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Y aquel que crea que el desdichado acertó en el tiro del final es K hasta la médula.
Hasta el apoyo a la deriva del ciclo 2012 y 2015. De la desaparición forzada de
Santiago Maldonado debe hacerse cargo el macrismo. Por similar parámetro
analítico.
Sobreactuaciones nacionales
Por las barbaridades del Tratado con Irán. Sobreactuación anterior que nunca se
había llevado a la práctica. Aunque en la Argentina, monarquía disciplinada, fue
aprobada en ambas cámaras, con euforia sobreactuada.
Implicancias internacionales
Por su parte, Maldonado fue mágicamente absorbido, hasta desaparecer en la
boca del hipopótamo. Bicho extraño en el invierno patagónico.
Un atentado que no pudo resolver Interpol, pero sí obstaculizar. Desde Lyon y con
sus alertas rojas. Destinadas a los dirigentes iraníes, acusados de ser los autores
intelectuales y financieros de la masacre. Declarados culpables por la justicia
Argentina. Desde el guía espiritual de la Revolución Islámica hasta el canciller
Velayati, una suerte de embajador Faurie, menos presentable y en versión persa.
Sin embargo las tarjetas rojas que podían sacarle a los acusados en los
aeropuertos, era lo único que les interesaba, según nuestras fuentes, a los iraníes.
Los persas percibían, en las tarjetas rojas, las manos arbitrales del Mossad,
servicio secreto israelí, y de la CIA siempre cercana y familiar.
Nisman, J.J. López y MaldonadoEn Irán se hacían los desentendidos. Ni les daban
entidad. Consideraban que las impugnaciones se encontraban camoufladas por la
inteligencia enlatada de ambas agencias enemigas de espionaje.
Debían detenerse los avances nucleares de Irán. Fueron avances que los
americanos luego no supieron controlar, por ejemplo, en Corea del Norte. El
gordito Kim Jong-un hoy lo atormenta a Donald Trump mucho más que los
ayatollas que paulatinamente se reforman.
Don Tito
Don Tito remite, más bien, a la pugna interna policial suburbana de la inviable
Buenos Aires. Porque don Tito no fue, según nuestras fuentes, secuestrado.
Por su propia decisión, J.J. se calzó los borceguíes para irse. Desde su casa en
Los Hornos, hacia alguna parte. Con 300 extraños dólares en el bolsillo.
Nisman, J.J. López y Maldonado. Se dirigía, con seguridad, hacia Atalaya, partido
de Magdalena. Exactamente hacia la casa donde pasó algunas vacaciones de
garrón. Y donde durmió, según nuestras fuentes, por última vez. Y por la mañana
fueron a buscarlo los amigos que ya habían decidido traicionarlo. Mandarlo "para
arriba". Para sepultarlo. Mientras se sucedían las manifestaciones de los sinceros
que lo tomaban como pretexto franco para protestar.
Lo enterraron durante cierta noche, según nuestras fuentes, en algún costado del
Parque Pereira Iraola. Justo donde solían iniciarse las calenturas de los
estudiantes del sur, en los picnics del día de la primavera.
Torpeza e improvisación
Y sin tomar consciencia que ya tal vez atravesaron la frontera del primer muerto.
El paso más difícil. Los próximos muertos serán menos sorprendentes. Por hábito.