles>> respecto
al fin de la prevención de nuevos delitos. Se trata de una afirmación revolucionaria, aunque banal en
apariencia, que fue recibida por las primeras cartas constitucionales con respecto a las penas inútilmente
excesivas”. 39

Es este principio, en consecuencia, derivado directamente del respeto del ser humano y de su dignidad,
el cual asegura que “...cada hombre, y por consiguiente también el condenado, no debe ser tratado nunca
como un <<medio>> o <<cosa>>, sino siempre como <<fin>> o <<persona>>. (...) Esto quiere decir que más
allá de cualquier argumento utilitario el valor de la persona humana impone una limitación fundamental
a la calidad y a la cantidad de la pena”. 40

38 Al respecto, ya Cesare Beccaria nos decía : “La penas, por consiguiente, y el método de infligirlas, deben elegirse en tal
forma que guardada la proporción, produzcan la impresión más eficaz y duradera en los ánimos de los hombres y la menos
atormentadora sobre el cuerpo del reo”. BECCARIA (Cesare). De los delitos y de las penas.
Temis, cuarta edición, Santa Fe de Bogotá, 1998. pp. 42.
39 FERRAJOLI (Luigi). Derecho y Razón. Editorial Trotta, Madrid, 1995. pp. 394.
40 FERRAJOLI (Luigi). Op Cit. pp. 395. Posteriormente, en la página 396, Ferrajoli señala : “...toda pena cualitativa y
cuantitativamente (superflua por ser) mayor que la suficiente para frenar reacciones informales más aflictivas para el reo
puede ser considerada lesiva para la dignidad de la persona. Ya se ha dicho que esta medida es el límite máximo no super-
able sin que el reo sea reducido a la condición de cosa y sacrificado a finalidades ajenas”.

62
Adolescentes y Responsabilidad Penal

De esta forma, teniendo presente que la sanción privativa de libertad es la que provoca, de entre las op-
ciones que nos brinda la justicia penal de adolescentes, una mayor afectación a los derechos fundamen-
tales del individuo, la misma debe entenderse siempre como excepcional. Este principio fundamenta,
además, la idea de intervención mínima que promueve la Convención de las Naciones Unidas sobre
los Derechos del Niño, puesto que, en muchas ocasiones, la no intervención puede ser no sólo la mejor
reacción sino la que, indudablemente, afecta en menor medida los derechos del adolescente.

2.2.1.4 - Principio de Proporcionalidad en Sentido Estricto


El análisis de este principio se produce una vez que se ha determinado que la sanción respectiva es nec-
esaria e idónea. Con él se pretende realizar un equilibrio de los intereses enfrentados, una ponderación
de esos bienes jurídicos, con el objetivo de valorar si la sanción es proporcional al hecho cometido y a
los intereses sociales y particulares afectados por el mismo.

Porque si bien es cierto que entre pena o, en este caso, sanción penal juvenil, y delito no existe una
relación natural, eso no excluye, dice el mismo Ferrajoli, que la primera, en alguna medida, deba estar
adecuada al segundo. “Al contrario, precisamente el carácter convencional y legal del nexo retributivo que
liga la sanción al ilícito penal exige que la elección de la calidad y de la cantidad de una se realice por el
legislador y por el juez en relación con la naturaleza y la gravedad del otro”. 41

Aquí, el principio de proporcionalidad aparece como un requerimiento de justicia, puesto que, indud-
ablemente, la gran mayoría de las personas, en cuenta los/as adolescentes, sienten que los castigos que se
adecuan a la gravedad de los delitos son más equitativos que aquéllos que no lo hacen. Así, para poder
castigar a un/a adolescente de forma más severa que a otro se requiere, necesariamente, que el delito en
efecto sea más grave.

No obstante lo dicho, debe reconocerse que la determinación de la gravedad del delito, que se utiliza
como parámetro para así asignarle una específica cantidad de sanción, no ha sido pacífica. A pesar
de lo cual, conviene señalar, la doctrina ha brindado algunos criterios que pueden resultar útiles para
lograr esa determinación. Así, se ha dicho que “La gravedad de un delito depende del grado de daño de
la conducta y de la culpabilidad del autor”. 42

Con respecto al grado de culpabilidad del autor, no parece difícil encontrar parámetros de determi-
nación, puesto que, en este sentido, pueden ser utilizados todos aquellos insumos o teorías que han
sido desarrolladas por el derecho penal material. Se hace referencia aquí, por ejemplo a la capacidad
disminuida y a algunos otros tipos de atenuantes o eximentes parciales o incompletos. Los cuales
pueden ser pulidos y afinados por la doctrina penológica para determinar ese grado de culpabilidad con
respecto a la sanción.

41 FERRAJOLI (Luigi). Op Cit. pp. 398.


42 VON HIRSH (Andrew). Censurar y castigar. Editorial Trotta, Madrid, 1998. pp. 45.

63
Adolescentes y Responsabilidad Penal

De mayor dificultad, es la situación de la gravedad del daño, porque, con respecto a éste, el derecho
penal material aporta poco o nada, ya que no distingue, formalmente, grados de daños. No obstante,
las Reglas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores (Reglas de Beijing)
aporta un elemento que, en ese sentido, es importante mencionar. En su artículo 17.1.c) señala: “La
decisión de la autoridad competente se ajustará a los siguientes principios : c) Sólo se impondrá la privación
de libertad personal en el caso de que el menor sea condenado por un acto grave en el que concurra violencia
contra otra persona... y siempre que no haya otra respuesta adecuada.”

De esta forma, el artículo en mención considera que aquellos hechos en los que exista violencia física
en contra de las víctimas, deben ser considerados graves, precisamente, por el daño que producen o
pueden producir a estas personas.

Igualmente, en doctrina, se han expuesto algunos otros criterios para determinar dicha gravedad del
daño, en cuenta Von Hirsh, quien trata de determinar esa gravedad atendiendo a la calidad de vida.
Al respecto, indica que “...los daños deben ser graduados según su gravedad en función de cuánto afectan
al estándar de vida de una persona.”43 Término éste -estándar de vida- que es utilizado para reflejar los
intereses tanto económicos como no-económicos de la víctima.

A pesar de estos criterios mencionados, muy superficialmente, debe concluirse que resulta difícil con-
trolar, objetivamente, esta proporcionalidad en el caso concreto. Existiendo, no obstante, un aspecto
que merece ser aquí mencionado, y es el relativo a la necesidad de que el juez, también con respecto a
este sub-principio, exprese la fundamentación de la determinación de cada una de las sanciones que
aplica, sea que sus argumentos resulten explícitos, motivados y controlables por las partes.

Por último, cabe expresar que, dándole una breve mirada a la historia de las sanciones penales y penales
juveniles, así como relacionando éstas con el sub-principio de proporcionalidad en sentido estricto, la
sanción privativa de libertad, en una gran cantidad de casos y vista desde una perspectiva histórica, ha
sido, según ya se adelantó, una consecuencia totalmente desproporcional y excesivamente violenta con
respecto a los intereses y bienes jurídicos lesionados con la comisión de determinados delitos.

43 Ibid. pp. 64.

64
Adolescentes y Responsabilidad Penal

CASO PRÁCTICO
Felipe Rodríguez, adolescente de 15 años de edad es encontrado responsable de la comisión del delito
de Robo Simple, como consecuencia se le imponen una serie de sanciones a ser cumplidas de forma
simultánea. Así, en sentencia se le impuso una amonestación y advertencia, residir en la casa de su tía,
hermana de su madre, abandonar el trato con otros adolescentes que también habían participado en
la comisión del delito, matricularse y asistir a un centro educativo, así como realizar un trabajo en un
hospicio de huérfanos de su comunidad.

Asumiendo el rol de defensor:


a) ¿Qué alegaría para cuestionar las sanciones impuestas?
b) ¿Qué principios se encuentran en juego?

65
Adolescentes y Responsabilidad Penal

2.2.1.5 - El Principio de Culpabilidad como Límite a la Imposición


y Determinación de las Sanciones
El principio de culpabilidad, reconocido por, prácticamente, todas las Constituciones latinoameri-
canas, juega un rol fundamental en la fijación y determinación de las sanciones, no sólo en materia
penal de adolescentes sino también en materia penal de adultos, es un principio esencial durante este
momento procesal.

Ahora bien, ubicando este principio en su rol de parámetro para la fijación de la sanción penal juvenil,
debe aclararse que “...no se hace referencia a la culpabilidad como categoría de la teoría del delito, sino más
bien lo que se considera es la gravedad del hecho y el grado de reprochabilidad que se le puede atribuir al
sujeto al momento de realizarlo.” 44

Con respecto al primero de los puntos señalados, sea a la gravedad del hecho delictivo, deben tomarse
en cuenta todas las observaciones realizadas en el apartado anterior. En tal sentido, debe agregarse,
según ya se ha dicho, que la gravedad debe ser analizada desde una perspectiva etaria, desde la perspec-
tiva de los adolescentes, para quienes, claro está, no han sido construidos los tipos penales, ni la doc-
trina penal, a pesar de que, en la actualidad, les sea aplicable. Situación, esta última, que debe obligar
a realizar un esfuerzo intelectual por no trasladar directamente y sin mayor interpretación, el derecho
penal de adultos al aplicarlo a los adolescentes.

Todo lo anterior, para decir que, al momento de interpretar lo que se considera grave y lo que no, debe
partirse de lo señalado por la Regla 1.e. de las Reglas de las Naciones Unidas para la Administración de
Justicia de Menores, la cual acepta el “Reconocimiento del hecho de que el comportamiento o la conducta
de los jóvenes que no se ajustan a los valores y normas generales de la sociedad son con frecuencia parte del
proceso de madurez y tienden a desaparecer espontáneamente en la mayoría de las personas cuando llegan
a la edad adulta..”

Por su parte, con respecto a la reprochabilidad, debe siempre tomarse en cuenta el grado de madurez
del adolescente y todas aquellas circunstancias que, de alguna forma, hayan jugado un papel impor-
tante en la determinación del adolescente al cometer el respectivo hecho.45 No debe olvidarse que, con
respecto a nuestra niñez y adolescencia, tanto el Estado como la sociedad en general tienen un deber
reforzado, una responsabilidad mayor.

Entendiendo la culpabilidad como reprochabilidad y gravedad del hecho, debe señalarse que el papel
que ésta juegue en al fijación de la sanción depende mucho de cómo se le interprete y de cual sea el
contenido que se le asigne. Por ello, parece importante al menos señalar algunas teorías que han pre-
tendido determinar su rol en ese sentido.

44 TIFFER (Carlos) y LLOBET (Javier). Op Cit. pp. 112.


45 En este sentido, un aspecto importante a tomar en cuenta, por ejemplo, es la adicción y el consumo a las drogas, que es
lo que, en muchas ocasiones, induce al adolescente a cometer un delito.

66
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Al respecto, se pueden distinguir básicamente tres corrientes o teorías : a) la fijación de la sanción


adecuada a la culpabilidad, en donde la culpabilidad determina la medida de la sanción, sin existir po-
sibilidad alguna de aplicar otros criterios de carácter preventivo o de cualquier otra índole ; b) la culpa-
bilidad como marco de la sanción, en donde “...se admite que la valoración de esta determina un margen
de un mínimo y un máximo de la pena que sería adecuada a la culpabilidad”.46 Aquí, tanto la imposición
del mínimo como del máximo estarían adecuados a la culpabilidad y, dentro de estos márgenes, cabe
tomar en cuenta los fines de prevención; c) prohibición de rebasamiento de la culpabilidad, según ésta
teoría la culpabilidad fija el máximo de la pena o sanción que se impondrá, a partir de la cual la misma
podría ser disminuida atendiendo a criterios preventivos y de proporcionalidad (necesidad). “Se indica
que la disminución de la pena puede llegar hasta tanto lo permitan los criterios preventivos”. 47

De éstas, la mayoría de las leyes latinoamericanas sobre responsabilidad penal juvenil han optado por
partir de la teoría del “No Rebasamiento de la Culpabilidad”, es decir, que la sanción tiene como límite
máximo la culpabilidad y que, a partir de este límite, puede ser disminuida con fundamento en crite-
rios preventivos, particularmente, de prevención especial positiva (principio educativo), atendiendo a
las características de la persona que se pretende sancionar. En consecuencia, el principio de culpabili-
dad en los procesos penales juveniles juega un papel eminentemente garantista, sirviendo como límite
máximo o superior de la sanción.

“Así, el principio de culpabilidad supone un límite que no debe ser sobrepasado por la pena. No obstante,
por debajo de ese límite desempeña una función el principio de proporcionalidad a través del subprincipio de
necesidad, de acuerdo con el cual debe buscarse la sanción menos gravosa que sea adecuada para la obtención
de esos fines preventivos del derecho penal”. 48

La discusión hace referencia a qué fines preventivos son los que deben ser tomados en cuenta para dis-
minuir la sanción determinada por la culpabilidad, sea la prevención especial positiva o negativa o la
prevención general positiva o negativa.

En este sentido, se ha señalado la importancia de destacar, en el derecho penal juvenil, el estableci-


miento del principio educativo, mediante el cual se regula, como objetivo, el que la sanción cumpla
una finalidad esencialmente educativa para el adolescente. Principio y objetivo este que encuentran su
fundamento en el hecho de que el sujeto sancionado es un adolescente y que, por tanto, se encuentra
en plena formación. Así, partiendo de la importancia del principio educativo, podría concluirse que
los criterios de prevención especial positiva son, sin duda alguna, los que tienen mayor peso como cor-
rectivos de la culpabilidad a la hora de la imposición de la sanción.

No obstante, debe reconocerse que también existen otros criterios y finalidades aparte de la prevención
especial, aunque no con tan marcada influencia como esta última. Se hace referencia, básicamente, a la
prevención general positiva que no se descarta del todo en el sistema de justicia penal para adolescentes.
Ello en la medida en que la sanción cumple también fines sociales y de prevención hacia el resto de la
población adolescente.

46 TIFFER (Carlos) y LLOBET (Javier). Op Cit. pp. 110.


47 Ibid.
48 Ibid. pp. 111.

67
Adolescentes y Responsabilidad Penal

“En las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de
Beijing) se menciona, en diversos numerales, no solamente la consideración del bienestar del niño por parte
de la justicia juvenil, sino también del interés de la sociedad, lo que es ajeno al principio educativo. Así el
numeral 1.4 se refiere a que tal justicia debe contribuir a la protección de los jóvenes y al mantenimiento
del orden pacífico de la sociedad. En el 2.3 se dice que ha de responder a las necesidades de los jóvenes
delincuentes y satisfacer las necesidades de la sociedad”.49 Así como lo que establece el artículo 17.1.a) de
dicho instrumento legal internacional : “a) La respuesta que se dé al delito será siempre proporcionada no
sólo a las circunstancias y gravedad del delito, sino también a las circunstancias y necesidades del menor, así
como a las necesidades de la sociedad.”

Con este reconocimiento de la posibilidad de aplicar criterios principalmente de prevención especial


(principio educativo), pero también de prevención general para disminuir la sanción por debajo de la
culpabilidad, podríamos decir que la mayoría de las leyes de responsabilidad penal juvenil parten de la
idea de una prevención positiva integradora (integrada por criterios de prevención especial y general),
aunque siempre con especial énfasis en el principio educativo.

2.2.1.6 - El Principio del Interés Superior y la Fijación de las Sancio-


nes Penales para Adolescentes
El interés superior, de acuerdo con lo dicho en la sección relacionada con los principios, es uno de los
principios informadores de la doctrina de la protección integral, por tanto, también lo es de los sistemas
de responsabilidad de adolescentes que de ella derivaron, así como criterio a valorar en la determinación
de la sanción a imponer y, por qué no, de la ejecución de la misma. En realidad, el principio del interés
superior, se quiera o no, incide en la aplicación de la legislación sobre niñez y adolescencia, pues tanto
el legislador nacional como internacional han considerado importante su regulación.

Ciertamente, dicho principio ha sido centro de polémica en casi todos los países latinoamericanos que
han adecuado su legislación a la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. Para
algunos, la regulación del mismo en la Convención50 fue un error, un simple resabio de la doctrina de
la situación irregular y una prueba de la resistencia que ésta y sus seguidores ofrecieron ante el cambio
de paradigma. Para otros, dicha regulación juega un rol importante en las nuevas legislaciones, siempre
y cuando se entienda que el contenido de este principio es radicalmente diferente al que le asignaba el
derecho tutelar.

Lo anterior, sin dejar de lado a los/as defensores/as de la doctrina de la situación irregular, para quienes
la regulación de este principio mantiene el sistema prácticamente invariable, puesto que la búsqueda de
un subjetivo y discrecional interés superior permite a cualquier adulto decidir y resolver prácticamente
cualquier cosa por encima de sus derechos y garantías fundamentales. Un interés superior que lejos
49 Ibid. pp. 136.
50 Se encuentra regulado en el artículo 3.1 de la Convención, el cual indica : “1. En todas las medidas concernientes a los
niños, que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o
los órganos legislativos, una consideración primordial a la que se atenderá será el interés superior del niño.” (el marcado no
es original)

68
Adolescentes y Responsabilidad Penal

de fortalecer a la persona-adolescente limitando la intervención del Estado y de terceros en su esfera de


libertad, potencia la misma al grado de la arbitrariedad y del autoritarismo.

Pues bien, considerando estas posiciones y partiendo de la regulación que realiza la Convención de este
principio, lo que le asegura plena vigencia en todos los países suscriptores, debe llegarse a reconocer su
aplicación a los procesos de responsabilidad penal juvenil, no obstante, debe tenerse presente que, en
la actualidad, posee un contenido totalmente diferente a aquél de la situación irregular. En esencia, se
trata de un principio nuevo.

Por tanto, en estos momentos, este principio no pretende crear discrecionalidad, por el contrario,
pretende asegurar que al adolescente se le respeten todos los derechos y garantías que le corresponden
como ser humano. Es decir, la nuevas leyes sobre responsabilidad penal juvenil no autorizan que en
aras de este principio se vulneren o transgredan derechos fundamentales, sino, por el contrario, pre-
tende asegurar la plena protección de estos. Es ese el sentido hacia el que está dirigido el contenido
que le asigna el Código, particularmente cuando refiere: “Busca contribuir con su desarrollo integral y
asegurar el disfrute pleno y efectivo de sus derechos fundamentales.”51

“En consecuencia, nada más lejano al sentido de lo que aquí llamamos principio del interés superior del
niño, creer que el interés superior del niño debe meramente “ inspirar” las decisiones de las autoridades. No,
el principio del interés superior del niño lo que dispone es una limitación, una obligación, una prescripción
de carácter imperativo hacia las autoridades”.52 Se trata de un principio jurídico mediante el cual se
pretende garantizar, además de la eficaz protección, el reforzamiento de los derechos subjetivos de los
niños y adolescentes, es, según Miguel Cillero, un principio jurídico garantista.53

Por tanto, la interpretación de lo que es el interés superior está íntimamente relacionado con la protec-
ción de los derechos fundamentales de estas personas, de ahí que pueda concluirse que ese principio
constituye, según lo dicho en el apartado de los principios, una carga de argumentación, un peso
adicional, a favor de los derechos fundamentales de los/a adolescentes. No debe confundirse, en con-
secuencia, el interés superior con los derechos mismos, pues, en realidad, se trata de una garantía para
la protección de estos.

Entonces, con la regulación del interés superior, el legislador optó por conceder a los derechos de los
adolescentes una protección adicional, asignándoles, según se adelantó, mayor peso, lo cual implica
que, ante un conflicto entre estos derechos y otros principios, como el que se presenta siempre que se
pretende imponer una sanción penal, este reforzamiento puede ser determinante para que la ponder-
ación respectiva sea decidida a favor de la precedencia de tales derechos.

51 En el mismo sentido, el Código de la Niñez y la Adolescencia de Costa Rica, en su artículo 5, establece : “Toda acción
pública o privada concerniente a una persona menor de dieciocho años, deberá considerar su interés superior, el cual le
garantiza el respeto de sus derechos en un ambiente físico y mental sano, en procura del pleno desarrollo personal.”
52 CILLERO BRUÑOL (Miguel). El Interés Superior del Niño en el Marco de la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño. En GARCÍA MÉNDEZ (Emilio) y otros. Infancia, Ley y Democracia. Temis-Depalma, Santa Fe
– Buenos Aires, 1998.
53 Ibid. Pp. 78.

69
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Visto de forma general, la aplicación de este principio debe incidir en una mayor protección de los dere-
chos de los adolescentes, orientando el sistema hacia una menor restricción de los derechos de libertad y
hacia la fijación de mayores obligaciones de hacer en el caso de los derechos sociales fundamentales.

Tomando en cuenta esta nueva perspectiva del interés superior del niño, hoy puede afirmarse, de forma
contundente, que éste no justifica, de manera alguna, intervenciones excesivas que obvien los derechos
fundamentales de los/as adolescentes, ni utilizarse como fundamento para su privación de libertad,
ni, en general, para extender las redes del control social sobre estas personas. Por el contrario, debe
entenderse como un límite en el sentido ya expuesto.

Al respecto, señala Javier Llobet: “No se podría justificar la necesidad del dictado de la sanción de inter-
namiento o la extensión de la duración de este con el argumento de que ello obedece al interés superior del
niño y a la necesidad de reeducarlo. Más bien los principios del interés superior del niño y de protección
integral de este llevan al uso restrictivo de la sanción privativa de libertad”. 54 Para terminar afirmando
que nunca en aras de buscar el interés superior del niño puede imponerse una sanción por encima de
su culpabilidad.

En realidad, tomando en cuenta esta re-conceptualización del principio del interés superior, que im-
plica, por ejemplo, un reforzamiento del peso del derecho a la libertad cuando de un/a adolescente se
trata, habría que concluir que, con respecto a las sanciones, este impone restringir aún más la posibili-
dad de utilizar la sanción privativa de libertad, tal cual contemplan la misma Convención.

2.3 - Otros criterios para la determinación e imposición de la san-


ción –artículo 328 del Código-
El Código, en su artículo 328, establece otros criterios que debe valorar el Juez al momento de decidir
sobre la cantidad y la calidad de la sanción a imponer. Obviamente, dichos criterios deben ser aplicados
tomando en cuenta y respetando los parámetros que representan los principios que han sido citados, de
lo contrario podría pecarse de incongruencia.

La utilización e interpretación de estos criterios, particularmente de los que refieren a condiciones


personales de los/as adolescentes, debe hacerse dentro del contexto de un sistema penal garantista, no
como parte de un derecho penal de autor. Esto significa que ellos pueden ser utilizados para justificar
la aplicación de una sanción menos grave que la correspondiente de acuerdo con la culpabilidad, pero
nunca para fundamentar una sanción superior o al margen de ésta.

Concretamente, los criterios cuya forma de utilización genera mayor preocupación son los regulados en
los incisos b) y d) del artículo en cuestión, los cuáles expresan:

“b) La valoración sicológica y socio familiar del adolescente imputado; (...)


La edad del adolescente y sus circunstancias personales, familiares y sociales; (...)”

54 TIFFER (Carlos) y LLOBET (Javier). Op. Cit. pp. 20.

70
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Como se puede notar, la formulación de estos criterios es neutra, no se hace referencia a ellos en sentido
positivo o negativo, es decir, no se indica, en abstracto, cuál es la valoración que debe hacerse en caso
de considerarse positivas o, por otro lado, negativas las condiciones del/a adolescente respecto de estos
criterios, lo cual consideramos puede generar alguna confusión en la práctica judicial, o bien abrir una
puerta a la utilización de criterios tutelares.

Debido a ello, se considera conveniente realizar algunas precisiones o aclaraciones al respecto. En


primer lugar, debe afirmarse que cualquier sanción fundamentada de forma exclusiva en estos criterios
no podría ser válida por irrespetar, entre otros, los principios de legalidad, culpabilidad y proporcio-
nalidad. Vale reiterar aquí que las sanciones no son consecuencia de condiciones personales como las
expuestas, sino de hechos.

Tampoco resultaría válida la fundamentación de la agravación de una sanción que recurra, de forma
manifiesta o sutil, a alguna condición considerada negativa respecto de los criterios expuestos. Por
ejemplo, no puede argumentarse que la sanción se agrava como consecuencia de la falta de contención
familiar del adolescente, porque es deambulante o porque es adicto a las drogas.

Estos criterios, en conclusión, deben ser utilizados, según se ha indicado, como correctivos de la cul-
pabilidad a favor de las personas sancionadas, sea para disminuir la cantidad de la sanción impuesta, o
bien para imponer otro tipo de sanción menos restrictiva de los derechos de los/as adolescentes. Todo
dentro de la ya expuesta teoría de “No Rebasamiento de la Culpabilidad”.

Nótese, para finalizar, que no se afirma que la aplicación de estos criterios como correctivos a favor de
una reacción menos severa, sean consecuencia de una consideración positiva de las condiciones perso-
nales, familiares, sociales o psicológicas de los/as adolescentes. Lo anterior, por cuanto, en el análisis
que plantea el derecho penal, particularmente en lo que respecta a la reprochabilidad, estas condiciones
positivas u oportunidades de los/as adolescentes tiende a hacer más reprochable su actuar, en tanto que,
por el contrario, la carencia de oportunidades y las condiciones desfavorables pueden incidir en una
disminución del reproche, en razón de lo que Zaffaroni denomina co-culpabilidad social.

2.3.1 - Aplicación del conjunto de criterios al momento de decidir y


fundamentar la sanción a imponer
Hasta aquí se han esbozado algunos criterios que pueden ser utilizados por el/la Juez/a al momento de
la determinación de la sanción, pero, en realidad, nada se ha dicho con respecto a la forma de hacerlos
operativos, lo cual resulta determinante, pues de poca utilidad serían, de no ser utilizados dentro de la
práctica judicial.

Está claro que siempre es una incógnita lo que sucede en el fuero interno del/a Juez/a, lo cual nos remite
a aquello que se exterioriza, sea por escrito o de manera verbal, a las razones o fundamentos que se
expresan para justificar una determinada decisión, de ahí que este requerimiento de fundamentación
de las resoluciones resulta fundamental, constituyéndose en una garantía en sí mismo, pues es la forma
como se hacen públicas las razones que fueron valoradas para adoptar tal decisión.

71
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Así, en el caso de las sanciones y de los criterios expuestos, el/la Juez/a debe exponer, en la sentencia,
cuáles de esos criterios pesaron en su decisión, de lo cual depende la validez o legitimidad de la resolu-
ción y, en consecuencia, de la sanción impuesta.

Ahora bien, respecto de la forma de aplicarlos, diremos que, para evitar peligros, lo primero que debe
hacer el/la Juez/a es fijar la sanción de acuerdo con la culpabilidad, entendida como gravedad y repro-
chabilidad, identificando así, de forma expresa, el límite que no puede ser rebasado, es decir el límite
que representa la culpabilidad, de acuerdo con la teoría de la cual se ha partido: “No Rebasamiento de
la Culpabilidad”.

A partir de la fijación de estos límites, puede realizarse un análisis de proporcionalidad, particularmente


de idoneidad y necesidad, así como valorar el principio del interés superior, el principio educativo y los
criterios fijados por el artículo 328 del Código, pero siempre con el objetivo de identificar y aportar los
argumentos para reducir la sanción por debajo de la culpabilidad, no para aumentarla.

Acudiendo a este procedimiento simple, se pretende asegurar que nunca estas otras razones, diferentes
a la culpabilidad, sean utilizadas para agravar la sanción, descartándose así, se reitera, el peligro de
que estos criterios representen un retroceso a la situación irregular y al derecho penal de autor o de
peligrosidad.

72
Adolescentes y Responsabilidad Penal

CASO PRÁCTICO
Fabio Martínez, un adolescente de diecisiete años de edad, es sentenciado por el delito de Robo Agra-
vado de un vehículo que era utilizado por la víctima para ganarse la vida, pues se trataba de un taxi.
En la comisión del hecho, Fabio utilizó un arma de fuego mediante la cual “encañonó” a la víctima y
lo obligó a abandonar el taxi. Hechos por los cuales fue condenado a cumplir una sanción de dos años
de privación de libertad.

Para fundamentar esta sanción, el Juez acude a la gravedad del hecho, sin dar mayores explicaciones
al respecto, indicando, únicamente, que se trata de uno de los delitos en que procede la imposición de
la sanción privativa de libertad. Agrega, además, que se trata de un adolescente adicto a las drogas,
que deambula, por lo que no tiene contención familiar. Para luego concluir que, en todo caso, la
privación de libertad puede ayudarle a resolver sus problemas de adicción a las drogas. Para reforzar
esta fundamentación, la sentencia recurre al informe del Equipo Multidisciplinario, el cual refiere que,
efectivamente, se trata de un adolescente de “pronóstico reservado”, con lo que aluden a las difíciles
condiciones personales, familiares y sociales en que se encuentra el/la adolescente, lo cual lo llevará,
probablemente, a la comisión de otros hechos delictivos.

Analice la fundamentación dada a la sanción


a) ¿Qué opinión le merece la forma como se utiliza el argumento de la gravedad del hecho?

b) ¿Es correcta la alusión que se hace a las condiciones personales, familiares y sociales del adolescente
como fundamento de la pena?

c) Aceptando que la sanción de dos años de privación de libertad es adecuada, ¿Cómo la fundamen-
taría?

73
Adolescentes y Responsabilidad Penal

3 - LA EJECUCIÓN Y EL CUMPLIMIENTO DE LA SANCIO-


NES PENALES DE ADOLESCENTES
La fase de cumplimiento de las sanciones penales ha permanecido, tradicionalmente, alejada del garan-
tismo y de la actividad jurisdiccional, constituyéndose en un ámbito fructífero para la discrecionalidad
y, en algunos casos, la arbitrariedad de los órganos administrativos encargados de ella.

Situación ésta que se ha visto agravada en el caso de los adolescentes, puesto que aquí se unieron, según
se dijo, la conocida discrecionalidad imperante en esta fase procesal con la discrecionalidad promovida
por la doctrina de la situación irregular y el -no- derecho tutelar. Así, se trataba de una discrecionalidad
al cuadrado.

De hecho, el derecho tutelar reguló de manera muy limitada esta fase procesal, por lo que no imponía
límite alguno al poder que poseían los órganos de ejecución, por el contrario, tal y como era su filosofía,
el mismo les era -o es- acrecentado a niveles, tal vez ahora, inimaginables. Tal panorama, mantenía a
los/as adolescentes sin el reconocimiento de sus derechos y garantías más elementales y sin oportunidad
alguna de reivindicación.

Todo ello ha sido objeto de una reforma profunda por parte del Código, mediante la cual se pretende,
entre otras cosas, asegurar la plena protección de los derechos fundamentales de los/as adolescentes,
incrementar los controles jurisdiccionales durante esta etapa del proceso y disminuir los niveles de dis-
crecionalidad de la administración. Siempre con la firme idea de lograr la reinserción o inserción del
adolescente en la comunidad, pero con el irrenunciable respeto a su dignidad, se ha optado, además,
por flexibilizar las sanciones, brindando la oportunidad de que éstas sean variadas conforme a la evo-
lución del adolescente con respecto al cumplimiento de los fines de la sanción.

3.1 - Derechos del Adolescente Durante la Fase de Ejecución y


Cumplimiento
El aspecto más importante introducido por el Código es, tal vez, la idea de respeto del adolescente
como persona, como ser humano. Situación que lleva intrínseca, según se dijo, el respeto de todos
sus derechos y garantías fundamentales, de forma, al menos igual, a la protección que reciben estos
tratándose de adultos/as.

Así, se ha concluido que el respeto de la condición de persona del adolescente debe extenderse a lo largo
de toda la vida social, incluyéndose aquí, todos los procesos judiciales en los que él se ve involucrado,
entre ellos el proceso de responsabilidad penal de adolescentes y, dentro de éste, durante la fase de eje-
cución de la sanción impuesta. Entonces, una primera conclusión es que, durante esta fase procesal, al
adolescente se le deben respetar todos los derechos y garantías estipulados por la Constitución Política
y por los Tratados Internacionales de Derechos Humanos relativos a esta materia.

Con respecto a todos ellos y a su debida protección, se debe partir de un principio elemental, cual es

74
Adolescentes y Responsabilidad Penal

que a los/as adolescentes sancionados/as no les pueden ser restringidos más derechos que los estipulados
en la sentencia y solo en el grado que ella ha dispuesto. Así, el/la adolescente debe mantener incólumes
todos aquellos derechos individuales, económicos, sociales, políticos y culturales que no hayan sido
legítimamente limitados por la sentencia. 55

En este sentido, el adolescente sancionado mantiene intacto su derecho a la identidad, a la igualdad, a


la educación, a la formación profesional, a expresar su opinión, a la salud, a no ser separado de su fa-
milia y comunidad, a la libertad de tránsito, etc. Debe aclararse que, con respecto a estos dos últimos
derechos, se mantendrán intactos siempre y cuando el adolescente no se encuentre sancionado con una
sanción privativa de libertad.

No obstante, aún en esos casos tales derechos conservan relevancia en la limitación del poder del
Estado y de su discrecionalidad. Lo anterior, puesto que la sanción tampoco implica, por ejemplo,
la restricción absoluta de la libertad, manteniendo un margen que también debe ser respetado por
las autoridades, no pudiendo, en consecuencia, restringir este derecho más allá de lo que establece la
sentencia.

Con ello se limitan, por tanto, las posibilidades de la administración y del/a Juez/a de ejecución en la
imposición de sanciones disciplinarias y medidas cautelares que impliquen una mayor restricción de
ese derecho fundamental, cuando se trata de adolescentes que se encuentran cumpliendo una sanción
privativa de su libertad. En todo caso, sólo sería legítima esa nueva restricción si la misma se encuentra
autorizada por una ley previa (principio de reserva de ley) y se cumple con todos los requisitos y ga-
rantías que ella exige para su aplicación.

En tal sentido, la regla 67 de las Reglas de las Naciones Unidas para los Menores Privados de Libertad,
señala que se encuentran totalmente prohibidas aquellas sanciones disciplinarias que “...constituyan un
trato cruel, inhumano o degradante, incluidos los castigos corporales, el encierro en celda oscura y las penas
de aislamiento o de celda solitaria, así como cualquier otra sanción que pueda poner en peligro la salud física
o mental del menor.” (el marcado no es original)

Así, debe entenderse que hasta el derecho a la libertad de tránsito, en caso de una sanción privativa de
este derecho fundamental, es protegido por el Código, con el objetivo de que este no sea limitado más
allá de lo establecido en la sentencia cuando se trate de una sanción privativa de libertad.

En consecuencia, la protección de éste y todos los derechos que posee el adolescente como persona,
conlleva, de manera recíproca, una serie de deberes para los órganos encargados del cumplimiento
de la sanción, algunos de carácter negativo y otros de carácter positivo. Por ejemplo, con respecto a
los de carácter negativo, sea a los deberes de no hacer, de abstención, se encuentra el, ya mencionado,
deber de no restringir la libertad más allá de lo autorizado, el no infringir castigos administrativos o
disciplinarios contrarios a la dignidad humana de la persona adolescente, el no poner en peligro la in-
tegridad física o vida de los adolescentes sancionados, el no limitar o denegar el contacto permanente
del adolescente con su familia, etc.

55

75
Adolescentes y Responsabilidad Penal

En cuanto a los deberes positivos, mejor conocidos como de prestación, la administración tiene que
desarrollar todas las acciones necesarias para la satisfacción de esos derechos subjetivos, sea que para
satisfacer el derecho a la educación, deberá, por ejemplo, facilitar el acceso del adolescente al sistema
educativo y, en caso de ser necesario, deberá contratar maestros, asegurar espacios adecuados para que
se impartan las clases, facilitar el material didáctico, etc. Con respecto a la formación profesional, crear
talleres adecuados o facilitar el acceso a los ya existentes en otras instituciones. En el caso del derecho
a la salud, asegurar la debida atención médica siempre que sea necesario, sea mediante la contratación
de un equipo médico o mediante la facilitación del acceso a la instituciones de salud ya creadas. Estos
son algunos ejemplos, entre otros, que nos demuestran los deberes de la administración para con el
adolescente sancionado.

En ese sentido, no debe olvidarse que el adolescente antes de ser un adolescente procesado y hasta
condenado penalmente, es, ante todo, una persona, un ser humano y, por sobre ello, un adolescente
con sus derechos fundamentales intactos, con excepción de aquéllos que, según se dijo, se encuentren
legítimamente limitados por vía de una sentencia condenatoria.

76
Adolescentes y Responsabilidad Penal

CASO PRÁCTICO
En sentencia, se impone a Francisco Abreu, como única sanción, una libertad asistida por el plazo de
un año, para lo cual se brinda la debida fundamentación por parte del Juez. Posteriormente, durante la
fase de ejecución y cumplimiento de la sanción, Francisco incumple con la sanción impuesta, pues deja
de acudir a las citas que se le han programado. Este incumplimiento es sometido a conocimiento del
Juez de Control de la Ejecución por parte de las autoridades administrativas, quien decide modificar,
de inmediato y sólo con base en esta comunicación, la sanción impuesta por una privación de libertad
por el plazo de dos años, tal como lo contempla el artículo 339 del Código, aludiendo simplemente al
incumplimiento.
Valore la actuación del Juez de Sentencia y del Juez de Control de la Ejecución
a) ¿Qué opina del procedimiento utilizado por el Juez de Ejecución?
b) ¿Cuál sería el procedimiento correcto a seguir en caso del incumplimiento de una sanción?

77
Adolescentes y Responsabilidad Penal

3.1.1 - Fin educativo de la sanción durante la fase de ejecución


El fin educativo o de resocialización que se otorga a la sanción penal de adolescentes tiene vigencia
no sólo al momento de la imposición de la sanción, sino, como se ha adelantado, a lo largo de todo el
proceso de responsabilidad penal de adolescentes, incluida la fase de ejecución y cumplimiento de la
sanción, siendo una de las líneas que deben orientar la actuación de las autoridades correspondientes.

Desde la doctrina penal de adolescentes, este fin ha sido entendido, básicamente, como prevención
especial positiva, sea resocialización, lo cual se cumple logrando, básicamente, que el adolescente no
vuelva a delinquir. Sin embargo, este contenido que se otorga al principio educativo como fin de la
sanción, no termina de orientar sobre cuáles son las acciones y actividades que deben ser realizadas,
durante la fase de ejecución y cumplimiento, para dar fiel cumplimiento al mismo, lo cual, en todo
caso, parece trascender la esfera judicial y ubicarse en el ámbito administrativo o ejecutivo.

Realmente, esto es algo que las leyes de niñez y adolescencia regulan poco, quedando en manos de los
técnicos y especialistas en otros campos -psicólogos, pedagogos, etc.- idear los programas que serán uti-
lizados para esos efectos, claro está dentro del marco del estricto respeto de los derechos fundamentales
de los adolescentes y bajo el debido control jurisdiccional.

Con esto se quiere decir que ningún programa o medio utilizado que vulnere derechos y/o garantías
fundamentales de los/as adolescentes, por efectivo que sea, puede ser considerado válido, de acuerdo
con el esquema garantista planteado por el Código.

No obstante lo dicho, el Código se preocupó por establecer algunas líneas más precisas, aún cu-
ando siempre generales y entendidas a modo de ejemplo, que deben ser promovidas para lograr el
cumplimiento de este objetivo. En este sentido, se pronuncia el artículo 344 del Código, el cual refiere:
“Para lograr los objetivos de la ejecución de las sanciones penales de la persona adolescente se promoverá:
Satisfacer las necesidades básicas de la persona adolescente sancionada;
a) Posibilitar su desarrollo personal;
b) Reforzar su sentimiento de dignidad y autoestima;
c) Incorporar activamente a la persona adolescente en la elaboración y ejecución de su plan individual de
desarrollo personal;
d) Minimizar los efectos que la sanción pudiera tener en su vida futura;
e) Fomentar, cuando sea posible y conveniente, los vínculos familiares y sociales que contribuyan a su desar-
rollo personal;
f) Promover los contactos abiertos entre la persona sancionada y la comunidad local, en la medida de lo
posible.”

Todas estas acciones, de naturaleza administrativa o ejecutiva, persiguen concretar el cumplimiento del
fin educativo o de resocialización. A éstas conviene agregar, sin ser experto en el tema, algunas ideas
sobre qué implica el término educación para los efectos de la resocialización, puesto que está claro que
aquí no interesa tanto el concepto de educación formal, tomando en cuenta que los sujetos destina-
tarios de tales acciones o actividades educativas son adolescentes con algunas dificultades personales
y sociales asociadas a la comisión de delitos, las cuales deben ser valoradas para dar una respuesta más
adecuada a sus necesidades, sea una respuesta más humana.

78
Adolescentes y Responsabilidad Penal

De acuerdo con Antonio Carlos Gómez Dacosta, en estos casos la educación se dirige a la reconcili-
ación o encuentro del adolescente consigo mismo y con los demás. “El antecedente es la idea de que el
educador (de programas de atención al adolescente infractor) se sitúa al final de una larga serie de omisiones
o transgresiones sufridas por el educando, de modo que sobre su trabajo recaen las fallas de la familia, la
sociedad y el Estado, y la actuación de ese educador es, muchas veces, la última línea de defensa personal y
social de su educando.” 56

Posteriormente, agrega que la única forma de educación eficaz, para estos adolescentes, es aquella que
se ocupa del problema existencial del adolescente, es decir, la que se propone la “...adquisición, por el
propio educando, a través de un abordaje autocomprensivo y orientado a la valoración y fortalecimiento
de los aspectos positivos de su personalidad, concepto de sí mismo, de la autoestima y de la autoconfianza
necesarios para la superación de sus dificultades.” 57

Pero tal vez la recomendación más importante que expresa Gómez Dacosta hacia las personas que se
dedican a trabajar con estos adolescentes es la actitud con que deben enfrentar su trabajo. Para él,
resulta indispensable contar con “...la frescura y la inmediatez de la presencia solidaria, abierta y con-
structiva del educador ante el educando”, agregando que esta presencia constructiva es, precisamente,
la tarea más importante que debe cumplir el educador en estos casos, pues, mediante ella, debe tratar
de comunicar una ética para la convivencia basada en el respeto de todas las personas y, por tanto, de
todos sus derechos. Estas ideas son agrupadas dentro de la teoría denominada por el citado autor como
Pedagogía de la Presencia.

Entre las características de esta presencia del educador en la vida del adolescente se exige lo siguiente:
Que sea realizada con el consentimiento de este/a, por lo que no debe ser intervensionista;
Debe partir, por supuesto, de la reciprocidad y del respeto mutuo;
Debe transmitirse aquellos elementos que le permitan comprenderse y aceptarse, así como comprender
y aceptar a los demás.

Ciertamente, debe coincidirse, con Jaime Couso, que resulta difícil pretender que esta pedagogía de
la presencia cuente con las condiciones necesarias para su efectiva realización durante la ejecución de
una pena o sanción penal, no obstante es posible que ella sirva de modelo de intervención, porque está
claro que cualquier crítica que pueda realizarse al contenido que se le asigna al carácter educativo de la
sanción, “...no quiere decir que no sea posible la presencia constructiva y emancipadora de un educador en
la vida de un adolescente que sufre la imposición de una pena...” 58

56 COUSO (Jaime). Op. Cit. pp. 92.


57 GÓMEZ DACOSTA (Antonio Carlos). En COUSO (Jaime). Op. Cit. Pp. 92.
58 COUSO (Jaime). Op. Cit. Pp. 93.

79
Adolescentes y Responsabilidad Penal

3.1.2 -Judicialización de la Fase de Ejecución: Intervención del Juez


como Garante de los Derechos y Garantías del Adolescente
La protección de los derechos de los/as adolescentes que cumplen una sanción se encuentra garantizada
por el Código y por la Constitución ante cualquier posible vulneración por parte de órganos del Es-
tado o de terceros, para lo cual se crean los mecanismos de garantía necesarios. En el caso de los/as
adolescentes sancionados/as, debe valorarse, al crear y aplicar estos mecanismo, que ellos/as están en
una situación de mayor vulnerabilidad frente a los/as funcionarios/as, particularmente tratándose de
privados/as de libertad.

Entonces, resulta indispensable que, ante esta situación de mayor vulnerabilidad, se otorguen mayores
y mejores mecanismos de garantías para la protección de esos derechos. Lo cual debería conllevar la
creación de importantes espacios de denuncia para todos aquellos abusos que se produzcan durante el
cumplimiento de una sanción. Ello asegurará, en alguna medida, la transparencia del sistema.

Con la comprensión de lo anterior, debe señalarse que uno de los avances más significativos de los últi-
mos años, en tal sentido, ha sido, sin lugar a dudas, la regulación de una mayor intervención de los/as
jueces/zas, de los órganos jurisdiccionales, en esta etapa del proceso.

Intervención que no radica tanto en la implementación de programas para el ejecución de las sanciones
o en el control del cumplimiento o no de las mismas, sino en garantizar el pleno respeto de los dere-
chos y garantías fundamentales de los/as adolescentes, así como asegurar el cumplimiento efectivo de
la sanción impuesta y el respeto de la legalidad. Es decir, el/la Juez/a cumple aquí, como le es natural,
la función esencial de garante.

De la mismo forma, el/la Juez permanece, o al menos debe permanecer, como un tercero imparcial
ante los problemas que se presentan o puedan presentarse entre la administración y los/as adolescentes,
salvándose aquí la vieja, doble, incongruente e incompatible función de conferir a la administración
la posición de juez y parte. Los/as adolescentes, ahora, pueden acudir ante un órgano jurisdiccional
objetivo e imparcial a quien plantear sus problemas y ante quien realizar todas aquéllas gestiones que
tengan relevancia jurídica.

Respecto de estas funciones del/a Juez/a de Ejecución, José Manuel Arroyo, nos refiere: “Estas funciones
son básicamente de vigilancia y control. Así, algunos de los preceptos en esta materia se dirigen a asegurar
que a la persona sancionada le sean respetados sus derechos fundamentales, especialmente para el caso de
la privación de libertad; así como que se ejerza un efectivo control respecto de la naturaleza y condiciones
de la sanción acordada; se procura además la necesaria armonía entre los términos en que fue acordada la
sanción y los objetivos de la ley, así como el efectivo control periódico que debe llevarse para una eventual
modificación o sustitución de la medida acordada; o bien, para el otorgamiento de beneficios, para decretar
el cese de la sanción, etc.” 59

59 ARROLLO GUTIÉRREZ ( José Manuel). La Ejecución de las Sanciones en Justicia Penal Juvenil. En UNICEF. De
la Arbitrariedad a la Justicia: Adolescentes y Responsabilidad Penal en Costa Rica. San José, 2000. pp. 470.

80
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Este es, de alguna forma, el perfil del/a Juez/a de Control de la Ejecución que establece el Código, un/a
Juez/a que garantiza la plena protección de los derechos y garantías fundamentales del/a adolescente
sancionado/a, según se extrae de los artículos 356 y 357 del Código. El primero de ellos, por ejemplo,
refiere que es competencia del Tribunal de Control de la Ejecución de las Sanciones
“...resolver las cuestiones o los incidentes que se susciten durante la ejecución de la pena, para respetar los
derechos y garantías de la persona adolescentes y el cumplimiento de los objetivos fijados por éste Código.”

En consecuencia, la participación jurisdiccional es determinante en esta fase, contrario a lo que sucedía


no hace mucho tiempo, cuando la participación del juez en este momento procesal era prácticamente
inexistente o, al menos, se confundía con la del ejecutor. De hecho, algunos consideraban que la fun-
ción jurisdiccional acababa con el dictado de la sentencia.

Una de las consecuencias de esta falta de control jurisdiccional de la fase de ejecución fue “...la preten-
dida ubicación del juez, olímpicamente, por encima de sus propias decisiones, con falta absoluta de com-
promiso y responsabilidad con respecto a las personas condenadas, particularmente a la pena de prisión. Se
pretende así tomar distancia respecto de las grandes contradicciones de la cárcel y se ignora la necesidad de
ejercer un efectivo control judicial de las sentencias -para no tergiversar su naturaleza y finalidad-, así como
la efectiva vigilancia del respeto de los derechos fundamentales de los prisioneros.”60

Lo anterior, aún cuando esta exigencia de participación activa del Juez no es nueva, se trata de una situ-
ación que, al decir de algunos, venía reclamándose para los adultos, desde la segunda mitad del siglo
XVIII. Dice Mapelli Caferana: “Lo que aconsejó entonces que la actividad judicial trascendiera al fallo
condenatorio firme fue, primero, una preocupación por los excesos punitivos en los que con frecuencia caían
los responsables de las prisiones y, posteriormente, un interés por asegurar que la flexibilidad introducida en
la ejecución de la pena pudiera traducirse en una discriminación arbitraria de unos condenados frente a
otros.”61 Este segundo motivo, será tratado en el siguiente apartado.

Así, debe entenderse que el cambio con respecto a la participación del Juez en esta fase resulta signifi-
cativo y propio de un sistema que, como el que promulga el Código, tiene como norte la fijación de un
sistema garantista y protector de los derechos de los ciudadanos adolescentes. Se trata de un fenómeno
que, en doctrina penal de adultos, ha sido denominado como judicialización de la fase de ejecución o de
cumplimiento de la sanción.

Por último, es preciso indicar que esta judicialización del proceso de cumplimiento o de ejecución y la
función garantista del juez, lleva intrínseca, además y como una consecuencia lógica, el otorgamiento
al adolescente de medios de defensa en contra de una posible ejecución o cumplimiento arbitrario, por
lo que, para hacer efectivo los mismos, resulta indispensable que el adolescente se mantenga asesorado
por un abogado/a defensor/a.

De esta forma, parece conveniente la regulación que, en su artículo 253 realiza el la Código, al señalar
que “Desde el inicio de la investigación y durante todo el proceso, la persona adolescente deberá ser asistida
por defensores y no podrá recibírsele ninguna declaración sin la asistencia de éstos.” (el resaltado no cor-
responde con el original)
60 ARROYO GUTIÉRREZ (José Manuel). La Ejecución Penal. En GONZÁLEZ ALVAREZ (Daniel) y otros. Reflex-
iones sobre el Nuevo Proceso Penal. Asociación de Ciencias Penales, San José, 1997. pp. 742.
61 MAPELLLI CAFERANA (Borja). La Judicialización Penitenciaria, un Proceso Inconcluso. En Revista de la Asoci-
ación de Ciencia Penales, año 11, no. 16, mayo 1999. pp. 33.

81
Adolescentes y Responsabilidad Penal

En el sentido expuesto, se pronuncia Alberto Binder: “Judicializar el proceso de ejecución no consiste


únicamente en generar mecanismos procesales para el control de la pena sino también permitir que el con-
denado pueda defenderse, no ya de la imputación sino de una ejecución descarriada de la pena. Para ello
se debe permitir que el condenado continúe contando con asistencia técnica, de modo que pueda hacer valer
sus derechos y el conjunto de garantías que limitan la actividad penitenciaria.”62

62 BINDER (Alberto). En ARROYO GUTIÉRREZ (José Manuel). Op. Cit. pp. 743.

82
Adolescentes y Responsabilidad Penal

CASO PRÁCTICO
Vilma Reyes es una adolescente que ha sido condenada a cumplir la sanción de prestación de servicios
a la comunidad, por el plazo de seis meses, y, en caso de incumplimiento de ésta, se ha previsto la san-
ción de ocho meses de privación de libertad. Vilma incumple la sanción de prestación de servicios a la
comunidad el Juez de Control de la Ejecución decide, respetando el debido proceso, variar la sanción
por la privación de libertad dispuesta en sentencia, según lo dispone el último párrafo del artículo 339
del Código.

Ante esta situación y después de alegarlo en el proceso respectivo, el defensor de Vilma alega la incon-
stitucionalidad del artículo 339 del Código, en lo que respecta a su último párrafo, pues aduce que no
es posible sancionar el incumplimiento de la sanción no privativa de libertad con la imposición de una
sanción más grave que la incumplida, sea de privación de libertad. Refiere que tal regulación vulnera
el principio de proporcionalidad protegido por la Constitución.

a) ¿Cómo considera que debería resolverse la acción presentada?.


b) ¿Cuáles sería los fundamentos de su decisión?
c) ¿Qué recomendaciones daría sobre la forma en que deben ser dispuestas esas sanciones en sentencia,
sea la no privativa de libertad y la privativa de libertad?.

83
Adolescentes y Responsabilidad Penal

3.2 - Flexibilidad y la Post-determinación de la Sanción (en fase de


ejecución)
Según se ha dicho en el apartado anterior, es función del/a Juez/a de Control de la Ejecución, además
de ser garante de los derechos y garantías fundamentales del adolescente sancionado, el “Controlar que
la ejecución de toda sanción sea de conformidad con la sentencia definitiva que la impuso, garantizado el
debido proceso...”63 Esto es, que el adolescente cumpla, cuantitativa y cualitativamente, con la sanción
que le ha sido impuesta. Situación que, de alguna forma, fortalece la credibilidad del sistema penal y
asegura los principios de seguridad jurídica e igualdad durante la fase de ejecución y cumplimiento de
la sanción impuesta.

El/La Juez/a, según esta regla, debe controlar que cuando en sentencia, por ejemplo, se impone una
sanción de prestación de servicios sociales a la comunidad por un plazo de seis meses, en fase de eje-
cución se cumpla, cabalmente, con esa sanción y por ese lapso de tiempo.

No obstante, esta regla tiene su excepción dentro del articulado del Código, el cual basado en teorías
de flexibilidad de la sanción ha establecido la posibilidad de que, atendiendo a determinados requisi-
tos, la sanción se considere cumplida de forma anticipada o sea modificada, en beneficio de la persona
condenada, durante su cumplimiento.
Al respecto, el Código señala, también dentro del artículo que establece las funciones del/a Juez/a de
Control de la Ejecución, que éste debe : “d). Revisar las sanciones a solicitud de parte, o de oficio, por lo
menos una vez cada seis meses, para cesarlas, modificarlas o sustituirlas por otras menos graves, cuando no
cumplan con los objetivos para los que fueron impuestas o por ser contrarias al proceso de inserción social de
la persona adolescente.” 64

Asignar esta competencia al/a Juez/a, parece una decisión correcta del legislador, por cuanto debe en-
tenderse que las sentencias o resoluciones jurisdiccionales sólo pueden ser modificadas por el mismo u
otro órgano jurisdiccional, puesto que aceptar lo contrario, podría conllevar el quiebre del principio de
división de funciones del Estado. Aunque, debe reconocerse que, en casos realmente excepcionales y
claramente autorizados por la ley, el Poder Ejecutivo puede realizar esta modificación. 65

Estas facultades concedidas al juez, se encuentran dentro de lo que se conoce como post-determinación
de la sanción, es decir, la determinación de la sanción en fase de cumplimiento o de ejecución. Lo
cual, según se dijo, es producto de la flexibilidad que se presenta con respecto a la determinación de la
sanción durante esta fase procesal.

No obstante, debe confirmarse que dicha flexibilidad o post-determinación de la sanción sólo puede
darse en un sentido, sea que la misma se modifique por una más favorable o se considere terminada de
manera anticipada. No se contempla, en consecuencia, la posibilidad de que esta sanción se modifique
por una más grave no determinada en sentencia o se extienda la duración de la misma más allá del
tiempo fijado por ella. Se excluye esta segunda posibilidad por ser contraria, básicamente, a todos los
principios propios de un sistema garantista.
63 Artículo 357 inciso a) del Código.
64 Artículo 357 incisos d) del Código.
65 El ejemplo clásico de esta excepción lo constituye el indulto, el cual es otorgado, generalmente, por el Poder Ejecutivo,
pero sólo en aquéllos casos en que se cumpla con los requisitos establecidos por la ley.

84
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Por el contrario, debe mencionarse, en favor de la primera de las posibilidades mencionadas, que con
ella se asegura el respeto del fin educativo o pedagógico de la sanción penal para adolescentes, puesto
que no tendría sentido mantener a un adolescente sancionado cuando ya ha mostrado un significativo
cambio de conducta y, básicamente, existe una expectativa positiva respecto de su inserción en la so-
ciedad.

Al respecto, Luigi Ferrajoli nos advierte : “La injusticia que advertimos en el hecho de que un hombre
continúe sufriendo una pena después de que, por el largo tiempo transcurrido, se ha convertido en una per-
sona completamente distinta de la condenada es un efecto perverso de la excesiva duración de las penas.” 66

En conclusión y de acuerdo con lo señalado, debe quedar claro que esta facultad jurisdiccional de
modificación de la sanción en fase de ejecución, está dada en favor del adolescente, no en su contra, por
lo que siempre debe representar una situación menos gravosa, esto es, menos restrictiva de derechos o
menos extensa que la fijada en la sentencia.

Precisamente, para esta post-determinación de la sanción, tal y como lo fija el Código, el/la Juez/a
debe contar con el apoyo de un equipo interdisciplinario que lo asesore técnicamente en la toma de esa
decisión, equipo que debería estar compuesto, entre otros profesionales, por psicólogos, trabajadores
sociales y pedagogos. Sobra decir que, para el/la Juez/a de Control de la Ejecución, el informe que
brindan estos profesionales es de suma importancia, pero, de ninguna manera, es vinculante.

3.3 - Órganos Encargados de la Ejecución o Cumplimiento de la


Sanción y El Sistema de Protección Integral
Aparte de la participación jurisdiccional, contralora de derechos y garantías, así como del fiel
cumplimiento de la sanción impuesta y con facultades de modificar ésta en favor del adolescente, ex-
isten otros actores dentro del sistema de cumplimiento de las sanciones penales para adolescentes que
parece importante mencionar. Lo anterior, puesto que, en gran medida, en el papel que ellos desarrol-
len se encuentra el éxito de un sistema.

Entre ellos, según la ley, se encuentra la Dirección Nacional de Atención Integral de la Persona Ado-
lescente en Conflicto con la Ley Penal, el cual es el encargado de facilitar la ejecución de la sanción
impuesta y de controlar el cumplimiento de la misma. En este sentido, el artículo 359 del Código, en
su primer párrafo, indica : “La Procuraduría General de la República creará la Dirección de Atención
Integral de la Persona Adolescente en Conflicto con la ley penal. Esta dirección será la dependencia de la
Procuraduría General de la República encargada de coordinar con el Consejo Nacional para la Niñez y la
Adolescencia todos los programas y acciones relativas a la ejecución de las sanciones penales impuestas a las
personas adolescentes.”

Es decir, es esta Dirección el órgano ejecutivo encargado del cumplimiento o ejecución de las sancio-
nes. Es ésta la que debe organizar los programas para cumplir las sanciones socioeducativas, la que
debe brindar atención terapéutica y orientación psicosocial a los y las adolescentes sancionadas, la que
66 FERRAJOLI (Luigi). Op. Cit. pp. 407.

85
Adolescentes y Responsabilidad Penal

debe velar porque las otras Instituciones inmersas en el Sistema de Protección de Derechos participen
de la resocialización de adolescentes sancionados/as y, cumplan así, con sus deberes legales. Por último,
es también la que debe organizar y administrar los centros de cumplimiento de las sanciones privativas
de libertad, entre otras muchas funciones que le pueden ser asignadas.

No obstante, no debe entenderse a la Dirección como la única obligada, sino, además y por el prin-
cipio de protección integral, contar con todas aquellas otras instituciones del Estado que desarrollan
alguna función, cualquiera que esta sea, cuyo destinatario/a pueda ser un adolescente. Se involucra
aquí, en consecuencia y a título de ejemplo, a las instituciones públicas encargadas de brindar servicios
médicos o de salud, a aquéllas que tienen bajo su responsabilidad la educación, a las que deben brindar
formación profesional, etc.
Lo anterior, porque no parece procedente hacer distinción donde no corresponde, sea entre una o
un adolescente sancionado/a de quien no lo está, siempre y cuando la sanción no implique establecer
alguna diferencia. Por el contrario, el Código considera de especial relevancia para lograr el objetivo
de la resocialización que el adolescente no sea extraído de su comunidad, lo que significa, por ende,
que él debe tener la posibilidad de acudir a todas aquellas Instituciones que tienen algún tipo de oblig-
ación para con él o ella, independientemente de su condición de sancionado. En conclusión, no deben
crearse programas paralelos para adolescentes sancionados/as y para adolescentes no sancionados/as
penalmente.

Así, no tiene sentido alguno que a un adolescente al que se sanciona con una orden de orientación y
supervisión de matricularse y asistir a un centro educativo formal tenga que acudir a una escuela espe-
cial para sancionados (art. 327 inciso b.3. y 372 del Código), puesto que eso alejaría al adolescente de
su comunidad y, por ende, del cumplimiento de los fines de resocialización. Además, existe dentro del
espectro institucional dominicano una institución encargada de esa función, la que debe ser desarrol-
lada sin realizar discriminación alguna con respecto a la situación en que se encuentra el adolescente.

Lo que varía –o debe variar- con respecto a estos/as adolescentes, entonces, no es la Institución a la que
acuden o su marginación de los programas comunes, sino el control que debe hacerse del cumplimien-
to de la sanción impuesta, así como el carácter imperativo de ésta. Es decir, es su obligación, no su
facultad, matricularse y acudir a un determinado centro educativo, bajo el riesgo de que si incumple
con esta sanción podría recibir consecuencias más severas, hasta llegar a una posible privación de lib-
ertad. 67

Por tanto, teniendo presente la necesaria participación de la mayor cantidad y diversidad posible de
Instituciones en el cumplimiento de las sanciones impuestas, debe llegarse a la conclusión de que todo
el sistema de protección integral, compuesto por la totalidad de dichas Instituciones, juega un papel
fundamental en esta etapa del proceso de responsabilidad. Aún cuando se reconozca que la Dirección
es la principal responsable de establecer todas las coordinaciones necesarias para que este sistema de
protección integral funcione eficientemente.

67 En este sentido, el artículo 339 en su párrafo final indica : “Igualmente, la persona adolescente será enviada a un
centro especializado de privación de libertad cuando incumpla, injustificadamente, las sanciones socioeducativa o órdenes
de orientación o supervisión que le hayan sido impuestas en la forma en que dispone los artículos 339 y siguientes de este
Código.”

86
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Así lo entiende el mismo Código, cuando establece, en su artículo 361, que “Las autoridades de eje-
cución y cumplimiento de las sanciones penales de la persona adolescente deberán orientarse y armonizarse
con la política general en materia de protección integral a nivel nacional, desarrollada por el Consejo Na-
cional para la Niñez y la Adolescencia y, en general, del Sistema de Protección de los Derechos de los Niños,
Niñas y Adolescente.” En todo caso, debe entenderse que aquella Institución que se niegue a brindar su
colaboración en este proceso de resocialización, teniendo obligación de hacerlo, podrá ser conminada
por Tribunal de Control de la Ejecución a hacerlo. 68

Igualmente, se ha establecido en el articulado del Código una norma que parece de trascendental im-
portancia mencionar, la cual establece, esencialmente, la idea de no responsabilizar al adolescente por el
supuesto incumplimiento de una sanción, cuando ha sido el Estado el que no ha cumplido con su deber
de organización de los programas para el seguimiento, supervisión y atención integral de las personas
adolescentes en conflicto con la ley penal.69 En estos casos, por ende, no podrá imponerse al adoles-
cente la consecuencia prevista en el artículo 339, párrafo final, del Código para el incumplimiento de
una sanción no privativa de libertad.

Lo anterior, resulta de enorme relevancia, puesto que si es el Estado, en representación de los intereses
sociales, el principal interesado en sancionar a un/a determinado/a adolescente, es el obligado a implan-
tar y desarrollar los programas correspondientes a las sanciones que pueden ser impuestas y a facilitar
su cumplimiento. Por lo que no deben confundirse sus obligaciones con las de los adolescentes, ni,
mucho menos, responsabilizar a éstos de la inexistencia de programas que les permitan cumplir tales
sanciones. No está de más señalar, que en esos casos el incumplimiento de la sanción se encontraría
justificada por el incumplimiento del Estado.

Por otro lado, debe indicarse que no sólo el Estado tiene obligación para con los/as adolescentes san-
cionados/as ; también la sociedad civil, la comunidad, tiene su grado de responsabilidad y sus deberes
para con ellos/as. Es en el seno de ésta que los niños y adolescentes se educan y se desarrollan, es dentro
de ella donde se inculcan los valores, es ahí donde aprenden la líneas esenciales de la convivencia, sean
buena o no, es también ahí donde viven y, probablemente, vivirán toda su vida.

Con ello se quiere decir que la comunidad en la que viven los/as adolescentes, que afrontan un proceso
penal o que se encuentran sancionados/as penalmente, es, por comisión u omisión, también fuente
generadora de esos problemas que ella quiere reprimir de forma cada vez más severa. Es en su seno
donde se genera la personalidad de adolescentes que no respetan los valores que pretenden ser protegi-
dos mediante la imposición de una sanción penal.

68 En este sentido el artículo 329 del Código refiere que: “El Juez está facultado para conminar a que la comunidad y las
instituciones públicas y privadas brinden apoyo y acompañamiento a adolescente en el cumplimiento de las sanciones que
pos su naturaleza les involucren. Las autoridades que no cumplan las órdenes del juez de ejecución podrán ser declaradas
en desacato, con las consecuentes sanciones administrativas y penales”
69 Este artículo de singular importancia para el transparente funcionamiento del sistema de responsabilidad de los adoles-
cente, es el 342 del Código : “No podrá atribuírsele el incumplimiento de las sanciones socio-educativas o las órdenes de
orientación y supervisión por parte de la persona adolescente, cuando sea el Estado quien haya incumplido en la creación y
organización de los programas para el seguimiento, supervisión y atención de las personas en conflicto con la ley penal.”

87
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Esto es lo que, según ya se refirió, Zaffaroni denomina como co-culpabilidad de la sociedad70 , la que
además de ser utilizada como un elemento importante a la hora de determinar la sanción a imponer,
debe ser tomada también como justificación suficiente para involucrar a toda la sociedad en la solución
de los problemas que ella misma genera.

Es decir, la participación comunitaria dentro del proceso de cumplimiento de una sanción penal para
adolescente es fundamental, indispensable, es la única forma, debe indicarse, en que pueden ser logra-
dos los objetivos señalados por el Código para estas sanciones, es la única forma de realmente inser-
tarlos en su comunidad. De esta manera, involucrar a la mayor cantidad de grupos organizados y de
personas de una comunidad en este proceso asegurará el éxito en el cumplimiento de los mismos

Sobre este aspecto, debe agregarse, a manera de conclusión del apartado, que entre más reiterados o
graves sean los delitos que comete un o una adolescente, más grande es la solicitud de apoyo o ayuda
que él está pidiendo de nuestra sociedad, que, por el contrario, cada vez da más muestra de su deseo de
separarlos, de segregarlos, preferiblemente a perpetuidad.

3.3.1 - Otros Órganos que Intervienen Durante la Ejecución


Además de la Dirección Nacional de Atención Integral de la Persona Adolescente en Conflicto con la
Ley Penal, así como de las Instituciones que, en general, forman parte del Sistema de Protección de
los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes y de la comunidad, también participan del cumpli-
mento de la sanción las siguientes Instituciones, órganos o instancias, de acuerdo con el artículo 355
del Código:

• El Tribunal de Control de la Ejecución de las Sanciones, el cual, según el artículo 356, es el encar-
gado “...de controlar las sanciones impuesta a las personas adolescentes en conflicto con la ley penal. Tendrá
competencia para resolver las cuestiones o los incidentes que se susciten durante la ejecución de la pena, para
respetar los derechos y garantías de la persona adolescente y el cumplimiento de los objetivos fijados por este
Código.” De igual forma, en el artículo 357 se amplían sus atribuciones.

• La Corte de Apelación de Niños, Niñas y Adolescentes, órgano jurisdiccional encargado de resolver,


en segunda instancia, los recursos interpuestos contra las resoluciones dictadas por el Juez de Control
de la Ejecución –art. 358 del Código-.

• El Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI), cuya conformación y funciones se


encuentran reguladas a partir del artículo 417 del Código.

70 ZAFFARONI (Eugenio Raúl). Op. Cit. pp. 553. Al respecto señala : “Todo sujeto actúa en una circunstancia dada
y con un ámbito de autodeterminación también dado. En su personalidad misma hay una contribución en ese ámbito de
autodeterminación puesto que la sociedad -por mejor organizada que fuere- nunca tiene la posibilidad de brindar a todos
los hombres las mismas oportunidades. En consecuencia, hay sujetos que tienen un menor ámbito de autodeterminación
condicionada de esta forma por causas sociales.”

88
Adolescentes y Responsabilidad Penal

• La Oficina Nacional de la Defensa Judicial de la Corte Suprema de Justicia, la cual, para los efectos
aquí requeridos, tiene por principal responsabilidad representar, asesorar y defender gratuitamente
los intereses de la personas adolescente que enfrenta un proceso penal, según lo establecido por los
artículos 253, 254 y 255 del Código. De esta forma, se asegura la debida protección del derecho a la
defensa técnica durante la fase de ejecución, un derecho que expresamente se contempla en el artículo
349, inciso i) del Código.

• Los y las directoras de los centros de privación de libertad;

• La unidad coordinadora de las sanciones alternativas.

Debe agregarse, además, la participación que el Ministerio Público debe tener en esta etapa del pro-
ceso, puesto que así lo contempla el mismo Código cuando enumera sus funciones. Efectivamente, el
artículo 258, inciso g), asigna al Ministerio Público la siguiente función: “g) Solicitar, cuando procesa,
la cesación, modificación o sustitución de las medidas cautelares dispuestas o de las sanciones penales de la
personas adolescente durante la etapa de ejecución y cumplimiento.”

Aspectos procesales relacionados con la Ejecución de las Sanciones


Entendidos de la importancia de la intervención jurisdiccional durante la fase de ejecución, conviene
precisar aún más los puntos en los que el/a Juez/a debe intervenir y cómo debe hacerlo, sea de oficio o a
solicitud de parte, así como la forma en que debe realizarse esta gestión por el/a interesado/a. Se trata
de aspectos eminentemente procesales.

Para tales efectos, debe aprovecharse el desarrollo que, en ese sentido, realiza la resolución No. 1618-
2004 de la Corte Suprema de Justicia, la cual, precisamente tuvo por objetivo “Establecer el proced-
imiento que se debe seguir ante los Tribunales de Control de la Ejecución de las Sanciones”, fijando
una serie de reglas en ese sentido.

En dicha resolución se exaltan dos tipos de gestiones que pueden ser planteadas ante el Juez de Control
de la Ejecución, para cada cual se identifican quienes están legitimados para interponerlas:

“a) Queja y denuncia a la vulneración de derechos: la persona adolescente sancionada, sus padres o
responsables, su abogado defensor, el ministerio público y cualquier persona o asociación de personas
vinculadas a los intereses del adolescentes.
b) Revisión de la sanción: la persona adolescente, sus padres o responsables, su abogado defensor, el
ministerio público y el equipo multidisciplinario encargado de la ejecución.”

La queja se constituye, por un lado, en un mecanismo para la protección de derechos y para la reivindi-
cación de cualquier situación injusta en que se encuentren los/as adolescentes sancionados/as. Se trata,
como bien lo define la resolución citada, de una especie de denuncia, sea de una forma de comunicar
al órgano jurisdiccional estas situaciones.

Esta gestión tiene su fundamento en el artículo 255 del Código, el cual establece las funciones de la

89
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Defensa Técnica, propiamente en sus inciso d) y f). El primero de los cuales establece que es función
del/a defensor/a “Denunciar, ante las autoridades competentes, cualquier abuso o violación de derechos
que se cometa contra la persona adolescente que representa e iniciar las acciones que corresponda.”
En sentido similar, pero como función del Ministerio Público, se cita el inciso k) del artículo 258 del
Código.

En sentido similar, pero orientado, de forma más precisa, al tema de las quejas durante la fase de
ejecución o cumplimiento de la sanción, el inciso f) del citado artículo 255 refiere: “Solicitar al juez,
durante la etapa de ejecución de la sanción, los correctivos a que haya lugar cuando indebidamente se
restrinjan los derechos de la persona adolescente sancionada más allá de lo previsto en la sentencia.”

Pero, quizás, el que alude más exactamente a este tipo de gestión es el artículo 357, el cual, al enumerar
las funciones del Juez de Control de la Ejecución, expresa, en su inciso g), que debe “Atender todas
las solicitudes que hagan las personas adolescentes sancionadas; dar curso a sus quejas cuando así lo
amerite la situación y resolver lo que corresponda.”

Consecuencia, principalmente, de este último artículo e inciso citados, pero con el respaldo de los otros
artículos mencionados, debe concluirse que una de las principales funciones del Juez de Control de la
Ejecución es, precisamente, resolver las quejas que le sean presentadas.

Un aspecto procedimental importante, es que la resolución 1618-2004 elimina cualquier tipo de for-
malidad en la presentación de la queja, de forma que se facilita el acceso a la justicia de los/a adolescen-
tes que se encuentran cumpliendo una sanción. Al respecto, se refiere que la queja puede ser interpu-
esta de forma escrita o verbal y sin ninguna formalidad específica.
De igual forma, la resolución promueve un trámite expedito, ordenando al Juez de Control de la
Ejecución de las Sanciones que fije una audiencia y ordene las medidas de instrucción dentro de las
cuarenta y ocho horas siguientes a la recepción de la misma, debiendo, así mismo, fijar una vista oral
dentro de los diez días después de conocida la queja y emitir su fallo en un plazo máximo de tres días
después de cerrada la vista.

Por otro lado, con respecto a la revisión de las sanciones, la resolución en cuestión se fundamenta, bási-
camente, en el artículo 357 inciso d) del Código, el cual enumera como función del Juez de Control
“Revisar las sanciones a solicitud de parte, o de oficio, por lo menos una vez cada seis meses, para cesarlas,
modificarlas o sustituirlas por otras menos graves, cuando no cumplan con los objetivos para los que fueron
impuestas o por ser contrarias al proceso de inserción social de la persona adolescente.”

En el mismo sentido, se citan los artículo 258, inciso g), 341 y 359, inciso m) del Código. El primero
como función del Ministerio Público, el segundo como obligación jurisdiccional de revisión de la san-
ción al cumplirse la mitad de la sanción privativa de libertad impuesta y el último como función de la
Dirección Nacional de Atención Integral.

Un aspecto a resaltar con respecto a lo regulado por la resolución referida, es la fijación del deber del
Tribunal de Control de la Ejecución de revisar al menos cada seis meses las sanciones no privativas de
libertad impuestas, un plazo más corto y, por tanto, más garantista que el fijado por el Código para la
sanción privativa de libertad.

90
Adolescentes y Responsabilidad Penal

En el nivel meramente procesal, la resolución prevé que solicitada la revisión por cualquier legitimado
para hacerlo o cuando el Juez lo realice de oficio, deberá otorgarse audiencia a la defensa técnica y al
ministerio público, para que, dentro de cinco días, gestionen por escrito las medidas de instrucción que
consideren pertinentes y correspondientes a su rol dentro del proceso.

Vencidos esos cinco días, el Juez resolverá sobre las gestiones planteadas por el ministerio público y/o
la defensa técnica, o bien ordenará de oficio la medida de instrucción que considere necesaria para la
decisión. Dentro de los diez días siguientes fijará una audiencia a la cual se convocará al solicitante,
a la persona adolescente sancionada, sus padres o responsables, al ministerio público y a la defensa
técnica. Inmediatamente después de esta audiencia el Juez emitirá su fallo, debiendo fundamentarlo
integralmente dentro de los tres días siguientes.

Otros Aspectos Relacionados con la Ejecución de las


Sanciones en Materia Penal de Adolescentes
Para finalizar esta sección correspondiente a las sanciones, que ha incluido tanto la imposición o deter-
minación como la ejecución y cumplimiento de éstas, se hará una breve referencia a dos aspectos que,
aún cuando diferentes entre sí, se encuentran directamente relacionados con la ejecución: el plan de
ejecución y la prescripción de la sanción.

Respecto del plan individual de ejecución, debe indicarse que éste constituye un mecanismo para que
el órgano encargado de la ejecución, en este caso la Dirección, fije expresamente y en coordinación
con el/la adolescente sancionado/a y su abogado/a defensor/a, las acciones mediante las cuáles dará
cumplimiento a la sanción impuesta en sentencia, tratando de atender a las especiales condiciones del/a
respectivo/a adolescente.

De hecho, el artículo 351 del Código, refiere que este plan debe comprender las cualidades personales
y familiares del/a adolescente, de forma que, atendiendo a ellas y a lo estipulado en la sentencia, se con-
creten las obligaciones que deben ser cumplidas y se establezcan los objetivos o metas para la ejecución
de la sanción. Debe enfatizarse que, en la definición de este plan, los órganos administrativos deben
ajustarse a lo establecido en la sentencia, por lo que no pueden contemplarse en él más condiciones y
obligaciones que las establecidas por la resolución jurisdiccional, pues ésta constituye su límite.

De la misma forma, este plan, al definir una ruta a seguir por parte de las autoridades administrativas,
permite al/la Juez/a de Ejecución realizar un control y seguimiento más efectivo sobre las acciones que
se desarrollarán para dar cumplimiento a la sanción. De alguna manera, con esta idea coincide José
Manuel Arroyo, quien afirma que “Es evidente que este plan pretende que se ejerza un estricto control
sobre la naturaleza de la sanción impuesta y los fines que deben perseguirse con ella, todo de acuerdo con las
características particulares del sentenciado.” 71

Así, el órgano jurisdiccional cuenta con una herramienta que le permitirá ir confrontando, durante la
ejecución de la sanción, lo que fue planificado al inicio con lo efectivamente cumplido por parte de la
71 ARROYO GUTIÉRREZ (José Manuel). Op. Ct. 469.

91
Adolescentes y Responsabilidad Penal

administración, conocimiento este último que el/la Juez/a adquiere con los informes trimestrales que,
de conformidad con el artículo 353 del Código, deben ser presentados por la Dirección.

En cuanto al tema de la prescripción, debe recurrirse a lo establecido por el artículo 241 del Código, el
cual refiere que “Las sanciones ordenadas en forma definitiva prescribirán en un término igual al ordenado
para cumplirlas. Este plazo empezará a contarse desde la fecha en que se pronuncie la sentencia de última
instancia de que se trate, o desde aquella en que se compruebe que comenzó el incumplimiento de la sanción,
debiendo rebajar el plazo que haya cumplido”.

Este plazo de prescripción establecido por el Código, así como la fórmula que se utiliza para realizar
su conteo, son, en principio, bastante simples, sin embargo, quizás debido a ello, dejan una serie de
vacíos que parecen difíciles de salvar sin una reforma legal. En primer lugar, el plazo de prescripción
es equivalente al de la sanción impuesta y se cuenta a partir de la firmeza de la sentencia, con lo cual
cualquier atraso mínimo de la administración en el inicio de la sanción, implica la reducción de la
duración de la misma.

Un ejemplo puede ayudar a explicar mejor el punto. Un/a adolescente es sancionada a cumplir una
sanción de libertad asistida por el plazo de seis meses, firme la sentencia acude a la Dirección para que
se le precise dónde y cómo cumplirá la sanción impuesta, mientras esto sucede, el plazo de prescrip-
ción, que también es de seis meses, empieza a correr, con lo que una vez realizadas las correspondientes
coordinaciones y definidos estos aspectos, ya el tiempo por descontar no será de seis meses sino, en el
mejor de los casos, de cinco.

En consecuencia, entre más se dure en la coordinación para el inicio del cumplimiento de la sanción
menos será el tiempo que el/la adolescente deberá efectivamente cumplir, pues, antes de abarcar la
totalidad del tiempo de duración de la sanción, ésta habrá prescrito.

Otro problema, es el que surge cuando el/la adolescente evade el cumplimiento de la sanción impuesta.
Al respecto, el artículo en cuestión refiere que una vez se compruebe el incumplimiento seguirá cor-
riendo el plazo, pues expresa que se rebajará el tiempo que haya cumplido.

Así, utilizando el mismo ejemplo, cuando hayan transcurrido seis meses de haberse comprobado el
incumplimiento del/a adolescente respectivo/a, la sanción prescribirá y se extinguirá, por lo que no
deberá cumplirla, ni podrá decidirse, en consecuencia, su privación de libertad, de acuerdo con lo con-
templado por el artículo 339, párrafo final, del Código.

Una última observación está relacionada con la posibilidad de que el/la adolescente se encuentre cum-
pliendo una sanción privativa de libertad, o bien que en el transcurso de la ejecución se le imponga
una sanción de esta naturaleza, lo cual evitaría que pueda cumplir con una sanción que, como la lib-
ertad asistida, requiere que él o ella se encuentren en libertad. No obstante, el plazo de la prescripción
seguirá corriendo hasta llegar a su máximo, sin que pueda hacerse ejecutar esta última sanción impu-
esta al/la adolescente.

92
Adolescentes y Responsabilidad Penal

Realmente, el artículo crea un escenario bastante complejo y difícil de resolver, pero que puede generar
impunidad, algo que siempre resulta peligroso para la sostenibilidad de un sistema penal, particular-
mente cuando este es denominado como garantista, pues tiende a responsabilizarse a las garantías de
un defecto que ninguna relación tiene con la adecuada y necesaria protección de éstas.

93
Adolescentes y Responsabilidad Penal

CASO PRÁCTICO
A Mario Vargas, adolescente de 16 años de edad, se le impone la sanción de privación de libertad por
una año, consecuencia de la comisión del delito de lesiones físicas permanentes. Habiendo descontado
ya diez meses de esta sanción, el equipo técnico del Centro de Internamiento Especializado solicita al
Juez, con el respaldo del Ministerio Público, que, visto el buen comportamiento de Mario, se modi-
fique la sanción por una prestación de servicios a la comunidad por el plazo de un año, contado a partir
del momento en que empiece a cumplir, efectivamente, la misma.

a) ¿Cómo resolvería la solicitud planteada?

b) ¿Cuáles serán los fundamentos de su decisión?

94
Adolescentes y Responsabilidad Penal

CONCLUSIONES
Este ha pretendido ser sólo un fugaz relato de algunas situaciones o aspectos que se consideraron de
relevancia abordar con respecto al tema de las sanciones penales para adolescentes. Quedan, sin lugar
a dudas, muchos otros problemas que aquí no se han mencionado y que, probablemente, saldrán a la
luz con el transcurrir de la implementación del Código.

Es ahí, donde se demostrará el temple, la vocación y el conocimiento de todos/as aquellos/as que


trabajan o trabajarán en el sistema de responsabilidad penal de adolescentes, porque, seguramente, el
camino estará lleno de obstáculos y frustraciones. La responsabilidad, sin lugar a dudas, es grande,
porque por cada uno de esos funcionarios que decaiga, se desmotive o se deje llevar por los vicios de un
sistema que está cargado de ellos, todos perderemos un poco y los adolescente perderán mucho.

Así, amparados en el marco garantista que promueve el Código mucho tiene que cambiar, no más
privaciones ilegítimas de libertad fundamentadas en la pobreza o en la carencia de necesidades básicas,
no más sanciones impuestas por encima de la legalidad, la culpabilidad y la proporcionalidad, no más
falaces y eufemísticos intereses superiores, no más protección con castigo, no más cosificación de ado-
lescentes, no más fragmentación social ni discrimanción de adolescentes sancionados. En general, no
más arbitrariedad, discrecionalidad y autoritarismo.

No obstante, debe reconocerse que estos son, simplemente, algunos objetivos que pretenden ser al-
canzados por el Código, y éste es sólo eso, nada más. Efectivamente, es el Código el que establece los
derechos y garantías de los adolescentes, el que limita la potestad punitiva y la discrecionalidad, el que
asegura el respeto del adolescente como persona y promueve la participación interinstitucional y comu-
nitaria en el cumplimiento de las sanciones penales para adolescente, pero no depende de él su eficaz
implementación, para ello se requiere de muchas mentes abiertas y con mucha voluntad de cambio, tal
es el desafío planteado por el legislador en el Código.

Alguien ha dicho que siempre es preferible una mala ley con buenos aplicadores que una buena ley con
malos aplicadores, no obstante, parece irrefutable, para concluir, que la mejor opción es una buena ley,
como el Código, con buenos jueces, buenos defensores, buenos fiscales, buenos funcionarios encarga-
dos del cumplimiento, buenos trabajadores sociales, buenos psicólogos, etc.

95
Adolescentes y Responsabilidad Penal

BIBLIOGRAFÍA
ARROYO GUTIÉRREZ (José Manuel). La Ejecución Penal. En GONZÁLEZ ALVAREZ (Daniel)
y otros. Reflexiones sobre el Nuevo Proceso Penal. Asociación de Ciencias Penales, San José, 1997.

ARROYO GUTIÉRREZ (José Manuel). Ejecución de Sanciones en Justicia Penal Juvenil. En UNI-
CEF. De la Arbitrariedad a la Justicia : Adolescentes y Responsabilidad Penal en Costa Rica. San
José. 2000.

BECCARIA (Cesare). De los delitos y de las penas. Temis, cuarta edición, Santa Fe de Bogotá,
1998.

BOBBIO (Norberto). Teoría General del Derecho. Temis, Santa Fe de Bogotá, 1997.

CABANELLAS DE TORRES (Guillermo). Diccionario Jurídico Elemental. Decimo tercera edición,


editorial Heliasta, Buenos Aires, 1998.

CILLERO BRUÑOL (Miguel). El Interés Superior del Niño en el Marco de la Convención Inter-
nacional sobre los Derechos del Niño. En GARCÍA MÉNDEZ (Emilio) y otros. Infancia, Ley y
Democracia. Temis-Depalma, Santa Fe de Bogotá – Buenos Aires, 1998.

COUSO (Jaime). Problemas Teóricos y Prácticos del Principio de Separación de Medidas y Pro-
gramas, entre la vía penal-juvenil y la vía de protección especial de derechos. En Justicia y Derechos
del Niño. No. 1, noviembre 1999, Santiago.

FERRAJOLI (Luigi). Derecho y Razón. Editorial Trotta, Madrid, 1995.

GOMEZ DA COSTA (Antorio Carlos) Pedagogía y Justicia. En GARCÍA MÉNDEZ (Emilio).


Infancia, Ley y Democracia. Temis-Depalma, Santa Fé de Bogotá - Buenos Aires, 1998.

JESCHECK (Hans-Heinrich). Tratado de Derecho Penal., vol. 2, Bosch Casa Editorial S .A. Barce-
lona, 1981.

MAPELLLI CAFERANA (Borja). La Judicialización Penitenciaria, un Proceso Inconcluso. En Re-


vista de la Asociación de Ciencia Penales, año 11, no. 16, mayo 1999.

RODRÍGUEZ MANZERA (Luis). Panorama de las Alternativas a la Prisión en América Latina. En


CARRANZA (Elías) y otros. Sistemas Penitenciarios y Alternativas a la Prisión en América Latina y
el Caribe. Depalma, Buenos Aires.

ROXIN (Claus). Derecho Penal Parte General. Editorial Civitas, Madrid, 1997.

TIFFER (Carlos) y LLOBET (Javier). La Sanción Penal Juvenil y sus Alternativas en Costa Rica.
ULANUD-UNICEF-Unión Europea, San José, 1999.

96
Adolescentes y Responsabilidad Penal

VON HIRSH (Andrew). Censurar y castigar. Editorial Trotta, Madrid, 1998.

ZAFFARONI (Eugenio Raúl). En Busca de las Penal Perdidas.

97
Adolescentes y Responsabilidad Penal

98

Vous aimerez peut-être aussi