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Universidad Nacional del Nordeste

Facultad de Humanidades

Francés: Trabajo Práctico Final

Universidad Nacional del Nordeste


Facultad de Humanidades
Departamento de Idiomas Modernos
Licenciatura en Filosofía
Francés
Prof. Emilio Chuaire
Prof. Viviana Acevedo
Alumno: Alegre, Daniel Andrés
Fecha de entrega:
Introducción
En el presente trabajo abordaremos el artículo Génesis y desarrollo del género: las
ciencias y los orígenes de la distinción entre sexo y género cuyas autoras son Ilana Löwy y
Hélène Rouch. La primera es historiadora de las ciencias biomédicas, directora del centro de
investigación interinstitucional CERMES-3 (que nuclea instituciones europeas,
estadounidenses y latinoamericanas), del Departamento de Salud Mundial y Medicina Social
del King’s College de Londres y del Departamento de Historia de las Ciencias en la
Universidad de Harvard. La segunda fue investigadora y profesora de biología en la
Universidad de París-Diderot y una pionera en el movimiento feminista y en los estudios de
género en Francia desde los años setenta, así mismo contribuyó desde el ámbito editorial a la
formación intelectual del movimiento feminista francés mediante la dirección de distintas
colecciones de difusión científica.
El artículo sirve como presentación al número 34 de los Cuadernos de Género, entrega
titulada La diferencia entre sexo y género. Una historia entre biología y cultura y editada
por la editorial L´Harmattan en 2003. Esta publicación aborda los debates teóricos de género
con una perspectiva multidisciplinar e internacional desde 1991, además cuenta con el apoyo
de instituciones francesas de alto perfil académico como el Instituto de Ciencias Humanas y
Sociales del CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas), el laboratorio
CRESPPA-GTM (Centro de Investigaciones Sociológicas y Políticas de París) dependiente
de la Universidad París-VIII, el Centro Nacional del Libro y el Instituto Émilie de Châtelet.
En las siguientes páginas expondremos el contenido de dicho artículo ya que
consideramos importante y esclarecedora la perspectiva que en él se utiliza para dar cuenta
de la historicidad de conceptos como género y sexo. Además, las reflexiones sobre el sistema
sexo-género vertidas por las autoras podrían servirnos de apoyo para comprender otras
propuestas del campo filosófico contemporáneo como la de Paul B. Preciado, más conocido
en nuestro medio.
El artículo en cuestión está dividido formalmente en tres partes. La primera es una
introducción a las problemáticas que suscitó el término género en el ámbito académico
francés desde los años setenta. En la segunda se presenta una periodización de los hechos
científicos que ayudaron a establecer la diferencia entre sexo y género. Por último, la tercera
parte contiene el estado actual de la cuestión y el posicionamiento de las autoras.

1
Desarrollo
Como hemos dicho, en la primera parte del artículo Génesis y desarrollo del género las
autoras presentan a modo de introducción las líneas de debate en torno al término género en
el contexto académico francés.
Si bien el concepto de género y su problemática fueron planteados por las feministas
desde los años setenta en el ámbito angloamericano, las autoras señalan que en Francia dicho
debate tuvo problemas para hacerse de un lugar en las universidades e institutos de
investigación. Según ellas, esto se debía a la polisemia de la palabra genre, que remitía a la
gramática, la literatura, las clasificaciones naturalistas, al lenguaje común, etc. hecho que
teñía de imprecisión los posibles desarrollos teóricos. Por otro lado, la escaza
institucionalización impedía que se articulasen las diferentes disciplinas propias de este
campo de estudio, que en otras latitudes tenía un marcado rasgo interdisciplinario y de
transversalidad. De esta forma, las investigaciones sobre el género no sólo se restringían a
los límites de las disciplinas universitarias tradicionales, sino que incluso al interior de cada
disciplina eran marginadas. No fue hasta que los investigadores se interesaron por el modo
anglo- americano de entender al género que pudieron acceder a un acervo teórico y político
que dio sentido a las investigaciones a través de conceptos, métodos y fuentes. Así accedieron
a categorías como sexo social para la antropología, relaciones sociales de sexo en la
sociología, masculino/femenino en la literatura, mujeres/hombres en historia y diferencia
sexual en filosofía. En consecuencia, el género entendido como sexo social y construcción
cultural marcada por una relación de dominación, devino en la categoría según la cual sería
posible superar las divisiones disciplinarias. Según las autoras, dentro de cada disciplina
dicho concepto se enriquece toda vez que se discute a qué se hace referencia con él.
La diferencia sexual es una categoría de mucha importancia para entender el desarrollo
de los conflictos teóricos de este campo. Las autoras plantean que desde los años setenta se
observa una progresiva demarcación y endurecimiento de dos corrientes antagónicas dentro
de la reflexión sobre la relación entre sexo biológico y sexo social. Una corriente es un
esencialismo partidario de una supuesta “naturaleza femenina” reprimida por el
falocentrismo y que debe ser redescubierta y re-experimentada; la otra es un materialismo
que ve en la “naturaleza femenina” una construcción sociocultural destinada a legitimar la
opresión de las mujeres. La primera se niega a reducir el sexo biológico a una simple etiqueta

2
social y la segunda se niega a ver en el sexo biológico algo necesario pues esto implicaría
justificar la estructuración binaria de la sociedad. Frente a esto las autoras advierten que,
hasta mediados de los años ochenta, ambas posiciones ignoraron el contenido científico del
concepto de sexo biológico, que incluye la descripción binaria de los cuerpos así como la
construcción cultural hecha sobre esa descripción. Las reticencias y complicaciones surgen
cuando se pone sobre la mesa la cuestión de si el sexo biológico es anterior al género o éste
es anterior a aquel. He aquí la imposibilidad de explicar claramente las relaciones entre sexo
biológico y género.
No obstante estas dificultades, el término acabó por imponerse. Según las autoras esto
se evidencia en la apropiación por parte de las instituciones europeas de la palabra género a
pesar de sus prejuicios iniciales respecto del contenido ideológico y político. Las autoras
dejan entrever que fue necesaria una operación de vaciamiento para ser incorporada a las
instituciones de educación e investigación, operación que dio origen a los “estudios
feministas”.
En un contexto en el cual la oposición biología vs. sociología estructuran las reflexiones
sobre el género, las autoras proponen ampliar la mirada hacia campos fuera del feminismo
para complejizar el análisis revisando la historia de la distinción entre sexo y género, así
como los mecanismos que hicieron posible el cambio de significado de estos términos.
En este sentido, ellas entienden que desde el siglo XIX se ha formado una particular
relación entre estas categorías, hasta llegar a la actual concepción de sexo como un fenómeno
bio-social, y que en este proceso intervinieron tanto la cultura como la ciencia. Por lo tanto,
es necesario desandar el camino que llevo a la emergencia, mutación y estabilización de estos
conceptos sin perder de vista el rol que en ello desempeñaron las ciencias.
Por ello, en la segunda sección las autoras proponen una división en tres etapas de la
historia de la distinción sexo-género.
La primera etapa es 1860-1940, en la que se da una disociación gradual de estructuras
anatómicas, funciones fisiológicas, identidad sexual, deseo sexual y rol social. La creencia
de que estos elementos eran inseparables en un individuo normal fue cuestionada por los
estudios antropológicos, las investigaciones sobre las hormonas y por el surgimiento de los
movimientos de mujeres y homosexuales.

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Los antropólogos dieron cuenta de la gran variedad de roles, comportamientos e
identidades sexuales y de cómo otras culturas no se rigen por divisiones binarias estrictas.
Respecto a esto, es interesante el seguimiento que realiza Ivan Crozier 1 de la conformación
de la sexología como disciplina científica y del rol que ésta tuvo en el establecimiento de una
sexualidad normal y otras patológicas. De este modo, la sexología planteó la homosexualidad
como un problema y, sin embrago, mediante el sistema de clasificaciones que ofreció,
demostró que la complejidad de los comportamientos sexuales de hombres y mujeres no eran
reductibles a la dicotomía masculino-femenino. Por su parte, las investigaciones médicas
sobre las secreciones internas, las hormonas, llevadas a cabo desde los inicios del siglo veinte
contribuyeron a complejizar la visión sobre los procesos de masculinización y feminización.
Según Christiane Sinding2 estas investigaciones condujeron a despojar a las estructuras
anatómicas de cualidades masculinas o femeninas.
De este modo, el sexo biológico se reveló progresivamente como compuesto por
características múltiples y definible a diferentes niveles: anatómico, fisiológico, hormonal,
celular, cromosómico, etc. Esta complejización de la noción de sexo hizo posible el
cuestionamiento al supuesto fundamento biológico de determinados roles sexuales por parte
de ciertas feministas de los años 1920-1930, como Adrienne Sahuqué.
La segunda etapa es la de 1940-1960 en la que se originó la definición del género como
identidad profunda del individuo. Esta concepción está vinculada con la producción
industrial de hormonas sexuales y de su utilización exclusiva sobre el cuerpo femenino como
tratamiento de anomalías congénitas, disfunciones de órganos reproductivos, esterilidad o
desfasajes en el deseo sexual. Desde 1950 se empezó a utilizar el sexo en botella (compuestos
a base de hormonas vendidos en farmacias) para modificar los caracteres sexuales
secundarios. En esta época se define a los transexuales como personas que sufren trastorno
de género, es decir, una disociación entre la identidad sexual inscrita en sus cuerpos y la
inscrita en su psiquismo, cuyo tratamiento era el cambio de sexo biológico. En consecuencia,
desde entonces los cuerpos sexuados fueron percibidos como más flexibles que las
identidades psíquicas. Sin embargo, desde la segunda guerra mundial, a pesar del avance en

1
Historiador de la psiquiatría y la sexualidad formado en la University College (Londres) que se desempeña
actualmente en el departamento de Historia de la Universidad de Sydney (Australia).
2
Médica, epistemóloga e historiadora de la medicina que se desempeña en el hospital Necker-Enfants Malades
y en la Escuela de Altos Estudios (París).

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la comprensión sobre la determinación y desarrollo del sexo, los debates concluían en la
justificación del binarismo, basada en la necesidad biológica de dos sexos para la
reproducción, aun reconociendo excepciones a la regla.
La tercera etapa se abre a partir de 1970, donde surge el concepto feminista de género
como una relación de dominación. Esta definición fue desarrollada en el ámbito
angloamericano en los años 1970-1980 y abrió un camino en el que se integraron distintas
perspectivas teóricas como el marxismo, la sexualidad, el género como performance y el
postcolonialismo. Desde los años ochenta los estudios de género se combinaron con estudios
sociales y culturales, lo que permitió el abordaje de los cambios en los roles e identidades
masculinas y femeninas en diferentes periodos históricos y culturas teniendo en cuenta
categorías tales como: clase, religión, etnia, metrópolis/colonia, oriente/occidente, etc. Así
como también se tuvo en cuenta la historicidad de la noción de “sexo biológico” desde la
perspectiva del desarrollo teórico y tecnológico de la ciencia en general y de la ciencia médica
en particular.
Si bien las autoras no pretenden ser exhaustivas con esta breve historia de la separación
de sexo y género, querían proporcionar un esquema comprensible puesto que en Francia,
hasta ese momento, no se conocía dicha historia, sobre todo la parte que en ella desempeñaron
disciplinas como la medicina y la biología. Más bien esperaban que este esquema se
enriqueciese con los aportes de corrientes disciplinarias como los estudios de género o los
estudios queer.
En la última sección del artículo las autoras presentan los debates entonces vigentes entre
los trabajos de Judith Butler y las críticas realizadas por Bernice Hausman. Butler postula
que el género, en tanto ideal normativo que orienta la percepción del sexo, sólo es
comprensible a través de una grilla interpretativa (la matriz heteronormativa) que a su vez
normaliza cuerpos, géneros y deseos. Por ello, el cuerpo dotado de sentido es aquel que tiene
un sexo estable expresado en un género también estable y que siente deseo por el sexo
opuesto. Se establece así el binarismo y la jerarquía a través de la práctica compulsiva de la
heterosexualidad. En consecuencia, se concibe al género como performativo, es decir,
inseparable de las prácticas sexuales entendidas como normales. De este hecho se deriva la
posibilidad de desestabilizar dicha noción de género mediante las parodias repetitivas de la
performance.

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En contraposición a Butler, Hauman intenta rehabilitar la noción de sexo definiéndolo
como la corporalidad de las nociones de masculinidad y feminidad. Según esta autora Butler
no sólo niega la materialidad de los cuerpos sexuados, reduciéndolos a un simple hecho del
discurso, sino que también desconoce los hechos históricos, ya que el concepto de sexo data
de más de cien años, mientras que el de género aparece recién en los años cincuenta. De este
modo, para abordar la base material del género Hauman se vale de dos cuestiones
importantes: el rol de los conocimientos científicos y de las tecnologías médicas en el
nacimiento de la distinción sexo/género.
Sin embrago, las autoras le reprochan a Hauman el enfocarse en los estudios de género
y las teorías queer e ignorar a los estudios sociales y culturales sobre la ciencia, ofreciendo
así una concepción sin perspectiva histórica. Hauman propone una vuelta al concepto médico
de sexo ya que considera que éste precede al género, oponiéndose de esta forma al concepto
de género desarrollado por las feministas. Pero las autoras ven en estas posiciones usos
semánticos diferentes: mientras que los movimientos feministas entienden al género como
un concepto marcado por su historicidad, Hauman insiste en entenderlo como una categoría
atemporal.
A modo de conclusión las autoras se hacen eco de la perspectiva de Ludwick Fleck,
quien considera a los hechos científicos como complejos entramados de realidad y
significaciones, en los que intervienen tanto las condiciones materiales objetivas como las
condiciones científico-culturales propias de cada época histórica. Justamente es esta
perspectiva histórica aplicada a los conceptos de sexo y género la que, según las autoras,
permitiría hacer más efectivo el cuestionamiento a la dominación y explotación basadas en
supuestas diferencias entre los sexos. No obstante, no dejan de advertir que una reflexión
sobre estos conceptos que intente no descuidar tanto la materialidad de los cuerpos sexuados
como los aspectos socioculturales involucrados entrañará indefectiblemente dificultades y
necesitará la adquisición de nuevos hábitos de pensamiento.

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Conclusión
Para concluir, debemos destacar la contribución de este artículo a nuestro entendimiento
de la historia de la mutación y estabilización de los conceptos de género y sexo biológico, así
como del importante rol que la ciencia médica tuvo en ello. Por otro lado, también fue
significativa la posibilidad de acceder a una producción científica que al tiempo que explica
el estado de los debates teóricos también nos permitió entrever el contexto de producción de
otros sistemas de pensamiento como el de Paul B. Preciado, autor del libro Testo yonqui y en
el cual observamos sendas similitudes con la perspectiva adoptada por las autoras de este
artículo.
De forma más general, el ejercicio de comprensión de textos en lengua extranjera nos
fue útil para resignificar las técnicas de lecturas que aplicamos a textos en nuestra lengua
materna. Las actividades llevadas a cabo durante las clases también nos permitieron
experimentar un modo lectura, apropiación y difusión de textos inéditos en nuestra lengua
como una forma del quehacer filosófico.

7
Bibliografía

Löwy, I. y Rouch, H. (2003). Genèse et développement du genre : les sciences et les


origines de la distinction entre sexe et genre. Cahiers du Genre, 34 (1), pp. 5-16.
doi:10.3917/cdge.034.0005. Disponible en:
https://www.cairn.info/revue-cahiers-du-genre-2003-1-page-5.htm

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