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Arquitectura
Almudena Martínez Olmo
Grado en Fundamentos de Arquitectura
Historia del Arte
Tema 2
Del cristianismo al arte medieval
Arte paleocristiano 4
1. Arquitectura paleocristiana 4
2. Escultura paleocristiana 5
3. Pintura paleocristiana y mosaico 6
Arte bizantino 7
1. La Primera Edad de Oro 8
1.1. Arquitectura 8
1.2. Artes figurativas 9
2. La Segunda Edad de Oro 11
2.1. Arquitectura 11
2.2. La plástica y el mosaico 11
3. La Tercera Edad de Oro 12
3.1. Arquitectura 12
2.2. La plástica y el mosaico 12
Arte prerrománico 12
1. El arte del reino ostrogodo (Italia, 493-553) 12
2. El arte del reino merovingio (Galia, 481-751) 13
3. El arte del reino visigodo (Hispania, 507-711) 13
4. El arte lombardo (Italia, 568-774) 14
5. El arte carolingio (Francia, 751-843) 14
6. El arte prerrománico asturiano (Península Ibérica, 718-925) 15
8. El arte mozárabe (Península Ibérica, fines siglo IX-principios del XI) 15
El Románico 16
1. Arquitectura románica 17
2. Escultura románica 18
2.1. Escultura románica en Francia 20
2.2. Escultura románica en el centro de Europa e Inglaterra 21
2.3. Escultura románica en Italia 21
2.4. Escultura románica en España 22
3. Las artes del color en el Románico 25
3.1. Pintura mural 25
3.2. La miniatura y la pintura sobre tabla 28
El Gótico 28
1. Arquitectura gótica 28
2. Escultura gótica 29
2.1. Escultura gótica en Francia 30
2.2. Escultura gótica en Italia 31
2.2. Escultura gótica en el centro de Europa 31
2.3. Escultura gótica en España 32
3. Pintura gótica 34
3.1. El estilo gótico-lineal 34
3.1. El estilo italo-gótico 35
3.3. El estilo internacional 37
3.1. El estilo flamenco 37
El cristianismo comenzó a expandirse tras la muerte de Jesús de Nazaret gracias a la acción de sus
propios seguidores. Sin embargo, no será hasta el siglo III cuando empiece a alcanzar más éxito debido
a la crisis moral que acompañó al declive del Imperio. Ya en el siglo IV, la doctrina se afianza y concreta,
basándose en la existencia de un Dios omnipotente y en la idea del Juicio Final. Al principio, durante el
Imperio, se dio una primera etapa de tolerancia hacia esta doctrina. No obstante, enseguida comenzó
a considerarse el cristianismo como una herejía, por lo que comenzaron las persecuciones a sus
seguidores hasta que, en el 313, el emperador Constantino promulga el Edicto de Milán por el que se
decretó la libertad de culto. Finalmente, en el 380 el cristianismo se convierte en la religión oficial del
Imperio a través del Edicto de Tesalónica, decretado por Teodosio.
En función de estas vicisitudes se distinguen dos etapas dentro del arte paleocristiano:
Hasta el Edicto de Milán: se trata de un arte perseguido y oculto, por lo que no hay edificios para el
culto, y se recurre a representaciones simbólicas.
A partir del Edicto de Milán: la Iglesia ya no tiene que esconderse y se convierte en oficial. Se
produce el desarrollo de las manifestaciones artísticas paleocristianas y de la primera arquitectura
cristiana.
Durante el periodo paleocristiano se fijan, por tanto, las estructuras de los edificios de culto cristiano y
la iconografía para la representación de su doctrina. La crisis moral del siglo III introduce una nueva
mentalidad que implica el tránsito de una cultura antropocéntrica a una teocéntrica, así como de lo
material a lo espiritual. Como consecuencia, aunque se parte de la base del clasicismo romano, se
produce una renovación del arte clásico, asentándose la base para el arte medieval.
1. Arquitectura paleocristiana
Durante la primera etapa, la de la Iglesia perseguida, no hay edificios de culto. Estos se celebraban a
escondidas en casas comerciales o particulares. Lo que sí podemos encontrar son construcciones
funerarias, que vienen definidas por la imposición de la inhumación, pues el cristianismo prohíbe la
cremación, y por la necesidad de ocultar el rito. Para los enterramientos, por tanto, se construyen
catacumbas, que son necrópolis subterráneas distribuidas en varios pisos a lo largo de altas y
estrechas galerías, ambalacrum, con nichos. A ellas se llegaba a través de una estrecha rampa de
acceso llamada catabaticum. Los enterramientos podían hacerse en diferentes espacios:
Locui: nichos horadados en las paredes que se cubrían con lápidas de piedra llamadas tabulae.
Arco solium(arcosolio): nicho rematado con un arco destinado al enterramiento de una persona
importante.
Cubiculum: pequeño espacio independiente que funcionan como una cámara funeraria para
personajes de mayor importancia. Suelen contener un sarcófago y estar decorados.
Con la libertad de culto decretada a partir del Edicto de Milán, comenzarán a surgir edificios
sufragados tanto por los fieles como por el Estado y el emperador. Los más importantes se levantarán
en Roma, consagrándose a los santos mártires de las persecuciones anteriores, y en Jerusalén, el
lugar en el que se desarrollaron los principales acontecimientos de la vida de Cristo. Entre estos
edificios pueden diferenciarse varias tipologías: basílicas para el culto, martyria para la veneración de
reliquias, baptisterios para el bautismo de los fieles y mausoleos para enterramientos.
Los relieves, por otro lado, son mucho más abundantes, y aparecen en el frontal de los sarcófagos de
piedra utilizados para inhumar a los difuntos. Según la composición, podemos diferenciar varios tipos.
Por un lado, encontramos los sarcófagos de friso corrido, en los que la superficie se llena con
esculturas que narran escenas siguiendo el modelo cristalino romano. Como en estos, domina el horror
vacui. Un ejemplo es el sarcófago de Jonás (ca. 300), encontrado durante las obras de San Pedro del
Vaticano en el siglo XVI.
Otro tipo de sepulcro, es el llamado sarcófago de estrígiles. Se denominan así porque el relieve central
que decora el frontal aparece flanqueado por unas ondulaciones en paralelo en forma de “S”, que
recuerdan a la forma de un strígil (instrumento del mundo antiguo utilizado para retirarse el sudor, el
polvo y los aceites después de practicar deporte).
Por último, también se pueden encontrar sepulcros en los que aparece un medallón central en el que
se representa al difunto o difuntos. Es el caso del sarcófago de los hermanos (segundo cuarto siglo IV)
que, según parece, estaba policromado.
Entre la iconografía y los temas más utilizados durante este periodo, están los temas cristológicos.
Se trata de imágenes y símbolos que hacen alusión a Cristo, creados por la necesidad de ocultación y
por la tradición judía que consideraba herético representar la figura de Dios. Muchos de estos fueron
tomados de la cultura pagana. Los más importantes son:
Crismón: formado por la superposición de X y P, las xi y ro griegas que forman la palabra “Cristo”,
que aparecen flanqueadas por α y ω, en alusión a Dios como principio y fin de todas las cosas.
Cordero de Dios o Agnus Dei: en la pascua judía se sacrificaba un cordero en honor a Dios. Los
cristianos representaron a Cristo como el cordero de Dios, al que este envía para sacrificarse por la
salvación de la humanidad.
Panes y peces, que aludían al milagro de la multiplicación de los panes y los peces del Nuevo
Testameno, y con ello al poder divino y a la Eucaristía. Además, las letras que conforman la
palabra “pez” en griego son las iniciales de “Jesús Cristo Dios Hijo Salvador”.
Ancla, como símbolo de la cruz.
Palomas y pavos reales. Este es un tema pagano reutilizado que refería a la inmortalidad del alma,
al espíritu humilde y por tanto a Cristo.
Buen Pastor
Asimismo se recurre a diferentes pasajes bíblicos con una especial significación, tanto del Antiguo
como del Nuevo Testamento: Adán y Eva como representación del pecado; el sacrificio de Isaac alusivo
a la obediencia a Dios; Daniel entre los leones, símbolo del poder de la fe y de la oración; el Arca de
Noe y el diluvio universal, que alude al pecado y a la salvación gracias a la fe; Jonás y la Ballena que
representa el poder del arrepentimiento; y la resurrección de Lázaro, símbolo de la omnipotencia de
Dios.
Arte bizantino
En el año 395, el emperador Teodosio dividió el Imperio Romano en dos partes, repartiéndolas entre
sus dos hijos. El Imperio Romano de Occidente pasó a las manos de Honorio, mientras que el de
Oriente quedó en las de Arcadio. En el siglo V, como consecuencia del acoso de los pueblos bárbaros,
la parte occidental entraría en una etapa de decadencia y desintegración, produciéndose su
desaparición definitiva en el año 476. La oriental, sin embargo, resistió el envite, conservando de forma
exclusiva la dignidad imperial romana. La nueva capital se había establecido en Constantinopla, ciudad
Su desarrollo será brillante durante el siglo VI, sobre todo durante el gobierno de Justiniano (527-565),
cuando trató de llevarse a cabo la Renovatio Imperii, es decir, un proceso de restauración del viejo
imperio romano que cuajó en la conquista de numerosos territorios occidentales. Sin embargo, la
historia de Bizancio fue convulsa y transcurrió entre periodos alternativos de apogeo y crisis. La presión
de los estados europeos, por un lado, y del Islam, por otro, mermarían tremendamente sus fronteras.
Las divisiones internas harían el resto, sobre todo las de cuño político-religioso. Un buen ejemplo de
ello fueron las Guerras Iconoclastas (730-787 y 814-842), que pusieron fin al primer periodo de
esplendor del Imperio al enfrentarse iconódulos, partidarios de la adoración de imágenes, e
iconoclastas, para los que las representaciones de la divinidad eran inadmisibles. Otro importante
conflicto religioso con consecuencias fatales para Bizancio tuvo lugar en el año 1054, cuando se
produjo el Gran Cisma entre la Iglesia de Occidente (católica) y la Iglesia de Oriente (ortodoxa). Todo
comenzó con una disputa teológica, pero sus resultados hicieron que el mundo bizantino se distanciase
definitivamente del europeo, quedando aislado y debilitado. Su desaparición definitiva se produjo en
1453, cuando la capital, Constantinopla, cayó en manos de los turcos.
Pueden distinguirse tres periodos artísticos en función del devenir político y religioso del Imperio
Bizantino:
Primera Edad de Oro (siglos V-VII): es el de mayor esplendor del arte bizantino; coincidiendo con
los altos logros políticos y económicos de Justiniano, se desarrolló una gran actividad constructiva
y artística que finalizó con la crisis iconoclasta.
Segunda Edad de Oro (siglos IX-XII):Una nueva dinastía, de cuño iconódulo, se hace con el poder
a mediados del siglo IX, la dinastía macedónica, que permite superar la iconoclastia y le otorga
estabilidad al imperio. En las artes, por tanto, se produce el llamado “renacimiento macedónico”,
pero el periodo también estuvo condicionado por el Gran Cisma y el alejamiento definitivo del
mundo Europeo occidental.
Tercera Edad de Oro (siglos XIV y XV):Tras superarse una importante crisis derivada de los
ataques de los cruzados occidentales, una nueva dinastía, la de los paleólogos, se hace con el
poder para restaurar el Imperio. Este periodo, no obstante, coincide con la decadencia de
Constantinopla y con un repliegue hacia el interior de la actual Rusia.
1.1. Arquitectura
Entre los ejemplos más destacados que se conservan están los de Rávena. En el ábside de
San Vital aparece Cristo representado al modo alejandrino, dotado de nimbo cruciforme,
sentado sobre una esfera celeste –símbolo del Universo- y portando el rollo de la Ley. Le está
entregando a San Vital la corona del martirio, mientras que el Obispo de Rávena, en el otro
extremo de la composición, porta la maqueta de la propia iglesia. Los paneles laterales del
ábside son los más destacados de todo el arte bizantino. A un lado aparece la escena de
Justiniano y su corte (5), mientras que al otro vemos a la Emperatriz Teodora y su corte, ambos
realizados en el 547. El primero muestra al Basileus dotado de todos los atributos del poder,
destacando entre ellos la corona imperial. Porta en sus manos una patena dorada, obsequio
que se hacía al bendecirse una iglesia. Tras él aparece su séquito, que representa
simbólicamente a los pilares del Imperio, es decir, el ejército, los administradores y la Iglesia.
En el otro panel, la emperatriz aparece en una actitud similar, portando en este caso un cáliz
dorado y también rodeada por su corte. Las escenas muestran el momento de la consagración
En San Apolinar Nuevo, iglesia basilical levantada durante el periodo ostrogodo y remodelada
tras la conquista bizantina, se dispusieron paneles de mosaico que se extienden sobre las
arcadas de separación de las naves y entre el claristorio superior. Se representan dos
procesiones, una de santos, en una de las arcadas, y otra de santas en la frontera. Los primeros
parten de la ciudad de Rávena, representada en uno de los extremos, para ir a ofrecer la corona
del martirio a Cristo (6). Con las santas, que aparecen ricamente vestidas, ocurre lo mismo,
pero están encabezadas por los Reyes Magos, que ofrecen sus presentes al Niño Jesús,
sentado sobre el regazo de María, entronizada. También podemos hacer mención del mosaico
del ábside de San Apolinar en Classe; sobre el arco triunfal aparece el Pantócrator rodeado del
tetramorfos. En la bóveda de horno del interior domina la composición la Cruz, triunfante, y
junto a ella Moisés y Elías. Abajo se representa una pradera sobre la que aparece San Apolinar
en actitud orante.
En la escultura también se aprecia la continuidad con los siglos previos. Sin embargo, tanto el
bulto redondo como los relieves de los sarcófagos irán dejando paso a la escultura de tipo
2.1. Arquitectura
3.1. Arquitectura
En este periodo se observa una continuidad con respecto a la fase anterior, pues sigue
empleándose la planta de cruz griega con cúpula central. La única diferencia reseñable puede
ser el mayor tratamiento ornamental de los exteriores, empleándose nichos, bandas
decorativas, etc. Entre los mejores ejemplos podemos citar los añadidos de esta época a la
iglesia de San Salvador de Chora o la iglesia de los Santos Apóstoles de Salónica, de nueva
planta.
La plástica y el mosaico bizantino de esta época siguen la evolución marcada en los periodos
precedentes. Ahora, la principal novedad estriba en la voluntad de plasmar emociones en los
rostros de los personajes. En algunas ocasiones las composiciones resultan artificiosas y
forzadas, por la gran cantidad de detalles ornamentales, arquitectónicos y paisajísticos que
aparecen, de carácter incluso irreal, y por las posturas, gestos y expresiones de los personajes,
que tratan de acentuar su mundo interno. El ejemplo más destacado es el conjunto de San
Salvador de Cora, realizado entre1315 y 1321 y donde se muestran los ciclos de la vida de la
Virgen y de la vida de Cristo, rematando con el Juicio Final.
Arte prerrománico
Desde el siglo III, la crisis del Imperio Romano favoreció que una serie de pueblos germánicos,
euroasíaticos e iranios (bárbaros) se adentrasen en el corazón de Europa. El impacto fue tal que en el
año 476, reinando Rómulo Augusto, se produjo la caída del Imperio Romano de Occidente. Sin
embargo, algunos de los pueblos llegados irían desapareciendo progresivamente, al ser eliminados por
los más fuertes, que terminarán por configurarlos distintos reinos europeos de entre los siglos V y X. A
este periodo se le denomina prerrománico, pues abarca hasta el momento en el que se produjo la
unificación artística de la Europa cristiana bajo la mano del Románico, ya en el siglo XI.
El Románico
El Románico es el primer estilo medieval común a toda la Europa cristiana. Surgió a mediados del siglo
XI y se desarrolló a lo largo del XII, aunque su nombre fue aplicado por primera vez en el siglo XIX, por
estimarse que sus formas derivaban, en cierta medida, del arte romano. Sin embargo, su formación es
fruto de un complejo proceso que tiene relación con sus antecedentes inmediatos –pues supone, a
nivel formal, la culminación del proceso de experimentación llevado a cabo durante el periodo
prerrománico- y con la sociedad y la cultura de su época: la Plena Edad Media y el mundo feudal.
Desde la caída del Imperio Romano, Europa había vivido una serie de traumáticos acontecimientos.
Las distintas oleadas bárbaras y las luchas internas por el poder se sumaron a las mortales y continuas
enfermedades. A principios del siglo XI, sin embargo, se entró en un periodo de calma política. Además,
aunque la sociedad feudal impuso fuertes niveles de estratificación y de dependencia, transmitió a los
habitantes del viejo continente cierta sensación de estabilidad. La población rural y campesina
encontraba en el señor y en el monje referencias próximas, pues los que procuraban la defensa militar
y espiritual configuraban una red organizativa cercana y segura. Gracias a esto y a la remisión de las
epidemias la población aumentó, la agricultura mejoró y la economía se reactivó. No es de extrañar,
por tanto, que en este contexto se produjera el arraigó de un profundo sentimiento religioso, marcado
por la clara conciencia del pecado y de la condenación, pero también por la creencia en el perdón a
través del arrepentimiento y de la acción de gracias a Dios. Todo, en conjunto, explica que se diera una
masiva construcción de nuevos edificios –sobre todo religiosos-, lo que transformó profundamente el
paisaje europeo.
Pero para entender la uniformidad del fenómeno es crucial no perder de vista el factor religioso. Fue la
Iglesia Católica, sin ir más lejos, la que cohesionó Europa culturalmente. Lo logró con la Reforma
Gregoriana, que unificó al clero sometiéndolo a la autoridad del Papado. Antes de esto, cada rincón del
continente se regía por sus viejas tradiciones eclesiásticas, pero el Papa se convirtió ahora en el
indiscutible jefe supremo de la cristiandad y la liturgia romana se impuso de forma global. Con ello llegó
una forma común de entender el catolicismo, así como una conciencia cultural única. Pero, ¿qué
herramientas fueron utilizadas para la expansión del nuevo proyecto? Fue fundamental, en primer lugar,
el impulso dado al monacato dependiente directamente del Papa, especialmente a la Orden
Benedictina de Cluny, que se extendió por todo el continente fundando innumerables monasterios.
Estos no sólo eran motores de la nueva vida espiritual y religiosa, pues también eran núcleos
1. Arquitectura románica
La arquitectura románica, a diferencia de la prerrománica, muestra unas características homogéneas,
con peculiaridades-como ya se ha dicho- que distinguen a las distintas escuelas.
En primer lugar hay que tener en cuenta que fundamentalmente se utilizó la piedra como material
constructivo, bien cortada en forma de sillares. Esto venía obligado por el propio sistema constructivo
de la época y por la necesidad de otorgarle, al hilo de la conciencia religiosa del momento, un carácter
perdurable. Pero no podemos perder de vista que no es el material el que configura un estilo, y de
hecho se emplearon otros en determinados lugares, como por ejemplo el ladrillo.
El planteamiento del edificio venía determinado por las nuevas necesidades litúrgicas y por su propia
tipología. No tenía las mismas necesidades una iglesia parroquial que una monástica u otra de
peregrinación. Normalmente, no obstante, se hizo uso de la planta basilical o de la de cruz latina, con
naves que desembocaban en un transepto que antecedía a la cabecera y que quedaba marcado por
su mayor anchura y por la distinta dirección del eje de bóvedas. Normalmente había un ábside
semicircular, precedido de un tramo recto y bien comunicado con la nave. Este podía quedar flanqueado
por otros secundarios, pero el mayor desarrollo del número de absidiolos se daba especialmente en las
iglesias monásticas, pues la liturgia obligaba a que todos los religiosos del cenobio celebrasen misa
diariamente. Por otra parte, en las iglesias de peregrinación, y puesto que la reliquia principal se
veneraba en el altar mayor, había que ubicar una girola o deambulatorio para facilitar que los fieles
pudiesen venerarla sin interrumpir el culto principal; de este modo, una nave menor circundaba la
cabecera por su parte trasera, abriéndose a ella, además, numerosos absidiolos que permitían
custodiar otras reliquias menores.
El sistema constructivo empleado estaba basado en la masividad del muro, que ejercía como
principal elemento de soporte al absorber de forma continua el peso de la estructura. Por este motivo
no podían abrirse en él ni amplios ni numerosos vanos, pues la estabilidad de la obra podía verse
comprometida. De ahí, también, que el tipo de arco empleado fuera el de medio punto, pues repartía
Las cubiertas, por su parte, solían estar abovedadas, empleándose bóvedas de cañón en las naves
principales, de aristas en las laterales y de cuarto de esfera en los ábsides. Esto venía favorecido por
el sistema constructivo descrito, pues las bóvedas llevaban sus empujes desde la clave hasta sus
riñones de forma masiva y continúa, dejando caer su peso sobre los muros laterales del edificio, que al
ser tan potentes aguantaban adecuadamente. A pesar de todo había que recurrir a soluciones de
refuerzo; bajo las bóvedas de cañón se colocaban arcos fajones, es decir, arcos que adosados a su
intradós no sólo dividían el interior de la nave en tramos, sino que ayudaban al sustento de la propia
cubierta. Para contrarrestar sus empujes laterales se colocaban contrafuertes exteriores, es decir,
estribos adosados al muro que al mismo tiempo permitían adivinar cuál era la división y la organización
interna del edificio.
Los alzados venían determinados por estos problemas estructurales y por uno de mayor importancia
si cabe, el de la iluminación. Sobre el crucero solía ubicarse un cimborrio, un espacio cubierto a mayor
altura para permitir la apertura de vanos de luz en su base. Normalmente, esta estructura se cerraba
con una cúpula octogonal o semicircular que apoyaba sobre pechinas o trompas, elementos que
permitían la transición entre la planta cuadrada del crucero y la poligonal o circular de la base de la
cúpula. La nave central, al mismo tiempo, solía tener mayor altura que las laterales, lo que favorecía la
instalación del claristorio, es decir, una línea de ventanas por encima de estas últimas. En muchas
ocasiones-sobre todo en las iglesias de peregrinación y en las catedrales-, entre el claristorio y la nave
lateral se ubicaba una amplia galería de la misma anchura de la nave inferior y que se abría a la central
a través de arquerías. Se trataba de la tribuna, que además de tener una función práctica –a la hora
de albergar a los peregrinos, por ejemplo-, también tenían una función estructural, pues permitían la
descarga del peso de la bóveda de la nave principal, que cabalgaba, como ya hemos dicho, a mayor
altura.
Por último, no puede dejar de hacerse mención de una serie de elementos que, presentes en la mayoría
de edificios religiosos, serán fundamentales al estar dotados de una alta significación simbólica. En
primer lugar hay que hablar de las torres-campanario, que individualmente o en parejas solían
ubicarse en la zona de los pies de las iglesias, aunque en determinadas regiones pueden tener otros
emplazamientos. La función de las mismas es pragmática, pues estaban destinadas a albergar las
campanas que marcaban las horas litúrgicas y que llamaban para la celebración de los cultos; no
obstante, su carácter trasciende esta funcionalidad, pues se podían convertir en emblemas del colectivo
vinculado al templo e incluso en hitos urbanísticos. En segundo lugar hay que hacer mención de las
portadas, normalmente instaladas en el muro de los pies de la iglesia, aunque también en los muros
laterales o en los extremos del transepto. Normalmente estaban formadas por arcos de medio punto
abocinados y articulados mediante arquivoltas. Sus tímpanos, a veces soportados por un parteluz que
dividía el vano en dos, solía emplearse para instalar programas iconográficos escultóricos que
transmitían a los fieles, de forma elocuente, distintos mensajes teológicos o doctrinales.
2. Escultura románica
La incorporación de imágenes a los muros de los edificios fue una de las grandes aportaciones del
románico, pues en el periodo anterior había tenido un desarrollo bastante más escaso. Y es que la
escultura, ahora, tenía una importancia crucial, al formar parte indispensable del conjunto que tenía
como base al edificio. Su función no sólo era la de ornamentarlo-que también-, sino que debía cumplir
una tarea fundamentalmente persuasiva, docente y didáctica para hacer llegar a la cristiandad las ideas
Esta tarea encomendada fue la responsable de que fuese una escultura eminentemente simbólica, en
la que las formas estaban al servicio del significado que debían mostrar y no al revés. La contemplación
de una naturaleza perfectamente imitada podía distraer al espectador a la hora de captar los conceptos
que querían transmitirse, por eso los maestros, de forma consciente, renunciaban a representar
fielmente el mundo sensible y optaban por formas hieráticas y poco naturalistas, pero muy expresivas
y elocuentes al mismo tiempo. De esta forma, el edificio se convertía en una auténtica “Biblia en piedra”
que podía ser fácilmente leída por todos.
El núcleo central del mensaje románico era el de la salvación y el del arrepentimiento como medio para
lograrla. Por ese motivo, los temas escultóricos más habituales fueron los apocalípticos, encabezados
por la representación de la parusía o venida de Cristo al final de los tiempos, que era acompañada por
escenas complementarias como el Juicio Final y el pesaje de las almas, el castigo que aguardaba a
quienes sucumbían ante el pecado y la recompensa que recibirían los que no, etc. Pero el contenido
esencial de todo aquello no sólo era mostrado de ese modo, sino que aparecía de forma redundante
en todas las escenas que jalonaban los templos, aunque aparentemente no tuvieran nada que ver con
lo religioso. Eran muy frecuentes, por ejemplo, las representaciones de personajes humanos en
actitudes grotescas u obscenas, así como las del bestiario, seres y criaturas más o menos reales o
fantásticas que se mostraban agresivas o que interactuaban con el resto de representaciones de un
modo diverso. Estas escenas, en realidad, encerraban una dualidad que entroncaba con la idea básica
que regía el pensamiento de la época: lo bello frente a lo feo, la virtud frente al vicio, el bien frente al
mal, el pecado frente a la santidad, Dios frente a Satanás. Eran, en definitiva, claves sencillas que todos
los fieles entendían y conocían. De hecho, los elementos iconográficos empleados fueron muy similares
en toda Europa, debido a que el contenido venía determinado por el pensamiento gregoriano, mientras
que la forma de representarlo y los motivos empleados para ello viajaban en los cuadernos de artistas,
catálogos figurativos que servían a los tallistas como fuente de inspiración a la hora de abordar una
obra. Era un lenguaje universal.
A partir de aquí podrá entenderse que las formas y las composiciones de la escultura románica, a pesar
de que puedan parecer caóticas y arbitrarias, responden a las necesidades expresadas. De hecho,
siguen unas pautas muy claras y concisas:
Todo parece indicar que la escultura románica francesa nació a finales del siglo XI en el sur,
en el Languedoc, en estrecha relación con el camino de Santiago. Uno de los ejemplos más
interesantes es la portada de San Pedro de Moissac (ca. 1110) (14), en la que destaca la
representación de la tercera venida de Cristo, según el Apocalipsis de San Juan, para juzgar a
vivos y muertos. La representación en majestad del personaje central será habitual en la época:
hierático y frontal, sentado dentro de una mandorla, con la ley en una mano y la otra alzada,
bendiciendo, mientras que las representaciones simbólicas de los cuatro evangelistas, el
Tetramorfos, rodean su figura. Otra obra fundamental de la zona es la portada de Miègeville de
San Santurnino de Toulouse (ca. 1115), en cuyo tímpano se representa la Ascensión de Cristo.
14
Borgoña, lógicamente, también nos ha legado grandes ejemplares, sobre todo los de la
catedral de San Lázaro de Autun y los de la iglesia de Santa María Magdalena de Vézelay (16).
Conocemos al maestro que dirigió el taller escultórico del primero, Gislebertus, quizás uno de
los más grandes de su época y cuyo estilo se caracterizaba por sus finas y particulares figuras
de canon alargado. En el tímpano (ca. 1130) compuso, como era habitual, el Juicio Final. El
tímpano central del segundo edificio (1120-1140) muestra, sin embargo, el tema de la
Ascensión y Pentecostés, aunque el Pantócrator central recuerda al de San Lázaro.
Por último habría que aludir a la Provenza, una zona estrechamente relacionada con Italia y
que deja ver en su escultura cierto carácter clásico, como demuestra el tímpano de San Trófimo
de Arlés, donde se representa elegantemente al Pantócrator rodeado del Tetramorfos.
16
Uno de los primeros maestros conocidos es Wiligelmo, que debió ser un gran artista que,
además de cincelar las obras concebía sus programas iconográficos. Trabajó en la Catedral de
Módena entre 1099 y 1106, realizando, sobre todo, los relieves que flanquean su puerta
principal. En ellos se representaron escenas del Génesis: la Tentación y la Creación de Eva
(16), elegantes obras que parecen relacionadas con las de la Provenza francesa. En ellas
destaca la talla minuciosa y detallista, realizada incluso con el trépano, y la libertad de las
figuras con respecto a los marcos arquitectónicos. Su influencia llegó incluso al sur de Italia y
se advierte, por ejemplo, en el Trono episcopal de la Catedral de Bari, donde se representó a
varios musulmanes sosteniendo el sillón del obispo a modo de atlantes, un símbolo del triunfo
de la Iglesia sobre Islam. Un discípulo del propio Wiligelmo, el maestro Niccoló, dejó
interesantes trabajos en la catedral de Ferrara y en la iglesia de San Zenón de Verona. En la
primera talló el pórtico avanzado de la fachada, en cuya base colocó, además de leones, figuras
humanas a modo de atlantes, en una clara alusión al poder de la Iglesia que, representada por
el templo, aplasta a sus enemigos. En la segunda esculpió un ciclo dedicado a San Zenón y
escenas relacionadas con el Cantar de Roldán.
Precisamente, en San Zenón de Verona aparecen también unas magníficas puertas de bronce
dotadas de relieves. En ellas se advierten influencias bizantinas, por un lado, y germánicas por
otro, al seguir el modelo de las puertas de Hildesheim. Esta corriente y este tipo de trabajos
fueron abundantes en Italia, pues en Pisa y Monreale se conserva puertas similares fundidas
por el maestro Bonanus a finales del siglo XII.
Habría que comenzar por hablar de la Catedral de Jaca, donde además de sus capiteles
destaca el tímpano de la portada principal (18), realizado en torno al 1090. En él se representa
el Crismón trinitario, es decir el anagrama formado por las letras que forman la palabra “Cristo”
en griego: Ki y Rho inscritas en un círculo. Este símbolo fue frecuente desde el periodo
paleocristiano, pero ahora se actualiza con nuevos significados, pues la Rho griega fue
representada como una P latína a la que se atribuyó el significado “Pater”, mientras que la Ki
fue trazada como una X, en alusión al Espíritu Santo. Las inscripciones que rodean la
composición, dotadas de un claro carácter didáctico, aclaran que los dos leones que flanquean
el anagrama también son una alegoría del propio Cristo, vencedor sobre el mal y la muerte y
defensor del cristianismo. Esta obra tendrá una gran repercusión en todo Aragón y Navarra,
como demuestran los relieves de Santa María de Santa Cruz de la Serós o de San Pedro el
Viejo de Huesca.
18
u
De hacia 1090, igualmente, pueden considerarse los capiteles del Panteón de San Isidoro de
León. En ellos se aprecia cierta influencia perrománica, pero ya aparecen luchas entre hombres
y bestias –entre el bien y el mal- y representaciones del tema de Daniel entre los leones o la
resurrección de Lázaro. Las mejore obras de esta basílica, no obstante, se encuentran en las
portadas, realizadas entre 1100 y 1110-1125 aproximadamente. El tímpano de la Puerta del
Perdón representa la doble naturaleza de Cristo, la divina y la humana. Para ello, dentro del
mismo marco, se representan tres escenas distintas: el Descendimiento en el centro, la
Resurrección a la
derecha, sin
separación alguna, y la
Ascensión a la
izquierda. Más
interesante, si cabe, es
el tímpano de la Puerta
del Cordero (19),
dotado de una
extraordinaria riqueza
iconográfica y
simbólica. En el
centro, sostenido por
ángeles y dentro de
una mandorla,
aparece el Cordero
místico sosteniendo la 19
cruz con una pata, una u
Hacia 1104, en la Catedral de Santiago se terminó la portada del lado sur del crucero, la Puerta
de Platerías, de confusa y difícil lectura por las modificaciones que ha sufrido con el tiempo. En
el tímpano derecho se representan escenas de la Pasión, con el prendimiento, la flagelación y
la coronación de espinas, mientras que en el izquierdo se representa el tema de las tentaciones
de Jesús en el desierto. El mensaje del conjunto podría aludir, como en León, al Señor, Hombre
y Mesías al mismo tiempo, capaz de superar las tentaciones y la muerte a través de la
Resurrección.
A lo largo del siglo XII se desarrollan en la Península distintas escuelas regionales. En Cataluña
hay que mencionar la portada de la iglesia de Ripoll, que presenta un extensísimo y riquísimo
programa iconográfico, en el que se ven temas del Antiguo Testamento, signos del Zodiaco,
labores agrícolas, el Pantócrator y los Ancianos del Apocalípsis, etc. En Aragón destaca, sobre
todo, el claustro de San Juan de la Peña, con figuras de cabezas redondas y grandes y
expresivos ojos ovoides. En Castilla y León se conservan algunos buenos ejemplos de
esculturas que representan el tránsito hacia la escultura gótica. Es el caso del friso de la iglesia
de Santiago de Carrión de los Condes o del muy interesante apostolado de la portada de los
pies de San Vicente de Ávila.
Sin embargo, la gran obra maestra del periodo final de la escultura románica española y la que
marcará el devenir posterior del estilo, enlazando ya con la sensibilidad gótica, será el Pórtico
de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. Fue realizado por el maestro Mateo
entre 1168 y 1188 aproximadamente. En él ya no vemos al Pantócrator típicamente románico,
sino a Cristo varón de dolores (21), es decir, mostrando las llagas el martirio y, por tanto, su
condición más humana y redentora. Aparece rodeado de los evangelistas en su forma humana,
así como por los ancianos del Apocalipsis y otros personajes bíblicos. En la cara interna del
parteluz vemos una figura arrodillada que mira hacia el altar mayor de la catedral y que ha sido
identificada con el autorretrato de Mateo. El estilo de las figuras es refinado y elegante,
mostrando ya unas proporciones muy correctas, una tridimensionalidad evidente y una
desvinculación importante del marco arquitectónico. Los rostros se individualizan y muestran
sentimientos expresivos pero armónicos. La serenidad que emana de los mismos y la riqueza
21
Por último habría que hacer mención de la escultura exenta en madera policromada,
principalmente centrada en la talla de imágenes de Cristo en la cruz y de la Virgen entronizada
y con el Niño en el regazo. Son obras tardías generalmente y que denotan un carácter popular
que impide conocer sus cronologías exactas. Domina en ellas el esquematismo y lo simbólico,
como denotan los crucificados, que a pesar del martirio se muestran rígidos, con los ojos
abiertos y persuadiendo al fiel sobre la salvación o condena de la humanidad. Muy interesante
es, en este sentido, el Cristo conocido como Majestad de Batlló, del Museo Nacional de Arte
de Cataluña.
La pintura mural románica cumplía la misma función que la escultura y se adaptaba a los
Italia desarrolló dos corrientes pictóricas: una tremendamente influida por el mundo bizantino
–la corriente italobizantina- y otra -denominada alla greca- que estilizaba tremendamente las
formas. De la primera podemos citar las pinturas de San Vicente de Gallaino y de Sant´Angelo
in Formis de Civitate, ambas en el entorno de Montecassino. De la segunda, por su parte, las
de San Urbano alla Caffarella o las de la iglesia de los Cuatro Santos Coronados, en Roma.
22
24
La Reforma Gregoriana facilitó la aparición de numerosos monasterios por toda Europa donde
los monjes, en los scriptoriums, realizaron una intensa producción de manuscritos miniados. La
tradición de la iluminación prerrománica, muy intensa en determinados lugares de Europa,
influyó en estas realizaciones, aunque fue la nueva liturgia la que determinó los nuevos tipos.
Las composiciones eran lujosas y se decoraban con ricos e intensos colores obtenidos de caros
pigmentos minerales, oro y plata, etc. En Italia se impuso la corriente italobizantina, destacando
las realizaciones del Monasterio de Montecassino, desde donde se difundió el estilo por todo
el continente. Alemania y Francia, lógicamente, mantuvieron los rasgos de la miniatura
carolingia, mientras que en España, muy determinada por el desarrollo de la miniatura
mozárabe e influída, igualmente, por Francia, destacaron las producciones de los monasterios
de Ripoll y San Pere de Roda.
Fue en Cataluña, igualmente, donde más desarrollo tuvo la pintura sobre tabla. Solían
realizarse piezas destinadas a cubrir los altares y en las que los pigmentos se aglutinaban con
huevo. Los temas eran los habituales, con un predominio de la presencia del Pantócrator.
Desde el punto de vista estilístico no existe mucha diferencia con la pintura mural, aunque por
su menor formato existe una relación más estrecha con la miniatura. Destaca la colección del
Museo Nacional de Arte de Cataluña.
El Gótico
El estilo gótico tuvo su máxima vigencia entre mediados del siglo XII y principios del XVI. Su desarrollo
fue fruto de la profunda transformación experimentada por Europa en el que fue el último periodo
medieval: la Baja Edad Media. El cambio vino motivado por el acrecentamiento de poder que
experimentaron los estados monárquicos, mientras el mundo urbano-gracias al apoyo de las grandes
coronas- recuperaba un protagonismo que, si bien no había llegado a desaparecer, había disminuido
considerablemente. En este contexto renacieron la administración, la industria y el comercio, lo que
procuró el surgimiento de una nueva clase que revolucionó la sociedad: la burguesía, grupo formado
por comerciantes, artesanos cualificados, profesionales liberales y funcionarios fundamentalmente.
Estas personas procuraron un auge extraordinario al asociacionismo cívico y a los gremios
profesionales, concibiendo, además, un mundo que iba más allá de la rigidez de los estamentos
feudales y más secularizado. Las viejas estructuras eclesiásticas monacales, de hecho, perdieron
poder, convirtiéndose en protagonista-con sus obispos y catedrales al frente-la Iglesia episcopal, mucho
más apegada a la realidad ciudadana y burguesa del momento.
1. Arquitectura gótica
La nueva mentalidad exigía edificios que superasen a las antiguas estructuras románicas, masivas y
poco luminosas en general al interior. Por eso, el problema que determinó el surgimiento de la
Este nuevo sistema garantizaba la apertura de más y más amplios vanos, pero también permitía
estructuras más altas y elevadas. Puesto que al mismo tiempo eran más ligeras y más racionales en
cuanto a su carácter portante, la tribuna del románico se hizo innecesaria, apareciendo en su lugar el
triforio, una estrecha galería ciega que se abría hacia la nave central mediante una arquería. Su
funcionalidad no está tan clara como la de la tribuna, pudiendo tratarse de un elemento estético, de
articulación mural y para el mantenimiento, limpieza y reparación de las partes altas del edificio. Lo
cierto es que el triple alzado clásico del gótico lo componían, en este orden ascendente, los arcos de
separación de naves, el triforio y el claristorio. Otro elemento esencial de dicha organización serían los
soportes internos, que también modificarían sus aspectos; el pilar compuesto románico dio paso al pilar
de baquetones, que recibía los nervios de las bóvedas superiores y que adosaba a sí mismo tantas
columnillas –baquetones- como nervios iban a morir en él. El aspecto del mismo se hacía más liviano
y procuraba una mayor comunicación visual entre las partes que conformaban el espacio. Para
desmaterializar definitivamente la estructura arquitectónica y crear una sensación etérea y mágica, la
luz que entraba abundantemente desde fuera era tamizada mediante las vidrieras, pantallas de plomo
y vidrios de colores que transformaban el interior en ambientes plenamente espirituales. Las plantas,
como consecuencia de todo esto, y aunque siguieron los modelos románicos, comenzaron a ver como
los transeptos iban siendo recortados lateralmente, para que no sobresalieran y primase, de esta forma,
la unidad espacial del conjunto.
2. Escultura gótica
La escultura gótica tomó la realidad como fuente de inspiración, ya que el pensamiento de la época
había comenzado a otorgar su importancia al mundo sensible. De esta forma, la figura humana
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La pervivencia de los modelos de la Antigüedad, aquí, fue mucho más evidente. El taller más
importante tuvo su sede en Pisa, iniciado por Nicola Pisano, que fue el autor del púlpito del
Baptisterio de Pisa y que trabajó
con su hijo Giovani Pisano en el
púlpito de la catedral de Siena (27). 27
Giovani, que trabajará a caballo
entre los siglos XIII y XIV mantendrá
el estilo iniciado por su padre, pero
lo fusionará con elementos
procedentes de la escultura
francesa del momento. Andrea
Pisano, sería uno de los
continuadores de la saga; a él se
deben las primeras puertas de
bronce del Baptisterio de Florencia,
un tipo de obra que hundía sus
raíces en la tradición románica,
aunque ya anticipaba lo que serían
las puertas renacentistas que se
realizarán para el mismo lugar.
La escultura gótica española participó de las características de la escultura europea, a las que
dotó de una serie de particularidades que hicieron que la producción peninsular tuviera su
propia personalidad. Se pueden distinguir con claridad cuatro fases evolutivas. Entre finales
del siglo XII y principios del XIII se desarrolló la etapa protogótica, que fue la evolución
lógica de la escultura románica. La obra más importante de este periodo fue el Pórtico de la
Gloria, donde se ve a Cristo-Hombre en el espacio principal. Las figuras tienen una proporción
muy clásica, se desvinculan en buena medida del marco arquitectónico y muestran toda una
serie de serenos y equilibrados sentimientos. También destacan el sepulcro de los santos
Vicente, Sabina y Cristeta de San Vicente de Ávila y las portadas de las catedrales de Tuy y
Ciudad Rodrigo y de la Colegiata de Toro, en las que se aprecia la influencia de las primeras
obras góticas francesas.
En el siglo XIV, en relación con lo que ocurre más allá de los Pirineos, se inicia una etapa
dominada por una evolución hacia un estilo más expresivo, anecdótico y sentimental. Las
figuras adoptan posiciones más sinuosas y los pliegues se hacen con mayor movimiento.
Además serán evidentes tanto influencias francesas como italianas. En la catedral de Toledo
se realiza la Puerta del Reloj, con ciclos de la vida de Cristo y de la Virgen. También destacan,
por su temática similar, la portada de la Catedral de Santa María de Vitoria y la Puerta Preciosa
de la Catedral de Pamplona. Debido a su auge en el siglo XV y a sus contactos con la Europa
mediterránea, en la Corona de Aragón se dará una abundante producción escultórica de
Por último, en el siglo XV se produce la llegada de las formas borgoñonas en un primer lugar,
si bien se ven sustituidas, más adelante, por las flamencas y germánicas que darán origen al
estilo hispano-flamenco. Este va a destacar por su realismo, por la melancolía que inunda la
expresión de las figuras y por el patetismo que llegarán a mostrar las representaciones de los
crucificados, para acentuar su carácter humano. En Navarra, Janin de Lome realizó hacia
1420 el sepulcro de Carlos el Noble y Leonor de Castilla (29), inspirado en el sepulcro de Felipe
el Atrevido y en las formas de Clauss Sluter. En Aragón, Valencia y Cataluña también tendrá
gran repercusión esta corriente borgoñona. Maestros como Guillermo Sagrera, Pere Joan o
Hans de Suabia dejarán testimonio de ella, siendo el último el autor del retablo mayor de la Seo
de Zaragoza, dotado de la representación de la Epifanía, la Transfiguración y la Ascensión.
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3. Pintura gótica
Puesto que la arquitectura gótica tendía a la eliminación de una buena parte de la superficie de sus
paredes, fue la vidriera la que tomó el protagonismo a la hora de mostrar los programas iconográficos
en los interiores de los edificios religiosos. Por este motivo la pintura mural perdió vigor, lo cual no
quiere decir que desapareciese, pues comenzó a desarrollarse en los cada vez mayores y más
abundantes edificios civiles que surgieron por todas las ciudades europeas. Del mismo modo, en la
arquitectura religiosa de Italia siguió gozando de gran presencia, pues en estos edificios se renunció a
la apertura total del muro. En el resto del continente, sin embargo, fue adquiriendo mayor auge la pintura
sobre tabla, con la que se creaban frontales de altar y retablos, así como dípticos y trípticos destinados
a la devoción íntima y personal. La técnica empleada fue la del temple, utilizándose el huevo como
aglutinante, así como colas obtenidas de huesos animales. Hasta el siglo XV no aparecerá en Flandes
la pintura al óleo –aglutinada con aceite- que tanto éxito tendrá en épocas posteriores.
En la pintura gótica se distinguen tres fases: en la primera, a lo largo de los siglos XIII y parte del XIV,
se dieron en paralelo el estilo gótico-lineal y el estilo italo-gótico; en la segunda, entre finales del
siglo XIV y las primeras décadas del XV, dominó el estilo internacional; mientras que en la tercera,
en las últimas décadas del XV, se dio el estilo flamenco.
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En España, siguiéndose las pautas de este estilo, se realizaron tres tipos de obras: vidrieras,
pintura mural y pintura sobre tabla. Al primer grupo pertenecen las vidrieras de la Catedral de
León, uno de los mejores conjuntos europeos, directamente inspirado por el vitral francés de la
época. Dentro del segundo grupo podemos citar las pinturas de la Sala Capitular del Monasterio
de Sigena, de exquisito dibujo y cromatismo suave. En cuanto al tercero, destacar el Retablo
de San Cristóbal del Museo del Prado, de finales del siglo XIII. En la calle central aparece el
gigante portando al Niño Jesús sobre sus hombros, ayudándolo a cruzar el río. En las calles
laterales aparecen escenas que narran con gran nivel de detalle, episodios de la vida de
diversos santos.
En Siena destacó la figura de Duccio, uno de los grandes maestros de la pintura italiana. Entre
sus realizaciones destaca la Madonna Rucellai (Galleria degli Uffizi, Florencia), donde aparece
la Virgen entronizada con el Niño en el regazo sobre fondo dorado y que destaca por su
estilización y por su carácter amable y dulce. Con esta obra, Duccio fija un modelo que repetirá
en diversas ocasiones, como por ejemplo en la Maestá de la Catedral de Siena, quizás su mejor
obra. Formaba parte de un retablo pintado al temple por las dos caras. La tabla principal
muestra a la Virgen con el Niño y rodeada de santos, santas y ángeles. En la predela y en el
ático aparecen escenas del Antiguo Testamento y de la vida de la Virgen, mientras que en el
reverso aparece un completísimo ciclo de la Pasión de Cristo que destaca por los paisajes que
enmarcan las escenas,
tanto naturales como 32
arquitectónicos. Su
principal seguidor fue
Simone Martini, que
hace avanzar
magistralmente el estilo,
como demuestra el
retrato ecuestre de
Guidoriccio da Fogliano,
pintura mural del Palacio
Comunal de Siena,
donde se ve al caballero
cabalgando sobre un
paisaje con vistas de una
ciudad y un campamento
militar. Igualmente
importante es su
Anunciación (32),
conservada en los Uffizi
de Florencia, que es
quizás su obra más
conocida.
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Este estilo surgió en el centro de Europa, como resultado de la fusión del gótico-lineal con las
innovaciones del estilo italo-gótico. La técnica se va a hacer minuciosa y detallista y en las
composiciones, en consecuencia, predominará lo anecdótico. De cualquier modo la gran
cantidad de detalles naturalistas que se incluyen en las obras no sólo tendrán un sentido
narrativo, sino que serán dotados de simbología. Las figuras, por otra parte, mostrarán una
gran estilización y expresividad, realizando movimientos sinuosos. En Francia, las cortes de
los Duques de Berry y de Borgoña contaron con miniaturistas que, dentro de este estilo,
realizaron grandes obras que influirán, posteriormente, en la creación de la pintura flamenca.
Destaca el libro Las Muy Ricas Horas del Duque de Berry, iluminado por Jacquemart de
Hesdin y Paul de Limbourg. En Alemania destacará el maestro Stefan Lochner, autor del
magnífico tríptico de la Adoración de los Reyes de la Catedral de Colonia. En España, el
desrrollo del estilo será amplio, sobre todo en la Corona de Aragón. El introductor fue Lorenzo
Zaragoza, al que siguieron Pedro Nicolau y Marzal de Sax. En Castilla, Nicolás Francés
realizará el retablo de La Bañeza, hoy en El Prado y Nicolás y Dello Delli harán las pinturas
de la bóveda y del retablo mayor de la Catedral Vieja de Salamanca (34).
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