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04 de octubre de 2018.
Introducción
Para finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, el capitalismo había ejecutado un modelo percibido
como un generador de progreso, riqueza, poder y cultura: el occidentalismo. Este modelo operativo
tenía como objetivo de desarrollo económico y técnico-científico de las colonias en África y Asia, y
no se encontró en competencia con otro modelo, sino hasta 1917. También, era permitido encontrase
con otros conjuntos de creencias e ideologías, en cuanto no interfirieran con el occidentalismo; pero
cuando estas creencias se oponían al “proceso de desarrollo”, el resultado era el fracaso y la derrota.
El objetivo de este trabajo es el estudio de las diferentes etapas en las que los grandes imperios fueron
perdiendo el poder político y económico en sus colonias africanas y asiáticas.
Empezaron a surgir grupos que cuestionaban al capitalismo en cuanto a sistema moral, ya que las
sociedades nativas, agrupadas en masas, combatieron los ideales del “progreso” únicamente de los
colonos. Es decir, aunque el objetivo principal era independizarse de las potencias europeas, muchos
de ellos no quisieron deslindarse de un ideal progresista sobre sus propios territorios. Eran las
pequeñas minorías occidentalizadas, inspiradas en el liberalismo, socialismo, comunismo y
nacionalismo, las que tenían las herramientas suficientes para lograr sus objetivos.
Económicamente, el capitalismo había encontrado su primer obstáculo con la revolución rusa, ya que
esta le había cerrado las puertas en la parte norte del continente asiático, y comenzaba a proponer un
nuevo sistema económico. Así, durante las primeras décadas del siglo XX, las naciones que no eran
potencias económicas jugaban un papel especial dentro del mercado mundial: suministraban
productos primarios para pagar las manufacturas que importaban, y solicitaban grandes inversiones
en forma de préstamos que ascendían el valor de una deuda externa. Su especialización en los
productos primarios “ruralizaba” a estos países, y sus planes de industrializarse se veían cada vez más
dificultosos. Esta inmadurez del desarrollo de la economía capitalista mundial impedía que la
industria abandonara sus núcleos originarios, inclusive hasta la década de los setenta. Sin embargo,
la depresión de 1929 había ocasionado una gran presión financiera que ya había encontrado, durante
la primera guerra mundial, sus impedimentos en la industria colonial. Se alteró el significado de
bienes, servicios y transacciones entre personas, y con ello cambiaron los valores morales de la
sociedad y sus formas de distribución social. inmediatos y reconocible inmediatos y reconocibles no
habían adquirido el carácter de un cataclismo, excepto, tal vez, en los enclaves industriales que,
aprovechando la existencia de mano de obra barata, aparecieron en lugares como la India y China.
La década de 1930 fue, pues, crucial para el tercer mundo, no tanto porque la Depresión
desencadenara una radicalización política sino porque determinó que en los diferentes países entraran
en contacto las minorías politizadas y la población común.
Aun cuando los países del eje habían ganado la guerra, el sentimiento de la caída del europeo blanco
había bastado para debilitar sus coloniales en África y en Asia.
Durante la segunda mitad del siglo XX, quedaban sólo vestigios de los grandes imperios, como el
conflicto armado en Vietnam que se desarrollaría más durante la Guerra Fría. Gran Bretaña había
perdido su más grande territorio colonizado y uno de los más benévolos para su economía algodonera.
Ni siquiera la división religiosa entre musulmanes e hindús fue suficiente para calmar las ansias
nacionalistas en la India. Casi todas las restantes colonias británicas, francesas y belgas de África
obtuvieron la independencia en 1960-1962, y el resto poco después. Sólo Portugal y los estados que
los colonos blancos habían declarado independientes se resistieron a seguir esa tendencia.
Conclusiones
A manera de conclusión, implantación de las colonias trajo consigo una adaptación del
occidentalismo en las poblaciones autóctonas, que cada vez más su formación europea adquiría las
visiones y herramientas necesarias para un objetivo de desarrollo del tercer mundo. Fueron las bases
de la ideología europea, mutadas con la culturas africanas y asiáticas, la que originó un nacionalismo
de los territorios tercermundistas capaz de aprovechar las bajas en la economía y los conflictos bélicos
europeos, y así conseguir una independencia.
1
Hobsbawn, 219.
BIBLIOGRAFÍA
HOMBSBAWM, Eric. Historia del siglo XX, Edit. Crítica, Buenos Aires, 1998.