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A Adriana Astutti que en el comienzo me insistió, con la con- Introducción

fianza incondicional de las mejores amigas, para que publicara


este libro y, en el final, contribuyó, con toda su experiencia y
profesionalismo editorial, para que esto se concretara.
A mis amigos de la Facultad. A Sandra Contreras, Martín
Prieto, Sergio Cueto, Analía Capdevila, Marcela Zanin y, otra
vez, a Adriana Astutti y Nora Avaro, el entusiasmo en el tra-
bajo compartido a lo largo de los años. Desde siempre, ustedes
son la mejor escuela. Algunos días antes de defender la tesis,
Sandra me invitó a presentar la introducción en el Taller de
Metodología que dicta en la Maestría de Literatura Argenti-
na. En la charla con ella supe por primera vez que algo de esto
había salido bien.
A Mariana Catalin y a Laura Utrera, la disposición con que A comienzos de los años ochenta, el crítico cubano Antonio
aceptaron reemplazarme en las clases mientras escribí la tesis. A Prieto Taboada entrevistó a Enrique Pezzoni a propósito de la
Mariana, también, su colaboración en el trabajo de archivo. obra y la trayectoria de José Bianco. La idea, que lamentable-
A mis amigos de otros lados, María Celia Vázquez y Miguel mente no llegó a concretarse, era reunir y publicar algunos
Dalmaroni. A María Celia, una interlocutora tenaz, la alegría de testimonios de amigos y colegas de Bianco que conocieran su
las pasiones comunes. A Miguel, que leyó algunas de mis prime- literatura y su tarea como traductor y editor. Según cuenta
ras intuiciones y me invitó a discutirlas con su equipo de investi- Prieto Taboada, Pezzoni eligió contestar las preguntas por es-
gación, la curiosidad y el interés que tiene por mi trabajo. crito y respondió a siete de las veinte que le había enviado. A
A las instituciones. A la Maestría en Letras Hispánicas de la pregunta acerca de si inscribiría a Bianco dentro de alguna
la Universidad Nacional de Mar del Plata, donde obtuve una generación específica, Pezzoni, que había ocupado también la
beca Fomec con la que empecé a cursar los estudios de posgra- secretaría de redacción de la revista, respondió que la partici-
do. A la Fundación Antorchas y al Fondo Nacional de las Ar- pación del escritor en “ese fenómeno sociocultural que fue Sur”
tes, que financiaron distintos momentos de esta investigación. había cumplido en su caso el rol de una generación. “Fenóme-
A Emilia, mi hija, que durante meses jugó a que sus Bar- no complejo –agregó– nada que ver con un grupo determinado
bies trabajaban de “hacer la tesis” y ahora ya escribe sus pro- (los que escribían en Sur no podían ser más diferentes entre
pios libros. sí)” (1992, 5). La respuesta de Pezzoni acentuaba un aspecto
A Jorge e Inés, mis padres, porque este libro va a alegrarlos de la revista que Bianco había propuesto pocos años antes y
casi tanto como a mí. omitía otro. En el ensayo escrito en 1976, mucho después de su
renuncia a la secretaría de redacción, Bianco reconocía entre
los mayores méritos de Sur la capacidad para reunir, sobre la

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base de “un acuerdo general […], un acuerdo de orden ético”, a me producía la pertenencia de estos escritores a esa línea co-
escritores de ideas dispares. “¿Es que hay algo –decía– más mún, la línea Borges-Bioy, sumó a mi curiosidad por Silvina
distinto de Mounier que Sartre, de Jean Genet que Thomas Ocampo un interés creciente en el debate literario de Sur. La
Merton, de Gabriela Mistral que Valéry, de Borges que Martí- lectura paralela de las obras me había vuelto evidente que el
nez Estrada, de Alberto Girri que Mastronardi, de Victoria que subgrupo estaba integrado por sensibilidades artísticas muy
Silvina Ocampo?” (“Sur”, Bianco 1988c, 323). La respuesta de distintas, cuyas diferencias escriturarias se borraban por com-
Pezzoni retomaba el entusiasmo de Bianco por las diferencias, pleto al remitirlas a esa colocación en la revista.
pero se abstenía de inscribirlas en un marco más amplio y tras- No quiero decir con esto que Pezzoni acertaba sin más al
cendente. Algo de ese ánimo disociador, que con tono provoca- afirmar que los que escribían en Sur estaban lejos de consti-
tivo transmitían sus afirmaciones, siguió resonando para mí a tuir un grupo determinado. No hay dudas de que, tal como
lo largo de toda esta investigación y terminó por orientar su sostienen los estudios de María Teresa Gramuglio, sus miem-
desarrollo, según pude advertir tiempo después. bros adhirieron a una constelación de valores compartidos a
Llegué a Sur por un camino lateral que, incluso antes de la que se mantuvieron fieles a lo largo de los años. Una suerte
poder explicar por qué, sabía que era equivocado: el de la na- de “proyecto tácito” (Gramuglio 2001a, 343) elaborado en tor-
rrativa de Silvina Ocampo. Impulsada por la agitación y el no a amplios puntos de consenso en el plano político, ideológi-
desconcierto que me había suscitado la lectura de su primer co y cultural los mantuvo unidos durante por lo menos tres
libro y muchos de sus relatos posteriores, intenté pensar dón- décadas, si se considera el alejamiento de Bianco, en 1961, como
de residía la singularidad de su literatura. Propuse entonces el primer retiro importante de la revista. Los acuerdos en este
una vía de aproximación inicial demasiado previsible, sin du- sentido no impidieron sin embargo que en el plano literario
das, escolar y, en algunos aspectos, también desacertada: con- convivieran, con distintos grados de tensión, las mayores di-
sideré necesario contrastar el efecto que provocaban sus rela- vergencias y heterogeneidades. La respuesta de Pezzoni ad-
tos con los de los escritores con quienes a menudo se la vertía (según me interesó escuchar) sobre las consecuencias
emparentaba en el interior de la revista. No sabía aún, no sé si homogeneizadoras de un enfoque que priorizara los entendi-
hubiese podido saberlo sin el extenso rodeo de esta investiga- mientos ideológicos sin prestar una atención similar a las dis-
ción, que la excepcionalidad de Ocampo residía menos en la crepancias literarias. Fue la conjunción involuntaria de mi
divergencia con esas otras narrativas, que en la distancia mó- impulso lateral hacia Sur con la sediciosa hipótesis de Pezzoni
vil y escurridiza que en ocasiones la separa de sí misma. De sobre la configuración del grupo lo que transformó el ámbito
modo que entré a Sur con el propósito inicial y relativamente literario de la revista en un horizonte problemático: Sur deja-
acotado de revisar las razones y presupuestos que habían lle- ba de ser ese contexto bien establecido para convertirse en un
vado a críticos destacados a identificar dentro de la revista un terreno inestable del que se desprendía una serie de interro-
subgrupo liderado por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casa- gantes cuyas respuestas diferirían mucho más de lo previs-
res e integrado por Silvina Ocampo, José Bianco y Juan Rodol- to en el propósito inicial de mi trabajo. ¿Qué había sucedido
fo Wilcock, entre otros. El incómodo efecto de igualación que para que obras y escritores tan distintos pudieran integrar-

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se sin reservas? Más aún, ¿cómo, según qué intereses y pre- de los rasgos que caracterizaban a los principales escritores
supuestos, se había leído el debate literario de la revista de la revista Martín Fierro. Borges y Mallea resultaban, desde
para que esta idea resultase todavía hoy un lugar común su punto de vista, figuras representativas de dos momentos
entre sus críticos? del campo intelectual y de dos zonas diferenciadas en Sur: la
A partir del ensayo que Jorge Warley incluyó en el dossier de la vanguardia martinfierrista, que ocupaba un sitio menor
fundamental que la revista Punto de vista dedicó a Sur en 1983, y excéntrico, y la del ensayismo moral de corte contenidista,
ensayo que retoma desde el título, “Un acuerdo de orden éti- que contaba con una presencia mayoritaria. Más allá de las
co”, el aspecto de la afirmación de Bianco que Pezzoni había diferencias estéticas y de colocación, ambas tendencias co-
omitido, la crítica coincide en señalar que desde sus inicios la existirían en Sur sobre la base del acuerdo ideológico gene-
revista tuvo dos tendencias literarias divergentes, represen- ral señalado por Bianco, un acuerdo que, según Warley pun-
tadas, por un lado, por los intereses morales y espiritualistas tualizaba, se sostenía en la “ilusión de una convivencia
de Eduardo Mallea y, por otro, por las preocupaciones forma- pacífica” (1983, 14).
les de Jorge Luis Borges. El artículo de Warley prolongó las Combinando el punto de vista histórico con la lectura tex-
conclusiones que Beatriz Sarlo había expuesto un año antes tual, el completísimo libro de John King, Sur. Estudio de la
en su célebre ensayo “Borges en Sur: un episodio del formalis- revista argentina y de su papel en el desarrollo de una cultura
mo criollo”, texto central con el que Punto de vista inauguró 1931-1970 (1989), abordó la revista en su desarrollo interno y
una nueva línea de lectura, interesada en revisar los prejui- reconstruyó con exhaustividad tanto los núcleos ideológicos e
cios con que los intelectuales de la llamada corriente de pen- intelectuales compartidos como las diferencias estéticas. En lo
samiento nacional-popular (y sus continuadores del naciona- que respecta a las transformaciones producidas en el ámbito
lismo de izquierda) emprendieron una virulenta detracción de literario, su investigación mostró la distancia cada vez más
Sur y una radical asimilación de la obra de Borges a la litera- pronunciada que se abrió entre las dos líneas que habían ca-
tura de la élite oligárquica. Excéntrico a la problemática de racterizado Sarlo y Warley. Por un lado, circunscribió con cla-
contenidos con fuerte tendencia moral que imperaba en sus ridad los momentos de ascenso y de repliegue por los que atra-
páginas y a la vez miembro de su consejo de redacción, Borges vesó la obra de Mallea en Sur, a partir de un examen minucioso
introducía en Sur, según Sarlo, el sesgo que él y Girondo ha- de la extensa lista de notas y reseñas que recibió en la revista.
bían impreso a la vanguardia de los años veinte y que podía Por otro lado, advirtió el desplazamiento temático que sufrie-
resumirse en el interrogante sobre cómo escribir una literatu- ron las colaboraciones de Borges desde los tópicos criollistas
ra que pudiese pensarse argentina, desde la perspectiva for- de sus notas iniciales hacia los ejes centrales de una teoría del
mal y lingüística de una reflexión sobre las operaciones del arte narrativo que estaría en la base de su poética desde fines
discurso. De acuerdo con esta distinción, Warley contrapuso de los años 30. El reconocimiento de este cambio impuso a los
los intereses vanguardistas de Borges a las postulaciones de estudios posteriores la necesidad de repensar los términos en
Mallea: la idea del “escritor-agonista” propuesta por el nove- los que Warley había planteado inicialmente la diferencia con
lista se afirmaba, para Warley, sobre la negación (la inversión) Mallea. En adelante, esta diferencia ya no se establecería

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entre las preocupaciones morales del novelista y los rasgos los años treinta sumaron, desde su punto de vista, una flexión
vanguardistas de Borges, sino entre los nuevos intereses de más en el largo desarrollo que el ensayo de interpretación na-
Borges por la narración y sus procedimientos específicos y las cional tuvo en la literatura argentina. Dos, que lo más repre-
prolongadas y angustiosas novelas confesionales de Mallea, sentativo en esos años fue el conjunto de transformaciones de la
refractarias a los aspectos formales de la literatura. En rela- narrativa, buena parte de las cuales se originaron en el corazón
ción directa con este cambio, el libro de King introdujo la idea de Sur. Tres, que otro rasgo novedoso fue la intensidad de los
de que el desarrollo de la nueva teoría sobre la narración pre- debates político-ideológicos generados por los conflictos de la
sentada por Borges fue, en gran parte, “una práctica de grupo” escena internacional, que tensionaron el entero campo intelec-
en la que intervinieron Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo tual argentino hasta producir reagrupamientos y dividir posi-
y, en menor medida, José Bianco. Revisó la participación que ciones de un modo hasta entonces inédito. Dada la importancia
cada uno de ellos tuvo en el interior del subgrupo y concluyó que todas estas cuestiones adquirieron en sus páginas, conclu-
que fue justamente el ejercicio de esa práctica compartida lo yó Gramuglio, cabe afirmar que lo distintivo en esos años fue,
que determinó que consiguieran afirmarse en la revista como precisamente, la aparición de Sur. En el desarrollo de la segun-
una alternativa estética de peso. Gramuglio (1989) prolongó da hipótesis –que es la que me interesa de un modo más direc-
esta conclusión en su artículo sobre Borges y Bioy en Sur al to– sus argumentos insistieron en que Sur fue “un banco de
afirmar que la red de textos que ambos escritores intercam- pruebas, vehículo privilegiado y agente activo” de la operación
biaron alrededor de los años cuarenta, sumado al vasto opera- que Borges, Bioy, Silvina Ocampo, y más tarde, Bianco, desple-
tivo que, junto a Silvina Ocampo, organizaron desde fuera para garon para correr del centro de la escena una poética de la no-
crear las condiciones de recepción de sus literaturas, funcio- vela y una idea de la literatura que subordinaba la dimensión
naba como una suerte de manifiesto grupal y disperso, en tan- estética a los imperativos morales, representada por Mallea y
to lanzaba una poética que disputaba el espacio a las ya exis- compartida, entre otros, por Victoria Ocampo. Los posteriores
tentes y aceptadas. estudios monográficos dedicados a la revista –me refiero a los
Los posteriores artículos de Gramuglio (2001a, 2001b y 2004) volúmenes de Nora Pasternac (2002), Rosalie Sitman (2003) y
significaron un desarrollo decisivo no sólo de los planteos de Nancy Calomarde (2004, 2010)– retomaron las principales pos-
King sino también de la renovación de los estudios sobre Sur tulaciones de King y de Gramuglio en este sentido, pero no
que sus propios ensayos, junto a los de Beatriz Sarlo y Jorge avanzaron más allá de sus conclusiones.
Warley, impulsaron desde las páginas Punto de vista. Estos La hipótesis que propongo en la primera parte de este libro
artículos se apoyaron en aportes parciales de los estudios ante- extiende el consenso crítico y sostiene que en Sur convivieron
riores para elaborar y proponer una perspectiva inédita sobre y polemizaron, de un modo casi siempre implícito y asordina-
la actividad literaria de los años treinta. Su propuesta consistió do, dos morales literarias antagónicas, cuyos valores principa-
especialmente en “leer los años treinta desde Sur” a partir de les informaron, de manera particular en cada caso, las distin-
tres hipótesis. Una, que lo nuevo de esos años no fue, como la tas poéticas narrativas y ensayísticas de sus escritores. Una
crítica repitió tanto tiempo, el ensayo de interpretación nacional: moral humanista, defendida por Victoria Ocampo, Eduardo

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Mallea y Guillermo de Torre, en estrecha sintonía con el deba- preparaba la defensa de mi tesis doctoral, encontré entre las
te de ideas que atraviesa la revista desde mediados de los años primeras anotaciones sobre el tema, que en un ensayo pione-
treinta, y una moral formalista con la que se identifican Jorge ro, “Sur o el espíritu y la letra”, publicado originalmente en
Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y su grupo de seguidores, en 1971 en la revista Los libros, Nicolás Rosa (1987) presentaba
los ensayos, notas y reseñas, que publican dentro y fuera de una descripción de lo que, recurriendo al Barthes de El grado
Sur, sobre todo desde comienzo de la década del cuarenta. cero…, designaba como la “escritura Sur”. A pesar del aire de
Complementa este planteo general, la idea de que la primera época que impregna de prevenciones ideológicas el análisis,
mitad de esa década constituye el período de mayor de tensión muchas de las conclusiones generales de ese ensayo resulta-
entre estas morales coexistentes. El alcance teórico y metodoló- ron fecundas y estimulantes para avanzar en lo que me inte-
gico que Roland Barthes le da al concepto de “moral de la forma resaba. A tal punto, que no me parecería del todo improbable
literaria” en El grado cero de la escritura no sólo me permitió que en “Literatura y humanismo”, el primer capítulo de este
proponer que las tendencias que la crítica reconocía de un modo libro, estuviese retomado el objetivo principal del ensayo de
difuso como líneas contrapuestas respondían en rigor a dos mo- Rosa. Este capítulo presenta una caracterización de la moral
rales divergentes, sino también pensar y situar con cierta preci- literaria dominante en la primera década de Sur, a partir de la
sión contra qué otras concepciones o ideologías literarias se enun- serie de valores y signos que la definieron. Los escritores más
ciaban estas morales. Dos núcleos centrales a las teorizaciones representativos de la revista fundaron sus juicios estéticos en
de Barthes contribuyeron a mi lectura. Por un lado, la idea de esa suerte de humanismo difuso y general, vinculado a los exis-
que “toda forma literaria es también valor” (Barthes 1986, 20), tencialismos cristianos, que signó una fracción importante del
de que toda forma presupone un ethos determinado y se presen- pensamiento francés entre la primera y la segunda guerra
ta de ese modo como “signo” de un “más allá” de las normas de la mundial.2 Se trata de una línea de pensamiento que encontró
lengua y las constantes del estilo, que envía a la Historia y a la una vía de ingreso privilegiada en las páginas de la revista y
posición que se toma frente a ella. Por otro, la idea, derivada de cuya incidencia en la literatura argentina del siglo XX se pro-
la anterior, de que las “escrituras” (se podría decir también, las yectó más allá de los escritores de Sur.
poéticas) son “morales de la forma literaria”. Es decir, remiten a La pregunta acerca de la función del escritor y del arte en
la elección que un escritor realiza de los modos de pensar y de general, pregunta que condicionó de manera medular las dis-
significar la Literatura, en el marco de los posibles que le brin- cusiones en todo el campo cultural argentino en la primera
dan la Historia y la Tradición (las mayúsculas son de Barthes). mitad del siglo pasado, encontró para los integrantes de Sur
Modos en que los escritores afirman, en conflicto tácito o explí- una respuesta categórica en la constelación de valores tras-
cito con sus antagonistas, lo que quieren que la literatura sea y cendentes, encarnados en las cualidades humanas excepcio-
deje de ser, en un momento determinado.1 nales que distinguían al escritor como miembro de una mino-
La decisión de apelar al concepto de “moral de la forma lite- ría espiritual privilegiada. Hay en la caracterización que
raria” para pensar el debate de Sur no fue del todo mía. Algu- propongo del humanismo literario de Sur tres núcleos rela-
nos meses después de terminada la investigación, mientras cionados: en primer término, el vínculo indisociable que esa

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moral proclama entre la “persona” y la obra del autor (el senti- el formalismo borgeano pone en juego “un sentido menos doc-
do y la importancia que la revista le otorga al concepto de “per- trinario que polémico, incluso provocador” (Ibíd., 36), un senti-
sona humana” deriva principalmente de la centralidad que po- do que Borges esgrime en condiciones y circunstancias siem-
see en el personalismo francés); en segundo término, la defensa pre particulares, “menos con el propósito de establecer unívoca
de la libertad o independencia política del escritor y su com- o taxativamente qué deben ser la literatura o un género, que
promiso irrenunciable con los altos valores del espíritu y, por con el de impugnar criterios de valoración que, favorecidos por
último, la adhesión a un modelo expresivo del lenguaje que las ideologías culturales de la época, se impusieron como do-
presupone la existencia de una conciencia espiritual a la que minantes” (Giordano 2005a, 20). La defensa del valor exclu-
este modelo le provee un medio de manifestación directo. El yente de la forma y el artificio que Borges y Bioy Casares em-
desarrollo puntual de cada uno de estos núcleos me permitió prendieron, junto a otros escritores de Sur, entre los que hay
identificar que el humanismo de Sur se afirmó en conflicto con que contar a Carlos Mastronardi y a Manuel Peyrou más que
las dos tendencias antagónicas entre las que se debatían los a José Bianco y a Silvina Ocampo, según se verá luego, tiene,
escritores europeos de entreguerras: el aislamiento de los de- en el caso de Borges, un alcance provisional y estratégico, orien-
fensores del arte puro ante la crisis mundial, por un lado, y tado no sólo a objetar los juicios establecidos por el humanis-
el compromiso directo con causas políticas de izquierda o de mo, sino también los criterios propios del nacionalismo domi-
derecha, por otro. La reivindicación de los valores humanistas nante en sectores del campo intelectual enfrentados al grupo.
operó en este sentido como una alternativa equidistante de los El interés exclusivo por el procedimiento y la forma identifica,
efectos deshumanizadores que los escritores de Sur les impu- según lo señaló la crítica,3 la poética narrativa que la literatu-
taron a las escuelas de vanguardia y de la indiferencia hacia ra de Bioy Casares define entre La invención de Morel (1940)
los grandes problemas del hombre que le atribuyeron a las lla- y los cuentos de La trama celeste (1948), pero no explica cen-
madas literaturas de propaganda. tralmente la fuerza de invención que distingue las ficciones de
Contra esta moral predominante, particularmente contra Borges, ni contiene el sentido o el valor de lo literario que trans-
la centralidad que la novelística de Eduardo Mallea, en tanto miten sus ensayos y reseñas. Si se atiende a los relatos que
expresión inmediata de esta moral, alcanzó en el campo litera- ambos escriben en estos años, no hay dudas de que Bioy, y no
rio porteño, los ensayos, las notas y reseñas de Borges y Bioy Borges, es el formalista de Sur. Aunque en pocas ocasiones
Casares proclamaron una definición de la literatura y una dentro de la revista, los juicios de Borges se apartan de la de-
poética del relato identificadas con una moral formalista. El fensa de la especificidad, que los formalistas esgrimen contra
alcance que reconozco al calificativo “formalista” retoma el sen- la trascendencia estética que proclaman los humanistas, para
tido que Sarlo le confirió en su texto inaugural de 1982, con el afirmar, en una dirección heterogénea a la que regula las dis-
carácter polémico que Alberto Giordano (2005b) le atribuye en putas, la irreductibilidad de la experiencia literaria a cual-
su lectura del texto de Sarlo. De acuerdo con una perspectiva quier valoración moral –incluso a las valoraciones propias de
que acerca las intervenciones de Borges a la tradición del en- la moral formalista–. Como intento mostrar en la lectura de
sayo tal como lo definió Theodor Adorno, Giordano afirma que su intervención en el debate “Moral y literatura”, hay en Borges

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un modo radicalmente nuevo de pensar este asunto, un modo sus intervenciones a ironizar sobre el fallo de la Comisión Na-
afectado por la experiencia de la desaparición del hombre en cional de Cultura), el resto de los participantes defiende la
el lenguaje. legitimidad institucional de Borges en la cultura nacional, a
El desarrollo de la idea complementaria, que localiza en la partir de pautas de valoración que tienden indirectamente a
primera mitad de los años cuarenta el período de mayor ten- corregir los criterios formalistas con los que se identifican sus
sión entre las morales literarias de la revista, se centra en tres posiciones. Las voces más moderadas responden a los cargos
acontecimientos claves de ese momento: en 1940, la interven- de “deshumanizada” y “antiargentina” (cargos que, en otra oca-
ción de Borges en la discusión sobre la novela con el prólogo a sión y bajo otras circunstancias, ellas mismas suscribirían),
La invención de Morel; en 1942, el “Desagravio a Borges” que apelando a una lectura trascendente de sus temas metafísicos
Sur organiza y publica en el número 94, cuando El jardín de y a una interpretación estilística de sus cualidades expresi-
senderos que se bifurcan no obtiene el Premio Nacional de Li- vas. Las voces más reticentes no se esfuerzan por disimular
teratura correspondiente al trienio 1939-1941; y en 1945, el sus reparos a la falta de vitalidad y a la gratuidad formal y
debate “Moral y literatura”, también organizado por la revista retórica que caracterizaría estas ficciones. Mientras la inter-
y publicado en el número 126, en el que participan, con excep- vención de Borges en la polémica sobre la novela expone sus
ción de Mallea, la mayoría de sus miembros más importantes. diferencias con las valoraciones predominantes en Sur, el desa-
En el primer caso, vuelvo sobre una discusión revisada por la gravio testimonia, de manera más o menos explícita, según los
crítica con el propósito de señalar algunos aspectos todavía participantes de que se trate, las reservas humanistas con que
inadvertidos, que resultan oportunos para fundamentar de un la revista le tributa el mayor de los reconocimientos.
modo más preciso las divergencias de Borges con Mallea. Ana- La lectura de ambos acontecimientos permite revisar la
lizada en el marco del debate de la revista, la ofensiva borgea- generalización en que suele incurrir la crítica especializada,
na contra la “novela psicológica” se presenta menos interesa- sobre todo la más reciente, al afirmar que en la década del
da en confrontar con las tesis que José Ortega y Gasset presentó cuarenta “Sur fue la revista de Borges” (Pasternac 2002, 233).
en “Ideas sobre la novela” del año 1925 (muchas de las cuales Estos estudios asocian, de un modo algo mecánico, la dismi-
se revelan próximas a las postulaciones de Borges) que en va- nución de colaboraciones de Mallea al notable incremento que
lerse de una versión simplificada de las mismas para cuestio- tienen las de Borges. Sintetizando en conclusiones esquemá-
nar en forma indirecta esa variante elemental de la “novela de ticas fenómenos complejos, que King supo evaluar como pro-
personajes”, propia de Mallea. La lectura del desagravio, un cesos dinámicos, leen las transformaciones que se producen
episodio sobre el que, por distintos motivos ni los críticos de la en el dominio literario de la revista como la simple sustitu-
revista ni los de Borges manifestaron demasiado interés, mues- ción del “modelo Mallea” por el “nuevo paradigma” impulsa-
tra el reconocimiento ambivalente que, contra las imputacio- do por Borges (Calomarde 2004, 286). En disidencia con esas
nes del nacionalismo, la mayoría de los miembros de Sur le interpretaciones, el comentario y la evaluación que, a modo
tributan a Borges.4 Con excepción de sus amigos personales y de cierre de esta primera parte, propongo del debate “Moral y
de sus seguidores en la revista (quienes, por lo general, limitan literatura”, un debate cuya relevancia pasó prácticamente

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inadvertida para los especialistas, sostiene, por un lado, que La segunda parte del libro trata de argumentar esa desar-
la declinación del predominio de Mallea obedece tanto, o qui- ticulación a partir de la lectura interpretativa de los inicios de
zás menos, a las estrategias de desplazamiento que Borges José Bianco y Silvina Ocampo. Los modos completamente di-
dispone en su contra que a la insistencia con que, inmune a vergentes en que estos escritores respondieron a las intima-
los cambios operados en muchos de los más conspicuos cola- ciones de las morales literarias de la revista decidieron las
boradores de Sur, el novelista sigue reivindicando una con- distintas orientaciones que tuvieron sus obras narrativas.
cepción espontaneísta de la literatura, en tanto directa ma- Mientras la de Bianco realizó una suerte de movimiento cen-
nifestación de los problemas esenciales del hombre. Por otro, trípeto hacia Sur y se integró en la dirección conciliatoria en
afirma que el incremento de las colaboraciones de Borges y que se había establecido el acuerdo de “Moral y literatura”, la
su ascenso en la revista se realizan en el marco del contro- narrativa de Silvina Ocampo se dejó llevar por un impulso cen-
vertido y parcial reconocimiento que sus integrantes le brin- trífugo que abrió, a fuerza de indiferencia más que por delibe-
dan a alguno de los valores que defienden sus ensayos, no- ración, una perspectiva heterogénea a las determinaciones de
tas y reseñas, y de un total desconocimiento de la diferencia Sur. La hipótesis que organiza la lectura de Bianco retoma y
cualitativa que su literatura introduce no sólo en Sur. Por sitúa en el contexto de las tensiones que atraviesan la revista
razones radicalmente heterogéneas, tanto Mallea como Bor- una de las ideas principales de Prieto Taboada (1986), la que
ges quedan al margen del amplio acuerdo de base que la sostiene que los ensayos y narraciones de Bianco reúnen dos
mayoría de los escritores de la revista suscriben en “Moral concepciones distintas de la literatura, una humanista y refe-
y literatura”. En sintonía con la revalorización de las virtu- rencial y otra interesada en la especificidad de los procedi-
des retóricas de la forma, que los escritores europeos de dis- mientos. El desarrollo de esta hipótesis se resuelve en tres mo-
tintas tendencias, especialmente franceses, impulsan con- mentos: en el primero, me detengo en un conjunto de artículos
tra la llamada “crisis del lenguaje” desencadenada por el que Bianco publica en el diario La Nación, desde principio de
simbolismo y prolongada por las escuelas de vanguardias, los años treinta y durante los años en que se inicia su partici-
los integrantes de Sur coinciden en defender la complemen- pación en Sur. Se trata de un corpus pequeño en el que se ad-
tariedad entre forma y contenido, como un modo privilegia- vierte con claridad el cariz moral que adoptan sus preocupa-
do de restablecer los vínculos entre moral y literatura. En ciones intelectuales en ese momento y en el que se anticipa el
el marco de este acuerdo, la literatura que José Bianco pu- acuerdo que lo acercará a la revista. En el segundo, me ocupo
blica en Sur desde mediados de los años treinta resulta la de sus dos colaboraciones iniciales en Sur: el comentario sobre
más representativa de los intereses estéticos que predomi- una novela póstuma de Leo Ferrero, que publica en 1935, y el
nan en la revista durante la década posterior. Las conclu- extenso artículo sobre las últimas obras de Mallea, que apare-
siones derivadas del examen general del debate literario, y ce al año siguiente. Por último, evalúo e interpreto el recorrido
fundamentalmente del análisis de “Moral y literatura”, narrativo que va desde La pequeña Gyaros de 1932, pasa por
desarticularon el mapa de la revista mientras me dejaron “Siete años”, un relato extenso que publicó en Sur 14 y 15 (no-
vislumbrar un nuevo ordenamiento. viembre y diciembre de 1935) y se cierra en “Sombras suele

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vestir” (1941) y Las ratas (1943). Como ocurrió también con inaugura una tradición interpretativa que identifica los pri-
los artículos de La Nación, y con la mayoría de las notas y meros cuentos de Silvina con una manifestación embrionaria
reseñas que publicó antes de los años cuarenta en la revista e imperfecta de lo que su narrativa desarrollará más adelante
Nosotros y en El Hogar, Bianco no incluyó los primeros ensa- –el comentario de Oscar Bietti, aparecido en la revista Noso-
yos de Sur ni los relatos anteriores a esos años en ninguna de tros a pocos meses del de Victoria, es el segundo eslabón de
sus antologías posteriores. La lectura de estos materiales, des- esta línea que se extiende, con matices, hasta los críticos con-
atendidos hasta el momento, permite reponer una imagen de temporáneos–. Por otro, a la certeza de que esta nota localiza y
escritor más compleja que la que construyó Borges en la rese- transmite, de un modo involuntario e imprevisto, el efecto de
ña a Las ratas, y con la que el propio Bianco quiso que se lo perplejidad que caracteriza a Viaje olvidado. La acertada ana-
identificara desde entonces. El hecho de ser un narrador poco logía que, más allá de sus intenciones admonitorias, Victoria
leído hasta la segunda mitad de los años setenta, revisitado a registra entre infancia, sueño y relato anticipa la idea de que
partir del interés en el análisis del relato y los géneros narra- una voz incierta e impersonal narra este libro. Sobre esta idea,
tivos, lo ayudó a cumplir esta aspiración. que perfilo a partir del concepto de “voz narrativa” propuesto
Silvina Ocampo abrió una alternativa suplementaria al an- por Maurice Blanchot (1991b), se articula mi relectura de Sil-
tagonismo entre las morales literarias de Sur; su singularidad vina Ocampo. Si los mejores relatos de Bianco se explican a
dejó en suspenso los criterios dominantes en la revista e in- partir de los valores complementarios enfrentados en el deba-
ventó valores nuevos. De allí que el paralelismo que establez- te de la revista, la narrativa de Ocampo, la que, antes y des-
co entre ella y Bianco resulte necesariamente un paralelismo pués de Autobiografía de Irene, se revela como una de las más
asimétrico, desigual e, incluso, anómalo. Parafraseando una impares de la literatura argentina, se desprende de las cir-
distinción de Noé Jitrik (2004, 632), agregaría que así como la cunstancias que ese contexto le impone y lo delimita como un
obra de Bianco es, en cierto modo, el resultado de las distintas contexto insuficiente para explicar su excepcionalidad. En ese
perspectivas que Sur “congregó”, la de Ocampo es una de las extenso arco de posibilidades heterogéneas que se abre entre
narrativas más excepcionales que se “desencadenó” en la re- lo que la revista Sur “congregó” y lo que se “desencadenó” en
vista. A esta excepcionalidad responde el desconcierto con que ella, un arco cuyos extremos podrían ubicarse entre la con-
los lectores contemporáneos recibieron su primer libro. La lec- fianza en la personalidad espiritual de los escritores que pro-
tura que presento de esta narrativa se inicia con el análisis de fesó Victoria Ocampo y la discreta afirmación de la imperso-
la conocida reseña que Victoria Ocampo escribió en Sur cuan- nalidad de la escritura en los cuentos de Silvina Ocampo, reside
do se publicó Viaje olvidado (1937). A partir de ese análisis la complejidad y la riqueza de una revista que, como advirtió
propongo una revisión de esos cuentos y desde allí evalúo Au- Francine Masiello (1985, 30), fue el forum literario más signi-
tobiografía de Irene como un desvío y debilitamiento de la bús- ficativo de la Argentina en la primera mitad del siglo.
queda inmanente que impulsó esta obra en los comienzos. El
interés en la reseña de Victoria remite a dos razones diferen-
tes y encontradas. Por un lado, al hecho de que con ella se

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