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CORPUS PRECOLOMBINO Sección

Las Civilizaciones Mesoamericanas


proyecto
Román Pina Chan
coordinación
Eduardo Matos Moctezuma
LEONARDO LÓPEZ LUJÁN
ROBERT H. COBEAN T.
ALBA GUADALUPE MASTAGHE E

XOGHICALGO Y TULA
|||| J*resentación|dfe ¡Eduardo. Matos Moctezuma

SC. NAL DE ANfflOPÜLOSÁE


BIBLIOTECA
|[| JacaBook ||
CONACULTA

677es |
[A
Coedición
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Dirección General de Publicaciones, México
Editoriale Jaca Book, Milán

Edición especial mexicana con la licencia del


© 1995
* Editoriale Jaca Book SpA, Milán
Reservados todos los derechos

Primero reimpresión
junio de 2001

Asesoramiento editorial
por Davide Domenici

En la cubierta:
Xochicalco: Particular de Jamba sur
del Templo de las Serpientes Emplumadas

Este volumen ha sido realizado


con la colaboración del
Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

Acabado de imprimir en el mes de junio de 2001

Impresión y encuadernación realizadas por G. Canale & C. spa, Borgaro Torinese, Turín

Consejo Nacional para la Cultura y las Anes, México: ISBN 968-29-8430-0


Indice

Presentación
de Eduardo Matos Moctezuma
pág. 11

Xochicalco
el lugar de la casa de las flores
Leonardo López Luján
pág. 15

UNA ÉPOCA DE CAMBIOS


pág. 17

EL ESCENARIO DE LA CIVILIZACIÓN
pág. 19

UN VAGO RECUERDO DEL ESPLENDOR


pág. 21

EN BUSCA DE XOCHICALCO
has etapas de la investigación
pág. 22

La primera etapa
pág. 24

La segunda etapa
pág. 25

La tercera etapa
Pág. 30
La cuarta etapa
pág. 31

DEL SURGIMIENTO A LA DECADENCIA


Las cronologías
pág. 41

Las explicaciones del apogeo de Xochicalco


pág. 45

EL ROSTRO DE XOCHICALCO EN EL 800 D.C.


Una herencia múltiple
pág. 46

El asentamiento del Epiclásico


pág. 48

El núcleo urbano
pág. 50

El lóbulo sur del Cerro Xochicalco


pág. 50

El lóbulo oeste del Cerro Xochicalco


pág. 54

El lóbulo norte del Cerro Xochicalco


pág. 56

La periferia
pág. 70

LOS HABITANTES
Las características de la población
pág. 105

Las clases sociales


pág. 106

Las viviendas de los xochicalcas


pág. 108

LOS DESARROLLOS INTELECTUALES


Las inscripciones de Xochicalco
pág. líl

El calendario
pág. 111

La escritura
pág. 112

NOTAS DEL TEXTO


pág. 138
Tula
Robert H. Cobean T.
Alba Guadalupe Mastache F.
pág. 143

INTRODUCCIÓN
pág. 145

La Tula legendaria
pág. 145

Topiltzin Quetzalcóatl
pág. 145

INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN TULA


pág. 147

García Cubas
pág. 147

Las investigaciones de Chamay


pág. 147

Jiménez Moreno
pág. 149

Las investigaciones fundamentales de Jorge Acosta


pág. 149

Proyectos recientes
pág. 130

Urbanismo y producción especializada


pág. 150

Estudios de área
pág. 151

EL DESARROLLO CULTURAL DE LA REGIÓN DE TULA


pág. 152

La tierra de los dioses


pág. 152
Aldeas de agricultores y primeros centros
pág. 152
Estratificación social
pág. 153
Teotihuacan y el área de Tula
pág. 154
Irrigación y el Estado teotihuacano
pág. 155

La producción de cal
pág. 155

El colapso de Teotihuacan y el surgimiento de Tula


pág. 156

La cultura Coyotlatelco
pág. 156

Nuevas tradiciones de alfarería y de instrumentos de lírica


pág. 157

Arquitectura y tradiciones de culto


pág. 158

El sitio de Magoni
pág. 158

LA CIUDAD DE LOS TOLTECAS


pág. 159

Tula Chico: los principios del urbanismo


pág. 159

El núcleo inicial
pág. 159

El período de apogeo
pág. 160

Planeación urbana
pág. 169

Leyendas de Quetzalcóaíl y Tezcatlipoca


pág. 169

El abandono de Tula Chico


pág. 170.'

Otra transformación urbana


pág. 170

La estructura social
pág. 171

La ciudad
pág. 172

Los palacios
pág. 172
El edificio K
pág. 173

Reyes toltecas
pág. 174

Sacrificio humano
pág. 177

Las ofrendas del Palacio Quemado


pág. 178

El mercado
pág. 181

Barrios, unidades hahitacionales y vida cotidiana


pág. 183

Barrios
pág. 212

Talleres
pág. 213

Población
pág. 213

Tula y su región
pág. 214

La ciudad y la economía regional


pág. 216

Talleres en la región
pág. 216

Excavaciones en la región: el sitio de Tepetitlán


pág. 216

Tula y la cuenca de México


pág. 217

Comercio a larga distancia y tributo


pág. 219

El fin de la ciudad tolteca


pág. 220

La herencia azteca y colonial


pág. 221
BIBLIOGRAFÍA XOCHICALCO
pág. 222

BIBLIOGRAFÍA TULA
pág. 227

ÍNDICE DE LAS ILUSTRACIONES A COLOR


pág. 230

ÍNDICE DE LAS ILUSTRACIONES EN BLANCO Y NEGRO


pág. 233

inrdijfj
PRESENTACION
de
Eduardo Matos Moctezuma

Hasta hace pocos años existía un hiato en la historia mesoamericana que no se podía ex-
plicar satisfactoriamente. En efecto, después de la caída de Teotihuacan alrededor del año
700 DC., y hasta el año 900 DC., que se atribuía para los inicios de Tula, venían dos siglos en
que el dato arqueológico apenas podía responder a las interrogantes planteadas. Salvo la pre-
sencia de Xochicalco, en el actual Estado de Morclos y otros asentamientos del Valle de
México y áreas cercanas, la verdad es que faltaba información que nos aclarara de manera
satisfactoria lo que había ocurrido en ese lapso de tiempo tan importante para el desarrollo
mesoamericano.
Bien sabemos que la caída de Teotihuacan debió de traer graves consecuencias para los
pueblos contemporáneos a ella. No sólo eso, sino que la gran urbe perduró, mitificada, en
el pensamiento de quienes se asentaron posteriorimentc en el centro de México. Esto resul-
ta de la mayor importancia pues muchos de los elementos teotihuacanos fueron retomados
por estos pueblos, pero al mismo tiempo la grandeza de Teotihuacan le fue arrebatada y se
le adjudicó a Tula. No fue obra de los pueblos prehispánicos, para quienes nunca cupo la
duda cerca de la grandeza de Teotihuacan a grado tal que la consideran como lugar en
donde se hacen los dioses y en ella se va a dar el portento del surgimiento del Quinto Sol.
Lo fue de los investigadores del pasado que creyeron aclarar la situación de la verdadera
Tula y concluyeron que ésta era la que se encontraba en el Estado de Hidalgo. Es necesario
ahora retomar el caso y volverlo a analizar. La arqueología y el estudio de las fuentes histó-
ricas han proporcionado en los últimos 25 años un buen número de datos que seguramente
harán reflexionar sobre tan importante tema...
.. Y son estos datos que nos da la arqueología los que hoy vamos a presentar. El espacio
de tiempo de que hablábamos al principio se ha ido recuperando y las excavaciones en Xo-
chicalco, por un lado, las de Tula con el Proyecto de la Universidad de Missouri y del INAH
en la década de los años 70, así como lo que hoy sabemos de Cacaxtla, unido a trabajos en
otras áreas de Mesoamérica, han venido a completar el proceso de desarollo y a aplicar una
categoría temporal que ha permitido definir de manera más precisa este momento: el Epi-
clásico.
Para estar en la mejor disposición de entender el proceso mismo, se invitó a reconoci-
dos investigadores con el fin de que escribieran acerca de dos de las ciudades más impor-
tantes del Epiclásico: Xochicalco y Tula. Para la primera contamos con la pluma del ar-
queólogo Leonardo López Luján, quien de manera ágil y conocimientos profundos nos in-
terioriza dentro de uno de los sitios más relevantes del Centro de México. Para el caso de
Tula, hemos acudido a quienes durante muchos años se han dedicado al estudio y conoci-
miento de esta compleja urbe. Los nombres de Guadalupe Mastachc y Robert Cobean
están unidos de manera ineludible a Tula y sus investigaciones han proporcionado no pocas
luces para el conocimiento del lugar. Así, estos arqueólogos, todos ellos investigadores del
Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, nos dan la posibilidad de pene-
trar y conocer dos de los sitios claves para la mejor comprensión de lo ocurrido entre la caí-
da de Teotihuacan y el advenimiento de los aztecas hacia el siglo XIII.
Las siguientes páginas habrán de proporcionarnos este conocimiento. De esta manera,
el Corpus Precolombino cumple con la tarea que se ha impuesto de difundir en varios tomos
las diversas culturas mcsoamericanas. Entremos, pues, en el pasado de estos pueblos cuyas
obras han desafiado el paso del tiempo...

Eduardo Matos Moctezuma


Agosto de 1995
LEONARDO LÓPEZ LUJÁN
ROBERT H. COBEAN T.
ALBA GUADALUPE MASTACHE F.

XOCHICALCO Y TULA
Leonardo López Luján

XOCHICALCO
el lugar de la casa
de las flores
a Jaime Lituak Kvng
UNA ÉPOCA DE CAMBIOS

Alrededor del año 650 d.C., la historia mesoamericana registra uno de sus cambios más
significativos: Teotihuacan pierde la primacía política y económica que había mantenido du-
rante cuatro largos siglos. La renombrada metrópoli del mundo clásico decae ostensiblemen-
te, al grado de que, según se calcula, su población pasa en un corto lapso de los 125 mil a los
30 mil habitantes. Existen indicios de que en ese entonces fueron quemados importantes mo-
numentos urbanos, mientras que algunos más se convierten en presas del saqueo y la destruc-
ción. Paralelamente, la influencia comercial y militar de la ciudad se desvanece más allá de
los linderos de la Cuenca de México.
Al resquebrajamiento del sistema teotihuacano sucede, durante los siguientes doscientos
cincuenta años, una reacción en cadena de caídas de los grandes centros del período Clásico.
Así, son abandonadas una a una capitales tan prestigiosas como Monte Albán en el Valle de
Oaxaca, y Palenque y Tikal en el área maya. Los especialistas de nuestro tiempo explican esta
enigmática crisis de muchas maneras: epidemias, degradación ecológica, invasiones proce-
dentes de la zona marginal mesoamericana, obstrucción de rutas de comercio nodales y lu-
chas intestinas producto del descontento social.
Lo cierto es que tras el colapso se gesta un período relativamente breve que ha sido deno-
minado «Epiclásico», el cual está enmarcado por las fechas extremas de 650/800 y 900/1000
d.C.1 Los principales signos de este tiempo serán la movilidad social, la reorganización de los
asentamientos, el cambio de las esferas de interacción cultural, la inestabilidad política y la re-
visión de las doctrinas religiosas. En efecto, el territorio mesoamericano se torna entonces en
un enorme crisol donde entran en contacto y se fusionan pueblos étnica y culturalmente dis-
tintos. Los aldeanos, liberados del yugo centralizador teotihuacano, vuelven la espalda a sus
lugares de origen para colonizar tierras más benignas. A estos movimientos multitudinarios se
suman los continuos embates migratorios de grupos nómadas y seminómadas septentrionales,
grupos que con los antiguos pobladores forjarían nuevas formas de vida. Además, en aquel
tiempo se encadenan de una manera aún no comprendida el Altiplano Central, la costa del
Golfo, la península de Yucatán y, probablemente, los territorios que hoy día ocupan Chiapas
y Guatemala.2
Como consecuencia de la virtual desaparición de las antiguas ligas de dominio, emergie-

ron pujantes centros de poder sin que ninguno de ellos lograra una hegemonía vagamente
parecida a la que había alcanzado leotihuacan. A partir del siglo Vil Mesoamérica sufre, por
tanto, un proceso de atomización política. Si bien es cierto que la llamada «Ciudad de los
Dioses» conservaría la supremacía en la Cuenca de México hasta el 900 d.C., del otro lado de

17
las montañas surgen y decaen sucesivamente sociedades muy vitales y de carácter expansionis-
ta. Se trata de centros regionales que establecen un panorama marcado por la competencia y
el bajo nivel de integración.3 En medio de un clima incierto, las nacientes capitales buscarían
vanamente la preeminencia política. La relativa perdurabilidad de cada una de ellas dependía
de su éxito en la disputa por los recursos escasos, la producción especializada, las rutas comer-
ciales, asi como de su capacidad de desarrollar controles de tipo estatal.
En este contexto se incrementa de manera inusual el aparato militar. Esto no significa que
durante el Clásico no hubieran conflictos bélicos; pero durante el Epiclásico la inestabilidad
política logra que lo militar permee todos los ámbitos de la vida social. Por ello, buena parte
de las ciudades fueron establecidas en lugares seleccionados por su posición estratégica y cons-
truidas con base en una planificación defensiva. Murallas, fosos, palizadas, bastiones y fortale-
zas eran elementos indispensables para la subsistencia de cualquier núcleo urbano de la épo-
ca. Al mismo tiempo proliferan en el Altiplano Central, como nunca antes, las representacio-
nes iconográficas que hacen alusión a la guerra. De hecho, la importancia de los nuevos esta-
dos puede constatarse en la riqueza de sus monumentos públicos, repletos de símbolos de sa-
crificio y muerte, de imágenes de batallas, asi como de figuras humanas con emblemas y atri-
butos de poder.
En la actualidad no existe la menor duda de que Xochicalco floreció y decayó en esta
época de cambios e inestabilidad (650-900 d.C.), muy probablemente a la par de Cacaxtla,
Tcotcnango y El Tajín. En un tiempo que hoy nos resulta sorprendente, fueron eligidos los
templos, las plazas, los juegos de pelota y los palacios más importantes de Xochicalco, al-
canzándose una densidad de arquitectura ceremonial que supera en mucho a la de Teotihua-
can, Monte Albán y Tula. Sin embargo, al crecimiento explosivo de Xochicalco seguiría un
1. Fotografía aérea oblicua colapso igualmente vertiginoso, quizás motivado por la fragmentación política, rebeliones in-
de Xochicalco desde el ternas o la llegada de grupos hostiles. Este hecho crucial queda patente en la súbita contrac-
noreste. Vuelo de 1939, n° ción del asentamiento después del 900 eLC,: de 4 km2 se reduce a menos de 12 hectáreas.4 Ir-
732 (cortesía de Compañía remisiblemente y con el paso de los siglos Xochicalco se transformaría en la ciudad arqueoló-
Mexicana de Aercofbto). gica que conocemos hoy en día...
EL ESCENARIO DE LA CIVILIZACIÓN

Desde la llanura, las ruinas de Xochicalco ofrecen un espectáculo excepcional. I^a erosio-
nada silueta de sus edificios se dibuja sobre una sucesión de cerros terraccados por la mano
del hombre, los cuales son una prolongación de las montañas que se desprenden del Ajusco y
se unen con la serranía de Chalma. Conforme se asciende por el sinuoso camino que condu-
ce a la otrora floreciente urbe, la vista se vuelve más imponente: se suceden en el paisaje mu-
ros de contención casi verticales, abruptos acantilados, calzadas que salvan acusados desnive-
les topográficos y vetustas fachadas de bastiones y pirámides. Como en muchas otras zonas
arqueológicas de México, la primera impresión que asalta al visitante es que los constructores
no pudieron haber escogido un emplazamiento mejor.
Entre todas las elevaciones en que fue erigida la ciudad, el Cerro Xochicalco (1200 m de
norte a sur y 700 m de este a oeste) es el que cuenta con los templos, las plazas y los palacios
más suntuosos. Desde su cumbre, situada a 1585 m snm ya 130 m por encima de la llanura,
se domina la mitad occidental de la región fisiográfica conocida como Valle de Morclos. La
moderna ciudad de Cuernavaca - capital del Estado de Morclos - logra distinguirse a unos
16 km al noreste y, enmarcándola en el horizonte, la Sierra del Ajusco. Entre esta prominente
sierra y los vestigios de la capital cpiclásica se localizan llanuras - surcadas de norte a sur por
profundas barrancas - que descienden vertiginosamente de los 2500 a los 1200 m snm en tan
sólo 30 km.
Los vestigios de la antigua ciudad de Xochicalco están situados en el valle del mismo
nombre (lat. 18° 47’ N; long. 99° 17’ W), justo en el centro de un corredor natural en sentido
noreste-suroeste que une los llanos de Tcllama con el valle del río Chalma. El diminuto Valle
de Xochicalco, pues no sobrepasa los 100 km2, tiene claros limites en tres de sus lados: mon- 2. Fotografía aerea oblicua
tañas de poca elevación en el norte y el oeste, y una sucesión de colinas altas y bajas en el sur. de Xochicalco desde el
El Cerro Xochicalco muestra flancos fracturados y de inclinación acentuada. Gracias a noroeste. Vuelo de 1939, n°
que en muchas partes queda expuesta la roca madre, sabemos que casi todo el cerro está 735 (cortesía de Compañía
conformado por delgadas capas de caliza con superficies de estratificación plana. Estas capas Mexicana de Acrcofoto).

19
van del gris oscuro al negro y cuentan con abundantes hojas de pedernal intercaladas. Sólo el
costado occidental del cerro tiene una constitución distinta; encontramos alli una sucesión de
calizas y dolomitas, y, un poco más al oeste, el afloramiento de un conglomerado Ígneo y sedi-
mentario con limonita, arenisca, yeso, caliza lacustre, lava, asi como brechas y tobas basálti-
cas y andesi ticas.
El suelo del valle es el más pobre de la región y uno de los más improductivos del Estado
de Morclos. Es extremadamente rocoso y rara vez sobrepasa los 45 cm de profundidad. Los
especialistas lo definen como un conglomerado en abanico de aluvión, ceniza volcánica, tier-
ra diatomácea, turba, marga y travertino. La poca profundidad del suelo, aunada a su parti-
cular composición, se refleja en el hecho de que hoy día sean pocas las áreas destinadas al cul-
tivo de temporal. Aunque no puede descartarse la idea de que el suelo del valle fuera más fér-
til en época prchispánica, su raquítico potencial hace suponer a algunos autores que la pro-
ductividad agrícola no fue un factor determinante para el florecimiento de Xochicalco .5
El Tcmbcmbc es el río más próximo a la zona arqueológica y el único de corriente peren-
ne en todo el valle. Sus aguas bordean el lado poniente del Cerro Xochicalco para más ade-
lante, junto con el río Chalma, desembocar en el torrente del Amacuzac. El Tcmbembe cir-
cula por cauces encañonados de hasta 75 m de profundidad, situación que imposibilitó en
época prchispánica desviar parte de su flujo para irrigar los campos de cultivo. Además de
varios manantiales, dos lagunas dan su toque característico a la planicie que se extiende inme-
diatamente al sur de Xochicalco: la de Coatctclco y la de El Rodeo; aunque hay que aclarar
que esta última es en realidad un enorme depósito artificial alimentado por el Tcmbcmbc.
El Valle de Xochicalco disfruta en la actualidad de una temperatura cálida subhúmeda
con promedio anual de 25.8°C y poca oscilación (22.4°C y 29°C son los promedios respecti-
vos del mes más frío y del más caliente). Durante la temporada de lluvias (de junio a septiem-
bre) el panorama de la región es relativamente verde. Esto se debe a que en esc lapso cae cer-
ca del 90% de los 1000 mm de precipitación que se registran en todo el año. En franco con-
traste, el paisaje se torna extremadamente árido en la temporada de secas (de octubre a
mayo).
La abundancia y el tipo de vegetación dependen, aparte de las lluvias, de la humedad del
suelo. En el Valle de Xochicalco predominan las zonas áridas y semiáridas donde se desarro-
llan los pastizales y los matorrales. Entre las plantas mejor difundidas en estas zonas destacan
los copales (Bursera copalifera), los cuaulotcs (Guazuma tomentosa), los casahualcs (Ipomea arbórea),
los huisaches (Acacia Jamesiana) y los tchuistlis (.Sapmdus saponaria). No obstante, en las márgenes
de ríos y lagunas o en aquellos lugares donde el subsuelo es suficientemente húmedo se dcsa-
4. Vegetación de la región
(foto A. Mafleis).

rrolla una vegetación más rica caracterizada por el guamúchil (Pithecolbium dulce), los pochotes
(Bombax elliptuum), los amates (Fiáis sp) y los zapotes negros (.Diospyros ebanisler).
A través del análisis de los materiales arqueológicos sabemos que los habitantes de Xochi-
calco se valieron de los recursos minerales que el entorno les ofrecía para las tareas artesana-
les y de construcción. El tezontle, piedra volcánica usada en la fabricación de pisos, era traído
desde un lugar al este denominado Tczoyuca; en las proximidades del rio Tcmbcmbc se ob-
tenían la cal y el yeso, materiales indispensables para preparar el estuco, asi como la andesita,
empleada en la edificación de unidades residenciales; al este del Cerro Xochicalco se hallan
las fuentes de basalto negro de donde posiblemente se extrajeron los bloques con los que se
elaboraron las fachadas del Templo de las Serpientes Emplumadas, c innumerables metates.
Otras materias primas de suma importancia eran el pedernal, extraído del mismo Cerro Xo-
chicalco, con el que se confeccionaban todo tipo de instrumentos punzocortantcs; la arcilla,
obtenida en la depresión que ahora ocupa la Laguna del Rodeo, para la industria alfarera, y
el cinabrio, de las vetas de caliza de Santa Rosa, el cual era utilizado antiguamente como pig-
mento.5a

UN VAGO RECUERDO DEL ESPLENDOR

Con el colapso de Xochicalco, la memoria histórica acerca de sus habitantes y de sus pa-
sadas glorias se fue extinguiendo paulatinamente de manera que, a la llegada de los españo-
les, poco o nada se sabia a ciencia cierta. Es muy probable que ni siquiera el nombre «Xochi-
calco» («lugar de la casa de las flores») haya sido dado al lugar por sus antiguos moradores, si-
no que fuera el apelativo que recibía en los años previos a la Conquista. Algunos glifos escul-
pidos en los monumentos de la ciudad bien pudieran darnos indicios sobre su verdadero
nombre: quizás “el lugar del templo del ave preciosa” o tal vez “el cerro del guajolote”. 51*
Una leyenda de los pueblos actuales de la comarca es quizás el último resabio de los mitos
i on los que los indígenas del Postclásico daban respuesta a sus interrogantes sobre los cons-
tructores de esta urbe. Según se cuenta todavía en el poblado de Tcpoztlán, en Xochicalco
habitaba un personaje de tamaño descomunal, de nombre Xochicálcatl, que tiranizaba la re-
gión. Entre las aficiones más caras a este gigante se encontraba el devorar a los ancianos de
las aldeas circunvecinas. Sin embargo, los días de este ser monstruoso terminaron cuando el
joven semidiós Tcpoztécatl sustituyó a su abuelo en la pena: al ser engullido por Xochicálcatl,
el muchacho cortó estómago c intestinos del monstruo con navajas de obsidiana y pedernal,
dándole muerte y liberando la región.

21
Durante los primeros decenios de la Colonia, Xochicalco se volvió a tal grado víctima del
olvido que únicamente los habitantes de las haciendas y los pueblos más próximos conocía^
su localización exacta. Muy seguramente, los indios de las inmediaciones visitaban las ruina*
con asiduidad para rendir culto a sus templos e imágénes, costumbre que, por cierto, aún se
practicaba hasta hace poco más de cien años: una escultura monolítica - que plausiblemente
representa a Xochiquétzal - era reverenciada en el siglo XIX como la imagen de la «Diosa de
los Matrimonios» o Tonantzin («Nuestra venerable madre»). Esto explica porqué las solteras
en busca de marido bailaban en torno suyo y le hacían cuantiosas ofrendas de cohetes y flores
cuando llegaba el mes de noviembre.6
Las referencias escritas más tempranas sobre Xochicalco datan de los siglos XVI y XVIII,
respectivamente. Se trata de dos menciones escuetas, vertidas en caracteres ladnos, que quizás
sólo se basan en los recuerdos imprecisos de informantes indígenas. La primera de ellas se lo-
caliza en el prólogo del Códice Florentino, redactado por fray Bernardino de Sahagún en la se-
gunda mitad del siglo XVI. En un pasaje en donde se habla sobre los pueblos que antecedie- i
ron históricamente a los mexicas, el franciscano apunta lo siguiente:

Hay grandes señales de las antiguallas destas gentes, como hoy día parece en Tulla y
en
Tullantzinco, y en un edificio llamado Xuchicalco, que está en los términos de
Cuaunáhuac
[Cuernavaca]. Y casi en toda esta tierra hay señales y rastro de edificios y alhajas
antiquísi-
Mucho7 tiempo después, Mariano Veytia (1718-1780) afirmaría en su póstuma Historia an-
mos.
tigua de México, sin mucho conocimiento de causa, la virtual desaparición de un «palacio»
prehispánico situado en un lugar ignoto de las inmediaciones de Cuernavaca. Curiosamente,
la breve descripción formal de este edificio hecha por Veytia se ajusta, como veremos más
adelante, a las características del Templo de las Serpientes Emplumadas, el edificio más con-
notado de Xochicalco:

Que en Cuaunáhuac [Cuernavaca] había otro palacio muy grande, cuya fábrica era
to-
da de piedras grandes de cantería, tan bien labradas y ajustadas, que sin necesidad de
lodo
ni otra argamasa, estaban fuertemente unidas, y formaban el edificio, no sólo en sus
pare-
des, sino también en sus techos; que todo era de piedra, sin madera alguna, lo que sería
ver-
daderamente admirable. De ninguno de estos dos edificios ha quedado en nuestros días
ves-
tigio alguno, ni memoria de los sitios en que estuvieron.8
EN BUSCA
Tendrían que transcurrir varías décadasDE XOCHICALCO
para que un feliz viaje de exploración terminara
con el hallazgo afortunado de la ciudad y, consecuentemente, desmintiera lo dicho por Veytia.
Las etapas de la investigación
En la historia de la arqueología mcsoamericanista son pocos los sitios como Xochicalco
que han cautivado tanto la atención de enterados y profanos. La admiración que produce la
urbe prchispánica en quien la recorre por primera ocasión se debe, sin duda, a su monumenta-
lidad, a sus fortificaciones inexpugnables, a la presencia de cnigimáticas cavernas que surcan
las entrañas del cerro sobre el que se levantan las ruinas y, sobre todo, a la belleza del Templo
de las Serpientes Emplumadas. Desde el año de 1791 en que se reveló su ubicación en el ma-
pa, Xochicalco se convirtió en el destino obligado de viajeros, historiadores y arqueólogos.
Como consecuencia, en los últimos doscientos años se han escrito miles de páginas sobre
esta capital epiclásica que, en su conjunto, reflejan de manera fidedigna el cambio de intere-
ses, perspectivas teóricas y capacidades técnicas de quienes la han estudiado. Estos trabajos
no se limitan a la descripción de los monumentos más significativos, sino que ofrecen las hipó-
tesis más disímbolas acerca de sus constructores. Entre las múltiples precupaciones de los inte-
resados en la historia de Xochicalco destaca la ubicación cronológica de-su esplendor. La

22
5. Vista general de
Xochicalco. Grabs
Joseph Amonio Al
(1791).
mayoría de las propuestas giran en torno a la contemporaneidad 9 o posterioridad10 de esta
urbe con Teotihuacan.
Las explicaciones sobre el carácter del asentamiento son aún más dispares. Encontranujjs
desde aquéllas que lo vinculan con lugares de la mitología mesoamericana como Chicomózíl
toe*1 y Tamoanchan,12 pasando por las que ven en él una avanzada militar, 13 una colonia.
maya,14 un santuario fortificado,13 una capital comercial y religiosa que originó el culto a Ve-
nus y Quetzalcóatlj,b un nodo de intercambio a larga distancia,17 hasta aquellas que lo conci-
ben como un centro astronómico donde se realizó un «congreso internacional» én el que se
estableció una correlación calcndárica.18
La situación llega al extremo cuando revisamos las hipótesis relacionadas con sus cons-
tructores. Entre los innumerables pueblos propuestos están ¡los habitantes de la Adánüdáijjjfl
además de los mayas,20 los tchecas,21 los nahuas antes de su escisión de los olmccas,22 los ■
6. La Plaza Ceremonial dahuicas,23 los aztecas,24 los tlapanecas25 y los moradores de Monte Albán y Zaachila.2®5
según Alzate (1791). Otros autores han querido ver a Xochicalco como el crisol de varias culturas: Palenque, El
Tajín y Egipto, según una conjetura,27 o Palenque, Mida, Zaachila y la cultura olmcca, i
conforme a otra.28

La primera etapa

Con un afán analítico podemos dividir la historia de los estudios sobre Xochicalco en
cuatro grandes etapas.29 La primera de ellas (1777-1842) inicia en las postrimerías del domi-
nio colonial, época en la que arribaron a la Nueva España las ideas de la Ilustración. Estos
nuevos planteamientos se difundieron rápidamente entre los criollos, nutriendo el espíritu in-
dependentista y propiciando, entre otras cosas, la revaloración del pasado prchispánico. Xo-
chicalco es «descubierto» en este contexto, acontecimiento que deja como resultado breves
descripciones centradas en el exotismo, la belleza y la grandiosidad de las ruinas, así como
especulaciones sobre sus posibles pobladores y numerosas ilustraciones de los
monumentos^™
El trabajo pionero de Joseph Antonio Alzate y Ramírez, publicado en 1791, dio a cono-
cer la zona arqueológica en los círculos ilustrados novohispanos. Para aquel entonces, Alzate
ya había visitado Xochicalco en dos ocasiones: en 1777 y en 1784. Lamentablemente, el pri-
mero de sus viajes se registró poco tiempo después de que el Templo de las Serpientes Emplu-

7. Dibujo de Alzate de
un
relieve del Templo de
las
Serpientes Emplumadas
(1791).

8. Reconstrucción
hipotética del Templo de
las Serpientes
Emplumadas.
Alzate imaginó un edificio
con cinco cuerpos (1791).
24
machis había sido presa de los propietarios de la hacienda azucarera de Miacaüán, quienes
desprendieron parte de sus relieves para usarlos como hornillas de la casa de calderas y en la
represa que servia de motor a la maquinaria.30
hl fruto de los esfuerzos de Alzate fue un articulo con minuciosas observaciones y varios
dibujos a linca. Este trabajo, por su acuciosidad, serviría de base a todas las publicaciones del
siglo XIX, contándose entre ellas las de aquellos que no tuvieron la fortuna de conocer Xochi-
calco, como el jesuíta Pedro José Márquez31 y Alcxandcr von Humboldt.32
A raíz de la aparición del artículo de Alzate, el sitio comenzó a ser visitado por toda una
pléyade de viajeros que, años después, publicarían en Europa y los Estados Unidos sus pro-
pias experiencias, en 1805, Guillermo Dupaix,33 acompañado por el espléndido grabador
Luciano Castañeda, en 1831, Carlos Ncbcl, quien realizaría cuatro láminas a color del sitio;3'1
poco tiempo después, Prcderick Waldeck,35 en 1833, el Barón Gros, quien más adelante reco- .fyttta ¡fi Jt Áal(auam d J&-. » dt la -
mendaría a la expedición científica francesa de 1864 verificar la presencia de tumbas en el in- ütámpa ¡üñíura -flj. Jtyunda
terior del 4 cmplo de las Serpientes Emplumadas y llevar a París algunos de sus relieves;36 en 9 Reconstrucción
1835, Renato de Perdreauvillc en una expedición ordenada por el gobierno mexicano,37 y, en hipotética de Alzate de una
1842, Brantz Mayen38 lápida con relieves que fue
destruida (1791).

La segunda etapa

La segunda etapa (1856-1908) está marcada por los entonces en boga enfoques positivis-
tas. Gran parle de los trabajos escritos en las cinco décadas que abarca fueron realizados por
verdaderos profesionales. Este trascendental avance se manifiesta en la elaboración de las pri-
meras descripciones exhaustivas de los monumentos visibles en superficie y de levantamientos
topográficos del centro del asentamiento que sobresalen por su precisión. Por lo común, di-
chas descripciones están acompañadas por interpretaciones razonadas en torno a problemas
de reconstrucción histórica, identificación cultural y cronología.
Esta etapa fue inaugurada por la visita a Xochicalco del antropólogo estadounidense
Edward B. Tylor en 1856 39 Poco después, durante la Intervención Francesa en México
(1862-1867) y en franco contraste con el espíritu cicntificista de la época, la ciudad arqueoló-
gica volvió a ser el objetivo de actos vandálicos. En este caso, las huestes del ejército invasor,
en busca de supuestos tesoros, excavaron sin éxito un pozo en el Templo de las Serpientes

10. Fotograbado que


muestra el grado de
destrucción clcl Templo de
las Serpientes Emplumadas
al final ció) siglo XIX
CHaires, 1886)

25
Emplumadas c hicieron moldes directamente sobre sus relieves para reproducirlos en París
durante la Exposición Internacional de 1867; además mutilaron la «escultura de la Malin-
che», arrojándola desde la parte alta de la pirámide del mismo nombre, y modificaron el inte-
rior de uno de los subterráneos, labrando escalones para facilitar la entrada de la Emperatriz
Carlota en un viaje de placer.40
La calidad de las pesquisas científicas de esta etapa se pone de manifiesto en trabajos co-
mo el de Hubert Bancroft, quien emprendió la recopilación crítica de todo lo escrito sobre el
tema hasta ese momento.41 En esta fase se suman a la ya numerosa literatura sobre Xochical-
co las publicaciones de Manuel Orozco y Berra,42 Leopoldo Batres,43 Alfredo Chavcro,44
Manuel Gama,43 Cecilio A. Robclo,40 Adela Bretón,47 Hans Gadow,40 Francisco Planearte y
Navarrcte49 y de muchos otros.
No obstante, entre todas las investigaciones de la segunda mitad del siglo XIX destacan la

11. Glifos calcndáricos,


individuo que soporta
sobre su cuerpo un ciclo
estrellado y personaje
■llamado 2 Movimiento,
■tal vez soberano de
■Xochicalco. Extremo
||lerecho de la fachada
Rtincipal del Templo de las
E&rpicntes Emplumadas
Í:(PeñafieL 1890).

12. «fotografía del Templo


de las Serpientes
Ij^iplumadas publicada poi
Antonio Pleñafíel (1890).

26
Antonio Pcñaficl y la de Eduard Soler. Ambos estudiosos viajaron juntos a Xochicalco en
cicmbrc de 1887. Se hicieron acompañar de dos magníficos artistas que tenían la expresa
nsión de reproducir los monumentos más insignes en planos, dibujos a línea, acuarelas, mol-
es y fotografías. Años más tarde, Pcñafícl daría a conocer su obra Monumentos del arte mexicano
ntiguo..., en la cual dedica un capitulo completo a Xochicalco. Allí incluye, además de sus
propias observaciones, textos de Alzate, Humboldt, Robelo y Orozco y Berra, así como los
más completos y acuciosos dibujos del Templo de las Serpientes Emplumadas hechos hasta
nuestros días.50 Por su parte, Seler publica un profundo estudio iconográfico, centrándose pri-
mordialmcntc en cuestiones astronómicas y religiosas.51

13. Imagen antropomorfa


en posición sedente a la
manera maya que se repil
en los taludes del Templo
de las Serpientes
Emplumadas (Pcñaficl
1890).

27
00 Oí

i
16 Glifo 9 Ojo de Reptil
que se repite en los taludes
del Templo de las
Serpientes
Emplumadas (Peñafiel
1890).
i
La tercera etapa

Grandes proyectos arqueológicos financiados por el estado mexicano caracterizan la si- ¿fl
guíente etapa - la tercera que va de 1909 a 1970- La mira de los investigadores de esta a
época se orientó primordialmentc al estudio de las clites que habitaron el núcleo del asenta- ■
miento. Al igual que en otras ruinas del territorio mexicano, los arqueólogos se dieron a la ta- '/¡a
rea de liberar y reconstruir (excediendo muchas veces los límites impuestos por la información '%
y hasta por la imaginación) las estructuras religiosas y palaciegas de mayores proporciones^ y *
de explorar ofrendas y enterramientos de grupos nobiliarios xochicalcas. También ocuparon®
su tiempo en la excavación de pozos cstratigráfícos para fechar las ocupaciones del sitio, así i
como en la comparación estilística de la cerámica, la arquitectura y las representaciones: ico- 3
nográfícas con el propósito de determinar la contemporaneidad y las relaciones de Xochical- -a
co con otras áreas mcsoamericanas.
En 1909, Leopoldo Batres regresa a Xochicalco por orden del ministro Justo Sierra para J
intervenir el entonces en pésimo estado Templo de las Serpientes Emplumadas. Por desgra- a
cia, la labor del arqueólogo más connotado del Porfíriato tiene como desenlace la reconstruc- f
ción excesiva del edificio y la inexacta rcubicación de sus relieves, motivando la crídca airada 4]
de sus colegas.52 Con el inicio de la Revolución Mexicana en noviembre de 1910, las investí-®
gaciones quedan suspendidas temporalmente y la zona arqueológica se convierte en un esce- J
nario más de las escaramuzas entre zapatístas y federales.
Ya en la década de los veintes y enmedio de un clima más propicio, los estudios sobre Xo- ||
clucalco vuelven a tomar su curso normal. Marshall H. Savillc, siguiendo los pasos de Ban-
croft, publica una nueva bibliografía comentada que incluye los trabajos aparecidos hasta ?*§
1928.53 Al año siguiente, la zona arqueológica es oficialmente deslindada, alcanzando el área ■'g
protegida una superficie de 161 ha.
«A Eduardo Noguera se debe la primera excavación sistemática del sido, además de la pri- <
mera cronología basada en información estratigráfica.54 Este investigador llevó a cabo, entre 9
1934 y 1960, once temporadas de campo en el área nuclear. 55 Uno de sus trabajos más inte-
17. La Plaza Central antes Tesantes fue la excavación de una larguísima trinchera que partía de la cúspide del Cerro Xo-
de la reconstrucción de clucalco en dirección poniente. En esta forma se pudo definir el número de terrazas de ese
Cesar Sáenz (Fotografía del costado del cerro y reconocer algunos perfiles arquitectónicos, basureros y enterramientos hu- a
Archivo Técnico, publicada manos. Posteriormente hizo un plano del centro del asentamiento y exploró el Templo de las
por cortesía del INAH). Serpientes Emplumadas, las unidades habitacionales ubicadas al oriente de este edificio, el
juego de pelota principal, los edificios A y B, la Calzada de la Malinchc y varios subterráneos.
En 1961 Noguera fue relevado por uno de sus colaboradores más directos: César A. Sáenz. 56
Este último dirigió seis temporadas más entre ese año y 1970.57 En dicho lapso liberó de los
escombros y reconstruyó — sin mucha mesura - las estructuras B, C, D y E, el altar de la
«Estela de los Dos Glifos», las subestructuras del Templo de las Serpientes Emplumadas y
parte del Juego de Pelota Este.

La cuarta etapa
La última etapa comienza a esbozarse justo cuando la tercera estaba en su plenitud. A
partir de 1942 el quehacer de varios arqueólogos sufre una transformación sustancial que
puede considerarse como una verdadera revolución en nuestra disciplina. Las perspectivas de
análisis, antes prácticamente circunscritas a los monumentos del centro ceremonial, se am-
plían hacia el estudio del sitio como un todo y como parte de un intrincado sistema de carác-
ter regional. Desde entonces esto ha traído como consecuencia investigaciones integrales del
patrón de asentamiento tanto urbano como del valle que buscan comprender la historia
prehispánica de la interacción social en el occidente del Estado de Morclos. Es por ello que
en fechas recientes han proliferado los reconocimientos de área, la recolección de material de
superficie, la elaboración de planos de distribución urbana y de mapas del asentamiento en el
valle, y las excavaciones extensivas y de pozos cstratigráfícos en sitios periféricos.
En el año de 1942 Florencia Müllcr hizo un recorrido de superficie que daría pie a toda una
secuela de estudios similares: caminó el territorio comprendido entre Xochicalco y Malinalco,
haciendo una extensa rclatoría de sus observaciones y recolectando materiales arqueológicos.
En 1949 y 1950, Pedro Armillas, acompañado de sus alumnos de la Escuela Nacional de Antro-
pología c Historia (ENAH), estudió el sistema de fortificaciones que protegían el sitio. Un año des-
pués, William T. Sanders analizó de manera preliminar el patrón de asentamiento de Xochi-
calco y logró definir extensas áreas residenciales en el valle y en las laderas de los cerros. En esta
forma Sanders se percató de que se encontraba ante las ruinas de una verdadera ciudad y no 18. La Plaza Central después
sólo de un centro ceremonial, tal y como afirmaban muchos de sus contemporáneos.58 de la reconstrucción de
Nuevas prácticas de la ENAH tuvieron lugar entre 1965 y 1966, ahora dirigidas por Armi- César Sáenz (Fotografía del
llas y Jaime Litvak. En dichas prácticas una vez más se examinarían los patrones de asenta- Archivo Técnico, publicada
miento del sitio y del valle. Entre 1968 y 1975 Litvak llevó a cabo ambiciosas campañas finan- por cortesía del INAH).
ciadas por la Universidad Nacional Autónoma de México: el valle fue recorrido sistemática-
mente, haciéndose excavaciones cstratigráfícas y levantamientos topográficos de un total de 23
sitios. La información recabada en campo se analizó por primera ocasión con ayuda de una
computadora y de la aplicación de complejos modelos estadísticos. Debe destacarse entre los
estudios más valiosos de Litvak el referente a la interacción de los asentamientos del valle.59
Por último mencionaré las investigaciones arqueológicas más recientes, las cuales han
complementado sustancialmente nuestros conocimientos sobre Xochicalco. Me refiero a dos
equipos que han venido trabajando de manera simultánea y que han generado información'
cualitativamente novedosa. El primero de ellos es el coordinado desde 1977 por Kenneth G.
Hirth de la Western Michigan University.60 Este equipo se ha dedicado fundamentalmente al
reconocimiento exhaustivo del asentamiento urbano y a la recolección de materiales de su-
perficie. Esta invaluablc labor, junto con la aplicación de modernas técnicas de fotogrametría y■;
ha tenido como resultado el primer plano general del sitio, el cual abarca una superficie de 15
km2. También han realizado numerosos pozos cstratigráflcos que han permitido afinar y co-
rregir la cronología del asentamiento. Gracias a los trabajos de Hirth y asociados ahora com- ^
prendemos de una mejor manera cuáles fueron los límites de la actividad humana, la forma y
el tamaño del sitio en cada fase histórica, la relación arquitectura-organización social y el pa-
pel de Xochicalco en la porción occidental del actual Estado de Morelos a lo largo del tiem-
po. Es por ello que de aquí en adelante el lector encontrará frecuentes alusiones a las publica»»
ciones de este magnífico grupo norteamericano.
Por su parte, Norberto González Crespo y Silvia Garza Tarazona del Instituto Nacional |
de Antropología c Historia (INAH) emprendieron entre 1984 y 1986 dos temporadas de exea- X
vació» en el acceso sur de la ciudad. Allí detectaron un foso, varios muros de contención dp
terrazas que hacían las veces de murallas, la entrada principal del sitio y algunas unidades ha- •
bitacionalcs.61 Entre 1991 y 1994, el brillante grupo que coordina González Crespo ha conti- |
nuado sus trabajos, aunque ahora dentro de un programa mucho más ambicioso: el Proyecto; i
Especial Xochicalco. En los úlumos cuatro años, este equipo del INAH se ha consagrado en
buena medida a obras de mantenimiento mayor de las estructuras arquitectónicas más im-
portantes del Cerro Xochicalco, y a la exploración de extensas áreas en las terrazas más ele-
vadas de ese cerro. Las enormes superficies liberadas de los escombros y los espectaculares :
hallazgos realizados en fechas muy recientes (entre ellos, numerosos edificios, entierros, ofren-
das, representaciones pétreas y cerámicas de felinos, de aves, de serpientes, de ancianos y de
seres descarnados) revolucionarán seguramente en un futuro próximo nuestra imagen de este
majestuoso sitio mesoamericano.62

19. Eduardo Noguera, Pedro


Armillas y otros
arqueólogos (Fotografía del
Archivo Técnico, publicada
por cortesía del INAH).

32
3.Vistas del Cerro
Xochicalco, plano de los
túneles y cántaras y corte
de la bóveda de ¡a Gran
Cámara Grabado de
Castañeda publicado en
la obra de Guillaume
Dupaix (1834).
4 Vista del costado sur 5. Vista general del
del Templo de las costado sur del Templo de
Serpientes Emplumadas las Serpientes
se
üún un grabado de Emplumadas tal y como
Castañeda publicado en lo conoció Alzate (1791).
la obra de Guillaume ;
Dupaíx(l834),
las páginas anteriores:
"fol Basamentos 7.La Estructura A y el
'piramidales ubicados Templo de las Serpientes
cerca de ¡a Plaza Emplumadas (Foto A
,'0&remonial recientemente Maffeis).
excavados por González
Crespo (Foto L. López
'Lujan).
DEL SURGIMIENTO A I.A DEC ADENCIA

Las cronologías

La historia prchispánica de Xochicalco abarca alrededor de 24 siglos. Lejos de lo que pu-


diera suponerse, en la mayor parte de este prolongado lapso el paisaje estuvo ocupado por pe-
queñas aldeas agrícolas. En ellas vivieron sociedades más o menos igualitarias que rara vez
construyeron estructuras cívico-ceremoniales de grandes proporciones. Resulta sorprendente
que los templos, palacios, bastiones y vías cuyas ruinas recorre hoy día el visitante pertenecie-
ron a una ciudad que tuvo una vida tan corta como intensa. Así, entre el 650 y el 900 d.C.,
las aldeas cedieron su lugar a una urbe cosmopolita. Cerros y planicies se poblaron de grupos
socialmcntc diferenciados y, muy probablemente, pertenecientes a diversas etnias. Sin embar-
go, el esplendor fue fugaz. El asentamiento volvió a su condición aldeana seiscientos años an-
tes de que los españoles recorrieran por primera vez la región.
La peculiar evolución de Xochicalco comenzó a ser develada por los arqueólogos hace
poco más de cincuenta años. Pese a que hubo varias tentativas decimonónicas de parcelar
cronológicamente la historia del lugar, sólo a partir de los años treintas del presente siglo se
han logrado avances significativos, gracias a la aplicación de técnicas estratigráficas y de fe-
chamicntos absolutos. Es precisamente en 1934 cuando George y Suzanna Vaillant publican
la primera pcriodización sistemática para el Valle de Morelos, dividiendo el desarrollo regio-
nal en seis fases.63 Elaboraron este modelo a partir de sus hallazgos en el sirio de Gualupita.
En la década de los cuarentas, Noguera establece dos secuencias cerámicas específicas pa-
ra Xochicalco con base en materiales obtenidos en pozos estratígráfícos. Su primera crono-
logía consta de cuatro fases (Xochicalco i-iv); la segunda se reduce a tres como resultado de la
fusión de las fases Xochicalco III y IV en una sola.64 Años más tarde, Escalona divide el desa-
rrollo xochicalca en cuatro fases, siendo la tercera (siglos IX y X) la de máximo esplendor.65
Sáenz66 en 1964 y Müller67 una década después, subdividen la época de esplendor en Clásico
Tardío (época en que se construyeron los principales monumentos del sitio y que tiene fin en
750 d.C.) y Protopostclásico, con unas cuantas evidencias en el llamado Cementerio. Ya en
los setentas, Litvak propone una pcriodización congruente con la de los Vaillant y la de No-
guera. Su trabajo se basa en recolecciones de superficie y pozos cstrarigráficos excavados en
Xochicalco y otros sitios del valle, así como en la aplicación de modelos estadísticos. Establece
ocho fases relacionadas con cambios significativos en el patrón de asentamiento. 68
La cronología más precisa con que contamos en la actualidad se debe a Hirth y Cyphers. 69
Estos arqueólogos excavaron pozos de estratificación adecuada en diversas zonas del sitio y del
valle, obteniendo una secuencia cerámica completa. Esto Ies permitió elaborar una tipología
que toma como atributos clasificatorios el tratamiento de superficie, la pasta, la forma y la de-
coración plástica de la cerámica. Gracias a nuevos datos y fechas radiocarbónicas, dicha cro-
nología ha sido afinada en más de una ocasión. De acuerdo con Hirth \ Cyphers el desarrollo
de Xochicalco puede dividirse en seis grandes fases que describo a continuación:70
« 1) Formativo Medio (900-500 a.C.). De esta fase poco conocida data el material cultural más
antiguo de Xochicalco. Sólo se han logrado identificar dos pequeñas aldeas independientes,
situadas en lugares donde es factible cultivar todo el año con riego a brazo o con ayuda de ca-
nales: el sitio XF-128, asentamiento de 1350 m2 situado al noroeste de Cerro Xochicalco y el
XF-'l90, de 2100 m2, en la llanura que se extiende al suroeste de Tlacoatzingo.
Las cerámicas propias de esta fase son la de engobe blanco, la «laca», la café y Ja negra. A
partir de la marcada diferencia de estos materiales con los del centro y oriente de Morelos, los
autores infieren una débil interacción con ambas áreas.
2) Fase E (400 a.C.-200 d.C.). La población se incrementa con respecto a la fase anterior,
trasladándose de las planicies fértiles a las áreas que dominan las rierras propicias para el
sembradío. Prolifera entonces el cultivo de zonas áridas durante la temporada de lluvias. Se
han detectado cinco aldeas que coexistían en ausencia de un núcleo políticamente centraliza-
.» Tlacoatzingo, asentamiento de entre 3 y 4 ha; XF-215 (2 ha), situado en una terraza natu-
il al margen del Tembembc; XF-219 (300 m2), compuesto por pequeñas estructuras residen-

41
cíales; XT-2, localizado en una terraza de la colina sur del Cerro Xochicalco, y XF-3 (0.25
ha) que se limita a una residencia aislada.
La cerámica de la fase E manifiesta semejanzas con la de Ticomán, centro de población
ubicado en la Cuenca de México. Entre las formas más representativas de esta época encon-
tramos los cajetes monocromos, con paredes curvas y los cajetes de silueta compuesta, con
ángulo basal alto y soportes esféricos huecos. También es común la cerámica granular, tal vez
proveniente del actual Estado de Guerrero.
* 3) Fase F(200-650 d.C.). En la tercera fase de desarrollo el asentamiento alcanza una exten-
sión de 31.94 ha. La población se concentra en las tierras altas más áridas, quizás dedicadas al
cultivo de temporal. Tlacoatzingo (25.05 lia) continúa siendo el núcleo más denso de población.
Allí se han descubierto varias unidades habitacionales y un pequeño adoratorio. Además se han
encontrado vestigios de ocupación al este y al norte de Tlacoatzingo; en el área entre La Parcela
y el Cerro Temascal; en las colinas sur y norte del Cerro Xochicalco y al pie de este cerro.
La cerámica de la fase F se subdivide en dos. Aquella de la subfase temprana (200-400 d.C.)
tiene marcadas diferencias con el complejo clásico teotihuacano. Si bien en esta época pudieron
existir contactos con Teodhuacan, Xochicalco nunca formó parte de su esfera de dominio, hecho
que se manifiesta en la cerámica. Predominan los cajetes monócromos con fondo plano y ocasio-
nalmente con pulido hecho con palillo e incisión; a veces presentan bandas rojas en los bordes y
pintura roja sobre el cuerpo. En la subfase tardía (400-650 d.C.) abundan los cajetes pulidos con
pintura roja. A esta fase pertenece la fecha radiocarbónica M1A-350 fijada en el 460 +/- 60 d.C.
- 4) Fase G (650-900 cLC.). Durante los doscientos cincuenta años que comprende esta fase,
Xochicalco vive su máximo esplendor. La ocupación registra un crecimiento verdaderamente
abrupto, alcanzando en poco tiempo una dispersión de 4 km2. En esta superficie se observan
agrupaciones muy desiguales en las que encontramos tanto áreas residenciales nucleadas co-
mo dispersas, construcciones públicas o privadas, terrazas habitacionales o de cultivo, zonas
exclusivas de sembradío, estructuras defensivas, vías de comunicación, etcétera. La mayor
concentración arquitectónica se registra en el Cerro Xochicalco. Es en esta fase cuando se
emprende la rcmodelación arquitectónica a gran escala del cerro, nivelándose porciones con-
siderables de la cima. Allí son erigidos los monumentos más insignes, entre los que están el
Templo de las Serpientes Emplumadas, el juego de pelota principal y las estructuras A, C, D
y E. En las porciones media y baja se construyen amplias terrazas residenciales, pequeños
grupos de plataformas domésticas y fortificaciones defensivas. También hay importantes con-
centraciones arquitectónicas en La Maqueta, el Cerro de la Bodega, el margen occidental del
Tembembe, Loma Larga, Cerro Temascal, Cerro de la Silla, Cerro de la Fosa, El Limón, La
Mina, Tlacoatzingo y otros lugares con residencias unifamiliares dispersas. Norberto Gonzá-
les Crespo ha encontrado numerosos indicios de que la ciudad fue destruida violentamente y
abandonada alrededor del año 900.
La fase G se divide en dos subfases. La subfasc temprana (650-800 d.C.) se caracteriza por
la cerámica monocroma. Los cajetes más típicos de la época presentan frecuentemente sopor-
tes esféricos y huecos tipo sonaja; pueden tener bandas rojas en el borde y círculos del mismo
color en el fondo o en las paredes interiores. En cambio, los cajetes con pestaña basal («ángu-
lo Z») aparecen con poca frecuencia. La cerámica Coyotlatelco es escasa, hecho que hace su-
poner que la interacción con la Cuenca de México y Valle de Toluca era mínima. En efecto,
ahora sabemos que en esta época hubo una escasa relación entre el mermado poder teotihua-
cano y la floreciente ciudad de Xochicalco. Para el 750 desaparece casi por completo la Cerá-
mica y la lítica teotihuacana, estrechándose el contacto con Guerrero. En la subfasc tardía
(800-900 d.C.) siguen elaborándose muchas de las formas de la subfase anterior, aunque ya
no presentan la típica decoración de círculos rojos. Existen pocas similitudes con las fases
cerámicas contemporáneas de Tula. Las fechas radiocarbónicas de esta fase son: TC-361 (655 21. Cerámica de la Su
+/- 50), TC-638 (730 +/- 85) y XC-106 (875 +/- 95).71 G Temprana de Xoch
. 5) Fase H (900-1250 d.C.). Tras la destrucción del núcleo urbano, Xochicalco es práctica- (Hirth y Cyphcrs, 198
mente deshabitado. De esta fase se cuenta con la escasa información de tres sitios que abarcan
en su conjunto una superficie de 11.54 ha. El más grande, compuesto por residencias domésti-
cas con un centro cívico-ceremonial, está en las laderas occidentales de La Maqueta. También
se hallaron vestigios de la misma época en el Cerro de la Silla y en el Cerro Temascal.
22. Mapas del asentamiento
en diferentes períodos
cronológicos.
1) Formauvo Tardío,
2) Clásico,
3) Epiclásico fase G,
4) Postclásico Temprano
(Hirth y Cyphers, 1988).

AREA RESIDENCIAL

AREA CEREMONIAL
O SIN HABITACION
Como en fases anteriores la cerámica xochicalca y la de la Cuenca de México se diferen-
cian ostensiblemente. £1 tipo característico de esta fase es el llamado Rojo sobre Crema.
• 6) /w 7(1250-1420 d.C.). En la última fase de desarrollo reaparece en Xochicalco la po-
blación nueleada, la cual perduraría hasta la conquista mcxica cuando el sitio pierde su im-
portancia y se reduce a un centro de peregrinación. Se conocen seis núcleos aislados que en
total suman 92 ha. Los centros de autoridad sociopolítica son XT-98/100, Cerro Temascal,
XT-85 y XT-70. La población se distribuía de manera continua entre La Malinche, Cerro Te-
mascal y La Parcela. También hay asentamientos en El Ciruelo, La Maqueta, Tlacoatzingo,
XF-45 y XT-117. Poco antes de la llegada de los españoles son construidos algunos adorato-
rios aztecas y una pequeña cancha de pelota sobre las estructuras del Epiclásico. Prolifcran
en
esta fase la cerámica polícroma tlahuica, la Negro sobre Anaranjado y los comales
extendidos
con reborde basal. Algunas vasijas acusan similitudes con los tipos polícromos madatzincas.
Las explicaciones del apogeo de Xochicalco

Una de las principales interrogantes acerca del desarrollo de Xochicalco que acabamos
de reseñar, son las causas de su repentino y efímero apogeo. Casi todas las hipótesis vertidas
en los últimos treinta años coinciden en la importancia que tuvo el colapso del imperio teo-
tihuacano en el surgimiento de la ciudad. Sin embargo, existen grandes divergencias en
cuan-
to a la manera en que se supone estuvieron encadenados estos fenómenos. Desde la óptica de
algunos especialistas, centros como Xochicalco y El Tajín motivaron la caída de
Teotihuacan
a fines del Clásico, ocasionando un vacío de poder. En contrapartida, otros investigadores
in-
vierten el sentido causal de la explicación al afirmar que los centros cpiclásicos sólo
pudieron
haber surgido en ausencia del poder hcgcmónico de la Ciudad de los Dioses.
Piña Chan y Litvak representan al primer grupo. De acuerdo con Piña Chan, quien iden-
tifica a Xochicalco con el mítico Tamoanchan de las fuentes hispanas, el esplendor de la ciu-
dad debe remontarse al Clásico (450-750 d.C.).72 Desde su peculiar perspectiva, Xochicalco
alcanzó el rango de civilización en el siglo v con la llegada de grupos «más adelantados» de
la
costa del Golfo. Estos grupos habrían introducido el estilo artístico de El Tajín, la numera-
ción, el calendario, la escritura y, sobre todo, el culto a Quetzalcóatl-Venus. Gracias a la im-
plantación y consolidación de esta nueva filosofía, Xochicalco sobresale en el contexto
mesoa-
mcricano al grado de que contribuye a la caída de Teotihuacan y a la supresión de la religión
politeísta, agrícola y «conservadora» difundida por esa ciudad.73
Al igual que Piña Chan, Litvak sostiene que Xochicalco fue un influyente centro del
mun-
do clásico (400-650 d.C.), si bien alcanza su máxima expansión después de la caída de Teo-
tihuacan en 650.74 Este autor propone que Xochicalco surgió en el Clásico (fases 2-3) debido
a su importante producción algodonera, pero sobre todo a su situación estratégica que conec-
taba las costas atlántica y pacífica (rutas Morelos-Mezcala y Valle de Toluca-noreste de
Gue-
rrero). En esta época, Xochicalco manifiesta una fuerte influencia teotihuacana en su traza
urbana, motivos arquitectónicos, escritura y bienes muebles. Según Litvak, Xochicalco
nunca
fue un aliado ni un satélite de Teotihuacan, sino un conductor dentro de una esfera monofo-
cal que filtraba el tráfico de productos tropicales (cacao, plumas, piedras verde y algodón) de
la Depresión del Balsas y el noreste de Guerrero a la Cuenca de México. En la fase 4, Xochi-
calco, junto con Cholula, El Tajín y Tula, provoca la caída de Teotihuacan al detener el flujo
de productos de su red de rutas. Crece entonces la ciudad morelense, pero no por mucho
tiempo. Durante las fases 5 y 6, se reordenan las rutas, perdiendo su funcionalidad aquellas
que pasaban por Xochicalco, ya que estaban orientadas hacia la disminuida Teotihuacan. En
este contexto, Miacatlán se convierte en el centro hegemónico del occidente de Morelos.
Contra lo señalado por Piña Chan y Litvak, Dumond y Müller no encuentran evidencia
alguna de que el abandono de Teotihuacan haya sido producto de otro poder centralizado
como Cholula, El Tajín o Xochicalco. De hecho, la influencia de esta última ciudad al final
del período Clásico fue mínima.75 Hoy no parece haber duda de que el esplendor de Xochi-
calco se limita al Epiclásico,76 y de que Teotihuacan nunca jugó un papel determinante en el
borde basal, discos y bandas rojas), éstas resultan muchas veces dudosas, escasas, comunes^
varias culturas o simplemente imitaciones locales.78 El oeste de Morelos nunca fue incorporal
do al hmterland tcotihuacano de recursos quizás porque las tierras de esta área tenían un me-
nor potencial para la intensificación agrícola que las del este de Morelos. 79 La autonomj^
también podría entenderse como producto de una resistencia bien organizada por parte de
las comunidades locales, siendo las construcciones bélicas la respuesta a la militarización que
sufrió Teotihuacan en su última época.80
Sandcrs y Price invierten el efecto causal de la hipótesis. 81 Afirman que la caída de Tco-
tihuacan ocasiona un vacío de poder y un bajo nivel de integración en el Altiplano Central Que
posibilitaron el suigimicnto de pequeños estados como Xochicalco, Cholula y Tula que lucha*
ban por la supremacía regional. No obstante, dicho autores soslayan el hecho de que la caída
de Teotihuacan fue un fenómeno relativamente gradual: Teotihuacan conserva en el Epiclásico
la hegemonía de la Cuenca de México y tiene un tamaño dos veces mayor al de Xochicalco.
Por su parte, Hirth y Cyphers lograron conciliar creativamente la hipótesis de Litvak con
la de Sanders y Price. Para ellos Xochicalco era demasiado pequeño en el Clásico como para
competir con Teotihuacan. Sin embargo, este panorama se transformaría radicalmente en el
siglo VIII: la esfera de influencia tcotihuacana se limita entonces a la Cuenca de México, per-
mitiendo el surgimiento de sitios como Cacaxtla, Tcotcnango y Xochicalco que comienzan á|
dominar sus respectivos valles.8^ En este contexto sí era factible la generación de un ambiente^
de competencia que ocasionaría una limitada interacción económica entre dichos sistemas, la
cual se refleja en colecciones de artefactos arqueológicos regionalmente diferentes. En esta
época el oeste del Valle de Morelos queda desvinculado de la esfera económica de la Cuenca
de México y los productos teotihuacanos son suplantados por la cerámica de Guerrero y la
Mixteca, así como por la obsidiana de Zinapécuaro, Michoacán. 83
La configuración del patrón de asentamiento del Valle de Xochicalco, la organización in-
terna de la ciudad, sus construcciones bélicas, las representaciones iconográficas de sus monu-
mentos y los artefactos asociados con el sacrificio nos hablan de una época de militarismo y
conflicto exacerbados.84 Lo anterior pudo haber sido motivado, según Hirth y Cyphers, por
la integración de una confederación formada por las élites de los asentamientos del oeste de
Morelos, que a su vez sería el resultado de la intención de consolidar el control político regio-
nal tras la caída de Teotihuacan o por la amenaza de ataques externos. La creación de una
confederación de esta naturaleza explicaría el crecimiento tan acelerado y «no natural» de la
población en un valle de escaso potencial agrícola. Asimismo, el concurso de todas las pobla-
ciones que se habían unificado justificaría el breve lapso en que fueron edificados las enormes
construcciones públicas y de élite de la urbe.85

EL ROSTRO DE XOCHICALCO EN EL 800 D.C.

Una herencia múltiple

En buena medida, las ruinas de Xochicalco nos ofrecen una instantánea de la ciudad del
año 800. Puede decirse sin temor a equivocación, que el rostro del Epiclásico no sufrió dema-
siadas transformaciones con el transcurso de los siglos. Los habitantes de las pequeñas aldeas
agrícolas que ocuparon el valle en épocas posteriores siempre guardaron un gran respeto por
los vestigios de la desaparecida civilización, amén de que nunca realizaron actividades lo sufi-
cientemente importantes como para hacer mella en el paisaje.
Como ninguna de sus contemporáneas, la urbe del siglo vm absorbió y asimiló la compleja
y múltiple herencia cultural mesoamericana. Sus construcciones son verdaderas amalgamas de
las tradiciones de Teotihuacan, Oaxaca, Occidente, el área maya y la costa del Golfo. 86 Sin
embargo, los estilos, los símbolos y los artefactos de estas civilizaciones no se presentan como
en sus lugares de origen, sino que, además de acusar derivaciones e incluso serias transforma-
ciones, en Xochicalco son adaptados a contextos distintos y de gran coherencia.
Evidentemente, las relaciones con cada una de las sociedades mencionadas se expresaban
de manera particular. Por ejemplo, el arte público xochicalca tiene grandes analogías con el
maya (acrópolis de acceso restringido, estilo de la cancha de pelota principal, banquetas en el

46
interior de residencias de élite, estelas, escultura de guacamaya asociada al juego de pelota,
relieves de individuos sedentes, etcétera) y el tcotihuacano (tablero-talud, imagen de
Huchuctéotl, glifíca). En cambio, los artefactos atribuidos a estas dos culturas que han sido
encontrados en Xochicalco (cerámica, obsidiana, placas de piedra verde) son escasos porcen-
tualmentc o bien de dudosa proveniencia. En contrapartida, resulta minima o prácticamente
nula la presencia en el arte público xochicalca de las civilizaciones de Oaxaca (estilo de la
Estructura A, cornisa superior, glifica), Vcracruz (tablero-talud, decoración de caracoles cor-
tados, volutas y celosías) y Occidente, en comparación con los productos importados de estas
mismas regiones (cerámica, obsidiana, figurillas de piedra verde, concha, etcétera).
Uno de los resultados más interesantes de la mezcla cultural fue el surgimiento de un esti-
lo arquitectónico de raíces múltiples, pero con carácter propio. Las edificaciones religiosas de
Xochicalco presentan, por regla general, un solo basamento coronado por un templo con te-
cho plano de morillos, cal, arena, grava y piedra. Dicho basamento tiene un talud alto que
contrasta con una pequeña cornisa vertical o ligeramente inclinada hacia afuera. El Templo
de las Serpientes Emplumadas es la excepción, puesto que, entre el talud y la cornisa, se in-
terpone un tablero vertical. Al templo se accede por medio de amplias escalinatas limitadas
por alfardas. Salvando así el desnivel, se ingresa, en primera instancia, a un vestíbulo y, poste-
riormente, al santuario. Este último era el lugar por excelencia de las propiciaciones divinas y 23 Configuración del sito
de inhumación de ofrendas y altos dignatarios. En la construcción de estos edificios no se em-
arqueológico de
pleó mezcla compuesta con cal, sino que las pequeñas piedras volcánicas y de caliza del reves-
Xochicalco con sus vías de
timiento (rectangulares y sin ángulos) eran cimentadas sobre una amalgama de barro, para
acceso (Hirth y Cyphers,
más tarde ser rccubiertos con una capa de estuco y pintura.
1988).
El asentamiento del Epiclásico
En el 800 d.C. Xochicalco se extendía 4 km2 sobre una superficie en la que se alternan
colinas, lomas y mesetas. A las marcadas variaciones topográficas dictadas por el terreno flfl
adaptaban a la perfección elementos urbanos tales como plazas, sistemas defensivos, terrazas :
y vías de comunicación. La mayoría de los recintos cívico-ceremoniales de la urbe coronábaos
siete colinas próximas entre si. Las zonas residenciales y los campos de cultivo estaban locali-
zados en las laderas de dichas colinas y en las áreas que las separan, dispersándose hacia las
planicies del norte y del sur.
Como muchas otras ciudades de la época, Xochicalco estaba sumamente fortificado. 87 El
marcado tono bélico de su diseño arquitectónico global y la abundancia de obras de caráctró
defensivo señalan no sólo un clima de inestabilidad política, sino también el cambio en el
concepto de la contienda militar: mientras que en el Clásico se respetaban por regla general
los centros ceremoniales, en épocas posteriores el triunfo era señalado arrasando o quemando
los templos de los enemigos.
Sin duda, el principal elemento de fortificación de la urbe era su posición estratégica; los
espacios cívico-ceremoniales, las residencias de élite y las mayores concentraciones demográ-
ficas fueron ubicados intcncionalmentc en la cumbre de elevaciones rodeadas por acantiladas}!
Por ejemplo, el Cerro Xochicalco, además de su altura pronunciada, está protegido por ba-
rrancas abruptas en sus costados norte, este y oeste. Lo anterior explica el hecho de que la
mayoría de sus edificaciones defensivas se localicen en el sur del cerro, es decir, en el flanco
más vulnerable. Cabe decir que hasta la lecha sólo se conocen dos accesos en este cerro.

24. Fortificaciones de
Xochicalco (Hirth y
Cyphers, 1988).

48
( xf-175/1re

XT 120/12)1

CERRO XOCHICALCO

25. Topografía 5
internas ele Xoc
(Hirth y Gyphci

49
Los muros de las terrazas y de las plataformas, que servían de fundamento a los edificios
urbanos, también proporcionaban indirectamente un eficaz servicio en la defensa. A lo ante-
rior se sumaban basdones, trincheras, fosos, muros y murallas, elementos de un sistema edifi-
cado con el expreso fin de proteger la ciudad ante los ataques externos. Las murallas se aso-
cian con frecuencia a fosos secos. Para su construcción se excavaban paredes verticales de has-
ta 3 m de profundidad en la roca madre de las pendientes y se elevaba el obstáculo añadiendo;
material de relleno por encima del corte. Las porciones más bajas del cerro estaban fortificad
das en sus flancos sur y norte con zanjas y murallas, terminando éstas donde el terreno se
volvía escabroso. En los accesos y otros lugares claves de la ciudad se levantaron bastiones y
muros de hasta 10 m de altura.88 En esta forma, el sistema en su conjunto, constituido por
perímetros discontinuos de forma concéntrica, protegía el cerro desde su base hasta su cúspi-
de. Los recintos cívico-ceremoniales de la Bodega, Cerro de la Silla, Cerro Temascal, La
Fosa, La Maqueta y Tlacoatzingo también estaban resguardados con fosos, murallas y pla-
taformas, tal vez con el fin de servir como últimos reductos de la población del valle.
La topografía irregular, las terrazas y los sistemas defensivos dividían verticalmente la ciu-
dad en innumerables compartimentos. Por ello fue necesaria la creación de una compleja red
compuesta por rampas y vías públicas que articulaban los segmentos urbanos, y por caminos
que comunicaban la ciudad con otros sitios del valle. 89 Numerosas rampas pavimentadas faci-
litaban el movimiento vertical entre compartimentos; casi siempre estaban flanqueadas por
muros defensivos que impedían la circulación en sentido horizontal. Xochicalco contaba asi-
mismo con cuando menos nueve vías que hacían las veces de ejes organizadores de los espa-
cios arquitectónicos; entre ellas destacan la TF1 que atraviesa la colina sur del Cerro
Xochicalco y la TF5 que comunica este cerro con la cumbre del Cerro de la Bodega. Cada
vía tenia entre 3 y 5 m de ancho, pavimento de piedras mal cortadas y costados de bloques de
piedra. Al trascender lós límites de la ciudad, las vías TF3 (2.5 km) y TF5 (3 km) se convierten
en caminos que muy probablemente formaban parte de un sistema regional. En estas porcio-
nes se vuelven más angostas (2-3 m) y carecen de bordes de piedra tallada.

El núcleo urbano

El Cerro Xochicalco era el corazón de la ciudad. Sus tres grandes lóbulos, ubicados al
norte, sur y oeste, habían sido modificados extensivamente para el asentamiento. Con el obje-
to de lograr superficies planas que sirvieran de base a las obras arquitectónicas, los xochical-
cas practicaron cortes horizontales en los contornos irregulares y, en el extremo opuesto, le-
vantaron plataformas limitadas por muros de contención de manipostería. Finalmente, cu-
brieron las superficies planas con tepetate triturado o estuco. El resultado fueron cinco niveles
de terrazas de alturas desiguales. Las porciones superiores del cerro pronto se poblaron de
estructuras cívico-ceremoniales y de elite, en tanto que las grandes terrazas residenciales y pe-
queños grupos de plataformas domésticas ocuparon las partes medias.
Las diferencias altimétricas y la consecuente nivelación de los terrenos por muros de con-
tención fungieron como barrera arquitectónica para estructurar el núcleo urbano. De manera
semejante a lo que sucede en El Tajín y en muchas ciudades mayas, el asentamiento en el
Cerro Xochicalco está dividido en dos grandes porciones: un conjunto de plazas bajas de
carácter público y una acrópolis de acceso restringido. En efecto, en los lóbulos sur y poniente
del cerro se hallan las plazas y los monumentos relacionados con el intercambio comercial, las
asambleas masivas, el juego de pelota, el culto público y la grandes fiestas populares. Por .el
contrario, el lóbulo norte conforma un nivel más elevado, exclusivo de las élites. Allí se encuen-
tran las residencias de los más altos dignatarios estatales, dos juegos de pelota y las principales
estructuras de culto privado, entre las que destaca el Templo de las Serpientes Emplumadas.

El lóbulo sur del Cerro Xochicalco

El acceso principal del Cerro Xochicalco se localiza en la parte más baja del lóbulo sur.
Poco antes de llegar a la entrada de la ciudad, el forastero debía atravesar un hipotético puen-

50
26. Plano del Cerro
Xochicalco
(Marqui:
1964).
te de madera para salvar un angosto foso de unos 3 m de profundidad y 2 m de ancho. Desde
allí podía percibir en alto los muros estucados de la terraza inferior (la muralla sur) y la estre-
cha puerta de entrada protegida por dos bastiones y, quizás, por algún destacamento militar. 90
En este lugar se inicia la vía TF1, rampa pavimentada que asciende en forma paulatina hasta
alcanzar el centro urbano, atravesando fosos, terrazas, plazas y que se articula ortogonalmen-
te con las vías TF2, TF3 y TF5.91 Próximas a la garita de entrada y a los bastiones hay varias
unidades habitacionales compuestas por grupos de cuartos en torno a patios abiertos. 92
La vía TF1 accede, en primera instancia, a la plaza más baja y meridional del lóbulo sur.
Es éste un espacio de 100x150 m en cuyo centro se alza una plataforma de 1 m de altura,
orientada longitudinalmente de este a oeste y con una banqueta en su parte superior. La
proximidad de la plaza a la entrada del sitio, su colindancia con la vía principal y la presencia
de una sola plataforma que pudo haber servido como tribuna de jueces, hacen plausible la
propuesta de que allí tenía lugar el mercado.93
Continuando su ascenso en dirección norte, la vía TF1 desemboca en la Plaza Central,
jus-
to en la convergencia de las arterias más importantes de Xochicalco. Seguramente, éste era el
lugar de mayor significación religiosa para la población citadina y, quizás, para los
campesinos
de la región. En su extremo norte fue erigida la pirámide de mayores proporciones de la urbe:
la Estructura E. Este edificio se compone de un basamento de tres cuerpos que sostiene una
pirámide escalonada y coronada, a su vez, por un templo. Durante su excavación se encontra-
ron en el interior cuchillos y un excéntrico de obsidiana, puntas de proyectil, carbón y
ccrámi-
a También se hizo el hallazgo de una maqueta que representa un templo de planta circular.94
1.a Plaza Central estaba limitada en sus extremos oriente y poniente por las estructuras C
51
v crsn principi
V MaíTe^í
Albulo Sur loto t

28. La Estructura E (foto


A. Siabin).
y D, respectivamente: la primera de ellas presenta muchas afinidades con el Templo de las
Serpientes Emplumadas no sólo en lo que toca a sus formas y proporciones, sino también en
el contenido de sus ofrendas.95 Al ser explorada aparecieron tres ollas Tláloc y un brasero en
el relleno constructivo; un enterramiento humano acompañado de su ofrenda funeraria, bajo
el piso del vestíbulo, y una cista con dos placas de limonita, cinco caracoles, diez conchas, una
cuenta de concha, dos cajetes, dos placas de piedra verde con personajes y un disco de piedra
verde bajo el piso del santuario. Frente a este edificio se encuentra la Estructura D, también
de típico estilo xochicalca. Se caracteriza por su amplia escalinata orientada al este. En su in-
terior también fue descubierto un entierro acompañado de una rica ofrenda. Dos estructuras
bajas cierran el extremo sur de la plaza, en tanto que un adoratorio con escalinata orientada
al este ocupa la parte central. Sobre él hay todavía una estela de gran tamaño (2.92 x .65 x
.45 m y 6 toneladas) que muestra dos glifos en una de sus caras: 10 Caña y 9 Ojo de Reptil. 96

El lóbulo oeste del Cerro Xochicalco

El lóbulo oeste, conocido como Cerro de la Malinche, también aloja importantes monu-
mentos, casi todos ellos de carácter público: el Juego de Pelota Sur (el de mayores proporcio-
nes del sitio), los edificios A y B, y la Pirámide de la Malinche. El lóbulo oeste se une con el
sur a la altura de la Plaza Central por medio de una plataforma artificial pavimentada. No
está por demás señalar que dicha plataforma representa el mayor esfuerzo humano jamás in-
vertido en una sola obra de Xochicalco, pues para su construcción fue necesario rellenar una
depresión de 15 m de profundidad.
. El Lóbulo Oeste (Foto El Juego de Pelota Sur es el primer edificio al que se arriba una vez que se ha descendido
Maffcis) de la Plaza Central. Ajuicio de varios investigadores, esta cancha guarda grandes analogías
con otras que han sido localizadas en Tula, Tcotenango, Coba, Piedras Negras y Copan.97 En
la clasificación de Taladoire, el Juego de Pelota Sur de Xochicalco pertenece al Tipo vi del
Altiplano Mexicano (canchas cerradas sin banquetas). Esta construcción se compone de dos
estructuras laterales paralelas que delimitan un patio rectangular (69 m de largo y orientación
de 90° 44’),98 cuyos extremos desembocan en dos patios transversales (36x9 68 m) cerrados
por estructuras bajas. Al parecer, los espectadores ingresaban por el costado sur del edificio a
través de un pórtico sostenido por doce pilastras que los conducía a una escalinata. El perfil
interno de la cancha está conformado por un muro superior levantado sobre un talud de pen-
diente débil que cae verticalmcnte sobre el patio. Grandes anillos de piedra (marcadores)
están empotrados en los muros superiores. Al igual que en el juego de pelota de Copán, en el
de Xochicalco fue encontrada una bellísima escultura en forma de cabeza de guacamaya,
aunque de estilo diferente y de silueta parecida a un hacha vcracruzana.
A un costado del Juego de Pelota Sur pasa la Calzada de la Malinchc, amplia avenida de
20x50 m que corre en sentido oriente-poniente y termina al pie de la Pirámide de la
Malinchc. A lo largo de esta calzada y en su mitad norte hay veinte altares o bases de colum-
na de planta circular (con 4.2 m de diámetro) y uno más de planta rectangular. Aunque resul-
ta aventurado atribuirles una función especifica, debo señalar que hay quien supone un carác- 32 Escultura de la Malinchc
ter calendánco, correlacionándolos con los veinte signos de los días del año ritual." (Peñafiel, 1890).
Los edificios A y B se encuentran en el margen meridional de la Calzada de la Malinchc El
primero de ellos tal vez fungió como adoratorío. En cambio, el Edificio B, también conocido co-
mo «El Palacio» y al cual me referiré en el siguiente apartado, fue la suntuosa morada de una
familia de élite. Finalmente, en el extremo occidental del lóbulo y al borde de un acantilado ha-
llamos la Pirámide de la Malinchc o «Loma de la India», majestuoso basamento de planta rec-
tangular que cuenta con una extraña depresión en su cara superior. El edificio recibe este apela-
tivo debido a que en su cúspide permaneció durante siglos una escultura monolítica femenina.

33 El Juego de Pelota
Principal (Foto A. Mafleis)
El lóbulo norte del Cerro Xochicalco

Como vimos, el lóbulo norte era el de más difícil acceso. Allí se encuentran los más bellos
monumentos de la ciudad y las habitaciones de los gobernantes máximos: la Acrópolis, la
Plaza Ceremonial, los Subterráneos y varías terrazas que contienen un serie de estructuras
ceremoniales, incluyendo dos juegos de pelota y algunas plazas y basamentos con templos. La
Acrópolis está enclavada precisamente en la porción más alta del cerro. Este complejo
conjunto palaciego está conformado de una serie de lujosas habitaciones superpuestas en dos
plantas o niveles. Estas raras construcciones fueron erigidas sobre varías plataformas anchas,
y conectadas entre si por rampas y escalinatas. La presencia de patios rodeados de cuartos, de
graneros y de un baño de vapor sugiere que la Acrópolis fue usada por la élite gobernante co-
mo residencia y para actividades ceremoniales. En fechas recientes fue encontrada en este
preciso lugar una ofrenda compuesta por dos cráneos de cocodrilo. 100
35. Glifo esculpido en la A través de la escalinata oriente de la Acrópolis puede llegarse a la Plaza Ceremonial. Es
parte superior del éste un recinto estucado y amurallado de 100x150 m que descansa sobre una terraza de mu-
Templo de las Serpientes ros casi verticales y desde el cual se domina prácticamente todo el valle. Hasta ahora sólo se
Emplumadas (Marquina,
han identificado dos estrechos accesos a la plaza, lo que denota que esta área tenia poca inte-
1964).
racción con el resto de la ciudad.101 La plaza está delimitada en sus partes bajas por conjuntos
de construcciones menores, en tanto que en su interior se localizan varías edificaciones de pri-
mera importancia.
El centro de la plaza está ocupado por el edificio más bello, célebre y estudiado de
Xochicalco: el Templo de las Serpientes Emplumadas. La enorme importancia de dicha cons-
trucción no sólo queda de manifiesto en su emplazamiento justo en el corazón de la ciudad,
sino además en su posición constrastantc con los demás edificios urbanos, puesto que su esca-
linata, orientada al poniente, está girada 17o al este del norte verdadero.102 La planta del edi-
ficio es rectangular (las fachadas este y oeste miden 18.60 m, en tanto que las fachadas norte y
sur miden 21 m).
Para la erección del Templo de las Serpientes Emplumadas se colocó primeramente un
núcleo de tierra y piedra rodada que fue recubierto con un aplanado de mortero de grava Y
cal.103 Más tarde se formaron las fachadas con grandes losas de pórfido traquitico que tenían
como promedio 100x60x40 cm y 3 toneladas de peso. Estas losas fueron esculpidas en relieve,
ensambladas a hueso y terminadas con una fina capa de estuco y pintura roja, negra, azul,
verde y amarilla.

56
36. La Plaza Ceremonial
Al fondo se observa la
Acrópolis (Foto L.
López
Lujan).

37. La Plaza Ceremonial


(Foto A. Mafleis).

El cdifício tiene dos partes claramente diferenciadas: el basamento y el templo propia-


mente dicho. El basamento alcanza una altura de 4.33 m de alto y se divide en talud (2.70 m),
tablero (1.16 m) y cornisa (47 cm). En cada una de las cuatro caras del talud se extienden los
cuerpos ondulantes de dos serpientes emplumadas, con penacho, lengua bifída y decoración
de caracoles cortados sobre el cuerpo. En las fachadas este, norte y sur, en los espacios que
dejan libres las ondulaciones, fueron talladas fechas 9 Ojo de Reptil c imágenes antropomor-
fas en posición sedente a la manera maya. Muestran grandes vírgulas de la palabra y ostentan
tocados en forma del Monstruo de la Tierra, bragueros, orejeras, collares, brazaletes y ajorcas
de cuentas y plumas.
Las alfardas y los tableros de la fachada poniente - la principal - también están decorados
con serpientes emplumadas, aunque éstas acompañadas de glifos calendáricos y representa-

57
38. 39. Dibujos de los ciones antropomorfas diferentes: a la izquierda de la escalinata destaca la fecha 9 Casa detrás
relieves que decoran los de la cual parece ocultarse un personaje cuya mano izquierda jala con una cuerda el glifo 11
taludes del Templo de las Mono, como si buscara juntarlo con un rectángulo que enmarca un círculo y el numeral 1 so-
Serpientes Emplumadas bre el cual apoya su mano derecha. En el extremo opuesto se distinguen un individuo que so-
(Pcñafiel, 1890). porta sobre su cuerpo un celaje estrellado y un personaje llamado 2 Movimiento. Por último,
en uno de los lados de la escalinata quedan los restos en relieve de un personaje con escudo y
lanzadardos, viajando en una barca.
Los paños del tablero están divididos en cuadretes por listas verticales de ganchos entrela-
zados. Cada cuádrete es ocupado por un personaje de perfil y en posición sedente, caracteri-
zado por una virgula de la palabra, tocado del Glifo del Año, anteojeras de Tláloc, orejeras,
collar, brazaletes, braguero y bolsa de copal. Lo interesante es que el conjunto de personajes
parece integrar una procesión que se origina en el centro de la fachada oriente y confluye, a
través de las fachadas norte y sur, en la fachada poniente. En cuando menos diez ocasiones,
estos personajes tienen enfrente una mandíbula descarnada que parece morder un circulo
con una cruz incisa en su interior. Sobre ambos elementos recurrentes descansan glifos que
varían de un cuádrete a otro (un canal, animales, acciones, etcétera). En contraste, cuatro
cuadretes de la fachada oriente tienen glifos calcndáricos cambiantes en vez de mandíbula
con circulo inciso. Encima del tablero sobresale una cornisa ornada cbn caracoles cortados.
El templo del edificio mide 1 60 m de alto. En época prehispánica se ascendía a él a
través de 11 ó 13 peldaños. Su planta cuadrada está limitada por muros de 160 cin de espe-
sor, decorados con ricos, aunque muy destruidos, relieves. Aún es posible distinguir represen-
taciones antropomorfas con sandalias, armas (escudos, lanzadardos y dardos), posibles ofren-
das, animales (cánidos, aves rapaces, venados), plantas y fechas calcndáricas.
A raíz de la exploración del interior de la pirámide en los años sesentas y en los noventas,
se hicieron interesantes descubrimientos, entre los que descuella la presencia de dos subes-
tructuras. Según Sácnz, es muy probable que la erección de las tres épocas constructivas del
edificio se haya llevado a cabo en un breve lapso. Dentro de la subestmetura más reciente del

58
40. Fotografía del
Templo
de las Serpientes
Emplumadas (Peñafíel,
1890)

59
•I1. Reconstrucción
hipotética del Templo de
las Serpientes
Emplumadas
(Marquina, 1964)
m

Templo de las Scrp,entes Emplumadas fue depositada una ofrenda compuesta por una vasija
de piedra blanca con una representación de ave descendente, nueve conchas Spomfylus, un co-
llar, caracoles pequeños, un caracol con motivos incisos de greeas y circuios, dos cajetes de
cerámica anaranjada, un disco de piedra con capa de limonita y dos placas de piedra verde.
Junto a esta ofrenda se hallo otra integrada por un disco de piedra con capa de limonita y
diez cuentas de piedra verde.104

42. 43. Ofrendas


encontradas en el interior
del Templo de las
Serpientes Emplumadas
(Fotografías del Archivo
Técnico, publicadas por
cortesía del INAH).
£g
Inmediatamente al norte de este bello edificio se halla otro con dimensiones casi idénticas,
aunque éste recubierto de estuco y decorado con una rica policromía.105 En sentido opuesto,
treinta metros al sur del Templo de las Serpientes Emplumadas se localiza la Estructura A.
Esta construcción se encontró en pésimo estado de conservación debido a que los xochicalcas
la desmantelaron intcncionalmcnte: rellenaron con piedra y adobe los cuartos y tapiaron sus
accesos. La Estructura A es en realidad una gran plataforma de 38 m de largo y 4 m de altura
sobre la que descansan tres edificios. La escalinata, construida en la fachada poniente, condu-
ce primero a un pórtico de cinco claros separados por pilares c, inmediatamente después, a
un patio central hundido. A dicho patio confluyen dos grandes salones laterales (en sus lados
norte y sur) y el llamado Templo de las Estelas (en el lado este). En los extremos noreste y su-
reste de la plataforma se liberaron dos salones.106
El Templo de las Estelas fue erigido sobre una plataforma baja (15x15x1.40 m) con escali-
nata de acceso al poniente. Cuenta con un pórtico de tres entradas separadas por pilares,
además de un vestíbulo y un amplio santuario. Durante su excavación se hizo uno de los ha-
llazgos más impresionantes en la historia de la arqueología de toda la región: las estelas 1,2 y
3. Estos monumentos pétreos, únicos en su tipo, habían sido cubiertos con cinabrio y matados
ritualmentc con antelación al dcsmantelamiento de la Estructura A; es decir, fueron divididos
cuidadosamente en varios pedazos, dejando intactos los relieves de sus caras. Una vez mata-
das, las estelas fueron enterradas, quizás enmedio de una fastuosa ceremonia, dentro de una
fosa (140x140x135 cm) construida ex-profeso bajo el piso del vestíbulo. Allí se encontraron la
Estela 3, un fragmento de la Estela 1 y dos de la Estela 2. Tres fragmentos no cupieron en el
receptáculo (dos de la Estela 1 y uno de la Estela 2), razón por la cual los arqueólogos los en-
contraron sobre el piso del vestíbulo. Debe mencionarse también el hallazgo en este edificio
de una ofrenda que contenía figurillas antropomorfas teotihuacanoides, puntas de proyectil,
excéntricos de obsidiana, máscaras de piedra, parte de una vasija de piedra blanca, cuentas,
conchas, turquesas, tiestos y fragmentos de sahumador.
Mucho tiempo después de la edificación de la Estructura A, fue adosado en su esquina su-
roeste un cuarto diminuto, bautizado como la Cámara de las Ofrendas. Se trata de un senci-
llo recinto funerario limitado por muros en talud. Justo en el peralte del escalón de entrada to-
davía puede observarse un bajorrelieve en forma de águila con pico y garras abiertas, tal vez
el nombre del personaje que fue sepultado en su interior. Los restos del individuo yacían bajo
el piso de la cámara, acompañados de una ofrenda. Sobre el estuco, se hallaron asimismo dos
yugos lisos, un hacha en forma de cabeza, una lápida con cuatro glifos y restos de un brasero.
45. Subestructura del
Templo de las Serpientes
Emplumadas exhumada por
Norberto González Crespo
(Foto L. López Luján).

46. La Estructura A (Foto A.


Mafleis)
■i7 Objetos encontrados en
la Cámara de las Ofrendas
(Fotograba del Archivo
Técnico, publicada por
cortesía del INAH).

48. Hallazgo de las Estelas


1,2 y 3 (Fotograba del
Archivo Técnico, publicada
por cortesía del INAH).

1
49. La cámara de las
Ofrendas (Foto A.
Malfcis).

64
Un total de tres conjuntos habitacionalcs (las estructuras 4, 6 y 7) cierran la Plaza
Ceremonial en sus extremos norte y este. Un poco más al oriente de dicha plaza y en una te-
rraza inferior, los xochicalcas construyeron el Juego de Pelota Este (que cuenta con un intere-
sante marcador con las representaciones de un murciélago y dos guacamayas), así como una
rampa decorada con 252 losas grabadas con imágenes de mamíferos, aves, serpientes y mari-
posa*.107

65
31 Juego de Pelota liste
Foto L. López Luján).

52. Basamentos piramidal


ubicados entre la Plaza
Ceremonial y el Juego de
Ptlota Este (Foto L. López
Luján).
54. Cuartos adosados al
Juego de Pelota Este (Foto
L. López Luján).
55. Detalle del sistema
de calentamiento
del baño de vapor
(Foto A. Stabin).

56. Baño de vapor asociado


al Juego de Pelota Norte
(Foto L. López Luján).

68
Si se continua con el recorrido en dirección norte si deja la Plaza Ceremonial para llegar
al pronunciado desnivel que acusa el flanco norte del Cerro Xochicalco. En una de sus estre-
ia
chas terrazas se localizan el Juego de Pelota Norte, un baño de vapor y las entradas de dos de
los numerosos “subterráneos” que surcan las entrañas del cerro. A fines del siglo xix algunas
de estas enigmáticas cavidades fueron bautizadas como «El Cacique»» «El Sol», «Los
Jabalíes», «Los Murciélagos», «Antonio Peñafiel», «Obregón \ Martínez», «Julio Peñafiel»,
«José Segura», «El Pozo» y «Jesús Moreno Flores» 1 -i más grande de todas, también conoci-
da como «Los Amates» o «El Observatorio», tiene una entrada irregular y oscuras galerías de
parceles rebajadas, estucadas y pintadas de negro, amarillo \ rojo. La primera de sus amplias
salas está 12 ni al sur de la entrada. Es de planta cuadrada (5x5x3 m) y tiene una chimenea
en la esquina noroeste En cambio, para llegar a la segunda sala o Gran Cámara es necesario
recorrer 27 m desde la entrada. Esta cámara, sostenida por cuatro pilares de 2.5 m por lado,
tiene grandes dimensiones (26x9x2.5 m) y eje longitudinal de sureste a noroeste. En una de-
sús esquinas fue excavada una chimenea de 2 m de diámetro en la base y 0 5 m de diámetro
en el tiro. Cabe mencionar que la boca de este tiro dista 140 m del Templo de las Serpientes
Emplumadas. El otro subtérranco tiene su acceso a escasos 6 m al poniente de la entrada de
«El Observatorio». Tiene una galería de 16 m y un salón de 6x9 5x25 m.108
Al igual que muchos monumentos xoclucalcas, los subterráneos han sido objeto de múlti-
ples especulaciones. Por ejemplo, se ha dicho en repetidas ocasiones que los tiros verticales
hacían las veces de respiraderos o ventiladores.109 También se ha conjeturado en torno al uso
al cual eran destinados las extrañas cavidades: cantera,110 baño de vapor;111 vivienda,112 esce-
nario de rituales de iniciación y oratorio a los difuntos;113 habitaciones de profetas o catacum-
bas;114 trincheras de defensa, depósitos de armas y de víveres, casamatas para comunicación
y fuga;115 etcétera. Aunque no puede descartarse que los subterráneos hayan tenido uno o
vanos de los usos anteriores, los únicos que han podido ser corroborados cabalmente son los
de cantera y de observatono astronómico. En lo tocante a la segunda función, cuando el Sol
alcanza al mediodía su posición cenital (dos veces al año: 14/15 de mayo y 28/29 de julio), 57. Cámara subterránea
sus rayos penetran 12 m a lo largo del tiro de «El Observ atorio» para iluminar por completo de la Cueva de los Amates.
la Gran Cámara,116 no obstante, hay quien asegura incorrectamente que este fenómeno tiene Sección norte-sur (Avem,
lugar en cada solsticio.117 1980).

58. Entrada a una de las


cuevas o “subterráneos” de
Xochicalco (Foto A.
Mallas).
La periferia
Si bien es cierto que las actividades de mayor trascendencia en la vida urbana tenían 1
gar en el Cerro Xochicalco, existían otras áreas públicas de carácter cívico-ceremonial en
Cerro de la Bodega, el Cerro de la Silla, el Cerro Temascal, el Cerro de la Fosa, Tlacoalzin
y La Maqueta. Casi siempre se trata de elevaciones modificadas sustancialmente por la nía
del hombre, que tenían sus propios recintos fortificados y terrazas con zonas residenciales.
Bodega, por ejemplo, es un cerro aledaño al de Xochicalco que lo rebasa en altura y qiu
presume era el último reducto defensivo de la ciudad. En su cima se asienta un interesa
complejo arquitectónico de 50x140 m al que se llega por un amplio camino amurallado <
asciende por la ladera poniente. El conjunto consiste en tres grandes plazas, plataformas b;

70
I. Plano de los túneles y
amaras subterráneas de
Cochicalco según Alzate
1791).

71
y un montículo central, estructuras cercadas por un foso de 2 a 5 m de profundidad p
parte, los- cerros de la Silla, Temascal y de la Fosa localizados al poniente dei c** Su
Xochicalco presentan complejos análogos al recién descrito.
Al igual que en épocas anteriores, Tlacoatzingo fue un núcleo de alta densidad dem
fica durante el Epiclásico. Se trata de una larga península de 14 ha protegida por los acantiU
dos que talló a su paso el Tcmbcmc, así como por una muralla y un bastión. En el centro dé
esta área se concentran plataformas con montículos superpuestos y un juego de pelota, for
mando plazas elevadas. Otro foco de intensa actividad era La Maqueta, amplia meseta que se
extiende al norte del Cerro Xochicalco. Allí se encuentran los destruidos vestigios de numero-
sas residencias, plataformas y templos, entre los que destaca un montículo de 50x30 m. En
este lugar apareció una maqueta monolítica (1.93x1x1.15 m) que muy probablemente repre-
senta el lóbulo sur del Cerro Xochicalco, puesto que sobre su cara superior fue esculpido un
juego de pelota y una pirámide con una amplia cavidad central. 118 Otros núcleos urbanos dig-
nos de mencionarse son La Mina, La Parcela y Loma Larga.

62. Monolito conocido


como La Maqueta (Foto
A. Mafleis).
fin la pagina
anterior
8 Masa Central la
Estructura C edificio
tipil o estilo
arquitectónico
xocbkaku. Al frente
Estela de los Dos (jltfi
suhte ti adoeatorio
central (FoloAMai

• las páginas
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otiutdus Í»/ »p ojdui.y,
ppiiwm mwipvj f e
27 Jamba sur del Templo 28. Jamba norte del
de Ias Serpientes Templo. Los relieves
Emplumadas. Se aprecia representan las
un elemento vegetal y un piernas
persottaje sentado al de un hombre al frente*
frente de un glifo 8 Caña algunos glifos
(Foto A. Majfels) (Foto A.
Maffeis).
as las
de >a
x stis
sefits*

o U**

eco-
pplic-
Lente
Lüla
34. Escalinata de la 35. E! Juego de Pelota 36. La plataforma que
En Iá página siguiente:
Estructura A (Foto A Norte (Foto L. López sostiene Ia Plaza
37. El Juego de Pelota
Maffeis). Luján). Ceremonial (Poto L. López
Luján). Norte Al centro se
aprecian los dos
marcadores que
originalmente se
encontraban el las
paredes laterales (Foto A.
Stabin)
LOS HABITANTES

Las características de la problación

En la actualidad carecemos de una respuesta en cuanto al número de individuos que habi-


taron Xochicalco durante su máximo esplendor. Si bien es cierto que existen muchas técnicas
para estimar el tamaño aproximado de la población de un sitio arqueológico, ninguna de ellas
deja de ser conjetural ni ha estado exenta de severos cucstíonamicntos. En diversas partes del
mundo se han hecho cálculos demográficos a partir del área que ocupan los espacios tediados
de un asentamiento o de la extensión y la densidad de materiales de superficie pertenecientes a
un mismo momento histórico (conchas de moluscos consumidos por el hombre, fragmentos de
cerámica, piedras de molienda, cuartos o residencias). Sin embargo, debemos tener en mente
cuando menos dos hechos que nos impiden confiar a pie juntiñas en dichas técnicas. En primer
término, resulta prácticamente imposible establecer con precisión los límites de un sitio cuando
varios estratos cubren buena parte de los vestigios de la ocupación. En este sentido, Xochicalco
no es una excepción: algunas de sus unidades habitacionales se han encontrado completamen-
te sepultadas: nada o casi nada de ellas era visible antes de su exploración. 119 En segundo lu-
gar, resulta inverosímil cualquier cálculo poblacional de un sitio de grandes proporciones en el
que se afirme haber cuantifícado todos los tiestos, casas o cualquier otro indicador supuesta-
mente relacionado de manera constante con el número de habitantes.
En el esclarecimiento de la filiación étnica de los constructores de Xochicalco surgen
mayores complicaciones. En parte, esto se debe a que las imágenes antropoformas pétreas y
cerámicas encontradas en el sitio son poco abundantes como para hablar de características
somáticas propias de una etnia determinada.120 A lo anterior se suma el hecho de que una de
las notas distintivas de la urbe cpiclásica es la gran diversidad c hibridismo estilístico de su ar-
quitectura y de sus artefactos.121 Esto puede deberse a que la ciudad estaba compuesta por
una población pluriétnica separada en barrios y gobernada por una nobleza común que
conjugó armónicamente las concepciones de los distintos componentes de la sociedad, expre-
sándolas en un arte de múltiples raíces, pero asimilado en un nuevo estilo.
Tampoco se pueden reconocer características somáticas generales en los restos óseos hu-
manos provenientes de contextos arqueológicos, ya que, además de escasos, han sido poco
estudiados. De hecho, el único análisis osteológico publicado hasta ahora es el de T.D. 63. Figurillas antropomorfas
de cerámica (Fotografías
Stcwart.122 Trata de la mayor concentración de osamentas de Xochicalco, detectada en una
del Archivo Técnico,
publicadas por cortesía del
INAH),

64. Entierro humano


inhumado en una
edificación religiosa
(Fotografía del Archiv
Técnico, publicada p»
cortesía del INAH).

105
terraza artificial conocida como «El Cementerio» que se ubica al oeste de la zona
ceremonial.
En este depósito, fechado entre el 650 y el 900 d.G.,123 fueron recuperados 21 enterramientos
completos (3 dobles y 15 individuales), además de un cráneo-trofeo. 12 individuos tenfan
una
posición en decúbito lateral ílexionado, en tanto que los restantes habían perdido, con el
trans-
curso de los siglos, su colocación original.
Siewart hizo el estudio de una serie tan pequeña que se antoja aventurado extrapolar sus
conclusiones a toda la población del sitio. De los 22 individuos que componían dicha serie, 6
eran subadultos (7-16 años) y 16 adultos (25-50 años). Determinó, asimismo, que 13 de los
adultos eran de sexo femenino y que su promedio de estatura oscilaba alrededor de 153 cm.
El cráneo-trofeo pertenecía al único adulto masculino identificado en la muestra. Quizás se
trata del cráneo de un extranjero inmolado ritualmentc, debido a que tenía un índice craneal
menor e índices faciales mayores que los de los demás individuos y a que fue seccionado tal
vez con el fin de extraer su masa encefálica.
Las patologías detectadas por Stcwart se limitan a caries moderadas, fracturas y tibias ar-
queadas. En cuanto a las modificaciones culturales podemos decir que tres cráneos tenían
deformación
Aparte de fronto-vértico-occipital y otro mostraba
«El Cementerio», los xochicalcas una deformación
inhumaron lambda
a sus muertos u obel ion,
en cuando en
menos
tanto que seis individuos presentaban dientes mutilados (tipos Al, A4, Bl, B2, B4, C2, C6
dos tipos más de contexto: en el interior de edificaciones religiosas y en las unidades habitado- y
F4).
nales. En lo que toca al primer tipo, se han encontrado dos entierros secundarios dentro de la
penúltima etapa constructiva del Templo de las Serpientes Emplumadas; un entierro primario
de adulto, en decúbito dorsal flcxionado, bajo el piso de la Cámara de las Ofrendas de la
Estructura A; un entierro secundario de adolescente en el relleno de la Estructura C, y otro en-
tierro secundario bajo el piso de la Estructura D. Invariablemente, estos individuos estaban en
compañía de ricas ofrendas funerarias compuestas por objetos tales como puntas de proyectil y
cuchillos de obsidiana, collares, orejeras, placas grabadas (con imágenes de individuos que
ostentan tocados en forma de cabeza de serpiente) y esculturas antropomorfas de piedra verde;
conchas del género Spondylus con cinabrio en sus porciones internas y collares de caracoles. A
partir de la calidad y riqueza de las ofrendas, así como de la importancia simbólica de los con-
65. Placas grabadas de textos, se puede inferir que estos cadáveres pertenecían a individuos de alto rango.
piedra verde con Como vimos, los muertos también eran sepultados en sus propias unidades de residencia,
representaciones tanto bajo los pisos de las habitaciones como de aquellos espacios que no estaban techados.
antropomorfas. Entierro 1 En la viviendas excavadas recientemente en el sur de la ciudad sólo tenían ofrendas mortuo-
del Templo de las rias (recipientes de cerámica) los individuos enterrados en el interior de los cuartos. 124
Serpientes Emplumadas
(Sácnz, 1963).
Las clases sociales

No hay duda de que la población cpiclásica de Xochicalco estaba dividida en clases socia-
les. Es fácil reconocer dicha división en las representaciones iconográficas de individuos rica-
mente ataviados; en la diversidad del tamaño, de los acabados y del número de patios inter-
nos de las unidades residenciales; en la cuantía desigual de los bienes alóctonos y suntuarios
hallados en ellas; en la dispar importancia de los lugares de inhumación, y en la abundancia y
calidad diferenciales de las ofrendas funerarias.
De acuerdo con Sanders, la mayor parte de los xochicalcas no se dedicaban directamente
a las labores agrícolas, sino a un amplio rango de actividades que podemos considerar «urba-
nas».125 A partir de los vestigios arqueológicos encontrados en la ciudad, no resulta aventura-
da la idea de que sus moradores, tal vez organizados en grupos corporados, cumplieran fun-
ciones específicas. Si este fuera el caso, habría toda suerte de especialistas: tejedores, alfareros,
canteros, albañiles, cesteros, carpinteros, lapidarios, escultores, pintores y comerciantes.
Además, se infiere la presencia de un grupo de dirigentes, compuesto por militares, sacerdote;
y burócratas, con base en evidencias iconográficas y en la abundancia de construcciones reli-
giosas y defensivas. Resulta obvio que este grupo ejercía su autoridad sobre la población urba
na y rural a través de la religión y las armas, obteniendo así excedentes en productos, mate
rías primas y mano de obra.

106
66. Ofrenda de objetos de
piedra verde. Entierro 2 dc\
Templo de tas Serpientes
Emplumadas (S&cnz, 1963)

107
LAS viviendas de los xochicalcas
Gracias principalmente a las investigaciones de los equipos de Hirth y de (íon/ilcz Crespo,
tenemos una imagen muy completa de las viviendas en las cuales moraban los xochicalcas del
Epidásico.126 Casi todas las unidades habitacionalcs de la ciudad se emplazaban en torno al
centro cívico-ceremonial: sobre estructuras y terrazas de las laderas del Cerro Xochicalco, en
las porciones más elevadas de las colinas próximas y en las mesetas cm unwcinas.* 27
El mayor porcentaje de dichas viviendas fue edificado sobre terrazas artificiales que se
ajustan a la topografía accidentada del terreno. Por regla general, las terrazas son sumamente
estrechas (3-6 m), aunque también hay de hasta 20 m de ancho, situación que contrasta con
su gran longitud, la cual oscila entre los 100 y los 1800 m. Evidentemente, tanto las dimensio-
nes como la configuración de las terrazas depende de la inclinación del terreno en el que se
asientan, en los casos en que la pendiente es pronunciada, las terrazas suelen ser más angostas
y más numerosas. Como mencioné anteriormente, las residencias xochicalcas difieren en ta-
maño y diseño de acuerdo con el estatus de sus antiguos moradores y con su ubicación dentro
del entramado urbano. Las casas de las terrazas principales y de las laderas inclinadas se com-
trufan en varios niveles conectados entre sí por medio de rampas o escaleras. A un lado o en
la parte posterior de las residencias eran excavadas en la roca madre cuevas diminutas (1 m
de alto, 3 m de ancho y 1 m de profundidad como promedio). Los arqueólogos han encontra-
do en su interior restos de vasijas de almacenamiento de hasta 150 cm de altura, así como
cerámica de servicio, indicadores inequívocos de que estas cavidades sirvieron para conservar
alimentos en un ambiente fresco.128
En términos generales, las unidades habitacionalcs xochicalcas eran semejantes a las des-
cubiertas en la antigua Tula. Con base en su superficie (35Ó-1000 m2) y en su peculiar
conformación, Hirth ha propuesto que en ellas moraban familias extensas. Las viviendas xo-
chicalcas pueden dividirse en dos grandes grupos. Las unidades habitacionalcs del tipo I ocu-
pan un área de entre 350 y 600 m2. Por lo común se localizan en las faldas del Cerro
Xochicalco, entre terrazas y en la mesa de la Maqueta. Estas unidades residenciales son de
planta simple: fueron edificadas sobre plataformas bajas en talud y carecían casi siempre de
patio central. En contraste, las unidades domésticas del tipo II tienen una superficie que va de
los 800 a los 1000 m2. Se ubican sobre y entre terrazas grandes, y, por lo general, en la parte
alta del sitio en contigüidad con la zona cívico-ceremonial. Su diseño es complejo. Todas eran
planeadas en (orno a patios internos que contaban con sistemas de captación de agua pluvial
y drenaje. Éste era el escenario de las actividades productivas y religiosas de la familia. Los
cuartos, construidos con materiales de muy buena calidad, se comunicaban directamente con
ios patios interiores. El conjunto estaba rodeado por paredes o por estructuras individuales
unidas para formar un muro continuo en su fachada externa. 129
El ejemplo más conocido de este tipo de residencias es «El Palacio» o Edificio B, el cual se
localiza al sur de la calzada que une el juego de pelota con La Malinchc. El conjunto en cues-
tión consta de tres secciones escalonadas c independientes que se adaptan a las irregularida-
des de la ladera. En el interior del conjunto principal se han encontrado elementos arqui-
tectónicos tales como palios hundidos, hogares, desagües, escalerillas de acceso, pasillos, pilas-
tras, cuartos, banquetas con nichos sobrepuestos y recubiertos de estuco, plataformas, venta-
nillas y lo que parece ser un baño de vapor.
Un caso análogo en cuanto a distribución y sistema constructivo lo constituye la unidad
residencial ubicada al noroeste de la entrada principal del sitio. Está compuesta por seis patios
rodeados de cuartos y distribuidos en tres niveles diferentes de la misma terraza. 130
Muchas unidades residenciales de Xochicalco debieron haber sido los centros de produc-
ción de ciertos artefactos. Aunque no existen pruebas de ello, es muy factible que en muchas
de ellas se hicieran los objetos cerámicos más característicos de Xochicalco. 131 Además, a 50
m al norte del Cerro de la Bodega se localizó un conjunto residencial caracterizado por una
alta concentración de cerámica Anaranjada Micácea. Esta es una loza foránea poco común
en Xochicalco. Debido a la presencia de este material, Hirth supone que en el conjunto en
cuestión residían comerciantes o grupos de una etnia diferente, tal y como sucedía en los ba-
rrios de extranjeros detectados en la cosmopolita ciudad de Tcotihuacan. 132
La producción de artefactos de obsidiana elaborados para el consumo del sitio estaba li-
mitada a un reducido número de familias.133 En la colina sur del Cerro Xochicalco se han
encontrado tres talleres dentro o alrededor de unos cuantos conjuntos aislados. Allí se manu-
facturaban núcleos con plataformas pulidas. Esta obsidiana venía principalmente de
Zinapecuaro, Mich., Zacualtipán, Ver., y Otumba, Méx. Sin embargo, el taller de mayores di-
mensiones - de cerca de un tercio de hectárea - y que producía la mayor parte de las navajas
de obsidiana utilizadas en Xochicalco estaba fuera del control de una unidad residencial indi-
vidual. Se hallaba a 300 m al norte de la Bodega. Allí se elaboraban navajillas prismáticas a
partir de núcleos importados, prenormados y con la plataforma preparada.

__ i Linea de Escombro
- - - - - Muro Destruido
Talud Adosado
taam Ventanilla
aoaBB Puerta
Cerrada
ame Muro de Piedra
$ Pozo
Piso Elevado

68. Edifici
Metros (Hirth y C

109
69. Unidad habitacional
ubicada en el Lóbulo Sur
(Foto A. MafleisV

70. Unidad habitacional de


clite ubicada en la
Acrópolis (Foto L. López
Luján).

110
LOS DESARROLLOS INTELECTUALES

Las inscripciones de Xocliicalco

Uno de los aspectos más sobresalientes y estudiados de la cultura xochicalca es aquel refe-
rente a desarrollos intelectuales como la numeración, el calendario, la escritura y la astro-
nomía. El interés que han despertado estos temas no es de ninguna manera gratuito;
Xochicalco es el sitio donde se ha encontrado el Corpus más rico de inscripciones desarrollado
en el Altiplano Central con antelación al siglo X. La totalidad de los glifos que han llegado
hasta nuestros dias fueron tallados en monumentos escultóricos pétreos tales como fachadas,
estelas, lápidas y petroglifos, y fueron descubiertos en su mayoría en la Plaza Ceremonial.
Integran este invaluablc acervo los relieves del Templo de las Serpientes Emplumadas, la
Lápida de los Cuatro Glifos, la Piedra del Palacio, la Piedra del Año 3 Conejo, la Piedra
Seler, la Piedra de la Fecha 13 Caña, la Piedra del Primer Fuego Nuevo, la Escultura de la
Malinchc, la Estela de los Dos Glifos, la Estela 1, la Estela 2, la Estela 3 y otras esculturas en-
contradas recientemente.
Las inscripciones de la cultura xochicalca se refieren prímordialmentc a fechas calendári-
cas, topónimos, nombres de individuos, de dioses y, muy probablemente, a verdaderos relatos
históricos y religiosos. Un hecho importante de resaltar es que muchos de estos glifos se repi-
ten de manera idéntica en varios monumentos, hecho que demuestra la coherencia del siste-
ma, la recurrencia de los mensajes y la contemporaneidad de algunos monumentos.
Al igual que en Cacaxtla, la principal nota distintiva de las inscripciones de Xochicalco es
la confluencia de elementos simbólicos de lugares muy diferentes: Tcotihuacán (Glifo del
Año, de Venus, Corazón, Sangre, Ojo de Reptil, Banda con Nudo), 134 Cacaxtla (Ojo de
Reptil con elemento flamígero, de Venus, Corazón con Gotas de Sangre, Ojo Alado, maxila
con círculo inciso),135 Teotenango (Glifo del Año, Ojo de Reptil, Gotas de Sangre), el área
maya (Glifos Kin, Kan, Pop, Etznab, figuras descendentes), Oaxaca (sistema de registro de
topónimos y fechas) y la costa del Golfo (semejanzas con relieves de Maltrata, Piedra
Labrada). A pesar de su origen múltiple y de su eclecticismo, no hay duda de que las inscrip-
ciones de Xochicalco, Cacaxtla y Teotenango forman parte de un mismo sistema de notación
cuyas raíces principales se encuentran en Tcotihuacan.
Es evidente que el eclecticismo de la escritura xochicalca puede ser interpretado de mu-
chas maneras. Por ejemplo, como el resultado de migraciones masivas, de alianzas matrimo-
niales, de la presencia de intelectuales extranjeros en este sitio, de la fusión de varias culturas,
de conquistas, de relaciones comerciales intensas, de una dependencia política, etcétera. En fe-
cha reciente Debra Nagao descubrió que las áreas que son fuentes de inspiración artística no
parecen ser importantes en el intercambio económico.136 Mientras que el arte público está em-
parentado con las culturas teotihuacana y maya y, en menor medida, con las de Oaxaca y
Vcracruz, los artefactos alóctonos encontrados en Xochicalco proceden de Occidente y el
Golfo de México. Esta investigadora explica este hecho curioso como resultado del interés de
los gobernantes por imitar los estilos de sociedades prestigiosas contemporáneas o reciente-
mente desaparecidas con las que tenían poco o nulo contacto. Esta estrategia lograría transmi-
tir una imagen de cosmopolitismo útil para imponer su influencia en una etapa de inestabili-
dad política. En pocas palabras, el arte público de la época trataría de comunicar una imagen
que se deseaba alcanzar, más que representar, un imperio ya consolidado.

El calendario

Casi todos los intentos emprendidos hasta ahora para descifrar el sistema glífico xochicalca
se han centrado en las notaciones de carácter calendárico que, sin lugar a dudas, son las de más
fácil identificación. A Alfonso Caso se debe el primer estudio sistemático de este conjunto.
Entre otras cosas, este renombrado investigador insistió en la existencia en Xochicalco de un
traslape del calendario ritual mexica-mixtcca con el zapoteco en la manera de registrar tanto
los coeficientes numéricos como los nombres de los días.137 En lo que toca a los coeficientes,
des-
cubrió la coexistencia de notaciones de barras y puntos con aquellas que solamente se valían
de puntos. Sin embargo, cabe abrir un paréntesis aquí para señalar que en todas las civilizacio-
nes mcsoamcricanas se emplearon comúnmente ambos sistemas de manera indistinta. Así suce-
dió en 'leotihuacan, Teotcnango y Tenochlitlan; los mayas llegaron al extremo de utilizar ba-
rras, barras y puntos, caras o iiguras de cuerpo completo para representar una misma cifra. 1 3*
De los veinte nombres de los días del calendario ritual, Caso reconoció once propios del
sistema que seria mcxica-mixteca (Lagarto, Casa, Serpiente, Muerte, C .onejo, Mono, Caña,
Movimiento, ¿Ojo de Reptil?, ¿Lluvia? y ¿Pedernal?), tres del sistema zapotcco (A, K y P), y
w También descubrió
tres glifos más que denominó «Corazón» o «Sangre», «Xi» y
que los glifos de año eran distinguidos por medio de un rayo-trapecio o de una cuerda que
ata un cuádrete y que sobresale a un lado del glifo. Además, según Caso, en Xoehicalco se re-
gistró un cambio de cargadores de año. Basó su aseveración en el hecho de que el sistema de
Tcotiliuacán, Tcxmilincan y Teotcnango tiene como cargadores los dias 2, 7, 12 y 17, uno de
los cuales es el glifo Ojo de Reptil. Ln cambio, el sistema xochicalca, al igual que el mcxica-
nuxtcca, tiene como cargadores los días 3, 8, 13 y 18 (Casa, Caña, Pedernal y Conejo), pero a
diferencia de este sistema cuenta con el glifo Ojo de Reptil que no funge como cargador. 140
Más recientemente Munro S. Edmonson propuso que en Xoehicalco, lejos de emplearse los
glifos de diversos calendarios, se usaba un sistema coherente: el mixteo» de Yucuñudahui que da-
ta del siglo VIII. Los veinte días del mes identificados por Edmonson son. Ligarlo, Viento, Casa,
¿Iguana?, Serpiente, Muerte, Venado, Conejo, Agua, Pie, Mono, Sol. Caña, Jaguar, Aguila,
Lechuza, Temblor, Pedernal, I Juvia Señor. En cambio, desde su punto de \nsta, la escritura xo-
chicalca parece tener más analogías con la icolihuacana que con la ñuiñe de la Mixteca Baja. 141

LAI escritura

Dejando a un lado la exégesis del calendario, otros autores han intentado desde hace doscien-
tos años descifrar el sistema de escritura xochicalca. Debo decir, no obstante, que ninguno de ellos
se ha enfocado al estudio sistemático de todos y cada uno de los monumentos que integran nues-
tro corpus, hecho que ha tenido como consecuencia que la ambiciosa empresa aún no haya tenido
un éxito rotundo. Reseño a continuación de manera concisa las caractcrísucas de los principales
monumentos de la ciudad y las hipótesis explicativas que se han vertido en torno a ellos.

72. Fecha 9 Casa de la que


emerge una mano quéjala
con una cuerda el glifo 1 1
Alono, como si buscara
juntarlo con un rectángulo
que enmarca un círculo y el
numeral 1 sobre el cual se
apoya una mano. Extremo
izquierdo de la lachada
principal del Templo de las
Serpientes Emplumadas
(Pcñafiel, 1890).

112
73. Glifos de día
(Caso, 1962)
Templo de las Serpientes Emplumadas. A pesar de su estado fragmentario y de la imprecisa res-
tauración de Batres, el Templo de las Serpientes Emplumadas es el monumento urbano que
cuenta con el mayor cúmulo de inscripciones. Su complejidad se pone de manifiesto en las
múltiples y en ocasiones disparatadas hipótesis acerca de su significado. Por poner un caso ex-
tremo, las serpientes emplumadas y los personajes en posición sedente esculpidos en el talud
del edificio han sido vistos como dragones chinos y japoneses acompañados de sacerdotes en
posición búdica,112 o como cocodrilos que arrojan chorros de agua por sus fauces.* 43 Sin em-
bargo, como es sabido, la mayoría de los enterados coinciden m identificar este reptil ya sea
con el Monstruo de la Tierra144 o, como parece lo correcto, con Quctzalcóatl, la serpiente
emplumada.145 Ajuicio de Virginia Smith, se trata a la vez de un símbolo de autoridad y de
una deidad tutelar asociada con el agua, la tierra, la sangre y la fertilidad.’4<*
En cuanto a las notaciones calcndárícas vinculadas con los ofidios esculpidos en el templo,
existen varías conjeturas - algunas demasiado imaginarias -, casi todas ellas motivadas por la
coexistencia de coeficientes numéricos de puntos con aquellos que combinan barras y puntos,
asi como de nombres de días supuestamente pertenecientes a sistemas diferentes. Así, depen-
mBsm,

(tiendo de cada amor, se correlacionan con (echas zapotecos y mayas,1'17 con ajustes de varios
sistemas cronográficos,'18 con la sustitución del sistema maya-zapotcco por el nahua-mixto-
co,1” con notaciones que nos remiten a inicios calcndáricos, solsticios y equinoccios,' 50 con el
período de 676 años en que rigió Quetzalcóad,'5' con ciclos de 28 días,*52 etcétera.
La identificación de los personajes que ocupan los cuádreles del tablero es aún más con-
trovertida: funcionarios*53 o reyes de una dinastía con sus glifos onomásticos correspondien-
tes;'54 gobernantes de pueblos tributarios'55 o astrónomos «congresistas»'58 con los topóni-
mos de sus lugares de origen;'57 sacerdotes de Tláloc,'58 Chicomcxóchiü y Chalchiuhtlicuc'59
durante una serie de festividades rituales,100 o como representantes de las cuatro edades del
mundo.*61
Una interpretación factible seguiría la línea marcada por Orozco y Berra y, mucho tiem-
po después, por Nicholson. Si este fuera el caso, encontraríamos en el tablero la secuencia
completa de los señores que gobernaron Xochicalco durante su máximo esplendor. Junto a
cada personaje estaría representado un glifo quizás vinculado con el poder (binomio mandí-
bula-circulo con cruz incisa) y otro alusivo a su nombre (glifo cambiante). Este monumento,

75. Relieves de la escalinata


del Templo de las Serpientes
Emplumadas (Seler, 1960).

115
76- 77. Relieves del Templo
de las Serpientes
Emplumadas con personajes
sentados a la manera
maya(Foto A. Stabin).
£3

78. 79. Glifos esculpidos en


las fachadas del Templo de
las Serpientes Emplumadas
(Foto A. Stabin).
en consecuencia, legitimaria el predominio de una linca dinástica y de su gobierno basado en
el transcurso cíclico del tiempo y el culto a Quctzalcóatl. Dicha propuesta recuerda la más re-
ciente lectura del Altar Q,dc Copan, monolito que por muchos años se consideró como el tes-
timonio pétreo de una reunión de astrónomos en el siglo VIII para ajustar el calendario solar.
Hoy día, sin embargo, sabemos que lejos de tratarse de la representación de 16 congresistas
sentados sobre el topónimo de sus lugares de proveniencia, en este altar se conmemora el
ascenso de Yax Pac al trono de Copán en 776 d.C., observándose junto a su imagen las de sus
15 antecesores dinásticos sentados sobre los glifos de sus nombres.
Hirth, en un estudio minucioso dado a conocer recientemente, atribuye significado dife-
rente a los tres elementos que integran cada uno de dichos cuádreles: a) Desde su perspectiva,
los personajes en posición sedente son imágenes de guerreros con atavíos que en la zona
maya están nítidamente asociados con la guerra (tocado en forma de Glifo del Año y anteoje-
ras de Tláloc). b) La mandíbula y el círculo con cruz incisa (¿turquesa?) simboliza algo similar
a «comer algo precioso» o «guardar algo precioso», posibles metonimias de recaudación de
tributo o conquista, c) Los glifos cambiantes que se encuentran sobre el binomio mandíbula-
círculo son nada menos que los topónimos de las capitales sojuzgadas por los xochicalcas.
Siete de estos topónimos que aún se conservan íntegros pueden referirse a 1) Xochitopilan, 2)
Tlacochcalco o Miacatlán, 3) Cuetzpaian o Cuctzalan, 4) Coyoacan, 5) Panoayan, Pantidan o
Panohuayan Amaquemccan, 6) Quauhcatlan o Quauhcatitlan, 7) Tuchtlan, Tuxpan,
Cuicatlan o Cuicatenco.162 Finalmente, Hirth opina que los personajes armados esculpidos
en las paredes del templo corresponden a guerreros vencedores.163
En resumen, esta perspectiva sugiere que el principal propósito del tablero sería afín al del
84 Otros elementos monolito mcxica conocido como la Piedra de Tízoc: en este caso comunicar un listado de
cambiantes del tablero del
pueblos que pagan tributo a Xochicalco junto con el grupo guerrero al que se le acreditan las
Templo de las Serpientes
conquistas.
Emplumadas (Selcr, 1960)
Bcrlo, también en un trabajo novedoso, se inclina por el contenido histórico, geográfico y
político de los relieves del tablero del Templo de las Serpientes Emplumadas. En su propues-
ta, la mandíbula y el círculo que encierra una cruz fungen como locativos pictóricos y quizás
fonéticos. Cumplirían una función análoga a la del prefijo locativo mixteco a-, «en el lugar
de», representado por medio de una mandíbula de perfil. Bajo esta lógica, el elemento cam-
biante que se ubica sobre el supuesto locativo particularizaría el nombre de cada lugar. 164 Sin
embargo, para dicha autora el único glifo que puede ser identificado de manera incontrover- ;
tibie como un topónimo es aquel que representa un canal de agua del que sobresale una ca-
beza humana de perfil. A su juicio, se trata de Tlamacazapa, Guerrero, sitio localizado a
escasos 40 km al suroeste de Xochicalco.165 Berlo arriba así a una conclusión parecida a la de
Hirth: el monumento en su conjunto refiere eventos históricos de importancia política y
económica, conectados inextricablemente con aspectos míticos y temporales. Las imágenes de
miembros de la clase militar que regula conquistas y tributos descansan y se legitiman en un
talud repleto de serpientes cósmicas y ajustes calendárteos.166

85. Personaje, mandíbula y


círculo con cruz incisa,
elementos fijos del tablero
del Templo de. las Serpientes
Emplumadas. (Seler, 1960).
mm
En la página anterior- 39 Anima/ esculpido en
38 Uno de los personajes 40. Personaje sentado al
la parte superior del
esculpidos en el talud del Templo de las Serpientes frente del binomio
Templo de las Serpientes Emplumadas (Foto A. mandíbula - circulo con
Emplumadas. cruz incisa, cuyo
Stahin)
Seguramente se trata de significado podría ser de
un personaje de alto prefijo locativo o de
"comer algo precioso ”,
41 Glifo esculpido sobre
una fachada de! Templo
de las Serpientes
Emplumadas. Representa
una cabeza humana
emergiendo de! agua
(Foto A. Stabin).
En las páginas anteriores. 43- 44 Dos glifos
42. La Serpiente
conteniendo el mismo
Emplumada (Foto A.
Stabin)
elemento central y
coeficientes numéricos de
barras y puntos (Foto A.
Stabin)
•ta y analiza el
con-
5n desde su
origen
ISO.
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también las de la
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¡2^22^7 m
ira ni__ES
/'Mas /, 2y i Estos monolitos, descubiertos en 1961 >,G7 integran la inscripción lineal más
larga de la época preazteca del Altiplano Central. I icncn dimensiones equivalentes y cuatro
caras principales en las que se distribuyen 16 glilos en distinto orden. El patrón de expresión
textual de los tres monumentos es parecido, pero no idéntico. Por ejemplo, en la cara frontal de
cada estela se su< edén de arriba hacia abajo un glifo calendárico con resplandores, el rostro de
una divinidad y un complejo emblemático. La estructura de las caras laterales y posterior es
menos uniforme y, en consecuencia, de difícil interpretación. No obstante, la presencia recu-
rrente de huellas de pies humanos en estas caras pudiera denotar el sentido lineal y la dirección
de la lectura. El 75% de los glifos están acompañados de coeficientes numéricos, la mayoría de
los cuales integran fechas calendáricas. Los menos, en cambio, carecen aparentemente de
equivalencia con el calendario; podría tratarse más bien de glifos onomásticos. Otros más po-
drían tener un carácter fonético.1 ^
I-i Estela 1 (180x34x23 cm) muestra en su cara central el glifo 7 Ojo de Reptil, la cara de
un personaje emergiendo de la cabeza de una serpiente bífida y una banda celeste con manos
que encierra el glifo Ojo de Reptil En la Estela 2 (180x36x22 cm) se suceden verdcalmente el
glifo 7 Lluvia, la faz de Tláloc con tocado en forma de Glifo del Año y un pectoral en forma
de fauces de Tláloc. la Estela 3 (188x40x25 cm) tiene el glifo 4 Movimiento, un rostro huma-
no que también sale de la boca de una serpiente bífida y una banda celeste diurna que en-
marca al glifo 4 Sangre.
Algunos autores han equiparado a las estelas 1, 2 y 3 con verdaderos textos históricos. Piña
Chan, por ejemplo, afirma, tras una compleja argumentación, que estos monumentos, junto
con el Templo de las Serpientes Emplumadas, dan fe de que en Xochicako nació Quctzalcóad
(creador del Quinto Sol, de la nueva humanidad, señor del tiempo c inventor del calendario),
su religión y culto.169 En este tenor, la Estela 1 narraría el cíelo venusíno: su aparición como
estrella matutina (Tlahuízcalpantccuhtü) por el occidente, su desplazamiento por la bóveda ce-
leste y su conversión en estrella verspertína (Xólod) que desaparece por el poniente; la Estela 2
se referiría a Xólotl como señor del tiempo; finalmente, la Estela 3 representaría a
Quctzalcóad en Tcotihuacan, donde se sacrifica para crear el Quinto Sol, y en el iníramundo,
cuando conquista el maíz para los hombres. Sácnz > líe rio, aunque también le otorgan un sig-
nificado histórico a las estelas, son un poco más cautelóte* .Ambos autores coinciden en atri-
buir el carácter de topónimos a un par de glifos Co/cacuauhtenanco o Cuauhtla y
MiacallánjJ70 Por su parte, lícrlo, con base en la prrvriRL» de lo que supone topónimos fechas
e imágenes de gobernantes ataviados como dioses, sugiere que estos monumentos podrían con-
memorar reinados y conquistas.
En contrapunto, Caso y Paszlory nos ofrecen micrprrt.it iones de índole religiosa. Para el
primero,171 las estelas 1, 2 y 3 representan respectivamente a los dioses 7 Ojo de Reptil. 7
IJuvia v 4 Movimiento (el Sol) En su estudio iconográfico, Pasztorv cambien identifica una
tríada divina acompañada de glilos asociados al sacrificio y a la fertilidad de la rierra. la Diosa
1
de la fierra, el Dios de la IJuvia y el Dios del Sol. ' - Vincula estos monumentos con la imagi-
nería clásica de Palenque, El fajín y Bilbao.
/jipuia de los Cuatro Glifos. Esta piedra de caras rectangulares fue hallada en el interior de la
Cámara de las Ofrendas. En una de sus curas fueron tallados finamente en bajorrelieve los
glifos 5 Caña (coronado por una mano abierta sobre un cartucho que enmarca un círculo, re-
presentación idéntica a la que se encuentra en la fachada poniente del Templo de las
Serpientes Emplumadas). 4 Conejo con atadura de año (igual que en la Piedra del Palacio), 7
Ojo de Reptil y 6 A.
Piedra del Palacio. Es una lápida rectangular que registra en bajorrelieve una escena se-
mejante a una pictografía,173 probablemente relacionada con una migración histórica. Cuenta
con un par de topónimos en forma de ave (¿Huitzilapan?, ¿Cacaloapan?, ¿Molotlan?
¿Huexolottan?), uno de los cuales es similar al de la Piedra de la Fecha 13 Caña. Dichos topó-
nimos están unidos por un sendero señalado con huellas humanas, sobre el cual transita un
personaje que carga un bulto. Al igual que en la fachada principal del Templo de las
Serpientes Emplumadas, la Piedra del Palacio representa a un personaje de elite de nombre 2
Movimiento y a un individuo que lleva a cuestas un celaje estrellado. 174 Completan la escena
glifos de día y de año que tal vez sitúan temporalmente el acontecimiento. Como la Lápida de
los Cuatro Glifos, la Piedra del Palacio también registra la fecha 4 Conejo con atado de año.

129
Pitdra del Año 3 Conejo. Se trata de un sillar descubierto en el Juego de Pelota Este, estructura
ubicada en el extremo oriente de la Plaza Ceremonial. En la parte superior de este monolito
fue esculpido el glifo 8 Movimiento, y, en una de las caras laterales, los glifos 7 A, 1 Agua, y 3
Conejo con atadura de año.
Piedra Seler. Es una lápida incompleta, fracturada en sus extremos superior < inferior. Fue
descubierta en el Cerro de la Bodega y bautizada en honor del sabio alemán por Antonio
Pcñaficl. En su superficie principal se distinguen, entre otros elementos, los glifos j Carta con
atadura de arto, 1 Pie, 6 Conejo, 13 Pie, una serpiente de lengua bffida y una cara humana con
virgula de la palabra.
Piedra de la Fecha 13 Caña. Se trata del fragmento superior de una estela de grandes propor-
ciones. En una de sus caras aún puede observarse la fecha 13 Carta, un posible topónimo posi-
blemente el nombre de Xochicalco o de un lugar conquistado por Xochicalco en forma de pa-
vo o buitre real y un basamento piramidal.
Piedra del Primer Fuego Muevo. Es una roca de contornos irregulares que yacía aislada a unos
300 m al norte del Cerro Xochicalco En una de sus caras se esculpieron la fecha 1 Conejo con
atadura de año, el día 2 Serpiente, además del numeral 1 asociado a los implementos para ge-
nerar fuego y una gran llama. De acuerdo con Sáenz, su descubridor, representa el pnmer fes-
tejo de Fuego Nuevo que tuvo lugar en Mcsoamérica, ceremonia a la que asistieron «congre-
sistas» nahuas, toltccas, mixtecas, matlatzmcas y otomics con el objeto de regularizar el calen-
dario.175
Escultura de la Malinche. El monolito representa a un personaje de sexo femenino sentado de
frente dentro de un nicho. Tiene las piernas cruzadas y sujeta sobre la cabeza un adorno rec-
tangular rematado con un penacho de plumas. Dentro del rectángulo hay siete cuentas de pic-

86 Lápida de los Cuatro


Glifos (Fotografía del
Aíchivo Técnico, publicada
por cortesía del INAH).

e.
i.
t
Páginas anteriores:
87. 88. 89. Las Estelas 1, 2 y
3. Estructura A. (Sácnz,
1961).
90 Dibujo de la Piedra Scler
(Seler, 1960).

91. Dibujo de la Piedra de la


Fecha 13 Caña (Sáenz,
1966).

92. Piedra del Palacio,


Museo Cuauhnáhuac de
Cucrnavaca (Foto L. López
Luján).
SiigJ

93. Dibujo de la Escultura


de la Malinche (Seler, 1960).

94. Dibujo de la Estela de los


Dos Glifos (Sáenz, 1966).

95. Torso humano (Pcñafiel,


1890).
96. Dibujo de la Piedra
del
Año 3 Conejo (Sáenz,
1967a).

97. Dibujo de la Escultura


de Miacadán (Seler, 1960).

98. Dibujo de la Piedra del


Primer Fuego Nuevo (Sáenz.
1967a)
dra verde y un curioso grupo de cinco figuritas antropomorfas (¿danzantes?) que se sujetan de
ía manos. Debajo de Ja imagen femenina se suceden imágenes de mazorcas tiernas y flores. En
ambos costados de la cara frontal se encuentra el mismo motivo de ganchos entrelazados que
fue tallado en el tablero del Templo de las Serpientes Emplumadas. En la cara izquierda del
monolito y de arriba a abajo se localizan el glifo 3 Pie, una planta florida y mazorcas tiernas.
En el lado contrario y siguiendo el mismo orden se observan la fecha 2 ó 5 Conejo, una planta
florida y mazorcas tiernas. Este monumento, que según el parecer de algunos especialistas fue
retocado durante el Postclásico, representa a una diosa del maíz y la fertilidad: Xochiquétzal,
Xilonen, Chicomecóatl o Cintéotl.176
Estela de los Dos Gli/os. Es un monumento tallado en roca caliza y su superficie fue estuca-
da. Se encontró en pésimo estado de conservación encima de un pequeño adoratorio ubicado
en la Plaza Central. En su cara oriente apenas si se perciben los glifos 10 Caña y 9 Ojo de
Reptil. Como se recordará, éste último está también presente en el Templo de las Serpientes
Emplumadas.
Escultura de Miacatlán. Representa a un personaje femenino de cuerpo completo, cuyo ros-
tro emerge de las fauces de un tocado en forma de cabeza de serpiente emplumada. Sujeta
sobre su vientre con ambas manos una vasija redonda. Al parecer representa a la diosa de las
aguas terrestres: Chalchiuhtlicue.177
Torso humano. Esta escultura de bulto representa un cuerpo humano. Carece de cabeza y
de extremidades inferiores. Su pecho está partido longitudinalmente por la mitad y tiene las
costillas visibles, sugiriéndonos que se trata de un cautivo de guerra sacrificado y desollado. 178
En uno de sus costados tiene tallada una cuerda. Probablemente este monumento servía co-
mo piedra sacrificial.179

137
Notas

•Jiménez Moreno, 1959, pp. 1063-1064.


I Webb, 1978, pp. 160-165.
3 Dumond y Müllcr, 1972, p. 1215.
4 Hirth y Cyphers, 1988, p. 139.
5 Hirth, 1984, p. 579.
5a Hirth y Cyphers, 1988.
58 Cf. Piña Chan, 1991.
6 Peñaficl, 1890, pp. 44-45.
7 1989, vol. l,p. 34.
8 1944, vol. l,p; 176.
9
Litvak, 1970a, p. 131; Piña Chan, 1960, p. 2.
I0Armiílas, 1948, p. 157; Dumond y Müllcr, 1972, p. 1210; Escalona, 1952-1953, p. 356; Hirth y

Cyphers, 1988, p. 13; Sanders y Pnce, 1968, pp. 206-208; Webb, 1978, pp. 16-17.
II Abadiano, 1910, p. 14 y 20-25.
12 Hcnning et al., 1912, pp. 61-62; Planearte y Navarrcte, 1911, pp. 82-83; Piña Chan, 1989, pp. 72-73.
13 Chavcro, s.f., p. 210.
14 Escalona, 1952-1953, p. 353; Gadow, 1908, p. 314; Noguera 1945, pp. 154-155.
J5 Armillas, 1948, p. 146; Chavero, s.f. p. 210; Gama, 1897, p. 531; Humboldt, 1816, p. 134; Noguera,

1945, p. 120; Sáenz, 1975, p. 102.


16 Piña Chan, 1989, pp. 72-73.
17 Litvak, 1970a, p. 131; Noguera, 1945, p. 137.
18
Cook de Leonard, 1982, p. 132; Jiménez Moreno, 1959, pp. 1072-1073; Sáenz, 1967, pp. 30 y 47.
19 Le Plongeon, citado por Saville, 1920, pp. 200-201.
20 Batres, 1912, p. 310; Escalona, 1952-1953, p. 356;Jiménez Moreno, 1959, p. 1073; Marquina,

1964, p.
143.
21 Abadiano, 1910, pp. 13 y 18; Humboldt, 1816, p. 132; Márquez, 1886, pp. 77-80; Scler, 1960, p.

158;
Tylor, 1861,pp. 190-195.
22 Planearte y Navarrcte, 1911, pp. 82-83.
23 Mena, 1909, p. 367; Peñafiel, 1890, p. 39.
24 Alzate, 1791, p. 9; Bancroft, 1883, pp. 490-494; Seler, 1960, p. 158.
25 Nebcl, 1963, p. xix.
28 Orozco y Berra, 1960, p. 311.
27 Mayer, 1953, pp. 236-246.
28 Chavero, s.f., pp. 272 y 276.
29 Cf. Litvak, 1971; Hirth y Cyphers, 1988, pp. 22-30.
38 1791,

31 1883.
32 1816.

138
33 1834, láms XXXI y XXXU.
34 1963, pp. XIX-XX.
35 fcrdrcauvillc, 1835, p. 541.
“ 1865.
37 1835.
3» 1953, pp. 236-246.
39 1861, pp. 183-195.
4° Robclo, 1902, p. 12.
¡¡ 1883.
42 1960, vol. 2, pp. 369-371.
43 1886.
« 1887.
4*1197.
4fi 1902, p. 14.
47 1906,
48 1908, pp. 278-284, 299 y 314.
49
49 1890.
• >* 1960.
f¡ Mena, 1909, p. 361.
53 1928.
54 Noguera, 1945, 1961; Piña Ghan 1960; Sácnz, 1961.
55 Estas temporadas se llevaron a cabo en los años 1934-35, 1941, 1942, 1943-44, 1945, 1946, 1951,
1954, 1956, 1958-59 y 1960.
56 Sácnz, 1961, 1963a, 1963b; MüUcr, 1974.
57
Estas temporadas se llevaron a cabo en los años 1961, 1962-63, 1964, 1965, 1966,1969-70.
58 1952; cf. Molina Montes, 1993, pp. 4-5.
59 1970b, 1973.
60 Hirth, 1980a, 1980b, 1984; Hirth y Cyphcrs 1988.
61 González Crespo, 1993, p. 147; Garza Tarazona, 1993; Vega Nova, 1993.
62 González Crespo, 1993; González Crespo y Garza Tarazona, 1994.
83 1934, pp. 117-127.
64 1945, pp. 143-152; 1946, p. 193; 1947.
65 1952-1953, pp. 353-356.
I p. 19.
67 p. 54.
68 1970a, p. 138-139; 19708; 1972, pp. 56-71; 1973, pp. 99-108; 1974; 1987, pp. 200-207.
69 Cyphcrs, 1980; Hirth, 1980a; 19808; Hirth y Cyphers, 1988, pp. 31-89 y 103-143.
70 1988, pp. 110-143.
7> 1980a, p. 58; 1980b, pp. 262-263.
72 1989, p. 14.
73 1989, pp. 67-77.
74 ¡¡¡¡i pp. 138-141; 1972, pp. 57-67; 1974; 1987, pp. 207-208.
73 1972, pp. 1210-1215.
76 Dumond y MüUcr, 1972, pp. 1210-1215; Caso, 1962, p. 73; Scntcr, 1981, pp. 155-156.
77 Sácnz, 1961, p. 63; 1962, p. 81; González Crespo, comunicación personal; Scntcr, 1981, pp. 150-155;

Angulo y Hirth, 1981; Hirth y Angulo, 1981.


78 Senter, 1981, pp. 150-155.
79 Angulo y Hirth, 1981; Hirth y Angulo, 1981.
80 Enrique Nalda, comunicación personal, agosto de 1988.
81 1968, pp. 30-31, 206-208.
82 Hirth, 1984, pp. 585-586; 1989, pp. 78-79.
83 Hirth, 1989, pp. 69-70.
84 Hirth, 1989, pp. 70-77.
85 Hirth y Cyphers, 1988, pp. 147-151.
86 Noguera, 1945, 1961; Escalona Ramos 1952-1953; Piña Ghan, 1960,1989; Sáenz 1962, 1963;Litvak,

1972; Nagao, 1987, pp. 93-100.


87 Alzate, 1791; Togno, 1909, pp. 34-42; ArmiUas, 1948, pp. 146, 156-157; 1951, p. 79; Hirth, 1989, pp.

70-72; Hirth y Cyphers, 1988, pp. 135-139.


88 Garza Tarazona, 1993.
89 Hirth, 1982; Hirth y Cyphers, 1988, pp. 132-135.
90 Molina Montes, 1993, p. 5; Garza Tarazona, 1993.
9! Hirth, 1982, pp. 322-323.
92 Vega Nova, 1993.
93 Hirth y Cyphers, 1988, pp. 105-106.
94 Sáenz, 1966, p. 27.
95 Sáenz, 1964, pp. 10-14,

139
96 Sácnz, 1966, pp. 32-33. Véase también, Lizardi Ramos, 1961.
97 Marquina, 1964, pp. 141-143, Taladoirc, 1981, pp. 283-286.
98 Aveni, 1983, p. 313.
99 Hirtíi y Cyphcrs, 1988, p. 106.
100 González Crespo, 1993, p. 149; González Crespo y Garza Tarazona, 1994, p. 72.
101 González Crespo y Garza Tarazona, 1994, p. 73.
>02 Aveni, 1983, pp. 136-237.
103 Alzate, 1791, p. 9; Pcñafíel, 1890, pp. 39-43; Seler, 1960, pp. 131-136; Marquina, 1964, pp. 133.141

('.chullos y Noguera, 1929, pp. 35-51.


>0+ Sácnz, 1963a, pp. 12-23
•os González Crespo, 1993, p. 140
106 Noguera, 1961; Piña Chan, 1960; Sácnz, 1961, 1962.
107 González Crespo y Garza Tarazona, 1994, pp. 73-74.
>08 Rebelo, 1902, pp. 12-16.
109 Orozco y Berra, 1960, pp. 310-311; Sáenz, 1975, pp. 81-82.
110 Linda Manzanilla, comunicación personal.
>»> Márquez, 1883, p. 78.
1,2 Alzate, 1791, pp. 18-19.
>13 Dupaix, 1834, fig. 34-36.
»14 Gama, 1897, p. 531-532.
*15 Pcñafíel, 1890, p. 44; Togno, 1909, pp. 39-43.
1,6 Nobel, 1963, p. XX; Robelo, 1902, p. 14; Ccballos y Noguera, 1929, p. 59; Aveni, 1983, pp. 43,

253-254.
>*7 Hirth y Cyphcrs, 1988, p. 105.
|| Litvak, 1965.
119 Norberto González Crespo, comunicación personal, enero de 1991.
120 Véase, por ejemplo, Litvak, 1967.
>2> Véase Noguera, 1948-49; Sáenz, 1961, 1962, 1963, 1967; Marquina, 1964, pp. 141-143.
122 1956.

>23 Sáenz, 1975, p. 97.


124 Norberto González Crespo, comunicación personal, enero de 1991.

>25 1952.
126 Véase al respecto, Hirth, 1980, pp. 264-265; Hirth y Cyphers, 1988, pp. 122-128; Vega Nova, 1993;

Garza Tarazona, 1993.


>27 Hirth, 1982, p. 324.
>28 Hirth, 1980, pp. 264-265; Hirth y Cyphcrs, 1988, p. 124.
129 Hirth, 1980, pp. 264-265; Vega Nova, 1993.
130 Vega Nova, 1993.
'si Sáenz, 1975, p. 92.
132 Hirth y Cyphcrs, 1988, p. 128.
133 Hirth y Cyphers, 1988, pp. 124-128.
134 Litvak, 1972, pp. 57-58.
135 Berlo, 1989, pp. 25-30.
«36 1987, pp. 93-100.
137 1962, pp. 51-67.
138 Berlo, 1989, p. 30.
139 1962, pp. 51-67.
149 1962, p. 73.
141 1988, p. 264.
*42 Gros, 1865, p. 141; Orozco y Berra, v. II, 1960, pp. 310, 369-371; Abadiano, 1910, p. 18.
143 Humboldt, 1816.
144 Pcñafíel, 1890, p. 41; Mena, 1909, p. 350.
145 Véase por ejemplo, Nebel, 1963, p. XIX; Abadiano, 1910, p. 15; Batres, 1886, pp. 308-310; Chavero,
1887, p. 221; Piña Chan, 1989, pp. 19-30.
'46 1988, p. 194.
*47 Orozco y Berra, 1960, v. 11, p. 310; Ceballos, 1928, p. 108.
148 Pcñafíel, 1890, p. 43; Noguera, 1945, p. 136; Nicholson, 1966; Prem, 1974, p. 360; Abadiano, 1910, p.
18; Piña Chan, 1989, pp. 15-30.
*49 Noguera, 1945, p. 136.
*30 Chavero, 1887, p. 221.
*31 Palacios, 1947, p. 4-7.
*52 Prem, 1974.
*53 Tylor, 1861, p. 185.
154
Orozco y Berra, 1960, v. 11, pp. 310, 369-371; Nicholson, 1969, p. 40.
133 Abadiano, 1910, p. 18.
*36 Cook, 1982, p. 132; Jiménez Moreno, 1959, pp. 1072-1073.
*37 Batres, 1886, pp. 308-310.

140
isa Noguera, 1946.
ISO Mena, 1909, pp. 357-361
n*o IVfla/icJ, 1890, pp. 42-43.
leí Seler, 1960, pp. 142-144
162 Hirth, 1989, pp. 72-75.
163 Hirth, 1989, pp. 72-75. Cf Batres, 1886, pp. 308-310.
164 Borlo, 1989, pp. 28, 32-34.
«65 Borlo, 1989, p. 33
166 Borlo, 1989, p. 40; cf Smith, 1980, p. 403.
167 Sáenz, 1961.
160 Borlo, 1989, pp. 34-37.
169 1989, pp. 36-45.
170 Sáenz, 1968, p. 190; Borlo, 1989, pp. 36-37
171 1962, pp. 53-65.
172 1973.
173 Nicholson, 1969, p. 40.
174 Bcrlo, 1989, pp. 37-40
175 1967, pp. 29-47
176 Seler, 1960, p. 156.
177 Seler, 1960, p. 157.
178 Seler, 1960, p. 152.
179 Pcflaficl, 1890, p. 32; Gadow, 1908, p. 284.

141
Robert H. Cobean 77
Alba Guadalupe Mastache F.

TULA
INTRODUCCIÓN

Los toltecas son el primer pueblo prchispánico del centro de México sobre el cual se
cuenta con un corpus de datos históricos referentes a diversos aspectos de su cultura: listas
dinásticas, nombres de reyes y gobernantes, relatos de migraciones, la fundación de la ciudad,
su desarrollo, sus conquistas y su decadencia. Han sobrevivido numerosas crónicas y fuentes
tanto prehispánicas, como del siglo XVI, sobre la historia de Tula y los toltecas; entre los prin-
cipales están la Historia Toltcca-Chichimeca, el Códice Florentino de Sahagún y sus infor-
mantes, los Anales de Cuauhtidán, la Historia de los mexicanos por sus pinturas, y los textos
de Ixtlilxóchitl, Motolinía, Muñoz Camargo y Torqucmada (Davics, 1977* 16).

La Tula legendaria

Siglos antes de la llegada de los españoles a América, la antigua ciudad de Tula, capital
de los toltecas, estaba ya en ruinas. Sin embargo, después de su destrucción, Tula adquirió 99. Quetzalcóatl
una importancia legendaria para los pueblos del México antiguo, semejante en algunos practicando el
aspectos a la importancia simbólica que tiene Jcrusalem para judíos y cristianos. En las cróni- autosacrificio, ritual
cas indígenas de la época azteca se entremezclan eventos y sucesos históricos concretos de la característico de personaje
Tollán real y sus habitantes, con relatos y descripciones de una Tollán legendaria: una ciudad de alto rango del México
antiguo. Dibujo del Codo
idealizada donde se entremezclan la historia y el mito, símbolo de la metrópoli por excelen-
Florcntinus.
cia, habitada por artistas, poetas y seres excepcionales a quienes se atribuía la invención de
artes y ciencias como la escritura y la metalurgia.
Los emperadores mexicas hacían peregrinaciones a Tula y mandaban ofrendas religiosas pa-
ra ser enterradas en sus ruinas sagradas, reclamando el derecho de ser descendientes directos de
los reyes de Tula, enorgulleciéndose de considerar a los toltecas como sus antepasados directos.

TopiUzin Quetzalcóatl

De acuerdo con las crónicas, Tula fue la ciudad de Ge Acatl TopiUzin Quetzalcóatl, héroe
cultural del México prehispánico, rey sacerdote a quien algunas fuentes atribuyen la funda-
ción de la. capital tolteca. Hay muchas versiones o «ciclos épicos» de la historia de Quct-
zalcóatl; en general, se ubica su nacimiento alrededor de los siglos IX y X d.G. en un lugar cer-
cano a Xochicalco, en el actual estado de Mondos, donde transcurre su infancia. Ya adulto, se

145
o
o

•Casas Grandes
u
>
O
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iTv r-
Xu
o
La Quemada #
Chichón Itzá
% Villa de Reyes 9 May apa n /
Urna!

Tzintzuntzán • Tecnochtitlan, •Teotihuacan


Zinapecuraro • Cuicuilco* • Cholula
Xochicalco • Matacapan
Apatzingan
Valle de
Tehuacá San Lorenzo
n
Monte Atoan % Palenque
Seiba!
Tajmufco
El Baúl e Kamina/juyú
. 9 Tazuma!
venga del asesinato de su padre, Mixcóatl, y toma posesión de su herencia como rey de los tol-
tccas; funda Tula y empieza con ello un gran periodo de florecimiento para su pueblo. Sin em-
bargo, al final de esta ¿poca, tienen lugar una serie de conflictos entre los seguidores de Quet-
zalcóatl y el grupo de Tczcatlipoca, un dios de guerra y sacrificio humano. El grupo de Tezca-
tlipoca resulta vencedor y Quctzalcóatl y sus súbditos abandonan Tula, emigrando al oriente
hacia el Golfo y tal vez, más tarde, a Yucatán. Al parecer, después de la salida de Quctzalcóatl.
hubo en Tilla transformaciones importantes que se tratarán más adelante. Las crónicas men-
cionan por lo menos cinco reyes que gobernaron Tula después de la salida de Quctzalcóatl.

INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN TULA

Desde los inicios de la época colonial, algunos estudiosos del México antiguo se ocuparon
con detalle de las crónicas y leyendas de Tula y los toltecas. Durante el siglo pasado hubo im-
portantes debates en relación a Tula. Investigadores como Brinton, lingüista e historiador
norteamericano, llegaron al extremo de concluir que las leyendas eran demasiado fantásticas
y que en realidad Tula nunca había existido.

Garda Cubas

La primera investigación sistemática acerca de las ruinas de Tula fue publicada en 1873
por el distinguido geógrafo mexicano don Antonio García Cubas, en el Boletín de la Socie-
dad Mexicana de Geografía y Estadística. Su informe describe varias esculturas y sugiere po-
sibles relaciones entre Tula y las antiguas civilizaciones de Egipto y Grecia. Este tipo de espe-
culaciones que parecen sumamente extravagantes y sin base eran, no obstante, muy comunes
en estudiosos de esa época.

101. Columna de la
Las investigaciones de Charnay Pirámide B que
probablemente representa
Pocos años después, el explorador francés Desiré Charnay hizo las primeras excavaciones a Ce Acatl Topiltzin
extensivas en la plaza principal de Tula y en estructuras habitacionalcs cercanas. Sus cxcava- Quctzalcóatl, rey de Tula y
héroe de la historia de
Mesoamérica. (Foto R. H.
Cobean T. y A. G. Mastache
E).

102. La Plaza Principal c


Tula.
147
103. Cronología de
Mcsoaménca (Piña Chan).
dones en Tula y en otros sitios de México y Ccntroamérica han sido censuradas y considera-
das de poco valor científico; sin embargo, como señala Diehl (1983: 28), sus técnicas no eran
diferentes a las de otros investigadores de su tiempo, como Schliemann en Grecia y otros ar-
queólogos que trabajaban en Egipto. Uno de los aportes más importantes de Chamay fue la
introducción de la fotografía para el registro de monumentos en Mcsoaménca, especialmente
en la zona maya (Graham, 1971; 15). En Tula, sus excavaciones induyeron dos edificios gran-
des y un conjunto al que llamó «El Palacio Tolteca», ubicado en el extremo oeste del recinto
principal, así como otra estructura habitacional a la que denominó «La Casa Tolteca», locali-
zada cerca de esta plaza, hacia el noreste. Aunque en mal estado, las estructuras excavadas
por Chamay todavía pueden identificarse. Su obra Les anciennes otiles du Noveau Monde, publica-
da en 1885, contiene planos de ambos edificios, cuyo detalle ha permitido a investigadores re-
cientes, como Hcalan (1982), analizar con fines comparativos la distribución intema y planea-
ción de estas estructuras, .dentro de un estudio general sobre tipos de residencias en Tula. En
esa misma obra Chamay publicó descripciones, dibujos y fotografías de esculturas y elemen-
tos arquitectónicos importantes, como fragmentos de adantes, columnas con relieves y un
anillo de un Juego de Pelota, que en la actualidad se encuentra perdido. No obstante que la
mayor parte de las interpretaciones de este investigador sobre sus hallazgos en Tula resultan
altamente especulativas en relación al estado actual de nuestros conocimientos, algunas de sus
conclusiones son bastante acertadas, como las que se refieren a la identificación de la Tollán
de las fuentes históricas con el sido de Tula, Hidalgo, y las fechas que con base en varios cro-
nistas, propone para el apogeo de este centro (siglo X). Por otra parte, Gharnay fue el primer
investigador en plantear una relación cultural directa entre Tula y Chichen Itzá, enfatizando
la semejanza de algunos de los monumentos de ambos sitios.
Después de los trabajos de Gharnay, Tula permaneció olvidada por casi medio siglo, debi-
do tal vez a que algunos de los principales arqueólogos que trabajaban en México durante las
primeras décadas del siglo XX, como Gamio, Tozzer y Vaillant, entre otros, creían que Teo-
tihuacan era el Tollán mítico de las crónicas.

148
104 Cuadro cronológi
del período Epiclásíco
Jiménez Moreno (Davidc Domcmci).
El interés por Tula resurge hasta los años treinta, a partir de las investigaciones del nota-
ble historiador mexicano Wigbcrto Jiménez Moreno, quien en 1934 señaló la corresponden-
cia que había entre los nombres de vanos lugares que aparecen en crónicas y documentos re-
ferentes a Tula y los toltecas, y diversos sitios localizados en los alrededores de Tula en el ac-
tual estado de Hidalgo. En 1938, una comisión de investigadores, entre quienes estaban
Alfonso Caso, Ignacio Marquma, Paul KirchhoíT y, desde luego, Jiménez Moreno, visitaron
Tula para seleccionar las áreas de mayor interés para excavar.

Las investigaciones fundamentales de Jorge Acosta

Asi, en 1940, se inicia un largo período de excavaciones a caigo del arqueólogo Joigc R.
Acosta, quien, ya desde los primeros trabajos, obtuvo datos que indicaban que Tula corre-
spondía a una cultura que se desarrolló después del apogeo y decadencia de Teotihuacan.
En 1941, la Sociedad Mexicana de Antropología organizó en la ciudad de México una
Mesa Redonda para discutir los nuevos hallazgos y reconsiderar la importancia de este sitio
dentro de la arqueología de México. La mayoría de los investigadores estuvieron de acuerdo
en considerar qucTá Tollán a que hacían referencia las crónicas y leyendas sobre los toltecas,
era el sitio arqueológico de Tula, en el estado de Hidalgo,* y no Teotihuacan que, por sus
mayores dimensiones y monumentalidad, había sido considerado hasta entonces la Tollán de
las crónicas (Acosta, 1941; Jiménez Moreno, 1941). Las investigaciones de Acosta en Tula
continuaron por casi veinte años más; sus excavaciones se centraron sobre todo en la plaza
principal, donde exploró, restauró y reconstruyó varios importantes edificios, entre los que se
cuentan las dos pirámides principales y una serie de salas con columnas, que generalmente se
denominan «palacios». A este investigador se debe la primera secuencia cultural de Tula,
cuyo apogeo ubica después del de Teotihuacan, entre los años 900 y 1200 d.C. (Acosta, 1956-
57). Como parte del mismo proyecto, Hugo Moedano excavó un conjunto residencial conoci-
do como El Cielito, situado al sureste de la zona monumental, que incluía un palacio del siglo
xvi, que al parecer fue la residencia de Pedro Moctezuma, hijo del emperador mcxica.
Proyectos recientes

A partir tic 1968, este centro vuelve a ser objeto de investigaciones arqueológicas, esta vez
por parle del Departamento de Monumentos Prehispánicos del Instituto Nacional de \ntr<bio-
logía e Historia. En su inicio, el proyecto arqueológico se limita a la exploración \ restauración
de algunas estructuras de la plaza principal. Posteriormente, las investigaciones se extienden hie-
da otras áreas con el objeto de definir, entre otros aspectos, cuál liabia sido la extensión r< al de
la ciudad, pues hasta ese momento no se conocían sus limites y características en cuanto a pla-
ncación y estructuración interna (Matos, 1971; Vadeun, 1975). En 1970 se inicia otro proyecto,
esta vez por parte de la Universidad de Missouri. Más tarde, investigadores del INA11 realiza-
ron otros proyectos ampliando los objetivos y áreas de trabajo planteados inicialmente.
Se efectuaron diversas excavaciones en otras partes de la ciudad, en conjuntos residencia-
les y unidades domesticas, pañi conocer su estructuración interna, no sólo a nivel arquitectó-
nico y de técnicas de construcción sino, sobre todo, para investigar la organización lainiliar,
social y económica. Se delimitaron también algunas zonas habitadas, posiblemente, por arte-
sanos especializados, como el área que parece haber sido un barrio de alfareros y una zona fie
talleres de obsidiana, ambos situados al sureste de la ciudad, cerca de la loma llamada El Cie-
lito (Dichl, 1983, Hcalan, 1989; Pastrana, 1990).

105 Dibujos del anillo de un


Juego de Pelota de Tula y Urbanismo y producción especializada
fragmento de una columna En 1980, como parte de un proyecto de la Universidad de lulanc, se excavó un conjunto re-
de “serpiente emplumada" sidencial enclavado en el área de productores de objetos de obsidiana, el cual arrojó información
(Charnay, 1885) de suma importancia sobre la organización de la producción de navajas y otras herramientas, así

106. Jorge R. Acostajunto al


friso de jaguares y águilas de
la Pirámide B
(Foto Arqueología
Mexicana, 1994)

150
como sobre las técnicas y formas de trabajo de esta industria, fundamental para la economía del
lula (licalan, 1986). Se realizaron también estudios encaminados a conocer la plancación y or-
denamiento urbano de la ciudad, la existencia de calles, calzadas y vías de acceso, su
orientación
y las características de la traza general del asentamiento (Mastachc y Crespo, 1982).

Estudios de área

Para un mejor conocimiento sobre la naturaleza de esta ciudad se realizó una investiga-
ción de su área directa de sostenimiento, la cual abarcó una extensión de aproximadamente
20 km alrededor de Tula, es decir, cerca de 1000 km2. De esta manera, se contó con informa-
ción sobre los pueblos y aldeas que constituían el área básica de sostenimiento de esa urbe, so-
bre su proceso de desarrollo y su organización económica y política. Esas investigaciones, mo-
straron la forma en que el área que rodeaba Tula había sido ocupada a través del tiempo, y
cómo habían sido utilizados los recursos naturales del área a lo largo de quince siglos, uso del
suelo y recursos diversos, incluyendo agua, asi como el desarrollo de diversos sistemas de rie -
go (Mastache y Crespo, 1974; Mastachc, 1976).
Durante los últimos diez años se han llevado a cabo una serie de excavaciones y otros estudios
en diversos sitios del área que rodea Tula y en la propia ciudad, para investigar coit mayor detalle
los orígenes del Estado tollcca y su funcionamiento (Mastachc y Cobean, 1985,1989 y 1990).
Come resultado de los diversos proyectos de investigación, algunos de los cuales continúan
hasta la fecha, hoy conocemos con exactitud la extensión real de esa ciudad y también, — aun-
que sólo a grandes rasgos y en forma fragmentaria - otros aspectos importantes acerca de su
crecimiento y desarrollo, su cronología, su organización económica, social y política, sus rela-
ciones con otras áreas y la vida cotidiana de sus habitantes. Es importante lo que sabemos, pe-
ro es mucho aún lo que queda por conocer sobre la historia y la vida de la ciudad, y hay mu-
cho que siempre permanecerá desconocido, no sólo por las limitaciones propias de la arqueo-
logía, sino porque la acción del tiempo y de los hombres ha destruido en forma irreversible, so-
bre todo en los últimos años, grandes áreas de la antigua urbe y de los sitios que la rodeaban.

107. En 1942 Acosta


descubrió un gran c<
de esculturas dcsarn
(Atlantes y pilastras
relieves) dentro de u
prchispánica situad;
lado norte de la Pin
(Foto Arqueología
Mexicana, 1994).

151
EL DESARROLLO CULTURAL DE LA REGION DE TULA

La zona donde surgió la ciudad de Tula es ahora una región con graves problemas: se-
quías, erosión, desforestación, contaminación y otros tipos de daños ecológicos. El
crecimien-
to explosivo de la moderna ciudad de Tula, la actividad de las plantas ccmenteras en los
alre-
dedores, la instalación en la zona de una enorme refinería de Pemex y de una extensa planta
termoeléctrica, así como la creación de unidades habitacionales y de numerosas industrias y
obras complementarias de infraestructura y servicios, no sólo han destruido gran cantidad
de
restos arqueológicos, sino que han transformado
Latierradelosdiosescompletamente el paisaje de la región.

Tula se encontraba dentro del área que, hace quinientos años, los aztecas llamaban Teo-
tlalpan o «tierra de los dioses», descrita como una zona muy fértil, con bosques, ríos y gran-
des sistemas de riego (Cook, 1949; Mastachc, 1976; Fcldman y Mastache, 1990). Estudios
pa-
Icoccológicos basados en polen y otros restos vegetales confirman la fertilidad de la región
du-
rante la época prchispánica (González Quintero y Montuíar, 1980).
108. Equipo usado por
Acosta para remover
un
Atlante (Foto Archivo de Aldeasdeagricultoresyprimeroscentros
la Coordinación de
Arqueología, INAH). El área de Tula fue habitada por pueblos sedentarios casi dos milenios antes del apogeo de

152
los toltccas. Los asentamientos más antiguos que se han identificado son del periodo denomi-
nado Formativo Medio (entre los años 800 y 600 antes de nuestra era). Se trata de pequeñas
aldeas de agricultores ubicadas en zonas cercanas a ríos y arroyos. Algunos tipos de cerámica
de estos sitios están decorados con elementos iconográficos característicos de la llamada cultu-
ra olmcca, que fue la primera gran civilización del México antiguo, cuyos centros principales
se encontraban en la costa del Golfo de Vcracruz y Tabasco.

Estratificación social
Hacia los años 400 a 200 a.C., durante el llamado Formativo Tardío, la población de la re-
gión de Tula creció en forma notable, encontrándose las primeras evidencias de estratificación

109. Proyecto Arqueológico!


de Acosta en la decada de
los 40*s: proceso de armada
de las cuatro secciones que I
conforman un Atlante I
(Foto Archivo de la
Coordinación de
Arqueología, INAH).

153
110. Detalle del famoso social. Destaca en el sur del área, cerca de la actual población de Tepeji del Rio, un
“Friso de los Caciques” sitio deno-
durante el proceso de minado La Loma, de aproximadamente 20 hectáreas de extensión y una amplia zona
excavación. Hugo de habi-
Moedano tación y cultivo, asi como una plaza con una estructura piramidal y otros edificios que
publicó un importante proba-
análisis de este conjunto blemente funcionaban como las residencias de dirigentes políticos y religiosos y
de como zona
relieves en 1947 del culto. La cerámica y otros artefactos de los sitios de este periodo indican que la
(Foto Archivo de la región
Coordinación de tenía fuertes nexos con la Cuenca de México y con la región de El Bajio y el
Arqueología, INAH). Occidente de
México. Hay cerámica y figurillas importadas de la cultura Ticomán, de la Cuenca de
Méxi-
co, de la cultura Chupicuaro de Guanajuato y Michoacán (Cobean, 1990). Vanos
siglos de-
spués, pueblos de estas regiones jugaron un papel clave en la formación del Estado
toltcca
(Mastachc y Cobean, 1989).

Teotihuacany el área de Tilla

Durante los primeros siglos de la era cristiana, la región de Tula, al igual que
111. Algunos ejemplos de muchas zonas
cerámica del tipo “Naranja del Altiplano Central, formaba parte del área controlada por la ciudad de Teotihuacan
a (Masta-
Brochazos” chc y Cobean, 1985; Millón, 1981), que en ese momento vivía su periodo de máxima
(Acosta, 1956-57) expansión
y apogeo, conocido como época Clásica. El Estado teotihuacano contaba aqui con dos
enclaves
que al parecer funcionaban como centros de control político y administrativo de la
región, los
cuales estaban ubicados en zonas cercanas al área donde más tarde sería fundada la
podemos mencionar vasijas, ollas, braseros c incensarios, asi como figurillas y objetos de pie- 112. Proceso de excavación
dra pulida, concha y otros materiales. Algunos procedían directamente de la metrópoli, mien- de una unidad domestica
tras que otros fueron elaborados localmcntc. Las se mían zas entre Chingú y Tcotihuacan son por la Universidad de
especialmente impresionantes. La plaza principal de ese sitio es muy parecida a la Ciudadela Missouri (Foto R. H.
de Tcotihuacan, aunque desde luego de proporciones más modestas, y la mayoría de las Cobean T. y A. G. Mastachc
estructuras habitacionalcs son casi idénticas a los conjuntos de departamentos característicos
de Teotihuacan (Díaz, 1980).

Irrigación y el Estado Teotihuacano

Los sitios de Chingú, Vilagrán y otros más pequeños que se han localizado en el área
tienen
una cronología que abarca casi cuatro siglos, entre los años 200 a 600 d.C., es decir, que
corre-
sponde al periodo de máxima expansión del Estado teotihuacano. Al parecer, a esta época
cor-
responde la construcción de un extenso sistema de canales que permitía irrigar el valle
aluvial
que se encuentra entre los ríos Tula y Salado (Mastachc, 1986). El canal principal de este
siste-
ma termina precisamente en los limites del sitio de Chingú. Es probable que durante el
apogeo
de Tula el sistema de canales de la época tcotihuacana fuera expandido por el Estado
toltcca. 113. Cajetes del tipo
“Decoración Sellada", une
de los tipos cerámicos
La producción de cal característicos del apogeo
I
Al parecer, Teotihuacan inició la explotación masiva de la extensa zona de calizas que Tula (Acosta 1956-57).
se
localiza al sureste de Tula, la cual estaba ocupada durante este periodo por pueblos y
aldeas
cuyas actividades económicas principales debieron estar relacionadas con la producción
de
cal, industria de suma importancia dada la intensa actividad constructiva de la ciudad de
Tcotihuacan, donde miles de edificios eran recubiertos con aplanados de este material. Es
in-
teresante notar, que dos sitios localizados en la zona de calizas fueron ocupados por
grupos de

155
filiación oaxaquefla, relacionados con los habitantes del llamado Barrio de Oaxaca en Tco-
tihuacan (Crespo y Mastache, 1981). Ambos asentamientos tienen grandes cantidades de ti-
pos cerámicos correspondientes a Monte Albán II y Hl (Caso, Berna) y Acosta, 1967). En un
rescate arqueológico recientemente realizado en uno de ellos, denominado El Tesoro, cercano
a la actual población de Tepeji del Rio, se localizó una tumba semejante a tumbas de época
Clásica en Monte Albán (Carlos Hernández, comunicación personal, 1993).

El colapso de Teotúuacany el surgimiento de Tula

Con la declinación de Tcotihuacan como centro de poder político y económico en los ini-
cios del siglo vil de nuestra era, las regiones que formaban el núcleo del Estado teotihuacano
se debilitan al romperse los sistemas y mecanismos de relación con la metrópoli. En el área de
Tula, la mayor parte de los sitios tcotihuacanos son abandonados, y es importante enfatizar
que no existe entre Teotihuacan y Tula una continuidad directa. Durante los más de dos si-
glos que transcurrieron entre el colapso de Teotihuacan y el surgimiento de Tula, una nueva
cultura se desarrolla en esta región. Al parecer, algunas décadas antes del abandono de los
asentamientos tcotihuacanos, se inicia la llegada de pequeños grupos procedentes de la región
114. Una figurilla de El Bajio (actuales estados de Guanajuato y Querétaro) y de otras zonas más norteñas, en
teotihuacana del área de los actuales estados de Zacatecas y Jalisco, portadores de sus propias tradiciones culturales,
Tula del siglo VI d.C. con muchos elementos distintos a Tcotihuacan. Estos pueblos ocupan casi exclusivamente la
(Foto R. H. Cobean T. y A. cima de cerros con acantilados de difícil acceso, en una ubicación estratégica defensiva y
G. Mastache F.). ofensiva, que indica que durante este periodo, existía una situación de inestabilidad política y
conflictos internos (Mastache y Cobean, 1990).

La cultura Coyotlatelco

Estos asentamientos constituían, al parecer, pequeñas unidades políticas autónomas, con


una economía básicamente autosuíicicnte. Es decir que cada sitio produda la mayor parte de
los productos necesarios para la subsistencia de su población, y hay pocas evidencias de rela-
ciones comerciales a larga distancia. En cada uno de estos sitios hay plazas con pirámides)
pequeños palacios que funcionaban como centros de culto y administración, así como exten
sas terrazas artificiales para agricultura de temporal.

115. El Valle de Tula visto


desde el sector oeste del
sitio de La Mesa (Foto R. H.
Cobean T. y A. G. Mastache

156
Nuevas tradiciones de alfarería y de instrumentos de litica

IXK orígenes diversos de estos pueblos están reflejados en su alfarería, que corresponde a
una tradición general denominada Coyotlatclco (Rattray, 1966; Cobcan, 1990; Mastachc y
Cobran 1990), aunque cada sitio tiene variaciones especificas a nivel de tipos y atributos cerá-
micos. Sobresalen grandes ollas de paredes gruesas, usadas para almacenar líquidos, platos y
vasijas diversas con diseños de color rojo sobre café. La mayoría de los instrumentos de piedra
son buidos y elaborados con materiales locales como basalto, riolita y silex. Se trata de un tipo
de industrias líticas típicas de las culturas del norte de México y ajenas a Teotihuacan (Rccs,
1990; Jackson, 1990; Mastache y Cobcan, 1990). La escasez de instrumentos de obsidiana en
estos sitios es al parecer, tanto el resultado de la ruptura de las extensas redes de comercio a
larga distancia de diversos productos que mantenía Teotihuacan con otras regiones, entre las
cuales estaba la de obsidiana, como la ausencia del complejo sistema de explotación y produc-
ción sobre el que se basaba la industria de instrumentos de obsidiana en época tcotihuacana.
La obsidiana es un vidrio volcánico, principalmente de color gris, negro o verde oscuro,
cuyo uso estaba muy extendido en época prchispánica para elaborar puntas de proyectil, na-
vajas, cuchillos, raspadores y otros instrumentos. A la caída de Teotihuacan, en los sitios de la
región de Tula, los pocos objetos de este material que se encuentran proceden principalmente
del área de Michoacán, específicamente de los yacimientos de Zinapécuaro (Hcalan, 1989). 116. Lápida esculpida que
La gran cantidad de raspadores de riolita y basalto que se han encontrado en las terrazas corresponde al período
agrícolas y habitacionales de esos sidos, además de los restos de la planta misma localizados entre 650-700 d.C.
en excavaciones, indican que ya desde este periodo el cultivo del maguey (Agave americana) Fue encontrada en
era importante en el área. Se trata de una planta de gran importancia económica para los excavaciones de unidades
pueblos del Altiplano Central, que se desarrolla con facilidad en este ambiente; agave de múl- domésticas en La Mesa.
tiples usos y funciones, es fundamental para la producción de fibra tcxdl y para la elaboración Es pareada a imágenes de
de pulque, una bebida fermentada tradicional en el centro de México, cuya importancia para Centcotl, el dios del maíz
los habitantes de esos poblados situados en la cima de cerros y sin acceso directo a fuentes de (Foto R. H. Cobcan T. y A.
agua, debe haber sido crucial. Nuestras excavaciones han recuperado restos de otras plantas G. Mastache F.).
cultivadas, especialmente maíz y frijol, junto con semillas de plantas silvestres de varios tipos.

117. Mapa del sitio La


Mesa. Este asentamiento ¡
encontraba ubicado en la
cima de una elevación
rodeada de acandilados
(Foto R. H. Cobcan T y
G. Mastache F.).

y
118. Excavación de una
unidad hnbiiacional en el
sitio La Mesa (Foto R. H.
Cobean T. y A. G. Mastachc
F.).

Arquitectura y tradiciones de culto

Es importante señalar que en esos sitios ubicados en los cerros, están presentes algunos
elementos que serán típicos de la cultura toltcca que se desarrollará poco después, como es el
caso de algunos tipos y técnicas de construcción. Característico es el recubrimiento con
lajillas
tabulares de piedra llamado «Toltec small stonc» y los edificios con pórticos o vestíbulos
soste-
nidos por columnas. En las excavaciones de La Mesa, un sitio coyotlatelco ubicado a 14 km al
este de Tula, encontramos esculturas de piedra caliza que son prototipos de esculturas tolte-
cas. La más completa es una lápida rectangular con un relieve que representa una figura de
ÍMÍO: -rff w-
frente, con tocado, bastante parecida a algunas de las lápidas esculpidas en la Pirámide B de
Tula (Mastachc y Cobean, 1989). En la excavación de un templo en otro sector de La Mesa
. S#w*
■ apareció cerca de una escalera el entierro de una probable victima de sacrificio humano con
un gran cuchillo de obsidiana, cuya forma es casi idéntica a los cuchillos de sacrificio encon-
Mm V* trados en Tula (Acosta, 1956-57) y en el Templo Mayor de Tcnochtiüan (López Luján, 1993).
La continuidad de elementos como éstos indica que algunas de las instituciones centrales
ideológicas y económicas de la cultura tolteca tienen su origen en los pueblos que llegaron
procedentes del norte a la región de Tula, durante la declinación del Estado tcotihuacano.
Elsitio de Magoni
119 Figurillas de barro de
época Coyotlatelco. Hay por Uno de los asentamientos más importantes de este período (600-750 d.C.) se encuentra
lo meno tres estilos de en el cerro Magoni, al oeste del río Tula, junto al moderno pueblo de Tula de Allende. Aquí
figurillas en los sitios la población era más numerosa que la de otros poblados de la misma época; es notable el ex-
Coyotlatelco de la región de tenso sistema de terrazas artificiales de varios kilómetros de extensión para habitación y culti-
Tula, que tal vez son vo, que corren a todo lo largo de cerro. En la cima se encuentra la plaza principal, delimitada
manifestaciones de los por las ruinas de lo que fueron edificios de culto y de administración, y al parecer los palada*
diversos orígenes culturales de los dirigentes. Este sitio, cercano a la zona que después ocuparía Tula, es un anteceden^
de sus habitantes (Foto R. importante dentro del proceso de formación de esta ciudad. Su complejidad social y econó
H. Cobean T. y A. G. mica, mayor que la de otros poblados de la misma época, presagia ya el surgimiento de insti
Mastachc F.). tuciones que se desarrollarían plenamente durante el periodo siguiente.

158
LA CIUDAD DE LOS TOLTECAS

La ciudad de Tula tuvo una larga vida de más de cuatro siglos, durante los cuales sufrió
múltiples transformaciones, convirtiéndose de un pequeño centro, en una ciudad de gran ex-
tensión y complejidad, cuyo apogeo se ubica en el siglo XI de nuestra era. La primera etapa
en el desarrollo urbano de Tula se inicia al principio del siglo VIII d.C La ciudad nace como
una síntesis cultural y étnica que integra tanto elementos de la cultura tcotihuacanu como de
la tradición norteña representados por los sitios coyodatclco del área.
La presencia de dos grupos en la fundación de Tula fue propuesta hace más de cincuenta
años por Jiménez Moreno (1941), con base en sus estudios de las crónicas indígenas; ins inve-
stigaciones arqueológicas más recientes han apoyado totalmente sus planteamientos (Acesia,
1956-57; Mastachc y Cobean, 1990; Hcalan ct al,, 1989).

Tula Chico: los principios del urbanismo

El recinto principal del asentamiento inicial se conoce con. el nombre de Tula Chico, y
está situado aproximadamente 1.5 km al noroeste de la zona monumental restaurada que hoy
120. Cerámica Coyotlatelcr
puede admirar el visitante.
rojo sobre café. Esta
Es discutible si durante esa primera fase, entre los años 700 y 900 d.C., se puede hablar
tradición de alfarería se
con certeza de que Tula fuera ya una ciudad, en el sentido de un conglomerado urbano ple-
extendió por muchas
namente desarrollado y con una población dividida en clases.
regiones del Centro de
Cabe señalar aquí que las ciudades, a lo largo de la historia de la humanidad, son realida-
México durante la
des muy distintas y complejas, que desbordan los límites de cualquier definición; sin embargo,
decadencia del estado
entre los elementos que la mayoría de los autores toma en cuenta para definir una ciudad,
tcotihuacano (Acosta, 1956
están principalmente su tamaño, la densidad y la heterogeneidad de la población y del asen- 57 y Cobean, 1990).
tamiento; considerando ciudad un sitio extenso y heterogéneo con una alta densidad de po-
blación, diferenciada desde el punto de vista socioeconómico. Para algunos autores, la planea-
ción del asentamiento es un punto esencial, asi como la presencia de especialistas no agrícolas
y actividades de mercado y comercio a nivel regional. Otros señalan la función económica,
administrativa o política de estos sitios.
No vamos a analizar aquí la multitud de definiciones, enfoques y debates que existen so-
bre la naturaleza de la ciudad; lo más importante es que todos los elementos anteriores presu-
ponen la existencia y manifestación de clases sociales, y de instituciones vinculadas con la exi-
stencia del Estado, aunque en el caso de las primeras ciudades sólo sea en forma incipiente.

El núcleo inicial

Se desconoce con detalle la organización y estructura interna de Tula durante esa prime-
ra-etapa, pero sí se sabe que para entonces tenía ya una extensión de 5 a 6 kilómetros cuadra-
dos y un ordenamiento y plancación definidos. Las estructuras de las distintas áreas que la in-
tegran, incluidas la plaza principal, las zonas de habitación y residencias, calles, calzadas y
terrazas siguen todas el mismo plan de orientación norte-sur. Algunos datos sugieren la exi- e.............. -
stencia para este periodo de barrios o zonas habitacionalcs donde vivían artesanos especiali-
zados, en particular productores de diversos instrumentos de obsidiana (Cobean, 1982; Hca-
lan y Stoutamire, 1989; Pastrana, 1990), y de alfareros que elaboraban vasijas y figurillas.
La plaza conocida como Tula Chico constituía el centro religioso, político y administrativo
da esa primera ciudad. Se trata de un amplio recinto circundado por pirámides, palacios y Jue-
gos de Pelota. En excavaciones preliminares se encontraron evidencias de que sus pirámides y
otros edificios estaban recubiertos, probablemente, con lápidas esculpidas, semejantes a las lá- 121. Cerámica csgrafiai
pidas con jaguares, águilas y guerreros características de los edificios de la ciudad durante su correspondiente a la pr;
momento de máximo desarrollo. Las excavaciones también detectaron gran número de cam- fase de ocupación de T
bios y de ampliaciones de los edificios principales de Tula Chico, entre los años 700 y 900 d.C. Chico (circa 700-800 d
Uno de los palacios más importantes fue ampliado cuatro veces durante este periodo, y es posi- (Foto R. H. Cobean 1
ble que el plan general de la plaza sufriera por lo menos tres transformaciones (Cobean, 1982). y A. G. Mastachc F.).

159
Las zonas residenciales más importantes de esta primera ciudad probablemente se ex-
tendían al norte y oeste de la plaza con los barrios habitaciouales ubicados sobre terrazas y
grandes plataformas artificiales; otra parte de la población estaba distribuida en varios nú-
cleos que ocupaban algunas lomas cercanas, como El Cielito, La Malinchc y El Tesoro (Ma-
stachc y Crespo, 1982; Cobean, 1990).

El período de apogeo
Al principio del siglo X d.C., la ciudad sufre profundos cambios que la transforman de
manera radical. El recinto de lula Chico y sus edificios más importantes son abandonados de-
finitivamente y por lo menos algunas de las estructuras principales son destruidas por incen-
dios y saqueos. Al suroeste, en el cerro llamado El Tesoro se construye un nuevo recinto cívico-
religioso con pirámides, palacios y Juegos de Pelota. Esta nueva plaza sigue, en gran parte, el
modelo precedente en cuanto a su plan general y a la distribución de los edificios; pero esta vez

122. Mapa de la pequeña


ciudad de época
Coyotlatclco de Tula. Las
ocupaciones mas densas de
este periodo están cerca de
la plaza de Tula Chico
(Mastachc y Crespo, 1982).

123. Mapa del área de Tula.


(Oichl, 1983).

160
En las páginas siguieni
46. Vista aérea del Sector 47 La Plaza Principal
Norte del Recinto Tula era el centro polii
Principal con el religioso y administrai
Adoratorío, la Pirámide B de la ciudad. Se trata
(con los Atlantes, el un recinto monumem
Palacio Quemado y el circundado por
Juego de Pelota 1. La pirámides, palacios y
mayoría de estos edificios juegos de pelota (Pote
pueden fecharse entre Jaca Book).
900-1100 d.C. (Poto
Michael Calderwood).
48. La Pirámide B fue manifestación de Venus o
uno de los edificios sacros Tlabuizcalpantecuhtli,
más importantes de ¡a Estrella de la Mañana
ciudad y probablemente (Poto Jaca Book).
fue dedicado al dios
Ouetza/coatl en su
En las páginas anteriores: 51 La Pirámide C era la
50. Los enormes Atlantes más importante
y las pilastras con relieves estructura religiosa de
que boy coronan la Tula. Es probable que en
Pirámide B, en la época su cima hubiera un
prehispánica no se templo con Atlantes y
encontraban a la vista columnas semejantes a
del pueblo, sino dentro las de la Pirámide B (Fot
del templo que había en Jaca Book)
la cima de la pirámide
(Foto Jaca Book)
todo es de mucho mayores proporciones, lo cual pone de manifiesto que para entonces existfa
mía mayor centralización de poder político c ideológico, y la enorme fuerza de trabajo necesa-
ria para la construcción de ese gran recinto y de sus edificios. Estos se levantan sobre un am-
plio y complejo sistema de terrazas que forman una verdadera acrópolis. En algunos puntos, el
relleno artificial de la plaza tiene más de 10 metros de profundidad. Al parecer, algunos de los
materiales de construcción para estos nuevos edificios fueron transportados desde yacimientos
situados en un radio de 10 a 15 km de distancia de Tula (Márquez, 1986).

Plantación urbana

Otro cambio fundamental durante este período es la modificación de la orientación del


plan urbano general, cuyo eje ya no estará orientado exactamente norte-sur, sino que ahora
se desvía alrededor de 15° hacia el este. La fisonomía entera de la ciudad se transforma; cal-
les, calzadas, terrazas y edificios cambian de orientación siguendo la nueva traza en un gran
programa de «renovación urbana»; la actividad constructiva se multiplica erigiéndose nuevas
y numerosas estructuras. Con respecto al período anterior, la población por lo menos se du-
plica, y el tamaño de la urbe aumenta a casi 13 kilómetros cuadrados. Se trata claramente de
r
una ciudad más desarrollada y compleja que la de la fase precedente. Extensos barrios de ar-
tesanos correspondientes a este período, han sido localizados, especialmente zonas de alfare- 124. Traza de la ciudad d
ros y de producción de instrumentos de obsidiana, ambos en el sur de la ciudad (Mastache y Tula en el siglo X despuéi
Cobean, 1985; Hcalan et al., 1983; Pastrana, 1990). del abandono de Tula Ch
y la construcción de la pl;
monumental. El tamaño
Leyendas de Quetzalcóatly Tezcatlipoca de la'urbe aumenta a cas
kilómetros cuadrados
Es probable que algunos de los eventos centrales a que se refieren las crónicas sobre los
durante este período
, toltecas estén relacionadas con los cambios políticos, sociales, económicos y religiosos que tu-
(Mastache y Crespo, 198
vieron lugar en este período y que están vinculados con las transformaciones radicales de la
!' configuración urbana de Tula. También parece bastante probable, que en la base de estos
cambios se encuentren las raíces históricas del legendario conflicto entre el rey-sacerdote Ce
Acaü Topiltzin Quetzalcóatl y de los partidarios del dios Tezcatlipoca, que finalizó con la ex-
pulsión de Quctzalcóad y sus seguidores (Nicholson, 1957; Davies, 1977; Mastache y Crespo,
1982). De ser así, esos acontecimientos corresponderían a los inicios del siglo x y no al perío-
do de decadencia de Tula, como se ha planteado, y el abandono del recinto ceremonial de la
primera ciudad, Tula Chico, y la construcción del nuevo y magnifico recinto, sería un símbo-
lo de la victoria y de la consolidación en el poder del nuevo grupo dirigente.

125. Mapa del rccii


Tula Chico (R. H.1
T. y A. G. Mastacb

169
El abandono de Tula Chico

Investigaciones arqueológicas recientes indican que la plaza de lula Chico quedó abando-
nada, sin que nuevas construcciones y estructuras se erigieran sobre sus edificios (Matos 197\-
Cobcan, 1982; Mastachc y Cobcan, 1989). Al parecer, el recinto permaneció en ruinas desha
bitado durante los siglos siguentes, quizá como zona sagrada o «tierra de nadie», a manera de
monumento o testimonio permanente de la naturaleza y magnitud de los acontecimientos que
ahí tuvieron lugar, no obstante que se encontraba dentro de una ciudad viva que perduraría
varios siglos más. Nuevas investigaciones en Tula Chico y en los edificios que conforman su
plaza principal, permitirán entender mejor los extraordinarios eventos que tuvieron lugar en
esta ciudad durante el siglo X, asi como sus posibles correlaciones c< >n los sucesos descritos en
las fuentes prchispámcas sobre 'lilla.
Es difícil determinar el área de influencia política y económica de la ciudad inicial, sin em-
126. Lápida esculpida
bargo, suponemos que sólo abarcaría una zona cercana a la región de Tula, ya que en áreas
procedente de la plaza de
vecinas, como la Cuenca de México, existían durante la misma época otros centros, probable-
Tula Chico que representa a
mente más extensos, en especial Tcotihuacan mismo, Cerro Portezuelo, y la zona de lamba
un tocado de plumas
(Sandcrs ct al., 1979). Fuera de la Cuenca de México existían centros tan importantes como
(Foto R. H Cobcan 'I' y A.
Xochicalco (Hirth y Cyphers, 1988; Lílvak, 1970), Cacaxtla (García Cook, 1981), Tcotcnango
G. Mastachc F). (Pifia Chan, 1975) y Cantona (García Cook, 1994).

Otra transformación urbana


Hacia los artos 1000 y 1050 d.C., hubo otra transformación importante en el plan urbano
de Tula, cambiándose nuevamente la orientación de la traza de la urbe, que ahora se desvió
aproximadamente 15o al oeste. Este cambio implicó otro programa masivo de edificación; cal-
les, calzadas, plataformas y edificios son construidos o reconstruidos en los diferentes barnos
de la ciudad. Tula alcanza su período de máxima expansión y apogeo con una superficie de

127 Cerámica “Mazapa


Lincas Ondulantes”, rojo
sobre cafe característica
principalmente de la
primera época de
expansión urbana en Tula
(Acosta, 1956-57; Cobcan,
1990)

128. Hacia 900 d.C. el


recinto de Tula Chico quedó
abandonado, tal vez por el
conflicto entre el
rey QuetzaJcoatl y los
seguidores de Tezcatlipoca
(Foto R. H. Cobcan T. y A.
G. Mastache F.).

170
cerra de 16 kilómetros cuadrados y una población de varias decenas de miles de ]>crsonas (Msi-
staclie y Crespo, 1982; Hcalan y Stoutamirr, 1989; Mastache y Cobran, 1993). Sin embarco,
este cambio urbano no fue tan radical como el anterior, ya que no incluyó la edificación de un
nuevo recinto ceremonial. La plaza principal continuó siendo el centro político y religioso de la
ciudad y sus edificios conservaron la misma orientación de la etapa precedente, aunque hay
evidencias en excavaciones arqueológicas de que algunas de las pirámides y palacios fueron
ampliados durante este periodo (Cobean, s.d.).
Sin duda 'lula fue en este momento la ciudad de mayor tamaño en el centro de México, y
junto con Tcotihuacan y Tcnochtitlan uno de los centros urbanos más grandes y complejos del
México antiguo. El núcleo inicial de ¿poca coyotlatelco se había transformado en una verdade-
ra ciudad, con una sociedad diversificada y compleja, dividida en clases; es decir, en grupos de
personas diferenciadas entre si por su distinta ubicación dentro del sistema de producción y
con un acceso diferente a la riqueza social y al consumo. Gobernantes, sacerdotes, administra-
dores, guerreros, comerciantes, artesanos, agricultores, todos con distintos rangos y funciones.

La estructura social

I<a clase gobernante especializada en la dirección y organización de la sociedad, en el


control de la producción, la distribución y el consumo; en la plancación de las ciudades y sus
obras públicas. Poseedora del poder y del conocimiento científico y religioso, esta clase era ex-
perta en el arte de la guerra, la escritura, la arquitectura, la astronomía y las matemáticas; en
el calendario y los sistemas de medición del tiempo, en los días propicios y nefastos, en todo el
complejo ritual de las ceremonias públicas y privadas que regían la vida de la sociedad. 129. Mapa de Acosta y
Junto a esta élite dirigente, completamente separada de la producción agrícola y artesanal, Moedano de los conjuntos
existía sin duda alguna un aparato administrativo y burocrático que abarcaba distintos niveles arquitectónicos de la
y actividades. La base del sistema estaba constituida por la mayor parte de la población, que Pirámide B y el Palacio
tenía a su cargo todos los procesos y actividades productivas que permitían el sostenimiento y Quemado (Acosta 1956-57).

171
130. 131. (página siguiente)
Dibujo del chao mool de la
sala 2 del falacia Quemado
(Acosta 1956).

reproducción de la sociedad. Productora de alimentos y de bienes de consumo y


suntuarios,
esta clase constituía también la fuerza de trabajo que edificaba y mantenía las
innumerables
obras públicas, algunas de ellas de gran magnitud: plazas, pirámides, palacios, vastos
conjuntos
La ciudad
de terrazas artificiales, sistemas de canales, calles, calzadas y drenajes.

Tula era hacia el siglo XI de nuestra era una entidad muy compleja y heterogénea, con
áreas distintas y bien definidas, públicas y privadas, espacios abiertos y edificios de culto, de
132. Brasero que representa administración, de intercambio y comercio, de reunión, palacios y unidades residenciales,
a Tlaloc, dios de Ja lluvia, barrios con distintas características y áreas diversas de producción.
llorando. Sus lágrimas son La gran plaza principal era el corazón de la ciudad, su centro religioso, político y admini-
gotas de lluvia, sustancia strativo. Asiento de la divinidad y del gobierno, símbolo y expresión concreta del poder del
fundamental para la vida y grupo gobernante. Ubicada estratégicamente en el punto más alto de la ciudad, dominándola
la agricultura (Foto R. H. con su magnificencia y volumen; conformada mediante enormes plataformas, escalinatas, al-
Cobean T y A. G. Mastachc tares, salas, palacios, Juegos de Pelota; con sus dos masivas e impresionantes pirámides que
1! eran visibles desde casi cualquier punto de la ciudad, ornamentadas con esculturas y multitud
de bajorrelieves policromos.

Los palacios
Es interesante señalar que, en contraste con Tenochtitlan y algunas otras ciudades anti-
guas del centro de México, los palacios donde residían los reyes de Tula no estaban ubicados
en la plaza principal. Excavaciones en el llamado «Palacio Quemado», al oeste de la Pirámide
de los Atlantes, y en los otros grandes edificios del este y el sur de la plaza, indican que estos
edificios con salas rodeadas por conjuntos de columnas, no tenían funciones residenciales y
probablemente funcionaban como salas de consejo, lugares de reunión y centros de admini-
stración y culto, pero no como habitaciones de los gobernantes de Tula y sus familias (Acosta,
1945, Cobean, s.d.). En las excavaciones de las tres salas principales del Palacio Quemado,
Jorge Acosta encontró fragmentos de centenares de lápidas esculpidas representando guerre-
ros y sacerdotes toltccas. La mayoría de las lápidas originalmente decoraban las banquetas que
rodeaban los interiores de las salas. Sin duda, los funcionarios principales y otros dirigentes de
Tula ocupaban estas banquetas durante sus reuniones de gobierno. Acosta llamó a este edificio
el «Palacio Quemado» porque extensas secciones del edificio fueron detraídas por un gran in-
cendio ocurrido a finales del siglo XII, a la caída de Tula.

El edificio K
Entre 1992 y 1993, arqueólogos del INAH excavaron el único edificio grande de la plaza
principal que no fue investigado por Acosta; se trata del «Edificio K» que delimita la plaza 133. En el vestíbulo a1
por el lado sur. Esta plataforma mide 72 metros en su eje este-oeste y tiene una altura de casi suroeste de la Pirámide B
cinco metros. Las exploraciones permitieron determinar el plan general de este edificio, el está la banqueta con el
cual resultó ser muy parecido al del Palacio Quemado, es decir, está constituido por varias sa- “Friso de los Caciques” que
las y vestíbulos delimitados por conjuntos de columnas y banquetas. Estas investigaciones per- representa una procesión de
milicron definir que el edificio K no funcionaba como residencia, ya que no se encontraron 19 figuras humanas, quizá
evidencias de cocinas o cuartos que funcionaran como viviendas. Es probable que las salas dirigentes y sacerdotes
fueran como en el Palacio Quemado, lugares de reunión y administración de los sacerdotes y importantes (Acosta, 1945)

173
134 Banqueta en el dirigentes de Tula. El edificio K también fue saqueado e incendiado hacia fines del siglo XII,
vestíbulo 1, durante las aunque en este caso el nivel de destrucción fue mayor que en el Palacio Quemado. Durante el
excavaciones de Jorge R. siglo XV, parte de la plataforma del edificio K fue rcocupada por vanas casas aztecas y en el
Acosta (Foto Archivo mismo sector hay restos bien preservados de construcciones coloniales de los siglos xvi y xvu,
Coordinación de que indican que durante ese período el edificio continuó siendo ocupado.
Arqueología INAH). Es probable que los palacios reales de Tula estén ubicados cerca del límite este de la plaza
principal, en una zona que tiene grandes plataformas que no han sido excavadas, donde se
encuentran concentraciones importantes en superficie de objetos «de lujo» como cerámica
importada del área maya y de la costa del Golfo (Cobean, 1990).

Reyes toltecas

Los reyes de Tula, como muchos gobernantes de Estados tempranos probablemente


reunían en sus personas no sólo la investidura de máximo diligente político, sino también la
de supremo sacerdote (como el rey-sacerdote Quctzalcóatl) y jefe militar, ya que en el México
antiguo no había una diferenciación clara entre esas instituciones y con frecuencia el rey era
considerado de naturaleza divina. La religión tolteca sin duda funcionaba como un importan*
te elemento de control ideológico, a través del cual se daba la legitimación moral del sistema
político y de la estructura de clases sociales. En la ideología y las instituciones políticas de los
toltecas había un gran énfasis en el militarismo: la guerra y el sacrificio humano sono los te-
mas principales en el arte y la arquitectura del nuevo recinto monumental de Tula. En gene-
ral, un elemento escultórico frecuente, incluyendo a los famosos Atlantes, son representacio-
nes de guerreros toltecas (Acosta, 1961). Los personajes esculpidos en las pilastras de la Pirá-
135. Los señores-guerreros mide B son probablemente retratos de reyes y dirigentes de alto rango, y casi todos llevan los
retratados en las esculturas vestuarios y las armas de órdenes militares prototípicas de los caballeros Aguila, Coyote y Ja-
de Tula, son prototipos de guar de los mexica. Cerca de las cabezas de estas figuras hay glifos que tal vez representan sus
las órdenes militares mexica, nombres o su linaje (Acosta, 1956-57). El símbolo asociado con uno de estos personajes es
como los caballeros águila y una serpiente emplumada; así, éste puede ser un retrato de Topiltzin Quctzalcóatl, mientras
jaguar. Guerreros aztecas en que una columna encontrada en trabajos recientes de conservación en la Pirámide B, muestra
el Codex Florentinus. una figura humana con atributos del dios Tczcatlipoca.

174
136. Dibujo con lo»
motivos grabados en le
cuatro lados de una
columna de la P.rAm*c B
La mayoría ele los
personajes p* tifo;
cerca de la cabeza,
prcsumibílmente »imb(
de los nombres o de írt<>los
linajes (Acosia, 195©^

un
a

175
138. Lápida con la
imagen del dios
1 lahl'iZCa,Paruccululi,
manifestación del dios una
Qucizalcoatl como Ve
(Acosta, 1960). ñus

1 39 Ln las fachadas norte y


este de la Pirámide B Acosta
encontró una sene de
talóle ros esculpidos con
imágenes de jaguares,
águilas, coyotes, tal vez
zopilotes y con la imágen de
Tlaliuizcalpantcculitli (Foto
Archivo de la Coordinación
de Arqueología INAH).
Sacrificio humano

En excavaciones realizadas por el INAH a principios de los años 70, en la plaza al este
del
Juego de Pelota No. 2, se encontró una plataforma donde estaban enterrados miles de frag-
mentos de cráneos humanos (Matos, 1976), lo que indica que funcionaba como un tzompantli,
o lugar para colocar los cráneos de las personas sacrificadas en los templos de la plaza princi-
pal. Esta estructura es el tzompanlli más antiguo identificado hasta la fecha en el Altiplano
Central de México.
Es muy probable que la mayoría de las instituciones con énfasis en la guerra y el
sacrificio
humano de los mcxica, sean una herencia cultural de los toltccas. La plaza principal de Tula
parece haber sido el prototipo de los recintos ceremoniales de Tcnochtitlan, Tcnayuca y
•jsssTinaj^L
otras •TUli*IJt°-
ciudades aztecas de los siglos XV y XVI. En las plazas de Tula y Tcnochtitlan, la plancacióp
y
ubicación de las pirámides, los palacios, Juegos de Pelota, altares y otros edificios son muy
pa-
recidas, y ambos centros comparten una serie de esculturas y elementos iconográfico^ muros
de serpientes (<coalepantli) delimitando el recinto sagrado, tzompanlli; banquetas con frisos de
guerreros, chac mooles, atlantes y portaestandartes (Nicholson, 1971; Matos, 1986). Los
aztecas
llevaron esculturas de Tula a Tcnochtitlan y a Tiatclolco para colocarlas en templos de estas
ciudades. Una escultura de un guerrero toltcca idéntica en cuanto a estilo y tipo de piedra a
otras esculturas de Tula, fue encontrada en una excavación en las cercanías del Templo
Mayor de Tenochtitlan junto con una copia azteca de la misma escultura (Moedano, 1944; 140 Reconstrucción de los
Nicholson, 1971). La Historia de los mexicanos por sus pinturas, una crónica del siglo XVI, relata muros de contención que
que los mcxica llevaron una escultura de Tula a Tiatclolco en 1422 (ibidem). Las ofrendas de apoyan las lachadas de la
época toltcca encontradas en el Palacio Quemado y otros edificios en la plaza de Tula fueron Pirámide B (Acosta, 1944).
los prototipos para las ofrendas masivas que los mexica depositaron en el Templo Mayor \

141. Lápidas esculpidas


procedentes de una
estructura antigua dentn
la Pirámide B. En el cen
de las lápidas se encuent
el mismo símbolo de tre
gotas de sangre o de un
corazón, que aparece ei
picos de las águilas
representadas en los
reheves posteriores de 1
pirámide. El n. 4 repre
un símbolo semejante
aparece en una almena
Cinchen Itzá (Acosta,
Ijas ofrendas del Palacio Quemado

Las excavaciones realizadas en 1993 por arqueólogos del INAII JH


ofrendas de suma importancia en el Palacio Quemado. Las ofrendas
exactamente al centro del edificio, en el patio de la Sala 2. Fueron d ‘'•«tuba,, ubi do*
11 Prefacio, boj„ |
c
CJu
j
pis
o

142. Una de las lápidas


esculpidas de la Pirámide 13
con imágenes de águilas
comiendo corazones
humanos, (fotoJaca Book).
u.) sou.)iqn>í.ip ipircd.>icoQ
pp npv ui
80)U3UISCJJ l^i
146. Dos distintas tipos de
serpientes que decoran las
banquetas en la Sala 2 del
Palacio Quemado
(Acosta,
1957).
del patio, aproximadamente entre los artos 900 y 1000 d.C. I¿a primera ofrenda es un
disco de
madera con mosaicos de turquesa y concha que mide 24 centímetros de diámetro y está
for-
mado por aproximadamente 3000 placas de turquesa finamente trabajadas. Este disco,
que se
encuentra actualmente en proceso de restauración, tiene disertos en forma de serpientes;
al
centro, el mosaico está dividido en cuatro sectores que al parecer, se relacionan con los
cuatro
puntos cardinales. Cerca del centro hay dos pequertas perforaciones a través de las cuales
pare-
ce haber pasado una cinta con la cual se sujetaría el disco a la espalda de un personaje.
Este
mosaico es muy semejante a los discos limados UzcacuillafnUi que están esculpidos en las
espal-
das de los allantes en la Pirámide B. En Chichón Itzá y en el Templo Mayor de
lenochtitlan se
han encontrado discos de mosaico de turquesa muy similares a éste. 1 reinta centímetros
de-
bajo del disco había una caja de adobe que albergaba un enorme conjunto de objetos de
147 Detalles de la con-
indumentaria de los cha: más de 1600 placas de concha de color rosado, junto con partes de caracoles marinos
Atlantes. El pectoral en y
forma de mariposa y el valvas del género Spondylus de diferentes tamartos. Las placas de concha formaban un
disco dorsal son chaleco o
símbolos pechero ceremonial semejante a la vestimenta de los atlantes, prendas decoradas con
de guerreros toltecas de placas de
alto rango. El disco concha y bordes de caracoles. Así, las ofrendas del Palacio Quemado parecen ser parte de
dorsal la
está decorado con cuatro indumentaria de los gobernantes de Tula, los señores-guerreros represen lados en los
“serpientes de fuego” atlantes.
(Xiucoatl), dios de la Las enormes cantidades de materiales marinos en las ofrendas, mcluvendo corales,
clase con-
dirigente en el México cha nácar y otros animales de mar, están relacionados con el culto a la fertilidad y a
antiguo (Acosta, 1957). deidades
acuáticas como Tláloc, que constituyen deidades fundamentales en el panteón de los
pueblos
148. Ofrenda encontrada prehispánicos. Además de su valor simbólico e ideológico, estas ofrendas son de suma
en 1993 en el Palacio impor-
Quemado compuesta por tancia en cuanto a su relación con los extensos sistemas de comercio del Estado tolteca.
más de 1600 placas de Tanto
concha rosada junto con la turquesa como la concha, eran materiales exóticos inapreciables para los tohccas.
caracoles marinos y valvas Estudios preliminares indican que las conchas de las ofrendas provienen tanto de la
de Sf/oiidylus. Las placas de costa
concha formaban un
del Golfo de México como del Océano Parifico, a ranos cientos de kilómetros de Tula. Es
pechero ceremonial
pro-
semejante a la vestimenta
bable qua la turquesa utilizada en el disco, se extrajo de un yacimiento muy remoto
de
los Atlantes situado en
(Foto H. Hiera). el actual estado de Nuevo México, E.U.A. Esta piedra preciosa, altamente valorada en el
Méxi-
180

HvWr
co antiguo, llegaba a Tula por medio de un complejo sistema comercial que cubría, al parecer,
los casi dos mil kilómetros que separan este sitio de las minas de turquesa en Nuevo México
149 Es probable que esta
(Cobean y Estrada, 1994). Si bien el uso de conchas marinas ha sido documentado con cierta
escultura fuera el trono de
frecuencia en 'lula, los objetos de turquesa encontrados hasta la fecha, son bástanle escasos.
los reyes de Tula. Una
serpiente con dos cabeza»
El mercado era el símbolo del linaje real
de muchos pueblos
De acuerdo con los informantes de Sahagún, cada cinco dias se establecía el mercado prehispánicos (Foto R. H.
principal de Tula en algunas de las plazas o espacios abiertos cercanos al recinto monumen- Cobean T. y A. G. Mastachc
tal. Multitud de personas llenaban este espacio vendiendo, comprando e intercambiando una FA.
gran variedad de productos. Por otro lado, algunas de las grandes estructuras aún no excava-
das que se encuentran al sur y al este de la plaza principal, albergaron tal vez las escuelas pa-
rajóvenes nobles, precursoras del calmecac de los mexira.

taiatafef
150 Un portaestandarte en
forma de jaguar
encontrado en el limite
noreste de la ciudad
prehispánica (Acosta, 1956)

151. Dibujo comparativo de


los distintos elementos
decorativos de los muros y
techos caidos de la sala 1
del Palacio Quemado
(Acosta, 1956).

181
un r
152. Placas de jade
encontradas por Acosta en

¡ ofrendas en la plaza
principal. Los toltccas
importaron jade de
Guerrero y Guatemala
(Acosta, 1956-57).
It
I
|!

153. Escena del Codex


Mixteco “Nuttal”. El
personaje a la izquierda es
el famoso rey mixtcco
“Ocho Venado” quien, de
acuerdo con los códices,
viajó a Tula en el año 1097
d.C. (Jaca Book).
Barrios, unidades habitactonales y vida cotidiana

Centenares de conjuntos y unidades domésticas ocupaban casi la totalidad de los 16 kiló-


metros cuadrados de superficie que tenia la ciudad, comunicados entre si por una compleja
red de calles y calzadas. Los numerosos edificios piramidales distribuidos aqui y allá consti-
tuían, sin duda, los templos de barrio para el culto y las ceremonias religiosas en que partici-
paban los habitantes de cada una de estas zonas.
Si bien se tienen pocos datos sobre la naturaleza, extensión y estructura interna de los
barrios, es bastante probable que gran parte de ellos estuvieran definidos con base en el tra-
bajo especializado que realizaban sus habitantes, aunque hasta ahora se desconozca su ubica-
ción y características. Quizá algunas actividades especializadas eran practicadas por extranje-
ros, como sucedía en Tcnochtidan y otros centros urbanos del México antiguo.
Hay datos arqueológicos que indican que probablemente también hubiera un barrio de
huastecos en Tula y tal vez pequeñas colonias mayas, mixtccas y de grupos del centro ele
Véracruz y de la costa del Pacifico, de Ghiapas y Guatemala (Cobean, 1990).
Al parecer la composición étnica de la ciudad era bastante compleja. Las fuentes históricas
se refieren a dos grupos étnicos como los principales integrantes de la población de Tula: los
toltcca-chichimeca, originarios del norte de México (tal vez de la región entre los límites de los
actuales estados de Zacatecas y Jalisco) y los nonoalca, supuestos descendientes de los tcotihua*
canos (Jiménez Moreno, 1941). Ambos grupos hablaban, al parecer, algún idioma de la familia 154. Dibujo reconstructivo
nahua, aunque es posible que el otomi fuera también la lengua de muchos de los habitantes de de una unidad habitacional
Tula. Estudios lingüísticos indican que la región de Tula y otras áreas de la Tcoüalpan fueron del tipo “grupo de casas",
habitadas por grupos otomianos durante los siglos anteriores a la conquista española analizado por Healan
(Carrasco, 1950). Desde las primeras exploraciones de Charnay (1885), hace un siglo, se han (Redibujado de Arqueología
excavado alrededor de diez unidades habitacionalcs en Tula (Hcalan, 1989), que en realidad Mexicana, 1994, Hcalan,
forman una muestra mínima para una ciudad de casi 16 km2 de extensión. De todos modos, 1982).
155. Traza de la ciudad de
Tula durante su apogeo a
/inales del siglo XI d.C.
cuando su extensión
alcanzó casi 16 kilómetros
cuadrados (Mastache y
Crespo, 1982).
H
En las páginas anteriores
54. 55. La indumentaria
en el pecho del Allante
incluye un pectoral o
escudo en forma de
mariposa, una pechera de
manta o cuero recubierto
de cuentas de concha y
un delantal triangular
probablemente de
algodón (Foto Jaca Book).

56. Columna sobre la


Pirámide B con una
representación en relieve
de un rey o gobernante
de Tula. Las figuras
humans en las columnas
alternan con manojos de
lanzas, sobre las cuales
hay bolsas de copal o
tabaco. Arriba y abajo
aparecen relieves de la
cabeza de un caimán o
Cipactli, que representa a
un dios asociado con la
clase dirigente en varios
pueblos del México
prehispánico (Foto Jaca
Book).

57. Al parecer tas


columnas en forma de
serpientes emplumadas se
encontraban a la entrada
del templo, como sucede
en Chichén Itzá, Yucatán,
en el Templo de los
Guerreros (Foto Jaca
Book).
5.9.60. Las salas de
reunión del Palacio
Quemado, uno de los
edificios más importantes
de Tula (Foto Jaca Book)
61. Una recreación con 62 Banqueta de la sala 2
colores originales con que del Palacio Quemado Es En las paginas siguientes:
estuvieron pintados los posible que las figuras en 63■ Hacia el año 1050 de
bajorrelieves de las los relieves de las nuestra era, Tula fue la
banquetas (Foto gran metrópoli del centro
banquetas sean retratos
Arqueología Mexicana, de México Las fachadas
de personajes reales La
1994). de la pirámide B
mayoría de estos
estuvieron recubiertas
personajes tienen detalles con relieves estucados y
diferentes en el vestuario pintados (Foto
(Foto Coordinación Arqueología Mexicana, i
Nacional de Difusión, 1994, Marquina, 1964). I
Proyecto México, INAH)
64. Pirámide B. relieves
de águilas comiendo
corazones humanos (Fe
faca Book)

65. Lápida con la


imágen del dios
Tlabuizcalpantecubtli
En las páginas anteriores:
66. Representación de un
coyote en una lápida de
la Pirámide B (Foto Jaca
Book).

67 Representación de un
jaguar con collar, se trata
tal vez de posibles
representaciones de
mascotas ceremoniales de
los toltecas, o de símbolos
de las distintas ordenes de
guerreros existentes en
Tula(FotoJaca Book).
ü imiS

68.69 A costa solo las plazas de las ciudades


encontró un fragmento aztecas. Estos muros
dei Coatepantli o marcaban los límites del
“Muro espacio sagrado de los
ile Serpientes "al norte recintos ceremoniales en
de la cosmología azteca y es
le Pirámide B. El bastante probable que
Coatepantli de Tula es tuvieran el mismo
el significado ritual para los
"santiguo de los del toltecas (Foto Jaca Book)
Contra de México y fue
el
Pml°tipo de los que se
tonstruyeron después
en
wmmsa

mm

Xotra
74. Ofrenda encontrada
en 1993 en el Palacio
Quemado. Las placas de
concha formaban un
pechero semejante a la
vestimenta de los Atlantes
(Foto H Hiera)

75. Restos de un disco de


madera con mosaicos de
turquesa, encontrado
como parte de una
ofrenda en la sala 2 del
Palacio Quemado
durante investigaciones
realizadas por el INAH en
1993 (Foto H 1llera)

76. El pechero de placas


de concha después del
trabajo de conservación
(Foto S. Guilliem Arroyo)

77. Particular de uno de


los personajes esculpidos
en las banquetas del
Templo Mayor de
Tenochtitlan (Foto
S. Guilliem Arroyo)
>. 1 -
78. Figurilla de cerámica
de estilo tolteca (Foto Jaca
Dook)
entre las unidades excavadas y los edificios identificados en diversas investigaciones de
la ciu-
dad prchispánica se han definido por lo menos entre cuatro y cinco tipos de residencias
en
Tula (Mastachc y Cobean, 1985; Healan, 1989), que son especialmente indicativas de la
exi-
stencia de distintas clases sociales. Algunas de las grandes estructuras sobre las
plataformas
cercanas a los limites este y sur de la plaza principal, fueron probablemente como antes
se
señaló, los palacios de los reyes de lula, pero ninguno de estos edificios ha sido excavado.
Cerca del recinto monumental hay algunas estructuras más pequeñas que tal vez fueran
las re-
sidencias de otros grupos de élites. Ejemplos de estos edificios incluyen la «Casa
Toltcca», ex-
cavada por Charnay al noreste de la plaza (Charnay, 1885) y algunas estructuras
parcialmente
excavadas mediante rescates arqueológicos hechos por ci 1NAI1 durante la década de los
años
BO (Mastachc y Cobean, 1985). Estos edificios, que aparentemente miden mas de 30x30
me-
tros de extensión, incluyen muchos patios y pórticos apoyados por columnas, y tienen
algunas
semejanzas en cuanto a su planeación, a los «conjuntos de departamentos» de
Tcotihuacan.
En cuanto a las unidades habitacionalcs que ocupaba la mayor parte de la población,
Healan (1982 y 1989) plantea la existencia de por lo menos dos tipos más de casas, a las
que
denominó «conjuntos de apartamentos» y «grupos de casas». El primer tipo está
representa-
do por estructuras como el conjunto llamado «El Corral», excavado por la Universidad
de
Missouri en el noreste de la ciudad (Mandcville y Healan, 1989), y tal vez por el
«Palacio
Toltcca» exacavado por Charnay al sur de la plaza principal. Estos edificios tienen patios
con
columnas y cuartos divididos en grupos que parecen «departamentos», pero son más pe-
queños y sencillos que las residencias de grupos de élite en Tula.
Los «grupos de casas» eran probablemente el tipo de unidad habitacional más común
en
Tula. Tres de estas estructuras fueron excavadas por la Universidad de Missouri en el
noreste
de la ciudad (Healan, 1989), y otra fue explorada por la Universidad de Tulanc en la zona
de
talleres de obsidiana del sur de la ciudad (Healan, 1986). Estos edificios consisten en
grupos
de tres o cuatro casas distribuidas alrededor de un patio central y no están
intercomunicados
por puertas y pasillos como los otros tipos de residencias. Cada casa tenía su propio
espacio
para la preparación de comida y varios cuartos para trabajar, dormir y guardar las
pertenen-
cias de la familia; contaba también con una entrada que daba acceso al patio central, el
cual
era de uso común para todos los habitantes de las casas que integraban el conjunto. De
esta 156. Planta de una un
manera, el patio tenía un papel de gran importancia en la vida familiar. habitacional del tipo
Las diversas familias que vivían en estos conjuntos probablemente estaban relacionadas “grupo de
casas” (Hes
entre sí por lazos de parentesco; quizá se trataba de familias extensas, es decir, padres e hijos 1982).
con sus cónyuges y sus propios hijos, ocupando una casa cada núcleo familiar, con el patio
central para realizar actividades comunes a lodos. Este ha sido un sistema de organización fa-
miliar usual entre muchos grupos indígenas del Altiplano Central durante siglos, antes y de-
spués de la conquista española (Calnck, 1976, Hcalan, 1989; Nutiní, 1968).
En los palios se molía maíz en metates de piedra semejantes a los actuales, se hilaban fi-
bras de maguey, se limpiaban y preparaban pieles, se elaboraban diversos objetos e mtrunien-
tos, los niños jugaban y las familias se congregaban. Las reuniones probablemente incluían ce-
remonias religiosas oficiadas en el altar construido en el centro del patio. Se ha encontrado en-
tierros dentro de los altares, que tal vez fueran los restos de ancestros importantes. En uno de
los patios excavados, el altar estaba decorado con pequeños cráneos humanos esculpidos en
piedra, y en el interior de la escalera principal del patio se encontraban como ofrenda los hue-
sos de las extremidades de varios individuos (Hcalan, 1989). Es probable que el altar fuera una
copia del Izowparitli cubierto de cráneos en la plaza principal; asi, los cultos de guerra y sacrifi-
cio humano probablemente formaban también parte de los ritos domésticos cíe los toltccas.
En general, cada grupo de casas tenía un solo acceso a la calle; este acceso era angosto y

157. Vasija polícroma estilo


Nicoya, procedente de
Costa Rica o de Nicaragua.
Fue encontrada junto con
otros tres vasos del mismo
tipo en excavaciones de
una unidad doméstica en
Tula (Foto R. H. Cobcan T
y A. G. Mastachc F).

158. Mapas publicados por


Charnay de las residencias
cercanas a la plaza
principal de Tula, que él
excavó el siglo pasado
(Charnay, 1885; Healan,
1982).

59. El templo redondo


onocido como El Corral
piaba dedicado a
Hictzalcoatl en su
lanifestación de dios del
ento o Ehecad. Este
lificio está ubicado 1.5
i. al noreste de la plaza
incipal de Tula (FotoJaca
ok).

210
A de «L», lo que hacia imposible que entrara más de una persona a la vez. hn la
arte de los casos conocidos, las entradas van directamente de la calle al palio central,
algunos datos que indican diferencias de estatus social entre los habitantes de un mi-
qunlo de casas. En ocasiones, solo una o dos de las casas de un grupo tienen cuartos
i, pisos recubiertos de estuco o aplanados de cal, mientras que las otras poseen cuartos
or tamaño y pisos de tierra apisonada.
cierta forma, los toltecas, como muchos olios pueblos del México antiguo, seguían ocu-
sus viviendas después de la muerte, ya que eran enterrados, generalmente, bajo los pisos

160 Vasija efigie tipo


Plumbate, con forma
de perro. Este tipo de
cerámica es muy comúi
Tula no obstante su áre
origen es la costa pacífit
de Chiapas y Guatcmal
(Acosta, 1956-57, Cobc
1990).

161. Cerámica del tipo


“Naranja Pulida” y br?
La cerámica “Naranja
Pulida” era producida
los talleres del sur de 1;
ciudad durante los sig!
XI d.C. En algunos c<
reproducía cerámica 1
de Vcracruz y Tabasc
de los braseros está
decorado con el rostí
Tlaloc (Acosta, 1956
Cobean, 1990).

211
donde baldan vivido. El cuerpo era sepultado casi siempre, en posición fetal y con ofrendas, de
vasijas con comida, aunque también hay ejemplos de que se practicábala cremación.
162. Extraordinaria vasija
Plumbatc en forma de
hombre-coyote, que Acosta
Barrios
encontró como ofrenda en
un adoratorio cercano a El Al parecer, la mayor parle de los barrios estaban conformados por una serie dt conjuntos
Gorríil. Su superficie está residenciales como los que se han descrito, construidos sobre grandes plataformas cuyo ta-
rccubierta de un fino maño determinaba los limites del barrio y a cuyos lados existían calles de distinta importancia
mosaico elaborado con que comunicaban un barrio con otro. Hay estructuras piramidales en numerosas parles Ac Ya
placas de concha (Foto ciudad, que probablemente eran los templos de barrio parala celebración de los ritos colecti-
Michcl /-abé). vos de sus habitantes.

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Talleres

Aunque se tienen pocos datos sobre la naturaleza, extensión y estructura de los barrios di-
luía, es bastante probable que estuvieran definidos con base en el trabajo que realizaban sus
habitantes. En el extremo sureste de la ciudad hay una zona de casi un kilómetro cuadrado de
extensión que fue habitada por especialistas en el trabajo de obsidiana, donde se producían
principalmente navajillas, que requieren de una tecnología especializada. Estos talleres indican
no sólo la existencia de artesanos especializados, sino también un sistema complejo de produc-
ción y de organización del trabajo, controlado posiblemente en forma directa por el Estado.
El proceso productivo constaba de varias etapas, algunas de las cuales tenían lugar fuera
de los talleres de la ciudad, y parte de la producción era para comerciar con otras áreas. Muy
cerca de esa zona hay un área ocupada por alfareros quienes al parecer también constituían
un barrio. Asimismo, hay indicios de un taller de figurillas de barro y de pequeñas zonas de
producción de objetos de tecali, de tubos de drenaje, de objetos de piedra verde y de instru-
mentos de hueso en distintos puntos de la ciudad, y seguramente existían muchos más de co-
merciantes, cesteros, plumarios, lapidarios, pintores, etcétera.

Población

Un problema importante en el estudio de las ciudades prchispánicas e s el de poder calcu-


lar la población que las habitaba, para lo cual los arqueólogos siguen diferentes criterios e in- 163 Navajillas y núcleo de
dicadores, de acuerdo con las características de los sitios y del tipo de estudios realizados. obsidiana (Redibujado de
En el caso de Tula, los cálculos de población son más aproximados \ generales, debido Dichl, 1983).
principalmente a las características distintas del sitio. Por una parte, la gran mayoría de las
estructuras de la ciudad fueron de adobe; por lo general, la piedra sólo se utilizó para los ci-
mientos. Por ello, son difíciles de definir en cuanto a superficie y tamaño, forma y distribu-
ción, que sólo pueden ser establecidos por medio de excavaciones. Por otro lado, a diferencia

164. Núcleo de obsidiana


procedente de las minas
prchispánicas de U careo
Michoacán, las cuales
constituyeron durante
varios siglos una fuente
importante de obsidiana
para Tula. De estos núc
se obtenían navajas,
herramienta fundamen
en el México antiguo
(Foto R. H. Cobean T.
G. Mastache F.).

213
165 Sistema tic riego del
sirca que rodeaba la ciudad
prehispánica, muchos de
los cuales deben haber
estado en funciones
durante el apogeo de esta
ciudad (Mastachc y
Cobean, 1985; Mastachc,
1976).

de Tcotihuacán, no existe un mapa detallado de toda la ciudad, lo que constituye una limita-
ción importante para poder calcular la población. Asi también, la muestra, de que se dispone
en cuanto a unidades habitacionales excavadas, es mínima para una ciudad de casi 16 km 2 de
extensión, como antes se ha señalado. Se han excavado alrededor de diez unidades, pero sólo
sobre dos de ellas se cuenta con información detallada.
Healan (1989) calcula que entre 33 y 55 personas habitaban en el conjunto habitacional
que él estudió, denominado «Grupo Central», el cual media aproximadamente 20x20 me-
tros, pero es difícil extrapolar esta cifra a toda la ciudad sin conocer los distintos tipos de uni-
dades existentes. De esta forma, los cálculos de población para Tula son muy generales e im-
precisos, basándose sobre todo en la densidad de materiales en superficie en relación con la
extensión del sitio, y en inferencias comparativas e índices de densidad de población definidos
para centros prcindustríalcs en general. De esta manera, se ha calculado que Tula tenía, alre-
dedor del año 1050 d.C., una población de entre 60 y 80 mil habitantes, aproximadamente
(Healan y Stoutamirc, 1989).

Tula y su región

La organización económica del Estado tollcca era una compleja estructura en la que par-
ticipaba no sólo la población de la ciudad, sino también los habitantes de los numerosos puc-

214
166. La unidad habitat
excavada en el norte di
región cercana al actu
poblado de Tcpctillan
muy semejante en cuai
plancación y técnicas d
construcción a las
casa*
comunes en 'lula (Foto
H. Cobran X y A. G.
Mastachc F).

blos y caseríos de un área que abarcaba varios kilómetros cuadrados alrededor de Tula.
En 1973, se inició un estudio regional de Tula (Mastache y Crespo, 1974), que cubrió más de
1000 km2 de valles y sierras del área que rodea Tula. El límite sur de esta región coincide con
el extremo norte de los sectores de la Cuenca de México investigados por Sandcrs, Parsons y
Santley (1979). Los resultados de estos investigadores muestran que durante el apogeo de
Tula, entre 950-1200 d.C., los sitios que conformaban su área directa de interacción consu-
mían una unidad orgánica, económica, política y social con la ciudad.
Hay en la región tanto asentamientos nucleados como dispersos, algunos con recintos cere-
moniales y pequeñas estructuras piramidales. El valle aluvial al este de Tula tenia una alta den-
sidad de población, y dado el grado de dispersión de los sitios, en muchos casos es muy difícil
determinar los límites entre uno y otro sitio. Algunas veces, estos asentamientos consisten de
pequeños grupos de unidades habitacionales. Con base en los informes de Mastache y Crespo,
Sandcrs ct al. (1979: 141-143) concluyeron que, durante la época toltcca, la región de Tula
tenía aproximadamente tantos habitantes «rurales» como residentes en la ciudad, es decir, al-
rededor de unas 60,000 personas, aunque los análisis posteriores del asentamiento indican que
tal cifra es excesiva. El amplio valle aluvial que se extiende al oriente, hacia el río Salado, debió
haber sido de especial importancia económica por su potencial agrícola. Es claro que los toltc-
cas tenían extensos sistemas de canales de riego mediante los cuales podían aumentar en forma
significativa la producción. Hay indicios de que algunos, en especial los que permiten irrigar el
valle aluvial, funcionaron desde la época tcotihuacana, siendo reutilizados y expandidos por los
toltccas, si bien hasta ahora no contemos con {echamientos absolutos (Mastachc, 1976).
Tula tiene, en cuanto a fuentes de agua, una ubicación estratégica que permite controlar
esc valle, precisamente en la confluencia de los dos ríos de corriente permanente más impor-
tantes del área: el Tula y el Rosas. Tanto éstos, como el Salado, cuentan con numerosos siste-
mas de canales que permiten regar amplias franjas de tierra. Gracias a la información de
fuentes documentales, se tiene la certeza de que muchos de esos sistemas de canales funciona-
ban en la época azteca y colonial, y numerosos datos indican que no es demasiado aventura-
do plantear que su origen se remonta a los toltecas, al igual que los amplios sistemas de terra-
zas construidos en las laderas de los cerros, mediante los cuales se controlaba la erosión y se
aumentaba sustancialmente la tierra agrícola disponible. Tal vez los cultivos principales en
esas terrazas, que carecen de posibilidades de riego, eran el maíz y el maguey, ambas plantas
básicas para la economía y subsistencia de los pueblos prchispánicos del Altiplano Central.

215
La ciudad y la economía regional

Es muy probable que el trabajo agrícola no fuera una actividad exclusiva de los
habitan-
tes de los pueblos y caseríos del área que rodeaba la ciudad, sino que también una parte de la
población urbana participara en la agricultura, combinándose en ambos casos este trabajo
con diversas actividades artesanales. Las relaciones socioeconómicas entre la ciudad y las
po-
blaciones regionales eran mucho más complejas que una simple dicotomía urbano-rural en
la
que sacerdotes, dirigentes, administradores, artesanos y comerciantes habitaban la ciudad, y
los agricultores vivían fuera de ella, sino que se trataba de una estructura más compleja con
varias actividades de producción no-agrícola en zonas rurales, y, al parecer, grandes sectores
de la población urbana trabajando en labores
Talleres enagrícolas.
la región

Se ha detectado la existencia de especialistas que vivían fuera de la ciudad en varías


locali-
dades del área, formando pueblos especializados en la producción de distintos bienes. En el
sec-
tor oriental del área había un extenso taller de trabajadores de sílex, donde se lasqueaban
pun-
tas de proyectil y otros instrumentos. En el noreste, cerca del moderno pueblo de Santa
María
Daxthó, había una zona importante destinada a la producción de instrumentos de molienda
(manos y niélales) asociada con enormes yacimientos de basalto. Al parecer, estos talleres
surtieron
de manos y metates a la ciudad y a sitios en la región. Al este de la dudad, en las laderas del
cerro Xicuco, había poblaciones de alfareros que fabricaban dos tipos de cerámica
doméstica
(ollas y cazuelas), y seguramente había talleres de otros productos que no han sido
localizados.
Sin duda, una actividad importante para los habitantes de los asentamientos fuera de la
ciudad era la construcción y mantenimiento de una amplia red de sistemas de riego en el val-
le aluvial al este, así como al sur y norte de Tula. Los principales canales de estos sistemas
tenían varios kilómetros de longitud (Mastache, 1976).
La explotación de la cal fue sin duda una industria importante para el Estado tolteca, ya
que ésta debe haberse necesitado en grandes cantidades, dada la gran extensión de la ciudad
y
de sus vastos programas de construcción y renovación urbana. La zona de calizas, situada al
sureste del área, fue también fuente importante de material de construcción, al igual que las
zonas de basalto, dispersas en varios puntos. Este último material resultaba impotante no
sólo
para la construcción, sino además para elaborar instrumentos de molienda. La unidad
socioe-
conómica de la ciudad y su área de interacción se manifiesta a través de muchos tipos de
datos
Excavaciones
obtenidos en estudios regionales y enen la región: el de
excavaciones sitiositios
de Tepetitlán
rurales. Los tipos de alfarería
en-
Un grupo
contrados en losdeasentamientos
casas de épocadetolteca queson
la región excavamos
básicamente en ellos
norte de la que
mismos región, cerca de de
la cerámica
la
la
actual
ciudad,población de Tepetitlán,
y probablemente es en
fueron, muy semejante
general, en cuanto
producidos enalos
planeación
mismos ytalleres.
técnicaCasi
de con-
todos
strucción
los a las unidades habitacionales encontradas en la excavación de El Canal, en
Tula,
instrumentos de obsidiana empleados por las poblaciones rurales se fabricaron en los talleres
analizadas
de la ciudadpor Healan1986;
(Healan, (1989). El grupo1990),
Pastrana, de casas
dadodeque
Tepetitlán tiene el mismo
se han encontrado muytipo de patio
pocas eviden-
central con un altar y muros edificados con lajillas tabulares de piedra, como
cias de que en los sitios de la región se haya trabajado la obsidiana. Esos asentamientos, en Tula. Lospor
in-
lo
ventarios de herramientas,
general, tienen artefactos de
cantidades pequeñas y áreas paraPlumbate
cerámica actividades de especializadas son muyasí
Chiapas y Guatemala,
pareci-
como
das a los
de las encontrados
otras cerámicas en las unidades
importadas quehabitacionales en Tula.
existen en la ciudad (Cobcan, 1990).
216
- tm »
•única de México
I-as densas poblaciones que vivieron i-, .. , ... .
r~ . . . . . . " en la región de lula durante la época toltcca contra-
stan lucrtcmcntc con el patrón de rurnii-s-i.-;A.> A „ ..
c. . -ación de asentamientos disi>crsos delectado por
1
Sanders en la mayor pane de la Cu,.,,.- , A- M , .
,n7tl. r i _ ,,^ a de México para el mismo penodo (Sanders el al.,
1979). En el norte de la Cuenca hahin t1„ui. .• . ,
. -j “ poblaciones más densas, incluyendo algunos sitios muy
grande cuya supcrfioc excedía las 100 hec,Arcas, asi. Sanders el al. (ÍW,Í,J L m„, ,,«e
una pane .«portante de la población de la Cuenca migró al nune duran,, la época tcluL.
p05,blt qUC P C dc
P 7 ü población se .cubicara dcmro de la región de lula. Legrándose
directamente en el Arca directa dc interacción de la ciudad H»7 Hos Allante,
tlt si tilma tos durante
la década dr los afluí
cuarenta dentro de una < »1. i
prehispánica situada en > 1
lado norte de la Pirámide
B (Poto Archivo de la
Coordinación de
Arqueología, 1N \111
168. Detalle de la cabeza de
un Atlante encontrado por
Acosta (Foto Archivo de la
Coordinación de
Arqueología, INAH).

169. Puede observarse la


base de un Atlante in silu
en la cala prchispánica de
la Pirámide B
(Foto Archivo de la
Coordinación de
Arqueología, INAH).

218
Comercio a larga distancia y tributo

Al igual que* oíros centros urbanos del México antiguo, lula contaba, sin lugar a duda,
con amplios sistemas de mercado y de redistribución interna de bienes suntuarios y de consu-
mo, asi como con extensas redes de intercambio, tributo y comercio a larga distancia. Una
gran cantidad de productos de diversa índole y procedencia llegaba a esta ciudad, en algunos
casos, de regiones tan alejadas como Costa Rica o Nicaragua. I¿a obsidiana, tan importante
para la economía de Tula como el acero para las modernas economías industriales, procedía
principalmente de los enormes yacimientos de la Sierra de Pachuca, unos 70 km al este de
Pula, y en menores proporciones de las de Otumba, listado de México, Puebla y Michoacán.
También llegaba algodón de las zonas cálidas; cacao de regiones tropicales, quizá principal-
mente de Chiapas; conchas marinas de ambas costas, plumas multicolores de quetzal y otras
aves tropicales, jadcíla y serpentina de Guerrero y Guatemala; turquesa del sur de los listados
Unidos; cerámica de lujo de distintas regiones: policroma de Veracruz, Cloissoné o incrustada
de Michoacán, vasijas mayas de Campeche y Yucatán, plomiza con reflejos metálicos de
Chiapas y Guatemala y vasos estilo Nicoya de Costa Rica o Nicaragua.
Muchos de estos artículos tal vez eran pagados como tributo de provincias dependientes
del listado toltcca, pero muchos otros fueron obtenidos mediante relaciones comerciales y de

170. Los mexíca se


enorgullecían de
considerar a los
toltccaJ
como sus antepasados
directos. Fotos
comparativas de un
Atll
de Tula y de una copia
I
azteca de un Atlante
encontrada en
excavaciones
realizadas!
las cercanías del
TemplJ
Mayor (Fotos Ignacio
Guevara y Archivo de
11
Coordinación de
Arqueología, INAH)

219
171 Banqueta con
guerreros del Templo
Mayor de los aztecas que intercambio con otras regiones. Es probable que en Tula existiera una clase o gremio de co-

presenta un fuerte parecido merciantes profesionales, semejantes a los pochkca de Tenochtitlan, cuyas funciones no eran
con las banquetas del sólo comerciales, sino también de cmabajadores, espías y exploradores de regiones lejanas.
Palacio Quemado (Jaca Investigaciones arqueológicas y análisis de las cerámicas prchispánicas sugieren que, duran-
Book). te su apogeo, Tula constituía un importante Estado que en algunos aspectos fue el precursor del
imperio mcxica. AI parecer, dominó gran parte del centro de México, junto con zonas sustan-
ciales de la Huasteca, El Bajío, la costa del Golfo, Yucatán y el área de Soconusco en las N eníen-
les del Pacífico de Chiapas y Guatemala (Jiménez Moreno, 1966, Davies, 1977, Cobean, 1990).
No obstante la importancia que esas extensas redes comerciales y de tnbuto tenían para el
Estado toltcca, la base de la subsistencia de su población se obtenía, al parecer, directamente
del área que la circundaba, en un radio de alrededor de 20 kilómetros. Según diversos estu-
dios y cálculos, dicha área tiene una potencialidad agrícola que seria suficiente para sostener
tanto a la población de la ciudad como a la del área misma, además es poco factible que el
transporte desde regiones lejanas de grandes cantidades de alimentos se hiciera regularmente,
debido a la carencia de animales de carga en esa época.

Elfin de la ciudad Tolteca

Hasta la fecha, se desconocen las causas que ocasionaron la decadencia y colapso del
Estado tolteca hacia fines del siglo XII d.C. AI parecer, se conjugaron una serie de factores in-
ternos y externos de naturaleza diversa que provocaron conflictos y conmociones sociales que
el Estado no pudo resolver. Tal vez entre las causas fundamentales están, por una parte, la cri-
172. Dibujos de los diseños
sis interna provocada por las limitaciones tecnológicas que no permitían incrementar la pro-
que decoraban la cerámica
ducción de alimentos en la misma medida en que lo demandaba el aumento constante de la
azteca encontrada en Tula.
población, y, por otro lado, el surgimiento de otros centros de poder en áreas vecinas que em-
Los Aztecas depositaron
pezaron a rivalizar con Tula, además de los movimientos migratorios hacia esa región por par-
muchas ofrendas de
le de diversos grupos ajenos al área. La ciudad de Tula tenía para entonces casi cinco siglos de
cerámica, cuchillos de
vida, duración bastante larga para un estado prcmdustrial. Tcotihuacán tuvo una vida de alre-
sacrificio y otros materiales
dedor de siete siglos, y el desarrollo de Tenochtitlan fue abrupta y trágicamente interrumpido
en los monumentos
por la conquista española después de menos de 200 años. La destrucción que l ula sufrió en su
abandonados de Tula
colapso como centro de poder es impresionante. Todos los edificios de la plaza principal y de
(Acosta, 1940).

220
173. Un símbolo de la
llegada de los españoles al
área es este edificio; se trata
de las ruinas de la primera
iglesia de Tula, construida
por los franciscanos hacia
1530 al sureste del recinto
monumental toltcca
(Foto R. H. Cobean T. y A.
G. Mas tache F).

muchos otros sectores de la ciudad fueron incendiados y saqueados. En realidad todos los pala-
cios de Tula son «palacios quemados». Es probable que muchas de estas actividades de de-
strucción fueran hechas por los proprios toltccas, como un intento por «dcsacralizar» los mo-
numentos al momento del colapso de su ciudad. Ejemplos de destrucción intencional de mo-
numentos por la misma población, son frecuentes y de larga tradición en Mesoamérica. Están
documentados desde el primer milenio a.C. en centros olmccas como San Lorenzo, donde los
principales monumentos fueron dañados a propósito y removidos de su lugar original, depo-
sitándolos en calas y barrancas (Coc y Dichl, 1980). Durante el fin de Tula, gran parte del
Edificio B fue desarmada, y los atlantes y las columnas que había en su cima, fueron deposita-
dos en una enorme cala excavada en el lado norte del edificio (Acosta, 1944).

La herencia azteca y colonial

Como ya hemos señalado, la calda del Estado toltcca, no significa que Tula fuera total-
mente abandonada. Por lo menos desde el siglo XIII después de Cristo, había asentamientos
aztecas sobre varias zonas de la antigua ciudad, y en la plaza principal los mcxica depositaron
numerosas ofrendas y rcocuparon algunos de los edificios, especialmente al Juego de Pelota
No. 2 (Acosta, 1956-57 y Matos 1976). Para el siglo XIV, la región de lula estaba sujeta a los
tcpanccas de Azcapolzalco; había ya perdido su importancia como centro de poder, y queda-
ba incluida en las provincias de Jilotcpcc, Atotonilco y Ajacuba; a la caída de Azcapotzalco,
pasó a ser dependiente de los mcxica.
Con la conquista española, la primera iglesia en la región fue construida por los francisca-
nos hacia 1530, al sureste del recinto monumental toltcca, y todavía pueden observarse aquí y
allá, en el área que ocupaba la antigua ciudad, restos de pequeñas capillas del siglo xvi con
pinturas y las típicas bóvedas de la arquitectura de ese período. Descendientes del emperador
Moctezuma II vivieron en Tula como señores con derechos a grandes extensiones de tierra y
tributo, desde los inicios de la época colonial, con base en sus derechos dinásticos que se re-
montaban a la época prehispánica.

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índice de las ilustraciones
a color

/. Cañada del Rio Timbembe (Foto A. Moflas). 17. Cuartos de la Acrópolis (Fto L. López Luján).

2. Cerro Xochicalco visto desde el norte (Foto L López Luján). 18. Baño de vapor encontrado recientemente en la Acrópolis (Fto
López Luján)
3. Vistas del Cerro Xochicalco, plano de los túneles y cámaras y corte de
la bóveda de la Gran Cámara. Grabado de Castañeda publicado en la 19. La Estructura A vista desde la Acrópolis (Fto L. López Luján).
obra de Guillauine Dupaix (1834).
20. La Plaza Ceremonial con el Templo de las Serpientes Emplumai
4. Vista del costado sur del Templo de las Serpientes Emplumadas y la Estructura A (Fto A. Moflas)
según un grabado de Castañeda publicado en la obra de Guillaume Du-
paix (1834). 21. El Templo de las Serpientes Emplumadas (Fto A. Mafleis)

22. La fachada fmncipal del Templo de las Serpientes Emplumad


5. Vista general del costado sur del Templo de las Serpientes Empluma-
(Fto A. Stabin).
das tal y como lo conoció Alzate (1791).
23. Reconstrucción hipotética del Templo de las Serpientes Emplumadi
6. Basamentos piramidales ubicados cerca de la Plaza Ceremonial re-
según A. PeñqfieL
cientemente excavados por González Crespo (Foto L López Luján).
24. Fachada lateral del Templo de las Serpientes Emplumadas (Fto /
7. La Estructura Ay el Templo de las Serpientes Emplumadas (Foto A. Mafleis).
Mafleis).
25. La fachada sur del Templo de las Serpientes Emplumadas (Fto J
8. Plaza Central, la Estructura C, edificio de típico estilo arquitectónico
Mafleis).
xochicalco. Al frente la Estela de los Dos Glifos sobre el adoratorio cen-
tral (Fito A. Mafleis). 26. Relieves del Templo de las Serpientes Emplumadas (Fto A. Si
bin)
9. Plaza Central. La Estructura Dy el adoratorio. La Estela de ¡os
Dos Glifos ha sido removida (Foto A. Stabin). 27. Jamba sur del Templo de las Serpientes Emplumadas. Se aprt
un elemento vegetal y un personaje sentado alfrente de un glifo 8 G
10. La Estructura Cy la Estela de los Dos Glifos (Fio A. Mafleis). (Fto A. Mafleis).
11. La Plaza Central (Rio L López Luján).
28. Jamba norte del Templo. Los relieves representan las piernas di
12. La Estructura E, el edificio de mayores dimensiones de Xochicalco hombre al frente de algunos glifos (Fto A. Mafleis).
(Fio A. Stabin).
29. Subestructura del Templo de las Serpientes Emplumadas (Fl
13. La Estela de los Dos Glifos (Fto A. Mafleis). López Luján).

14. El Juego de Pelota Sur del Lóbulo oeste, el mayorjuego de pelota del 30. Costado sur de la escalinata del Templo de las Serpientes En
sitio (Fto A. Mafleis). modas (Fto A. Mafleis).

15. La Acrópolis y la Plaza Ceremonial (Fto L López Luján). 31. La Plaza Ceremonial y el Templo de las Serpientes Emplun
(Fto A. Mafleis).
16. Patio principal de la Acrópolis (Fto L López Luján).

32. El Juego de Pelota Este (Foto L López Luján).

230
33. La Estructura A y la Cámara de ¡as Ofrendas (Foto A. Majfeis). 53. 1JOS Atlantes eran representaciones de guerreros; las columnas eran
en forma de serpientes emplumadas (Foto Jaca Book)
34. Escalinata de la Estructura A (Foto A. Mqffeis).
54. 55. La indumentaria en el pecho de! Atlante incluye un pectoral o
35. El Juego de Pelota Norte (Foto L López Luján) escudo en forma de mariposa, una pechera de manta o cuero recubierto dt
cuentas de concha y un delantal triangular probablemente de algodón
36. La plataforma que sostiene la Plaza Ceremonial (Foto L López
(Fsto Jaca Book).
Luján).
56. Columna sobre la ÍSrámide B con una representación en relieve dt
37. El Juego de Pelota Norte. Al centro se aprecian los dos un rey o gobernante de Tula. Las figuras humaos en las columnas olier
marcadores nan con manojos de lanzas, sobre las cuales hay bobas de (opal o taba-
que originalmente se encontraban en las paredes laterales (Foto A. Sta- co. Arriba y abajo aparecen relieves de la cabeza de un caimán n Cipac
bin). tli, que representa a un dios asociado con la clase dirigente en varios fue
blos del México prehispánico (Foto Jaca Book).
38. Uno de los personajes esculpidos en el talud del Templo de las
Ser- 57. Al parecer las columnas en forma de serpientes emplumadas w en
pientes Emplumadas. Seguramente se trata de un personaje de alto contraban a la entrada del templo, como sucede en Chichén Itzá, Fu-
rango, catán, en el Templo de los Guerreros (Foto Jaca Book).
quizá uno de los señores de la ciudad (Foto A. Stabin).
58 El vestíbulo del Palacio Quemado (Foto Arqueología Mexicana
39 Animal esculpido en la parte superior del Templo de las Serpientes 1994)
Emplumadas (Foto A. Stabin)
59. 60. Las salas de reunión del Palacio Quemado, uno de los edificio'
40 Personaje sentado al frente del buiomio mandíbula - circulo con más importantes de Tula (Foto Jaca Book).
cruz
masa, cuyo significado podna ser de prefijo locativo o de “comer algo 61. Una recreación con colores originales con que estuvieron pintados lo
precioso”, metáfora de recaudaaón de tributos o de conquista. (Foto bajorrelieves de las banquetas (Foto Arqueología Mexicana, 1994).
/i.
Stabin). 62 Banqueta de la sala 2 del Palacio Quemado. Es posible que las fi
guras en los relieves de las banquetas sean retratos de personajes reales
41. Glifo esculpido sobre una fachada del Templo de las Serpientes La mayoría de estos personajes tienen detalles diferentes en tí vestuario
Em- (Fito Coordinación Nacional de Difusión, Proyecto México, INAH)
plumadas. Representa una cabeza humana emergiendo del agua (Foto
A. 63. Hacia el año 1050 de nuestra era, Tula fue la gran metrópoli di
Stabm). centro de México. La Pirámide B era uno de los edificios mas impresio
ríanles de la ciudad; susfachadas estuvieron recubiertas con relieves es tu
42. La Serpiente Emplumada (Foto A. Stabin). cadosy pintados (Foto Arqueología Mexicana, 1994; Marquxna
1964).
43. 44 Dos glifos conteniendo el mismo elemento central y
coeficientes 64. Pirámide B: relieves de águilas comiendo corazones humanos (Fot
numéricos de barras y puntos (Foto A. Stabin). Jaca Book).
45. Ave rapaz esculpida sobre el Templo de las Serpientes 65. Lápida con la imágen del dios Tlahuizcalpantecuhtli (Foto Jac
Emplumadas Book).
(Foto A. Stabm).
66. Representación de un coyote en una lápida de 1a Pirámide B (Fe
46. Vista aérea del Sector Norte del Recmto Prmcipal con el Jaca Book).
Adoratorio,
la Pirámide B (con los Atlantes, el Palacio Quemado y el Juego de 67. Representación de un jaguar con collar; se trata tal vez de posil
Pelo- representaciones de mascotas ceremoniales de los toltecas, o de stmbe
ta I. La mayoría de estos edificios pueden fecharse entre 900-1100 d.C. de las distintas ordenes de guerreros existentes en TulafFoto Jaca Bool
(Foto Michael Calderwood).
68. 69. A costa solo encontró un fragmento del Coatepanlli o “Mun
47. La Plaza Principal de Tula era el centro político, religioso y Serpientes” al norte de la Pirámide B. El Coalepantli de Tula es el
admi- antiguo de los del Centro de México y Jue el prototipo de los que se
nistrativo de la ciudad. Se trata de un recmto monumental circundado slruyeron después en las plazas de las ciudades aztecas. Estos m
por pirámides, palacios yjuegos de pelota (Foto Jaca Book). marcaban los límites del espacio sagrado de los recintos ceremonial
la cosmología azteca y es bastante probable que tuvieran el mismo i
48. La Pirámide B fue uno de los edificios sacros más importantes de focado ritual para los toltecas (Foto Jaca Book)
la
exudad y probablementeJue dedicado al dios Quetzalcoatl en su 70. Juego de Pelota principal de la cuidad de Tula (Foto Jaca Boa
manife-
stación de Venus o Tlahuizcalpantecuhtli, Estrella de la Mañana (Foto 71. Las ruinas del primer recinto ceremonial de la ciudad de 7
Jaca Book). esta plaza, situada aproximadamente a 1.5 km. al noreste de la
Principal más tardía, se le denomina Tula Chico (Foto R. Cobeo
49. Vista de la Pirámide C desde la parte alta de la Pirámide B (Foto G. Mastache).
Jaca Book).

50. Los enormes Atlantes y las pilastras con relieves que hoy
coronan la
Pirámide B, en la época prehispánica no se encontraban a la vista del
pueblo, sino dentro del templo que había en la cima de la pirámide
231
(Foto
Jaca Book).

51. La Pirámide C era la más importante estructura religiosa de


Tula.
Es probable que en su cima hubiera un templo con Atlantes y columnas
Indice de las ilustraciones
en blanco y negro

1. Fotografía aérea oblicua de Xochicalco desde el 14 Escultura de Miacatlán (Peñafiel 1890).


noreste.
Vuelo de 1939, h*. 732 (cortesía de Compañía Mexicana 15. Piedra Scler (Peñafiel 1890).
de 16. Glifo 9 Ojo de Reptil que se repite en los taludes del
Aereoloto). Templo de las Serpientes Emplumadas (Peñafiel 1890).
2. Fotografía aérea oblicua de Xochicalco desde el 17 La Plaza Central antes de la reconstrucción de César
noroeste.
Vuelo de 1939, n° 735 (cortesía de Compañía Mexicana de Sácnz (Fotografía del Archivo Técnico, publicada por corte-
Aereoloto). sía del INAH).

3. El Valle de Xochicalco (foto A. Mafícis). 18. La Plaza Central después de la reconstrucción de


Césai
4. Vegetación de la región (foto A. Mafícis). Sácnz (Fotografía del Archivo Técnico, publicada por corte
sia del INAH).
5. Vista general del Cerro Xochicalco. Grabado de
Joscph 19. Eduardo Noguera, Pedro Armillas y otros arqueóloge
Antonio Alzate (1791). (Fotografía del Archivo Técnico, publicada por cortesía d
INAH).
6. La Plaza Ceremonial según Alzate (1791).
7. Dibujo de Alzate de un relieve del Templo de las 20. Cuadro cronológico del desarrollo de Xochicalco.
Serpien- 21. Cerámica de la Subfase G Temprana de Xochica!
tes Emplumadas (1791). (Hirth y Cyphcrs, 1988).
8. Reconstrucción hipotética del Templo de las 22. Mapas del asentamiento en diferentes periodos cron<
Serpientes gicos.
Emplumadas. Alzate imaginó un edificio con cinco 1) Formalivo Tardío,
cuerpos 2) Clásico,
(1791). 3) Epiclásico fase G,
9. Reconstrucción hipotética de Alzate de una lápida
4) Postclásico Temprano (Hirth y Cyphcrs, 1988).
con re- 23. Configuración del sito arqueológico de
lieves que fue destruida (1791). Xochicalco
10. Fotograbado que muestra el grado de destrucción del
sus vías de acceso (Hirth y Cyphcrs, 1988).
Templo de las Serpientes Emplumadas al final del siglo XIX 24. Fortificaciones de Xochicalco (Hirth y
(Batrcs, 1886). Cyphcrs, 198
11. Glifos calendárícos, individuo que soporta sobre su cuer- 25. Topografía y divisiones internas de
po un ciclo estrellado y personaje llamado 2 Movimiento, tal Xochicalco (V
vez soberano de Xochicalco. Extremo derecho de la fachada Cyphers, 1988).
principal del Templo de las Serpientes Emplumadas (Pefia-
fiel, 1890). 26. Plano del Cerro Xochicalco (Marquina, 1964).
12. Fotografía del Templo de las Serpientes Emplumadas pu- 27. Acceso principal del Lóbulo Sur (Foto A.
blicada por Antonio Peñafiel (1890).
MafTeis).
13. Imagen antropomorfa en posición sedente a la manera
maya que se repite en los taludes del Templo de las Serpien- 233
tes Emplumadas (Peñafiel 1890).
28. La Estructura E (Foto A. Stabin).
29. Unidad habitacional ubicada en una (craza interior 55. Detalle del sistema de calentamiento del bailo de
del vapor
Lóbulo Sur (Foto A. Mafleis). (foto A. Stabin).
30. La Plaza Central (K>to A. Mafleis). 56. Baño de vapor asociado al Juego de Pelota Norte (foto
L.
31 El Lóbulo Oeste (Foto A. Mafleis) López Luján).

32. Escultura de la Malindie (Ptfiafícl, 1890). 57. Cámara subterránea de la Cueva de los Amates.
Sección
33. El Juego de Pelota Principal (Foto A. Mafleis) norte-sur (Aveni, 1980).
34. El Lóbulo Oeste. El Edificio A y La Pirámide de 58. Entrada a una de las cuevas o “subterráneos’* de
la Malinclic (Foto L. López Luján). Xochi-
35. Glifo esculpido en una de las fachadas del calco (foto A. Mafleis).
Templo de las Serpientes Emplumadas (Marquina, 1964). 59. 60 Chimenea de El Observatorio, desde el interior y el
36. La Plaza Ceremonial. Al fondo se observa la exterior (foto A. Mafleis)
Acrópolis
(Foto L. López Luján). 61 Plano de los túneles y cámaras subterráneas de
Xochical-
37 La Plaza Ceremonial (Foto A. Mafleis). co según Alzate (1791).
38. 39. Dibujos de los relieves que decoran los taludes del 62. Monolito conocido como La Maqueta (foto A.
Templo de las Serpientes Emplumadas (Pcflafíel, 1890). Mafleis).
40 Fotografía del Templo de las Serpientes Emplumadas 63. Figurillas antropomorfas de cerámica (Fotografías del Ar-
(Peñafiel, 1890) chivo Técnico, publicadas por cortesia del INAH).

41. Reconstrucción hipotética del Templo de las 64. Entierro humano inhumado en una edificación religiosa
Serpientes (fotografía del Archivo Técnico, publicada por cortesía del
Emplumadas (Marquina, 1964) INAH).

42. 43. Ofrendas encontradas en el interior del Templo 65. Placas grabadas de piedra verde con representaciones
de antropomorfas. Entierro 1 del Templo de las Serpientes Em-
las Serpientes Emplumadas (fotografías del Archivo plumadas (Sáenz, 1963).
Técni- 66. Ofrenda de objetos de piedra verde. Entierro 2 del Tem-
co, publicadas por cortesia del 1NAH).
plo de las Serpientes Emplumadas (Sáenz, 1963).
44. Ricas ofrendas descubiertas por César Sáenz
67. Unidad habitacional de la Terraza 2, Excavación H
(Fotografía
(Hirth y Cyphcrs, 1988).
del Archivo Técnico, publicada por cortesía del INAH).
68. Edificio B o “El Palacio” (Hirth y Cyphcrs, 1988).
45. Subestructura del Templo de las Serpientes
Emplumadas 69. Unidad habitacional ubicada en el Lóbulo Sur (foto A.
exhumada por Norberto González Crespo (Foto L. López Mafleis).
Luján).
70. Unidad habitacional de élite ubicada en la Acrópolis
46. La Estructura A (Foto A. Mafleis) (Fo-
47. Objetos encontrados en la Cámara de las Ofrendas to L. López Luján).
(Fo- 71. Glifos de dfa del calendario adivinatorio (Edmonson,
tografía del Archivo Técnico, publicada por cortesia del
1988).
INAH).
48. Hallazgo de las Estelas 1, 2 y 3 (Fotografía del 72. Fecha 9 Casa de la que emerge una mano que jala con
Archivo una cuerda el glifo 11 Mono, como si buscara juntarlo con
un rectángulo que enmarca un circulo y el numeral 1 sobre
Técnico, publicada por cortesia del INAH).
el cual se apoya una mano. Extremo izquierdo de la fachada
49. La cámara de las Ofrendas (Foto A. Mafleis). principal del Templo de las Serpientes Emplumadas (Peña-
fiel, 1890).
50. Planta de la Estructura A con el Templo de las Estelas
(Sáenz, 1961). 73. Glifos de día y de año (Caso, 1962)

51. Juego de Pelota Este (foto L. López Luján). 74. Serpiente Emplumada (Foto A. MafTeis).

52. Basamentos piramidales ubicados entre la Plaza 75. Relieves de la escalinata del Templo de las Serpientes
Ceremo- Emplumadas. (Seler, 1960).
nial y el Juego de Pelota Este (foto L. López Luján).
76. 77. Relieves del Templo de las Serpientes Emplumadas
53. Rampa con 252 losas grabadas con imágenes de con personajes sentados a la manera maya (foto A. Stabin).
anima-
78. 79. Glifos esculpidos en las fachadas del Templo de las
les. Juego de Pelota Este (Foto L. López Luján).
Serpientes Emplumadas (foto A. Stabin).
234
54. Cuartos adosados al Juego de Pelota Este (Foto L.
López
Luján).

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