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Carlos Barrajón
e n a z u l
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en azul de prólogo
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y aceptarse, la recompensa es un convivio, otro lugar común en sus poemas, para
que el conocimiento se deguste en comunión. Una puerta de entrada para este
viaje lírico que nos conduce a la solitaria salida necesitados de vida, invitados por
nuestro buen anfitrión a la nostalgia de lo uno.
¿Qué hay en el camino, en esa tierra de nadie? No intento dar la solución al
lector que va a emprender esta aventura. Transmito, tal vez, la misma respuesta, la
misma interrogante vocación con la que el libro se propone. ¿Mística? Puede ser.
Poca poesía actual se libra enteramente de un atributo que hoy casi forma parte de
su definición. Digamos, mística, pero con trampas, para el libro que ahora está en
nuestras manos. O dejemos que nos lo diga él, que nos lo vaya leyendo en nuestros
ojos. Notaremos enseguida que la palabra es ajena, de carne y hueso. Y que el
mundo interior al que nos lleva está lleno de entradas y salidas, de cambios de voz
y de género con los que un poeta explorador nos narra sustratos de conciencia,
isobaras que su pluma trazó, meridianos y paralelos. Nos llega con el mismo
viento que da entrada a los cirros y a los cúmulos en su poesía, en el mismo
espacio que nos hace partícipes del juego de la toponimia poética. El lector lo
verá, cuando se abra camino, tal vez con mayor nitidez de la que ofrecen todas las
líneas invisibles de nuestra geografía real.
Luigi Motta
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I
t a r d o r
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e n a z u l
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ii
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iii
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iv
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nacimiento de la palabra
Tiziana Paganelli
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Grita con el corazón a la tierra.
Con el grito horadadas y perforas,
topo loco el corazón batiendo,
y haces surgir un sonido carnal
que está naciendo.
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universo
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ii
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sueño incierto
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columna invertida
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tardor
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tarde en La Mancha
No miente el corazón,
pero se engaña con la verdad
cuando la verdad es sorberse las lágrimas
que las piedras vierten, río sobre arcillas recientes,
viejas cuarcitas del paleozoico,
viejo hocico del viejo animal bien muerto
que muestra su desgarrada piel hiriente.
En bruto, con la vibración sin armonía
del eco de las esquilas, muy tarde en la tarde,
me estoy yendo
en la vibración acorde del primer sonido,
fluyo con las últimas luces del horizonte,
y antes de irme me refugio en el viejo comedor,
un arreglo, una modestia, una decencia,
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cómo espesa la vida
con la carne de membrillo sobre la mesa
y el feliz zumbido de una mosca tardía,
penumbra, ardor resuelto
en tantísimas tardes donde posa lo vivido,
restalla la luz en la carretera bacheada,
todo azul brillante la cinta remendada,
muy marrones los campos,
me voy cuando me quedo,
y no se si estoy en el río naufragando
palabras que la mar algún día
hará inteligibles.
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ilusión
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inminencia
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atardecida
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relatividad
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lazo
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qibla
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sombra de sueño
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521
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atenta
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carbones
Despertar de la sangre,
los cantos que circulan por la sangre,
consumir en el grito los viejos carbones,
haciéndolos brillar con una luz más pura,
mientras el mundo hace crepitar ramitas jóvenes.
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constelador
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dinero
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charcos
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variaciones sobre un título de Rodrigo Muñoz
Lo que no sabemos
nos condena a los límites,
nos salva del espanto,
nos salva de olvidarlo,
a los que no sabemos que no lo sabemos
y estiramos el canto.
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a amor le sonreías
El amor te miraba,
ojos que muy despacio van lamiendo la piel,
mudo y blanco,
el amor sonreía
a la absorta presencia que en la noche respira.
El amor te quería,
luna que se refugia en las aguas, espejos,
y tú, ensimismado, al amor rehuías,
ni atracción ni rechazo, lo buscabas en ti,
negros ojos abiertos que se ahondaban por dentro,
consumado naufragio,
el amor te miraba,
y tú, mientras te ahogabas,
a amor le sonreías
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II
u m b r í a
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exaltación, canto y caída
Exaltación del ser que sabe a luz abierta sobre las luces, flecha y tensión,
cuerpo estirado, el alma se ensancha y se contrae en amplios espasmos que
meten hacia dentro las palabras. Perseguidor de luces en la luz más nueva,
el sentido está en el propio sentido, en la dirección armónica de todas las
direcciones que marcan un camino. Pero no hay otro camino que el camino
de la exaltación que no tiene camino. Así, después, la desaceleración, los
ojos embriagados de alegría que busca donde posarse, el paso que de pronto
vacila, bueno, hay que pararse un poco, hay que sentarse, el tiempo se
contrae, y descanso feliz en la onda que retiene y halla el punto justo de
equilibrio entre la expansión y el seno que vibra y se dilata contrayéndose.
Respiro con las luces, con los ojos, con los objetos quietos, con seres que se
mueven, y contagio al cuerpo de una dirección querida donde concentro
toda la fuerza que antes desparramaba su abundancia. Y entonces canto.
El canto sube, aprieta sus cuerdas, las abre, afina en la piel, la frontera
se franquea con los poros abiertos, pero no entra nadie. Busca su ser el canto
en el oído latiente que le acoja, y sigue cantando esperando un ser que
escuche, y el tiempo cambiante mueve también las ondas de voces que
suplican ahora, y la suplica se afina tanto que rasga al propio ser que canta.
Busca entonces uno volver a la fuente de donde había manado esa alegría
sin fin, ese ser porque sí, retornar a lo inmotivado, a la desposesión, a la
nada. Y ya no puede, y el canto cesa, y lee cosas tristes la mente para encontrar
cobijo blando en los entresijos de las cosas blandas.
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ángel enfermo
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con todo el azul, todo el éter para mi.
Y sé del tormento,
y a veces sudo. Y hablo solo. Y quiero volver para curarme.
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nerpio 909
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luz que regresa
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umbría
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melancolía
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ojos para ver, mente para escrutar
desde el punto infinito todos los infinitos puntos
que me llaman con sus voces hermosas
por la distancia al acto.
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estatua
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dolor
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oreo
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III
c a l
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muchachas en la lluvia
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soplo
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sobre mis labios
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herida
Relumbraba la piel,
el fiel herido, un compás de música
en el agua. Esperaba el herido,
restallaba el afán, anegaba el olvido.
Todo un juego de lilas,
todo el amor quemado
en un incensario blanco,
la luz en círculos.
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amor secreto
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dos voces
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y se agrieta, enfriándose,
reflejando los gestos de un amor consumido,
corazón coronado de cenizas,
los excesos duelen, vulgar filosofía de los días,
persigue Séneca la medida,
como yo persigo, huyendo,
otro corazón huido,
jinete sobre azul,
cabalgando lomas, colinas,
placeres y dicha que no avisen abismos.
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pasillo de cal
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IV
r e g r e s o
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del tiempo
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nostalgia de lo uno
El ojo no duerme,
los sueños se desvanecen
por sí mismos.
Si el espíritu no se pierde
En las diferencias,
Las diez mil cosas no son
más que una identidad única.
Del Sin-sin-ming, texto zen atribuido a Seng-Tsan, siglos VI-VII
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a la región blanca donde todo retorna a lo Uno.
Y cuando el espíritu no se pierde
en las diferencias ni ama ni odia, ni busca
ni encuentra, e incluso ya transmutado en luz,
aún así el espíritu humano ama lo diverso e inicia
el camino de retorno que le hace sentir
el germen de lo Uno en cada cosa distinta. Y la nube
que recorre solitaria el cielo contiene en su fugacidad
la inmensa nostalgia de lo eterno, porque lo Uno
eterno está repleto de nostalgia por cada brizna
de hierba, por la mirada de los ciervos, por la línea de sombra
y luz de las nubes que pasan van dibujando en la tierra.
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