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adquirir nuevos contenidos culturales ya no por exigencia de la sociedad
misma, sino por motivaciones de orden intrínseco. Los talleres de adultos
mayores ofrecen lugares para “(…) nuevas articulaciones culturales y sociales
de los sujetos. Se trata de tiempos y espacios en los que los sujetos puedan
construir otros vínculos culturales” (Núñez, 2007: 37).
Asimismo, ya que los sujetos no concurren a esto espacios por una
exigencia social, extrínseca, sino que lo hacen por propia volición, esto provoca
modificaciones en las relaciones entre sujeto del aprendizaje y docente. Este
taller se constituye en un espacio de educación no formal, sin régimen de
asistencia, por lo que quienes van no tienen obligación de asistir. Por este
motivo, mi compañera y yo debemos hacer que los temas resulten interesantes
y que las clases sean creativas y productivas para lograr que al menos asistan,
cada martes, la mitad de las inscriptas. Aquí cobra importancia la oferta que
podemos brindar y la atención que podemos tener a las demandas de los
sujetos.
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Al encontrarme con esta reacción, pensé que quizás ellas no veían o
creían que eso que estaba en la pantalla de la computadora pudiera ser
realizable por gente común y sin experiencia, como ellas. Teniendo en cuenta
que quizás ellas no habían tenido mucha experiencia con la producción de
objetos artesanales, más allá del tejido, la costura u otras técnicas más
convencionales (cartapesta, yeso, porcelana fría, etc.), adopté nuevas
estrategias para que las señoras pudieran, por una parte, dimensionar la
amplia variedad de objetos que se pueden hacer a partir de materiales
cotidianos, y por otra parte, descubrir sus propias capacidades creativas.
Frente a esta situación de que ignoraban las imágenes ejemplificadoras, tuve
que empezar a realizar objetos de muestra para cada técnica y llevarlos a la
clase, para que pudieran verlos, tocarlos, y analizar cómo estaban hechos. De
esta forma, conseguimos que comenzaran a traer los materiales y se pusieran
a trabajar. Aquí rescatamos la idea de Leo y Moyano (2003), según la cual “la
obligación del agente de la educación es mantener la apuesta educativa en el
tiempo” (p. 67), buscando alternativas y abriendo el espacio para las nuevas
posibilidades.
Asimismo, en un principio, a las asistentes se les dio la libertad de
aportar ideas y proponer objetos para realizar. Sin embargo, cuando se les
pedía que buscaran ideas de otros objetos a realizar con las técnicas
enseñadas para la siguiente clase, ellas venían al siguiente encuentro sin
haber buscado nada. Ellas se sentaban y preguntaban: “¿Profe, qué tenemos
que hacer?” En relación a esto, Meirieu afirma que sólo el sujeto “(…) es capaz
de impulsar el movimiento de la apropiación, que nunca lo hace sobre pedido,
en el momento previsto y en las condiciones que define otro” (citado por Medel,
2003: 50).
A partir de que las señoras no aportaban propuestas propias y
esperaban instrucciones por parte de nosotras, tuve que ajustarnos a esta
nueva demanda. En base a los objetos de muestra que les presentaba para
comenzar con una técnica, les pedía que eligieran uno y lo llevaran a cabo con
los materiales que les habíamos pedido. En varias ocasiones, además, tuve
que aportar los materiales y las herramientas para realizar y finalizar los
proyectos en la clase. Retomando los aportes de Medel (2003):
“Hay que pensar la oferta educativa como el pivote que posibilita el enlace
entre la particularidad de cada sujeto y lo social. Para el educador implica el
esfuerzo de pensar en cada sujeto, desde sus posibilidades para hacerse cargo
del proceso de adquisición, de responder a las diversas propuestas educativas,
desde la aceptación o la rebeldía” (p. 51).
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Para Leo y Moyano (2003), “(…) los estrechos márgenes de la
educación son factibles sólo cuando los educadores sostienen su posición y
sus saberes” (p. 66). La actitud de dicha señora se había transformado en un
impedimento para el desarrollo de las clases, ya que generaba malestar tanto
en el cuerpo docente como entre sus compañeras. Por lo tanto, me vi en la
situación de tener que “imponer disciplina” y plantarme en la posición de
docente. De esta forma, la relación asimétrica pasó de ser un encuentro a
convertirse en un límite: al taller se viene a crear y trabajar. Para Núñez (2007),
“cuando se trata de adultos (jóvenes o mayores), la legitimidad de esta presión
queda en entredicho” (p. 41). Esto se debe a que “(…) cada ciudadano tiene
derecho a orientar su vida como entienda pertinente, sin que ello aminore su
derecho a aprender” (p. 41). El momento de tener que poner un freno me
resultó algo incómodo en esta situación, ya que son todas señoras grandes,
que tienen la opción de optar por asistir o no al taller. Quizás debería haber
sido más objetiva y haber buscado formas de armonizar la situación para no
quebrar el vínculo pedagógico, ya que, siguiendo a Núñez (2007), “(…) el
profesional debe crear las condiciones del trabajo educativo con cada sujeto
(…)” (p. 44).
Las características del espacio (que sea de educación no formal) hacen
que los vínculos educativos sean menos estables que en los espacios de
educación formal, por lo que depende de los docentes hacer lo posible por
sostener la propuesta y establecer vínculos educativos duraderos. Sin
embargo, en estos casos, la conformación de un vínculo pedagógico también
depende del sujeto del aprendizaje. Por lo tanto, se puede decir que “(…) el
vínculo educativo (…) no es algo que se establezca de una vez y para siempre
entre un agente y un sujeto de la educación”, sino que “(…) se trata de un
instante fugaz, tal vez sólo una mirada, pero que deja su marca” (Núñez, 2003:
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consisten en brindar ofertas plurales (en diversos marcos institucionales:
universidades populares, casa de cultura, centros cívicos, etc.,)” (Núñez, 2007:
44). Además, se debe posibilitar “al conjunto de la ciudadanía realizar
aprendizajes culturales o científico de interés” (2007: 44).
Finalmente, cabe destacar la importancia de la generalización de las
ofertas de aprendizaje, ya que mantiene “(…) abiertas las posibilidades de
acceso a jóvenes, adultos y personas mayores. Se trata (…) de oportunidades
de aprender (…)” (Núñez, 2007: 41).
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Leo, M. y Moyano, S. (2003). Capítulo 3. Experiencias: Modalidades del vínculo
educativo: sostener la apuesta, albergar lo inesperado, 65-71
Medel, E. (2003). 2.1. El sujeto de la educación. Condiciones previas y oferta
educativa. En: Capítulo 2. Experiencias: El sujeto de la educación, 49-
64.
Núñez, V. (2003). El vínculo educativo, 19-47.
Núñez, V. (2007). ¿Qué se sujeta (o se entiende por sujeto) en educación?
Acerca de la gobernabilidad. Propuesta educativa. 1(27), 37-49.