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La metafísica medieval como metafísica trascendental

Cuando observamos por ejemplo plantas, perros, hombres, y cosas hechas por la
habilidad del hombre, captamos sin embargo que todas esas cosas tienen algo en
común, es decir, que todas ellas son, y que por tanto todas son entes.

Afirma Tomás, Tomás, «Lo primero que concibe el entendimiento, como lo más conocido,
y en lo que resuelve todos sus demás conceptos, es el ente… Por eso, es necesario que
todos los demás conceptos del entendimiento se tomen por adición al ente» [De veritate,
q. 1, a. 1, resp.]

Cuando decimos que el estudio de la metafísica versa sobre toda la realidad, analiza lo
real, lo que es, en cuanto que es, o tiene entidad, en cuanto que es algo, un ente, y no,
una nada.

Bien, en todo lo que conocemos está incluida la concepción de ente.

Pero avanzamos en nuestro conocimiento del ente en la medida en que lo delimitamos,


de tal manera que no llamamos las cosas que nos rodean seres sin más, sino que
distinguimos entre el ser hombre, el ser perro, el ser bueno, o ser blanco.

Es decir, distinguimos varias clases de entes y también diversas propiedades de los


entes.

Es decir que la Metafísica estudia los entes desde lo que son, es decir, desde el modo de
ser que poseen las cosas.

Pero además, estudia las propiedades, aspectos o pasiones del ente ( los
trascendentales), y las causas (como pueden ser la forma y la materia de los seres
materiales).

Por estudiar la realidad desde el punto de vista del ente en cuanto ente, la metafísica se
llama scientia communis, pues estudia el elemento común a todas las cosas reales.

La metafísica puede llegar a la causa de los entes en cuanto entes, a la causa del ser de
los entes, y así puede llegar al origen de todo cuanto es: Dios. No obstante, Tomás,
heredando la concepción de Avicena de la Metafísica (objetivo primero y objetivo
prinicipal, recuérdese), afirma que Dios no es lo primero estudiado por la métafísica (esto
es el ente; sino que puede llegarse a él, en la medida en que es causa del ente.

Como Avicena para Tomás, lo primero en el orden del conocimiento, es el ente.

Lo primero en el orden de la realidad, es Dios como causa entis pero la manera de


estudiarlo como vemos, no es el orden de las causas reales o físico, sino que se está
hablando de una causa y un orden trascendental.

Gracias a la concepción árabe de la Metafísica, pasamos en Occidente partir de Tomás,


de una concepción teológica de la metafísica, basada en aquello que trasciende la
materia, a una concepción ontológica, basada en lo que es común: el ente o ser, que se
predica de todo lo que hay o de lo que es.

Los trascendentales, desde el punto de vista del conocimiento, son primeras nociones,
como en el caso del ente, pero que añaden nuevos aspectos al ente. En suma, los
filósofos medievales sostendrán la creencia que los trascendentales serán un medio para
llegar a conocer a la fuente de todo ente.

Como afirma Aertsen, toda el pensamiento medieval puede ser considerado como una
filosofía trascendental [Aertsen 1996, 2012].

Las categorías

El ente se dice de muchas maneras, puesto que son muchos sus modos de manifestarse
en el ser o en la realidad.

Hay distintos grados de entidad según los cuales se clasifican las diversas cosas. Los
diferentes géneros de las cosas se toman de los diferentes modos de ser.

Las categorías son las que permiten una explicación de estos modos de ser, analizando
los diversos grados de entidad que poseen.

Estos modos particulares de ser, que se expresan con las 10 categorías aristotélicas,
pertenecen a dos grupos: la sustancia, los accidentes, cantidad, cualidad, relación,
posición.

Las categorías son formas de contraer al ente, de llevar, de empujar intelectualmente al


ente hasta dar con su naturaleza, su esencia, su definición, su género.

Las categorías expresan modos sustanciales o accidentales de ser, siendo cada


categoría irreductible a otra: Al hablar del hombre, de la blancura o la maternidad,
señalan distintos modos de ser que no pueden reducirse uno al otro. Y aunque haya
muchos modos de ser, existe cierta unidad ya que se predica el ser tanto de la sustancia
como del accidente.

Los trascendentales

Al igual que el concepto de ser o ente, las propiedades trascendentales son conceptos
reales. Esto quiere decir que aunque son producidos por una operación mental, significan
una realidad existente.

Se llaman conceptos o propiedades trascendentales, porque sobrepasan los géneros


categoriales.

Mientras que los géneros que se expresan por la tabla de las 10 categorías se definen
por su universalidad, el trascendental es definido de una manera negativa: el no poder
ser incluido bajo un género.

La naturaleza de los trascendentales consiste en rebasar el orden de la categorías, o lo


que es lo mismo el orden de la existencia real.

Los trascendentales expresan modos o propiedades que se predican de todo ente y no


sólo de la sustancia o del accidente.

Origen natural de los trascendentales

Según Tomás, los trascendentales se dan de dos maneras:

primero, al considerar el ente en sí, o considerado de modo absoluto, puede decirse que
el ente es una cosa o res (el ente en sí considerado de modo afirmativo) y que además es
uno o unum, es decir, el ente se caracteriza por ser indiviso (el ente en sí considerado de
modo negativo, porque no cabe división en el ente).

Segundo, al considerar el ente en relación con otra cosa, se derivan otros


trascendentales. Cuando se distingue un ente de otro ente, se dice de cada uno que es
algo o aliquid. Así como del ente se dice que es uno porque no hay división en él, se dice
además que es algo según división. Por esta razón aunque haya muchos entes, cada uno
se encuentra separado o dividido del otro, dando lugar así a otra cosa (aliquid se deriva
de aliud quid).

El ente en relación con otra cosa no sólo se considera según división, sino que también
se considera según su conformidad con el alma. Lo verdadero expresa, según Tomás, la
correspondencia o la conveniencia del ente con la facultad cognoscitiva: el ente es
verdadero y por ello puede ser conocido por la inteligencia.

Por otra parte, el bien expresa la correspondencia del ente con la facultad apetitiva, con
la voluntad, ya que el bien es deseado por todos. Todo ente es bueno y amable y por
tanto el apetito voluntario se mueve hacia él. Por último, el ente puede decirse bello, ya
que al ser aprehendido o contemplado, lo bello causa cierto placer, agrada. Así el ente
como bello se relaciona con el conocimiento y también con el apetito.

Ya que el ente es el primer concepto del intelecto, los trascendentales explican


conceptualmente lo que es el ente. Se desarrolla una doctrina de los trascendentales
según el orden cognoscitivo, de tal modo que son lo primero de este orden y que fundan
nuestro conocimiento racional. Además, como estos modos generales del ente que son
los trascendentales explican, por así decirlo, el ente según diversos aspectos
convertibles con el mismo, «manifiestan las diferentes ‘caras’ del ente» [Aertsen 1996:
104].

Por tanto, los trascendentales se convierten, es decir, son realidades idénticas, pero
añaden un aspecto nuevo para nuestro modo de conocer:

la unidad añade a la noción del ente la negación de división, negación que no es nada
real,

y la verdad, la bondad, y la belleza añaden a nuestro conocimiento del ente una relación
de razón, relación que tampoco añade nada real, pues el ente en cuanto verdadero o
bueno no depende realmente de la inteligencia o de la voluntad, es decir, la verdad o la
bondad del ente no depende de que sea conocida o deseada.

La predicación análoga o unívoca del ente y de los trascendentales

El ente se predica de todo lo que es, pero no se atribuye a todo de la misma manera.

Si se dice que Dios y las criaturas son entes porque son, es evidente que no son del
mismo modo, pues Dios es el Ser subsistente, ser por esencia, mientras que las criaturas
son compuestas y por tanto participan del ser.

Existe por tanto una semejanza entre Dios y las criaturas porque ambos son, pero se da
también una gran desemejanza porque son de manera muy distinta.

Esto se explicará de una manera diversa: Para Scoto, el ser de predica de manera
unívoca tanto de Dios como de las criaturas.

Par Tomás, el ser se predica de manera análoga, de dos realidades porque se atribuye a
ellas de manera semejante y desemejante. Es una consecuencia de su doctrina del acto
de ser: puesto que todo ente posee un acto de ser es este este el fundamento de la
predicación analógica: tiene el este por esencia o por participación.

No solo los atributos, sino los trascendentales puesto que se identifican con el ente, se
predicaran según las escuelas filosóficas: de manera unívoca o análoga.

Ejemplo de la escuela tomista: al atribuir por ejemplo la unidad a Dios y a las criaturas, se
predicará también análogamente, ya que Dios es la unidad misma por su simplicidad,
mientras que la unidad en las criaturas se dará en grados según la unidad de
composición, según los niveles de composición que se dan en los seres finitos. Los otros
trascendentales se darán también máximamente en Dios, y sólo según grados en las
criaturas.

Clasificación de las “pasisiones entis”

1. (Tomás) Pasiones convertibles con el ente: uno, verdadero, bueno y bello.

Unidad: Unum
Todo ente, en cuanto que es, es uno. La unidad trascendental consiste en la indivisión del
ente, pues algo que se descompone deja de ser lo que era. Cuando el alma deja de
informar la materia del cuerpo, es decir, cuando se separa del cuerpo, entonces éste se
descompone y pierde la unidad que tenía. La unidad no añade nada real al ente; ambos
son idénticos y se basan en el ser, aunque sí añade la negación de división interior. Esta
negación no supone nada real en el ente. Por consiguiente, existe una identidad real
entre la unidad y el ente, y solo una diferencia conceptual: se aprehende primero el ente,
y luego se conoce como un ente que es distinto de los otros entes. La unidad se entiende
así como un aspecto del ente.

Verdad: Verum
La verdad se atribuye principalmente al juicio del entendimiento, porque es ahí, en el
juicio, segunda operación del intelecto, donde se da la conformidad del intelecto con la
realidad. El juicio es verdadero cuando afirma que lo que es, es, y lo que no es, no es.
Para que haya adecuación del entendimiento con las cosas, es necesario que la entidad
de éstas se dé a conocer, de tal manera que sea el fundamento y la medida de la verdad.
No hay pues verdad en el entendimiento humano sin la previa verdad de las cosas, es
decir, la verdad del ente, o la verdad ontológica. Ésta es así el fundamento de la verdad
del conocimiento.

Al decir que el ente es verdadero hacemos hincapié en su inteligibilidad; por tener el ser,
el ente es inteligible y puede así ser captado por el entendimiento humano. Entendemos
lo que es; no podemos entender lo que no es. Por consiguiente, el ente y la verdad son
realmente idénticos.

Bien: bonum
Al referirse al bien a las cosas, se dice que el ente, en cuanto que es, es bueno; el bien
radica así en el ser de las cosas, y según el grado de ser, mayor será el bien. Pues las
cosas son buenas por su participación en el ser, mientras que Dios es el Sumo Bien
porque es ser por su esencia. Cada ser o ente es bueno según su ser, y por consiguiente
el ente y el bien se convierten, es decir, son realmente idénticos.

Belleza: pulchrum
Lo bello es lo mismo que lo bueno, con una sola diferencia de razón. Como lo bueno es
lo que todas las cosas apetecen, es de la razón de lo bueno que el apetito descanse en
él, mientras que pertenece a la razón de lo bello que el apetito se aquiete con la vista o el
conocimiento de lo bello.

2. Scoto, ampliará los trascendentales convertibles para dar cabida a los


trascendentales disyuntivos: maneras de cualificar al ser de un modo disjunto, a saber:
infinito-finito; necesario-posible; increado-creado; acto-potencia. En su opinión este tipo
de trascendentales, ofrece a la mente disponer de un conocimiento distinto de Dios al
superar las cualidades negativas de las criaturas.

3. Añadió también Scoto, los trascendentales de perfección absoluta que solamente


se predican de Dios, porque trascienden todas las categorías finitas: como
todopoderoso, omnisciente, perfectísimo, etc. Son trascendentales de uso teológico, que
atribuyen a Dios cualidades negadas al ser finito. Como vemos, se trata de una vía para
acercarse al conocimiento de la naturaleza de Dios y al tiempo, un camino preparatorio
para probar su existencia.

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