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LAS ETAPAS
DEL PENSAMIENTO
SOCIOLOGICO
i
E D IC IO N E S S IG L O V E IN T E
BUENOS AIRES
T ítulo de l or iginal francés
LES ÉT APES D E LA P E N S E E S OC IOLOG IQU E
Gallim ard. - Paris
T r aducción de
AN IBAL LE AL
IS BN: 9 5 0 .5 1 6 .0 6 5 .X (T o m o 1°)
U B n O DE E D IC IÓN ARC E N T IN A
Au g u s t o Co m t e
“Cons idérations philos ophique s sur
les sciences et les savants” (1 8 2 5 ),
en Systéme de p olitique pos itiv e ,
t. IV, Apéndice , pág. 161.
Este libr o — quizá fue ra me jor de cir los cursos <jue le sir>
vie ron ele base— me fue suge rido por la e xpe riencia de lo*
congresos mundiale s de la As ociación Inte r nacional de Socio
logía. Desde que nuestros colegas soviéticos pa r ticipan en e llo*,
estos congresos ofrecen una ocasión única de oír el diálog o en»
tre los sociólogos que r e ivindican una doctrina de l s iglo pa
s ado y par a quie ne s las ide as directrice s de esta últ im a son
parte de finitiva de la cie ncia, y por otra parte los sociólogos
formados en las técnicas mode rnas de obs ervación y e xpe ri
me ntación, e n la práctica de la e ncuesta me diante sondeos,
cue s tionarios o entrevistas. ¿De be mos cons ide rar a los s ociólo
gos soviéticos, los que conocen las leyes de la his tor ia, como
mie mbros de la mis ma profe s ión cie ntífica que los s ociólogos
occidentales? ¿O como las víctimas de un régime n que no pue
de s eparar la cie ncia de la ide ología, porque ha trans forma
do una ide ología, re s iduo de una cie ncia ante rior, e n ve rdad
de Es tado, bautizada ciencia por los guardiane s de la fe ?
*
LOS F U N D A D O RE S
C H A R L E S - L O U IS D E S E C O N D A T
B A R Ó N D E M O N T E S Q U IE U
Por cons iguie nte , apar e nte me nte estas tres parte s s on e n
un s e ntido una s ociología de la po lític a; lue go un e s tudio
sociológico de las causas, unas fís icas y otras morale s , que
actúan sobre la or ganización de las sociedades.
Ade más de estas tres parte s pr incipale s , que dan los últimos
libr os de E l e s píritu de las leyes que , consagrados a l e s tudio
de las le gis lacione s romana y fe udal, re pre se ntan ilus tr acione s
his tóricas , y e l libr o X XIX cuya r e lación con una de las gran
des divis ione s sería d ifíc il; pre te nde re s ponde r a la pre gun
ta: ¿Cómo debemos compone r las leyes? Pue de inte rpre tars e
este últ im o lib r o como una e laboración pragmática de las .con*
secuencias que se de duce n de l e s tudio cie ntífico.
Tenemos, finalme nte , un libr o de d ifíc il clas ificación e n
este p la n de conjunto: e l lib r o XIX, que se ocupa de l e s pí
r itu ge ne ral de una nación. No se re fie re por lo tanto a una
causa particular , o a l aspecto político de las ins titucione s , s ino
a lo que cons tituye quizás e l pr incipio de unific ac ión de l todo
social. Sea como fue re , este libr o es uno de los más impor
tante s. Re pre s e nta la tr ans ición o et vinculo e ntre la prime r a
parte de E l e s píritu de las leyes, la s ociología politica, y las
otras dos parte s, que e s tudian las causas fís icas o morale s.
Es ta reseña de l plan de E l e s píritu de las leyes pe r mite
fo r mula r los proble mas esenciales de la inte r pr e tación de
Monte s quie u. Las dife re ncias entre la prime ra parte y las dos
parte s siguiente s han lla ma d o la ate nción de todos los his
toriadores. Sie mpre que los his toriadore s compr ue ban la he
te roge ne idad apar e nte de los fragme ntos de un mis mo libr o ,
se sie nte n te ntados de ape lar a una inte r pr e tación his tór ica, y
procuran de te r minar en qué fe cha e l autor e s cribió las dife
rentes partes.
E n e l caso de Monte s quie u, es pos ible de s ar r ollar sin ex
cesiva d ific ulta d esta inte r pr e tación his tór ica. Los prime ros
libr os de E l e s píritu de las leyes — si no e l prime ro, por lo
me nos de l libr o II al V III, es de cir los que a na liza n los tres
tipos de gobierno— son, si así pue do afir mar lo, de ins pir ación
aris totélica.
Monte s quie u los e s cribió antes de su via je a Inglate rr a, e n
una época en que estaba ba jo la influe ncia dominante de la
filo s ofía política clás ica. Ahora bie n, en la tr adición clás ica
la Po lític a de Aris tóte les era el libr o e se ncial. No es dudos o
que Monte s quie u haya escrito los prime ros libr os con la Po
lític a de Aris tóte les al lado. En casi todas las páginas po
demos h a lla r re fe re ncias a esa obr a en for ma de alus ione s
0 de críticas.
Los libros s iguiente s, sobre todo e l famos o lib r o XI, acer
ca de la cons titución de Inglate r r a y la s e paración de pode
res, pr obable me nte fue r on escritos más tarde, de s pués de la
estada en Inglate r ra, ba jo la influe ncia de las observaciones
re alizadas durante ese viaje . En cuanto a los libros de so
ciología consagrados a l estudio de las causas fís icas o mo
rales, probable me nte fueron escritos después de los prime ros
libros .
Desde este punto en ade lante , sería fác il pero poco satis
factorio pres entar E l e s píritu de las leyes como la yuxtapo
s ición de dos modos de pensar, de dos modos de e s tudiar la
re alidad.
Monte s quie u sería, por una parte , un dis cípulo de los filó
sofos clásicos. En su condición de tal, ha de s ar rollado una
teoría de los tipos de gobie rno que, aunque en ciertos puntos
discrepe con la teoría clás ica de Aris tóte les , se e ncue ntra to
davía en e l clima y la tr adición de estos filós ofos . Al mis mo
tie mpo, Monte s quie u sería un s ociólogo que busca de te rminar
la influe ncia qu* e l clima, la natur ale za de l terreno, e l n ú
me ro de habitante s y la r e ligión pue de n ejercer sobre los d i
fere nte s aspectos de la vida colectiva.
Dada la doble natur ale za de l autor, teórico de la política
por una parte, sociólogo por otra, E l e s píritu de las leyes sería
una obra incoherente, y no un libr o or de nado de acuerdo
con una inte nción pr e dominante y un sistema conce ptual, si
bie n in cluir ía fragme ntos de fe chas y quizás ins piracione s
diversas.
Ante s de resignars e a una inte r pr e tación que s upone al
his t or iador más inte lige nte que el autor, y capaz de ver in
me diatame nte la contradicción que ha br ía e - quivado la m i
rada de l genio, es necesario buscar el orde n inte r no que , con
r azón o sin e lla, Monte s quie u pe r cibía en su propio pens a
mie nto. E l proble ma propue sto es el de la compa tibilida d
entre la teoría de los tipos de gobie rno y la teoría de las
causas.
Monte s quie u dis tingue tres tipos de gobie r no: la r e pública,
la mo nar quía y el des potis mo. De fine cada uno de ellos por
re fe re ncia a dos conceptos, que de acuerdo con la de nomina
ción de l autor de E l e s píritu de las leyes son la naturale z a
y el p rinc ip io de l gobierno.
Por su natur ale za el gobie rno es lo que es. E l pr incipio
de l gobie rno es el s e ntimie nto que debe a nimar a los hom
bres s ubor dinados a un tipo de gobie rno, para que éste fu n
cione armonios ame nte . Así, la virtud e? el pr incipio de la
re pública, lo que no s ignifica que en ésta los hombres sean
virtuosos, sino que de be rían serlo, y que las r e públicas son
prósperas sólo en la me dida en que los ciudadanos son vir
tuosos.2
La natur ale za de cada gobie rno está de te rminada por el
núme r o de los que de tentan la sobe ranía. Monte s quie u es
cribe : “Supongo tres de finicione s , o más bie n tres hechos:
uno, que el gobie rno r e publicano es aque l en que e l pue blo
en corporación o sólo una parte de l pue blo tie ne e l poder
sobe rano; e l monárquico, es aque l e n que s ólo uno gobie rna,
pero ajus tándos e a leyes fijas y e s table cidas ; mie ntras que
en e l des potis mo, uno solo, sin le y y s in re gla, a todo3 im
pone su voluntad y sus caprichos ” ( E l e s píritu de Las leyes,
libr o II, capítulo 1; O. C., t. II. pág. 239) Aplicado a la re pú
blica, la dis tinción — pue blo en corporación o s ólo una parte
de l pue blo— se propone evocar las dos formas de l gobie rno re
publicano: la democracia y la aristocracia.
Pe ro estas de finicione s de mue s tran también que la na tu
rale za de un gobie rno no de pe nde s ólo de l núme r o de los
que dete ntan e l pode r soberano, s ino también de l modo de
e jercitar este último. La mo nar quía y e l de s potis mo son re
gíme nes que implic a n ambos que s ólo una persona de te nta
e l pode r soberano, pero e n e l caso de l régime n monárquico
e lla gobie rna de acuerdo con leyes fija s y estable cidas, mie n
tras que en el caso de l des potis mo gobie r na s in leyes y sin
reglas. Tene mos así dos criterios — o para de cir lo en la jerga
mode rna, dos variable s — que nos pe rmite n de te r minar la na
turaleza de cada gobie rno: por una parte , ¿quié n detenta el
pode r s oberano?, y por otra, ¿cuále s son las modalidade s de l
ejercicio de este pode r sobe rano?
Conviene agregar el tercer crite rio, que se re fie re al p r in
cipio del gobierno. La característica casi jur ídic a de l e jercicio
de l pode r soberano no define^ s uficie nte me nte un tipo de go-
bi'Tno. Ade más , cada tipo de gobie r no está caracterizado por
el s e ntimie nto, s in e l cual no pue de dur ar n i prospe rar.
Ahora bie n, según Monte s quie u, hay tres s e ntimie ntos po
líticos fundame ntale s , y cada uno de ellos asegura la e s tabi
lid a d de un tipo de gobierno. La r e pública de pe nde de la
vir tud, la monarquía- de l honor y e l des potis mo de l temor.
3 "Es e vide nte que e n una mo nar quía donde el que hace
e jecutar las leyes se cree por e ncima de éstas, se necesita me
nos virtud que e n un gobie rno popular, donde quie n aplica
las leyes siente que también lo obligan, y que él soporta su
pe s o. . . Cuando esta virtud cesa de manifestarse, la arbitra
r ie dad entra en los corazones que pue de n re cibirla, y la ava
r icia en todos .” (Lib r o III, capítulo 3; O. C., tomo II, págs.
251 y 252.) "La natur ale za de l honor consiste en re clamar pre
ferencias sin dis tincione s .” (Lib r o III, capítulo 7; O. C ., tomo
II, pág. 257.)
4 La dis tinción fundame ntal entre r e pública y monar quía
e n r e alidad ya aparece en Maquiave lo: “T odos los gobiernos,
todos los señoríos que tuvie ron y tie ne n impe r io sobre los ho m
bres fue ron y son r e públicas o pr incipados .” (E l prínc ipe , capí
tulo 1; O. C ., Pléiade , pág. 290.)
s ociales. Aris tóte le s ha bía conce bido una teoría de los re
gímenes, y apar e nte me nte le ha bía conferido un valor gene
r a l; pero pre s uponía como base social la ciudad grie ga. La
monar quía, la aris tocracia y la democracia cons tituían las tres
modalidade s de or ganización política de las ciudade s griegas.
Er a le gítimo dis tinguir los tipos de gobie r no de acue rdo con
e l núme r o de los que e je rcían e l pode r soberano. Pe ro este
tipo de anális is implic a ba que estos tres regímenes fuesen, par a
e mple ar una expres ión mode rna, la supere structura política
de cierta forma de s ocie dad.
La filos ofía política clás ica había inve s tigado poco las re la
ciones entre los tipos de superestructura política y las bases
sociales. No ha bía for mulado clarame nte el pr oble ma de la
me dida en que es pos ible estable ce r una clas ificación de los
regímenes políticos , al marge n de la or ganización de las socie
dades. La contr ibución de cis iva de Monte s quie u será precisa
me nte re tomar e l pr oble ma e n su ge ne ralidad y combinar e l
anális is de los re gímene s con el de las organizacione s s ocia
les, de modo que cada uno de los gobie rnos aparezca a l mis mo
tie mpo como de te rminada sociedad.
Se establece e l vínculo entre el régime n político y la socie
dad, en pr ime r lugar y e x plícitame nte me diante la conside
ración de las dime ns ione s de la s ocie dad. De acue rdo con
Monte s quie u, cada uno de estos tres gobiernos re sponde a
cie rta dime ns ión de la s ocie dad dada. Abunda n las fórmulas :
“ Corres ponde a la natur ale za de una r e pública que ocupe
s ólo un pe que ño te rritor io; de otro modo no podr ía pe rdur ar”
(Lib r o V III, capitulo 16; O. C., t. II, pág. 362).
“ Un Es tado mo nár quico debe tene r me diana e xtensión. Si
fue r a pe que ño, for maría una r e pública. Si muy extenso, los
principale s de l estado, grandes, como no están ba jo los ojos
de l pr íncipe , y tie ne n su propio corte fue r a de la corte del
pr íncipe , garantizados por otra parte contra las prontas eje
cuciones por las leyes y las costumbres, podr ían de jar de obe
decer” (Lib r o V III, capítulo 17; O. C., t. II, pág. 363).
“ Un gran impe r io s upone una autor idad de s pótica en quie n
gobie r na” (Lib r o V III, capítulo 19; O. C., t. II, pág. 365).
Si quis iéramos traducir estas fór mulas e n propos iciones de
riguros a lógica, probable me nte no de be ríamos u t iliz a r un le n
guaje propio de la caus alidad, es decir, a fir ma r que desde e l
mome nto en que e l te rritorio de un estado sobrepasa cierta
dime ns ión, e l de s potis mo es ine vitable , s ino de cir más bie n
que hay una na tur a l concordancia entre e l volume n de la
socie dad y e l tipo de gobie rno. Por otra parte , e llo propone
u n proble ma d ifíc il a l obse rvador: s i a par tir de cierta di-
nie ns ión un estado es ine vitable me nte des pótico, ¿e l s oció
logo no se ve for zado a reconocer la neces idad de un régime n
que a su juic io es humano y mor alme nte ne gativo? A me
nos que evite esta de s agradable conse cue ncia afir mando que
los estados no de be n s obrepas ar cierta dime ns ión.
Sea como fuere, me diante esta teoría de las dime ns ione s
Monte s quie u r e mite la clas ificación de los re gímene s a lo que
hoy se de nomina la morfología social, o e l volume n de las
sociedades, par a re tomar la e xpre s ión de Dur khe im. Monte s
quie u r e mite igualme nte la clas ificación de los re gímenes al
anális is de las sociedades, fundándos e en la ide a de l pr inci
pio de gobie rno — es de cir— , de l s e ntimie nto indis pe ns able
par a el funcionamie nto de cierto régime n. La te oría de l p r in
c ipio conduce e vide nte me nte a una te oría de la or ganización
s ocial.
Si en la r e pública la virtud es el amor a las leyes, la de
voción a la cole ctividad, el patriotis mo, par a e mple ar una
e xpre s ión mode rna, en últ im o anális is des emboca e n cierto
s e ntido de la igualda d. Una r e pública es un régime n en el
c ual los hombre s vive n por y para la cole ctividad, en e l cual
se sie nte n ciudadanos , porque im plic a que son y se sie nte n
iguale s unos a otros.
En compe ns ación, el pr incipio de la mona r quía es e l honor.
Monte s quie u de s ar rolla la corre spondie nte teoría en un tono
que , por momentos , parece polémico e ir ónico.
“En las monar quías la política induce a hace r grande s
cosas con la m ín im a virtud pos ible . Como en las me jores
máquina s e l arte, e mple a e l mínim o pos ible de movimie ntos ,
de fue rza y de rue das , el estado pe rdur a inde pe ndie nte me nte
de l amor a la patr ia, de l deseo de la ve rdade ra glor ia, de l
r e nunciamie nto pe rs onal, de l s acrificio de los más caros in
tereses y de todas esas virtude s he roicas que ha llamos en los
antiguos , y de las que s ólo hemos oído ha bla r ” (Lib r o III,
c apítulo 5; O. C., pág. 25 5).
“ Como hemos dicho, el gobie r no monár quico s upone pre e mi
nencias , je rar quías y aun e l orige n noble . La natur ale za de l
honor es re clamar pre fe re ncias y dis tincione s . De a hí que ,
de acuerdo con su naturale za mis ma se lo incluya en este
gobie rno. La a mbic ión es pe rnicios a e n una r e pública. Pro
duce defectos pos itivos en la mo na r q uía ; infunde vida a este
gobie rno, y en él cuenta con la ve ntaja de que no es pe li
grosa, porque pue de r e pr imírs e la s in cesar” (Lib r o III, ca
pítulo 7; O. C., t. II, pág. 25 7).
Es te anális is no es de l todo nue vo. De s de que los hombre s
re fle xionar on acerca de la política, s ie mpre vacilar on entre
dos tesis extremas: el Es tado es próspero s ólo cuando los
hombres quie re n dire ctame nte el bie n de la cole ctividad; o
bie n, como es impos ible que los Hombres deseen dir e ctame nte
e l bie n de la cole ctividad, es bue no e l régime n en que los
vicios de los hombre s concurren al bie n ge ne ral. La teoría
de l honor for mulada por Monte s quie u es una mo da lid a d de
la s egunda tesis. des provista de ilus ione s . Gar antiza e l bie n
de la cole ctividad, si no los vicios de los ciudadanos , por lo
menos sus cualidade s menores, y aun actitude s que moralmcn-
te s e rían, re probables .
Por mi parte , creo que e n los capítulos de Monte s quie u
acerca de l honor hay dos actitude s o dos inte ncione s domi
nante s : una de s valorización r e lativa de l honor comparado con
la auténtica vir tud política, la de los antiguos y de las re
públicas ; pero también una valor ización de l honor como pr in
cipio de las re lacione s sociales y prote cción de l Es tado contra
el ma l s upremo, e l des potis mo.
En efecto, si los dos gobie rnos , e l r e publicano y e l mo nár
quico. tienen dife re nte esencia, porque uno se bas a en la
igua lda d y e l otro en la de s igualdad, porque uno se basa en
la vir tud política de los ciudadanos y e l otro en un s us tituto
de la vir tud, que es el honor, estos dos re gíme ne s tie ne n sin
e mbargo un rasgo común: son re gímene s mode rados , ninguno
se impone de modo ar bitr ar io y a l marge n de las leyes. E n
cambio, cuando lle gamos a l tercer gobie r no — a saber, e l go
bie r no de s pótico— abandonamos e l ámb ito de los gobie rnos
mode rados . Monte s quie u combina con la clas ificación de los
tres gobiernos una clas ificación dualis ta de los gobie rnos mo
derados y de los gobiernos no mode rados . La r e públic a y la
monar quía son mode radas , e l de s potis mo no lo es.
De be mos agre gar a esto un tercer tipo de clas ificación, que
e n home naje a la moda lla ma r ía dialéctica. La r e pública se
bas a en una or ganización ig ua lit a r ia de las re lacione s entre
los mie mbr os de 1 cole ctividad. La mona r quía se basa esen
cialme nte en la dife r e nciación y la de s igualdad. En cuanto a l
des potis mo, s e ñala el re tor no a la igualda d. Pe ro, mie ntras
la igualdad r e publica na es la igua lda d en la virtud y en la
par ticipación ge ne ral e n e l pode r s obe rano, la ig ualda d des
pótica es la ig ua ld a d e n el temor, en la impor tancia y en la
fa lta de pa r ticipación en el pode r soberano.
Monte s quie u atr ibuye a l de s potis mo, por as í de cirlo, e l ma l
polític o abs oluto. Es ve rdad que e l de s potis mo constituye una
for ma quizás ine vitable cuando los Es tados adquie r e n propor
ciones excesivas; pero, a l mis mo tie mpo, el de s potis mo es e l
régime n donde un solo individuo gobie r na s in reglas y s in
leyes y donde , por cons iguiente , r e ina el temor. Nos s e ntimos
tentados de afir ma r que cada uno teme a todos los de más
tan pronto se establece e l de s potis mo.
En de finitiva, en el pe ns amiento político de Monte s quie u
se de line a una opos ición decisiva entre e l despotismo, donde
cada uno temp a todos los demás , y los regímenes de lib e r
tad, donde ningún ciudadano teme a nadie . En los capítulos
consagrados a la cons titución ingles a, pertene ciente s al libr o
XI, Monte s quie u ha expresado directa y clarame nte esta se
gur idad in dividua l que es fruto de la libe r tad. En un des
potis mo s ólo la r e ligión es el lím it e a l pode r abs oluto de
quie n r e ina; y a ún esta protección tie ne un carácte r precario.
Es ta síntesis natur alme nte s us citará dis cusione s y críticas.
Ante todo, pode mos pre guntarnos si e l des potis mo es un
tipo político concreto, en e l mis mo s entido que la r e pública
o la monar quía. Monte s quie u s e ñala que hallamos el mode lo
de la r e pública en las r e públicas antiguas , y sobre todo en
la r omana, antes de las grandes conquis tas . Son mode los de
la mo nar quía las monarquías europeas, ingles a y france sa,
conte mporáne as de l autor. En cuanto a los mode los de des
potis mo, son, de una vez por todas, los impe rios a los que
Monte s quie u de nomina asiáticos, e n una amalgama que re úne
a l impe r io persa y al chino, al impe rio de las Ind ia s y a l
impe r io japonés . Sin duda, los conocimie ntos de Monte s quie u
acerca de As ia e r an fragme ntarios , pero en todo caso dis po
nía de una docume ntación que le ha br ía pe r mitido ofrecer
una concepción más de tallada de l des potis mo as iático.
Monte s quie u se e ncue ntra en el origen de una inte r pr e ta
ción de la his toria de As ia que no ha de s apare cido de l todo, y
que caracteriza a l pe ns amie nto europeo. Los re gímenes as iá
ticos s e rían ese ncialme nte despotismos, factores de supre s ión
de toda es tructura política, de toda ins titución y de toda mo
de r ación. En el e nfoque de Monte s quie u, el de s potis mo as iá
tico es e l desierto de la servidumbre . E l soberano abs oluto
es único y todopoderos o, y a veces de lega sus poderes e n un
gran vis ir; pero sean cuales fue re n las modalidade s de las
re lacione s entre e l déspota y su me dio, no hay clases sociales
e n e quilibr io , n i órdenes ni je rarquías , tampoco el e quivale nte
de la virtud antigua ni el e quivale nte de l honor europeo; el
te mor r e ina sobre millone s de hombres , en e l ámbito desme
s urado de estos impe rios , donde e l Es tado pue de manteners e
únicame nte si una s ola pers ona es todopoderos a.
¿Es ta te oría de l de s potis mo as iático no es también, y sobre
todo, la image n ide al de l ma l político cuya e vocación no ca
rece de inte ncione s polémicas respecto de las monar quías
e uropeas ? No olvide mos la frase famos a: "T odas las monar
quías van a perderse en el des potis mo, como los ríos en el
ma r ” . La ide a de l de s potis mo as iático es e l odio a l desenlace
pos ible de las monar quías cuando éstas pie r de n e l respeto de
los rangos, la noble za, los cuerpos inte rme dios , s in los cuales
e l pode r abs oluto y ar bitr ar io de una s ola pers ona carece to
talme nte de mode ración.
En la me dida en que e stable ce una corre sponde ncia entre
las dime ns ione s de l te rritorio y la for ma de l gobie rno, la
teoría de los gobiernos de Monte s quie u ame naza conducirnos
también a una suerte de fatalis mo.
E n E l e s píritu de las leyes, hay un movimie nto os cilatorio
entre dos extremos. Se r ía fác il citar muchos textos, de acuer
do con los cuales ha br ía una suerte de je r ar quía: la r e pública
es el me jor de los re gímenes, le s igue la monar quía, y cierra
la marcha el des potis mo. Pero, por o t n parte , si cada régime n
es consecuencia ir r e me diable de cierta dime ns ión de l cuerpo
social, nos hallamos , no ante una je r a r quía de valores, sino
e n presencia de un de te rminis mo ine xorable.
Me ncione mos , finalme nte , una últ im a crítica o incertidum-
bre , que se re fie re a lo e s e ncial e interesa a la re lación
entre los regímenes políticos y los tipos sociales. En efecto,
pode mos pens ar de diferentes modos esta re lación. E l sociólogo
o e l filós ofo pue de n cons ide rar que un régime n político está
de finido s uficie nte me nte me diante un solo criterio, por e je mplo
e l núme r o de los que de tentan la sobe ranía, y fund a r así
una clas ificación de los re gímenes políticos con s ignificado
s uprahis tórico. T al conce pción que ha llábamos implícitame nte
e n la filos ofía clás ica, en la me dida e n que ésta for mulaba
una teoría de los regímenes , al marge n de la or ganización
de la s ociedad, y pre s uponie ndo, por así decirlo, la valide z
inte mpor al de los tipos políticos .
Pero también es pos ible , como lo hace más o me nos clara
me nte Monte s quie u combinar estrechamente e l régime n político
y e l tipo social. E n este caso, lle gamos a lo que Ma x We be r
ha bía de nominado tres tipos ide ales : el de la ciuda d antigua,
e l estado de re ducidas dime ns ione s , gobe rnado como re pública,
la de mocracia o la aris tocracia; el tipo ide al de la monar quía
e uropea, cuya esencia es la dife r e nciación de los órdenes, la
monar quía ie gal y mode r ada; y finalme nte , e l tipo ide al de l
de s potis mo as iático, e l estado de dime ns ione s extremas, e l
pode r abs oluto de uno solo, donde la r e ligión es e l único
lím it e a la ar bitr ar ie dad de l sobe rano; se ha re staurado la
igualdad, pero como re s ultado de la impote ncia general.
Monte s quie u se in c linó más bie n a esta se gunda concepción
de la r e lación entre el régime n político y el tipo social. Pe ro
a l mis mo tie mpo pode mos pre guntarnos en qué me dida los
regímenes políticos son se parables de las e ntidade s his tóricas
e n las cuales se re alizaron.
Sea como fuere, que da en pie que la ide a e se ncial es este
vínculo e s table cido entre e l modo de gobie rno, el tipo de
régime n por una parte, y por otra e l e s tilo de las re lacione s
interpe rs onales . De hecho, lo decisivo a los ojos de Monte s
quie u, no es tanto que el pode r soberano pertenezca a varias
personas o a una sola, s ino que se ejerza la autor idad de
acue rdo con las leyes y la me dida, o por el contrario a r bi
trariame nte y en la viole ncia. La vida social var ía de acue rdo
con el modo de eje rcicio de l gobie rno. Una ide a s e mejante
manifie s ta toda su a mplitud en una sociología de los re gímenes
políticos .
Ade más , sea cual fuere la inte r pr e tación de las re lacione s
entre la clas ificación de los re gímene s políticos y la cla s ifi
cación de los tipos sociales, no es pos ible ne gar a Monte s quie u
e l mérito de habe r propue s to clar ame nte e l proble ma. Dudo
de que lo haya re suelto de finitivame nte , pero, ¿acaso alguie n
lo ha cons e guido?
*
,
te ncia de la noble za; ésta es la jus tificac ión de los cuerpos
inte r me dios de l s iglo xvhi cuando e s taban próximos a su de
s apar ición. En esta pers pectiva, Monte s quie u es un represen
tante de la aris tocracia que re acciona contra e l pode r mo
nár quico en nombr e de su clase, conde nada a desaparecer.
Víctima de la as tucia de la his tor ia, se alza contra el rey,
que r ie ndo de cidir por la noble za, pe ro su polémica será e fi
caz únicame nte en favor de la causa de l pue blo. 9
Creo pe rs onalme nte que hay una tercera inte r pr e tación, que
incluye a la segunda pero la s upera, e n e l s e ntido de la aw-
fhe be n de He ge l, es decir, que supe ra a l mis mo tie mpo que
conserva la parte de verdad.
Es cierto que Monte s quie u conce bía el e quilibr io de los po
deres sociales, condición de la libe r tad, s ólo sobre la base de l
OBRAS D E MON T E S QU IE U
B IB LIOGRAF IA GE N E BAL
A partir de este punto, creo que es pos ible pre s e ntar las
e tapas de la e volución filos ófica de Augus to Comte como re
pre s e ntativas de los tres modos que afir ma n, e x plican y jus t i
fican la tesis de la unid a d humana. Estas tres e tapas e stán
caracte rizadas por las tres obras pr incipale s de Augus to
Comte .
La prime r a entre 1820 y 1826, es la e tapa de Opus cule s de
p hilc s ophie s ociale : S om m aire appré c iation s ur l’e ns e m ble d u
passé m ode rne (a b r il de 1820), Prospectus des trav aux scien-
ti/ique s nécessaires pour réorganis e r la s ociété (a b r il de 1822),
Ccns idérations philos ophique s s ur ¡es sciences e t les savants
(novie mbre - dicie mbre de 1825), Cons idérations s ur le pouv oir
s piritue l (1825- 1826). La segunda e tapa está for mada por las
lecciones de l Cours de philo s o phie pos itiv e (public ad o de 1830
a 1842). y la tercera por e l Sy stém e de p o litiq u e pos itiv e o
T raite de s ociologie ins tituant la re lig ión de L'humanUé (p u
blicado de 1851 a 1854).
Las ide as fundame ntale s de Augus to Comte dur ante sus años
de juve ntud no son personales. E l clima de la época le in
fu n d ió la convicción de que e l pe ns amie nto te ológico perte-
ne cia al pas ado; que Dios ha bía mue rto, para e mple ar la fór
mula de Nietzsche; que en ade lante e l pe ns amie nto cie nt ífi
co regia la inte lige ncia de los hombre s mode rnos ; que con
la teología, la es tructura fe udal o la or ganización mo nár qui
ca se apres taba a desaparecer; que los sabios y los indus tr ia
les s e rían el factor dominante de la s ocie dad contemporáne a.
Todos estos temas carecen de or ig inalidad, pero lo que im
porta comprender, es cómo e lige Augus to Comte entre las
ide as corrientes para de finir su propia inte r pr e tación de la
s ocie dad contemporáne a.
E l hecho nue vo que impr e s iona a todos los observadores de
la socie dad a principios de l siglo xix es la indus tr ia. Todos
e ntie nde n que algo or iginal con respecto al pas ado está por
nacer. Pero, ¿en qué consiste esta or iginalidad de la indus
tria mode rna?
Me parece que los rasgos característicos de la indus tr ia, se
g ún los observan los hombre s de principios de l siglo xix, son
los seis s iguientes:
l 9) La indus tria se bas a en la or ganización cie ntífica de l
trabajo. En lugar de la or ganización con arreglo a la costum
bre, la producción se or ie nta hacia el r e ndimie nto máx imo.
2°) Gracias a la aplicación de la ciencia a la or ganización
de l trabajo, la huma nida d de s arrolla prodigios ame nte sus re
cursos.
3?) La producción indus tr ial implica conce ntración de obre
ros en las fábricas y los arrabales , aparece un fe nóme no so
cia l nuevo: la existencia de las mas as obreras.
4o) Estas concentraciones obreras en e l lugar de tr abajo de
te rminan una opos ición, latente o fr anca, entre los e mpleados
y los e mpleadores, entre los proletarios y los empresarios o
capitalis tas .
59) Si gracias al carácter cie ntífico de l tr abajo la rique za
aume nta inces antemente , también se multiplic a n las crisis de
s upe rproducción, cuya consecuencia es crear la pobre za en
me dio de la abundancia. Para e fú n d a lo de la inte lige ncia,
mie ntras millone s de hombre s s ufren pobre za no es pos ible
vende r muchas me rcancías.
6 ') E l sis tema e conómico vinculado por la or ganización
indus tr ia l y cie ntífifti de l tr abajo se caracteriza por la libe r
tad de comercio y por la bús que da de be ne ficios re alizada por
empresarios y comerciantes . Algunos teóricos extrae n de este
he cho la conclus ión de que para promove r e l de s arrollo de
las rique zas es condición e s e ncial pre cis ame nte la bús que da
de la ganancia y la compe te ncia, y que cuanto me nos se me z
cle el estado en los as untos económicos, más r ápidame nte au
me ntar á la pr oducción y las rique zas .
versal” (Cours de philos ophie pos itiv e , tomo VI, pig s . 357-
35 8).
Es ta inte r pr e tación de la s ocie dad indus tr ial ha re presen
tado un pape l casi nulo en el de s arrollo de las doctrinas eco
nómicas y sociales, por lo me nos e n Eur opa. La concepción
comtis ta de la s ocie dad indus tr ial ha conservado cierto ca
rácte r de cur ios idad, a l marge n de la r iva lid a d de las doc
trinas . Ninguno de los partidos políticos , ni los de derecha
n i los de izquie r da, la ace ptó re alme nte , a l marge n de cier
tas individualida de s — de las que algunas , por otra parte , pro
ve nían de la extrema derecha y otras de la izquie r da.
Sin embargo, entre los autore s franceses de este siglo dos
adhirie r on a Augus to Comte . Uno era Charle s Maur ras , teó
r ico de la monar quía; y e l otro Ala in , teórico de l r adicalis mo.
Ambos se de clararon pos itivis tas , aunque por razones dife r e n
tes. Maur r as era pos itivis ta porque ve ía en Augus to Comte al
doctr inario de la organización, de la autor idad y de un pode r
e s pir itual renovado. 10 Ala in era pos itivis ta porque inte r pr e
taba a Augus to Comte a la luz de Kant, y porque a su ju i
cio la ide a e s e ncial de l pos itivis mo era la de s valorización de
la je r ar quía te mporal. “Que se de s igne re y al me jor ma r m i
tón, pero que no inte nte obligar nos a besar la cacerola.” 11
E n Augus to Comte ha llamos estos dos aspectos: la ace pta
c ión de un orden te mporal, autor itar io y je rár quico, y la im
pos ición de un or de n e s pir itual a la je r ar quía te mporal. Au
gusto Comte no ace ptaba la filos ofía de Hobbe s en el orden
te mporal — es decir, la filos ofía de l pode r— s ino para agre
13 Hace varios años fui mie mbr o de l jur ado que consideró
ina tesis consagrada a Alain por un hombre convertido al po-
itivis mo gracias a las enseñanzas de este autor, y que no ha-
>ía logrado rechazar tanto las enseñanzas de Alain como las de
\ ugusto Comte cuando estalló la guerra de 1939. ¡Falso pro-
eta el que anunciaba la paz en un siglo de guerra!
14 Augus to Comte escribe en una época tormentosa de la
listoria colonial: cuando está completándos e el de r rumbe de
os imperios constituidos entre los siglos xvi y xvrn. y comien-
an a crearse los impe rios del siglo xix. Se ha comple tado la
mancipación de las colonias americanas de Es paña, Gr an Bre-
Jñ.» pe r dió sus principale s colonias en América del Norte y
'rancia se ha retirado de India, Cana dá y Santo Domingo,
in embargo, Gr an Bretaña ha conservado su impe rio en Asia
Canadá. De 1829 a 1842, cuando Comte e s crita el Cours
e philos ophie pos itiv e , Francia comienza a e dificar su se-
undo impe rio colonial con la conquis ta de Arge lia y la ocu-
ación de puntos de apoyo en las costas de África y en Ocea-
¡a. Gr an Bretaña sigue el mismo curso, y se apode ra de Nue-
i Ze landa en 1840.
He aquí el juicio de Comte acerca del sistema colonial de
s siglos xvn y xvni: “Sin re pe tir las disertaciones declama-
irias de l siglo pasado acerca de la ve ntaja o el pe ligro final
5 esta amplia ope ración para el conjunto de la humanidad,
roblema tan ocioso como ins oluble, sería interesante exami-
Augus to Comte se convirtió en profe ta de la paz porque
creía que ia guerra ya no cumplía ninguna función en la
s ocie dad indus tr ial. La gue rra ha bía s ido necesaria para o b li
gar a tr abajar re gularme nte a hombre s que por natur ale za
22 Así, e n el Dis cours sur l'e s prit pos itif, Comte escribe:
“ El politeísmo se a da pta ba sobre todo al sistema de conquis
ta de la antigüe dad, y el monote ísmo a la or ganización de fe n
siva de la Eda d Me dia. Por lo tanto, al ace iúuar cada vez
más el pr e dominio de la vida indus trial, la s ocie dad mode rna
de be s e cundar vigoros amente la gran r e volución me ntal que
hoy eleva de modo de finitivo nue s tra inte lige ncia de l régime n
te ológico al régime n positivo. Es ta activa te nde ncia cotidia
na al me joramie nto práctico de la condición humana no sólo
es necesariamente poco compatible con las pre ocupaciones re
ligiosas sie mpre relativas, sobre todo e n el monote ísmo, acerca
de la pos ibilidad de otra me ta. Pero ade más , una actividad
semejante de be suscitar finalme nte una opos ición universal, tan
radical como espontáne a, a toda filos ofía te ológica” (EdiciÓD
10/18, Paris, Union Générale d'Éditions , 1963, págs. 62- 63).
te lige ncia. E n efecto, e l modo de pe ns ar de te r mina las grandes
e tapas de la his tor ia de la huma nida d; la e tapa fin a l es lg
de l pos itivis mo unive rs al, y e l resorte fin a l de l de ve nir es la
crítica inces ante que e l pos itivis mo, nacie nte, y más tarde en
su proceso de madur ación, ejerce sobre las síntesis proviso
r ias de l fe tichis mo, la teología y la me tafís ica.
La inte lige ncia indic a la dire cción de la his toria humana,
y s e ñala lo que será e l flor e cimie nto de la s ocie dad y la na
turale za huma na en e l estado fin a l.
Se compre nde desde lue go que pue da considerarse a la his
toria huma na como la “ de un pue blo únic o” . Si la his toria
fuese his tor ia de la re ligión, par a propone r la unida d de la
his toria huma na sería necesario s upone r una r e ligión univer-
s alizable . Pero si la his toria es la de la inte lige ncia, para
que toda e lla sea la de un pue blo único, bas ta que haya un
.modo de pe ns ar válido para todos los hombres, cosa que es
re lativame nte fác il concebir. As í, las mate máticas mode rnas
nos parece n válidas para todos los hombre s de todas las r a
zas. Ge r tame nte , esta propos ición no es de l todo e vide nte ;
Spe ngle r a fir ma ba que hubo una mate mática de los griegos,
lo mis mo que una mate mática mode rna. Pero el propio Spe n
gle r as ignaba a esta fór mula un s e ntido particular . Cre ía que
e l modo de pens ar mate mático es taba in flu id o por el e stilo
característico de una cultur a; no creo que hubie s e ne gado la
ve rdad unive rs al de los teoremas matemáticos .23
Si la ciencia o filos ofía es válida par a todos los hombre s, y si
a l mis mo tie mpo la his toria es la his toria de la inte lige ncia,
es conce bible que deba pens árs e la como la his tor ia de un
pue blo único.
OBRAS GE N E RALE S
18c
OBRAS CONSAGRADAS A AUGUST O COMT E
185
18.
P. Arbousse- Bastide, La Doctrine de l'éduc ation univ e rse lle dans
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E. Seilliére, A uguste Com te , París, Vr in, 1924.
CARLOS M A RX
E l Capital
Prefacio de la prime ra e dición
ale mana
Par a ana liza r e l pe ns amie nto de Mar x , me esforzaré por
re s ponde r a los mismos inte rrogante s for mulados con respecto
a Monte s quie u y Comte : ¿Qué inte r pr e tación ofrece Ma r x de
su pr opia época? ¿En qué consiste su te oría de l conjunto so
c ia l? ¿Cuál es su vis ión de la his tor ia? ¿Qué r e lación esta
blece entre la sociología, la filos ofía de la his tor ia y la p o lí
tica? En cierto s e ntido, esta expos ición no es más d ifíc il que
las dos anteriores. Si no hubie s e millone s de marxis tas, nadie
duda r ía de l carácter de las ide as fundame ntale s de Marx.
Mar x no es, como escribe Axolo- , e l filós ofo de la técnica.
No como pie ns an otro?, e l filós ofo de la a lie na ción.1 Es en
pr ime r lugar y sobre todo el sociólogo y e l economista de l
régime n capitalis ta. Marx tenía una teoría de este régime n,
de la suerte que in flig ía a los hombre s y de l de ve nir que le
e speraba. Sociólogo- economista de lo que él de nominaba el
capitalis mo, no poseía una re pre s e ntación exacta de lo que
s ería e l régime n socialis ta, y no ha cesado de afir ma r que el
hombr e no podía conocer de ante mano el futur o. Por lo tanto,
no es muy inte r e s ante pre guntarse si Marx sería s taliniano,
trotzkis ta, jrus che viano o par tida r io de Ma o Tsé- tung. Marx
E L CAP IT AL
10 Por otra parte, ade más de la e nfe rme dad y las dific ul
tades financieras, la conciencia de que estos aspectos estaban
inconclusos indujo a Marx a retrasar la publicación de los dos
últimos libros del Capital. De s de 1867 (fe cha de la publica
ción del prime r libr o ) hasta su mue rte , Marx no de jó de de
sarrollar estudios que lo de jaban insatisfecho, y de elaborar
la continuación de lo que a su juicio era la obra de su vida.
Así, en setiembre de 1878, escribe a Danie lson que el libr o II
de l Capital estará listo para la impre s ión hacia fines de 1879;
pe ro el 10 de abril de 1879 declara que no lo publicar á antes
de habe r observado el desarrollo y la conclus ión de la crisis
indus trial e n Inglaterra.
una empresa o una r ama dada ha br á tanto mayor plus valía
cuanto más elevada la proporción de capital var iable ; y tanto
me nor plus va lía cuanto más se orie nte la compos ición orgánica
de l capital hacia la re ducción de la r e lación entre el capital
var iable y e l capital constante . O para de cir lo en términos con
cretos, de be ría habe r me nos plus valía cuanto mayor la meca
nización en una empresa o en un sector de la actividad eco
nómica.
Ahor a bie n, evide nte me nte no es ése e l caso, y Marx tie ne
perfecta conciencia de l he cho de que las apar ie ncias de la
e conomía parecen contrade cir las re lacione s fundame ntale s que
él ha for mulado en su anális is e s quemático. Mie ntr as el lib r o
III de l Cap ital no fue publicado, los marxis tas y los críticos
se fo r mulaban la pre gunta: si la te oría de la e x plotación es
válida , ¿por qué las empresas y las ramas que aume ntan la
r e lación de l ca pita l cons tante con e l capital var iable son las
que obtie ne n mayores be ne ficios ? Dicho de otro modo, el modo
apare nte de la ganancia parece contrade cir el modo e se ncial
de la plus valía.
Marx ofrece la s iguie nte respuesta: se calcula la tasa de la
ganancia, no en r e lación con el capital var iable , como la tasa
de la e xplotación, sino en r e lación con el conjunto de l capital,
es decir, en r e lación con la s uma de l capital constante y el
capital var iable .
¿Por qué la tasa de la ganancia es propor cional, no a la
plus valía, s ino a l conjunto de l capital constante y var iable ?
Evide nte me nte , el capitalis mo no podr ía funcionar si la tasa
de la ganancia fuese proporcional al capital var iable . En efec
to, lle garíamos a una de s igualdad extrema de la tasa de la
ganancia, porque de acuerdo con las ramas de la e conomía la
compos ición or gánica de l capital — es decir, la r e lación de l ca
p it a l var iable con e l capital constante— es e xtre madame nte
dis tinta. Por cons iguiente , como de otro modo el régime n ca
pitalis ta no podr ía funcionar , la tasa de la ganancia es efec
tivame nte proporcional al conjunto de l capital, y no al capital
var iable .
Pero, ¿por qué la apar ie ncia de l modo de la ganancia es
dife re nte de la r e alida d e se ncial de l modo de la plus valía?
Pue de n ofrecerse dos respuestas a esta cue s tión: la respuesta
de los no marxis tas o los antimarxis tas , y la respuesta oficial
de Marx.
La respuesta de un e conomis ta como Schumpe te r es s imple :
la teoría de la plus valía es fals a. Que la apar ie ncia de la
ganancia esté en contradicción dire cta con la esencia de la
plus valía demue stra s ólo que el e s que matis mo de la plus valía
no corresponde a la r e alidad. Cuando se comie nza con una
te oría, y se descubre lue go que la r e alida d contradice esta teo
r ía, evide nte me nte es pos ible r e conciliar la te oría con la rea
lid a d , introducie ndo cierto núme r o de hipóte s is s uple me nta
rias ; pe ro hay otra s olución más lógica, que consiste en reco
nocer que el esquema teórico fue ma l construido.
La re spuesta de Marx es la siguiente . E l capitalis mo no
podr ía funcionar si la tasa de la ganancia fuese proporcional
a la plus valía, en lugar de serlo a l conjunto de l capital. Por
cons iguie nte, se establece una tasa de ganancia me dia a cada
e conomía. Es ta tasa de ganancia me dia se forma gracias a la
compe tencia entre las empresas y los sectores de la e conomía.
La compe te ncia obliga a la ganancia a tende r hacia una tasa
me dia ; no hay pr opor cionalidad de la tasa de la ganancia con
la plus valía en cada empresa o e n cada sector, y por e l con
trario e l conjunto de la plus valía cons tituye para la e conomía
e n conjunto un monto global que se dis tribuye entre los sec
tores en proporción a l capital total, constante y var iable , in
ve rtido en cada sector.
Y es así porque no pue de ser de otro modo. Si hubie s e una
excesiva dife re ncia entre las tasas de ganancia de los dis tintos
sectores, e l s is tema no funcionar ía. Si en un sector hubie s e
una ta ía de ganancia de l 30 ó el 40 % y en otra de l 3 ó 4
por ciento, sería impos ible h a lla r capital para inve r tir e n los
sectores donde la tasa de ganancia fuese baja. E l e je mplo mis
mo cons tituye la argume ntación marx is ta: las cosas no pue de n
ser así, y por cons iguie nte debe crearse en el curso de la com
pe tencia una tasa de ganancia me dia que asegure que fin a l
me nte la masa globa l de la plus valía se encue ntra r e partida
entre los sectores en func ión de la impor tancia de l capital
inve r tido en cada uno de ellos.
Es ta te oría conduce a la te oría de l deve nir, a lo que Marx
lla m a la ley de la dis minución te nde ncial de la tasa de la
ganancia.
E l punto de par tida de Marx ha sido una comprobación
que re alizaron o creyeron hace r todos los economistas de su
tie mpo, a saber, que exis tía una te nde ncia s e cular a la re
ducción de la tasa de la ganancia. Mar x , s ie mpre deseoso de
e x plicar a los economistas ingleses has ta qué punto los s upe
r aba, gracias a l método que él a plicaba, ha cre ído de s cubrir,
en su esquema, la e x plicación de l fe nóme no his tór ico de la
dis minución te nde ncial de la tas a de la ga na nc ia.11
20 OEk onom is ch- pliilos ophis che Mim us k ripte . Estos textos,
escritos por Marx en Paris en el año 1844, pe rmane cie ron iné
ditos hasta 1932, año en que fue r on e ditados , por una parte
por D. Rjazanov en la e dición Me s a I, y por otra parte por S.
Lands hut y J. P. Meye r, e n los dos volúme ne s de escritos de
Marx titulados De r liis toris clie Mate riulis m us (A. Króner, Le ip
zig ). Sobre esta e dición incomple ta, y que incluye muchos de
fectos de lectura, se re alizó la tr aducción francesa de J. Mo-
litor, publicada en las OEuv re s pliUos ophique s , tomo VI, de la
e dición Costes. Una núe va traducción, sobre la base del tex
to de la e dición Mega corregida, estuvo a cargo de E. Botti-
ge lli, y fue publica da bajo el título de Manus crits de 1844
(Econom ie politique e t philo s o phie ), en la e dición de las OE u
vres Com ple te s , de Karl Marx, de las Éditions Sociales, Pa
rís, 1962.
e l hombre pue da re alizars e , es necesario supe rar esta alie
nación.
Marx utiliza tres términos dife re nte s, traducidos a me nudo
con la mis ma pala br a ‘'a lie na c ión” , aunque los términos ale
mane s no tie ne n e xactame nte e l mis mo s ignificado. Son e llos
Entiius s e ntng, V erausserung y Fntfre m dung. E l que correspon
de aprox imadame nte a la palabr a francesa alie nación, es el
último, que e timológicame nte quie re decir: lle gar a ser extra
ño a uno mis mo. La ide a es que en ciertas circuns tancias . o
en ciertas sociedades, las condicione s impue s tas al hombre
son tales que éste deviene e xtraño a sí mis mo, en el s e ntido
de que ya no se reconoce en su actividad y e n sus obras.
Este concepto de alie na ción deriva e videntemente de la fi
los ofía he ge liana. donde des e mpe ña un pape ! fundame ntal.
Pero la alie nación he ge liana ha s ido pe ns ada en el plano fi
los ófico o me tafísico. En la conce pción he ge liana, el e s píritu,
de r Ge ist, se alie na el mis mo en sus o b r a s construye e d ifi
cios inte lectuale s y sociales, y se proyecta fue ra de sí mis mo.
La his tor ia de l e s píritu, la his toria de la huma nidad, es la
his toria de estas alie nacione s sucesivas, al tér mino de las
cuales el e s píritu se ha lla r á nue vame nte como poseedor de l
conjunto de sus obras, de su pas ado his tór ico, y consciente
de poseer este conjunto. En el marxis mo, incluidas las obras
marxis tas de juve ntud, e l proceso de alie nación, en lugar de
ser un proceso filos ófico o nie tafís icame nte ine vitable , se con
vierte en e xpres ión de un procedo s ociológico me diante el cual
los hombres o las sociedades e difican organizacione s colec
tivas en las que se pie rde n. - 1
nido al mis mo tie mpo el otro mome nto, el mome nto en que
e lla ha s umido y r e pr imido e n sí mis ma esta alie nación y esta
obje tividad, estando por lo tanto e n su ser- otro como tal cerca
de sí mis ma. T al es el movimie nto de la concie ncia, y en el
movimie nto ella es la totalidad de sus momentos. La concie n
cia de be relacionarse con el objeto de acue rdo con la totali
da d de sus determinacione s, y habe rlo apre he ndido de acuer
do con cada una de e llas " ( Phéncm unologie de l’e s prit, tr a
ducción al francés por Hyppolite ,- tomo II, pág. 293- 294 ).
Marx ofrece otra inte rpre tación de la alie nación, pues “en
cierto s entido la totalidad ya está dada desde el punto de par
t id a ” (J.- Y. Calve z, L a Pensée de Karl Marx , París, Éd. d u
Se uil, 1956, pág. 5 3 ). De acue rdo con Marx. He ge l habr ía con
fund ido la obje tivación, es de cir la e xteriorización de l hombre
en la naturale za y el mundo social, y la alie nación. Como es
cribe J. Hyppolite , en su come ntario a Marx: “La alie nación
no es objetivación. La obje tivación es natural. No es un modo
de la conciencia de hacerse aje na a sí mis ma, sino de expre
sarse naturalme nte ” (L o g ique et ex istence. París, P .U.F.. 1953.
pág. 23 6). Marx se expresa así: “E l ser objetivo actúa de m a
nera obje tiva, y no actuar ía objetivame nte si la obje tividad
no estuviese incluida e n la de te rminación de su esencia. No
crea, no propone más que objetos, por que él mis mo está pro
pue s to por objetos, porque en el orige n es naturale za” (Ala-
nuscrits de 1844, Éd. Sociales, pág. 136).
Esta dis tinción, que se funda en un “naturalis mo consecuen
te ”, de acue rdo con el cual “el hombre es inme diatame nte ser
de la natur ale za" ( ib íd .), pe rmite que Marx retenga de la
ide a de alie nación y de las de te rminacione s sucesivas de la
conciencia s egún se e xpone n en la Fe nom e nología de l e s pí
ritu, sólo el aspecto crítico. “La Fe nome nología es una crítica
oculta, a ún oscura para sí mis ma, y mis tificadora, pero en la
me dida en que retiene la alie nación de l hombre —pese a que
e n ella el hombre apare zca sólo bajo la forma de un e s píritu—
se e ncuentran ocultas e n e lla todos los elementos de la cr íti
ca, y a me nudo éstos ya apare cen pre parados y e laborados de
un modo que sobrepasa con mucho el punto de vista hegelia-
no ” ( Ib íd ., pág. 131).
Para un come ntador de He ge l como J. Hippolite , esta dife
putable a la pr opie dad privada de los me dios de producción,
y una segunda a la anar quía de l meTcado.
La alie nación imputable a la propie dad privada de los ins
trume ntos de producción se manifie s ta en que el trabajo, ac
tividad es e ncialme nte humana, que de fine la huma nida d del
hombre , pierde sus características humanas , porque ya no es
para los as alariados más que un me dio de existencia. En lu
gar de que el tr abajo sea la e xpre s ión de l hombre mis mo, se
ve de gradado a la condición de ins trume nto, de me dio de vida.
T ambién los empresarios están alie nados , porque las me r
cancías que mo vilizan ya no tie ne n como fin a lid a d responder
a las necesidades e xpe rime ntadas re alme nte por otros, y por
e l contrario lle gan a l me rcado con el fin de producir un be-
ne ficio. E l e mpres ario se convierte en esclavo de un me rcado
impr e vis ible , s ometido a los azares de la compe te ncia. Ex p o-
ta a los as alariados , pero no por e llo se humaniza en su
trabajo, y por el contrario está alie nado en be ne ficio de un
me canis mo anónimo.
Sea cual fuere la inte r pr e tación exacta que se atr ibuya a
esta alie nación económica, me parece que la ide a fundame n
tal es bastante clara. La crítica de la r e alidad económica del
capitali- mo ha sido inicialme nte , en el pe ns amie nto de .Marx,
una crítica filos ófica y moral, ante s de convertirse en un
anális is riguros amente sociológico y económico.
As í, es pos ible expone r el pe ns amie nto de Marx como el
de un economista y sociólogo puro y s imple , porque hacia el
fin de su vida ha que r ido ser un s abio, un economista y so
ciólogo. pero ha lle gado a la crítica e conomicosocial a par tir
de temas filos óficos . E- tos temas filos óficos , la unive r s alidad
de l individuo, el hombre total, la alie nación, animan y or ie n
tan el anális is sociológico de las obras de madure z. ¿En qué
me dida el anális is s ociológico de la madure z no es más que
el de s arrollo de las intuicione s filos óficas de la juve ntud, o
por e l contrario re e mplaza totalme nte a estas ins titucione s
Pero aún más a llá o más acá de estas ideas, restan toda
vía muchos puntos oscuros o equívocos que e xplican la p lu
r a lida d de las inte rpre tacione s que ha sido pos ible ofrecer
de l pe ns amie nto de Marx. Uno de estos equívocos, de orde n
filos ófico, se r e laciona con la naturale za de la ley his tórica.
La inte r pr e tación his tór ica de Marx s upone un de ve nir inte
lig ible de orden s upr a individual. Las formas y las re lacione s
de producción están en r e lación dialéctica. Me diante la lu
cha de clases y la contradicción entre las formas y las r e la
ciones de producción, e l capitalis mo se destruye a sí miím o .
Ahor a bie n, esta vis ión ge ne ral de la his tor ia pue de inte r
pretarse de dos modos dis tintos .
En una inte r pr e tación que de nominar é obje tivis ta, esta re
pre s e ntación de las contradiccione s his tóricas , que conduce a
la de s trucción de l capitalis mo y al adve nimie nto de una so
cie dad s in antagonis mos , re s ponde ría a lo que se de nomina
vulgarme nte las grandes líne as de la his toria. Ma r x deduce
de la confus ión de los hechos his tóricos los datos esenciales,
lo que es más importante en el propio de ve nir his tórico, s in
in c luir en esta vis ión e l de talle de los aconte cimientos .
Si acepta esta inte r pr e tación, la de s trucción de l capitalis
mo y el adve nimie nto de una s ocie dad sin antagonis mos se
r ía n hechos s imultáne ame nte conocidos de ante mano y cier
tos, pero inde te r minados e n su localización cronológica y sus
modalidade s .
Es te tipo de anticipación: “ el capitalis mo será de s truido por
sus contradicciones, pero se ignora cuándo o cómo” cie rta
me nte no es s atisfactorio par a el e s pír itu. Un pronós tico re
fe r ido a un hecho que carece de fe cha y que no está espe
cificado, carece de un s ignificado muy a mplio, o por lo me
nos puede afirmars e que una ley his tór ica de este orde n no
se as eme ja de ningún modo a las leyes de las cie ncias na
turales.
Es una de las inte rpre tacione s pos ible s de l pe ns amie nto de
Mar x, y es la inte r pr e tación cons ide rada hoy ortodoxa en e l
mundo soviético. Se a fir ma en e lla la de s trucción necesaria
de l capitalis mo y su s us titución por una s ocie dad más pro
gresista, es de cir por la s ocie dad soviética, pe ro al mis mo
tie mpo se reconoce que la fe cha de este aconte cimie nto ine
vita ble a ún no es conocida, y que e l es tilo de esta catás trofe
pre vis ible aún tiene carácte r inde te rminado. Es ta inde te rmi
nación presenta grande s ve ntajas en el plano de los aconte
cimie ntos políticos , pues se pue de proclamar con abs oluta s in
ce ridad que la coexistencia es pos ible . Par a el régime n so
viético no es necesario de s truir e l régime n capitalis ta, da do
que , de todos modos, éste acabará des truyéndos e a sí mis mo. 23
Ha y otra inte r pr e tación pos ible a la que de nominar e mos
dialéctica — no e n e l s e ntido vulgar, s ino s util. E n este caso,
la vis ión marxis ta de la his toria nace ría de una suerte de re
Aún hacie ndo abs tracción de l tras fondo filos ófico, la socio
logía marxis ta implic a equívocos.
La concepción de l capitalis mo y la his tor ia en Mar x se
atie ne a la combinación de los conceptos de las fuerzas de
producción ,las re lacione s de producción^ la lucha de las cla
ses, la concie ncia de clase o aun la infrae s tructura y la su
perestructura.
Es pos ible utiliza r estos conceptos en todo anális is s ocioló
gico. Pe rs onalme nte, si inte nto ana liza r una s ociedad, sovié
tica o norte ame ricana, parto de bue na gana de l estado de la
economía, y aún de l estado de las fuerzas de producción, pa
r a pas ar a las re lacione s de producción, y lue go a las r e la
ciones sociales. Es le gítimo e l uso crítico y me todológico de
estas ide as para compre nde r y e xplicar una s ocie dad mode r
na, y quizá cualquie r s ocie dad his tórica.
Pero si nos limitamos a utiliza r as í estos conceptos no ha
llamos una filos ofía de la his toria. Corremos e l riesgo de des
cubrir que a un mis mo grado de de s arrollo de las fuerzas
productivas pue de n corresponder re lacione s de producción d i
ferentes. La propie dad privada no e xcluye un gran des arro
llo de las fuerzas productivas ; en cambio, con un de s arrollo
me nor de las fuerzas productivas , es pos ible que ya aparezca
la pr opie dad colectiva. En otros términos , e l uso critico de
las categorías marxis tas no implic a la inte r pr e tación dogmá
tica de l curso de la his toria.
Ahor a bie n. el marxis mo s upone una suerte de par ale lis mo
e ntre el des arrollo de las fuexzas productivas , la trans forma
ción de las re lacione s de producción, la inte ns ificación de la
lucha de clases y la marcha hacia la re volución. En su ver
s ión dogmática, implic a que e l factor decisivo está re presen
tado por las fuerzas productivas , que el de s ar rollo de éstas
s e ñaía e l s e ntido de la his toria huma na y que a los dife re n
tes estados de l de s arrollo de las fuerzas productivas respon
den estados de te rminados de las re lacione s de producción y de
la lucha de clases. Si la lucha de clases se ate núa con el de
s arrollo de las fuerzas productivas en el capitalis mo, o aún
si hay pr opie dad colectiva en una e conomía poco de s ar rolla
da. se destruye el par ale lis mo entre los movimie ntos , que es
indis pe ns able para la filos ofía dogmática de la his toria.
Marx quie re iflterpretar el conjunto de las sociedades a par
tir de su infrae s tructura, es decir, según parea- , del estado
de las fuerzas productivas , los conocimie ntos cie ntíficos y téc
nicos, la indus tr ia y la or ganización de l trabajo. Es ta com
pre ns ión de las sociedades, sobre todo de las sociedades mo
dernas, a par tir de su or ganización e conómica, es totalme nte
le gítima, y en tanto que método quizas aún pue da decirse
que es el me jor. Pero para pas ar de este anális is a una in
te rpre tación de l movimie nto his tórico, es necesairo admitir re
lacione s de te rminadas entre los difere nte s sectores de la rea
lidad.
Los intérpretes han cons ide rado que , e fe ctivame nte , era d i
fíc il utiliza r términos de mas iado precisos, como el de de te r
m inac ión, para e xplicar las re lacione s entre las fuerzas o las
re lacione s de producción y el estado de la concie ncia s ocial.
Como los términos caus alidad o de te rminación pare cie ron ex
cesivamente rígidos , o para de cir lo con e l vocabulario de es
ta corriente, me canicis tas y no dialécticos , se ha r e e mplazado
e l tér mino de te rminación por la pala br a condicionam ie nto.
Sin duda, esta fór mula es pre fe rible , pero es excesivamente
inde finida . En una s ocie dad cualquie r sector condiciona a las
restantes. Si tuviésemos otro régime n político, pre vale ce ría pro
bable me nte otra or ganización e conómica. Si tuviésemos otra
e conomía, probable me nte pre vale ce ría otro régime n que el de
la V Re pública.
La de te rminación es excesivamente r ígida, e l condiciona
mie nto corre e l riesgo de ser de mas iado fle xible , y a tal ex
tremo in dubita ble que el alcance de la fór mula re s ulta du
dosa.
Se quis ie r a ha lla r una fór mula inte r me dia entre la de te rmi
nación de l conjunto de la sociedad por la infrae s tructura
— propos ición re futable — y e l condicionam ie nto que no tie
ne mayor s ignificado. Como s uele oc;trrir en casos s e me jan
tes, la s olución milagr os a es la s olución dialéctica. Se califica
de dialéctico el condicionamie nto, y se cree habe r dado un
paso decisivo.
Aún ace ptando que la sociología marxis ta vaya a pa r ar a
un anális is dialéctico de las re lacione s entre las fuerzas pro
ductivas mate riale s , los modos de producción, los marcos so
ciale s y la conciencia de los hombres , en un mome nto dado
es necesario re cuperar la ide a es e ncial: a saber, la dete rmina*
ción de l todo s ocial. A mi e ntender, el pe ns amie nto de Marx
no es dudoso. Creyó que un régime n his tór ico estaba d e fin i
do por ciertas características fundame ntale s , e l estado de las
fue rzas productivas , el modo de propie dad y las re lacione s de
los trabajadore s entre sí. Los dife re nte s tipos s ociales se ca
racterizan cada uno por cierto modo de r e lación entre los tra
bajadore s asociados. La e s clavitud ha s ido un tipo s ocial, e l
as alar iado es otro. A par tir de ese punto, es pos ible e s table
cer re lacione s e fe ctivame nte fle x ible s y dialécticas entre los
difere nte s sectores de la r e alidad, pe ro continúa s ie ndo esen
c ia l la de finición de un régime n s ocial a pa r tir de un r e du
cido núme r o de hechos considerados decisivos.
La dific ult a d consiste en que estos hechos dife re nte s, a los
ojos de Marx decisivos y vinculados entre sí, apare cen hoy
como hechos s eparables , porque la his tor ia los separó.
La vis ión coherente de Marx es la de un de s arrollo de las
fue rzas productivas que dific ult a cada vez más el mante ni
mie nto de las re lacione s de producción capitalis tas y e l fu n
cionamie nto de los me canis mos de este régime n, de te r minan
do que sea cada vez más implac able la luc ha de clases.
En r e alidad, e l des arrollo de las fuerzas productivas se ha
r e alizado en ciertos casos con la propie dad privada, e n otros
con la pr opie dad públic a ; no ha ha bido r e volución a llí donde
las fuerzas productivas e staban más de s arrolladas . Los hechos
a par tir de los cuales Marx re s tablecía la totalida d social e
his tór ica fue r on dis ociados por la his toria. E l proble ma e ma
nado de esta dis ociación admite dos solucione s : la inte r pr e
tación fle x ible y crítica, que conserva una me todología de
inte r pr e tación sociológica e his tór ica, ace ptable para todo el
mundo; la inte r pr e tación dogmática, que mantie ne el e squema
de l de ve nir his tórico conce bido por Marx , en una s ituación
que , desde ciertos puntos de vista, es totalme nte difere nte .
Es ta se gunda inte r pr e tación pasa hoy por ortodoxa, pues anun
cia el fin de la s ocie dad occide ntal en func ión de l esquema
de la contradicción intríns e ca y de la autode s trucción de l ré
gime n capitalis ta. Pero, esta vis ión dogmática, ¿es la socio
logía de Mar x ?
CONCLUS IÓN
OBRAS GE N E RALE S
OB RAS A C E RC A D E L M A R XIS M O
DE MOCRACIA Y LIBERT AD
OBRAS GE N E RALE S
Mar x vivió el pe ríodo his tór ico entre 1848 y 1851 de dis
tinto modo que Augus to Comte o T ocque ville . No estaba re ti
r ado en la torre de m a r fil de la calle Monsieur- le- Prince, y
tampoco era dip uta do a la As amble a Cons tituye nte o a la As am
ble a Le gis lativa, minis tr o de Odilo n Barr ot y de Luis Na po
le ón. Agitador r e volucionario y pe riodis ta, pa r ticipó activa
me nte en los aconte cimie ntos de Ale ma nia . Pero ha bía vivi
do en Fr ancia y conocía m u y bie n la polític a y a los r e volu
cionar ios franceses. Por lo tanto, con respecto a Fr ancia era
un testigo activo. Ade más , creía en e l carácte r inte r nacio na l
de la r e volución y se s e ntía dir e ctame nte inte re s ado por la
crisis francesa..
Muchos juicios que halla mos en sus dos libros , Las luchas
de clases e n Franc ia, 1848- 1850, y E l 18 B rum w io de L uis
B onaparíe , coacue rdan con los que apare ce n en los S ouv e nirs
de T ocque ville .
Como T ocque ville , Mar x se s intió impr e s ionado por e l con
traste entre los le vantamie ntos de 1848, e n los que las ma
sas obreras de Par ís combatie ron solas y sin je fe s dur ante
varios días , y los des órdenes de 1849 — un a ño después—
cuando los je fe s par lame ntar ios de la Monta ña inte ntar on
vaname nte des e ncade nar alzamie ntos y no fue r on s e guidos
por sus tropas.
Ambos tie ne n concie ncia de que los aconte cimie ntos de
1848- 1851 no re presentan s imple me nte pe rturbacione s p o líti
cas, y por e l contrario son los pres agios de una r e volución
s ocial. T ocque ville compr ue ba con te mor que en ade lante se
pone en te la de juic io toda la base de la s ocie dad, las leyes
respetadas desde hace siglos por los hombres. Marx e xclama,
con ace nto de tr iunfo, que comienza a re alizars e la conmo
ción social, que a sus ojos es ne ce saria. Las escalas de los
valores de l aris tócrata libe r al y de l re volucionario son dife
rentes, y aún opuestas. E l respeto de las libe r tade s políticas ,
que para T ocque ville es s agrado, cons tituye a los ojos de
Mar x la s upe rs tición de un hombre de l antiguo régime n. Marx
no sie nte ningún respeto hacia e l Par lame nto y las lib e r
tades formales . Lo que uno qiue re s alvar a toda cos'ta. el
otro lo cree s ecundario, y quizás aún pie ns a que es u n obs tácu
lo en e l camino de lo que le parece e s e ncial: la r e volución
social.
Uno y otro ven una suerte de lógica his tór ica en e l paso
de la Re volución de 1789 a la Re volución de 1848. A los
ojos de T ocque ville , la r e volución continúa, y pone en tela
de juic io e l orde n s ocial y la propie dad, des pués de la des
trucción de la mo nar quía y los órdenes pr ivile giados . Marx
ve en esta re volución social la apar ición de l cuarto Es tado,
después de la victor ia de l tercero. Las expresiones no son
idénticas ; los juicios de valor son contrarios, pero uno y otro
coincide n en un punto e s e ncial: una vez de s truida la mo nar quía
tr adicional, una vez derrocada la aris tocracia de antaño, es
nor ma l que el movimie nto de mocrático, que tie nde a la igual
dad s ocial, ataque los pr ivile gios que aún pe r dur an, que son
los de la burgue s ía. A juic io de T ocque ville , y por lo me nos
para su época, la lucha contra la de s igualdad e conómica está
conde nada a la derrota. E n ge ne ral, cree inconmovible s las
de s igualdade s de fortuna, pues e s tán vinculadas con e l orden
eterno de las sociedades humanas . Por su parte , Mar x pie ns a
que no es impos ible r e ducir o e lim ina r estas de s igualdade s
e copómicas me diante una re organización de la s ocie dad. Pero
uno y otro obs ervan el paso de la r e volución contra la aris
tocracia a la re volución contra la burgue s ía, de la subver
s ión contra e l Es tado monár quico a la s ubve rsión contra el
or de n social todo.
Finalme nte , Marx y T ocque ville coincide n en el anális is de
las fases de la re volución. Los aconte cimie ntos franceses de
1848- 1851 e ran fas cinante s par a los espectadores contempo
ráneos, y lo son a ún hoy, a causa de la ar ticulación de los
conflictos . E n pocos años , Fr ancia vivió la mayor ía de las
s ituacione s típicas de los conflictos políticos e n las s ociedades
mode rnas .
En el curso de una prime r a fase, de l 24 de fe bre ro de 1848
al 4 de mayo de 1848, un alzamie nto abate a la mo na r quía,
y el gobie r no provis orio incluye a varios socialis tas , que ejer
cen una influe ncia pr e dominante dur ante algunos meses.
Con la r e unión de la As amble a Cons tituye nte , se inic ia una
s egunda fase. La mayor ía de la As amble a e le gida por e l país
es conservadora, o aún re accionaria y monár quica. Se suscita
un conflicto entre e l gobie r no provis orio, donde pr e dominan
los s ocialis tas , y la As amble a conservadora. Es te conflicto
desemboca en los movimie ntos de jun io de 1848, r e be lión de l
pr ole tar iado paris iens e contra una as amble a e le gida por su
fragio unive r s al pe ro que , a causa de su compos ición, aparece
como un e ne migo a los ojos de los obreros parisienses.
La tercera fase comie nza con la e lección de Luis Na pole ón,
en dicie mbre de 1818; o de acue rdo con Marx, en mayo de
1849, con e l fin a l de la Cons tituye nte. E l pre s ide nte de la
Re pública cree en la le g itimida d bonapar tis ta, y se cree el
hombre s e ñalado por el de s tino. En su carácter de pre s ide nte
de la Se gunda Re públic a , dis puta prime ro con una As amble a
Cons tituye nte de mayor ía monár quica, y lue go con una
As amble a Le gis lativa que cue nta igualme nte con una mayo
r ía monár quica, pe ro también con cie nto cincue nta represen
tantes de la Montaña.
De s pués de la e lección de Luis Na pole ón comie nza un con
flicto s util, que se de s ar rolla en varios frentes. Los mo nár q ui
cos, incapace s de pone rse de acue r do en e l nombr e de l mo
narca y en la re s taur ación de la mona r quía , por hos tilida d a
Luis Na pole ón se convie rte n en defensores de la Re públic a
contra un Bonaparte deseoso de re s taurar e l Impe r io. Luis
Napole ón utiliza proce dimie ntos que los par lame ntar ios con
s ide ran demagógicos. E n efecto, en la táctica de Luis Napo
le ón se manifie s tan los eleme ntos de l s e udos ocialis mo (o de l
auténtico s ocialis mo) de los fas cis tas de l s iglo XX. Como la
As amble a Le gis lativa come te e l e rror de s upr imir el s ufr agio
unive rs al, e l 2 de dicie mbre Luis Na pole ón s uprime la Cons
titución, dis ue lve la As amble a Le gis lativa y restablece s im ul
táne ame nte e l s ufr agio unive rs al.
Pero Mar x inte nta también, y e n eso está su or iginalidad,
e xplicar los aconte cimie ntos políticos por la infrae s tructura
s ocial. E n los conflictos pr opiame nte políticos procura mos
trar la e xpres ión, o por así de cir lo e l aflor amie nto a nive l
político de las que re llas profundas de los grupos sociales. Es
e vide nte que eso es tambié n lo que hace T ocque ville . Mue s
tra e l conflicto de los grupos sociales e n la Fr ancia de me
diados de l s iglo x a . Los actores principale s de l dr ama son
los campe sinos, la pe que ña burgue s ía paris iens e, los obreros
parisienses, la burgue s ía y los restos de la aris tocracia, acto
res todos que no son muy dis tintos de los que des cribe Marx.
Pe ro a l mis mo tie mpo que e xplica los conflictos políticos me
dia nte las dis putas sociales, mantie ne la e s pe cificidad o la
autonomía por lo menos r e lativa de l orde n político. Por el
contrario, Ma r x procura cons tante me nte h a lla r una correspon
de ncia unívoca entre los aconte cimie ntos de la esfera política
y los aconte cimie ntos de la infrae s tructura social. ¿En qué
me dida lo ha logr ado?
Los do3 folle tos de Mar x, Las luchas de clases e n Franc ia
y E l 18 B rum ario de Luis B onaparíe son obras br illante s . A
m i juicio, son en muchos aspectos más profundas , más satis
factorias que sus grandes obras cie ntíficas . Marx, impuls ado
por su clar ivide ncia de his toriador, olvida sus teorías y a na
liza los aconte cimie ntos como un obs ervador ge nial.
As í, para demos trar la inte r pr e tación de la polític a me
diante la infrae s tructura social, Ma r x escribe:
"E l 10 de dicie mbre de 1848 [ es de cir, e l día de la elec
ción de Luis Napole ón] fue e l día de la ins ur re cción de los
campesinos. Sólo desde esa fe cha se inic ia el fe bre ro de los
campe s inos franceses, el s ímbolo que expres aba su ingreso
en e l movimie nto r e volucionario, torpe y astuto, gr anuja e in
ge nuo, zafio y s ublime , s upe rs tición calculada, patético bur
lesco. anacr onis mo ge nial y e s túpido, travesura de la his toria
mundia l, je r oglífico inde s cifr able par a la r azón de las perso
nas civilizadas , este s ímbolo s e ñalaba, s in que fuese pos ible
confundir lo, la fis onomía de la clase que representa la bar
barie en e l seno de la civilización. La Re públic a se ha bía
anunciado a e lla me diante e l a lgua cil; y e lla se anunció a la
Re púb lic a me diante el empe rador. Na pole ón era e l único hom
bre que re pres entaba has ta e l fin los intereses y la imagina
ción de la nue va clase campe s iná' que 1789 ha bía creado. Al
ins cr ibir su nombr e e n e l fr ontis picio de la Re públic a , de cla
raba la guerra a l e xtranje ro y r e ivindicaba sus intereses de
clase e n e l inte r ior. Par a e l campe s ino, Napole ón no era un
hombr e s ino un programa. Con bande ras y mús ica fue r on a
las uma s a los gritos de ¡Bas ta de im pue s tos ! ¡A b ajo los ri
cos! ¡A bajo la R e p úb lic a' ¡V iv a e l e m pe rador! De trás dol
e mpe rador se ocultaba la jacqw e rie . La Re públic a que e llos
de rrocaron con su voto, era la r e públic a de los ricos” ( Les liU-
tes de classes e n France , Éd. Sociales , pág. 57 ).
Aún e l e studioso no marxis ta ace pta s in dific ult a d que los
campe s inos votaron por Luis Na pole ón. Como re pr e s e ntaban
e ntonces a la mayor ía de los electores, pre fir ie r on e le gir a l
s obrino, r e al o supue s to, de l e mpe rador Na pole ón, antes que
e le gir a l ge ne ral r e publicano Cavaignac. E n u n s is te ma de in
te rpre tación ps icopolítica, se d ir ía que a causa de su nombre
Luis Na pole ón era e l je fe car is mático. E l campe s ino — poco
civilizado, dice Mar x con su de s pre cio a los campe sinos— ha
pr e fe rido un s ímbolo napole ónico a una pe r s onalidad r e pub li
cana auténtica, y en este s e ntido Luis N a pole ón ha s ido e l
hombre de los campe s inos contra la r e públic a de los ricos. Lo
que parece proble mático, es la me dida en que , pre cis ame nte
por que lo e ligie r on los campe s inos , Luis Na pole ón se con
vir tió e n re pre s e ntante de l inte rés de clase de los campe s inos .
No era necesario que los campe s inos e ligies e n a Luis Na pole ón
par a inte r pr e tar sus intereses de clase. No era ne ce s ario tam
poco que las me didas adoptadas por Luis Na pole ón se ajus
tasen a l inte r és de clase de los campes inos . E l e mpe rador hizo
lo que su ge nio o su e s tupide z le s ugirió. E l voto campe s ino
favorable a Luis Na pole ón es u n he cho in dud able . La trans
for mación de l aconte cimie nto en te oría es la fór m ula : “ e l in
terés de clase de los campe s inos se expresó e n Luis Napo
le ón” . ’
Un texto acerca de los campes inos , in c luid o en E l 18 Bru-
m ario de Luis B onaparte pe rmite compr e nde r este punto. Mar x
des cribe ia s ituación de clase de los campe s inos :
“ E n la me dida e n que millone s de fa m ilia s campe s inas vi
ven en condicione s e conómicas que las s e paran unas de otras
y opone n su género de vida, sus intereses y su cultur a a las
de otras clases de la socie dad, for man una clase. Pe ro no
for man una clase en la me dida en que no existe entre los
campe s inos de las parce las más que un vínculo local, y e n
que la s im ilit ud de sus intereses no crea e ntre e llos ning una
comunidad, n ing ún vínculo na ciona l y ninguna or ganización
polític a. Por eso son incapace s de de fe nde r sus intereses de
clase e n su pr opio nombre , me diante un Par lame nto o una
As amble a. No pue de n representarse a sí mis mos , es ne ce s ario
que los re presenten. Sus repre sentante s de be n parecerles a l
mis mo tie mpo una aut or ida d s upe rior, como u n pode r gube r
na me nta l abs oluto, que los prote ge contra las restantes clases
y les e nvía desde lo alt o la llu v ia y e l bue n tie mpo. Por con
s iguie nte , la influe ncia polític a de los campe s inos de las par
celas e ncue ntran su e xpre s ión fin a l en la s ubor dinación d«
la s ocie dad al pode r e je cutivo” (L e 18 B rum aire de L o uu So*
napartr, £d . Sociales , pág. 9 8 ).
Tenemos a quí una de s cripción muy sagaz de la condición
e quívoca, de clase y no clase, de la mas a campe s ina. Los cam
pesinos tie ne n un modo de existe ncia más o me nos s emejante,
que les confie re la prime ra característica de una clase s ocial;
pero les fa lta la capacidad de cobrar concie ncia de sí mismos
como for mando una unida d. Incapace s de representarse a sí
mismos, son desde lue go una clase pas iva, que sólo pue de
h a lla r re pre s e ntación en hombre s exteriores a e lla — lo que
constituye un comienzo de e xplicación de l hecho de que los
campe s inos hayan e le gido a un hombre que no ha bía surgido
de sus filas — es decir, a Luis Napole ón.
Pe ro resta una dific ult a d fundame ntal: lo que ocurre en
la escena política, ¿se e xplica ade cuadame nte por lo que ocu
rre e n la infrae s tructura s ocial?
Por e je mplo, de acuerdo con Mar x, la mo nar quía legitimis-
ta re pre s entaba la propie dad r ural, y la mona r quía or le anis ta
a la burgue s ía financie r a y come rciante . Ahor a bie n, estas
dos dinas tías jam ás pudie r on entenderse dur ante la crisis de
1848- 1851, la dis puta entre las dos dinas tías fue el obs táculo
ins upe r able que im pidió la re s tauración monár quica. ¿Las dos
fa milia s reales se mos traron incapace s de coincidir e n e l nom
bre de un pre te ndie nte , porque una re pre s e ntaba a la propie
da d rural y la otra a la pr opie dad in d us tr ia l y come rcial? ¿O'
e ran incapaces de ponerse de acuerdo porque , por de finición,
s ólo pue de habe r un pre te ndie nte ?
La pre gunta no está ins pir ada por una actitud pre conce bida
de crítica o de s utile za, y por e l contrario propone e l pr oble
ma e se ncial de la inte r pr e tación de la política por la infrae s
tructura social. Admita mos que Marx tenía razón, y que la mo
nar quía le gitimis ta fue e fe ctivame nte el régime n de la gran
propie dad r ur al y de la noble za tr adicional, y que la monar
quía de Orléans representa los intereses de la burgue s ía fi
nancie ra. ¿E l conflicto de intereses económicos impe día la u n i
dad, o el obs táculo estaba re pre se ntado por e l s imple fe nóme no,
ar itmético por as í de cirlo, de que s ólo po día habe r un rey?
Por supuesto, Marx se sie nte te ntado de e xplicar la impos i
b ilid a d de l acuerdo me diante la in c o mpa tibilid a d de los inte
reses económicos.5 La de bilida d de esta inte r pr e tación reside
contra otras, no era más que las flores de lis y la bande ra tri
color, la casa de los Borbones y la casa de Orléans , matices
diferente s de l re alismo? Bajo los borbone s, había re inado la
gr an propie dad rural con sus sacerdotes y sus lacayos, bajo los
Orléans , ocupó el prime r lugar la alta fínanza, la gr an indus
tria, el gran comercio, es de cir el capital, con su cortejo de abo
gados, profesores y retóricos. La realeza le gítima no era más
que la expresión política de l dominio he re ditario de los seño
res terratenientes, de l mis mo modo que la monar quía de Julio
no era más que la expresión política de l dominio us ur pado de
los adve nedizos burgueses. Por consiguie nte , las fracciones no
e s taban divididas por pre tendidos principios , sino por sus con
dicione s materiales de existencia, dos formas diferente s de pr o
pie dad, el antiguo antagonis mo entre la ciuda d y el campo,
la rivalidad entre e l capital y la propie dad rural. Que al mis mo
tie mpo los antiguos recuerdos, las que rellas personales, los te
mores y las esperanzas, los pre juicios y las ilusione s,las s im
patías y las antipatías , las convicciones, los artículos de fe y
los principios los hayan vinculado a una u otra casa reai,
¿quié n lo niega? Sobre las dife re nte s formas de pr opie dad,
sobre las condiciones de existencia social se eleva una superes
tructura ínte gra de impres iones , ilusiones, modos de pens a
mie nto y concepciones filosóficas particulares . La clase toda
las crea y las forma sobre la base de estas condiciones mate
riales y de las correspondientes relaciones sociales. E l in d i
viduo que las recibe por tr adición o por e ducación pue de im a
ginarse que cons tituye n las verdaderas razones de terminante»
purame nte política, exacta y s atis factoria. Los dos partidos
monárquicos no podía n ponerse de acue rdo sobre la bas e de
una r e públic a pa r lame ntar ia, único modo de r e conciliar a los
dos pre te ndie nte s a un trono que s ólo tolera u n ocupante . Cua n
do hay dos pre te ndie nte s , par a e vitar que uno ocupe las Tu-
lle r ías y e l otro marche a l e x ilio, es necesario que ninguno
ocupe el poder. La r e pública par lame ntar ia era e n este s e ntido
la re conciliación entre las dos dinas tías . Y Marx continúa:
“ La re aleza, que pe rs onifica e l antagonis mo entre ambos ,
de bía e ncarnar su u nid a d y hace r de la e xpre s ión de sus inte
reses exclusivos de fraccione s e l interés común de su clase. La
mo na r quía de bía r e aliza r lo que la ne gación de las dos mo
nar quías — a saber, la Re púb lic a — podía r e alizar y ha bía re a
liza do re alme nte . Er a la pie dra filos ofal, en cuya fabr icación
se r ompían la cabeza los doctores de l par tido de l orde n. [ Como
si la mona r quía le gítima pudie s e convertirse jamás en la mo
na r q uía de la burgue s ía indus tr ial, o la re aleza de la bur gue
sía ser ja más la re aleza de la aris tocracia te rratenie nte he r e di
tar ia! ¡Como si la propie dad r ur al y la indus t r ial pudie s e n fr a
te rnizar ba jo una mis ma corona, s ie ndo as í que la corona sólo
podía ador nar una s ola cabeza, la de l he r mano mayor o la de l
me nor! ¡Como si en ge ne ral la indus tr ia pudie s e re conciliars e
con la pr opie dad r ural, mie ntras ésta no de cidie se convertirse
7 Entre lis obras <le filie lla lé vy cite mos: La Form ation du
rtulictllism e l>h:losopliique, París, Alean, 1901- 1904 (3 volúme
nes: tomo I, L a Jeunesse de B cnlham ; tomo II, L 'Év o luliim
de la doctrine utilitaire de 1789 <i 1815; tomo III, Le Radica-
lism e p h ilo s o p liiq ue ); His toire d u pe uple anglais au X IX e .
airclc, París, Hachette, 6 volúmenes (los cuatro primeros v o lú
menes abarcan el pe ríodo de 1815 a 1848, los dos últimos de
1895 a 1914); L ’Ére des tijrannie s , étude s sur le socialis m o et
la Rtierre, París, Gallimar d, 1938; His toire d u socialism e euro-
pe e n, re dactado de acue rdo con las notas del curso, París, Ca-
llimard, 1948.
gos franceses modernos. Menospre cia la impor tancia de lo po
lítico y de lo e conómico con respecto a lo s ocial, ponie ndo
el acento sobre la unida d del todo social y afir mando como
fundame ntal el concepto de consenso. Al multiplic a r los a n áli
sis y los conceptos se esfuerza por re cons truir la tota lida d de
la sociedad.
La tercera escuela, la marxis ta, es la que ha te nido más
éxito, si no en las aulas en la esencia de la his toria unive r
sal. Se gún la inte rpre taron a par tir de la infrae s tructura socio
económica con un e s quema de l de ve nir que garantiza a los
fieles la victoria. Es particular me nte d ifíc il dis cutirla a causa
de sus éxitos histórico- . Pues jamás se sabe si corresponde
dis cutir la versión de l catecismo, necesaria para toda doc
tr ina de Es tado. O la versión s util, la única ace ptable para
los grandes es píritus , sobre todo porque entre las dos versio
nes hay inte rcambios incesantes, cuyas modalidade s var ían de
acuerdo con las pe ripecias impr e vis ible s de la his toria unive rs al.
A pesar de sus divergencias en la e lección de valores y en
la vis ión his tórica, estas tres escuelas sociológicas son todas
inte r pr e tarione s de la sociedad mode rna. Augus to Comte es un
admir ador casi total de esa socie dad mode rna, a la que de
nomina indus tr ial y que. según afir ma, será pacífica y pos i
tivista. De- de el punto de vista de la escuela política la so
cie dad mode rna es una s ociedad de mocrática, y corresponde
obs ervarla sin impuls os de e ntus ias mo o de indignación. Po
see seguramente características s ingulare s , pe ro no es la re a
lización fina l del des tino humano. En cuanto a la tercera
e s cuda, comhina el e ntus ias mo por la socie dad indus tr ial con
la indignación contra el capitalis mo. Alie nta un supremo op
timis mo respecto de l futur o le jano, es s ombríame nte pe s imis
ta con respecto al futur o cercano, y anuncia un prolongado
pe ríodo de catástrofes, de luchas de clases y de guerras.
En otros términos, la escuela comtista es optimis ta con ten
dencia a la s e re nidad: la escuela política se mue stra reserva
da. con una sombra de escepticismo: y la escuela marxis ta
es utópica, con cierta inclinac ión a a dm it ir las catástrofes co
mo deseables o en todo caso ine vitable s .
• Cada una de estas escuelas reconstruye a su modo el con
junto s ocial. Cada una ofrece cierta versión de la dive rs idad
de las sociedades conocidas his tór icame nte y atr ibuye un sen
tido a nuestro presente. Cada una está ins pir ada por convic
ciones morale s y por afirmacione s cie ntíficas . He procurado
indicar el pape l de las convicciones y de las afir macione s .
Pero no olvido que aún quie n quie r a dis tinguir estos dos ele
mentos, lo hace en func ión de sus propias convicciones.
C RON OLOGÍA DE LA RE VOLU C IÓN DE 1848
Y D E LA S E GU N DA RE P ÚBLICA
P r ime r a pa r t e
LOS F U N D A D O R E S