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Dios desea que nosotros pasemos la eternidad junto a él, pero nos ha dejado
esa opción a nosotros. Dios ha preparado todas las provisiones para que
nosotros estemos con él por siempre. Él no tiene un amor más grande que su
amor por nosotros.
Jaculatorias
Jesús mío, quiero morir profesando vuestra fe; creo cuanto habéis revelado.
¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía! Rogad por mí ahora que me hallo en la
hora de mi muerte.
ADVERTENCIAS
Mientras el que asiste vaya sugiriendo al enfermo estas jaculatorias, los demás
parientes y amigos se hincarán de rodillas delante de alguna imagen de María
Santísima en el mismo aposento del enfermo o en otro, y rezarán el santo
Rosario y las Letanías de Nuestra Señora. Así podrán ayudar mejor al
enfermo que no estando alrededor de la cama llorando, gimiendo y
aumentando la pena al pobre moribundo.
Todo cristiano, a lo menos una vez cada mes, debería leer y acompañar con el
corazón el siguiente:
Adoro, Dios mío, vuestro ser eterno: pongo en vuestras manos el que me
habéis dado, y que ha de cesar por la muerte en el instante en que Vos lo
hayáis dispuesto. Acepto esta muerte con sumisión y espíritu de humildad en
unión de la que sufrió mi Señor Jesucristo, y espero que con esta aceptación
merezca vuestra misericordia.
INDULGENCIA PLENARIA
¡Señor, Dios mío!: Desde este momento, con ánimo sereno y resignado,
acepto de vuestras manos cualquier género de muerte que os plazca
mandarme, con todos los dolores, penas y angustias que la acompañen.
ORACIÓN
¡Oh Dios de bondad, Dios clemente, Dios que, según la multitud de tus
misericordias, perdonas a los arrepentidos, y por la gracia de una entera
remisión borras las huellas de nuestros crímenes pasados!
Dirige una mirada compasiva a tu siervo N.; recibe la humilde confesión que te
hace de sus culpas, y concédele el perdón de todos sus pecados. Padre de
misericordia infinita, repara en él todo lo que corrompió la fragilidad humana y
manchó la malicia del demonio; júntale para siempre con el cuerpo de la
Iglesia, como miembro que fue redimido por Jesucristo. Ten, Señor, piedad de
sus gemidos, compadécete de sus lágrimas, y puesto que no espera sino en tu
misericordia, dígnate dispensarle la gracia de la perfecta reconciliación. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Cuando mis labios, fríos y convulsos, pronunciaren por última vez vuestro
adorable nombre,
Cuando los últimos suspiros del corazón empujen mi alma a que salga del
cuerpo, aceptadlos, Señor, como hijos de una santa impaciencia de ir hacia
Vos, y entonces,
Cuando mi alma salga para siempre de este mundo y deje mi cuerpo pálido,
frío y sin vida, aceptad la destrucción de él como un homenaje que rendiré a
vuestra Divina Majestad, y en aquella hora,
En fin, cuando mi alma comparezca ante Vos y vea por primera vez el
esplendor de vuestra Majestad, no la arrojéis de vuestra presencia; dignaos
recibirme en el seno de vuestra misericordia, para que cante eternamente
vuestras alabanzas,
(1) Si se rezan por una moribunda, se reemplazan con las palabras “ella,
sierva, hermana”, la de “él, siervo, hermano”.
ORACIÓN
ORACIÓN
Anímate con grande esperanza San José, dulcísimo Patrón de los moribundos;
Librete de los tormentos Jesucristo, que fue crucificado por ti; colóquete
Jesucristo, Hijo de Dios vivo, en el jardín siempre ameno de su paraíso, y
verdadero Pastor como es, reconózcate por una de sus ovejas. Perdónete
misericordioso todos tus pecados; póngate a su derecha entre sus elegidos,
para que veas a tu Redentor cara a cara, y morando siempre feliz a su lado,
logres contemplar la soberana Majestad y gozar de la dulce vista de Dios,
admitido en el número de los Bienaventurados, por todos los siglos de los
siglos. R. Así sea.
ORACIÓN
R. Así sea.
Señor: Libra el alma de tu siervo de todos los peligros del infierno, de sus
castigos y males.
R. Así sea.
R. Así sea.
R. Así sea.
R. Así sea.
R. Así sea.
Señor: Libra su alma, como libraste a Isaac de su padre Abraham cuando iba a
inmolarle.
R. Así sea.
R. Así sea.
Señor: Libra su alma, como libraste a Moisés de las manos de Faraón, rey de
Egipto.
R. Así sea.
Señor: Libra su alma, como libraste a Daniel del lago de los leones.
R. Así sea.
Señor: Libra su alma, como libraste a los tres jóvenes del horno encendido y de
las manos del rey impío.
R. Así sea.
R. Así sea.
Señor: Libra su alma, como libraste a David de las manos de Saúl y Goliat.
R. Así sea.
Señor: Libra su alma, como libraste a San Pedro y San Pablo de las prisiones.
R. Así sea.
R. Así sea.
ORACIÓN
Reconoce Señor, tu criatura, obra, no de dioses extraños, sino tuya, Dios único,
vivo y verdadero, porque no hay otro Dios más que Tú, y nadie te iguala en tus
obras. Haz, Señor, que tu dulce presencia llene su alma de alegría; olvida sus
iniquidades pasadas y los extravíos a que fue arrastrada por sus pasiones;
porque, aun cuando pecó, no ha renunciado a la fe del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, sino que ha conservado el celo del Señor y, ha adorado
fielmente a Dios, creador de todas las cosas.
Te pedimos, Señor, que olvides todos los pecados y faltas que en su juventud
cometió por ignorancia, y, según la grandeza de tu misericordia, acuérdate de
él en el esplendor de tu gloria. Ábransele los cielos y regocíjense los Ángeles
con su llegada. Recibe, Señor, a tu siervo N. en tu reino. Recíbale San Miguel
Arcángel, caudillo de la milicia celestial; salgan a su encuentro los santos
Ángeles y condúzcanle a la celeste Jerusalén. Recíbale el Apóstol San Pedro,
a quien entregaste las llaves del reino celestial. Socórrale el Apóstol San Pablo
que mereció ser vaso de elección, e interceda por él San Juan, el apóstol
querido, a quien fueron revelados los secretos del cielo. Rueguen por él todos
los santos Apóstoles, a quienes Dios concedió el poder de absolver y de
retener los pecados; intercedan por él todos los Santos elegidos de Dios, que
sufrieron en este mundo por el nombre de Jesucristo, a fin de que, libre de los
lazos de la carne, merezca entrar en la gloria celestial por la gracia de Nuestro
Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos
de los siglos. Amén.
ORACIÓN
ORACIÓN
A Vos recurro, San José, Patrón de los moribundos, y a Vos, en cuyo tránsito
asistieron solícitos Jesús y María, os encomiendo encarecidamente por ambas
prendas carísimas el alma de vuestro siervo (o sierva) N., que se halla en su
última agonía, para que bajo vuestra protección se vea libre de las asechanzas
del diablo y de la muerte perpetua, y merezca llegar a los gozos eternos de la
Gloria. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Lo tercero, las obras penales, que son satisfactorias, esto es, que son
proporcionadas para hacer penitencia y dar satisfacción por nuestras culpas a
la Majestad divina. Tales son: el ayuno, limosna, disciplinarse, cilicio, besar la
cruz, estarse con la cruz, y todo género de cristiana mortificación. Se advierte,
que a los que no pueden ayunar sin ser notados les es muy fácil privarse de
este o de aquel bocado regalado, privarse de visitas curiosas o de alguna otra
lícita recreación de los sentidos, cosa que nadie o casi nadie advierte y ante
Dios es de mucho valor.
Lo quinto, todas las buenas obras, los trabajos, enfermedades, las afrentas
sufridas con paciencia, se pueden ofrecer a Dios junto con los méritos de la
Pasión de Cristo y Dolores de la Santísima Virgen, en sufragio de aquellas
almas que, pudiendo valernos mucho a nosotros, a sí mismas no pueden
valerse. Y, por lo tanto agradecidísimas a nuestra misericordia, nos alcanzarán,
entre otros favores, que el Señor nos guíe por el camino del cielo, en donde
ellas y nosotros descansaremos para siempre. Amén.
La Iglesia, nuestra Madre, no sólo aprueba este acto heroico, sino que lo
enriquece con indulgencias y privilegios, como son: indulgencia plenaria todos
los días en que comulguen los que tienen hecho este acto heroico, y también
todos los lunes por oír la Misa en sufragio de los difuntos, y si no pudieren oír
Misa el lunes, vale para la indulgencia la del domingo; se requiere visitar una
iglesia y orar a intención del Papa. Además, podrán aplicar a las almas todas
las indulgencias, aunque no sean aplicables; que los sacerdotes gozan del altar
privilegiado todos los días.
Nota: se recomienda sacar copia de este documento y dar a las personas que
oran por los enfermos y moribundos. Estas oraciones son de un libro muy
antiguo de oraciones de la Iglesia Católica, que pertenecía a la madre de una
amiga ya mayor de edad. Lamentablemente el libro no tiene la portada ni las
primeras hojas para poder conocer el nombre del libro, autor, y fecha de
edición. Se supone fue hecho en España por el correcto Castellano que usa, y
que fue posterior al Papa San Pío X, pues lo menciona en la indulgencia
plenaria que dió para la hora de la muerte. Este libro en sus oraciones contiene
la Fe tradicional de la Iglesia Católica, y es importante para orarle a los
moribundos y para beneficio también de los que están en salud, para ir
preparándonos cristianamente para la muerte.