Vous êtes sur la page 1sur 2

Llego a mi casa cansado, estuve en clases todo el día.

Los profesores que tengo no me inspiran


a prestarles atención, ni los temas que tratan, que son interesantes, pero no lo que realmente
me interesa en ese momento. Solo estoy pensando en el amor, en la soledad, preguntándome
si solo extraño la sensación maravillosa de estar enamorado, de que una persona se convierte
en un mundo donde exploras cada rincón maravillado, o si de verdad extraño a una persona en
específico. Me reconforta más la primera opción, así puedo llegar algún día a explorar una nueva
persona y sentir la sensación de amor, pero la segunda me asusta porque sé que nunca más
podré tener una relación con esa persona en específico, ¿o sí? De todas maneras la pregunta
principal es ¿por qué me siento mal en la soledad, en el estado de estar solo, solo en mi mundo?
Estás dudas me agotan y sobre todo porque a la par debo prestar atención a tal fórmula,
concepto o a tal descripción minuciosa de una árbol, a cada parte y su función específica que
tiene para que el árbol tenga vida, una vida que es totalmente ajena a la nuestra, el árbol al fin
de cuentas no piensa, lo tratamos como algo inferior, algo útil muchas veces para llenarnos de
cosas, formando parte por ejemplo de la silla dónde estoy sentado, o de la puerta del aula,
incluso cada árbol tiene un precio específico. Si el árbol comenzara a pensar le parecería una
estupidez.

En un momento de la exposición, mientras el profesor deja la imagen de un árbol en todo su


esplendor, el ruido de mi mente cesa, veo la hermosura del árbol que solo está ahí en el bosque,
sin sentimientos de amor o de soledad, sin deseos, sin memoria, sin recuerdos, sin cerebro; solo
está ahí: viviendo. Entonces una sensación de envidia me nace y no me deja durante todo el
camino hacía mi casa, ¿por qué no los humanos simplemente “vivimos”? Él árbol solo sigue su
naturaleza, lo que es ajeno a él no le da miedo, no anhela ser el árbol más grande, ni tampoco
tiene miedo a lo que los demás árboles opinen sobre él, y en si no le da miedo porque no se da
cuenta, no “sabe” que es el miedo porque simplemente “se dedica” a existir y ya, nada más. Los
pensamientos se entremezclan y trato de recordar cuando fue la última vez que me sentí bien
simplemente existiendo, sin pensar si lo que hago está bien o mal, o si lo que hago me va a llevar
a tener éxito en la vida. Creo que solo cuando era niño me sentía así, cuando iba a un lugar
dónde no llegaba la señal de televisión y solo me dedicaba a jugar al borde del río. Y si voy más
atrás me vienen recuerdos en mi jardín levantando piedras y descubriendo a muchos insecto
que seguramente hoy me darían asco.

Cuando abro la puerta de mi casa me recibe mi perro emocionado, sé que quiere salir a pasear,
pero estoy cansado, solo me echo en mi sofá y él se recuesta cerca de mí. Me pongo a revisar
mi celular, a ver videos, chatear y escuchar música hasta que me aburro. Guardo mi celular y ahí
está mi perro observándome con esa carita tierna y triste. Me pongo a pensar en que me ha
esperado todo el día para salir a pasear, todo el día echado, alertándose ante cualquier ruido
cerca a la puerta de la casa, imaginando que ya estoy cerca, aburriéndose y sintiéndose triste.
Recuerdo al árbol que simplemente sigue su naturaleza y me pregunto cuál es la naturaleza del
perro. Trato de imaginar cómo era la vida del perro antes de su domesticación y pienso en el
lobo, viviendo en familia, cazando en el bosque, jugando con sus hijos, corriendo libre. Mi perro
echa un suspiro, aburrido, deja de mirarme, creo que quiere dormir. Me da pena y rabia el hecho
de que hayamos domesticado a esos hermosos animales y los hayamos privado de su verdadera
naturaleza así como lo hacemos con los árboles o todo lo demás intentando quizás llenar el vacío
que tenemos al no poder simplemente disfrutar del mundo como el resto de las especies. Me
paro, él se emociona, levanta las orejas. Abro la puerta y le digo: “vete, eres libre, ve y encuentra
tu naturaleza” él no sabe qué hacer, no me entiende o yo creo percibir eso, pero quizás solo está
pensando “imbécil, no puedo simplemente irme, dependo de ti para vivir, sé que no es
específicamente tu culpa, es culpa de tus antepasados. Si me voy pasaré la vida vagabundeando
en busca de comida hasta que un día muera de hambre. Tu especie y su maldito egoísmo nos ha
condenado a sufrir, creyendo que domesticarnos o mejor dicho ‘humanizarnos’ estaría bien,
pero se equivocaron así como lo hacen con todo lo que tocan”. Cierro la puerta, cojo su correa,
se la coloco y salimos al parque.

Vous aimerez peut-être aussi