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Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Facultad de Filosofía y Educación

Instituto de Historia

El crucial siglo VII en las crónicas hispanas:


La última guerra romano-persa y las primeras conquistas árabes en la Crónica
Bizantino-arábiga (c.741-744 d.C.) y la Crónica Mozárabe del 754.

Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia con mención en ciencias políticas.

Alumno: Joaquín Serrano del Pozo.

Profesor Guía: José Marín Riveros.

Diciembre del 2014.


Viña del Mar.
AGRADECIMIENTOS

Nos parece apropiado iniciar la presentación de esta tesis agradeciendo a todos


quienes nos apoyaron y colaboraron en la misma. Primero, a los profesores José Soto Chica,
Diego Melo Carrasco y Ángel Gordo Molina por su interés, buena voluntad, pertinentes
comentarios y sugerencias relativos a los temas y problemas aquí trabajados. Sobre todo, al
profesor José Marín Riveros, sin cuya guía –y buena voluntad a la hora de prestarnos sus
libros- esta investigación no habría sido posible. También, a Juan Pablo Prieto y Giuliano
De-Conti por su ayuda en el trabajo con idiomas que no dominamos bien. A mi madre y
hermanos, por su lectura paciente, sugerencias y correcciones. Finalmente, a Carmen y toda
mi familia, por apoyarme en todo mientras escribía esta tesis y por mucho más de lo que
puedo expresar en palabras.

1
Índice temático.

INTRODUCCIÓN. ............................................................................................................... 3
ANTECEDENTES DE ESTUDIO ...................................................................................... 7
I.- El crucial siglo VII: el contexto histórico. ..................................................................... 8
II.- La historiografía cristiana medieval y el género cronístico:
Marco teórico-conceptual. ................................................................................................ 17
III.- El problema del siglo VII Oriente y su eco en las crónicas hispanas:
Estado de la cuestión......................................................................................................... 23
CAPITULO 1.
LAS CRONICAS HISPANAS Y SU RELATO. ................................................................. 30
1.1.- Las crónicas hispanas: principales características. ................................................... 31
1.2.- El relato de las crónicas hispanas sobre Oriente....................................................... 36
CAPITULO 2.
LAS FUENTES ORIENTALES Y SU RELATO. .............................................................. 48
2.1.- Las fuentes orientales: principales características. ................................................... 49
2.2.- El relato de las fuentes orientales sobre el siglo VII. ............................................... 56
2.3.- Algunas fuentes no historiográficas. ........................................................................ 68
CAPITULO 3.
CONSTRASTES Y POSIBILIDADES. .............................................................................. 76
3.1.- Una fuente occidental reveladora. ............................................................................ 77
3.2.- El contraste final, problemas de trasmisión y fuentes perdidas. ............................... 84
3.3.- La construcción del siglo VII en las crónicas hispanas. ......................................... 101
CONCLUSIONES ............................................................................................................ 109
BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................................. 115
I.- Fuentes primarias ....................................................................................................... 116
II.- Estudios Modernos ................................................................................................... 119
III.- Otros ........................................................................................................................ 124
IV.- Índice de imágenes y cuadros. ................................................................................. 125

2
INTRODUCCIÓN.

La Crónica Bizantino-Arábiga, escrita en España entre los años 741 y 744 d.C., relata
que el emperador Heraclio (610-641), después de destruir el reino de los persas, regresó
“felizmente” a la nueva Roma. Pocos años más tarde, los sarracenos se “rebelaron” y atacaron
las provincias romanas, Heraclio advirtió a su hermano Teodoro que no se enfrentara contra
ellos, pues el emperador no era “desconocedor de la ciencia de la astrología”.1

Escrita también en España, unos diez años después, la Crónica Mozárabe del 754
cuenta que una vez destruido el reino persa, el pueblo romano no atribuyó la victoria a Dios,
sino al propio Heraclio, quien aceptando el mérito vanidosamente, regresó a Constantinopla.
Entonces se le presentaron en sueños muchas visiones que le advertían sería destruido por
los “ratones del desierto”, llegando así a temer un terrible castigo divino. Pocos años después,
los sarracenos se rebelaron, apropiándose por astucia de las provincias romanas.2

Entre los siglos VII y VIII de la Era Cristiana, el “Viejo Mundo” sufrió cambios
dramáticos: hacia el año 600 d.C. se consolidaban en Europa la cristiandad latina, el
pontificado romano y los reinos germánicos. El Mediterráneo y el Cercano Oriente eran
dominados desde hacía siglos por dos grandes y poderosos imperios, renovados pero de muy
antiguo origen: Persia y Roma – o “Bizancio”-, quienes disputaban por la hegemonía
“universal”. Para entonces el Mediterráneo seguía siendo, en buena medida, un “lago
romano”, unido también, desde varios siglos atrás, por la religión cristiana. Para el año 711
d.C. todo eso había cambiado. Un nuevo actor histórico, el Islam, había irrumpido en este
escenario destruyendo Persia, quitando las más prósperas provincias a Bizancio, rompiendo
para siempre la unidad romana y cristiana del Mediterráneo, conquistando España y
amenazando seriamente a la cristiandad tanto en Occidente como en Oriente.

1
Crónica Bizantino-Arábiga, 11-12. p.10.

2
Crónica Mozárabe del 754, 4-6. p. 29.

3
El punto de inflexión que este siglo representa para la historia universal justifica
hablar de un “crucial siglo VII”.3 Momento crítico que, como veremos, dejó su huella en los
contemporáneos, por ello, quienes presenciaron estos cambios fueron verdaderamente
“testigos de un mundo en crisis”.4 Su testimonio llega a nosotros de forma fragmentaria y
oscura por las diversas vicisitudes del tiempo y el azar, e implica varios problemas asociados
a la crítica textual, pero la excepcionalidad de su contenido bien merece el esfuerzo que
implica su comprensión. En Oriente y Occidente, los primeros vestigios sobre este momento
crítico corresponden a fuentes no historiográficas, pero nos han llegado también algunos
registros históricos, contemporáneos o casi contemporáneos a los hechos, algunas veces
recogidos en obras que se escribieron algunas décadas –o más de un siglo- más tarde.

Esta historiografía nos ofrece un relato que, si bien no podemos considerar


plenamente “objetivo”, tiene pretensiones de veracidad y precisión, así como un interés por
registrar determinados acontecimientos (políticos, militares, religiosos…) que la diferencian
de otras formas literarias de la época –también muy significativas por cierto- y la hacen
sumamente relevante para entender este momento crucial de la historia universal. Los
testimonios historiográficos sobre este punto, cuando -tras la última guerra entre Persia y
Bizancio (603-28 d.C.)- el Islam irrumpe en el cercano oriente desde la Península Arábiga y
se expande por el Mediterráneo (632-711 d.C.), han recibido atención de diversos estudios,
pero casi todos ellos se han centrado en la historiografía bizantina y oriental.

En el año 711 d.C. la España cristiana entró en contacto directo con la expansión
árabe y fue anexada a los dominios del Islam. Los testimonios directos de este proceso son
escasos y destacan entre ellos dos crónicas latinas elaboradas en España algunas décadas tras
la conquista: la Crónica Bizantino-arábiga (c.741-744) y la Crónica Mozárabe del 754.
Como fuentes para conocer la conquista árabe de España, estos testimonios han sido
extensamente analizados por una bibliografía imposible de resumir en pocas líneas.5

3
El concepto de “crucial siglo VII” lo hemos tomado del profesor Paul H. Freedman, ver la sección de contexto.

4
Howard-Johnston, James, Witnesses to a world crisis. Historians and Histories of the Middle East in the
Seventh Century. New York, Oxford University Press, 2010. pp.1-16.

5
Los múltiples estudios de Don Claudio Sánchez-Albornoz (España y el Islam, 1943, España un enigma
histórico, 1957, La España musulmana, 1960) son aún de referencia obligada. Para una visión más actualizada:

4
Estas fuentes han sido estudiadas también desde la paleografía, la filología, la historia
política, militar, intelectual y cultural. Sin embargo, casi no han sido analizadas como fuentes
para los sucesos de Oriente, poco se ha profundizado en las diferencias entre sus relatos y
apenas se ha investigado su relación con la historiografía oriental o los orígenes de sus
noticias sobre la última guerra romano-persa y las conquistas árabes.

Como muestran los fragmentos que inician este apartado, cuando se refieren a
Bizancio y el Islam en el siglo VII, estas dos crónicas hispanas presentan grandes
coincidencias, pero también importantes diferencias: ¿Cuál es la razón de estas
particularidades en obras similares, muy cercanas geográfica y temporalmente? ¿Se debe a
distintas intenciones o inclinaciones ideológicas? ¿A la utilización de distintas fuentes?
¿Acaso circulaban por el Mediterráneo distintas versiones y tradiciones sobre lo sucedido en
Oriente? ¿Por qué los cronistas privilegiaron distintas versiones? ¿Cuál era la interpretación
que cada uno hacía de estos hechos y su intención al registrarlos? Esta esta investigación
pretende abordar estas preguntas y problemas.

El objetivo fundamental del trabajo es comprender mejor las construcciones


historiográficas que se elaboraron en la Hispania del siglo VIII mediante el contraste con las
fuentes orientales. Con ello se pretende también explorar la circulación de ideas y noticias en
el Mediterráneo de los siglos VII y VIII, ahondar en la forma en que los contemporáneos
percibieron e interpretaron los sucesos dramáticos de su época y contribuir a la visión general
sobre la historiografía cristiana medieval.

Para ello, analizaremos las noticias sobre los hechos orientales del siglo VII en la
Crónica Bizantino-arábiga (c.743-744) y la Crónica Mozárabe del 754. En particular, el
ascenso de Heraclio al trono imperial (608-610), el rol de este emperador en el final de la
última guerra romano-persa (603-628), la “aparición” de los árabes y su victoria sobre las
fuerzas bizantinas (634-636). Indagaremos sobre sus fuentes comparándolas con los
principales testimonios “orientales” que podrían haber utilizado. Finalmente, intentaremos

Collins, Roger, The Arab Conquest of Spain, 710–797. Oxford, Blackwell, 1989 o Manzano Moreno, Eduardo,
Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus. Barcelona, Crítica, 2006.

5
comprender las interpretaciones que los cronistas dieron a estos hechos, y valorarlas más allá
de su medio local, en el contexto del Mediterráneo de los siglos VII y VIII d.C.

Decidimos abordar nuestras fuentes en base a los planteamientos sobre la


historiografía medieval como los de Gabriel Spiegel y Jaume Aurell, que resaltan la
necesidad de librarse de prejuicios y comprender la complejidad de estas fuentes en sus
múltiples dimensiones: social, literaria e historiográfica. Nuestra metodología es
fundamentalmente un análisis crítico de contraste, abordando el relato de las distintas fuentes,
en su contenido e intencionalidad, comparándolo y explorando la posibilidad de trasmisiones
e influencias en base al contexto, para luego volver sobre el mismo relato y comprenderlo de
forma más completa en relación al conjunto.

Nuestra hipótesis es que no se pueden comprender estas crónicas hispanas, ni la


imagen del “crucial siglo VII” que contienen, sin considerar las fuentes orientales de las que
estas dependen. Las semejanzas en el relato probablemente corresponden a la utilización de
fuentes comunes y las diferencias se deben a las perspectivas de sus autores, pero también a
la utilización de algunas fuentes distintas. Las crónicas hispanas del siglo VIII sólo se
entienden en el contexto de un Mundo Mediterráneo en donde, pese a las conquistas árabes,
las personas, las noticias y el conocimiento todavía transitan de un extremo al otro.

Para probar y explicar aquello dividimos el trabajo en varias partes. Primero


incluimos los antecedentes del estudio, parte dedicada a la visión general del contexto, la
teoría, los conceptos, y el estado de actual de las investigaciones sobre los temas aquí
aludidos. En el primero capítulo abordamos las crónicas hispanas, sus principales
características y su relato sobre Oriente. En el segundo capítulo hacemos lo mismo con las
distintas fuentes orientales. Estos dos capítulos son principalmente descriptivos, un examen
del contenido de las fuentes. En el tercer capítulo se encuentra el eje central del trabajo, pues
es donde finalmente analizamos las crónicas hispanas en contraste con las fuentes orientales.
En las conclusiones volvemos sobre las preguntas iniciales con los principales intentos de
respuesta, aportes y reflexiones que este análisis contrastado nos ha permitido establecer.

6
ANTECEDENTES DE ESTUDIO

7
I.- El crucial siglo VII: el contexto histórico.

El período histórico que comienza en el año 601 d.C. y termina en el 700 d.C.
comenzó a llamar seria y masivamente la atención de los investigadores desde que se
publicaron los estudios de Henri Pirenne y se difundió su famosa tesis. 6 Para los eruditos
expertos en Bizancio, el Islam y el Cercano Oriente, sin duda que la importancia formativa
del período les resultaba clara desde mucho antes. Pero el alcance universal que estos hechos
alcanzarán en los siglos venideros comenzó a ser verdaderamente valorado, en buena parte,
gracias a la tesis que presentó Pirenne a finales de los años veinte.

Según Pirenne no fueron las invasiones, ni la crisis, ni ningún suceso de los siglos IV
y V d.C. lo que puso fin a la civilización grecorromana. Pues estos hechos no acabaron con
la unidad del Mundo Mediterráneo que era su base. En cambio, fue a partir del siglo VII con
la expansión del Islam que este mundo se comienza a fragmentar, ubicando el fin del Mundo
Antiguo y el “paso a la Edad Media” a inicios del siglo VIII, cuando la unidad del
Mediterráneo se rompe definitivamente, dejando de ser un “lago romano”. Desde entonces
en Occidente empezará a gestarse una nueva unidad que se consolidará con los carolingios.

Los historiadores llevan ya varias décadas discutiendo sobre dicha tesis, y lo cierto es
que las fuentes sobre las que se asentaba -principalmente fuentes arqueológicas relativas a
patrones de asentamiento urbano y comercio- han cambiado bastante. En la actualidad es
difícil sostener como Pirenne que la expansión del Islam haya significado un retroceso
abrupto y radical en el comercio y la vida urbana del Mediterráneo. Las evidencias actuales
parecen apoyar los planteamientos que hablan de un período de transición, de una
transformación estructural paulatina en la vida del Mediterráneo entre los siglos III y IX d.C.,
visión sobre las que se han posicionado los principales estudios de la Antigüedad Tardía.7

6
La tesis es formulada por primera vez en Pirenne, Henri, Medieval Cities: Their Origins and the Revival of
Trade. New Jersey, Princenton University Press, 1952 (año original: 1925). pp. 3-25. Luego, es retomada en su
ya clásico libro Mahoma y Carlomagno de 1937.

7
Revisar Brown, Peter, El Mundo en la Antigüedad Tardía, Madrid, Taurus, 1989. Cameron, Averil, El Mundo
Mediterráneo en la Antigüedad Tardía. 395-600. Barcelona, Crítica, 1993. Ubierna, Pablo, El Mundo
Mediterráneo en la Antigüedad Tardía 300-800 d.C. Buenos Aires, Editorial Eudeba, 2007. Estos libros ofrecen
una visión de conjunto del período, también actualizan la discusión sobre la tesis de Pirenne.

8
Sin embargo, aun en la actualidad los principales expertos en la Antigüedad Tardía -
como Peter Brown y Averil Cameron– consideran que, pese a las correcciones y
matizaciones, las “cuestiones esenciales” de la tesis del historiador belga siguen en pie. Es
decir, si bien en el comercio, en los patrones urbanos y en muchos otros ámbitos, parece
haber existido una mayor continuidad de la que pensaba Pirenne, el siglo VII sigue siendo el
momento crucial en la transformación del Mundo Mediterráneo, a partir del cual este
comienza a perder su unidad y fragmentarse a nivel político, religioso y socio-cultural.8

Desde la época de Pirenne muchos estudios se han elaborado sobre el período en


cuestión. Las principales contribuciones han venido, por razones obvias, de los estudios
orientales, bizantinos e islámicos, donde podemos mencionar los importantes aportes de A.
Vasiliev, G. Ostrogorsky, A. Jones, H. Herrera Cajas, J. Haldon, E. Kaegi, H. Kennedy,
Patricia Crone, P. Brown, C. Mango, F.M. Donner, J.H.W.G. Liebeschuetz, A. Cameron, R.
Collins, Florin Curta, García Moreno, y P. Ubierna, por nombrar solo algunos.

Como síntesis interpretativas para el conjunto del Mediterráneo se pueden consultar


en español los manuales de P. Brown, A. Cameron y P. Ubierna, pero es bastante más difícil
encontrar algo similar enfocado particularmente en el siglo VII. Referido a Bizancio, y con
especial énfasis en las transformaciones de las estructuras socioeconómicas, está el libro de
Haldon Byzantium in the Seventh Century: The Transformation of a Culture; sobre la figura
de Heraclio, así como los problemas y conflictos de su tiempo, está la excelente biografía
histórica de W. E. Kaegi: Heraclius Emperor of Byzantium.9 Respecto a los orígenes del
Islam y las primeras conquistas árabes se ha escrito bastante y merece destacarse el ya clásico
libro de Patricia Crone y Michael Cook Hagarism: The Making of Islamic World.10 Pueden
encontrarse muchísimos estudios sobre aspectos específicos de la economía, la sociedad y la
cultura –estos son imposibles de resumir aquí, pero muchos de ellos se citaran a lo largo de
nuestro trabajo- Sin embargo, son pocas las visiones de conjunto enfocadas en el siglo VII.

8
Cameron, El Mundo Mediterráneo en la Antigüedad Tardía. 395-600. pp. 10-11.

9
Haldon, John, Byzantium in the Seventh Century: The Transformation of a Culture. Cambridge, CUP, 1997.
Kaegi, Walter E. Heraclius Emperor of Byzantium. Cambridge, CUP, 2003.

10
Crone, Patricia; Coock, Alan, Hagarism: The Making of Islamic World. Cambridge, CUP, 1980.

9
Los testimonios historiográficos sobre el momento clave cuando, tras la última guerra
entre Persia y Bizancio (603-28), el Islam irrumpe en el cercano oriente desde la Península
Arábiga y se expande por el Mediterráneo, han recibido atención de diversos estudios, desde
el ya mencionado de Patricia Crone y Michael Cook, y el completo trabajo de Robert G.
Hoyland Seeing Islam as Others Saw it hasta el invaluable libro de James Howard-Johnston
Witnesses to a world crisis.11 Estos estudios se han nutrido con la creciente incorporación de
fuentes orientales, y la consideración de espacios –como Persia, Siria y Armenia- que habían
sido marginales en el estudio de la Antigüedad Tardía hasta hace un par de décadas, y también
de los enfoques que analiza la “imagen del otro” en el primer encuentro con el Islam.12

La obra de Howard-Johnston revisa una amplia gama de testimonios de distintos


géneros, orígenes y épocas que dan cuenta de estos sucesos, analizando sus problemas de
autoría, redacción, intencionalidades y reflexionado sobre su aporte para comprender el
periodo, finalmente la última parte del libro ofrece una síntesis histórica en base a estos
testimonios. En nuestra visión, todo esto hace de la obra de Howard-Johnston una de las
mejores y más completas visiones de conjunto que existen para el período en cuestión.

Por otra parte, el recientemente publicado libro de José Soto Chica Bizancio y los
Sasánidas: De la lucha por el Oriente a las conquistas árabes (565-642) es una revisión
minuciosa y cabal del proceso que va desde la última guerra romano-persa hasta las primeras
conquistas árabes. Se trata de una extraordinaria contribución, en español, que nos ayuda a
comprender la primera mitad del siglo VII con una visión actualizada y novedosa que se
asienta en un increíblemente completo y meticuloso trabajo de las más variadas fuentes. En
varios artículos Soto Chica trabaja también la proyección de estos temas hacia la segunda
mitad del siglo VII y otras zonas como el Norte de África o España. 13

11
Hoyland, Robert G, Seeing Islam as Others Saw it. Princeton, Darwin Press, 1997.

12
En español, un ejemplo de lo primero es el libro de Ubierna, El Mundo Mediterráneo en la Antigüedad
Tardía. Sobre lo segundo podemos mencionar el libro de Tolan, John, Sarraceno: el islam en la imaginación
medieval europea. Valencia, Universitat de Valencia, 2007.

13
Soto Chica, José, Bizancio y los Sasánidas: De la lucha por el Oriente a las conquistas árabes (565-642).
Granada, Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas, 2010. La referencia a los artículos puede
encontrarse más adelante o en la bibliografía.

10
Estos distintos trabajos han ido contribuyendo a la construcción de un conocimiento
cada vez más preciso sobre el siglo VII, a la vez que a una valoración más acabada respecto
a su importancia. En un contexto de transformaciones socio-económicas y emergencia de
identidades religiosas, étnicas y locales que estaban paulatinamente mudando la fisonomía
del antiguo Mundo Mediterráneo, la gran guerra romano-persa (603-628) y la expansión
árabe que la siguió (632-711) fueron momentos decisivos.

Es cierto que el mundo, desde China hasta Roma pasando por Persia y las estepas del
Asia central, había vivido cambios considerables desde el siglo III d.C. 14 Dichos cambios
habían sido particularmente notorios en el Occidente romano, donde el orden político había
terminado por colapsar y ceder paso a las estructuras de los reinos germánicos, a la vez que
un cristianismo centrado en el pontificado romano cobraba un nuevo sentido e importancia.
Pero hasta mediados del siglo VII, el Oriente seguía siendo dominado y disputado por las dos
principales potencias del mundo antiguo: Roma y Persia. El enfrentamiento entre la
civilización grecorromana y la mesopotámico-irania era una constante que –con altos y bajos,
tensiones y distenciones- se mantenía desde los tiempos de Heródoto. Además, pese al breve
poder naval vándalo destruido por la “reconquista” de Justiniano, el Mediterráneo en su
conjunto, seguía siendo un lago romano.

La gran guerra romano-persa -que se inició en el año 603 pero que tiene sus momentos
más críticos entre la conquista persa del oriente romano del 613-21 impulsada por Cosroes
II Parviz, y las campañas ofensivas del emperador Heraclio que se inician en el 622 y
terminan con su triunfo en el 628- fue un punto de inflexión con tremendas consecuencias
para los siglos venideros. Por un lado, evidenció muchos de los cambios que se estaban
realizando. Si bien el enfrentamiento de Roma y Persia era tradicional, esta última guerra
tuvo características inusitadas. Nunca antes los diversos “grupos marginales” étnicos y
religiosos: ávaros, armenios, sirios, árabes, egipcios, nestorianos, jacobitas, coptos, judíos…
habían tenido tanta importancia en el conflicto de las dos potencias.

14
Revisar Altheim, Franz, Le déclin du Monde Antique. París, Payot, 1953. En donde se analizan las
transformaciones históricas que vive el Mediterráneo antiguo desde una perspectiva “universal” que incorpora
la estepa asiática y el Lejano Oriente. También Herrera Cajas, Héctor, “La estepa euroasiática: un peculiar
espacio histórico.” Dimensiones de la cultura bizantina. Arte, poder y legado histórico. Santiago de Chile, UGM
– CEGBN “Fotios Malleros”, 1998.

11
Además, nunca antes la guerra se había revestido con tanta fuerza de espiritualidad
religiosa y escatología como nos muestran el robo y recuperación de la cruz, las conversiones
forzosas de judíos, las poesías de Pisides, los textos escatológicos y apocalípticos. Las formas
de entender y definir la identidad social en torno al Mar Mediterráneo comenzaba a cambiar,
la civilización grecorromana se estaba replegando frente a la nueva religiosidad, a los
diversos grupos étnicos y culturas locales.15

Por otro lado, la guerra agotó los recursos económicos, militares y humanos de las
dos grandes potencias del mundo antiguo que controlaban buena parte del Mediterráneo y el
Cercano Oriente, las dejó maltrechas y desorganizadas. Aprovechando el vacío de poder que
estas dejaron mientras se recuperaban, un grupo étnico hasta entonces marginal, los árabes,
-que comenzaban a unificarse en base a una nueva identidad religiosa y política-, irrumpió
en la escena cambiando el curso de la historia.

Por una serie de factores complejos -algunos profundos otros bastante


circunstanciales- los “árabes de Mahoma”, confederación de tribus y grupos unidos entorno
a la figura de un profeta, su mensaje religioso y sus triunfos político-militares, conquistaron
el Cercano Oriente en una serie de rápidas campañas (632-642). En el proceso, Persia fue
destruida, la Romania cercenada y reducida al ámbito de Anatolia y los Balcanes, surgió una
nueva religión universal, el Islam, que en menos de un siglo se expandió desde la India hasta
España, y la unidad romano-cristiana del Mar Mediterráneo fue fragmentada para siempre.

En la actualidad, ya no hay duda alguna respecto a la importancia formativa que tiene


el siglo VII para el Cercano Oriente, Bizancio y todo el Mediterráneo Oriental. De hecho,
muchas de las realidades socioculturales de la zona se originan entonces. Pero además, por
el impacto mundial que llegó a tener el Islam y las transformaciones que la ruptura del
Mediterráneo generó en Occidente en los siglos venideros, desde nuestra perspectiva este
siglo aparece también como un hito clave de la historia mundial.

15
Sobre este proceso y el interesante concepto de micro-cristiandades relacionado al mismo ver Brown, Peter,
El primer milenio de la Cristiandad, Barcelona, Crítica, 1997. pp. 16-27 y 148-192. y también Ubierna, El
Mundo Mediterráneo en la Antigüedad Tardía. Pp. 7-9, 22-42, 61-79.

12
En el siglo VII, la crisis de las potencias del mundo antiguo y la irrupción de un actor
histórico nuevo y de importancia decisiva cambiaron, para siempre, el curso de la historia
universal justificando la utilización del concepto “crucial siglo VII” para aludir al período en
cuestión, los principales sucesos que lo marcaron y su trascendencia histórica.16

16
El concepto lo hemos tomado de las clases dictadas por el profesor Paul H. Freedman en la Universidad de
Yale, en el curso “The Early Middle Ages, 284-1000” del 2011, que está disponibles en internet gracias al
sistema “Open Yale courses”: http://oyc.yale.edu/history/hist-210 (4-11-2014, 11:35). Siguiendo a Freedman
el desarrollo paralelo de las civilizaciones griega-ortodoxa, islámica y cristiana occidental -que en cierto sentido
sustituyeron las grandes civilizaciones antiguas- con su proyección hasta la modernidad justifican esta
apreciación. La importancia que tienen el Islam y la situación del Cercano Oriente en la geopolítica mundial
actual son un ejemplo de como el crucial siglo VII sigue repercutiendo en nuestro presente.

13
Imagen 1.- Europa y el Mediterráneo hacia el año 600 d.C.

14
Imagen 2.- Europa y el Mediterráneo hacia el año 700 d.C.

15
Imagen 3.- Europa y el Mediterráneo hacia el año 800 d.C.

16
II.- La historiografía cristiana medieval y el género cronístico:
Marco teórico-conceptual.

Nuestro análisis se enfocará en fuentes que se enmarcan en lo que podemos


denominar, convencionalmente, como “historiografía cristiana medieval”, por ello conviene
tener en consideración el planteamiento de Jaume Aurell: para aproximarse a esta
historiografía es necesario superar una serie de prejuicios y utilizar una metodología
específica, que considere sus distintas dimensiones.

La interpretación de la historiografía medieval influida por los prejuicios del


racionalismo de los siglos XVIII y XIX, o por la idea de una “interrupción” en la línea de
progreso iniciada en la Antigüedad y retomada en los tiempos modernos, durante mucho
tiempo se obsesionó con el problema de la verdad o falsedad de los hechos narrados en la
historiografía medieval. Frente a esto Aurell señala que la historiografía medieval “es algo
mucho más complejo, que merece una metodología específica para analizarla, en buena
medida por su triple dimensión textual y heurística: es fuente histórica respecto a la que época
que está narrando, fuente histórica respecto a la época desde donde está narrando y, no menos
importante, artefacto literario con todas sus características de contenido y de forma que es
preciso desentrañar”.17

La historiografía medieval, según Aurell, se debe comprender a partir de dos


dimensiones: literaria y social, es decir el texto y el contexto, respectivamente, de cada obra
historiográfica, pues señala que: “cuando se realiza una lectura completamente dicotómica
de las obras históricas medievales, reduciéndolas bien a su contexto (tendencias positivistas,
estructuralistas y construccionistas, en definitiva, “modernas”) o bien a su texto (tendencias
posestructuralistas, desconstruccionistas, en definitiva, “posmodernas”), el crítico literario o
el historiador se mete en un callejón sin salida, historiográficamente estéril o filológicamente
formalista según cada uno de los extremos”.18

17
Aurell, Jaume; Balmaceda, Catalina; Burke, Peter; Soza, Felipe, Comprender el pasado: una historia de la
escritura y el pensamiento histórico. Madrid, Akal, 2013. p. 96.

18
Ibíd. p. 99.

17
Por lo tanto, para comprender la historiografía medieval es necesaria una
aproximación conjunta a la lógica interna del texto y al contexto social, político y cultural
del que ha surgido: lo que Gabrielle Spiegel llama la “lógica social del texto”.19

Respecto a las particularidades de la historiografía cristiana, Catalina Balmaceda


realiza algunas aclaraciones: Esta historiografía tiene sus antecedentes en la narrativa
histórica o semi-histórica del Antiguo Testamento y en algunas narraciones de los primeros
textos cristianos, pero desde sus orígenes también está profundamente influida por la
historiografía clásica y presenta varias semejanzas con ella. La más esencial es la pretensión
veracidad: para los cristianos, al igual que para griegos y romanos, la intención del autor de
proporcionar un relato verdadero, el ideal de exactitud y precisión, es la característica
esencial y necesaria para que este relato sea considerado historia. También se acercan en su
finalidad pedagógica-moral y en el uso de la retórica para la construcción discursiva.20

Estas semejanzas fundamentales en su definición, finalidad y estilo nos debiesen


alejar de los prejuicios que señalaba Jaume Aurell. No pueden verse la Edad Media o el
cristianismo como una interrupción oscurantista en una línea historiográfica racional y
crítica, pues la historiográfica antigua y la medieval eran mucho más semejantes de lo que
suele señalarse. En ambos casos existe una intención de veracidad respaldada en un uso de
distintos tipos de testimonios -para los clásicos principalmente testimonios orales de primera
mano y para los cristianos principalmente escritos- que nos permite una consideración
histórica especial para este tipo de relatos, independientemente de si lo narrado por ellos
podemos luego confirmarlo o no como verdad. En la historiografía antigua y medieval hay
una referencialidad que la diferencia de otros tipos de textos de la época.

Sin duda, existen cambios y novedades que introduce el cristianismo, la autoridad de


las Sagradas Escrituras como nuevo criterio de verdad, el universalismo temporal y temático,
la finalidad apologética, el providencialismo y, quizás la más influyente: la concepción lineal

19
Spiegel, Gabrielle, The Past as Text the theory and practice of medieval historiography. Baltimore, John
Hopkins University Press, 1997. pp. 3-28.

20
Ibíd. pp. 59-64.

18
del tiempo.21 Muchos análisis se centran en resaltar estas particularidades, pero Catalina
Balmaceda señala que, si bien son importantes, ninguna de estas anula el carácter histórico
de estas obras. También advierte que hay distintos géneros y variantes dentro de la
historiografía cristiana, y que estas características propias no se harán presentes de igual
forma todo el tiempo.22

Por tanto, para analizar las crónicas hispanas del siglo VIII es necesario comprender
primero el género al cuál pertenecen. Pedro Galán Sánchez señala que la crónica es un género
historiográfico que se origina con Eusebio de Cesarea – aunque tiene precedentes - y que se
caracteriza por cuatro factores claves: “1. La cronología, como eje sobre el que gira y se
construye toda obra cronística, en cuanto a la estructura. 2. El estilo plano, esto es, la total
ausencia de pretensiones literarias, en cuanto a la expresión. 3. El universalismo, espacial,
temporal, y temático, en cuanto al contenido. 4. La visión providencialista de la historia,
producto directo del carácter cristiano de los autores, en cuanto a la filosofía que anima estas
obras”.23 Universalismo y providencialismo son características de la historiografía cristiana
que se mantienen en la crónica, mientras que el eje cronológico así como un estilo plano y
sintético serían las particularidades del género.

El providencialismo de la historiografía cristiana se relaciona con lo que Eustaquio


Sánchez Salor denomina su finalidad testimonial: “Se trata de comprobar la acción de Dios
en los hechos humanos; Dios es el que organiza y dirige los hechos de la historia de la
humanidad, historiar es, por tanto, dar testimonio de la acción de Dios en el mundo”.24
Catalina Balmaceda señala que el providencialismo, pese a entender que la historia es
conocida y dirigida por Dios, nunca anuló la libertad humana y aunque era complejo
conectarla con la causalidad, funcionó más como una interpretación meta-histórica sobre el

21
Momigliano, Arnaldo, “Historiografía pagana e historiografía cristiana en el siglo IV d.C.” y “El tiempo en
la historiografía antigua”. Ensayos de historiografía antigua y moderna. Ciudad de México, FCE, 1993.

22
Ibíd. pp. 64-68.

23
Galán Sánchez, Pedro, El Género historiográfico de la Chronica. Cáceres, Universidad de Extremadura,
1994. pp. 15-16.

24
Sánchez Salor, Eustaquio, “El providencialismo en la historiografía cristiano-visigótica de España.”. Anuario
de estudios filológicos, Vol. 5, 1982. pp. 179-181.

19
sentido del devenir humano. El universalismo historiográfico estaba inspirado por el
universalismo en la doctrina cristiana y visión de mundo cristianas, pero este no implicaba
que toda obra tuviese un marco espacio-temporal verdaderamente universal: las primeras
obras intentaban abarcar un ámbito más o menos universal, en muchos casos esto luego se
fue reduciendo a una narración más bien local de una época, pero persistió como una
concepción universal de la historia en su conjunto, concepción sustentada además en que
muchas obras se veían así mismas como una continuación de otra o parte de un conjunto. 25

Eustaquio Sanchéz Salor concuerda con Galán al señalar que en las crónicas, dentro
de la historiografía cristiana “El ingrediente fundamental del subgénero es, como su nombre
indica, la cronología: pretende sobre todo determinar la fecha de los sucesos históricos.”
Como buena parte de la historiografía cristiana, el género se habría originado con una
finalidad apologética: revelar a los paganos que el cristianismo no era un credo sin tradición,
demostrando la antigüedad de la historia sagrada y poniéndola en paralelo con la historia de
los pueblos antiguos, motivo del cual surge su tendencia a los isocronismos.26 Pero con el
tiempo la cronología comparada que elaboró Eusebio para demostrar la tradición que
respaldaba el cristianismo, va cediendo paso a una más instrumental que sirve para ordenar
los hechos en un registro histórico, el universalismo espacial, temporal y temático en algunos
casos se va reduciendo al tiempo-espacio particular del cronista. Pues, como señala Galán
Sánchez, si bien la cronología, el estilo plano, el universalismo y providencialismo son los
constituyentes esenciales del género, que desde Eusebio de Cesarea, estarán en mayor o
menor medida presentes en todas las crónicas, estos habrán de sufrir importantes
modificaciones a lo largo del tiempo.27

Para Galán Sánchez, el género de la crónica presenta una evolución ambivalente, por
un lado los constituyentes esenciales nunca desaparecen -tendencia que este autor denomina
“estatismo”-, pero la forma y fuerza con que se manifiestan va cambiando mucho en el

25
Aurell; Balmaceda; Burke; Soza, Comprender el pasado: una historia de la escritura y el pensamiento
histórico. pp. 65-68.

26
Sánchez Salor, Eustaquio, Historiografía latino-cristiana. Principios, contenido, forma. Roma, L’Erma,
2006. pp. 33-34.

27
Galán Sánchez, El Género historiográfico de la Chronica. pp. 211-213.

20
tiempo según las distintas finalidades de las crónicas -tendencia que llama “dinamismo”-. En
el caso de España, tenemos la Crónica de Hidacio que es casi una historia local
contemporánea aunque que sigue teniendo al Imperio Romano como un referente universal,
mientras que en la Crónica de Juan de Biclaro el centro pasa a ser el reino hispano-godo y,
con la Crónica de Isidoro, la cronología y el universalismo retoman su importancia.28 Como
veremos, la Crónica Bizantino-arábiga (743-744) y la Crónica Mozárabe del 754 siguen, a
grandes rasgos, estos mismos principios y esquema con leves variaciones.

Es conveniente señalar que las crónicas, pese a su tendencia a un discurso lacónico


sin pretensiones literarias que busca simplemente dar cuenta de los hechos como una suerte
de registro “neutro”, no son una fuente realmente neutral. En primer lugar, por qué el cronista
selecciona los hechos que registra: de una gran cantidad de testimonios de todo tipo escoge
aquellas informaciones que le parezcan creíbles y dignas de mención. En segundo lugar,
porque el cronista elige el orden y forma en que relata estos hechos. Pese al estilo plano uno
puede encontrar en las crónicas una forma discursiva en que articula el relato, incluso con la
mayor economía de palabras, un hecho puede ser presentado con un tono que muestra
admiración, lamento, crítica o denostación. Finalmente, pese a la supuesta ausencia de
pretensiones literarias del género, en muchas crónicas se puede encontrar un cierto estilo y
retórica, a veces incluso ciertos tópicos literarios. En todas estas elecciones, interviene la
subjetividad del cronista y su obra puede analizarse en dicho sentido.29

Las crónicas, como toda forma de relato, no pueden considerarse objetivas, pero no
por ello hay que asumirlas como falaces o poco fiables. Sin duda, muchos cronistas
manipularon los hechos que narraban a favor de sus intereses –ideológicos, políticos,
sociales, etc...- pero la crónica era un género con pretensiones de veracidad. Cuando un
cronista escribía debía ser creíble para sus lectores, tergiversar en su relato los hechos del
pasado no puede haber sido fácil pues, si se adulteraban hechos del pasado lejano se podía

28
Ídem.

29
Por ejemplo, véase el análisis en Martín, José Carlos, “La "Crónica Universal" de Isidoro de Sevilla:
circunstancias históricas e ideológicas de su composición y traducción de la misma”. Iberia: Revista de la
Antigüedad, Nº4, 2001, pp. 199-207.

21
chocar con la autoridad de otros textos, y si se falseaban hechos más contemporáneos se
podía entrar en conflicto con la memoria social, los recuerdos trasmitidos de forma oral.

Por esto, las crónicas suelen registrar hechos que, para la sociedad de su época, eran
creíbles, si a veces narran historias de milagros o intervenciones de Dios en una batalla no
era porque a los cronistas les gustase inventar fabulas o eran menos críticos, sino porque ese
tipo de relatos circulaban y eran perfectamente admisibles en la sociedad cristiana de la
época. Es probable que en la mayoría de las crónicas sea mucho mayor la cantidad de hechos
históricos corroborados por otras fuentes que las invenciones y “fabulaciones”.

Por tanto, las crónicas hispanas del siglo VIII tienen que ser analizadas: 1) como
artefactos literarios que siguen ciertos esquemas de género y despliegan un relato mediante
distintas construcciones discursivas que condicionan su contenido, 2) como fuentes históricas
que, mediante la recopilación de distintos testimonios, nos entregan algunas informaciones
relativamente fiables sobre los hechos que relatan, y 3) como fuentes histórica respecto a un
contexto de composición que influye sobre su forma y contenido, las crónica nos permite
conocer este contexto a la vez que dicho contexto es necesario para explicar y comprender
las crónicas.30

30
Para una visión general sobre la historiografía de la época, y sobre los orígenes del género cronistico pueden
consultarse también Croke, Brian y Emmett, Alanna, “Historiography in Late Antiquity: An Overview” y “The
Origins of Christian World Chronicle” ambos en History and Historians in Late Antiquity, Australia, Pergamon
Press, 2011.

22
III.- El problema del siglo VII Oriente y su eco en las crónicas hispanas:
Estado de la cuestión.

Los testimonios sobre el “crucial siglo VII”: es decir sobre la época de la última guerra
romano-persa y las conquistas árabes, han recibido la atención de diversos estudios, como el
de Crone y Cook, R. G. Hoyland, W.E. Kaegi, Howard-Johnston y Soto Chica que
mencionábamos. Lo interesante sobre los testimonios escritos de dicho período es que no
solo son –junto a los restos materiales- los principales vestigios que nos permiten
reconstruirlo, sino que además nos muestran cómo los contemporáneos, y las generaciones
que les siguieron, percibieron, vivieron e interpretaron estos hechos dramáticos.

Los testimonios historiográficos, en particular, son bastante interesantes: primero


porque registran los acontecimientos políticos, militares y religiosos que sus autores
consideraron los más importantes de su tiempo. Segundo porque, como señalamos, pese a no
poder considerarlos “objetivos”, sí tienen una pretensión de veracidad y un cierto método
basado en el trabajo de fuentes. Pero, sobre todo, porque revelan una interpretación histórica,
una forma particular de entender y dar sentido, en el conjunto de la historia, a los hechos de
su presente o pasado inmediato. Por esto el ya citado libro de Howard-Johnston se centra en
las fuentes historiográficas y lleva el acertado título de testigos de una crisis mundial.

Ahora bien, las fuentes orientales sobre el “crucial siglo VII” han sido objeto de
diversos estudios a los que nos hemos referido, pero dichos sucesos dramáticos no solo fueron
percibidos por sus testigos directos en Oriente. Su noticia, o al menos su eco, llegó hasta los
hombres del Mediterráneo Occidental, quienes se dieron cuenta de su importancia, los
registraron para la posteridad y buscaron darles sentido según la propia situación en que vivan
y su propia visión del mundo. Aquellos testimonios no han recibido la misma atención de los
estudios especializados, y merecen ser también considerados pues nos aproximan al impacto
que estos acontecimientos del siglo VII en Oriente tuvieron sobre todo el mundo conocido y,
en particular, sobre el Occidente cristiano.31

31
Las repercusiones generales que la crisis del siglo VII en Oriente tuvieron sobre Occidente fueron estudiadas
y destacadas por Paul Lemerle en un breve artículo llamado “Les répercussions de la crise de lʼEmpire dʼOrient
Au VII Siecle sur les pays dʼOccident”. Settimane di studio del centro italiano di studi sullʼ alto medioevo, V.
Spoleto, Presso la sede del centro, 1958. pp. 713-731.

23
Como consecuencia de estos mismos sucesos, a comienzos del siglo VIII el Reino
visigodo de Toledo -ubicado en el extremo más occidental del Mediterráneo- fue
conquistado, y la Península Ibérica, casi en su totalidad, pasó a formar parte de los dominios
del Islam. Los testimonios para conocer esta conquista y los primeros tiempos de la España
musulmana son bastante escasos. Destacan entre ellos un par de fuentes historiográficas: dos
crónicas latinas elaboradas en España algunas décadas tras la invasión árabe: la Crónica
Bizantino-arábiga del 741 y la Crónica Mozárabe del 754, compuestas en España cuando
aún vivían quienes habían experimentado los sucesos de fines del siglo VII y comienzos del
VIII, y cuando los testimonios –orales y escritos- sobre los dramáticos acontecimientos de
Oriente aún circulaban por el Mar Mediterráneo como noticias de hechos “recientes”.

La Crónica Bizantino-Arábiga y la Crónica Mozárabe del 754, como señalábamos


en la introducción, han sido extensamente estudiadas como fuentes para la conquista árabe
de España, especialmente la C. Mozárabe, que entrega más información sobre dicho
proceso.32 Los aspectos paleográficos, diplomáticos y filológicos fueron minuciosamente
trabajados por los eruditos del siglo XIX – Dozy, Tailhan, Mommsen…- cuya labor ha sido
complementada y actualizada en los últimos veinte años por varios especialistas -como M.
Díaz y Díaz, J. Carlos Martín y López Pereira-, de forma tal que contamos con recientes
ediciones críticas, comentarios y traducciones al español de ambas obras.33

Los aspectos historiográficos, intelectuales y socio-culturales también han sido


estudiados, desde los clásicos trabajos de Gómez Moreno y Antonio Maravall sobre el
concepto de España, hasta el reciente libro de Alexander-Pierre Bronisch sobre la idea de la
guerra santa, pasando por el novedoso estudio de Ron Barkai que analiza estas crónicas desde
el imaginario social y la alteridad religiosa, el capítulo que les dedica K. B. Wolf en su libro
sobre las crónicas hispanas y visigodas, o el artículo de Raquel Homet sobre la “Pérdida de
España”. Pues los mozárabes en general, y su historiografía en particular, tuvieron un papel

32
Collins, The Arab Conquest of Spain 710–797. Manzano Moreno, Conquistadores, emires y califas. Los
omeyas y la formación de al-Andalus. Véanse también los múltiples estudios de Sanchéz-Albornoz.

33
Las ediciones de dichas crónicas aquí citadas son las de José Carlos Martín y López Pereira, ver bibliografía.

24
clave en la construcción ideológica del ideal neogoticista, las ideas de Reconquista y la
identidad hispana.34

Estas crónicas hispanas, sin embargo, no se refieren solamente a los acontecimientos


peninsulares, por el contrario, ambas –sobre todo la Bizantino-arábiga- dedican una
considerable atención a los sucesos del Mediterráneo y el Cercano Oriente. De esta forma,
registran la sublevación y coronación imperial de Heraclio (608-610), la última guerra
romano-persa y su desenlace (603-628), la irrupción de las huestes árabes en el Cercano
Oriente, la derrota bizantina (634-636) y la primera expansión del Islam.

Pese a ello, estas crónicas casi no han sido ponderadas como testimonio para estos
sucesos orientales, ni analizadas en el marco de un contexto mediterráneo, excepto por el
estudio que César E. Dubler le dedicó a la Bizantino-arábiga hace ya más de sesenta años,
los trabajos de José Soto Chica, y algunas líneas reciénteme escritas López Pereira respecto
a la Crónica Mozárabe del 754.

En su famoso estudio, Dubler proponía que el autor de la Bizantino-arábiga – un


hispano levantino con ciertos conocimientos del griego y recientemente convertido al Islam-
habría tenido acceso a numerosas fuentes bizantinas y orientales: El Chronicon Mundi de
Juan, Obispo de Nikiu, una Chronica Constantinopolitana y algunas fuentes hoy perdidas
que fueron utilizadas por Nicéforo el Patriarca, Teófanes el Confesor y Teófilo de Edesa,
incorporando además distintas tradiciones orales. Dubler planteaba que esta crónica solo se
puede entender como fruto de un medio claramente hispano-visigótico, pero que aún no se
ha desligado de Constantinopla como centro cultural, que recibe múltiples influencias del
Mediterráneo oriental y donde la conquista árabe era clara, pero aún muy reciente. 35

34
Barkai, Ron, El enemigo en el espejo: cristianos y musulmanes en la España Medieval. Madrid, RIALP,
2007. Bronisch, Pierre Alexander, Reconquista y Guerra Santa. Granada, EUG, 2006. Homet, Raquel, “La
Pérdida de España: Mito motor de la Reconquista”, Temas Medievales, Nº4, 1994. Maravall, José Antonio, El
Concepto de España en la Edad Media. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1981. Wolf, Kenneth
Baxter, Conquerors and Chroniclers of Early Medieval Spain. Liverpool, LUP, 1999.

35
Dubler, César E. “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”.
Al‑Andalus 11, 1946. pp. 297-334.

25
Respecto a la Crónica Mozárabe del 754, Dubler nota algunas de las diferencias en
el contenido, señala que esta fue escrita por un hispano-cristiano, que utilizó algunas de las
mismas fuentes orientales de la Bizantino-arábiga, además de utilizar la misma Bizantino-
arábiga como fuente e incorporar algunas fuentes visigodas, con información sobre España,
de las que esta carecía.36

En la actualidad, esta propuesta sigue siendo ampliamente aceptada, Manuel C. Díaz


y Díaz concuerda en que se trata de un hispano, con ciertos conocimientos de griegos y acceso
a varias fuentes orientales.37 José Carlos Martín, en su estudio introductorio, señala que el
trabajo de Dubler es, aun hoy, fundamental respecto a las fuentes de la Bizantino-arábiga.
Sigue la idea de que tuvo acceso a varias fuentes orientales y no agrega nada sobre dicho
punto.38 Pese a que el estudio de las fuentes orientales del siglo VII ha avanzado muchísimo
y varios planteamientos tradicionales han sido reconsiderados, la cuestión no se ha vuelto a
revisar en profundidad.

Desde el estudio de las fuentes en particular, muy poca importancia se le ha dado a


las considerables diferencias que contienen los relatos sobre Oriente de estas dos crónicas
hispanas. Quienes reparan en estas diferencias suelen atribuirlas a las distintas posiciones que
sus autores tenían frente al Islam y la intención tras sus obras respectivas, como Ron Barkai
y otros que han seguido su análisis. Los distintos relatos estarían, entonces, condicionados
por la actitud simpatizante con el Islam de la Bizantino-arábiga, que busca integrarlo en la
historia universal como el último y más glorioso de los grandes imperios, y por la actitud
hostil de la Crónica del 754, que ve las conquistas del Islam como un castigo divino, una de
las terribles desgracias de la historia causadas por el pecado.39

Dicha interpretación tiene sentido, y probablemente sea hasta cierto punto correcta.
Pero una mirada atenta a las crónicas revela que las diferencias van mucho más allá de los

36
Ídem.
37
Díaz y Díaz, Manuel C, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. Settimane di
studio del centro italiano di studi sull`alto Medioevo, XVII, Spoleto, 1970. p. 315.

38
Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. e-Spania, 1, 2006, p. 3.

39
Barkai, El enemigo en el espejo.... pp. 24-31.

26
juicios y actitudes, muestra que ciertos hechos aparecen detalladamente en una crónica y no
son mencionados por la otra, así como narraciones con distintas versiones y noticias sobre el
emperador Heraclio, el fin de la última guerra romano-persa, la posterior derrota romana
frente a los árabes y la atribución de responsabilidad sobre estos hechos. Como veremos con
detenimiento más adelante.

¿Acaso los cronistas inventaron estos hechos de la nada o los tergiversaron


conscientemente según su posición ideológica? Como antes señalábamos, existe una
tendencia a desconfiar de la historiografía medieval cristiana, pero planteamientos más
actualizados, como los de Jaume Aurell y Catalina Balmaceda, nos recuerdan que, aunque
todo texto es siempre subjetivo, la historiografía medieval cristiana tenía una pretensión de
veracidad y basaba su relato en testimonios.40 Por tanto, antes de enjuiciar dichas narraciones
sería necesario volver sobre la elaboración de estas crónicas y sus fuentes, aspecto sobre el
que no mucho se ha aportado tras el famoso estudio de C.E. Dubler publicado en 1946.

Uno de los pocos en abordar recientemente las crónicas hispanas en relación a los
sucesos del “crucial siglo VII” en Oriente es José Soto Chica, quien, en su libro y varios
artículos, contrasta su testimonio con las fuentes orientales para esclarecer ciertos problemas
específicos.41 Pero en sus minuciosos estudios no ha abordado directamente el problema de
la composición de estas crónicas y su relación con las distintas fuentes orientales que
pudieron nutrirlas o influirlas.42

José E. López Pereira es otro de los pocos autores que se ha detenido en el problema
de las fuentes orientales, tras el estudio de Dubler, en su estudio crítico sobre la Crónica del

40
Aurell, Balmaceda, Burke, Soza, Comprender el pasado: una historia de la escritura y el pensamiento
histórico. pp. 65-96.

41
Soto Chica, José. “África disputada: los últimos años del África bizantina” y “Egipto, los árabes y la conquista
de la Libia Marmárica, Pentápolis y Tripolitania. 642-698”, en L. A. García Moreno – E. Sánchez Medina
(eds.), El 711 y otras conquistas: Historiografía y Representaciones, Madrid, 2014 (en prensa). Soto Chica, J.;
Berenjeno, A.M. “La última posesión bizantina en la Península Ibérica: Mesopotamenoi-Mesopotaminoi.
Nuevas aportaciones para su identificación”. En: II Jornadas de Estudios Bizantinos: De Roma a Bizancio: el
territorio en el sureste peninsular. Almería, 10 y 11 de enero de 2014. Además del libro ya citado.

42
Pese a ello, las conversaciones mantenidas por e-mail con el Doctor Soto Chica, en donde amablemente
compartió sus apreciaciones sobre el asunto aquí trabajado, fueron tremendamente ilustrativas sobre este
problema, y por ello, estamos infinitamente agradecidos.

27
754. El anónimo mozárabe, según este autor, hace referencia a Roma meramente como
encuadre cronológico obligado por la tradición del género cronístico y la perspectiva
universal, por eso se limita prácticamente a mencionar los emperadores y sus años de
reinado.43 Excepción a esta tendencia es el caso de Heraclio a quien la Crónica Mozárabe
otorga un espacio singular. Según López Pereira, el anónimo mozárabe, dentro de su visión
providencial de la historia, considera a Heraclio y los romanos como responsables de desatar
el castigo divino que toma forma en la “sublevación” y expansión militar de los árabes. 44
Más allá de esto el autor no se detiene a analizar las particularidades del relato sobre Oriente,
como el sueño de Heraclio o la forma en que los árabes derrotan a los romanos.

En su estudio, López Pereira hace un detenido análisis de las fuentes generales


utilizadas por la Crónica del 754, centrándose en las que debió conocer el cronista para los
ámbitos donde se explaya más distendidamente: la historia de Hispania y de la Iglesia.
Respecto a las noticias que esta crónica entrega sobre el Oriente romano, señala que su
pobreza de detalles y forma repetitiva sugiere el uso de algún latérculo bizantino que
circulase por España, y discrepa con lo dicho por Dubler, respecto a que la Crónica del 754
habría utilizado la Bizantino-arábiga. Plantea, en cambio, que su semejanza se debería a la
utilización de fuentes comunes, pero no especifica con claridad cuáles serían.45

López Pereira nota, además, que las diferencias entre ambas crónicas y algunos
detalles de la Crónica del 754, sugieren también la utilización de algunas fuentes distintas.
Enumera una variedad de documentos que podrían haber difundido las noticias sobre Oriente
en Occidente, como el Chronicon Mundi de Juan de Nikiu, el Chronicon Paschale y la obra
de Jorge de Pisidia, sugiere que frente a la Bizantino-arábiga –que descarta como fuente
directa- la Crónica del 754 habría hecho uso del mencionado latérculo bizantino para el
encuadre cronológico, junto con noticias obtenidas de “alguna crónica proveniente de
Constantinopla” e informaciones orales, fruto de los frecuentes contactos que aún en su época
existían entre Bizancio y España. López Pereira no se detiene a analizar las diferencias

43
López Pereira, José, Estudio Crítico sobre la Crónica Mozárabe del 754. Zaragoza, Anubar, 1980. pp. 21-36.

44
Ibíd, pp. 28-30. Similar planteamiento puede verse en el ya mencionado libro de Ron Barkai.

45
Ibíd, p. 96.

28
concretas en ambos relatos ni profundiza en relación con estas fuentes y la imagen que queda
respecto a las fuentes orientales de la Crónica Mozárabe del 754 nos parece un tanto vaga y
difusa.46

Los estudios de C. E. Dubler y J.E. López Pereira, referidos a la Crónica Bizantino-


arábiga y Crónica del 754 respectivamente, dejan en claro la existencia de considerables
semejanzas y también grandes diferencias entre ambas crónicas. Junto a los detallados
trabajos de J. Soto Chica, resultan fundamentales al revelar la existencia de un espacio
mediterráneo donde las noticias de los acontecimientos político-militares circulan tanto por
la vía oral como por la trasmisión y traducción de diversos textos historiográficos.

Los planteamientos que se han realizado hasta el momento sobre las fuentes de las
crónicas hispanas resultan muy sugerentes pero, a nuestra juicio, no del todo definitivos. Un
análisis comparativo del relato de ambas crónicas, que indague en las diversas fuentes
orientales y que contribuya a esclarecer la forma en que estas noticias del siglo VII d.C.
viajaron por el ámbito del Mar Mediterráneo, fueron recibidas y reinterpretadas en el medio
local hispano del siglo VIII, queda todavía pendiente.

46
Ibíd, pp. 97-99.

29
CAPITULO 1.
LAS CRONICAS HISPANAS Y SU RELATO.

30
1.1.- Las crónicas hispanas: principales características.

La Crónica Bizantino-arábiga (743-744) y la Crónica Mozárabe del 754 se conocen


desde hace bastante tiempo, fueron copiadas por eruditos del siglo XVI, transcritas y
compiladas en el siglo XVII por Enrique Flórez en su España Sagrada, y de ambas se
hicieron varias ediciones críticas en el siglo XIX, además de ser incluidas por Mommsen en
los Monumenta Germaniae Historica. Estas obras se inscriben en el género historiográfico
cronístico, iniciado por Eusebio de Cesarea en el siglo IV, y tanto en su estructura como en
su estilo, siguen, a grandes rasgos, los lineamientos de dicho género al que ya nos hemos
referido. Ambas fueron escritas en latín, en la España islámica, algunas décadas tras la
invasión árabe y su registro abarca periodos similares. Pese a todas estas semejanzas
muestran también considerables diferencias.47

La tradición manuscrita que ha conservado la Crónica Bizantino-arábiga, lo ha hecho


siempre como una continuación de la Crónica de Juan de Biclaro, sin título ni nombre de
autor; por ello Mommsen la incluyó en los Monumenta Germaniae Historica con el nombre
de Continuatio Byzantia Arabica. Hoy en día, pese a la intención aparentemente continuativa
de esta crónica, se la considera como una obra independiente claramente diferente a cualquier
crónica visigoda.48 La Crónica Bizantino-arábiga sigue una estructura cronológica con un
estilo lacónico y breve, muy característico del género. Se inicia con el reinado de Recaredo I
–punto en que termina su obra Juan de Biclaro-, en el año 601, y finaliza con el fallecimiento
del califa omeya Yazid II (720-724) y la subida al trono de Hisham (724-743). Pese a concluir
en el año 724, contiene una serie de datos y afirmaciones que han permitido a los
especialistas datarla entre los años 743-744.49

47
Sobre la trasmisión textual y las características generales de ambas obras pueden consultarse los trabajos de
Carlos Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)” y López Pereira, Estudio Crítico sobre
la Crónica Mozárabe del 754. pp. 16-17.

48
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. p. 2.

49
Ibíd. p. 8.

31
Mucho se ha debatido sobre la autoría de la Crónica Bizantino-arábiga. Antaño
algunos estudiosos postularon un origen egipcio u oriental, pero como señalábamos, C.E.
Dubler, en el primer análisis crítico profundo sobre la dicha crónica, argumentó que esta era
obra de un autor hispano, probablemente levantino, con conocimiento al menos
rudimentarios del griego, recientemente convertido al Islam y con acceso a varias fuentes
orientales.50

En la actualidad, esta propuesta sigue siendo ampliamente aceptada. Manuel C. Díaz


y Díaz solo discute que la patria del autor sea necesariamente levantina, admitiendo que era
un hispano, muy posiblemente convertido al Islam y conocedor del griego, que
probablemente procedía de algún centro cultural importante en la época, como Córdoba,
Mérida o Sevilla.51 Más recientemente, José Carlos Martín ha propuesto la idea de que en la
Crónica Bizantino-arábiga podrían coexistir, un autor material, hispano mozárabe, al
servicio de un autor intelectual de “origen musulmán, afincado en Hispania, culto y poseedor
de una estimable biblioteca de textos orientales”.52

Respecto al contenido de la Crónica Bizantino-arábiga, este tiende a centrarse en la


sucesión de emperadores, reyes y califas y en los grandes acontecimientos político-militares,
foco común del género cronístico, pero tres características llaman la atención del lector y han
sido ampliamente analizadas por los especialistas: silencio respecto a la Iglesia cristina y los
acontecimientos eclesiásticos, escasa atención prestada a los asuntos hispanos en relación al
oriente y una actitud de simpatía e incluso admiración hacia el Islam. Estos elementos
refuerzan la idea de un autor musulmán –intelectual o material- y la diferencian claramente
de la Crónica Mozárabe del 754.53

50
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp.
283-349.

51
Díaz y Díaz, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. p. 315.

52
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. p. 6.

53
Díaz y Díaz, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. p. 314.

32
La Crónica Mozárabe del 754 fue atribuida tradicionalmente a un obispo de Pax Iulia,
actual Badajoz, llamado Isidoro Pacense. Así lo creyeron varios eruditos humanistas, como
Prudencio de Sandoval, a partir de unas palabras de Pelayo de Oviedo, y lo seguía
sosteniendo el Padre Enrique Flórez en el siglo XVII. En 1849 R. Dozy desmintió
completamente dicha atribución y en 1885 J. Tailhan siguió su análisis publicando una
edición de la crónica que tituló como Anónimo de Córdoba. Mommsen publicó su propia
edición que incluyó en los MGH y tituló Continuatio Isidoriana Hispánica por considerarla
una continuación de la crónica de San Isidoro de Sevilla.54

En la actualidad, todos los especialistas concuerdan en que es obra de un mozárabe


anónimo. M. Díaz y Díaz y Roger Collins la consideran creación de un clérigo de Toledo.
López Pereira sigue buena parte de su análisis, pero plantea que el manuscrito original debe
haber sido escrito cerca de Murcia y aun hoy la discusión sobre su origen geográfico se
mantiene entre Toledo, Murcia y en menor medida Córdoba. 55 Kenneth B. Wolf señala que
el autor debe haber sido un clérigo mozárabe con acceso a fuentes árabes y orientales, quizás
un cristiano que colaboró con la administración musulmana, situación común en la época.56

La Crónica Mozárabe del 754 sigue también la estructura y estilo propios del género,
aunque, ocasionalmente, abandona el estilo lacónico y breve, por una descripción más
detallada y un lenguaje retorico. Narra cronológicamente los acontecimientos que suceden,
tanto en la Península Ibérica y su frontera norte, como en el oriente bizantino y musulmán.
Se inicia en el año 611 d.C., con la investidura imperial de Heraclio, y termina indicando que
ha comenzado el año 754. A diferencia de la Crónica Bizantino-arábiga, el autor de la
Crónica del 754 es claramente un hispano-cristiano: si bien presta atención a algunos sucesos
de oriente centra la mayor parte de su crónica en la Península, registra minuciosamente los
asuntos eclesiásticos como concilios e incluso historias milagrosas y, finalmente, su actitud

54
López Pereira, Estudio Crítico sobre la Crónica Mozárabe del 754. pp. 16-17.

55
Ibíd. pp. 13-16., Díaz y Díaz, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. p. 315.,
también en Collins, The Arab Conquest of Spain. p. 57.

56
Wolf, Kenneth Baxter, Conquerors and Chroniclers of Early Medieval Spain. pp. 25-28.

33
hacia los árabes –nunca habla del Islam como tal- es al menos fría y despreciativa, si es que
no abiertamente hostil.57

Como señalábamos, ambas crónicas hispanas siguen una estructura cronológica muy
propia de su género, la Bizantino-arábiga comienza utilizando la Era hispánica y luego la
abandona, prefiriendo seguir los años de reinados de emperadores y califas, situación que ha
dado para muchas especulaciones. La Crónica del 754 da una importancia mucho mayor a
los cómputos cronológicos y es más precisa, no solo utiliza constantemente la Era hispánica
y la Era del mundo, también cruza estas con los distintos gobiernos y con el calendario árabe,
además de incluir al final un apéndice cronológico.

En las dos crónicas predomina el estilo plano y neutro, limitándose a registrar los
principales acontecimientos en el año que les corresponde, sin comentar sus causas, ni
enjuiciar sus consecuencias, aunque en ciertos momentos este deja paso a otro tipo de
expresiones. Esto es evidente en la Crónica Mozárabe del 754, con el famoso lamento por la
“Pérdida de España”, un notable excursus retórico que se introduce en relación a la conquista
árabe del 711. Sí bien es el más evidente, como veremos no es el único episodio de ésta
crónica en donde se rompe el tradicional estilo lacónico del género.

En cuanto al universalismo especial y temático del género cronístico, este sin duda se
ha ido restringiendo desde los tiempos de Eusebio, pero no deja de estar presente en cierta
forma. Como señala José Carlos Martín la Crónica Bizantino-arábiga pareciera tener la
intención expresa de ligar los acontecimientos de la Península con los sucesos del Oriente en
donde ha surgido el Islam como una forma de explicar y legitimar el dominio árabe. 58 En
este sentido, se trataría de incluir a Hispania en un nuevo marco universal que ya no es el
Imperio Romano, sino la comunidad islámica.

La Crónica del 754, si bien centra la mayor parte de su narración en la Península,


desde el comienzo de sus líneas y hasta el final, lleva un registro paralelo e isocrónico de los
sucesos de la España visigoda -luego islámica-, el Imperio Romano –que desde el punto de

57
Ver el ya citado libro de Barkai, El enemigo en el espejo: cristianos y musulmanes en la España Medieval.

58
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. p. 5.

34
vista formal sigue siendo el principal marco de referencia- y el Oriente árabe. En cuanto al
providencialismo, resulta evidente en numerosos pasajes de la Crónica del 754 –como el de
Heraclio que analizaremos más adelante- pero mucho menos claro –aunque no del todo
imposible- en la Bizantino-arábiga.

35
1.2.- El relato de las crónicas hispanas sobre Oriente.

Para abordar el problema planteado parece necesario volver sobre las fuentes, lo que
nos dicen las crónicas hispanas sobre los sucesos de Oriente y la forma en que lo relatan.

La Crónica Bizantino-Arábiga narra el “violento golpe de estado” de Focas, la


invasión persa que se apodera de las provincias orientales, la rebelión que Heraclio habría
iniciado contra Focas “por amor hacia Flavia”, un pacto de Heraclio con el general Nicetas,
en donde “quien fuese el primero de ellos en llegar a Constantinopla, este obtendría el
gobierno de todo el Imperio.” Según esta crónica, Nicetas avanza por tierra con el ejército
mientras Heraclio zarpa con la flota y llega primero, Focas opone breve resistencia, pero es
capturado por los bizantinos que lo entregan para ser ajusticiado y Heraclio es nombrado
príncipe por el Senado.59

Luego relata el fin de la última guerra romano-persa (603-28):

Eraclio, reuniendo un gran contingente de fuerzas de la República, parte a luchar


contra Persia. Cosroes, al ser informado de semejante noticia, le sale al paso al frente de todo
el ejército de los persas y de las inmensas tropas auxiliares de los pueblos vecinos. Eraclio,
tras poner en fuga y aniquilar al ejército de los persas, (llegó) hasta la ciudad de Susa, que es
la capital y principal ciudad del reino de los persas, le puso asedio y la conquistó. Arrasó a
continuación las ciudades de todas las otras regiones, todas las aldeas y fortalezas, y las
convirtió en provincias del Imperio romano. Sometido así el poder de los persas y destruido
su reino, con gran gloria regresó felizmente a la nueva Roma.60

El golpe de Focas, la rebelión y coronación de Heraclio, así como la última guerra


romano-persa son resumidas en unos muy breves párrafos. La valoración de Heraclio y los
romanos es entre neutra y positiva, poco se dice de Cosroes y los persas.

De inmediato, pero sin establecer ninguna conexión entre ambos sucesos, la Crónica
Bizantino-Arábiga narra, con algo más de detalle, las primeras conquistas de los árabes:

59
Crónica Bizantino-Arábiga. 6-7, p. 9.

60
Ibíd. 11. p. 10.

36
Durante el séptimo año del citado príncipe [Heraclio], los sarracenos, enemigos de
las provincias de los romanos, rebelándose atacan estas mediante rápidas e inesperadas
incursiones más que por medio de una guerra abierta. Teodoro, hermano de Eraclio Augusto,
se enfrentó a ellos en muchos combates. Al ser informado de ello Eraclio, advirtió a su
hermano que no luchase en modo alguno contra esas gentes. Eraclio no era, en efecto,
desconocedor de la ciencia de la astrología, y no ignoraba por ello cuál sería el resultado de
la guerra en el caso de que esta se produjese.

Tras reunirse una numerosísima multitud de sarracenos, invadieron las provincias de


Siria, Arabia y Mesopotamia, ejerciendo el principado entre ellos Mahmet, nacido en el seno
de una tribu de nobilísimo linaje entre las de ese pueblo, varón muy sabio y conocedor de
antemano de todo lo que había de ocurrir.61

En la Crónica Bizantino-Arábiga los sarracenos son considerados enemigos que “se


rebelan” y atacan las provincias romanas mediante rápidas incursiones. Pero llaman la
atención las palabras sobre la utilización de la astrología por parte de Heraclio y su reticencia
a enfrentarse con los árabes.62 La crónica cuenta que la invasión del Oriente romano se
produjo durante el “principado” de Mahoma, al cual considera noble, sabio e incluso vidente.

Luego el cronista señala:

Teodoro al frente de muchos soldados romanos trabó combate (contra los sarracenos)
frente a la ciudad de Gabata. Pero fue tal el pavor que los enemigos causaron entre las legiones
romanas y la violencia de su ataque, que apenas quedaron unos pocos (entre los romanos) que
pudieron llevar la noticia (de la derrota romana). En esta batalla murió incluso Teodoro, el
hermano de Augusto. Los sarracenos, tras conocer la noticia de esta matanza tan grande que
se había causado a los nombres romanos, liberados del miedo al nombre romano, se
apoderaron definitivamente de las provincias que ya tiempos atrás habían invadido y situaron
la capital de su reino en Damasco, la más rica de las ciudades de Siria.63

61
Ibíd. 12-13. p. 10.

62
Como veremos más adelante el tema de los vaticinios será importante en el recuerdo occidental de Heraclio.

63
Ibíd. 16. p. 10.

37
De esta forma, “pese a la advertencia de Heraclio” y a reunir un gran ejército, su
hermano Teodoro y el ejército romano fueron derrotados cerca de Gabata por el terrible y
violento ataque de los árabes. La importancia de la batalla se explica señalando que tras ella
los árabes ocupan permanentemente –en lugar de sólo saquear- las provincias orientales
romanas y establecen su capital en Damasco. Finalmente la crónica narra que:

El citado príncipe de los sarracenos, Mahmet, cumplidos ya diez años de su reinado,


llegó al fin de su vida. A este desde entonces y hasta nuestros días lo honran con tan gran
honor y respeto que en todos sus sacramentos y sus escritos afirman que fue un apóstol de
Dios y su profeta. […] Eraclio, enfermo de hidropesía, abandonó este mundo mortal.64

En un primer momento se habla de Mahoma como un “príncipe”, pero es consciente


de lo que significa para los musulmanes, pues además de señalar su linaje noble, sabiduría y
videncia como un hecho, al momento de narrar su muerte registra también la consideración
de profeta que tiene entre ellos. En cambio de Heraclio, solo señala que abandona el mundo
enfermo de hidropesía, sin ningún tipo de comentario o valoración explícita.65

En las entradas siguientes, la Crónica Bizantino-Arábiga registra la sucesión de


emperadores romanos y califas, relatando las principales guerras, tratados y acontecimientos
asociados a sus gobiernos. Hay una valoración claramente positiva de varios de los califas,
así considera a Hamer como un sabio, destaca las victorias de Moabia, la bondad de Yzit y
tiende, en general, a exaltar las conquistas árabes. Es difícil establecer cuál es su valoración
respecto a los emperadores romanos, pues destaca las conspiraciones y asesinatos en los que
se ven envueltos algunos, pero no los ataca directamente.66 Se podría especular una actitud
favorable hacia algunos de los descendientes de Heraclio pues presenta de forma negativa las
acciones en su contra pero nada dice sobre los crímenes de algunos, como Justiniano II.67

64
Ibíd. 16. p. 10.

65
La hidropesía, hoy más comúnmente conocida como edema, es la retención de líquido en los tejidos. Hoy se
sabe que no es realmente una enfermedad, sino un síntoma que puede acompañar varias enfermedades
comúnmente relacionadas con el corazón, el hígado y los riñones.

66
Ibíd. 19-43. pp. 10-15.

67
Esto último me lo hizo notar el Doctor José Soto Chica, mis agradecimientos por sus comentarios.

38
La Crónica Mozárabe del 754 se inicia con la sublevación de Heraclio, señalando
también que esta se habría iniciado por amor a Flavia, el pacto con Nicetas y que Heraclio
llega primero a Constantinopla por el mar, Focas es capturado por los bizantinos y
ajusticiado, tras lo cual Heraclio se hace nombrar emperador, mientras Nicetas, “atravesando
los asperezas del desierto” lucha contra los persas y recupera las provincias perdidas.68 En
esta primera parte la Crónica del 754 es casi idéntica a la Bizantino-arábiga, excepto porque
señala, con cierto tono reprobatorio quizás, que Heraclio se apura en elevarse como
emperador –sin mencionar nombramiento del Senado- mientras el general Nicetas, avanza
en el desierto y lucha contra los persas para restaurar las provincias imperiales. La Crónica
del 754 relata luego cómo los persas volvieron a conquistar estas provincias y:

Heraclio, después de reunir un ejército, con todo el contingente militar se encamina


a Persia para atacarla. Entonces Cosroes, seguro de tal noticia, le sale al encuentro con todo
el ejército persa para oponerle resistencia. Cuando Heraclio y Cosroes, exasperados, se
encuentran en un punto, establecen un pacto en estos términos: Que elegidos dos guerreros,
uno de cada ejército, entablen un combate individual para hacer una prueba con ellos y
evaluar cualquier resultado que puedan ver en los mismos, mientras (los dos ejércitos) se
mantienen alejados. […]

Pero Cosroes que era más orgulloso, como es normal entre los filisteos, envió a la
lucha a un bastardo, cual otro Goliat. Asustados todos los guerreros de Heraclio vuelven pie
atrás. Entonces Heraclio, confiando en el auxilio del Señor, abalanzándose sobre él, lo mata
de un solo lanzazo.69

Dicho relato es sumamente interesante. En primer lugar, porque difiere radicalmente


de la Crónica Bizantino-arábiga, en la que no aparece mención alguna a tal pacto y combate.
En segundo lugar, por las referencias bíblicas y la imagen de Heraclio que contiene.
Finalmente, porque ha sido muy poco considerado historiográficamente. Más adelante nos
detendremos en su análisis, pero veamos primero donde está inserto.

68
Crónica Mozárabe del 754. 1-2, p. 25.

69
Ibíd. 3. p. 27.

39
La Crónica del 754 continúa su narración de esta forma:

Forzada de esta forma la dispersión de los persas siguió atacándolos hasta la ciudad
de Susa, su capital y emporio. Una vez destruido el reino de Cosroes y sometido al poder
imperial, el pueblo no atribuyó a Dios el mérito de la victoria sino al propio Heraclio, y
aceptándolo este vanidosamente, llegó de vuelta a Constantinopla. Finalmente, después de
ser recompensado generosamente el ejército subió al trono celebrando un glorioso triunfo.

Se dice entonces que se le presentaron en sueños muchas señales referentes a estos


sucesos, que le advertían que sería destruido sin piedad por los ratones del desierto. Esto le
fue confirmado también por una consulta astrológica basada en el curso de las estrellas.70

Nuevamente la Crónica del 754 introduce un elemento novedoso, enjuiciando la


actitud de los romanos y de Heraclio, quienes, tras derrotar a los persas, no atribuyeron la
victoria a Dios sino que la atribuyen, vanidosamente, a sí mismos. Tras ello Heraclio tuvo un
sueño profético, que vio confirmado por la astrología -también mencionada en la Bizantino-
arábiga. En las líneas siguientes la Crónica del 754 recapitula lo antes dicho para conectarlo
con la posterior narración de las primeras conquistas árabes:

Este Heraclio, como ya hemos dicho, sometió a los persas sublevados, y con sus
luchas restableció las provincias imperiales. Engreído por las alabanzas del pueblo,
atribuyendo, segundo dicen, el mérito de la victoria no a Dios sino a sí mismo, temió un duro
castigo, presagiando que sería grave, según una espantosa visión que tuvo. […]

Los Sarracenos, en la era 656, año séptimo del imperio de Heraclio, inducidos por
Mahoma, su caudillo, a la rebelión, se apropian más por astucia que por fuerzas de Siria,
Arabia y Mesopotamia, y devastan las provincias, no tanto con una invasión declarada cuanto
por sus reiteradas alargadas. Así, con habilidad y engaños, no por fuerzas, atacan a las
ciudades fronterizas del imperio, y luego, sacudiéndose el yugo de su cerviz se rebelan
abiertamente. Y ya en la era 656, año séptimo del imperio de Heraclio, invaden su reino y
pretenden hacerse con él luchando enérgicamente con múltiples y variados resultados.71

70
Ibíd. 4-5. pp. 27-29.

71
Ibíd. 6-8. p. 29.

40
La Crónica del 754 registra la “rebelión” de los árabes de forma similar a la Bizantino-
arábiga. Pero a diferencia de esta, que no hace conexión alguna, el cronista del 754 vincula
dicha “rebelión” con los sucesos anteriores, señalando que Heraclio temía un castigo divino
por haberse atribuido, vanidosamente, el mérito de la victoria sobre los persas.

Si la Crónica Bizantino-arábiga considera a Mahoma un príncipe y se preocupa de


resaltar su linaje y virtudes, la Crónica del 754 lo reduce a un caudillo y silencia lo demás.
Si la Bizantino-arábiga habla de rápidas incursiones en lugar de una guerra abierta, la
Crónica del 754 señala que los árabes devastan las provincias romanas por medio de la
astucia y el engaño. Aunque a veces solo cambien algunas palabras, la imagen final que
ofrecen ambas crónicas tiene importantes diferencias que habremos de analizar.

Tras esto, la Crónica del 754 continúa su detallado relato de la siguiente manera:

Así, Teodoro, hermano de Heraclio, después de enfrentarse con ellos en muchas


batallas, aconsejado por su hermano, que no podía olvidar el presagio de los ratones, se aparta
de la lucha para aumentar sus tropas y concentrarlas para la guerra. Pero hinchándose cada
día más sus cuellos, cundió el temor en las legiones romanas, que, habiéndose entablado una
batalla junto a la ciudad de Gabata, el ejército fue destrozado totalmente y Teodoro, muerto,
se fue de este mundo. Entonces los sarracenos, sintiéndose completamente seguros después
de una matanza tal de nobles, perdieron el miedo y colocaron su reino en Damasco, la ciudad
más suntuosa de Siria.72

Ambas crónicas coinciden en que Teodoro, hermano de Heraclio, encabezaba el


ejército romano en la batalla definitiva contra los árabes, en que había sido advertido y en el
lugar de la batalla: cerca de Gabata. Pero la Crónica del 754 introduce un elemento
completamente nuevo: una enfermedad desconocida, cuyo síntoma es la hinchazón de cuello,
aqueja al ejército romano y lo desmoraliza antes de la batalla, historia que podría ser un
intento de explicación –o de excusa- respecto la derrota romana.

Más adelante la Crónica del 754 recapitula estos hechos diciendo:

72
Ibíd. 9. p. 31.

41
Así pues, como ya hemos dicho, en la era 653, año cuarto del imperio de Heraclio,
los árabes se sublevan, y en la 656 atacan a Teodoro, hermano de Augusto; después de
cansarlo en casi diez años de lucha, acaban por vencerlo, agotado como estaba por la guerra
y, aunque se resistía duramente, lo matan, entonces instalan oficialmente su reino en
Damasco, gobernándolos Mahoma su profeta, una vez perdido el miedo al nombre romano.73

En estas líneas resulta significativa la palabra que utiliza la Crónica del 754, y que se
ha traducido como “sublevan”: si anteriormente había dicho, de similar forma a la Bizantino-
arábiga, que los árabes fueron llevados a la rebelión, en latín Rebellia, aquí dice “Arabas
tirannizant”, literalmente: los árabes se “tiranizaron”, lo que podría indicar que para el
cronista se trata de un levantamiento claramente violento e ilegítimo, el que se consolida con
la presagiada derrota de Teodoro, tras la que el “nombre romano” pierde su prestigio.74

En las entradas siguientes continúa registrando las sucesiones de emperadores y


califas, así como las guerras entre árabes y bizantinos, pero deja de procurar una atención tan
detallada a Oriente y se concentra más bien en los asuntos de la Península Ibérica. Presenta
a los califas principalmente como caudillos conquistadores, sin una valoración general,
mostrando algunos como buenos gobernantes y a otros como personajes malvados,
ambiciosos o crueles.75

Respecto a los emperadores romanos y sus guerras con los árabes, sigue la misma
línea que la Bizantino-arábiga y algunos hechos son presentados de forma casi idéntica,
como el asedio de Constantinopla por Yzit, hijo de Moabia (674-678 d.C.). Sin embargo, y
pese a la poca atención que empieza a prestar a Oriente, contiene de todas formas algunas
noticias que se distinguen, como la batalla naval entre árabes y bizantinos en tiempos de
Constante, nieto de Heraclio (c. 655 d.C.), la que no es mencionada por la Bizantino-arábiga

73
Ibíd. 11. p. 31.

74
No es del todo claro pues el concepto de tiranía se utiliza con varios sentidos en la España de la época. En
otros momentos de la obra el anónimo mozárabe utiliza el concepto siguiendo a San Isidoro, para referirse a
quienes se rebelaron contra la autoridad legítima, quienes tomaron o intentaron tomar el poder de forma violenta
e ilegal, lo que parece apoyar nuestro planteamiento. Sobre el problema ver Orlandis, José, “En torno a la noción
visigoda de tiranía” Anuario de Historia de Derecho Español, N° 29, 1959. pp. 5-43.

75
Ibíd. 21-34. p. 39-53.

42
y además, en la Crónica del 754 dicha batalla es mencionada en dos momentos con distinta
valoración, sugiriendo el uso de dos fuentes distintas como plantea López Pereira, quien notó
dicha curiosidad.76

Resulta útil resumir los puntos comunes y las diferencias de ambas crónicas. En el
ámbito de las concordancias podemos encontrar: la sublevación de Heraclio contra Focas por
amor a Flavia, el pacto con Nicetas, el triunfo y coronación de Heraclio. La guerra contra los
persas; gran batalla entre los romanos, liderados por Heraclio, y los persas, liderados por
Cosroes, triunfo de Heraclio que llega hasta Susa, destruye y somete el reino de los persas,
regresando con gloria a Constantinopla. Poco tiempo después, los árabes liderados por
Mahoma, se rebelan y realizan incursiones en las provincias del Oriente romano. Heraclio,
mediante la astrología u otros mecanismos, vaticina el resultado de la guerra y advierte a su
hermano Teodoro. Este reúne un gran contingente de fuerzas romanas y se enfrenta a los
árabes cerca de la ciudad de Gabata en una batalla, resultando totalmente derrotado. Tras esta
los árabes se apropian de las provincias orientales romanas e instalan su capital en Damasco.
Continúan entonces las conquistas de los árabes, quienes se enfrentan a los emperadores
romanos numerosas veces con suerte diversa. De ambas crónicas se podría inferir una actitud
favorable, o a lo menos neutra, hacia los descendientes de Heraclio.

En el ámbito de las diferencias, en cambio: la Crónica del 754 señala que Heraclio se
hace elevar a emperador mientras Nicetas avanza por el desierto combatiendo a los persas,
la Bizantino-arábiga silencia esto y en cambio señala que Heraclio es nombrado por el
Senado. Esta misma cuenta que Heraclio reúne a un ejército y se enfrenta a Cosroes,
derrotándolo, sometiendo el reino de los persas y regresando con gloria a Constantinopla, sin
dar mucho detalle de esta guerra. En cambio, la Crónica del 754 introduce aquí el relato sobre
el pacto y el combate, en donde Heraclio mata al siervo de Cosroes con la ayuda de Dios,
tras ello narra de forma similar a la Bizantino-arábiga el sometimiento del reino persa, pero
introduce un juicio: los romanos y Heraclio pecan de vanidad al atribuirle a él la victoria y
no a Dios.

76
Ibíd. 28. p. 47.

43
La Bizantino-arábiga registra la rebelión de los árabes, sin establecer ningún tipo de
conexión con los hechos que nos ha presentado antes. Habla de rápidas incursiones sobre las
provincias romanas y exalta las virtudes de Mahoma reconociéndole, incluso, la capacidad
de conocer los hechos futuros. Señala que Heraclio había previsto el desenlace de una guerra
con los árabes gracias a la ciencia astrológica y advierte a su hermano, Teodoro, quien se
enfrenta a los árabes y es destruido por la violencia de su ataque, tras ello los árabes
establecen su capital en Damasco. Narra la muerte de Mahoma señalando que sus seguidores
lo reconocen y honran como profeta, y la muerte de Heraclio, señalando lacónicamente que
esta fue causada por la hidropesía.

La Crónica Mozárabe del 754 establece claramente un vínculo con los hechos
anteriores, narra que Heraclio, tras su triunfo frente a los persas, tiene un sueño profético que
alude a los árabes y teme un castigo divino por su pecado de vanidad, tras ello los árabes se
rebelan “tiránicamente” y atacan mediante engaños las provincias romanas, aunque es
consciente de que Mahoma es considerado un profeta y luego lo dice, lo llama caudillo y
omite cualquier palabra sobre sus virtudes o la consideración que le tienen los árabes.
Heraclio confirma su sueño mediante consultas astrológicas y advierte a su hermano
Teodoro, quien reúne una gran fuerza romana, pero dicho ejército es atacado por una
enfermedad que lo desmoraliza y tras ello es destruido por los árabes, quienes se instalan en
Damasco, gobernados por Mahoma.

Finalmente la Crónica Bizantino-arábiga tiende a tener una valoración positiva de


los califas y sus gobiernos, la Crónica Mozárabe del 754 tiende a verlos más bien como
conquistadores y pese a ciertas excepciones, tiende a valorarlos de forma neutra o positiva,
destacando su rol como caudillos guerreros, saqueadores y conquistadores.

Algunas consideraciones generales respecto a dichas narraciones: estas siguen el


esquema típico del género cronístico, es decir van registrando cronológicamente los
principales sucesos políticos, militares y religiosos. El estilo plano y sintético que caracterizó
las primeras crónicas está presente, con mayor fuerza en la Bizantino-arábiga, y un poco más
laxamente en la Crónica del 754, que a momentos tiende a explayarse con un poco más de
soltura y detalle. Respecto a estos sucesos de Oriente, ambas crónicas caen en algunos errores
cronológicos, más pronunciados en el caso de la Bizantino-arábiga. Algunos de estos parecen

44
ser un reflejo de los errores en las propias fuentes orientales, otros derivan de la conversión
y correlación con los distintos sistemas de datación.77 Ambas crónicas resumen en una gran
batalla definitiva lo que en realidad fueron varias, en parte siguiendo una tendencia general
de las fuentes a confundir las batallas de Ajnadayn y Yarmuk.78 Finalmente, las dos crónicas
consideran que el ataque árabe contra las provincias romanas se inicia en vida de Mahoma,
lo que aparece en otras fuentes y podría llegar a no ser del todo incorrecto, pero sin duda la
Crónica del 754 se equivoca al señalar que este llegó a gobernar desde Damasco.79

Más allá de esto, los relatos que se ubican al inicio de estas crónicas, llaman la
atención por varias razones. En primer lugar, como varios de los expertos han señalado, la
Crónica Bizantino-arábiga tiende a dedicar bastante atención a los asuntos de Oriente,
dejando más bien de lado los asuntos de la Península Ibérica, donde a veces sólo menciona
quien gobierna y por cuantos años, en cambio la Crónica Mozárabe del 754 dedica bastante
más atención a estos últimos y suele referirse muy brevemente a Oriente, a veces apuntando
solo los nombres del califa y emperador de turno.80 Pero en esta primera parte que hemos
analizado, y en oposición al conjunto de ambas obras, la Crónica del 754 parecen entregar
bastantes más detalles de los sucesos de Oriente que la Bizantino-arábiga.

Por una parte, la Bizantino-arábiga ofrece una visión hasta cierto punto “neutra” de
Heraclio, su sublevación y su enfrentamiento con Persia. Cuenta que el pueblo depuso a
Focas y el Senado le nombró emperador, luego que sale a enfrentar a los persas y triunfa
sobre ellos, pero aquí no dice nada más sugerente sobre su visión de Heraclio. No establece

77
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp.
326-327. Es necesario recordar que nuestras crónicas utilizan la Era hispánica así como los años de reinado de
emperadores, reyes y califas, ocasionalmente la Era del Mundo, el año de la indicción y la Era islámica, en
Oriente se utilizaban además otros sistemas y la conversión de uno a otro requería cálculos de cierta
complejidad.

78
Jandora, John, “The Battle of Yarmuk: a reconstruction”. Journal of Asian History, Vol. 19, No. 1, 1985. pp.
11-12. El problema parece derivar de una serie de coincidencias entre ambas batallas, Ajnadayn habría sido la
primera derrota romana y Yarmuk la definitiva, pero en ambas los romanos son comandados por un Teodoro y
mientras Adjnadayn fue cerca de un lugar llamado Gabatha, Yarmuk lo fue cerca de Gabitha.

79
Soto Chica, Bizancio y los Sasánidas: De la lucha por el Oriente a las conquistas árabes (565-642). pp. 297-
330.

80
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp.
325-326. Díaz y Díaz, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. p. 314

45
ninguna conexión entre estos hechos y las conquistas árabes. Respecto a los árabes, su
actitud, como señala acertadamente Ron Barkai, oscila entre la neutralidad y una cierta
simpatía: no juzga explícitamente su ataque sobre las provincias romanas.81 Pero sí resultan
curiosas algunas cosas sobre esto: primero la exaltación de la figura de Mahoma como un
hombre noble, sabio, virtuoso y respetado, segundo, que diga que Mahoma conocía “lo que
habría de ocurrir” y que Heraclio, mediante la astrología, se enteró del resultado desfavorable
de la guerra contra los árabes. Finalmente, el contraste entre el relato de la muerte de Mahoma
y Heraclio podría ser también significativo.

Por otra parte, la Crónica del 754 comienza presentando una visión un tanto más
compleja de Heraclio en donde el contraste con Nicetas tiene un cierto tono crítico, luego se
introduce el relato del pacto y el combate donde Heraclio es presentado, primero como un
guerrero elegido de Dios, con claras referencias al Antiguo Testamento, pero que luego de
derrotar a los persas con su ayuda cae en la vanidad. Estos hechos son vinculados claramente
con las conquistas árabes mediante la mención del sueño. Los árabes tienen una
caracterización mucho más negativa, se apoderan de las provincias romanas gracias al engaño
y a una enfermedad, su conquista no parece ser mérito propio, sino la falla de otros.

Sin duda, muchas cosas se pueden inferir a partir de los relatos de ambas crónicas, así
lo han hecho Dubler, Díaz y Díaz, Barkai, López Pereira y Carlos Martín, pero como
proponíamos al comienzo, nos parece que antes de realizar un análisis completo del
significado y sentido de ambos relatos es necesario indagar sobre las fuentes de los mismos,
pues solo con este contraste puede apreciarse plenamente cómo los cronistas hispanos
construyeron su narración sobre el pasado y una interpretación histórica del mismo.

81
Barkai, El enemigo en el espejo: cristianos y musulmanes en la España Medieval. pp. 26-27.

46
Cuadro de síntesis 1.- Contrastes del “relato oriental” de las crónicas hispanas.

Crónica Bizantino-arábiga Crónica Mozárabe del 754 Puntos comunes

- -
Sublevación de Heraclio
contra Focas por Flavia.

Heraclio es nombrado Heraclio “se hace elevar al Pacto con Nicetas y carrera
emperador por el Senado. trono”. por el trono.

- Combate singular de Guerra contra los persas y


Heraclio contra un siervo de triunfo de Heraclio.
Cosroes que mata con “la
ayuda de Dios”.

Valoración neutra de la Valoración negativa, Rebelión de los árabes que


sublevación árabe. sublevación de los árabes atacan las provincias
como castigo divino por la romanas - Predicción
vanidad de Heraclio. astrológica de Heraclio.

Valoración positiva de Enfermedad desconocida Derrota de Teodoro.


Mahoma. Muerte de contribuye a la derrota
Heraclio por hidropesía. romana.

Valoración positiva de Valoración neutra de la Guerras entre árabes y


varios Califas, curiosa mayoría de los emperadores romanos.
valoración neutra o positiva y califas (disminuye el
de algunos emperadores interés por Oriente).
romanos.

47
CAPITULO 2.
LAS FUENTES ORIENTALES Y SU RELATO.

48
2.1- Las fuentes orientales: principales características.

Existe una gran variedad de escritos orientales, historiográficos y literarios, que nos
sirven como fuente para los tiempos de Heraclio y las primeras conquistas árabes. Estos
provienen de diversas regiones: Constantinopla, Egipto, Siria, Armenia, y mientras que
algunos son relativamente contemporáneos a los hechos, otros son bastante tardíos, pero
recogen o compilan testimonios anteriores.82 Examinar de forma exhaustiva absolutamente
todas estas fuentes iría más allá de las intenciones y límites de este trabajo, pero sí nos parece
pertinente y realizable revisar de forma minuciosa las principales fuentes escritas que podrían
haber influido en la composición de las crónicas hispanas. Partiremos señalando cuáles son
estas y algunas de sus características generales.

El testimonio historiográfico más directo para estudiar el reinado de Heraclio es el


anónimo Chronicon Paschale – o Crónica Pascual – llamado así por basar su sistema
cronológico en el ciclo pascual. Dicha obra parece haber sido redactada en Constantinopla,
en torno al año 630, posiblemente por un clérigo de baja o media jerarquía. Se trata de una
crónica universal que registra lacónicamente los “principales” hechos históricos desde el
origen del mundo hasta sus días. Se asemeja a las primeras crónicas en la medida en que su
interés es eminentemente cronológico más que propiamente histórico. Cuando aborda el
pasado lejano se centra en la historia bíblica y cristiana, dejando la “historia pagana” como
contraste. En cambio, cuando se acerca su propio tiempo, adquiere un enfoque centrado en
Constantinopla, pasando a ser casi una crónica local que registra solo aquellos sucesos que
afectan directamente a la capital imperial. Sus principales fuentes parecen haber sido
documentos oficiales del Imperio, el gobierno urbano y el patriarcado de Constantinopla. El
principal valor de su testimonio está en la reproducción fidedigna de esta información oficial,
los mayores problemas están en su parquedad y su falta de atención frente a los asuntos
externos a la capital.83

82
Para visión general sobre la historiografía del período Foot, Sarah; Robinson, Chase (ed.), The Oxford History
of Historical Writing. Vol. 400-1400, Oxford, OUP, 2012. pp. 201-238. Una síntesis de buena parte de estos
testimonios puede encontrarse en el ya citado libro de Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis…

83
Ibíd. pp. 44-59., y Chronicon Paschale 284-628 AD, Liverpool, Liverpool University Press, 2007. Traducción
con introducción y notas por Michael y Mary Whitby. Introducción, pp. ix-xxviii.

49
Otro testimonio escrito “directo” pero que no tiene un carácter propiamente
historiográfico, sino literario, es la obra poética de Jorge de Pisidia, también llamado Jorge
Pisides. No se sabe mucho de este poeta, excepto que provenía de Antioquía en Pisidia, Asia
Menor, que poseía un buen nivel de educación con conocimiento de los textos clásicos y
cristianos, que fue ordenado como clérigo y se unió a la administración patriarcal (c. 610) en
donde fue archivero, entre otros cargos, que comenzó a escribir poesía y llamó la atención
del emperador Heraclio en torno al año 622 pasando a convertirse en poeta oficial del
emperador y de la corte hasta su muerte (c. 632) y acompañándolo en varias de sus campañas,
es posible que fuera un fiel e incluso un cercano amigo de Heraclio.84

Su obra se compone esencialmente de poesía épica y religiosa, la que tiene un


considerable valor literario y cultural en sí misma, pero también un valor histórico, pues, pese
a su carácter poético, registra muchos hechos históricos de importancia, particularmente las
campañas de Heraclio en la última guerra romano-persa, siendo muchas veces el mismo autor
un testigo presencial y directo de estos hechos o, en otras ocasiones, habiendo escuchado el
relato de otros testigos presenciales. Justamente este carácter testimonial es el que ubica la
obra poética de Pisides como una de las fuentes más directas para estudiar el reinado de
Heraclio y la guerra romano-persa junto al Chronicon Paschale.

Un cuerpo de fuentes importante para el periodo lo compone un conjunto bastante


disímil de fragmentos que se han conservado, provenientes de distintos anales y textos
cronísticos, redactados en Siria por cristianos anónimos durante el siglo VII.85

Dentro de la historiografía del período destaca también la Historia atribuida a Sebeos,


hoy conocida como Pseudo-Sebeos, redactada en Armenia, en o cerca de la ciudad de Dvin,
en una fecha un tanto incierta, probablemente mediados del siglo VII (c.650-660) por algún
clérigo local -quizás un obispo-. Esta obra, se enmarca en la tradición histórica armenia y
tiene dicho país como eje, pero va mucho más allá de una mera historia local abarcando las
relaciones con Persia, Bizancio y, luego, el mundo árabe, e incluyendo eventos importantes

84
Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. pp. 16-35. Pertusi, Agostino, Giorgio di Pisidia poemi i
Panegirici epici. Ettal, Buch-Kunstverlag, 1959 (ver estudio introductorio).

85
Palmer, Andrew; Brock, Sebastian; Hoyland, Robert, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles.
Liverpool, Liverpool University Press, 1993.

50
del Cercano Oriente que no tuvieron necesariamente un impacto en Armenia. La historia
narra desde las primeras revueltas armenias contra el poder Sasánida (c.450-451 d.C.) hasta
las guerras árabo-bizantinas, llegando al año 654. Su principal foco es la guerra romano-
persa, el papel de Armenia en el enfrentamiento de las grandes potencias y la figura de
Cosroes II Parviz, el “maldito por Dios”.86

Finalmente otro testimonio historiográfico directo es la Crónica de Juan de Nikiu. Se


trata de una crónica universal redactada en Egipto hacia finales del siglo VII (c.650-690) por
Juan, el obispo monofisita de Nikiu, que contiene importante información sobre Egipto, los
primeros años de Heraclio y las conquistas árabes hasta el 643 d.C. Fue elaborada en buena
parte con fuentes locales, pero que presenta un vacío importante en medio del período que
nos interesa (c.610-640).87

Estas son las principales fuentes orientales escritas en el siglo VII que se han
conservado hasta nuestros días, y que de alguna forma podría haber llegado a los cronistas
hispanos del siglo VIII. Pero también tenemos varias fuentes historiográficas importantes
redactadas en época posterior, que no podrían haber sido conocidas por nuestros cronistas
hispanos. Sin embargo, recopilan e incorporan importantes materiales que no se conservaron
de forma independiente hasta nuestros días y que sí podrían haber sido conocidos por
nuestros cronistas. Por tanto, dichas obras deben ser revisadas frente a la posibilidad de
poseer estas una fuente en común con las crónicas hispanas.

La primera de estas obras es la Historia Breve -o Historia Syntomos, llamada en latín


Brevarium- que fue redactada por el patriarca Nicéforo (c.758-828 d.C.), a finales del siglo
VIII o comienzos del IX (c.780-820). Miembro de una prominente familia de Constantinopla,
Nicéforo llegó a ser patriarca de Constantinopla en el año 806 d.C. Escribió varios textos
religiosos, unas tablas cronográficas y la Historia Breve.

86
Ibíd. pp. 70-97., y The Armenian History attributed to Sebeos. Liverpool, Liverpool University Press, 1999.
Traducción con notas por R.W Thomson, comentario de J. Howard-Johnston. Introducción, pp. xxxi-xlvii.

87
The Chronicle of John, Bishop of Nikiu. New Jersey, Evolution Publishing, 2007 (Publicación original:
Londres, 1916). Traducción e introducción de R.H. Charles. pp. iii-xii., y Howard-Johnston, Witnesses to a
world crisis. Historians and Histories of the Middle East in the Seventh Century. pp. 181-191.

51
El propósito de esta obra parece haber sido continuar el género clásico de la Historia,
abandonado en Bizancio desde Teofilacto Simocates. Cubre así desde el año 602 –cuando
termina la Historia de Simocates- hasta el 769, pero no sigue la tradición histórica clásica de
ceñirse a los testimonios orales directos, recurriendo a fuentes escritas para cubrir eventos
distantes a su propio tiempo. Sigue sí el enfoque eminentemente político del género,
resumiendo bastante la historia eclesiástica y privilegia los asuntos externos frente a los
internos, aunque siempre desde la perspectiva de la capital. La Historia Breve parece haber
utilizado, como fuente principal para su primera parte, una “crónica constantinopolitana”,
continuadora de Juan de Antioquía, que habría sido redactada en la década del 640 d.C., junto
a otras fuentes complementarias, como algún registro histórico de origen siriaco que
probablemente conoció. 88

La segunda de estas fuentes tardías es la Cronografía de Teófanes el Confesor


(759/60-818). Cronista nacido en una familia aristocrática bizantina, que recibió una muy
buena educación, se casó con una mujer noble y se desempeñó como gobernador militar de
una fortaleza. Cuando su protector y suegro murió, él y su esposa tomaron votos monásticos.
Teófanes rechazó el cargo de abad, viviendo una vida particularmente ascética y piadosa el
resto de sus días.89 Escribió su Cronografía como una continuación de la crónica universal
de su amigo Jorge Sincelo - Syncellus o Synkellos -, quien se la pidió al darse cuenta que no
podría terminarla. Teófanes extendió dicha crónica desde el año 284 d.C. hasta el 813. Esta
obra sigue el esquema general del género cronístico y es, sobre todo, un trabajo de
compilación antes que una composición original, pero al acercarse a su presente Teófanes no
deja de recurrir a la memoria. La Cronografía también se desmarca de las crónicas
tradicionales en su extensión total y en el detalle con que aborda cada suceso. 90

88
Nikephoros, patriarch of Constantinople, Short History. Washington D.C., Dumbarton Oaks, 1990. Texto,
traducción y comentario de Cyril Mango. Introducción. pp. 1-19.

89
De hecho Teófanes fue luego venerado como Santo, y los datos históricos de su vida se mezclan con los
hechos piadosos de las hagiografías. Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. Historians and Histories of
the Middle East in the Seventh Century. pp. 269-271.

90
The Chronicle of Theophanes Confessor. Oxford, Clarendon Presss, 1997. Traducción, introducción y
comentarios de Ciril Mango y Roger Scott. pp. xliii-lxxiv., y Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis.
Historians and Histories of the Middle East in the Seventh Century. pp. 270-274.

52
La Cronografía es, en buena medida, un recuento cronológico de sucesos históricos
realizado a partir de una gran compilación de distintos documentos. Por ello, resulta
particularmente valiosa a la vez que problemática. Sus fuentes parecen haber sido muchas y
tan diversas como la Historia Tripartira, el Brevario de Eutropio, la Historia de las Guerras
de Procopio, la Crónica de Malalas, la Historia de Simocates, y otras. Para el período que
nos interesa podemos mencionar: los poemas de Jorge de Pisidia, las continuaciones de la
crónica de Juan de Antioquía, una fuente siríaca que se ha identificado como Teófilo de
Edesa, otras crónicas hoy perdidas como la del Patricio Trajano, una compilación de
despachos oficiales y un testimonio detallado de las campañas de Heraclio sobre el que se ha
especulado mucho.91

Finalmente, tenemos como último grupo de testimonios, la historiografía siríaca


tardía, la Historia de Miguel el sirio, la Crónica de 1234 y la Historia Secular de Dionisio
de Tel-Mahre. Aunque son obras bastante tardías –especialmente las dos primeras-
incorporan varias fuentes siríacas de siglos anteriores que no han llegado hasta nuestros
tiempos, como la Historia de Teófilo de Edesa y otras incluso anteriores. De estas obras, la
única que se conserva íntegra es la de Miguel el sirio. La de Dionisio de Tel-Mahre fue
reconstruida a partir de las otras, y de la Crónica de 1234 solo se conserva una parte. Vistas
de forma aislada, estas fuentes de los siglos IX, XII y XIII no parecen ser muy pertinentes,
pero en conjunto son los últimos vestigios de una importante tradición historiográfica siríaca
que llegó a ser bastante influyente.92

Como señalábamos al comienzo, estas son las principales fuentes orientales que
quizás podrían, directa o indirectamente, haber influido sobre las crónicas hispanas del siglo
VIII. No son todas las que hay, pues eso hubiese excedido los límites y capacidades de este
trabajo. Como las noticias analizadas son principalmente hechos políticos y militares, hemos
privilegiado la historiografía, exceptuando la obra de Jorge de Pisidia que es poética pero

91
The Chronicle of Theophanes Confessor. pp. lxxiv-xcv., y Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis.
Historians and Histories of the Middle East in the Seventh Century. pp. 274-295.

92
Ibíd. pp.192-236. Palmer, Brock, Hoyland, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 85-221.

53
relata igualmente este tipo de hechos y puede, hasta cierto punto, considerarse como el
testimonio histórico de un testigo contemporáneo.

Pero si bien nuestro análisis se centra principalmente en la historiografía,


consideramos oportuno incluir, en el final de este capítulo, un apartado sobre la influencia
que pueden haber tenido otras fuentes no historiográficas, cierta iconografía, algunos escritos
religiosos y la tradición apocalíptica, sobre las crónicas hispanas del siglo VIII y su
interpretación histórica.

Existen algunas fuentes historiográficas para el siglo VII que no nos detendremos a
analizar directamente pues se han perdido casi por completo y solo nos han llegado de forma
extremadamente fragmentaria por medio de otros textos muy posteriores. Las fuentes
tempranas de la Siria occidental pueden ser trabajadas gracias al trabajo de Andrew Palmer
y Sebastian Brock, pero otras como la crónica siríaco-nestoriana de Seert o la crónica real
persa conocida como el Khwadaynamag, libro de los reyes o de los señores, resultan más
complejas. También hay algunas fuentes que se refieren a asuntos demasiado ajenos –
historia eclesiástica o local – y tienen una importancia marginal para nuestro propósito, como
por ejemplo la Historia de Albania de Movses Daskhurantsi. No hemos dejado de considerar
estas fuentes, pero las limitaciones del trabajo nos impiden detenerlos a analizar cada una de
estas y, por ello, confiamos en la reseña de las mismas realizada por Howard-Johnston.93

También excluimos las fuentes islámicas, pues su historiografía es muy tardía. Sin
duda la influencia de la tradición oral árabe sobre las crónicas hispanas del siglo VIII no es
descartable, como ya había señalado Dubler. Pero la historiografía árabe que se conserva,
como Al-Tabari (839-923) no solo es posterior a las crónicas hispanas, sino que además
incorpora fuentes anteriores no islámicas haciendo muy complejo el trabajo de discernir qué
elementos pertenecen a la tradición musulmana. La influencia de la tradición árabe-islámica
en las crónicas hispanas es problema digno de otro estudio completamente aparte.94

93
Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. Historians and Histories of the Middle East in the Seventh
Century. pp. 59-67, 105-128, 138-157, 313-354.

94
Sobre la influencia árabe-islámica en las crónicas hispanas: Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de
741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp. 329-331. Sobre los problemas de la historiografía

54
Aún no resulta necesario entrar en el problema de la trasmisión textual, o el cómo
llegaron dichas fuentes a la Península Ibérica. El marco de referencia del mismo fue
planteado ya por Dubler en su clásico estudio y volveremos sobre ese punto. Sin embargo,
creemos que primero habría que contrastar el contenido de nuestras crónicas hispanas con
estos testimonios orientales para analizar las posibles relaciones inter-textuales e influencia
y, desde ahí, entrar en el problema de la trasmisión.

árabe como testimonio: Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. Historians and Histories of the Middle
East in the Seventh Century. pp. 358-379.

55
2.2.- El relato de las fuentes orientales sobre el siglo VII.

En este punto, vamos a iniciar el contraste del relato de las crónicas hispanas con las
principales fuentes orientales que hemos mencionado. En las crónicas hispanas primero
tenemos el relato de la sublevación de Heraclio contra Focas por amor a Flavia, la carrera
por el trono de Heraclio con Nicetas y la victoria del primero. Señalábamos que dicha
narración es bastante similar en la Crónica Bizantino-arábiga y en la C. del 754, la mayor
diferencia es la mención a la avanzada por el desierto de Nicetas combatiendo a los persas
que hace la mozárabe. Pues bien ¿Que dicen de este episodio las fuentes orientales?

2.2.1.- La sublevación contra Focas.

El Chronicon Paschale registra la sublevación contra Focas en África, la llegada de


las naves comandadas por Heraclio a Constantinopla, el derrocamiento de Focas, su muerte
y la coronación de Heraclio. Nada dice sobre la relación de dicha rebelión con Flavia, ni de
la carrera por el trono relatada en las crónicas hispanas, ni siquiera menciona a Nicetas en la
sublevación.95 Jorge de Pisidia canta exaltando la sublevación de Heraclio contra el tirano
Focas en su poema In Heraclium ex Africa redeuntem, y tampoco aquí aparece el tópico del
amor a Flavia como motivo de la sublevación ni la carrera por el trono, aun cuando el carácter
poético de la fuente podría haber llevado a pensar que en ella se encontraría el origen de
dicha historia, pero el breve poema se centra en alabar la figura de Heraclio en contraste con
la de Focas y no da casi detalles sobre la sublevación misma.96 Luego tenemos las
fragmentarias fuentes siríacas del siglo VII, y nada de lo que se conserva de ellas hace la más
mínima mención a la sublevación de Heraclio.97

El Pseudo-Sebeos hace referencias a la sublevación contra Focas y narra algunos de


sus eventos, pero difiere mucho de las crónicas hispanas, pues sitúa como principal
protagonista de la rebelión a Heraclio el Viejo, quien se alza contra Focas, lo derrota e instala
a su hijo Heraclio como emperador. Tampoco menciona a Flavia, ni a Nicetas ni la carrera

95
Chronicon Paschale. 609-610. pp. 149-153.

96
Jorge de Pisidia, In Heraclium ex Africa redeuntem. pp. 77-83.

97
Palmer, Brock, Hoyland, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 1-75.

56
por el trono.98 La Crónica de Juan de Nikiu cuenta que Focas hizo prisioneras a las mujeres
de Heraclio el Viejo y Heraclio el Joven, entre ellas Flavia, mas no relaciona este hecho
directamente con la rebelión, ni mucho menos lo considera su causa. 99 Juan de Nikiu narra
la sublevación contra Focas con mucho detalle, especialmente los enfrentamientos que
durante esta se produjeron en Egipto. La figura de Nicetas es clave, pero este siempre actúa
como un general subordinado y fiel a los Heraclios, y nunca aspira al trono. La Crónica
narra la llegada de Heraclio el Joven a Constantinopla y el derrocamiento de Focas, aunque
no contiene nada similar a la historia de la carrera por el trono.

La Historia Breve del patriarca Nicéforo, en cambio, se inicia con la historia de la


carrera por el trono, aunque tampoco menciona a Flavia. Nicéforo cuenta que frente al golpe
de Focas y su mal gobierno, Heraclio el Viejo, gobernador de África, y su hermano Gregorio,
hicieron causa común y enviaron a sus respectivos hijos, Heraclio y Nicetas, al mando de
poderosas fuerzas militares contra Focas, entendiendo que el primero en llegar y derrocarlo
tomaría posesión del Imperio. Nicetas va por tierra y Heraclio por mar, gracias a los vientos
Heraclio llega primero, y su llegada a Constantinopla provoca la sublevación de sus
habitantes que derrocan a Focas y se lo entregan. Finalmente Heraclio, contra su voluntad,
es proclamado emperador por el senado y el pueblo.100

En la Cronografía de Teófanes el Confesor se narra que el patricio Prisco,


descontento con los crímenes de Focas, escribió a Heraclio el Viejo, strategos de África -
quien ya se encontraba en rebelión habiendo cortado el suministro de trigo- para que mandara
a su hijo Heraclio y su sobrino Nicetas contra Focas. Heraclio el Viejo, presionado también
por el Senado, equipa a su hijo Heraclio con una fuerza naval y lo envía contra Focas. Su
hermano Gregorio hace lo suyo con Nicetas, enviándolo por tierra, y ambos acuerdan que el
primero en llegar y derrocar a Focas se convertirá en emperador. Focas toma prisionera
Eudocia, la prometida de Heraclio, también conocida como Flavia, como respuesta a la

98
Pseudo-Sebeos, Historia. Cap. 31-34. pp. 57-68.

99
Juan de Nikiu, Crónica. Cap. CVI, 1-5. p. 167.

100
Nicéforo, Historia Breve. 1-2. pp. 35-37.

57
sublevación. Heraclio arriba a Constantinopla, derrota a Focas y el pueblo se subleva
asesinándolo. Heraclio entra al palacio y es coronado por el patriarca Sergio.101

En cuanto a la historiografía siríaca tardía, no hay menciona alguna a Flavia, pero la


historia de la carrera por el trono aparece claramente. Según la Crónica de 1234 los patricios
de África, Heraclio y Gregorio decidieron organizar una rebelión contra Heraclio, y como
ambos eran hombres de avanzada edad, enviaron contra él a sus hijos acordando que el
primero en llegar a Constantinopla sería rey de los romanos. Cómo los vientos favorecieron
a Heraclio, quien iba por mar, este llega primero, y el pueblo le entrega la ciudad, elevándolo
al trono y asesinado a Focas.102 La crónica de Miguel el Sirio sigue este mismo relato casi al
pie de la letra.103

2.2.2.- El enfrentamiento con Persia y el combate singular de Heraclio.

El enfrentamiento con Persia, que la Bizantino-arábiga sintetiza bastante y que la


Crónica del 754 resume en el combate singular de Heraclio contra el siervo de Cosroes,
aparece bajo formas muy diversas en las distintas fuentes orientales. El Chronicon Paschale,
contemporáneo a la guerra con Persia, curiosamente, apenas menciona las operaciones
militares de Heraclio, preocupándose principalmente por los hechos de dicha guerra que
afectaron la capital, como el sitio Ávaro-Persa, pero sobre la victoria romana solo señala la
lectura del despacho enviado por Heraclio a Constantinopla anunciando su triunfo y la caída
de Cosroes.104

En los poemas de Jorge de Pisidia, pese a su carácter literario, podemos encontrar


múltiples referencias históricas a la guerra contra los persas, algunos de ellos son un
verdadero relato sobre las campañas militares de Heraclio o un canto a su triunfo.
Nuevamente el tono épico de la obra de Pisides lleva a buscar en ella el origen de episodios

101
Teófanes, Cronografía. 296-299 (AM 6100-6102). pp. 424-428.

102
Crónica de 1234, en The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. 22. Pp. 126-127.

103
Miguel el Sirio, Crónica. En Chronique de Michel le syrien. París, Ernest Letroux. 1901. Traducción de
J.B. Chabot. Tomo II. Libro X, Cap. XXV. p. 378.

104
Chronicon Paschale. 628. pp. 182-183.

58
como el combate singular, aunque ello no resulta tan claro. En la Expeditio Persica, el
principal poema de Pisides sobre la guerra, suele describir a Cosroes y los persas como
cobardes que rehúyen el combate, mientras que Heraclio, valientemente, busca enfrentarse a
ellos en una batalla definitiva.105 Aquí también exalta que Heraclio va a la batalla vestido
como un soldado más y participa en ella junto con sus hombres y al frente de ellos.106 Además
en toda la obra de Jorge de Pisidia el emperador Heraclio es representado como un “soldado
de Dios”, un humilde y piadoso general de los ejércitos del pueblo elegido cristiano contra
los impíos bárbaros persas.107

En su poema escrito tras el fin de la guerra para celebrar el triunfo de Heraclio, In


restitutionem S. Crucis, Pisides continuamente exalta el santo leño: la cruz, con la que
Heraclio venció tanto a los bárbaros como al pecado, la madera que, paradojalmente, derrotó
al fuego: el culto persa. El poema dice que Heraclio se mostró como un héroe cuando,
escapándose de sus garras, dio muerte al dragón, no con los venenos de Medea, sino
atravesándolo con el santo leño.108 ¿Es el dragón una alusión a Cosroes? ¿Implica este pasaje
una alusión a cierto combate -real o ficticio- entre Heraclio y Cosroes? ¿El santo leño alude
aquí a la santa cruz a la vez que a la lanza de Heraclio? El lenguaje extremadamente alegórico
de Pisides impide dar una respuesta clara a estas preguntas.109

No toda la obra de Jorge de Pisidia se ha conservado íntegra, se sabe de varios poemas


que se perdieron completamente y de algunos que nos han llegado fragmentariamente a través
de otras fuentes como Teófanes o la Suda. Pareciera ser que Pisides elaboró una serie de
poemas que se referían a ciertos episodios de la guerra con Persia y que solo nos han llegado

105
Jorge de Pisidia, Expeditio Persica III, 3: 1-75. pp. 115-119.

106
Ibíd. 3: 80-145. pp. 118-122.

107
Por ejemplo en 3: 250-255. p. 127 o en 3: 385-405. p. 133.

108
“Un eroe ti mostrasti strappando dagli artigli del drago ucciso il vello d´oro i veleni di Medea, ma
trafiggendolo con il (S.) Legno.” Jorge de Pisidia, In restitutionem S. Crucis. II. 20-25.

109
El dragón puede ser una alusión a Cosroes y los persas, pero, en el lenguaje poético de Pisides, Cosroes y
los persas –o bárbaros en general- pueden ser también una alusión al mal. Por ello sacar resulta complejo
especular a partir de sus palabras.

59
en estos fragmentos. Varios de los mismos también pueden verse como alusiones a Heraclio
combatiendo en primera línea e incluso dando muerte a Cosroes.110

En base al análisis de otras fuentes, se ha llegado a plantear la posibilidad de que


Pisides hubiese escrito un poema dedicado específicamente a un duelo entre Heraclio y
Cosroes –o contra un general de Cosroes- pero que dicho poema se perdió completamente.111
Sin embargo, dicho planteamiento no deja de ser una especulación indemostrable. En los
poemas completos y fragmentarios que se conservan no hay ninguna alusión directa a un
episodio así. No obstante, no se puede pasar por alto la imagen general heroica y épica de
Heraclio que proyecta esta poesía y su posible influencia en tradiciones posteriores.

Las fuentes siríacas del siglo VII registran lacónicamente las campañas de Cosroes,
luego las que dirigió en respuesta Heraclio y, tras la muerte del primero, la firma de un tratado
de paz, con algunos detalles particulares aunque nada revelador para nuestro propósito.112

El Pseudo-Sebeos es una fuente increíblemente detallada de la guerra romano-persa,


que relata de forma extensa las diferentes campañas y enfrentamientos. Cuando narra la
victoria romana cuenta que, cuando estaba rodeado por los persas que esperaban atacarlo de
noche, Heraclio tomó un grupo de guerreros de élite a caballo y con ellos se lanzó contra las
posiciones persas rompiendo su sitio. Luego avanzó rápidamente llevando a los persas hasta
la planicie de Nínive, desde donde, cubierto por una neblina, los atacó sin que se percataran
hasta muy tarde, masacrando al resto del ejército y a sus generales, pero perdonando a los
supervivientes que imploraron misericordia.113 Cosroes huye tras esta victoria y muchos
persas huyen también al darlo por muerto, más cuando regresa y agrupa a sus nobles los

110
Esta tesis sobre los fragmentos alusivos a la guerra fue planteada por L. Sternbach, y confirmada
recientemente por Howard-Johnston, ver la introducción de Pertusi, Giorgio di Pisidia…, y los fragmentos
aludidos en Jorge de Pisidia, Heracliadis III acroaseos fragmenta, 1-57, pp. 292-307.

111
Pertusi, Giorgio di Pisidia poemi, I. Panegirici Epici. Introducción. p. 31.

112
Palmer, Brock, Hoyland, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 13-23.

113
Pseudo-Sebeos, Historia. Cap. 38. pp. 83-84.

60
reprende por haber huido. Por ello, estos comienzan a tramar un complot en su contra, para
finalmente nombrar un nuevo rey y asesinarle.114

El Chronicon de Juan de Nikiu, en cambio, presenta un gran vacío temporal y nada


nos dice respecto a la última guerra romano-persa, saltándose desde que Heraclio consigue
el Imperio (610) hasta el inicio de las conquistas árabes (c.636-640).

La Historia Breve del patriarca Nicéforo, pese a ser más tardía, contiene una
descripción bastante detallada de la guerra romano-persa. Su relato es particularmente
interesante cuando llega a este punto:

Cuando Cosroes fue informado de que Heraclio se encontraba cerca de la residencia


real persa, envió contra él un general bravo y experimentado llamado Razates. Este hombre
colocó [sus fuerzas] frente al emperador y, avanzando delante de sus líneas, lo desafió a un
duelo. Cuando Heraclio se dio cuenta de que ninguno de sus hombres se presentaría
voluntario, fue por él mismo contra el bárbaro. Siendo [Razates] un arquero experto, disparó
una flecha que rozó el labio del emperador. Luego disparó una segunda flecha que arañó su
tobillo. Entonces Heraclio apuró su caballo, y un hombre de su guardia, que se adelantó a él,
hirió con su espada el hombro de Razates; y cuando este hubo caído, el emperador lo atravesó
con su lanza e inmediatamente le cortó la cabeza. Al ver esta victoria, el ejército romano se
llenó de ardor. Percatándose de la audacia del emperador, avanzaron enérgicamente contra
los persas, a quienes derrotaron completamente y luego persiguieron, exterminando un gran
número de ellos.115

114
Ibíd. Cap. 39. pp. 84-85.

115
Nicéforo, Historia Breve. 14:1-17. pp. 60-61. Traducción propia a partir de la versión bilingüe griego-inglés
de Cyril Mango: “When Chosroes had been informed that Herakleios was close to the Persian royal residence,
he sent out him a brave and experienced general named Razates. This man drew up [his forces] against the
emperor and, coming forward in front of his lines, delivered a challenge to a duel. When Herakleios realized
that none of his men would volunteer, he went forth him-self against the barbarian. Being an expert archer,
[Razates] discharged an arrow which grazed the emperor´s lips. He then shot a second arrow which scraped his
ankle. Now Herakleios urged on his horse, and one of his body-guard, who was ahead of him, sliced off with
his sword the shoulder of Razates; and when the latter had fallen down, the emperor speared him and
straightaway cut off his head. At the sight of this victory the Roman army was filled with ardor. Perceiving the
emperor´s boldness, they moved energetically against Persians, whom they utterly defeated and pursued, killing
a great number of them”.

61
Esta extraña narración es el primer relato oriental que guarda cierto parecido con la
historia del combate singular contenido en la Crónica del 754. En ambas versiones, Cosroes
envía a uno de sus hombres – un general o un siervo - desafiando a los romanos a un duelo
singular, en ambas se exalta que, mientras Cosroes envía a otro, Heraclio pone personalmente
su vida en peligro. Aun cuando Nicéforo señala que Heraclio gana con la ayuda de un hombre
de su guardia, lo que resulta un tanto extraño por el tono general del relato, igualmente se
exalta la valentía del emperador, probablemente por haberse expuesto cargando contra las
flechas de un hábil arquero persa, táctica que quizás era vista como cobarde pudiendo
justificar la intervención del guardia imperial.

Pese a las evidentes diferencias, la idea de un duelo entre el emperador Heraclio y un


hombre enviado por Cosroes al final de la guerra romano-persa es demasiado particular para
ignorar u obviar la relación entre ambos relatos.

La Cronografía de Teófanes narra la guerra también con bastantes detalles,


describiendo pormenorizadamente las distintas expediciones y enfrentamientos. Dentro de
su relato, dos episodios llaman mucho la atención pensando en las crónicas hispanas. El
primero se produce en una batalla en torno al río Saros, cuando Heraclio avanza de entre sus
hombres contra los persas:

Un hombre gigante enfrentó al emperador en el medio del puente y lo atacó, pero el


emperador arremetió contra él y lo arrojó al río. Cuando este hombre cayó, los bárbaros se
dieron a la huida // y, debido a la estrechez del puente, saltaron en el río como ranas // mientras
otros eran exterminados por la espada (…) el emperador cruzó al otro lado y audazmente se
opuso a los bárbaros con unos pocos hombres de su guardia.116

116
Teófanes, Cronografía. 313-314 (AM 6116). pp. 444-445. Traducción propia a partir de la versión de Cyril
Mango y Roger Scott. “A giant of a man confronted the emperor in the middle of the bridge and attacked him,
but the emperor struck him and threw him into the river. When this man had fallen, the barbarians turned to
flight // and, because of the narrowness of the bridge, jumped into the river like frogs // whilst others were being
killed by the sword (…) the emperor did cross to the other side and bravely opposed the barbarians whit a few
men of his guard”.

62
Curiosamente se ha considerado que una parte de este fragmento podría ser una
referencia literal o parafraseada a uno de aquellos poemas perdidos de Jorge de Pisidia en
donde relataba distintos episodios de la guerra.117

El segundo momento es aún más significativo, y se refiere también a la batalla de


Heraclio con el general Razates, enviado por Cosroes para detener el avance de los romanos
que ya se encontraban en Persia. Entonces Teófanes cuenta que cuando ambos ejércitos
avanzaban uno contra el otro:

El emperador cargó al frente de todos y se encontró con el comandante de los persas y, con
el poder de Dios y la ayuda de la Theotokos, lo abatió, y aquellos que habían avanzado con
él retrocedieron. Entonces el emperador se encontró con otro persa en combate y también lo
derribó. Hasta un tercero lo atacó y alcanzó con una lanza, hiriendo su labio, pero el
emperador acabó con él también.118

Dentro de la historiografía siríaca, la Crónica de 1234 y la Crónica de Miguel el sirio


registran varios hechos de la guerra romano-persa, pero en ellas no hay ninguna mención a
un duelo o combate en donde participe directamente Heraclio.

2.2.3.- La “sublevación” de los sarracenos y la conquista árabe del oriente romano.

En las crónicas hispanas, el relato de la guerra romano-persa es sucedido por la


“sublevación” de los árabes y la derrota romana frente a ellos. En la Bizantino-arábiga, la
invasión árabe es vista de forma un tanto neutra. Se señala que Heraclio conocía el resultado
de la guerra por la astrología, se exalta la figura de Mahoma y se narra la derrota de Teodoro
sin un juicio al respecto, tras ello instalan su reino en Damasco.

117
Jorge de Pisidia, Heracliadis III acroaseos fragmenta, 18. p. 298.

118
Ibíd. 317-319. (AM 6118). pp. 448-449. “The emperor sallied forward in front of everyone and met the
commander of the Persians, and, by God´s might and the help of Theotokos, threw him down, and those who
had sallied forth with him were routed. Then the emperor met another Persian in combat and cast him down
also. Yet a third assailed him and struck him with a spear, wounding his lip; but the emperor slew him, too…”

63
En la Crónica del 754 la sublevación de los árabes y su invasión es vista
negativamente, como un castigo desatado por la vanidad de Heraclio en su triunfo sobre los
persas, castigo que puede prever por un sueño profético. Los árabes hacen la guerra mediante
el engaño y su victoria es apoyada por una enfermedad o peste que cae sobre el ejército
romano, tras su victoria se instalan en Damasco gobernados por Mahoma.

Dos importantes fuentes sobre el gobierno de Heraclio: el Chronicon Paschale y los


poemas de Jorge de Pisidia, no llegan hasta esta época y, por tanto, nada dicen sobre los
árabes y su invasión a las provincias romanas. Las fuentes sirias del siglo VII aportan varios
datos importantes sobre las conquistas árabes, aunque más allá de señalar que hubo una
batalla cerca de Gabitha, poco o nada coincide en su relato con el de las crónicas hispanas.

La Historia del Pseudo-Sebeos es una de las principales fuentes contemporáneas a las


conquistas árabes, las que relata con considerable detalle, pero su relato sobre la irrupción de
los árabes en el oriente romano difiere bastante de las crónicas hispanas, señalando que
fueron los judíos quienes, una vez derrotados los persas, llamaron a los árabes para que se
opusieron a los romanos. Coincide en que Heraclio dijo a sus comandantes que evitaran trabar
batalla, aunque aquí se debe no a una predicción, sino al deseo de juntar más tropas, también
menciona la derrota de Teodoro, hermano de Heraclio, pero nada más que se asemeje. 119 El
Chronicon de Juan de Nikiu relata detalladamente la conquista árabe de Egipto, pero nada
dice sobre la irrupción de los árabes en el territorio romano ni nada que pueda vincularse con
las crónicas hispanas.

Según la Historia Breve del patriarca Nicéforo, los sarracenos comenzaron sus
incursiones en territorio romano, pues no habían recibido el pago habitual en su comercio
con el Imperio. Heraclio envía a Teodoro, no su hermano, sino el tesorero imperial y le ordena
no trabar batalla, mas como este Teodoro tenía en mente rebelarse, ataca inesperadamente a
los árabes cerca de Gabitha, quienes lo emboscan y derrotan completamente. Luego, el

119
Pseudo-Sebeos, Historia. Cap. 42. pp. 94-96.

64
ejército romano sigue sufriendo continuas derrotas a manos de los sarracenos quienes exigen
tributos y regalos.120

Teófanes narra la conquista árabe de Palestina con bastante detalle, para él, esta se
produce a instancias de los judíos, del falso profeta Mahoma y sus sucesores, pero también
porque los romanos dejaron de pagar a los árabes de la frontera para que contuvieran a sus
semejantes de más al sur.121 Relata que cuando los árabes comenzaron sus incursiones sobre
los territorios romanos, hubo un terremoto en Palestina y un signo con forma de espada
apareció en el cielo. Más adelante menciona brevemente la derrota de Teodoro -el hermano
del emperador- en Gabitha, sin dar muchos detalles sobre la misma.122

En la Crónica de 1234 el primero en enfrentarse a los sarracenos es el patricio Sergio,


quien es derrotado por una emboscada, entonces Heraclio envía a su hermano Teodoro a
reunir a un gran ejército, que avanza hacia los árabes confiado por su superioridad numérica.
Entonces aparece una historia sobre un estilita que hace una profecía a Teodoro, quien no lo
hace caso. El ejército romano se enfrenta con los sarracenos y está a punto de ganar, pero la
divina providencia lo abandona y es completamente destruido, entonces un soldado
“ortodoxo” –jacobita- recuerda a Teodoro la profecía.123 La Crónica de Miguel el Sirio
registra una historia casi idéntica, parece tratarse de una tradición sirio-jacobita que ve la
conquista árabe como un castigo por el pecado de los partidarios del Concilio de Calcedonia.

2.2.4.- Guerras arabo-bizantinas y sucesos posteriores.

Resulta muy difícil establecer coincidencias entre las breves noticias que nos entregan
las crónicas hispanas sobre las guerras romano-árabes y los sucesos de oriente posteriores a
la conquista de palestina, con el detallado relato del Pseudo-Sebeos o Juan de Nikiu. Sí

120
Nicéforo, Historia Breve. 20-23. pp. 68- 73.

121
Teófanes, Cronografía. 333-336 (AM 6122-6123). pp. 463-466.

122
Ibíd. 336-337 (AM 6124). pp. 467-468.

123
Crónica de 1234, pp. 147-148.

65
parecen tener más relación con los hechos que registran Nicéforo, Teófanes el Confesor y los
cronistas siríacos.

La muerte de Heraclio “por hidropesía” que menciona la Crónica Bizantino-arábiga,


mas no la Crónica del 754, aparece brevemente registrado en la Cronografía de Teófanes y,
también es relatada en la Historia Breve de Nicéforo. En esta última además se señala
explícitamente que esta enfermedad fue un castigo por la transgresión de casarse con su
sobrina Martina.124

Las dos crónicas hispanas del siglo VIII narran que el emperador Constante reunió
más de mil naves y luchó contra los árabes del califa Moavia en una batalla naval (655),
siendo derrotado y teniendo que huir.125 El Pseudo-Sebeos no llega a registrar esta batalla,
posiblemente porque termina su historia antes o a la par de dicha batalla. Juan de Nikiu,
quizás por estar tan centrado en la conquista de Egipto, tampoco la menciona.

El patriarca Nicéforo no dice nada de la batalla, pero sí Teófanes, quien la describe


con mucho detalle e introduce el relato de un sueño profético que hace huir al emperador.126
La misma historia, casi idéntica, aparece en la historiografía siríaca tardía. 127 Curiosamente
en ninguna de estas fuentes se menciona la cifra de mil naves romanas que dan las crónicas
hispanas, en las cuales no aparece mención al episodio del sueño.

Otro ejemplo es el asesinato de Constante en Siracusa y la coronación de su hijo


Constantino, que aparecen en las crónicas hispanas, y que tampoco son mencionados por las
fuentes más tempranas, pero sí lo registra el patriarca Nicéforo, y tanto Teófanes el Confesor
como la Crónica de 1234 lo relatan con bastante detalle.

No deja de haber discrepancias considerables, mientras que en Nicéforo, Teófanes, y


las crónicas siríacas tardías relatan con gran detalle los crímenes y errores del gobierno de

124
Nicéforo, Historia Breve. 27. p. 77. Teófanes, Cronografía. 340 (AM 6132). p. 74. Desconocemos la
verdadera causa de muerte del emperador Heraclio.

125
Crónica Bizantino-arábiga, 24. p. 11 y Crónica Mozárabe del 754, 28. p. 47.

126
Teófanes, Cronografía. 346 (AM 6146). p. 482.

127
Palmer, Brock, Hoyland, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 179-180.

66
Justiniano II ofreciéndonos la imagen de un déspota terrible, curiosamente las crónicas
hispanas parecen dar una valoración casi positiva de este emperador y mostrar como
ilegítimas las rebeliones contra su mandato.128

Sin pretender haber realizado una revisión completa, sino solo ejemplificadora, es
conveniente detener aquí el examen de las principales fuentes orientales, pues mientras más
se avanza en el contenido hacia el siglo VIII, es cada vez más difícil que las crónicas hispanas
hayan tomado su material de fuentes orientales escritas, pues los hechos de este siglo eran ya
prácticamente contemporáneos. Como ya hemos señalado nuestra intención no era hacer una
revisión exhaustiva de todos los testimonios historiográficos orientales que existen para el
siglo VII, pero sí revisar las principales obras que pueden haber sido usadas como fuentes de
información por las crónicas hispanas del siglo VIII o compartir con ellas fuentes comunes.

128
Nuevamente agradecemos a José Soto Chica por hacer notar esto en sus comentarios.

67
2.3.- Algunas fuentes no historiográficas.

Si bien nuestro análisis se centra en las fuentes historiográficas, incluimos a Jorge de


Pisidia en el apartado anterior, pues pese a ser un poeta, es también un testigo directo del
gobierno de Heraclio cuya obra registra varios hechos históricos del mismo. Pero como
veíamos, la obra de Pisides quizás no aporta tanto en cuanto a sucesos históricos concretos
como en la construcción de una imagen del emperador Heraclio, su gobierno y sus guerras.

Jorge de Pisidia presenta a Heraclio como un libertador que salvó el Imperio del tirano
Focas, un gobernante cristiano caracterizado por la virtud y la piedad, un general valiente e
inteligente que lucha como uno más al frente de sus hombres y derrota a los enemigos
mediante la estrategia y el coraje, un soldado de Dios que guía al pueblo elegido contra los
enemigos bárbaros e idólatras. Exalta la victoria de Heraclio sobre los persas mediante una
épica religiosa con continuas referencias a los clásicos y, sobre todo, a las Sagradas
Escrituras. En los fragmentos de sus poemas perdidos, hay continuas referencias a Heraclio
como un héroe en la guerra contra los bárbaros persas y el malvado Cosroes. Incluso parece
que llega a aludir, de forma metafórica, a que Heraclio habría dado muerte a Cosroes con su
lanza. Construye así un imaginario particular, en relación a los eventos históricos, que podría
quizás haber influido sobre las crónicas hispanas.129

Existen otras fuentes no historiográficas que también hacen algo similar y deben ser
consideradas. Si bien existe una gran cantidad de ellas, por razones de tiempo y espacio nos
limitaremos a las tres que nos parecen particularmente significativas y distintas entre sí: la
Homilía de Teodoro Synkellos sobre el sitio del 626 como ejemplo de literatura político-
religiosa en tiempos de Heraclio; los “Platos de David” como fuente material e iconográfica
de esta misma época, y el Apocalipsis del Pseudo-Metodio como ejemplo de las formas que
toma el pensamiento escatológico, tras la conquista árabe del Cercano Oriente.130

129
Jorge de Pisidia, Expeditio Persica II, III, In restitutionem S. Crucis…. Revisar los apartados anteriores
sobre el combate de Heraclio.

130
Varias de estas fuentes no historiográficas del siglo VII han sido trabajadas por Averil Cameron en
“Byzantium and the Past in the Seventh Century: The Search for Redefinition.” The Seventh Century, change
and continuity. London, The Warburg Institute, 1992. pp. 250-276.

68
Poco se sabe este Teodoro, excepto que era un eclesiástico que ostentaba el cargo de
Synkellos: responsable de las relaciones entre el poder civil y el patriarcado, y al que en el
año 626 el Patriarca le encomendó redactar una homilía –sermón religioso- en relación al
sitio ávaro-persa de Constantinopla. La Homilía sobre el sitio de Constantinopla es muy
interesante porque pese a ser un sermón religioso es también una narración sobre los sucesos
históricos asociados al sitio del 626, y también porque revela el desarrollo de todo un
imaginario bizantino asociado a esta última guerra con Persia.131

La principal característica de la Homilía de Synkellos es hacer un continuo


paralelismo entre los eventos contemporáneos y el Antiguo Testamento: los romano-
cristianos son el nuevo Israel, el pueblo elegido; Constantinopla es la nueva Jerusalén; el
Patriarca es el Nuevo Moisés y Heraclio es el Nuevo David, ávaros y persas son homologados
a los enemigos de Israel -sirios, samaritanos y otros-, etc…132 Además, la Homilía interpreta
que la victoria en la resistencia al sitio se debe a que Dios combate del lado de los romanos
y, en particular, la Madre de Dios (Theotókos) quien intervino directamente en el asedio como
protectora sobrenatural de la ciudad.133

Finalmente, el discurso de la Homilía reviste la guerra con un carácter épico-religioso


de forma similar a los poemas de Pisides. Más aún las continuas referencias al Antiguo
Testamento como una prefiguración de los eventos recientes, las profecías del mismo como
vaticinios que se cumplen en los historia de Bizancio, los ávaros y persas como los pueblos
de Gog, la intervención milagrosa de Dios, los signos y portentos, etc… van configurando
una visión escatológica, donde la cadena de eventos presentes parece anunciar que se vive en
la plenitud de los tiempos y el fin es inminente.134

131
Howard-Johnston, Witnesses to a World Crisis. pp. 146-149.

132
Teodoro Synkellos, Homilía sobre el sitio de Constantinopla del año 626. Traducción al castellano inédita
del Doctor José Marín R. [en base a Makk, Ferenc, “Traduction et Commentaire de l´Homélie écrite
probablement par Théodore le Syncelle sur le Siège de Constantinople en 626”. Acta Universitatis de Attila
József Nominatae, Opuscula Byzantina III, Szeged, 1975, pp. 9-47].

133
Marín Riveros, José. “Bizancio en el siglo VII: Entre historia y profecía. Notas en torno a los sucesos del
año 626”. Byzantion Nea Hellás, 30, 2011. pp. 41-73.

134
Ibíd. pp. 54-66.

69
Una fuente distinta son los llamados “Platos de David”, una serie de nueve discos de
plata descubiertos en Chipre en 1902 que actualmente se encuentran en el Museo
Metropolitano de Arte de Nueva York y en el Museo Arqueológico de Nicosia, Chipre.135

La elaboración de estos platos se ha datado cercana a los años 629/630 d.C.


Representan la historia bíblica de David en diversos episodios, desde sus orígenes pastoriles
hasta su matrimonio con la hija de Saúl, pasando por el famoso combate contra Goliat. En el
reverso de los platos está el sello de Heraclio que aseguraba la pureza de la plata. Estamos
frente a una de las más sublimes expresiones de arte secular bizantino, se cree que fueron
enterrados en Chipre, con otros tesoros, como medida desesperada ante la invasión árabe de
las islas.136

Nuestra intención aquí no es entraren un análisis arqueológico o iconográfico


profundo de este conjunto, pero sí vale la pena rescatar y considerar algunos interesantes
análisis que se han hecho sobre el mismo.

Suzanne Spain, en un revelador artículo sobre estos platos, plantea que una serie de
paralelismos entre las figuras de Heraclio y David, llevaron a que el pensamiento bizantino,
profundamente impregnado del Antiguo Testamento, comenzara a recurrir habitualmente a
dicha comparación, particularmente, en medio de la dramática guerra con Persia como
muestra la Homilía de Synkellos. Si bien Heraclio obtuvo una categórica victoria militar, esta
no aplacó las críticas de ciertos círculos por la transgresión moral de su matrimonio con su
sobrina. Para consolidar su autoridad, en este contexto, Heraclio promovió activamente esta
imagen de sí mismo como un campeón de Dios, un “Nuevo David”, política en la que se
enmarcan actos como la restitución o re-invención de la Santa Cruz. Los “Platos de David”
habrían sido elaborados en este contexto, entre los años 628-630, como un objeto de
propaganda imperial encargado por el mismo Heraclio o algún oficial de la corte. 137

135
Fotos detalladas en: Morales, E.; Norris, M.; Schwarz, A.; Watts, E., A Masterwork of Byzantine Art. The
David Plates: The Story of David and Goliath. New York, The Metropolitan Museum of Art, 2001.

136
Ibíd. pp. 6-9.

137
Spain Alexander, Suzanne, “Heraclius, Byzantine Imperial Ideology, and the David Plates”. Speculum, Vol.
52, No. 2, 1997. pp. 217-237.

70
Uno de los más notables platos de este conjunto es el que representa el combate entre
David y Goliat, en una línea similar a la de Suzanne Spain dicha obra ha sido planteada por
Steven H. Wander como una representación alegórica del triunfo de Heraclio contra el tirano
Focas, pero sobre todo, de la victoria sobre Cosroes –a la que Pisides también alude
alegóricamente como un combate- o al duelo singular entre Heraclio y el general persa
Razates que, como veíamos, algunas fuentes tardías relatan.138

Más recientemente, Ruth E. Leader cuestionó esta línea de interpretación, señalando


que no hay suficientes pruebas para demostrar un vínculo directo entre los “Platos de David”
y el emperador Heraclio, pero, aun admitiendo lo anterior, el que estos platos sean una
representación alegórica de un Heraclio triunfante sigue siendo, por lo menos, una
posibilidad bastante probable en base al contexto y el contraste con otras fuentes.139

Estas fuentes escritas y materiales son algunos ejemplos –en un línea similar podrían
considerarse algunos escritos de Sofronio, Patriarca de Jerusalén- de lo que parece haber sido
una forma de representar la figura del emperador Heraclio y la guerra contra Persia, que se
generalizó en los círculos oficiales –civiles y eclesiásticos- del poder y se buscó difundir
activamente. Una representación imbuida de espiritualidad religiosa, sacralidad, referencias
bíblicas y cierta efervescencia escatológica.

Las preocupaciones escatológicas de los tiempos de Heraclio tendrían su mayor auge


en el área de Palestina, Siria y el Cercano Oriente, zona de encuentro de la cultura helenística,
semítica, mesopotámica e irania que era además campo de batalla habitual de las guerras
romano-persas. En el tiempo más crítico de la última gran guerra romano-persa (614-628),
comenzaron a aparecer en esta zona una serie de textos apocalípticos que se presentaban
como obras antiguas, redactadas por alguna antigua figura religiosa de prestigio, vinculando
los eventos recientes con las profecías de las Sagradas Escrituras para explicarlos e
interpretarlos según las intenciones del autor.

Wander, Steven H., “The Cyprus Plates: The Story of David and Goliath”. Metropolitan Museum Journal,
138

Vol. 8, 1973. pp. 89-104.

139
Leader, Ruth E. “The David Plates Revisited: Transforming the Secular in Early Byzantium”. The Art
Bulletin, Vol. 82, No. 3. 2000. pp. 407-427.

71
Pueden mencionarse el Apocalipsis de Zorobabel, el Libro de Elías, la Caída de
Jerusalén de Antíoco Estratego, y la traducción siríaca del Pseudo-Calístenes entre otros
varios textos similares.140

En estos escritos comienza a cobrar fuerza una interpretación escatológica, y aún más,
mesiánica y milenarista, de los eventos recientes de la guerra romano-persa. En algunos de
estos textos apocalípticos, particularmente aquellos redactados por una intelectualidad
cristiana favorable al bando romano y a Heraclio, comienza a surgir la llamada “leyenda del
último emperador”. Entremezclando la tradición bíblica -los pueblos de Gog y Magog-, la
tradición helenística -su encierro por parte de Alejandro Magno-, y la tradición milenarista -
un reino de paz y justicia que se instaurara en la tierra antes del fin de los tiempos-, surge la
creencia de que un último emperador, rey de los griegos, derrotará a estos pueblos e instaurará
un reino de paz antes de la segunda venida de Cristo. En el contexto de la guerra, diversos
grupos judíos y cristianos creen que el fin de los tiempos es inminente, de modo que la
leyenda se usa como estrategia retórica y política en un momento de efervescencia
escatológica, es la afirmación de que, antes del fin, triunfará el Imperio romano-cristiano. 141

Cuando la guerra termina con la victoria de Heraclio y la derrota total de Persia puede
haber parecido que se había superado la crisis y se instauraba un reino cristiano de paz y
justicia, visión que Heraclio buscó explotar en la figura triunfante de un nuevo David. Pero
entonces aparece el Islam, que destruye Persia y arrebata al Imperio las provincias orientales
en donde se había producido esta apocalíptica. Hay un desconcierto general, no se sabe qué
hacer con un Imperio derrotado, una Persia completamente destruida y un nuevo actor que
no estaba en la tradición y a quien no se conoce bien: los árabes musulmanes.

140
Ubierna, Pablo, “Recherches sur l’apocalyptique syriaque et byzantine au vii siècle: la place de l’Empire
romain dans une histoire du salut”. Bulletin du centre d’études médiévales d’Auxerre, Hors série n° 2, 2008.

141
Ubierna Pablo, “La «leyenda del Último Emperador» en Bizancio y el Cercano Oriente cristiano (ss. VII-
X). Una instrumentalización del género apocalíptico”. Los caminos inexhauribles de la Palabra, Buenos Aires,
LUMEN-ISEDET, 2002. pp. 463-493. También en: “La leyenda del Último Emperador”. Clase extraordinaria
dictada por P. Ubierna en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Viña del
Mar, 16 de Noviembre del 2010. En ella el profesor Ubierna analizó la leyenda como recurso retorico e
instrumento político en un contexto de efervescencia escatológica, vinculándola con la teoría política y
escatología imperial bizantina así como a la tradición apocalíptica, y contraponiendo esta con la tradición extra-
oficial de los Patria Constantinopolitana en el contexto de crisis producido por las conquistas islámicas.

72
Al comienzo no se sabe qué hacer: ¿Quiénes son y qué son estos bárbaros? ¿Paganos,
herejes? Pero poco a poco los cristianos van formándose una imagen de ellos y elaborando
una nueva interpretación escatológica de la historia, en donde el Islam tiende a ser visto como
un azote o castigo divino por los pecados -o por tal o cual herejía dependiendo del punto de
vista del autor- uno de los pueblos de Gog y Magog, un signo del fin de los tiempos.

La situación se agravó cuando, a fines del siglo VII, la dominación árabe comenzó a
consolidarse, mientras la población local empezó a arabizarse y convertirse al Islam, los
impuestos se hicieron más pesados y sobre la ciudad santa de Jerusalén, eje del mundo para
los distintos grupos cristianos y judíos, se construyó la Mezquita de la Roca. En este contexto,
hacia el año 692 aparece una obra que se presenta a sí misma como una visión revelada por
Dios a Metodio, importante obispo del siglo IV d.C. Es el Apocalipsis del Pseudo-Metodio,
que explica el Islam como un azote enviado por Dios para castigar los múltiples pecados de
los cristianos y un crisol de prueba para los fieles, pero rebaja su jerarquía, diciendo que no
se trata de Gog y Magog: no es más que uno de los varios precursores del Anticristo, aún han
de venir múltiples calamidades y tragedias. Además el Apocalipsis enfrenta el esplendor de
la dominación islámica volviendo a la “leyenda del último emperador”: el dominio de los
árabes y otros bárbaros sobre los cristianos no durará mucho pues antes del fin de los tiempos,
el rey de los griegos, favorecido por Dios, destruirá a todos los infieles e instaurará un reino
de paz y justicia que será el verdadero preludio del fin de los tiempos.142

En lugar de refutar al Islam en el campo de la teología, cosa que en cierta forma lo


situaría como un credo equivocado, pero de rango equivalente, el Pseudo-Metodio lo rebaja
al refutar su importancia en el campo de la historia, interpretando los nuevos acontecimientos
mediante el género apocalíptico siríaco y en base a la tradición de escatología cristiano-
imperial bizantina. Originalmente escrito en siríaco, el Pseudo-Metodio se tradujo
rápidamente al griego y al latín, difundiéndose por todo el Mediterráneo.143

142
Ubierna, “La «leyenda del Último Emperador» en Bizancio y el Cercano Oriente cristiano (ss. VII-X). Una
instrumentalización del género apocalíptico”. pp. 485-494.

143
Ibíd. pp. 463-468. y Tolan, Sarraceno: el islam en la imaginación medieval europea. pp. 72-78.

73
Las fuentes tratadas en este apartado, aunque no aportan en cuanto a noticias
históricas, sí ofrecen una muestra del imaginario que revistió estos hechos en Oriente e
influyó en la forma en que estos eran percibidos, comprendidos e interpretados por las
poblaciones cristianas. Múltiples fuentes muestran que la última guerra romano-persa y la
figura de Heraclio adquirieron dimensiones épico-religiosas con constantes referencias
bíblicas, entre ellas la imagen de un Heraclio triunfante que se presenta como “Nuevo
David”. Estos sucesos despertaron cierta efervescencia escatológica, pero la interpretación
escatológica de la historia alcanza su clímax cuando se vuelve necesario re-elaborar los
esquemas explicativos para comprender las transformaciones dramáticas que ha vivido el
mundo con la irrupción de un nuevo actor histórico que llega a dominar el Oriente: el Islam.

Podemos tener plena certeza de que esta interpretación llegó a Occidente con el
Apocalipsis del Pseudo-Metodio, y que llegó a ser muy influyente, como lo muestran obras
ya del siglo XI como la de Adso de Montier-en-Der.144 Sabemos incluso que se conoció y
fue muy influyente en la España del siglo IX, como en la elaboración de la Crónica Profética,
y también que es probable que circulase desde antes entre los mozárabes andalusíes. Por
tanto, es bastante posible, aunque no demostrable, que los autores de las crónicas hispanas
del siglo VIII conociesen ya alguna versión.145

No sabemos que la homilía de Teodoro Synkellos haya circulado por Occidente, ni


mucho menos alguna versión de los “Platos de David”, pero no es del todo imposible que,
así como el Apocalipsis del Pseudo-Metodio, diversos escritos religiosos y materiales
iconográficos que ofreciesen una imagen similar de los tiempos de Heraclio y la guerra con
Persia hayan circulado por el Mar Mediterráneo y llegado a la España del siglo VIII,
influyendo así en su forma de interpretar los sucesos del “crucial siglo VII”.

144
Me refiero a la “Epistola Adsonis ad Gerbergam reginam de ortu et tempore antichristi”. Editada por Sackur,
Ernst, Sibyllinische Texte und Forschungen. Berlín, Halle, 1898. Analizado por Flori, Jean, El Islam y el fin de
los tiempos. Madrid, Akal, 2010. pp. 180-185.

145
Vázquez de Parga, Luis, “Algunas notas sobre el Pseudo Metodio y España”. Habis, Nº 2, 1971. pp. 143-
153. El autor demuestra la difusión e influencia de distintas versiones y traducciones del texto siríaco en España.

74
Imagen 4.- Plato con el combate de David y Goliat (posible alusión a Heraclio).
Hecho en plata, 49,3 cm de diámetro, c. 629-630.146

146
“Plate with the Battle of David and Goliath”. The Metropolitan Museum of Art, New York.
http://www.metmuseum.org/collection/the-collection-online/search/464377 (7-10-2014, 12:35 am)

75
CAPITULO 3.
CONSTRASTES Y POSIBILIDADES.

76
3.1.- Una fuente occidental reveladora.

Antes de entrar en la contrastación final de fuentes y sus problemas es necesario


llamar la atención sobre una fuente occidental que puede resultar muy reveladora respecto a
la trasmisión de noticias sobre el Oriente y su recepción en Occidente.

Nos referimos a la Crónica o Chronicon de Fredegario, una crónica universal


redactada en algún lugar del reino Burgundio durante la segunda mitad del siglo VII d.C. por
un autor anónimo, atribuida en el siglo XVI a un tal Fredegario, razón por la cual luego ha
sido ocasionalmente denominada como del Pseudo-Fredegario.

Es una fuente que ha suscitado mucho debate sobre su composición y autoría desde
que Bruno Krusch, en su edición crítica para las Monumenta Germaniae Historica de 1883,
propuso que la Crónica habría sido obra de tres autores distintos. Teoría que fue aceptada
por varios especialistas, entre ellos J. M. Wallace-Hadrill en la traducción al inglés que
realizó en 1960, pese a la teoría que recibió críticas de Ferdinand Lot, Marcel Bardot y León
Levillain, siendo además re-formulada por en 1934 por Siegmund Hellmann quien propuso
dos autores. La teoría de múltiples autores predominó hasta 1963, cuando Walter Goffart
volvió a defender el planteamiento de una autoría simple o individual con nuevos y
significativos argumentos.147

En la actualidad, la idea de Goffart es la más aceptada. La Crónica de Fredegario


pareciera haber sido redactada por un laico de cierto rango, que vivió entre los reinos de
Neustria y Burgundia, cerca del año 660 d.C. Dicho personaje creó una crónica universal
compilando los trabajos historiográficos de San Jerónimo, Hidacio y Gregorio de Tours,
agregando varias otras fuentes menores y algo de su propia mano para los tiempos más
recientes. Esta Crónica no fue terminada y parece haberse interrumpido por la muerte por el
autor. Tiempo después, en época carolingia, fue continuada por otros autores, pero dicha
continuación es considerada hoy como una obra aparte.148

147
El desarrollo del debate, hasta los años sesenta, puede seguirse en Goffart, Walter, "The Fredegar Problem
Reconsidered". Speculum Vol. 38, N°2, 1963. pp. 206–241.

Goffart, Walter. “Reseña de: Collins, Roger. Die Fredegar-Chronikon. MGH Studien und Texte vol. 44.
148

Hannover: Hahnsche Buchhandlung, 2007”. The Medieval Review, 2009.

77
Pues bien, esta Crónica de fines del siglo VII, si bien centra su atención en los reinos
francos y sus vecinos, está “obligada” por su carácter universal a hacer referencia al Imperio,
por ello relata también algunos de los importantes sucesos orientales a los que nos hemos
referido. Respecto a la llegada al poder de Heraclio señala:

Parecido a un demente, él [Focas] había arrojado los tesoros al mar, afirmando que
los entregaba como presentes a Neptuno. Los senadores se dieron cuenta de que él iba, con
su locura, a destruir el Imperio. A partir de las maniobras de Heraclio, el senado, después de
haber detenido a Focas y haberle roto manos y pies, le ataron una roca en el cuello y lo
lanzaron al mar. Heraclio, con el acuerdo del senado, fue elevado al Imperio.149

Esta curiosa versión de los eventos que llevaron a Heraclio al poder tiene algunos
elementos comunes con las crónicas hispanas y las fuentes que hemos analizado, pero
también elementos únicos. Fredegario habla del ataque persa y su devastación de las
provincias romanas y de cómo Heraclio les salió al encuentro, entonces cuenta que:

Mediante embajadores, Heraclio demandó al emperador de los persas, llamado


Cosroes, que ellos dos, los emperadores, tomaran distancia de sus ejércitos y se enfrentaran
el uno contra el otro en un combate singular, y que aquél a quien la victoria fuese otorgada
por el altísimo, recibiría el imperio de aquél que fuese vencido, de modo que su pueblo
quedase ileso. El rey de los persas indicó su acuerdo y prometió que saldría a batirse en
combate singular. El emperador Heraclio tomó sus armas, dejando tras de sí a sus tropas y,
cual nuevo David, avanzó para luchar en combate singular. El emperador de los persas,
Cosroes, había podido darse cuenta de que uno de sus patricios se destacaba por su bravura
en combate: siguiendo lo acordado, lo enviaría a combatir a Heraclio en su lugar.

Uno y otro, a caballo, se acercaron para encontrarse en combate, cuando Heraclio


dijo al patricio, que tomaba por Cosroes, el emperador de los persas: Habíamos convenido –
dijo – que nosotros debíamos encontrarnos en combate singular: ¿Por qué, entonces, te siguen
ellos? En cuanto el patricio giró la cabeza para ver quién venía detrás suyo, Heraclio espoleó
violentamente a su caballo con las espuelas, desenvainando un sable y cortando la cabeza del

149
Fredegario, Crónica. 63. Traducción propia al castellano realizada en colaboración con Juan Pablo Prieto
Iommi en base a la edición bilingüe latín-francés de Devillers, Oliver; Meyers Jean, Frédégaire. Chronique des
temps mérovingiens. Turnhout, Brepols, 2001. pp. 152-155. Mis agradecimientos a Juan Pablo por su ayuda.

78
patricio de los persas.150 El emperador Cosroes, vencido y confundido con los persas, se batió
en retirada; luego Cosroes es asesinado por los suyos acorde a sus métodos tiránicos. Los
persas, batidos en retirada, regresaron a sus tierras.151

Este extraño relato tiene varias similitudes con el combate contra Razates que es
relatado por Nicéforo, pero también tiene varias particularidades frente a este y algunas
semejanzas con las crónicas hispanas y otros referentes. Se asemeja al relato de Nicéforo en
que Heraclio enfrenta a un “patricio” de los persas –que podría ser Razates- en un combate
singular frente a sus ejércitos, ambos combatientes avanzan a caballo, Heraclio obtiene la
victoria mediante un método un tanto engañoso y le corta la cabeza a su enemigo.

Mas en el relato de Nicéforo, nunca hubo un acuerdo de combate entre Heraclio y


Cosroes, Razates desafía directamente a Heraclio, además Razates comienza a disparar
flechas contra el emperador y por ello uno de sus guardias avanza y lo hiere. Aquí, en cambio,
Heraclio desafía directamente a Cosroes a una suerte de “juicio de Dios” y el emperador
romano avanza valientemente cual “Nuevo David”, expresiones que tienen una clara
semejanza con el relato de la Crónica Mozárabe del 754, aunque la forma en la que Heraclio
derrota al persa difiere completamente de esta y recuerda más bien al “truco” que relata
Nicéforo.

Poco más adelante Fredegario relata que Heraclio:

Como era muy versado en las letras, él se dedicó a la astrología. Se dio cuenta así
que, por la voluntad de Dios, el imperio iba a ser devastado por los pueblos circuncidados.
Envío rápidamente así una embajada a Dagoberto, el rey de los francos, y le solicitó ordenar
que todos los judíos de su reino fuesen bautizados según la fe católica. Dagoberto cumplió
directamente esta solicitud.

150
El original latino dice que desenvaino un Uxum, termino raro y difícil de traducir que parece referirse a
alguna suerte de hoja curva poco común, Oliver Devillers y Jean Meyers lo traducen como Kandjar para
“preservar el exotismo del término”. Ibíd. p. 156.

151
Fredegario, Crónica. 64. pp. 154-157.

79
En todas las provincias del imperio, Heraclio decretó hacer lo mismo, pues ignoraba de dónde
es que este azote vendría a golpear al imperio.152

Aquí nuevamente aparece una semejanza clara entre la Crónica de Fredegario y las
crónicas hispanas, Bizantino-arábiga y del 754, pues en todas estas aparece la idea de que
Heraclio pudo predecir de algún modo las conquistas árabes mediante la astrología. La
mención a la política de conversión de judíos, que sabemos fue real en Oriente y según
Fredegario se extendió al reino franco es un elemento nuevo.153 Más interesante aún es que
esta predicción astrológica de Heraclio solamente la tenemos en las fuentes occidentales, lo
más cercano en las fuentes orientales es la mención de Teófanes a un signo con forma de
espada que aparece en el cielo antes de las conquistas, pero nada más. La descripción con la
que Fredegario inicia el relato de las conquistas árabes es igualmente curiosa:

Los hijos de Agar, o Saracenos, como lo atestigua el libro de Orosio: una nación
circuncidada, se mantenía desde hacía tiempo ya sobre las laderas del Cáucaso, por encima
del mar Caspio y sobre la tierra llamada Ercólide.154 Vueltos ya numerosos, tomaron
finalmente las armas y se lanzaron sobre las provincias del emperador Heraclio para
saquearlas.155

Resulta particular que Fredegario no mencione a Mahoma. Es cierto que muchas


fuentes cristianas no lo mencionan como profeta ni dicen nada sobre su religión, pero es
extraño que no aparezca siquiera como caudillo que insta a las conquistas árabes, que es lo
frecuente en las fuentes orientales y en las Crónica del 754. Sin embargo, aún más extraño
resulta el lugar en donde ubica a los árabes, pues en un tremendo error de geografía
etnográfica los ubica en el Cáucaso, en la antigua Cólquide.

152
Fredegario, Crónica. 65. pp. 156-157.

153
Herrera Cajas, Héctor, “Dagoberto y Heraclio, un capítulo de historia diplomática.” Dimensiones de la
cultura bizantina. Arte, poder y legado histórico. Santiago de Chile, UGM – CEGBN “Fotios Malleros”, 1998.
pp. 86-87.

154
Según O. Devillers y J. Meyers es la Cólquide o Cólquida, la tierra del legendario vellocino de oro que para
los antiguos se ubicaba en el Caucaso, cercana al Mar Negro correspondiéndose más o menos con la actual
Georgia, que en el siglo VII estaba en formación como un reino vasallo de Bizancio llamado Lázica.

155
Fredegario, Crónica. 66. pp. 156-157.

80
¿Cómo explicar este error? ¿Desconocía Fredegario la Península Arábiga? ¿No tenía
conocimiento de los árabes? Sería extraño, pues ya lo antiguos conocían esta península y
ubicaban en ella a los sarracenos, y aunque algunos cristianos occidentales como Isidoro no
sean explícitos en esta ubicación, no queda para nada claro cómo llega Fredegario a ubicarlos
en el Cáucaso.

Algunas líneas más adelante, cuando se relata que tras una primera derrota de los
romanos Heraclio comienza a organizar sus fuerzas para la revancha, se dice:

Una gran multitud de soldados fue reunida de todas partes, de todas las provincias
del Imperio; Heraclio hizo enviar una embajada a las puertas Caspias, broncíneas puertas que
el macedonio Alejandro Magno había hecho construir sobre el mar Caspio, y que él había
ordenado cerrar a causa de las multitudes de naciones por entero bárbaras que habitaban más
allá de las cimas del Cáucaso. Heraclio demandó entonces abrir estas puertas. Sacó de ellas
ciento cincuenta mil soldados, comprometidos en base al oro [mercenarios] para ayudarle a
combatir a los Sarracenos.156

Devillers y Meyer sugieren que estas últimas palabras podrían derivar del apoyo que
los bizantinos recibían de los Jázaros. Si bien es posible, más bien pareciera que, aunque
Fredegario no lo señala explícitamente, tanto el relato sobre los mercenarios como el que
ubicación a los sarracenos en el Cáucaso, se relaciona claramente con la leyenda de Alejandro
y los pueblos de Gog y Magog. Como explicábamos en el capítulo anterior, entre los
cristianos de Oriente las conquistas islámicas fueron interpretadas escatológicamente en base
a estas leyendas, los árabes eran vistos como los pueblos de Gog y Magog o como uno de sus
precursores, bárbaros hechos para la devastación que anunciaban el fin de los tiempos.

Ahora bien, no deja de ser un problema complejo, pues tradicionalmente se ha


considerado el Apocalipsis del Pseudo-Metodio como principal fuente de difusión de dicha
visón en Occidente, y como señalábamos este habría sido escrito hacia el año 692, es decir,
tres décadas después de Fredegario y, hasta donde sabemos, ninguno de los expertos ha
considerado que este pasaje -o los anteriores- sean una interpolación.

156
Fredegario, Crónica. 66. pp. 158-159.

81
¿Cómo puede entenderse entonces esta referencia? ¿Es posible que algún texto
semejante circulase ya por Occidente? Quizás se conocía algún texto oriental elaborado en
la década del 640 que no ha llegado hasta nosotros, pero como no hay ninguna referencia al
mismo es más probable que algunas tradiciones y leyendas, similares a las del Pseudo-
Metodio, ya circulaban en Occidente desde antes por vía oral.

Pero el relato de la Crónica Fredegario continúa:

Los dos ejércitos habían establecido sus campamentos uno cerca del otro, de manera
que el combate fuese sin dudas al día siguiente. Esa misma noche, el ejército de Heraclio es
golpeado por la espada de Dios: en el campamento, cincuenta y dos mil de los hombres de
Heraclio encontraron la muerte en sus camas.157

Si bien es bastante más detallada en las cifras, aunque no especifica la forma de


muerte, esta noticia podría estar relacionada con la enfermedad que destroza al ejército
romano y favorece la victoria árabe relatada por la Crónica Mozárabe del 754 y que
mencionábamos en el primer capítulo.

Luego Fredegario introduce otra novedad:

Como ellos ya se estaban acercando a Jerusalén, Heraclio vio que no podía oponerse
a su violencia. Entonces sufrió una profunda amargura y tristeza y, a causa de su desdicha,
abrazó pronto la herejía de Eutiques [Monofisismo], abandonando el culto de Cristo y
casándose con la hija de su hermana. Víctima de la fiebre, terminó su vida en sufrimiento.158

Este relato pareciera ser la deformación de alguna fuente oriental.159 La acusación de


que Heraclio se habría vuelto monofisita podría venir quizás de una fuente persa nestoriana,
o más probablemente de un ortodoxo griego descontento con la política de conciliación
impulsada por Heraclio. Que ubique su matrimonio con Martina después de las conquistas

157
Ídem.

158
Fredegario, Crónica. 66. pp. 158-161.

159
La particularidad del relato de Fredegario sobre Heraclio y el Oriente ha sido destacada por Paul Lemerle,
quien considera este como una de las más tempranas manifestaciones de la leyenda occidental de Heraclio. Pese
reconocer que este relato debe ser una deformación basada en noticias orientales, Lemerle no profundiza sobre
las posibles fuentes del mismo, su significado o implicancias, ni menciona las crónicas hispanas. Lemerle, Paul,
“Les répercussions de la crise de lʼEmpire dʼOrient Au VII Siecle sur les pays dʼOccident”. pp. 729-731.

82
árabes es también muy extraño. Quizás la fuente original era un clérigo intransigente que
vinculó lo tres “pecados” de Heraclio: su segundo matrimonio, su política religiosa y su
derrota frente a los sarracenos, pero también podría ser lo contrario, la deformación de una
fuente que buscaba justificar estos actos de Heraclio, sus únicas faltas, como causados por la
desesperación que le provocó la derrota a manos de los árabes.160 Resulta difícil saberlo, pero
es claro que aquí el relato difiere bastante de las crónicas hispanas.

Lo interesante de la comparación con la Crónica de Fredegario es que se trata de una


fuente occidental, de la segunda mitad del siglo VII, que hasta donde sabemos, no tuvo mucha
difusión contemporánea en la Península Ibérica ni fue conocida directamente por las crónicas
hispanas.161 Por tanto, es un buen contrapunto respecto a las noticias e informaciones que
llegaban a Occidente desde el Mediterráneo oriental.

160
Kaegi, Walter E, Heraclius Emperor of Byzantium. pp. 265-299.

161
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica.”, López
Pereira, Estudio Crítico sobre la Crónica Mozárabe del 754., Goffart, Walter, "The Fredegar Problem
Reconsidered".

83
3.2.- El contraste final, problemas de trasmisión y fuentes perdidas.

¿Cuál es entonces el balance final que surge del contraste entre todas estas fuentes?,
¿dónde se originaron las noticias sobre oriente que relatan las crónicas hispanas del siglo
VIII?, ¿cómo llegaron hasta la Península Ibérica estas noticias?

En primer lugar, las particularidades en el relato de los sucesos orientales que


encontramos en las crónicas hispanas, demuestran que estas no deben su información a
ninguna de las principales fuentes orientales del siglo VII que se han conservado más o menos
íntegras hasta nuestros tiempos, como el Chronicon Paschale, los poemas de Jorge de Pisidia,
la Historia del Pseudo-Sebeos o la Crónica de Juan de Nikiu. El relato de las crónicas
hispanas sí muestra importantes semejanzas con fuentes orientales más tardías como la
Historia Breve del patriarca Nicéforo, la Cronografía de Teófanes, y fuentes siríacas muy
posteriores como la Crónica de 1234 y la Crónica de Miguel el Sirio.

Los múltiples puntos de contacto en el relato, y sobre todo, la existencia de una fuente
occidental más temprana, la Crónica de Fredegario, que no parece haber sido conocida por
las crónicas hispanas, y cuyo relato se acerca bastante al de Nicéforo, Teófanes y las fuentes
siríacas tardías, llevan a suponer que estas semejanzas no pueden ser una coincidencia y que
un cuerpo común de información oriental debe haber circulado por el Mar Mediterráneo y
llegado de algún modo hasta Occidente.162

Resumiendo, el relato de la carrera por el trono entre Heraclio y Nicetas no aparece


en ninguna de las fuentes orientales del siglo VII, pero sí en Nicéforo, Teófanes, y las
crónicas siríacas tardías. La historia del duelo acordado entre Heraclio y Cosroes, que aparece
en la Crónica Mozárabe del 754, tampoco aparece en ninguna de las fuentes del siglo VII,
aunque sí hay un relato bastante similar en Nicéforo, y en la Crónica de Fredegario podemos
encontrar un relato que tienen puntos en común con los dos anteriores.

162
La existencia de información similar en una fuente franca redactada cerca del año 660 d.C. como la Crónica
de Fredegario induce a pensar también que es muy improbable que dicha información llegase a las crónicas
hispanas del siglo VIII mediante fuentes islámicas, pues se trataría de una información que ya circulaba por el
Occidente cristiano en la segunda mitad del siglo VIII.

84
En ninguna de las fuentes orientales, que hemos podido revisar, hemos encontrado
nada similar a la idea de que Heraclio se habría enterado de las futuras conquistas árabes
mediante alguna predicción astrológica; lo más cercano es la mención que hace Teófanes a
un signo que aparece en el cielo, mientras que en Fredegario, en cambio, hay un relato con
grandes semejanzas y más detallado. La narración de la derrota del ejército romano
comandado por Teodoro tiene ciertas semejanzas con Teófanes y la historiografía siríaca, la
alusión que aparece en la Crónica del 754 a una enfermedad podía tener un correlato en las
palabras, más alegóricas, de Fredegario.

La muerte de Heraclio por “hidropesía “que aparece en la Crónica Bizantino-arábiga


se asemeja al relato de Teófanes y Nicéforo, el relato de Fredegario tiene cierta semejanza
con Nicéforo aunque atribuye la muerte a unas fiebres. La batalla naval en tiempos de
Constante que es registrada por las crónicas hispanas, aparece solo en Teófanes y en las
fuentes siríacas tardías. Curiosamente, Justiniano II es visto con neutralidad o incluso
simpatía por las crónicas hispanas, sobre todo la Bizantino-arábiga, que nada dicen de sus
crímenes ni ven de mala forma que retome el poder con ayuda de los Jázaros, mientras en
casi todas las fuentes orientales es visto como un tirano terrible.

Ofrecemos una serie de cuadros de síntesis que ilustran este contraste, es importante
recordar que hemos realizado la comparación desde el relato de las crónicas hispanas y, por
tanto, la información aquí presentada no es exhaustiva para las relaciones que puede haber
entre las propias fuentes orientales.

85
Cuadro de síntesis 2.- Contraste general de contenidos.

Crónicas hispanas Fuentes orientales Crónica de Fredegario

Carrera por el trono entre Aparece con claridad un Algunas semejanzas al


Heraclio y Nicetas. relato muy similar en narrar la sublevación,
Nicéforo, Teófanes y la pero no menciona la
historiografía siríaca tardía carrera por el trono.
Relato casi idéntico de la (pero no se menciona a
Crónica Bizantino-arábiga y C. Flavia).
Mozárabe del 754.

Heraclio y Cosroes acuerdan Podría haber existido algo Relato tiene grandes
decidir la guerra en un combate similar en Pisides, pero no es similitudes con la
singular, Cosroes envía a un seguro. Crónica Mozárabe del
bastardo, cual Goliat, al que 754 y también con
Heraclio mata de un lanzazo, Nicéforo.
con el auxilio de Dios. Un par de menciones
similares en Teófanes.
El combate es acordado
Solamente en la Crónica entre Heraclio y
Mozárabe del 754. Sí aparece un relato similar Cosroes, pero este
en Nicéforo, pero con varias manda a un patricio,
diferencias, pues el combate Heraclio es mencionado
es contra el general Razates, como Nuevo David,
Heraclio carga contra sus pero gana con un truco.
flechas y lo mata con ayuda
de un guardia.

Después de la victoria de No aparece nada semejante Relato similar a las


Heraclio sobre los persas, este en las fuentes orientales. crónicas hispanas pero
se entera, mediante alguna con algunas diferencias.

86
forma de predicción Lo más cercano es la
astrológica, de la aparición de mención de Teófanes a un
los árabes y sus conquistas. signo en el cielo que presagia
la aparición de los árabes y
sus conquistas.
Relato similar en la Crónica
Bizantino-arábiga y C.
Mozárabe del 754.

Los árabes hacen rápidas Hay cierta semejanza con el Cierta semejanza con el
incursiones contra los romanos, relato de Teófanes. relato de la C. Mozárabe
Heraclio advierte a su hermano del 754.
Teodoro del peligro pero este se
enfrenta a los árabes de todos Hay cierta semejanza con la
modos y el ejército romano es historiografía siríaca tardía. Se señala que el ejército
destruido cerca de Gabata. En donde el ejército de de Heraclio es “golpeado
Teodoro es destruido como por la espada de Dios”
juicio de Dios por su muriendo varios miles
Relato similar en la Crónica “herejía”. de hombres antes de ser
Bizantino-arábiga y C. derrotados por los
Mozárabe del 754. En esta árabes.
última se agrega que el ejército
de Teodoro es afectado por una
enfermedad.

Muerte de Heraclio por Relato similar en Teófanes y Relato similar a


hidropesía en la Bizantino- Nicéforo. Nada similar en Nicéforo, pero Heraclio
arábiga. otras fuentes. muere de unas fiebres.

Batalla naval en tiempos de Aparece en Teófanes y en las


Constante registrada por las dos fuentes siríacas tardías.
crónicas hispanas.

87
Justiniano es II visto con Nicéforo, Teófanes y las
neutralidad o incluso de forma fuentes síricas tardías
positiva por las crónicas recuerdan a Justiniano II
hispanas, que nada dicen de sus como un tirano terrible.
crímenes.

88
Cuadro de Síntesis 3.- Puntos comunes entre las fuentes.

Historia Breve de Cronografía de Teófanes Historiografía


Nicéforo siríaca tardía

Crónica  Carrera por el  Carrera por el trono  Carrera por el


bizantino- trono  ¿Predicción astrológica? trono
arábiga  Muerte de  Derrota romana de  Derrota romana
Heraclio Teodoro de Teodoro
 Batalla naval  Muerte de Heraclio  Batalla naval
 Batalla naval
Crónica  Carrera por el  Carrera por el trono  Carrera por el
Mozárabe trono  ¿Combate de Heraclio? trono
del 754  Combate singular  ¿Predicción astrológica?  Derrota romana
de Heraclio  Derrota romana de de Teodoro –
 Batalla naval Teodoro ¿Castigo
 Batalla naval divino?
 Batalla naval
Crónica  Combate singular  ¿Combate de Heraclio?  Derrota romana
de de Heraclio  ¿Predicción astrológica? de Teodoro –
Fredegario  Muerte de  Derrota romana de Castigo divino
Heraclio Teodoro

89
Cuadro de Síntesis 4.- Cantidad de puntos comunes.163

C. C. C. de HB de C. de Hist.
Bizantino- Mozárabe Fredegario Nicéforo Teófanes siríaca
arábiga del 754

C.
bizantino-
arábiga X 4 3 3 4-5 3

C.
Mozárabe
del 754 4 X 5 3 4-5 3-4

C. de
Fredegario
3 5 X +2 +2 +2

HB. de
Nicéforo
3 3 2 X +4 +3

C. de
Teófanes
4-5 4-5 1-3 +4 X +3

Hist.
siríaca
3 3-4 2 +3 +3 X

163
Se refiere a la cantidad de puntos comunes en relación al relato de las crónicas hispanas, por eso cuando se
presentan los puntos comunes entre las propias fuentes orientales o entre estas y la Crónica de Fredegario, se
señala un + indicando que hay por lo menos esa cantidad de puntos comunes, pero podrían haber otros más.

90
Como puede apreciarse en los cuadros de síntesis, ambas crónicas hispanas tienen,
por lo menos, tres o más puntos de contacto en su relato tanto con Nicéforo, como con
Teófanes, como con la historiografía siríaca tardía, y no se trata de semejanzas menores que
se puedan atribuir a la casualidad, sino historias claramente perfiladas como la carrera por el
trono y el combate singular. La Crónica de Fredegario coincide en muchos puntos con las
crónicas hispanas y también en varios otros con estas mismas fuentes orientales.

Sin embargo, todas estas fuentes orientales fueron redactadas entre los siglos IX y
XIII d.C. y, por tanto, son posteriores a las crónicas hispanas del siglo VIII y no podrían
haber sido conocidas por ellas. Como en los testimonios orientales más tempranos que han
llegado hasta nosotros no existe rastro alguno de estos paralelismos y relatos comunes, solo
una conclusión es posible: que existen uno o varios testimonios orientales perdidos que
fueron fuente común de las crónicas hispanas, la Crónica de Fredegario, Nicéforo, Teófanes
y la historiografía siríaca tardía. ¿Pero cuáles podrían haber sido estos testimonios?

Partiendo por la Historia Breve del patriarca Nicéforo ¿Cuáles fueron sus principales
fuentes para el siglo VII y los sucesos que nos interesan? Cyril Mango y James Howard-
Johnston concuerda en que, entre sus principales fuentes para el período, se encuentran la
Crónica de Juan de Antioquía y su continuación, o más probablemente una Crónica
Constantinopolitana posterior, que hubiese incluido a Juan de Antioquía y su continuación,
es decir un segundo continuador de la misma. Esta Crónica habrá sido escrita en la capital
imperial, por un simpatizante del monotelismo, entre los años 640-650 d.C. que decidió
extender la obra de Juan de Antioquía hasta su propio tiempo, llevándola a finales del reinado
de Heraclio. También se podría haber nutrido de otras fuentes menores, compilaciones breves
y quizás alguna fuente siríaca.164

Los principales expertos concuerdan en que existió una Crónica de Juan de Antioquía
y tuvo continuadores, pero lo que nos ha llegado de esta no es más que un conjunto muy
heterogéneo de breves fragmentos que suscitan numerosos problemas textuales, filológicos

164
Mango, C., en Nikephoros patriarch of Constantinople Short History, Introducción. pp. 12-18. Howard-
Johnston, Witnesses to a World Crisis. pp. 244-250. Howard-Johnston postula la posibilidad de una fuente
siríaca oriental cercana a la corte persa como explicación a lo que parecen ser huellas de ciertos sesgos anti-
romanos, como el episodio del duelo entre Heraclio y Razates.

91
e históricos, en relación a los cuales, Van Nuffelen ha propuesto recientemente que las obras
de historiografía bizantina deben ser vistas como “textos vivos”, que solían ser
continuamente retocados, comentados y continuados por muchos escritores distintos, muchas
veces manteniendo el nombre del autor original.165 La hipotética Crónica
Constantinopolitana, que según Cyril Mango y Howard-Johnston sería la principal fuente de
Nicéforo, tiene pleno sentido en esta línea, y los argumentos sobre su existencia son bastante
contundentes, el problema es que no tenemos prácticamente nada de esta Crónica para
contrastar con las fuentes hispanas, y poco sabemos de ella más de lo que ya se ha dicho.

En la Cronografía de Teófanes el problema es aún más complejo pues, como plantean


Cyril Mango y Roger Scott, esta obra podría ser vista como un gran archivo compuesto con
extractos de fuentes anteriores.166 Teófanes escribió su Cronografía como una continuación
de la crónica universal de su amigo Jorge Sincelo - Syncellus o Synkellos -, extendiéndola
desde el año 284 d.C. hasta el 813. Para el período que nos interesa utilizó como fuentes una
gran cantidad de testimonios de diversa índole:

Primero, todo parece indicar que la obra de Nicéforo y la de Teófanes son


completamente independientes, pueden haber tenido algunas fuentes comunes, mas ninguna
hizo uso de la otra. Segundo, resulta evidente que Teófanes utilizó –y copió literalmente-
varios de los poemas de Jorge de Pisidia, algunos de los cuales solo nos han llegado
fragmentariamente gracias a Teófanes y otras fuentes posteriores. También es claro que
Teófanes utilizó la traducción griega de una crónica o historia oriental de origen siríaco que
fue la base de la Crónica de 1234 y la Crónica de Miguel el Sirio, y que ha sido
hipotéticamente identificada como la crónica perdida de Teófilo de Edesa. Además parece
haber utilizado la ya mencionada Crónica de Juan de Antioquía y su continuación, podría
haber consultado la misma hipotética Crónica Constantinopolitana en la que se basó
Nicéforo y un sinfín de fuentes menores.167

Van Nuffelen, Peter, “John of Antioch, inflated and deflated. Or: How (not) to Collect Fragments of Early
165

Byzantine Historians”. Byzantion, 82, 2012. pp. 437-450.

166
Mango; Scott, The Chronicle of Theophanes Confessor. Introducción. p. lxxiv.

167
Ibíd. Introducción. pp. lxxiv-xci. Entre las fuentes menores pueden mencionarse los archivos patriarcales,
así como breves recuentos cronológicos bizantinos y orientales.

92
Resulta además bastante claro que Teófanes poseía un detallado testimonio para las
campañas ofensivas que dirigió Heraclio contra Persia y que no ha llegado hasta nuestros
tiempos. Según Howard-Johnston este testimonio parece haber sido un prolijo trabajo
historiográfico redactado por encargo del emperador y en base a documentos oficiales de su
cuartel general cerca del año 628 d.C. Esta idea de una historia oficial de las campañas persas
de Heraclio ha cobrado aceptación entre los especialistas, como Cyril Mango, para quienes
el detalle que adquiere el relato de Teófanes en este punto solo puede explicarse por una
fuente semejante. Howard-Johnston ha planteado además que dicha historia podría haber sido
encargada a Jorge de Pisidia y que habría circulado por el Cercano Oriente, desde donde
habría llegado a Teófanes cuando era ya desconocida en Bizancio.168

Para el periodo posterior a la última guerra romano-persa y los primeros éxitos del
Islam tanto Nicéforo como Teófanes parecen haber utilizado la Crónica Constantinopolitana
(c.640-50 d.C.) que continuaba a Juan de Antioquía. Howard-Johnston supone también la
existencia de una crónica o historia oficial redactada en Constantinopla cerca del año 720
d.C. que habría servido a Nicéforo y Teófanes como fuente para las décadas siguientes. De
dicha fuente habrían tomado ambos su visión negativa del gobierno de Justiniano II, lo que
podría explicar la ausencia de la misma en las crónicas hispanas, que difícilmente habrían
tenido acceso a una fuente tan tardía, el autor de dicha fuente podría ser el “patricio Trajano”
que, según la Suda, escribió en tiempos de Justiniano II. Finalmente, Teófanes debe la mayor
parte de información sobre este periodo a la traducción griega y continuación de Teófilo de
Edesa traída de Oriente por Jorge Sincelo, fuente que no habría poseído Nicéforo.169

Ahora solo quedaría identificar las fuentes de la historiografía siríaca tardía,


reconstruir la cadena de trasmisión que llevó las noticias del siglo VII hasta la Crónica de
1234 y la Crónica de Miguel el Sirio. Como analizamos en el capítulo dedicado a las fuentes
orientales, no pareciera ser que los puntos comunes que se encuentran entre esta
historiografía tardía y las crónicas hispanas estén presentes en las fragmentarias fuentes

168
Howard-Johnston, James. “The official history of Heracliusʼ Persian campaigns” originalmente en The
Roman and Byzantine Army in the East, ed. E. Dabrowa, Cracovia, 1994. pp. 57-87. Reditado en East Rome,
Sasanian Persia and the End of Antiquity. Cornwall, Ashgate Variorum, 2006.

169
Howard-Johnston, Witnesses to a World Crisis. pp. 256-260, 274-279, 295-299-307.

93
siríacas del siglo VII que Palmer y Brock compilaron, ¿Cuál es entonces el origen de estos
puntos comunes?

En su Crónica, Miguel el Sirio reconoce haber hecho uso de una historia del siglo IX
escrita por el patriarca Dionisio de Tel-Mahrē (818-845 d.C.) que cubría desde el año 582
hasta el 842 y estaba dividida en dos partes, una dedicada a la historia eclesiástica y otra a la
secular. La Crónica de 1234 se basó en la misma, y ambas obras tardías incluyeron extractos
textuales de la misma. Si bien dicha fuente se ha perdido, en base a un minucioso estudio de
la historiografía posterior, Andrew Palmer ha reconstruido parte de la misma y la ha incluido
en su compilado de fuentes siríacas.170

Sin embargo, existen puntos comunes entre Teófanes y la historiografía siríaca tardía
que no pueden explicarse por la historia de Dionisio, sino por un testimonio más temprano,
que puede identificarse casi con seguridad con la historia perdida de Teófilo de Edesa que es
citada por el propio Dionisio –en su prefacio recogido por Miguel el Sirio-, que parece haber
sido utilizada también por Teófanes y por Agapio de Hierápolis en el siglo X. Teófilo fue un
importante intelectual cristiano que vivió en la corte abasí a mediados del siglo VIII cuyos
textos sobre astrología parecen haber sido muy conocidos. Robert G. Hoyland estudió el
problema y elaboró una reconstrucción hipotética de la historia de Teófilo de Edesa, sus
planteamientos han sido apoyados por J. Howard-Johnston quien también aborda los
problemas de esta fuente.171

La obra historiográfica de Teófilo de Edesa se habría caracterizado por no ser muy


precisa en las fechas pero si muy anecdótica, varias historias comunes de Teófanes, la
historiografía siríaca tardía y otras fuentes posteriores, como por ejemplo la Crónica de Seert,
provendrían del uso común de Teófilo de Edesa. Robert G. Hoyland ha realizado un análisis
de la historiografía posterior que podría ser dependiente de esta fuente y la historia de su
trasmisión, aunque él mismo señala que muchos aspectos del problema aún no son claros.172

170
Palmer; Brock, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 85-110.

171
Hoyland, Robert G., Theophilus of Edessa´s Chronicle and the Circulation of Historical Knowledge in Late
Antiquity and Early Islam. Liverpool, LUP, 2011.

172
Ibíd. pp. 7-42.

94
Según Howard-Johnston, la historia de la carrera por el trono entre Heraclio y Nicetas
podría tener su origen en la anecdótica historia de Teófilo de Edesa. Lo curioso es que esta
historia de la carrera también aparece en Nicéforo y por ello Howard-Johnston admite que la
historia también habría podido existir paralelamente en alguna fuente griega desconocida.173
Pero Howard-Johnston no repara en que esta historia aparece también en las crónicas
hispanas que son bastante anteriores. Robert Hoyland sí nota las similitudes que existen con
la Crónica Bizantino-Arábiga, pero el principal problema que suscita esta relación para
nosotros es que la crónica de Teófilo se habría redactado cerca del año 750 d.C. y por tanto,
no podría haber sido usada directamente por las crónicas hispanas.174

Pues bien, esto nos lleva a preguntarnos ¿Cuáles fueron las fuentes utilizadas por
Teófilo? El problema de las fuentes de Teófilo de Edesa es tremendamente complejo por tres
razones: primero porque lo que tenemos de él es una reconstrucción hipotética hecha en base
a fuentes posteriores. Segundo pues sabemos que Teófilo dominaba el griego, el siríaco y
posiblemente el árabe, teniendo acceso a fuentes muy diversas. Finalmente, porque muchas
fuentes del siglo VII se han perdido o nos han llegado de forma muy fragmentaria. Robert
G. Hoyland abordó este problema y especuló que Teófilo podría haber utilizado la misma
Crónica de Juan de Antioquía que mencionábamos antes y sus continuadores –incluyendo
quizás la Crónica Constantinopolitana- y también varias fuentes siríacas perdidas, como por
ejemplo una crónica del Norte de Siria escriba cerca del año 730 d.C. y la Crónica Universal
de Jacobo de Edesa que llegaba hasta el año 692 d.C.175

¿Es posible que la historia de la carrera por el trono y otros puntos comunes de las
diversas fuentes orientales y occidentales provengan de la aquella Crónica
Constantinopolitana (c.640-50 d.C.) o de algún otro continuador de Juan de Antioquía?

Bien podría ser así, y dicha crónica bizantina podría haber circulado paralelamente
por Occidente y Oriente, siendo traducida al latín e incorporada en la tradición siríaca, mas

173
Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. p. 203.

174
Hoyland, Robert G., Theophilus of Edessa´s Chronicle and the Circulation of Historical Knowledge in
Late Antiquity and Early Islam. pp. 16-19.

175
Ibíd. pp. 23-29.

95
ello es netamente especulativo y no que explica exactamente cuál sería el origen de esta
historia que no aparece en las fuentes del siglo VII que se han conservado. Además, aunque
fuera cierto, solo explicaría las semejanzas entre estas fuentes, pero no las diferencias ¿Qué
pasa, por ejemplo, con la historia del combate entre Heraclio y Razates que aparece en
Nicéforo? No tendría sentido que el origen de ella sea el mismo, pues no aparece en Teófanes
ni en la tradición siríaca, pero entonces ¿de qué fuente provino y como llegó está a Occidente?

El estado actual de nuestros conocimientos respecto a las fuentes orientales del siglo
VII d.C. no nos permite avanzar mucho más allá de esto. Frente a las múltiples preguntas y
problemas que aún quedan, solo se puede suponer y especular, pero el recorrido no ha sido
en vano, pues nos permite levantar algunas conjeturas.

Muy probablemente, deben haber existido por lo menos dos –podrían ser más- fuentes
orientales, redactadas entre mediados del siglo VII y los primeros años el siglo VIII, que no
han llegado íntegras hasta nuestro tiempo, pero que fueron utilizadas por la posterior
historiografía bizantina, siríaca y occidental. Una de ellas contenía, entre muchas cosas, la
historia de la carrera por el trono, la derrota de Teodoro a manos de los árabes y la batalla
naval en tiempos de Constante. La otra contenía alguna historia sobre un combate singular
entre Heraclio y algún guerrero persa.

Conjeturando, la primera de estas fuentes podría haber sido redactada en algún


momento entre el 640 y el 730 d.C. e influyó mucho sobre la historiografía siríaca y bizantina,
además de llegar de algún modo hasta la Península Ibérica y ser utilizada por las crónicas
hispanas. La segunda fuente no pudo haber sido redactada más tarde que la década del 650
d.C., y tuvo menos repercusiones, pero influyó sobre Nicéforo y llegó a circular por
occidente, siendo utilizada por Fredegario y la Crónica Mozárabe del 754, mas no por la
Bizantino-arábiga. La primera, muy posiblemente, podría ser esta Crónica
Constantinopolitana o continuación de Juan de Antioquía o quizás, con menos probabilidad,
aquella historia oficial de Heraclio planteada por Howard-Johnston. La segunda es un
misterio ¿Una fuente persa o mesopotámica? ¿Una versión espuria de los poemas de Pisides
o de la historia oficial de Heraclio? De momento, resulta completamente imposible saberlo

96
Se podría especular sobre la posibilidad de que en realidad solo hubiera existido la
primera fuente, y la noticia sobre el combate singular de Heraclio se hubiese generado
realmente en Occidente, desde donde luego viajó al Oriente y fue recogida por Nicéforo. Pero
esto es muy poco probable por varios factores. En primer lugar, porque no tenemos
absolutamente ningún indicio de alguna fuente occidental de este tipo que circulase por
Oriente; en segundo lugar, porque en Nicéforo no existe ningún otro rastro de utilización de
una fuente occidental, lo que además hubiese sido muy impropio de su estilo y composición.
También pues – como vimos en el capítulo segundo - es justamente en el Oriente del siglo
VII donde existía el ambiente de exaltación épica y religiosa, y de representaciones artístico-
literarias asociadas, que explica mejor el origen de la historia.

No es necesario que sean exactamente dos fuentes tampoco, podrían haber sido más.
Como señalábamos en el capítulo segundo, es muy probable que, en su visión del Islam,
todas estas fuentes occidentales y orientales fueran influenciadas por los apocalipsis y otros
textos religiosos o pseudo-históricos similares, que interpretaban las conquistas árabes bajo
un sentido providencial o escatológico. La difusión del Apocalipsis del Pseudo-Metodo, texto
de origen siríaco, por oriente y occidente, con traducciones griegas y latinas, y con gran
influencia en Francia y España, demuestra que las fuentes escritas podían circular por el
Mediterráneo de la época, y que las fuentes orientales podían llegar a ser accesibles para
Occidente.176

Finalmente, la gran cantidad de semejanzas entre la historiografía occidental y


oriental que hemos analizado sugiere que debe haber al menos una fuente escrita común, pero
no niega que algunos de estos puntos comunes se pueden deber más bien a la trasmisión oral
de noticias e historias. Como señalaba Dubler en su clásico estudio, hay evidencia de que los
flujos de intercambio en el Mar Mediterráneo nunca fueron cortados completamente por las
conquistas islámicas, los hombres seguían circulando y con ellos las noticias, las leyendas y
las ideas de toda índole.177

176
Vázquez de Parga, “Algunas notas sobre el Pseudo Metodio y España”. pp. 143-153.

177
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp.
297-334.

97
De esta forma, es posible que la primera fuente común a la que nos referíamos fuera
efectivamente una fuente escrita, mientras que la segunda, aquella que inspiró la historia del
combate de Heraclio, fuera en realidad una leyenda difundida de forma oral, que quizás
formara parte de una tradición de poemas o cuentos populares vagamente inspirados en
Pisides o en la iconografía imperial de la época. Algunos ecos de esta poesía parecen haber
repercutido en textos posteriores, como la mención a la “espada de Cosroes” en el Diyenís
Akrita.178 Estas leyendas orales habrían sido recogidas tardíamente por Nicéforo y también
habrían viajado a Occidente en donde se fueron transformando y acrecentando, pudiendo ser
la fuente tras Fredegario y la Crónica Mozárabe, y también la base de aquella imagen heroica
de Heraclio como el primer cruzado que elaboró Occidente en los siglos posteriores.179

¿Podían conocerse estas fuentes en la Península Iberica? Como habíamos


mencionado, el caso de Fredegario muestra que la historia de Heraclio circulaba desde hacía
tiempo por Occidente y la influencia del Apocalipsis del Pseudo-Metodio revela que una
fuente siríaca podía viajar, ser traducida al latín y alcanzar gran difusión. Aunque no solo
esto, los estudios más recientes sobre las relaciones entre Bizancio y la Península Ibérica
confirman muchos de los planteamientos de Dubler sobre fuertes contactos comerciales y
movimientos de personas que permitirían la trasmisión de fuentes.180 Margarita Vallejo
Girvés demuestra que los contactos comerciales casi no tuvieron interrupción desde la
Reconquista de Justiniano, y que se mantuvieron en los siglos siguientes pese a las conquistas
islámicas. También que las conquistas persas, y sobre todo árabes, motivaron grandes flujos

178
Castillo Didier, Miguel, Epopeya de Diyenís Akritas. Santiago, CEBNH “Fotios Malleros”, 1994. p. 20.

179
La leyenda épica de Heraclio se desarrollará mucho en el Occidente de la época de las cruzadas y los siglos
posteriores, algunos elementos de la misma parecen estar ya presentes en los relatos que hemos analizado, así
por ejemplo, en la historia de las cruzadas Guillermo de Tiro, en la historia de la recuperación de la Cruz va a
quedar registrada en el siglo XIII en la Leyenda Dorada de Santiago de la Voragine. Ver Marín Riveros, José,
Cruzada, Guerra Santa y Yihad. Valparaíso, EU-PUCV, 2003. pp. 69-70. Esta leyenda también repercute en el
arte, como el ciclo de frescos pintador por Piero della Francesca en la Italia del siglo XV y conocidos como
Leggenda della Vera Croce, que incluyen una representación de un combate en donde Heraclio vence y decapita
a Cosroes, para estas imágenes y un análisis ver el sitio creado por Marilyn Aronberg Lavin (Professor of Art
History, Princeton, NJ) en http://projects.ias.edu/pierotruecross/ (27-10-2014, 11:35 am).

180
Vallejo Girvés, Margarita. “Bizancio y el Mediterráneo entre finales del siglo V y principios del siglo VIII.
Navegando por un mar romano”. Paz de la Hoz, María y Mora, Gloria (eds.), El oriente griego en la Península
Ibérica. Epigrafía e historia, Madrid, Real Academia de Historia, 2013. pp. 263-279.

98
de migración desde el Oriente, personajes y comunidades de origen griego, egipcio y siríaco
aparecen en África, Italia y España durante todo el siglo VII.181

No se puede olvidar que, hasta comienzos del siglo VII, los bizantinos mantuvieron
una presencia militar efectiva en la Península, ni que, hasta finales del mismo ciclo, se había
mantenido bizantino el norte de África –base del poder de Heraclio- así como Sicilia y las
Islas Baleares, enclaves que mantenían el contacto del Imperio con toda la zona del
Mediterráneo Occidental. Esta presencia geopolítica sostenida, la continuidad del comercio
incluso cuando esta llegó a su fin, y la evidencia de un considerable movimiento de personas,
fácilmente explican y sustentan la trasmisión de fuentes provenientes de distintas partes del
Oriente bizantino hacia Occidente y la Península Ibérica.182

Es cierto que muchos intelectuales occidentales de los siglos VI, VII y VIII ya no
manejaban bien el griego, como por ejemplo el mismo Isidoro de Sevilla. Pero constatada la
presencia de marineros, comerciantes, clérigos e incluso comunidades permanentes de origen
oriental ¿cómo se comunicaba esta gente? Es casi seguro que en la segunda mitad del siglo
VII y primera del VIII debió haber en la Península Ibérica o en algún otro lugar de Occidente
– África, Sicilia, las Baleares, Italia- gente de origen oriental capaces de traducir del griego
–quizás incluso del siríaco– al latín. Los propios conquistadores árabes en un comienzo
habrían necesitado de esta gente. Por tanto, resulta muy posible que las fuentes orientales que
hemos mencionado hayan sido llevadas a Occidente, probablemente por clérigos orientales
emigrados, quienes pudieron a su vez traducirlas y difundirlas.183

181
Interesantes resultan los casos de clérigos y comunidades cristianas griegas, egipcias y sirias, algunas
monofisitas, que aparecen en España y otras partes de Occidente. Ibíd. pp. 274-276.
182
Ibíd. pp. 272-276. Ver el libro de Vallejo Girvés, Margarita, Hispania y Bizancio, una relación desconocida.
Madrid, Akal, 2012. En el cual compila y sintetiza una enorme cantidad de estudios de la autora, desde 1993
hasta el 2012, ofreciendo una visión de conjunto que incorpora una considerable cantidad de fuentes,
bibliografía clásica y actualizada.

183
Las fuentes orientales utilizadas por las crónicas hispanas bien pudieron ser traducidas en la Península Ibérica
o también venir ya traducidas desde otros lugares de Occidente. La presencia de la historia de Heraclio en
Fredegario sugiere que esta podría haber llegado a Occidente vía Italia.

99
Ahora bien, considerando todo lo anterior, ¿qué podemos deducir respecto a la
recepción e interpretación de las noticias de Oriente y la consecuente construcción de un
relato histórico sobre estos sucesos en las crónicas hispanas?, ¿qué podemos aportar a los
análisis sobre estas crónicas?

100
3.3.- La construcción del siglo VII en las crónicas hispanas.

Según hemos visto, parece bastante probable que varias fuentes orientales con
noticias sobre los eventos dramáticos del siglo VII, la última guerra romano-persa y
conquistas árabes, circulasen por el Mediterráneo Occidental desde la segunda mitad del
mismo siglo VII y fuesen conocidas en la Península Ibérica mediante traducciones locales o
traídas desde afuera. ¿Cómo fue la recepción de estas fuentes en la Península Ibérica?, ¿cómo
las utilizaron los cronistas hispanos? y ¿qué factores influyeron en la construcción de una
imagen del “crucial siglo VII”, de Heraclio y los árabes en estas crónicas hispanas?

El autor de la Crónica Bizantino-arábiga, haya sido un hispano converso al Islam o


un hispano-cristiano al servició de un musulmán importante, debe haber tenido como objetivo
la confección de una obra histórica que integrara al nuevo poder que dominaba la Península
Ibérica en el tradicional esquema de la historia universal, posiblemente como una forma de
dar a este nuevo poder una categoría o rango equivalente a los antiguos y así justificar su
dominio. Los conquistadores musulmanes, probablemente, ya tenían todo un cuerpo de
tradiciones orales pseudo-históricas y semi-legendarias, pero darle a este conjunto el
encuadre cronológico que exigían las crónicas universales hubiera sido muy difícil y, además,
lo que se buscaba no era una historia para los árabes, sino una crónica latina, para los hispanos
a quienes era necesario presentarse como un poder universal de importancia.184

De esta forma el cronista – claramente formado en la tradición de la historiografía


cristiana pese a sus inclinaciones religiosas- siguió el método tradicional que se solía usar
para confeccionar este tipo de obras: tomar una o varias crónicas anteriores cuyo contenido
le pareciera útil y apropiado, transcribirla con algunas correcciones que le parecieran
pertinentes y agregar en el esquema de la misma los hechos cercanos a su tiempo y lugar
actualizándola para su propio contexto.185

184
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. pp. 2-6.

Galán Sánchez, El Género historiográfico de la Chronica. También Van Nuffelen, “John of Antioch, inflated
185

and deflated. Or: How (not) to Collect Fragments of Early Byzantine Historians”.

101
Parece probable que la base utilizada por el cronista de la Bizantino-arábiga haya
sido una de las continuaciones perdidas de la Crónica de Juan de Antioquía o la Crónica
Constantinopolitana, que a su vez se había basado en esta, o alguna fuente similar, la que
probablemente circulaba por Occidente desde las últimas décadas del siglo VII d.C. y ofrecía
un esquema cronológico general con los principales hechos del Imperio durante la primera
mitad del siglo VII, como el golpe de Focas, la sublevación de Heraclio y la guerra con Persia,
llegando a incluir, quizás, las primeras noticias sobre la irrupción de los árabes de Mahoma
en el Cercano Oriente.186

Dicha fuente sirvió como eje central y fue probablemente complementada utilizando
fuentes hispano-godas, algunas otras fuentes orientales como la Crónica de Juan de Nikiu y
otras de menor importancia, muy probablemente varias tradiciones orales árabes y quizás
alguna historia árabe escrita de comienzos del siglo VIII. La utilización de una fuente
oriental, basada en la Crónica de Juan de Antioquía o similar, como base y eje estructurador
sobre la que se añadieron algunas noticias hispanas y una perspectiva pro-islámica, permite
superar el problema planteado por algunos de que el contenido de la Crónica Bizantino-
arábiga tendría dos partes un tanto diferenciadas. 187

Al tomar un esquema cronístico tradicional con los principales hechos de la historia


imperial de los últimos tiempos, agregar algunas noticias sobre el reino visigodo y luego
incluir en dicho esquema la historia del Islam, desde sus orígenes hasta los tiempos actuales,
justamente se le está dando a este nuevo poder una categoría y rango semejante dentro del
contexto de la historia universal. Esto resulta claro cuando los años de gobierno de los califas
comienzan a aparecer junto a los emperadores romanos como encuadre cronológico. La
Crónica Bizantino-arábiga probablemente buscaba combatir entre los hispanos, la visión de
los árabes como bárbaros, y presentar dignamente al Islam difundiendo la idea de que
Hispania ahora formaba parte de un nuevo y glorioso imperio, equivalente al antiguo Imperio
Romano e incluso mejor.

186
Ídem.

187
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. pp. 4-5

102
Para ello no habría tenido sentido confeccionar una historia árabe, sino una crónica
latina en base a fuentes cristianas. Por esto tampoco se presenta de forma directa una visión
completamente negativa del reino visigodo o de Bizancio, lo que habría levantado quizás
demasiadas sospechas o animadversiones. En cambio, se redacta una crónica parca y sencilla
que a partir de una fuente oriental presenta los hechos como si fueran un registro objetivo, en
el que se destacan sutilmente algunos aspectos escabrosos de la historia bizantina, mientras
se recurre a la tradición árabe para exaltar al profeta y al Islam, como el contraste que puede
apreciarse entre los relatos de las muertes de Mahoma y Heraclio. Posiblemente se deba a la
misma cautela, la poca atención dedicada a la conquista del reino godo y los asuntos de la
Península. De esta forma, se utilizaba la historia del “crucial siglo VII” para romper
ingeniosamente con la idealización del pasado romano-godo e inclinar los ánimos hacia una
cierta simpatía por el nuevo dominador.

La Crónica Mozárabe del 754 se encuentra en las antípodas de aquella


intencionalidad. Su autor, un mozárabe claramente cristiano, intentaba explicarse los hechos
históricos de su pasado inmediato que lo sorprendían genuinamente, ¿cómo entender la
irrupción de este pueblo en la historia que, sin ser cristiano, derrota al Imperio romano y se
expande por el Mediterráneo a una velocidad vertiginosa conquistando el reino hispano-
godo? ¿Cómo un hispano de su tiempo podía entender el crucial siglo VII desde una visión
cristiana de la historia universal?

El anónimo mozárabe tomó los elementos que había a su disposición para construir
su crónica, intentando dar respuesta a estas preguntas. Alguna versión de la misma crónica
oriental utilizada por la Bizantino-arábiga -por tanto probablemente basada en la Crónica de
Juan de Antioquía- le sirvió para complementar las fuentes hispano-godas con los recientes
sucesos de oriente y darle a su obra un encuadre universal. La historia de Heraclio, el
emperador que había derrotado a los persas como un campeón elegido por Dios, pero que
luego había sido derrotado por los árabes, la que sabemos circulaba por Occidente, ya sea
como una tradición oral o en alguna fuente escrita, le entregaba un buen punto de partida. La
tradición providencialista que caracterizaba el pensamiento histórico cristiano, quizás
alimentada por tradiciones orientales que ya veían a los árabes bajo una óptica similar, le
serviría como esquema interpretativo.

103
Como señalábamos al comienzo de este trabajo, varios estudiosos se han referido a la
interpretación que la Crónica del 754 hace de las conquistas árabes. Algunos, como Ron
Barkai plantean que esta explica la conquista árabe de España de forma providencialista
como un castigo divino por los pecados de la elite visigoda que se había embarcado en una
lucha civil fratricida.188 Raquel Homet, en cambio, señala que el cronista mozárabe interpreta
la conquista en la línea providencialista como “pérdida del paraíso prometido”, pero que
nunca establece de forma explícita una relación de esta con los pecados de los godos y que
la idea de pecado y castigo solo está presente en el relato de Heraclio.189 Por otro lado,
Kenneth Baxter Wolf postula que el anónimo mozárabe podría no haber querido interpretar
la conquista de España como un castigo divino para evitar que, siguiendo la tradición
visigoda, se identificara a los árabes musulmanes como un nuevo pueblo elegido.190
Alexander Pierre Bronisch plantea que la Crónica Mozárabe sí interpreta la conquista de
España como un castigo divino, aunque por temor a la posible represión del régimen sólo la
señala mediante alusiones veladas, como la historia de Heraclio.191

Estos análisis, discrepan sobre el problema de si el anónimo mozárabe interpretó o no


la conquista de España como un castigo divino, pero comparten una misma línea –que ha
sido seguida por otros expertos, como López Pereira- que pone el foco en la interpretación e
intencionalidad del cronista pero sin considerar el problema de las fuentes, ahora que hemos
revisado este podemos volver sobre la discusión con una nueva mirada.

Así, queda claro que el anónimo mozárabe, aunque era un hispano-cristiano y su


preocupación central eran los asuntos hispanos, la tradición universalista y su propia intuición
histórica le hicieron notar que no se podía comprender la conquista árabe de la Península
Ibérica sin una perspectiva universal que considerara los hechos del “crucial siglo VII” en
Oriente. Por ello, utilizó una crónica oriental –la misma utilizada por el autor de la Bizantino-

188
Barkai, El enemigo en el espejo: cristianos y musulmanes... pp. 24-31.
189
Homet, “La Pérdida de España: Mito motor de la Reconquista”. pp. 94-98.

190
Wolf, Kenneth Baxter, Conquerors and Chroniclers of Early Medieval Spain. pp. 39-42.

191
Bronisch, Reconquista y Guerra Santa. pp. 126-132 y 140-141.

104
arábiga- que daba cuenta de estos sucesos. También por esto se inicia dedicándoles a estos
sucesos bastante espacio y luego a medida que avanza, aunque cada vez se centre más en la
Península, mantiene el encuadre cronológico universal que desde el comienzo de la obra
relaciona a los gobernantes hispanos – godos o árabes – con los emperadores romanos y,
luego, también con los califas de Damasco.

Como la Crónica universal de Isidoro de Sevilla llegaba hasta los primeros años del
reinado de Heraclio, y como el inicio de las conquistas árabes había sido bajo el gobierno del
mismo, al anónimo mozárabe debe haberle parecido natural comenzar su crónica en este
punto. Además la historia de Heraclio, o más bien su leyenda, que se originó en Oriente y
que por entonces ya debe haber circulado por Occidente –como lo demuestra Fredegario-
contenida en un texto escrito o como tradición oral, quizás alimentada por la iconografía,
ofrecía una imagen muy interesante para ser utilizada como punto de partida: un emperador
romano y cristiano que luchó contra los persas bárbaros y paganos, que como un nuevo David
se enfrentó en combate singular contra un siervo de Cosroes y lo derrotó con la ayuda de
Dios, pero cuyo reinado no terminó con gloria sino con la derrota romana y la pérdida de sus
provincias orientales a manos de los árabes de Mahoma.

Ahora bien, ¿cuál es la interpretación de las conquistas árabes y cuál el sentido de la


historia de Heraclio en la Crónica del 754? Esta nunca dice con claridad que la conquista de
España haya sido un castigo por los pecados de la nobleza goda, aunque la vanidad de
Heraclio parece desatar la “sublevación” de los árabes, tampoco parece tener mucho sentido
acusar a este emperador romano como el causante de la posterior conquista de España.

El argumento de Bronisch, de que la idea de castigo solo se presenta de forma velada


por temor a las represalias del régimen, no se sostiene por varias razones: primero, pues lo
que castigaba más duramente el Islam eran los insultos directos a Mahoma y su fe. Segundo,
porque no habría sido el primer cristiano sometido en presentar a los árabes como un castigo
divino y esto no era lo peor que se decía de ellos. Tercero, pues la misma Crónica Mozárabe
no se cuida de presentar a los conquistadores árabes como un azote terrible de bárbaros
crueles y engañosos, frente a lo que atribuir su conquista a un juicio de Dios parece casi poca
cosa. La idea de K.B. Wolf de que presentar la conquista de España como castigo podía
conllevar el peligro de identificar a los árabes como un nuevo pueblo elegido siguiendo los

105
esquemas de la historiografía visigoda tiene más sentido. Sin embargo, la historiografía
cristiana había interpretado a ciertos pueblos como un “castigo de Dios” sin conferirles la
categoría de “elegidos”, con anterioridad y durante las mismas conquistas árabes.192 Además,
de ser ciertos los planteamientos de Wolf, y el cronista quisiera presentar a los árabes como
simples conquistadores sin otra connotación, ¿cuál sería el sentido de la historia de Heraclio?
este narración al inicio de la crónica claramente sugería algo distinto.

Un análisis más detenido en la estructura, el estilo y el contenido de la Crónica


Mozárabe revela una visión histórica cristiana y providencial tremendamente pesimista
respecto a los asuntos terrenales. Para el cronista, la historia del hombre es la historia del
pecado y de las continuas tragedias que aquejan a la humanidad como consecuencia del
mismo, frente a esto la única esperanza del hombre recto es la espera de la segunda venida y
el juicio del fin de los tiempos, un asunto que claramente le preocupa, como revela su cuidado
por los cómputos cronológicos y el apéndice sobre ellos que introduce al final de su obra.

El anónimo mozárabe probablemente estaba genuinamente sorprendido por la


velocidad y dimensión de las conquistas árabes, por el dramático fin de la unidad cristiana
del Mediterráneo y la aparición de un nuevo poder universal que derrotó al Imperio romano
y conquistó el reino visigodo. La única forma de explicarse este fenómeno la encontró en la
tradición providencialista del pensamiento histórico cristiano: la dominación árabe es
entonces la más reciente de una serie de continuas tragedias que vienen acaeciendo al hombre
desde hace mucho como consecuencia del pecado.193 Lo curioso es que al cronista mozárabe
no parece interesarle culpar a nadie en concreto, para él las calamidades del mundo son
consecuencia de los pecados de los hombres en general. Como hispano-cristiano que vive
bajo dominación islámica, la conquista árabe de España le parece la más reciente y dramática
de una serie de tragedias que aquejan el mundo, pero no es un hecho único ni aislado.194

192
Por ejemplo, los invasores bárbaros en el Chronicon de Hidacio de Chaves.

193
Es posible que esta interpretación haya sido alimentada por el conocimiento de textos que establecían el
vínculo entre las conquistas árabes y los pecados de la cristiandad, como los apocalipsis siríacos.

194
El análisis planteado aquí lo desarrollamos más detenidamente en otro trabajo que actualmente está por ser
publicado: “La Pérdida de España: el tópico de la lamentación y el sentido providencial en la Crónica Mozárabe
del 754” (Intus Legere Historia, 2015, artículo en prensa).

106
En este sentido, el relato sobre Heraclio, que no es una invención del cronista -como
pareciera desprenderse de otros análisis- sino una tradición que ya circulaba por Occidente,
cualquiera haya sido su formato, y que le sirvió al anónimo mozárabe como un punto de
partida que iniciaba su crónica –que es en cierto sentido la historia trágica de las conquistas
árabes- con un episodio histórico aleccionador, ejemplar y moralizante: la historia del
emperador Heraclio, un campeón de Dios que cayó en el pecado de la vanidad desatando el
inició de las conquistas árabes. No se trata de culpar a los romanos por la situación de España,
sino de mostrar a los lectores cómo todos los males y tragedias del mundo son consecuencia
de nuestros pecados. Para el cronista mozárabe no se trata de inventar un cuento, sino de un
hito del siglo VII que daba inicio a la dramática época que le tocaba narrar, un hecho que
muy posiblemente consideraba histórico y por ello particularmente revelador.195

La Crónica de Fredegario y la Crónica mozárabe son, probablemente, los primeros


testimonios escritos de una tradición occidental sobre el emperador Heraclio que adquirió
una considerable importancia en los siglos venideros. En la memoria bizantina su figura
quedará relegada a un segundo plano, quizás por la forma en que terminó su reinado y los
errores de sus descendientes. En cambio, en Occidente llegará a ser recordado como “el
primer cruzado” y el héroe que recuperó la cruz por historiadores como Guillermo de Tiro
(s. XII) y hagiógrafos como Santiago de la Vorágine (s. XIII), recuerdo que toma elementos
muchos orientales del siglo VII –como la propaganda épico-religiosa promovida por el
propio Heraclio- y los re-interpreta en base a su propio contexto.196

No podemos saber si el autor de la Crónica Bizantino-arábiga conoció de algún modo


la historia de Heraclio, es posible que la ignorara, aunque también pudo haber sido que la
conociera pero, al no calzar con su visión histórica, decidiera no darle crédito considerándola
una simple leyenda o la dejara de lado por no calzar ni con su estilo parco ni con la

195
El carácter educativo y moralizante de la historia, que ya existía en el mundo clásico, cobra nueva fuerza e
importancia en época cristiana, puesto que la historia, como realización providencial del plan divino entrega al
hombre ejemplos concretos y reales de como el pecado lleva a la perdición. Sobre esto ver Sánchez Salor,
Historiografía latino-cristiana. Principios, contenido, forma o “El providencialismo en la historiografía
cristiano-visigótica de España”. La Crónica Mozárabe es mucho más moralizante que polémica, aunque habla
de la victoria de los “europeos” frente a los árabes en Poitiers, no parece concebir la posibilidad de una
“Reconquista”, y lo que realmente ensalza es la historia eclesiástica y la vida de los hombres santos que
mantienen su fe pese a cualquiera de las vicisitudes del contexto, su esperanza no es política sino escatológica.

196
Marín Riveros, José, Cruzada, Guerra Santa y Yihad. pp. 69-70.

107
intencionalidad que animaba su obra. Mejor era simplemente señalar que, pese a sus triunfos
sobre los persas, Heraclio había sido derrotado por los árabes y murió de hidropesía sin gloria
alguna, para luego destacar la virtuosa figura contemporánea de Mahoma.

Resulta entonces evidente que estas crónicas hispanas construyeron una imagen del
“crucial siglo VII” y del emperador Heraclio de acuerdo a sus propias posiciones frente al
Islam y sus conquistas, según a las distintas intencionalidades que animaban sus obras y a lo
que podríamos llamar sus inclinaciones ideológicas o su visión de mundo incluso. En esta
línea tienen sentido los planteamientos de autores como Barkai, Wolf y Bronisch. La figura
de Heraclio resultaba “útil” como una imagen ejemplificadora del imperio romano-cristiano
que triunfaba sobre los bárbaros persas pero era derrotado por los árabes de Mahoma.

Sin embargo, un análisis minucioso de las distintas fuentes occidentales y orientales


que existen sobre el siglo VII, a la luz de una comprensión más profunda de la historiografía
cristiana de la época, revela que estos cronistas hispanos no inventaron ni tergiversaron
directamente los hechos históricos según su propia perspectiva. Las noticias de estos hechos
se encontraban en las fuentes y tradiciones que, desde el Oriente, circulaban por el
Mediterráneo de su época. En realidad, los cronistas hispanos actuaron como cualquier
historiador: acudieron a los testimonios que tenían disponibles, seleccionando los hechos que
desde su perspectiva les parecían creíbles y pertinentes, apartando aquellos que no, y
presentando estos sucesos en una narración histórica que les diera un sentido.197

197
Como señalábamos al comienzo, a raíz de los planteamientos de Catalina Balmaceda y Jaume Aurell, la
historiografía antigua y medieval al igual que la nuestra se basa en una pretensión de veracidad y en el uso de
testimonios. La diferencia entre nosotros y ellos se encuentra en los criterios que utilizamos para discernir qué
testimonios son confiables y qué hechos resultan admisibles o creíbles.

108
CONCLUSIONES

109
En defnitiva ¿Qué conclusiones podemos sacar tras el recorrido que realizamos por
el Mediterráneo de los siglos VII y VIII y sus fuentes? Es momento de intentar responder las
múltiples preguntas que nos suscitaban las crónicas hispanas y planteábamos en el comienzo
de este trabajo, además de sintetizar nuestro aporte para la comprensión del crucial siglo VII.

Al comenzar este trabajo resultaba evidente que existían notables semejanzas entre la
Crónica Bizantino-arábiga y en la Crónica Mozárabe del 754 respecto a la narración de los
sucesos del “crucial siglo VII” en Oriente, pero también algunas importantes divergencias.
Los principales estudios apuntan a que dicha semejanza no es fruto de una dependencia
directa de una crónica frente a la otra, sino de la utilización de fuentes orientales comunes,
mas no resultaba muy claro cuáles eran estas. En cuanto a las discrepancias que aparecen en
el relato de las crónicas, prácticamente todos los expertos las atribuían exclusivamente a las
diferencias en las inclinaciones religiosas a la intencionalidad o ideología de los dos
cronistas. Poco se había profundizado en el origen y trasmisión de historias, como la carrera
por el trono que presentan ambas crónicas o en el combate singular de Heraclio que relata la
Crónica Mozárabe del 754.

En primer lugar, examinamos las crónicas hispanas y su relato, constatando cuáles


eran los puntos comunes, cuáles eran las diferencias y cuál era el sentido de ambas en el
conjunto de su narración. Luego, comparamos su relato con las fuentes orientales, y vimos
cómo las semejanzas aparecen también en el contraste con la historiografía bizantina y siríaca
tardía –como el episodio de la carrera por el trono entre Heraclio y Nicetas-, pero no se
encuentran en las fuentes más cercanas al siglo VII que se han conservado íntegras hasta
nuestros días, sugiriendo que todas estas obras habrían utilizado alguna fuente común hoy
perdida. Algunas de las principales diferencias, como la historia del combate de Heraclio,
tenían cierta relación con fuentes orientales como Nicéforo y parecían inspirarse en un cierto
ambiente de efervescencia épica-religiosa propio del Oriente en el siglo VII, mas no resultaba
muy claro cómo habían llegado a las crónicas hispanas.

La Crónica de Fredegario resultó bastante reveladora, puesto que se trataba de una


fuente occidental redactada cerca del año 660 d.C., y que contenía varias noticias sobre el
Oriente y una historia sobre un combate singular de Heraclio similar a la de Nicéforo y, sobre
todo, muy similar a la Crónica Mozárabe del 754.

110
Un examen minucioso de las principales fuentes utilizadas por la historiografía
bizantina –Nicéforo y Teófanes- y siríaca tardía para el “crucial siglo VII”, en contraste con
las crónicas hispanas y Fredegario, permitió deducir cuáles podrían haber sido las principales
fuentes comunes entre todas estas, aunque como ellas no se han conservado íntegras hasta
nuestros días, las conclusiones en dicho ámbito quedan más bien en lo especulativo.

Pese a ello, la evidencia apunta a la existencia de, al menos, dos fuentes de origen
oriental que circularon por el Mediterráneo e influyeron sobre esta historiografía explicando
sus puntos comunes. La primera de ellas parece haber sido una crónica redactada en Oriente
entre mediados y finales del siglo VII, muy probablemente una continuación perdida de una
crónica de la que solo se conservan algunos fragmentos y se conoce como Crónica de Juan
de Antioquía, o quizás una fuente que se ha llamado Crónica Constantinopolitana, redactada
en la capital entre los años 640-650 d.C. y basada en la anterior. Episodios como la carrera
por el trono entre Heraclio y Nicetas y quizás también la derrota de Teodoro frente a los
árabes, entre otros, fueron tomados de esta fuente, que habría servido como base para ambas
crónicas hispanas, Nicéforo, Teófanes y la historiografía siríaca tardía.

La segunda fuente es aquella que habría trasmitido la historia de Heraclio y el


combate singular tanto a Nicéforo, como a Fredegario y la Crónica Mozárabe. Resulta muy
complejo determinar la naturaleza de esta, pudiendo ser un texto historiográfico o no, una
versión espuria de la “historia oficial” de Heraclio o de los poemas perdidos de Jorge de
Pisidia, y pudiendo ser también una tradición trasmitida de forma oral. Lo cierto es que parece
haberse originado en el ambiente de exaltación épico-religiosa que vivía Oriente en las
últimas décadas del gobierno de Heraclio, y que circuló por Occidente alimentando la
“leyenda de Heraclio”, que en tierras occidentales se proyectó mucho más que en Bizancio.

Considerando lo anterior, pudimos volver sobre las crónicas hispanas y su relato con
una nueva mirada y plantear que dichas crónicas construyeron una imagen del “crucial siglo
VII”, utilizando las fuentes orientales disponibles que circulaban por el Mediterráneo –en
cuyo examen nadie se había detenido desde el estudio de C.E. Dubler de 1946-, de acuerdo
a sus propios intereses e inclinaciones político-religiosas.

111
El autor de la Crónica Bizantino-arábiga hizo uso de aquella crónica oriental,
aparentemente basada en la de Juan de Antioquía, como base y marco general,
complementándolo con algunas fuentes hispanas y árabes. De esto modo podía narrar, en un
formato tradicional, una historia universal aunque centrada en los orígenes del Islam, su
expansión, consolidación y luchas contra Bizancio. La intención tras ello era introducir
sutilmente, entre los súbditos hispanos, la idea del Islam como una potencia de igual rango a
los antiguos imperios –e incluso más virtuosa- y legitimar así su dominio sobre la Península.

El anónimo mozárabe del 754, en cambio, era un hispano-cristiano que intentaba


comprender la vertiginosa expansión árabe y la conquista de España. Al intuir que esta última
no se podía entender sin los dramáticos sucesos del Oriente hizo uso de la misma crónica
oriental antes mencionada, integrándola junto a las fuentes hispanas en una visión histórica
trágica y providencialista, en donde la historia es una sucesión de males y desastres que
aquejan el mundo por causa del pecado.

El mozárabe decidió iniciar su Crónica del 754 con una sucesión de hechos históricos
que le parecían particularmente reveladores. La historia semi-legendaria de Heraclio: un
emperador romano que luchó contra los persas paganos y, cual nuevo David, se enfrentó en
combate singular con un guerrero de Cosroes derrotándolo con la ayuda de Dios y alcanzando
un gran triunfo, pero cuya vanidad desató las conquistas árabes y terminó su reinado sin
ninguna gloria. Dicha historia, cuya base se originó probablemente en el ambiente de
exaltación épico-religiosa propio del Oriente del siglo VII, para entonces ya circulaba por el
Mediterráneo occidental –probablemente con ciertas distorsiones- contenida en alguna fuente
escrita perdida o como tradición oral. Estos hechos, que el cronista mozárabe probablemente
consideraba históricos y reales, eran muy ilustrativos para comenzar una historia
providencialista y trágica sobre la época de las conquistas árabes.

De esta forma, las semejanzas y diferencias en el relato que las crónicas hispanas
elaboraron respecto al “crucial siglo VII” se explican en parte por las distintas
intencionalidades, inclinaciones político-religiosas y visión histórica de los dos cronistas, el
autor de la Crónica Bizantino-arábiga y el de la Mozárabe del 754. Sin embargo, no es tan
simple como que estos cronistas hayan proyectado sus subjetividades directamente sobre el
relato, inventando o tergiversando los hechos.

112
Así comprendimos que, en realidad, los cronistas hispanos del siglo VIII actuaron de
manera bastante similar a como lo hace un historiador actual: frente a un problema histórico
exploraron los testimonios que tenían disponibles, seleccionaron dichas fuentes según cuales
les parecían creíbles y pertinentes, integraron e interpretaron estas en un esquema y narración
histórica que le diera sentido a los hechos del pasado. Desde nuestra perspectiva actual quizás
fueron bastante parciales y su crítica textual no fue la más adecuada, pero tenía sentido en
base a su concepción del conocimiento y su visión de mundo. De esta manera, las semejanzas
y diferencias en el relato sobre el “crucial siglo VII”, se deben no sólo a las intencionalidades,
inclinaciones o visiones de estos cronistas, sino también a la utilización que hicieron de
fuentes comunes y fuentes distintas, aspecto que nadie había destacado hasta ahora.

Hay también otras conclusiones que pueden extrapolarse de nuestro análisis. En


primer lugar, que así como los contemporáneos al siglo VII en Oriente se dieron cuenta de la
importancia de la época que vivían, también lo hicieron las generaciones venideras en
Occidente que sufrieron las consecuencias y proyecciones mediterráneas de aquellos hechos.
Particularmente los cristianos de la Península Ibérica en el siglo VIII fueron, al igual que los
cristianos de Oriente en el siglo VII, “testigos de un mundo en crisis”, ocupando las palabras
de James Howard-Johnston. No debe ser casual que dos crónicas hispanas del siglo VIII, con
distintas intencionalidades y visiones, comiencen su narración con el reinado de Heraclio,
como si hubieran logrado intuir que la situación que vivía la Península solo podía
comprenderse a partir de los dramáticos sucesos del “crucial siglo VII”.

En segundo lugar que, pese al progresivo distanciamiento que se venía produciendo


desde hacía siglos entre la cristiandad occidental latina y la cristiandad oriental griega, y a la
brecha que introdujo el Islam en la unidad cristiana del Mediterráneo, entre los siglos VII y
VIII el conocimiento seguía viajando con bastante fluidez de un lado al otro. Particularmente,
las noticias sobre los sucesos asociados al “crucial siglo VII”: la última guerra romano-persa
y las conquistas árabes, tuvieron amplia difusión ya sea mediante fuentes escritas o
testimonios orales. Parece claro que la historiografía de origen bizantino –o incluso siríaco-
circulaba y era utilizada en Occidente, pero también son significativas las manifestaciones
tempranas de lo que se puede denominar la “leyenda de Heraclio” en Occidente, asociada a
la trasmisión y recepción de otro tipo de relatos, literarios u orales.

113
En tercer lugar, mediante este análisis de las crónicas hispanas esperamos haber
contribuido a una mejor comprensión del género cronístico y de la historiografía cristiana,
tardo-antigua y medieval. El análisis de esta historiografía nunca debe olvidar que, si bien
esta suele incluir lo que para nosotros son parcialidades, “distorsiones ideológicas” y relatos
legendarios o fantásticos, sigue siendo historiografía, que se fundamenta en una pretensión
de veracidad y en la utilización de testimonios –frecuentemente escritos, a veces orales- para
la construcción de su relato. Vale la pena recordar las palabras de uno de los más grandes
exponentes de la historiografía cristiana medieval: Beda el Venerable, que en el prefacio de
su historia se refiere a sus fuentes señalando que “según la verdadera ley de la historia” ha
recopilado para la posteridad los hechos según los cuentan aquellos testimonios que le
parecieron fiables.198 El historiador actual no puede trabajar los testimonios historiográficos
exactamente igual que cualquier “fuente literaria”, como si en base a sus intenciones e
inclinaciones los autores inventaran los hechos, pues al analizar los testimonios
historiográficos siempre se debe considerar la pregunta por las fuentes de los mismos.199

Finalmente, nos parece interesante rescatar el aspecto humano de la investigación


histórica, el contacto con aquellos hombres del pasado a quienes solo podemos conocer por
el testimonio mediatizado de ciertos vestigios; las fuentes, cuya permanente lectura ofrece
una vitalidad que, pese a sus múltiples problemas, permiten al historiador superar el tiempo
y aproximarse a los hombres de otra época, como señalaba Héctor Herrera Cajas.200 En esta
línea, la Crónica Bizantino-arábiga y la Crónica Mozárabe del 754 son fuentes complejas,
pero que nos revelan cómo los hispano-cristianos de la Península Ibérica -miembros de una
sociedad y cultura muy distinta a la nuestra, pero hombres como nosotros en lo fundamental-
conocieron y percibieron los sucesos dramáticos que transformaron el Mundo Antiguo a
partir del “crucial siglo VII”, y cómo aquellos hombres interpretaron y dieron sentido a estos
hechos en relación a su propio presente.

198
Beda el Venerable, Historia eclesiástica del pueblo de los anglos. Madrid, Akal, 2013. Edición y traducción
de José Luis Moralejo. pp. 43-45.

199
Esto no quiere decir que la historiografía no pueda analizarse, en el discurso, como una fuente literaria.

200
Herrera Cajas, Héctor, "La Germania de Tácito. El problema del significado del escudo". Tiempo y Espacio,
N°5, Chillán, 1995 (Redición del original de 1957). pp. 97-98.

114
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III.- Otros

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124
IV.- Índice de imágenes y cuadros.

Imágenes

 Imagen 1.- Europa y el Mediterráneo hacia el año 600 d.C.


p. 14.

 Imagen 2.- Europa y el Mediterráneo hacia el año 700 d.C.


p. 15.

 Imagen 3.- Europa y el Mediterráneo hacia el año 800 d.C.


p. 16.

 Imagen 4.- Plato con el combate de David y Goliat.


p. 75.

Cuadros

 Cuadro de síntesis 1.- Contrastes del “relato oriental” de las p. 47.


crónicas hispanas.

 Cuadro de síntesis 2.- Contraste general de contenidos. p. 86.

 Cuadro de Síntesis 3.- Puntos comunes entre las fuentes. p. 89.

 Cuadro de Síntesis 4.- Cantidad de puntos comunes. p. 90.

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