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En el fondo, toda ideología, como concepto referido a una serie de ideas dispuestas para la
acción, y ajeno al origen terminológico de ciencia de las ideas de Destrutt de Tracy, es un
instrumento para la conquista del poder político. Se basa en argumentaciones particularizadas
que arrancan de la experiencia sobre un mundo real, dispuestas para condicionarlo desde un
aspecto ideal previo, a través del que se pretende conducir la realidad en la práctica,
fabricándola a la medida de unos intereses que aspiran a ser dominantes. Este proyecto de
desarrollo de la realidad dirigida en una dirección determinada, de entrada hay que considerarlo
una falsificación, por cuanto el devenir es condicionado por una idea impuesta por un grupo que
aspira a ser dominante, tratando de adecuarlo a un determinado perfil, coincidente con los
intereses particulares de sus promotores [5]. De alguna manera asumen un componente de
creencia, en cuanto aportan al ideario dosis de utopía comercial, cuya finalidad es animar a los
adheridos e imprimir un toque de espiritualidad a su propósito transformador de lo existente.
Si para la adhesión la ideología requiere buena presencia y componentes atrayentes, para
adquirir solidez social, la ideología precisa de legitimidad, es decir, trata de justificarse ante las
masas en términos racionales de contenido jurídico, con la vista puesta en una posterior
aceptación social.
No es casualidad que la burguesía tome el poder en las sociedades avanzadas europeas desde
finales del XVIII, porque el modelo precedente, expresión del viejo poder de la casta de los
guerreros en alianza con los representantes de la creencias, está agotado. Sus argumentos de
orden social ya no sirven, puesto que los soportes de fuerza se han devaluado al ser
progresivamente reemplazados por la lógica del capital. Llegados aquí, la Ilustración, primero,
aporta un argumento demoledor para las viejas ficciones, que consiste en dirigir a la humanidad
hacia el camino de la luz desterrando las tinieblas, preparándose para liquidar todo aquello que
se oponga a la nueva realidad material que se hace conciliar con la razón. Si bien la idea de
racionalidad fustiga un mundo falsificado, dominado por ficciones, al que se opone el sentido
común, en segundo término, hay otro mundo de realidades silenciadas que clama por emerger
a la superficie, y tales realidades adquieren consistencia, auspiciadas por el capitalismo en su
propio interés, dispuestas para la acción efectiva. La Ilustración alumbra de sentido al
pensamiento emergente condenado a guardar silencio, por lo que su fuerza contestataria no
tiene otra opción que servir de soporte de ideologías innovadoras. En el terreno existencial se
palpa la disfunción de dos estamentos dominantes, pero con un repertorio caduco, y un tercer
estado que cuenta con el poder real, pero que se le excluye del poder político. Aunque la función
ilustradora está pensada para las masas, sus principales efectos recaen sobre las elites
burguesas, porque las primeras carecen de las cualidades necesarias para percibir sus efectos
de no mediar la intervención de intérpretes. La interpretación se factura con etiquetas sencillas:
libertad, igualdad y fraternidad. ¿Quién vende la mercancía?. La burguesía revolucionaria. He
aquí el inicio de la ideología capitalista, destinada a obtener beneficios manipulando a las masas.
Globalización capitalista.
Como dice Bauman el término globalización está en boca de todos [7], hasta el extremo de que
suena a tópico. Probablemente esta circunstancia permite cumplir uno de sus propósitos:
asumir su recepción como un hecho natural y generalizable para las masas. Oficialmente, por
ejemplo, para el FMI, se trata de la interdependencia económica creciente en el conjunto de los
países del mundo, provocada por el aumento del volumen y de la variedad de las transacciones
transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al
mismo tiempo que por la difusión acelerada y generalizada de la tecnología. Y para la CE es el
proceso mediante el cual los mercados y la producción de diferentes países están volviéndose
cada vez más interdependientes debido a la dinámica del intercambio de bienes y servicios y a
los flujos de capital y tecnología.
Dada la naturaleza expansiva del modelo capitalista, era previsible que en las sociedades
avanzadas se desbordara más allá de los estrechos límites de un Estado. Tal necesidad ya
aparecía en la época del absolutismo y después se hace evidente en el plano económico con el
desplazamiento del burgués por el empresario y seguidamente por el accionista. La tendencia
expansiva desde modelos empresariales -tras de los que se encuentra el accionariado como el
último capitalista- para superar fronteras con ideas imperialistas dirigidas a construir
monopolios económicos sectoriales explotadores, incluso dependientes de una megaempresa
concentradora de monopolios, hay que entenderlo como la propensión natural del capital, que
acaba por definirse plenamente con el transcurso del tiempo. No obstante, el capitalismo
representado por la actividad concertada de las grandes empresas multinacionales por acciones
no ha prescindido totalmente del patrón Estado como motor de cobertura de sus negocios, sino
que, por otro lado, lo ha potenciado en algunos casos a fin de que adquiera caracteres
hegemónicos. Al amparo de los Estados hegemónicos se impone sobre los Estados débiles un
modelo político uniforme, que coadyuve en la seguridad jurídica para facilitar una expansión
geográfica sin trabas, un modelo cultural, que permita mayor receptibilidad de la fórmula
capitalista en los distintos países, y el modelo económico, que establezca la exclusividad
financiera, productiva y comercial de la forma de hacer del capitalismo dominante.
Hasta ahora, el papel de las masas, seducidas por el consumo -ofrecido como forma de bienestar
cuando solo es un estado de dependencia carente de valor [11], ya que lejos de alcanzarlo sirve
para crear nuevas necesidades, al objeto de permanecer atrapados en la dinámica de una
modernidad falseada-, vienen siendo el motor del capitalismo De otro lado, su instinto político
ha sido atendido por esa democracia representativa de papel. Si la burocracia ha aumentado su
poder a costa del Estado plurifuncional, no obstante necesita justificarse, y en cuanto a la política
burocratizada es evidente que depende de la voluntad de las masas en el proceso electoral.
Estas masas adormecidas social y políticamente están abocadas al despertar en los confines de
su Estadonación. Lo que acabará por producirse cuando la tecnología agote el repertorio
innovador con el que las tiene entretenidas, las crisis se radicalicen y el ejercicio político se
devalúe totalmente. Cuando el bienestar ya no provenga del mercado, el modelo de capitalismo
dominante dejará de ser necesario, con lo que perderá el control total que ahora le garantiza el
dominio mundial sin posibilidad de competencia. Las masas ilustradas por el lado bueno de la
tecnología, conscientes de la realidad, acabarán por llamar a la sensatez y exigirán poner fin al
absurdo de un sistema de minorías privilegiadas. No obstante, como recurso aún quedará el
espíritu innovador, señalado por Schumpeter, con lo que se hace posible que, agotado como
capitalismo de élite, resurja como capitalismo de masas